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คำสอน

Tema 13: Evangelio de Mateo

[Capítulo 7-2] ¿Qué haríamos si fuésemos abandonados por el Señor en el último día? (Mateo 7:21-23)

¿Qué haríamos si fuésemos abandonados por el Señor en el último día?(Mateo 7:21-23)
«No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad».
 

Todo nacido en este mundo está destinado a enamorarse al menos una vez. Así es como un hombre y una mujer se convierten en uno solo en el matrimonio. Pero para la mayoría existe también un tipo de amor llamado amor no correspondido. Existe un amor que lo siente sólo una de las partes, en otras palabras, no tienen nada que ver con cómo se siente la otra persona y cuáles son sus intenciones. En pocas ocasiones este amor es fructífero; en la mayoría de los casos se convierte en amor de sólo una de las partes por la otra persona. En estos casos, generalmente se olvida con el tiempo, y queda sólo un recuerdo distante de un dolor de corazón hace mucho tiempo; pero también existe el amor de los acosadores que es mucho peor que el amor no correspondido. Hay gente que se obsesiona con el objeto de su amor, por mucho que sean rechazados una vez tras otra. En casos extremos, este amor obsesivo conduce a uno a matar a la persona a quien ama.
Estos acosadores a menudo piensan y creen que la otra persona les quiere en realidad, cuando de hecho no es así. Sufren un tipo de enfermedad mental.
En el amor, la voluntad de cada uno es crucial, del mismo modo que al aplaudir se necesitan ambas manos. Amar a alguien fervientemente pero sólo por tu cuenta no es un amor adecuado. Cuando incluso el amor de este mundo es así, es mucho menos probable que haya un amor no correspondido entre Dios y los hombres.
Dios nos dijo que ama a todo el mundo por igual. Bendice y ama a todo el que entiende Su amor correctamente y lo acepta con gratitud mediante la fe. Les da la Salvación incondicionalmente. Sin embargo, a aquellos que no hacen esto, Él les envía Su ira y los rechaza. La razón es que su amor por Dios es erróneo. Dios dijo en el Evangelio según Mateo que Él no conoce a esta gente.
Cuando la gente le dijo: “¡Señor, Señor!, ¿no profetizamos en tu nombre, y en nombre tuyo arrojamos los demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” el Señor les declaró: «Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad» (Mateo 7:23).
Consideremos por un instante lo que ocurriría si aquellos que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu se presentasen ante Dios con todos sus pecados intactos. Se dirigirían al Señor como si se estuvieran dirigiendo a otro ser humano. Podemos imaginarnos esta conversación entre una de estas personas y el Señor Jesús.
“¿Cómo estás Señor? Cuando vivía en la tierra siempre pensé que eras hermoso, pero es todavía mayor honor poder conocerte en persona. Gracias Señor. Me has salvado de esta manera. Y aunque tenga unos pocos pecados, como creo en Ti, estoy seguro de que he sido salvado. Bueno, ahora me iré al hermoso lugar que has preparado para mí. ¡Adiós! Nos vemos pronto”. Cuando este hombre intenta alejarse de Su presencia, el Señor le llama porque tiene unas cuantas palabras que decirle.
“Pero, ¡espera! ¡Aquellos que tienen pecados no pueden ir a ese sitio!”.
“Bueno, es verdad que todavía tengo pecados, pero creo que aún así puedo ir allí porque creo en Jesús como mi Salvador”.
“¡No, no funciona así!. Todavía tienes pecados, ¿no?”.
“Bueno, sí. Todavía tengo pecados”.
“Entonces, ¿cómo te atreves a ir al lugar que he preparado para los sin pecado? ¡Escucha! ¡Lanzad a este tipo al fuego inextinguible para sufrir para siempre! Y antes de que hagan esto, deberías confesar tus pecados”.
Entonces el hombre empieza a confesar todos los pecados que había cometido antes abriendo bien sus labios y sin dudar, diciendo: “Bueno, cuando vivía en el mundo pasado, cometí este pecado y el otro…”.
Entonces el Señor le dice: “De acuerdo, es suficiente. Estás más que cualificado para ir al infierno. Como tienes pecados, ve al infierno donde hace calor y se está a gusto para un hombre como tú”.
“¿Qué? ¡Pero cuando estaba en el mundo yo creía en Ti! ¡Yo profeticé en Tu nombre! ¡Di testimonio de Ti a mucha gente! ¡Vendí mi casa para servirte; ayudé a huérfanos; asistí a cada reunión de oración diligentemente; curé a muchas personas enfermas; ayuné por Ti y sacrifiqué mucho por Ti!”. En ese momento, al pensar que todo es demasiado injusto, rechina los dientes tan furiosamente que suena como si sus dientes se fueran a partir. ¡Podemos imaginarnos que la odontología estará en auge en el infierno! Pero, en serio, todos los pecadores, hayan creído o no en Jesús, si no creyeron en Jesús dentro de la verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, están condenados a ser echados a este lugar de fuego eterno.
En Jeremías 17:1 Dios dijo: «El pecado de Judá escrito está con cincel de hierro y con punta de diamante; esculpido está en la tabla de su corazón, y en los cuernos de sus altares». Judá ser refiere a la tribu real entre los israelitas, y Dios utilizó esta palabra para representar a todo el pueblo de Israel. Y aún más, implica a todos los seres humanos, ya que la Biblia se apoya en el principio representativo; por ejemplo, Adán se invoca como el representante de la humanidad (Romanos 5:18).
Los diamantes son formas cristalinas de carbón en forma de cubo y son la sustancia natural conocida más dura del mundo. Por eso cuando se dice aquí que los pecados de la gente están escritos en las tablas de sus corazones con la punta de un diamante, no pueden ser borrados a no ser que sean lavados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Por eso para los pecados que han cometido los que no han recibido todavía la remisión de los pecados están escritos en las tablas de sus corazones. Por muy bien versados que estén en teología sistemática, sean expertos en teología Calvinista, tengan doctorados, enseñen teología en seminarios, u ocupen altas posiciones en las iglesias, los pecados que están escritos en las tablas de sus corazones no pueden ser borrados sin creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso cuando esta gente reza a Dios, los vemos confesándose ser pecadores, porque las tablas de sus corazones están llenas de sus pecados.
Como los pecadores no pueden tener una relación con Dios en la Verdad, aunque así lo quieran, intentan comprometerse con oraciones en las montañas, ayunos, hablando en lenguas y viendo visiones para poder conocer al Señor a través de las llamadas experiencias místicas. Pero al final todas estas cosas son en vano, y todo lo que han hecho es vivir una vida falsa de fe que engaña a sus corazones.
El pasaje de Jeremías arriba mencionado también dice que el pecado de Judá está grabado en “los cuernos de sus altares”. Los cuernos de los altares aquí se refieren al Libro de los Hechos. Hay dos Libros en el Reino de Dios: el Libro de la Vida y el Libro de los Hechos (Apocalipsis 20:12). En el Libro de los Hechos, Dios ha escrito con todo detalle todas y cada una de las iniquidades de todos los pecadores.
Por tanto, si estos pecadores no creen en el Evangelio del agua y del Espíritu, nunca escaparán de su estado pecador mientras vivan en este mundo. Todos los que buscan borrar los pecados que están escritos en las tablas de sus corazones, sean quienes sean, deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y que Jesús les ha salvado del modo más apropiado, al tomar todos sus pecados a través del bautismo que recibió de Juan y la sangre que derramó en la Cruz. Entonces, sus nombres se pueden escribir en el Libro de la Vida, y sólo entonces pueden convertirse en el pueblo de Dios.
 


¿Están sus nombres escritos ahora en el Libro de la Vida?


Todo el mundo está destinado a presentarse una vez ante el trono del juicio de Dios. Imaginémonos que un creyente del Evangelio del agua y el Espíritu se presenta ante Dios ese día. Dios ordena a Sus ángeles: “Mirad si su nombre se encuentra en el Libro de la Vida”. Entonces los ángeles lo comprueban, y sin duda, su nombre está escrito en él. 
Entonces Dios le dice: “Mi querido hijo, cuando estabas en la tierra, lavaste tus pecados al creer en la verdad del Evangelio del agua y el Espíritu que Yo te había dado libremente. Entonces trabajaste duro para Mí, y derramaste muchas lágrimas por Mí también. Me encargaré de que nunca más salgan lágrimas de tus ojos. Nunca más habrá tal sufrimiento, ni tampoco te atacará Satanás. Bien hecho, hijo mío”.
Entonces el Señor encarga a Sus ángeles que le coronen.
“¡Gracias, Señor; es todo un honor para mí!”.
“¡Traed una corona y ponérsela en la cabeza!”.
“Estoy completamente agradecido, Señor. Que me hayas salvado de mis pecados es suficiente para estar infinitamente en deuda contigo, y sin embargo ¿me coronas Tú a mí por la pequeña tarea que hice por Ti? Gracias, Señor. Es suficiente que me hayas salvado. Que pueda entrar en Tu Reino para vivir allí por siempre es suficiente recompensa para mí. Entonces, ¿puedo entrar en el Cielo ya?”.
“¡Claro!¡Traed un ángel! Dejad que el millonésimo hijo de Dios monte a su espalda.”
El ángel que ha sido llamado llega y le dice: “¡Aquí estoy mi señor! Por favor, suba a mi espalda”.
“Está muy acolchado. Vamos a algún sitio bonito.”
El ángel empieza con cuidado a mover las alas para volar.
“¿Le gustaría ir a dar una vuelta, mi señor?”
“¡Wow! ¡Esto es maravilloso! ¿Cómo de grande es el Cielo?”.
“Bueno, he estado volando por aquí durante miles de millones de años, pero todavía no he llegado al final”.
“¿De verdad? Puedes bajarme ahora. Debo pesar mucho”.
“Mi señor, nunca se nos gasta la energía aquí en el Cielo”.
“¿En serio? Gracias. Deja que haga mi primer paso en el suelo del Cielo. ¿Dónde están los demás justos que vinieron aquí antes que yo?”.
“Están ahí”.
“Vamos a verlos”.
Entonces el creyente se encuentra con todos los justos que han llegado antes que él, y establece una hermandad eterna con ellos por todos los deseos de su corazón. Todas estas cosas pueden parecer una fantasía, pero es lo que realmente ocurrirá a aquellos que crean en el Evangelio del agua y el Espíritu. ¡Bienaventurados los que han sido salvados por creer en el Evangelio del agua y el Espíritu!
No obstante hay muchos idiotas espirituales en el cristianismo de hoy en día que son tercos para aceptar el regalo de Dios del Evangelio del agua y el Espíritu. Esta gente, aunque en realidad crean en Jesús, han creído erróneamente, ya que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu. Es aterrorizador ver cómo se aferran a su fe fraudulenta cuando el Evangelio verdadero se les ha enseñado tan obviamente.
Si la gente quiere ser salvada de sus pecados, entonces deben creer de todo corazón en la verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, que nos dice que Jesús aceptó todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan (Mateo 3:13-17) y nos salvó y sufrió el castigo de nuestros pecados en nuestro lugar al derramar Su sangre en la Cruz. No podemos entrar en el Cielo si creemos en cualquier cosa que nos encontremos por el camino, porque Dios es justo en lo que se refiere al pecado y la salvación, y no es meramente un hombre con un buen corazón que vive al lado y que siempre tolera cualquier cosa a todo el mundo.
Dejen que les cuente una historia graciosa. Alguien subió al Cielo y en un rincón todo lo que vio fueron toneladas de orejas y labios apilados. Cuando la persona le preguntó a un ángel la razón de aquello, el ángel le explicó que estaban ahí en el Cielo porque solo los labios y las orejas se habían salvado. Si creemos en el Señor, es absolutamente necesario que creamos en el Evangelio del agua y el Espíritu desde el fondo de nuestro corazón, y así ser salvados con esta fe de todos nuestros pecados de una vez por todas.
Muchos cristianos que todavía tienen sus pecados intactos ante el Señor, aún cuando en la actualidad creen en Jesús, piensan que no tendrán ningún problema para entrar en el Cielo aunque todavía mantengan sus pecados. Pero nuestro Señor les dirá: “No puedo consideraros sin pecado cuando en realidad todavía tenéis pecados. Yo ya había remitido todos vuestros pecados mediante el Evangelio del agua y el Espíritu cuando estabais en el mundo, y aún así os negasteis a creer en este Evangelio con vuestros corazones. ¿Veis lo que quiero decir? ¡Escuchad! Ahora, ¡echad a esta gente que rechazó Mi amor al fuego inextinguible!”.
Si hay pecados en sus corazones aún cuando creen en Jesús, entonces mientras vivan en la tierra escuchen el Evangelio del agua y el Espíritu, crean en él, y reciban la remisión de sus pecados que Dios les ha dado libremente por Su abundante gracia. Deben darse cuenta de que las almas que no lo hagan serán echadas al fuego eterno del infierno en el próximo mundo.
Aquellos que afirman estar sin pecado, aún cuando sus pecados permanecen en sus corazones no hacen nada más que burlarse de Dios e intentar engañarle. Cuando llegue el día en que Dios juzgará el mundo, se darán cuenta de la enorme diferencia que hay entre los pecadores y los sin pecados. Ese día, se darán cuenta de por qué el Señor les había reprendido tanto para que creyeran en el Evangelio del agua y el Espíritu y recibieran la remisión del pecado. Y entonces, todos ellos lamentarán no haber creído.
Todo cristiano cree igualmente en Jesús como el Salvador, pero existe una enorme diferencia de fe entre los que han recibido la remisión de los pecados y los que no: los primeros serán bienvenidos en el Cielo, pero los últimos serán echados al infierno. Si ustedes no reconocen todavía que la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu es la verdad de la remisión de sus pecados, más tarde, en el Último día, sin duda será demasiado tarde.
¿Hay algún pecado en sus corazones aunque crean en Jesús como el Salvador? Si es así, ustedes también son pecadores. Jesús es el Salvador que condena a los que dicen que tienen pecado. ¿Significa esto que sería correcto que insistiésemos ciegamente que no tenemos pecado? No, no es así. Podemos estar sin pecado solo cuando realmente creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu de corazón y somos lavados de todos nuestros pecados de una vez por todas. El Cielo es un lugar en el que solo pueden entrar los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu que ha borrado completamente sus pecados.
Preparen la fe que les salva de sus pecados ahora, con el Evangelio del agua y el Espíritu. Si lo dejan para luego, será demasiado tarde. Antes de que sea demasiado tarde, ¡crean en el Evangelio del agua y el Espíritu ahora y estén preparados! Si no aceptan el Evangelio del agua y el Espíritu, la verdad de la remisión de los pecados, en sus corazones, quedarán presos en el infierno. Todos los pecados serán encarcelados en el infierno, pero los justos morarán en el Cielo.
¿Quién iba a decir que recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu sería tan preciado? Aquellos en este mundo que han escuchado el Evangelio del agua y el Espíritu son muy afortunados.
Alabo a nuestro Señor con este Evangelio. Doy gracias al Señor una vez más por salvarnos a nosotros, que habíamos sido todos pecadores, de todos los pecados del mundo mediante el Evangelio del agua y el Espíritu de una vez por todas. Ustedes también, deben creer en el poder del Evangelio del agua y el Espíritu ahora. Entonces se convertirán en los hijos de Dios para siempre. ¡Aleluya!