(Efesios 5, 15-21)
«Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Someteos los unos a los otros. Someteos unos a otros en el temor de Dios».
El campamento de formación de discípulos de este años acaba de terminar. El miércoles que viene celebraremos un servicio de adoración para orar por nuestro ministerio literario. Después recogeremos dinero el domingo para apoyar al ministerio literario durante la segunda mitad de este año. Como ya saben, este ministerio cuesta mucho dinero. Sin embargo, estoy seguro de que nuestro Dios se encargará de todo si oramos sinceramente. Por eso vamos a celebrar una sesión de oración especial este miércoles para pedirle a Dios que nos proporcione recursos económicos para financiar nuestro ministerio literario. Cualquiera puede aburrirse cuando hace la obra de Dios de la misma manera durante mucho tiempo. Así que debemos establecer nuevas metas para salir de la monotonía y seguir concentrados. Por eso establecemos nuevas metas misioneras y realizamos donaciones dos veces al año para evitar el aburrimiento.
Acabamos de leer Efesios 5 en el pasaje de las Escrituras de hoy. Últimamente he estado predicando tanto sobre Efesios que parece que cada vez que doy un sermón es sobre Efesios. Sigo predicando sobre esta epístola porque creo que no he podido plantar sus lecciones firmemente en sus corazones.
Definición de una vida llena del Espíritu
Hay un versículo en particular que cabe resaltar en el pasaje de las Escrituras de hoy. Este pasaje es Efesios 5, 18: «No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución, antes bien sed llenos del Espíritu». ¿Qué beneficio tiene para ustedes estar llenos del Espíritu Santo?
Cuando la gente se emborracha, se comporta de manera diferente. Algunas personas dice lo mismo una y otra vez; otras cantan, y otras intentan pelearse con cualquiera. Por eso cuando la gente se emborracha, acaba perdiendo sus inhibiciones.
Sin embargo, la Biblia dice claramente en Efesios 5, 18: «No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución, antes bien sed llenos del Espíritu». El que debamos estar llenos del Espíritu significa literalmente que nuestros corazones deben estar guiados y gobernados completamente por el Espíritu de Dios. Este pasaje, en otras palabras, nos pide que sigamos la vida de Cristo con el gozo, poder y bendiciones que nos ha dado el Espíritu Santo. Así, estar lleno del Espíritu es estar gobernado por el Espíritu. Esto significa que debemos dejar que nuestras mentes y vidas estén guiadas por la providencia de Dios en vez de la racionalidad humana. Si vamos un paso más allá, vivir con la plenitud del Espíritu significa vivir según la buena complacencia de Dios en vez de nuestros deseos carnales.
De hecho, si de verdad queremos vivir con la plenitud del Espíritu, debemos vivir de una manera que complazca a Dios. Como el Espíritu Santo es el Espíritu de Dios que vive en los corazones de todos los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos someternos a este Espíritu y seguirle en obediencia según Su buena complacencia.
¿Cómo deberían vivir sus vidas ante Dios para complacerle? Jesucristo, Dios mismo, borró todos sus pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu cuando vino a este mundo. Ahora que creemos en esta Verdad, debemos predicar esta fe que nos ha salvado por todo el mundo. Esto es lo que significa vivir con la plenitud del Espíritu. Cuando Dios nos dijo que estuviésemos llenos del Espíritu, nos estaba diciendo que dedicásemos todas nuestras vidas a predicar Su Evangelio y salvar a las almas perdidas.
Está escrito en Romanos 8, 5-6: «Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz». En este pasaje se describen dos tipos de vidas: una vida según la carne, y una vida según el Espíritu.
¿Qué significa seguir a la carne y sus pensamientos?
Esto se refiere a una vida que se vive según los deseos carnales. Los que aman su propia carne son atraídos por sus propios pensamientos carnales y siguen los deseos que salen de sus corazones. Además están arraigados en sus propias emociones carnales. Estas personas piensan lo siguiente: «Quiero hacer lo que me gusta en la vida. Quiero ganar mucho dinero, viajar por todo el mundo, y disfrutar de la vida todo lo que quiera. Quiero vivir libremente sin nadie que se meta en mis asuntos. También quiero probarlo todo. Es mi vida, así que quiero hacer lo que me apetezca. No me importa lo que diga la gente; solo me gustaría hacer lo que quiera». Si viven con estos pensamientos carnales, entonces están viviendo según la carne.
Sin embargo, mis queridos hermanos, es un gran pecados a los ojos de Dios seguir los pensamientos carnales de esta manera. Si siguen sus pensamientos carnales, no podrán seguir los pensamientos del Espíritu, y por tanto acabarán desobedeciendo la voluntad de Dios y se convertirán en enemigos Suyos. Por eso, seguir los deseos carnales es cometer un pecado grave ante Dios. Quien siga sus propios deseos carnales está incumpliendo la Ley de Dios.
Aunque hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, todavía es posible que a veces sigamos nuestros pensamientos carnales o sigamos a nuestra carne. Sin embargo, hay un mecanismo a prueba de fallos que impide que caigamos demasiado en los deseos de la carne y vivamos por ella. Este es el Espíritu Santo que vive en nosotros. Como el Espíritu Santo vive en nuestros corazones como nuestro Maestro y Guardián, culpa a nuestros corazones cada vez que queremos seguir a nuestra carne. Como resultado, no podemos seguir a la carne y nos sentimos obligados a arrepentirnos y poner nuestras mentes en las cosas del Espíritu.
Tenemos dos maestros
Uno de nuestros dos maestros es el ego carnal, mientras que el otro Maestro es el Espíritu Santo, es decir el Espíritu de Dios. Estos dos maestros dentro de nosotros nos piden cosas diferentes. El Espíritu Santo nos dice: «Haz esta obra que complace a Dios como te lo estoy pidiendo. Entonces te daré gozo, paz y bendiciones, y me aseguraré de que des el fruto de la justicia». Pero nuestro ego carnal no se está callado. También nos dice: «Escúchame y te daré gozo. Por supuesto este gozo está seguido por cierto sentimiento de vacío más tarde, pero no está tan mal, ya que solo lo sienten los que han tenido gozo. Si haces lo que te digo, serás feliz. Así que haz lo que te pido». Entonces estamos entre la espada y la pared con estas exigencias de nuestros dos maestros, y no sabemos qué hacer. Estamos ante la duda de a qué maestro obedecer.
Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu deberíamos seguir las órdenes del Espíritu Santo. Sin embargo, el problema es que muchos de nosotros prefieren seguir al ego carnal, acaban cometiendo pecados, sus corazones se llenan de dolor, y pierden su gozo. Al final se dan cuenta de que el gozo que se consigue por el ego carnal es temporal, mientras que el sufrimiento que sigue dura para siempre. Por eso el Apóstol Pablo dijo: «No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución, antes bien sed llenos del Espíritu» (Efesios 5, 18). Quien sigue a su propia carne solo encontrará sufrimiento al final y por tanto Dios nos ha pedido a todos que vivamos con la plenitud del Espíritu.
Estén llenos del Espíritu en vez de embriagarse con el vino
Ahora me gustaría explicar detalladamente lo que debemos hacer para conseguir la plenitud del Espíritu. Nosotros somos cristianos. Como creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, nos hemos convertidos en hijos de Dios sin pecados y en Sus obreros. Por eso debemos saber claramente lo que debemos hacer para vivir una vida que valga la pena llena del Espíritu Santo. Para ello, debemos darnos cuenta antes de que tenemos la inclinación de seguir la carne por naturaleza. Solo cuando reconocemos que caemos en nuestros pensamientos carnales a menudo, podemos centrar nuestra atención en vivir con la plenitud del Espíritu.
Aunque han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, ¿siguen sus deseos carnales de una manera u otra? Es absolutamente indispensable que todos nosotros nos demos cuenta de que tendemos a tener muchos pensamientos carnales y a caer en la tentación, porque solo entonces podremos entender lo valiosa que es la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y podremos ser fieles a ella. Gracias a Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote celestial, hemos sido bendecidos para escapar de todas las maldiciones por nuestra fe, y así hemos sido restaurados espiritualmente. Sin embargo, como nuestra carne sigue igual, seguimos tendiendo a pensar carnalmente, y por tanto a veces pensamos de una manera completamente opuesta a la voluntad de Dios. Por eso es absolutamente crucial para nosotros admitir que podemos cometer pecados en cualquier momento.
¿Qué significa esto? Significa que como todos estamos inclinados a seguir nuestra carne por naturaleza, en vez de seguir los mandamientos de Dios, es posible que los desobedezcamos. Sin embargo, como hemos aceptado el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado, meditamos sobre este Evangelio cuando cometemos pecados. Como Dios mismo dijo que «el precio del pecado es la muerte» (Romanos 6, 23), sabemos que tenemos que morir por nuestros pecados y por tanto podemos apreciar el Evangelio del agua y el Espíritu aún más.
Está escrito: «Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne» (Romanos 8, 3). Todos nosotros tuvimos que admitir y confesar que estábamos destinados a morir por nuestros pecados. Además, para escapar de la condena de nuestros pecados que teníamos que cumplir, tuvimos que borrar nuestros pecados antes, pero no podíamos conseguir esto aunque lo intentásemos. La condena del pecado era algo que no podíamos evitar por nuestra cuenta. Por eso precisamente Jesucristo, el Hijo de Dios, ha borrado nuestros pecados para siempre con la Verdad del agua y el Espíritu. Jesucristo vino al mundo por nuestro bien, y cargó con nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista. Debemos tener esta fe en el Evangelio del agua y el Espíritu siempre.
Jesús nos ha salvado de todos los pecados del mundo para siempre a través del Evangelio del agua y el Espíritu, y por tanto todos los que creemos en este verdadero Evangelio estamos sin pecados. Dios ha cumplido lo que nosotros no podíamos cumplir. Creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu de todo corazón. El Señor nos está diciendo: «Soy vuestro Dios, y os he salvado de todos vuestros pecados. No solo he cargado con todos vuestros pecados, sino también con todos los pecados de la raza humana. Tomé todos vuestros pecados y los de todo el mundo. Así que debéis creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y estar llenos del Espíritu Santo». Entonces ¿por qué hay tanta gente que se niega a creer en la justicia de Jesús, quien cargó con todos sus pecados al ser bautizado, murió en la Cruz en su lugar, y se levantó de entre los muertos? Esto se debe a que esta gente está siguiendo sus propios pensamientos en vez de la voluntad de Dios.
Nuestro Dios está llamando a todo el mundo a que busque la restauración espiritual. En otras palabras, Dios nos está pidiendo que restauremos nuestros corazones al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que nos ha dado. Nos está diciendo que restauremos nuestros corazones a través de nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, y por esta fe debemos poner nuestra mente en las cosas del Espíritu. Solo al tener fe en la Palabra de Dios podemos recibir la remisión de los pecados y recibir la plenitud del Espíritu.
El Señor no solo ha borrado nuestros pecados, sino también todos los pecados del mundo para siempre. Todos los seres humanos pueden ver como los pecados de sus corazones desaparecen cuando creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Al aceptar el Evangelio del agua y el Espíritu en nuestros corazones y seguir este Evangelio, podemos estar llenos del Espíritu Santo siempre. Los justos pueden seguir los mandamientos de Dios con más lealtad al asegurarse de que sus corazones están llenos con el Espíritu Santo. Como los santos ya no están esclavizados por sus pecados, pueden ser buenos y tolerantes con los demás, y pueden predicarles el Evangelio. Entonces están llenos del Espíritu Santo aún más, y pueden vivir en este mundo con un corazón lleno de gozo, y entonces pueden recibir el amor de Dios durante el resto de sus vidas. Así es como nos sentimos obligados a hacer la obra valiosa de Dios. Cuando los justos hacemos esta obra, nuestros corazones están llenos de gozo y alegría. Así, es mucho más gozoso vivir con la plenitud del Espíritu que seguir nuestra propia carne, y por eso estamos obligados a seguir la voluntad del Señor siempre, hacer Su obra día tras día, obedecer a Dios aun más, y someternos a Él siempre. Esto es lo que significa vivir con la plenitud del Espíritu.
La Biblia nos enseña a que pongamos nuestras mentes en la obra de Dios: «Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz» (Romanos 8, 6). Si ponemos nuestras mentes en la obra de Dios, podremos vivir en Su luz. Cuando pensamos en cómo Dios ha borrado todos los pecados del mundo, recordamos la justicia de Dios para renovar nuestra fe en ella, y por tanto nuestros corazones se llenan de gozo. Estoy muy agradecido a Dios porque podemos recibir Sus bendiciones abundantes y disfrutar de Su gozo y paz al llevar a cabo Su obra. No tengo palabras para expresar lo agradecido que estoy porque Dios nos ha bendecido para que creamos en el Evangelio del agua y el Espíritu y vivamos siempre con la plenitud del Espíritu.
El Apóstol Pablo está diciéndonos que pensar carnalmente es morir, pero pensar espiritualmente es vida y paz. Nos está diciendo que, cuando pensamos espiritualmente, recibimos nueva vida y paz si tenemos fe en el verdadero Evangelio y la voluntad de Dios, quien ha llamado a todos los santos a hacer Su obra justa. Por tanto, si vivimos en estos siempre y creemos de verdad en el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos seguir también al Señor al confiar en este Evangelio. Así es como podemos tener la plenitud del Espíritu siempre.
¿Es mejor tener pecado o no tener pecado? Por supuesto es mejor no tener pecado. En el pasado, por culpa de mis pecados, estuve poseído por demonios y bajo el dominio de Satanás, pero afortunadamente Dios hizo posible que me diese cuenta del Evangelio del agua y el Espíritu y recibiese la remisión de los pecados. No tengo palabras para expresar lo agradecido que estoy por eso.
Yo solía sufrir mucho y agonizar por culpa de mis pecados en el pasado. En aquellos tiempos, Satanás solía acusarme de mis pecados constantemente y susurrarme al oído: «Has pecados, ¿verdad? Es mejor que mueras ahora que seguir viviendo siendo tan miserable». Así que, como mi sufrimiento era tan grande, estuve a punto de suicidarme, pensando: «Debería tirarme por un precipicio y matarme en vez de vivir esta vida tan miserable. Así se acabará todo. El dolor de la muerte solo dura un momento, ¿para qué seguir viviendo con tanto dolor? Sería mejor librarme de toda esta miseria».
Pero afortunadamente tuvo otra idea: «Si muero siendo pecador, ¿acaso no acabaré en el infierno y sufriré más que ahora? No puedo morir así». Así que no pude suicidarme.
Mis queridos hermanos, todos nosotros estábamos condenados a ser arrojados en el infierno por nuestros pecados sin excepción. Pero a pesar de esto, el Señor vino al mundo personalmente para salvar a personas tan desesperadas como nosotros, cargó con todos los pecados para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista, murió en la Cruz, y se levantó de entre los muertos. Como Jesús nos ha salvados así de todos nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, todos los que creemos en esta Verdad hemos sido librados de todos nuestros pecados. ¿No es maravilloso el que hayamos sido librados de todos nuestros pecados? No hay nada más maravilloso que esto. ¿Hay alguna fe que sea mejor que esta fe nuestra que nos ha salvado de todos nuestros pecados? No, no hay ninguna fe que sea mejor que la nuestra en todo el mundo.
Por tanto, estamos absolutamente convencidos de que no hay mejor vida que la que se vive para predicar este Evangelio de salvación, el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Dónde podemos encontrar una fe mejor que esta? Esta vida se encuentra solo en el Reino de los Cielos. Como estamos viviendo con la plenitud del Espíritu, ¿qué otra vida vamos a envidiar? De hecho, esta vida que está llena del Espíritu Santo es la vida más maravillosa. ¿Y ustedes? Al escuchar el sermón de hoy, ¿se dan cuenta de si están viviendo esta vida llena del Espíritu?
Aunque hayamos recibido la remisión de los pecados en nuestros corazones, podemos habernos aburrido con el paso del tiempo
Pueden imaginarse lo feliz que estaba cuando creí en el Evangelio del agua y el Espíritu por primera vez y todos mis pecados fueron borrados de mi corazón. De hecho, cuando escuchamos el Evangelio del agua y el Espíritu por primera vez y recibimos la remisión de mis pecados al creer en este Evangelio, estamos tan agradecidos a Dios que nuestros corazones rebosan de gratitud.
Sin embargo, con el paso del tiempo, no apreciamos lo que Dios ha hecho por nosotros. De alguna manera, pensamos que es natural que nuestros pecados desaparezcan de nuestros corazones porque creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, y cuando no apreciamos esto, podemos sentir la tentación de seguir la carne en vez de rechazar los pensamientos carnales. Por lo tanto, a veces intentamos comprometernos con nosotros mismos para vivir según los pensamientos carnales.
Para advertirnos de este comportamiento el Apóstol Pablo dijo: «No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución, antes bien sed llenos del Espíritu» (Efesios 5, 18). Solo cuando vivimos con la plenitud del Espíritu podemos obedecer los mandamientos de Jesucristo y seguir los consejos de nuestros predecesores de la fe cuando nos los ofrecen. Como nuestros predecesores de la fe no predican otra cosa que la Palabra de Dios que nos guía por el buen camino, todos los que confían en ellos y siguen sus consejos conseguirán la plenitud del Espíritu sin duda. Solo cuando nuestras vidas están llenas del Espíritu Santo podemos hacer la obra justa de Dios. Por eso el Apóstol Pablo nos está pidiendo que estemos llenos del Espíritu Santo.
Mis queridos hermanos, estábamos destinados a ir al infierno por nuestros pecados. Todos estábamos alejados de Jesucristo una vez. ¿Cómo de miserables éramos en aquel entonces? Sin embargo, el Señor nos ha salvado al venir al mundo y cargar con todos nuestros pecados en Su cuerpo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista. Si el Señor no nos hubiese salvado de todos los pecados del mundo, habríamos vivido una vida miserable en este mundo, oprimidos por nuestros pecados hasta el final. ¿Cómo de miserable habría sido esta vida? Habría sido la vida más miserable.
Por desgracia, muchas personas de este mundo siguen atrapadas en una vida así de miserable. Aunque su carne está feliz, sus corazones son miserables. De hecho, como están tan tristes, se preocupan por la cosas de la carne de manera más obsesiva. Dicho de otra manera, están viviendo una vida carnal para intentar olvidar su tristeza durante un tiempo. Por eso muchas personas se suicidan por desesperación. Estas personas no han recibido la remisión de los pecados y viven malditas. Incluso en este momento, muchas personas están estirándose del pelo por su desesperación.
Pero nosotros ahora estamos viviendo con las bendiciones de Dios y con la plenitud del Espíritu. Así que el Apóstol Pablo nos dijo que alabásemos al Señor con canciones espirituales y salmos. Y como nos los ha pedido, hemos escrito bellos himnos y ahora los estamos cantando para alabar al Señor. Estamos sirviendo al maravilloso Evangelio del agua y el Espíritu por fe. Estamos predicando el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo en nuestras vidas, y estas vidas son verdaderamente justas y valiosas.
Cuando hacemos algo malo, al principio estamos contentos porque hemos hecho lo que queríamos. Pero pronto, cuando nos damos cuenta de la gravedad del pecado, nos sentimos culpables y después tenemos miedo del juicio que sigue atormentando nuestros corazones. Los jóvenes, como nuestros adolescentes, son especialmente susceptibles al sufrimiento aún más. La adolescencia es una fase muy difícil en la vida ya que los adolescentes tienen a ser guiados por ideas erróneas del mundo y a pensar en cosas malas.
Por supuesto nuestros hermanos y hermanas jóvenes nunca deben dejarse llevar por estas tentaciones, pero por culpa de la presión de grupo con la que viven, es muy difíciles para ellos vivir por fe y no dejarse influir por sus amigos. Demasiados adolescentes piensan que ir por el mal camino es un signo de valor y coraje. Hay una tendencia pronunciada entre la juventud de hoy en día a pensar que pecar está de moda. Si son adolescentes, les pido que tengan visión de futuro para ver que muchas personas se arrepienten de haber malgastado su juventud. Ustedes están en un lugar justo haciendo una obra justa, y por eso son jóvenes realmente valientes.
Demasiado a menudo olvidamos nuestro primer amor con Jesús. Pero siempre podemos volver y estar llenos del Espíritu Santo. Por fe podemos vivir con la plenitud del Espíritu.
Leamos Efesio 5, 18 una vez más: «No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución, antes bien sed llenos del Espíritu». Como ustedes y yo hemos recibido la remisión de los pecados al creer en la salvación del Señor, estamos viviendo con la plenitud del Espíritu todo el tiempo. Esto se debe a que admitimos nuestros fallos y seguimos al Señor al confiar en Su justicia, dándole gracias siempre por borrar nuestros pecados. Como creemos que el Señor ha borrado no solo nuestros pecados, sino también los pecados de todo el mundo, podemos vivir como gente sin pecados siempre. Es absolutamente importante que todos nos demos cuenta en nuestras mentes y corazones de que estamos sin pecados; de que hemos hecho la obra justa de Dios en nuestras vidas; de que hemos sido bendecidos en la Iglesia de Dios para hacer Su obra justa en unidad con nuestros hermanos y hermanas sin pecados; de que nos hemos convertido en el pueblo de Dios y en miembros de Su Reino; de que multitud de personas están recibiendo la remisión de los pecados gracias a nuestro trabajo; de que estamos salvando a otras personas al apoyar el ministerio del Evangelio y sacrificarnos por la obra justa del Señor; y de que somos personas realmente benditas.
Toda vida que se vive para servir al Evangelio del agua y el Espíritu es la vida que está llena del Espíritu Santo
El Señor siempre nos llena del Espíritu Santo para que podamos vivir una vida bendita para siempre. Dicho de otra manera, el Señor nos ha bendecido para que podamos vivir para siempre en la Iglesia de Dios y seguir al Señor en nuestras vidas. Sin embargo, si seguimos nuestros pensamientos carnales y nos negamos a arrepentirnos, seremos excluidos de la vida llena del Espíritu. Por otro lago, si admitimos nuestros errores cuando los cometemos, meditamos sobre el Evangelio del agua y el Espíritu con el que el Señor ha borrado nuestros pecados, y seguimos a Dios dándole gracias por lo que ha hecho por nosotros, nuestros corazones estarán llenos de la obra de Dios y de Su amor. Cuando nuestros corazones están puestos firmemente en la obra justa de Dios y la siguen, viviremos para siempre con la plenitud del Espíritu. Esta vida es la que el Señor nos ha concedido a todos. Por eso estamos tan contentos y bendecidos.
Mis queridos hermanos, aunque somos personas benditas, podemos acabar siendo infelices si ponemos nuestras mentes en el estándar equivocado. Incluso una persona que ha recibido la remisión de los pecados puede acabar siendo infeliz como Lot, el sobrino de Abraham, si sigue sus pensamientos carnales. Si dejan que esto les ocurra, se convertirán en personas egoístas que vivirán por su carne como el siervo que recibió un talento en la parábola de Jesús.
¿De verdad quieren que les pase esto? ¿De verdad quieren abandonar a Dios como si fuera un trapo viejo, pisotear Su gracia y convertirse en enemigos Suyos? Estas personas se convierten en siervos del Diablo y se enfrentan a Dios durante el resto de sus vidas, pero al final reciben la misma recompensa que los hipócritas y son arrojadas al pozo de fuego. ¿Aún quieren vivir así? Nuestro Señor no quiere que ninguno de nosotros acaba así. Después de todo, el Señor no nos ha salvado para esto. Por el contrario, el Señor no solo nos ha salvado, sino que nos ha bendecido para que vivamos todos los días con la plenitud del Espíritu. Por eso estamos tan agradecidos al Señor.
Podemos ver lo preciso que es el objetivo que Dios tiene preparado para nosotros. Sabemos cuánto Dios nos ama, cuánto nos ha bendecido, y cuánto interviene en nuestras vidas para asegurarse de que estamos en el buen camino. Por tanto el Señor nos dijo que caminásemos con rectitud en este mundo, no como necios, sino como sabios, y también nos dijo que aprovechásemos el tiempo porque los días son malos (Efesios 5, 15-16).
Nuestras vidas en este mundo no son eternas. Nuestra esperanza de vida es como mucho de 70 a 80 años (Salmo 90, 10). Como nuestras vidas en este mundo son tan cortas, ¿cuánto tiempo tenemos para hacer la obra de Dios? Obviamente mucho menos que nuestra esperanza de vida. Algunas personas trabajan durante 30 o 40 años, pero la mayoría tiene menos tiempo para trabajar. Si hubiésemos nacido hace mucho tiempo en otra generación, quizás habríamos podido hacer la obra de Dios durante más tiempo que ahora, pero como el Señor va a venir pronto, tenemos menos tiempo para hacer la obra de Dios. Por tanto, todos nosotros debemos trabajar mucho para cumplir nuestra llamada justa para salvar a los demás.
Muchos defensores del medio ambiente en todo el mundo se manifiestan contra la caza de ballenas. Algunos de ellos no solo se manifiestan con palabras, sino que salen a la mar en sus barcos e intentan evitar que los barcos balleneros cacen. Estas personas arriesgan sus vidas por sus convicciones. Su mayor prioridad en la vida es evitar la destrucción del medio ambiente, y por eso hacen todo lo posible por evitar la degradación ecológica, e incluso arriesgan sus vidas en el proceso. Todo el mundo dedica su vida a lo que considera el valor más noble. Los ecologistas comprometidos hacen todo los posible por proteger la naturaleza, y no tienen miedo de ir a ninguna parte y hacer todo lo que sea necesario para investigar las causas de la destrucción medioambiental y prevenir la degradación ecológica, ya sea del agua, suelo o del aire. Muchas personas alaban a estos activistas por trabajar sin descanso por una causa noble.
Recientemente ha tenido lugar un derramamiento de petróleo masivo cerca de la costa oeste de Corea y ha arruinado las vidas de muchas personas que dependen del mar para su sustento. La destrucción masiva de la línea costera ha sido tan grave que algunas personas se han suicidado. Estas personas dependían del mar para ganarse el pan para sus familias y educar a sus hijos, pero ahora no tienen nada de esto porque su sustento ha desaparecido. Su situación es tan desesperada que no es extraño que algunas personas hayan tomado la decisión drástica de suicidarse. Podemos ver a través de este desastre lo importante que es proteger el medio ambiente para mantener nuestra forma de sustento. Así que la protección medioambiental es una causa noble.
Sin embargo, hay otra causa más noble. Es la causa que Dios, el Creador, nos ha confiado, y es la obra más valiosa e importante de todas. En otras palabras, predicar el Evangelio de Dios es la obra más justa. Ahora estamos haciendo una obra verdaderamente justa, ya que estamos trabajando sin descanso para salvar a todo el mundo según la voluntad de Dios. Estamos predicando este Evangelio ahora porque estamos muy agradecidos al Señor por haber borrado todos nuestros pecados, y porque sabemos que el Señor ha borrado todos los pecados del mundo. ¿No es maravilloso que estemos viviendo por esta causa tan noble? Estamos tan agradecidos a Dios que no tenemos palabras para expresar nuestro agradecimiento. Al vivir así nuestros corazones están llenos del Espíritu Santo.
Pero si siguiésemos los deseos de la carne, nunca podríamos tener esta plenitud del Espíritu en nuestras vidas. A veces, sucumbimos a los deseos de nuestra carne aunque sea por poco tiempo, y nuestros corazones están al revés y nuestras vidas parecen un infierno. A veces sentimos que seguir al Señor no nos resulta beneficioso. Cuando vemos a la gente que sigue sus propios intereses, nos sentimos solos siguiendo al Señor y nos sentimos odiados y alejados de todo el mundo. ¿Por qué tenemos estos sentimientos? Porque estamos siguiendo nuestros pensamientos carnales.
En momentos como este, deben poner su mente en las cosas del Espíritu y seguir Su obra. Entonces lo que parecía un infierno se convertirá en el cielo inmediatamente. Dejen que sus mentes piensen en cosas espirituales, que recuerden que el Señor ha borrado no solo sus pecados, sino los pecados de todos el mundo, que le ha pedido que prediquen Su Evangelio a todo el mundo, que los demás también pueden recibir la remisión de los pecados cuando escuchan este Evangelio predicado por ustedes, y que la salvación depende de ustedes. Sus corazones se llenarán de gozo y alegría.
Dios utilizó Su Palabra escrita para salvarnos de todos nuestros pecados. Por tanto, la Verdad de la Palabra escrita en las Escrituras no cambiará aunque los tiempos cambien. Como las Escrituras son la Verdad, dan testimonio del Evangelio del agua y el Espíritu para siempre. Dios escribió Su Palabra para que todos los que hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu vivamos con la plenitud del Espíritu; y para que los que no han recibido la remisión de los pecados puedan conocer el Evangelio del agua y el Espíritu a través de esta Palabra de Dios.
Está en nuestros corazones el ser rectos a los ojos de Dios. Si nuestros corazones son malvados en vez de justos, cuando leemos la Biblia, vemos cosas malas. Esto se debe a que la Palabra es la verdad. Aunque muchas personas digan creer en la Palabra de Dios, las que creen aún siendo pecadoras y sin entender el Evangelio del agua y el Espíritu, solo ven las bendiciones de la carne en la Palabra, porque sus corazones siguen siendo pecadores y siguen solo los deseos de la carne. Como proclaman el nombre de Dios para satisfacer sus propios deseos, cuando leen la Biblia, Dios solo les muestra el camino para seguir los deseos carnales malvados.
Para ilustrar este concepto, consideren 3 Juan 1, 2, que dice: «Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma». Si leemos este pasaje detenidamente entenderemos que la prosperidad de nuestras almas es un requisito para todo tipo de prosperidad. Dios quiere que antes de nada nuestras almas prosperen, y después prosperemos en las demás cosas. En otras palabras, Dios nos está diciendo que debemos recibir la remisión de los pecados en primer lugar, y después seguir la justicia de Dios, quien entonces nos ayudará en todo lo que hagamos.
Sin embargo, las personas que tienen corazones malvados malinterpretan este pasaje como quieren, porque están siguiendo sus deseos carnales. Así que cuando leen 3 Juan 1, 2 están más interesados en la prosperidad material que en la prosperidad de sus almas, y por eso no prestan casi atención al hecho de que solo pueden ir al Cielo si creen en Jesús y en Su Evangelio del agua y el Espíritu. Como estas personas están solamente interesadas en enriquecerse, encontrar cura a sus enfermedades físicas, o conseguir la fama de este mundo, no pueden descubrir este verdadero Evangelio aunque lean la Biblia miles de veces. De hecho Dios es quien hace que ocurra esto.
El mismo principio se aplica a los redimidos. Si nuestros corazones son rectos ante Dios, el Espíritu Santo nos guiará. Así es como nos damos cuenta de que el Espíritu Santo nos está guiando a través de la Palabra de Dios y así es como nos sentimos obligados a seguirle. Sin embargo, si nuestros corazones no son rectos, nos convertiremos en gente carnal, y al no poder entender la Palabra de Dios, viviremos una vida muy distinta a la vida espiritual.
Todos debemos poner nuestras mentes en el Evangelio del agua y el Espíritu y seguir la obra del Espíritu. Entonces sabremos lo que es espiritual y podremos hacer cosas valiosas. Pero si sucumbimos a los pensamientos carnales y leemos la Biblia con una mente carnal, solo pensaremos en la prosperidad carnal, y si dejamos que esto ocurra, nuestras almas serán destruidas al final.
Durante este campamento de formación de discípulos he predicado esta Palabra esencial que todos deberían entender. El sermón de hoy no es diferente; he hablado sobre estas cosas porque son absolutamente indispensables. He predicado la Palabra de Dios solo porque Él me lo permite; por muchas cosas que tenga preparadas en mi sermón, si Dios no me lo permite, no puedo predicar ni una sola línea de Su Palabra. Aunque muchos cristianos leen la Biblia todos los días, los que no creen en la Palabra de Dios, y por tanto viven según sus deseos carnales, siguen siendo pecadores y no pueden entender correctamente las Escrituras.
Multitud de cristianos hoy en día siguen sin poder recibir la remisión de los pecados porque no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, es solo cuestión de tiempo que sean incapaces de predicar este verdadero Evangelio. Pero a pesar de esto, estos cristianos pecadores siguen intentando predicar la Palabra de Dios, y no lo hacen porque crean en ella, sino porque quieren satisfacer sus deseos carnales.
Pero Dios nos ha bendecido a nosotros para vivir con la plenitud del Espíritu Santo y seguir los pensamientos del Espíritu según Su Palabra. Ahora, al creer en la Palabra de Dios, todos podemos vivir con la plenitud del Espíritu todos los días. Así que debemos vivir confiando en Dios, dándole gracias por guiarnos.