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Tema 3: El Evangelio del agua y del Espiritu

[3-19] La verdadera condición previa para tener comunión en Cristo (1 Juan 1:1-10)

La verdadera condición previa para tener comunión en Cristo(1 Juan 1:1-10)
“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido. Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.”
 
 
Les doy la bienvenida a todos. Cuando leemos la Palabra de Dios debemos tratarla exactamente cómo es y creer en ella tal y como es. Por desgracia, hay personas todavía que convierten la Palabra de Dios en un instrumento de la maldad deliberadamente y la interpretan incorrectamente, todo para sus propios fines. Por tanto, debemos levantarnos contra estas interpretaciones erróneas y mentiras. Es de absoluta importancia que creamos en la Palabra de Dios y la prediquemos tal y como es. 
 
 
Los que malinterpretan el pasaje de las Escrituras de hoy
 
Está escrito en 1 Juan 1:8: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”. Romanos 3:10 también dice: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno”. Muchos cristianos citan estos pasajes incorrectamente y piensan que nadie puede estar sin pecados. Basándose en sus interpretaciones incorrectas dicen que la gente no puede decir que no tiene pecados si cree en el Evangelio del agua y el Espíritu. De hecho, van aún más lejos en su ignorancia y denuncian in razón a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Estas personas ignorantes citan el pasaje de 1 Juan 1:9: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” y así afirman que todos sus pecados han sido eliminados si los confiesan en sus oraciones de penitencia repetitivas. Pero sus afirmaciones no tienen fundamento y no son más que mentiras. 
La palabra “confesar” utilizada en 1 Juan 1:9 significa algo completamente diferente de lo que la mayoría de los cristianos entienden. El significado bíblico de esta palabra significa admitirnos a nosotros mismos exactamente como somos ante Dios. Sin embargo, cuando los cristianos que creen en Jesús como una religión leen el pasaje que dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”, lo interpretan según sus pensamientos propios creyendo que, si confiesan sus pecados a Dios en sus muchas oraciones de penitencia, el Señor eliminará todas sus transgresiones. Están muy equivocados. 
La Palabra del agua y el Espíritu, como aparece en la Biblia, debe ser aceptada tal y como es, pero por desgracia, la mayoría de los cristianos piensan equivocadamente que el Evangelio está constituido solamente por el derramamiento de sangre de Cristo en la Cruz. Así que, cuando doy un sermón sobre 1 Juan, normalmente señalo este malentendido que afecta a la mayoría de los cristianos hoy. Como todos conocen este problema, me gustaría centrarme en el texto de la Palabra de Dios escrita en 1 Juan. 
 
 
La razón por la que el Apóstol Pablo escribió esta Epístola
 
Aquí, en 1 Juan 1:1-4, la Biblia habla de la justicia de Jesucristo. Dice que esta justicia de Dios es la Luz: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó)” (1 Juan 1:2). ¿De quién está hablando este pasaje? Está hablando de Jesucristo. Juan está dando testimonio de que los discípulos de Jesucristo, la Palabra de vida, pudieron verle con sus ojos físicos y tocarlo con sus propias manos. El Creador que creó este universo nació en este mundo, así que los discípulos pudieron verle con sus ojos y tocarlo con sus manos, y este Creador no era otro que Jesús, el único Hijo de Dios. Y por esta razón el Apóstol Juan dijo: “Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido” (1 Juan 1:3-4). 
Los discípulos de Jesús, incluyendo el Apóstol Juan, habían visto a Jesús con sus propios ojos, lo habían tocado con sus propias manos y habían escuchado la Palabra de la vida de los labios de Jesús con sus propios oídos. Al haber cumplido el Evangelio del agua y el Espíritu al ser bautizado, derramar Su sangre en la Cruz, y levantarse de entre los muertos, Jesús ascendió a los Cielos; y ahora, el Apóstol Pablo estaba predicando este Evangelio a los que necesitaban escucharlo a través de sus tres Epístolas. En otras palabras, está dando testimonio de la justicia de Jesús a los cristianos de hoy que dicen creer en Jesús como su Salvador. 
¿Cuál es el mensaje central del testimonio que los discípulos quisieron dar? Escribieron sus epístolas para que pudiésemos tener comunión espiritual con Jesús. Por eso el Apóstol Juan dijo: “Y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo”. Y para que los cristianos tengan comunión de fe los unos con los otros, deben compartir el Evangelio del agua y el Espíritu, el Evangelio a través del que Dios ha salvado a la humanidad de sus pecados. En otras palabras, debemos tener comunión los unos con los otros a través del Evangelio del agua y el Espíritu, aprender los unos con los otros, entender este Evangelio de manera más profunda, y creer en él al 100%. 
Solo entonces podemos tener comunión real los unos con los otros. Esto es lo que nos está enseñando el Apóstol Juan. El objetivo principal de su epístola queda explicado en 1 Juan 1, 4: “Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido”. Dicho de otra manera, cuando se trata de tener comunión, es imperativo que nos demos cuenta de qué significa tener verdadera fe en el Evangelio, de en qué tipo de Evangelio creemos y de si nuestra fe descansa en el Evangelio del agua y el Espíritu o no. Así que Juan dijo aquí que estaba escribiendo esta carta para que tuviésemos el gozo de convertirnos en hijos de Dios. 
Juan explica esto en detalle en los versículos 5-7. Es importante darnos cuenta de que, incluso entre los cristianos, hay muchas personas que no han recibido la remisión de los pecados y cuyos corazones siguen sucios y pecadores, aunque digan creer en Jesús. Así que el Apóstol Juan escribió esta epístola. El versículo 5 dice: “Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él”.
Dios es luz. En Él no hay oscuridad. Como dice la Biblia aquí, Dios es luz, la Verdad, está sin pecados y es santo. De la misma manera en que Dios es luz y no tiene oscuridad, los que conocen la justicia de Dios y creen en ella, tanto los Apóstoles del pasado como los creyentes de hoy, no tienen pecados. En otras palabras, los que creen correctamente están completamente sin pecados, de la misma manera en que Dios es luz. Como he mencionado anteriormente, incluso los que creen en Jesús como su Salvador, hay muchos cuyos corazones siguen teniendo pecados. Sin embargo, la salvación cumplida por Dios no es imperfecta, sino que no tiene fallo alguno. 
Si hemos recibido a Jesús como nuestro Salvador con un conocimiento correcto de Su justicia, es imposible que haya oscuridad en nuestros corazones, ya que Dios es luz. Es absolutamente imposible que los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu tengamos pecados en nuestros corazones. Esto se debe a que Dios es luz y en Él no hay oscuridad. Dios Padre ha eliminado todos nuestros pecados a través de Jesucristo, y si creemos en este verdadero Evangelio del agua y el Espíritu no puede haber pecados en nuestros corazones. El Apóstol Pablo está hablando de la verdadera comunión aquí. 
 
 
¿Quién es un mentiroso ante Dios?
 
Está escrito en 1 Juan 1:6: “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad”. Esto significa que, si decimos tener comunión con Dios, pero nuestros corazones siguen teniendo pecados, aunque creamos en Jesús como nuestro Salvador e intentemos seguirle, estaremos mintiendo. Creer de esta manera no es tener la verdadera fe ante el Señor. Estas personas están mintiendo, aunque digan creer en Jesús. Y no practican esta verdad. Cuando la gente dice que sus corazones son pecadores, aunque crean en Jesús, lo que están diciendo es que tienen comunión con Dios, aunque sus corazones sigan siendo oscuros y pecadores, y esta es una mentira absoluta. En otras palabras, es una mentira decir que Dios es su Padre y su Salvador cuando sus corazones siguen estando llenos de pecados. 
Y alguien dice estar predicando y sirviendo al Evangelio, aunque su corazón tenga pecados, esta persona está mintiendo. Estas personas no están sirviendo al Señor, sino a sí mismos. No están practicando la verdad, sino siguiendo sus propios pensamientos. Muchos cristianos hoy en día están siguiendo sus pensamientos carnales humanos. Esto es lo que nos está enseñando el Apóstol Juan. Nos está diciendo que los que tenemos verdadera comunión con Dios son los que están sin pecados, ya que Dios es luz y no tiene pecados. 
 
 
¿Qué significa entonces caminar en la Luz?
 
Está escrito en 1 Juan 1:7: “Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”. Esto significa que el Señor ha eliminado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, de la misma manera en que Dios está en la luz y no tiene oscuridad, es decir, porque Dios no tiene ningún pecado. El que estemos caminando en la luz significa que hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y estamos siguiendo a Dios por esta fe. Nuestros corazones no tienen pecados y por eso sirven y predican el verdadero Evangelio en este mundo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Esto es lo que significa caminar en la luz.
Al hacer esto estamos teniendo comunión con Dios y estamos compartiendo verdadera comunión con los santos. Y por eso podemos llamar a Dios Padre y Dios nos llama hijos Suyos. Entonces nos podemos dar cuenta completamente de que ha eliminado todos los pecados que cometemos en nuestras vidas, incluso en nuestras debilidades, con el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios Padre nos está diciendo que la sangre eliminado por Su Hijo Jesucristo nos ha limpiado de nuestros pecados. La sangre derramada aquí significa que Dios Padre nos ha salvado a los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu a través de la vida de Su Hijo Jesucristo. En otras palabras, nos enseña que Jesucristo nos ha salvado perfectamente al entregar Su vida propia. ¿Pero este versículo no significa que Dios nos haya salvado a través de la sangre de Jesús? Debemos entender esto correctamente, porque cuando las Escrituras dicen que Jesucristo nos ha salvado a través de Su sangre, está hablando del resultado final de toda la obra de salvación que Jesús cumplió al ser bautizado por Juan el Bautista, derramar Su sangre en la Cruz hasta morir y al levantarse de entre los muertos. 
 
 

¿Quién supera este mundo?

 
Para ayudarnos a entender esto más claramente 1 Juan 5:4 dice: “Esta es la victoria que ha superado al mundo: nuestra fe”. ¿Qué fe es esta fe nuestra? Es la fe que descansa en la verdad de ser salvados por el Señor al venir a este mundo, ser bautizado por Juan el Bautista, morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos. Se trata de creer en el amor de Jesucristo y la obra justa que cumplió por nosotros al eliminar todos nuestros pecados para siempre con Su bautismo y Su sangre. Esta fe es lo que nos permite superar nuestros pecados y nuestras debilidades. De esta manera, por fe somos salvados perfectamente, y por esta fe somos vencedores. 
Pasemos a 1 Juan 5:5-7: “¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno”. ¿Cuál es la prueba de nuestra fe a los ojos de Dios? Nuestra fe descansa en el agua, la sangre y el Espíritu. El agua, la sangre y el Espíritu son Uno. Creer en la justicia de Jesucristo, el Hijo de Dios, quien vino por el agua y el Espíritu, es la fe que nos permite recibir la remisión de los pecados. 
Por esta razón el Apóstol Juan dijo 1 Juan 1:7: “Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros”. Esta es la relación que tenemos con Dios. Así es la relación entre Jesús y los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu. Por el contrario, los que no conocen esta Verdad de salvación constituida por el Evangelio del agua y el Espíritu, y por tanto no han recibido la remisión de los pecados, no pueden tener comunión con Jesús, aunque digan creer en Su justicia. Todavía están separados de Él. La verdadera comunión con Dios solo la pueden tener los que creen que Jesús es el único Hijo de Dios, que vino a este mundo para eliminar nuestros pecados, que cargó con todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, que fue condenado por nuestros pecados en la Cruz, que se levantó de entre los muertos de nuevo, y que ha eliminado todos nuestros pecados con estas obras justas y así se ha convertido en nuestro verdadero Salvador. Y el Apóstol Juan y otros apóstoles que habían recibido la remisión de los pecados tuvieron esta verdadera comunión. 
Para resumir, el Apóstol Juan dijo que la sangre de Jesús, el Hijo de Dios, limpia todos nuestros pecados. Dijo esto porque Jesús nos ha salvado al entregar Su propia vida. Aunque las Escrituras resumen la salvación de esta manera, cuando la miramos de cerca, vemos que el Apóstol Juan creyó en el agua, la sangre y el Espíritu. El Espíritu aquí se refiere a Dios y este Dios fue concebido en el cuerpo de María. Al haber venido a este mundo encarnado en un hombre como nuestro Salvador, Jesús cargó con todos nuestros pecados para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista. Entonces fue crucificado para cargar con la condena de nuestros pecados en nuestro lugar. Entonces se levantó de entre los muertos y así se convirtió en nuestro Salvador. A través del agua y la sangre el Señor nos ha salvado de nuestros pecados. El Señor mismo tomó todos nuestros pecados al ser bautizado, y mientras cargaba con los pecados del mundo, fue crucificado para pagar esta condena. Así se ha convertido en nuestro Salvador. 
Todo el mundo debe creer que Dios es luz como condición previa para tener comunión con Él. Dios es luz. La luz aquí significa que no hay oscuridad, es decir, que los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu no tienen pecados en sus corazones. Ustedes deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu para tener comunión con los que han recibido la remisión de los pecados. Ustedes también deben estar sin pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Solo entonces podrán ser liberados de todas sus transgresiones. ¿Pueden dar testimonio fiel con absoluta certeza de que no tienen pecados en sus corazones? Si están completamente sin pecados, entonces deben convertirse en hijos de Dios verdaderos. 
 
 

Los que no han recibido la remisión de los pecados a pesar de creer en Jesús 

 
Estas personas pecadoras están descritas en los versículos 8-10: El versículo 8 dice: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”. Dios es luz. Y para eliminar todos nuestros pecados, envió a Su Hijo y así ha erradicado nuestros pecados con el agua y la sangre. Nos ha dejado sin pecados. Nos ha hecho justos. Esta es la voluntad de Dios. De la misma manera en que Dios es luz, los creyentes también somos luz. Por eso Dios nos dijo que somos la luz del mundo. Como no tenemos pecados ahora podemos predicar con seguridad el Evangelio a otros. 
Sin embargo, los que todavía no han recibido la remisión de los pecados, los que todavía caminan en la oscuridad, y los que tienen corazones pecadores, aunque digan creer en Jesús, si dicen estar sin pecados, entonces se están engañando a sí mismos. Los que tienen un corazón pecador, aunque digan creer en Jesús, deben admitir sus pecados y confesar: “Soy pecador, aunque creo en Jesús como mi Salvador. Soy un pecador todavía”. Solo entonces pueden empezar a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu cuando lo escuchan. Deben poder pensar en el Evangelio del agua y el Espíritu para recordar cómo el Señor ha eliminado sus pecados. Es absolutamente necesario que se den cuenta del amor de Dios cuando leen Sus Palabras en la Biblia. Cuando se dan cuenta de que Jesucristo ha eliminado todos sus pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu pueden recibir la verdadera remisión de los pecados. 
La Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu vive en nuestros corazones y nos permite darnos cuenta de que hemos recibido la remisión de los pecados. La prueba que demuestra que hemos recibido la remisión de los pecados en nuestros corazones se obtiene solo si tenemos la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu en nuestros corazones. Como esta Palabra de la salvación está en nuestros corazones estamos cualificados para tener comunión con nuestro Señor en esta Palabra. Como esta Palabra de salvación está en nuestros corazones, estamos sin pecados. Y como esta Palabra de salvación está en nuestros corazones, el Espíritu Santo ha entrado en nuestros corazones para vivir con nosotros. Si esta Palabra de salvación no se encuentra en su corazón, seguirán siendo pecadores como antes de creer en Jesús. Esto se debe a que la Palabra de Dios elimina nuestros pecados. De hecho, sus pecados no desaparecen solo porque crean en Jesús con sus emociones. 
Es muy difícil descubrir la justicia de Jesús y recibir la remisión de los pecados al negarse a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Es extremadamente difícil o imposible. ¿Tienen sus corazones fe en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu? Si creen en esta Palabra de todo corazón, entonces han recibido la remisión de los pecados en su corazón, porque tienen la Palabra de la salvación dando testimonio en su corazón. Por otro lado, si no tienen esta Palabra de salvación en su corazón, no han recibido la remisión de los pecados. ¿Por qué? Porque no tienen la Palabra del testimonio en su corazón que da testimonio de que el Señor ha borrado todos sus pecados. 
Los que no han recibido la remisión de los pecados no tienen el testimonio de la Palabra de salvación, y, por tanto, Satanás puede ocupar sus mentes fácilmente. Es absolutamente indispensable que nos aferremos a la Palabra de Dios por fe. Si quieren ser salvados verdaderamente, deben aferrarse a la Palabra de salvación en vez de a sus pensamientos y emociones. Debemos creer en la Palabra del Señor que confirma: “Esto es lo que dijo el Señor. El Señor ha borrado todos mis pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu. Justo antes de ser bautizado por Juan el Bautista dijo: “Permíteme hacer ahora, pues conviene así que cumplamos toda justicia”. De la misma manera en que todos los pecados fueron pasados a un sacrificio animal cuando el Sumo Sacerdote ponía las manos sobre su cabeza, y de en que Juan el Bautista bautizó a Jesús, todos los pecados de la humanidad fueron pasados a Jesús. Mis pecados fueron pasados a Jesús en ese momento también”. 
Si no tienen la Palabra de Dios de salvación en su corazón no han recibido la remisión de los pecados. No han sido redimidos de todos sus pecados personales tampoco. La salvación de todos sus pecados personales también requiere que creamos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, solo si nos aferramos a la Palabra de Dios de la salvación esta Palabra protege nuestros corazones y almas. Aunque tengamos muchas debilidades, la Palabra de salvación reina en nuestras almas, y Jesús nos dice: “Aunque seáis imperfectos, he eliminado todos vuestros pecados. He aceptado todos vuestros pecados y los he lavado al ser bautizado por Juan el Bautista. Para cargar con todos los pecados del mundo fui bautizado por Juan el Bautista. Como hemos cargado con los pecados del mundo de esta manera, cargué con la condena de los pecados para ser crucificado hasta morir. Y al resucitar, te he dado una vida nueva”. De esta manera, la Palabra de salvación da testimonio en nuestro lugar. Como tenemos esta Palabra de salvación hemos sido liberados de nuestros pecados. La Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu nos convierte en luz como Dios es luz, y al venir a esta Palabra, podemos recibir la remisión de los pecados. Por tanto, debemos aferrarnos a la Palabra siempre. 
 
 
Lo que debemos saber
 
Está escrito en 1 Juan 1:9: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Este pasaje también debería ser aceptado tal y como es. Si tenemos pecados, debemos confesarlos. El Señor es fiel y justo y por eso nos ha limpiado. El Señor prometió en el Antiguo Testamento que eliminaría nuestros pecados, y en el Nuevo Testamento, el Señor vino al mundo y envió a Juan el Bautista también. Y Juan el Bautista pasó todos los pecados de este mundo a Jesús al bautizarle. Al haber cargado con los pecados del mundo, Jesús fue crucificado hasta morir. Y al levantarse de entre los muertos nos ha salvado. 
Por tanto, si alguien cuyo corazón tiene pecados le confiese a Dios y admite sinceramente: “Soy un pecador”, esta persona puede ser redimida de todos los pecados de su vida, gracias al Evangelio del agua y el Espíritu. Pero ¿qué ocurriría si no confesásemos nuestros pecados ante Dios, aunque permanezcan en nuestros corazones? Que no recibiríamos la remisión de los pecados. Aunque alguien les dé comida deliciosa, si solo la miran en vez de comerla, no será suya. Como descendientes de Adán, todo el mundo ha nacido con pecados, de la misma manera en que la Biblia dice que todo el mundo ha pecado contra Dios y se ha quedado corto de Su gloria. Los seres humanos rechazan la voluntad de Dios en sus vidas y buscan los deseos de la carne, de los ojos y el orgullo de la vida. 
De esta manera, por esta naturaleza, no podemos evitar pecar de cualquier manera posible, ya sea de corazón, pensamientos, o acciones. Pero, a pesar de esto, nuestros pecados han sido eliminados para siempre con el Evangelio del agua y el Espíritu. Solo hay una cosa que podamos hacer entonces, y es que debemos aceptar esta salvación con acción de gracias, diciendo: “Señor, tienes razón. Has eliminado todos mis pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu. Había sido un pecador ante Ti hasta que conocí este el Evangelio del agua y el Espíritu. Tenía pecados en mi corazón. Y por esa razón tenía que ir al infierno. Estando aquí, ante Ti, debería ser arrojado en el infierno. Pero has eliminado todos los pecados del mundo. Cargaste con todos mis pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, diciéndole: “Conviene así que cumplamos toda justicia”. Gracias, Señor. Creo en Tu justicia. Eres el Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo. Y has completado toda la obra de la salvación. Creo en Ti, Señor. Creo en la Palabra cuando dice: “Ahora, donde hay remisión de estos, no hay necesidad de ofrenda del pecado”. Creo en toda la Palabra de la salvación. Gracias, Señor”. 
Así, cuando nos damos cuenta, creemos y aceptamos que nuestro Señor ha eliminado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, entonces no tenemos pecados, aunque nuestros corazones fueran pecadores. Como el Señor nos amó primero con el Evangelio del agua y el Espíritu, ha eliminado todos nuestros pecados Él solo en el pasado. Por tanto, si creen en esta Verdad de la salvación constituida por el Evangelio del agua y el Espíritu, serán salvados de todos sus pecados. 
Alcanzamos nuestra salvación verdadera solo a través de la Palabra de Dios. Quien quiera compartir verdadera comunión con Dios y Su justicia debe primero confesar sus pecados. Primero debemos confesar que somos pecadores. La Biblia dice que está determinado que el hombre nazca una vez y que después reciba el juicio. Una vez nacemos, todos estamos destinados a morir una vez, y después de esto el juicio. Todos los seres humanos nacen con pecados, todos viven en el pecado, están atrapados en el pecado y por tanto todos están destinados a ser arrojados al infierno. Precisamente por esto necesitamos al Salvador. Este Salvador no es otro que Jesús, y por tanto Su obra de salvación es indispensable. En particular, es absolutamente indispensable que tengamos fe en el bautismo de Jesucristo recibido de Juan el Bautista y la sangre derramada en la Cruz. El bautismo que el Señor recibió y la sangre que derramó en la Cruz son las obras de la salvación que es indispensable para nosotros. ¿Aceptan la obra del Evangelio del agua y el Espíritu como su salvación? Si de verdad lo hace, serán salvados del pecado. Si los pecadores confiesan sus pecados de esta manera, serán salvados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que constituye la obra de la salvación del Señor. 
 
 
La fe correcta 
 
Está mal no confesar porque su corazón es pecador. Si alguien dice: “Tengo pecados en mi corazón, aunque creo en Jesús. Pero, aun así, creo en Jesús y por eso iré al Cielo”, entonces estas personas irán al infierno sin falta. Pero, uno debe admitir y confesar: “Aunque crea en Jesús todavía tengo pecados en mi corazón. Debo haber malinterpretado algo y creído equivocadamente. Era un pecador antes y después de creer en Jesús y todavía soy pecador. Esto solo puede significar que no he sido salvado de mis pecados. Señor, todavía no he recibido la remisión de los pecados. Sigo siendo un pecador. Has dicho que me has salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu, así que he mirado estas cosas en la Biblia y he pensado en ellas y ahora me doy cuenta de que Tu Palabra es cierta. Tienes razón, Señor. Ahora creo en el Evangelio del agua y el Espíritu. Has eliminado todos mis pecados. Por fin me he dado cuento y acepto esta verdad en mi corazón con toda sinceridad. Creo en Ti, Señor”. Solo entonces podemos recibir la remisión de los pecados verdadera. 
La Biblia dice: “Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros” (1 Juan 1:10). ¿Hay alguien que no haya pecado ante Dios? Incluso los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, ¿hay alguien que pueda decir con confianza que no ha cometido pecados desde que recibió la remisión de los pecados. ¿Qué hay de los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Puede alguno de ellos decir lo siguiente? “Nunca me he perdido ninguna reunión de oración matutina. He hecho todo tipo de buenas obras en mi vida. Como mucho, puede que haya cometido unos pocos pecados y han sido redimidos por la sangre en la Cruz. Mientras oraba el Señor se me apareció y me dijo que había perdonado mis pecados. Así que he recibido la remisión de los pecados”. ¿Son así ustedes? ¿Es esta su confesión?
Mis queridos hermanos, no hay nadie que no haya pecado nunca, ya sea un pecador o los justos que han recibido la remisión de los pecados. Todo el mundo comete pecados. Si decimos que no hemos pecado ante Dios, estamos convirtiéndole en un pecador. Solo porque el Señor tomó todos nuestros pecados, no tenemos pecados; no es porque no hayamos pecado. Las Escrituras dicen que Jesús es el Cordero de Dios que tomó el pecado del mundo y por esta razón estamos sin pecados. ¿Entonces cómo podemos decir que no hemos pecados? Aunque no hayamos vivido nuestras vidas completamente en este mundo todavía, el Señor tomó todos los pecados del mundo de una vez a través del Evangelio del agua y el Espíritu ¿Entonces podemos decirle a Dios que no hemos pecado? ¿Acaso no dijo Dios que había tomado todos los pecados de este mundo, aunque nuestras vidas en este mundo no hayan terminado? Si decimos que no hemos pecado desde que recibimos la remisión de los pecados, ¿cómo podemos comparar esto con la Palabra que dice que el Señor no ha eliminado todos los pecados del mundo? Es una mentira decir que no hemos pecado. Después de todo, ¿acaso no cometemos pecados incluso después de recibir la remisión de los pecados? Por supuesto que sí. 
Quien diga no tener pecados ante Dios no tiene la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu en su corazón, la Palabra de Dios. Si Dios nos dice que somos pecadores, entonces debemos admitirlo y rendirnos como dice Dios. No puedo dejar de repetir lo importante que es que admitamos quiénes somos, reconozcamos que somos pecadores, que nuestras conciencias están llenas de pecados, que somos incapaces de hacer el bien a pesar de intentarlo, y que estamos destinados a ir al infierno. Entonces podemos tener verdadera comunión con Dios. Entonces podemos tener una comunión verdadera con los justos y los santos de Dios también. 
 
 

¿De dónde viene la verdadera comunión?

 
Al saber que Dios es luz, nuestros pecados deben ser lavados al creer en la Palabra de Dios, el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando reconocemos y admitimos a Dios que somos pecadores, y cuando creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, la Palabra de la verdadera luz, podemos tener comunión verdadera con Dios. Dios nos está diciendo: “Sois pecadores. Nacisteis en este mundo con pecados y pecaréis durante el resto de vuestras vidas”. De esta manera, Dios nos está diciendo que somos pecadores horribles. ¿Lo admiten? La Biblia dice que, si la Ley de Dios se aplicase a nosotros estrictamente, todos seríamos arrojados al infierno. Debemos aceptar esta Palabra de Dios en nuestros corazones y creer que Dios ha eliminado todos los pecados de estas personas malvadas como nosotros con el Evangelio del agua y el Espíritu. Hacerlo es alcanzar la salvación. Por tanto, por fe recibimos la remisión de los pecados. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios nos hemos convertido en la luz del mundo. Nos convertimos en hijos de Dios al creer en Su justicia. 
¿Ha eliminado nuestro Señor todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu? Ha eliminado todos nuestros pecados para siempre. ¿Nos ha convertido Dios a los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu en la luz? Nos ha convertido en la luz del mundo. Nosotros somos también los hijos de la luz en el Reino de Dios. Nuestro Señor dijo que los que guían a muchos por el camino adecuado brillan como estrellas para siempre en Su Reino. Somos la luz del mundo. El Señor nos llamó la luz del mundo y la sal de la tierra. Esto significa que somos absolutamente indispensables para el mundo. Así es como somos. 
Si estuviésemos en la oscuridad, llevaríamos oscuridad al mundo y seríamos completamente inútiles. De entre los siete mil millones de personas que viven en este mundo, si seis mil millones creyesen en Jesús sin conocer el Evangelio del agua y el Espíritu, y por tanto sus corazones siguiesen teniendo pecados, no son la luz del mundo, sino solo oscuridad. Por eso tantos cristianos hoy en día no pueden ser la luz del mundo. Aunque hay muchos cristianos que intentan vivir con piedad con todas sus fuerzas, no pueden ser la ley. No tienen luz. Así que se mienten los unos a los otros y se engañan, pero piensan que no han pecado. 
Sin embargo, el Señor ha eliminado todos nuestros pecados y nos ha levantado para ser la luz del mundo. Dios nos ha hecho a los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu predicar este Evangelio por todo el mundo. Por tanto, los que tienen comunión con nosotros, es decir, los que escuchan esta Palabra de Dios predicada por nosotros, tenemos un gozo inexplicable. Esto es tan maravilloso y bello que no deja de sorprenderme. 
Mis queridos hermanos, debemos considerar y preguntarnos si de verdad somos la luz o la oscuridad a los ojos de Dios. Incluso después de recibir la remisión de los pecados, nuestros pensamientos y acciones van por el mal camino y todavía tenemos muchos fallos. En momentos como este debemos confesar a Dios enseguida y pensar en el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos buscar la Verdad y pensar sobre cómo el Señor ha eliminado nuestros pecados. Y al hacer esto, debemos creer que el Señor ya nos ha convertido en la luz del mundo y nos ha dejado sin pecados. El Señor nos ha dado la fe para vencer al mundo. Nos ha dado la fe para vencernos a nosotros mismos también. Ha eliminado todos nuestros pecados cometidos por nosotros. Desde los pecados que hemos cometido hasta el pecado que cometeremos en el futuro, el Señor cargó con todos ellos y los eliminó cuando fue bautizado. Así que nos ha convertido en personas que pueden seguir al Señor. 
 
 
Interpretación errónea del versículo 8
 
Los que no conocen la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu no interpretan correctamente el versículo 8 y dicen que la remisión de los pecados se recibe simplemente arrepintiéndose. Aunque estas personas creen en Jesús, como solo se aferran a la sangre derramada en la Cruz por la salvación, cuando pecan, se convierten en pecadores una vez más y le ruegan al Señor llorando que perdonen sus pecados. Al hacer esto, nadie puede seguir al Señor correctamente. Si están atados a sus pecados personales, no pueden seguir al Señor. El Señor dijo en Isaías 1:18 acerca de nuestros pecados: 
“Venid luego, dice Jehová, 
y estemos a cuenta: 
si vuestros pecados fueren como la grana, 
como la nieve serán emblanquecidos; 
si fueren rojos como el carmesí, 
vendrán a ser como blanca lana”.
La Biblia dice aquí que nuestros pecados son escarlata, rojos y espesos como la niebla. Cometemos muchos pecados. Esto implica que, como nuestros pecados son muchos, si intentamos ser redimidos de ellos solamente ofreciendo nuestras oraciones de penitencia, estaremos atados por nuestros pecados y no podremos seguir al Señor. Entonces, ¿qué debemos hacer para seguir al Señor? ¿Qué debemos hacer para ser librados de nuestros pecados personales? Al saber que nuestro Señor es luz, debemos darnos cuenta de que el Señor se ha convertido en la luz también. Debemos seguir al Señor sabiendo y creyendo que ha eliminado nuestros pecados para siempre con el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero, si pecamos por alguna casualidad, debemos admitirlo inmediatamente y saber que el Señor ha eliminado incluso ese pecado. 
Al creer que el Señor ha eliminado todos nuestros pecados, debemos evitar estar atados por los pecados. Al tener esta fe podemos seguir sirviendo la obra justa del Señor y seguirle. Quien cree en Jesús quiere hacer la obra justa naturalmente. Es una cuestión de tiempo que los creyentes hagan lo que es correcto. Sin embargo, nadie que siga siendo pecador puede hacer ninguna obra justa. Después de todo, estas personas están destinadas a morir por sus pecados, ¿así que cómo pueden hacer una obra justa? Es imposible. 
Mis queridos hermanos, si permitimos estar atados por nuestros pecados, no sería posible vivir como adecuadamente como cristianos. Jesús es luz. Nos dijo que le siguiésemos, porque es la luz del mundo; y para ello, debemos librarnos de nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos seguir al Señor al creer que nos ha salvado al cargar con nuestros pecados a través de Su bautismo, al morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos. No podemos permitirnos caer en nuestras debilidades o nuestros pensamientos. Tampoco debemos caer en la fe dogmática del mundo. Nuestros colaboradores del extranjero dicen que muchos cristianos del mundo creer en doctrinas populares. Pero este es el camino ancho. La fe no es un concurso de popularidad. Por mucho que la gente diga que no hay nada malo en que los cristianos sean pecadores a pesar de creer en Jesús, si las Escrituras dicen que esto está mal, entonces está mal. 
El camino estrecho consiste en creer que el Señor ha eliminado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, y este es el camino correcto. La base de nuestra fe debe ser lo que dice la Palabra de Dios, no lo que todo el mundo dice. Dios es santo. Es un error enorme que los pecadores llamen al Dios santo su Padre. Esto es un pecado grave. Jesús vino a este mundo cuando éramos pecadores. Cargó con nuestros pecados al ser bautizado en obediencia a la voluntad de Dios Padre. Entonces fue crucificado hasta morir, se levantó de entre los muertos y así nos ha salvado completamente de la condena de nuestros pecados. Por tanto, no debemos poner nuestra fe en nuestras debilidades, nuestros pensamientos carnales, o doctrinas cristianas comunes. En realidad, debemos abrir la Palabra de Dios y asegurarnos de que nuestra fe está de acuerdo con la Biblia. 
Hemos recibido muchos correos electrónicos del extranjero dando testimonio de la salvación. Uno de ellos, de una hermana, dice que cuando leyó nuestro primer libro, lo comparó con las Escrituras para ver si era bíblicamente correcto. Tenía una mente justa, como la de los habitantes de Berea. La Biblia dice que los habitantes de Berea: “Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hechos 17:11). No puedo dejar de hacer hincapié en lo importante que es que confirmemos nuestras creencias con lo que dice la Biblia. 
Sin embargo, muchos cristianos creen comúnmente en la sangre derramada en la Cruz solamente para la salvación, aunque busquen la comunión con Dios. Atrapados en sus pecados, esta gente no puede escapar de su estado de pecadores. Eran pecadores cuando no creían en Jesús, siguieron siendo pecadores incluso después de creer en Jesús, y morirán siendo pecadores. Muchos cristianos alardean de confesar a Dios: “Señor, soy un pecador”, como si esto fuera algo de lo que estar orgulloso. Pero estas personas morirán como pecadoras al final. Es absolutamente indispensable que descubran la justicia del Señor mientras siguen vivos. Debemos hacer que la justicia del Señor sea nuestra por fe. 
Cuando Dios nos está diciendo que ha eliminado todos nuestros pecados y que somos Sus hijos, no podemos decirle: “Señor, todavía tengo muchos pecados. Soy un pecador. Estoy agradecido porque me llamas hijo, pero todavía tengo muchos pecados en mi corazón y no puedo decir que soy Tu hijo. No puedo soportarme a mí mismo”. ¿Vamos a rechazarle así? Hay momentos en que esta modestia es adecuada, pero este no es uno de ellos. ¿Qué razón tenemos para rechazar la oferta de Dios? No podemos hacerlo. Si Dios está diciendo que ha eliminado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos aceptarlo enseguida con acción de gracias. Esto es lo correcto. ¿Quién somos para rechazar esta oferta? Como somos pecadores desesperados, ¿por qué vamos a rechazar la gracia de Dios? ¿Qué fundamento tenemos para rechazarla si no tenemos justicia ni méritos propios? 
Un mendigo que no tiene nada debería aceptar con gratitud la amabilidad mostrada por los que le ofrecen ayuda. Negarse a hacer esto es ser arrogante. Las Escrituras dicen que el orgullo viene antes de la destrucción (Proverbios 16:18). También dice que un espíritu altivo viene antes de la caída (Proverbios 16:18). Rechazar la gracia de Dios es lo más arrogante. Dios Padre nos ha salvado al enviar a Su Hijo a este mundo y hacer que cargase con nuestros pecados y fuese crucificado. Esto es lo que debemos creer. No debemos rechazar su salvación. Debemos creer con gratitud. Debemos estar agradecidos a Dios. Y debemos glorificar a Dios en nuestras vidas. Aunque estamos llenos de debilidades, el Señor nos ha salvado, aunque no lo mereciésemos. 
Ha salvado a toda la raza humana. Por tanto, debemos ser salvados. Debemos predicar este verdadero Evangelio a todo el mundo. Debemos predicar estas noticias benditas, las noticias gozosas de que el Señor ha eliminado todos nuestros pecados. Debemos predicar este Evangelio que libera a los que están esclavizados por los pecados y abrir los ojos a los ciegos. 
Incluso ahora, los cristianos no pueden seguir al Señor por culpa de sus pecados personales. Siguen sin poder ser liberados de sus pecados personales. Para que puedan ser liberados de sus pecados personales, deben creer que el Señor es luz. Deben seguirle con el conocimiento y la fe de que el Señor ha eliminado todos sus pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu y que los ha convertido en luz. Esto es absolutamente indispensable. Uno de nuestros libros se titula ¿Todavía están sufriendo por sus pecados personales? ¿Cuál es la causa principal del sufrimiento de los cristianos actuales? Están sufriendo y están siendo atormentados por el hecho de que, a pesar de creer en Jesús, todavía están atados por los pecados que han cometido. Y sinceramente anhelan ser redimidos. Muchos de ellos dicen que, si pueden obtener la remisión de los pecados, no desearán nada más, aunque mueran en ese momento. Algunas personas incluso se suicidan por culpa de sus pecados. 
Mis queridos hermanos, no deben rechazar el amor del Señor. A través de Su Hijo, Dios Padre ha eliminado todos los pecados de la humanidad con el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Qué harán entonces? ¿Rechazarán este amor o creerán en él? Deben creer en él de todo corazón. Deben creer en la justicia de Dios ante Su presencia. No deben alardear de su propia justicia de la carne. No se enorgullezcan en su piedad alardeando de cosas mundanas como las ofrendas que le dan a su iglesia, el equipo que han donado, la contribución que hicieron a una misión en el extranjero, el servicio de voluntariado que prestaron, o la diligencia con la que van a todos los cultos. 
Aunque hagan estas cosas, lo hacen gracias a la ayuda de Dios. No podrían haberlo hecho si Dios no hubiese permitido que sus circunstancias fuesen las adecuadas. Debemos dejar nuestra voluntad y creer en la justicia de Dios. Debemos exaltar la justicia de Dios. Solo entonces el Señor se complacerá. Entonces el Señor puede usarnos como Sus obreros fieles. No debemos alardear de nuestra propia justicia ante Dios. Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu alardeamos solo de la justicia del Señor y predican esta justicia solamente. Por el contrario, los que siguen siendo pecadores, aunque crean en Jesús alardean de su propia justicia ante Él. Y cuando no tienen nada de lo que alardear, se sienten desesperados y abatidos. 
¿Qué complace a Dios? Dios se complace cuando creemos que ha eliminado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, exaltar esta Verdad de salvación, predicarla y servirla. ¿Se complacerá Dios si siguen alardeando de su justicia? No, por supuesto que no. Debemos alabar a Dios. Debemos tener la fe que complace a Dios. Debemos deshacernos de nuestra propia justicia. El Libro de Isaías dice que toda nuestra justicia es un montón de paños sucios (Isaías 64:6). 
Jeremías 2:22 dice: “Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí”. Si el Señor no hubiese borrado nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, nuestros pecados estarían intactos en nosotros. Si el Señor no hubiese borrado nuestros pecados, estarían con nosotros. Sin embargo, afortunadamente, el Señor ya eliminó nuestros pecados hace 2,000 años. Cuando vino a este mundo encarnado en un hombre, cargó con todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán. Entonces, fue crucificado hasta morir, se levantó de entre los muertos y así eliminó todos nuestros pecados y cumplió toda la justicia. El Señor nos está diciendo que no hay más ofrenda para el pecado porque el Señor ha eliminado todos nuestros pecados, como dijo: “Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado” (Hebreos 10:18). 
Por tanto, al darnos cuenta de que el Señor ha eliminado todos nuestros pecados, debemos darle gracias a Dios y alabarle. No debemos aferrarnos a nuestros pecados personales ni arrepentirnos de ellos constantemente. Como la Biblia nos advierte en 1 Juan 8-10, no debemos decir: “Cuando creí en Jesús, estuve sin pecados. Pero si peco de nuevo, seré pecador de nuevo. Pero, aun así, iré al Cielo porque creo en Jesús. Como todavía peco, sigo siendo un pecador, pero el Señor llama a los pecadores. Así que los pecadores pueden ir al Cielo”. ¡No, nunca! Ni un solo pecador puede entrar en el Cielo. Aunque Dios vino a este mundo a llamar a los pecadores, entre los que han sido salvador por Él, no hay ningún pecador. Están sin pecados. Ninguno de ellos tiene pecados. 
No se engañen. No intenten engañar a Dios cuando se presenten ante Él. Como no podemos evitar pecar constantemente ante Dios, el Señor eliminó todos nuestros pecados para siempre hace 2,000 años con la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Con este conocimiento confesamos todas nuestras equivocaciones y pecados al Señor, dándonos cuenta de que el Señor ha eliminado todos estos pecados con el agua y el Espíritu. Así que debemos vivir en la luz por esta fe y darle gloria a Dios en nuestras vidas. Deben saber que es entonces cuando Dios está lleno de gozo.
 
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