Search

Проповеди

Tema 13: Evangelio de Mateo

[Capítulo 13-4] El poder del Evangelio del agua y el Espíritu (Mateo 13, 31-43)

El poder del Evangelio del agua y el Espíritu(Mateo 13, 31-43)
«Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo;
el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.
Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado.
Todo esto habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba;
para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:
Abriré en parábolas mi boca;
Declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo.
Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo.
Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre.
El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo.
El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles.
De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo.
Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad,
y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga».
 

Espero y deseo que el Evangelio del agua y el Espíritu se difunda por todo el mundo. Sé que Dios abrirá la puerta a todo el mundo, incluidas las regiones más remotas del mundo, para que este Evangelio del agua y el Espíritu se proclame por todo el mundo. Sé que el verdadero Evangelio se difundirá enérgicamente y será testificado a todo el que busque la Verdad, sin dejar a nadie de lado. Sé que, ya lo quieran o no, la Gran Comisión de Dios, que propaga el Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo, será cumplida en el futuro. También creo que a través de nosotros Dios difundirá el Evangelio por el mundo entero, porque Él lo ha decidido así.
Dios es también el Maestro de la historia del mundo como está escrito en el Salmo 127, 1: «Si Jehová no edificare la casa,
En vano trabajan los que la edifican;
Si Jehová no guardare la ciudad,
En vano vela la guardia». Esto es como cuando Corea del Sur llegó hasta la semifinal del Mundial de 2002. Mi país, Corea del Sur, nunca había pasado de la primera ronda de un Mundial y nunca había ganado un partido, pero en el pasado Mundial, llegó hasta la semifinal. Estoy seguro de que esta es la providencia de Dios y Sus bendiciones. Para difundir el Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo, Dios se aseguró de que Corea del Sur se conociera en todo en mundo. Sé que Dios ayuda a gente en muchos sitios para buscar primero el Reino y Su Justicia.
Estoy seguro de que todos ustedes están dispuestos a servir al Evangelio de la Justicia de Dios. Por tanto debemos rezar más fervientemente para que se difunda el Evangelio del agua y el Espíritu. Necesitamos más medios materiales para apoyar nuestros ministerios, es decir nuestros libros cristianos. Nuestro Señor nos pide: «Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eterna» (Lucas 16, 9). Sin embargo, no podemos apoyar los ministerios sin recursos materiales, porque nuestros propios recursos son limitados.
Por tanto, debemos rezar para que Dios nos dé más medios materiales. Sé que si rezamos a Dios, nos dará más bendiciones materiales de las que tenemos ahora, y obrará en nuestras vidas. Como oramos para obtener ayuda monetaria para difundir el Evangelio por todo el mundo, sé que Dios conoce bien nuestras intenciones y contestará nuestras oraciones.
Rezamos a Dios con confianza. Todo lo que tenemos que hacer es pedir ayuda a Dios poniendo nuestra fe en Él, y predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Cuando trabajamos con fe para difundir el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios escuchará nuestras oraciones y obrará.
Dios se complace cuando predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo. Sé que este Evangelio será difundido más ampliamente que ahora, para que nadie de este mundo quede sin oír el Evangelio del agua y el Espíritu. Es mi ardiente deseo que el Señor haga todas estas cosas en los próximos años.
 


¿Cuál es el poder del Evangelio del agua y el Espíritu que es como un grano de mostaza?


Acabamos de leer Mateo 13, 31-43. Los versículos 31 y 32 dicen: «Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo;
el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas».
Jesús dijo que el Reino de Dios es como un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. Nuestro Señor dijo que el grano de mostaza es la semilla más pequeña de todas, pero cuando crece y se convierte en un árbol, es más grande, de manera que las aves del cielo anidan en sus ramas. Nuestro Señor habló del poder del Evangelio a través de Su parábola. Dicho de otra manera, a través del poder de este Evangelio verdadero, Dios ha permitido que los pecadores reciban la remisión de los pecados, que sean librados de la esclavitud de sus pecados, y así recibir una vida nueva llena de paz.
En resumen, este pasaje nos muestra cómo el poder del Evangelio del agua y el Espíritu obra para expandir Su Reino. En esta parábola, el Reino de los Cielos se refiere al Reino de Dios, y el grano de mostaza se refiere al Evangelio del agua y el Espíritu.
Cuando la gente se encuentra por primera vez con este Evangelio del agua y el Espíritu, puede parecer algo muy pequeño y de poco valor, pero para los que lo aceptan en sus corazones, la grandeza del Reino de Dios se cumple en sus espíritus. Se refiere al proceso por el que un nacido de nuevo se convierte en un obrero que trabaja para Su Reino. En otras palabras, el Reino de Dios empieza y se perfecciona a través de la fe en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, cuyo poder es como el de un grano de mostaza. Cuando creemos en este Evangelio del agua y el Espíritu que Jesús nos ha dado, nos convertimos en los hijos de Dios, y los que se han convertido en Sus hijos, algún día se convertirán en siervos de Dios que guíen a los pecadores hacia Dios. Jesús nos dijo a través de la parábola que los siervos de Dios construyen el Reino de Dios, acogen a muchos pecadores en sus brazos y los llevan hasta el Señor.
 


El Señor no habló sin parábolas


Mateo 13, 34-35 dice: «Todo esto habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba;
para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:
Abriré en parábolas mi boca;
Declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo».
¿Cuáles son las cosas ocultas desde la fundación del mundo? Son el Evangelio del agua y el Espíritu que puede construir el Reino de Dios. Nuestro Señor ha mantenido en secreto el poder del Evangelio del agua y el Espíritu, el Evangelio del Cielo.
En otras palabras, a través de Sus parábolas el Señor habló de cómo el Reino de Dios puede construirse en este mundo. Podemos ver que a través de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu Su Reino se construye en la tierra. Dicho de otra manera, a través de la fe de esta gente sin pecado que no ha nacido de nuevo por el poder del Evangelio del agua y el Espíritu, se construye el Reino de Dios. Por eso el Señor ha convertido a Sus creyentes en el pueblo de Dios con el poder del Evangelio del agua y el Espíritu, para que no les falte nada a nuestros espíritus para convertirse en el pueblo de Dios.
Al darnos el poder de este Evangelio, el Señor nos ha dado la perfección a todos y cada uno de nosotros, y nos ha permitido convertirnos en el pueblo de Dios y en los obreros de Su Reino. Por tanto, a través de estos obreros, muchos pecadores están escuchando la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, el verdadero Evangelio, y se reúnen en torno a sus enseñanzas. Así son salvados de sus pecados, convirtiéndose en el pueblo del Reino de Dios que recibe todas Sus bendiciones y protección. Este es el poder del Evangelio del agua y el Espíritu.
El poder del Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad perfecta del Reino de Dios. Este poder del Evangelio establece el Reino de Dios y que convierte a los pecadores en el pueblo de Dios permitiéndoles nacer de nuevo. Cuando creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu el Reino de Dios se construye en nosotros, los pecadores se convierten en el pueblo de Dios y los esclavos del mundo se convierten en obreros de Dios. Muchos que antes pertenecían a Satanás pueden convertirse en gente del Reino de Dios al poner su fe en el poder del Evangelio del agua y el Espíritu.
Por eso cuando el Señor habló del Evangelio del agua y el Espíritu, dijo que el Reino de Dios es como un grano de mostaza. Esta Verdad que Jesús dijo, acerca del Reino de los Cielos que es como un grano de mostaza que un hombre plantó en su campo, es un secreto escondido por Dios. El Dios de la trinidad lo planeó antes de la fundación del mundo.
Satanás y sus debilidades hicieron que la humanidad no pudiera evitar caer en el pecado y ahogarse en él. Pero Dios nos ha dado una manera a través de la que podemos convertirnos en el pueblo de Dios. Por eso nuestro Señor dijo: «El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo». En otras palabras, el Reino de Dios, está escondido en el misterio del poder del Evangelio del agua y el Espíritu.
Por tanto, cuando la gente cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, recibirá la remisión de los pecados y serán justos. Todos se convertirán en el pueblo de Dios por su fe en el verdadero Evangelio. También se convertirán en obreros de Dios por la fe. A través de este Evangelio, los hijos malditos se convertirán en el objeto de las bendiciones de Dios. Aparte de esta fe en el Evangelio del Evangelio del agua y el Espíritu, nada más puede convertirles en los benditos. ¿Se convirtieron en el pueblo de Dios sólo creyendo en la sangre de la Cruz? Lo que les ha convertido completamente en el pueblo de Dios y les ha dado forma de obreros de Su Reino es el poder del Evangelio del agua y el Espíritu.
El Señor de este poder del Evangelio del agua y el Espíritu no es otro sino nuestro propio Señor. Ustedes y yo no deberíamos subestimar el poderoso Evangelio del agua y el Espíritu, porque fue nuestro Señor quien vino a este mundo y nos dio este Evangelio con Su gracia. A primera vista, este verdadero evangelio puede parecerse al pseudo-evangelio que cree sólo en la sangre de la Cruz, pero el Evangelio del agua y el Espíritu se sitúa en una dimensión completamente distinta de la de otros evangelios.
Debemos convertirnos en el pueblo de Dios al creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. A través de este Evangelio, debemos ser librados de nuestros pecados, y convertirnos en el pueblo de Dios y en Sus estimados obreros. Debemos predicar este poderoso Evangelio del agua y el Espíritu a aquellos que siguen siendo esclavos de Satanás. Cuando hagamos esto, mucha gente podrá recibir la remisión de los pecados.
Jesús habló de este misterio del Cielo en parábolas para que no todo el mundo las entendiera. Él dijo que el Reino de los Cielos es como un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo; y aunque el grano es pequeño al principio, con el tiempo se convierte en un árbol y las aves del cielo anidan en sus ramas. Cuando la gente no tenía fe en este poderoso Evangelio del agua y el Espíritu, todos eran esclavos de Satanás, sólo para llegar a la muerte. Pero gracias a los que creen en este Evangelio, el pueblo de Dios se levantó en esta tierra, y muchos recibieron las bendiciones de Dios.
¿Hay algún otro poder verdadero del Evangelio aparte del Evangelio del agua y el Espíritu? No lo hay. Si alguien todavía se pregunta: «¿Es correcto que crea en el Evangelio del agua y el Espíritu y siga este Evangelio? ¿Hay otro verdadero Evangelio aparte de este?». Les pido que dejen de lado esas tonterías.
Los practicantes de la religión de este mundo son como la semilla que cayó en el borde del camino. Creen que sólo por haber convertido sus religiones al cristianismo e intentar vivir lo mejor posible, creen en Dios correctamente. Pero el hecho es que ni siquiera pueden convertirse en campos pedregosos porque no pueden reconocer la Palabra de Dios. Bloqueados por el sólido muro de la religión, no se dan cuenta de lo pecadores e insuficientes que son.
Incluso ahora, esta gente debe saber lo llena, de deseos carnales que está, conocerse a sí misma y buscar la Palabra de Verdad. En otras palabras, deben creer que nuestro Señor, al darnos el poder del Evangelio del agua y el Espíritu, ha borrado todos nuestros pecados de una vez por todas, y nos ha salvado perfectamente. Todos debemos creer, y convertirnos en hijos de Dios. Después debemos dar gracias a Dios.
Aún así hay quien no cree y todavía duda. Dios está decepcionado. «¿Es este el poder del Evangelio o no? ¿Debo creer así o no?». A todos aquellos que dudan, les pido que dejen de lado sus dudas y se aseguren de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
 


Un grano de mostaza es pequeño pero tiene un potencial enorme


Jesús dijo que el Reino de Dios es como un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. ¿Qué tamaño tiene un grano de mostaza? Es tan pequeño que a penas se puede ver con los ojos desnudos. Y mientras lo miras, si respiras demasiado fuerte, se puede volar. Así es un grano de mostaza. ¿Cómo, entonces, puede este grano convertirse en un árbol, siendo tan pequeño? Todo el mundo se hace la misma pregunta. Pero una vez la semilla germina, crece hasta ser un árbol enorme. Entonces puede servir a los pájaros para anidar, dar sombra para cobijarse del calor abrasador, y parar el viento y dar cobijo de la lluvia.
Cuando nos encontramos por primera vez con el Evangelio del agua y el Espíritu, podemos pensar: «¿Qué tiene de especial?». Pero al referirse a este Evangelio el Señor dijo que era un misterio guardado desde la fundación del mundo. Dijo en el pasaje de hoy: «Abriré mi boca en proverbios;
Hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos». Una de las parábolas dice que el Cielo es como un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo.
El Reino de Dios emerge a través de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Jesús dice que a través de los que han nacido de nuevo por el Evangelio del agua y el Espíritu, el Reino de Dios se expande y Su pueblo surge. Tal y como una llama puede convertirse en un gran fuego y quemar todo un bosque, a través de los que difunden el Evangelio del agua y el Espíritu mucha gente se convierte en hijos de Dios.
Por eso no debemos pensar que no hay nada de especial en el Evangelio del agua y el Espíritu, ni tampoco, en nuestra ignorancia debemos pensar: «Estoy seguro de que hay algo mejor que el Evangelio del agua y el Espíritu. Mucha gente en este mundo ha investigado y hecho estudios. ¿Significa esto que todo lo que los teólogos han estado diciendo no es cierto?». Si esto es lo que ustedes piensan, deben olvidar estos pensamientos.
Deben darse cuenta de que un grano de mostaza, que aparentemente no tenía valor y era ignorado por todos, al final se convirtió en un árbol enorme. Admitan el hecho de que es el poder del Evangelio del agua y el Espíritu lo que ha hecho que ustedes y yo, que hemos sido pecadores, seamos justos.
¿Han sido borrados sus pecados mediante la doctrina de la santificación gradual o la doctrina calvinista de la justificación? ¿Se han convertido en justos al asistir al movimiento pentecostal que hace hincapié en sus experiencias místicas personales? La Teología, las doctrinas y la justicia del hombre no tienen el poder de borrar los pecados de la humanidad. Sólo el poder del Evangelio del agua y el Espíritu puede borrar nuestros pecados, convertirnos en el pueblo de Dios y hacernos el pueblo del Reino de Dios, construyendo este Reino en la tierra.
¿Quién construye el Reino de los Cielos? El Reino de los Cielos se construye mediante los que creen en el poder del Evangelio del agua y el Espíritu. Incluso antes de la fundación del mundo, Dios nos escogió en Cristo, nos predestinó en Cristo, y nos hizo Su pueblo en Cristo. En resumen, Dios Padre planeó nuestra salvación en Jesucristo Su Hijo. Es decir, gracias a que Jesucristo nació en este mundo, fue bautizado, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos y así nos salvó, ha hecho posible que nos convirtamos en hijos de Dios al creer en el poder del Evangelio del agua y el Espíritu. Al hacer todas estas cosas, nos ha permitido alabar a Dios, creer en Él y darle gracias. Nos ha hecho alabar la gloria de Dios.
Por tanto hemos llegado a conocer la voluntad de Dios para nosotros, que había sido mantenida en secreto desde la fundación del mundo. A través de nuestra fe revelada en Su parábola del sembrador, podemos entender la Palabra de Dios. El Cielo, el Reino de Dios, pertenece a los que tienen este tipo de fe. Dicho de otra manera, el Reino de los Cielos pertenece a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Sólo los espiritualmente sabios merecen la Verdad. Los que son tercos espiritualmente sólo se adhieren al conocimiento predominante, aunque haya resultado no ser cierto. Se suele decir que nunca pensamos dos veces aquellos asuntos que la mayoría apoya. Así, muchos cristianos ni siquiera piensan acerca de las falacias de su fe, porque la mayoría absoluta de los cristianos creen que la sangre de la Cruz es la única verdad de su salvación. Por eso el cristianismo de hoy en día está lleno de creyentes ciegos.
Sin embargo, no es correcto que tengamos una fe fuerte en cualquier cosa. Tener fe en Jesús según nuestras ideas como las religiones del mundo, como si fuera un asunto de credo religioso, no es creer en el verdadero Evangelio del agua y el Espíritu. Antes de conocer el Evangelio del agua y el Espíritu, no teníamos el Evangelio de Dios que borra nuestros pecados. Convertirnos en hijos de Dios no es algo factible sólo para los siervos con poder como el Apóstol Pablo o Pedro.
Pero a pesar de esto, los que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu dicen: «¿Cómo puede un hombre estar sin pecado? Eso sólo es posible para los siervos de Dios especiales y poderosos como Abraham, Isaac, Jacob, Elías, Ezequiel o Daniel», y afirman que aunque creamos en Jesús, no nos convertimos en siervos de Dios necesariamente. Se hicieron cristianos sólo porque el cristianismo les parecía la mejor de las religiones del mundo; porque la Biblia les parece un gran texto y una verdad, algo que sentían que debían saber; porque se sintieron tocados por el amor de Jesús en la Cruz; porque no creer les parecía un pecado, pero creer les haría más sabios; porque parecerían más cultos si creían en Dios; porque tendrían más clase si caminaran elegantemente con la Biblia en sus manos, sentándose en la iglesia, rezando y escuchando la Palabra; y porque pensaron que se convertirían en grandes intelectuales si escuchaban las discusiones sobre Nietzsche, Hegel u otros grandes pensadores del mundo.
En resumen, muchos cristianos quisieron conseguir personalidades atractivas cuando se convirtieron al cristianismo. Dicho de otra manera, no había casi nadie que de verdad estuviera sin pecado al creer en Jesús, que perteneciera al pueblo de Dios, que se convirtiera en Su hijo, que se convirtiera en justo, y que se convirtiera en un obrero de Dios valioso; casi nadie creyó en Jesús con el deseo de tener la misma fe que los justos y los siervos de Dios tuvieron en la Biblia, ni de vivir su vida como ellos la vivieron.
Sin embargo, nuestro Señor no quiere que seamos meros practicantes de la religión. Sólo quiere que creamos en el Evangelio del agua y el Espíritu, que tiene el poder de convertirnos en hijos de Dios y de construir Su Reino en este mundo. Mis queridos hermanos, ¿No creen que el Evangelio del agua y el Espíritu nos ha convertido en hijos de Dios?
El Evangelio del agua y el Espíritu nos ha dado la misma fe que la de Abraham. ¿Cómo creyó Abraham? Él creyó en la Palabra de Dios con esperanza, a pesar de su desesperación. Su fe era así: «Señor, aunque Tu Palabra no me parezca que se haya cumplido, estoy seguro de que se cumplirá totalmente, porque eres mi Dios omnipotente». Nuestra fe presente es la misma que la de Abraham que Dios aprobó. La fe de Sara también es la misma que la nuestra. ¿Cómo pudo Sara concebir un hijo? Se quedó embarazada cuando creyó en la promesa de Dios: «¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo» (Génesis 18, 14).
Era humanamente imposible que Sara concibiera un hijo. Tenía casi 90 años entonces. Pero esto se cumplió porque Sara y Abraham creyeron: «Como Dios nos lo ha prometido, nos dará un hijo el año que viene por estas fechas». Por supuesto, Sara no creía en la promesa al principio, pero al final creyó aunque fuera humanamente imposible. Sara podía haber pensado: «He vivido mucho tiempo, pero esta es la primera vez que oigo algo tan gracioso. Hace diez años que tuve la menopausia y por tanto es imposible que tenga un hijo ahora. Dios dice cosas muy extrañas». Pero cambió de opinión y dijo: «Pero como Tú lo has dicho, creo».
Abraham y Sara tuvieron un hijo, y estaban tan felices que le llamaron Isaac. El nombre Isaac significa «risa». Abraham tuvo un hijo cuando tenía 100 años. Abraham estaba muy contento. Así que cuando Isaac fue destetado, Abraham hizo una gran fiesta.
Mis queridos hermanos, cuando Abraham tenía 75 años dejó su casa según la promesa de Dios, y a los 100 años, tuvo un hijo. ¿Cuánto tiempo esperó y durante cuánto tiempo había sido guiado? Abraham era un hombre de fe que siguió la Palabra de Dios, aunque no podía ver las posibilidades en las circunstancias. Por eso Dios aprobó la fe de Abraham como la verdadera fe en Dios.
El mismo principio de fe puede ser aplicado a nosotros. Dios nos dice que a través del poder del Evangelio del agua y el Espíritu, nos ha hecho Su propio pueblo, dejando de ser pecadores. El Señor dijo que ha borrado todos nuestros pecados, incluso los que cometeremos en el futuro, al tomarlos sobre Sí mismo a través de Su bautismo y al expiarlos con Su sangre en la Cruz. Aunque esto parezca imposible, es la realidad.
Mis queridos hermanos, tengan fe en el poderoso Evangelio del agua y el Espíritu. Está escrito en la Biblia: «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» (Hebreos 11, 1). Por tanto, cuando se aferran a la Palabra de Dios, las promesas de las bendiciones de Dios serán suyas. Pero si no lo hacen, las perderán.
Hay un proverbio coreano que dice que la sal de la cocina no está salada a no ser que se use. Por mucha sal que tengan en su casa, su comida sólo está salada si le ponen sal; si no, su comida no está salada. Así, deben aferrarse a la Palabra escrita de Dios con fe. A no ser que lo hagan, el Evangelio del agua y el Espíritu será completamente inútil para ustedes, por mucho poder que tenga. Si Dios les dice que ha borrado todos sus pecados con el poder del Evangelio del agua y el Espíritu, entonces deben aferrarse al verdadero Evangelio con fe. Si, por esta fe, se aferran a la Palabra de Dios, este Evangelio será suyo.
Mis queridos hermanos, les pido que crean que el grano de mostaza en esta parábola es el Evangelio del agua y el Espíritu. La fe en el Evangelio del agua y el Espíritu es fe como un grano de mostaza. Puede parecer diminuto, pero hay un gran poder en él, y cuando crece, se convierte en un árbol enorme y da muchos frutos. El Evangelio del agua y el Espíritu hace posible que recibamos la remisión de los pecados, no sólo a mí, sino a todos los que escuchan y creen en esta Palabra.
 

La Palabra del Evangelio del Cielo se difunde como levadura

Leamos Mateo 13, 33 juntos. «El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado».
Aquí el Señor habló mediante otra parábola, diciéndonos que el Reino de Dios prevalecerá sobre el mundo entero a través del Evangelio del agua y el Espíritu. El Reino de Dios se extenderá así. Mientras que el pasaje que acabamos de explicar, Mateo 13, 31-32, habla de que el Reino de Dios se cumple en nuestros espíritus, el verso 33 habla del poder del Evangelio del agua y el Espíritu que se difunde en este planeta. Cuando aquí se dice: «El Reino de los Cielos es como el fermento que una mujer toma y lo pone en tres medidas de harina hasta que todo fermenta», quiere decir que este poder del Evangelio se difundirá por todo el mundo. El Reino de Dios se refiere al Reino de Dios y el fermento que la mujer puso en tres medidas hasta que todo fermentó se refiere al Evangelio del agua y el Espíritu.
El Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad perfecta que lleva a los pecadores al Reino justo de Dios. Él difundirá este poderoso Evangelio por todo el mundo al final de los tiempos. Él propagará el Evangelio por todos los rincones del mundo, para que todos hayan oído este verdadero Evangelio sin excepción.
Jesús dijo que el Reino de los Cielos es como el fermento que se pone en tres medidas de harina. ¿Cuánto es una medida de harina? Antiguamente la harina se vendía en medidas, de una medida, a dos, tres y en adelante. Tres medidas de harina no eran una cantidad pequeña, sino una cantidad considerable de harina suficiente para dar una fiesta en un pueblo.
Jesús dijo que el Reino de los Cielos es como el fermento que se pone en tres medidas de harina. Esto significa que aunque el Evangelio del agua y el Espíritu es tan pequeño como un grano de mostaza, cuando esta Verdad se siembra en este mundo, se propagará a los corazones de toda la gente de este mundo. En otras palabras, el Evangelio del agua y el Espíritu, que es el Evangelio del Reino de los Cielos, se difundirá a lo largo y ancho del mundo, para que todo ser viviente escuche esta Palabra sin excepción. También significa que el poder de este Evangelio es suficiente para salvar a todo el mundo del pecado. Este Evangelio es más que capaz de salvar a todo el mundo, y será difundido por toda la tierra.
Así que cuando leo este pasaje, tengo plena confianza en que la Palabra de Dios se difundirá por todo el mundo. Hay tantas islas en el mundo de las que nunca he oído. Pero incluso en esos países remotos, el verdadero Evangelio será sembrado, y no quedará ningún país en el que este Evangelio no haya entrado. Lo sé porque Jesús dijo que el Reino de los Cielos es como el fermento que se pone en tres medidas de harina. Sin falta, este Evangelio del agua y el Espíritu se predicará por todo el mundo: entrará incluso en Corea del Norte, y no sólo a los países árabes, sino a las pequeñas y remotas islas. Esto se debe a que el Señor mismo dijo que el Evangelio del agua y el Espíritu es como el fermento.
Aunque nosotros mismos no tengamos poder o bienes materiales suficientes, el Evangelio del agua y el Espíritu es tremendamente poderoso, y se difundirá sin duda por el mundo entero. ¿No es así? Por eso debemos preparar con fe nuestra habilidad para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu.
«El verdadero Evangelio se difundirá por todo el mundo con toda seguridad. Llenará el mundo entero. Teniendo esta fe, ¿qué debemos hacer?». Cuando pensamos de este modo, nos damos cuenta de que toda la creación pertenece a Dios y llegamos a la conclusión de que debemos orar al Señor para que nos dé los medios materiales para predicar este Evangelio por todas partes. Debemos rezar a Dios para que nos dé cien veces más de lo que tenemos ahora—no, mil veces, un millón de veces más, para que podamos predicar el Evangelio a todo rincón remoto de este mundo en el menor tiempo posible.
Como Dios nos habló de este poderoso Evangelio y nos lo reveló antes de la fundación del mundo, con seguridad lo difundirá por todo el mundo. Sé, por supuesto, que lo cumplirá muy pronto. Mi fe no está sin fundamento, sino que tiene sus raíces en la Palabra de Dios, para que pueda creer fielmente en la Palabra de Dios desde el fondo de mi corazón.
Si un granjero sólo se pregunta: «¿Lloverá o no?» y sólo observa el tiempo, no recogerá mucha cosecha cuando el otoño llegue. Cuando la Palabra de Dios lo dice, debemos tener fe en Su Palabra, diciendo: «¡Sí! Pasará tal y como está escrito». Y la Palabra del agua y el Espíritu nos permite creer que esta Palabra nos convierte en el pueblo de Dios y entrar en el Reino de Dios. Debemos darnos cuenta de que el poderoso Evangelio del agua y el Espíritu es la Palabra de Verdad de la remisión de los pecados, y debemos darnos cuenta de que este Evangelio llenará el mundo entero. Debemos creerlo. Yo mismo lo creo. ¿Creen ustedes también?
¿Conocen el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Creen que el Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad que les permite convertirse en el pueblo del Reino de Dios? ¿Creen que el Evangelio del agua y el Espíritu cubrirá el mundo entero? Dios nos lo ha revelado hoy. Al revelar este Evangelio al mundo entero, Dios cumplirá Su plan.
Pasemos a Mateo 13, 36-43: «Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo.
Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre.
El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo.
El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles.
De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo.
Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad,
y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga».
Mis queridos hermanos, debemos tener oídos para oír. «Señor, dame oídos para oír y entender la Palabra de Dios». Así debemos rezar a Dios para pedirle ayuda. Los discípulos de Jesús vinieron a Él y dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña del campo». Entonces el Señor les dijo: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre».
Así, el que difunde la Verdad del Evangelio del Reino de los Cielos es Dios mismo, y es Jesús que vino como hombre. ¿Qué es el campo, es decir el objeto al que Jesús predica Su Palabra? Este objeto es la palabra misma. Todo el que vive en este mundo es el campo. Entonces Jesús dijo: «Las buenas semillas son los hijos del Reino». Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, son los que pertenecen al Reino de Dios.
En resumen, la buena semilla es el Evangelio del agua y el Espíritu, y podemos convertirnos en hijos de Dios al creer en este Evangelio. Los hijos de Dios son las buenas semillas, y al mismo tiempo, cosechan la buena semilla obedeciendo al Señor. En realidad, todos hemos sido salvados de nuestros pecados mediante la Verdad del Evangelio, y entonces nos hemos dedicado a difundir la Palabra de salvación.
Como Jesús dijo que el enemigo que sembraba la cizaña es el Diablo, entonces es el Diablo el que sembró y plantó los falsos evangelios en los corazones de la gente. La cizaña crece más rápidamente, pero cuando la miramos de cerca, podemos ver que es diferente al arroz. La cizaña tiene rayas blancas detrás de sus hojas. Las taras fingen ser justas. Fingen ser más virtuosas y tener menos pecado. Del mismo modo en que una flor de imitación es más espléndida que una flor de verdad, la cizaña parece más fuerte que el grano de verdad. Como la Ley de Gresham dice: «El dinero sucio quita todo bien», la cizaña ha predominado durante la historia del cristianismo y se ha convertido en la absoluta mayoría del cristianismo. Pero lo que está claro es que la cizaña debería recogerse y echarse al fuego.
 


Jesús dijo que la cizaña son los hijos del Maligno


Jesús dijo que la cizaña son los hijos de Satanás y que el enemigo que sembró la cizaña es el Diablo. El Diablo las plantó. El enemigo de Dios, nuestro enemigo, es el Diablo. Jesús dijo que la buena semilla, por otro lado, es sembrada por los hijos de Dios. Él dijo que la buena semilla es el Hijo del Hombre y que es la Palabra de Jesús que vino encarnada en un hombre.
Nuestro Señor vino a esta tierra y nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu: nuestro Señor tomó todos nuestros pecados en Su bautismo, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos, y así nos salvó. Antes de creer en esta Palabra, debemos creer primero que Jesús es Dios mismo. Debemos creer antes que Jesús es Dios, el Hijo de Dios, y nuestro Salvador, y también debemos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, que nos dice que nos ha salvado, que el Salvador Jesús nació en este mundo y tomó todos los pecados cuando cumplió 30 años.
Aunque Jesús naciera en este mundo encarnado en un hombre para ser nuestro Salvador, es fundamentalmente la misma entidad que Dios mismo. Pero aún así, no alardeó de Su Divinidad, sino que vivió 33 años de vida humilde, todo para poder salvarnos. Se puso de nuestra parte, tomó todos nuestros pecados, pagó la pena por nuestros pecados, murió en nuestro lugar, se levantó de entre los muertos, volvió a la vida mediante Su poder para poder devolvernos a la vida, completó nuestra salvación y se ha convertido en el Dios de nuestra perfecta salvación.
La Biblia declara que Jesús es el verdadero Dios de la vida eterna (1 Juan 5, 20). Por eso debemos creer en Jesús como nuestro Dios. Debemos creer que Jesús, como Dios e Hijo de Dios, se ha convertido en nuestro Salvador. Nuestro Salvador cumplió el Evangelio del agua y el Espíritu en esta tierra. Nos habló del Evangelio del agua y el Espíritu, y cumplió Su Palabra de la profecía en este verdadero Evangelio con Su propio cuerpo al venir a este mundo. También nos hizo creer y predicar este Evangelio de poder, la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu.
Los sembradores de las malas semillas son los hijos del Diablo. Por eso Jesús dijo que los que difunden las buenas semillas son los hijos del Reino de los Cielos, y los que siembran las malas semillas, la cizaña, son los hijos del maligno. Los dos se distinguen así. La cizaña y el grano verdadero no se parecen. Puede que a los ignorantes les parezcan similares, pero a cualquiera que las examine de cera, no le parecen iguales. La cizaña tiene rayas blancas en la parte de detrás de sus hojas, que son más gruesas y verdes. Pero la cizaña se vendrá abajo. ¿Se caen las cizañas porque son débiles? No. Se caen porque Dios no las aprueba.
Nuestro Señor nos habló con exactitud sobre este Evangelio del agua y el Espíritu que construye el Reino de Dios y que nos permite entrar en este Reino. En otras palabras, mediante el Evangelio del agua y el Espíritu, podemos diferenciar el grano de la cizaña. Sin embargo, mucha gente no lo sabe, porque es un misterio para ellos. Por eso el Señor nos lo ha revelado.
El Señor continuó explicando Su parábola diciendo: «la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles.
De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo.
Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad,
y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes». 
Jesús dijo que enviaría a Sus ángeles en el final de los tiempos. Dijo que no seríamos nosotros los que recogeríamos la cizaña y la echaríamos al fuego del infierno, sino que Dios, Jesucristo mismo, enviará a Sus ángeles para arrancar la cizaña y recogerla para echarla en el fuego. Jesús también dijo que los justos serían reunidos y que brillarían como el sol en el Reino de su Padre. El verdadero grano, en otras palabras, vivirá brillando con gloria en el granero de Dios, el Reino de los Cielos, pero la cizaña vivirá sufriendo en el infierno por siempre jamás.
 

¿Son ustedes el verdadero grano?

En la parábola del trigo y la cizaña, es crucial averiguar quién es el verdadero grano y quién es la cizaña. A través de la parábola, podemos ver cómo el Evangelio del agua y el Espíritu nos permite entrar en el Reino de Dios, y convertirnos en hijos de Dios; podemos ver que el Evangelio del agua y el Espíritu es el único verdadero Evangelio que salva a todo pecador de sus pecados; y podemos ver que nuestro Señor nos dijo que los evangelios de la cizaña, aunque se parezcan al verdadero Evangelio, son totalmente diferentes al Evangelio del agua y el Espíritu.
El Evangelio del agua y el Espíritu que estamos predicando es más que suficiente para ser propagado por todo el mundo. Se difundirá sin falta. Sin importar que seamos insuficientes, el Evangelio del agua y el Espíritu será predicado. Esta no es sólo nuestra tarea, sino la obra de Dios, y Él la cumplirá con toda seguridad.
Mis queridos hermanos, ¿por qué se convirtió la cizaña en cizaña? ¿No se debe a que escucharon y aceptaron los evangelios de las cizañas predicados por los hijos del maligno? ¿Cómo nos hemos convertido en hijos de Dios? ¿No se debe a que los que se convirtieron primero en hijos de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, predicaron la Palabra del poder del Evangelio del agua y el Espíritu a nosotros? Sí, hemos sido pecadores ante Dios, pero cuando escuchamos y creímos en el verdadero Evangelio, el Evangelio del verdadero grano, nos convertimos en los justos. Del mismo modo en que la cizaña y el grano real son esencialmente diferentes, debemos averiguar si somos el grano real o la cizaña. Debemos dibujar una línea divisoria en nuestros corazones.
Deben preguntarse a sí mismos: «¿Estoy en la parte del grano verdadero? ¿O estoy ahora en la parte de la cizaña?» Todavía quedan oportunidades. Lo que está claro es que cuando el fin de los tiempos venga, Dios atará la cizaña y la echará al fuego eterno. Y dijo que para la cizaña: «Habrá llanto y crujir de dientes».
Por muy insuficientes que seamos en nuestras acciones, y por muchas clases de pecado que cometamos, debemos creer que a través del poder del Evangelio del agua y el Espíritu, el Señor nos ha convertido a ustedes y a mí, los que estábamos destinados al infierno, en hijos de Dios. Debemos creer que el Evangelio del agua y el Espíritu nos ha convertido en justos. Debemos creer que sólo el Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad de la salvación.
Y debemos confesar: «Señor, Tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente». Tal y como Pedro reconoció que Jesús es el Hijo de Dios, Dios mismo, y el Salvador, nosotros también lo creemos y debemos hacer la misma confesión de fe. Al hacerlo, nuestra fe ha sido aprobada y elogiada por Dios, y nos hemos convertido en Sus hijos, Sus obreros, y los obreros de la Iglesia. Todos nosotros, ustedes y yo, debemos creer que el Evangelio del agua y el Espíritu es la única verdad y que sólo este Evangelio ha borrado nuestros pecados.
«¿Debo ir hacia aquí o hacia allá? No puedo ir en esta dirección, al menos no por el momento. Tengo que dejar un espacio. No pondré toda mi esperanza aquí. No creo que esto sea todo lo que hay». ¿Hay alguien que, habiendo puesto un pie, todavía duda si poner el otro pie o no? Sólo el Evangelio del agua y el Espíritu les ha salvado de todos sus pecados. Sólo el poder de este Evangelio del agua y el Espíritu es suficiente para dejarnos sin pecado. Nada más puede hacerlo. Como está escrito en Hechos de los Apóstoles 4, 12: «Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos», no hay otro nombre, que no sea el de Jesucristo, que haya limpiado nuestros pecados al darnos el poder del Evangelio del agua y el Espíritu. Él nos ha limpiado completa y perfectamente. Aunque nuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos (Isaías 1, 18).
En Su parábola del sembrador y los cuatro campos, nuestro Señor dijo: «Desde el principio, adorasteis ídolos, no reconocisteis ni escuchasteis Mi Palabra, sino que estabais llenos de pasiones mundanas y hedonistas. No podéis evitar ser echados al fuego por vuestros pecados. Pero vine a salvaros y a cumplir la salvación a través del poder del Evangelio del agua y el Espíritu. He borrado vuestros pecados. Al ser bautizados, al morir en la Cruz, y me levanté de entre los muertos, os he salvado de todos vuestros pecados. Entonces deberíais creer en lo que he hecho por vosotros y convertiros en el pueblo de Dios. ¿No queréis creer y convertiros en el pueblo de Dios? ¿No queréis ser el pueblo de Dios? ¿No queréis entrar en el Reino de los Cielos? ¿No queréis venir al Reino de Dios que he preparado para vosotros?».
Nuestro Señor nos está diciendo: «Si os quiero tanto, si os querré para siempre, ¿por qué no aceptáis Mi amor?». Esto es lo que el Señor nos dice a todos nosotros, a toda la gente del mundo, a través de la parábola del sembrador.
Básicamente, habíamos dejado a Dios y habíamos adorado a otros ídolos. Habíamos sido la semilla del maligno y nacimos en este mundo con doce tipos de pecado, destinados a vivir nuestra vida entera para dar el fruto del pecado. Siempre habíamos cometido actos malvados, y habíamos sido carnales, pasionales y hedonistas. Así, habíamos sido tan malvados que era simplemente imposible que nos convirtiéramos en hijos de Dios por nuestra cuenta.
Pero para salvar a esta gente, Dios mismo vino a este mundo encarnado en un hombre y cuando cumplió 30 años, fue bautizado para tomar todos nuestros pecados. Aceptó todos nuestros pecados a través de Su bautismo, y fue a la Cruz para ser crucificado. Y al derramar toda Su sangre y al morir, dijo: «Consumado es» (Juan 19, 30). En otras palabras, gritó: «¡Os he salvado!». Y al levantarse de entre los muertos, el Señor se ha convertido en nuestro Salvador.
Ahora nos pregunta: «Os he salvado. Os he dado la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Creéis? He cumplido vuestra salvación al tomar todos vuestros pecados con Mi bautismo, muriendo en la Cruz, y levantándome de entre los muertos. ¡Creéis estas cosas que hice por el amor que os tengo?».
Mis queridos hermanos, habíamos sido cizaña. Adán y Eva, nuestros antepasados, se convirtieron en cizaña engañados por Satanás. Pero, si fueron salvados al creer en la Palabra de Dios, nosotros también, podemos ser salvados al creer en Su Palabra.
Ahora tienen una oportunidad. Jesús les está preguntando: «Nacisteis siendo cizaña, pero ahora ¿queréis convertiros en el grano verdadero?». Ahora todo depende de vosotros. Si creemos que está bien convertirse en los siervos de Satanás, y dejamos que nuestros corazones se queden como están, seguiremos siendo la cizaña. Pero, si pensamos: «Aunque sea insuficiente, no quiero acabar siendo siervo del Diablo. Quiero convertirme en hijo de Dios, a pesar de mis insuficiencias. Señor, por favor, ten piedad de mí y acéptame», entonces debemos admitir que estamos destinados al infierno, y debemos creer que el Señor nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Esta gente puede convertirse en el grano verdadero.
A través de la parábola del trigo y la cizaña, Dios nos pregunta a qué lugar pertenecemos, es decir, si somos cizaña o trigo. ¿A qué lugar quieren ustedes pertenecer? Cuando el Diablo les provoca para que piensen: «Pero, me gusta la cizaña, me da igual ir al infierno», deben decir: «¡No! Puede que viva una vida desgraciada en este mundo, pero quiero vivir feliz en la siguiente vida. Quiero vivir en un lugar donde haya amor. Quiero ser recompensado. Al final, quiero ir a ese buen lugar. Aunque mis acciones sean insuficientes, me gustaría ser un obrero de la Iglesia de Dios y vivir por Su Justicia». Les suplico que tengan este corazón que busca la Justicia. Esto es lo que deben hacer.
A través de la parábola del trigo y la cizaña, el Señor nos dijo que el Evangelio del agua y el Espíritu es fiel. Nuestro Señor comparó el Evangelio del agua y el Espíritu a un grano de mostaza, y también comparó el Reino de los Cielos al fermento. Aunque un grano de mostaza es diminuto, crecerá y se convertirá en un gran árbol donde los pájaros hacen su nido. La levadura se esparce y difunde mucho. El Evangelio del agua y el Espíritu es más que capaz de cubrir el mundo entero.
Sé que esto pasará a ser verdad en un futuro cercano, porque el Señor dijo:
«Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones» (Isaías 2, 2).
Y creemos que cuando un nuevo mundo nazca al final de los tiempos, los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu brillarán como el sol en el Reino de los Cielos. ¿Lo creen? Ustedes y yo viviremos nuestras vidas brillando como el sol. Jesús dijo que cuando llegue el momento, los justos brillarán como el sol.
¿Qué tipo de vida es la que brillará como el sol? Es la vida gloriosa en el Reino de los Cielos. ¿Quién dijo Jesús que viviría allí? Los justos vivirán allí. ¿En qué creen los justos? Creen en el poder del Evangelio del agua y el Espíritu. ¿A quién siguen? Siguen a nuestro Señor. Doy gracias a Dios.
Incluso cuando predico esta Palabra, siento que a través de esta Palabra nos dará consuelo y nos beneficiará, pero a los que sigan siendo cizaña esto les parecerá demasiado aburrido y cansado. Pero debido a su perspectiva terca, sus corazones están demasiado endurecidos para escuchar la voz tierna del Señor. Cuando pienso a lo que tendrán que enfrentarse en el futuro, siento pena por ellos. Por eso no puedo dejar de predicar el verdadero Evangelio. El Evangelio del agua y el Espíritu se difundirá por todo el mundo sin falta, y lo cubrirá todo.
Y los que creen en este Evangelio entrarán en el cielo aunque sean insuficientes en sus acciones, pero los que están en la parte de la cizaña serán echados al infierno por muy correcto que sea su comportamiento. La cizaña está destinada a ser echada al fuego eterno. Por eso me da pena.
Cuando llegue el final de los tiempos, los felices y los desdichados serán distinguidos claramente. Mientras predico la Palabra, hay veces en las que no sé en qué debo centrarme. Si ignorara a la cizaña y sólo pensara en la gloria que nos espera, predicaría la Palabra con alegría, incluso bailando. Pero no puedo estar contento porque hay todavía mucha gente en este mundo que no conoce el Evangelio del agua y el Espíritu que les puede convertir en el campo bueno.
Espero y rezo por que se den cuenta de lo malvados, pasionales, e insuficientes que han sido ante Dios, y que han estado destinados al infierno; y que por eso, sólo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu pueden convertirse en hijos de Dios y alcanzar la fe. El camino hacia la fe es largo. Tienen toda la vida por vivir.
Somos obreros de Dios. Así que doy gracias a Dios. Trabajemos duro o no, la voluntad de Dios será cumplida. Quiero que los siervos de Dios, Sus santos, y Su Iglesia por todo el mundo tengan fe en la Palabra de Dios. No es cuestión de decir: «Vamos a hacer algo». En realidad se trata de decir: «Dios lo ha dicho, y así se cumplirá». En otras palabras, es cuestión de tener fe en la Palabra, aceptar el reto, rezar y pedir, y creer que el Señor nos dará poder para cumplir Su obra.
Dios quiere salvar a la cizaña de sus pecados. Por eso intentamos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu hasta los lugares más remotos de la tierra. Sé que al iluminar los corazones de muchos para que reconozcan y crean en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, Dios les dejará entrar en el Reino de los Cielos.