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Kazania

Tema 18: Génesis

[Capítulo 1-10] Sólo podemos ser salvados de nuestros pecados si reconocemos nuestra maldad (Génesis 1, 9-13)

Sólo podemos ser salvados de nuestros pecados si reconocemos nuestra maldad(Génesis 1, 9-13)
«Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así. Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares. Y vio Dios que era bueno. Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno. Y fue la tarde y la mañana el día tercero».
 
 
El mensaje del pasaje de las Escrituras de hoy dice que todo el mundo debe reconocer su maldad y dar el fruto de la salvación.
Todo el mundo nació con pecados desde el momento en que nació en este mundo, y por tanto los seres humanos no pueden evitar cometer incontables transgresiones durante sus vidas. Dios quiso que nos diéramos cuenta de nuestra propia maldad y que entendiésemos la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu que Él nos ha dado. Ahora, para alcanzar la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesucristo nos ha dado, debemos reconocer nuestra maldad.
La realidad es que mucha gente vive sus vidas si conocer su maldad. Por culpa de nuestra propia justicia hemos abandonado a Dios. No podemos reconocer nuestra maldad porque nos creemos justos por nuestra cuenta. Si queremos ser salvados de nuestros pecados, debemos ver nuestra maldad primero y debemos conocer la justicia de Dios y creer en ella.
En otras palabras, para que los seres humanos puedan borrar sus maldades y sus pecados, deben buscar la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y creer en ella. Todo el mundo debe entender su naturaleza malvada, postrarse ante Dios, pedirle ayuda y creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado. Sólo entonces podremos ser salvados. Para ello primero tenemos que reconocer nuestra naturaleza malvada. La Palabra de Dios es la Palabra de Verdad que nos salva de los pecados. Los que reconocen la Verdad de Dios reciben la salvación del Señor y Él les permite dar muchos frutos de fe.
Debemos reconocer la Verdad que nuestro Señor nos dio el tercer día de la creación. La Biblia dice dos veces que en este tercer día de la creación «Dios vio que era bueno» (Génesis 1, 10, 12). Dios dijo una vez que estaba contento de ver la tierra seca descubierta, y la segunda vez dijo que era bueno ver las hierbas que dan semilla y los árboles que dan frutos.
En la Biblia, la tierra se refiere al corazón humano. Dios reunió las aguas que cubrían la tierra en un mismo lugar y vio la tierra descubierta y dijo que le complacía. Esto implica que la Palabra de Dios nos ha permitido ver la hipocresía que cubre nuestros corazones.
 
 

¿Por qué se complace Dios al ver la tierra seca descubierta?

 
Porque sólo podemos ser salvados cuando nuestra naturaleza, que es malvada, se revela. Las religiones que el hombre ha inventado no son más que sistemas de hipocresía. En otras palabras, los seres humanos han escondido su naturaleza malvada con una forma de hipocresía denominada religión, y por eso no se dan cuenta de que son seres malvados. Así que la gente no puede ver que está llena de pecados y ha caído en una gran mentira por la que se considera piadosa.
Por eso al contrario que los seres humanos, que intentan que sus pecados no sean descubiertos, Dios quiere que los pecados se revelen. Los pecados de la humanidad no pueden esconderse de Dios. Dios quiere exponer los pecados de las personas y curarlas. Sólo cuando la maldad de la gente se expone, Dios puede dar la remisión de los pecados a todos los pecadores, y por eso Dios se complace al ver que nuestros pecados se descubren completamente.
En general las personas quieren que los demás las vean como gente buena y piadosa. Así que fingen ser buenos, y al ser decepcionados por su hipocresía, muchos de ellos son convencidos de que de verdad son piadosos. Sin embargo la realidad es que hay muchos pecados en sus corazones y deben darse cuenta.
¿Para quién se cumple la salvación de Dios? La salvación es para los que saben que son pecadores y creen en el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado. En otras palabras, sólo los que admiten que están destinados a ir al infierno si siguen por su camino pueden recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Y ustedes? ¿No piensan acaso que sus corazones son piadosos? ¿Puede esta gente ser salvada de sus pecados? ¿O sólo se puede ser salvado si se reconoce la maldad de los corazones y se le pide al Señor que nos de Su gracia? Es lo último lo que puede salvarnos del pecado. Pero por desgracia no hay mucha gente que conozca y admita la maldad de sus corazones.
Dios dijo: «Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?» (Jeremías 17, 9). También dijo en Marcos 7, 21-23: «Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre».
Los pensamientos carnales de la humanidad sólo pueden ser malvados. Por naturaleza los seres humanos somos asesinos, adúlteros y depravados. Todos nacimos siendo seres malvados. Los que saben que son pecadores reciben la gracia de salvación de Dios. Y a través de estas personas Dios da los frutos de la remisión de los pecados y del evangelismo. En otras palabras, Dios estaba diciendo que nos daría la bendición de la salvación a todos los que se dieran cuenta de que son pecadores malvados que albergan estos pecados en sus corazones y que los siguen cometiendo durante el resto de sus vidas.
Esto es totalmente lo contrario de las enseñanzas del mundo. Desde nuestros padres hasta el sistema educativo nos enseñaron que debemos considerarnos buenos por naturaleza. Hay una teoría prominente denominada «teoría del encasillamiento» que está muy extendida en el campo de la educación de los jóvenes. Esta teoría insiste que si a un niño se le considera mentiroso por parte de sus profesores o padres, el niño se convertirá en un mentiroso y si al niño se le considera un buen chico, crecerá y será un hombre con un buen carácter. Pero esta teoría sólo explica el comportamiento humano hipócrita y no trata la naturaleza de los seres humanos.
La religión no es diferente. Todas las religiones promueven la bondad de la humanidad y su justicia. Las personas más malvadas del mundo son las que intentan ocultar sus pecados con falsas virtudes (hipocresía). Los que creen en el cristianismo como una mera religión, son así. Como no conocen su naturaleza, no aceptan el Evangelio de Dios que les salvará de sus pecados; en realidad, en vez de aceptar este verdadero Evangelio, predican falsos Evangelios que sólo hacen hincapié en los actos justos de la humanidad.
Por eso los peores enemigos de Dios en este mundo, los que más se levantan contra Él, son los cristianos que no han nacido de nuevo. Ellos afirman: «Pero, ¿acaso no tiene algunas virtudes la humanidad?». La Palabra de Verdad de las Escrituras declara que la humanidad no tiene ninguna virtud (Romanos 3, 10-12). Por eso debemos reconocer nuestra naturaleza primero, y darnos cuenta de que nuestros corazones están llenos de pensamientos carnales.
La Biblia dice que cuando empezó el tercer día de la creación de los cielos y la tierra, la tierra estaba cubierta de agua. El agua se refiere a las aguas que estaban debajo del firmamento. A veces, incluso el agua de debajo del firmamento puede parecer limpia. Sin embargo, el fondo, escondido por el agua, está muy sucio. Dios sólo puede limpiar el fondo cuando éste queda descubierto, y por eso dijo «descúbrase lo seco». Esto implica que como la naturaleza humana es malvada, Dios quiere que reconozcamos y admitamos nuestras transgresiones.
Jesucristo vino a llamar a todos los pecadores y a salvarnos de todos nuestros pecados. Nuestro Señor dijo: «No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento» (Lucas 5, 32). Dios dijo que los pensamientos malvados, el adulterio, la fornicación, el asesinato, el hurto, la envidia, la lascivia, la insensatez, el orgullo y todo lo demás, son inherentes a la humanidad y que los seres humanos tenemos corazones sucios. Dios no puede producir frutos a través de la gente que no revela sus pecados ante la Palabra de Dios. Pero si sabemos que no tenemos ningún mérito por nuestra cuenta, y que no somos más que seres pecadores, podemos encontrar a Jesucristo y nacer de nuevo.
 
 

¿A quién le ha llegado la salvación?

 
La salvación de la remisión de los pecados sólo viene a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Al creer en lo que Jesucristo ha hecho por los pecadores como nosotros podemos ser salvados a través de la gracia (Efesios 2, 8).
La Biblia dice: «Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal» (Génesis 6, 5), y Dios decidió juzgar al mundo. Y el juicio de Dios vino al mundo y a través de él los pecadores fueron destruidos, excepto Noé y sus ocho parientes que fueron salvados.
Noé fue salvado porque encontró la gracia de Dios, como está escrito: «Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová. Estas son las generaciones de Noé: Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé» (Génesis 6, 8-9). La palabra «gracia» es un sinónimo de regalo, don. Noé también era pecador, porque era débil e insuficiente como todo el mundo, pero Dios le libró del juicio. ¿Cómo fue esto posible? Fue posible porque Noé y su familia encontraron la gracia de la remisión de los pecados de Dios y se convirtieron en justos. En otras palabras, al creer en la gracia de Dios de la salvación, Noé se convirtió en un hombre justo.
Dios salvó a Noé al revestirlo de Su gracia. Al igual que Noé, Dios nos ha salvado con la misma gracia. Aunque nuestros pensamientos y actos sean malvados, Dios nos ha bendecido para convertirnos en Su pueblo. Después de descubrir la tierra, Dios la bendijo para que diera hierba que produce semilla y árboles frutales que dan frutos según su clase. Cuando la tierra seca queda descubierta, la tierra empieza a dar frutos a los ojos de Dios.
En otras palabras, los seres humanos nacen de nuevo de sus pecados al admitir que son pecadores destinados al infierno, y al creer en Jesucristo, que vino por la Verdad del agua y el Espíritu y que ha salvado a los pecadores del pecado. Si nos damos cuenta de que somos pecadores y no quitamos la máscara de la hipocresía que oculta nuestros corazones, podemos recibir la remisión de los pecados y dar todos los buenos frutos, todo con tan sólo aceptar la Palabra de Dios y creer en ella.
 
 

Dios aborrece a los hipócritas

 
Los que fingen ser piadosos ante Dios no conocen la Verdad de nacer de nuevo del agua y el Espíritu. Los seguidores de la religión que esconden su maldad detrás de sus sonrisas educadas son los típicos hipócritas. ¿Por qué son tan hipócritas constantemente? Porque quieren esconder el hecho de que son pecadores destinados al infierno. No escuchan ni la Palabra de Dios ni la voz de sus conciencias y fingen ser personas justas aunque en realidad sean pecadores. Como no admiten el hecho de que serán arrojados al infierno por sus pecados, no tienen el deseo de recibir la remisión de los pecados. Por eso rechazan el Evangelio del agua y el Espíritu.
Hay mucha gente en este mundo que piensa que es buena gente. Los que están tan engañados que creen que son piadosos ante Dios, es decir los que no admiten ante Dios que son pecadores malvados, son todos hipócritas. Los que alardean de su hipocresía y buscan una fe basada en las obras son hipócritas que no siguen la Verdad de nacer de nuevo, que es la que de verdad complace al Señor, sino que siguen su propia justicia. Dios aborrece la hipocresía de la humanidad, es decir, aborrece las falsas virtudes.
Así que ahora deben darse cuenta de que la falsa bondad de la humanidad es un pecado mortal que se levanta contra la verdadera bondad de Dios y conduce al infierno. El que los seres humanos oculten su maldad con su hipocresía es como intentan taparse los ojos para no verlo. Cuando inclinan una botella de salsa de soja, lo que sale de ella es salsa de soja. No puede salir agua de una botella llena de salsa de soja. Por tanto, si la humanidad es sucia y obscena, ¿cómo puede salir algo bueno de ella?
Por tanto, los seres humanos deben confesar primero su maldad ante Dios, creer en la Biblia, que es la Palabra de Dios, y ser perdonados por sus pecados. Una vez reciban la remisión de sus pecados y se hagan justos, no deben seguir la hipocresía de la humanidad, sino que deben seguir sólo la Palabra de Dios por fe. Entonces podremos dejar de lado toda la hipocresía de la humanidad y seguir solamente al Evangelio de la Verdad que nos reviste con la justicia de Dios cuando admitimos que estamos destinados a cometer pecados hasta el día en que muramos.
Mis queridos hermanos, incluso los que han sido salvados de sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu deben reconocer que son sucios y malvados en la carne. A través de los que admiten ser malvados al creer en la Palabra de Dios se revela la gloria de Dios y se producen los frutos de la justicia. Por el contrario, los pecadores que no creen en la Palabra de Dios tal y como es no dan ningún fruto de la verdadera bondad de Dios. El que estemos obligados a reconocer que somos obscenos, sucios y sórdidos no se debe a que hayamos cometido estos pecados con nuestros actos. En realidad como creemos en la Palabra de Dios, reflexionamos sobre ella y estamos obligados a admitir que somos seres humanos malvados.
La justicia de Dios está en el Evangelio del agua y el Espíritu. Todos nosotros somos seres humanos malvados por naturaleza, pero como hemos aceptado el Evangelio de salvación, el Evangelio de la remisión de los pecados, hemos sido salvados y ahora vivimos como gente justa. Así es como los salvados dejan de lado su hipocresía y predican la justicia de Jesucristo, porque sólo esta justicia de Jesucristo vive en ellos. Al recibir la remisión de nuestros pecados, podemos admitir que todavía somos malvados y así nos convertimos en instrumentos de la justicia para la obra justa de Dios.
Dios no pone su esperanza en la hipocresía de la humanidad. La hipocresía no es más que un engaño. Así que no se puede confiar en ella. La religión también es hipócrita y por eso Dios no pone Su esperanza en ella.
La hipocresía lleva a la autodestrucción. La hipocresía es un pecado. Es el obstáculo que impide que recibamos las bendiciones de Dios. Es una maldición. La hipocresía es lo que Dios utiliza para maldecir a la gente. Si alguien quiere recibir las bendiciones de Dios, debe alejarse de la hipocresía. La hipocresía debe dejarse atrás porque destruye las almas. La verdadera bondad consiste en creer en Dios y conocerse a uno mismo.
Dios no pone Su esperanza en los hipócritas. Pone Su esperanza en los que creen en Su Palabra. La Iglesia de Dios no pone sus esperanzas en la hipocresía de la humanidad. No ponemos nuestra esperanza en otros seres humanos, en ninguno. Esto se debe a que la carne de los seres humanos está llena de hipocresía. Como la carne de todo el mundo es igual, es una ilusión pensar: «Yo soy como ese hombre; soy diferente a todo el mundo». Todos los seres humanos son un montón de pecados, pero el Señor reveló la justicia de Dios al convertirse en el Salvador de los pecadores. Ha revelado que ante la Palabra de Dios nadie es justo.
No se engañen a sí mismos. No se dejen engañar por su propia justicia. Nadie debe creerse bueno. Dios dijo que los seres humanos son obradores de iniquidad y que el corazón humano está más corrupto que nada.
Sin embargo, el poder de Dios es tan grande que puede dar el fruto de Su justicia a través de seres humanos malvados. Lo que nos ha salvado de nuestros pecados a través de la Verdad es la bondad de Dios y Su justicia. Este es el poder de Dios. ¿No es maravilloso? El Evangelio de la salvación es la única Verdad que Dios tiene. Para dar el fruto de la Verdad debemos darnos cuenta de que hemos sido pecadores e hipócritas y debemos creer en ello.
 
 

¿Reconocen todos los pecados que se revelan en ustedes?

 
Incluso por los que han nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, el primer fenómeno que tiene lugar es que la maldad de su carne se revela cada vez más. En otras palabras, su maldad se descubre más que antes.
Lo mismo me ocurrió una vez. Antes no discutía con mi mujer casi, pero cuando recibí la remisión de mis pecados empecé a discutir con ella y mis palabras eran más duras, como si me hubiera olvidado de mis modales. Así que después de recibir la remisión de mis pecados, empecé a preguntarme: «¿Por qué soy así? ¿Significa esto que no he sido salvado de mis pecados? ¿Cómo puede estar haciendo esto?».
La Palabra de Verdad de Dios deja claro que somos seres malvados revestidos de hipocresía, pero como no reconocemos la Palabra de Dios en nuestros corazones, hace que la tierra seca se descubra en nuestras vidas. Si no reconocemos la Palabra de Dios escrita, es decir, la Verdad de Su bondad, la Palabra de Dios debe luchar contra nosotros y vencernos, y así Dios expone toda la maldad de la humanidad a través de nuestras circunstancias. Por eso los nacidos de nuevo son atormentados por su maldad.
Pero cuando admiten su maldad y confían en la Palabra de Verdad de Dios, pueden dar el fruto de la remisión de los pecados. Nosotros no sabíamos por nuestra cuenta que teníamos estos pecados, pero el Señor reveló nuestra maldad para que viéramos nuestros pecados y los reconociéramos. Así el Señor nos salvó a través de la Palabra del agua y el Espíritu. Por tanto, cuanto más se revele nuestra maldad, más le daremos gracias al Señor.
Todo el mundo debe reconocer la Palabra de Verdad de Dios cuanto antes posible para así volver a Dios como obradores de iniquidad llenos de hipocresía, y nacer de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesucristo nos ha dado. Si de verdad quieren enorgullecerse del Evangelio y vivir en la luz de este Evangelio con Dios, deben creer completamente en Su Palabra de Verdad.
Aquellos que viven por su propia hipocresía no conocen la Verdad que enseña la Palabra de Dios y por eso sus vidas se hacen aún más hipócritas. Como ven que son incapaces de vivir piadosamente por mucho que lo intentan, acaban dejando de lado sus vidas de fe. En otras palabras, son engañados por su hipocresía y no pueden vivir sus vidas de fe hasta el final. A través de la Palabra de Dios deben darse cuenta de qué tipo de personas son, y deben dejar de lado su hipocresía. Los seres humanos pueden ser salvados sólo si conocen su maldad y si sus pecados son revelados.
¿Y qué hay de ustedes? ¿Admiten que son malvados? ¿Reconocen que la humanidad es malvada al 100%? Yo admito de todo corazón que era un pecador completamente, tal y como lo dice la Palabra de Dios. Y lo creo. Como no he hecho nada de lo que pueda alardear, y como no hay bondad en el ser humano, Jesucristo vino al mundo, fue bautizado y derramó Su sangre para borrar los pecados de la humanidad malvada, todos y cada uno de los pecados del mundo. Todos nosotros hemos sido salvados al creer en Jesucristo, nuestro Salvador, es decir, al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
El Espíritu Santo da testimonio de que sólo la Palabra de Dios es la Verdad. Al creer en esta Verdad, la humanidad ha sido salvada de sus pecados y se ha convertido en un instrumento de justicia. Si no fuera por Dios y si no fuera porque la Palabra de Verdad de Jesucristo es tan virtuosa, la humanidad habría vivido despidiendo un olor horrible y corrupta por culpa de su hipocresía. Ahora todo el mundo debe creer en la Palabra de salvación que dice que Jesucristo nos ha salvado a través del bautismo que recibió, la sangre que derramó en la Cruz y el Espíritu Santo, y también debe alcanzar su salvación.
Les pido que admitan su maldad, confíen en la Palabra de Dios de Verdad y crean en el Evangelio del agua y el Espíritu para que puedan ser salvados de todos sus pecados de hipocresía y vivan como personas justas. Y una vez se conviertan en personas justas, les pido que vivan el resto de sus vidas como instrumentos de la justicia de Dios, reconociendo Su Palabra de Verdad y creyendo en Su justicia.
La verdadera salvación que Dios nos ha dado viene a los que admiten su hipocresía y la dejan de lado. Y a esta gente que admite su naturaleza, Dios le ha dado la salvación. Doy gracias a nuestro Señor. ¡Amén!