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説教集

Tema 19: Efesios

[Capítulo 2-6] Jesús ha derribado el muro de pecado que nos separaba de Dios (Efesios 2, 11-22)

Jesús ha derribado el muro de pecado que nos separaba de Dios(Efesios 2, 11-22)
«Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu».
 
 
¿Es gracias al Señor que hemos sido librados de nuestros pecados?
 
El Apóstol Pablo es el que predicó el Evangelio del agua y el Espíritu a los gentiles. En el pasaje de las Escrituras de hoy, Pablo dijo que nuestro Señor derribó el muro de nuestros pecados y faltas. Nuestro Señor ha demolido para siempre el muro que separaba a la humanidad de Dios. La raíz de todas nuestras desdichas es el pecado, pero el Señor se ha ocupado de todos nuestros pecados al cargar con ellos en Su cuerpo. Por tanto, todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu podemos presentarnos siempre ante Dios con confianza al confiar en Su Palabra.
El que vivamos por fe ante nuestro Señor significa que ha derribado el muro del pecado que nos separaba de Dios. En otras palabras, ahora podemos vivir confiando en la justicia del Señor porque cargó con nuestros pecados para siempre. Si no tuviésemos esta fe, habría sido imposible vivir con confianza ante Dios. ¿Cómo podemos seguir con nuestras vidas en este mundo? Como nuestras debilidades están todavía expuestas después de ser salvados de los pecados del mundo, si nuestro Señor no hubiese cargado con los pecados cometidos por nuestras debilidades a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, ¿cómo podríamos decir el nombre de Dios o adorarle? De hecho, podemos llamar el nombre de Dios con confianza y adorarle en santidad y en verdad porque nuestro Señor tomó todas las transgresiones que cometemos con nuestra carne débil.
Por eso podemos llamar a Jesús «nuestro Señor» y como creemos en la justicia de Dios, podemos servirle y alabarle. Ahora estamos sin pecados por creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y por eso podemos orar a Dios. Como creemos que el Señor ha derribado el muro de separación al cargar con los pecados cometidos por toda la raza humana por sus debilidades, ahora estamos obligados a alabar a Dios.
Nuestro Señor ha demolido completamente el muro de nuestros pecados que nos separaba de Dios, erradicando todos y cada uno de nuestros pecados cometidos con la carne. Sin embargo, el problema es que demasiados cristianos intentan presentarse ante Dios confiando en sus propias buenas obras, en vez de tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu que constituye la justicia del Señor. Pero cuando sus buenas obras se acaban, no pueden acercarse más a Dios. Entonces es imposible vivir con fe ante Dios. La Biblia dice: «Los justos vivirán por fe» (Romanos 1, 17). El Evangelio del agua y el Espíritu constituye la justicia de Dios. A través de nuestra fe en este verdadero Evangelio, adoramos a Dios, alabamos Su justicia y encontramos fuerzas que Él nos da. El Señor sabe muy bien lo débiles que somos, porque Él experimentó personalmente nuestras debilidades. Así que nuestro Señor conoce nuestras debilidades, ya sean del corazón, de la mente o del cuerpo. Por eso nuestro Señor cargó con nuestros pecados a través de Su bautismo. Como el Señor nos conocía bien, nos quitó todos y cada uno de nuestros pecados (Salmo 103, 12-14).
¿Esto significa que los nacidos de nuevo no tienen más debilidades humanas? ¿Han desaparecido nuestras debilidades ahora que creemos en la justicia del Señor? No, no es así. Todavía tenemos debilidades. Aunque alguien tenga fe en la justicia de Dios sigue viviendo en su fe débil, y por tanto todos nosotros debemos admitir que cometemos pecados. Ustedes y yo debemos admitir ante Dios que somos débiles. Lo que hace posible que superemos nuestras debilidades es nuestra fe en la justicia del Señor, pero sin esta fe es imposible superar nuestras debilidades carnales y servir a la justicia del Señor. Aunque no somos perfectos en nuestra carne, todavía podemos luchar nuestras batallas espirituales al creer en la justicia de Dios, y por esta fe es posible vivir por la justicia de Dios. Esto es simplemente imposible a no ser que tengamos fe en el Evangelio del agua y el Espíritu y creamos que el Señor cargó con todos nuestros pecados para siempre a través de Su bautismo. Esto significa que debemos estar firmes sobre la roca de la salvación confiando en el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos estar firmes ante Dios por nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, y si no es suficiente, debemos pensar sobre el Evangelio del agua y el Espíritu. Entonces podemos estar en la presencia de Dios y alabarle durante el resto de nuestras vidas. En otras palabras, al confiar en el Evangelio del agua y el Espíritu podemos vivir con fe como siervos fieles de Dios como está escrito en la Biblia. Solo por fe en la justicia de Dios podemos vivir una vida justa.
Es absolutamente imperativo que admitamos nuestras debilidades al confiar en el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos reconocer lo insuficientes que somos, y debemos reconocer el poder del Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos mirar hacia el Señor, confiando en que cargó con todos nuestros pecados a través de Su bautismo y derramó Su sangre en la Cruz en nuestro lugar.
 
 

¿Qué debemos creer para complacer a Dios?

 
Solo podemos complacer a Dios si creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. De hecho, esta fe en el Evangelio del agua y el Espíritu es lo que complace a Dios, es lo que nos hace servir a Su justicia, y es lo que nos obliga a alabar a Dios y practicar Su justicia. No somos nada a los ojos de Dios si no tenemos fe en Su justicia. Este debería ser un principio que nos guíe en nuestras vidas de fe. A no ser que tengamos fe en la justicia de Dios, no podemos seguir a Dios ni servir Su justicia, y además es imposible confiar en Dios en nuestras vidas de fe. Aunque hemos sido salvados de todos los pecados del mundo, todavía tenemos muchas debilidades en nuestra carne. A pesar de que sabemos qué es lo correcto y lo que debemos hacer, a veces vemos cómo nuestra carne hace lo contrario a lo que Dios quiere que hagamos.
Todo ser humano tiene debilidades carnales. Pero el Señor cargó con todas nuestras debilidades y resolvió el problema de nuestros pecados, y eso es lo que la Biblia quiere decir cuando dice que el Señor ha derribado el muro de separación (Efesios 2, 14). Con el Evangelio del agua y el Espíritu, el Señor ha demolido el muro de nuestros pecados y nos ha librado de ellos para que no tengamos nada que ver con el pecado.
Aunque nuestra carne es débil, mientras creamos en el Evangelio del agua y el Espíritu que nos ha dado el Señor, podemos alabar a Dios, orarle, y vivir dándole gracias. En otras palabras, como nuestro Señor cargó con todos nuestros pecados y faltas para siempre, ahora es posible servir a Su justicia. El Señor cargó con todas nuestras debilidades para siempre a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Él cargó con toda trasgresión y resolvió el problema de los pecados, incluso de los que no conocen.
Es absolutamente imperativo que entiendan este Evangelio del agua y el Espíritu. Como no admitimos completamente nuestra fragilidad, a veces nos es difícil tolerarnos a nosotros mismos cuando caemos en nuestras debilidades. Sin embargo, ya no tenemos que sufrir por eso, ya que podemos vivir una vida santa y mantenerla. Nuestro Señor lo sabe todo sobre nosotros, incluso lo que está enterrado en lo más profundo de nuestros corazones. Él nos conoce mejor que nosotros mismos. Él entiende nuestras debilidades mejor que nosotros, y por eso cargó con todas nuestras trasgresiones. Así es como el Señor se convirtió en nuestro Salvador. Al ser bautizado y derramar Su sangre, Él ha derribado el muro de separación que nos mantenía separados de Dios. Todos nosotros debemos entender esto. Debemos darnos cuenta de que nuestro Señor nos ha salvado de todos nuestros pecados más que completamente. Y al confiar en el Señor debemos darle gracias.
Hay muchas cosas que no sabemos de nosotros mismos. A pesar de esto, tendemos a negarlo y fingir que lo sabemos todo sobre nosotros mismos. Pero todos debemos darnos cuenta de que de que somos tal y como la Palabra de Dios dice que somos. ¿Cómo reaccionarían si Dios les dijese que son los peores pecadores del mundo? ¿Podrían admitir que son los peores pecadores? Independientemente de que lo admitieran o no, son pecadores por naturaleza. Por tanto deben entender lo malvados que son y deben creer que el Señor ha cargado con estos pecados malvados mediante el Evangelio del agua y el Espíritu.
 
 

¿Por qué fe podemos vivir una vida piadosa?

 
Podemos vivir una vida de fe correcta cuando creemos que nuestro Señor cargó con nuestros pecados y faltas para borrarlos todos. Cuando creemos que el Señor cargó con todos los pecados que hemos cometido por culpa de nuestras debilidades, podemos vivir con fe sin culpa o vergüenza. Por tanto es absolutamente necesario que vivamos siempre por fe en la justicia de Dios. La Biblia nos enseña que «los justos vivirán por fe» (Romanos 1, 17).
A pesar de esta enseñanza, ¿piensan que su vida de fe no es siempre igual? ¿Por casualidad no dudan en creer en el Señor cuando hacen buenas obras, pero no confían en Él sin vergüenza cuando sus debilidades y faltas se manifiestan? ¿Por qué ocurre esto? Porque no se conocen a sí mismos. Como no confían en el Señor completamente acaban preocupados con sus propias obras en vez de su fe.
Muchas personas no se dan cuenta de lo débiles que son. Algunas personas niegan esto y afirman que saben lo débiles e insuficientes que son aunque otros no lo saben. Sin embargo, nuestra naturaleza nos hace más débiles de lo que pensamos. Nuestra naturaleza humana es más malvada y débil de los que podemos entender. Así que es absolutamente necesario que admitamos que somos más malvados y débiles de lo que pensamos. Cuando no admitimos esto, no soportamos vernos caer en las debilidades y hacer cosas más malvadas de lo que pensábamos, y por eso intentamos justificarlo diciéndonos a nosotros mismos que es una aberración temporal. Incluso cuando cometemos pecados, nos engañamos al pensar que no somos así realmente, y hacemos lo que hacemos porque no entendemos nuestra maldad y no podemos admitir que somos tan malvados. Pero nuestra naturaleza humana nos hace ser débiles y malvados.
Somos seres débiles siempre. No podremos librarnos de nuestras debilidades hasta que vayamos al Señor o el Señor venga a llevarnos y transformar nuestros cuerpos en la resurrección. Aunque nuestros corazones han sido transformados para convertirnos en gente de fe, nuestros cuerpos no han sido cambiados todavía, y por lo tanto seguíamos siendo muy débiles. El problema es que no sabemos lo débiles que somos. Pero esto no cambia el hecho de que somos más débiles de lo que somos.
Sin embargo, todos nuestros pecados cometidos a causa de nuestras debilidades fueron borrados para siempre por el Señor cuando fue bautizado. Este es el Evangelio del agua y el Espíritu y la Verdad de salvación. ¿Cuánto entienden el Evangelio del agua y el Espíritu y creen en él? El Evangelio de Dios de la salvación es profundo. Aunque sea fácil recibir la remisión de los pecados, la profundidad de este verdadero Evangelio que nos salva y nos devuelve a la vida es difícil de imaginar. Algunas personas me han criticado por darle demasiada importancia al Evangelio del agua y el Espíritu, diciendo: «El Pastor Jong solo conoce el Evangelio del agua y el Espíritu». Se preguntan si el Evangelio del agua y el Espíritu es el único camino de la salvación, pero la respuesta es sí. El Evangelio del agua y el Espíritu lo es todo. Es todo lo que importa en el Reino de los Cielos. Este verdadero Evangelio lo significa todo para nosotros, por eso en él encontramos nuestra fe y nuestra esperanza.
Solo esta semana, ¿cuántas veces hemos caído en nuestras debilidades? Cuando caemos en nuestras debilidades, solemos pensar que no es culpa nuestra, diciendo: «¿Por qué soy tan débil si yo no soy así por naturaleza? ¿Por qué hago cosas tan malvadas?» Porque tenemos demasiadas expectaciones en nuestra carne y no podemos reconocer que somos tan malvados. Pero en realidad, lo que nuestra carne débil hace es un reflejo de nuestra naturaleza real.
Sin embargo, sean cuales sean nuestras circunstancias y nuestras debilidades, podemos vencerlas confiando en el Señor. Esto se debe a que el Señor ha derribado por completo el muro que nos separaba de Dios. El Señor cargó con todos nuestros pecados. A través de Su bautismo, cargó con todos y cada uno de los pecados que cometemos en nuestra carne debido a nuestras debilidades. Esta es la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Los nacidos de nuevo deben creer en esta Verdad y mantenernos firmes en esta fe.
Para todos los que creen en el perfecto Evangelio del agua y el Espíritu, deben limpiar sus pecados de su conciencia por fe. Dicho de otra manera, por fe quien crea en este perfecto Evangelio limpia todos los pecados cometidos por su carne y sus acciones. Está escrito: «Cualquiera que llevare algo de sus cadáveres lavará sus vestidos, y será inmundo hasta la noche» (Levítico 11, 25). La Biblia normalmente utiliza la metáfora de lavar ropa sucia para referirse a lavar los pecados. En las Escrituras, la ropa se refiere a los pecados. La ropa sucia de una persona se refiere a los pecados cometidos por su carne, y esto implica que a través de Su bautismo y sangre, el Señor cargó con las trasgresiones cometidas por nuestras debilidades. Esto significa que el Señor nos ha salvado de nuestros pecados.
 
 

Debemos pensar en la gracia de Dios todo el tiempo

 
Debemos vivir nuestra vida de fe al confiar en que nuestro Señor nos ha salvado de todos nuestros pecados. Si no tenemos esta fe, nuestra salvación se perderá. Si intentamos vivir nuestras vidas de fe sin confiar en el Evangelio del agua y el Espíritu, nuestra fe se hundirá como un barco que se hunde al chocar con un arrecife o un iceberg.
Mis queridos hermanos, nuestro Señor nos ha salvado perfectamente de todos los pecados de este mundo. Es absolutamente imperativo que todos tengamos una fe inamovible en la justicia de nuestro Señor y en Su salvación. Debemos alabar al Señor, cantando: «Nuestra fe en el Señor prevalece sobre todo». Debemos confesar que nuestra fe en el Señor Jesús nos ha permitido vencer todos nuestros pecados y la condena por ellos, nos ha permitido practicar la justicia, y nos ha bendecido con una vida justa. Por eso es tan importante tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Y así es como estamos tan bendecidos al tener esta fe en el verdadero Evangelio. Cualquier doctrina cristiana que conozcan ahora no es lo que importa, sino creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Somos los santos que han sido salvados de los pecados del mundo y cuando nos unimos a la Iglesia de Dios, somos librados de todas las trasgresiones que nos ataban al mundo, y así es como podemos renovar nuestras fuerzas, alabar al Señor y recibir bendiciones de Dios en nuestras vidas. Sin embargo, si los santos no nos unimos con la Iglesia, incluso después de aceptar el Evangelio del agua y el Espíritu, estamos destinados a estar atados por nuestras debilidades, pero además Satanás nos atará completamente con nuestros pecados, y como resultado, no estaremos libres, ni podremos alabar a Dios ni correr con confianza hacia Él. Al final nuestra fe se irá a la bancarrota. Esto será una maldición espiritual.
Sé muy bien lo débiles que somos. Cuando leo la Biblia veo que el Señor me conoce mejor de lo que yo me conozco. Así que estoy obligado a creer que, a través del Evangelio del agua y el Espíritu, el Señor cargó con nuestros pecados y faltas cometidos por nuestras debilidades carnales. Yo creo que el Señor es nuestro Salvador, que cargó con todos los pecados cometidos por nuestras debilidades, y que nos salvó de todas ellas. Como nuestro Señor nos ha salvado al ser bautizado por Juan el Bautista al derramar Su sangre en la Cruz, les estoy pidiendo que no tengan miedo al poder malvado de este mundo, sino que vivan con confianza por su fe en la justicia del Señor. Si están unidos por esta fe y han decidido superar todos sus problemas por fe, llegarán a tener verdadera felicidad.
Sin embargo, si no vivimos nuestra fe confiando en el Evangelio del agua y el Espíritu, nuestro barco de la fe se hundirá. Quien no viva por fe después de ser salvados de todos nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu es peor que quien no ha nacido de nuevo, porque está escrito en Hebreos 10, 26: «Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados». Como este pasaje explica, moriremos espiritualmente si perdemos nuestra fe después de recibir la remisión e los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. En otras palabras, a no ser que vivamos en la Iglesia de Dios y escuchemos Su Palabra de fe, seremos destruidos espiritualmente. Si los justos no están unidos a la Iglesia de Dios, seremos vencidos por Satanás aunque sepamos que nuestro Señor nos ha salvado de todos nuestros pecados. En resumen, acabaremos convirtiéndonos en siervos de Satanás si no defendemos nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu hasta el final.
Por tanto, mis queridos hermanos, cuando descubrimos nuestras debilidades en nuestras vidas diarias, es absolutamente imperativo vencerlas al confiar en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si caemos en nuestras debilidades y no nos libramos de nuestras trasgresiones a través de nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, seremos vencidos por Satanás.
Ahora que hemos recibido la remisión de los pecados, es una bendición que vivamos en la Iglesia de Dios en nuestras vidas diarias. Esta vida bendita nos hace fuertes y confiados, nos libra completamente de todo lo que ata nuestros corazones, y nos da las bendiciones de Dios. Nuestras almas y nuestros seres no pierden nada cuando reciben la remisión de los pecados y cuando nos unimos a la Iglesia de Dios. Si piensan en términos carnales, estarán predispuestos a sentir que unirse con la Iglesia de Dios no es beneficioso. Cuando un santo que se ha unido a la Iglesia mira a alguien que no se ha unido, este santo se puede preguntar si está viviendo una vida estúpida. Sin embargo, mis hermanos santos, nunca es una desventaja estar unidos con la Iglesia de Dios. Quien cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, tiene como gran bendición para su fe el estar unido a la Iglesia de Dios y el ser alimentado con su pan espiritual. No sufrimos ninguna pérdida cuando invertimos nuestro tiempo en escuchar la palabra de Dios y compartir hermandad en la Iglesia, porque esto hace que nuestras almas sean más fuertes. En vez de provocarnos una pérdida, nos dará grandes beneficios a nuestros corazones.
Está escrito en Mateo 4, 4: «Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». Si hubiésemos dejado a la Iglesia, incluso antes de recibir la remisión de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, solo para acabar en un lugar equivocado en vez de vivir por fe, estaríamos demasiado ocupados en cometer muchos pecados. Sin embargo, si vienen a la Iglesia para escuchar la Palabra, compartir hermandad con otros santos, y orar a Dios, sus almas se renovarán y llenarán de fuerzas, permitiéndoles llevar a cabo su obra espiritual diligente y lealmente. Así que es muy beneficioso vivir en la Iglesia de Dios. Cuando llegan a la presencia de Dios y viven por fe, reciben beneficios en sus vidas, nunca pérdidas. Nuestra fe en la justicia de Dios nos da solamente beneficios.
Por supuesto algunas personas que no entienden esto se quejan sobre cómo sus vidas han sido arruinadas y no han conseguido nada al creer en Jesús, pero deben entender claramente que esta es una visión miope que sale de no poder ver lo que tienen delante de sus ojos. Nosotros no perseguimos nuestros deseos carnales y por eso vemos que ellos están haciendo algo mal. Sin embargo, como hemos nacido de nuevo, nuestras circunstancias también han cambiado, y nos cuesta algún tiempo ajustarnos a nuestro nuevo ambiente. Algunos de nosotros han cambiado de trabajo, mientras que otros se han ajustado a otros cambios más drásticos. Este período de adaptación puede ser difícil y frustrante. Sin embargo, si buscan con paciencia las cosas espirituales, a su debido tiempo recibirán abundantes bendiciones materiales. Cuando nos decidimos a hacer la obra del Espíritu, viviremos una vida más próspera que la que vivíamos cuando seguíamos a la carne, tal y como dice la Palabra de Dios: «Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6, 33).
 
 

Creer en Jesús y vivir por fe es un beneficio enorme

 
No hay nada más beneficioso que vivir creyendo en el Señor. No hay nada en este planeta más bendecido y beneficioso que recibir la salvación y vivir fe diligentemente. Ahora que hemos sido salvados de todos nuestros pecados, vivir por fe y caminar con el Señor es muy beneficioso para todos nosotros en cuerpo y espíritu. ¿Ustedes también creen eso? Como el Evangelio en el que creemos es el Evangelio de Dios, nunca nos cansamos de él aunque hablemos de él todos los días. Aunque pasáramos todos los días de nuestra vida hablando del Evangelio del agua y el Espíritu, no podríamos hablar suficiente de lo maravilloso que es. Nuestras vidas de fe no son un ejercicio intelectual, sino que son un asunto espiritual y por tanto la fe es lo importante. La fe solo crece al escuchar la Palabra de Dios. Así que ahora que hemos recibido la remisión de los pecados y alcanzado nuestra salvación, cuanto más escuchamos la Palabra de Dios en nuestras vidas de fe, más se reforzará nuestra fe. Si no escuchamos la palabra, aunque sea durante una semana, la condición de nuestros corazones y almas se deteriorará. Por eso es importante que los justos escuchen la Palabra todos los días.
Aunque la obra de Dios no es visible a los ojos de los pecadores, los justos tienen el reino de Dios en sus corazones y vidas. Es cierto que a veces nuestros corazones están llenos de gozo y de luz, pero otras veces están llenos de oscuridad. Aunque es imposible mostrar el dominio de la fe como el mundo material, existe un dominio de lo espiritual. Podemos ver con nuestros ojos y verificar con nuestros corazones que estamos contentos cuando escuchamos la Palabra de Dios en Su Iglesia, pero que sufrimos al final si no vamos a la Iglesia ni escuchamos la Palabra. Los que son espirituales pueden vivir una vida piadosa solo cuando viven por fe; si la fe de nuestros corazones muere, nuestra existencia está muerta aunque vivamos físicamente.
El Señor dice que quien no es espiritual es como las bestias que mueren. Un cerdo es feliz mientras tenga suficiente para comer, aunque se revuelque por todo tipo de suciedad. Es obvio que cuando está lo suficientemente gordo, se le lleva al matadero para matarlo. Como este cerdo que no tiene ni idea de lo que le va a pasar, los que no se preocupan por la obra espiritual y se contentan con satisfacer sus necesidades básicas, solo acaban siendo llevados al matadero eterno del infierno para sufrir para siempre.
Todos nosotros debemos entender que vivir por fe no tiene ninguna desventaja. Pero Satanás intenta engañarnos para que pensemos lo contrario, y suele cambiar pasajes de las Escrituras. Por ejemplo, cuando pasamos a la primera epístola de Juan, vemos que la Biblia dice: «Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas» (1 Juan 2, 27). Satanás distorsiona este pasaje para ponernos una trampa, diciendo: «No necesitáis ir a la Iglesia. Nadie tiene que enseñaros nada más porque el Espíritu Santo ya os ya enseñado lo que necesitáis saber». Aunque todos creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, algunos de nosotros que somos espiritualmente inmaduros, somos particularmente vulnerables a estas trampas.
Sin embargo, mis queridos creyentes, a través de la Iglesia, el Espíritu Santo obra. El Espíritu Santo siempre obra a través de la Iglesia de Dios. Nunca obra por Sí mismo. Pero Satanás está intentando que los justos tengan estas ideas para poder devorarlos.
¿Y ustedes? ¿Han sido bendecidos para ser librados de todos sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? Efesios 2, 14 dice: «Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación». El que el Señor haya derribado el muro de separación significa que a través del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista, Él cargó con todos los pecados cometidos por nuestra carne débil.
La Biblia sigue diciendo en Efesios 2, 15 que el Señor ha «abolido en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas». Antes de nacer de nuevo, todos habíamos sido enemigos de Dios. ¿Por qué? Porque éramos completamente incapaces de cumplir los mandamientos de Dios. Sin embargo, nuestro Señor ha abolido la Ley de mandamientos al ser bautizado y al cargar con los pecados del mundo en Su propio cuerpo.
La carne de Jesús y Su sangre están en toda la Biblia. Aunque el Apóstol Pablo habló a menudo de la sangre de Jesús, también hizo mucho hincapié en Su carne. El que Jesús haya abolido todos nuestros pecados con Su carne, significa que los ha borrado con Su cuerpo y sangre. En otras palabras, significa que ha ofrecido Su cuerpo en la Cruz como nuestra propiciación porque había cargado con ellos en Su propia carne. Por eso Jesús fue bautizado por Juan el Bautista y derramó Su sangre en la Cruz para ser condenado en nuestro lugar. En vez de tener que morir por nuestros propios pecados, Jesús los aceptó para siempre al ser bautizado y murió en nuestro lugar.
También está escrito en Efesios 2, 15: «Para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz». Estábamos separados de Dios bajo los mandamientos de Su Ley, pero a través de la redención de Jesucristo, es decir, a través de Su sangre y carne, nuestro Señor nos ha hecho nuevas criaturas y nos ha reconciliado con Dios. La Biblia sigue diciendo: «Para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios» (Efesios 2, 16-19).
Todos nosotros, los que hemos recibido la remisión de los pecados, somos de la familia de Dios. Como hermanos miembros de la Iglesia de Dios, somos hermanos y hermanas. De hecho, estamos más unidos que a nuestros hermanos y hermanas carnales. Nos amamos más que nuestros hermanos y hermanas. Nos preocupamos más por nuestros hermanos nacidos de nuevo que por nuestros padres de la carne, y nos amamos los unos a los otros más que a nada en este mundo. Cuidamos los unos de los otros más que nuestros padres porque somos hermanos y hermanas espirituales de una sola familia. De hecho, quien sea llamado hermana o hermano en Cristo está muy bendito, porque es un título de mucho honor.
La Biblia dice que hemos sido «edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas» (Efesios 2, 20). Tal y como dice este pasaje, hemos sido edificados sobre el fundamento de los Apóstoles y los profetas de la Biblia. En otras palabras, hemos conseguido nuestra salvación al creer en Dios tal y como Sus siervos en ambos Testamentos creyeron en Él.
La Biblia también dice que Jesucristo es la piedra angular (Efesios 2, 20). Jesús ha venido por el agua, la sangre, y el Espíritu y es la piedra más indispensable de nuestra salvación. No hay otro dio bajo los cielos y en la tierra más que Jesús, quien puede salvarnos en Su nombre.
El Apóstol Pablo siguió diciendo en Efesios 2, 21-22: «En quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu». Este pasaje explica cómo nuestra fe se edifica. Nos enseña que nuestra casa de la fe se está edificando cuando nos conectamos los unos con los otros.
Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu estamos conectados los unos con los otros. Jesucristo es la Cabeza de la Iglesia de Dios, la Iglesia es Su cuerpo, y nosotros somos sus miembros. Por tanto nos necesitamos los unos a los otros. Como nuestro Señor está diciendo que vivamos en la Iglesia de Dios, debemos vivir en la Iglesia de Dios para ser sustentados en cuerpo y espíritu.
Nuestro Señor cargó con todos nuestros pecados y faltas a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto se ha convertido en nuestro Salvador. A todos los que vivimos en la Iglesia de Dios como sus miembros, en obediencia a la Palabra, el Señor nos da todas las bendiciones que necesitamos a Su debido tiempo. Demos gracias a Jesucristo por hacernos uno con Dios, y decidamos vivir confiando en todo lo que ha hecho por nosotros y en toda Palabra que nos ha dado.