(Lucas 12, 54-59)
«Decía también a la multitud: Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene; y así sucede. Y cuando sopla el viento del sur, decís: Hará calor; y lo hace. ¡Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no distinguís este tiempo. ¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? Cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí, hasta que hayas pagado aun la última blanca».
¿Cómo debemos pensar en la Ley de Dios?
Al final de los tiempos no habrá nada que hacer excepto predicar el Evangelio. Muchas veces oímos en las noticias que las almas de todos los rincones del mundo han recibido la remisión de los pecados. Consideremos que eso es nuestro alimento y demos gracias a Dios mientras vivamos en este mundo. Sé que predicar el Evangelio será alimento suficiente para nosotros.
Estoy preocupado por nuestros hermanos de China. Como saben, hay mucha diferencia entre el nivel económico de China y nuestro país. Muchas personas de China trabajan para compañías operadas por el gobierno. Por tanto, no reciben su salario si el gobierno no les paga. En estas circunstancias, escuché la historia de un padre que robó arroz de una tienda porque su hijo no tenía nada que comer ni podía ir a la escuela porque eran muy pobres. Sin embargo, el paquete de arroz que robó tenía un agujero y cuando se estaba llevando el arroz a casa fue arrestado por robo. Este padre les dijo a las autoridades que no le dijeran a su hijo lo que había pasado. Estaba preocupado por su hijo aunque había sido arrestado por robar. No podía soportar el dolor de ver a su hijo no poder ir a la escuela y ser ridiculizado por sus compañeros de clase. Me duele pensar en esto. He oído que no le metieron en la cárcel porque tuvieron compasión.
Algunos de nuestros obreros están en China, pero es un país muy peligroso. Dar testimonio del Evangelio en China es muy arriesgado. Sería una hazaña digna de aparecer en nuestro periódico del Evangelio en letras grandes que aparecieran más trabajadores de Dios en China. Puede que pensemos que es otra gran obra que Dios ha hecho porque es difícil encontrar creyentes fieles entre la gente que está intentando ganar dinero utilizando a Jesús. Quiero que el Evangelio del Señor sea predicado en países como China. Sé que muchas almas han recibido la remisión de los pecados ahora a través de nuestros misioneros. Además sé que aún más almas recibirán la remisión de los pecados en el futuro. Se dice que las autoridades de China dan permiso para establecer una Iglesia si hay cuarenta creyentes. En otras palabras, el gobierno da permiso para establecer una iglesia cuando un ministro reúne a cuarenta creyentes y se lo comunica a las autoridades. Por tanto, podemos nombrar al hermano Hyungsik Shin ministro para que establezca una iglesia si puede encontrar más de cuarenta hermanos y hermanas allí. Si esto ocurre, podremos ir a reunirnos con estas personas de China y celebrar una reunión de resurgimiento.
Por supuesto hay muchos ministros en China también, pero esos ministros solo predican que una persona puede ser sanada de una enfermedad y ser rica si cree en Jesús. Solamente hay falsos ministros como estos y no hay nadie que predique el verdadero Evangelio. No hay nadie que predique la Palabra de Dios tal y como es. Cuando conocí al hermano Hyungsik Shin, me pidió que le pusiese las manos encima y orase por él porque estaba muy enfermo. Muchas personas me piden estas cosas, pero yo no oro con la imposición de manos, sino que les hablo de la imposición de manos que Jesús recibió y por la que ellos reciben la remisión de los pecados. Sé que muchas almas han recibido la remisión de los pecados porque la gente que la ha recibido comparte el Evangelio con su familia. Debemos reunirnos y orar todas las mañanas. Debemos orar por los hermanos y hermanas de todo el mundo y por la necesidad de predicar el Evangelio.
Aunque no hayamos hecho milagros y señales personalmente hasta ahora, muchas almas han recibido la salvación de los pecados a través de nuestras Iglesias de todo el país. Además, muchas personas del extranjero han recibido la salvación. Le doy gracias al Señor por esto. No se desanimen porque algunas personas no hayan recibido la salvación a través de ustedes personalmente. Aunque un alma haya recibido la remisión de los pecados a través de ustedes personalmente o a través de otras personas, somos personas unidas por el Evangelio. Creo que las recompensas de Dios son las mismas para todos porque estamos unidos. Es así porque oramos juntos con un espíritu así y trabajamos juntos.
Ahora voy a compartir la Palabra de las Escrituras que hemos leído hoy. Dice: «Decía también a la multitud: Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene; y así sucede. Y cuando sopla el viento del sur, decís: Hará calor; y lo hace. ¡Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no distinguís este tiempo. ¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? Cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí, hasta que hayas pagado aun la última blanca». En este pasaje el Señor estaba hablando a Sus discípulos de las señales de estos tiempos. El Señor les está diciendo: «Cuando veis nubes decís que va a llover, y sabéis que hará mucho calor cuando veis que sopla el viento del sur, ¿verdad? Entonces, ¿por qué no podéis daros cuenta de lo justo? Deben recibir la salvación, recibir la remisión de los pecados, antes de que pase este tiempo y vengáis a mí». El Señor está preguntando por qué la gente no puede distinguir las señales de los tiempos cuando esta era es el final de los tiempos. El Señor estaba diciendo: «Distinguís el tiempo, pero no podéis distinguir las cosas justas. ¿Acaso no deberíais recibir la remisión de los pecados en vuestros corazones antes de recibir el juicio e ir al infierno cuando muráis? ¿Acaso no debéis recibir la remisión de los pecados completamente?».
Nuestro Señor habló de las señales del fin de los tiempos y no paró simplemente porque no podemos juzgar las cosas justas. Siguió diciendo: «Cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel». No debemos pensar en la Palabra de Dios como un cuento de hadas. No debemos ignorarla porque creamos que es un cuento de hadas.
Esto es cierto. Debemos leer la Palabra del Señor y ver lo que significa. Nuestro Señor nos ha dicho algo muy importante. Nos estaba diciendo: «Esta era está yendo hacia la destrucción y el final. Por tanto debéis creer en el Evangelio rápidamente y recibiréis la remisión de los pecados mientras viváis en este mundo antes de que vengáis ante mí y recibáis el juicio y vayáis al infierno por vuestros pecados. ¿No pensáis que debéis hacer esto? Si no podéis recibir la remisión de los pecados, Yo, el Juez, os declararé pecadores. Entonces os entregaré al guarda y os llevará a la prisión. Tened cuidado».
Nuestro Señor nos dijo que nos reconciliásemos mientras estemos vivos
El Señor nos está diciendo que creamos en el Evangelio del agua y el Espíritu y recibamos la remisión de los pecados tan rápido como podamos en este mundo. Nos dice que debemos recibir la remisión de los pecados sin que nos quede ni uno. Esto significa que debemos recibir la remisión de los pecados completamente.
¿Cómo nos hemos convertido en pecadores? Las Escrituras dicen que nos convertimos en pecadores porque no podemos vivir según la Ley de Dios. Además dice: «Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un hombre rico entre en el reino de Dios». El Señor estaba diciendo: «Reconciliaros conmigo mientras estéis vivos. Recibid la remisión de los pecados rápidamente y entrad en Mi Reino. No podréis salir del infierno si tenéis algo de pecado». Jesucristo, que vino a este mundo como el Salvador estaba diciéndonos que hay una manera de recibir la salvación.
¿Qué problema tienen las personas que no han recibido la remisión de los pecados aunque crean en Dios? ¿Por qué no han recibido la remisión de los pecados inmediatamente cuando creyeron en Jesús y han seguido viviendo como pecadores? Son pecadores ya hayan creído durante un año o dos. ¿Por qué viven como pecadores durante tanto tiempo hasta que van al Juez? Porque no entienden la Ley de Dios que les muestra sus pecados. Muchas personas que creen en Dios así no han recibido la remisión de los pecados.
¿Entonces cómo entendemos la Ley de Dios cuando la leemos?
¿Qué nos dice la Ley de Dios? ¿Para qué nos dio Dios la Ley? ¿Cómo entendemos esta Ley? ¿Cómo creemos en ella? ¿La entendemos correctamente? Ahora tenemos que pensar en la Ley de Dios primero. ¿Nos dio la Ley para que la cumpliésemos? ¿O nos la dio para que nos diésemos cuenta de nuestros pecados? Dios nos dio la Ley para que nos diésemos cuenta de nuestros pecados. Pero mucha gente que cree en Jesús no entiende bien la Ley porque no conoce esta verdad. Tienen una manera idealista y contradictoria de pensar que deben cumplir la Ley sin ningún motivo.
A través de Moisés Dios nos dio la Ley que establecía 613 estatutos. Los diez mandamientos representan estos estatutos. Entonces, ¿por qué nos dio Dios esta Ley? ¿Para que la cumpliésemos? ¿O nos la dio para que nos diésemos cuenta de los pecados? Para que nos diésemos cuenta de los pecados. Esta es la Palabra del Señor.
Aún así hay muchas personas que intentan recibir la remisión de los pecados cumpliendo la Ley. Por eso no pueden recibir la verdadera remisión de los pecados aunque vayan ante el Juez justo. En realidad, el día del juicio está cada vez más cerca. El final de cada persona y del mundo entero está cerca. Sin embargo, ¿cómo somos los seres humanos? Estamos yendo hacia ese día sin estar preparados para entrar al Reino de los Cielos. Deben recibir la remisión de los pecados, pero no saben que son pecadores. Este fenómeno hace que no entiendan la Ley que Dios les ha dado.
En el Libro de Gálatas se dice que la Ley era nuestro tutor para traernos a Cristo y que no estamos ante la Ley después de tener fe. Y también dice que la Ley tenía autoridad sobre nuestros corazones hasta que Jesucristo vino al mundo.
La gente piensa que puede cumplir la Ley. Este pensamiento viene porque no conocen la Ley de Dios. Los humanos no pueden cumplir la Ley de Dios. ¿Cómo puede un ser humano cumplir toda esa Ley? Si quieren recibir las verdaderas bendiciones de Dios deben darse cuenta rápidamente de que son personas que no pueden cumplir la Ley ni recibir en sus corazones el Evangelio del agua y el Espíritu. Esta es la única manera de recibir la remisión de los pecados.
En el capítulo 10 de Lucas aparece un abogado. Le preguntó a Jesús: «Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?». Y Jesús le dijo: «Qué está escrito en la ley? ¿Y cuál es tu interpretación?». Así que le contestó: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Después el abogado fue ante Jesús de nuevo y le preguntó: «Jesús, ¿quién es mi prójimo?». Jesús contestó a esta pregunta con una parábola.
El abogado era un líder religioso. Era una persona que no había nacido de nuevo y había vivido una vida religiosa fingiendo ser un líder. Cuando le preguntó a Jesús quién era su prójimo, Jesús le contó una parábola.
Leamos la Palabra juntos. Jesús dijo: «Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? El dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo» (Lucas 10, 30-37).
¿Qué piensan sobre esta Palabra? ¿Piensan que han vivido una buena vida como el Buen Samaritano? Sin embargo, esta es una interpretación absurda que tiene su origen en los pensamientos humanos. La Palabra del Señor aquí no significa esto. El levita y el sacerdote aquí representan a los líderes religiosos, la gente que cree en Dios sin nacer de nuevo. El Señor estaba diciendo a través de la parábola: «¿Creen que un Maestro de la Ley que dice que se debe cumplir la Ley tiene una verdadera fe? ¿Pueden cumplir toda la Ley aunque sepan que la Ley es correcta? No pueden». El Señor utilizó una parábola para ilustrar esto.
Entonces, ¿quién es el Buen Samaritano aquí? Nuestro Señor Jesucristo. Aunque Jesús era un israelita en la carne, fue rechazado por todos los israelitas. Aún así, Jesús se rasgó las vestiduras para vendarle las heridas al herido y cuidar de él. ¿Qué significa esto? Significa que Jesucristo, que es Dios y el Hijo de Dios, dejó Su gloria y vino a este mundo para tomar todos nuestros pecados sobre Sí mismo, y eliminó todos los pecados de los pecadores que no pueden vivir según la Ley.
Todos los seres humanos dan pena. Sus vidas son en vano. Intentamos vivir según la Palabra de Dios y la ética y moral de los grandes sabios de este mundo. Pero somos seres humanos que no pueden vivir correctamente porque hemos nacido como pecadores. Todos los pecadores no pueden cumplir la Ley aunque saben que la Ley de Dios es correcta. Por tanto, cometemos pecados durante todas nuestras vidas aunque no queramos. Todos los seres humanos cometen pecados y viven una vida patética con la miseria de saber que se han convertido en pecadores y que van a ir al infierno incluso después de recibir el juicio el último día. Este es el destino de todos los seres humanos.
Sin embargo, Jesús vino a este mundo para salvar a esos pecadores. Solo nuestro Señor puede salvarnos de este mundo pecador, de la misma manera en que solamente Jesús pudo salvar a la mujer que fue sorprendida cometiendo adulterio: el único que pudo salvar a los poseídos por demonios, prostitutas, ladrones, estafadores y a todos los enfermos y discapacitados.
Debemos darnos cuenta a través de la Palabra de Dios que somos pecadores ante Dios y que merecemos ir al infierno. Entonces tenemos que ir a Jesús. Deben darse cuenta: «Dios, soy un pecador. Soy un pecador que merece ir al infierno» y por tanto deben ir a la presencia del Salvador sin ninguna expectativa del mundo. Entonces, vamos ante Jesús y recibimos la salvación al creer en la Verdad de que Jesús ha eliminado todos los pecados del mundo. Jesús ha eliminado todos nuestros pecados.
Está escrito: «Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta:
si vuestros pecados fueren como la grana,
como la nieve serán emblanquecidos;
si fueren rojos como el carmesí,
vendrán a ser como blanca lana» (Isaías 1, 18).
Esto significa que el Señor ha tomado todos los pecados sin excepción. Esto es cierto. El Señor nos ha salvado perfectamente de todos los pecados. Sin embargo, algunas personas siguen siendo pecadores aunque crean en Jesús. ¿Cuál es la razón? No entienden la Palabra de Dios, la razón por la que Dios nos dio la Ley.
Nuestro Señor vino a este mundo como nuestro Salvador. Además nos dio la Ley a través de Moisés antes de venir a este mundo. Entonces, ¿por qué nos dio la Ley primero? El Señor nos dio la Ley para hacernos darnos cuenta de nuestra naturaleza pecadora. Todos los descendientes de Adán nacen con pecados. Todos los seres humanos del mundo nacen con ideas de asesinato, adulterio, envidia, hurto y todo tipo de pecados (Marcos 7, 21-23). Sin embargo, la gente que es pecadora no sabe lo grave que es. Por eso el Señor les dio la Ley a las personas antes de venir a este mundo e hizo que reconociesen sus pecados. El Señor vino a este mundo cuando se dio cuenta de que éramos pecadores. Además, después de venir a este mundo Jesús tomó todos los pecados del mundo sobre Sí mismo mediante el bautismo de la Cruz y salvó a toda la humanidad de los pecados perfectamente.
Es cierto. Jesús, nuestro Salvador, envió la Ley a este mundo y después vino personalmente. ¿Qué significa esto? Significa que somos pecadores que nacieron como descendientes de Adán. Tenemos pecados en nuestros corazones desde que nacemos.
¿Qué dice la Palabra del Evangelio de Lucas 13, 1-5? Dice que Pilatos mató a cierta persona de Galilea y tomó la sangre y la ofreció con su sacrificio al ídolo que adoraba. La gente le dijo esto a Jesús. Le dijeron: «Pilatos ha matado a cierta persona de Galilea y ha mezclado su sangre con el sacrificio». Entonces, ¿qué les dijo Jesús? Les dijo: «¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos?». Y en aquel entonces ocurrió un accidente en Israel en el que murieron dieciocho personas porque se cayó una torre enorme en Siloé. Y Jesús dijo: «O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén». Esto significa que esas personas y ustedes son todos pecadores.
Entre las personas hay dos tipos de pecadores: un tipo de personas comete muchos pecados y el otro solo comete pecados en su corazón. Entonces, ¿qué tipo de persona es la verdadera pecadora ante Dios? Entre los humanos decimos que la gente que comete pecados con sus acciones es pecadora. Sin embargo, Dios no lo dice así. Dios considera que ambos tipos de personas son iguales, ya hayan pecado con sus acciones o sus corazones. Jesús dijo: «Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón» (Mateo 5, 28). Esto significa que todos son iguales aunque solo hayan cometido adulterio en su imaginación.
Nuestro Señor dice que una persona no sufre ni muere por haber cometido pecados. Todo el mundo ha cometido pecados, se merece ser juzgado, recibir el veredicto de culpable e ir al infierno porque ha nacido con pecados. ¿Reconocen esto? Debemos reconocer que somos pecadores aunque hayamos pecado solo un poco. Todo el mundo es pecador ante Dios.
Entonces, ¿cómo nos damos cuenta de que somos pecadores? No hay otra manera de darse cuenta si no es a través de la Ley que el Señor nos ha dado. Si Dios no nos hubiese dado la Ley, no tendríamos pecados. La gente podría ir a cualquier sitio si no hubiese una ley que dice que los peatones tienen que caminar por la acera y los pasos de cebra. La policía no podría hacer nada porque no habría una ley. Esto significa que no habría ningún crimen que cometer si no hubiese leyes.
No tendríamos pecados aunque naciésemos con pecado si Dios no nos hubiese dado la Ley a través de Moisés. Sin embargo, Dios nos dio esta Ley a través de Moisés. ¿Cuál era el contenido de la Ley? El contenido de la Ley es: «No tendrás otros dioses. No harás imágenes de nada de lo que hay en el cielo o la tierra, o debajo del agua, no te arrodillarás ante ellos ni los servirás. No tomarás el nombre del Señor, tu Dios, en vano. Santificarás el sábado. Honrarás a tu padre y a tu madre. No matarás. No robarás. No darás falso testimonio. No codiciarás la casa de tu prójimo».
¿Qué piensan de estos diez mandamientos que ven aquí? Que no hemos podido cumplirlos hasta ahora. No hemos podido servir a Dios completamente y nos hemos arrodillado ante cualquier cosa y hemos dicho cosas sucias cuando hemos querido. Hemos dicho. «Si hay un Dios, ¿cómo puede una persona maldita vivir bien y una persona decente vivir en la miseria? ¿Cómo puede ser esto? ¿Es Dios bueno? ¿Qué hace Dios?» y maldicen a Dios. ¿Qué significa esto? Esto significa que incluso la gente que dice creer en el Señor es pecadora y no puede cumplir la Ley que el Señor les ha dado.
¿Qué significa santificar el sábado?
Yo crecí en la iglesia presbiteriana. Hace un momento les he comprado algodón de azúcar a unos niños porque estaban peleándose y llorando. Pero, ¿cómo puede un presbiteriano comprar algodón de azúcar el domingo? Ni siquiera pueden servir a nadie el domingo aunque tengan huéspedes en sus casas. Entonces solía pensar: «No puedo salir a comprar cosas el domingo porque creo en las enseñanzas de la iglesia presbiteriana. Perdonadme» y actuaba con mucha confianza así.
Sin embargo, esa no es la voluntad de Dios. Era una interpretación errónea de la Ley de Dios. Dios nos dice que santifiquemos el sábado pero no quiere decir que debemos observar el sábado como dice la Ley. Dios nos estaba diciendo que debemos guardar el ministerio de nuestro Señor que eliminó todos nuestros pecados. Nuestro Jesús dijo: «Porque el Hijo del Hombre es el Señor del sábado». Jesús es el Salvador y el Señor que eliminó todos nuestros pecados, nos dio el sábado y nos reconforta. Por tanto, santificar el sábado significa mantener la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu con la que el Señor ha borrado todos nuestros pecados.
Piensen en esto. ¿Cómo pueden santificar la fecha del sábado perfectamente? Cuando es de noche en nuestro país, es de día en los Estados Unidos. Podría tomar un avión el día después del sábado para poder guardarlo hoy, pero el día en que llegue a los Estados Unidos será el sábado en hora local. Entonces no podría guardar el sábado. Por eso los humanos no pueden guardar el sábado de manera literal.
En Marcos 7, 20-23 el Señor dice: «Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre». La Ley nos dice que honremos a nuestros padres, pero del corazón del hombre salen todo tipo de pecados que violan la Ley. Además, tenemos corazones que se resisten a nuestros padres de vez en cuando. ¿Cómo pueden los seres humanos honrar a sus padres correctamente cuando tienen este corazón? Por supuesto, cuando tienen hijos y maduran, muchos de ellos pensarán: «Creo que puedo entender el corazón de nuestros padres ahora que estoy criando a mis propios hijos» y honrarán a sus padres y ofrecerán servicios en memoria suya. Sin embargo, antes de madurar, molestan a sus padres y lo hacen sin saberlo. Por tanto, se van de casa, mienten a sus padres y hacen estas cosas.
¿Han hecho ustedes cosas así también? ¿Han hecho todo lo posible por llamar la atención de sus padres? Una persona que no ha recibido la remisión de los pecados tiene un corazón que no puede honrar a sus padres incluso después de madurar. La Ley nos dice que no matemos, pero un ser humano puede matar a otra persona si la odia. Una persona que ha cometido el pecado de matar ante Dios siente la necesidad de matar. Cuando criamos a nuestros hijos, les decimos que no hagan ciertas cosas al principio, pero luego les hablamos mal y les pegamos. Este es el corazón de cometer el pecado de matar. Un ser humano quiere cometer el pecado del asesinato. No hay ninguno entre nosotros que no haya matado.
Además la Ley dice que no debemos cometer adulterio, pero incluso los niños de primaria están cometiendo adulterio porque son muy maduros sexualmente hoy en día. Además, no debemos robar. Pero, ¿cuántas veces hemos robado cosas como melones o sandías en nuestra adolescencia? ¿Saben cuántas personas roban utilizando una computadora? Todos somos pecadores. La persona que murió aplastada por la torre de Siloé no fue la única persona que murió por sus pecados. En realidad, todos somos pecadores ante Dios.
Hemos cometido todos los pecados que han violado la Ley de Dios que dice que no debemos robar, no debemos codiciar, ni mentir. No pudimos cumplir todos los estatutos de la Ley. ¿Son ustedes así de pecadores? Podemos darnos cuenta de que somos pecadores a través de la Ley que Dios nos ha dado. En otras palabras, darse cuenta de lo que es el pecado a través de la Ley es la razón por la que Dios nos dio la Ley. No sabríamos que somos pecadores aunque muriésemos y resucitásemos si no fuera por la Ley de Dios.
Aunque matásemos a una persona, lo justificaríamos y diríamos: «No tengo otro remedio. Lo hice porque me molestó». Sin embargo, esto no es cierto. Todos los seres humanos son básicamente un montón de pecados. Son pecadores. Por tanto, Dios nos dio la Ley de Dios antes de venir a este mundo a salvarnos. A través de la Ley de Dios nos hemos dado cuenta de la naturaleza pecadora diciendo: «Soy un pecador que no ha vivido según la Palabra de Dios. Por tanto, soy culpable según la Ley de Dios porque tengo pecados». Jesucristo nos visita a los que reconocemos que somos pecadores y nos da la bendición de la salvación.
¿Dónde vamos a ir entonces? Debemos ir a Jesucristo, nuestro Salvador. Jesús vino a este mundo a salvarnos de todos los pecados. Debemos centrarnos en cómo Jesús nos salvó de todos nuestros pecados. Recibimos la salvación si Él tomó todos nuestros pecados, e iremos al infierno si dejó un solo pecado en nosotros.
¿De quién depende que recibamos la salvación, la remisión de los pecados y que vayamos al Cielo? Depende de Jesucristo, nuestro Salvador. Digamos que una persona que estaba nadando rápido de repente tiene un tirón en su pierna. Entonces no puede nadar porque su músculo está estirado aunque sea muy buen nadador y sepa nadar estilo libre, mariposa y brazada. Intenta dar patadas y seguir adelante, pero no puede. ¿De quién depende la salvación de esta persona? Depende de una persona que le rescate. Puede ser salvada si alguien viene nadando o en un barco para salvarle. De lo contrario morirá si está solo. Esto mismo ocurre con nosotros. La remisión de los pecados depende totalmente de Jesucristo, nuestro Salvador.
Somos personas con pecados desde que nacemos. Y fuimos marcados como pecadores por la Ley de Dios. Hemos recibido el veredicto de culpables. Somos personas con pecados. Cometemos pecados hasta que morimos. Entonces, ¿podemos escapar de todos esos pecados con nuestras propias fuerzas? No. El Señor dijo que no podremos escapar si todos los pecados no están pagados. Entonces, ¿de quién depende nuestra salvación? Depende de Jesús. Recibimos la salvación si Jesús ha borrado todos nuestros pecados sin dejar ni uno, pero vamos al infierno si el Señor ha dejado una cantidad pequeña de pecados aunque haya venido a salvarnos. Esto significa que no recibimos la salvación por nuestros esfuerzos.
Entonces, ¿cómo recibimos la salvación? La recibimos por fe. ¿Por fe o por obras? Por fe y no por obras. Entonces, ¿cómo alcanzamos esa fe? El Señor dijo que la fe viene por escuchar y escuchar por la Palabra de Dios (Romanos 10, 17). Esto significa que la fe viene por escuchar la Palabra de Dios. Estamos ahogándonos en agua por mucho que intentásemos salir, por muchos diezmos que ofreciésemos, por mucho testimonio que diésemos, por muchas reuniones de oración por la mañana o por la noche a las que fuésemos y por muchas obras de voluntariado que hiciésemos. No conseguimos tener fe o salvación al rogar a Dios y confesar nuestros pecados. Por tanto, recibir la remisión de los pecados, convertirnos en creyentes e ir al Cielo depende solamente de Jesucristo, no de nuestros propios esfuerzos.
El nombre Jesús significa Salvador. ¿Quién es nuestro Salvador, nuestro Mesías? Es Jesús. ¿Quién es el Salvador de los pecadores? ¿Quién es el Salvador de la mujer que fue sorprendida en adulterio? ¿Quién es el Salvador de los pecadores que no pueden evitar cometer pecados hasta que mueren? Solo Jesús puede salvarles. Nuestro Señor dice que solo hay un nombre, Jesús, en el mundo a través del que podemos recibir la salvación (Hechos 4, 12).
Solo Jesús nos ha salvado. Si todavía tenemos pecados en nuestros corazones incluso después de creer en Jesús, debemos saber que somos pecadores. Ya tengamos pecados después de creer en Jesús o antes, debemos darnos cuenta de que somos pecadores según la Ley de Dios. Esta es la única manera de recibir la remisión de todos los pecados a través de Jesucristo al escuchar el Evangelio que el Señor nos da.
En realidad viví como un pecador durante diez años después de empezar a creer en Jesús. La vida era simplemente un infierno. Incluso pensé en suicidarme. Intenté vivir una vida justa, pero era un infierno. Me di cuenta de que me convertí en una persona más desesperada después de haber creído en Jesús que antes de creer. Pero, ¿cómo lo supe? Lo supe a través de la Palabra de Dios. Solía pensar que era inteligente y que era una persona recta antes de creer en Jesús. Pero era una persona maldita como confesó el Apóstol Pablo: «Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí» (Romanos 7, 9). Después, Jesucristo desoló mi corazón. Y los pecados de mi corazón desaparecieron al escuchar, entender y creer en el Evangelio de Jesucristo.
Ahora soy un hombre justo. No tengo pecados en mi corazón. ¿Por qué no tengo pecados? Como está escrito en Romanos 3, 10: «No hay ninguno justo, ni uno solo», nacemos siendo pecadores originalmente, no justos. Pero me he convertido en una persona justa porque Jesús vino al mundo y salvó a todos los que creen en Él a través de Su justicia.
Debemos creer en Jesús. ¿Por qué creemos en Jesús? Debemos creer en Jesús porque somos pecadores. En realidad, no necesitaríamos creer en Jesús si no fuésemos pecadores. Sin embargo, ¿cómo es nuestra existencia? Somos pecadores. Entonces, ¿cómo debemos resolver nuestros pecados? ¿Recibimos la remisión de nuestros pecados personales al ofrecer oraciones de penitencia, oraciones de noche, y oraciones de ayuno ahora que hemos recibido la remisión del pecado original? Esto es como intentar salvarnos a través de nuestros propios esfuerzos cuando nos estamos ahogando. Una persona que se está ahogando en el mar no puede salvarse a sí misma a través de sus propios esfuerzos. Solo puede salvarse si hay una persona que quiera salvarle. Esto significa que una persona no puede salvarse a sí misma.
Todos los seres humanos se están ahogando en medio del Océano Pacífico. Todos los seres humanos han sido arrastrados por olas de cinco metros y se están ahogando en el Océano Pacífico esperando a un salvador antes de que muramos. Debemos ser salvados si el Rescatador que hemos estado esperando viene y nos salva; de lo contrario nos convertiremos en comida para lo peces si morimos antes de que venga ese Rescatador. ¿Qué significa esto? Significa que la gente que tiene pecados debe esperar la salvación de Jesucristo.
Mañana empezaremos una reunión de resurgimiento y estaremos muy contentos. La gente será salvada automáticamente si escucha la Palabra y cree en ella de corazón. La persona que se encontró con los ladrones no recibió la salvación al ir a un médico y decir: «He sido golpeado con un palo por unos ladrones y he perdido mucha sangre. Por favor, póngame vendas». La Palabra de Dios dice que los ladrones le dejaron medio muerto. Aunque comamos comida buena y parezca que vivimos bien, en realidad estamos medio muertos espiritualmente por nuestros pecados.
Sin embargo, nuestro Señor nos visitó a los que estábamos moribundos y nos dio testimonio del Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, la gente que cree en este Evangelio en sus corazones ha recibido la remisión de los pecados y ha conseguido la verdadera vida. Si hay alguien que todavía tenga pecados en su corazón porque no ha recibido el Evangelio del agua y el Espíritu, le pido que crea en el Evangelio y reciba la remisión de los pecados esta semana.