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Tema 21: Evangelio de Marcos

[Capítulo 4-3] El Reino de Dios ha sido cumplido por el Evangelio del agua y el Espíritu (Marcos 4:21-32)

El Reino de Dios ha sido cumplido por el Evangelio del agua y el Espíritu(Marcos 4:21-32)
“También les dijo: ‘¿Acaso se trae la luz para ponerla debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz. Si alguno tiene oídos para oír, oiga.’ Les dijo también: ‘Mirad lo que oís; porque con la medida con que medís, os será medido, y aun se os añadirá a vosotros los que oís. Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.’ Decía además: ‘Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo. Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga; y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.’ Decía también: ‘¿A qué haremos semejante el reino de Dios, o con qué parábola lo compararemos? Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra; pero después de sembrado, crece, y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del Cielo pueden morar bajo su sombra.’”
 
 
Acabamos de cantar juntos himnos nuevos. La Biblia nos dice que alabemos a Dios con salmos, himnos y canciones espirituales, y me complace que lo hayamos hecho. Doy gracias a Dios por el Evangelio del agua y el Espíritu que nos ha llevado por la senda de la justicia.
Leemos Marcos 4:21-32 juntos por el pasaje de las escrituras de hoy. El Señor nos dijo: “¿Acaso se trae la luz para ponerla debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz” (Marcos 4:21-22). Aquí el Señor señala una analogía con una lámpara hablando del Evangelio del agua y el Espíritu difundiéndose por todo el mundo.
Hoy en día se utiliza la electricidad para la iluminación, pero en el pasado, se utilizaban lámparas para la iluminación. En Corea, las lámparas eran puestas en una mesa baja, como la gente solía sentarse en el suelo en lugar de en sillas, pero en el oeste, donde el uso de la silla era común, la luz se colocaba alta en un nicho para iluminar todo el cuarto. Así, el Evangelio del agua y el Espíritu debe también ser revelado, en lugar de ocultarse, para iluminar todo el mundo.
Ya no se puede ocultar el Evangelio del agua y el Espíritu. Tampoco existe ninguna razón para ocultar este Evangelio del agua y el Espíritu que trae la remisión de los pecados a todo el mundo. Es mandamiento del Señor que de hecho debemos extender este Evangelio para llenar todo el mundo con su luz. Tal como dice la Biblia: “Que prediques la Palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo” (2 Timoteo 4:2), debemos predicar este Evangelio todo el tiempo. Por lo tanto, en lugar de pensar que no hay más lugar para predicar el Evangelio, deberíamos buscar lugares donde el Evangelio no se ha predicado todavía. Para avanzar, debemos seguir dándonos cuenta de que es la voluntad de Dios para nosotros, el difundir el Evangelio del agua y el Espíritu cada vez más en todo el mundo. También Jesús predicaba el Evangelio del Reino de los Cielos constantemente a lo largo de su vida pública. Después de que Jesús era bautizado y crucificado, cuando se levantó de entre los muertos en tres días, Él pidió a sus discípulos el predicar también este Evangelio. Esto es lo que debe hacer todo creyente como algo obvio, y también es nuestra vocación como creyentes.
Muchos cristianos creen sólo en la sangre de la Cruz, en lugar del Evangelio completo del agua y el Espíritu. Cuando les predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu, piensan que es extraño y misterioso. Como pensaban que lo que creían todo ese tiempo era absolutamente cierto y seguro, si escucha la Palabra del agua y el Espíritu, se preocupaban de que sus creencias podrían estar equivocadas. Por el contrario, nuestra fe es inquebrantable; por ello agradezco al Señor el salvar a todos nosotros de los pecados del mundo, a través del Evangelio del agua y el Espíritu y hacernos los hijos de la luz quitándonos a todos nuestra oscuridad espiritual y todos nuestros pecados. El Evangelio del agua y el Espíritu que nos dio el Señor es la Verdad indiscutible de que nos ha salvado, y no hay ningún otro Evangelio Verdadero además de este. Para salvarnos de los pecados del mundo, el Señor no ha dado ningún otro Evangelio, sólo el Evangelio del agua y el Espíritu. Dijo aquí en el pasaje de las escrituras de hoy, que no hay nada oculto que no será revelado. Esto significa que debido a que el Señor ya ha revelado todo acerca de la Verdad con el Evangelio del agua y el Espíritu, ya no hay nada que ocultar y por lo tanto, nada para revelarse.
Sin embargo, parece que muchas personas no entienden lo que Jesús dijo aquí en Marcos 4:22-23: “Por que no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz. Si alguno tiene oídos para oír, oiga.” Este pasaje puede resultar un poco confuso como la frase es bastante compleja, pero el pasaje significa en términos sencillos, que lo que está oculto está sujeto a exponerse, y lo que se mantiene en secreto será revelado. En otras Palabras, esto significa que no puede haber ningún secreto. El Evangelio del agua y el Espíritu ya se ha revelado al mundo entero, por lo que no hay más que revelar incluso si uno quisiera.
El Señor ha salvado a toda la raza humana de sus pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Este Verdadero Evangelio proclama el bautismo de Jesús, su sangre en la Cruz y su resurrección como elementos indispensables de nuestra salvación. Cuando el Señor vino a este mundo, Él era bautizado por Juan Bautista a la edad de 30 años. A través de este bautismo tomaba consigo todos los pecados de la humanidad. Luego que Jesús comenzó a vivir su vida pública, después de haber aceptado todos los pecados de la raza humana a través de su bautismo. Y Él cargó cada pecado de este mundo a la Cruz, era crucificado hasta la muerte y se levantó de entre los muertos en tres días, pagando así todo el precio de los pecados de este mundo.
 
 

El Señor vino a este mundo para manifestar la verdadera salvación con el Evangelio del agua y el Espíritu

 
Cuando ustedes traen una lámpara, no la ponen bajo una cama o por debajo de un nicho, sino que la ponen en el nicho para alumbrar el cuarto. ¿No es así como se coloca cualquier lámpara? El Evangelio del agua y el Espíritu ha sido plenamente revelado también, por lo que no hay más por revelar. Innumerables documentos ya han sido revelados para mostrar que la Biblia es en realidad objetiva, y ahora estamos viviendo en un mundo donde uno fácilmente puede salvarse por escuchar y creer en el la Palabra del Evangelio que se difunde ampliamente. Cualquier persona puede salvarse si él/ella sólo escucha y cree en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Aparte de la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor dio a todos los seres humanos, no hay nada más que haya remitido sus pecados. Es el Evangelio del agua y el Espíritu a través del cual el Señor ha condonado a todos nuestros pecados. Nacido en este mundo a través del cuerpo de la Virgen María, el Señor aceptó todos los pecados del mundo, mediante el bautismo que recibió de Juan el Bautista y, por tanto, habiendo asumido los pecados de este mundo, Él era crucificado hasta la muerte. Porque el Señor pagó todo el precio de nuestros pecados en nuestro lugar, ya no tenemos más que pagar el pecado. Es cómo el Señor nos ha salvado de los pecados del mundo. Por lo tanto, no hay ningún otro Evangelio sino el Evangelio del agua y el Espíritu. Este Evangelio del agua y el Espíritu es el único de la Verdad de la salvación. Y como ha dicho el Señor, cualquiera que tenga oídos para escuchar, debe escuchar este Evangelio.
El Señor dice en Juan capítulo 3 que a menos que uno sea nacido de nuevo del agua y el Espíritu, él/ella no puede ver ni entrar en el Reino de Dios. Si ustedes desean ser perdonados de sus pecados y entrar en el Cielo, deben primero nacer de nuevo por creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y ser purificados todos tus pecados. En otras Palabras, deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y así recibir la remisión de los pecados al nacer de nuevo como hijo de Dios, del hijo del hombre. Nacer de nuevo, significa haber nacido una segunda vez, esta vez de Dios. Ustedes nacieron como pecadores la primera vez, pero ahora deben nacer de nuevo como una persona redimida, por segunda vez. Por eso, ustedes deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
En Marcos 4:1-20, el Señor nos ha dicho la parábola del sembrador, y a través de esta ilustración nos dijo que nos convirtamos en buenos campos sembrados con buenas semillas. Esto significa que ahora que el Señor ha revelado realmente salvación completamente a nosotros, ya no se oculta, deberíamos convertirnos en buenas tierras y aceptar la Palabra con alegría. Echen un vistazo al Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Qué tan claramente es registrada? Durante la época de la Iglesia Primitiva, todos los apóstoles sabían y creían en el Evangelio del agua y el Espíritu, y todos ellos predicaban este Evangelio. Sin embargo, la mayoría de los cristianos de hoy, no conocen este Evangelio del agua y el Espíritu. Y lo repito, demasiados cristianos no tienen una comprensión suficiente de la razón por la qué Jesús era bautizado por Juan el Bautista.
Sólo unos momentos, mientras estaba preparándome para venir a la iglesia para el servicio de adoración de esta noche, estaba viendo un canal de televisión cristiana. Un pastor estaba predicando sobre Mateo 3:11-13. Ya que tenía que irme pronto a la Iglesia sólo lo vi brevemente para escuchar la introducción, pero sólo con escuchar esta introducción, ya podía imaginar lo que el pastor iba a decir en su sermón. El sermón estaba básicamente diciendo que, a pesar de que no había ninguna razón para que Jesús erara bautizado, de todos modos era bautizado con el fin de convertirse como los hombres, para que hiciera que todos creyeran en Dios y pudieran ser purificados de sus pecados.
Sin embargo, permítanme dejar claro que el Señor no era bautizado por Juan el Bautista simplemente para ser como hombre. El Señor dijo claramente: “Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia” (Mateo 3:15). Como aquellos que creen en Jesús, debemos entender claramente esta escena del bautismo de Jesús en términos espirituales. Jesús dijo aquí que él tenía que cumplir con toda la justicia de Dios por ser bautizado por Juan el Bautista. También explicó la razón de esto, diciendo que era adecuado para que Él tomara todos los pecados de la humanidad por ser bautizado por Juan el Bautista y así cumplir con toda la justicia de Dios. La Palabra “por lo tanto” es “οϋτως” (hoo’-tós) en Griego, que significa “sólo de esta manera” o “ninguna otra manera sino esta”. Dicho de otra forma, el método más apropiado de la salvación era que Jesús salvara toda la raza humana soportando todos los pecados de la humanidad sobre su cuerpo “de una vez por todas” a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y por ser crucificado hasta la muerte. Jesús, el sumo sacerdote del Cielo, vino a este mundo encarnado en hombre. Y el propósito espiritual por el que le pidió a Juan el Bautista que impusiera sus manos sobre su cabeza y lo bautizara era para convertirse en el Cordero de expiación que cargaba con todos los pecados de la humanidad, así como el Cordero sacrificial del Antiguo Testamento expiaba los pecados de los israelitas a través de la imposición de manos del Sumo Sacerdote.
El Señor así se llevó todos los pecados de la humanidad sobre su cuerpo a través de su bautismo, y sacrificó su cuerpo en la Cruz para convertirse en nuestro propio Cordero del sacrificio para ser juzgado por nuestros pecados. Era para aceptar y soportar nuestros pecados, que el Señor fue bautizado. Y Él fue crucificado a muerte para pagar el precio de todos nuestros pecados. Ni más ni menos esto es la justicia de Dios. La justicia de Dios es el hecho de que Jesús fuera bautizado, crucificado y resucitado a fin de salvar a todos los seres humanos de sus pecados, para que pudieran hacerse hijos de Dios y vivir con el Señor para siempre, porque todos habían sido destinados a la destrucción por sus pecados. Aceptando así todos los pecados de la raza humana a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, muriendo en la Cruz, y resucitando de entre los muertos, el Señor se ha convertido en el Verdadero Salvador de la humanidad. Y el Señor ha traído salvación a nosotros a través del Evangelio del agua y el Espíritu, para que diera el derecho de ser hijos de Dios a todos los que creyeran en este Evangelio.
Aún oigo innumerables predicadores diciendo que Jesús fue bautizado humildemente para ser como hombre, y esto es lo que me motiva a predicar el Evangelio del agua y el Espíritu aún más expeditamente. La Biblia llama a Jesús el Cordero de Dios, como Juan Bautista testificó en Juan 1:29, “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” ¿Cómo este Cordero de Dios, el Redentor de la raza humana, realiza su obra de salvación para nosotros? Me permito introducir un hecho sorprendente sobre este pasaje en caracteres chinos: Justicia aquí es “Yi” (義) en chino, y esta carta se compone de dos letras, es decir: “Yang” (羊) que significa “oveja” y “Wo” (我) que significa “Yo”. Esto implica que uno se hace una persona justa por creer en una oveja, es decir, en el Cordero de Dios. En otras Palabras, la justicia se logra gracias al sacrificio del Cordero. A diferencia de los animales ordinarios que patean y gritan cuando los arrastran a la casa de sacrificio, el Cordero de Dios recibió su bautismo tranquilamente y derramó su sangre en la Cruz en silencio. Jesús no mostraba absolutamente ningún tipo de resistencia, incluso cuando Él fue crucificado hasta la muerte. Él obedeció a Dios Padre hasta el final. A pesar de que nuestro Señor era Todopoderoso, cumplió la voluntad de Dios padre. Incluso cuando era crucificado, no protestaba, ni intentaba evitarlo. De hecho, se había convertido en el Cordero de sacrificio de nuestros pecados. Jesús se había convertido en toda la “justicia” de Dios.
La frase “toda justicia” es “πάσαν δικαιοσύνην” (pasan dik-ah-yos-oo’-nayn) en Griego, que denota la justicia o la equidad. Dicho de otra manera, la verdadera justicia de Dios es recta y sin errores, justo y equitativa. Jesús nos ha mostrado la justicia de Dios. Habiendo llegado a este mundo encarnado en la carne del hombre, Jesús expió todos los pecados de la humanidad sobre su cuerpo al ser bautizado, y Él quitó el castigo y el sufrimiento de todos, por los pecados de la humanidad al ser crucificado. Tomó consigo los pecados de todos de una vez por todas, dejando ni uno. Jesús había venido a este mundo para cumplir con la justicia de Dios y para lograr este objetivo, fue bautizado voluntariamente y crucificado con valentía. No rogó cobardemente por salvar su vida. Es cómo Jesús nos ha salvado. Por esto, el Evangelio del agua y el Espíritu es invaluable.
Algunas personas, después de leer mis libros sobre el Evangelio del agua y el Espíritu, me han criticado por acentuar el bautismo de Jesús tanto. Uno de ellos aseguró el señalar más adelante, si este Evangelio del agua y el Espíritu es incorrecto o no, pero este hombre no ha dicho nada desde entonces. El debió haber señalado específicamente lo que está mal y en qué página se encuentran tales errores. Yo habría entonces respondido a sus críticas por escrito, para que el argumento no degenerara en un intercambio polémico.
Sin embargo, este crítico no puede argumentar convincentemente que Jesús no asumió los pecados de este mundo a través de su bautismo. Esto es porque él no conoce ni cree la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Sin ni siquiera tratar de comprender la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu correctamente, sólo piensan que es extraño. Pero si el Evangelio del agua y el Espíritu que predicamos nosotros se compara con la Biblia, cualquiera puede darse cuenta que este Evangelio no está mal. Uno debería verificar por sí mismo si el Evangelio del agua y el Espíritu es incorrecto o no antes de rechazarlo ciegamente.
Una vez vi a celebridades en la televisión en un juego para adivinar una frase sólo mediante la lectura de los labios. Con unas orejeras bloqueándoles los oídos, tenían que decir lo que la otra persona decía, Leyendo los labios y pasando así a otra persona hasta pasar a una última. Pero la frase rara vez pasó en su forma original. En el momento que la frase llegaba a la última persona, era otra totalmente diferente de la frase original. El proceso por el cual era corrompido el Evangelio del agua y el Espíritu también es similar a este.
Todos los apóstoles predicaban el bautismo de Jesús, su muerte en la Cruz y su resurrección. E incluso después de que ellos se esparcieron por el mundo después de la resurrección de Jesús, seguían predicando el Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo, con el paso del tiempo se adulteró la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Jesús dijo a sus discípulos que los había salvado de una vez por todas a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Por lo que los discípulos también predicaron que todos tenían que nacer de nuevo, a través del Evangelio del agua y el Espíritu, tal como ha dicho el apóstol Pedro: “El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva” (1 Pedro 3:21).
Los padres de la iglesia aprendieron de los doce discípulos de Jesús, y a su vez, estos padres de la iglesia tuvieron discípulos debajo de ellos. Pero de ahí en adelante, el Evangelio del agua y el Espíritu se comenzó a corromper. Como las enseñanzas se transmiten de una generación a otra, algunas personas añaden sus propios pensamientos y se desvía el Evangelio del agua y el Espíritu, proclamado por Jesús. Como resultado de ello, varias doctrinas comenzaron a surgir en el cristianismo. Incontables doctrinas se generaron, tales como la doctrina de la predestinación y la doctrina de la santificación incremental. Las antiguas disputas de que la salvación era predestinada por Dios incondicionalmente antes de la Fundación del mundo, y las últimas de que la salvación se completaban con la auto-santificación, por lo tanto uno debe observar la Ley fielmente además de creer en Jesús para entrar en Cielo. En esta época presente también, hay muchos de esos cristianos que tontamente piensan que sus propias doctrinas confesionales son todo lo que importa y creen en estas doctrinas y las siguen como si fueran la Verdad. A pesar de que el problema de nuestros pecados ha sido claramente resuelto a través del Evangelio del agua y el Espíritu, todavía intentan purificar sus pecados al ofrecer sus propias oraciones de arrepentimiento. Otros creen ciegamente que como ya estaba predestinada la salvación desde antes de la Fundación del mundo, cualquier persona que crea en Jesús irá al Cielo incondicionalmente. Así, hay muchos cristianos hoy en día que están atados a tantas falsas creencias. Pero es el Evangelio del agua y el Espíritu el que hace posible que todos puedan nacer de nuevo, y por lo tanto, todos ustedes deben conocer y creer en este Evangelio.
El Señor dijo en Marcos 4:24-25: “Mirad lo que oís; por que con la medida que medís, os serás medido, y aún se añadirá a vosotros los que oís. Porque al que tiene, se le dará; dará; y al que no tiene, aún lo que tiene se le quitará.” Este pasaje significa que cuando ustedes escuchan a alguien predicando el Evangelio del agua y el Espíritu, ustedes debe creer en este Evangelio, pero cuando escuche a alguien predicar sólo la sangre de la Cruz en lugar del Evangelio del agua y el Espíritu, deben tener cuidado con lo que escuchan. En otras Palabras, está diciendo el Señor que rechacen cualquier enseñanza que no sea del Evangelio del agua y el Espíritu.
En esta época presente cuando es que se predica el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo, algunas personas tratan de evaluar por su propia cuenta si el Evangelio del agua y el Espíritu es correcto o no. En otras Palabras, algunas personas están criticando este Evangelio como si supieran algo, analizándolo de acuerdo con sus propias normas. Pero Dios dice a estas personas: “Por que con la medida que medís, os serás medido, y aún se añadirá a vosotros los que oís. Por que al que tiene, se le dará; dará; y al que no tiene, aún lo que tiene se le quitará.” Todos los cristianos del mundo deben examinarse a sí mismos para ver si escuchan la Palabra de los sermones que sólo predican la Cruz, ó el Evangelio del agua y el Espíritu. Deben analizar qué Evangelio es el verdadero Evangelio que lleva a la salvación y decidir qué creer en función de la Palabra de Dios.
Pero cuando algunas personas escuchan el Evangelio del agua y el Espíritu, lejos de aceptarlo, dicen que este Evangelio es erróneo. Dicen de manera cínica: “Tal y como tengo entendido, el cristianismo de la corriente principal ha predicado sólo la sangre de la Cruz por casi 2,000 años, por lo tanto ¿que es este Evangelio del agua y el Espíritu que ha aparecido de repente? Incluso los apóstoles de Jesús dijeron que no tenían nada de que jactarse excepto en la Cruz, y por lo tanto ¿por qué dicen ustedes que el Evangelio del agua y el Espíritu es el único y Verdadero Evangelio?” Estas personas no se dan cuenta que se predicó el Evangelio del agua y el Espíritu desde los primeros 300 años más o menos del cristianismo, y a partir de entonces estaba corrompido. Se ha considerado que el Evangelio del agua y el Espíritu se predicó desde el año 313 D. C., cuando se emitió el Edicto de Milán. Pero desde entonces ha sido predicada sólo la sangre de la Cruz. Se trata de un Evangelio corrupto. Se fue distorsionando completamente, al igual que en el juego de adivinar las palabras.
Juan Bautista desempeñó un papel indispensable en la obra de Jesús de la salvación. Es debido a su bautismo que Jesús pudo comenzar su obra de salvación, y sólo después de que Jesús recibió este bautismo, Dios padre dijo: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” (Marcos 1:11). Así, Jesús se llevó los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Si él no hubiera hecho esto, y en su lugar solo derramar su sangre en la Cruz de repente un día para ser nuestro Salvador, entonces esto no sería una salvación justa. No es el Evangelio del agua y el Espíritu, con el que el Señor nos ha comprado por un precio.
Dios nos permitió como pecadores utilizar un Cordero de sacrificio que podía pagar el precio de todos nuestros pecados en nuestro lugar, por lo tanto, Jesús vino a este mundo como Cordero para sacrificarse a Dios. La Biblia dice: “Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él” (1 Juan 3:5). Porque Jesús tomó todos nuestros pecados en su cuerpo y se entregó en la Cruz, él pudo ofrecerse a sí mismo a Dios Padre como nuestra verdadera propiciación. Por lo que el precio que Jesús tenía que pagar por nuestros pecados era el derramamiento de su propia sangre. Eso dice la Biblia: “Y sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Hebreos 9:22). La muerte de Jesús es el sacrificio que hizo por los pecados de la humanidad, por que Él los había asumido a través de su bautismo. El Cordero de Dios podía convertirse en nuestra propiciación, aceptable para Dios Padre sólo si Él era bautizado y crucificado hasta la muerte. Es asumiendo los pecados de la humanidad a través de su bautismo y derramar su sangre, que Jesús se había convertido en la propiciación para toda la raza humana. Dios declara que debido a que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista y derramó su sangre hasta la muerte, Él hizo la expiación de todos nuestros pecados y pagó el precio por ellos en su totalidad.
¿Nos salvó Jesús del pecado de una mala manera e injusta al parecer de todos? ¿Llegó Él a la Cruz sin realmente tener nuestros pecados, diciendo, “No quiero ser bautizado por Juan el Bautista, así que sólo consideren que he expiado sus pecados”? Había venido a este mundo encarnada en hombre con el fin de líbranos de todos los pecados del mundo y todas las maldiciones de la Ley, y habiendo tomado todos nuestros pecados por ser bautizado por Juan el Bautista, Él voluntariamente sacrificó su cuerpo en la Cruz para ser crucificado hasta la muerte. Y por resucitar de entre los muertos en tres días, completó toda su obra de redención para convertirse en el Salvador de todos los que creen en Él.
Jesús dijo a todo el mundo, “Mirad lo que oís; Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.” Esto significa que quien cree en el Evangelio del agua y el Espíritu recibirá más recompensas, pero quien no cree en este Evangelio perderá incluso cualquier poca fe que tenga. Para aquellos que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, entre más pase el tiempo y más escuchen la Palabra de Dios, más acumulan verdadera fe en sus corazones. Por el contrario, quienes rechazan el Evangelio del agua y el Espíritu perderán incluso la más mínima fe que tienen con el paso del tiempo. En otras Palabras, incluso negarán que Jesús sea Dios mismo a lo largo del camino.
 
 

La Biblia dice que el Reino de Dios es como un granjero sembrando semillas en el campo

 
El Señor dijo lo siguiente en Marcos 4:26-29: “Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo. Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga; y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.”
Como dice de este pasaje, un agricultor sembró la semilla en el suelo, y mientras él dormía y despertó a trabajar día y noche, la semilla creció y hubo cultivo. Esto significa que a pesar de que el agricultor sólo dormía por la noche y se levantaba de día, la semilla había crecido y madurado mientras. Esta parábola ilustra cómo es predicado el Evangelio. El Señor habló de predicar el Evangelio haciendo una analogía sobre la agricultura. Esto es porque al igual que un agricultor puede cosechar cultivos, si trabaja el campo con cuidado, el fruto del Evangelio también tendrá que nacer si predicamos el Evangelio con esmero.
Estoy seguro de que aquellos de ustedes que han tenido alguna experiencia de agricultura o plantado incluso un arbolito de frutas en un jardín saben a qué me refiero. Cuando la semillas se siembra en el suelo, al principio no hay nada. La semilla no es aún visible, ya que está cubierta con una capa delgada de suelo. Sin embargo, si se riega y recibe el sol oportunamente y se le cuida, la semilla brota en cualquier momento. Y si la sigues regando y nutriendo esmeradamente, crece rápido y… se convierte en fruta o grano.
Del mismo modo, al predicar el Evangelio a alguien por primera vez, el corazón de esta persona se cierra, tan estrechamente que todo parece estar perdido. Pero si oras por él y lo tratas bien, cultivando el campo de su corazón para que él pueda convertirse en un terreno fértil para aceptar la Palabra, entonces se irá su corazón abriendo poco a poco. Cuando la gente escuche la Palabra así, después de trabajar duro ustedes por su salvación, de hecho se salvarán y verdaderamente serán nacidos de nuevo y se convertirán en la gente del Reino de Dios. Por lo tanto, quien predica el Evangelio debe continuar predicando la Palabra sin rendirse nunca, hasta el final. Eclesiastés 11:6 dice:
“Por la mañana siembra tu semilla,
y a la tarde no dejes reposar tu mano;
porque que no sabes cual es lo mejor,
si esto o aquello,
o si lo uno y lo otro es igualmente bueno.” Esto significa que ustedes deben predicar el Evangelio esmeradamente sin ningún prejuicio, en lugar de determinar por sí mismos y previamente, quien se salvaría y quien no.
Para aquellos de ustedes que escuchan la Palabra de Dios por primera vez, cuando la Palabra es sembrada en su corazón a través de los predicadores del Evangelio, deben aceptarla con fe. Al igual que la semilla puede absorber los nutrientes y brotar sólo si está cubierta por tierra, deben aceptar la Palabra profundamente en sus corazones. Si ustedes abandonan la Palabra de Dios, en lugar de aceptarla en su corazón, entonces no pueden dar ningún fruto, al igual que la semilla que no está cubierta de tierra, incluso no puede absorber los nutrientes y por lo tanto, está destinada a marchitarse bajo el sol. A pesar de que puedan sentirse frustrados cuando no capten la Palabra inmediatamente, una vez que la aceptan en sus corazones, la semilla del Evangelio crecerá incluso sin que ustedes mismos se den cuenta, y finalmente la verán brotando, y luego convertirse en grano, y por fin… en el fruto de la salvación.
Eso así como es el Reino de los Cielos. Este año ya se nos está terminando. El sol sigue saliendo y poniéndose día tras día, y las horas pasan sin cesar. No podemos cosechar ningún cultivo si perdemos todas estas horas sin ningún sentido. Pero por otro lado, si predicamos el Evangelio esmeradamente, entonces nos dará frutos abundantes de justicia. El Evangelio del agua y el Espíritu en que ustedes y yo creemos, es como una semilla de mostaza. La semilla de mostaza es tan pequeña que es fácilmente volada con el más mínimo viento, pero está tan llena de vida que mientras habita en la iglesia, crecerá fuerte y se convertirá en un árbol grande en cualquier momento. Cuando aceptamos primero el Evangelio del agua y el Espíritu, no sabíamos que este Evangelio era tan poderoso. ¿Sabían que el poder del Evangelio del agua y el Espíritu era tan tremendo? Muy probablemente, su apreciación de su poder era limitada, pensando en que el Señor había borrado todos sus pecados y los había salvado perfectamente con el Evangelio del agua y el Espíritu. Ustedes probablemente no tenían idea de que, debido a este Evangelio, vendrían a recibir la bendición indescriptible de la vida eterna de Dios y el derecho a vivir junto con él.
Como para mí, al principio no sabía cuán precioso el Evangelio del agua y el Espíritu era, incluso después de que creía en este Evangelio. Sólo sabía que este Evangelio del agua y el Espíritu me había salvado de todos mis pecados y que Dios me había hecho su hijo para entrar en el Cielo, pero con el paso del tiempo, como continué viviendo por la fe, me di cuenta que las bendiciones que había recibido a través de este Evangelio no eran bendiciones ordinarias. En otras Palabras, es todo gracias al Evangelio del agua y el Espíritu que hemos recibido tal salvación sorprendente.
¿Desde donde el Reino de Dios comienza? Comienza en el momento exacto que uno cree en el Evangelio del agua y el Espíritu. Es como una semilla de mostaza. Cuando al principio creemos en el Evangelio, no sabemos cuán maravilloso es. Sólo lo habíamos aceptado en nuestros corazones porque era la Palabra correcta. Pero este Evangelio era una semilla tan llena de vida que, no sólo nos dio el derecho a entrar por las puertas del Cielo sino también nos permitió vivir para siempre con Dios y disfrutar de su gloria. El Señor dijo en Marcos 4:31-32: “Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra; pero después de sembrado, crece, y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del Cielo pueden morar bajo su sombra.”
¡Que gran bendición es esta! Ahora nos podemos estrechar todos en el mundo por el Evangelio del agua y el Espíritu. Estamos para ser utilizados en el mundo como instrumentos preciosos del Señor para abrazarnos y salvar a todos los pecadores. Nuestras bendiciones son tan grandes que nos negamos a ser comparados incluso con las personas más poderosas y las más ricas del mundo, porque lo que tienen es trivial para nosotros. El Evangelio del agua y el Espíritu es tan precioso que es completamente invaluable.
Cuando el Evangelio primeramente fue sembrado en nuestros corazones como una semilla de mostaza, pensábamos que era más pequeña que todas las semillas de La Tierra. Pero ahora sabemos que las semilla de mostaza se ha convertido en un enorme árbol, porque el Señor dijo: “Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra; pero después de sembrado, crece, y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del Cielo pueden morar bajo su sombra.” Nadie más se puede poner ya contra nosotros. Ya no somos tímidos, sino valientes y fuertes, todo porque creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por creer en este Evangelio del agua y el Espíritu, ustedes y yo nos hemos convertido en los soldados justos que salvan a personas… por todo el orbe.
¿Quién sabía que esto habría ocurrido?
El Señor dijo:
“Los entendidos resplandecerán
como el resplandor del firmamento;
y los que enseñan la justicia a la multitud,
como las estrellas a perpetua eternidad” (Daniel 12:3). Somos las personas más felices en este mundo, más felices incluso que las personas más famosas y ricas. Los creyentes en el Evangelio del agua y el Espíritu somos la gente más espiritual y… más bendecida.
Esto se produjo, no porque de alguna manera hubiéramos heredado toda grandeza, sino porque se plantó la semilla de la vida en nuestros corazones por el Señor. Por lo tanto no me importa lo que digan acerca de mí. Las pequeñas cosas divierten pequeñas gentes. Simples posesiones y placeres mundanos son suficientes para satisfacerlas, pero ¿son realmente más felices que yo, si yo tengo la gloria del Cielo que me espera? ¡No, por supuesto que no!
Para mi, el dinero no hace ninguna diferencia; para mí, 10,000 dólares es lo mismo que 10 millones, y no creo que 10 millones de dólares sea una gran una suma. A pesar de que la gente piensa que el dinero es lo único que importa, las cosas efímeras son insignificantes. No significan nada. A pesar de que no tenemos tanto dinero como los multimillonarios de este mundo, en cuanto a nuestra obra justa, somos básicamente diferentes a ellos. Ellos flaquean en comparación con nosotros. Considerando que son esclavos del dinero, nosotros los creyentes en el Evangelio del agua y el Espíritu, somos los propios hijos de Dios.
Samsung se convirtió en una compañía de clase mundial mediante el desarrollo de algunos de los chips de memoria más avanzados. A pesar de que esos logros están más allá de nosotros, nuestra obra es aún más importante, estamos ayudando a aquellos que todavía no han encontrado la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu para encontrar esta Verdad y creer en Dios. Por lo tanto, a los ojos de Dios, somos los mejores. Dijo en Daniel 12:3:
“Los entendidos resplandecerán
como el resplandor del firmamento;
y los que enseñan la justicia a la multitud,
como las estrellas a perpetua eternidad.” Eso es precisamente lo que somos.
¿Alguna vez se sienten inferiores por su condición social? Pero quien sirve el Evangelio del agua y el Espíritu es mucho más grande que todos los demás en este mundo. No estoy diciendo esto sólo para hacerlos sentir bien respecto a si mismos. Se trata de un hecho innegable. El Señor nos ha hecho tales personas honorables. Aunque seamos humildes en este mundo, hemos recibido tremendas bendiciones de Dios. No hay nadie que esté más bendito que nosotros. Como el himno “Mi preciada vida” que hicimos, nuestras vidas se han convertido en valiosas vidas.
Echen un vistazo a lo que dice la Biblia en Hebreos 11:6: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” Sin fe es imposible agradar a Dios. ¿Qué tipo de fe debemos tener entonces? Debemos creer que Dios está vivo y premiará a aquellos que lo buscan. Dios es nuestro galardonador. Todo lo que tenemos que hacer es sólo buscar a Él. Sólo tenemos que servir el Evangelio del agua y el Espíritu esmeradamente en nuestras vidas de acuerdo a su voluntad. ¿Sin embargo, a pesar de esto, ustedes todavía abandonarían la obra del Señor y saldrían al mundo y lucharían para ganar dinero, buscando la prosperidad carnal? Lejos de sentirse abrumados por la obra del Señor, ustedes deben estar agradecidos por el júbilo del hecho de que realmente pueden llevarla a cabo. Esto es porque como hacen la obra del Señor, también crece la recompensa que ustedes recibirán de Dios. Ustedes nunca deben olvidar que la recompensa dada por Dios es mucho mayor y mucho más gloriosa que cualesquiera placeres que puedan encontrar en este mundo. Dios nos hizo grandes, nos adoptó como sus hijos y nos convirtió en la gente de su Reino y sus obreros, y doy todas las gracias a Él por tales bendiciones maravillosas. Todos nosotros debemos estar verdaderamente agradecidos con Dios.
El Señor dijo también que, cuando el grano madura, el agricultor va al campo con la hoz a cosechar. Esto significa que el Señor cosecha Su cultivo en su almacén. Igual que sin falta llega el momento de la cosecha, llegará el día en que el Señor coseche los frutos de la salvación en su almacén. Todos nosotros debemos ahora asegurarnos de que en este día, cuando seamos puestos en el almacén del Señor, en ese día que entremos en el Cielo, seremos recompensados por el Señor.
Dios ha bendecido a todos nosotros. Él solo no nos ha bendecido, sino que también ha prometido recompensarnos. Las palabras no pueden describir cuán agradecido estoy de qué Dios haya concedido su amor infinito a nosotros. A veces estamos desalentados y sentimos como si estuviéramos abandonados y ya no recibiéramos ninguna bendición en este mundo. Pero no somos gente tan desafortunada. Si nos observáramos nosotros mismos a través del microscopio del Evangelio del agua y el Espíritu y nos viéramos a la luz del plan de Dios, quedaría claro para nosotros que de hecho, hemos recibido enormes bendiciones para convertirnos en la gente más grande de este mundo, para orientar a todos hacia la justicia. Por lo tanto, doy todo mi agradecimiento a Dios por bendecirnos así.
No sé cómo podré jamás agradecer al Señor lo suficiente por todo lo que ha hecho por nosotros. Estoy tan agradecido de que nos ha dado estas abundantes bendiciones, y también estoy agradecido de que pronto, cuando llegue el momento, Él tomará la hoz y nos cosechará en su almacén. Ustedes y yo iremos al Reino del Señor, y junto con Él, podremos disfrutar de todo su esplendor y su gloria para siempre. La gloria que nos espera no puede compararse con ningún esplendor o riquezas de la tierra. ¡Doy todas las gracias al Señor por darnos estas maravillosas bendiciones!
¡Aleluya!