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El precio del pecado es la muerte. Sea cual sea el pecado, debe ser juzgado ante Dios, y el juicio para cualquier pecado es la muerte. Para poder redimir sus pecados, el pueblo de Israel tenía que sacrificar a un cordero puro ante Dios. Pero este sacrificio no podía eliminar los pecados para siempre. “Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados” (Hebreos 10, 4). Por eso, Dios preparó el Cordero para entregar a todas las personas libres de todos sus pecados. El Cordero fue sujeto de la imposición de manos para quitar todos los pecados y después murió en vez de las personas. En el Nuevo Testamento, Jesús quitó todos los pecados de las personas a través de Su bautismo en el río Jordán como el Cordero y murió por las personas. “La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6, 23). El precio del pecado es la muerte, pero Jesús expresó Su amor al morir en vez de las personas y dar el regalo de vida eterna para todos los pecadores del mundo.