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Tema 21: Evangelio de Marcos

[Capítulo 10-3] El deseo espiritual y el deseo carnal (Marcos 10, 35-52)

El deseo espiritual y el deseo carnal(Marcos 10, 35-52)
«Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos. El les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda. Entonces Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos dijeron: Podemos. Jesús les dijo: A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado. Cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse contra Jacobo y contra Juan. Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. Él entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino».
 
 

¿Un deseo carnal de los discípulos?

 
En el pasaje de las Escrituras de hoy vemos dos tipos de deseos que podemos tener ante el Señor. El primer tipo de deseo es el deseo de Juan y Jacobo, los hijos de Zebedeo. Le pidieron al Señor que dejase que uno de ellos se sentase a la derecha del Señor y el otro a la izquierda cuando el Reino del Señor llegase. Todos querían tener un alto cargo en el Reino y sentarse al lado del Señor cuando se convirtiese en el Rey. Esta noción es muy pueril desde un punto de vista espiritual, pero desde el punto de vista humano, pensaban así como israelitas, ya que Israel en aquel entonces era una nación bajo el dominio del Imperio Romano. 
Como saben, los discípulos de Jesús dieron testimonio del poder de Jesús y pensaban que el Reino del Señor se manifestaría muy pronto en este mundo. Vieron al Señor sanar a muchas personas que estaban muriendo de diferentes enfermedades. El deseo de tener el poder del Reino del Señor era algo natural ya que los discípulos habían visto todos esos milagros con sus propios ojos. 
Pero Jesús les dijo a estos discípulos que tuvieron este pensamiento carnal tan erróneo: «No sabéis lo que pedís». La conversación entre los discípulos y Jesús fue la siguiente: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos dijeron: Podemos. Jesús les dijo: A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado» (Marcos 10, 38-40). 
Nuestro Señor vino a este mundo para salvar a la humanidad de los pecados, pero los discípulos siguieron al Señor hasta cierto punto para recibir poder en este mundo aunque también creyeron en Él espiritualmente. Pero el Señor les preguntó. «¿Podéis recibir el bautismo que yo voy a recibir?». En otras palabras, el Señor les preguntó si se iban a entregar como mártires para salvar al mundo de los pecados. Entonces los discípulos dijeron: «Sí, podemos hacerlo». Pero el Señor les contestó: «Lo que pedís se hará según la voluntad del Padre, y no según sus deseos». En otras palabras, el Señor estaba diciendo que su Padre les bendeciría si ellos también podían morir por su Evangelio, de la misma manera en que Él cumpliría la obra de Dios. Por tanto, lo que el Señor estaba diciendo es que recibiremos nuestra recompensa, que es la bendición de sentarse a la derecha o izquierda del Señor, si nos dejamos utilizar para la obra de Dios. 
Además, Jesús habló con autoridad acerca de esta petición de Jacobo y Juan: «Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Marcos 10, 45). El Señor habló de la razón por la que vino a este mundo y dijo: «¿Acaso los que me seguís no haréis lo mismo?». Jesús les contestó a estos dos discípulos: «La posición que tengáis en el Reino de los Cielos será la que Dios Padre ya haya preparado. Y los que queráis servirme debéis servir a toda la humanidad espiritualmente en este mundo. Y si alguno de ustedes está dispuesto a hacerlo, debe convertirse en siervo de todos». El resto de los discípulos estaban enojados con Jacobo y Juan porque le habían hecho esa pregunta al Señor. 
En aquel entonces, la gente estaba muy interesada en que nuestro Señor tomase el control de este mundo. Podemos entender esto porque el Señor hizo muchos milagros, como el milagro de los cinco panes y los dos peces, en la nación de Israel que era muy pobre y no tenía un verdadero rey. Así que muchas personas querían servir a Jesús como el Rey, y sus discípulos también tenían esta idea. Los discípulos de Jesús también pensaban que vendría al mundo como Rey un día y llegaron a la conclusión de que definitivamente vendría como Rey a este mundo. Pensaron que no sería difícil para el Señor ser rey de Israel porque muchas personas en Israel le siguieron y no solo ellos. 
Piensen en esto por un momento. ¿Quién puede ser más popular y poderoso que Jesús cuando Él hizo el milagro de alimentar a cinco mil personas con solo unos pocos panes y peces con tan solo bendecirlos? Jesús era la figura más famosa de Israel. Por tanto, todo tipo de personas, incluyendo a los enfermos, hambrientos y los que buscaban poder, se reunieron alrededor del Señor. Así, podemos entender que no solo los que creían y querían servir el Evangelio del agua y el Espíritu seguían al Señor, sino también los que perseguían su propia codicia. 
En este caso, los discípulos de Jesús, especialmente Jacobo y Juan, querían recibir este poder a través de la fama del Señor. Por tanto, siguieron al Señor e hicieron su obra. Es triste, pero hay muchas personas como Jacobo y Juan aquí en la Iglesia de hoy. Hay muchas personas que siguen la justicia del Señor para tener prosperidad de la carne y vivir con seguridad. Ustedes no son diferentes si solo quieren la prosperidad de la carne después de haber creído en el Señor. Queridos hermanos, debemos tener esta fe pura y un corazón leal para la justicia del Señor. No se tiene la fe justa si se sirve al Señor pensando que nos hará ricos materialmente si servimos la justicia de Jesús. Si se hace esto, se está sirviendo a un ídolo y utilizando al Señor para cumplir los deseos carnales. 
Jesús vino a este mundo para entregarse a Sí mismo y salvarnos de nuestros pecados. Debemos convertirnos en personas que dejen el honor de este mundo como el Señor, y sólo predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo con un corazón puro. Y debemos salvarles de los pecados del mundo. De la misma manera en que el Señor no quería fama y gloria en este mundo, debemos desear predicar este Evangelio con una fe pura para que muchas personas reciban la remisión de sus pecados. Debemos quitar nuestros residuos de suciedad de la carne que buscan el poder y las cosas materiales de este mundo. También tenemos residuos de suciedad ahora mismo como los discípulos que querían hacer rey a Jesús para conseguir poder. 
Queridos hermanos, pensemos en esto. ¿Quieren nuestros corazones ser prósperos materialmente en vez de buscar la prosperidad de la obra espiritual? Otras personas no saben esto, pero ustedes sí lo saben. Entre los ministros de la Iglesia de Dios hay muchos que buscan las cosas carnales primero, y algunos que quieren cosas espirituales en primer lugar. Pero debemos crecer como personas que creen y siguen la justicia de Dios para que nuestra vida de fe vaya por el buen camino. Debemos convertirnos en personas que tengan la esperanza espiritual que el Señor quiere. Tenemos dos mentes: la mente carnal y la mente espiritual. Somos como los dos discípulos de Jesús mencionados aquí si nuestros corazones no son espirituales primero. 
 
 

Los que tienen un deseo espiritual

 
En el Evangelio de Marcos 10, 46, aparece alguien que tiene un deseo diferente al de estos dos discípulos. Está escrito: «Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando». ¿Qué quería Bartimeo, el hombre ciego, del Señor? Quería recuperar la vista. Quería abrir los ojos para ver a Jesús y el mundo bello que Dios había creado. 
Puede sonar extraño, pero los mendigos están muy cómodos, por lo menos en sus corazones. Los mendigos no tienen que preocuparse de ser atracados o perderlo todo en un desastre, porque no tienen nada. Quiero compartir una historia con ustedes. 
Un padre y su hijo vivían como mendigos debajo de un puente y un día hubo un incendio en esa zona. La gente que sufrió en este incendio lloraba con gran conmoción, pero el padre mendigo le dijo a su hijo: «Hijo, estás bendecido porque tienes un padre tan bueno. No tenemos nada que perder aunque nos roben. Estas personas están llorando y sufriendo, pero tú no tienes por qué llorar porque tienes un buen padre». No sé que pensaría este hijo cuando escuchó esas palabras de su padre, pero esta historia nos enseña que los mendigos tienen corazones cómodos porque no tienen nada que proteger. Una persona que no tenga nada, no tiene preocupaciones o ansiedad. Esto se debe a que no desea nada más que tres comidas al día. 
Este Bartimeo, un mendigo que tenía un corazón cómodo a pesar de ser ciego, quería que el Señor le abriese los ojos. Desde un punto de vista carnal, este deseo puede parecer igual que el de los discípulos. Sin embargo, el Señor nos comunica un mensaje muy importante a través de este suceso. Y es que el deseo de la gente de nacer de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu no busca las riquezas ni la gloria de este mundo. Esta gente quiere abrir los ojos de los ciegos espirituales. Está preocupada por cómo abrir los ojos de los ciegos. En otras palabras, los que creen en la justicia de Dios deben tener la fe que dice: «¿Cómo puedo predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a la gente que no ha recibido la remisión de los pecados, para que puedan recibirla y puedan entrar en el Reino de los Cielos?». ¿Lo entienden? Tenemos un deseo carnal y un deseo espiritual, pero debemos por lo menos pensar en cómo hacer que los ciegos vean. Esta debe ser la base de los deseos de nuestros corazones. 
Si no tenemos este corazón seremos enfermos espirituales. Degeneraremos y seremos inútiles porque habremos perdido nuestras posiciones y metas como justos que han creído en el Evangelio del agua y el Espíritu. Nuestro Señor abrió los ojos de los ciegos y dijo: «Tu fe te ha sanado». De la misma manera, debemos hacer la obra de abrir los ojos de los ciegos como Bartimeo si hemos nacido de nuevo por el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos hacer esta obra espiritual. Los justos deben tener esta esperanza de abrir los ojos de la gente que no ha nacido de nuevo todavía. 
Los discípulos discutieron entre ellos acerca de quién era el mayor o el menor, pero esto no sirve de nada. La gente que quiere alardear de sus pequeños méritos no ha nacido de nuevo ni ha nacido de nuevo del Evangelio del agua y el Espíritu. Desde un punto de vista espiritual solamente murmuran con sus labios, pero su comportamiento es diferente. Son como una higuera que está llena de hojas pero no tiene fruto. Su vida de fe no tiene ninguna sustancia. Los que creemos en la justicia del Señor no tenemos la habilidad de alardear en términos del mundo. Podemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a otras personas si tenemos fe tan pequeña como una semilla de mostaza, es decir, si tenemos la fe que abre los ojos de los ciegos. Estas personas se convierten en siervos preciosos de Dios que viven por el Evangelio del agua y el Espíritu durante toda su vida. Estas personas pueden hacer la obra espiritual porque tienen un corazón espiritual. Si tenemos este deseo espiritual como una semilla de mostaza en nuestros corazones, podemos hacer muchas cosas grandes. Este corazón pequeño puede llevar a las personas por el camino justo y hacer que reciban la remisión de los pecados. Por tanto, debemos ser personas que sigan la justicia del Señor con un corazón espiritual, en vez de alardear de sus méritos carnales. 
Queridos hermanos, quiero que tengan este pequeño deseo en sus corazones que es tan pequeño como la semilla de mostaza, y que abran los ojos de los ciegos. ¿Saben lo pequeña que es una semilla de mostaza? Es tan pequeña que no se puede ni ver en la palma de la mano. Además se puede volar con nuestra respiración si intentamos mirarla de cerca. Una semilla de mostaza es muy pequeña y ligera. Por tanto, el Señor ilustró nuestra pequeña pero genuina fe en las Escrituras con el ejemplo de la semilla de mostaza. Los que creen en la justicia del Señor no necesitan ningún poder en este mundo. Podemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu en nuestras vidas con esta pequeña fe en la gracia de Dios. Tenemos este deseo tan pequeño como la semilla de mostaza en nuestros corazones, y este deseo nos hace predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a la gente de nuestro alrededor y salvarla de los pecados del mundo cuando estaba destinada al infierno. Si el 50 % del corazón humano es carnal y el otro 50% es espiritual, podemos convertirnos en testigos del Evangelio y en discípulos del Señor porque tenemos este 50% espiritual en nuestros corazones y creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por otro lado, los que no tienen el corazón que cree en el perfecto Evangelio del agua y el Espíritu del Señor, no tienen el deseo de vivir espiritualmente en sus corazones. 
Queridos hermanos, quiero que tengan un corazón espiritual. Dios quiere que tengamos este corazón que vive por la justicia de Dios. Debemos tener un deseo espiritual en nuestros corazones. Debemos tener el deseo de que otras almas reciban la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Aunque no tengan una fe enorme ni habilidades, pueden hacer obras espirituales si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y siguen al Señor espiritualmente. Pueden servir al Evangelio de la justicia del Señor en vez de buscar los deseos carnales, aunque no podamos deshacernos de ellos completamente. 
Podemos buscar las cosas espirituales si tenemos un mínimo de deseos espirituales. Y al final este 50% de espiritualidad en nuestros corazones se apoderará el 50% carnal. Cuando se planta una semilla de mostaza sale vida de esta pequeña semilla. Al principio sale muy pequeña y débil como una planta anual, pero pronto crece como un árbol grande con el tiempo y se convierte en un lugar bendito donde los pájaros del aire descansan y los humanos se cobijan debajo de su sombra. Así podemos al final superar todos nuestros deseos carnales y los corazones de la carne se convierten en corazones espirituales cuando tenemos esta fe tan pequeña como la semilla de mostaza. Por tanto, debemos respetar el corazón que desea servir al Evangelio del agua y el Espíritu, que es un corazón espiritual como el nuestro. Quiero que sepan que este pequeño deseo hace que superen todos los deseos carnales. En los corazones de las personas nacidas de nuevo que han recibido la remisión de los pecados hay fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, y esta fe nos permite crecer y ser transformados espiritualmente. Sin embargo, el problema es que las personas carnales entre los nacidos de nuevo esconden este corazón espiritual y lo entierran debajo de rocas para que no florezca. Deben recordar que incluso un pequeño deseo de la fe florece con el Señor y da flores espirituales muy bellas. Por tanto, debemos por lo menos tener un corazón que quiera predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a otras personas. 
 
 

¿Cuál es el objetivo de una persona justa que vive en este mundo? 

 
¿Viven las personas justas para conseguir poder y riquezas materiales de este mundo y disfrutar de la gloria? Esto no debe pasar. Esta codicia solo trae la calamidad a los creyentes. Quiero contarles una historia sacada de las Escrituras para ayudarles a entender bien esta lección. 
Nuestro Señor hizo caer la ciudad de Jericó a través de Josué, quien le dijo al pueblo de Israel que dieran vueltas alrededor de Jericó una vez al día durante seis días, y siete veces el séptimo día según la voluntad de Dios. Las murallas de Jericó empezaron a derrumbarse desde dentro cuando las personas empezaron a gritar y los sacerdotes hicieron sonar los cuernos después de dar siete vueltas a la ciudad. Después de que la ciudad se derrumbase, primero salvaron a la familia de la prostituta Rahab, y Josué dijo: «En aquel tiempo hizo Josué un juramento, diciendo: Maldito delante de Jehová el hombre que se levantare y reedificare esta ciudad de Jericó. Sobre su primogénito eche los cimientos de ella, y sobre su hijo menor asiente sus puertas» (Josué 6, 26). Esto significa que cuando una persona ha recibido la salvación a través del Señor, pero vive por el mundo que Dios ha destruido personalmente, será destruida por Dios al final. Esto no acaba solo en palabras, sino que también ocurre. En realidad, cuando el rey Acab reinó sobre Israel, esta Palabra se cumplió: «En su tiempo Hiel de Bet-el reedificó a Jericó. A precio de la vida de Abiram su primogénito echó el cimiento, y a precio de la vida de Segub su hijo menor puso sus puertas, conforme a la palabra que Jehová había hablado por Josué hijo de Nun» (1 Reyes 16, 34).
Piensen en esto. ¿Acaso no hemos cometido muchos errores mientras vivimos en este mundo aunque muchas veces pensamos que no cometemos errores? No hacemos lo primero que se nos ocurre, sino que primero pensamos acerca de lo que vamos a hacer detenidamente y decidimos lo que está bien. Esto se debe a que los nacidos de nuevo no pueden recibir las perfectas bendiciones del Señor si ponemos nuestras raíces en las cosas del mundo y perseguimos las cosas materiales y el poder del mundo. Así seríamos destruidos espiritualmente si seguimos el mundo. Sin embargo, una persona que vive por el Evangelio del agua y el Espíritu será inútil en este mundo si no sigue viviendo por el Evangelio. Por eso el Señor dice: «Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres» (Mateo 5, 13). Esta es la verdad que el Señor nos dio para que naciésemos de nuevo. 
De la misma manera en que el dinero que una persona tiene es inútil si se pierde la vida, su vida será completamente en vano si no reciben la bendición de servir el Evangelio espiritual por mucho dinero que hayan acumulado. Queridos hermanos, tenemos una gran causa para vivir espiritualmente. Tenemos una razón para vivir así aunque sea difícil y duro. Por eso debemos tener un pequeño deseo en el corazón, un deseo justo de fe, para vivir una vida espiritual. Es decir, debemos desear hacer que otras personas reciban la remisión de los pecados al predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, que es el deseo de abrir los ojos de los ciegos. Este es el verdadero deseo que el Señor quiere que tengamos. 
En algunas sectas cristianas, los miembros tienden a deificar a su líder de manera que este líder, que tiene dinero y honor, parece incluso más lindo aunque no lo sea. Pero, ¿puede una persona que parece lujosa y tiene mucho dinero convertirse en una persona espiritual? Sea quien sea, es una persona que no cree en el Evangelio del agua y el Espíritu no puede ser espiritual. ¿Creen que una persona puede vivir espiritualmente sin creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? Esto es incorrecto. No tienen que mirar a los demás, simplemente mírense a sí mismos. Por lo menos podemos servir al Señor según los deseos del Espíritu Santo porque hemos recibido al Espíritu Santo que ha venido por la remisión de los pecados que hemos recibido. Todo lo demás es de la carne. La gente alardea y finge tener una fe recta como si tuviesen mucha justicia, pero los seres humanos no tienen justicia verdadera. No debemos dejarnos engañar por nuestras ideas. Como tenemos el Evangelio del agua y el Espíritu que ha abierto los ojos de los ciegos en nuestros corazones debemos vivir por fe.
Solemos alardear de nuestra justicia carnal después de recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Incluso cuando hacemos esto, pensamos que tenemos mucha justicia. Pero cuando pase el tiempo, vean si creen que su justicia durará hasta que mueran. 
Job, en el Antiguo Testamento, también pensó que era una gran persona al principio. Sin embargo, cuando empezó a pasar por tribulaciones, maldijo el día en que nació y se quejó ante Dios diciendo: «¿Por qué me concibió mi madre y me dio a luz? ¿Por qué me recibió con sus rodillas? ¿Por qué brilló el sol sobre mí ese día? Podría haber muerto cómodamente porque el día habría estado muy oscuro si la luz no hubiese brillado». Entonces Dios le dijo a Job: «Job, ¿dónde estabas cuando creé el universo y todo lo que hay en él? ¿Estabas allí cuando puse las constelaciones en el cielo? ¿Sabes por qué el universo y todo lo que hay en él se mueve tan perfectamente con las cuatro estaciones? ¿Sabes por qué este universo que he creado está tan bien coordinado? ¿Por qué te quejas de Mí y de haber nacido en este mundo? Deberías reconocer tus debilidades y fallos. Pero, ¿por qué te enojas conmigo y con tus padres?».
Job escuchó esta Palabra de Dios y al final su justicia se derrumbó y reconoció: «Dios, no lo sabía. Soy una persona malvada». Solo entonces Dios aceptó a Job, porque dejó atrás su justicia. De esta manera, los seres humanos no pueden alcanzar los pies de Dios por muy grandes que se crean. 
Pienso en nosotros, los santos de Dios. Por muy diligentemente que hagamos obras justas hasta que muramos, no tenemos nada de lo que alardear a parte de la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. No sé cómo han vivido hasta ahora, pero cuando yo pienso en esto, el futuro será en vano si vivimos por nuestra cuenta. Somos insuficientes ante Dios, por eso vivimos alabando la justicia del Señor aunque seamos insuficientes. Por tanto, debemos predicar la Justicia del Señor, que es la salvación. No debemos alardear de nuestra grandeza, que es inútil. Podemos creer en el perfecto Evangelio del Señor y predicarlo porque somos insuficientes. Una persona que piensa que es grande en su propia mente no puede predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Nosotros tenemos la fe en que la gente puede ser salvada porque es débil como nosotros, y hemos recibido la salvación después de reconocer nuestra debilidad. Por eso podemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. De lo contrario no necesitaríamos la salvación si fuésemos perfectos. 
Queridos hermanos, somos insuficientes siempre. Nos hemos convertido en obreros del Señor porque somos insuficientes. Vivimos en la Iglesia de Dios y servimos al Evangelio porque somos débiles. Nuestro Señor nos ha confiado la obra de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu porque somos seres insuficientes. El Señor quiere dar testimonio del Evangelio a los ciegos, cojos, paralíticos, pobres, ricos y poderosos y darles la gracia de Dios. El Señor hizo que recibiésemos la gracia de salvación al darnos el Evangelio del agua y el Espíritu y nos hizo convertirnos en hijos perfectos del Señor porque somos insuficientes. No podemos servir la justicia del Señor si somos perfectos y grandes en la carne. No necesitaríamos la fe, la oración o a Dios si fuésemos perfectos. Oramos al Señor porque somos insuficientes, y hacemos su obra cuando creemos en el Señor. ¿Reconocen que son insuficientes? Quiero que crean que Dios nos sustenta y nos da su obra porque somos débiles e insuficientes. 
El Reino de Dios nos espera a los que creemos en la justicia de Dios. No podemos verlo con nuestros ojos, pero podemos verlo con los ojos espirituales y sabemos que este Reino vendrá. Jesucristo, que es Dios, ha preparado el Reino de los Cielos para nosotros y está esperando que vayamos a ese sitio con Él. Y quiere que abramos los ojos espirituales de muchas personas y demos testimonio del Evangelio del agua y el Espíritu mientras vivimos en este mundo. Queridos hermanos, este mundo y todo lo que hay en él es evidente para nuestros ojos de la carne, pero no es todo lo que existe. Hay un Reino de Dios para los que creen en la justicia de Dios. Incluso el Reino Milenario que vendrá a este mundo no puede ser el Reino eterno del Cielo. El Reino del Cielo es un lugar donde disfrutaremos de la vida eterna bendita. Cuando la gente recibe el juicio del Señor, quien está sentado en el trono blanco, los justos que hemos nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, iremos al Reino de Dios, y los pecadores que no han nacido de nuevo por no creer irán al fuego eterno. 
El Señor dijo que todos los que no han recibido la remisión de los pecados irán al Hades. También dijo en las Escrituras que les llevará al pozo sin fondo y los sacará al final de los tiempos para juzgarlos y arrojarlos al fuego eterno. No quiero que ninguno de ustedes que están aquí reunidos vayan a este lugar llamado Hades. Nosotros somos los que entraremos en el Reino de Dios. 
¿Qué debemos hacer para entrar en el Reino de Dios? Debemos construir su Reino mientras vivimos en este mundo, de la misma manera en que nuestro Señor vino a la tierra y construyó el Reino de Dios. Los creyentes pertenecemos al Reino de los Cielos, pero debemos construir el Reino de Dios en este mundo ahora. Estamos reuniendo a la gente que irá al Reino de Dios. Esto se consigue predicando el Evangelio. Debemos preparar el Reino de Dios para la gente y convertirnos en obreros que construyen el Reino de Dios en este mundo. Todos los santos deben ser fieles a la obra que se les ha confiado. Esta es la obra que Dios les ha confiado a los creyentes. 
Nosotros tenemos el Reino de Dios. Este mundo no es todo lo que existe. Le doy gracias a Dios porque nos hizo débiles y obreros del Reino de Dios. Le doy gracias al Señor porque nos dio este deseo espiritual de abrir los ojos de los ciegos aunque nuestra fe sea tan pequeña como la semilla de una mostaza. Quiero que se aferren a este deseo y cumplan este deseo espiritual para convertirse en santos y siervos de Dios que cumplen con lealtad la voluntad de Dios en su presencia.