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דרשות

Tema 10: El Apocalipsis

[Capítulo 21-1] La Santa Ciudad Que Desciende del Cielo (Apocalipsis 21:1-27)

La Santa Ciudad Que Desciende del Cielo(Apocalipsis 21:1-27)
«Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda. Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal. Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel; al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas. Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero. El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro. La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales. Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel. El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio; y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda; el quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisolito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisoprasa; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista. Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio. Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero».
 


Exégesis

 
Versículo 1: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.
Esta Palabra significa que nuestro Señor dará Su Cielo y Tierra Nuevos como Su regalo a los santos que han tomado parte en la primera resurrección. A partir de este momento, los santos vivirán, no en el primer cielo y tierra, sino en el nuevo, segundo cielo y tierra. Esta bendición es el regalo de Dios que Él otorgará a Sus santos. Dios dará tal bendición solo a los santos que han participado en la primera resurrección.
En otras palabras, los que van a disfrutar esta bendición son los santos que han recibido la remisión del pecado creyendo en el santo evangelio del agua y el Espíritu dado por Cristo. Nuestro Señor es el Novio de los santos. A partir de ahora todo lo que les espera a los santos es ser revestidos con la protección del Novio, las bendiciones y el poder como las novias del Cordero Prometido y vivir en gloria en Su majestuosos Reino.
 
Versículo 2: Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.
Dios ha preparado una ciudad santa para los santos. Esta Ciudad es la ciudad de la Nueva Jerusalén, el Santo Palacio de Dios. Este Palacio únicamente ésta preparado para los santos de Dios. Y esto ha sido todo planeado en Jesucristo para los santos, aún antes de que nuestro Señor Dios creará el universo. Por lo tanto, los santos no pueden evitar agradecer al Señor Dios por Su regalo de gracia y darle toda la gloria a Él con su fe.
 
Versículo 3: Y oí una gran voz del cielo que decía: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.”
A partir de ahora, los santos vivirán con el señor en el templo de Dios por siempre. Todo esto es por la gracia del señor Dios, un regalo que los santos recibirán por su fe en la Palabra de salvación del agua y el Espíritu. Por lo tanto, todos aquellos que estén vestidos en la bendición de entrar en el templo del señor y vivir con el, darán gracias y gloria al señor Dios por siempre.
 
Versículo 4: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.” 
Ahora que Dios habita con los santos, no habrá más lágrimas de tristeza, ni lamentos por la pérdida de sus amados, ni llanto ni tristeza.
Toda la tristeza del primer cielo y tierra desaparecerán de las vidas de los santos, y todo lo que les espera los santos es vivir sus vidas bendecidas y glorificadas con el Señor Dios en su Nuevo Cielo y Tierra. Nuestro Señor Dios, habiéndose convertido en el propio Dios de los santos, hará todas las cosas y todo lo que les rodea nuevo, así que no habrá más lágrimas de tristeza, ni llanto, ni muerte, ni lamento, ni enfermedad, ni nada más de lo que los haya atormentados sobre la primera tierra.
 
Versículo 5: Y el que estaba sentado en el trono dijo: “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas.” Y me dijo: “Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.” 
Ahora el Señor hará todas las cosas nuevas, y creará el cielo nuevo y una tierra nueva. Haciendo desaparecer su creación del primer cielo y de la primera tierra. Lo que este versículo nos dice no es que Dios reciclará lo viejo, sino que en vez de eso creará un universo nuevo. Así, Dios formará el Cielo y la Tierra Nuevos, y vivirá con los santos. Los santos que tomaron parte en la primera resurrección tomarán también parte de esta bendición. Esto es algo que la humanidad ni siquiera podía soñar con sus pensamientos hechos por hombres, pero es lo que Dios ha preparado para Sus santos. Por lo tanto, los santos y todas las cosas dan toda la gloria, dan gracias, honor y alabanza a Dios por este gran trabajo.
 
Versículo 6: Y me dijo: Hecho está. “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.”
Nuestro Señor ha planeado y realizado todas estas cosas, desde el mismo principio hasta el final. Todas las cosas que el Señor ha hecho. Las hizo para Él Mismo y para Sus santos. A los santos ahora se dice que son de “Cristo,” y son convertidos en el pueblo de Dios. Aquellos que han llegado a formar parte de los santos de Dios creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu, y ahora se dan cuenta que aunque dan gracias y alaban a Dios por siempre, aún así no pueden agradecerle a Él lo suficiente por el amor y las obras del Señor Dios. 
«Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida». En el Cielo y la Tierra Nuevos, nuestro Señor ha dado el agua de la vida a los santos. Este es el más grande regalo de todos los que Dios ha concedido a los santos. Ahora los santos están para vivir por siempre en el Cielo y la Tierra Nuevos y beberán de la fuente del agua de vida, de la cual no volverán a tener sed jamás por toda la eternidad. En otras palabras, los santos ahora se han convertido en hijos de Dios que tendrán vida eterna, igual que nuestro Señor Dios, y vivirán en Su gloria. Yo doy gracias y gloria a nuestro Señor Dios una vez más por darnos esta grande bendición. ¡Aleluya! 
 
Versículo 7: “El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.”
“El que venciere” esto se refiere a aquellos que han defendido su fe dada por el Señor. Esta fe permite a todos los santos vencer al mundo y a los enemigos de Dios. Nuestra fe en el Señor Dios y en el verdadero amor del evangelio del agua y el Espíritu dada por Él es lo que nos da la victoria sobre todos los pecados del mundo, sobre el juicio de Dios, sobre nuestros enemigos, sobre nuestras propias debilidades, y sobre la persecución del Anticristo.
Yo doy gracias y Gloria a nuestro Señor Dios por darnos la victoria sobre todo. Los santos que creen en el Señor Dios vencen totalmente al Anticristo con su fe. Para cada uno de los santos, nuestro Señor Dios ha dado esta fe con la cual todos podemos triunfar en la lucha contra sus enemigos.
Ahora Dios ha permitido a los santos, que así han vencido al mundo y al Anticristo con su fe, para heredar Su Cielo y Tierra Nuevos. Nuestro Señor ha dado la fe de la victoria a Sus santos para que puedan heredar Su Reino. Debido a que Dios nos ha dado la fe que triunfa sobre el Anticristo, Dios ahora se ha convertido en nuestro Dios, y hemos llegado a ser Sus hijos. Yo doy gracias y alabo a nuestro Señor Dios por darnos esta fe de victoria sobre todos nuestros enemigos.
 
Versículo 8: “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.”
En Su esencia, nuestro Señor es el Dios de la verdad y el Dios del amor. Entonces, ¿quién es esta gente que fundamentalmente es cobarde ante Dios? Estos son los que han nacido del pecado original y que no se han limpiado de todos sus propios pecados con la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu dada por el Señor. Debido a que en su esencia alaban a los malvados más que a Dios, claramente se han convertido en siervos de Satanás. Se debe a que alaban la maldad ante el Señor Dios, y debido a que aman y siguen las tinieblas más que a la luz, y no pueden ser sino solo cobardes ante el Señor Dios. 
Dios en Su esencia es la luz. Por lo tanto es un acto establecido que esta gente que por sí mismos son tinieblas mismas temerán a Dios. Mientras las almas de aquellos que pertenecen a Satanás aman las tinieblas, son cobardes ante Dios quién en Sí Mismo es la luz. Es por eso que deben llevar su maldad y su debilidad a Dios, y recibir la remisión de sus pecados de Él.
Esos “incrédulos,” cuyos corazones fundamentalmente no creen en el amor de nuestro Señor Dios y en Su evangelio del agua y el Espíritu, son Sus enemigos y los mayores pecadores ante Dios. Sus almas pertenecen a lo abominable, y ellos se oponen a Dios, aman y cometen todo pecado, siguen señales falsas, adoran toda clase de ídolos, y hablan toda clase de mentiras. Así, por el justo juicio de Dios todos ellos serán arrojados en el lago que arde con fuego y azufre. Este es su castigo de la segunda muerte.
Dios no ha concedido Su Cielo y Tierra Nuevos a esta gente que es cobarde ante Él, que no cree en Su evangelio la Palabra del agua y el Espíritu, y quiénes, habiéndose convertido en siervos de Satanás, son abominables. En vez de eso, nuestro Señor solo les ha concedido Su castigo eterno, arrojando a todos ellos (incluyendo los asesinos, los sexualmente inmorales, los hechiceros, los idolatras y todos los mentirosos) el lago de fuego y azufre. El infierno, que Dios así les ha dado, es su segunda muerte.
 
Versículo 9: Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: “Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero.”
Uno de los ángeles que trajo una de las plagas de los siete tazones dijo a Juan: «Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero». Aquí, “la esposa del Cordero” se refiere a aquellos que se han convertido en novias de Jesucristo creyendo con sus corazones en el evangelio del agua y el Espíritu dado por Él.
 
Versículos 10-11: Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal.
«La gran ciudad santa de Jerusalén» se refiere a la Santa Ciudad en donde los santos van a vivir con su Novio. Esta ciudad que Juan vio ciertamente era hermosa y fantástica. Era majestuosa en tamaño, adornada con piedras preciosas por dentro y por fuera, limpia y clara. El ángel le mostró a Juan el lugar donde las novias de Jesucristo vivirán con su Novio. Esta Santa Ciudad de Jerusalén que desciende del Cielo es el regalo de Dios y Él la dará a la esposa del Cordero.
La Ciudad de Jerusalén resplandece y su luz es como una joya preciosa, como jaspe, clara como el cristal. Por lo tanto, a todos aquellos que viven en ella, la gloria de Dios esta con ellos por siempre. El Reino de Dios es de luz, y de esta manera solo aquellos que han sido limpiados de todas sus tinieblas, debilidades y pecados pueden entrar a esta Santa Ciudad, tenemos que aprender, conocer y creer en la Palabra verdadera del evangelio del agua y el Espíritu que nuestro Señor nos ha dado.
 
Versículo 12: Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel;
Las puertas de esta Ciudad estaban custodiadas por doce ángeles, y sobre ellas estaban escritos los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel. La Ciudad tenía “un muro grande y alto,” que nos dice que el camino para entrar a esta Santa Ciudad es muy difícil. En otras palabras, el ser salvo de todos nuestros pecados ante Dios es imposible con el esfuerzo humano o con las cosas materiales del mundo de la creación de Dios.
Para ser liberado de todos nuestros pecados y entrar en la Santa Ciudad de Dios, es absolutamente necesario que tengamos la misma fe que los doce discípulos de Jesús, la fe que cree en la verdad del evangelio del agua y el Espíritu. De tal manera que nadie que no tenga esta fe en el evangelio del agua y el Espíritu podrá jamás entrar en esta Santa Ciudad. Es por eso que los doce ángeles designados por el Señor Dios cuidan sus puertas.
Por otro lado, la frase, “y nombres inscritos,” nos dice que los dueños de esta Ciudad ya han sido elegidos. Sus dueños no son ni mas ni menos que Dios Mismo y Su pueblo, ya que la Ciudad pertenece a la gente de Dios quiénes ahora se han convertido en Sus hijos.
 
Versículo 13: al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas.
Tres puertas fueron colocadas en el Este de la Ciudad, en el Norte, el Sur y en el Oeste también se colocaron tres puertas en cada lado. Esto nos muestra que solo aquellos que han recibido la remisión del pecado creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu con sus corazones pueden entrar a esta Ciudad.
 
Versículo 14: Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero. 
Grandes rocas son usadas como cimientos de edificios o construcciones. La palabra ‘roca’ es usada en la Biblia para referirse a la fe en nuestro Señor Dios. Este versículo nos dice que para entrar en la Santa Ciudad del Señor Dios, debemos tener la fe que Él ha dado a la humanidad, la fe que cree en Su perfecta redención de todos nuestros pecados. La fe de los santos es más preciosa que las hermosas joyas de la Santa Ciudad. Este versículo nos dice aquí que le muro de la Ciudad fue construido sobre 12 cimientos, y sobre ellos estaban escritos los nombres de los doce apóstoles del Cordero. Esto nos dice que la Ciudad de Dios es permitida a aquellos que tienen la misma fe que tenían los doce apóstoles de Jesucristo.
 
Versículo 15: El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro.
Esta Palabra significa que para entrar en la Ciudad construida por Dios, uno debe tener la clase de fe que es aprobada por Él, la clase de fe que le traerá a él /ella la remisión del pecado. Dice aquí que el ángel que habló a Juan tenía una caña de oro para medir la Ciudad. Esto significa que debemos creer que nuestro Señor nos ha dado todas estas bendiciones dentro del evangelio del agua y el Espíritu. Como «la fe la certeza de lo que se espera» (Hebreos 11:1), Dios ciertamente nos ha dado la Santa Ciudad y el Cielo y la Tierra Nuevos, cosas que son más grandes de lo que esperamos..
 
Versículo 16: La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales.
La Ciudad fue fundada en forma de cuadro, con su largo, ancho y altura midiendo lo mismo. Esto nos dice que todos debemos tener la fe de nacer de nuevo como pueblo de Dios creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu. De hecho, nuestro Señor no permitirá que nadie que no tenga esta fe exacta en el evangelio del agua y el Espíritu entrar en el Reino de Dios.
Existe mucha gente que tiene esta vaga noción de que ellos entrarán en la Santa Ciudad solo siendo Cristianos, aún si ellos tienen pecado. Pero nuestro Señor ha dado la salvación del pecado y el Espíritu Santo, y ha convertido en Su pueblo solo a aquellos que creen en la verdad de que Él los ha perdonado de todos sus pecados a través de Su bautismo sobre esta tierra y Su sangre sobre la Cruz. Esta es la fe que nuestro Señor demanda de nosotros.
 
Versículo 17: Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel.
El significado bíblico del número cuatro es sufrimiento. La fe que el Señor demanda de nosotros no es algo que cualquiera pueda tener, pero esta fe puede obtenerse solo por aquellos que acepten la Palabra de Dios, aún si no pueden entenderla totalmente con sus propios pensamientos. Como Cristiano, es imposible entrar en la Santa Ciudad de Dios solo creyendo en la Cruz de Jesús y que el Señor es Dios y Salvador. ¿Sabes lo que el Señor quiso decir cuando Él dijo en Juan 3:5: «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios»? ¿Conoces el significado de que nuestro Señor vino a la tierra, siendo bautizado por Juan, cargando los pecados del mundo a la Cruz, y derramando Su sangre sobre ella? Si puedes contestar esta pregunta, entenderás de lo que estoy hablando aquí.
 
Versículo 18: El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio;
Este versículo nos dice que la fe que nos permite entrar en la Santa Ciudad es pura y para nada tiene nada del mundo en ella.
 
Versículos 19-20: Y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda; el quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisolito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisoprasa; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista.
Los cimientos del muro de la Ciudad estaban adornados con toda clase de piedras preciosas. Esta Palabra nos dice que podemos ser alimentados de diferentes aspectos de la fe de la Palabra de nuestro Señor. Y estas piedras preciosas nos muestran las clases de bendiciones que nuestro Señor dará a Sus santos.
 
Versículo 21: Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio.
La perla implica ‘la Verdad’ en la Biblia (Mateo 13:46). Un verdadero buscador de la verdad con gusto abandonará todos sus posesiones para tener la verdad que le da a él / ella la vida eterna. Este versículo nos dice que los santos que entrarán a la Santa Ciudad necesitan tener mucha paciencia mientras estén en esta tierra, permaneciendo firmes y anclados en el centro de su fe en la verdad. En otras palabras, aquellos que creen en la Palabra de verdad hablada por el Señor Dios necesitan tener gran perseverancia para defender su fe.
 
Versículo 22-23: Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.
Este pasaje significa que todos los santos serán recibidos en los brazos de Jesucristo, Rey de reyes. Y la Santa Ciudad de Jerusalén no tienen necesidad de la luz del sol o de la luna, ya que Jesucristo, la luz del mundo, la iluminará.
 
Versículo 24: Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.
Este pasaje nos dice que la gente que vivió en el Reino del Milenio ahora entrará en el Cielo y la Tierra Nuevos. «Los reyes de la tierra» se refiere a los santos que habían estado viviendo en el Reino del Milenio. Estos reyes de la tierra, continua el versículo, estos “traerán su gloria y honor a ella.” Esto nos dice que los santos que ya habían estado viviendo en sus cuerpos glorificados ahora se moverán del Reino del Milenio al Reino de la tierra y el Cielo Nuevos recién creados por Dios.
Como tal, solo aquellos que nacieron de nuevo creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu mientras estaban en esta tierra, y así fueron raptados para vivir en el Reino de Cristo durante mil años, podrán entrar en la Santa Ciudad de Jerusalén.
 
Versículo 25: Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. 
Debido a que el cielo y la Tierra Nuevos, donde está localizada la Santa Ciudad, ya esta cubierta por la santa luz, no puede haber noche ahí, ni ningún malvado.
 
Versículo 26: Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella.
Esto nos dice que a través del increíble poder del Señor Dios, aquellos que han estado viviendo en el Reino de Cristo durante mil años ahora están calificados para moverse al Reino del Cielo y la Tierra nuevos, el Reino donde ésta la Santa Ciudad.
 
Versículo 27: No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.
Entra ambos por igual Cristianos y no Cristianos de este mundo, todos aquellos que no conocen la verdad del evangelio del agua y el Espíritu son deshonrosos, abominables y mentirosos. Por lo tanto, no pueden entrar en la Santa Ciudad.
La Palabra de Dios aquí nos permite confirmar cuan grande es el poder del evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado en la tierra. Aunque el evangelio del agua y el Espíritu ha sido predicado a mucha gente sobre esta tierra, hubo tiempos en que este evangelio era ignorado y despreciado aún por los que se dicen Cristianos. Pero solo la fe en el evangelio del agua y el Espíritu dada por el Señor es la llave al Cielo.
Mucha gente aún permanece ignorante de esta verdad, pero tu debes saber que cualquiera que se de cuenta y crea que con el evangelio del agua y el Espíritu el Señor le ha dado a él / ella las llaves del Cielo y la remisión del pecado, tendrá su nombre escrito en el Libro de la Vida.
Si tú aceptas y crees en la verdad del evangelio del agua y el Espíritu, serás revestido con la bendición de entrar en la Santa Ciudad.
 
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