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Tema 18: Génesis

[Capítulo 5-3] Debemos caminar con el Señor, confiando en Su justicia (Génesis 5, 1-32)

Debemos caminar con el Señor, confiando en Su justicia(Génesis 5, 1-32)
«Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo hizo. Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados. Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set. Y fueron los días de Adán después que engendró a Set, ochocientos años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días que vivió Adán novecientos treinta años; y murió. Vivió Set ciento cinco años, y engendró a Enós. Y vivió Set, después que engendró a Enós, ochocientos siete años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Set novecientos doce años; y murió. Vivió Enós noventa años, y engendró a Cainán. Y vivió Enós, después que engendró a Cainán, ochocientos quince años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Enós novecientos cinco años; y murió. Vivió Cainán setenta años, y engendró a Mahalaleel. Y vivió Cainán, después que engendró a Mahalaleel, ochocientos cuarenta años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Cainán novecientos diez años; y murió. Vivió Mahalaleel sesenta y cinco años, y engendró a Jared. Y vivió Mahalaleel, después que engendró a Jared, ochocientos treinta años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Mahalaleel ochocientos noventa y cinco años; y murió. Vivió Jared ciento sesenta y dos años, y engendró a Enoc. Y vivió Jared, después que engendró a Enoc, ochocientos años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Jared novecientos sesenta y dos años; y murió. Vivió Enoc sesenta y cinco años, y engendró a Matusalén. Y caminó Enoc con Dios, después que engendró a Matusalén, trescientos años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Enoc trescientos sesenta y cinco años. Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios. Vivió Matusalén ciento ochenta y siete años, y engendró a Lamec. Y vivió Matusalén, después que engendró a Lamec, setecientos ochenta y dos años, y engendró hijos e hijas. Fueron, pues, todos los días de Matusalén novecientos sesenta y nueve años; y murió. Vivió Lamec ciento ochenta y dos años, y engendró un hijo; Y vivió Lamec, después que engendró a Noé, quinientos noventa y llamó su nombre Noé, diciendo: Este nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de nuestras manos, a causa de la tierra que Jehová maldijo. Y vivió Lamec, después que engendró a Noé, quinientos noventa y cinco años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Lamec setecientos setenta y siete años; y murió. Y siendo Noé de quinientos años, engendró a Sem, a Cam y a Jafet».
 
 
Dios creó a los seres humanos como seres eternos. La existencia humana no es solo efímera, ya que dura solo un poco y después desaparece, sino que todo el mundo debe vivir para siempre. Cuando se acabe su vida en este mundo, esto no es el fin de todo, sino que vivirán de nuevo para toda la eternidad. Esto se debe a que Dios nos creó a Su imagen y semejanza desde que nacimos. La verdad es que Dios hizo a los humanos a Su imagen (Génesis 1, 26-27) y esto significa que como Dios vive para siempre, nos hizo seres eternos también.
En este momento estamos viviendo nuestras vidas de fe ante Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y esto significa que como los antecesores de la fe que aparecen en el pasaje de las Escrituras, nosotros estamos viviendo vidas espirituales que engendran muchos hijos espirituales hasta que vamos a vivir con nuestro Señor. Nuestros antecesores de la fe solían tener su primer hijo a los 100 años de edad y tenían hijos durante unos 800 años, y nosotros, los que vivimos en la era del Nuevo Testamento también estamos teniendo tantos hijos espirituales durante nuestras vidas. En otras palabras, cuando los que vivimos en el Nuevo Testamento nacemos de nuevo libres de pecado al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, seguimos engendrando hijos espirituales antes de ir a Dios.
Los nacidos de nuevo mueren una vez con Cristo por sus pecados y resucitan una vez con Cristo. Nuestras naturalezas antiguas murieron con Cristo y nuestras vidas presenten se viven como almas resucitadas. Sin embargo, a menudo olvidamos que nuestro yo antiguo murió en la Cruz con Cristo. Sin embargo, lo que está claro es que nuestro yo carnal fue crucificado hasta la muerte con Jesús, y que nos unimos a Él a través de Su bautismo.
Por tanto, los que creemos en esta Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu nos hemos convertido en criaturas nuevas y por tanto podemos seguir engendrando hijos espirituales ante Dios al predicar la Palabra de la Verdad. En tiempos del Antiguo Testamento, nuestros antecesores de la fe siguieron engendrando hijos año tras año después de haber tenido el primer hijo; de la misma manera, al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, los justos también deben seguir engendrando hijos de fe hasta el día que vayan ante la presencia del Señor nuestro Dios. Como fuimos crucificados con Cristo, si caminamos con Él por fe, podremos seguir engendrando hijos de Dios.
Por tanto, los justos que viven por fe no pueden vivir espiritualmente a no ser que engendren hijos de Dios. Cuando los justos viven en la Iglesia de Dios, están destinados a engendrar Sus hijos que tienen nueva vida en la Iglesia, hasta el día en que vuelva el Señor. De la misma manera en que un hombre y una mujer se casan en este mundo y tienen muchos hijos, los nacidos de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu debemos unirnos con Cristo, nuestro Esposo, y tener Sus hijos de fe hasta que nos presentemos ante el Señor. Cuando predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu a la gente del mundo, los que creen en este Evangelio de corazón nacen de nuevo. Así es como engendramos a los nacidos de nuevo por fe y debemos continuar teniendo hijos espirituales predicando el Evangelio. Hasta el día en que vamos al Señor y vivimos en Su presencia para siempre, debemos vivir en la Iglesia de Dios y engendrar hijos espirituales creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu, ya que esta es la vida de un verdadero evangelista. Por mucho tiempo que viva una persona en este mundo, no puede tener hijos de Dios antes de recibir la remisión de los pecados. Sin embargo, ahora que hemos recibido la remisión de nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, podemos vivir teniendo hijos de Dios a través de la fe hasta el día en que nos presentemos ante el Señor.
De la misma manera en que ninguna mujer puede tener un hijo sola en este mundo, los nacidos de nuevo no pueden tener hijos espirituales por sí mismos. Los justos pueden tener hijos espirituales si están unidos a la Iglesia de Dios, el cuerpo de Jesucristo. En otras palabras, los justos que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu tienen hijos de fe al unirse con sus compañeros de la fe en la Iglesia. Así que, normalmente, es raro que los nacidos humanos tengan hijos de fe cuando están solos, pero cuando se unen a lo miembros de la Iglesia de Dios y trabajan juntos, tienen muchos hijos espirituales. Cuando los justos se reúnen siempre predican el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando nos reunimos para celebrar una reunión de resurgimiento espiritual, muchas personas reciben la remisión de los pecados en una semana, y algunos llegan a crecer bien complaciendo a Dios.
En el Antiguo Testamento también la gente de fe vivía por fe y engendraba muchos hijos de fe y esto también se nos aplica a nosotros cuando hacemos la obra de Dios. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que contiene la justicia de Dios y predicarlo debemos engendrar muchos hijos de fe en nuestras vidas. Si no quieren acabar teniendo hijos ilegítimos de la fe deberán tener la misma fe que la Iglesia de Dios y unirse a ella. Para defender su fe es necesario unirse a otros creyentes que tengan la misma fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
 
 

La vida de fe que camina con el Señor

 
La vida de fe que camina con el Señor no busca el beneficio de la carne propia, sino que busca el beneficio de la predicación del Evangelio del agua y el Espíritu. Es importante vivir por los intereses correctos. En otras palabras, la vida de fe correcta busca el interés del Reino de Dios.
Mientras que los ministros nacidos de nuevo deben engendrar hijos espirituales, ante todo deben buscar la fe que camina con el Señor. En otras palabras, un ministro que camina con el Señor no busca sus propios intereses. Cuando somos salvados y nacemos de nuevo del pecado nuestros pecados empiezan a desear vivir por la justicia del Señor. Al mismo tiempo seguimos queriendo satisfacer nuestros deseos carnales. Estos dos deseos diferentes: querer servir al Evangelio y servir a nuestra carne, coexisten en los corazones de los nacidos de nuevo, y la cuestión principal es cuál de estos dos deseos debemos seguir. Cuando somos salvados, tarde o temprano el momento de la decisión nos llega cuando debemos decidir: “¿Debo vivir por el Reino del Señor y Su justicia o debo vivir por mis intereses?”. Cuando llega este momento de decidir, debemos escoger seguir al Señor. Si los nacidos de nuevo siguen sus deseos carnales, ¿quién va a predicar el Evangelio del agua y el Espíritu? Además sería imposible continuar el linaje de la verdadera fe.
El pasaje de las Escrituras de hoy dice que Enoc engendró hijos durante 300 años y caminó con Dios, y que ya no estuvo más en esta tierra porque Dios le lo llevó. Para tener hijos espirituales uno debe caminar con el Señor. Enoc era un hombre que caminaba con el Señor. Por el contrario, Lot, el sobrino de Abraham abandonó a su tío para perseguir su propia codicia. Esto significa que Lot abandonó a Dios y así acabó mal.
¿Y ustedes? ¿Cómo es su vida de fe? ¿Es como la de Enoc o como la de Lot? Deben vivir su fe según la justicia del Señor. Les cueste lo que les cueste, deben someterse a la voluntad del Señor y buscar el beneficio de Su Reino. Una verdadera vida de fe no se vive persiguiendo los propios intereses, sino los del Señor. Si solo se cumple la voluntad del Señor en este mundo, entonces es cuestión de tiempo que ustedes dejen sus deseos carnales atrás.
Refiriéndose a los que han vivido una vida espiritual el Señor dijo: «Estos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero; y en sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono de Dios» (Apocalipsis 14, 4-5). Mis queridos hermanos, los que siguen la justicia del Señor no deben entrar en el ministerio para satisfacer sus deseos carnales. Sin embargo, deben trabajar en un ministerio que complazca al Señor. Cuando seguimos al Señor, debemos saber lo que quiere de nosotros y qué le complace. Debemos hacer Su ministerio creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Debemos predicar el verdadero Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo. Nuestro Señor nos dijo: “Seréis testigos de Mi Evangelio hasta los confines de la tierra”. ¿Cómo debemos hacer este ministerio? ¿Qué debemos hacer? ¿Por qué debemos servir a la justicia del Señor? Debemos seguirle negando nuestros pensamientos carnales. Debemos tomar nuestra cruz y seguir al Señor. Solo cuando creemos que fuimos crucificados con Cristo y negamos nuestros deseos de la carne para obedecer Su Palabra, podemos caminar con Él en nuestras vidas diarias.
Mientras dedicamos nuestras vidas a proclamar el Evangelio del agua y el Espíritu, a veces nos encontramos con dificultades carnales. Y hay momentos en que nuestros corazones se cansan. Así que en casos extremos es posible pensar: “Quiero abandonara ahora y vivir con más comodidad”. Sin embargo, por muy duro que sea, debemos entender que si seguimos nuestra carne y dejamos a Dios, moriremos.
Nuestros corazones están ocupados por el Espíritu Santo. Por tanto, los deseos de la carne y los del Espíritu colisionan durante nuestras vidas. Debemos ganar esta batalla creyendo en la Palabra de Dios. Cuando renunciamos a los deseos carnales uno por uno en nuestras vidas podremos caminar con el Señor y recibiremos fuerzas renovadas del Señor para vivir por fe. Así que cuando se unen al Señor lo que es Suyo será de ustedes y lo que es de ustedes será Suyo, y por tanto serán enriquecidos espiritualmente de manera indescriptible. Si caminan con el Señor, todo lo que sea de Dios será suyo. Al mismo tiempo, lo que es suyo le pertenece al Señor y por eso no dudan en servir al Señor con todo lo que tienen. Por eso llegan a vivir una vida próspera por fe, en cuerpo y espíritu.
Mientras continuamos nuestro ministerio por el Señor, a veces vemos cómo Satanás nos provoca pensamientos carnales. Como somos débiles, nuestros corazones a veces desean satisfacer los intereses de nuestra carne. Cuando esto ocurre, nos resulta incómodo seguir al Señor. Si sus corazones están agitados, deberán darse cuenta de que es porque están buscando solamente sus deseos carnales.
Algunas de nuestras iglesias son pequeñas, sin muchos santos. Así que los ministros de esas iglesias pequeñas pueden ser bastante escépticos sobre su potencial, pensando: “¿Cómo puede una iglesia tan pequeña como la mía hacer la obra de Dios?”. Sin embargo, por muy pequeña que sea una iglesia, si es donde se reúnen los santos nacidos de nuevo entonces hay mucho trabajo que hacer por el Evangelio. En primer lugar, deberían apoyar el ministerio al propagar el Evangelio con sus oraciones, pidiéndole a Dios: “Señor, por favor, salva a todas las almas del mundo del pecado”. Deben contribuir con ofrendas a la misión del Evangelio, aunque sean pequeñas, para seguir la voluntad del Señor. Cuando desean de todo corazón caminar con el Señor y seguir al Espíritu, podrán ser ministros espirituales aunque su iglesia sea pequeña y a través de esta iglesia, Dios salvará a multitud de almas.
Mis queridos hermanos, debemos vivir nuestras vidas de fe caminando con el Señor. Aunque todos seamos estrechos de mentes, egoístas y con una mala naturaleza, como el Señor nos ha salvado de los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu y como nos ha mostrado Su voluntad de salvar a todo el mundo, debemos negar nuestros pensamientos carnales y seguir la voluntad del Señor. No intenten establecer su propia justicia ante Dios. Deben creer en la justicia de Dios. Su yo antiguo murió y resucitó en Jesucristo. Ya no existen en este mundo como la persona que eran antes. Su yo antiguo está muerto para este mundo. Son ahora nuevas criaturas. Solo cuando esta verdad se establece firmemente en nuestros corazones podemos caminar con el Señor y tener muchos hijos espirituales.
En resumen, podemos caminar con el Señor solo si creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Aunque el fruto de la justicia de Dios no nazca de ustedes enseguida, aún así deben unir sus corazones con el Evangelio del agua y el Espíritu del Señor, poner su mente en Su Reino y orar por la obra de Dios, entonces podrán caminar con el Señor por fe.
 
 

Debemos reforzar nuestra fe al creer en la justicia del Señor

 
Debemos ignorar los deseos de nuestra carne. Aunque parezca que nuestro yo antiguo siga vivo, en realidad hemos muerto con Cristo hace mucho tiempo. El Apóstol Pablo declaró: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gálatas 2, 20). Hemos sido crucificados con Cristo. Como nuestros pecados fueron pasados a Jesucristo a través de Su bautismo y fue crucificado por esto, ¿cómo puede nuestro yo antiguo estar vivo? Creemos que nuestro Señor ha cumplido toda la justicia de Dios al venir a este mundo, ser bautizado, derramar Su sangre y levantarse de entre los muertos. Por tanto, si los justos viven solo por sí mismos en vez de la justicia de Dios se convertirán inevitablemente en enemigos de Dios. Así se muere la fe. Nuestro Señor dijo: «Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz» (Romanos 8, 6). Debemos darnos cuenta que vivir por la justicia de Dios es vivir por los intereses propios. Es natural que la gente de Dios viva por la justicia del Señor, ya que a través de nosotros el Señor establece Su Reino y salva a todas las almas y por eso debemos seguirle fe.
Incluso los justos son humanos y por eso aceptan los deseos carnales. Sin embargo, si de verdad queremos caminar con el Señor confiando en Su justicia, no podemos vivir simplemente siguiendo nuestros intereses carnales. Para creer en la justicia del Señor y seguirle, debemos negar nuestra propia justicia. Nuestro Señor dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame» (Lucas 9, 23). Para seguir la voluntad del Señor debemos negar nuestra propia justicia todos los días. Si no negamos nuestros pensamientos carnales todos los días será difícil seguir a la justicia del Señor. Solo porque nos decidamos una vez, no significa que podamos seguir la justicia de Dios todo el tiempo en nuestras vidas. Nuestros pensamientos carnales surgen enseguida y por eso debemos negar nuestros pensamientos carnales en todo momento todos los días.
Para seguir al Señor lo que necesitamos es nuestra fe constante en la justicia de Dios. Los que ahora viven por otros consiguen prosperidad para sí mismos y para los demás. Cuando visitamos los hogares de personas filantrópicas vemos a menudo que son muy frugales. ¿Por qué viven así? POrque quieren ayudar a otras personas. Los que caminan con el Señor no quieren satisfacer su propia carne. Cuando miran a estas personas que han dedicado sus vidas a la justicia del Señor, ¿ven a alguien que intente vivir por sí mismo? Mientras estas personas viven una vida espiritual orando por otras almas, no oran por sus propios deseos. Esto se debe a que no pueden orar suficiente aunque oren por la predicación del Evangelio y el Espíritu.
A veces, cuando estoy abrumado por las insuficiencias y necesidades de mi carne, oro a Dios para que satisfacer esas necesidades, pero después de orar siento que mi oración no era adecuada. A veces nuestras oraciones no son buenas pero no nos damos cuenta. El Espíritu Santo en nuestros corazones nos habla diciendo: “¿Pensáis que podríais servir al Señor mejor si vuestra carne prosperase? Nada más lejos de la realidad, porque es cuando sufrís más cuando podéis hacer Mi obra mejor”. La mayoría de la gente quiere que su carne y su espíritu prospere. Sin embargo, el Señor dijo: «Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6, 33). Por tanto, cuando oremos debemos orar por la voluntad del Señor.
Por supuesto, no estoy diciendo que no deban orar por sí mismos, Sino que primero deben buscar el Reino de Dios y Su justicia en sus oraciones. Dios nos ha prometido que si oramos por la expansión de Su Reino de justicia prosperaremos en nuestra carne. Pero a pesar de esto, normalmente nos olvidamos de la promesa de Dios y oramos por la prosperidad de nuestra carne y espíritu, pensando que sería mejor traer más prosperidad a nuestra carne. Esto es absolutamente incorrecto ante Dios.
A veces pienso para mí mismo: “Es muy difícil ser ministro de la Palabra”. Si intentamos complacer al Señor, Sus ovejas se quejan, pero si intentamos complacer a las ovejas, entonces el Señor se enoja. Quizás por eso Dios le dio al pueblo de Israel dos líderes, Moisés y Aarón. Aarón era el Sumo Sacerdote que estaba de lado del pueblo, mediando y reconciliando con Dios. Pero Moisés era el representante de Dios, entregando Su Palabra aunque el pueblo la recibiese mal y diciéndolos firmemente: “Esto es lo que Jehová Dios ha dicho”. Antes de que los mandamientos de Dios fuesen entregados de la mano de Moisés, el pueblo de Israel tembló de miedo. Moisés era un líder que estaba al lado de Dios diciéndolo al pueblo: “Aunque tengáis miedo esto es lo que Dios ha dicho”.
Cuando un pastor está trabajando en su ministerio a veces tiene que ser como Aarón y otras veces tiene que ser como Moisés. Esto requiere un equilibro muy delicado; un pastor no puede ser demasiado como Aarón ni como Moisés. Mientras que un ministro debe tener estas cualidades de líder, primero debe ser como Moisés. Un pastor primero debe estar de lado de Dios y después pedir misericordia por la gente. Un verdadero ministro es una persona que tiene estos elementos. Pero muy frecuentemente los pastores intentan actuar en el orden inverso. Primero están de lado de la gente y después se ponen de lado de Dios cuando oran, y así Dios no está contento, sus corazones están incómodos y la gente está arruinada.
Debemos tener ambos elementos, pero a veces es difícil encontrar ese equilibrio, así que nos volcamos hacia un lado. Sin embargo, debemos ser primero como Moisés y después interceder por el rebaño con un corazón tolerante como el de Aarón. Entonces el Señor no nos regañará. Porque haya dicho que primero deben ser como Moisés, no deben dar sermones violentos, regañando a su congregación todos los días, sino que deben predicar el Evangelio del agua y el Espíritu que contiene la misericordia de Dios. No es fácil ser un padre espiritual.
Cuando buscamos la justicia de Dios primero, nuestras almas prosperarán junto con nuestros cuerpos, y nuestros hermanos y hermanas también prosperarán. En otras palabras, cuando la voluntad del Señor se cumple primero, nos dará Su gracia para satisfacer el resto de nuestras necesidades. Aunque sean insuficientes en su carne, si caminan con el Señor confiando en Su justicia encontrarán Su gracia. Por el contrario, si buscan su propio beneficio, se convertirán en marginados espirituales. Debemos vivir nuestras vidas de fe siguiendo la voluntad del Señor. Esto significa que debemos buscar el beneficio del Señor primero. Si todas las iglesias o ministros afiliados con nuestra Misión solo cuidarán de sus propias iglesias y no predicasen el Evangelio del agua y el Espíritu como deberían, se desviarían del camino espiritual que va junto al Señor y su relación con Dios se dañaría. Sin embargo, todavía existe la clave de la prosperidad en cuerpo y espíritu: convertirse en una iglesia que predique el Evangelio creyendo en la justicia de Dios. Una Iglesia que camine con el Señor.
Si una persona que ha nacido de nuevo solo busca su propio beneficio en vez de predicar el Evangelio que contiene la justicia de Dios por todo el mundo, entonces es una estafadora. El Espíritu Santo en sus corazones les hará darse cuenta de esto.
Si queremos seguir a la justicia del Señor, trabajaremos sin cesar sea donde sea. Los que crean: “Dios me ha puesto aquí porque me necesita aquí” están caminando con el Señor. A menudo el Señor nos pone en una posición exaltada, pero otras veces nos pone en una posición humilde; nos ponga donde nos ponga, debemos serle fieles. Hagamos lo que hagamos, si lo hacemos por el Evangelio estaremos haciendo la obra de Dios. Solo porque no haya muchos hermanos y hermanas en algunas iglesias, ¿acaso no oran o predican los pastores? Todos oran y predican. La única diferencia es el número de hermanos y hermanas a los ojos del pastor a cargo de la iglesia y el trabajo que tiene. Ningún pastor que sirva al Evangelio del Señor debe trabajar por sus propios deseos carnales.
 
 

Caminar con Dios es una vida bella

 
Nuestros corazones han sido santificados porque creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, no debemos intentar seguir al Señor intentando perfeccionar las obras de nuestra carne. Todos buscamos los intereses del Señor y Su voluntad a pesar de nuestras insuficiencias; ninguno de nosotros sigue al Señor porque sea perfecto. En otras palabras, aunque seamos insuficientes, vivimos por las fuerzas que el Señor nos ha dado. Y esta es la vida que camina con Dios. Sin embargo, nuestros corazones siguen deseando seguir al Señor perfeccionando nuestras obras carnales. Si uno perfecciona sus acciones, querrá exaltarse y despreciar a todo el mundo cuyas acciones no sean perfectas.
El hecho de que nos hayamos convertido en siervos de Dios no tiene nada que ver con nuestros méritos. Pero como somos humanos, es posible pensar: “¿No se complacería Dios más si tuviese más méritos?”. Estos pensamientos entran en nuestras mentes cuando nos dejamos llevar por nuestras insuficiencias. Sin embargo, la fe trasciende todas las insuficiencias y debilidades. “Ya estoy muerto. Donde me ponga el Señor, allí caminaré con Él todo el tiempo. Si me utiliza para el beneficio del Evangelio y no me expulsa, estaré eternamente agradecido”. Debemos tener este tipo de mentalidad durante el resto de nuestras vidas. Yo tengo un corazón así. Si el Señor quiere usarme, entonces estoy contento de que me use donde quiera usarme, donde necesite que ponga mis manos para trabajar e incluso luchar por el Evangelio.
Está escrito en el pasaje de las Escrituras de hoy: “¿Eran las acciones de Enoc perfectas?”. No, la Biblia no dice eso en ninguna parte. Enoc fue aprobado por Dios precisamente porque caminó con el Señor por fe. Caminar con el Señor no es buscar nuestro propio interés, sino buscar el interés de la Iglesia. Y se trata de buscar el bien de nuestros hermanos y hermanas y de otras almas. Todas estas cosas son posibles solo si no siguen sus propios intereses.
Si podemos caminar con el Señor, nuestra Misión ser enriquecerá espiritualmente sin medida. Nuestro Señor nos bendecirá tanto que todas las bendiciones que hemos recibido hasta ahora no serán nada. Todo lo que el Señor tiene será también nuestro si caminamos con Él. Para los santos también, si adoran al Señor, verán como sus corazones son enriquecidos, su fe crecerá enormemente y los problemas de su carne serán resueltos. Cualquier persona que camine con el Señor será bendecida para alcanzar la madurez espiritual y convertirse en una persona de fe. De esta manera, debemos buscar el beneficio del Señor. Y debemos caminar con Él. Debemos unirnos con la Iglesia y engendrar hijos espirituales. Además, en vez de engendrar hijos espirituales, tenemos que criarlos también. De la misma manera en que la Biblia dice que Dios creó al hombre y a la mujer y dijo: «Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Génesis 2, 24), Sus santos deben unirse con la Iglesia y llevar la salvación a las almas.
Y no debemos dar rienda suelta a todos los deseos que salen de nuestra carne. Cuando surjan nuestros propios deseos, debemos ignorarlos al poner nuestra fe en la justicia de Dios. Como estamos muertos todavía hay más razón por la que no dejar que estos deseos carnales prevalezcan, y cuando nos damos cuenta de que hemos muerto en Cristo, pueden practicar la justicia por fe en el Señor. ¿Cómo podrían seguir al Señor si su yo antiguo siguiese vivo? Mis queridos hermanos, deben darse cuenta de que ya han muerto. Y deben creer en esto. Deben construir su fe para que nunca dude, recordando en su corazón todos los días: “Ya estoy muerto en Cristo”. Debemos creer en esto de todo corazón, pero como a menudo lo olvidamos, acabamos buscando nuestros propios intereses frecuentemente. El hecho de que uno busque sus propios intereses se debe a que sigue vive. Pero hemos muerto. El Señor nos hizo morir porque no podría reinar sobre nosotros si nuestro yo antiguo siguiese vivo. ¿Acaso no sabe que le retaríamos si dejase que nuestro yo antiguo viviese? Nuestro Señor sabía esto hace tiempo, y por eso murió en la Cruz, no murió y se levantó de los muertos solo sino que nosotros morimos con Él y resucitamos.
Al creer en Jesucristo, ya hemos muerto y resucitado. Por eso podemos seguir al Señor; ¿Cómo si no vamos a seguirle si nuestro yo antiguo sigue vivo? Si dicen: “No quiero morir. No puedo dejar que mi yo antiguo muera”, ¿cómo van a seguir al Señor? Como nuestro yo antiguo murió ahora podemos seguir la voluntad del Señor por fe, Su justicia, Su vida y Su poder. Mis queridos hermanos, si su yo antiguo no ha muerto todavía, no podrán hacer la obra de Dios cuando su orgullo sea herido mínimamente. Por eso Dios nos ha crucificado con el Señor.
Pero, aún así, mientras seguimos al Señor, a menudo sentimos que nuestro yo antiguo sigue vivo. Sin embargo, si decimos todo lo que queremos decir y hacemos todo lo que queremos hacer según nuestros pensamientos carnales, nos separaremos del Señor y Su Iglesia al final. Pero, los que han nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, vivir solos separados del Señor es una tortura. Si se examinan a sí mismos mientras siguen al Señor verán que cuando se preocupan por qué comer y beber, y siguen sus deseos, su corazón querrá ir por su cuenta lejos de la Iglesia. Cuando esto ocurre, serán tragados por una ola enorme de pensamientos carnales en vez de pensar: “¿A quién debo predicar el Evangelio?”. En otras palabras, estarán atrapados en sus pensamientos: “¿Qué puedo hacer para ganar más dinero y servir también al Señor? ¿Pasaría algo si sirviese al Evangelio después de que mis circunstancias hayan mejorado?”. Entonces se separarán de la Iglesia al final e irán por su cuenta sin preocuparse de la voluntad de Dios. Si piensan: “Primero compraré un edificio de cuatro plantas, pondré en alquiler cada planta y serviré al Señor con el dinero del alquiler” y siguen sus propios planes, entonces incluso después de trabajar duro su vida entera, morirán sin tan siquiera un edificio de una planta a su nombre. Aún peor, podrían acabar perdiendo todo lo que tienen ahora.
 
 

Mientras vivimos en este mundo vivimos con Cristo creyendo en Su justicia

 
Dado que murieron por el poder de Cristo no tienen por qué pensar: “Por lo menos debería tener tanto dinero y disfrutar de esta calidad de vida por lo menos”. Mis queridos hermanos, si solo siguen su carne no podrán servir a la justicia del Señor. ¿Cómo pueden caminar con el Señor si solo quieren cuidar de sí mismos ya que esto haría que su corazón estuviese incómodo y atormentado? Esto también se aplica a su relación con sus hermanos y hermanas. Si su justicia de la carne sigue viva, no podrán servir a la justicia de Dios. Debemos vivir creyendo en la Palabra de Dios, diciendo: “He muerto con Cristo. La vida que viva de ahora en adelante la viviré creyendo que el Señor me ha dado una vida nueva”. El Apóstol Pablo dijo: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4, 13). El Señor nos da la Palabra, la fe, los medios materiales, las circunstancias y nos da tiempo y fuerzas. A través del que me fortalece y creyendo el Él podemos servir al Evangelio del Señor y caminar con Él. En resumen, vivimos creyendo en la justicia de Dios.
No debemos preocuparnos en absoluto sobre cómo vivir, qué comer y qué beber. ¿Acaso no nos lo dará todo Dios a los que queremos vivir por Su justicia? De hecho el Señor ha satisfecho todas nuestras necesidades. No se preocupen sobre qué comer ni qué beber, Sino piensen en qué quiere Dios que hagamos cuando nos haya puesto en Su Iglesia. En vez de culpar a Dios por no darnos lo que queremos, debemos caminar con el Señor por fe, a pesar de nuestros méritos e insuficiencias, y esto es la verdadera fe.
Enoc caminó con el Señor por fe. La gente de fe es la que camina con Dios. El pasaje de las Escrituras de hoy describe como todo el que pertenece a la genealogía de Adán engendra hijos durante toda su vida. Aunque es importante tener hijos de fe, es aún más importante caminar con Dios. De hecho, Enoc probablemente tuvo menos hijos que nadie en el pasaje de las Escrituras de hoy. Todas las personas que aparecen en el pasaje de las Escrituras de hoy engendraron hijos y vivió unos 800 años, Pero Enoc tuvo a Matusalén a los 65 años y caminó con el Señor y engendró más hijos durante solo 300 años. Así que probablemente no tuvo tantos hijos como los demás. Sin embargo, Enoc caminó con Dios durante 300 años después de tener a Matusalén a los 65 años. Enoc engendró hijos siendo más joven que los demás. Y Dios se lo llevó antes. Aunque la vida de Enoc fue más corta, caminó con Dios. Dios se complace más cuando caminan con Él por fe.
En cuanto a nuestro ministerio en este mundo para proteger y cuidar del pueblo de Dios, es absolutamente crítico caminar con el Señor. Mis queridos hermanos, debemos caminar con el Señor en nuestras vidas de fe. Todas las iglesias afiliadas a nuestra Misión en Corea deben hacer todo lo posible creyendo en la justicia de Dios. Digan lo que digan los demás, debemos darnos cuenta de lo que significa caminar con el Señor al creer en la justicia de Dios y debemos vivir por fe.
Mis queridos hermanos, si no podemos creer en la justicia de Dios y vivimos por fe, no estamos caminando con el Señor, sino que vivimos según nuestra insistencia. Un ministro que no tenga fe en la justicia de Dios está enfrentándose a una situación espiritualmente peligrosa. Si una persona se aleja de la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, empezará inmediatamente a construir una ciudad malvada para sí misma. Sea cual sea la situación de sus ministerio, debe caminar con el Señor al creer en Su Evangelio de justicia. ¿Van a caminar con Dios confiando en Su justicia o van a satisfacer sus deseos carnales y engendrar hijos carnales? Aquí es donde se determina el éxito o el fracaso de su ministerio. También se determina si las vidas de nuestros ministros son espirituales. Aunque seamos insuficientes espiritualmente, debemos caminar con el Señor y vivir según Su voluntad por fe. Todas las insuficiencias de nuestra carne y nuestra fe serán remediadas por el Señor y no tendremos ningún problema.
Una persona que camine con el Señor será utilizada de manera más significativa en el futuro. Pero una persona que aunque sea competente en su ministerio individual no camine con el Señor, no se niegue a sí misma y construya su propia ciudad carnal, acabará contentándose con una vida carnal. En otras palabras, es absolutamente indispensable caminar con el Señor en nuestras vidas creyendo en la justicia de Dios. Esto no lo digo yo, sino que es la Palabra de Dios.
¿Qué quiere el Señor de nosotros, los que estamos viviendo en la Iglesia de Dios? Quiere que caminemos con los siervos de Dios y los hermanos y hermanas que han encontrado la Verdad del Evangelio. En otras palabras, Dios quiere trabajar con nosotros, Los que creemos en Su justicia y a través de nosotros quiere cumplir Su plan y Su voluntad. Esto es lo que Dios quiere de nosotros. Sobretodo, el Señor quiere que tengamos fe en Su justicia. ¿Se dan cuenta de esto? Dicho de otra manera, nuestro Señor ama a la gente de fe que dice: “Señor, aunque mi carne sea insuficiente caminaré contigo creyendo en Tu justicia. Te seguiré hasta el fin, Señor”.
Entre nuestros hermanos y hermanas están los que caminan con el Señor por su fe en la justicia de Dios. Aunque estos santos sean insuficientes en la carne, no dejarán la Iglesia de Dios. Por mucho que les duela el orgullo, nunca dejarán la Iglesia de Dios, sino que se unirán más a ella hasta la muerte. Estas personas oran de la siguiente manera para no abandonar su fe en la justicia de Dios: “Señor, no dejes que mi fe perezca. Bendice a Tu Iglesia”. Oran así desde el fondo de sus corazones y estas son las personas que caminan con el Señor.
Por el contrario, los que insisten en su propia justicia no pueden caminar con el Señor. Estas personas van a la Iglesia de Dios cuando les parece, pero caen en la tentación cuando la Iglesia no les es de su agrado. Cuando les parece que los siervos de Dios tienen fallos, se van de la Iglesia diciendo: “¿Por qué debería un hombre como yo ser tratado de esta manera? Mejor me voy de esta iglesia y me voy a otra mejor”. Estas personas no están caminando con el Señor. Mis queridos hermanos, ¿acaso no están caminando con Cristo verdaderamente cuando siguen al Señor a pesar de sus dificultades? Si caminan con el Señor solo cuando su carne está libre de dificultades, ¿están caminando con el Señor? Aunque se den cuenta de que son inútiles y llenos de fallos y las situaciones difíciles les impidan vivir su vida de fe bien, si caminan con el Señor confiando en la justicia de Dios, están caminando con el Señor. “Señor, estoy contento hagas lo que hagas conmigo. Si me dices que haga esto, lo haré, y si me dices que haga lo otro, también lo haré. Pase lo que pase te seguiré según la dirección de la Iglesia de Dios”. Cuando fijamos nuestros corazones y decidimos caminar con Dios, nos dará Su gracia de esta manera.
Mis queridos ministros, mientras seguimos la dirección de la Iglesia de Dios es muy probable que los hermanos y hermanas de algunas iglesias caigan en la tentación y dejen la Iglesia. Es posible que la gente malvada y astuta como zorros que está mezclada con los santos culpe a la Iglesia de Dios a la primera oportunidad y defienda sus deseos carnales. Intentarán causar confusión en la Iglesia de Dios y aprovechar la oportunidad para llevarse a algunos santos y construir una iglesia nueva, pero al final es mejor que se vayan.
Sin embargo, incluso en esas circunstancias, los que creen en la justicia de Dios pueden decir claramente: “Señor, te seguiré por fe. Caminaré contigo. Aunque todo el mundo se vaya y me quede solo, seguiré predicando el Evangelio del agua y el Espíritu y te serviré, Señor. Lo haré aunque soy insuficiente”. Estas personas tienen una fe sólida y caminan con el Señor de la mano de sus líderes. Aunque solo haya dos personas en la Iglesia, debemos caminar con el Señor. Este es el ministerio correcto y estos santos son los santos amados de Dios.
Aunque nuestras circunstancias sean desfavorables debemos caminar con el Señor siempre. Lo que quieren los que no han nacido de nuevo es completamente diferente a los que la Iglesia de Dios aspira cumplir. Y cualquier persona que esté en la Iglesia y no rechace su propia voluntad y haga lo que ella quiera podrá caer en la tentación cuando las circunstancias no sean favorables. En momentos así, deberán confirmar una vez más y darse cuenta de que han muerto con Cristo y caminan con el Señor. Es la voluntad de Dios que caminemos siempre con el Señor aunque estemos en una situación difícil. Esta es la gran voluntad de Dios para nosotros. Aunque seamos insuficientes no debemos abandonar a Dios, sino que debemos confiar en Él e ir a Él para pedirle Su gracia. Dios está buscando a este tipo de siervos y santos que no le abandonan, sino que caminan con el Señor a pesar de las dificultades. Estas personas se llaman siervos de Dios.
Mis queridos hermanos, caminemos con el Señor. Debemos caminar con nuestro Señor hasta que le veamos cara a cara. Cuando llegue ese día ya no estaremos en este mundo. Pase lo que pase, debemos vivir para complacer al Señor y después ir a Él cuando vuelva a por nosotros. Aunque nos encontremos con obstáculos en nuestro trabajo, y aunque no demos mucho fruto, debemos unir nuestros corazones con el Señor y caminar con Él. Aunque nuestras acciones sean insuficientes, debemos caminar con el Señor. Aunque seamos ricos, debemos caminar con el Señor. Debemos caminar con el Señor hasta que lo veamos cara a cara. Esta es la actitud aceptable. Deseo de todo corazón vivir así. Y también dese que ustedes lo hagan. Los que no caminan con el Señor al final le abandonan. Aunque el Apóstol Pablo caminó con el Señor hasta el final, muchos de sus compañeros le abandonaron (2 Timoteo 4, 10). Los que caminan con el Señor son un cuerpo con el Señor, en la riqueza o en la pobreza.
Por casualidad, ¿creen que no pueden caminar con el Señor por sus insuficiencias? El Señor conoce sus insuficiencias bastante bien. En vez de desesperarse, decidan seguir al Señor diciendo: “Aunque sea insuficiente, me uniré al Señor y le seguiré hasta el final”. De esta manera, la gente de fe sigue al Señor porque son verdaderos obreros y Sus santos amados. Si hemos sido salvados de nuestros pecados y hemos llegado a la Iglesia de Dios por fe, y si Dios nos ha dado esa gracia, debemos vivir una vida de fe madura caminando con el Señor. En vez de hablar sobre cómo hemos sido salvados de nuestros pecados y cómo algunas almas han llegado a la salvación a través de ustedes, deben dejar de lado su fijación con su propia congregación e iglesia, y seguir hacia adelante con la meta de buscar las cosas del Señor, Su voluntad y Su obra y caminar con Él. Entonces debemos entregarnos y vivir una vida madura de fe con el Señor.
Mientras servimos al Señor a veces algunas personas nos ignoran. Sin embargo, si nos ignoran sin motivo, el Señor les ignorará a ellos también, así que no debemos dejar que nos molesten. Aunque nos insulten, debemos tener fe para caminar con el Señor y creer en su justicia. Si nos persiguen por creer en la justicia del Señor, esto es un gozo para nosotros, y si somos odiados por creer en Su justicia, estaremos aún más contentos gracias al Señor. Pero si dejamos de lado la justicia del Señor y buscamos nuestra gloria, es una vergüenza.
Esto es lo que quiero decir siempre a mis hermanos ministros: “Todo el que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu debe vivir según la justicia de Dios, en vez de seguir los deseos de la carne”. Esto se debe a que los nacidos de nuevo no viven según sus deseos carnales, sino que pueden vivir una vida espiritual al creer en la justicia de Dios. Si los justos intentan exaltar su propia justicia carnal en vez de predicar la justicia de Dios, serán reprochados por Dios. Si una persona justa intenta asegurar la supervivencia de su carne y exaltarse es porque no cree en la Palabra de Dios y el Señor dice que esto es un pecado. Se acaba abandonando al Señor por no tener fe y se cae en la debilidad y la tentación. Esto no debe ocurrir nunca si creen en el Señor. Cuando sigan al Señor por fe, serán despreciados por algunas personas, pero deben confiar en que el Señor se encargará de esas personas, y en vez de caer en la tentación, deben caminar con el Señor confiando en la justicia de Dios.
Si no confían en la justicia del Señor, acabarán cayendo en la tentación y por tanto es indispensable buscar la voluntad del Señor primero y seguirle poniendo nuestra fe en Su justicia. Les pido que se den cuenta de que es un signo de fe madura caminar con el Señor y vivir esta vida de fe creyendo en la justicia de Dios.