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คำสอน

Tema 12: La fe del credo de los Apóstoles

•La Fe en la Palabra de Dios nos conduce a una Vida llena de Espíritu 

Re-enfatizando de nuevo, son aquellos que creen en la Palabra de Dios con sus corazones los que se pueden llenar del Espíritu Santo. Cuando nos mantenemos en la Palabra de Dios, cuando creemos en ella y confiamos en ella, el Espíritu Santo que mora en nuestros corazones nos da fe y fuerza, aprueba nuestra fe como la correcta, y está de nuestra parte de manera que podamos vivir nuestras vidas creyendo en esta Palabra. Esta es la razón por la cual le llaman el Espíritu Santo, el Ayudante o el Consejero (Juan 14:16). 
Así, para estar llenos del Espíritu, la Biblia nos dice que, “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,
y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.
Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios”. 
Sin importar qué tan débil sea su fe y cuáles sean sus circunstancias, cuando usted cree solamente en la Palabra de Dios y se mantiene en esta Palabra, el Espíritu Santo trabaja poderosamente en sus vidas y los convierte en personas de fe. Y cuando usted se está manteniendo con firmeza en la Palabra de Dios, el Espíritu Santo le da fuerza y de tal modo le permite superar a Satanás. Él permite que usted esté contra Satanás con su fe y transforma sus alrededores. 
Cuando usted se está manteniendo en la Palabra de Dios, el Espíritu Santo le hace orar, le consolida, y le permite estar contra el diablo cuando él le ataca, y lo refuerza para abandonar cada incredulidad que se presente en su corazón. También, esta Palabra le hace abandonar los errores de su fe, y la convierte en una persona de fe como una roca que está fincada firmemente en la Palabra de Dios. Así es absolutamente crítico para usted que crea y tome esta Palabra para ser lleno del Espíritu. 
Si usted ni cree ni toma la Palabra, pero reza ciegamente para estar lleno del Espíritu, usted nunca estará lleno por el Espíritu. Usted debe asegurarse lo más posible de mantenerse en la Palabra y tomarla. Solamente después de hacerlo puede estar lleno del Espíritu orando en Él. 
Viendo estas cosas, podemos darnos cuenta de que podemos estar llenos del Espíritu solamente creyendo y tomando la Palabra de Dios, discerniendo cuál es la voluntad del Señor y siguiendo Su voluntad orando y redimiendo el tiempo, uniéndonos en las reuniones de la Iglesia de Dios, sirviendo al Señor, y difundiendo el Evangelio. El Espíritu Santo, por supuesto, nos ayuda y trabaja siempre en nuestras vidas, pero dependiendo de si creemos en la Palabra o no, y si nos mantenemos en ella o no, el Espíritu Santo trabaja poderosamente con nosotros o nos deja solos con nuestras propias fuerzas. Así, para estar llenos del Espíritu, debemos pensar en la Palabra que nos dice que el Señor nos ha salvado, y debemos tener la alegría en la salvación creyendo en esta Palabra. Debemos creer en nuestros corazones que es la voluntad del Señor difundir este Evangelio, debemos predicarlo y servirlo. 
Si usted verdaderamente es nacido de nuevo y justo, entonces usted debe haber tenido la experiencia de la inspiración del Espíritu Santo al difundir el Evangelio, permitiéndole hablar las palabras correctas, y sus corazones espiritualmente llenos. Así, claramente debemos darnos cuenta de que no podemos alcanzar la plenitud del Espíritu fuera de la Palabra de Dios, de la voluntad del Señor, y de la vida en la Iglesia, y que no puede ser lograda por nuestros propios esfuerzos. 
En el intento de estar lleno del Espíritu, muchos de los Cristianos de hoy asisten ciegamente a reuniones especiales llamadas “reuniones de retiros” y en tales reuniones oran, hablan en supuestas lenguas haciendo sonidos extraños, gritan el nombre del Señor, después cantan lemas, y hacen toda clase de intentos para recibir el Espíritu Santo. Pero estos actos son totalmente absurdos y sin fundamento. El Espíritu Santo no es alguien que viene a nuestros corazones porque lo pedimos desesperadamente. Sino al contrario, aquellos que enseñan eso e intentan llenarse del Espíritu de esta manera terminan llenos del diablo. Cuando meditamos en, creemos en, y tomamos la Palabra y la voluntad del Señor que nos ha salvado, y servimos al Evangelio, finalmente entonces estamos llenos del Espíritu. Pero debemos recordar que la oración con nuestras propias emociones, abrumarnos, y hacer toda clase de cosas extrañas solamente darán lugar a ser llenados por el espíritu del diablo. 
 


La Plenitud del Espíritu es Verdadera 


Por ahora en la discusión precedente, tenemos cuál es la plenitud del Espíritu, y estoy seguro de que usted tiene la completa comprensión de este asunto. Si tenemos claro, e intelectualmente comprendido la vida llena de Espíritu, entonces tomamos la Palabra con nuestros corazones. Debemos mantenernos en la Palabra diariamente, incluso si solo son un par de pasos. Y debemos preguntarnos qué clase de la Palabra es necesaria para nuestras actuales circunstancias, buscamos tal Palabra, y después nos mantenemos con ella en nuestros corazones. Esta Palabra cambiará nuestras circunstancias y transformará nuestros corazones. Cuando sucede esto, nuestra fe y corazones montarán el vuelo con alas como de águilas, y correrán hacia la voluntad del Señor sin cansarnos, Isaías 40:31 nos asegura, “pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”. Esto no es hipotético, es verdadero. 
Cuando nacimos de nuevo creemos en el Señor con nuestros corazones y lo servimos, consideramos a las reuniones de la iglesia como preciosas y participamos en ellas, y unimos nuestros corazones para difundir el Evangelio, entonces, de forma natural nuestros corazones se llenan del Espíritu. Vivimos, es decir, siempre inmersos y llenos del Espíritu Santo sin ningún esfuerzo particularmente especial. ¿Pero qué de las personas quienes no son así? Cuando tales personas no se unen en las reuniones o en los trabajos de la Iglesia, ellas se alejan gradualmente de la iglesia y terminan eventualmente culpándola y dejándola. 
Para que ni usted ni yo dejemos al Señor, sin importar cuáles son nuestros actos y reflexiones, y sin importar cuán grande o pequeña es nuestra fe, todo lo que tenemos que hacer es afianzarnos a la Palabra de Dios creyendo en Él de manera incondicional. ¿Por qué? Porque el poder de la Palabra de Dios pertenece a los que firmemente se afianzan a la Palabra. Esta es la razón por la cual es muy importante tomar la Palabra de Dios. Así, podemos estar llenos del Espíritu cuando vivimos de esta manera. 
 


No debemos Estar Borrachos con el Vino del Mundo 


Efesios 5:18 indica, “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu”. El “vino” aquí refiere a todas las cosas del mundo. Si perdemos nuestros corazones en las cosas del mundo, entonces no podemos estar llenos del Espíritu. La lujuria de la carne obstruye los deseos del Espíritu. Nosotros los nacidos de nuevo podemos vivir solo cuando estamos llenos del Espíritu. Pero la plenitud del Espíritu Santo requiere que tomemos la Palabra, y, como tal, solo cuando tomamos al Espíritu en nuestras vidas como la del justo es digna. 
Sin hacer esto, si nosotros vivimos borrachos con el mundo la mitad del tiempo y con el Espíritu la otra mitad del tiempo, entonces allí no hay alegría. Entonces, terminamos sirviendo al Evangelio sin entusiasmo, y cuando nos ponemos a realizar los trabajos del Señor, no solo otras almas siguen siendo incapaces de recibir la remisión del pecado, sino que también nuestras propias vidas de fe llegan a estar sin sentido. Esta es la razón por la cual debemos estar llenos del Espíritu Santo. Debemos vivir la vida llena del Espíritu. Entonces podemos evitar dejar al Señor, y entonces podemos recibir enteramente el poder que se encuentra en esta Palabra hablada por el Señor. 
 


Debemos Esforzarnos por Unirnos con Himnos y Salmos 


Siempre debemos vivir y creer de acuerdo a lo que nos dice Efesios 5:19-21: “hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Someteos unos a otros en el temor de Dios”. 
De hecho debemos. ¿Si no creemos en la Palabra de Dios, cómo podemos agradecerle por nuestra salvación, y cómo podemos vivir por nuestra fe? También, si nosotros hemos recibido ya la remisión de nuestros pecados, y si nosotros no nos mantenemos en la Palabra de las escrituras a toda hora, ¿cómo podemos vivir con nuestros corazones llenos del Espíritu Santo? Tales cosas nunca pueden suceder. Por el contrario, en nuestra carencia de fe con las cosas pequeñas que nos suceden en la vida diaria fácilmente nos desalentaremos, e incluso si el Espíritu nos toca mientras estamos en la iglesia, cuando sucede algo de regreso a casa, nuestros corazones perderán fuerza rápidamente. Usted y yo debemos vivir creyendo solamente en la Palabra de Dios. 
Debemos vivir sirviendo al Evangelio en nuestras vidas, creyendo y tomando la Palabra y la oración. El Espíritu Santo entonces le ayudará automáticamente, le dirigirá, le sostendrá constantemente, le dará energía y bendiciones, le permitirá hacer las obras del Señor, seguirlo, y estar contra el diablo, y hacer que todo funcione. Una vez que usted lo sabe, es muy fácil estar lleno del Espíritu. Espero que todos y cada uno de ustedes crea sinceramente en la Palabra de Dios. 
 

El Espíritu Santo Trabaja en los Creyentes de la Palabra de Dios 

Al contrario de lo que creen muchas personas de hoy, el Espíritu Santo no desciende cuando justo se han apagado todas las luces y se grita incesantemente el nombre del Señor. ¿Por qué? Porque el Espíritu Santo trabaja siempre de acuerdo a la Palabra. 
A este mismo momento, nunca he servido al Señor con una queja grande. En lugar de eso he trabajado fielmente con lo mejor de mis capacidades, creyendo en toda la Palabra del Señor en mi corazón y sabiendo Su voluntad. No intento alcanzar todo de una vez. En lugar, oro todo el tiempo, consulto con otros servidores de Dios, y me uno con ellos en un solo propósito, es decir, sirviendo al Evangelio verdadero. Cuando alcanzo una decisión, entonces hago las preparaciones necesarias, y con lo mejor de mis capacidades hago los trabajos del Señor poco a poco. En poco tiempo, e incluso sin darme cuenta, veo que muchas cosas ya están hechas. La predicación del Evangelio del agua y del Espíritu también se ha hecho de esta manera hasta ahora, y el Señor ha trabajado poderosamente en este esfuerzo. Las obras del Señor no son realizadas según los dictados de los sentimientos emocionales, sino que son puestas en ejecución de manera racional y tranquilamente siguiendo la Palabra de Dios y creyendo en ella con nuestros corazones. Todo lo que viene después de eso es cuidado por el Espíritu Santo. 
Cuando los niños hacen travesuras, sus padres los tratan fríamente hasta que admiten en verdad sus errores. Cuando un padre humano hace eso. ¿Cuánto más el Espíritu Santo nos trata fríamente cuando nos perdemos contra la voluntad de Dios? Pero, tan pronto como nos arrepentimos de nuestros errores, y agradecemos a Dios por perfectamente salvarnos de nuestros errores, Él nos abraza y nos anima tiernamente para mantenernos en el camino de Su voluntad. 
 

¿Qué Debemos de Hacer los que Estamos llenos del Espíritu? 

El Señor nos dice sobre las señales del final de los tiempos, diciendo, “Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares” (Mateo 24:7). Y él dice que la gran Tribulación pronto seguirá a eso. Mira como si ahora entonces fuera ese tiempo, particularmente cuando miramos desastres naturales o la actual situación política del mundo. ¿Qué es, entonces, lo que debemos hacer ahora? No es nada sino que obedecer el mandamiento del Señor de difundir el evangelio del agua y del Espíritu a través del mundo entero. 
Entonces ahora debemos predicar el Evangelio, pero primero debemos preguntar a Dios sobre el mejor método posible. No debemos realizar esta tarea tumultuosamente solo con nuestra estrategia, fuerza y voluntad, sino que la primera cosa que debemos hacer es orar a Dios para darnos la fe y la fuerza necesarias para difundir el Evangelio del Señor, para consolidar a toda su gente, para bendecirnos en nuestros espíritus y la carne, para permitir que sirvamos al Evangelio, y que nos llenemos del Espíritu Santo. 
Cuando hacemos así lo que es factible para nosotros y ampliamos gradualmente los límites de nuestros ministerios, el Señor es complacido en nosotros, y El permitirá que alcancemos muchos grandes logros en el futuro. Cada uno de ustedes experimentará cuánto nuestro Señor nos sostiene y nos ayuda, como nosotros los justos hemos experimentado ya en incontables ocasiones que cada vez que deseamos hacer algo y orado por eso, fue cumplido realmente según lo previsto. ¿Esto entonces significa que hacemos tales cosas por nuestra propia fuerza? ¡Por supuesto que no! De hecho, no sabemos nada, pero porque Dios se complace en lo que hacemos, nosotros logramos nuestro desafío por la fe, buscando Su ayuda, sosteniéndonos y tomando aún más la Palabra, y esperando en la fe. Un día, el Señor nos deja ir a tales y a tales lugares, y entonces vemos que los trabajadores y las almas que hemos estado buscando nos están esperando allí. 
Por ejemplo, cuando intentamos predicar el Evangelio en ultramar a través de la literatura, necesitamos a personas que puedan traducir nuestros libros a diversos idiomas. No importa con cuánto trabajo buscamos, no fueron fácilmente encontradas. Pero Dios se cercioró de que la persona a la que buscábamos tuviera mucho tiempo de terminar su entrenamiento, y después hizo que se alistaran para nosotros cuando llegue el tiempo. 
Debemos darnos cuenta de que seguir al Señor y ser lleno del Espíritu no son hazañas difíciles de alcanzar. Debemos darnos cuenta de que estas cosas son muy fáciles para los que han recibido la remisión del pecado, y que después así de recibir la remisión del pecado, Dios entonces trabaja en orden, según Su Palabra, en las vidas de los que creen y toman esta Palabra. Cuando vivimos sumergidos en la Palabra de Dios y de su Iglesia, la plenitud del Espíritu viene con su propio acuerdo. 
Lo que los nacidos de nuevo desean es la plenitud del Espíritu. Predicar la Palabra y difundir el Evangelio. Entonces se llenarán del Espíritu Santo. Cuando usted sirve al Señor con su corazón, se llenará del Espíritu, y cuando usted difunde el Evangelio, también se llenará del Espíritu. Cuando usted une su corazón con la Iglesia y viven juntos, usted puede vivir una vida llena del Espíritu. Esto es muy fácil para los corazones que estén con la Iglesia. Pero para los corazones que no se unan con la Iglesia, no hay manera de que puedan estar siempre llenos del Espíritu. ¿El Espíritu Santo vendría sin respeto a la Palabra escrita de Dios? El Espíritu Santo no trabaja fuera de la Iglesia de Dios ni de las obras del Evangelio. 
 

Cómo Ser llenos del Espíritu 

Primero, aquellos que desean recibir el Espíritu Santo deben, sobretodo, saber y creer en el evangelio del agua y del Espíritu y de tal modo recibir la remisión de sus pecados. 
En segundo lugar, necesitan tener una clara y consagrada fe en la verdad de que Dios da el Espíritu Santo solamente a los que incluso ahora han recibido la remisión del pecado y a los de la época apostólica (Hechos 2:38). 
Tercero, sus corazones deben separarse del pecado de no creer en la Palabra de la Biblia y de su incredulidad.
Cuarto, para recibir el Espíritu Santo, sus almas necesitan ser enseñadas con la Palabra concreta. Como tal, necesitan escuchar cuidadosamente la Palabra bendecida de ser nacido de nuevo del agua y del Espíritu, y cuando necesiten más, deben personalmente compartir la compañía del Evangelio con los servidores de Dios y recibir el Espíritu Santo. El Espíritu Santo entonces hará que crean en la Palabra de Dios en sus corazones, sean nacido de nuevo, y recibirlo. Pero si intentan recibir el Espíritu Santo sin ningún discernimiento y ciegamente dando rezos de arrepentimiento o intentando vivir una vida de auto-santificado, o si incondicionalmente anhelan el Espíritu Santo e intentan recibirlo a través de ayunos fanáticos o de oraciones en las montañas, solo terminarán cayendo en una gran confusión. 
Debemos recordar que el Espíritu de Dios no está dado solo porque las personas desean recibirlo, pero Él viene solamente a los que estén listos para recibirlo. El Espíritu Santo no viene a los que den rezos en la montaña, participen en una reunión carismática, o persigan los dones, por sí mismos. Si usted piensa que usted recibió algo relacionado con el don del Espíritu Santo mientras que participaba en tales reuniones o de su propia creencia, hay algo más en lo que usted debe pensar primero. Y esto es si hay o no hay pecados en su corazón. Si hay pecados en su corazón, entonces usted debe darse cuenta de que lo que usted había recibido no es del Espíritu Santo, sino del diablo, y usted debe echarlo fuera. Primero debemos darnos cuenta dónde y con quién el Espíritu Santo verdaderamente trabaja. 
Hay algo de lo que no debemos olvidarnos al buscar recibir el Espíritu Santo. Esto es, creer igualmente en el bautismo de Jesús (Mateo 3:15) y su sangre de la Cruz. El Espíritu Santo es independiente, pero Él viene solamente a los que crean en el bautismo de Cristo Jesús y la sangre de la Cruz como la remisión de sus pecados. Así, el Espíritu Santo viene y trabaja en las vidas de los que crean en el evangelio del agua y del Espíritu como su verdadera salvación. 
 

Los Dones del Espíritu Santo

Cuando miramos la Biblia, podemos ver que los dones del Espíritu Santo son mencionados en varios lugares. El representante de tal lista de dones se encuentra en Romanos 12:6-8, 1 Corintios 12:8-10, y Efesios 4:11. Pero hoy, miraremos los nueve dones enumerados en 1 Corintios 12. 
1) El don de la Palabra del conocimiento: este es el conocimiento de los misterios que se ocultan en el evangelio del agua y del Espíritu, de acuerdo con la providencia especial de Dios, en la Palabra escrita de la Biblia por la inspiración del Espíritu Santo. La capacidad para explicar claramente y difundir este evangelio del agua y del Espíritu es el mismo don de la Palabra del conocimiento. 
2) El don de la Palabra de la sabiduría: El don de la Palabra de la sabiduría no se refiere a la sabiduría humana, tales como la inteligencia o el intelecto. El don de la sabiduría es el don de solucionar los diferentes temas planteados por las personas explicando la Palabra de la Biblia con fe. 
3) El don de la fe: El don de la fe es el don de la acción orientada hacia la fe en la Palabra. Esta clase de don se da cuando oímos la Palabra de Dios, y después creemos en esta Palabra con fe pura. El Espíritu Santo trabaja de modo que la fe en la Palabra de Dios se levante en los corazones de los santos. Con este don, Dios también nos permite salvar de sus pecados a las almas de las personas. 
4) El don de curación: En vez de intentar curar las enfermedades de la carne, los santos deben darse cuenta de que la voluntad del Señor está para que sepan la providencia de Dios y de sus enfermedades, obedezcan esta providencia, y curen enfermedades espirituales más bien que las enfermedades de la carne. El Señor nos aconseja que oremos para curar al enfermo (Santiago 5:14-15), y tal rezo sea un rezo que cada santo pueda dar. 
5) El don de la realización de milagros: Esto se refiere al poder de la fe que cree y sigue la Palabra de Dios. Los milagros se refieren a la fe que cree en la Palabra de Dios que desafía las leyes de la naturaleza sabidas por nosotros. Tal fe de los santos aviva y alienta sus vidas de fe, permitiéndoles llevar aún más frutos. Dios hace que los santos actúen por fe. 
6) El don de la profecía: Esto es creyendo en la Palabra de Dios y difundiéndola en Su favor. A través del Antiguo y Nuevo Testamento, Dios nos ha revelado Su voluntad y Su plan. Así, los que profetizan pueden probar lo más ciertamente posible la corrección o el error de tales profecías con la Palabra ya escrita de Dios. Los que no difunden por fe la Palabra escrita de Dios en las Escrituras son profetas falsos. La profecía legítima es difundiendo la Palabra de Dios por fe. Predicando a las personas la Palabra escrita, los santos y los servidores de Dios deben permitirles adorarlo, edificarlo, exhortarlo, y confortarse uno a otro. Cristo Jesús ha dado, junto con Su cuerpo, la Iglesia, el don de la fe que cree en la Palabra de los servidores de Dios. 
7) El don de discernir los espíritus: El discernir de espíritus es la capacidad de discernir si las personas han recibido la remisión de sus pecados o no con solo oír lo que ellas dicen. Para nosotros que ahora estamos viviendo en el final de los tiempos, si no tenemos este don, entonces corremos el riesgo de ser engañados por el diablo (1 Timoteo 4:1). Con este don, podemos discernir a los que buscan solo los dones del Espíritu Santo, y pueden distinguir al nacido de nuevo de los que todavía no han recibido la remisión del pecado y el Espíritu Santo. 
8) El don de lenguas: Cuando se dice que los santos hablan en lenguas, significa que hablan la verdad del Reino del Cielo. Cuando los santos están rogando a Dios es una forma personal, es posible que hablen en lenguas, que pueden ser entendidas solamente por Dios. Pero más bien que intentar hablar en lenguas, debemos poner más esfuerzos en entender la Palabra de la Biblia. Debemos darnos cuenta de que mejor es hablar cinco palabras con nuestra comprensión para enseñar que otras diez mil palabras en lenguas (1 Corintios 14:19). 
9) El don de la interpretación de lenguas: Esta es la capacidad de enseñar la voluntad de Dios para uno que interpreta la Palabra dada por Él. Este don de la interpretación de lenguas fue dado en el período Temprano de la Iglesia con el fin de difundir el Evangelio, y ahora puede ser encontrado en el ministerio de traducir y de interpretar las enseñanzas del Evangelio. Si uno puede hablar en idiomas locales, no se necesitaría a ningún intérprete, pero los que hacen frente a las barreras de los idiomas del mundo pueden trabajar a través de los intérpretes. 
 

Los frutos del Espíritu Santo 

“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23). Los frutos del Espíritu se manifiestan según el versículo antedicho. 
Amor: El amor es el corazón de Jesús. Todos los mandamientos y las leyes de Dios se pueden resumir como “amar a Dios y amar unos a otros”. Pero, debemos recordar que antes de nuestro amor para Dios, Dios primero nos ama incondicionalmente. Su amor se revela en la Palabra del evangelio del agua y del Espíritu, la Palabra que libera a cada uno del pecado y nos convierte en los hijos propios de Dios. Los que reciben el amor de Dios a través del Evangelio verdadero pueden tener el corazón de Jesús, es decir, el amor. 
Alegría: Esta es la alegría indescriptiblemente gloriosa que se presenta en la profundidad de nuestros corazones cuando nuestras almas son nacidas de nuevo creyendo en la salvación de la remisión del pecado. Esta es la razón por la cual Pablo, recibiendo la remisión del pecado, podía ser alegre incluso en la prisión, y los santos de la Iglesia Temprana podían también regocijarse. Hay alegría en los corazones de los justos que han recibido la remisión del pecado (Filipenses 4:4). 
Paz: La paz llena a los que han recibido la remisión del pecado, que es invencible en cualquier circunstancia. No puede haber paz en los corazones de los que estén asustados por el juicio de Dios por sus pecados. Pero es la paz de nuestras mentes que hemos recibido la remisión de todos nuestros pecados de una vez por todas, tan blanca como la nieve, creyendo en el evangelio del agua y del Espíritu. El evangelio de la remisión del pecado nos permite superar nuestro miedo por los pecados, y nos da valor y la convicción de la salvación. También, aquellos que traen paz como los hijos de Dios (Mateo 5:9), gozan de la alegría de recibir la remisión del pecado (Proverbios 12:20), y viven una vida justa (Santiago 3:18). 
Paciencia: Comenzando con nuestra fe en la Palabra de haber nacido de nuevo y de la remisión del pecado dada por Dios, y con la fuerza de su Espíritu, llevamos los frutos de la paciencia en todas las cosas. Estos frutos de paciencia se encuentran en los corazones de los que han sido salvados creyendo en la Palabra del evangelio del agua y del Espíritu, y puede ser obtenida por nuestra gran relación con el Espíritu Santo. 
Amabilidad: La amabilidad se refiere a entender a otros y amablemente enseñarles la Palabra de la verdad. Esto exige un corazón que tenga compasión por otras almas, tal y como la gracia misericorde de Dios que ha salvado a los pecadores con el bautismo de Jesús y la sangre de la Cruz. 
Bondad: Bondadoso significa ser virtuosos y decentes. Mateo 12:35 indica, “El hombre bueno de su buen tesoro saca cosas buenas; y el hombre malo de su mal tesoro saca cosas malas...”. Para los que han llegado a ser justos delante de Dios, lo fundamental de sus corazones es que son buenos y mansos. Así cuando vemos a personas que se han hecho justas por la fe, podemos ver su esencia bondadosa y su mansedumbre en la profundidad de sus corazones. 
Fidelidad: La fidelidad se refiere a la fe que no cambia nunca bajo ninguna circunstancia sino sirve al Evangelio sin fallar. La fidelidad aquí exige “fe” y “lealtad”. Como tal, solamente los que han recibido la remisión del pecado creyendo en la Palabra del evangelio del agua y del Espíritu dada por Cristo pueden ser fieles a Dios. 
Mansedumbre: El corazón manso entiende totalmente a otros y obedece la voluntad de Dios. Los mansos son los que incluso oran por sus enemigos que estén contra ellos. 
Autodominio: El autodominio se refiere a la capacidad de guardarse bajo control. En detalle, se refiere a la capacidad de refrenar, de contener, y al control sobre las lujurias pecadoras y corrompidas de la carne que funcionan contra el Espíritu Santo. Es decir, significa vivir una vida que sea prudente, sin auto-indulgencia, y todo bajo control. Es evidente que no necesitamos el autodominio sobre las cosas malas, pero incluso cuando vienen las buenas cosas, debemos siempre tener autodominio. 
 

La Vida llena del Espíritu 
 
No podemos vivir la vida llena del Espíritu por nuestra propia voluntad o esfuerzo, pero es posible por Cristo que vive en nosotros (Gálatas 2:20). Creemos que nuestros cuerpos se han convertido en instrumentos que se utilizan para satisfacer la voluntad de Cristo. Nuestras mentes tienen los pensamientos de Cristo, nuestra voluntad es gobernada por la voluntad del Señor, y todo nuestro carácter y capacidades se dan a Él como ofrendas sin ninguna excepción —el que vive de esta manera está viviendo una vida llena del Espíritu. Esta no es una vida de la pobreza, de la derrota y de la desesperación espiritual, sino que es una vida de la victoria, de la alegría y de la afirmación constantes que tiene el poder de salvar al mundo a través del evangelio del agua y del Espíritu (Romanos 8; Hechos 17:6). Las características de una vida llena del Espíritu se pueden resumir de la manera siguiente. 
Es una vida que está siempre agradecida por la alegría de recibir la remisión del pecado (1 Tesalonicenses 1:6-7), y también persigue la justicia de Dios. Los que se regocijan con la voluntad del Señor son los que se han llenado del Espíritu. Los que disfrutan con difundir el evangelio del agua y del Espíritu son los que sus vidas se llenan del Espíritu. Los que creen, siguen, y obedecen la Palabra escrita conducen sus vidas en la verdad con la plenitud del Espíritu. 
 

Los Resultados de Estar Llenos del Espíritu 

“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). 
• La fe del poder: Los que creen en la Palabra del evangelio del agua y del Espíritu reciben el derecho de ser hijos de Dios (Juan 1:12). El poder que se da a nosotros como los hijos de Dios es el poder de superar nuestros pecados y de realizar la voluntad de Dios en este mundo. Es la autoridad para tener control sobre el poseído del demonio y para salvarlo con el evangelio del agua y del Espíritu. Es la autoridad para curar las enfermedades espirituales (Marcos 16:18), para superar las maldiciones de Satanás (Lucas 10:19), para entrar en el Cielo (Apocalipsis 22:14) y para vivir creyendo en la Palabra de la promesa de Dios (2 Corintios 7:1). 
• La fe de la victoria: El Espíritu Santo es el Espíritu que soluciona nuestros problemas. En este mundo y en nuestras vidas, hay incontables problemas que no pueden solucionarse por nosotros mismos (Zacarías 4:6-7). Incluso los Cristianos no pueden escaparse de la realidad de los incontables problemas que la vida les trae. Pero cuando nos llenamos del Espíritu, podemos ver solucionados tales problemas y vivir una vida de la victoria. 
Primero, podemos superar las tentaciones del mundo. El Espíritu Santo nos permite superar y a triunfar sobre las tentaciones y las tentaciones del pecado que se acercan a nuestros corazones incesantemente. 
En segundo lugar, podemos solucionar el problema de la muerte con el Espíritu Santo. Cuando nos llenamos del Espíritu, podemos superar audazmente el miedo y el pavor sin fin de la muerte. Los cristianos llenos del Espíritu pueden mirar hacia la esperanza del Cielo y pueden más que superar el problema de la muerte (2 Corintios 5:1). 
Tercero, cuando nos llenamos del Espíritu, podemos amar, con el evangelio del agua y del Espíritu, incluso a los que no podemos amar por nosotros mismos, y alcanzamos nuestra felicidad. 
Cuarto, podemos ser liberados con el Espíritu Santo de la vida de maldición traída por Satanás. Creyendo en la remisión del pecado dada por Cristo y por el hecho de que nosotros ahora somos sus hijos, podemos triunfar, con el Espíritu Santo, sobre el miedo y el terror traídos por Satanás. 
Quinto, el Espíritu Santo nos permite superar todas las clases de desesperación. Cuando Elías cayó en la desesperación, él recuperó su fuerza oyendo la voz de la Palabra de Dios, y cuando los discípulos de Jesús cayeron en la desesperación, también se levantaron otra vez creyendo en la Palabra de Dios y solamente con el poder del Espíritu Santo. Asimismo, cuando nos llenamos del Espíritu creyendo en la Palabra escrita de Dios, somos también más que capaces de levantarnos de la frustración y de la desesperación de nuestras vidas (Juan 14:16-18). 
Sobretodo, el Espíritu Santo es el testigo del evangelio del agua y del Espíritu. Como tal, si uno es un santo lleno del Espíritu, el interés más grande para el/ella es vivir una vida que atestigüe el evangelio del agua y del Espíritu de Cristo. El Espíritu Santo no nos da los regalos místicos o las experiencias trascendentales. Si usted piensa que el Espíritu Santo le condujo en experiencias místicas, entonces esto no es el trabajo del Espíritu Santo sino del diablo. 
El día de Pentecostés, por lo tanto, es la misma fecha del nacimiento de la Iglesia. En esta luz, los Cristianos llenos del Espíritu utilizaron todas sus fuerzas para fundar la Iglesia de Dios, para servirla y para expandirla. El resultado de ser lleno del Espíritu es vivir una vida que atestigüe y sirva al evangelio del agua y del Espíritu dado por Dios. 
 

Mantener Continuamente la Plenitud del Espíritu 
 
1) Los nacidos de nuevo deben abandonar la avaricia del mundo. Y deben tomar la Palabra de la fe y de la verdad (Efesios 6:17). 
2) Leer y creer en la Palabra de Dios (Hebreos 4:12). 
3) Reunirse a diario en la Iglesia (Hebreos 10:25). 
4) Confesar sus pecados y tener fe en el evangelio del agua y del Espíritu (Salmo 51:4-5, 11-13). 
5) Seguir los deseos del Espíritu Santo (Gálatas 5:16). 
6) No afligir al Espíritu Santo (Efesios 4:30). 
7) No apagar el don del Espíritu Santo (1 Tesalonicenses 5:19). 
8) Permanecer alejado de los corazones de la carne, creer y difundir la Palabra del evangelio del agua y del Espíritu (Proverbios 4:23; Filipenses 4:13). 
9) Vivir una vida que se une con la Iglesia de Dios y difunde el evangelio del agua y del Espíritu en cada oportunidad. Así entonces podrá mantener una vida que se llene siempre del Espíritu. 
Dicho de una manera diferente, para estar lleno del Espíritu primero tenemos que recibir el Espíritu Santo, y para recibir el Espíritu Santo, primero debemos abandonar nuestros pecados que pesan en nuestros corazones. Esta es la más importante condición para recibir el Espíritu Santo. 
Hechos 2:38 indica, “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”. Proverbios 28:13 también dice, “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”. Para lavar nuestros pecados, debemos primero creer en el bautismo de Jesús y de su sangre, y de tal modo nos limpiamos de todos nuestros pecados. 
Debemos creer en el poder del bautismo del agua de Jesús y ser bautizados en la fe. Mateo 3:16, indica “Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él”. 
Los creyentes reciben su bautismo como la marca de su fe que cree que todos los pecados del mundo fueron pasados sobre Jesús cuando lo bautizaron. Como tal, los que creen según la Palabra del Señor deben ser bautizados. Nunca desobedezcamos a Dios rechazando ser bautizados, pensando solo en el bautismo como una formalidad. 
Por supuesto, para estar llenos del Espíritu, debemos orar a Dios creyendo en Él. Jesús dijo en Lucas 11:13, “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”. 
Reunió a todos los santos en el monte de los olivos momentos antes de su ascensión, Jesús les dijo que no salieran de Jerusalén sino que esperaran al Espíritu Santo permitido por el Padre. Los santos obedecieron Su Palabra y por consiguiente se reunieron y oraron en un cuarto en Jerusalén, y cuando llegó el Día de Pentecostés, el Espíritu Santo los llenó repentinamente a todos, descendiendo sobre ellos como un viento poderoso que acometía y dividido en lenguas de fuego. 
Hay algo aquí que debemos prestar particular atención. Este es el hecho de que mientras que había habido 500 hermanos que habían oído la Palabra del Señor y habían atestiguado su ascensión, solo había 120 que oraron realmente a Él en obediencia a Su palabra. 
Para mantener la vida llena del Espíritu, debemos difundir el evangelio del agua y del Espíritu incesantemente. 
En Mateo 7:11-12, nuestro Señor dijo, “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas (el Espíritu Santo) a los que le pidan?
Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas”. 
El agua debe fluir; si se mantiene inmóvil en un lugar, eventualmente se corromperá. Asimismo, aquellos de nosotros que hemos recibido la gracia del Espíritu Santo con la remisión del pecado debemos dedicarnos a difundir el evangelio del agua y del Espíritu.