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Tema 11: El Tabernáculo

[11-6] La Promesa de Dios Establecida en Su Pacto de la Circuncisión Aún es Efectiva para Nosotros (Génesis 17:1-14)

La Promesa de Dios Establecida en Su Pacto de la Circuncisión Aún es Efectiva para Nosotros
(Génesis 17:1-14)
«Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera. Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos. Dijo de nuevo Dios a Abraham: En cuanto a ti, guardarás mi pacto, tú y tu descendencia después de ti por sus generaciones. Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de entre vosotros. Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros. Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros por vuestras generaciones; el nacido en casa, y el comprado por dinero a cualquier extranjero, que no fuere de tu linaje. Debe ser circuncidado el nacido en tu casa, y el comprado por tu dinero; y estará mi pacto en vuestra carne por pacto perpetuo. Y el varón incircunciso, el que no hubiere circuncidado la carne de su prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto».
 

En el capítulo 17 del libro de Génesis, el pacto de la circuncisión que Dios estableció con Abraham nos muestra la circuncisión espiritual por la cual todos los pecados son cortados de los israelitas poniendo sus manos sobre la cabeza de la ofrenda sacrificial en el tabernáculo y así pasar sus pecados sobre ella. En otras palabras, el pacto que Dios estableció con Abraham fue la pre-figuración de la ofrenda del pecado y de la ofrenda quemada. La promesa que Dios hizo a Abraham con la circuncisión, que Él sería su Dios y el Dios de sus descendientes, profetiza, con respecto al tabernáculo, que los descendientes de Abraham iban a pasar sus pecados sobre su ofrenda sacrificial poniendo sus manos sobre su cabeza. También debemos darnos cuenta y creer que esto muestra, además, que en el tiempo del Nuevo Testamento Jesús tomaría todos los pecados del mundo con su bautismo recibido de Juan.
Dios prometió a Abraham: «Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia» (Génesis 15:5). Apareciendo de nuevo ante Abraham, Dios prometió una vez más: «Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti» (Génesis 17:6-7).
La promesa que Dios hizo a Abraham y a sus descendientes vino a través de la circuncisión. Esta circuncisión coincidía con la imposición de manos que sería realizada cuando los israelitas fueran a dar su ofrenda sacrificial a Dios. También está profetizado, para el tiempo del Nuevo Testamento, la remisión del pecado realizada por Jesús tomando los pecados del mundo con su bautismo recibido de Juan. Debemos darnos cuenta y creer que la circuncisión del Antiguo Testamento prometida por Dios a Abraham está manifestada en el Nuevo Testamento por la circuncisión espiritual del lavado del pecado realizado por el bautismo de Jesús. Y nos dice, además, que la fe de Abraham también se necesitaba por los israelitas cuando daban la ofrenda sacrificial en el tabernáculo.
Dios le dijo a Abraham: «Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros. Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros por vuestras generaciones; el nacido en casa, y el comprado por dinero a cualquier extranjero, que no fuere de tu linaje» (Génesis 17:11-12). En otras palabras, Dios hizo su promesa a Abraham y a sus descendientes a través de la circuncisión. Él prometió que sería el Dios de Abraham y el Dios de sus descendientes, pero a cambio, Abraham y sus descendientes tenían que ser circuncidados: «Debe ser circuncidado el nacido en tu casa, y el comprado por tu dinero; y estará mi pacto en vuestra carne por pacto perpetuo» (Génesis 17:13).
Es por eso que de toda la gente del mundo, solo los hombres israelitas de los días de Abraham circuncidaban sus prepucios. En la actualidad, la circuncisión se ha extendido debido a sus beneficios de salud., pero en aquel entonces, solo los varones israelitas estaban circuncidados. Esta era la marca de la promesa de Dios a Abraham, y Dios lo dio a él y al pueblo de Israel, sus descendientes, llevan en la carne esta señal del pacto que Él estableció con ellos.
Génesis 17:11 dice: «Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros». Así que la circuncisión era la marca del pacto. Para recapitular, es así como Dios hizo su promesa: “¿Cómo sabes que eres mi pueblo? Lo sabes al ver las cicatrices de tu circuncisión. A partir de ahora cada varón nacido entre ustedes deberá circuncidarse el prepucio. De esta manera, Mi pacto estará en tu carne como un pacto eterno. Te prometí a ti ser tu Dios y el Dios de tu descendencia. Y prometí bendecirte, multiplicarte, hacerte entrar en la tierra de Canaán y vivir ahí por siempre, y hacer naciones de ti y levantaré reyes de ti” (Génesis 17:4-14).
Dios dijo que el pacto que Él estableció con Abraham y sus descendientes sería hallado en su carne. En otras palabras, la promesa de Dios estaba impresa en las cicatrices de los hombres israelitas circuncidados, y, de acuerdo a esto, si los hombres estaban circuncidados o no, determinaba si eran descendientes de Abraham o no. Por lo tanto, aquellos que estaban circuncidados eran reconocidos y bendecidos por Dios como los descendientes de Abraham, mientras que los incircuncisos no eran reconocidos como tales.
 

Abraham es un Hombre Muy Importante para El Pueblo de Israel

Para el pueblo de Israel, el hombre aún más importante que Moisés, el padre de la ley, no es otro que Abraham, el padre de la fe. Aunque existen muchos israelitas que no recuerdan a Noé, si hay algunos pocos, no fallan en recordar a Abraham. Solo un puñado de ellos recuerda a Sem, Set o Matusalén, pero Abraham permanece como el padre inolvidable de la fe para todo el pueblo de Israel. Reconocen, creen y lo siguen a él como el padre de su nación. Así que, la promesa de Dios hecha a los israelitas a través de Abraham permanece aún en efecto.
El pueblo de Israel está totalmente convencido de si mismo, diciendo, “Nosotros somos los descendientes de Abraham. Nuestra gente lleva la señal de la circuncisión en la carne. Por lo tanto, Dios es nuestro Dios, y nosotros somos su propio pueblo”. La razón por la cual los israelitas se consideran a sí mismos como el pueblo escogido se debe a que ellos aún creen en el pacto establecido con Abraham a través de la circuncisión.
Abraham tenía dos esposas: su esposa legal Saraí quien fue llamada Sara por Dios después, y su segunda esposa Agar, quién había sido la sierva de Saraí. Debido a que parecía que Saraí no le daría ningún hijo, Abraham, en sus propios pensamientos, buscó tener un hijo a través de Agar (Génesis 16:1-4). Pero Dios dijo claramente que debido a que Saraí era la esposa legal de Abraham, sería a través del hijo de ella que Dios le daría a Abraham tantos descendientes como las estrellas de los cielos. Debido a que Dios prometió que Él solo reconocería como su pueblo a aquellos nacidos del cuerpo de Saraí, Ismael, quién nació de Agar la segunda esposa, no fue reconocido como tal ante Dios.
Si el pueblo de Israel no estuviera circuncidado, la promesa que Dios le hizo sería invalidada. Dios les dijo que se circuncidaran como señal de su pacto para que estuviera en su carne. Como tal, los israelitas se aseguraban de circuncidarse, ya que ser incircunciso invalidaría la promesa de Dios. Probablemente no existe nadie del pueblo de Israel que no estuviese circuncidado, ya que ellos saben muy bien que incircuncisos son como los gentiles, para quienes la promesa de Dios es irrelevante.
 
 

La Circuncisión Espiritual

 
El pacto que Dios estableció con Abraham y sus descendientes fue totalmente completado a través de la remisión de todos los pecados realizada por Jesucristo cuando Él vino a esta tierra y tomó todos los pecados de la humanidad siendo bautizado por Juan el Bautista.
Dios les dijo a los israelitas que hicieran la puerta del atrio del tabernáculo y el velo que lo cubría tejiendo hilos azul, púrpura y carmesí, y lino fino torcido (Éxodo 26:31, 27:16). A través de esta forma detallada del tabernáculo, Dios nos ha enseñado la salvación que viene a través de Jesucristo. Aquellos que creen en la verdad de que el Señor vino a esta tierra, tomó los pecados de la humanidad con su bautismo recibido de Juan a la edad de 30 años, murió en la cruz, se levantó de entre los muertos y así ha perdonado todos nuestros pecados –todos ellos son descendientes de Abraham. Dios se ha convertido en el Dios de aquellos que creen en los hilos azul, púrpura y carmesí, y en el lino fino torcido
Por creer en el bautismo de Jesús, todos debemos ser espiritualmente circuncidados. Esta circuncisión espiritual no es otra cosa que cortar los pecados de nuestros corazones creyendo que todos nuestros pecados fueron pasados a Jesucristo a través de su bautismo (Romanos 2:29).
Así que, aquellos quiénes han recibido la remisión del pecado hoy creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu manifestado en los hilos azul, púrpura y carmesí, y en el fino lino tejido son todos reyes del reino de Dios y sus propios hijos, así como Dios lo prometió, “reyes saldrán de ti” (Génesis 17:6). Ciertamente su pueblo se está levantando por todo el mundo.
Si queremos convertirnos en descendientes de Abraham, tenemos que creer en el bautismo que Jesús recibió sobre esta tierra y en su sangre sobre la cruz. Como tal, no puedo enfatizar lo suficiente cuán importante es conocer y creer en el bautismo de Jesús. Jesucristo es el rey de reyes. Él es el rey de reyes quien vistió una túnica púrpura (Juan 19:5). Jesucristo es el rey del universo y su creador. Como Él es el Hijo Unigénito de Dios, Él vino a esta tierra en obediencia a la voluntad del Padre, y para liberarnos de todos nuestros pecados, Él tomó todos nuestros pecados con su bautismo de una sola vez. Para borrar nuestros pecados, Él los cortó todos de nuestros corazones y los puso en su propio cuerpo con su bautismo, y fue juzgado por todos nuestros pecados derramando su sangre sobre la cruz. Así que, todos los que creen en esta verdad pueden convertirse en descendientes de Abraham.
Abraham, su familia y sus descendientes estaban todos físicamente circuncidados. Aún los esclavos comprados de los gentiles con dinero estaban circuncidados. Cuando creían en el pacto y eran circuncidados, aún estos esclavos gentiles eran bendecidos, y Dios también fue su Dios. Así que, es por fe que nos convertimos en hijos de Dios, por fe que somos bendecidos por Dios, por fe entramos al cielo y por fe vivimos como reyes sobre esta tierra. En el tiempo del Nuevo Testamento, esta fe es la fe de aquellos que creen que Jesús tomó todos los pecados del mundo con su bautismo.
Sin embargo, alguna gente afirma que este bautismo de Jesús no es importante, ya que ellos creen que han sido perdonados por sus pecados creyendo solo en su sangre sobre la cruz. Aunque creen en la imposición de manos sobre la cabeza de la ofrenda sacrificial realizada en la era del tabernáculo, dan poca importancia al propio bautismo de Jesús. Por lo tanto, insisten en que debido a que la fe de Abraham fue aprobada antes del primer advenimiento de Jesús sobre esta tierra y aún mucho antes del tabernáculo de Moisés, ellos aún son salvos solo creyendo en la Palabra de la sangre de la cruz, aún sin creer en la claridad de la Palabra del bautismo de Jesús.
Pero nosotros debemos recordar que cuando Dios le dijo a Abraham que le trajera un becerro de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón joven –todo para hacer que Abraham se diera cuenta que Él le daría la tierra de Canaán a él y a sus descendientes como su herencia- Dios tenía en mente la ofrenda quemada del sacrificio por fuego. Génesis 15:17 dice: «Y sucedió que puesto el sol, y ya oscurecido, se veía un horno humeando, y una antorcha de fuego que pasaba por entre los animales divididos». Dios también aprobó la ofrenda sacrificial quemada de Abel como su fe, pero él no aprobó la fe de Caín, quién no creyó en esta ofrenda quemada de sacrificio.
Entre los cristianos de hoy, existe mucha gente quien equivocadamente entiende que son salvos solo creyendo en Jesús ciegamente, sin nunca ser espiritualmente circuncisos en la fe. Solo creen en la crucifixión de Jesús, sin creer en la verdad que todos sus pecados fueron pasados a Jesús a través de su bautismo. Esta gente nunca podrá ser el propio pueblo de Dios, por creer de tal manera no podrán borrar sus pecados de su corazón. Como Dios dijo que la señal de su pacto es en la carne de la circuncisión, los incircuncisos, por lo tanto, no tienen nada que hacer con esta promesa de Dios.
¿Puede ser salva la gente sin creer en el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista? ¿Puede tal gente convertirse en hijos de Dios? ¿Pueden ellos entrar al cielo? ¿Pueden convertirse en reyes de su Reino? ¡La respuesta a estas preguntas es un no resonante! El pasaje principal que hemos leído ahora provee la clara evidencia para esta pregunta. Hoy, la promesa que Dios ha hecho a Abraham es la misma promesa que Él nos ha hecho a ti y a mí, quienes hemos recibido la remisión del pecado creyendo en Jesucristo como nuestro Salvador, en su bautismo y en su sangre sobre la cruz. A todos los que así creen, la misma Palabra de bendición que Dios habló a Abraham es aplicable.
 


Los Verdaderos Creyentes de Jesús No Siguen las Doctrinas de su Propia Justicia


La Palabra de Dios en la Biblia es la definitiva y clara verdad de la salvación; entre más leemos y machacamos en ella, más definitiva y clara se hace. Entre los cristianos de hoy, existen muchos cuya fe está equivocada, creyendo y siguiendo a Dios basado en sus propios pensamientos, pero sin darse cuenta de que lo que creen es en realidad falso. Los propios cimientos de tal fe de la gente están equivocados. Creyendo ciegamente que Jesús los ha salvado de cualquier forma puede ser suficiente para satisfacer sus propias conciencias, pero deben darse cuenta que Dios no aprueba su fe ciega.
Nuestro Señor dijo que quienquiera que deseara seguirlo debe negarse a sí mismo y cargar su cruz. Quienquiera que crea en la Palabra de Dios debe dejar sus propios pensamientos y creer de acuerdo a lo que la Palabra de Dios realmente dice. Hoy, tú y yo debemos creer en la remisión del pecado que Jesucristo nos ha dado viniendo a esta tierra, tomando y cargando los pecados del mundo con su bautismo, derramando su sangre sobre la cruz y levantándose de entre los muertos.
En estos días, existe demasiada gente que no cree así, sino que ciegamente se agarran del nombre de Jesús, diciendo que ellos tienen su propia forma de creer. La fe de tal gente no tiene nada que ver con el evangelio del agua y el Espíritu dado por Jesús. Por ejemplo, existe alguna gente que afirma que Jesús se reveló a ellos mientras oraban en lo profundo de las montañas, insistiendo en que es así como fueron salvados. En otro ejemplo, existen aquellos que afirman que todos sus pecados desaparecieron mientras fueron a la iglesia, ayunaron y estuvieron orando toda la noche debido a que estaban agonizando por sus pecados, de los cuales no pudieron deshacerse con sus oraciones de arrepentimiento.
Esta clase de fe no tiene nada que ver con la verdadera salvación que solo viene a través del evangelio del agua y el Espíritu dada por nuestro Señor. ¿En dónde dice la Palabra de Dios que Él perdonaría nuestros pecados si tenemos esa clase de fe? ¡En ningún lado! Esta gente, dándose vagamente cuenta que Dios es el absoluto y que Jesús es el todopoderoso, está pidiendo prestado el nombre de Cristo, agregando su conocimiento de Dios vacío e incierto a su no confiable fe –así que están usando el nombre de Dios en vano, olvidándose de sus propios pecados, y acumulando aún más ira de Dios. Tal gente ha construido su propio Jesús ficticio y su propia versión de la salvación, y creen en estas cosas de su propia imaginación.
Génesis 17:14 dice: «Y el varón incircunciso, el que no hubiere circuncidado la carne de su prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto». Dios claramente nos ha prometido que Él nos salvaría de nuestros pecados a través de la circuncisión espiritual. Y Dios también nos ha prometido sin ambigüedades que solo aquellos que nazcan de nuevo del agua y el Espíritu se convertirían en sus hijos, así que, aquellos que solo creen en la sangre de Jesús sobre la cruz sin creer en su bautismo nunca podrán llegar a ser hijos de Dios, tal gente ha traicionado a Dios, ya que no han creído en el evangelio prometido por Dios y por lo tanto están a punto de ser cortados del pueblo de Dios y maldecidos por él.
El cimiento de fe que puede salvarnos de nuestros pecados no es otra cosa que el evangelio del agua y el Espíritu. Solo cuando el evangelio del agua y el Espíritu es puesto como cimiento podemos estar firmes y totalmente creer en la Palabra de Dios. ¿Cómo pueden los gentiles poner en el corazón la Palabra de Dios cuando sus corazones permanecen espiritualmente incircuncisos? ¡Nunca lo podrán hacer! Debido a que el evangelio del agua y el Espíritu nos permite ser circuncidados espiritualmente, concediéndonos convertirnos en hijos de Dios, sin tener este cimiento definitivo, la Palabra de Dios puede llegar a nosotros solo como conocimiento intelectual.
Es por eso que las enseñanzas espirituales de los siervos nacidos de nuevo pueden ser entendidas y disponibles solo para aquellos que básicamente creen en el evangelio del agua y el Espíritu. En otras palabras, solo aquellos que han nacido de nuevo por el agua y el Espíritu pueden escuchar y entender la Palabra de Dios. Cuando conocemos gente que, siendo ignorantes del evangelio del agua y el Espíritu, afirman haber nacido de nuevo solo a través de la sangre de la cruz, aunque dicen que todos creemos en el mismo Dios. A pesar de eso se siente como si estuviéramos hablando de un Dios totalmente diferente. ¿Quién es el Dios verdadero aquí? El Dios verdadero es el Dios que dio su Palabra a Abraham.
Dios prometió a Abraham y a sus descendientes: «Debe ser circuncidado el nacido en tu casa, y el comprado por tu dinero; y estará mi pacto en vuestra carne por pacto perpetuo» (Génesis 17:13). ¿Dónde está la señal que nos dice que hemos recibido la remisión de los pecados? Es encontrada en nuestros corazones. Creyendo en el bautismo de Jesucristo con nuestro corazón, nos hemos convertido en los hijos de Dios, cuyos corazones han recibido la circuncisión espiritual creyendo en el evangelio verdadero. Nos convertimos en sus hijos creyendo en nuestro corazón que el Señor fue bautizado debido a nuestros pecados, y para tomar estos pecados de nosotros y llegar a ser espiritualmente circuncidados.
Es por nuestra fe en esta verdad que hemos pasado todos nuestros pecados sobre Jesucristo, y Jesús, a cambio, cargó estos pecados a la cruz, fue crucificado en nuestro lugar, se levantó de entre los muertos de nuevo y así nos ha salvado de todos nuestros pecados. En otras palabras, es por fe que hemos llegado a ser hijos de Dios. Es por fe que estamos sin pecados. ¿Entonces, tenemos más pecados en nuestro corazón? ¡Claro que no! ¡Nosotros no tenemos pecado! Todo esto fue cumplido por la maravillosa verdad del evangelio.
 


¿Cómo Podemos Tú y Yo Convertirnos en Descendientes de Abraham?


Nos hemos convertido en descendientes de Abraham debido a que fuimos circuncidados espiritualmente creyendo en las obras de Jesús manifestadas en los hilos azul, púrpura y carmesí del tabernáculo. Es debido a que creemos en el bautismo de Jesús y en su sangre sobre la cruz que hemos sido circuncidados espiritualmente y llegado a ser hijos de Dios. Es debido a que creemos que Jesús tomó todos nuestros pecados con su bautismo y fue juzgado por todos nuestros pecados sobre la cruz que hemos recibido la remisión del pecado. Es así como tú y yo hemos llegado a ser descendientes de Abraham espiritualmente.
Aquellos que han nacido de nuevo del agua y el Espíritu deben reconocer ahora quienes son realmente. Tú y yo, quienes creemos en el evangelio del agua y el Espíritu, somos todos hijos de Dios y su propio pueblo, que hemos sido espiritualmente circuncidados por fe.
Somos los reyes del reino del milenio que viene, que reinará sobre todas las creaciones de Dios y disfrutará todo su esplendor. Es así como nuestro estado ha cambiado. ¿Acaso la gente de este mundo sabe quiénes somos? No lo saben. Pero nosotros somos aquellos cuyo estado espiritual ha cambiado creyendo en la Palabra de Dios. Así que, ahora podemos conocernos claramente y sin ambigüedades.
Aquellos que han nacido de nuevo por la Palabra de Dios saben quienes son realmente. Fundamentalmente somos diferentes de aquellos que están predispuestos a hacerse publicidad en sus comunidades religiosas mundanas, que predican doctrinas falsas a pesar de ser unos ignorantes y que miran con frialdad a los nacidos de nuevo, la verdadera gente de Dios. Así como el pueblo de Israel creía que ellos mismos eran pueblo escogido y consideraban a los descendientes de Ismael como diferentes, nosotros que somos los descendientes espirituales de Abraham también tenemos el derecho de considerarnos el pueblo escogido de Dios.
Aquellos de nosotros que creemos en el evangelio del agua y el Espíritu afortunadamente nos convertimos, a través de nuestra fe, en los descendientes de Abraham. Podemos entrar al reino del cielo por nuestra fe en el evangelio de los hilos azul, púrpura y carmesí manifestados en el tabernáculo.
Y así como Dios le prometió a Abraham que el haría a sus descendientes tantos como las estrellas del cielo, podemos ser testigos con nuestros propios ojos del cumplimiento real de este pacto con nosotros. Esta es la bendición que Dios nos ha concedido.
A través de la circuncisión de nuestros corazones, Dios nos ha salvado de los pecados del mundo. Y esta circuncisión de fe está hecha de los hilos azul, púrpura y carmesí, y el lino fino torcido, usado para hacer la puerta del tabernáculo.
 
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El TABERNÁCULO: Un Retrato Detallado de Jesucristo (I)