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คำสอน

Tema 16: Evangelio de Juan

[Capítulo 6-6] Trabajen por la comida que no perece (Juan 6, 26-39)

(Juan 6, 26-39)
«Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero».
 
 
El Señor dijo en el pasaje de las Escrituras de hoy: «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece». Aquí Dios nos dice lo que debemos y no debemos hacer en nuestra vida espiritual. Nos dice que no trabajemos por la comida que dura para la vida eterna, no por la vida que perece.
Podemos ver en el pasaje de las Escrituras de hoy el acontecimiento en el que Jesús alimentó a muchas personas cuando hizo el milagro de los cinco panes y los dos peces. Entre la gente que había probado el pan de la carne, algunos siguieron y buscaron a Jesús hasta la otra orilla del mar de Tiberias. Podemos ver cuando leemos las Escrituras que había diferentes tipos de personas entre las que siguieron a Jesús en aquel entonces. Había personas que siguieron a Jesús solo para recibir el pan de la carne y otras personas que le siguieron para ser curadas de sus enfermedades, pero otras le siguieron para recibir la remisión de los pecados.
 
 

El Señor nos dijo que trabajásemos por la comida que no perece

 
Jesús dijo: «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece» (Juan 6, 27). Como probablemente saben hay una película titulada Por quién replican las campanas basada en la novela del mismo título. Esta película muestra la angustia de la gente por cuestiones como «¿Para quién vamos a la guerra? ¿Para quién morimos y matamos a otras personas? ¿Por qué es necesaria la guerra? ¿Es por la nación? ¿Es por la humanidad? ¿O es por los gobernantes?». Como el tema de esta película, los humanos estamos preocupados por la cuestión de por qué debemos vivir en este mundo y qué debemos hacer y para qué.
No tiene sentido que vivamos en la Iglesia de Dios sin pensar en el objetivo de nuestras vidas cuando incluso el mundo busca un objetivo. Los justos que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu debemos pensar ante la presencia de Dios sobre qué debemos hacer. Debemos decidir por qué vamos a vivir en nuestros corazones mientras vivimos en este mundo. El Señor nos dijo que trabajásemos por la comida que no perece, y no por la comida que perece. Debemos entender lo que es la comida que no perece y debemos hacer la obra de Dios basándonos en esta lección.
Hay dos tipos de obras ante nosotros: la obra que perece y la obra que no perece. Si lo reducimos aún más, podemos dividirlas en la obra del mundo y la obra de Dios, y si lo reducimos aún más, podemos dividirlas entre las obras propias y las obras altruistas para la salvación de la destrucción de otras personas. Quien vive en este mundo va de una obra a otra o se dedica a una sola durante toda su vida.
Entonces, ¿qué tipo de obra deben hacer los justos que creen en la justicia de Dios ante la presencia de Dios? ¿Qué es lo correcto? Hagamos lo que hagamos, debemos determinar nuestra voluntad en esta vida. Debemos considerar sinceramente si vamos a vivir toda la vida por la obra de Dios o si vamos a buscar la fama y las riquezas de este mundo, o si vamos a estudiar y ser personas que el mundo necesita y vivir por la paz del mundo o vamos a hacer la obra de salvar a todas las almas que no pueden evitar recibir el juicio por sus pecados.
La gente que no ha recibido la remisión de los pecados porque no cree en el Evangelio del agua y el Espíritu vive en este mundo haciendo muchas obras carnales. Solía vivir en este mundo haciendo muchas obras carnales y teniendo muchos pensamientos. Antes de conocer el Evangelio del agua y el Espíritu, agonicé intentando averiguar por qué vivía en este mundo. Pero después de nacer de nuevo, la fe de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu me ayudó a encontrar la respuesta a esta pregunta.
Ahora estamos dedicados a las misiones del mundo y a la misión de los discapacitados físicos. Hemos creado un grupo en las universidades para ayudar a los discapacitados y nos hemos presentado voluntarios para hacer esta obra y predicarles el Evangelio del agua y el Espíritu a través del servicio de adoración a Dios que tenemos con ellos. He visto a nuestros trabajadores del ministerio ayudando a los niños discapacitados y enseñando el lenguaje de signos a los niños con problemas auditivos. Esta obra es la obra de Dios. El Evangelio del agua y el Espíritu también empezará a predicarse entre ellos si unos pocos de estos niños discapacitados creen en el verdadero Evangelio que estamos compartiendo y reciben la remisión de los pecados. Habrá niños que confesarán la fe verdadera con sus labios: «Jesús tomó todos los pecados del mundo para siempre en la Cruz al ser bautizado por Juan el Bautista. Por tanto, no tengo pecados en mí». Pienso que esta es la obra de Dios y la comida que no perece.
Estamos escribiendo libros sobre el Evangelio del agua y el Espíritu. Necesitamos los esfuerzos de muchos siervos de Dios para que publicar un solo libro. Los libros del Evangelio que están impresos de esta manera se distribuyen a la gente a través de las exposiciones de libros en nuestro país. Asimismo los libros se distribuyen por correo a la gente que nos pide más libros. Estoy muy contento cuando hago esta obra y pienso en la obra de compartir el Evangelio del agua y el Espíritu con todo el mundo. Esta verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, contenida en nuestros libros, cambiará a esta gente definitivamente aunque no hayamos podido predicarles el Evangelio personalmente. Esto se debe a que los libros comparten el Evangelio del agua y el Espíritu que queremos compartir con ellos. Pienso que todo esto es posible porque estamos haciendo la obra de Dios. Publicar libros para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu es hacer la obra por la comida que no perece como Dios ha dicho.
Puede que sepan que la mayoría de los libros que publicamos se envían al extranjero. El Evangelio del agua y el Espíritu se está predicando aún más por los lectores de nuestros libros. La verdadera obra de Dios es reunir nuestros esfuerzos para publicar libros, predicar el Evangelio del agua y el Espíritu en el extranjero personalmente, y establecer la Iglesia de Dios allí, al tiempo en que compartimos la comida que no perece. Creemos que la obra de ayudar a la gente a que reciba la salvación del pecado y consiga la vida eterna a través de nuestros libros es la verdadera obra de Dios.
Hay muchos tipos de obras de Dios. Por ejemplo, celebrar reuniones de resurgimiento espiritual y establecer la Iglesia, ofrecer bienes materiales de nuestros salarios bien merecidos, ofrecer oraciones de intercesión y ofrecer nuestros servicios voluntariamente. Todo esto es la obra de Dios y la obra por la comida que no perece. Los que nos hemos convertido en personas justas al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu debemos hacer estas obras de Dios continuamente y sin cesar.
Entonces, ¿cuál es la comida que perece de la que está hablando el Señor? Todas las obras que no son por la salvación de las almas del pecado y todas las obras que no se hacen para compartir el Evangelio del agua y el Espíritu con las almas que están muriendo por sus pecados, son las obras de la carne que perecen. Estas obras que se hacen solo por la carne, se estropean y mueren, y son en vano. Esto es cierto. Debemos entender que la obra de compartir el Evangelio, la obra que hacemos ahora ante Dios, es una obra valioso y es la obra que le complace a Dios aunque seamos insuficientes.
Por supuesto, es cierto que estamos cansados físicamente a veces. Hace poco tiempo tuvimos un problema al imprimir el diseño de la cubierta de nuestro primer libro en inglés. El ministro que estaba a cargo de ese trabajo tuvo problemas ya que sus propuestas habían sido rechazadas varias veces. Pensaba que no se estaba respetando su trabajo. Pero nosotros siempre respetamos a todo el mundo. Siempre confiamos el trabajo a todos con respeto sincero en nuestro corazón y hacemos la obra de Dios juntos. Les pedí su opinión a varios ministros y escuché sus respectivas opiniones con todo respeto porque este era un trabajo importante. Pero creo que Dios obra toda justicia aunque hay algunos problemas al hacer el trabajo.
Por tanto la obra de compartir el Evangelio del agua y el Espíritu es la comida que no perece para toda la gente y requiere muchos sacrificio y sufrimiento personal. No podríamos hacer la obra valiosa que perece si no fuese por la fe en la justicia de Dios. Deben entender el hecho de que incluso nosotros, los hombre de fe, no podemos vivir espiritualmente si no trabajamos por la comida que no perece. Debemos hacer la obra de compartir la comida que no perece hasta el último día. ¿Lo entienden? Aunque tengan fallos y solo hayan servido un poco al Señor, aunque hayan venido a la reunión sin nada, aunque no pudieran ofrecer muchas cosas materiales porque no las tienen, aunque no pudieran hacer nada especial porque no tienen ningún talento o don, la obra de Dios se cumpliría si adoramos juntos y nos unimos en oraciones con la Iglesia en la presencia de Dios por Su obra y hacemos esta obra juntos. Si creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado y juntamos nuestras fuerzas para compartir este Evangelio, estamos haciendo la obra de Dios, que es la obra de compartir la comida que no perece.
¿Me permiten compartir una historia sobre una hermana que viene a nuestra Iglesia? Dice que no hay ni una iglesia a la que no haya ido para poder curar a su hija que está poseída por un demonio. Cuando una persona está poseída por un demonio, su corazón está roto y su carácter personal destruido. Se requiere mucho tiempo y el poder del Evangelio del agua y el Espíritu para que la persona recupere el carácter personal que debe ser respetado pero que el demonio ha atacado y derrumbado. Esta hermana fue a tantos médicos que no es exagerado decir que vivía solamente para curar a su hija. Hasta entonces, esta hermana no había recibido la salvación del pecado porque no conocía el Evangelio del agua y el Espíritu, pero estaba más interesada en curar a su hija que en su salvación. Todos los padres son así. Pero entonces se dio cuenta de que es más urgente recibir la salvación que la curación de su hija. Dijo que los 10 años que había sacrificado por su hija eran demasiado tiempo y quería vivir una vida más digna sirviendo a este Evangelio valioso.
La obra de compartir los libros, que es la comida que no perece, cambió a esta mujer. Miren que cambio tan maravilloso tuvo lugar en su corazón. ¿No creen que fue un cambio maravilloso? ¿Cómo de valiosa es la obra que está haciendo? Yo creo que su hija, que está poseída por un demonio, se curará a través de la fe de esta hermana que recibió la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
El demonio visita a la persona repetidamente y la acusa de los pecados de su corazón cuando el corazón de una persona ha sido herido y confundido por sus pecados, pero no hay manera de resolver ese problema. El carácter del alma, que es lo más valioso del mundo, es destruido y se muere por culpa del pecado. Pero el demonio no puede atacar a las personas que han recibido la remisión al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. La obra de compartir el Evangelio que estamos haciendo ahora es también la obra de salvar a las almas que están muriendo por culpa de los demonios. La obra de salvar a las almas es la obra de compartir el Evangelio del agua y el Espíritu por fe.
El corazón y la fe que ustedes tienen debe ser así. Debemos cuidar de todas las almas y llevarlas a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu para que todas puedan recibir la salvación de los pecados. Debemos dedicarnos a la gran obra que lleva a todo el mundo a recibir la salvación de los pecados. Esto hace que su carácter cambie y que adoren a Dios, y les hace completos como obreros de Dios. Esta obra de Dios es la verdadera obra que no perece. Asimismo es la obra que vale la pena y a la que debemos dedicar todas nuestras vidas. Creo que los que hemos nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu debemos seguir haciendo esta obra en el futuro. Por supuesto será difícil vivir en este mundo trabajando y sufriendo para tener comida y otras necesidades, pero este no es nuestro objetivo último, ¿no es cierto? La obra en la que debemos poner nuestros corazones es la de compartir el Evangelio del agua y el Espíritu que es la comida que no perece.
 
 
Debemos vivir por la comida que no perece
 
Debemos sentirnos valiosos al hacer la obra de compartir el Evangelio del agua y el Espíritu. Las Escrituras dicen:
«Aunque la higuera no florezca,
Ni en las vides haya frutos,
Aunque falte el producto del olivo,
Y los labrados
no den mantenimiento,
Y las ovejas sean quitadas de la majada,
Y no haya vacas en los corrales;
Con todo, yo me alegraré en Jehová,
Y me gozaré en el Dios de mi salvación» (Hababuc 3, 17-18).
Somos personas que han recibido la salvación de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu y han conseguido la bendición eterna de Dios. Entonces, ¿en qué obra deberíamos regocijarnos? En la obra de salvar a todas las almas del mundo, una por una. Debemos regocijarnos en la obra que no perece como dijo el Señor. ¡Es cierto!
Los que deseábamos ayudar a los discapacitados físicos estamos haciendo esta misión. Una de nuestras iglesias ayuda a los discapacitados de manera profesional y los hermanos y hermanas hacen la obra de Dios de manera admirable aunque sus cuerpos tengan discapacidades. Sus corazones están puestos perfectamente en Dios por fe y aman a la Iglesia de Dios. Pero no tuvieron la oportunidad de escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu a través de las iglesias del mundo. Muchas personas las visitan y hacen de voluntarias, pero solo comparten la comida para la carne o les llevan zapatos, les lavan la cara o la ropa, y eso es todo. Por su puesto que estas acciones no son malas, pero solo están trabajando por la comida que perece. Solo van para servirles en las cosas que perecen. Por tanto, queríamos compartir el Evangelio del agua y el Espíritu con los discapacitados físicos.
Ahora debemos empezar a compartir la comida real que no perece y que puede curar sus enfermedades espirituales. Por tanto debemos visitar a estas personas y llevarles el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando Jesús estuvo en este mundo, estuvo con los enfermos, los pobres, los marginados y los oprimidos, y los libró de su sufrimiento. Pero el Señor borró sus pecados también al tiempo en que les ayudó con sus necesidades físicas. Creo que la Iglesia de Dios hoy en día es la organización que debe hacer esta obra. Por eso oramos para poder hacer esta misión y ahora estamos compartiendo el Evangelio del agua y el Espíritu con los discapacitados físicos que están marginados. Jesús hubiera ido a esta gente y les hubiera hablado del Evangelio del agua y el Espíritu si viviese en estos tiempos, y habría utilizado Su poder para curar sus cuerpos y sus almas.
En realidad, los que vivimos en estos tiempos debemos hacer la obra justa de compartir el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos fijar nuestro objetivo correctamente y estar ante Dios. Debemos vivir haciendo la obra de compartir el Evangelio del agua y el Espíritu durante el resto de nuestras vidas. Debemos experimentar el sufrimiento y el verdadero gozo mientras hacemos estas obras justas. Nuestro Señor dijo que los que buscan la vida morirán, y los que busquen morir, vivirán. El Señor nos dará gloria si hacemos la obra de compartir el Evangelio del agua y el Espíritu, la comida que no perece, mientras vivimos en este mundo. Quiero que crean en esto.
 
 

«Esta es la comida que el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre» (Juan 6, 27)

 
¿Cuál es la verdadera comida para nosotros? ¿Qué es lo más justo en este mundo? Es cierto, es el Evangelio del agua y el Espíritu. El Señor, que vino a este mundo encarnado en un hombre, tomó todos nuestros pecados sobre Sí mismo para siempre al ser bautizado, recibió la pena de todos nuestros pecados al ser clavado en la Cruz en nuestro lugar, y se convirtió en el verdadero Salvador para los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu al resucitar de entre los muertos. Este Jesús es nuestra Verdad, y el Evangelio del agua y el Espíritu que nos ha salvado es nuestra verdadera comida. Nuestro Señor vino como el Hijo del Hombre y nos dio la comida que no perece al entregarse a Sí mismo a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
La comida que comemos es simplemente comida para la carne. Es como la gasolina o el petróleo para los automóviles. Pero la Palabra de Dios es la comida espiritual para los seres humanos, es decir para los seres espirituales. Dicho de otra manera, la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu es la comida para las almas. Jesús, que fue bautizado en Su cuerpo y derramó Su sangre en la Cruz, se convirtió en la verdadera comida de salvación al entregar Su cuerpo por nosotros. El Señor se convirtió en la verdadera comida para los que agonizaban por su propia justicia rota y sufrían de hambre espiritual en este mundo.
¿Quién es este? Es nuestro Señor. El Señor dijo: «He sido bautizado por Juan el Bautista por vosotros. Entonces he cargado con estos pecados para siempre y he pagado la pena por todos ellos en la Cruz para salvaros del pecado. Por tanto, os he salvado del pecado y del juicio y me he convertido en vuestro Pastor. Proclamo que no tenéis pecados ahora. Nunca más tendréis pecados. Por tanto, creed».
La Biblia dice: «Y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo» (1 Juan 2, 1). También dice: «Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero» (1 Juan 4, 19). Quiero reiterar el hecho de que el Señor nos dio la verdadera comida para nuestras almas al ser bautizado en Su cuerpo y derramar la sangre en la Cruz. Debemos creer que la verdadera comida para el alma ante Dios Padre es Jesucristo.
Nuestro Señor es la comida que no perece para nosotros. El Señor nos ha dado la vida eterna. Cuando estamos enfermos en la cama o trabajando, cuando estamos agonizando o hemos cometido un error y hemos pecado, cuando hemos caído en la tentación del mundo o cuando Satanás, el Diablo, nos ha tentado y nos ha hecho caer, Él es el Señor que siempre cura nuestras almas a través del Evangelio del agua y el Espíritu. El Señor nos da la perfección cuando somos insuficientes, se convierte en el pan espiritual cuando estamos hambrientos espiritualmente, nos da la vida eterna cuando estamos destruidos, recibe personalmente el juicio cuando estamos a punto de ser juzgados para que no tengamos que pasar el juicio, nos viste con prestigio cuando somos humildes, y nos da todo lo que necesitamos personalmente.
Por tanto, nunca podemos morir de hambre espiritualmente y físicamente si recibimos la remisión de los pecados y servimos la justicia del Señor al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Siempre que nuestra justicia se derrumba y nuestros fallos son revelados, nuestro Señor dice: «He recibido todos vuestros pecados al ser bautizado para siempre a través de Mi justicia y he recibido el juicio en la Cruz por los pecados y los he borrado. He tomado todos vuestros pecados sobre Mí mismo. ¿Tenéis hambre? ¿Todavía tenéis vuestra propia justicia? ¿O acaso se ha venido abajo vuestra justicia? Me he convertido en vuestro Salvador. Comed de Mí. Soy vuestro Salvador. Soy el pan de vida por vosotros. Os he dado Mi cuerpo. Os he dado Mi vida. Soy el pan de vida para vosotros».
Nos hemos convertido en la gente que ha recibido estas bendiciones. Nunca tenemos hambre y siempre estamos felices gracias al Señor. No hay ningún problema que no pueda resolverse si lo intentamos resolver en el Señor y pensamos en Él. El Señor es nuestro verdadero Pastor, nuestro pan de verdadera vida, y el que nos da la vida eterna. ¿Creen en esto? ¿De verdad creen en esto?
Voy a preguntarles una vez más a los que han dicho que creen en la justicia del Señor, ¿quién es la verdadera comida para toda la gente del mundo? Es Jesucristo. Jesucristo es quien nos salvó de todos los pecados y siempre resuelve nuestros problemas. Jesús es el Creador del universo. Las Escrituras dicen: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra» (Génesis 1, 1), y «Dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz». Dios en esta Palabra es Jesucristo, quien vino a este mundo a salvarnos de los pecados y del juicio. Este Jesucristo creó el universo. El Dios Todopoderoso nos dio el Cielo también. Las Escrituras dicen: «Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis». Jesús, quien gobierna el universo y todo lo que hay en él, de esta manera resolvió el problema del pecado en nuestros corazones. Jesús vino a nosotros cuando estábamos en pleno caos, vacío y en la oscuridad profunda. Se convirtió en la Luz cuando no podíamos establecer el curso de nuestra vida, cuando no sabíamos por qué vivir, cuando no conocíamos la Verdad, y cuando teníamos que ser destruidos por nuestros pecados. Jesús se convirtió en la verdadera vida para nosotros.
El Señor lo es todo para nosotros. El Señor lo es todo para ustedes y para mí. Necesitamos al Señor para algo más que resolver el problema del pecado. Jesucristo es el Señor que necesitamos en todos los asuntos de nuestra carne y en nuestra vida. El Señor lo es todo para nosotros. ¿Creen en esto? No debemos vivir como queramos aunque hayamos nacido de nuevo. Está mal pensar: «Tengo que vivir así, y no tiene nada que ver con el Señor». Necesitan al Señor es su profesión también. Necesitan al Señor en sus problemas. Necesitan al Señor en su situación, su camino y su felicidad. Necesitan al Señor en todo.
El Señor se involucra en todas las obras con ustedes cuando le necesitan. El Señor se siente defraudado cuando dicen que no le necesitan. El Señor les dice a ustedes: «Adelante, hacedlo solos. No os ayudaré aunque vayáis a ser destruidos porque no Me invitasteis y Me ignorasteis. Yo ignoro al que Me ignora, y respeto al que Me respeta». Por tanto, deben invitar al Señor en sus vidas y buscar Su ayuda. Debemos pedirle ayuda en todos nuestros asuntos, cuando tengamos preocupaciones. El Señor lo es todo para nosotros. El Señor es comida.
Ahora debemos escuchar la Palabra de Verdad con los oídos de nuestros corazones y debemos creer en ella, y no solo escucharla con nuestros oídos físicos. Esto significa que debemos creer con nuestros corazones cuando escuchamos el Evangelio del agua y el Espíritu con nuestros oídos. Sería inútil escuchar con un oído y dejar que se escapase por el otro. La ge se trata de creer y seguir con el corazón. Quiero que sepan que la verdadera comida y la verdadera obra es creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que nuestro Señor nos ha dado con nuestros corazones y hacer la obra del Señor.
Hemos trabajado mucho para Dios hasta ahora. Somos los mercaderes que venden el Evangelio. Debemos continuar esta obra en el futuro. Estoy diciendo que debemos hacer la obra de compartir el Evangelio del agua y el Espíritu hasta que muramos. Debemos creer de verdad que la obra de compartir el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo es justa y debemos hacerla juntos. Debemos creer y seguir siempre al Señor, que es el pan de vida. Debemos comer siempre del pan de vida que el Señor nos da cuando tenemos hambre, y llenarnos cuando comemos ese pan en este mundo estando benditos con la justicia de Dios. Quiero que sean felices con las cosas del Señor y no busquen nada más. Quiero que busquen al Señor solamente y reciban la felicidad en la Iglesia de Dios y hagan lo correcto. Les pido que no busquen el pan de este mundo y no busquen las riquezas y la felicidad de este mundo. No quiero que pasen la vida que el Señor les ha dado en vano. Quiero que todos ustedes vivan con rectitud ante el Señor.
Hay muchas cosas que los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu debemos hacer en este mundo. Debemos establecer Iglesias de Dios en Jeonju y Kwangju. Debemos enviar a los siervos de Dios a predicar la Palabra y dar testimonio del Evangelio del agua y el Espíritu a gran escala a esas regiones. Debemos servir a todas las almas cuando hacemos la obra del Señor, y así abriremos los corazones frustrados al compartir la comida espiritual que Dios les ha dado y les ayudaremos a recibir la bendición de la remisión de los pecados. Los alimentaremos con la comida que no perece y les ayudaremos a seguir el camino de la fe.
Cuando visitamos cierta región, nos damos cuenta de que la gente de esa región generalmente no sonríe, y que viven en una atmósfera deprimente. Así que algunas de ellas tienen muchos de lo que quejarse y casi nada de lo que alardear. La gente empieza a reírse en esos lugares cuando el Evangelio del agua y el Espíritu llega allí. Creo que también habrá una transformación espiritual en estos lugares cuando podamos realizar exhibiciones de libros y reuniones para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu.
Hay muchas iglesias en este mundo que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando vamos a un edificio alto en cualquier ciudad, podemos ver 5 o 6 iglesias cercanas. Pero mi corazón está triste y frustrado porque hay pocas iglesias que prediquen el Evangelio del agua y el Espíritu aunque hay muchas que invitan a las almas y que dan toda la importancia a la Cruz.
No, los que hemos nacido de nuevo les ayudaremos a resolver todos sus problemas a través del Señor y conseguiremos la verdadera comida al compartir el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. He visto muchos casos donde las regiones que recibieron el Evangelio del agua y el Espíritu se desarrollaron más y recibieron muchas bendiciones. Esto es cierto. Cualquier familia que predique el Evangelio y lo sirva completamente tendrá paz y habrá paz en su región, nación y en todo el mundo. Esta es la obra maravillosa de Dios.
Ahora vamos a compartir el Evangelio del agua y el Espíritu y hacer que toda la gente del mundo disfrute de las bendiciones y de la vida buscando la Verdad. Hagamos esta obra de Dios.