(Juan 6, 47-51)
«De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo».
¿Han estado en paz? El tiempo vuela, pero con el tiempo el mundo ha sufrido muchos cambios. La gente que está traduciendo los libros al inglés no ha entregado la traducción a tiempo y por eso estamos sufriendo muchos contratiempos en las obras de nuestro ministerio de literatura. Espero que se entreguen a esta obra como si fuera su propia obra. Por eso debemos orar para que los trabajadores del Evangelio estén sanos y sean fieles. Además debemos orar para que Dios cuide la situación política nacional e internacional, así como el marco socio-económico de nuestro país. Cuando nos encontramos con dificultades, debemos orar y cuando recobramos las fuerzas, debemos obrar diligentemente.
En el pasaje de las Escrituras de hoy el Señor dijo: «De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna» (Juan 6, 47). Dios quiere darnos la vida eterna. Y Dios Padre ha dado vida eterna a los que creen en la verdadera salvación que Su Hijo, Jesús, ha cumplido. Al creer en la vida eterna que Dios nos ha dado, hemos alcanzado esa vida eterna.
Para nosotros la vida eterna es algo muy grande. Qin Shi Huang (259 a.C- 210 a.C), el primer emperador de China, quería vivir para siempre, no quería morir, así que mandó a sus súbditos que le trajesen el elixir de la vida. Lo que esto significa es que intentó todo lo que pudo para evitar la muerte. Pero al final murió. Cuando estaba en su lecho de muerte expresó su deseo de ser enterrado con sus súbditos, mujeres, concubinas y bienes materiales. Así mucha gente fue enterrada con él. Según las excavaciones más recientes, construyó una ciudad subterránea de 4 pisos para cuando muriera y esa tumba real tiene más de 2km2. Hizo que se esculpiesen muchos soldados de escayola y los enterró para que guardasen su tumba. Se han descubierto 7000 de estas figuras a tamaño natural en su ciudad subterránea, pero lo más sorprendente es que muchos de estos soldados tenían expresiones faciales y vestimentas diferentes. ¿Pueden imaginarse cuánto quiso el emperador seguir siendo rey después de la muerte? Sin embargo murió cuando tenía 51 años.
¿Creen que el primer emperador de China quería la vida eterna? Todos los seres humanos quieren vivir para siempre. ¿Saben cuánta gente ha intentado conseguir la vida eterna? Todo el mundo sueña con la vida eterna pero es algo imposible. Los seres humanos no pueden vivir para siempre por sí mismos. Por tanto no es exagerado decir que el objetivo último de la humanidad es conseguir la vida eterna.
Sin embargo Dios dio la vida eterna a los que creen en el Señor. Nosotros somos los que hemos recibido la vida eterna por fe. Significa que, por fe, hemos adquirido la vida en la que nunca moriremos. Por mucho que queramos vivir para siempre, es imposible, pero como Dios nos amó tanto y quiso vivir con nosotros para siempre, nos ha dado la vida eterna a través del sacrificio de Su Hijo. ¡Qué maravillosa es esta bendición! Estoy agradecido de que hayamos conseguido la vida eterna. Dios nos ha concedido la vida eterna y nosotros nos hemos convertido en sus receptores. En realidad hemos conseguido la vida eterna. Por supuesto nuestra carne muere una vez, pero después, incluso nuestra carne vivirá de nuevo. Y la verdad es que viviremos con Dios y con Sus hijos y nunca tenemos que morir. La verdad es que hemos recibido esta vida eterna de Dios. Esta es una gracia maravillosa y una bendición maravillosa.
¿Cómo podemos convertiros en seres que nunca mueren?
Entonces, ¿qué debemos hacer para convertirnos en seres que no mueren? No conseguimos la vida eterna al sacrificarnos o al obtener ciertas habilidades, sino que la recibimos y la disfrutamos gracias a Dios Padre. ¡Qué maravillosa bendición! Lo que es maravilloso es el hecho de que Dios quiera vivir con nosotros para siempre. A través de Su Hijo, Jesús, Dios ha borrado todos nuestros pecados. No sólo nos ha dado la remisión de los pecados, sino que también nos ha concedido la vida eterna. Esta es una bendición verdaderamente maravillosa. Dios nos ha dado esto sin esperar nada a cambio y a pesar del hecho de que no valemos nada y por eso es una gracia maravillosa.
Somos seres que no mueren. Somos los que tenemos la vida eterna. Si pensamos en nosotros mismos en realidad no merecemos la vida eterna. Hay veces que deseamos volver al polvo cuanto antes posible porque vivir parece tedioso y porque no tenemos esperanza en la vida futura. Sin embargo sí que hay vida después de la muerte y juicio y resurrección, tal y como esperábamos. Además sí que existe el premio del Reino Milenario. Dios dijo: «Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio» (Hebreos 9, 27) y el hecho es que todo sucederá según la decisión de Dios.
Él nos quiso dar la vida eterna. Así que envió a Jesús y nos dio vida eterna a los que hemos recibido la remisión de los pecados al creer en Jesús como el Salvador. Así, nosotros, los que creemos hemos conseguido la vida eterna. Esto significa que Dios nos ha convertido en seres de la vida eterna. Y por tanto nos hemos convertido en seres diferentes de algún modo. Nos dimos cuenta del valor de nuestra existencia. A veces podríamos considerarnos débiles y sin valor. Sin embargo el hecho es que ustedes y yo no somos débiles ni inútiles, sino que somos seres que han conseguido la vida eterna. Es extremadamente importante vivir sabiendo este hecho.
De vez en cuando yo también me subestimo. Antes de nacer de nuevo yo también me lamentaba diciendo: « ¿Por qué me hizo Dios nacer de nuevo para después seguir viviendo con tantas dificultades? Todo lo que tengo es este cuerpo mío». Aunque pasó cuando era joven, solía sentarme encima de una tumba y caer en el nihilismo diciendo: «Si muero, seré enterrado así. Esté será mi destino final, así que ¿para qué seguir viviendo?». Y por eso intenté averiguar la razón por la que existía en este mundo y aún así no la encontré y entonces empecé a creer en el cristianismo e intenté vivir virtuosamente. Pero al entrar en esta religión llamada cristianismo, me di cuenta de que vivir virtuosamente no era fácil y vi cómo mis pecados se revelaban cada vez más.
Y entonces recibí la sabiduría del Evangelio del agua y el Espíritu por la gracia de Dios. Cuando percibí el Evangelio del agua y el Espíritu por primera vez me quedé maravillado por el hecho de que no había pecado dentro de mi corazón. El Espíritu Santo que está dentro de mí estaba tan movido que no podía quedarme quieto y por eso empecé a predicar este Evangelio del agua y el Espíritu esperando que todo el mundo estuviese sin pecado también, del mismo modo en que mi corazón estaba sin pecado. Al predicar este Evangelio verdadero, una cosa me pareció cada vez más cierta, que la gente de hoy en día no conoce la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso me he dedicado a difundir este Evangelio por todo el mundo hasta ahora.
Para darnos la vida eterna, Dios Padre nos hizo nacer en este mundo y envió a Su Hijo para recibir el bautismo, morir en la Cruz y resucitar de entre los muertos. Además al grabarlo en la Palabra de Verdad nos hizo darnos cuenta de que Dios nos ha convertido en seres que viven para siempre. Esto significa que Dios nos ha convertido en seres que nunca mueren. La verdad es que Dios nos ha convertido en Sus hijos que vivirán con Él y disfrutarán un gozo interminable con la divina autoridad. Debemos saber que Dios hizo planes para darnos la vida eterna. Por eso Dios perdonó nuestros pecados y nos convirtió a los que creemos en Él en Sus hijos. Doy gracias a Dios que nos ha permitido vivir durante toda la eternidad.
Debemos darnos cuenta de en qué tipo de seres humanos nos hemos convertido. Lo que debemos hacer es conocer lo que la Palabra de Dios nos ha dicho y creer en ello sin darnos demasiada importancia ni subestimarnos. Ustedes y yo, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, hemos recibido la vida eterna.
El Señor dijo: «Yo soy el pan de vida» (Juan 6, 48). Al enviar a Su único Hijo al mundo, Dios Padre nos hizo recibir la remisión de los pecados. Hemos recibido la vida eterna al creer en el bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz, obras que fueron llevadas a cabo por Jesús en Su cuerpo. Como Dios quiso convertirnos en seres que viven para siempre, nos ha revestido de tan enorme gracia.
Se dice que los que creen en el Hijo tienen la vida eterna. Jesús vino al mundo desde el Cielo encarnado en un hombre y tomó nuestros pecados en Su cuerpo. Y entonces, al cargar con nuestros pecados y recibir el castigo por ellos y al resucitar de entre los muertos, nos salvó. Esto significa que Jesús se entregó como el pan de vida para salvarnos cuando nuestros espíritus estaban necesitados y no podían evitar ni la muerte ni la maldición de nuestros pecados. La verdad es que se hizo así para que recibiésemos la vida eterna si comíamos de la carne y bebíamos la sangre de Jesús, que es el pan de vida. Al creer en las obras que Jesús llevó a cabo hemos comido la carne y hemos bebido la sangre de Jesús, y así hemos conseguido la verdadera vida. Por eso Jesús dijo: «Yo soy el pan de vida» (Juan 6, 48). Pudimos recibir la vida eterna al comer la carne y beber la sangre de Jesús por fe.
Para recibir la vida nueva y mantener la verdadera vida debemos creer de corazón en que Jesús es el pan de vida. Uno no vive por comer el elixir de la vida. Si dejamos a Jesús aparte y digamos que bebemos un elixir de la vida; ¿no sería injusto ya que los ricos y poderosos se lo beberían todo?
Dios Padre hizo que la humanidad tuviese vida nueva al darnos a Su Hijo, Jesús. La verdad es que nos ha dado el pan de vida a través de Jesús. El verdadero camino hacia la nueva vida y la vida eterna es tener fe en las obras de Jesús, nuestro Salvador. El camino hacia la vida eterna es creer en las obras de Jesús, entre ellas Su bautismo, Su muerte en la Cruz y Su resurrección. Si tenemos fe en Él en nuestros corazones y creemos en Su bautismo, Su muerte en la Cruz y Su resurrección, comeremos el pan de vida y recibiremos la vida sin muerte. Está escrito: «Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hechos de los Apóstoles 4, 12). Dios hizo que sólo los que creyesen en Jesús recibiesen la salvación de la muerte. Sólo si comemos al Hijo de Dios que es el pan de vida podemos recibir la vida eterna. El Señor permitió que quien comiese este pan recibiese la vida eterna.
Debemos recordar que Jesús vino al mundo para convertirse en el pan de vida. Y debemos tener fe en esto. Jesús, que fue bautizado en la carne como pan de vida, tomó nuestros pecados, recibió el castigo en la Cruz en nuestro lugar, y sufrió la muerte por nosotros, nos ha dado la vida eterna a los que creemos en Él como el verdadero Salvador. Deben conocer las intenciones de Dios al darnos la vida eterna y creer en Jesús, que se ha convertido en el pan de vida, como nuestro verdadero Salvador. Al tener fe, deben comer el pan de vida, y recibir las bendiciones de la vida eterna. Como creen, recibirán la vida eterna, pero si no creen, recibirán la maldición eterna.
El pan verdadero que da la vida eterna a la humanidad es Jesús. No debemos tener fe en nadie aparte de Jesús y tampoco debemos confiar en nadie más. Debemos recordar y creer que sólo la Santa Trinidad, es decir Dios Padre, Jesús y el Espíritu Santo, puede resolver el problema de los pecados del mundo, así como el problema de la vida y la muerte.
Jesús se convirtió en nuestro verdadero pan de vida. Se convirtió en nuestro verdadero pan de vida para que estuviésemos sin pecado y así viviésemos con Dios durante toda la eternidad como hijos de Dios sin pecado en nuestros corazones. ¿Creen en Jesús que se ha convertido en nuestro verdadero pan al ser bautizado, morir en la Cruz y resucitar? Yo también creo. Así que la verdad es que hemos recibido la vida eterna. Por tanto no tenemos miedo de la muerte. Y así no nos damos demasiada importancia ni nos infravaloramos. Lo único que debemos hacer es dar gloria a Dios al darnos cuenta de la vida eterna que Dios nos ha dado al creer en ella. Debemos darnos cuenta de eso. Hemos recibido una vida eterna al tener fe en Jesús que se ha convertido en el pan de vida.
Es costumbre en Corea saludar a los vecinos con pasteles de arroz cuando se acaban de mudar o cuando abren una tienda nueva. Esto se hace para establecer una buena relación, así como para pedir que alguien les guíe. Los nacidos de nuevo son los que comparten el pan de vida. Ahora estamos difundiendo el camino hacia la vida eterna por todo el mundo. La obra actual de difundir el Evangelio del agua y el Espíritu es la obra de compartir el Evangelio del agua y el Espíritu. Dentro de nuestros corazones está el pan de vida. Como somos los que tienen el pan de la vida eterna, estamos compartiendo este pan a través del Evangelio del agua y el Espíritu. La verdad es que difundir el Evangelio del agua y el Espíritu es hacer la obra de compartir el pan de vida con la gente.
Por tanto somos los que tenemos la llave para borrar los pecados de la gente (Mateo 16, 19). Ustedes y yo hemos recibido la vida eterna al comer por fe el pan de vida que Jesús nos ha dado, y ahora nos hemos convertido en mensajeros del pan de vida. Cuando la gente escucha y cree en este Evangelio del agua y el Espíritu, recibe la vida eterna. Han recibido el mejor don de todos. ¿Acaso recibir la vida eterna no es una bendición maravillosa? Este Evangelio que estamos difundiendo es algo grande y por tanto la misión de difundir el Evangelio es una obra muy valiosa.
El Señor dijo: «Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo» (Juan 6, 49-51). Dios quiso enviar el pan de vida del cielo para que viviésemos de él y lo hizo. Quiso alimentarnos con el pan de vida al darnos Su carne y nos convirtió en los que viven eternamente al alimentarnos con la carne de Jesús, que comimos por fe.
Jesús nos está insistiendo para que comamos Su carne. Dijo que nos daría vida al entregarnos Su carne: ¿A qué se refiere esto? Se refiere al Evangelio del agua y el Espíritu en el que creemos. Al nacer en este mundo encarnado en un hombre, Jesús quiso borrar nuestros pecados. Y así, para darnos la bendición de la vida eterna, tomó todos los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el bautista, fue crucificado y resucitó de entre los muertos. Entonces dio la remisión de los pecados, el poder de convertirse en hijos de Dios y la bendición de la vida eterna a los que creen en Jesús, que se ha convertido en el pan de vida que vino del Cielo.
Jesús nació en este mundo del cuerpo de la Virgen María. Y ha cumplido nuestra salvación con la obra justa que hizo cuando tenía 33 años: nos ha salvado al ser bautizado por Juan el Bautista, al ir a la Cruz con todos los pecados del mundo, ser crucificado y ascender a los Cielos. Nuestro Señor nos dio Su carne para que recibiésemos la vida eterna.
Jesús no vino al mundo para decir: «Creed en Mí incondicionalmente. Soy el Hijo de Dios, creed en Mí a ciegas». La verdad es que Él tomó los pecados del mundo al recibir el bautismo de Juan el Bautista en Su carne para convertirse en el pan de vida. Al hacer esto, borró nuestros pecados completamente y acabó con el castigo que había para nuestros pecados al ir a la Cruz con todos esos pecados y recibir el castigo en nuestro lugar. Entonces, al resucitar de entre los muertos, nos ha dado vida eterna a los que creen en Él, el pan de vida que vino del Cielo. Así es como Jesús nos ha dado la remisión eterna de los pecados.
Así debemos conocer la justicia de Jesús y creer en ella, y también que ésta está dentro del Evangelio del agua y el Espíritu. Jesús se identificó como el pan de vida que vino del Cielo y al comer este pan vivo por fe hemos conseguido la vida eterna. Debemos comer el pan de vida de la salvación al conocer la intención de Dios de darnos la remisión de los pecados y la vida eterna por tener fe en la obra de Jesús que borró nuestros pecados completamente a través de Su bautismo, Su sangre en la Cruz, Su muerte y Su resurrección. Sólo si tenemos esta fe podemos recibir la verdadera salvación y la vida eterna.
Estoy seguro de que nunca es suficiente por mucho que prediquemos el Evangelio del agua y el Espíritu una y otra vez. Lo que es importante debe hacerse saber durante toda la eternidad. Para darnos el pan de vida, Dios envió a Su único Hijo a este mundo, hizo que cargase con los pecados del mundo al hacer que fuese bautizado, fuese a la Cruz al morir y al hacer que resucitase, y después al sentarlo a la derecha del trono de Dios hasta ahora. Por eso cuando comemos el pan de vida al tener fe en Jesús, podemos recibir la vida eterna.
Pero ¿podemos creer selectivamente en algunas cosas de las obras que el Señor ha hecho y en otras no? Para darnos vida, Jesús vino al mundo, fue bautizado y nos salvó al morir en la Cruz. Pero ¿podemos tomar a la ligera alguna de las obras de Jesús y dar importancia a otras? Todas las obras que Jesús ha hecho eran por nosotros. Todas son esenciales. Para darnos vida eterna el Señor borró todos nuestros pecados y nos hizo hijos de Dios. Yo creo que el Señor nos dio el Evangelio del agua y el Espíritu para darnos las bendiciones eternas. ¿Creen lo mismo que yo?
El Señor dijo: «El pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo» (Juan 6, 51). ¿Qué significa la carne del Señor? ¿Cuál es la razón por la que nació encarnado en un hombre? ¿Acaso la razón no fue salvarnos al ser bautizado por Juan el Bautista, morir en la Cruz cargando con los pecados del mundo y resucitar? ¿Acaso vino sólo para ser clavado a la Cruz? «Soy el Hijo de Dios. ¿No levanté yo a los muertos? Voy a morir en la Cruz por vosotros. Así que creed en Mí». ¿No es así? No. La verdad es que la gente muere por sus pecados y para poder convertirse en hijos de Dios y recibir la vida eterna, deben comer la carne de Jesús por fe. El bautismo que Jesús recibió en este mundo, la obra de morir clavado en la Cruz y la obra de ser resucitado de entre los muertos, son todas obras que debemos comer por fe. Debemos grabar en nuestros corazones que recibimos la vida eterna porque Él nos ha dado Su fe. Debemos creerlo.
Él vino al mundo para borrar nuestros pecados y destruir la obra del diablo. ¿Quién es el diablo? Es alguien que convierte a la gente en siervos del pecado al hacer que pequen y al final su tentación hace que sean destruidos con él. Pero el Señor vino para librar a la humanidad del pecado y destruir la obra del diablo. Debemos conocer la voluntad de Dios y tener fe en ella. Además debemos aceptar las obras que Dios ha hecho y creer en ellas tal y como son.
No somos salvados al creer en doctrinas que salen de los pensamientos humanos, tales como la doctrina de la salvación, la doctrina de la santificación, la doctrina del arrepentimiento, etc. En realidad debemos creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, a través del cual Dios nos ha salvado de nuestros pecados al enviar a Su único Hijo al mundo. Sólo si tenemos fe en las obras que Él ha hecho según este plan podemos ser salvados. La verdad es que recibimos la vida eterna al escuchar, saber y creer en la Palabra del Evangelio de salvación. Al darnos Su carne el Señor nos dio vida a los que creemos en la Verdad. ¿Pudieron recibir la vida al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Han conseguido la vida eterna? Si es así nunca morirán.
En el último momento, cuando llegue la tribulación, mi carne morirá al instante. Yo tengo un carácter impaciente, así que cuando los subordinados del anticristo intenten meterme dentro de un caldero con agua hirviendo, probablemente dejaré de respirar antes de ser arrojado al caldero. Pero cuando el Señor vuelva, hará que vivamos de nuevo. En ese momento incluso nuestros cuerpos serán devueltos a la vida. Nuestros espíritus han adquirido la resurrección y la vida eterna. Se han convertido en espíritus que pasaron de la muerte a la nueva vida y ahora estamos esperando que nuestra carne débil resucite para que tengamos cuerpos que no mueran. El Señor dijo que haría que nuestra carne viviera de nuevo. Del mismo modo en que Él resucitó, dijo que nuestra carne resucitaría también. Debemos ser los que vivirán disfrutando la vida eterna.
En realidad, si sólo pensamos en nosotros en términos carnales, no valemos para nada. Esto se debe a que somos seres que siempre cometemos pecados y somos egoístas. Pero en realidad yo he recibido la vida eterna. Esto fue posible gracias a Dios y no a mí. Del mismo modo en que Abraham fue aprobado por tener fe en la Palabra de Dios, nosotros hemos recibido la vida eterna por tener fe en la Palabra que nos dice que Dios nos ha dado vida eterna. Así que no debemos despreciarnos, sino que debemos respetarnos a nosotros mismos porque Dios nos respeta y debemos seguir viviendo con la fe y el corazón de Abraham. ¿Cómo podría expresar con palabras la bendición de la vida eterna?
Estoy tan agradecido a Dios por danos la vida eterna. Y pienso en ustedes como personas respetables. Y no creo que les falte más que a mí. No están atados al mundo. Ustedes son los obreros de Dios, Sus discípulos, Sus hijos y los que disfrutarán de la vida eterna con Él. Creo en esto. Debemos respetarnos los unos a los otros. No podemos evitar ignorar a los que no creen en este Evangelio a pesar de saber que Dios también los ignora. Pero cuando se trata de los que creemos, debemos respetarnos porque somos respetables. Espero que los que no creen, crean. A los que creen los consideramos respetables. Debemos recordar el hecho de que Dios nos ha hecho vivir para siempre y pensar en la vida eterna que disfrutaremos durante toda la eternidad. Además debemos tratarnos con respeto.
Cuando llegue el momento en que cambie nuestra carne, no nos reconoceremos los unos a los otros. No hay distinción de género en un cuerpo resucitado (Mateo 22, 30). Si la memoria de la vida en la tierra volviese, entonces sería como estar en el infierno, porque probablemente frunciríamos el ceño pensando: «Este imbécil me hizo esto y lo otro» y diríamos blasfemias. Este odio persistirá en los que vayan al infierno, pero los que vivan para siempre en el Cielo no tendrán estos deseos ni pensamientos.
Tenemos mucha suerte de haber recibido la vida eterna en estos últimos tiempos. El hecho de que hayamos recibido la vida eterna al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu es una bendición que nos hace bailar de gozo durante todas nuestras vidas. No importa cómo vivamos en este mundo. No importa que lo perdamos todo. Esto se debe a que hemos recibido la vida eterna en el Cielo y como hemos recibido la bendición de poder vivir el resto de nuestras vidas junto con el Evangelio. Dios nos dio la vida eterna a través de Jesús. Y así no nos puede pasar nada malo aunque no podamos hacer lo que queramos en este mundo y no tendremos nada que resentir en nuestros corazones.
Cuando empecé a predicar el Evangelio del agua y el Espíritu después de haber recibido la remisión de los pecados, me sentí muy bien. Sin embargo, aunque me sentí bien, hubo un tiempo en que pensé: «Si vivo así, ¿no perderé muchas cosas en la vida? ¿No debería vivir por algo para mí?». Pero al conocer al Señor mejor y servirle cada vez más, descubrí que Él me estaba sirviendo a mí, en vez de yo a Él. Así el Señor estuvo a mi lado y me guió y pude seguir y servir al señor sin haber perdido la vida eterna incluso hasta este momento.
El Señor me dio la vida eterna, por tanto ¿qué me falta? Hay un sentimiento de satisfacción en mi corazón. Como está escrito: «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados» (Mateo 5, 3-6), mi corazón está lleno porque mi espíritu está lleno del Espíritu Santo. La Palabra de Dios se ha convertido en el alimento de mi vida y por eso mi espíritu está lleno. Estoy muy agradecido por ello.
Estoy al corriente de que no es fácil para ustedes llevar su vida social y laboral. Pero todas estas dificultades pueden dejarse atrás porque tenemos las bendiciones de Dios donde ha borrado nuestros pecados, nos ha tomado como Sus hijos, nos ha dado la vida eterna y nos ha concedido riquezas y gloria eterna. Está escrito: «Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse» (Romanos 8, 18). Por tanto estas dificultades pueden superarse, y aunque nos falte algo, estamos agradecidos a Dios por confiarnos Su obra. Además, si no fuera así, todavía estaríamos agradecidos. Estamos agradecidos por salvarnos y darnos la vida eterna. Estamos agradecidos por confiarnos la obra de difundir este Evangelio del agua y el Espíritu. Estamos agradecidos por permitirnos vivir junto con Dios. Como hemos recibido esta gran gracia del Señor nunca se agotará aunque la compartamos con los demás una y otra vez.
Gracias a que Dios nos está dando Su gracia para la eternidad, podemos alabarle, darle gloria y darle gracias siempre. Por la fuerza que nos ha dado y la gracia que nos ha mostrado, estamos agradecidos y por eso hacemos Su obra con devoción.
Estamos agradecidos por esta gracia. Sobre todo estamos agradecidos por darnos la vida eterna.