(Gálatas 3, 1-11)«¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano.Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones.De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá.»
¿Qué tipo de gente son ustedes?
Incluso hoy en día hay cristianos que viven vidas espirituales estúpidas. Para estos cristianos, la Biblia dice: «¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?» (Gálatas 3, 3). Viven sin conocer el Evangelio del agua y el Espíritu. Dicen que están sirviendo a Dios, pero no pueden ser ministros con esta estupidez debido a que ignoran el Evangelio. Al contrario, podemos creer en nuestro Señor como nuestro Salvador y servirle porque creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Así estamos librando a muchas almas de sus pecados con fe en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu.
Nosotros, los que creemos en este verdadero Evangelio podemos vivir con el Espíritu Santo en nuestros corazones. Por eso podemos ser guiados por el Espíritu Santo, que nos mueve y no obliga a seguir al Señor. Sin embargo, mucha más gente sigue las ambiciones de su carne en vez de la voluntad de Dios porque no cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, y por tanto no ha recibido el Espíritu Santo. Dios nos ha concedido el don de la remisión de los pecados al presentarnos el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, la prueba final de que hemos sido librados de nuestros pecados está en nuestra fe en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Como hemos creído en esa Palabra, podemos recibir la remisión de los pecados. Esta remisión de los pecados depende de Dios y de nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios nos ha dado la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y nos ha concedido la verdadera salvación a los que creen en él. La Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado es el don de salvación de Dios a todos los pecadores.
Sin embargo, los creyentes de Galacia siguieron las enseñanzas de los defensores de la circuncisión. Por eso el Apóstol Pablo rechazó a los creyentes por su estupidez, diciendo: «¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?» (Gálatas 3, 1). Querían convertirse en el pueblo de Dios al recibir la circuncisión en su carne, pero esto estaba lejos de la verdadera fe.
Así Pablo preguntó de nuevo: «Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?» (Gálatas 3, 2). Esto ocurrió porque los judíos cristianos estaban insistiendo falsamente en que podían convertirse en el pueblo de Dios al recibir la circuncisión de la carne. Algunos miembros de las iglesias de Galacia eran lo suficientemente estúpido como para ser seducidos por estos falsos maestros. Al abordar este problema, el Apóstol Pablo dijo que nadie podía recibir la salvación de todos sus pecados mediante las obras de la Ley. Así el Apóstol pablo pidió a los creyentes de Galacia que tuvieran la fe mediante la que pudieran bautizarse en Cristo. La verdadera fe cree que nuestra verdadera salvación viene del bautismo de Jesucristo recibido de Juan el Bautista y Su consecuente crucifixión.
El Evangelio en el que Pablo creyó era el Evangelio del agua y el Espíritu. Creyó que Jesucristo se convirtió en nuestro Salvador al venir al mundo, recibir el bautismo de Juan el Bautista para tomar todos los pecados de la humanidad, ser crucificado en la Cruz y resucitar de entre los muertos. Jesucristo nos libró de todos nuestros pecados por la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Los que creen en este Evangelio de Verdad reciben el don del Espíritu Santo de Dios como el don de la remisión de los pecados. Yo doy testimonio a la gente de que la remisión de los pecados permite a la gente recibir el don del Espíritu Santo. También doy testimonio de que tenemos que convertirnos en hijos de Dios sin culpa al recibir el don del Espíritu Santo porque hemos creído en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu.
Ahora, como hemos recibido la salvación de todos nuestros pecados por e Evangelio del agua y el Espíritu y nos hemos convertido en la gente de fe, cuando escuchamos la Palabra de Dios, nuestra fe en Su Palabra se hace mayor. Antes de que creyéramos en la Palabra de Dios en nuestros corazones, la Palabra Dios se movió en nuestros corazones y dejó que el Espíritu Santo nos guiara. Por eso los justos no tienen una opinión diferente al creer y seguir toda la Palabra de Dios como la verdad. No tenemos dudas sobre las instrucciones de nuestros predecesores de la fe y sobre seguir la Palabra de Dios. Por tanto, podemos recibir verdaderas instrucciones porque podemos escuchar las palabras de los siervos de Dios como la verdadera Palabra de Dios. Llegamos a averiguar la voluntad de Dios a través de Sus siervos.
Estamos contentos en nuestros corazones porque hacemos la obra justa al servir al Evangelio del agua y el Espíritu. Aunque estemos cansados en cuerpo y espíritu, el Espíritu Santo ha dado vida a nuestros corazones para que nuestras vidas estén unidas a nuestro Señor. El Espíritu Santo vive en sus corazones y en el mío, y nos utiliza como verdaderos instrumentos de fe.
Deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu de ahora en adelante
De ahora en adelante, debemos poner nuestra fe más fuerte en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos conocer el Evangelio del agua y el Espíritu y creer en él como el único y verdadero Evangelio. Si no lo considerásemos como el Evangelio de Verdad e intentásemos recibir la circuncisión de la carne como los israelitas del Antiguo Testamento, estaría completamente equivocado. Esto debe ser un aviso para los que en tiempos del Nuevo Testamento intentan recibir la remisión de los pecados ofreciendo oraciones de penitencia. Esto viene a decir que su fe está muy equivocada. Si nos aferramos a esta fe podemos recibir el odio de Dios en vez del amor de Dios. Lo que el Apóstol Pablo nos está diciendo es una exhortación de su fe en la Verdad, que borró todos sus pecados de una vez mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto debemos volver a examinar si nuestra fe está basada en el Evangelio del agua y el Espíritu o no.
El Apóstol Pablo les dijo a los que intentaban convertirse en el pueblo de Dios al recibir la circuncisión de su carne que su fe no era la verdadera fe. Dicho de otra manera, estaba avisando a los que creían en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu que tenían que mantener la verdadera fe por la cual habían recibido la remisión de los pecados. Ahora estamos siguiendo la fe de nuestros predecesores con fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, que es la justicia de Dios. Defender nuestra verdadera fe sólo es posible cuando seguimos la fe de nuestros predecesores en la fe. También podemos vivir en la verdadera fe porque hemos sido testigos de la justicia de Dios revelada en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Todos hemos sido librados de nuestros pecados al creer en la justicia de Dios, que se manifiesta en el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero si confiamos en las oraciones de penitencia u otras obras de la Ley para ser salvados, no hubiéramos sido librados de todos nuestros pecados y seguiríamos esperando la condena eterna. Pudimos mantener la verdadera fe hasta este punto al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. De lo contrario no hubiera sido posible.
Lo que el Apóstol Pablo nos está diciendo es que hemos recibido la remisión de los pecados cuando creímos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos recibir el don del Espíritu Santo que nos da fuerzas para vivir como justos. Así, por el poder de su verdadero Evangelio, podemos vivir teas nuestro Señor y difundir el Evangelio de salvación por todo el mundo. Por tanto podemos seguir a nuestro Señor por nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Sólo así podemos vivir vidas espirituales victoriosas.
El Apóstol Pablo dijo que siempre podría estar agradecido a través de la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Aún así algunos miembros de las iglesias de Galacia habían sido pervertidos por falsos maestros que habían enseñado un evangelio diferente que no era el verdadero Evangelio del agua y el Espíritu. Así Pablo les reprendió diciendo: « ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?
¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano». Pablo no podía permitir que eso pasara. Lo que habían hecho mal era que habían intentado recibir un reconocimiento como gente de fe al recibir la circuncisión de la carne aunque ya habían creído en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Incluso hoy en día hay mucha gente en la Iglesia de Dios que se ha convertido en hijos de Dios al escuchar con sus oídos y creer de corazón en el Evangelio del agua y el Espíritu. Entre esta gente, algunos tienen la idea equivocada de que tienen que ofrecer oraciones de penitencia para convertirse completamente en el pueblo de Dios. Este fenómeno es similar al de la fe legalista de las iglesias de Galacia. Esta gente es tan inútil como los que intentan alardear en su carne.
Nuestro Señor nos ha librado a ustedes y a mí de todos los pecados del mundo al presentarnos la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Además nos da el Espíritu Santo en el mismo instante en que recibimos la remisión de los pecados por fe. Ahora mismo, nuestro Dios nos guía mediante la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Hemos recibido la salvación de todos nuestros pecados y hemos podido recibir la vida eterna gracias a nuestro Señor al ser guiados por la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu.
Hemos sido librados de todos nuestros pecados, unidos con la Iglesia de Dios y hemos podido seguir a nuestro Señor al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Como hemos vivido nuestras vidas tras el Evangelio del agua y el Espíritu, tenemos la fe más correcta de todas. Los que han recibido la salvación de todos sus pecados por su fe en el Evangelio del agua y el Espíritu son los que niegan constantemente su propia justicia. Los que mantienen su fe en este verdadero Evangelio son grandes a los ojos de Dios. Por muy débiles que seamos en nuestra carne, debemos defender nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Esta es la tarea más importante de los nacidos de nuevo.
No podemos acabar muriendo por tener una fe legalista cuando habíamos empezado con fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Confiar en las oraciones de penitencia para estar sin pecado es anular el Evangelio del agua y el Espíritu por el que el Señor se sacrificó. No podemos volver a la fe legalista desde la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Es un gran error similar a las enseñanzas de los defensores de la circuncisión de la Iglesia Primitiva, que insistían en que había que recibir la circuncisión incluso una vez se había recibido la salvación de los pecados.
Con tan sólo creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu podemos recibir la remisión de los pecados, recibir el Espíritu Santo de Dios y convertirnos en siervos de Dios. Por tanto nos hemos convertido en la gente que puede vivir y seguir a nuestro Señor con fe en el Evangelio del agua y el Espíritu hasta el final. Por tanto toda nuestra vida de fe debe comenzar con fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Además debemos seguir difundiendo este verdadero Evangelio sin cesar. Somos los que siguen al Señor superando todas las dificultades a través de la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Siempre seremos vencedores con nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Son deficientes sus obras?
A veces nuestras insuficiencias en la carne se hacen evidentes aunque sirvamos a nuestro Señor al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Aún así ustedes y yo tenemos que vivir como siervos de Dios que se dejan guiar por el Espíritu Santo dentro de la fe en este verdadero Evangelio. El mejor modo de vida es el de difundir el Evangelio del agua y el Espíritu. Estoy seguro de que este tipo de vida complace a Dios. Por tanto estemos felices cuando servimos al Evangelio del agua y el Espíritu y estamos unidos con la Iglesia de Dios. Estas vidas de fe son nuestras propias vidas.
De ahí que estemos verdaderamente bendecidos por mucho que nos falte, porque vivimos por fe en Dios. ¿Han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Y creen que el Espíritu Santo vive en ustedes porque creen en este verdadero Evangelio? Entonces podremos mantener nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu y vivir unidos con la Iglesia de Dios. Servimos al Evangelio y buscamos el bien del Evangelio. Tenemos que seguir la voluntad de nuestro Señor a través de nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Junto con el pueblo de Dios creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, vivimos por la justicia de Dios y para difundir este Evangelio verdadero por todo el mundo.
Mientras seguimos a nuestro Señor tras haber recibido la remisión de los pecados, a veces nuestras insuficiencias son reveladas. ¿No es verdad? En estos momentos, no podemos presentarnos ante Dios corrigiendo nuestras insuficiencias en la carne, sino que primero debemos servir al Evangelio por fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Antes de corregir nuestras insuficiencias y acercarnos a Dios debemos reforzar nuestra fe al creer en el Evangelio de Verdad. Ahora hemos recibido el Espíritu Santo y nos hemos convertido en hijos de Dios tras recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto debemos seguir adelante con el Señor.
Sin embargo, como también los justos son débiles en la carne, sus vidas espirituales se paran cuando creen que deben resolver sus problemas de la carne. Está mal espiritualmente darle prioridad a resolver los problemas de la carne en vez de seguir la justicia de Dios. Esta es una fe carnal. Al seguir a nuestro Señor con fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, muchos de los problemas de nuestra carne se resuelven naturalmente. Pero si intentamos seguir a nuestro Señor después de ocuparnos de nuestros problemas de la carne, podemos ver que no tenemos éxito viviendo una vida espiritual. Por tanto debemos seguir adelante difundiendo el Evangelio con nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Es otoño. Las hojas nuevas salen en primavera y en verano crecen deprisa. Cuando llega el otoño las hojas se caen y los frutos se cosechan. En otoño se recitan poemas románticos: «Simón, ¿escuchan el sonido de las hojas cayendo?». Sin embargo los barrenderos gritan: «¡Malditas hojas! Caeros de una vez». Sin embargo, una vez pasado el otoño y llegado el invierno, las hojas caen más esporádicamente. Todas la hojas se han caído de forma natural a mitad del invierno.
Por eso podemos saber que todos los problemas de la carne se resolverán a su debido tiempo si seguimos a nuestro Señor tras haber recibido la remisión de los pecados a través de nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Nuestro Señor está encargándose de sus problemas de la carne y también de los míos, mientras trabajamos por Su Evangelio. Lo que estoy diciendo es que no debemos seguir a nuestro Señor después de haber resuelto nuestros problemas de la carne. Si seguimos a nuestro Señor con fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, veremos como todos nuestros problemas de la carne se han resuelto en poco tiempo.
Si nos aferramos a los problemas de la carne sin darnos cuenta de esto, acabaremos viviendo por las obras de la Ley, a pesar de haber empezado con el Espíritu Santo, tal y como Pablo nos avisó. Así deseamos vivir vidas adecuadas siguiendo a nuestro Señor con fe en la Palabra de Dios, tal y como Abraham hizo. Estamos unidos a nuestro Señor y hemos recibido la remisión de los pecados a través de nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Ponemos nuestros corazones en el Señor para poder servir a este Evangelio de Verdad. Además tenemos que recibir las bendiciones espirituales de Dios al morir con Jesucristo y resucitar con Él. Como hemos recibido la remisión de los pecados al creer en la Palabra de Dios a través del Evangelio del agua y el Espíritu, tenemos que esperar la vida en el Reino Milenario.
Al habernos convertido en personas sin pecado creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos continuar a vivir por fe. Esta fe es como la descrita en las Escrituras: «Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.”» (Romanos 1,17). Como el Espíritu Santo de Dios vive en nuestros corazones, deberíamos vivir la vida justa durante el resto de nuestras vidas.
Ahora ustedes pueden vivir una vida justa si tienen fe en el Evangelio de Verdad
El Apóstol Pablo dijo en Gálatas 3, 9: «De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.». Llamamos a Abraham el padre de la fe. Esto se debe a que Abraham siguió la Palabra de Dios por su fe en ella. Somos la gente que ha recibido las bendiciones como las de Abraham. Dios se le apareció a Abraham y le dijo: «Te daré descendencia. Y os daré esta tierra de Canaán a ti y a tus descendientes». Ustedes y yo pueden recibir las mismas bendiciones de salvación como Abraham si seguimos la Palabra de Dios y creemos en ella. Ustedes y yo hemos recibido la remisión de los pecados al creer en la Palabra de Dios. Al hacerlo nos hemos convertido en hijos de Dios y el Espíritu Santo ha venido a nuestros corazones.
Ahora todos nosotros podemos vivir siempre por fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Hasta el día en que entremos en el Cielo, debemos seguir la Palabra de Dios por fe. Debemos continuar nuestras vidas en fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si han creído en este verdadero Evangelio, deben hacer esto. Lo importante es si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, y que entonces prediquen este Evangelio de Verdad por todo el mundo. Si creemos de corazón en el Evangelio del agua y el Espíritu, el Espíritu Santo vive en nuestros corazones. Debemos dejar de lado cualquier idea de resolver nuestros problemas de la carne y seguir al Señor, ya que el Espíritu Santo está en nuestros corazones. Cuando nos unimos con nuestro señor en servir al Señor y creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, todas nuestras preocupaciones de la carne se irán, tal y como se va la última hoja en invierno.
Debemos dedicarnos a las obras de Dios con fe en la Palabra de Dios. No podemos resolver nada por nuestra propia cuenta con fe en nuestra fe en la Palabra de Dios, sino que debemos vivir sólo por fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios nos ha ordenado que difundamos el Evangelio del agua y el Espíritu por todas las naciones del mundo. Nuestro Señor desea que todas las naciones sean sus discípulos y que el Evangelio sea llevado hasta los confines de la tierra. Nuestro Señor nos ordena que seamos testigos del Evangelio del agua y el Espíritu. Como nuestro Señor se complace cuando servimos al Evangelio del agua y el Espíritu, debemos vivir nuestras vidas difundiendo este verdadero Evangelio a otros. Por eso debemos vivir por fe. Tenemos que servir al Evangelio del agua y el Espíritu por la fe en la Palabra de Dios y seguir al Señor de Verdad.
Queridos hermanos, no caigan en las obras de la Ley, ni se pregunten: «¿Por qué soy así?» cuando sus debilidades e insuficiencias se revelen al servir al Evangelio. En estos momentos, crean más en la Palabra de Dios y dedíquense con mayor intensidad a difundir el Evangelio del agua y el Espíritu. Entonces verán que los asuntos de la carne en sus vidas han desaparecido muy pronto.
El Apóstol Pablo estaba frustrado por la vida espiritual de los santos de Galacia. Esto se debía a que intentaban recibir la circuncisión de la carne incluso tras creer que sus pecados habían sido borrados cuando Jesucristo vino por el Evangelio del agua y el Espíritu. Había defensores de la circuncisión dentro de las iglesias de Galacia que insistían en la circuncisión de la carne.
Queridos hermanos, estoy seguro de que saben lo que es la circuncisión de la carne. Imaginen que han viajado en el tiempo hasta cuando el Apóstol Pablo predicaba. ¿Cómo pararían a alguien que ha vivido en la fe del verdadero Evangelio y que dice: «Tengo que ser circuncidado»? Hemos recibido la remisión de los pecados y nuestra salvación al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Qué debemos hacer cuando hay gente que nos dice que debemos ser circuncidados para ser el pueblo de Dios y los descendientes de Abraham? Como se separaron y se opusieron a los que creían en el Evangelio del agua y el Espíritu, debió ser muy duro para el Apóstol Pablo.
Debemos vivir en esta época con fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos seguir la Palabra de Dios por fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos unirnos a Dios por la fe en la Palabra de Dios. Y debemos seguir a nuestro Señor hasta el fin del mundo por nuestra fe en la Palabra de Dios. Esto no es posible si lo hacemos por nuestra propia voluntad o fuerza, sino que sólo es posible a través de la fe en la Palabra de Dios.
Si nos convertimos en los hijos de Dios al recibir la remisión de los pecados a traves de el evangelio del agua y el Espíritu, debemos servir a nuestro Señor ahora, unirnos al Evangelio, decidirnos a seguir a nuestro Señor y vivir hasta el fin del mundo por fe. No deberíamos calcular a mitad de nuestra vida, pensando: «¿Cómo soy yo en la carne? ¿Está bien que esté en esta condición?». Primero debemos creer en la Palabra de Dios, después en Dios y por último en el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos seguir continuamente las instrucciones de la Iglesia de Dios por fe en la Palabra de Dios. Por esta fe debemos unirnos con Su Iglesia buscando el beneficio del Evangelio y el de nuestros hermanos y hermanos. Debemos guardar el Evangelio y vivir por la gloria de Dios siguiendo la fe.
No debemos preocupar a Dios con los asuntos que preocupaban al Apóstol Pablo. Pablo reprendió a esta gente, preguntando: «¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?». Intentar hacerse perfectos en la carne es querer beneficiar a nuestra carne solamente incluso después de haber recibido la remisión de los pecados. Debemos servir al Evangelio del agua y el Espíritu por fe y seguir a nuestro Señor con esa fe. No debemos pensar que tenemos que lucir bien en la carne y estar orgullosos por haber recibido la remisión de los pecados. Ustedes y yo debemos dejar nuestra terquedad en la carne, aferrándonos a nuestro orgullo espiritual, y vivir por la fe en la Palabra de Dios.
¿No sería correcto que nos encontrásemos con nuestro Señor después de haber vivido hasta el final por fe al haber recibido la remisión de los pecados creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu? Somos obreros de Dios que deben encontrar y guiar a las almas perdidas para que puedan recibir la remisión de los pecados.
El Apóstol Pablo dice: «De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.» (Gálatas 3, 9). Al decir esto, creemos que Dios bendecirá a los que viven por fe en la Palabra de Dios, tal y como bendijo a Abraham.
Por eso viviré por la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu hasta el final. Aunque no sepa cómo es su presente, si siguen paso a paso por la fe, el Señor se encargará de todos sus problemas.
Les pido que vivan una vida justa hasta el final con fe en el Evangelio de Verdad.