Search

Проповеди

Tema 24: SERMONES PARA LOS QUE SE HAN CONVERTIDO EN NUESTROS COLABORADORES

[24-52] La razón por la que Dios amó a Jacob (Génesis 25, 19-34)

(Génesis 25, 19-34)
«Estos son los descendientes de Isaac hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, y era Isaac de cuarenta años cuando tomó por mujer a Rebeca, hija de Betuel arameo de Padan-aram, hermana de Labán arameo. Y oró Isaac a Jehová por su mujer, que era estéril; y lo aceptó Jehová, y concibió Rebeca su mujer. Y los hijos luchaban dentro de ella; y dijo: Si es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar a Jehová; y le respondió Jehová: Dos naciones hay en tu seno, Y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, Y el mayor servirá al menor. Cuando se cumplieron sus días para dar a luz, he aquí había gemelos en su vientre. Y salió el primero rubio, y era todo velludo como una pelliza; y llamaron su nombre Esaú. Después salió su hermano, trabada su mano al calcañar de Esaú; y fue llamado su nombre Jacob. Y era Isaac de edad de sesenta años cuando ella los dio a luz. Y crecieron los niños, y Esaú fue diestro en la caza, hombre del campo; pero Jacob era varón quieto, que habitaba en tiendas. Y amó Isaac a Esaú, porque comía de su caza; mas Rebeca amaba a Jacob. Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado su nombre Edom. Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura».
 
 
Sus deseos fueron determinados en el vientre materno
 
En el pasaje de las Escrituras de hoy hemos leído que Rebeca, la mujer de Isaac, tuvo gemelos. La Biblia dice:
«Dos naciones hay en tu seno,
Y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas;
El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo,
Y el mayor servirá al menor».
Como saben, la Doctrina de la Elección se estableció principalmente basándose en este solo pasaje de las Escrituras que ha causado uno de los debates más intensos en las comunidades cristianas. Dios dijo claramente: “El mayor servirá al menor”. Aquí, las palabras “el mayor” se refiere a Esaú, el primogénito de Isaac, y “el menor” se refiere al segundo hijo de Isaac, Jacob. La piel del primogénito era roja y peluda, así que le llamaron Esaú, que significa peludo. Y el segundo hijo agarró el talón de su hermano gemelo cuando nacieron y por eso se llamó Jacob, que significa “el que agarra el talón” o “suplantador”.
Este es el tema principal. Parece que, cuando leemos este suceso, literalmente Dios había predeterminado que el mayor sirviese al menor desde el momento en que estaban en el vientre de su madre. Esto es algo en lo que debemos pensar profundamente cuando leemos el pasaje de las Escrituras para interpretarlo correctamente. ¿Por qué estaba el mayor destinado a servir al menor desde que estaban en el vientre de su madre? ¿Por qué estaba el menor destinado a prevalecer sobre el mayor? Esta es la voluntad profunda de Dios y al mismo tiempo una situación en la que debemos pensar bien.
Isaac, el hijo de Abraham se casó cuando le llegó el momento. Sin embargo, cuando su mujer no pudo tener hijos, oró a Dios diciendo: “Dios, concédeme este deseo. Déjame tener hijos”. Y por eso Dios contestó su oración y le concedió tener gemelos. Pero, incluso cuando estaban creciendo en el vientre se pelearon. Se peleaban tan violentamente que su madre siempre estaba intentando calmarlos.
 
 
El origen de dos naciones: Jacob y Esaú
 
Rebeca estaba muy preocupada por la lucha entre sus dos hijos dentro de su vientre y le preguntó a Dios: “Estos gemelos en mi vientre se pelean, ¿qué está pasando?”. Dios le contestó: «Dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; el un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor». Pronto llegó el momento de dar a luz y el primogénito fue Esaú, seguido de Jacob. Como he mencionado anteriormente, el primogénito estaba sano y tenía mucho pelo, por lo que le llamaron Esaú. Y el segundo hijo agarró el talón de Esaú cuando estaban naciendo, y por eso le llamaron Jacob. Está escrito que Jacob era frágil y débil, al contrario que su hermano Esaú. De esta manera, los nombres de Esaú y Jacob tenían un significado relacionado con su nacimiento.
Entonces, ¿cómo crecieron estos dos hijos? Está escrito: «Era Isaac de edad de sesenta años cuando ella los dio a luz. Y crecieron los niños, y Esaú fue diestro en la caza, hombre del campo; pero Jacob era varón quieto, que habitaba en tiendas. Y amó Isaac a Esaú, porque comía de su caza; mas Rebeca amaba a Jacob». Los diferentes destinos de Esaú y Jacob fueron decididos mientras estaban todavía en el vientre de su madre. El padre amó al mayor, Esaú, y la madre al menor, Jacob. Uno era fuerte y peludo y el otro era débil y astuto. Y la Biblia dice que Dios amó a Jacob y odió a Esaú desde el momento en que estaban juntos en el vientre de su madre. Estos eran sus destinos predeterminados. Después de su nacimiento, Esaú y Jacob eran muy diferentes. Esaú creció y se convirtió en un buen cazador, un hombre del campo. Pero Jacob ayudaba a su madre en la casa y hablaba con ella. Está claro que Rebeca prefería a Jacob. Jacob era más reservado y prefería quedarse en las tiendas. Pero Esaú, con su cuerpo musculoso, cazaba ciervos o búfalos y esto hacía que su padre se sintiese orgulloso. Así, Isaac amó a Esaú, pero Rebeca no le amó tanto como su marido Isaac.
Un día, Esaú fue a cazar y Jacob estaba preparando una sopa de lentejas. Después de volver a casa, Esaú vio a Jacob preparando esta sopa. Olía tan bien que Esaú se empezó a relamer. Como estaba muerto de hambre le pidió a Jacob un poco de esta sopa. Jacob le contestó diciendo: “Véndeme tu derecho de primogénito y te daré sopa”. En ese momento, Esaú no consideró que su derecho fuese importante. Y por eso dijo: “No me importa que tengas el derecho de primogénito, porque soy más fuerte que tú y nada puede cambiar porque soy tu hermano mayor, así que dame sopa y te daré ese derecho”.
¿Qué significaba este derecho entonces? Significaba que ese hijo heredaría todo lo que le pertenecía al padre. Hace mucho tiempo, en Corea, el hijo mayor recibía la mayoría de la herencia de los padres. Sin embargo, Esaú pensó para sí mismo: “Soy mucho más fuerte que Jacob, así que no tiene importancia este derecho de ser el primogénito. Nunca dependeré de Jacob. Ni necesitaré ayuda de mi padre. Puedo hacer y tener todo lo que yo quiera”. La Biblia nos dice que Esaú vivió su vida entera confiando en sus propias fuerzas.
Desde el momento en que Esaú y Jacob estaban en el seno de su madre, Dios dijo: “El mayor servirá al menor”. Si el Dios Todopoderoso había dicho esto, entonces se tenía que cumplir. Según la Palabra de Dios, Esaú se convirtió en un hombre de la carne. Por otro lado, el Antiguo Testamento nos muestra silenciosamente que Jacob, a quien Dios amó, era un hombre espiritual. En otras palabras, Jacob era un hombre tranquilo que vivía en tiendas.
Los que viven sus vidas de fe en la Iglesia de Dios no tienen gran poder o fuerzas carnales como Jacob. Sin embargo, los que escuchan la Palabra de Dios en silencio y la buscan mientras viven en Su Iglesia son los que recibirán Sus bendiciones. Por otro lado, los que confían en sus fuerzas y dicen: “No puedo ir a la iglesia ahora, tendrás que esperar un poco. Primero quiero ganar dinero y después volveré a la iglesia”. La gente así acaba vendiendo su salvación como Esaú. En realidad, hay personas como Esaú y venden su salvación cuando pueden obtener beneficios materiales. Muchas personas caen presas de la tentación de tener una posición en la iglesia porque les dicen: “Si vienes a nuestra iglesia te daremos una posición importante”. Tengan cuidado de esto: Vender su salvación por posesiones materiales de este mundo es lo mismo que vender el derecho de primogénito por un plato de sopa.
Esaú, que aparece en el pasaje de las Escrituras de hoy, era un hombre de la carne. Pero su hermano Jacob era un hombre espiritual. Entre estos dos hijos, Rebeca amaba más a Jacob. Rebeca representa la Iglesia. La razón es que una mujer casada suele simbolizar a la Iglesia en la Biblia. ¿Qué significa este pasaje de las Escrituras? El hecho de que Rebeca amase a Jacob representa el hecho de que Dios y Su Iglesia aman a los santos como Jacob. Sí, esto es cierto. A través de este suceso, Dios nos está hablando directamente a los que ama como a Jacob.
Los protagonistas del pasaje de las Escrituras son Rebeca y Jacob. Cuando vemos películas siempre hay personajes secundarios, pero normalmente hay un protagonista masculino y uno femenino. Así, los protagonistas del pasaje de las Escrituras de hoy son Rebeca y Jacob. Para ser sincero, Jacob no tenía que hacer mucha cosa por su cuenta. Su madre lo mantenía y todo lo que tenía que hacer era obedecerle.
 
 

La elección final de Dios

 
Dios nos dice que, desde el momento en que Jacob y Esaú estaban en el vientre de su madre, «un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor». Este pasaje puede ser interpretado de la siguiente manera: Incluso antes de nacer, Dios había predeterminado sus destinos. Esto suele llamarse la elección de Dios o la doctrina de la elección en el cristianismo. Los que propagan esta doctrina errónea insisten que Dios predestinó o eligió a algunas personas y condenó a otras para que se perdieran. Esta interpretación incorrecta viene de la falta de entendimiento de la Palabra de Dios. Cuando Dios dijo: «el un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor» podemos estar seguros de que Dios no nos enseñó la doctrina de la elección con este pasaje. ¿Qué significa este pasaje? Empezando desde este momento, empezaré a explicar el verdadero significado del pasaje de las Escrituras.
Primero debemos mirar el pasaje de las Escrituras de la Epístola a los Romanos 9, 1-3:
«Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne”. Este pasaje revela el gran peso que tenía el Apóstol Pablo en su corazón cuando predicaba el Evangelio después de haber recibido la remisión de los pecados. El Apóstol Pablo tenía un deseo sincero de que sus compatriotas, su familia y su nación recibiesen la remisión de los pecados.
Lean el siguiente versículo: «Que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén. No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia». Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes». (Romanos 9, 4-8).
Como probablemente sepan, Abraham tuvo dos hijos, Isaac e Ismael. Isaac nació a través de la Palabra de Dios por la mujer legítima de Abraham, Sara, mientras que Ismael nació de su sierva Agar. Sin embargo, Dios dijo: «En Isaac te será llamada descendencia» (Génesis 21, 12), reconociendo que solo los descendientes de Isaac son los hijos de Dios. Todos los hijos no son legítimos por haber nacido del mismo padre. De la misma manera, si una persona no es de la promesa de Dios, esa persona no puede ser hija de Dios. Dios hizo una promesa clara en el Libro de Génesis, diciendo: «No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes».
Dios siguió diciendo: «Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo. Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí» (Romanos 9, 9-13).
Aquí encontramos este mismo pasaje de nuevo: «El mayor servirá al menor». ¿Por qué dijo Dios que el mayor servirá al menor y que el menor será el más fuerte de los dos cuando aún no habían nacido Esaú y Jacob? ¿Por qué escogió a Jacob y descartó a Esaú? La pista para contestar esta pregunta se encuentra en la Palabra de Dios que dice: «Para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama».
¿Cuál es la voluntad de Dios revelada en el pasaje de las Escrituras de hoy? «Dos niños nacerán. De estos dos niños, se formarán dos naciones. Y el mayor servirá al menor». Esta era la voluntad de Dios para Jacob y Esaú. De esta manera, la voluntad de Dios, que había sido predeterminada cuando todavía estaban en el vientre materno, no ocurrió a través de los seres humanos o su poder, sino a través de la Palabra y las bendiciones de Dios. Las bendiciones y maldiciones no dependen del poder de la humanidad, sino que se entregan por la voluntad de Dios. Para revelarnos esta verdad, Dios predeterminó los destinos de Jacob y Esaú cuando estaban todavía dentro del vientre de su madre.
 
 

Dios amó a Jacob, pero odió a Esaú

 
Dios dijo: «A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí». Como dice este versículo, Dios amó a Jacob y odió a Esaú. Este es el poder de Dios solamente. Entonces, ¿por qué determinó esto Dios? ¿Cuál era la razón que justificó este resultado? Dios dijo: «¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca» (Romanos 9, 14-15). Desde el momento en que estaba en el vientre de su madre, Jacob estaba predestinado por la Palabra de Dios a ser más fuerte que su hermano y ser servido por su hermano mayor. Esta era la voluntad de Dios. ¿Quién acabó recibiendo las bendiciones de Dios? Según la voluntad de Dios, está claro que Jacob recibió las bendiciones mientras que Esaú fue maldito por Dios. ¿Qué significa esto? Significa que, como seres humanos, no podemos recibir las bendiciones de Dios por nuestras obras o acciones. Romanos 9, 11 dice: «Que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama». Las bendiciones de Dios se cumplen como Él determina que se cumplan.
Entonces, ¿por qué debería Esaú servir a Jacob durante toda su vida? Esto se debe a que Esaú confió en la suficiencia de su carne y no pudo recibir las bendiciones de Dios. Dios había predestinado esto. Dios llama a las personas que son como Jacob espiritualmente. Dios concede Su verdadero poder y bendiciones a los que son tan débiles que no pueden evitar desear Su misericordia y bendiciones. Y a los que confían en la fuerza de su propia carne, Dios les da maldiciones. Dios dijo: «A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí». Los que son odiados por Dios reciben Sus maldiciones y los que son amados por Dios reciben Sus bendiciones.
Queridos hermanos, ¿quién recibirá las bendiciones de Dios? La gente como Jacob recibirá Sus bendiciones. Los que alardean de sus fuerzas carnales, en otras palabras, los que son como Esaú, no podrán recibir las bendiciones de Dios. El Dios Todopoderoso ha decidido esto. No puede ser cierto que Dios haya elegido a algunos y rechazado a otros incondicionalmente. Ha predeterminado que los que confían en las fuerzas de la carne serán malditos y los que tienen fe en la justicia de Dios serán bendecidos.
 
 

Las bendiciones y maldiciones de Dios solo dependen de Su llamada

 
¿Cuál es la fuente de las bendiciones y maldiciones de Dios? Las bendiciones y maldiciones de Dios no dependen de las obras de la humanidad, sino de Su llamada. Entonces, entre Esaú y Jacob, ¿a quién llamó Dios? No fue Esaú, quien confió en su carne y en su poder. Dios llama y bendice a los que son deshonestos y débiles como Jacob, la gente que no puede cazar bien, sino que obedecen las palabras de sus madres y los que roban el derecho del primogénito con un plato de lentejas. Dios les da la gordura de la tierra y las bendiciones del rocío del cielo a las personas así. Esta es la voluntad de Dios.
Dios dijo: «A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí». ¿Cómo interpreta la teología calvinista este pasaje? Los calvinistas insisten en que Dios ha elegido a ciertas personas incondicionalmente incluso antes de que naciesen. Pero la realidad es que están yendo por el mal camino. Este pasaje de las Escrituras significa que Dios no llama a los que son poderosos en la carne, sino a los que no pueden evitar confiar en la justicia de Dios porque son débiles y no tienen fuerzas carnales. Y bendice a los individuos humildes que creen en la justicia de Dios. Dios quiso proclamar el Evangelio del agua y el Espíritu a la gente de todo el mundo a través de Jacob y Esaú que todavía estaban en el vientre de su madre.
¿Cómo podemos ser salvados de los pecados? ¿A quién llama Dios? La Biblia dice: «Que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama» (Romanos 9, 11). ¿A quién llama Dios? A los pecadores. Dios vino a este mundo, no para llamar a los justos, sino a los pecadores al arrepentimiento. Entonces, ¿qué desea Dios darnos a los pecadores a los que ha llamado? Dios quiere eliminar todos sus pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu y desea hacerles justos. Estas personas gritan: “Aunque intento no cometer pecados, no tengo mucha cultura y no puedo hacerlo. Creo que debería esforzarme más. Debería ir a las montañas y orar ayunando, pero aún así no puedo librarme de cometer pecados. Básicamente, estoy haciendo algo mal. Si me enfado, mi verdadera personalidad sale a la luz”. Dios llama a las personas que tienen esta mentalidad y corazón.
¿Por qué vino nuestro Señor a este mundo? Dijo: «Porque no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, al arrepentimiento». Sí, Dios quiere llamar a los pecadores y bendecirlos como bendijo a Jacob. De esta manera, las bendiciones y maldiciones de Dios están predeterminadas. Están determinadas con Su llamada de misericordia. Las personas se pueden convertir en hijos de Dios, no por sus obras, sino cuando Dios las llama. Estar bendecido o maldito por Dios depende de si Dios llama a alguien o no. En realidad, Dios llama a los que están llenos de insuficiencias, a los que confían en Él absolutamente, a los que buscan Su ayuda y a los que reconocen que son una bola de pecados espirituales y físicos. Y les concede el Evangelio del agua y el Espíritu a las personas que son pobres de espíritu para hacerles hijos Suyos limpiando todos sus pecados. Dios llama a los débiles de este mundo y les da las bendiciones celestiales y de la gordura de la tierra.
El pasaje de las Escrituras también dice que Dios no bendice a la gente que confía en el poder de la carne. Dios claramente nos dice que este tipo de personas irán directamente al infierno. Dios ha maldecido a las personas que solo confían en sus fuerzas y no en Su justicia, incluyendo a los que alardean de su riqueza carnal y no buscan la gloria de Dios y a los que consideran solo su superioridad y no reconocen la superioridad de Dios.
Pero, ¿cómo trata Dios a los que saben lo débiles que son ante la Palabra de Dios y los que saben que no pueden vivir sin Sus bendiciones? Dios les da Sus bendiciones a los que se dan cuenta de que no son nadie ante Él como Jacob hizo. Como podemos ver ahora, todo depende de las bendiciones contenidas en la justicia de Dios. La provisión de todas las bendiciones y maldiciones depende de si una persona se ha sometido a la justicia de Dios.
Romanos 9, 11 dice: «Que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama». Una persona que puede estar ante Dios es una persona que reconoce que tiene pecados y está destinada a ir al infierno. Entonces, ¿a quién llama Dios? Leamos Mateo 9, 13: «Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento».
 
 
¿A quién considera pecadores la Biblia?
 
Leamos Marcos 7, 21-23: «Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre». Entre toda la gente del mundo, ¿a quién ha llamado Dios? El Señor dijo que no ha venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, al arrepentimiento. Dios también dijo que no desea que le sirvan los que ofrecen sacrificios con los esfuerzos humanos de la carne. No se deleita en los que intentan complacerle a través de esfuerzos o buenas obras. Dios quiere encontrar a los que quieren recibir Su misericordia. Quiere darles bendiciones a estas personas. Pero Dios maldice y reprende a los que son orgullosos.
¿A quién llama Dios? Dijo que llama a los pecadores. Entonces, ¿quién es un pecador? Los pecadores son los que, sin importar su voluntad, han nacido como descendientes de Adán y han heredado todos los pecados de sus antecesores. Como todos saben, lo que sale de nuestros corazones son los pensamientos malvados. ¿Y saben en qué gran pecado se convierten estos pensamientos? Cuando pensamos, a menudo pensamos en cómo poner a los demás contra la pared o aprovecharnos de ellos, robarles y hacernos ricos en la carne. El hecho de que pensemos estos pensamientos malvados es cometer un pecado ante Dios. Dios dijo que los que tienen intenciones malvadas son también pecadores. La gente suele considerar las malas acciones que hemos cometido como pecados, pero Dios considera pecadores a las personas cuyas mentes tienen pecados. Así que, basándose en el mero hecho de que salen pensamientos malvados en la mente de una persona, Dios considera a esta persona pecadora. Y por eso Dios quiere llamar a todos los que tenemos pensamientos malvados en nuestros corazones para eliminarlos todos de nuestros corazones.
En realidad, ¿cuánta influencia tienen los pensamientos en una persona? Si alguien tiene pensamientos malos, sus acciones son también malas. Sin embargo, los seres humanos están llenos de pensamientos malvados. “¿Cómo puedo ganar mucho dinero?”. “¿Cómo puedo tomar las posesiones de los demás sin levantar un solo dedo?”. Todos estos son pensamientos malvados. Dios considera que una persona con estos pensamientos es pecadora. Sin embargo, el Señor dijo: «Porque no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, al arrepentimiento». Ha llamado a las personas que piensan pensamientos malvados para hacerlas justas.
¿Tienen pensamientos malvados todo el día? En cuanto a mí, he recibido la remisión de los pecados, pero todavía tengo pensamientos pecadores frecuentemente. El tiempo es valioso y por eso no hay suficiente tiempo para tener pensamientos correctos. Sin embargo, los pensamientos malvados inútiles siguen surgiendo en mi mente. Sé que estos pensamientos son malvados e intento no pensarlos, pero no puedo controlar mi mente. En realidad, esta es la naturaleza de los seres humanos. Como nacimos como obradores de iniquidad (Isaías 1, 4), los pensamientos de la humanidad son todos malvados. El hecho de que todo el mundo haya nacido como descendiente de Adán es la prueba de que la naturaleza fundamental de la humanidad es malvada. Y por eso, cuando pensamos, tenemos pensamientos malvados. Como Jesús, que es Dios, conoce los corazones del hombre, nos enseñó claramente que todo pensamiento que sale del corazón humano es malvado. Sin embargo, no tenemos que desesperarnos porque tengamos pensamientos malvados saliendo sin cesar de nuestros corazones. La razón es que el Dios de la misericordia salva a los que reconocen honestamente que son pecadores ante Dios.
Jesús dijo: «Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre». Como el corazón de los seres humanos son lascivo, los vídeos pornográficos se han hecho muy populares hoy en día. Hay muchos policías y administradores de la ley que han sido establecidos en sus cargos porque cada vez hay más criminales, ladrones y estafadores en este mundo. Sin embargo, debemos aprender a controlarnos. Dios nos dijo que el precio del pecado es la muerte, pero el don de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor.
 
 
Admitan el estado pecador de sus corazones
 
Jesús nos está diciendo que admitamos el estado pecador de nuestros corazones. Sin embargo, muchas personas en este mundo no conocen el estado pecador de sus corazones y dañan a Dios con sus corazones orgullosos. Hay algunas religiones que dicen que sus creyentes son dioses. ¿Acaso los budistas no les dicen a sus fieles que se conviertan en Budas? Hay una religión en Corea denominada “Daesunjinrihoe”, y esta religión dice que sus creyentes son todos dioses también. Queridos hermanos, ¿qué podemos aprender de otros humanos? Estas personas dicen que pueden hacer todo lo que quieran, pero esto no tiene sentido. Piensen en esto. ¿Cómo puede un ser humano convertirse en un dios? Entonces, ¿por qué mueren estos dioses? Mueren porque son meras criaturas del verdadero Dios. Estos pensamientos arrogantes de que los seres humanos pueden convertirse en dioses aunque sean meras criaturas es el pecado de enfrentarse a Dios y esto merece el infierno.
El que una persona ponga sus pensamientos malvados en acción es cometer una transgresión y los pensamientos malvados en sí mismos son pecados. ¿Qué viene primero? ¿El pensamiento malvado o la acción? El pensamiento malvado del corazón de una persona viene primero. Como hay pensamientos carnales en el corazón, estos pensamientos se convierten en acción. Los doce tipos de pecados de los que Dios habló surgen del corazón del hombre. Hoy en día, no vemos esto mucho porque vivimos en ciudades, pero hace mucho tiempo, en las zonas rurales, cuando llovía, salían muchas lombrices del suelo. Salían muchas lombrices de la tierra mojada.
Lo mismo pasa en nuestros corazones. El pecado siempre está presente en nuestros corazones, así que cuando el momento es oportuno, el pecado aparece. Hay doce agujeros de pecados en el corazón del hombre. De la misma manera en que las lombrices viven dentro de agujeros en la tierra, dentro del corazón del hombre hay pensamientos malos, adulterios, fornicación, asesinato, robo, envidia, maldad, engaño, lujuria, ojo malvado, blasfemia, orgullo e insensatez. Si surgen pensamientos estúpidos, como el pecado sale a la superficie, surge cierto tipo de comportamiento insensato. Y cuando este pensamiento estúpido vuelve al agujero del corazón, la persona vuelve a ser normal como si no hubiese pasado nada. Cuando la gente bebe, se vuelve loca y rompe sillas e incluso hace daño a otras personas. Entonces, cuando el corazón de locura vuelve dentro de su agujero, el corazón de engaño sale de otro agujero. ¿Y qué hace este corazón de engaño? Dice: “Hace mucho tiempo que no nos vemos, amigo. ¿Cómo te va la vida? Te invito a tomar algo. Bueno, tengo una gran idea para ganar dinero. No tengo ningún aval, pero con esto puedo abrir una tienda que me dará muchos beneficios. ¿Puedes avalarme con tus tierras? Es muy seguro. Compartiré mis beneficios contigo todos los meses”. El corazón del engaño sale de su agujero y engaña a otras personas. ¿Cuál fue el resultado? Como la tierra de su amigo insensato es tomada como aval, esta persona utiliza el dinero que ha obtenido mediante esta transacción de cualquier manera. Hay muchas personas que utilizan este método y al final van a la cárcel.
 
 

Con Su justicia, Dios ha llamado a los pecadores que cometen pecados todos los días

 
Una vez fui a una comisaría de policía por un hermano de mi iglesia. Queridos hermanos, el estatus social de un pastor no es bajo en nuestra sociedad. Muchas personas tienen mucho respeto a los pastores. Le dije al policía: “Soy pastor y en vez de mandarlo a él a la cárcel, iré en su lugar, ya que soy su pastor”. Me dijeron que escribiese una petición por él. Cuando la completé y la entregué en nombre de este hermano, lo soltaron.
Mientras estaba en la comisaría vi a muchos criminales que seguramente habían defraudado y engañado a otros. Los detectives estaban ocupados interrogando a los sospechosos. Estas personas habían robado todo el dinero que los demás habían ahorrado durante todas sus vidas. De esta manera, hay pensamientos engañosos en el corazón de todo el mundo. El que una persona engañe a los demás con sus acciones o simplemente tenga pensamientos de engaños es lo mismo. Como no han recibido la remisión de los pecados, son todos pecadores ante Dios.
¿Hay lascivia en el corazón del hombre o no? Por supuesto que sí. Como hay pensamientos carnales en el corazón del hombre, cometen actos lascivos. Entonces, ¿han recibido la remisión de estos pecados? ¿La han recibido o no? Los que han recibido la remisión de los pecados por fe en el Evangelio del agua y el Espíritu están sin pecados, pero la gente del mundo que no ha recibido la remisión de los pecados seguirá siendo pecadora.
Alguien que es llamado por Dios es alguien que reconoce el hecho de que tiene este tipo de corazón malvado y que no puede evitar pecar durante toda su vida. Dios dijo: «Que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama». Queridos hermanos, ¿a quién llama Dios? ¿Dios llama a alguien que tiene un corazón de engaño o insensatez, pero nunca comete estos pecados y parece tener buen temperamento? No. No hay razón por la que Dios deba llamar a alguien con buen temperamento o que tenga falsa humildad. Este tipo de personas podría ponerse por encima de Dios en cuanto a su moralidad.
Dios llama a los que cometen muchos errores y son débiles. Llama a los que saben que tienen todo tipo de pecados en sus corazones y a los que saben que cometen estos pecados durante toda su vida. Dios nos dijo que no ha venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, al arrepentimiento. Esto es cierto. Dios ha llamado solo a los que reconocen que son pecadores ante Él. Y al haberles llamado, ¿qué hace? Elimina sus pecados y los hace justos para que puedan presentarse ante Él con confianza como hijos Suyos. Esta es la voluntad de Dios. Y en la llamada de Dios con Su justicia, estas bendiciones y maldiciones han sido predeterminadas y conocidas por Dios.
¿Quién recibe las bendiciones de Dios? ¿Quién puede ser justo y convertirse en hijo de Dios? ¿Quién puede recibir las bendiciones de la gordura de la tierra y mostrar misericordia? La persona que se reconoce como pecadora y es débil y está llena de debilidades. Este tipo de persona será llamado ante Dios y recibirá todas las bendiciones que Dios proporciona. Todos sus pecados serán eliminados y se convertirán en hijos de Dios por Sus bendiciones. Solo una persona que reconoce que es un pecador grave recibirá las bendiciones de la vida eterna, la vida en el Cielo, toda la herencia de Dios y la bendición de vivir con Dios Padre durante la eternidad.
 
 
Es inútil que la gente intente no cometer pecados, por mucho que lo intente
 
¿Qué pasó en caso de Esaú que aparece en el pasaje de las Escrituras de hoy? Esaú es quien no pudo recibir las bendiciones de Dios. Nunca podía pasar.
Queridos hermanos, ¿quién puede ser justo en este mundo? Alguien que es débil y desesperado puede hacerse justo. Una persona débil o insuficiente y llena de errores puede hacerse justa por la gracia de Dios. Sin embargo, los que son “buenas personas” que tienen cuidado de no cometer pecados, no pueden hacerse justos porque no pueden admitir el hecho de que son pecadores. Los monjes tienen suficiente disciplina para evitar mirar a las mujeres que pasan por su lado. Sin embargo, alguien que admite su naturaleza pecadora como yo no puede evitar mirarlas por mucho que intente no hacerlo.
Hace mucho tiempo, cuando era un estudiante de teología, un profesor del seminario me dijo que debía gritar: “Señor, Señor, Señor” tres veces si pasaba por un cine y debía no mirar a los lados. Hice lo que me dijo. Cada vez que pasaba por un cine, decía Señor tres veces y pasaba. Pero, después de un tiempo, me dije a mí mismo: “No pasa nada si miro los carteles”. Y por eso, me daba la vuelta y miraba las fotos de los carteles. Por supuesto, no estoy diciendo que lo que hice fuese correcto. Sin embargo, estoy diciendo que parte de mí no podía resistir la tentación de mirar los carteles. Pero Dios buscó a alguien que era tan débil como yo y me salvó al hacerme justo y completo. 
No saben que temperamento tengo. Si me enojo, no puedo decir nada. En vez de palabras, mis puños quieren hablar por mí. ¿Cuántas veces creen que alguien como yo ha cometido errores a lo largo de su vida? A pesar de esto, Dios ha salvado a alguien como yo. 
Presten atención. La gente que recibe las bendiciones de Dios no es la gente completa, sino la que tiene un corazón sucio y cuyo comportamiento no es perfecto. Solo los que han nacido como descendientes de Adán, como pecadores, pueden ser justos. Dios llama a estas personas y las hace justas, las hace hijos Suyos y les da bendiciones de vida eterna y de la gordura de la tierra. Esta es la voluntad de nuestro Dios justo.
¿Son personas justas sin ningún pensamiento de fornicación? No. Algunos de mis amigos tienen muy buen carácter y hablan de manera refinada. Sin embargo, siguen siendo pecadores. Oran con lágrimas en sus ojos todos los días. Yo también lloraba mucho. Oraba llorando por lo menos una vez al día. Solía orar diciendo: “Señor, he pecado de nuevo. Sé que has muerto en la Cruz por un pecador como yo”. Pero mis pecados no desaparecían.
¿Qué hice después de eso? Como mis oraciones de penitencia con lágrimas no parecían funcionar, pensé que sería mejor orar y ayunar durante tres días. Pensé que si hacía esto, sería perdonado. Así que lloré ignorando el dolor de estómago que tenía por hambre. Por supuesto, mis oraciones de penitencia sonaban muy santas. Solía orar diciendo: “Dios, Espíritu Santo, te pido que perdones todos mis pecados”. Todo lo que dije significa lo mismo, pero utilizaba palabras bonitas en mis oraciones. Como no había recibido la remisión de los pecados en aquel entonces y no tenía nada de lo que estar orgulloso, solía utilizar oraciones muy largas sin significado.
Cuando la gente me veía orar y ayunar, comentaba que parecía una persona muy espiritual. Me salían lágrimas y caían al suelo. ¿Cuánta energía gastaría? Cuando terminé de orar y ayunar, mi cuerpo estaba hecho un asco. Después de orar y ayunar durante tres días, estaba decidido a no pecar de nuevo diciendo: “Señor, ¿cuánta agonía pasaste en la Cruz? Oro para que perdones mis pecados y no cometeré pecados de nuevo”. Me decidía en mi corazón a hacerlo y cantaba alabanzas a Jesús que murió en la Cruz por mí cuando volvía a casa del centro de retiro. Mi corazón estaba siempre lleno de consuelo y alegría de camino a casa.
Pero este era el sentimiento de ser compensado por mis esfuerzos. Volvía a casa pensando: “He pecado mucho, pero he ayunado y llorado tanto que Dios se ocupará del resto”. Y cantaba alabanzas al Señor con alegría. ¿Cuál fue el resultado? El pecado de mi corazón no desaparecía. Así que tenía que empezar de nuevo el día siguiente. Ahora que pienso en esos tiempos, en un período de tres días no me sentía bien ni un solo día. Cinco días después de haber orado y ayunado, me convertía en un gran pecador de nuevo. Y oraba de nuevo: “Señor, oro para que perdones todos mis pecados”. Y si había cometido un pecado más grave esta vez, decidía orar y ayunar durante cinco días.
¿Saben lo difícil que es orar y ayunar? No sé hacerlo muy bien. Una vez estaba tan débil que no podía ni hablar y tenía que escribir en un trozo de papel cuando quería hablar con otras personas. Solo podía pensar en comer. Si miraba al techo mientras estaba en la cama, veía todo tipo de comida ante mis ojos. Es muy importante mirar el calendario y un reloj para ver cuántos días y horas quedan. Sentía como si me estuviese volviendo loco y después tomaba té de arroz quemado. Pero aún así estaba muy cansado. Ponía agua en una tetera y bebía mucho té. Así hacía muchas cosas hipócritas.
Pero incluso después de orar y ayunar durante cinco días, a los dos días pecaba de nuevo. Y ofrecía oraciones de arrepentimiento una y otra vez: “Señor, oro para que perdones todos mis pecados”. Oré durante cinco años de esta manera. Me costó cinco años romper mi propia justicia. La carcasa de mi justicia se rompió primero y después me costó cinco años romper el núcleo de mi propia justicia.
 
 

Nuestra justicia propia debe romperse

 
Cuando leí el Evangelio de Marcos 7 hace mucho tiempo, pensaba que este pasaje estaba dirigido a los fariseos y no a mí. Pero, pasaron diez años y me di cuenta de que este pasaje de las Escrituras también trataba sobre mí. No sabía que era una persona lasciva. Miraba a las mujeres, pero después de tener pensamientos lascivos durante un segundo, volvía a mi estado mental normal. Con el paso del tiempo, después de ser cristiano, estos pensamientos lascivos surgían de mi corazón con más frecuencia.
Con el tiempo todo lo que me quedaba eran las apariencias. Me convertí en una persona que caminaba recto, era educado y actuaba como una persona santa. Antes de subirme al púlpito, dejaba mi Biblia y me arrodillaba a orar primero. Intenté ir a todas las reuniones de resurgimiento que se celebraban en mi ciudad. Cuando iba a estas reuniones, mis ojos se iluminaban ante la Palabra de Dios. Y cuando me decían que recibiese el Espíritu Santo, deseaba recibirlo con ganas. Sin embargo, mis ojos estaban despiertos solo durante estas reuniones. Cuando terminaban, volvía a mi estado mental y no tenía fuerzas. Era como la calma que viene después de la tormenta.
Me costó diez años romper ese sentido de justicia. Diez años después de confesar creer en Jesús mi sentido de justicia propia se vino abajo. Antes de creer en Jesús, solía pensar que era una buena persona. En realidad lo parecía. Ayudaba a un niño perdido, llevaba a una mujer anciana a su casa y devolvía dinero perdido cuando lo encontraba. Tenía un sentido de justicia fuerte y si veía a una persona maltratada en la calle, iba a ayudarla.
Pero este sentido de justicia se rompió en pedazos. Mi voluntad se vino abajo con mi sentido de justicia. Pensaba que era un hombre con sentido de justicia y deber. Sin embargo, a medida que me hacía mayor, veía lo maldito que estaba. Cuanto más tiempo era cristiano, más quedaba expuesta mi naturaleza malvada. En aquel entonces, si Dios me hubiese llamado y juzgado según mis obras, me habría mandado al infierno.
Sin embargo, nuestro Dios no me llamó por mis obras, sino cuando admití que era débil y era una bola de pecados. Nos llamó a nosotros y a todas las personas desesperadas que sufren a causa de sus naturalezas pecadoras. Llamó a estas personas humildes, las salvó y las hizo completas al hacerlas justas.
Cuando leemos el pasaje de las Escrituras de hoy, podemos aprender que los hipócritas que confían en sus obras para estar ante Dios no pueden recibir la remisión de los pecados. Hay muchas personas como Esaú hoy en día. Este tipo de personas no puede recibir la remisión de los pecados y están malditas y van al infierno. Tengan cuidado con esto. Los que son fuertes en la carne y están orgullosos de sus muchas buenas obras serán arrojados de la presencia de Dios. Dios dijo: «A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí». ¿Creen en la Palabra de Dios?
Dios llama a los pecadores. No llama a los justos. La gente que tiene buen comportamiento en este mundo no es justa. Son simplemente sabios. Hay muchos sabios en el mundo. Buda era uno de estos grandes sabios. ¿Cuál fue el final de Buda? Fue maldito y fue al infierno. Esto es lo que dijo Buda. Dijo: “Los seres humanos tienen mucha agonía, preocupaciones, sufrimiento y ansiedad. ¿Cómo puedo escapar de todas estas cosas?”. Sin embargo, no buscó al Salvador que le podía librar de todos sus problemas, sino que utilizó sus propios esfuerzos para escapar de estos problemas. Una persona así está maldita. La gente así irá al infierno. La gente buena y educada que se convierte en ancianos y pastores por sus buenos modales, también será maldita por Dios. Serán completamente malditos.
Los que serán bendecidos por Dios y los que serán maldecidos por Dios ya han sido escogidos. Dios los ha escogido y seleccionado. Dios les da Sus bendiciones solo a los que reconocen que son muy pecadores. Dios separa a la humanidad en dos grupos y dice que maldecirá a algunos y bendecirá a otros. Por tanto, todos los hipócritas serán malditos. Intentan vivir correctamente, pero no es fácil.
“¿Por qué soy así? No puedo hacer nada bien. Sálvame. No puedo hacer nada justo por mi cuenta. No soy una buena persona. Soy una masa de pecados. Si fuese juzgado por Tu Ley, iría al infierno”. La gente así reconoce sus verdaderos corazones ante Dios y recibe las bendiciones de Dios. La mayoría de las personas pueden admitir que son pecadoras, pero no están de acuerdo con que irán al infierno según la Palabra de Dios. Pero, ¿qué dice la Biblia acerca de esto? La Biblia dice que no podemos evitar ir al infierno si tenemos el más mínimo pecado y que el precio del pecado es la muerte. Si tenemos pecados en nuestros corazones, iremos al infierno. Como todo el mundo ha cometido pecados, serán arrojados al fuego del infierno que nunca se apaga. Los cristianos de hoy en día confiesan que son completamente pecadores, pero es difícil hacer que confiesen que van a ir al infierno. Esta es la razón por la que muchas personas alaban a Jesús, aunque siguen siendo pecadoras. Vivirán de esta manera hasta que sean arrojados al infierno.
Queridos hermanos, somos personas como Jacob. Los justos son como Jacob y los pecadores cristianos son como Esaú. Los que son malditos tienen muchas fuerzas en la carne y están llenos de justicia propia por sus muchas buenas obras. Irán al infierno. Pero los que viven en este mundo como Jacob irán al Cielo definitivamente. Miren a los justos. Son justos como Jacob. No son fuertes, no son valientes y parece que no podrán vivir bien en este mundo. Cuando los Esaús de este mundo luchan contra los Jacobs de este mundo, los Esaús siempre ganan. Pero, ¿cuál es el resultado final ante Dios? ¿Cuál será? Esaú era alguien que no conocía sus debilidades o faltas, pero Jacob las conocía. Por eso Jacob fue bendecido y Esaú maldito.
 
 

Caín y Abel

 
En el capítulo 4 de Génesis podemos ver la historia de Caín y Abel. Entre estos dos hermanos, Abel era el que estaba bendecido por Dios, pero Caín no, ya que fue maldecido por Dios. Tanto Caín como Abel eran hijos de Adán, pero ¿por qué fue uno al Cielo y el otro al infierno? La razón es que Caín fue ante Dios con sus propias obras. Dios ha establecido Su criterio de escoger solo a los que reconocen sus debilidades y faltas. Y, según este estándar, Dios eligió a Abel, quien se presentó ante Él reconociendo Sus debilidades y deficiencias.
Caín era agricultor. Cultivó la tierra y ofreció las cosechas a Dios. Cierto pastor ignorante dijo: “Dios dijo que no aceptaría las ofrendas de Caín porque eran las sobras de la mesa de Caín”. Pero esto es una tontería. Quien crea en Dios nunca ofrecerá sobras de lo que ha comido. Incluso los que creen en las religiones falsas hacen todo lo que pueden por complacer a sus dioses; por tanto, nadie que crea en Dios le ofrece sobras. La razón verdadera por la que Dios no aceptó la ofrenda de Caín era que le ofreció sus cosechas, que eran el fruto de la tierra. Dios deseaba recibir animales vivos en vez de los frutos de la tierra.
Este Caín estaba muy sano como Esaú, el primogénito de Isaac. Pero Abel era frágil, como su nombre que significa “respiración”. A medida que pasaba el tiempo, Abel cuidaba de las ovejas en la montaña. Y, cuando ofrecía sacrificios a Dios, tomaba un cordero y lo cortaba en trozos para ofrecérselo a Dios. Cuando hacía estos sacrificios, Abel confesaba: “Dios recibe este sacrificio. Debería haber muerto como este cordero. Pero me has salvado, aunque debería haber muerto como este sacrificio. De la misma manera en que salvaste a mi padre y mi madre, me has salvado a mí también. Soy una persona con debilidades y deficiencias. Soy una persona que necesita redención. Soy una persona que necesita recibir la remisión de los pecados al ofrecer un sacrificio así”. Cuando Dios escuchó esto, aceptó el sacrificio de Abel.
Queridos hermanos, deberían poner esta verdad en sus mentes y corazones. Dios llamó a la gente con debilidades, deficiencias y faltas como Abel. Dios dijo claramente que es Su voluntad: «Que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama». Las bendiciones de Dios son entregadas a las personas que están llenas de debilidades y faltas. Caín, que fue ante Dios confiando en sus propios méritos, fue maldecido, y Abel, quien reconoció sus debilidades y deficiencias ante Dios, fue bendecido.
En realidad, Dios puso una marca en Caín para que quien lo encontrase no le matase (Génesis 4, 15). Entonces Dios le dijo a Caín: “También he borrado todos tus pecados. Quien intente matarte será castigado siete veces más. Te daré una marca de salvación para que nadie te pueda matar o hacer daño”. Pero, ¿qué hizo Caín? Rechazó esta marca de Dios y se alejó del Señor Dios. Así que tenía que ir al infierno.
 
 
La mujer que fue sorprendida en el acto de adulterio
 
En el capítulo 8 de Juan aparece la historia de una mujer que fue sorprendida en el acto de adulterio. Como fue sorprendida en el acto, ¿qué le tenía que pasar? Si era tratada de manera estricta según la Ley, entonces tenía que morir lapidada. Pero, a pesar de esto, Jesús le dijo a esta mujer: “Yo tampoco te condeno”. En aquel entonces había fariseos y escribas que se reunían con muchas personas buenas y justas. Sin embargo, la única persona que recibió las bendiciones de Dios era la mujer que había sido sorprendida en el acto de adulterio. El resto fue maldito por Dios.
Queridos hermanos, ¿qué significa esto? Entre las muchas personas de esta multitud, Dios solo bendijo a la mujer que había sido sorprendida cometiendo adulterio. ¿Significa esto que Dios bendice a la gente que peca mucho y maldice a la gente que no peca? No. Todos los seres humanos no pueden evitar cometer pecados por sus debilidades y faltas. Todos estábamos destinados a ir al infierno. Todo el mundo debe ir al infierno si no es salvado por Dios. En otras palabras, la gente reunida allí era igual porque todos eran pecadores. Dios, para enseñar la verdad de que no había venido a llamar a los justos, sino a los pecadores al arrepentimiento, bendijo a esta mujer a la que sus acusadores consideraban una pecadora imperdonable.
Los cristianos normalmente creen que deben hacer buenas obras en cualquier circunstancia. Dicen cosas como: “Creemos en Dios y por eso debemos vivir con moralidad y ética”. Pero esto es algo que debería hablarse después de recibir la remisión de los pecados en sus corazones y no antes. Si hay pecado en sus corazones todavía, primero deben responder a la llamada de Dios porque quiere eliminar los pecados de los pecadores. Los que no responden en la manera en que Dios les llama e intentan ir al Cielo por sus buenas obras, serán maldecidos por Dios como Esaú. Esaú representa a los que han sido maldecidos por Dios. Debemos recordar el mensaje de la Palabra de Dios y no seguir los pasos de Esaú.
 
 
Cuanto más alta sea su posición en la Iglesia, más importancia se les da a sus obras
 
Cuando los cristianos tienen cargos importantes en sus iglesias, les dan mucha importancia a las obras. Pero Dios dice que nunca da bendiciones por las obras de los seres humanos. A pesar de estas palabras de Dios, muchos falsos maestros solo dan importancia a las buenas obras. Como son un diácono o un evangelista, deben hacer esto o lo otro. Enseñan lo siguiente: “Si participan en una reunión de oración nocturna o durante cien días, tendrán un cargo más alto en la iglesia. Si pagan el diezmo, se harán ricos. Y si sirven a la iglesia bien, recibirán esta bendición”. De esta manera, las obras tienen mucha importancia. Los falsos creyentes pueden hacer esto, pero un santo verdadero que cree en Dios de verdad no puede estar de acuerdo con esto. Hay muchos clérigos en este mundo que llevan a la gente como Esaú al infierno, pero también hay ministros como Jacob ante Dios que pueden recibir Sus bendiciones. Esto también es cierto de los laicos. Hay algunos entre el pueblo de Dios con una condición alta en la sociedad y su vida diaria parece inmaculada en apariencia, pero conocen sus insuficiencias y limitaciones ante Dios y por eso responden a la llamada de Dios a través de Su Palabra y reciben las bendiciones de la remisión de los pecados. Este tipo de personas entra en la Iglesia de Dios respondiendo a la llamada de Dios. Y no entienden las palabras de los pastores como Esaú.
Algunas personas que tienen cargos en las iglesias del mundo dejan sus cargos en esas iglesias. Deciden hacerlo diciendo: “¿Cómo puedo ser un anciano cuando soy tan débil y pecador? Voy a ir a otra iglesia como laico”. Una persona así verá nuestro cartel de la reunión de resurgimiento que dice: “Recibid la Remisión de los Pecados” y pensará: “¡Ah! Según la Palabra de Dios, el objetivo de Dios no viene de las buenas obras, sino de Su deseo de bendecirme de esta manera”. Esta persona recibe la remisión de los pecados y da gracias a Dios. Esta persona se convierte en santa y alaba la justicia de Dios dando gracias, aunque sea una persona insuficiente y débil porque ha aceptado el amor de Dios. Esta persona se convierte en santa y sierva de Dios que siempre conoce sus debilidades y faltas, pero al mismo tiempo, disfruta de la justicia de Dios.
En realidad, la justicia del hombre no es nada. Dios ha salvado a los que no pueden hacer nada por su propia justicia. Dios tiene razón y nosotros no. Y, Dios ha dado estas bendiciones a los que son débiles y deficientes en todas las cosas.
En este mundo, hay personas como Esaú y personas como Jacob. En realidad, cuando vemos la gente de la Biblia, la podemos dividir en estos dos grupos. Los que son como Jacob van al Cielo, y los que son como Esaú van al infierno. Todo el mundo que intenta vivir una vida buena y moral en este mundo acaba yendo al infierno. Y, los que piensan que no pueden ir al Cielo por sus debilidades y deficiencias, acaban yendo al cielo. ¡Qué ironía!
Pero recuerden esto: La gente que vivió bien en este mundo, los que tenían condiciones altas en la sociedad, los que tenían mucho dinero, los que tenían buena apariencia, los que tenían muchos hijos, los que tenían negocios que van bien y los que hicieron muchas buenas obras y ayudaron a los demás están en el infierno con Esaú. Los que están en el Cielo son las personas que, aunque no eran elocuentes, eran humildes y débiles, recibieron la remisión de los pecados de Dios al reconocer sus verdaderas condiciones.
¿Qué significa esto? Significa que Dios no tolerará a la gente que es orgullosa. Dios ha elegido enviar a todo el mundo que alardea al infierno. Dios ha decidido esto. Y, a través de esto, muestra Su poder infinito. Dios está diciendo: “No hay otro dios aparte de Mí. ¿Por qué alardeáis tanto? Sois personas que solo cometen pecados. Voy a limpiar todos vuestros pecados completamente. Volved a Mí”. Incluso ahora Dios está llamando a los que admiten que son pecadores graves.
Queridos hermanos, piensen en esto. ¿Acaso no hay muchas personas como Esaú hoy en día? Como son fuertes como Esaú, también hacen mucho ruido. Como tienen mucha energía física, después del primer servicio el domingo, van a la sala de oraciones en el sótano y oran más. ¿Están planeando algún movimiento político? ¿Qué están haciendo en el sótano? Están gritando “Señor, Señor” como si fuera un credo político. Y hablan en lenguas emitiendo sonidos como cerdos y cabras. ¿Es hablar en lenguas así? Dios hizo que los seres humanos hicieran sonidos de seres humanos. Deben saber que, cuando los discípulos hablaron en lenguas por primera vez, la gente de alrededor entendía lo que decían (Hechos 2, 6-11).
El sermón que les estoy dando hoy no está basado en mis propios pensamientos, sino en la Palabra de Dios. Lo que les estoy diciendo viene de Romanos 9, 10-13: «Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí». Dios amó a Jacob, pero odió a Esaú. En otras palabras, Dios ama a los que buscan Su misericordia y los que oran para recibir Su salvación. Entonces, ¿qué tipo de personas debemos ser? Deben conocer sus debilidades, deficiencias y faltas ante Dios y buscar Su misericordia.
 
 
¿Somos como Jacob o como Esaú?
 
¿Qué tipo de personas somos? ¿Somos como Jacob o como Esaú? Somos pequeños Jacobs. Si somos como Jacob debemos aceptar la Palabra de Dios tal y como es. Si Dios dijo que ha eliminado todos nuestros pecados, debemos tomar Su Palabra y exclamar: “¡Aleluya! Nos has salvado”.
Pero, ¿qué pasa con la gente como Esaú? Confían en sus propias fuerzas y no aceptan la Palabra de Dios. Y como no reconocen que son pecadores ante Dios, no buscan la remisión de los pecados de Dios. Por otro lado, Jacob decía mentiras cada vez que hablaba. Era un mentiroso que engañó a su hermano y robó a su hermano el derecho como primogénito al agarrarse a las faldas de su madre. Era un hombre que reconoció sus pecados. Cuando alguien comete muchos pecados y ha reconocido sus pecados de esta manera, escucha a Dios decir: “Eliminaré todos tus pecados y te bendeciré”, debe responder: “Gracias, mi Señor”.
Para recibir las bendiciones de Dios, Jacob fingió ser su hermano mayor ante su padre Isaac. Se vistió con pieles de cabra y cambió su voz diciendo: “Padre, tu primogénito Esaú está aquí”. Entonces su padre dijo: “Tu voz suena como la de Jacob. Acércate”. Cuando Isaac tocó a Jacob pensó que era Esaú porque tenía mucho pelo. Y por eso Isaac dijo: “La voz suena como la de Jacob, pero por el pelo de tu piel debes ser Esaú”. Entonces Isaac bendijo a Jacob con todas las bendiciones. Hablaré más sobre esto mañana.
Tenemos suerte de ser parte de la gente que recibe las bendiciones de Dios como Jacob. Somos muy afortunados. Si las cosas hubiesen sido un poco diferentes, podríamos haber sido personas como Esaú. ¿Qué habría pasado si hubiésemos sido personas como Esaú? Habría sido desastroso. En realidad, Dios nos ha guiado hasta ahora y nos ha hecho personas como Jacob. Nos hemos convertido en los Jacobs de hoy en día y hemos aceptado la salvación de Dios tal y como es. Le doy las gracias a Dios por esto.
En realidad, en el Reino de los Cielos, solo existen los justos. Si la Justicia de Dios dijo que había borrado todos nuestros pecados, entonces han sido borrados. Cuando Dios habla debemos creer en Él y en Su Palabra diciendo: “Sí, Señor. Tienes razón”. Entonces seremos absolutamente bendecidos por Dios. Pero, los que no creen en la Palabra de Dios y dicen: “No, la Palabra de Dios no es cierta” recibirán las maldiciones. Este es el principio claro que Dios ha establecido.
Dios dijo: «¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca» (Romanos 9, 14-15). No puede haber ninguna injusticia en Dios. Dios estableció que, si nos convertimos en personas como Jacob, seremos bendecidos, y si somos como Esaú, seremos maldecidos. Le dice a Moisés: «Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca». Aquí, el que Dios tuviese misericordia de los seres humanos, significa que Dios se ha compadecido de nosotros. Dice: “Si no salvo a los seres humanos que fueron creados a Mi imagen, irán todos al infierno y sufrirán para siempre. No puedo dejar que pase eso. Tengo compasión por vosotros y no puedo dejar que pase. Os voy a salvar completamente”. Después de crearnos a los seres humanos con este plan en mente, como estábamos destinados a ir al infierno por culpa de los pecados que habíamos cometido como descendientes de Abraham, Dios tuvo misericordia de nosotros. Dios predeterminó amar a los que eran como Jacob y odiar a los que son como Esaú. Dios predeterminó que los que se presenten ante Él para recibir bendiciones según sus esfuerzos humanos serán malditos. Pero también predestinó salvar a los que le pidan ayuda porque son débiles y pecadores y no pueden evitar cometer muchos pecados, aunque quieran hacer cosas buenas.
 
 

¿Quién está bendecido ante Dios?

 
Las personas bendecidas ante Dios son las que han recibido la misericordia de Dios. Entonces, ¿quiénes son los que han recibido las maldiciones de Dios? Las maldiciones de Dios caerán sobre los que constantemente alardean ante Dios de su justicia diciendo: “Ayuno y oro dos veces a la semana, hice una ofrenda de 50.000 dólares para el proyecto de construcción de la iglesia, ofreceré unos 100.000 dólares más en el futuro y nunca me he perdido una reunión espiritual de oración por la mañana”. Dios dijo claramente: «Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca».
Recibir las bendiciones de Dios depende de si Dios muestra misericordia sobre nosotros. Recuerden esto. Entre los muchos individuos que aparecen en la Biblia, los que recibieron la misericordia de Dios fueron bendecidos y los que eran orgullosos ante Él fueron malditos. Por eso la Biblia dice: «Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia» (Romanos 9, 16).
¿Quién es la persona que corre aquí? Se refiere a Esaú. Como he mencionado en la introducción, Esaú era un hombre del campo. Él podía correr 100 metros en 9 segundos. Era una persona increíble. Si fuese a correr, correría muy rápido. A otras personas les costaría varias zancadas estar a su mismo paso. ¿Qué nos está diciendo Dios en este pasaje? Este pasaje de las Escrituras dice que Dios no bendijo a Esaú porque corriese tan bien.
¿Qué significa esto? Significa que las bendiciones de Dios no dependen de las habilidades de los seres humanos. Ser bendecido por Dios solo ocurre al recibir la compasión de Dios. Recuerden esto. Al recibir la misericordia de Dios, recibimos las bendiciones, somos justos, recibimos la vida eterna y las bendiciones de la gordura de la tierra.
Por tanto, para convertirnos en justos debemos recibir la misericordia de Dios. Confesar lo siguiente es tener orgullo falso: “Dios, soy un pecador. Aunque tengo pecados, como creo en Ti, debes ignorar mis pecados. Creo que me dejarás entrar en el Cielo porque creo en Ti”. Pero el Dios Todopoderoso ya había establecido este principio: Quien tenga pecados debe ir al infierno. Dios ha establecido este principio diciendo: «Porque la paga del pecado es muerte» (Romanos 6, 23). Entonces, ¿qué ocurrirá si una persona piensa que Dios es misericordioso y está lleno de amor y por eso no le juzgará?
Dios le dirá a esta persona: “¿Me conoces tan bien? Eres como Esaú, quien tenía que ser maldito”.
Esta persona responderá entonces: “No, esto no es justo. Oro por mi arrepentimiento todos los días y lo hago todo bien”.
Entonces Dios les dirá: “¿Pero me conoces? Tus pensamientos y Mis pensamientos son diferentes. Sé maldito y ve al infierno”.
“¿Por qué me tratas así cuando creo en Ti?”
“No eres uno de Mis hijos. Nunca he tenido misericordia de ti. ¿Elimino tus pecados todos los días? El precio del pecado es la muerte. Para eliminar los pecados del mundo para siempre, envié a Mi Hijo y he conseguido tu salvación perfectamente. Pero, ¿quieres que te perdone una y otra vez? Si fuera así tendría que enviar a Mi Hijo una y otra vez. Para pagar el precio hay que derramar sangre. Y me estás diciendo que debo enviar a Mi Hijo de nuevo y clavarlo a esa Cruz horrorosa una y otra vez. ¡Estás maldito! Eres como el Diablo. Tienes que ir al infierno”.
Dios dirá estas cosas y muchas otras más temibles. Y Dios enviará al fuego eterno a esta persona. El Dios de la Justicia no tolerará a las personas así.
Por supuesto, la salvación de la remisión de los pecados se completa mediante el derramamiento de la sangre de Jesucristo. Sin embargo, la salvación se cumple mediante el agua, la sangre y el Espíritu, no solo mediante la sangre. En primer lugar, debemos eliminar nuestros pecados. Al creer en el bautismo de Jesucristo, debemos recibir la remisión de los pecados. No creer en el agua, la sangre y el Espíritu completamente e intentar recibir la remisión de los pecados todos los días es correr como hizo Esaú. Dios dice que la bendición de la remisión de los pecados no puede entregarse a los que corren. Por mucho que sirvamos a los demás, hagamos buenas obras, el trabajo de las misiones, establezcamos iglesias, demos ofrendas materiales, hagamos caridad o evangelismo para ser salvados por Dios, primero debemos recibir Su misericordia. Debemos pedirle a Dios Su misericordia, preguntando: “Dios, estaba destinado a ir al infierno. Por favor, sálvame”. Recibiremos la bendición de la salvación de Dios cuando entendemos completamente el misterio del bautismo creyendo que el Hijo de Dios cargó con todos nuestros pecados en el Río Jordán, y cuando entendemos que el castigo en la Cruz fue para pagar el castigo del infierno en nuestro lugar. Solo a través de la fe en la Palabra de la salvación de Dios podemos recibir las bendiciones de Dios.
 
 
Todas las cosas son de Dios y a través de Él y para Él
 
Dios dijo: «Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia» (Romanos 9, 16). Todo el mundo desea ir al Cielo, esto es un hecho. Pero el hecho de que todo el mundo desee ir al Cielo no significa que todo el mundo pueda ir al Cielo. Y no podemos intentar sobornar a Dios tampoco. Entonces, ¿cómo podemos entrar en el Cielo? Podemos entrar en el Cielo a través de nuestra fe en Dios. El que vayamos a ser bendecidos o malditos depende de nuestra fe verdadera que cree en Dios.
La Biblia dice: «Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén» (Romanos 11, 36). Queridos hermanos, todas las cosas son de Dios, o en otras palabras, vienen de Dios. Aunque creamos en Jesús para ir al Cielo, si hay algún rastro de pecados en nuestros corazones, debemos ir al infierno. Solo los que escuchan y creen la Palabra de que Jesús eliminó todos sus pecados y aceptan el amor y la gracia de Dios pueden recibir todas estas bendiciones y la vida eterna que Dios les da a los que admiten su condición.
Por tanto, debemos saber exactamente cómo Dios nos ha salvado. No debemos ignorar esta Verdad y creer simplemente como nuestro corazón quiera. ¿Piensan que, porque van a una iglesia grande y hablan en lenguas, pueden ir al Cielo? Solo porque los seres humanos queramos ser bendecidos por Dios no significa que seremos bendecidos por Él. Solo por desear e intentar ir al Cielo no quiere decir que esta persona vaya a ir al Cielo. Dios ha escogido a los que serán bendecidos y a los que serán malditos. Los que confían en sus propias fuerzas como Esaú reciben las maldiciones de Dios. Sin embargo, los que conocen sus pecados, los que escuchan atentamente la Palabra de Dios, y los que honran la Ley de Dios y reconocen que no pueden cumplir los 613 mandamientos que nos prohíben hacer esto o lo otro, estos son los que son humildes para recibir el Cielo. Dios ha elegido definitivamente a estas personas. Dios solo salva a los que tiemblan de miedo ante Su Palabra. Salva a los que reconocen la Ley de Dios y la Palabra de Dios y los que saben que son pecadores graves que estaban destinados a ir al infierno. Dios ha elegido a los que admiten abiertamente después de escuchar la Palabra de Dios: “Tengo un corazón malvado y peco mucho. Tu Palabra es correcta, Señor”. En otras palabras, Dios ha establecido que salvaría a los que dicen de corazón: “Sí, Señor, tienes razón” acerca de Su Palabra.
En realidad, muchas personas creen en Jesús porque quieren ir al Cielo. Pero no todos los cristianos podrán ir al Cielo. Escuchemos una conversación entre dos personas, Jim y Mark, un momento.
Jim dice: “He creído en Jesús durante veinte años y pertenezco a una denominación grande. ¿Cómo voy a ir al infierno?”.
Mark dice: “Entonces, como has creído en Jesús durante tanto tiempo, ¿no tienes pecados en tu corazón?”.
Jim contesta: “Por supuesto que sí tengo”.
Mark dice: “Si tienes pecados, ¿cómo vas a ir al Cielo?”.
Jim dice “Uno va al Cielo si cree en Jesús”.
Entonces Mark dice: “¿Cómo vas a ir al Cielo cuando tienes pecados en tu corazón?”.
Jim contesta: “Aunque tenga pecados, como creo en Jesús, Él me considerará justo, así que podré ir al Cielo”.
Entonces Mark responde: “Entonces estás haciendo mentiroso a Dios”.
De estas dos personas, ¿quién irá al Cielo? Mark, el que cree que los pecados desaparecen completamente de los corazones porque Jesús vino por el agua y el Espíritu a quitarlos. Cuando creemos en la Palabra de Dios, de que ha eliminado todos nuestros pecados, entonces los pecados en nuestros corazones desaparecen completamente. La razón es que la Palabra de Dios tiene poder como Dios mismo. Por tanto, una persona que haya recibido la remisión de los pecados verdaderamente ante Dios no tiene pecados en su corazón. Y esta persona ha aceptado las bendiciones y salvación de Dios, no por sus propios méritos, sino por la gracia de Dios.
La elección de Dios no significa que escogiese a algunos y a otros no arbitrariamente. Dios escogió a todo el mundo igual, pero los que son como Esaú y alardean en su carne, son rechazados por Dios. Dios, quien está lleno de amor, no dice incondicionalmente: “Te quiero y no quiero a esa otra persona”. Como los seres humanos son débiles y necesitan Su misericordia, Dios llama a todo el mundo con Su misericordia. Dice: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar». Dice: “Venid a Mí los que estáis trabajados y estáis destinados al infierno”. Sí. El Señor ha llamado a todo el mundo para que vaya a Él con Su gracia de salvación. Sin embargo, hay personas que dicen que no son débiles o insuficientes desde su punto de vista. Pero hay otras personas que reconocen que si Dios las envía al Cielo, irán allí, y si las manda al infierno, allí acabarán. Dios ha escogido bendecir solo a los que reconocen sus verdaderas personalidades.
Queridos hermanos, ¿cuántas veces se le permite a un vendedor ambulante gritar y solicitar clientes para su negocio? Eso depende del vendedor. Si, incluso los vendedores pueden gritar para solicitar clientes como ellos quieran, ¿por qué no puede el Dios Todopoderoso hacer lo que quiera en cuanto a enviarnos al Cielo o el infierno, o a quién da bendiciones o maldiciones? Aunque la gente crea en Jesús de la misma manera, algunos son elegidos por Dios e irán al Cielo y otros no son elegidos e irán al infierno. Esta es la voluntad de Dios.
«Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece. Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad? Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles? Como también en Oseas dice:
Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo,
Y a la no amada, amada.
Y en el lugar donde se les dijo:
Vosotros no sois pueblo mío,
Allí serán llamados hijos del Dios viviente» (Romanos 9, 17-26).
En conclusión, el resumen del pasaje de las Escrituras anterior es: Dios ablanda los corazones de los que merecen ser bendecidos y endurece los corazones de los que merecen ser malditos. El hecho de que Dios Todopoderoso haga lo que quiera con quien quiera es para revelar Su poder. Para revelar Su poder como Dios y para mostrar Su juicio, Dios endureció el corazón del Faraón. El Faraón podría haberle dicho a Dios: “Tú eres Dios y yo soy un ser humano, así que me rindo ante Ti. Ten misericordia de mí. Soy humano. ¿Por qué me estás reprendiendo?”. Entonces el Faraón podría haber recibido la remisión de los pecados de Dios.
Sin embargo, cuando el Faraón escuchó la Palabra de Dios, dijo: “¿Qué? ¿Quién crees que es Jehová Dios para meterse en Mis asuntos?”. Cuando las cosas se pusieron difíciles, el Faraón actuó como si estuviese obedeciendo a Dios, pero cuando las cosas mejoraron, volvió a estar en contra de Dios. Dios permitió a Satanás endurecer el corazón del Faraón. Y por eso Satanás habló al Faraón diciendo: “No deberías someterte a Dios. Digan lo que digan, eres el rey. El rey de Egipto es el rey de todo el mundo”. Y entones el Faraón se resistió a Dios durante las diez plagas, incluso después de que Dios matase a su primogénito. Como no dejó de lado su propia justicia y persiguió a los israelitas, Dios lo destruyó en el Mar Rojo.
Queridos hermanos, ¿por qué creen que el corazón del Faraón se endureció entonces? Dios endureció el corazón de Faraón a propósito para que todo el mundo supiese lo firme y preciso que es el juicio y la ira de Dios. Tengan cuidado con esto. Dios muestra misericordia a quien quiere y a los que quiere mostrar Su ira, les endurece sus corazones. El Dios Todopoderoso puede hacer esto. ¿Está mal que Dios haga esto? No. Nuestro Dios, quien creó el universo y todo lo que hay en él, puede hacer lo que quiera. Entonces, quien llame a Dios y le diga: “Soy débil e inútil. Por favor, ayúdame”, recibirá la misericordia de Dios. Pero si alguien escucha la Palabra de Dios y endurece su corazón, esta persona será juzgada, maldita y enviada al infierno. Esto es para mostrarnos lo temible y preciso que es el juicio de Dios y para revelarnos el poder del Dios Todopoderoso.
Hay personas en este mundo que confiesan: “Soy muy débil e inútil, pero Dios, por favor, sálvame. Si me salvas, podré ir al Cielo y no al infierno. No depende de mí. Está en Tus manos”. Para hacer esto Dios les da Sus bendiciones diciendo: “Debéis creer en Mí. Os he salvado. He enviado a Mi Hijo y Él ha cargado con los pecados que cometéis hasta el día en que morís al ser bautizado en el río Jordán. ¿Creen en esto? E hice que Mi Hijo fuese juzgado en la Cruz. Hice que matasen a Mi Hijo para que muriese en vuestro lugar. La muerte de Mi Hijo es vuestra muerte y Su resurrección es vuestra resurrección. Al levantar a Mi Hijo de entre los muertos, os he hecho vivir”. Los que creen en la Palabra de Dios recibirán la misericordia de Dios y Su piedad. Dios dice: “Sois Mis hijos. Ese ángel arrogante se opuso a Mí y me retó, pero le he vencido completamente. Aunque eráis Mi mera creación, ahora sois Mis hijos porque habéis recibido Mi amor y piedad”.
 
 

Depende completamente de Dios

 
En realidad, depende de Dios Todopoderoso bendecirnos o maldecirnos. Y, no hay ninguna injusticia en Dios cuando nos bendice o maldice. La gente que reta a Dios por Su Palabra, aunque no sean más que Sus meras criaturas, merecen ir al infierno y ser malditos. Sin embargo, Dios está lleno de amor y tuvo piedad de este tipo de personas y eliminó sus pecados. Por eso, quien se arrepiente de sus pecados podrá recibir la remisión de los pecados de Dios. Dios dice: “¿Sabéis que estáis equivocados? ¿Sabéis que vais a ir al infierno? Ya he borrado todos vuestros pecados al enviar a Mi Hijo al mundo. Recibid la remisión de los pecados al creer en Mi Hijo, a quien envié a vosotros y al recibir Mi amor de compasión por vosotros. Si hacéis esto, tendréis consuelo y recibiréis el Espíritu Santo como un don. Recibiréis también las bendiciones de convertiros en justos y en Mi hijos”.
Queridos hermanos santos, no tenemos el derecho a retar a Dios por Sus obras, ya que Dios es el Creador y nosotros no somos más que Sus criaturas. Está escrito: «¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria» (Romanos 9, 22-23). Nacimos como descendientes de Adán que recibieron la ira de Dios. Si fuésemos juzgados por nuestras obras, estaríamos destinados a ir al infierno; si fuésemos juzgados por nuestros pensamientos, estaríamos destinados a ir al infierno; y por muchos esfuerzos que pongamos en nuestras vidas, éramos objetos de la ira de Dios desde que nacimos. Sin embargo, para poder conocer el poder de Su salvación, sufrió mucho, ignoró nuestros errores y nos salvó a los que éramos recipientes de la ira preparados para la destrucción. Dios nos hizo hijos Suyos no porque hayamos hecho nada bueno, sino porque estábamos predestinados a ser hijos Suyos al vestirnos de Su amor y misericordia.
Cuando Dios creó al hombre, lo creó a Su imagen y semejanza. Esto nos lo explica el siguiente pasaje de las Escrituras: «¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria». Pero Satanás tentó al hombre y le hizo desobedecer la Palabra de Dios. Nos hizo caer en el pecado con tentaciones y que no creyésemos en Dios. Dios hizo que los humanos naciésemos en este mundo para hacernos hijos Suyos. No nos creó porque estuviese aburrido y no tuviese nada que hacer. Por tanto, el pasaje anterior: «y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia» se refiere a la providencia de Dios para hacernos Sus hijos y personas justas.
¿Qué diremos de Su justa determinación? No podemos evitar decir: “Dios es justo”. La Palabra de Dios sigue diciendo: “¿a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?”
“Como también en Oseas dice:
Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo,
Y a la no amada, amada.
Y en el lugar donde se les dijo:
Vosotros no sois pueblo mío,
Allí serán llamados hijos del Dios viviente» (Romanos 9, 24-26).
Oseas se casó con Gomer, una conocida prostituta. Esto lo hizo porque Dios le dijo a Oseas: «Ve, tómate una mujer fornicaria,
e hijos de fornicación;
porque la tierra fornica
apartándose de Jehová» (Oseas 1, 2). Así que fue y tomó a Gomer, la hija de Diblaim, y concibió un hijo y una hija. Pero cuando Gomer daba luz a un hijo, Dios declaraba una maldición sobre el pueblo de Israel por su traición contra Él.
Sin embargo, Dios no abandonó a Su pueblo para siempre. Al final le dio la promesa de salvación diciendo:
«Y la sembraré para mí en la tierra,
y tendré misericordia de Lo-ruhama;
y diré a Lo-ammi:
Tú eres pueblo mío,
y él dirá: Vosotros no sois pueblo mío» (Oseas 2, 23).
¿Qué significa este pasaje de las Escrituras? El Libro de Oseas nos enseña que, incluso cuando la nación de Israel adoró y se prostituyó con ídolos, Dios amó a los israelitas. Y ama a toda la humanidad de la misma manera. Somos personas que tenían que admitir que no eran hijas de Dios originalmente. En realidad, éramos hijos de la ira. Éramos hijos de la destrucción. Sin embargo, a través del amor de Dios, por Su salvación y Su bendición, ahora somos llamados hijos Suyos.
Queridos hermanos, escuchen esto. Las bendiciones y maldiciones de Dios están predeterminadas. Ha establecido este principio: Si son como Esaú, serán malditos y si son como Jacob serán bendecidos. Este principio es la elección de Dios. ¿Creen en esto?
Sin embargo, la gente de este mundo interpreta el pasaje de las Escrituras de hoy con su ignorancia. Su idea de este pasaje de las Escrituras es que Dios escoge a algunos y rechaza a otros incondicionalmente. Propagan esta doctrina errónea diciendo: “Mirad, cuando Jacob y Esaú todavía estaban en el vientre materno, y todavía no habían hecho nada, ¿acaso no amó Dios a uno y odió al otro? Los que van a ir al Cielo han sido seleccionados y escogidos de antemano incondicionalmente. Y, aunque uno crea en Jesús fervientemente, si la persona no es escogida, irá al infierno”. Esta es una interpretación completamente incorrecta. Han dejado la compasión de Dios fuera de esta cuestión. Han ignorado el plan de Dios. Este malentendido es grave.
 
 

Debemos responder a la llamada de Dios y estar en la línea de Jacob

 
Todos los seres humanos nacen como pecadores. Pero los que aceptan el amor de Dios y los que entienden al cien por cien que Dios les ha salvado completamente reciben Su misericordia y han sido salvados. Los que contestan a Dios y se oponen a Su Palabra diciendo: “¿Por qué?” irán al infierno. Los que alardean en sus denominaciones, retan a la Palabra de Dios escondidos detrás de sus denominaciones como Adán hizo en Génesis 3, y creen en Dios basándose en sus propios pensamientos irán al infierno. Dios ha elegido enviar a la gente así al infierno.
Todo teólogo en este mundo mantiene que este pasaje de las Escrituras apoya la doctrina de la elección. Pero la Biblia no enseña esto.
Dios dice:
«Misericordia quiero, y no sacrificio.
Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos» (Oseas 6, 6).
Y también dice: «Pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí» (Romanos 9, 11-13). El Señor sigue diciendo: «Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia» (Romanos 9, 16).
Queridos hermanos, les pido que todos contesten la llamada de Dios. Entonces todos serán como Jacob. Jacob no tenía ninguna justicia propia. Hizo exactamente lo que le dijo su madre y lo que le dijo la Palabra de Dios. Dios les da Su compasión a los que reconocen que están destinados y merecen ir al infierno. Alguien que sabe que va a ir al infierno le pedirá a Dios que tenga compasión y piedad, diciendo: “Por favor, Señor, envíame al Cielo”. Dios salva a las personas así. Pero Dios enviará al infierno a los que dicen: “¿Por qué debería ir al infierno? Soy mucho mejor que esas personas y hay muchas personas peores que yo”.
Esto es lo que Dios ha decidido hacer. Por eso, de esta manera, las bendiciones de Dios y Sus maldiciones se entregan de acuerdo con la elección de Dios. Por tanto, si de verdad queremos recibir las bendiciones de Dios, debemos estar en la línea de Jacob, y si queremos estar malditos debemos estar en la línea de Esaú.
Casi todos los movimientos de la iglesia actuales están en la línea de Esaú. Los cristianos alardean de su poder de influenciar, de la legitimidad y larga historia de su denominación y el hecho de que sus miembros son cientos de miles. Los que alardean de lo grande que es su iglesia están en la línea de Esaú y estas personas recibirán las maldiciones de Dios. Dios ha determinado maldecir a estas personas.
Pero los que están en la línea de Jacob dicen: “No hemos hecho nada. El pastor de nuestra iglesia no tiene nada de lo que alardear en la carne, pero está sin pecados. He decidido vivir mi vida espiritual bajo el ala de un pastor que no tiene pecados. Nuestro pastor nos dijo que no está sin pecados porque haya hecho algo por su cuenta. Dijo que Dios ha eliminado todos sus pecados para siempre. Así que, esa es la razón por la que ha recibido la remisión de los pecados. Cuando le pedí si podía recibir la remisión de los pecados, él dijo que podía. Cuando escuché la Palabra de Dios, me di cuenta de que no solo fueron eliminados los pecados de mi pastor, sino también los míos. Los pecados de todo el mundo fueron eliminados. Soy justo por fe. Estoy en la línea de Jacob y por eso he sido bendecido”.
Una persona que está en la línea de Jacob exclama: “¡Aleluya! ¡Alabemos a nuestro Señor! ¡Alabemos al Cordero de Dios! Señor Dios, estás exaltado sobre todas las cosas y eres poderoso. Tu Verdad es justa y verdadera. No hemos hecho nada bueno en este mundo, pero hemos sido salvados por tu salvación”. Esta persona está llena de amor, gozo y felicidad.
Debemos estar en la línea de Jacob. Debemos recibir las bendiciones de Dios. Si nos separamos de esta línea, será nuestro fin. ¡Alabemos a nuestro Señor! Nosotros nos encontramos en la línea de Jacob y estamos muy agradecidos por ello. Somos los que estábamos de camino al infierno, pero al ser llamados hijos de Dios, hemos sido salvados por Su amor por nosotros. En realidad, no éramos el pueblo de Dios. Por tanto, damos aún más gracias y gloria a nuestro Dios, que nos ha llamado para ser Su pueblo.