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Tema 16: Evangelio de Juan

[Capítulo 8-7] «Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos» (Juan 8, 31-36)

«Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos»(Juan 8, 31-36)
«Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres».
 
 
Hoy voy a compartir el pasaje de las Escrituras de Juan 8, 31-36. En este pasaje el Señor dijo: «Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». Un discípulo del Señor es una persona que vive por fe en la Palabra del Señor. Si vivimos por fe en la Palabra del Señor podemos convertirnos en discípulos del Señor. Así que, para convertirnos en seguidores del Señor, debemos escuchar lo que el Señor dice y seguirle y obedecerle por fe.
 
 
Convertirse en un discípulo del Señor significa poseer esa fe
 
¿Están viviendo por fe en la Palabra del Señor? Para convertirnos en discípulos del Señor, debemos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu del Señor. Y debemos predicar la justicia del Señor por fe. No podemos ser verdaderos discípulos del Señor si creemos en Él sin un conocimiento exacto de la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu del Señor, aunque digamos que creemos en Jesús como nuestro Salvador. Si tienen esta fe, entonces podrán convertirse en discípulos del Señor, pero de lo contrario no podrán serlo.
Para convertirse en un verdadero discípulo del Señor primero debemos tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios. Sin esta fe no podremos ser verdaderos discípulos del Señor ni ser santos. Solo los que han sido salvados de todos sus pecados pueden ser verdaderos discípulos del Señor. Por lo tanto su tarea más urgente ahora es librarse de todos sus pecados mediante el Evangelio del agua y el Espíritu del Señor. Como hemos recibido nuestra salvación al ser salvados de todos los pecados al escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu y creer en él, ahora podemos vivir como discípulos del Señor. Por tanto no hay otra manera de ser un discípulo de Dios.
El hecho de que hayamos recibido la salvación de nuestros pecados y de que creamos en la justicia del Señor significa que el Señor es el Dios que creó el universo y nos salvó por el Evangelio del agua y el Espíritu. El requisito básico para convertirse en discípulo del Señor es tener fe en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor cumplió por nosotros. Para convertirnos en discípulos del Señor, debemos creer en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, entenderla por fe y vivir por fe. Si no podemos aferrarnos al Evangelio del agua y el Espíritu, no podremos ser discípulos del Señor.
Los que dicen: «Creo en Jesús como mi Salvador, pero solo creo en la sangre derramada en la Cruz y rechazo el Evangelio del agua y el Espíritu», no podrán trabajar como discípulos de Cristo. La gente así vive sus vidas de fe con sus propios esfuerzos intentando hacer a Jesús su Salvador por sus propios medios. Estos son los seguidores de la religión del mundo que existe en las denominaciones cristianas. La religión del mundo tiene su origen en la palabra latina religio que significa atar fuerte. Es un tipo de fe en el que la gente cr y establece algo con lo que se siente cómoda y confía en esa creación. El cristianismo actual ha sido degradado a una religión del mundo. El cristianismo es diferente a cualquier religión de este mundo. El cristianismo es la fe que cree en que Jesucristo, que es Dios, vino y nos salvó de nuestros pecados por el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso el verdadero cristianismo y las religiones del mundo son polos completamente opuestos.
 
 

El cristianismo consiste en tener fe en el Señor que nos ha salvado completamente

 
El Señor sabía de antemano que pecaríamos en este mundo y por eso vino con el Evangelio del agua y el Espíritu y nos salvó perfectamente. Según el sistema de sacrificios, como se profetizó en el Antiguo Testamento, el Señor vino en el Nuevo Testamento y salvó a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, mediante el que eliminó todos los pecados del mundo para siempre. Así nos ha salvado al tomar sobre Sí mismo los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, derramar Su sangre en la Cruz en nuestro lugar, recibir el juicio por nuestros pecados y resucitar de entre los muertos. Nuestro Señor ha cumplido así nuestra salvación según la promesa hecha por Dios en el Antiguo Testamento. Creer en el Evangelio del agua y el Espíritu es creer en la justicia de Dios de todo corazón. Creer en la justicia de Dios es de lo que se trata la verdadera fe cristiana. La verdadera fe consiste en apreciar el amor de Dios y la salvación cumplida por Jesús según el Evangelio del agua y el Espíritu del Señor.
La palabra fe es pistis en griego, y significa estar convencido de la Verdad. Lo que esto nos dice es que debemos hacer la obra que el Señor cumplió por Su amor por nosotros. La verdadera fe consiste en creer en el Evangelio del agua y el Espíritu cumplido por el Creador del universo. Dicho de otra manera, la verdadera fe consiste en creer en Jesucristo como quien creó el universo y el que nos ha salvado para siempre de todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, derramar Su sangre en la Cruz y resucitar de entre los muertos. Además consiste en creer en Dios Padre, quien envió a Su Hijo Jesucristo al mundo e hizo que tomase sobre Sí mismo los pecados de la humanidad, es decir, los pecados del mundo, al ser bautizado y clavado en la Cruz para ser nuestro sacrificio de redención. En otras palabras, la fe consiste en creer que Dios Padre hizo que Su Hijo cargase con todos nuestros pecados, muriese crucificado y resucitase de entre los muertos por nosotros. Convertirnos en discípulos del Señor significa que debemos mirar con los ojos de la fe y creer en la obra realizada por el Señor a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Esta es la verdadera fe con la que nos convertimos en discípulos de Jesús.
 
 

Los cristianos de hoy deben creer en Jesucristo, quien vino por el Evangelio del agua y el Espíritu

 
Los cristianos de hoy en todo el mundo deben saber que el Señor ha tomado todos los pecados del mundo sobre Sí mismo para siempre a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista cuando vino al mundo. Esta verdad está escrita en el Evangelio de Mateo, en el Nuevo Testamento: «Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3, 15-17).
Esto significa que debemos creer de corazón, amar y seguir la obra que el Señor hizo cuando vino al mundo, al tiempo en que la admiramos. Esta es la manera auténtica de creer y tener fe verdadera. Cuando creemos en Jesucristo como el Salvador, primero conocemos el Evangelio del agua y el Espíritu y creemos en él. La fe consiste en aferrarse a esa Palabra al creer en el fundamento de esa Palabra confesando: «Todos mis pecados fueron pasados al Señor cuando fue bautizado por Juan el Bautista. No solo mis pecados, sino los pecados de mis padres y los pecados de toda la humanidad. Cuando Jesucristo fue bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán dijo: “Pues conviene así que cumplamos toda justicia”. Por eso hizo la obra justa de eliminar todos nuestros pecados». Cuando hacemos esta confesión de fe nos convertimos en discípulos de Jesucristo. Después de hacer esta confesión el Señor seguirá dando testimonio del Evangelio del agua y el Espíritu.
Si queremos convertirnos en verdaderos cristianos debemos negar nuestros corazones incrédulos y creer en Jesucristo como nuestro Salvador que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu. Como seres humanos siempre tendremos pensamientos y deseos carnales. Si hacemos una comparación vemos que la mente humana tiene un 99,9% de deseos carnales. El resto son pensamientos espirituales y el deseo de seguir a Dios. La gente que no conoce el Evangelio del agua y el Espíritu no podrá tener una mente espiritual aunque lo intente. Pero cuando están desesperados, ese 0,01% de pensamientos espirituales empieza a buscar ayuda de Dios. Los seres humanos por regla general se empiezan a dar cuenta de que tienen un corazón que busca la justicia de Dios solo cuando sufren.
Pero, aunque el corazón de estas personas sea así, si no conocen a Dios, quien vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, no podrán librarse de sus pecados. Así que, para que puedan encontrar al Señor vivo, tienen que recibir la remisión de sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu primero. Y para que nosotros podamos creer en Jesucristo como nuestro Salvador, debemos conocer nuestros pecados y el juicio justo ante Dios. Cuando reconocemos nuestros pecados y el amor de Dios y sometemos nuestros corazones al Evangelio del agua y el Espíritu recibimos la verdadera salvación.
Tenemos que confiar en la Palabra y seguirla incluso después de haber sido salvados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Para ello tenemos que deshacernos de nuestros deseos carnales. Esto no será fácil si no seguimos al Señor con fe. No podremos seguir la Palabra de Dios si no negamos nuestros deseos carnales. Por eso, entre los que han recibido la salvación de sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, estas almas han recibido y siguen recibiendo las bendiciones de Dios y están siendo utilizadas para la obra de Dios. Siguen trabajando duro en sus vidas de fe y han puesto sus corazones en Cristo.
Pero desgraciadamente, entre los muchos cristianos de hoy en día, hay personas que no han nacido de nuevo por el Evangelio del agua y el Espíritu. Esto es exactamente lo que Jesús dijo: «Porque muchos son llamados, y pocos escogidos» (Mateo 22, 14). Aunque muchas personas digan que van a la iglesia siempre y que creen en Jesús como su Salvador, sus pecados permanecen en sus corazones y sus deseos carnales siguen gobernándolos. Por tanto, si queremos convertirnos en discípulos del Señor debemos vivir por fe en la Palabra que nos dio el Señor en el Evangelio del agua y el Espíritu. En otras palabras, debemos creer en Jesucristo, quien vino por el Evangelio del agua y el Espíritu. Todos debemos aceptar por fe esta Palabra del Señor en nuestros corazones al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos seguir al Señor aferrándonos al Evangelio del agua y el Espíritu, que es la Palabra de Dios. El Evangelio del agua y el Espíritu es obligatorio para los que dicen ser cristianos.
 
 

Los cristianos deben conocer a Jesucristo, quien vino por el Evangelio del agua y el Espíritu

 
En el Evangelio de Juan 8, 32, el Señor les dijo a Sus discípulos: «Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». Todas las palabras de Dios son valiosas, pero estas Palabras en particular son como diamantes. El Señor nos dijo claramente que tenemos que conocer la Verdad. Por tanto, todo el mundo tiene que conocer la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu sin falta. «Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». Aunque creamos en Jesús como nuestro Salvador, si creemos en Él sin conocer el Evangelio del agua y el Espíritu, no habrá verdadera salvación ni libertad de nuestros pecados. Si la gente no conoce o se niega a conocer la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, no tendrá libertad de conciencia, libertad de los pecados, libertad para ser hijos de Dios ni la bendición de ir al Cielo. Por tanto, es muy importante que todo el mundo conozca esta Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu para poder creer en el Señor como su Salvador. Esta Verdad del Evangelio nos permite escapar de nuestros pecados, maldiciones, dolor y destrucción, y además nos permite recibir todas las bendiciones de Dios. El hecho de que hayamos llegado a conocer esta Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu significa que hemos conocido algo muy importante.
Aunque hay muchos cristianos en este mundo, solo una pequeña porción de ellos cree en Jesús conociendo el Evangelio del agua y el Espíritu. La realidad es que la relación es 1 entre 1.000.000. Así que entre todos los que piensan que creen en Jesús bien, si Dios les preguntase sobre el Evangelio del agua y el Espíritu, no sabrían qué contestar.
Cuando vemos quién acusó a Jesús, incluyendo a Pilato, quien le cuestionó: «¿Eres un rey?». Jesús le contestó: «Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz» (Juan 18, 37). Entonces Pilato le interrumpió diciendo: «¿Qué es la verdad?».
¿Qué piensan ustedes que es la Verdad que no cambia nunca? La Verdad es algo que no cambia. Parece que nada en este mundo permanece igual para siempre, y que está cambiando constantemente. A medida que pasa el tiempo todo cambia. Pero el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios no cambia. Desgraciadamente muchas personas no lo saben o se niegan a creer en este Evangelio de Verdad que eliminó todos los pecados del mundo. Muchos cristianos de hoy en día no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu. Dicen que van a la iglesia y piensan que los pecados se eliminan al creer en Jesús y ofrecer oraciones de penitencia, ofrecer servicios voluntarios y donaciones. ¿Qué diferencia hay entre estos creyentes que todavía tienen pecados en sus corazones y los creyentes de otras religiones que también se arrepienten de sus pecados y viven una vida ascética? Cuando hacemos esta comparación vemos que realmente no hay ninguna diferencia.
No hay nadie que no peque. Sin embargo, aunque esto sea cierto, no puede haber pecados en los corazones de los que creen en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, pero los que no creen o no conocen la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, tienen pecados en sus corazones y son enemigos de Dios. Por eso el Señor dijo: «La verdad os hará libres». ¿Qué nos libra de los pecados? La Verdad nos libra de los pecados. ¿Qué es entonces esta Verdad y quién es? Esta Verdad es el Evangelio del agua y el Espíritu y el Señor que vino al mundo para salvar a los pecadores.
El Señor dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Esto significa que lo que el Señor ha hecho por nosotros a través de la Palabra es la Verdad. Nuestro Señor tomó todos nuestros pecados a través del bautismo de Juan el Bautista y fue juzgado en la Cruz por ellos en nuestro lugar. El Señor nos ha dado una vida nueva a los que creemos en esta Verdad de la remisión de los pecados. Fue bautizado por nosotros, los que estábamos destinados a morir por nuestros pecados; y entonces murió en la Cruz en nuestro lugar y resucitó de entre los muertos. El Evangelio del agua y el Espíritu del Señor es la única manera de recibir la remisión de los pecados e ir al Cielo. El Señor es el único que nos ha dado la verdadera vida y es el único Señor de la Verdad.
Los dioses creados por el hombre abundan en este mundo. Aunque hay muchos dioses creados por los seres humanos, solo puede haber un único Dios verdadero. El Dios trinitario (Dios Padre, Jesucristo y el Espíritu Santo) es el único Dios. Este es el Dios de la Verdad. Dios no miente. En Jesucristo solo puede haber verdadero bien, amor, justicia, salvación, misericordia y verdad. El Dios trinitario tiene el poder de hacer todas las cosas, excepto decir mentiras y hacer el mal. El Dios de la Verdad es justo y santo y es el absoluto Salvador que concede el perdón de los pecados a todo el que le busca. Nadie puede cuestionar Sus obras justas. 
«La verdad os hará libres». El Señor nos dice esto y Él es Dios y nos ha dado la verdadera libertad y salvación. La Verdad es nuestro Señor. El Señor y Salvador hizo justamente lo que dijo: «Tomaré todos vuestros pecados a través de mi bautismo y los eliminaré derramando Mi sangre en la Cruz para ser juzgado por esos pecados». Jesús tomó nuestros pecados para siempre a través de Su bautismo y por eso tuvo que ser juzgado en la Cruz para redimirnos. Ustedes deben creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu.
Durante la Guerra de Corea (1950~1953) muchas personas murieron de manera cruel. Durante este tiempo muchos intelectuales fueron asesinados. Cuando los soldados de Corea del Norte controlaron una ciudad en Corea del Sur, empezaron a incitar a los trabajadores y jornaleros del campo para que condenasen a los propietarios de las tierras como rebeldes y a matarlos con lanzas de bambú. Así que cuando las fuerzas de las Naciones Unidas retomaron el control de esas ciudades, estas personas que habían estado del lado de los comunistas fueron asesinadas. Muchos hombres murieron de esta manera y pocos quedaron vivos. Como muchos intelectuales habían muerto, cuando la guerra terminó no había muchas personas que supieran leer y escribir. Por eso tenemos un proverbio que dice: «Tienes que saber el alfabeto coreano para ser jefe de una ciudad». Lo que esto significa es que no había nadie capaz de servir en un cargo público. Por eso, la gente que había sido aliada de Japón durante la ocupación japonesa fue nombraba para los cargos públicos y disfrutó de grandes riquezas y poder. Por eso el Gobierno coreano está tan ocupado intentando limpiar el pasado. Pero debemos entender por qué estoy diciendo esto: «Tienes que saber el alfabeto coreano para ser jefe de una ciudad». En aquel entonces solo había que saber leer y escribir para ocupar un cargo público. Por tanto esta frase estaba en boca de todos y reflejaba nuestra historia.
Este ejemplo también puede aplicarse al cristianismo actual. Todo el mundo debe conocer a Jesús correctamente, ya que se ha convertido en el Maestro del Evangelio del agua y el Espíritu, y debemos creer en Él. Muchas personas dicen: «Creo en Jesús como mi Salvador». Creen que han recibido la salvación al ofrecer la oración de aceptación de Jesucristo como su Salvador cuando creyeron por primera vez en Él. La gente que ofrece este tipo de oraciones es ignorante.
En las reuniones de resurgimiento, se obliga a la gente a levantarse cuando el predicador dice: «Los que quieran aceptar a Jesús como su Salvador personal que levanten las manos. Oraré por ustedes, así que repitan lo que yo diga». Entonces oran así: «Querido Padre, he pecado mucho en este mundo y estoy destinado a ir al infierno. Me he dado cuenta de que el Señor eliminó mis pecados en la Cruz. Ahora acepto a Jesús como mi Salvador personal». Entonces el público repite esas palabras. El predicador hace que repitan estas oraciones de aceptación y proclama que los que han repetido esa oración han recibido la remisión de sus pecados ante Dios. Quiero preguntarles si se han convertido en hijos de Dios. No es verdad. La verdad bíblica es que el Señor dijo: «Y conoceréis la verdad». Por tanto es obvio que todo el mundo debe conocer el Evangelio del agua y el Espíritu para creer en Jesús correctamente. Creer en Jesús de cualquier manera es ignorancia religiosa. Es lo mismo que crear ídolos y creer en ellos.
No debemos creer en Dios de esta manera. Por tanto, aunque estamos destinados a ir al infierno por haber pecado durante todas nuestras vidas, debemos creer en Jesús con las respuestas correctas a algunas de las siguientes preguntas: 
«¿Cómo tomó el Señor todos nuestros pecados al venir a este mundo?».
«¿Cómo tomó el Señor nuestros pecados para siempre a través de Su bautismo?».
 «¿Cómo murió el Señor en nuestro lugar al ser juzgado para siempre en la Cruz?».
«¿Cómo cumplió el Señor nuestra salvación al resucitar una sola vez?».
«¿Cómo se convirtió el Señor en nuestro Salvador para siempre?».
Por tanto está claro que debemos conocer el Evangelio del agua y el Espíritu. Así tenemos que saber por lo menos el alfabeto coreano para ser gobernadores de una ciudad. De la misma manera, debemos conocer esta Verdad para creer en Jesús como nuestro Salvador. Esta es la Verdad que nos libera y nos salva de los pecados. No es algo que podamos conseguir con nuestros propios esfuerzos.
Muchas personas en el cristianismo de hoy tienden a creer mezclando sus obras, creencias y salvación en Jesús. Creer en el Señor así es una pérdida de tiempo y una fe inútil. Cuando fuimos sede de los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988 cantamos el himno oficial de los Juegos titulado Mano a Mano. La letra del himno expresaba el mensaje de que era bueno que la gente compartiese, superase las diferencias ideológicas, cruzase todo tipo de barreras y obstáculos, se uniese en hermandad y aboliese todas las guerras y conflictos a través de los Juegos Olímpicos.
Pero Dios no puede unir Sus manos con las nuestras sin el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios no puede coexistir en una relación tan extraña. Nosotros debemos unir nuestras manos con Dios a través del Evangelio del agua y el Espíritu. No estamos al mismo nivel que Dios y por tanto no somos iguales. Simplemente deseamos recibir Su misericordia y gracia. Debemos saber cómo nuestro Dios nos ha salvado de los pecados al aceptar el Evangelio del agua y el Espíritu. Y entonces debemos creer en la Verdad.
Los seres humanos no podemos evitar caer en las maldiciones, en el pecado y después en la muerte. Después de haber pecado tanto, solo podemos gritar: «¡Por favor, ayúdame!». Pero demos gracias a Jesucristo, que con Su poder del Evangelio del agua y el Espíritu ha tomado nuestras manos y nos ha sacado del pecado. Así hemos recibido la salvación de nuestros pecados. Este es el poder del Evangelio del agua y el Espíritu. Esta Verdad tiene más poder que la dinamita.
«La verdad os hará libres». La gente que cree en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu puede obtener la libertad. Esta libertad es la verdadera libertad que podemos disfrutar en la Palabra de Dios. Esta libertad es diferente a la libertad pródiga. Es la verdadera libertad. La libertad consiste en estar sin pecados y practicar la justicia de Dios. La libertad es vivir dentro de la justicia de Dios.
Antes de nacer de nuevo solo conocía este pasaje de manera intelectual, pero ahora entiendo completamente esta Palabra: «Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». Ustedes han experimentado esto, ¿no es así? La gente que conoce la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu es la que ha recibido la salvación de los pecados. ¿Por qué? Porque esta Verdad es real. La verdad, el Evangelio del agua y el Espíritu, nos dice que el Señor tomó nuestros pecados para siempre cuando fue bautizado en el río Jordán por Juan el Bautista. Después de tres días en la tumba resucitó después de morir en la Cruz al derramar Su sangre. El Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad Bíblica que no cambia nunca.
Ahora mismo, entre muchos cristianos, los que no conocen o se niegan a conocer la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu no son los verdaderos creyentes. Son simplemente personas que sirven una religión de este mundo. Muchos líderes cristianos solo buscan los beneficios carnales. Este tipo de ministerio sirve como forma de vida y por eso nosotros los llamamos pastores devoradores. Esta gente finge ser buena para ganar más dinero. Me dijeron una vez que los pastores mayores de iglesias coreanas medianas y grandes reciben por lo menos 10.000 dólares americanos al mes como honorario mientras que la mayoría de sus congregaciones sufre. Aunque los miembros de sus congregaciones sufren todos los días por sus pecados, los pastores les dicen: «Ofreced más oraciones de penitencia. Intentad santificaros». Solo son ministros para ganar dinero y recibir miles de dólares al mes. Los pastores que trabajan para alimentar su carne y ganar dinero solo trabajan para ellos mismos. Por tanto, les aconsejo a todos los pastores de todo el mundo que crean en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Antes de nada, los pastores en el ministerio tienen que conocer la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, creer en ella y predicarla. Al tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, seremos salvados de los pecados de nuestras conciencias y de los pecados que cometemos en este mundo. Después debemos aferrarnos a esa Verdad y seguir la Palabra de Dios, y solo entonces podremos ser discípulos del Señor. Si no nacemos de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, no podemos ser discípulos del Señor. Ir al Cielo sin tener fe en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu es una idea humana que no tiene sentido.
Todo el mundo debe conocer primero el Evangelio del agua y el Espíritu para creer en Jesús correctamente, y después debe deshacerse de sus pensamientos que solo se preocupan de la carne. Hemos predicado el Evangelio del agua y el Espíritu a muchas personas que solo se preocupan de su carne, pero que desgraciadamente no se deshacen de sus pensamientos carnales; por lo que rechazan el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios al aferrarse a cosas frívolas que escucharon en el pasado y al vivir pensando que el cristianismo es otra religión del mundo. El mensaje principal de la Biblia es la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, y el personaje principal es Jesucristo. Como estas personas no han escuchado este verdadero Evangelio, no confían en esta Palabra de Verdad escrita. Esta fe es inútil. Al final serán destruidos por sus pecados. Por eso nuestro Señor nos dio el Evangelio del agua y el Espíritu para que fuésemos librados de nuestros pecados. Al conocer esta Verdad hemos obtenido la salvación y hemos sido librados de todos nuestros pecados para recibir la vida eterna. Al creer en la Palabra de Jesucristo nos hemos convertido en Sus discípulos.
 
 
¿Han entrado en Jesucristo de verdad?
 
En el versículo 33 de Juan 8 leemos lo que los judíos incrédulos le dijeron a Jesús: «Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado».
El Señor dice claramente: «Quien comete pecados es esclavo del pecado y esa persona no es libre». Hay dos tipos de pecados. Hay pecados por los que uno es perdonado y pecados por los que no se puede ser perdonado. El Señor vino a este mundo y nos salvó por la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. No creer en esta Verdad bíblica es un pecado que no se perdona y que lleva al infierno directamente. El Señor dijo: «De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado» (Juan 8, 34). Esto significa que un esclavo del pecado debe ser salvado para convertirse en una persona libre.
Pero las personas que se niegan a creer en Jesús como su Salvador refutan esto diciendo: Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?». Así es el corazón de los ciegos espirituales. Deben saber que la gente que tiene pecados en sus corazones vive siendo esclava del pecado. Los que tienen pecados en sus corazones son esclavos del pecado. La gente es libre de ir a cualquier parte pero sus corazones ya se han convertido en esclavos del Diablo. Por tanto esta gente no puede evitar cometer pecados y seguir cometiendo pecados cuando el Diablo quiere. Por eso no tienen paz en sus corazones, no se sienten seguros y no tienen libertad en sus conciencias. Además sus conciencias siguen estando oprimidas por sus pecados, la Ley y la maldición.
¿Han vivido como esclavos? Ser un esclavo significa no tener ninguna libertad. Un esclavo no puede hacer lo que quiere. ¿Son esclavos o personas libres? Si todavía tienen pecados en sus corazones no son personas libres. Si tienen pecados en sus corazones, el Espíritu Santo no reside en su corazón. Los esclavos del pecado cometen pecados. Tienen pecados en sus corazones porque no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu del Señor y aunque lo conozcan no pueden creer en él. Por tanto viven como esclavos del pecado porque están bajo el dominio del Diablo. Las personas así odian, envidian y no tienen educación para los demás. Siempre intentan matar, atormentar y hacer daño a los demás. Viven como depredadores que se esconden esperando a sus presas. Estas son las características de los esclavos del pecado.
Los nacidos de nuevo que han recibido el Espíritu Santo en sus corazones no hacen este tipo de cosas malvadas, sino que dan muchos frutos del Espíritu Santo. Pero los que tienen pecados en sus corazones intentan hacer daño a los demás y cometen asesinatos. Saben que ese tipo de vida no es la correcta, pero no pueden evitar vivir así. Por eso se han convertido en esclavos del Diablo. ¿Cómo llegaron a ser esclavos del Diablo? La Biblia dice: «Porque dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas» (Mateo 24, 28). Este versículo quiere decir que el Diablo controla los corazones y les obliga a hacer el mal. Por eso son esclavos del pecado. La gente tiende a ver la Biblia como si fuera una novela o un libro histórico cuando no puede entender lo que hay escrito en ella. 
 
 
Todo el que no cree en el Evangelio del agua y el Espíritu se convierte en un esclavo del pecado
 
La Biblia dice que quien peca es esclavo del pecado. La gente así no puede hacer obras justas, todo lo que puede hacer es quejarse, matar, envidiar, causar conmoción, tener ambiciones egoístas y engañar, y cuando se presenta la ocasión adecuada hacen todas estas cosas. Cuando se trata bien a estas personas, intentan engañar a los que hacen el bien. ¿Por qué? Porque el Diablo controla sus corazones. Los esclavos tienen que actuar según los deseos del Diablo que controla sus corazones. Por tanto es importante que la gente escape de sus pecados al creer en la Verdad y que sea librada ahora mismo. Al escapar de los pecados debemos asegurarnos de que el Diablo y el pecado no vuelven a residir en nuestros corazones y para eso debemos creer en el Señor, que nos ha salvado, y en la Palabra que el Señor nos ha dado. Para ello debemos aceptar la Palabra de la Verdad. Debemos creer en Jesucristo, el Señor que se convirtió en nuestro Salvador al venir a este mundo, tomar nuestros pecados, morir en la Cruz y ser resucitado de entre los muertos. Por fe como esta podemos recibir la libertad.
En Juan 8, 35 el Señor dijo: «Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre». Un esclavo del pecado nunca podrá entrar en el Reino de Dios. Una persona con pecados no puede entrar en el Reino de Dios. Para que una persona pueda entrar en el Cielo primero debe recibir la remisión de los pecados. ¿Cómo podemos recibir la remisión de los pecados? Debemos saber que vivir una vida buena o mala no tiene nada que ver. Debemos recibir la remisión de nuestros pecados antes de poder entrar en el Cielo, y para ello debemos conocer la Verdad de cómo el Señor salvó a la humanidad de sus pecados. Debemos creer toda la Palabra y saber cómo Jesús ha eliminado nuestros pecados al venir a este mundo y cómo ha recibido el juicio en nuestro lugar y nos ha salvado al resucitar de entre los muertos.
Dios no tiene nada que perder o ganar si no cometemos pecados. Si pecamos y nos convertimos en esclavos del pecado sufriremos las consecuencias. No tiene nada que ver con Dios. Por Su gran amor por nosotros el Señor descendió al mundo y nos salvó. ¿Cómo nos salvó el Señor? Nos salvó con la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu.
Por tanto debemos convertirnos en hijos de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Está escrito claramente en el Padrenuestro.
«Padre nuestro que estás en los Cielos,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros Tu reino».
Si de verdad queremos convertirnos en hijos de Dios, primero debemos ser santos, es decir recibir la remisión de nuestros pecados. Dios dijo: «Seréis, pues, santos, porque yo soy santo» (Levítico 11, 45). No hay ningún sitio en este pasaje de las Escrituras que dice que no debemos cometer pecados para poder ser santos. No podemos ser personas que no cometen pecados. Este pasaje de las Escrituras nos está diciendo claramente que recibamos la remisión de nuestros pecados en nuestros corazones al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Nos está diciendo que creamos en Jesucristo, el Salvador de la humanidad, que nos salvó al venir al mundo, ser bautizado, morir en la Cruz y resucitar. Solo así podemos ser hijos de Dios. Un esclavo del pecado no puede residir en la Casa de Dios. Pero Sus hijos pueden vivir allí por siempre. Solo los que se han convertido en Sus hijos pueden vivir en la Casa de Dios.
El Evangelio de Juan 8, 36 dice: «Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres». Supongo que ustedes saben lo que significa «Así que, si el Hijo os libertare». No dijo que nos haría libres si ofrecemos oraciones de penitencia. No significa que nos hará libres si vivimos con virtud o intentamos santificarnos. «Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres». Si el Señor ha eliminado todos los pecados del mundo por la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, no tenemos pecados. Esto es lo que quiere decir esta Palabra. Dice claramente: «Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres». ¿Nos liberó el Señor? ¿Nos liberó el Señor por la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu? Nos ha liberado completamente. Nosotros somos débiles y no podemos ser perfectos. Pero el Señor nos ha liberado. Gracias a Sus obras justas ahora somos libres.
Esta Palabra es muy simple. Significa que si el Señor ha eliminado todos nuestros pecados no tenemos pecados. Por eso llamamos Salvador a Jesús. Cuando el Señor se convirtió en nuestro Salvador, no fue solo por meras palabras. Él nos ha salvado del pecado y la destrucción al sacrificarse a Sí mismo porque todos éramos penosos a Sus ojos. El Señor salvó a toda la humanidad que no puede evitar morir por sus pecados y está destinada a vivir una vida desesperada. No nos ha salvado solo con palabras sino por la Verdad de la Justicia y Su amor. Nos ha salvado personalmente al venir al mundo, tomar los pecados del mundo sobre Sí mismo para siempre al ser bautizado por Juan el bautista, que era el representante de la humanidad, ir a la Cruz cargando con todos los pecados, derramar Su sangre al ser clavado en la Cruz, morir en agonía y gritar: «Está acabado»; y ser resucitado de entre los muertos. El Señor ha hecho todo esto por nosotros. No hemos recibido la salvación por nuestros propios esfuerzos, sino que es el Señor el que nos ha salvado.
Debemos dedicar nuestras almas al Señor. Debemos ir ante el Señor diciendo: «Querido Señor, estoy intentando vivir bien, pero no es fácil. Aunque intento vivir bien, cuando pienso en ello, solamente soy un ser humano que no puede vivir bien por mucho que lo intente. Si no creo en el Evangelio del agua y el Espíritu del Señor, no podré ser justo. Como has salvado a toda la humanidad por el Evangelio del agua y el Espíritu, el bautismo que recibiste y usangre derramada en la Cruz, quiero creer en esto e ir al Cielo. Por favor, acéptame como soy. Creo en Ti de todo corazón». Debemos creer en el Señor con un corazón así y confiar en Él. En cuanto a ustedes, por favor, no pongan sus voluntades en acción, porque les dirán: «Si trabajo más duro, podré ser santificado». Y no intenten recibir su salvación ofreciendo grandes donaciones o intentando no cometer pecados. Lo que deben hacer es dedicarse al Señor diciendo: «No puedo hacer nada. Por favor, Dios, sálvame. Si me salvas, seré salvado, pero si me rechazas, iré al infierno».
Queridos hermanos, ¿no pecó también el Rey David? Después de haber tenido relaciones sexuales con la mujer de Uria, David se entregó completamente al Señor diciendo: «Señor, si dices que soy santo, entonces soy santo, pero si dices que tengo pecados, entonces tengo pecados. Seré juzgado por Ti. Todo depende de Ti. Tú eres el Creador del universo, mi Salvador, y el que ha borrado mis pecados. Lo eres todo para mí. Debo obedecer Tu juicio porque es justo. Si dices que has tomado todos mis pecados, entonces no tengo pecados, pero si dices que no los has tomado, entonces tendré pecados para toda la eternidad por mucho que llore y ayune y ore durante 40 días». David se entregó a Jesús de esta manera. 
Nosotros también debemos dedicarnos al Señor. Debemos ser capaces de considerar el futuro. Deben pensar si van a cometer pecados o no en sus vidas, y después dedicarse al Señor. Cuando piensen en sí mismos y vean que van a cometer más pecados en el futuro deben dedicarse a sí mismos al Evangelio del agua y el Espíritu del Señor. Debemos creer en la Palabra a través de la Palabra de las bendiciones y de la Palabra de la Verdad del Evangelio que dice que el Señor tomó todos nuestros pecados a través de Su bautismo, fue juzgado en nuestro lugar por nuestros pecados, nos ha dado la vida eterna y nos ha hecho hijos Suyos. Solo entonces podremos recibir la remisión de los pecados, el Cielo, el derecho a ser hijos de Dios y los placeres de la vida eterna y todas las demás bendiciones. Queridos hermanos, ¿están seguros de esto?
«Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres». ¿Quién puede hacer algo así? Solo Jesús. ¿Puede Sakyamuni hacerlo? ¿Puede Confucio hacerlo? ¿Puede Sócrates hacerlo? Sócrates dijo lo siguiente: «Conócete a ti mismo». Esto significa: «¿Qué Sabes? Absolutamente nada. Por tanto intenta averiguar lo patético que eres». Confucio dijo que es bueno vivir una vida virtuosa. Hsun-tzu dijo lo mismo, y todos los demás filósofos dijeron que es bueno vivir virtuosamente y no con maldad.
Sin embargo, todas estas personas no pueden decir: «Creed en mí. He eliminado todos vuestros pecados. Os he librado de todos los pecados». Solo Jesús puede decir estas palabras. Solo Jesús puede salvarnos al venir a este mundo, tomar todos nuestros pecados, es decir todos los pecados del mundo para siempre a través de Su bautismo, ser clavado en la Cruz, derramar Su sangre y resucitar. El Señor nos salvó así. Solo Jesús puede hacer estas obras increíbles.
Entonces, el único que puede salvarnos es Jesucristo. Por eso la Biblia dice: «Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hechos de los Apóstoles 4, 12). El nombre de Jesucristo es el nombre más bello y solo Jesucristo es el nombre de nuestro Salvador. Solo Jesucristo es el Rey de reyes. La palabra Jesús significa Salvador y la palabra Cristo significa Ungido. La frase “el Ungido” significa el Rey de todos los reyes. Significa que solo Jesucristo es el verdadero Dios y el verdadero Salvador. Solo Jesús puede salvarnos de los pecados, hacernos felices, librarnos del pecado, hacer que vivamos una vida recta, y permitirnos ir al Cielo. Y es el único que nos ha hecho verdaderos discípulos mientras vivimos en este mundo. Jesús ha eliminado todos los pecados de la humanidad a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
Espero que crean en el Evangelio del agua y el Espíritu y que entren en el Reino de Dios por fe para vivir allí para siempre. Al vivir en la Palabra del Señor, nos convertimos en discípulos del Señor y después de haber vivido una vida justa entraremos en el Reino del Señor.