(Juan 7, 28-53)
«Jesús entonces, enseñando en el templo, alzó la voz y dijo: A mí me conocéis, y sabéis de dónde soy; y no he venido de mí mismo, pero el que me envió es verdadero, a quien vosotros no conocéis. Pero yo le conozco, porque de él procedo, y él me envió. Entonces procuraban prenderle; pero ninguno le echó mano, porque aún no había llegado su hora. Y muchos de la multitud creyeron en él, y decían: El Cristo, cuando venga, ¿hará más señales que las que éste hace? Los fariseos oyeron a la gente que murmuraba de él estas cosas; y los principales sacerdotes y los fariseos enviaron alguaciles para que le prendiesen. Entonces Jesús dijo: Todavía un poco de tiempo estaré con vosotros, e iré al que me envió. Me buscaréis, y no me hallaréis; y a donde yo estaré, vosotros no podréis venir. Entonces los judíos dijeron entre sí: ¿Adónde se irá éste, que no le hallemos? ¿Se irá a los dispersos entre los griegos, y enseñará a los griegos? ¿Qué significa esto que dijo: Me buscaréis, y no me hallaréis; y a donde yo estaré, vosotros no podréis venir? En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado. Entonces algunos de la multitud, oyendo estas palabras, decían: Verdaderamente éste es el profeta. Otros decían: Este es el Cristo. Pero algunos decían: ¿De Galilea ha de venir el Cristo? ¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Cristo? Hubo entonces disensión entre la gente a causa de él. Y algunos de ellos querían prenderle; pero ninguno le echó mano. Los alguaciles vinieron a los principales sacerdotes y a los fariseos; y éstos les dijeron: ¿Por qué no le habéis traído? Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre! Entonces los fariseos les respondieron: ¿También vosotros habéis sido engañados? ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes, o de los fariseos? Mas esta gente que no sabe la ley, maldita es. Les dijo Nicodemo, el que vino a él de noche, el cual era uno de ellos: ¿Juzga acaso nuestra ley a un hombre si primero no le oye, y sabe lo que ha hecho? Respondieron y le dijeron: ¿Eres tú también galileo? Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta. Cada uno se fue a su casa».
Buenas tardes. Estoy encantado de verles. Lo hemos pasado bien comiendo mucho y viendo a los siervos de Dios y los trabajadores de la Iglesia de todo el país.
Hemos leído el pasaje de las Escrituras de hoy. La fiesta judía de los Tabernáculos estaba cerca, y como los judíos querían matar a Jesús, Él no quiso acercarse a la región de Judea. Los hermanos físicos de Jesús le preguntaron cómo podría hacer Su obra si no se mostraba a Sí mismo, y le pidieron que lo hiciera. Ni siquiera Sus hermanos de la carne no creyeron en Él. Así que Jesús les dijo: «Mi hora aún no ha llegado. Id vosotros primero a la fiesta. El mundo no os odiará, pero me odia a Mi porque doy testimonio de que sus obras son malvadas». Entonces fue a la Fiesta de los Tabernáculo más tarde. La gente que veía a Jesús susurraba y decía que les había engañado.
Jesús nos enseñó Su misión para Sus ovejas
La Fiesta de los Tabernáculos en octubre es como Acción de Gracias en nuestros tiempos. En aquel entonces recordaban durante una semana que Dios les había sacado de Egipto y les había dado grano abundante. Entonces esperaban más bendiciones mientras vivían en tiendas de campaña.
Cuando la fiesta judía de los Tabernáculos estaba cerca, Jesús fue al Templo de Jerusalén. Los judíos se quedaron asombrados por la manera en la que enseñaba a la gente. Hablaban entre ellos de cómo podía ser que Jesús, quien nunca había estudiado letras hebreas, pudiera conocer las Escrituras y cómo enseñaba a la gente leyendo la Ley.
En el Templo Jesús también dijo: «Vosotros no cumplís la Ley. ¿Cómo es entonces que me queréis matar? Pensáis que soy extraño porque he curado en Sábado». Cuando enseñaba a la gente la Palabra de Dios, se extrañaban. Entonces decía: «Si recibe el hombre la circuncisión en el día de reposo, para que la ley de Moisés no sea quebrantada, ¿os enojáis conmigo porque en el día de reposo sané completamente a un hombre? No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio» (Juan 7, 23-24). Entonces algunas personas de Jerusalén dijeron: «Decían entonces unos de Jerusalén: ¿No es éste a quien buscan para matarle? Pues mirad, habla públicamente, y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido en verdad los gobernantes que éste es el Cristo? Pero éste, sabemos de dónde es; mas cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde sea» (Juan 7, 25-27).
Recibir la remisión de los pecados al creer ene l Evangelio del agua y el Espíritu no es lo único que importa. Tenemos que considerar cuánto conocemos a Jesús y cuánto creemos en Él. La gente que quería matar a Jesús lo sabía. Así que nuestro Señor habló de Su muerte como sacrificio en los capítulos 7 y 8 de Juan.
Era normal que la gente quisiera matar a Jesús, ya que había dicho que era el Hijo de Dios, y que la gente podría recibir la remisión de los pecados si comía Su carne y bebía Su sangre, y que todos serían salvados si creían en Él. En cuanto a Jesús, era normal que dijera eso, pero desde la perspectiva de los judíos Sus Palabra eran absurdas. Desde la perspectiva de los que creían en el Señor Dios, no podían aceptar las enseñanza de que Jesús era el Hijo de Dios y de que la vida eterna se conseguía creyendo en Él. Estaban tan enfurecidos por las Palabras de Jesús, que no podían escuchar lo que Jesús decía. No podían tolerar ni escuchar en absoluto a Jesús cuando decía sin duda que era el Hijo de Dios y que la gente recibiría la salvación al comer Su carne y beber Su sangre.
No solo dijo esto sino que además curó a los enfermos y a los discapacitados. Si había alguien enfermo entre los que escuchaban, tenía compasión de ellos, les ponía las manos encima y les sanaba. Cuando los que le seguían no tenían nada que comer, bendijo una cesta de comida y realizó el milagro de los cinco panes y los dos peces. Entonces más de 15.000 personas pudieron comer y aún sobró comida. Así que era muy popular. Cuando ocurrían estas cosas, cada vez más personas creían en Jesús como Su Redentor, y aún más personas se enfadaban con Él. Había esos dos extremos entre las personas que escuchaban las Palabras de Jesús.
La gente que estaba más enfurecida con Jesús eran los sacerdotes principales, los fariseos, los escribas, los oficiales del gobierno, es decir, los líderes religiosos del judaísmo que creían en la religión establecida. Esto se debe a que sus seguidores estaban creyendo en Jesús. Los líderes religiosos, los descendientes de Leví, y la mayoría de los judíos clasificaron a Jesús como una persona muy peligrosa. Como la mayoría de la gente, excepto los que vivían de la religión prevaleciente, siguieron a Jesús, los líderes religiosos estaban muy preocupados.
Los sacerdotes principales y los escribas (oficiales del gobierno) consideraron a Jesús como un instigador político. Se preocupaban de que si muchas personas seguían a Jesús, incitaría a la gente a rebelarse contra los romanos y realizar manifestaciones. Pensaban que era un gran problema que Jesús pudiese convertirse en líder y en una persona que se opusiera a los romanos. Pero Jesús era manso y bueno, así que no parecía que una persona así pudiera causar revueltas, pero como había muchas personas que le seguían, se convirtió en un gran problema para la clase dominante. Por tanto había grupos que intentaron arrestarle y matarle allá donde fuera.
Antes de que Jesús fuese clavado a la Cruz, la persona que realizó el veredicto final para entregarlo al gobernador Poncio Pilato fue el Sumo Sacerdote, que dijo: «Es justo que un Hombre tenga que morir para que esta gente pueda vivir». Este fue su veredicto para matar a Jesús: «Si no nos encargamos de Jesús, toda esta gente será destruida».
Ya sea en el pasado o en el presente, los representantes de la religión suelen ser personas que son leales a la nación. No viven para el dios en el que creen; sino que trabajan para la nación a través de una religión creada por el hombre. Cuando los sacerdotes principales tomaron la decisión de matar a Jesús, todo avanzó rápidamente. Jesús fue capturado, juzgado y sentenciado a muerte aunque era inocente, y después fue clavado en la Cruz en cuestión de días.
Jesús estaba en el punto álgido de Su popularidad. Aunque no era Su intención, la gente estaba casi enloquecida por exaltarle. Jesús, que nunca había ido a la escuela, subió al Templo y enseñó a la gente. Como tenía mucha popularidad entre la gente, Jesús no pudo evitar ser odiado por los líderes religiosos. Si Jesús hubiese tenido popularidad en el Templo, los sacerdotes principales no habría podido llevar a cabo su plan.
La Palabra del Señor es la Palabra de Dios
El Señor dijo: «Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia» (Juan 7, 16-18). También está escrito: «Jesús entonces, enseñando en el templo, alzó la voz y dijo: A mí me conocéis, y sabéis de dónde soy; y no he venido de mí mismo, pero el que me envió es verdadero, a quien vosotros no conocéis. Pero yo le conozco, porque de él procedo, y él me envió. Entonces procuraban prenderle; pero ninguno le echó mano, porque aún no había llegado su hora. Y muchos de la multitud creyeron en él, y decían: El Cristo, cuando venga, ¿hará más señales que las que éste hace? Los fariseos oyeron a la gente que murmuraba de él estas cosas; y los principales sacerdotes y los fariseos enviaron alguaciles para que le prendiesen. Entonces Jesús dijo: Todavía un poco de tiempo estaré con vosotros, e iré al que me envió. Me buscaréis, y no me hallaréis; y a donde yo estaré, vosotros no podréis venir. Entonces los judíos dijeron entre sí: ¿Adónde se irá éste, que no le hallemos? ¿Se irá a los dispersos entre los griegos, y enseñará a los griegos? ¿Qué significa esto que dijo: Me buscaréis, y no me hallaréis; y a donde yo estaré, vosotros no podréis venir? En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva» (Juan 7, 28-38).
Era el último día de la Fiesta de los Tabernáculo. Ese día Jesús fue al Templo una vez más. Está escrito: «En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado» (Juan 7, 37-39).
«Si alguno tiene sed, venga a mí y beba»
El Señor dijo que quien crea en Él y tenga sed, puede acudir a Él y beber. Como dicen las Escrituras, las personas que creen en Jesús tienen ríos de agua viva que corren desde su corazón. Jesús dijo esto el último día de la Fiesta. Asimismo dijo: «No he venido de mí mismo, pero el que me envió es verdadero, a quien vosotros no conocéis. Pero yo le conozco, porque de él procedo, y él me envió». Jesús habló en voz alta para decirle a la gente que era el Hijo de Dios Padre y que había venido al mundo porque Dios Padre le había enviado.
Pero los judíos solo pensaron en Jesús de manera física porque era de Nazaret. Como había vivido en Galilea durante mucho tiempo antes de empezar Su misión, los judíos se preguntaron: «¿Puede algo bueno salir de Nazaret de Galilea?» e ignoraron a Jesús. Por tanto Jesús dijo: «No Me conocéis». Jesús siguió hablando de Sí mismo tanto que podría parecer que se estaba defendiendo a Sí mismo. «He sido enviado. He venido porque Él me ha enviado. Si pensáis que lo que dijo es cierto, escuchadme. Entonces sabréis si busco Mi propia gloria o Su gloria».
Cuando Jesús dijo: «Me buscaréis, y no me hallaréis; y a donde yo estaré, vosotros no podréis venir», los judíos no lo entendieron y se preguntaron: «¿A caso pretende ir a los dispersos y enseñar a los griegos? ¿Quiere decir que no podremos encontrarle porque vivirá allí y no hablará con los judíos?». Pero como los judíos que escucharon esto seguían sin saber quién era, Jesús dijo lo mismo en Juan 8 después de la Fiesta de los Tabernáculos. En Juan 8, el Señor habló sin rodeos. «Donde Yo voy vosotros no podéis venir, porque moriréis con vuestros pecados». Lo más frustrante es que los judíos nunca entendían Sus palabras.
Lo importante del pasaje de las Escrituras de hoy es la cuestión de cómo hemos creído en el Señor. En otras palabras, lo importante es saber cómo hemos creído en el Señor para poder tener agua que corra desde nuestros corazones.
«Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva». Como hay agua viva en el Señor, quien tiene sed debe ir al Señor y beber. Si alguien quiere ir al Señor y beber agua viva, si quiere tener ríos de agua para saciar el hambre y la sed de su corazón, debe creer en el Señor. El Señor dice que solo los que creen en Él pueden saciar su hambre y sed.
Tenemos la tendencia a creer superficialmente que Jesús es solo nuestro Redentor. Lo que más destacó fue que es el Hijo de Dios y Dios mismo. Siguió diciendo: «Dios Padre Me envió. Si supieseis de dónde viene la doctrina de la que hablo, creeríais en Mí». Jesús está diciendo que como es Dios, debemos conocerle como Dios. Dice que saldrán ríos de agua del corazón de la gente que crea en Jesús.
«Jesús» significa Redentor y «Cristo» significa Rey, Sumo Sacerdote y Profeta. Vino para cumplir estas tres tareas y salvó a Su pueblo de sus pecados. Sin embargo, los judíos no creyeron en Él. Debemos creer que Jesucristo es Dios. Era realmente Dios, y el Hijo de Dios. Él es de verdad el Creador que creó todas las cosas. La Biblia dice: «Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho» (Juan 1, 3). También dice: «Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios» (Juan 1, 12).
Jesucristo es el Rey de Reyes, el Dios Todopoderoso, nuestro Redentor y el Profeta. Debemos conocer a Jesús que nos salvó como Dios y creer en Él como tal. Dios vino a este mundo, fue bautizado, fue crucificado, y resucitado de entre los muertos para salvarnos. Si creemos en Jesús como Dios y que nos salvó a través del Evangelio del agua y el Espíritu, ríos de agua viva saldrán de nuestros corazones.
Hemos recibido la salvación al creer en Jesucristo que vino por el agua y el Espíritu como nuestro Redentor. La gente que ha recibido la salvación vive como siervos de Dios y va al Reino de Dios. La gente que sabe y cree que Dios nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu y la gente que cree de manera abstracta que Jesús les salvó del pecado tienen diferentes sentimientos en sus corazones.
No pueden mantenerse firmes con una fe abstracta en Jesucristo. Son insuficientes, débiles, y viven con muchos problemas. Cuando no pueden tener descanso espiritual por culpa de todos sus problemas, se fijan en sus debilidades y pierden las fuerzas. Sus corazones se renuevan y se hacen buenos cuando piensan en el Señor y leen Su Palabra, pero se endurecen cuando están hasta arriba de trabajo. Estamos de bueno humor si las cosas van bien, pero nos estresamos cuando las cosas van mal. Pero como pueblo de Dios somos exaltados y nobles. Somos personas que han recibido la salvación. Cuando estemos atrapados por el pecado, malditos y destinados a la destrucción y a ir al infierno, Dios tuvo compasión de nosotros, vino a este mundo como un hombre y nos salvó. Dios fue bautizado, crucificado y fue resucitado de entre los muertos para salvarnos.
Creer en Jesús de manera abstracta y creer que nos ha salvado de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu son dos maneras de creer diferentes. Conocer y creer en el origen de Jesús es diferente a creer con una fe ciega. Por supuesto, una persona recibe la salvación aunque no sepa lo que es exactamente, pero la salvación es mucho más profunda. Dios nos amó tanto que nos salvó y dijo: «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva». Si una persona cree que Jesús es Dios y cree en el Señor, que vino por Evangelio del agua y el Espíritu, de su corazón saldrán ríos de agua viva, y recibirá la remisión de los pecados. Si no creemos que Jesús es Dios, quien creó el universo y todas las cosas que hay en él, y que es Dios quien nos creó, nuestra fe caerá como una casa construida sobre la arena.
El Señor dice que es uno con Dios Padre. Esto significa que Jesús es Dios. Pero la mayoría de los cristianos solo creen como un mero Redentor por la fuerza de la costumbre religiosa. Sin embargo, Dios nos ha salvado solo a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios nos amó tanto que vino al mundo, cargó con todos los pecados del mundo en Su cuerpo, fue clavado en la Cruz hasta morir, y resucitó de entre los muertos. Dios, quien creó todo, lo hizo por nosotros. Si creemos que Dios nos salvó a nosotros, aunque recibamos la misma salvación, la profundidad de la misma es diferente. El Creador que hizo el universo nos ha salvado a todos.
Dios nos salvó de los pecados y se convirtió en nuestro Pastor. Los testigos de Jehová insisten en que Jesús es una criatura. Muchas personas creen que Jesús es el Hijo de Dios, pero no saben que es Dios mismo. Si una persona sabe que Jesús es Dios, el significado de todo lo que ha hecho, especialmente lo que ha hecho a través del Evangelio del agua y el Espíritu, cambia. Como Jesús es Dios, nuestra salvación puede ser perfecta. Jesús vino a este mundo, tomó todos nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, recibió la transferencia de los pecados y el juicio, fue resucitado de entre los muertos y así nos ha salvado. Jesús nos dio la vida eterna y nos hizo hijos de Dios y Su pueblo. Jesús es nuestro Pastor. Si creen que Jesús es Dios, todo cambia y es nuevo para ustedes. Creer simplemente de manera religiosa desaparece completamente. Entonces de sus corazones saldrán ríos de agua viva.
Todas las cosas que nuestro Señor hizo cuando vino a este mundo las hizo porque nos ama tanto. Dios es un refugio donde nuestras almas pueden encontrar paz y descanso. Nos salvó a través del Evangelio del agua y el Espíritu por Su amor por nosotros. Cuando sabemos esto nuestros corazones se encuentran más tranquilos y tienen más paz que nunca.
En Juan 8, 1-12 está escrito: «Y Jesús se fue al monte de los Olivos. Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba. Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más».
«Yo tampoco te juzgo porque has creído en Mí»
Nuestro Señor subió al Templo durante la Fiesta de los Tabernáculos y enseñó a la gente cuando tenía la oportunidad. Para buscar una oportunidad para juzgar a Jesús, los fariseos y los escribas le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio mientras Jesús estaba enseñando en el Templo. Dijeron: «Moisés en la ley nos ordenó que en estos casos había que lapidar a los ofensores. ¿Pero qué dices Tú?». Entonces Jesús dijo: «El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella» y escribió en el suelo. Esto significa que quien reconociese que no tenía pecados podía tirar la primera piedra. Los escribas querían probar a Jesús pero en realidad se probaron a sí mismos. Querían atraparle y destruirle, pero en realidad cayeron en su misma trampa.
Los escribas y los fariseos eran los líderes de la nación de Israel en aquel entonces. Pensaban que Jesús, que siempre había sido una espina clavada en sus costados, caerían en su trampa perfecta, pero fueron ellos los que fueron atrapados en las palabras de Jesús cuando dijo: «El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella», nadie se atrevió a tirar la primera piedra contra ella.
«Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más. Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida».
Estas palabras también nos dicen que Jesús es Dios. Jesús le dijo a esa mujer: «Ningún hombre te condena. Yo tampoco te condeno; vete y no peques más». Jesús no dijo que la mujer no tuviera pecados, sino que le dijo que no pecase más. Cuando Jesús dijo: «Yo tampoco te condeno» quiso decir que había eliminado los pecados de esa mujer.
Después el Señor dijo: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8, 12). El Señor es la luz del mundo, y quien le sigue no caminará en la oscuridad sino que tendrá la luz de la vida. El Señor es la luz del mundo. Como Jesús es Dios, vino a salvar a Su pueblo de sus pecados. Como se encarnó en un hombre durante algún tiempo para obedecer la voluntad de Dios Padre y vino a salvar a la humanidad de todos sus pecados, dijo: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8, 12).
Debemos creer en Jesús como el Redentor y como Dios. Una persona que crea que Jesucristo, el Redentor, nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu, recibe la vida eterna y la luz de la vida. Aunque somos insuficientes y débiles, una persona que crea en Dios, quien dijo: «Hijo, tus pecados han sido perdonados» tiene la luz de la vida. Esto se debe a que Dios es perfecto y eterno. Por nuestra fe en Jesucristo, nos salva a través del Evangelio del agua y el Espíritu, se convierte en nuestro Pastor, y nos da la vida eterna. Como creemos en Él, hemos recibido completamente la salvación eterna y tenemos la luz de la vida.
Predico constantemente que Jesús es Dios, pero la gente cree en Él solamente como el Hijo de Dios. Pero nuestro Señor dijo: «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva». También dijo: «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba». Como es Dios, nos da las bendiciones de la remisión de los pecados y de la vida eterna, se convierte en nuestro Pastor, y dijo estas palabras. Aunque seamos insuficientes, el Señor nos ha dado la luz de la vida para que sigamos haciendo la obra de Dios.
El Apóstol Pablo dijo: «Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús» (Filipenses 3, 14). Como el Dios eterno se convirtió en la luz del mundo y brilló sobre nosotros, nuestra fe no cambiará, y saldrán ríos de agua de los corazones de la gente que cree en Jesús como Dios. La sed de nuestros corazones desaparece, y ya no sienten sed ni hambre. Todas estas cosas las hizo porque nos amó.
«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3, 16). Como Jesucristo, quien fue enviado por Dios Padre y nos amó, es Dios, los que creen en Él como Dios y Redentor que nos salvó a través del Evangelio del agua y el Espíritu, recibirán esta salvación. Como Dios nos amó, nuestros corazones se tranquilizan y están contentos. Como podemos mantener la compostura, podemos permitirnos atender a los demás.
No todo el mundo ha podido recibir la remisión de los pecados. Esas personas no pueden preocuparse por lo que les pase a los demás. Esa bendición la tienen en el corazón los que saben que Jesucristo, quien nos ha salvado, es Dios. Hemos recibido las bendiciones de Jesucristo y dar gracias a Dios quien nos dio esas bendiciones.
Si Jesús no fuese Dios, no podría haber dicho: «El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella». Jesús le dijo a la mujer que había sido sorprendida cometiendo adulterio que no tenía pecados. Lo pudo decir porque tomó todos sus pecados y los de toda la humanidad cuando fue bautizado en el río Jordán. Así que le dijo a la mujer que no tenía pecados y que no cometiese más pecados.
El Señor dijo: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida». Esto significa que es verdaderamente la luz del Cielo y el Salvador que vino a salvar a la humanidad. Dios vino a este mundo, nos salvó a través del Evangelio del agua y del Espíritu, se convirtió en nuestro Pastor, y nos dio la vida eterna. Como es nuestro Dios, el Dios Todopoderoso, y vive para siempre, todas las bendiciones que nos dio son perfectas. Así que las bendiciones que hemos recibido son maravillosas.
La obra que la Iglesia de Dios tiene que hacer es decirle a la gente cómo el Dios Todopoderoso ha eliminado nuestros pecados. Pero las iglesias de hoy en día no han sido capaces de hacer esto, y solo dicen: «Como somos hijos de Dios, debemos vivir con virtud». Jesús le dijo a la mujer: «No peques más», pero nosotros seguimos cometiendo pecados. Podemos decidirnos a no pecar más, pero es muy difícil no cometer pecados. Por eso solo podemos estar sin pecados si conocemos el Evangelio del agua y el Espíritu y creemos en él.
Como Jesús es Dios, eliminó todos nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Hay muchas personas que creen que Jesús es su Redentor, pero no pueden vivir por la justicia de Dios. Esto se debe a que no conocen la gracia que Dios quiere darles en Su justicia. Por supuesto, están agradecidos por la remisión de los pecados que han recibido, pero piensan que el amor que han recibido es demasiado pequeño. Viven de esta manera porque creen que recibir la remisión de los pecados solo es una parte de sus vidas pero no una bendición por la que vivir todas sus vidas.
Cuando Jesús habló del agua viva, hablaba del Espíritu, el cual recibirían los que creyesen en Él. Quien cree en Jesús en Verdad recibe el Espíritu. La gente que cree que Jesús es Dios recibe el Espíritu. No vale para nada que una persona no crea que Jesús es Dios, aunque crea que es su Salvador. Una encuesta realizada en Alemania preguntaba al público si creía que Jesús era Dios, y el 99% respondió que no lo creía. Cuando se les preguntó si creían si Jesús había nacido de la virgen María también respondieron que no. A parte de los laicos, también había clérigos que no creían. Sin el Espíritu una persona no puede decir que Jesús es el Señor.
Solo cuando creen que Jesús es Dios, pueden creer que Jesús nos ha salvado al venir al mundo encarnado en un hombre, tomar todos nuestros pecados a través de Su bautismo y ser colgado en la Cruz. Si no creen que Jesús es Dios solo le buscarán cuando necesiten Su ayuda o cuando tengan problemas y necesiten que les reconforte. Así que la Cruz se ha convertido en un mero símbolo de amor físico para este tipo de personas. Para la mayoría de cristianos la Cruz es un símbolo de sufrimiento, bienestar y amor. Eso es la religión. Pero yo recibí la remisión de los pecados como don del Espíritu al creer que Jesús es Dios y que tomó todos nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
Pronto estaremos en la cuaresma. Como Jesús resucitó nuestra fe también debe resucitar. Pero si realizásemos una encuesta para ver si la gente cree que morimos y luego resucitamos como Jesús, veríamos que la mayoría no cree en eso. Cuando estaba en el seminario no creí en la resurrección durante algún tiempo porque mi fe no era muy fuerte. Me di cuenta de lo grave que era tener una fe así de débil. Una persona puede recibir el Espíritu solo por fe.
El Señor dijo: «Creed en Mí, y de sus corazones saldrán ríos de agua viva». Si recibimos la remisión de nuestros pecados, nuestros corazones se refrescarán. Un corazón que tuviese hambre y sed por culpa del pecado se refresca cuando recibe la remisión de los pecados. Este río es un río espiritual. Si una persona recibe la remisión de los pecados, su corazón se refresca y entonces recibe el Espíritu Santo como un don. El Espíritu Santo entra en su corazón si recibe la remisión de sus pecados al conocer perfectamente el Evangelio del agua y el Espíritu, y creer que Jesús es Dios. Su corazón entonces se refresca.
El Señor nos preguntó en el pasaje de hoy en día si Jesús es Dios o no. Los judíos no creían que Jesús fuese el Hijo de dios y no creían que fuese el Creador que creó el universo. Como está escrito: «Dios les dio espíritu de estupor,
ojos con que no vean
y oídos con que no oigan,
hasta el día de hoy» (Romanos 11, 8). En esta generación la gente que cree en Jesús no tiene la fe que se necesita en los últimos días.
La fe que se necesita en los últimos días es la fe que sabe que Jesús es el verdadero Dios, que sabe que eliminó todos nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, y que cree que nos hemos convertido en los hijos de Dios al recibir la remisión de nuestros pecados y al recibir el Espíritu como un don. No se trata de hablar en lenguas, hacer grandes donaciones, ni de vivir bien.
Todo el mundo es insuficiente, pero Dios es verdadero. La Biblia nos dice que creamos en Jesús como Dios y que le adoremos en espíritu y verdad. Dios eliminó nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu y nos hizo hijos Suyos. Él es nuestro Pastor, y nos dio la vida eterna. Está con nosotros para siempre, nos ama, y nos cuida para siempre. Debemos saber esto y creer. Entonces, no importará cuándo venga al Señor.
Nosotros, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, creemos que Jesús es Dios. Debemos creer en esto completamente. Dios nos ama, nos bendice, y está con nosotros para siempre. Debemos reconocer que Jesús es Dios. En el último día no podremos hacer la obra que se nos ha confiado si no tenemos esta fe.
Estoy agradecido a Jesús porque es Dios y está con nosotros hoy.