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Tema 18: Génesis

[Capítulo 15-2] La misma fe que la de Abraham (Génesis 15:1-6)

La misma fe que la de Abraham(Génesis 15:1-6)
«Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande. Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer? Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa. Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará. Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia».
 
 
¿Creyó Abraham en la promesa de Dios?
 
Como podemos ver en el pasaje de las Escrituras de hoy, cuando Abraham miró hacia las estrellas del cielo, Dios le dijo: “Así serán tus descendientes”. Dios le prometió esto a Abraham y Abraham creyó completamente en esta Palabra de Dios. Abraham creyó exactamente en lo que Dios le había dicho, que haría que sus descendientes fueran tantos como las estrellas del cielo. Cuando Dios nos pida que creamos en Su Palabra, debemos poder responder con seguridad: “Sí, creo”. Solo los que pueden dar esta respuesta pueden creer de verdad en esta Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu también.
Yo solía levantarme pronto por la mañana para intentar contar las estrellas del cielo. Si Dios me dice que mire las estrellas del cielo y me hace la misma pregunta que a Abraham, diciéndome: “¿Crees en Mi Palabra?”, entonces le contestaré que Sí. Le diré: “Sí, Señor, creo en Ti. Aunque mis actos sean insuficientes, creo en Ti y en Tu Palabra. Creo que Tú, que viniste por el Evangelio del agua y el Espíritu, eres mi Salvador. Señor, cuando viniste a este mundo cargaste con todos mis pecados y maldiciones y los resolviste todos. Como no podía vivir por Tu Palabra, cometí multitud de pecados y estaba destinado al infierno por estos pecados. Pero viniste a este mundo encarnado en un hombre por mí, tomaste todos mis pecados para siempre y cargaste con la condena de mis pecados al ser crucificado hasta morir. Creo en esto, Señor. Y creo que en mi lugar, y en el lugar de todos, Tú fuiste bautizado, derramaste Tu sangre hasta morir, te levantaste de entre los muertos al tercer día y ascendiste a los Cielos para sentarte a la derecha del trono de Dios Padre”. Puedo decir con toda confianza: “Creo en Tu justicia. Creo en toda la justicia que has cumplido por mí. Y creo en toda Tu Palabra de las promesas”.
Hemos recibido la remisión de los pecados eterna al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, la Palabra de Dios, con todo nuestro corazón. No hemos recibido la salvación al cumplir la Ley ante Dios. Nuestra salvación ha sido alcanzada por nuestra fe en la Palabra de Dios y Su justicia revelada en esta Palabra. Lo que puede llamarse verdadera fe ante Dios es la fe que está basada en la Palabra de Dios escrita, no en los actos propios. El Apóstol Pablo escribió: «Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá» (Romanos 1:17). Como dice este pasaje, al creer en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu podemos recibir la remisión de los pecados para siempre y no al caminar por la Ley de Dios.
Por tanto, si Dios me preguntase: “¿Crees en Mi justicia?” Yo le contestaría lo siguiente: “Sí, Señor. Conozco Tu justicia y creo en ella sin duda. Sé que Tú has eliminado todos los pecados de mi vida entera con el Evangelio del agua y el Espíritu, que me has dejado sin pecados y que te has convertido en Mi Salvador a través de esto. Sé que, aunque soy pecador por naturaleza, me has hecho justo al borrar todos mis pecados con Tu justicia. Sé que me ha hecho hijo Tuyo. Yo también sé que me has dado el Cielo y la vida eterna”. Todos los que están sentados delante de este púlpito deben poder confesar esto. Si quieren ser aprobados por Dios y nacer de nuevo como Abraham, deben creer en la Palabra de Dios de la justicia completamente.
Como saben muy bien, durante el Antiguo Testamento Dios dio la Palabra de la Ley a los pecadores. Ahora les explicaré qué efecto tiene la Ley de Dios sobre nosotros y qué tipo de fe nos permite conseguir la justicia de Dios.
 
 

La Ley establecida por Dios

 
Los primeros cinco Libros del Antiguo Testamento: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, se llaman colectivamente el Pentateuco. De las muchas personas que aparecen en el Pentateuco, Dios llamó a Abraham en particular, y como Abraham creyó en la Palabra de Dios, su fe contó como justicia. Dios convirtió a Abraham en una de Sus personas justas.
Abraham recibió la remisión de los pecados al creer en la Palabra de Dios con su corazón. Por esta fe correcta en la Palabra de Dios, se convirtió en parte del pueblo de Dios y en un hombre justo. Después de algún tiempo, cuando el pueblo de Israel, es decir, los descendientes de Abraham, fueron guiados por Moisés para salir de sus 430 años de esclavitud en Egipto y cruzaron el Mar Rojo, Dios les dio Su Ley. En otras palabras, Dios les dio Su Ley a los descendientes de Abraham reunidos en el desierto cerca del Monte Sinaí. Esta Ley fue establecida por Dios. Dios se la dio a los seres humanos, los descendientes de Adán, por su propio bien. Al entregar los 613 estatutos y mandamientos que los seres humanos debían cumplir ante Él, Dios estableció la Ley que debe cumplirse entre Él y los seres humanos.
Sin embargo, el verdadero objetivo de establecer esta Ley era enseñar al pueblo de Israel y enseñarnos a nosotros a través de la Ley de Dios lo insuficientes que son nuestros corazones y acciones, y lo pecadores que somos. Dios estableció 613 estatutos para Su Ley. Pero estos estatutos no fueron entregados para que cumpliésemos toda la Ley de Dios. ¿Cuál es la razón por la que Dios nos dio Su Ley? Se nos dio para que todos los seres humanos se diesen cuenta de que nadie puede ser justo ante Dios con sus propios actos de la carne. Dicho de otra manera, estos 613 estatutos fueron establecidos por Dios para que los seres humanos se mirasen a sí mismo y se diesen cuenta de que estaban destinados a ir al infierno.
 
 

Un voto incorrecto

 
Sin embargo, el pueblo de Israel de aquel entonces no se dio cuenta de la intención de estos 613 estatutos establecidos por la Ley de Dios y se comprometieron a cumplir y obedecer todos los mandamientos que Dios les había dado.
Pasemos a Éxodo 24 aquí: «Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho. Y Moisés escribió todas las palabras de Jehová, y levantándose de mañana edificó un altar al pie del monte, y doce columnas, según las doce tribus de Israel. Y envió jóvenes de los hijos de Israel, los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Jehová. Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas» (Éxodo 24:3-8).
Y en Éxodo 20, Dios dijo: “No tendréis otros dioses ante Mí; no tomaréis Mi nombre en vano; No os haréis imágenes grabadas de cualquier cosa que haya en el cielo o en la tierra, o que haya en el agua debajo de la tierra; no os postraréis ante ellas ni las serviréis; santificad el sábado; honrad a padre y madre; no mataréis; no robaréis; no codiciaréis”. En Éxodo 20, 1 Dios estableció los Diez Mandamientos de esta manera. Los primeros cuatro mandamientos especifican nuestras obligaciones hacia Dios, y los otros seis mandamientos especifican las obligaciones que tenemos los unos con los otros como seres humanos. Y en Éxodo 21 y en adelante, Dios habló acerca de los requisitos éticos que deben guiar nuestro comportamiento hacia Dios y otros seres humanos. Por ejemplo, un requisito es que no debemos hacer daño a los demás para que no nos hagan daño. En otras palabras, Dios habló de las obligaciones morales y éticas que debemos cumplir como seres humanos.
Así, Dios especificó los Diez Mandamientos y otros estatutos, y había un total de 613 decretos. Entonces hizo que Moisés leyese al pueblo de Israel todos los mandamientos de Dios que habían quedado escritos en un rollo. Moisés entonces puso la mitad de la sangre de las ofrendas de paz en cuencos y la esparcía sobre el pueblo de Israel que aceptó la Ley de Dios y juró cumplirla toda. Con este acto podemos ver que Dios estaba diciendo a los israelitas: “Si no obedecéis los 613 estatutos que he establecido, moriréis como estos animales. Esta Ley es la alianza que hemos establecido con sangre”.
Sin embargo, en aquel entonces, el pueblo de Israel no se había dado cuenta todavía de que no podía cumplir toda la Ley. Así que hicieron un voto ante Dios: “Sí, vamos a obedecer todos los estatutos de la Ley”. No se trataba de que los israelitas pensaran que podían cumplir la Ley de Dios o no, sino que pensaran que tenían que cumplirla porque era el mandamiento de Dios. Sin embargo, Dios sabía antes que el pueblo de Israel no podría cumplir toda Su Ley y por eso le dio el sistema de sacrificios de la salvación, de la remisión de los pecados. El precio del pecado es la muerte. Pero a todos los pecadores que no podía cumplir la Ley, Dios les permitió ser redimidos de todos sus pecados ofreciendo sacrificios según el sistema de sacrificios administrado por los sacerdotes siguiendo la ley de la muerte.
Mis queridos hermanos, somos completamente inadecuados para cumplir estos 613 mandamientos de la Ley de Dios. En otras palabras, no podemos evitar ser condenados por nuestros pecados. Cuando la Ley de Dios vino a este mundo a través de Moisés, cualquier persona que no viviese según esta Ley debe pagar la condena de los pecados. Dios es el Todopoderoso, el Legislador y el Rey. Cuando desobedecemos la Palabra de este Rey, entonces merecemos pagar la condena del pecado. La justicia de Dios es estricta según Su Ley. Cuando no cumplimos la Ley de Dios, no se nos perdona simplemente preguntando: “Señor, perdóname”, pero tenemos que ser condenados por esta justa Ley de Dios. Así de estricta y clara es la Ley de Dios. Por tanto, como no somos capaces de cumplir los estatutos de Dios, no podemos escapar Su juicio. Por mucho que intentemos cumplir la Ley de Dios, no podemos hacer nada por nuestra cuenta, y por eso se necesitaba otra ley, la justa ley de la salvación. Como todo ser humano que es un pecador ante Dios no puede evitar morir y ser maldito por la Ley de Dios, era absolutamente necesario tener la ley de la salvación que permite a todo el mundo ser salvado de todos sus pecados. Aunque los seres humanos sean incapaces de cumplir todos los estatutos de la Ley de Dios, el pueblo de Israel no se dio cuenta de esto y por eso prometieron a Dios que cumplirían la Ley.
¿Estableció Dios Su Ley para juzgar al pueblo de Israel? No, no es así. La Biblia dice que Dios nos dio la Ley para que pudiésemos darnos cuenta de nuestros pecados. Esto está claramente explicado en Romanos 3:19-21: «Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado. Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas».
¿Qué quiere decir la Biblia aquí: «ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él, porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado»? Esto significa que Dios nos dio la Ley para poner de manifiesto nuestras faltas. La función de la Ley es permitirnos darnos cuenta de nuestros pecados, y de que todo el que tiene pecados debe pagar la condena del pecado.
En las comunidades cristianas de hoy en día, hay muchos líderes espirituales que enseñan a sus congregaciones que la Ley de Dios debe ser obedecida. Piensen en esto por un momento. ¿Cuántos cristianos intentan vivir según la Palabra de la Ley pero siguen intentando vivir según la Palabra de la Ley y se dan cuenta de que son débiles y tienen fallos cuando rompen la Ley? Por supuesto, es admirable que todos estos cristianos estén intentando cumplir la Ley de Dios y Sus mandamientos, pero debemos darnos cuenta de que no podemos cumplir la Ley de Dios nunca.
Por eso Dios estableció el sistema de sacrificios por el que los israelitas podían ser librados de sus pecados ofreciendo animales en el Tabernáculo. En tiempos del Antiguo Testamento, cuando se abría la puerta del patio del Tabernáculo y se entraba dentro, lo primero que se veía era el altar de los holocaustos. ¿Saben lo que significa el altar de los holocaustos espiritualmente? Para ser librado de sus pecados, la gente del Antiguo Testamento llevaba un cordero o una cabra pura al altar de los holocaustos y le pasaba sus pecados a este animal mediante la imposición de manos sobre su cabeza. Y cuando se le sacaba la sangre al cortarle el cuello a este animal y se le entregaba al sacerdote, ese sacerdote que trabajaba en el Tabernáculo aceptaba esta sangre, la ponía en los cuernos del altar de los holocaustos y rociaba el resto en el suelo debajo del altar de los holocaustos. La carne del animal del sacrificio se cortaba en trozos. Estos trozos se ponían en el altar de los holocaustos y se hacía un fuego. Y ese fuego devoraba toda la carne.
¿Qué nos revelan todos estos procedimientos? Nos revelan que, aunque el pecador tenía que ir al infierno, este animal del sacrificio cargaba con sus pecados mediante la imposición de manos sobre su cabeza y era condenado por el pecador. De esta manera, Dios había preparado dos cosas de antemano como la solución al problema de nuestros pecados. Una de ellas era la Ley de Dios, y la otra el sistema de sacrificios por el que se podían eliminar los pecados pasándolos al animal del sacrificio y ofreciéndole a Dios este animal en un holocausto. Dicho de otra manera, esto significa que Dios preparó un sacrificio animal y un Sumo Sacerdote para salvarnos de los pecados. El sacrificio ofrecido en el altar de los holocaustos era el Señor. Este Cordero del sacrificio aceptó todos nuestros pecados para siempre a través de la imposición de manos, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos y así se ha convertido en nuestro Salvador eterno.
Sin embargo, seguimos cometiendo pecados mientras vivimos en este mundo. Por esta razón el Señor nos dio la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, para que incluso nuestras transgresiones futuras fueran eliminadas. Detrás del altar de los holocaustos había una fuente. Esta fuente de bronce tenía la forma de un gran cuenco y estaba llena de agua. Después de cortar al animal en trozos y ofrecerlo en el altar de los holocaustos, si los sacerdotes querían entrar en el Santuario donde estaba situada el Arca del Testimonio de Dios, tenían que lavarse las manos y los pies con el agua de la fuente de bronce sin falta antes de entrar. Solo entonces podían evitar la muerte. Los sacerdotes eran los responsables de hacer los sacrificios que lavaban los pecados de la gente, y cuando los sacerdotes querían entrar en la presencia de Dios, primero se lavaban la suciedad con el agua que había en la fuente de bronce, y de esta manera podían evitar morir por sus pecados.
Esta fuente de bronce era el lugar donde los sacerdotes del Antiguo Testamento lavaban sus pecados. La fuente estaba hecha de bronce. Cuando leemos la Biblia vemos que la fuente estaba hecha con espejos utilizados por las mujeres de Israel. Está escrito que la fuente estaba hecha de los espejos que las mujeres de aquel entonces utilizaban para ver su reflejo. Había una razón especial por la que Dios utilizó espejos de bronce para hacer la fuente del Tabernáculo. Era para hacer saber que la Ley de Dios es como un espejo que refleja a la gente. La Ley de Dios es un espejo que Dios nos ha dado. Nos vemos a nosotros mismos con un espejo. Un espejo nos muestra nuestras caras, cabezas y cuerpos. Sin los espejos no sabríamos si nuestra cara está sucia, y por eso los utilizamos. De esta manera Dios nos ha permitido ver, a través de Su Palabra lo pecadores que son nuestros corazones y acciones humanos, y cuántos pecados tenemos, para que podamos recibir la remisión de nuestros pecados creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor ha cumplido. Esta es la función de la Ley. La Biblia dice: “Por la ley viene el conocimiento del pecado”. La función de la Ley es mostrarnos nuestros pecados, y por eso existe. En otras palabras, Dios nos dio esta Ley para mostrarnos cómo son los pecadores que no han recibido la remisión de los pecados.
¿Cuál es el pecado de la raza humana? Todo acto y pensamiento que no esté de acuerdo con la voluntad de Dios es un pecado. Dicho de otra manera, el no vivir según la Palabra de Dios es un pecado. El no seguir los 613 mandamientos establecidos por Dios, el no seguir la voluntad de Dios es el pecado de la humanidad. No solo cometemos pecados cuando robamos, sino que somos pecadores porque no podemos cumplir la Ley de Dios y nacimos con pecados. Este es el verdadero pecado ante Dios.
La Ley de Dios expone la naturaleza pecadora escondida en cada pecador. La Ley apunta el pecado de no vivir según la voluntad de Dios. Por ejemplo, el mandamiento que nos prohíbe matar revela el hecho de que somos asesinos. Dios nos está diciendo: “Cuando nos enfadamos, en nuestros corazones queremos matar a alguien a golpes, aunque esa persona no nos haya hecho nada. Si no es eso, deseamos que esa persona sea atropellada y muera”. Dios está diciendo que los deseos malvados que hay en su corazón constituyen pecados. Esto significa que, a los ojos de Dios, los deseos malvados de sus corazones y los pecados que se cometen con sus acciones son lo mismo.
Como seres humanos divinos, solo hablamos de los pecados que quedan expuestos obviamente. ¿Pero y el Dios Todopoderoso? Si queremos prueba de nuestros pecados, Dios nos da pruebas irrefutables a través del Antiguo Testamento. Pregúntenle a Dios: “¿Por qué soy un pecador?”. Entonces Dios les dirá: “Como sois descendientes de Adán, nacisteis con pecados. Por la transgresión de un hombre muchos se convirtieron en pecadores, y esa es vuestra semilla. Como sois descendientes de Adán, sois automáticamente pecadores”. De esta manera, la Palabra de Dios contiene pruebas claras de que todos somos pecadores.
Dios lo sabe todo acerca de nosotros porque es Omnisciente y Omnipotente. Lo sabe todo acerca de nuestra naturaleza fundamental. Sabe lo que hay en nuestros corazones, cómo actuamos en nuestras vidas e incluso qué tipo de pecados cometeremos en el futuro. Así Dios nos dice: “Por vuestros pecados que hay en vuestros corazones, todos pagaréis la condena de los pecados. Moriréis por vuestros pecados. Os enfrentaréis al juego por fuego. De la misma manera en que la carne del animal del sacrificio se quemaba en el altar de las ofrendas, vosotros iréis al lago eterno de fuego y azufre para sufrir por vuestros pecados para siempre”. La razón por la que Dios nos dio el espejo de la Ley es ayudarnos a darnos cuenta de nuestros pecados y buscar a Jesucristo nuestro Señor.
Nadie puede practicar la Ley de Dios tal y como es, ni ustedes, ni yo, ni nadie. No hay nadie en este mundo que pueda cumplir la Ley de Dios perfectamente. Por el contrario, a través de esta Ley Dios quiere que nuestros corazones sean condenados y admitamos ante Él: “Sí, Señor. Tienes razón. Somos pecadores”. Dios nos está diciendo que somos pecadores por naturaleza y que seamos salvados de todos nuestros pecados perfectamente al creer en Dios, es decir, al creer que Dios cargó con todos nuestros pecados y los borró.
 
 

La fe correcta

 
Cuando Dios nos pregunta: “¿Conocéis Mi justicia? ¿Cuál es vuestro conocimiento?” debemos contestar lo siguiente: “Señor, a Tus ojos soy un pecador destinado a ir al infierno. Merecía ser condena ante Ti. Pero el Dios del amor vino a este mundo en el nombre de Jesucristo encarnado en un hombre. Y a los 30 años, este Jesús fue bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán en mi lugar, y de esta manera completamente adecuada, cargó con todos mis pecados y los pecados de la humanidad para siempre. Y al derramar Su sangre y morir en la Cruz por mis pecados, Jesús fue condenado en mi lugar, y así me ha salvado de toda la condena de mis pecados, mis fallos y el pecado de no cumplir los 613 estatutos de la Ley. Padre, cuando mandaste a Jesucristo, Tú único Hijo a este mundo, cargó con mis pecados para siempre a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista. Sé que el Señor me ha salvado de mis pecados de esta manera. Sé que me has salvado”.
Así que cuando Dios les pregunte: “¿Creen en Mi justicia?” deben poder contestarle lo siguiente: “Sí, Señor, creo en Tu justicia. Creo en el Evangelio del agua y el Espíritu; creo que eres el verdadero Dios; y creo que te has convertido en mi Señor y Salvador. Para salvar a seres tan insuficientes como yo de todos mis pecados, Jesús, el Hijo de Dios, vino a este mundo, tomó todos mis pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, y fue condenado en mi lugar. Sé que el Señor se levantó de entre los muertos en tres días y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios Padre. Creo que el Señor hizo todas estas cosas en el mundo por una sola razón, que era salvarme. Mis acciones serán insuficientes hasta el día en que muera. Pero he sido salvado a través de la justicia de Dios, no a través de mis acciones, ni de la Ley”.
Mis queridos hermanos, ¿conocen la justicia de Dios? ¿Creen que Jesucristo, Dios mismo, es Su Salvador¿ ¿Creen que ha eliminado todos sus pecados para siempre con el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Creen que Jesucristo cargó con todos sus pecados al ser bautizado por Juan el Bautista en el Río Jordán, pagó la condena de todos nuestros pecados al derramar Su sangre hasta morir en la Cruz, levantarse de entre los muertos, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios Padre? ¿Creen que el nacimiento de Jesús en este mundo, Su bautismo, Su muerte en la Cruz, Su resurrección y Su ascensión fueron por nosotros?
Dios nos está preguntando: “¿Conocéis Mi justicia?”. Por supuesto, las acciones de nuestra carne son insuficientes. Sin embargo, tenemos fe en la justicia de Dios. Creemos en la justicia de Dios. Al creer en la justicia de Dios, nos hemos convertido en personas justas, sin pecados y sin fallos. Por la fe en la justicia de Dios todos nos hemos convertido en Su gente. Por tanto, podemos decirle a Dios con confianza: “No tengo pecados”. Esto se debe a que Jesús, lleno de amor, cargó con todos nuestros pecados a través del bautismo que recibió en el Río Jordán. Y derramó Su sangre en la Cruz. Al creer en el agua y la sangre de Jesús, nos hemos convertido en personas justas. Somos los que podemos creer en Jesucristo por completo, el único Salvador que nos ha librado de todos nuestros pecados.
Nuestro Dios dijo: “Porque en él (el Evangelio) la justicia de Dios se revela de fe en fe”. ¿Cuál es el Evangelio mencionado aquí? En griego, la palabra Evangelio es euaggelion, que significa buenas noticias. ¿Cual es la noticia más alegre para nosotros? Es que aunque estuviésemos destinados a ir al infierno por no poder cumplir los 613 estatutos y mandamientos de la Ley de Dios, Jesucristo vino a este mundo y cargó con nuestros pecados al ser bautizado, y nos hemos convertido en personas sin pecados al creer en Él. Esta es la noticia más alegre y el Evangelio.
Como pecadores no podíamos ser justos a través de nuestros actos. Sin embargo, nuestro Señor vino a este mundo e hizo justos a todos los pecadores, para salvarlos de los pecados y librarlos del juicio. Al venir a este mundo Jesús aceptó todos nuestros pecados a través de Su bautismo diciendo: “Permíteme hacer ahora, pues conviene así que cumplamos toda justicia” (Mateo 3:15) y así ha hecho posible que seamos salvados perfectamente.
La imposición de manos y el bautismo de Jesús son dos maneras bíblicas de transferir los pecados. En el Antiguo Testamento los pecados eran pasados a un cordero mediante la imposición de manos sobre su cabeza; de la misma manera, en el Nuevo Testamento todos nuestros pecados fueron pasados a Jesús cuando fue bautizado en el río Jordán. Para salvar a Sus criaturas, el Rey eterno dejó Su trono de gloria, tomó la imagen de un hombre y nació en este mundo como el Niño Jesús a través de una virgen llamada María. Y al ser bautizado por Juan el Bautista, aceptó los pecados de todos los pecadores del mundo para siempre. Asimismo, al derramar Su sangre en la Cruz, nos ha salvado de la condena de todos los pecados. Mis queridos hermanos, Jesús fue bautizado de esta manera. A través de Su bautismo, el Señor cargó con todos los pecados del mundo, todos y cada uno de los pecados de la humanidad. Este es el verdadero Evangelio y la justicia de Dios.
Esta obra de quitar los pecados de todo el mundo de la manera más adecuada es la justicia de Dios y el verdadero Evangelio. La Biblia dice: “Porque tanto amó Dios al mundo que le entregó a Su único Hijo”. Este pasaje nos dice que Jesús vino a este mundo y tomó todos nuestros pecados a través de Su bautismo. Jesucristo aceptó todos los pecados de este mundo sobre Su cuerpo. No solo nuestros pecados, sino también los pecados de este mundo, fueron pasados a Jesús a través de Su bautismo.
 
 

Los que creen en el verdadero Evangelio del agua y el Espíritu han sido salvados eternamente

 
Pasemos a Hebreos 10 antes de terminar el sermón de hoy. Está escrito en Hebreos 10:1-2: «Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado».
En los días del Antiguo Testamento, los israelitas pasaban los pecados a un animal para ser sacrificado, le cortaban el cuello y le sacaban la sangre, ponían la sangre en el altar de los holocaustos y la quemaban, y de esta manera el animal tenía que pagar la condena de los pecados en su lugar. ¿Qué significa esto? Este sacrificio era la señal de la promesa de que Jesús vendría a este mundo, cargaría con nuestros pecados a través de Su bautismo, derramaría Su sangre y sería condenado en la Cruz en nuestro lugar, y así nos dejaría sin pecados. En otras palabras, el ritual del Antiguo Testamento de la imposición de manos era una señal del bautismo de Jesucristo. Jesús era la verdadera sustancia, y esta Palabra del Antiguo Testamento era Su sombra. Si hay una sombra, debe haber un objeto real que dé esta sombra. Y cuando llegó la edad el Nuevo Testamento, Jesucristo, la verdadera sustancia, vino personalmente a este mundo y terminó la obra de borrar los pecados de los pecados de la humanidad.
La Biblia dice en Hebreos 10:9-10: «Y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre». Donde dice: «He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad», ¿quién es el que ha venido a hacer la voluntad de Dios? ¿Quién es el sujeto de este pasaje? No es otro que Jesús, quien vino a hacer la voluntad de Dios. Ningún ser humano puede hacer la voluntad de Dios. La única manera para que hagamos la voluntad de Dios es creer de corazón que Jesucristo borró todos nuestros pecados cuando vino a este mundo. ¿Cómo cumplió Jesús la voluntad del Padre cuando vino a este mundo? Dejó sin pecados a todo el mundo al cargar con todos los pecados de toda la raza humana a través de Su bautismo, y fue condenado en nombre de toda la raza humana. Así es como Jesús cumplió la voluntad de Dios.
Dios dijo: «Quita lo primero, para establecer esto último». Mis queridos hermanos, deben recordar claramente que nunca pueden recibir la salvación a través de la Ley. Sus pecados nunca pueden ser eliminados a través de la Ley. Por eso Dios sustituyó la Ley con la ley del amor y la salvación.
La Biblia sigue diciendo: «En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre» (Hebreos 10:10). Lean este pasaje. ¿Dice que seremos santificados en el futuro? No, dice que hemos sido santificados, lo que significa que nuestra santificación ha sido completada. Jesús nos dice que creamos en él: “Se ha acabado. He acabado de borrar todos vuestros pecados. Todo lo que tenéis que hacer es creer. ¿Creéis en Mí ahora? Si creéis en Dios, creed en Mí también”. Por tanto, solo es cuestión de tiempo que creamos en Jesús y Su obra de salvación. Jesús es el Salvador. Es Dios mismo. Es el Creador que creó el universo y todas las cosas.
Está escrito en Hebreos 10:11-14: «Ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados».
Mis queridos hermanos, ¿ha eliminado Jesús todos sus pecados completamente para siempre como dice este pasaje o no es así? Los ha borrado todos. Si cometen un error mañana, ¿se convertirán en pecadores de nuevo? No, no se convertirán en pecadores de nuevo. Hay un dicho: “Una vez se es marino, se es marino siempre”, y los que se han convertido en justos al recibir la remisión de los pecados de Jesús son justos para siempre. Los que conocen a Dios correctamente y creen en Él correctamente no confían en sí mismos, ni miran sus propias debilidades. Solo buscan a Dios y piensan en lo que Él ha hecho por ellos y creen en Dios solamente. Como personas que han recibido la remisión de los pecados y la salvación a través de Jesucristo, somos personas justas. Somos los justos que son perfectos para siempre.
La Biblia dice en Hebreos 10:15-16: «Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: Este es el pacto que haré con ellos Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, Y en sus mentes las escribiré». La alianza que Jesús hará con nosotros después de borrar todos nuestros pecados es la siguiente: «Pondré mis leyes en sus corazones, Y en sus mentes las escribiré». Mis queridos hermanos, ¿nos ha salvado Dios o no? Nos ha salvado a todos. ¿Quedan pecados en nuestros corazones? No, no hay ninguno. ¿Hay algún pecado en nuestras mentes? No, no hay pecado. ¿Somos pecadores o personas justas? Somos personas justas. Esto es lo que está escrito en nuestras mentes. Dios ha escrito esto en los corazones de los que creen en Él.
Pasemos al versículo 17 de nuevo: «Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones». El versículo 18 sigue diciendo: «Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado». Esto es cierto; Jesús ha borrado todos los pecados del mundo. Dijo que “ya no hay más ofrenda por el pecado”. Se ha acabado. Todos los creyentes están sin pecados ahora. Todos los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu han sido salvados para siempre.