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Tema 18: Génesis

[Capítulo 1-15] Dirijan sus corazones hacia Dios (Génesis 1, 20-23)

Dirijan sus corazones hacia Dios(Génesis 1, 20-23)
«Dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos. Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno. Y Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas en los mares, y multiplíquense las aves en la tierra. Y fue la tarde y la mañana el día quinto».
 
 
Dios ordenó que hubiera aves volando sobre el firmamento y peces en al agua, y que los peces y las aves se multiplicaran. Esto implica que los justos deben vivir por fe para dar abundantes frutos espirituales. Por eso los justos deben creer en Dios y en Su Palabra, en Su Iglesia y en el hecho de que Dios les guía a través de Su Iglesia. Deben tener fe en la promesa de que pueden triunfar en cuerpo y espíritu cuando se dan cuenta y creer que predicar el Evangelio del agua y el Espíritu es la voluntad de Dios.
Dicho de otra manera, los justos deben dirigir sus corazones hacia Dios. Debemos dirigir nuestras mentes hacia Dios y vivir según Su voluntad en obediencia, y debemos vivir con nuestra fe en Dios. Él ordenó que los peces se multiplicaran en el agua. Dios nos dijo que dirigiésemos nuestras mentes hacia la vida de fe, y la razón por la que dijo esto es que debemos vivir según la voluntad de Dios.
 
 

Debemos hacer que nuestros corazones sean aprobados por Dios

 
En el Antiguo Testamento, en el capítulo 11 del Libro de Levítico, se especifica los tipos de peces y de aves que son comestibles y los que no. De estos, las grullas que vemos con tanta frecuencia son aves impuras y no son comestibles. Las grullas suelen posarse en aguas poco profundas esperando a que pasen los peces. Están tan quietas mientras esperan que parece que estén disecadas. Pero cuando un pez pasa por su lado, la grulla lo atrapa al instante. La Biblia dice que estas aves son impuras. Espiritualmente hablando estas aves son como siervos de Satanás.
Mientras que la Palabra de Dios separa los peces y las aves en dos grupos, los que son comestibles y los que no, no podemos interpretarlo en términos carnales y aplicarlo a nuestras vidas físicas. Debemos saber que Dios separó a las aves en puras e impuras para enseñarnos ciertas verdades espirituales.
Dios también dividió a los peces en puros e impuros, y de estos, sólo permitió que los que tuvieran escamas y aletas se comieran. Los que no tienen escamas ni aletas, estaban prohibidos. Cuando se trata de nuestras vidas de fe, debemos dejar nuestras antigua vida sin fe y vivir confiando en Dios. Sabemos que si buscamos peces sin escamas ni aletas en el agua, encontraremos peces como lochas y anguilas. Los peces sin aletas ni escamas se refieren a los cristianos que viven sin fe.
Hoy en día muchos ríos están demasiado contaminados para hacer esto, pero antes, cuando los ríos estaban limpios, solía ir allí con los estudiantes de la misión para hacer un picnic. Cuando estábamos predicando en una nueva iglesia en una ciudad pequeña y no teníamos qué comer, solíamos ir al río con una red para pescar. Entrábamos en el agua y lanzábamos la red para pescar los peces, y entre ellos había lochas, siluros y anguilas. Los siluros y las anguilas suelen alimentarse de peces más pequeños y por eso se concentran en áreas donde hay muchos peces pequeños.
Dios nos dijo que comiésemos peces con escamas y nos prohibió comer peces sin escamas y aletas. Estos peces no viven en aguas con fuertes corrientes. Por el contrario, los peces con escamas y aletas pueden nadar a cualquier sitio, aunque haya fuertes corrientes. Los peces con escamas pueden nadar contra corriente.
Como sabemos los salmones tienen un gran sentido del hogar. Nadan contra corriente para volver a su lugar de nacimiento y reproducirse allí y para ello arriesgan su vida y deben superar todo tipo de obstáculos. Sólo cuando han vuelto a su lugar de nacimiento pueden reproducirse. El que un pez tenga escamas significa que puede vivir donde quiera.
Sin embargo, los peces sin escamas no pueden nadar contra corriente. Estos peces no desean mudarse a otro lugar. Ni siquiera quieren moverse mucho. Viven toda la vida donde nacieron, se reproducen y mueren en el mismo tiempo.
Para hacer una analogía espiritual, digamos que los justos son como los peces con escamas. Sin embargo, para vivir por el Señor, lo primero que debemos hacer es dirigir nuestros corazones hacia Dios. Nuestra fe es así: creemos que el Evangelio del agua y el Espíritu es la única Verdad; hemos sido salvados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu; somos el pueblo de Dios; debemos vivir por el Evangelio de ahora en adelante; y por tanto, la Iglesia de Dios es nuestra. La Iglesia de Dios es ahora nuestro hogar. Cuando Jacob se durmió en el campo, reposando su cabeza en una piedra, vio a los ángeles de Dios ascendiendo y descendiendo por una escalera, y confesó: «Esta es la casa de Dios». Del mismo modo, debemos confesar que la Iglesia de Dios es nuestro hogar.
Al haber sido salvados de nuestros pecados, hemos ido a la Iglesia de Dios y ahora vivimos en ella. Sin embargo, algunos de nosotros no hemos liberado nuestros corazones, pero otros sí que lo hemos hecho. Entre los cristianos nacidos de nuevo, los que han dirigido sus mentes hacia Dios ahora pertenecen a Dios, y todos nosotros creemos que pertenecemos a Jesucristo y mantenemos esta fe.
Esta gente confiesa su fe diciendo: «Todos somos el pueblo de Dios. Esta es mi gente. La gente de Dios en la Iglesia es mi propia gente. Trabajar en la Iglesia de Dios es servir al Señor». Por eso nuestros corazones deben ser así.
En otras palabras, los justos no pueden ir de aquí para allá como el murciélago de la fábula de Esopo, el cual decía ser un ratón durante el día y un pájaro por la noche. El murciélago no es bienvenido ni por los pájaros ni por las bestias, por eso vive en cuevas oscuras. Mientras otros pájaros viven en armonía, los murciélagos viven aislados de los demás.
Los que no han dirigido sus corazones hacia Dios, no sólo son despreciados por Dios, sino que además la gente de Dios los odia. Nuestros corazones deben obedecer la voluntad de Dios. Nuestros corazones desean vivir por la justicia de Dios. Debemos dirigir nuestros corazones hacia la siguiente afirmación: «Como siervo de Dios, no viviré por este mundo, sino por la justicia de Dios». En otras palabras, nuestros corazones deben desear creer en la justicia de Dios, seguirla y obedecerla.
El corazón del apóstol Pablo estaba así de decidido. Por eso declaró: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gálatas 2, 20)
Por tanto, para servir a Cristo con honor en nuestras vidas, debemos dirigir nuestros corazones hacia Él. Dios no bendice a los que no desean la justicia de Dios, sino que sólo obra en los corazones de los que creen en Su justicia y tienen sus corazones puestos en ella. Dios está con la gente de fe que cree en Su Palabra. Se complace con los que han dirigido sus corazones hacia Él. Y ayuda a esta gente. Dios anima los corazones de esta gente y abre sus ojos espirituales, y al hacerlo ellos participar en Su obra.
Pero Dios no bendice a los que no han dirigido sus corazones hacia Él. Esta gente que no ha puesto su mente en Dios se pregunta si debe hacer la obra de Dios o no.
Podemos vivir por la justicia de Dios sólo si creemos que servir al Evangelio del agua y el Espíritu es la verdadera vida de fe que los justos deben vivir. Para dirigir nuestras mentes hacia la predicación del Evangelio del agua y el Espíritu, nuestros corazones deben estar decididos a vivir por la justicia de Dios. Nuestra mente no debe pertenecer a dos amos pensando: «Predicaré el Evangelio del agua y el Espíritu al mundo ahora, pero si algo sale mal, volveré al mundo». Los que no han dirigido sus corazones hacia Dios no deben esperar nada de Él. La Biblia dice esto en Santiago: «Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos» (Santiago 1, 6-8).
Debemos dirigir nuestros corazones para vivir por el Señor siempre y decidirnos a vivir con el Evangelio del agua y el Espíritu pase lo que pase. Cuando dirigimos nuestros corazones hacia la voluntad de Dios, Él obra en nuestras vidas. Si nuestros corazones no están dirigidos hacia Dios, puede que un día estemos en el mundo y al siguiente estemos en la Iglesia de Dios. En otras palabras, cuando nos decidimos a esto, iremos de un lado a otro, hacia delante y hacia atrás.
Cuando Alemania estaba dividida en Alemania Oriental y Alemania Occidental, se mandaban espías de un lado a otro, y algunos de estos espías pertenecían a ambos bandos. Estos espías daban información al bando opuesto y viceversa. Así que mientras duró les fue bastante bien ya que les pagaban el doble. Pero al final Alemania se reunificó. La gente más despreciada en la Alemania reunificada eran los espías dobles. Los que traicionaron a su patria por su propio interés eran entonces perseguidos, llevados a juicio y castigados. Pero los espías que habían trabajado para un solo estado, ya fuera Alemania del Este o del Oeste, fueron perdonados. Se les dio inmunidad debido a las circunstancias en que se encontraba Alemania y porque trabajaron para el gobierno para el que espiaban. Sin embargo los espías dobles fueron llevados a juicio y la gente de ambas Alemanias los odiaban. Incluso ahora, más de una década después de la reunificación, los espías dobles siguen siendo perseguidos y juzgados.
Si esto ocurre en el mundo secular, ¿no es más importante que decidamos a quién servir en nuestros corazones? ¿Cómo podemos ir de un lado para otro, dirigiendo nuestros corazones hacia el mundo y hacia el Reino de Dios cuando trabajamos por el Reino de Dios? Si lo hacemos, seremos odiados y rechazados por ambas partes. En nuestras vidas debemos dirigir nuestros corazones hacia el Reino de Dios y Su Evangelio. Dirigir nuestros corazones por el buen camino es lo que debemos hacer. No es trabajo de Dios. Dios no nos hace aceptar las cosas contra nuestra voluntad. Los justos sufren a veces, pero muchos sufren sin necesidad porque no siguen la voluntad de Dios.
Mis queridos hermanos, deben dirigir sus corazones hacia Dios. Sus mentes deben estar dirigidas hacia Dios. Aunque estemos en la Iglesia de Dios, los que no hemos dirigidos nuestros corazones hacia Él una vez, no podemos vivir correctamente a los ojos de Dios. Esta gente le da muchos problemas a Dios. Cuando trabajamos con ellos apenas conseguimos una obra espiritual. Se retiran cuando es difícil seguir al Señor, y sólo siguen a Dios cuando la obra va bien. ¿Está bien visto este corazón a los ojos de Dios? Una vez hemos dirigido nuestras mentes hacia Dios, debemos seguir adelante superando todos los obstáculos por fe. Como somos el pueblo de Dios y somos el ejército de Su Reino, debemos confiar en Dios, tomar los problemas de Su Iglesia como nuestros problemas, pedirle ayuda a Dios, y hacer Su obra con todas nuestras fuerzas. Sin embargo, los que no se han decidido, cuando se encuentran con algún problema mientras hacen la obra de Dios, hacen que sus corazones se vuelvan hacia el mundo.
Si ahora queremos vivir en la Iglesia de Dios como Sus soldados espirituales y hemos venido a esta escuela con este propósito, debemos dirigir nuestras mentes hacia Dios. Si se han dirigido sus corazones hacia Dios antes de venir aquí, todavía mejor; pero si todavía no lo han hecho a pesar de estar aquí, no lo retrasen.
Dios sabe mejor que nosotros si hemos dirigido nuestros corazones hacia Él o no. Los que no lo han hecho no se dan ni cuenta cuando Dios les ayuda, ni tienen fe en Dios. La batalla espiritual que estamos llevando a cano sólo puede lucharse si sabemos bien cuál es nuestro bando. El enemigo debe ser derrotado y matado con la espada. Si nuestras mentes piensan que podemos ser esta gente o la otra, ¿cómo podemos llevar a cabo la guerra espiritual? Debemos pensar lo siguiente: «Pertenezco al pueblo de Dios, pertenezco a Cristo y soy Su soldado. Vivo para el Reino de Dios y Su pueblo». Dirijamos nuestros corazones en esa dirección.
 
 

Somos el ejército del Señor que Él ha elegido

 
En Corea del Sur, el ejército está compuesto de hombres jóvenes que son recluidos. Dios también nos ha recluido para ser soldados de Su Reino. Para los que son soldados lo correcto es seguir al que les ha llamado, es decir nuestro Señor, y defender y expandir con lealtad Su Reino (2 Timoteo 2, 4). No hay lugar para dudas aquí, si no estamos completamente seguros, moriremos espiritualmente.
Cuando estamos en un campo de batalla espiritual, ¿cómo podemos sobrevivir si nuestros soldados escapan de la batalla y se esconden? ¿Nos salvaría el enemigo? Sólo hay una opción: rendirnos ante el enemigo o vencerles por fe. Para no rendirnos ante el enemigo debemos eliminarlo. A través del poder espiritual de nuestra fe, debemos asegurar nuestra victoria espiritual. Para ello nuestros corazones deben estar dirigidos hacia la dirección adecuada.
Yo he dirigido mi corazón hacia Dios sin duda. Hace mucho tiempo que dirigí mi mente hacia Dios, incluso antes de ser formado como ustedes. Cuando encontré al Señor a través del Evangelio del agua y el Espíritu, dirigí mi corazón hacia Dios y decidí vivir el resto de mi vida por Su Obra.
Los que han recibido la remisión de los pecados al creer en el son muy importantes para Dios, pero no es así como Dios ve a los que no han nacido de nuevo. Cuando los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu vacilan, Dios dice: «No pasa nada. Todos los seres humanos son así» pero no tolera a los que no son Su pueblo.
Debemos tener una identidad de fe clara. El pueblo de Israel consideraba a todo aquel que no era de su pueblo, los gentiles, como poco mejores que las bestias. ¿Saben por qué? Porque los israelitas pensaban que eran el pueblo elegido por Dios. Incluso ahora están luchando con los palestinos. Ambos son descendientes de Abraham. Abraham tuvo primero a Ismael de Hagar y después tuvo a Isaac según la promesa de Dios. Uno de sus hijos nació de la promesa de la Palabra de Dios y el otro nació de la relación entre Abraham y su sierva.
Por eso Dios ha separado a los que se han convertido en Su pueblo espiritualmente de los que no. Dios ha convertido en Su pueblo espiritual a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, y ha descartado a los que no creen en este Evangelio. Si no podemos distinguir al pueblo de Dios de los que no son del pueblo de Dios, y si no hemos dirigido nuestras mentes hacia el Reino de Dios, ¿cómo vamos a ganar esta batalla espiritual? ¿Cómo podremos completar el ministerio de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu? Sólo podemos librar a otros de los pecados si sabemos exactamente cuál es nuestro lugar. ¿Cómo sino podemos conseguir esto?
Mis queridos hermanos, si todavía no se han decidido, les pido que dirijan sus mentes hacia Dios, aunque sea ahora. Dirijan sus corazones correctamente y decidan vivir sus vidas para construir el Reino de Dios. Él les bendecirá y estará contento de obrar con ustedes. Entonces deben decidir vivir por el Señor y Dios se complacerá y les bendecirá. Dios no obra para los que todavía no se han decidido. ¿Podríamos hacer la obra de Dios si Dios no estuviera con nosotros? Por supuesto que no.
Debemos decidirnos. Debemos vivir por el Reino de Dios, que después de todo es nuestro Reino. En vez de pensar en nosotros mismos, debemos vivir por el Reino y el pueblo al que ahora pertenecemos. Mis queridos hermanos, ¿han dirigido sus mentes? Si lo han hecho están a mitad de camino de su formación. Todo lo que deben hacer durante el resto de su formación es seguir y aprender por fe y unirse con la Iglesia. Cuando su mente esté dirigida correctamente, la carne la seguirá.
Antes de nada, sus corazones deben estar dirigidos a vivir por fe. Por eso Dios separó a las aves comestibles de las que no se pueden comer, y a los peces comestibles de los no comestibles. Los peces con escamas y aletas pueden nadar contra corriente. En otras palabras, los que han dirigido sus corazones correctamente viven la vida de fe que el Señor quiere que vivan. Van contra el tiempo y el mundo. No hacen nada por su propia satisfacción, sino que hagan lo que hagan, lo hacen por el Señor. Viven por fe, aunque sea pequeña. Si no han dirigido su corazón, no pueden hacer la obra de Dios, pero si lo han hecho podrán cumplir la obra de fe como soldados de Dios. Esto es lo que Dios nos intenta decir a través de la creación del quinto día.
¿Creen que Dios creó este universo? ¿Creen que Dios creó todas la vida según su clase? Por supuesto que sí. Dios creó las aves según su clase y los peces también. La teoría de la evolución ha cegado a los hombres y como resultado mucha gente no se da cuenta de lo que Dios hizo según la Verdad. Sin embargo, si sus ojos están abiertos pueden ver que Dios creó el universo y todo lo que hay en él. Lo creó todo según su clase.
Mis queridos hermanos, ¿creen que esta gente que predica el Evangelio del agua y el Espíritu es la Iglesia de Dios? ¿Creen que este es el Reino de Dios? Sí, ustedes son los obreros de Dios y han sido recluidos para Su ejército. Todos nosotros debemos dirigir nuestros corazones en la dirección correcta. Nuestras vidas cambian según cómo hayamos dirigido nuestros corazones hacia Dios. Lo que hacemos puede parecer igual según la apariencia física, pero la obra que hacen los que dirigen sus corazones para servir al Señor es diferente.
Los que han dirigido sus mentes hacia Dios trabajan para Él. Pero los que no lo han hecho viven para sí mismos. Al hacer la obra de Dios, nos encontramos a muchas personas que lo hacen sólo en apariencia, pero que en realidad trabajan para sí mismos.
El Señor habla del Evangelio del agua y el Espíritu en la Biblia y desea que este Evangelio sea predicado. Sin embargo, vemos que algunas personas no están interesadas en el Evangelio de Dios y que han dirigido sus corazones hacia su propia gloria. Estas personas no pueden recibir la remisión de los pecados, porque no han dirigido sus corazones hacia el Evangelio de la Verdad. En otras palabras, no tienen corazón para Dios. Un líder de una organización cristiana alardeó delante de mí de que los estudiantes de su escuela eran formados durante 4 años. Así que le pregunté: «¿Qué les enseñan en cuatro años?» y él respondió que les enseñaban desde protocolo para conversaciones hasta los modales a la hora de sentarse a comer. Este hombre es un falso maestro.
Los pastores deben predicar según la voluntad de Dios. Mucha gente no sabe nada, ni siquiera un verso de la Palabra de Dios después de graduarse en un seminario de Teología. ¿Qué aprenden en esos seminarios entonces? Aprenden Teología, que es una disciplina académica, es decir, las ideas de distintos teólogos.
Por el contrario, los estudiantes de nuestra misión aprenden todos y cada uno de los versos de la maravillosa Verdad de la Palabra. Todos los demás estudian Teología, fundan una iglesia para sí mismos, aceptan las ofrendas para sí mismo, y predican para sí mismos, todo porque esta gente no ha dirigido sus corazones hacia Dios. Por eso a no ser que dirijamos nuestros corazones hacia Dios, seremos falsos profetas y viviremos por nosotros mismos al final.
«Vivo aquí, en la Iglesia de Dios. Aquí predico el Evangelio del agua y el Espíritu y por tanto si el pueblo de Dios muere, yo también muero, y si el pueblo de Dios prospera, yo también prospero. Reúno toda la fuerza de mi fe y predico el Evangelio del agua y el Espíritu durante toda mi vida, hasta el día en que vuelva el Señor».
Así es como mi corazón está dirigido hacia Dios: «Los que están aquí reunidos son mi pueblo. Aquí está mi reino. El Reino del Señor es mi reino. Expandir el Reino del Señor es expandir mi reino». Por tanto mi lugar y mi tarea están claramente definidos.
Moisés trabajó como siervo del Reino de Dios pero Jesucristo vino al mundo para obrar como el Maestro. El Señor vino como el Maestro para salvar a Su pueblo. Aunque Moisés predicó la voluntad de Dios, cuando Jesucristo vino al mundo, fue bautizado por Juan el Bautista por todos nosotros y cargó con todos los pecados de Su pueblo, murió por ellos, se levantó de entre los muertos y así los salvó. Debemos vivir en el Reino de Dios sabiendo que somos sus dueños. Esto es vivir una vida diferente a la de los que no han dirigido sus corazones hacia Dios.
Cuando mis compañeros ministros me cuentan cómo luchan por seguir adelante, yo les pregunto: «Sí, todos nos esforzamos, pero, ¿qué podemos hacer cuando todos nuestros problemas son por el Señor? Como no estamos luchando por nosotros mismos, sino por el Reino del Señor, ¿no vale la pena? Así que aunque pasen por un mal momento, deben estar dedicados a la obra de Dios. Todo lo que importa es la obra de Dios, ¿a qué más podemos aspirar? Dicen que son insuficientes y que es muy difícil seguir al Señor, pero si fuéramos buena gente aprobada por el mundo, ¿nos hubiera utilizado Jesucristo como instrumentos Suyos?».
Mis queridos hermanos, ¿preferiría Jesucristo utilizar a Confucio o a Sócrates, o a mí? Por favor, piensen en esto sinceramente, según cómo crean en sus corazones. Si fueran Jesucristo, ¿a quién utilizarían, a Confucio o a mí? Utilizarían a alguien que cree y hace lo que le ustedes le mandan. Preferirían a alguien que obedeciera su voluntad como maestro, sin importarle que su ego salga dañado.
Si Sócrates o Confucio le dijeran algo a Jesucristo, sería: «Señor, no deberías decir esto», porque tienen sus nociones preconcebidas. En otras palabras, como no han dirigido sus corazones correctamente, van de un lado para otro, y a veces están de lado de la gente y otras veces de lado de Jesucristo. Un maestro de la moral y la ética no puede ser utilizado en el Reino de Jesús.
Los que Jesucristo puede utilizar como instrumentos son los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu que han dirigido sus corazones hacia Dios. Sólo los que han dirigido sus corazones hacia Dios sin dudar pueden ser utilizados por Él. Y a veces, cuando alguien intenta compararse con Jesucristo, Dios no puede utilizar a esa persona como obrero Suyo. Dios usa a los que se humillan ante Él y buscan primero la obra del Señor. Nuestro Señor utiliza a los que Él puede poner a trabajar libremente.
Si Jesús estuviera aquí, ¿qué les diría a los que están en contra del Evangelio? ¿Acaso no diría: «Vosotros, seres inútiles, obradores de iniquidad, os maldigo a todos»? Si es así, nosotros debemos estar en contra de los enemigos de Dios al tiempo en que mostramos compasión por los que la merecen. Convertirnos en Sus siervos significa que nuestros corazones se han unido con el corazón de Dios. Nuestros corazones deben dirigirse en la dirección correcta.
Dios dijo, refiriéndose a David: «Es un hombre tras Mi corazón». David eliminó al ejército filisteo como el Señor le ordenó. Pero Saúl no cumplió con las órdenes de Dios, ya que perdonó la vida a algunos filisteos y tomó parte del ganado obtenido de los saqueos para ofrecérselo como holocausto a Dios, todo basándose en sus propias ideas. Pero David obedeció la Palabra de Dios por completo. Cuando Dios le dijo que matase a todos sus enemigos en el campo de batalla, David los mató. Los exterminó. Todo lo que se le ordenó que matase, lo mató, incluidos los animales.
David venció a Saúl y se convirtió en rey de Israel. Pero estos dos hombres eran muy diferentes espiritualmente. Saúl era un hombre que impresionaba por su apariencia física, y el pueblo de Israel lo respectaba por sus aptitudes físicas, pero al contrario que David, su corazón no honraba a Dios ni quería cuidar del pueblo de Su Reino espiritual. Salomón, el hijo de David, tampoco dirigió su corazón correctamente y por eso tomó a muchas princesas de los reinos de los alrededores como sus concubinas. Cuando los reyes de las naciones gentiles vecinas presentaban a sus hijas ante Salomón, diciendo: «Su Majestad, esta es mi hija», el rey Salomón decía: «Su hija es muy bella» y la tomaba como su concubina. Hacía esto porque no corazón no estaba dirigido hacia Dios.
Las mujeres de este mundo, es decir, las mujeres que no han nacido de nuevo, son como serpientes. Echan a perder a los justos. Probablemente hayan leído en Jueces cómo Sansón fue derrotado por Dalila. Por eso la Biblia llama a estas mujeres «prostitutas». Cuando a Salomón se le presentaban las princesas gentiles, debería haber dicho: «¿Por qué me traen estas mujeres aquí? Son tan feas. Pareces sucias prostitutas, me están quitando el apetito. Llévenselas de aquí». Si hubiera dicho eso, los otros reyes vecinos no hubieran traído a sus hijas, Dios había prohibido a Salomón que se casara con mujeres gentiles, pero a pesar de ello, como el corazón de Salomón no estaba dirigido correctamente, se casó con quien quiso según los impulsos de su carne, y como resultado, acabó muriendo espiritualmente.
Así que la Biblia dice: «Y tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas; y sus mujeres desviaron su corazón» (1 Reyes 11, 3). Como resultados, Salomón confesó más tarde: «Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad» (Eclesiastés 1, 2). Después de una vida de lamentaciones murió, y bajo el reinado de su hijo, el reino de Dios fue dividido en dos y empezó a decaer.
Hagamos lo que hagamos, debemos dirigir nuestros corazones ante Dios. ¿Se dan cuenta de esta necesidad? Nuestros corazones pertenecen a Dios. Nuestros corazones deben creer que Dios es nuestro Dios, Su Iglesia es nuestra iglesia y Su pueblo es nuestro pueblo. Les pido que dirijan sus corazones correctamente.
Todos nuestros valores y principios de juicio deben cambiarse. Debemos: «y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno» (Colosenses 3, 10). Incluso en casa, le digo a mi propio hijo: «Aunque tú seas mi hijo en la carne, en la Iglesia eres igual que todos los demás que pertenecen al pueblo de Dios. La única diferencia es que eres mi hijo en la carne; a parte de esto, ¿hay alguna diferencia espiritual? No hay ninguna. Ten esto presente». Y le trato de la misma forma que a los demás santos espiritualmente hablando. Así mi hijo no se lo tomó muy bien al principio, pero más tarde lo hizo, puesto que tiene el Espíritu Santo en su corazón.
He visto una organización cristiana que se dirige básicamente como un clan, donde los familiares y parientes del líder ocupan los puestos más importantes. Así que el líder controlaba a los ministros que pertenecían a su organización. Esta gente no sirve al Reino de Dios, sino que está intentando reconstruir la ciudad de Jericó para su propia gloria. Dios le advirtió a esta gente: «En aquel tiempo hizo Josué un juramento, diciendo: Maldito delante de Jehová el hombre que se levantare y reedificare esta ciudad de Jericó. Sobre su primogénito eche los cimientos de ella, y sobre su hijo menor asiente sus puertas» (Josué 6, 26).
Nosotros no hacemos esto. Mi hijo no tiene ningún privilegio en mi iglesia. Espero que él sirva al Señor como parte del pueblo de Dios como todo el mundo. Él morirá si no hago esto. Lo hago porque le quiero. Sólo de esta manera podrá crecer en la fe. Mientras cuido de mi hijo en sus debilidades carnales, hay ciertas cosas que deben ser establecidas espiritualmente. Toda esta fuerza sale de mi corazón porque lo he dirigido hacia Él. Debemos dirigir nuestros corazones, creer en Jesucristo y en la Palabra, luchar por fe y construir el Reino de Dios por fe.
Mis queridos hermanos, les pido que dirijan sus mentes hacia Dios. Cuando dirigimos nuestros corazones una vez tras otra, viviremos por fe, como los pájaros vuelan por el cielo, y como los peces con escamas podremos hacer la obra de Dios por donde queramos.
Cuando dirigimos nuestros corazones hacia Dios podemos vencer al enemigo y triunfar por fe. Al creer en Dios, podemos hacer la obra que salva a las almas de los pecadores del pecado.