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Tema 21: Evangelio de Marcos

[Capítulo 7-4] Admitan su naturaleza fundamentalmente pecadora y pidan a Dios Su gracia de salvación (Marcos 7, 18-37)

Admitan su naturaleza fundamentalmente pecadora y pidan a Dios Su gracia de salvación(Marcos 7, 18-37)
«El les dijo: ¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar, porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos. Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre. Levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, no quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse. Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, luego que oyó de él, vino y se postró a sus pies. La mujer era griega, y sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio. Pero Jesús le dijo: Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos. Respondió ella y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos. Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija. Y cuando llegó ella a su casa, halló que el demonio había salido, y a la hija acostada en la cama. Volviendo a salir de la región de Tiro, vino por Sidón al mar de Galilea, pasando por la región de Decápolis. Y le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le pusiera la mano encima. Y tomándole aparte de la gente, metió los dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua; y levantando los ojos al cielo, gimió, y le dijo: Efata, es decir: Sé abierto. Al momento fueron abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien. Y les mandó que no lo dijesen a nadie; pero cuanto más les mandaba, tanto más y más lo divulgaban. Y en gran manera se maravillaban, diciendo: bien lo ha hecho todo; hace a los sordos oír, y a los mudos hablar».
 
 
Como hemos leído en el pasaje de las Escrituras de hoy, cierta mujer gentil tenía una hija que estaba poseída por un espíritu impuro. Así que esta mujer gentil fue a buscar a Jesús y le pidió que expulsara el demonio que había poseído a su hija. Pero lo que Jesús le dijo la dejó sorprendida. Le habló con tanta dureza que cuando pensamos en esto según nuestros criterios humanos, nos preguntamos cómo pudo decir tal cosa Jesús, pero si pensamos en esto con cuidado vemos que lo que Jesús dijo era lo adecuado. Aunque parece imposible entender lo que Jesús le dijo a la mujer desde un punto de vista humano, hay una lección importante que Jesús nos está intentando enseñar en el pasaje de las Escrituras de hoy. 
Pasemos a Marcos 7, 27 de nuevo: «Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos». ¿Qué le dijo Jesús a la mujer en este versículo? Le dijo que no está bien quitarles el pan a los hijos y dárselo a los perros. Esto es lo que Jesús le dijo a la mujer sirofenicia. Esta mujer había ido a Jesús para pedirle ayuda porque su hija estaba poseída: «Señor, mi hija está poseída. Por favor, expulsa el demonio que tiene. Por favor, libra a mi hija del espíritu malvado». Pero Jesús le dijo a la mujer: «Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos». Estas palabras son duras ya que implican que la mujer no era mejor que un perro. Incluso podemos llegar a preguntarnos cómo pudo Jesús decirle esto. 
Pero había una razón por la que Jesús le dijo esto a la mujer. El pueblo de Israel solía referirse a los gentiles como perros. Cuando se encontraban con algún gentil, pensaban que eran como perros. Incluso hoy en día hay muchos judíos que piensan así. Este prejuicio está muy metido en las mentes de los israelitas porque piensan que son mejores que las demás naciones por ser la nación escogida por Dios. 
Pero esto no es lo que Jesús tenía en mente cuando le dijo a la mujer: «Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos». En realidad tenía un don para ella. 
 
 

La razón por la que Jesús fue tan duro con la mujer sirofenicia

 
La razón por la que Jesús le habló así a la mujer sirofenicia, como si fuera un perro, es que Jesús quería ver cómo era el corazón de esta mujer. En otras palabras, Jesús insultó a la mujer para que pudiese encontrar la gracia de Dios. La mujer se dio cuenta que ser tratada como un perro valía la pena si así recibía la gracia de Dios. Aquí nuestro Señor nos está enseñando que podemos recibir la gracia de Dios solo si nuestros corazones son humildes como el de esta mujer. 
El Señor nos está diciendo que si de verdad queremos recibir ayuda de Dios y la salvación que nos está ofreciendo, debemos tener un corazón humilde. Dicho de otra manera, solo si rebajamos nuestros corazones como esta mujer podemos vestirnos de la gracia de salvación de Dios. Esta es la lección que el Señor nos está intentando enseñar en el pasaje de las Escrituras de hoy, y todos nosotros debemos entenderlo. 
¿Qué hubiese pasado si la mujer sirofenicia hubiese ido a Jesús con un corazón arrogante? ¿Qué hubiese pasado si le hubiese dicho a Jesús con una actitud arrogante: «Jesús, mi hija está poseída por un demonio y me gustaría que la curases»? Si la mujer se hubiese acercado a Jesús con arrogancia sin darse cuenta de su propia naturaleza, y si no hubiese tenido sinceridad en su corazón cuando le pidió ayuda a Dios, la mujer no hubiese encontrado la gracia de salvación. 
Si hay alguien entre ustedes que todavía no ha recibido la remisión de los pecados, deben tener una disposición humilde como la mujer del pasaje de las Escrituras de hoy. Entonces todos pueden ser benditos para recibir la remisión de los pecados, siempre y cuando sus corazones busquen la gracia de Dios y estén dispuestos a decirle: «No me importa cómo me trates. Por favor, sálvame». Si no le piden a Dios Su gracia de todo corazón, no podrán recibir el Evangelio del agua y el Espíritu, el verdadero Evangelio de salvación. En cuanto a la salvación, todo lo que Dios dice es cierto, aunque diga que son perros o cosas peores. Así que lo que necesitan es un corazón humilde para pedirle a Dios que les dé su gracia maravillosa. En otras palabras, deben desear ser salvados de todos sus pecados desde lo más profundo de su corazón. 
Esta mujer sirofenicia en el pasaje de las Escrituras de hoy tenía un corazón humilde y por eso nuestro Señor no pudo evitar contestar su pregunta. Nuestro Señor estaba contento por ver la disposición de su corazón. Su actitud era correcta, porque le estaba pidiendo su gracia con toda sinceridad y aceptando todas Sus Palabras aunque esto implicase que no era mejor que un perro. 
Pensemos en términos simples lo que la mujer sirofenicia le dijo a Jesús. Su respuesta fue la siguiente: «Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos» (Marcos 7, 28). Dicho de otra manera: «Señor, tienes razón. Soy un perro espiritualmente. Pero aún los perros comen las migas que los dueños les echan». Esta mujer sirofenicia fue aprobada porque su corazón era puro, porque se presentó ante Jesús y le pidió su gracia. Entonces llegó la Palabra de gracia de Jesús: «Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija» (Marcos 7, 29). Al oír esto la mujer volvió a casa y cuando llegó: «Halló que el demonio había salido, y a la hija acostada en la cama» (Marcos 7, 30). El demonio había sido expulsado como ella se lo había pedido a Jesús. 
Mis queridos hermanos, la Palabra de Dios escrita en el pasaje de las Escrituras de hoy nos enseña la actitud que debemos tener para encontrar la gracia de Dios. Todo corazón que desee recibir la gracia de Dios debe ser así. El pasaje de las Escrituras de hoy nos enseña que debemos admitir nuestra verdadera naturaleza. 
Hablando espiritualmente, decir que un pecador es como un perro es una expresión moderada. Cuando la gente acude a Jesús, le presenta todos sus pecados. Y como todo el mundo es un pecador a los ojos de Jesús, les dice a todos: «Sois perros». Por eso Jesús le dijo a la mujer en el pasaje de las Escrituras de hoy: «Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos» (Marcos 7, 27). ¿Cuál fue la respuesta de la mujer? Dijo: «Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos» (Marcos 7, 28). Cuando Jesús le dijo a la mujer: «¿Por qué me pides gracia si eres pecadora?», estaba dispuesta a decir: «Señor, soy una pecadora, y si no me das tu gracia, iré al infierno». Así es como esta mujer encontró la gracia de Dios. El pasaje de las Escrituras contiene una lección muy importante, que somos pecadores y si no somos humildes como la mujer del pasaje de hoy no podremos encontrar la gracia de Dios ni la salvación. 
El deseo de nuestro Señor está revelado en el pasaje de las Escrituras de hoy, que nos promete que Dios nos dará su gracia a los que admitamos que somos pecadores ante el Señor y le pidamos su gracia. Sin embargo, si somos arrogantes y egoístas y no admitimos nuestra naturaleza ante Dios ni le pedimos su gracia, no podremos recibirla. Este es el deseo de nuestro Señor revelado en el pasaje de las Escrituras de hoy. 
Si nuestro Señor nos hubiese llamado perros antes de nacer de nuevo, ¿lo hubiéramos admitido? Los ignorantes son los que se ofenden fácilmente cuando se exponen sus faltas, y de la misma manera los pecadores se enojan cuando se les llama pecadores. La mayoría sufre de un complejo de inferioridad y por eso no soportarían que les llamasen perros, y solo unos pocos serían capaces de admitir lo que son de verdad. Mis queridos hermanos, nuestro Señor quiere darle su gracia a toda nación y toda tribu. ¿Qué debemos hacer entonces? Todos debemos admitir cómo somos ante Dios y pedirle que nos dé su gracia. El pasaje de las Escrituras de hoy nos muestra claramente que solo así podemos recibir su gracia. 
A los ojos de Dios lo que importa es la disposición de nuestros corazones. Por supuesto, nuestras acciones también son importantes, pero son secundarias. Lo que importa es la disposición de nuestros corazones, porque podemos cambiar nuestras acciones según los deseos del corazón. Lo que de verdad importa es conocernos a nosotros mismos y pedirle a Dios que nos dé su gracia desde lo más profundo de nuestros corazones porque solo así podemos vestirnos de esta gracia. 
 
 

Antes de recibir la remisión de los pecados al escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu y creer en él deben distanciarse de los falsos profetas

 
Ahora debemos pasar al segundo suceso escrito en el pasaje de las Escrituras de hoy. Está escrito en Marcos 7, 32: «Y le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le pusiera la mano encima». Está escrito aquí que le llevaron a un sordo y tartamudo y le rogaron que le sanase. Aquí debemos prestar atención al hecho de que Jesús sanó a este hombre sacándolo de entre la multitud. 
¿Por qué sacó Jesús al hombre sordo de la multitud y le sanó lejos de toda la gente en vez de curarlo delante de todos? Esto implica que si de verdad quieren recibir la salvación de nuestro Señor, obtener la remisión de sus pecados y encontrar su gracia, deben alejarse de los falsos profetas. En otras palabras, nadie debe estar con los falsos profetas cuando nuestro Señor le ofrece la salvación. Si están de lado de los falsos profetas, aunque el Señor les ofrezca su salvación, no podrán darse cuenta de este Evangelio del agua y el Espíritu ni creerán en él, y por tanto no podrán recibir la gracia de salvación tampoco. 
Hay muchos casos en la Biblia en los que se muestra que cuando Jesús estaba en este mundo tomaba a la gente con discapacidades, como los ciegos o sordos, los llevaba a un lugar separado y los sanaba. Esto implica que si están de lado de los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, no podrán recibir la salvación de Dios por mucho que lo intenten. Esto se debe a que los que no creen impedirán que tengan la fe correcta. Todo el que quiere ser salvado de todos sus pecados debe separarse de los falsos profetas y así podrán recibir la gracia del Señor. Esto es lo que nuestro Señor nos está enseñando. 
Volvamos al pasaje de las Escrituras de hoy. Está escrito que nuestro Señor escupió cuando sanó al hombre sordo y tartamudo. ¿Dónde escupió el Señor? Cuando leemos el pasaje detenidamente vemos que Jesús puso las manos en el oído del hombre sordo, escupió en su mano y después le tocó la lengua. 
Hay otros sucesos en los Evangelios dónde Jesús escupió en sus manos para sanar a los enfermos. Por ejemplo, Juan 9 describe cómo Jesús abrió los ojos de un ciego escupiendo en el suelo, haciendo arcilla con la saliva y poniendo la arcilla en los ojos del hombre ciego. Normalmente escupir tiene connotaciones negativas. En muchas culturas escupir a alguien muestra odio. Es una de las peores formas de insultar que muestra lo vil y sucia que puede ser una persona. En Corea, algunas personas escupen cuando ven algo o a alguien que les da asco. Quizás Jesús escupiese porque le daba asco ver los pecados de esta gente, pero aún así la Biblia nos muestra claramente que no era inusual verle escupir y poner su saliva en la lengua, oído u ojos de los enfermos. 
Mirando hacia el Cielo, nuestro Señor suspiró y le dijo al hombre sordo: «Efata» (Marcos 7, 34). La palabra Efata es la forma imperativa de abrir. Por favor, vean aquí que el Señor suspiró antes de decirlo. Suspiró porque sintió pena, porque se lamentaba al ver que el hombre sordo estaba destinado a ser destruido, ya que todo el mundo tiene pecados y debe ser arrojado al infierno para siempre. Pero ¿qué ocurrió después de que Jesús hiciese todo esto, es decir, después de poner los dedos en los oídos del hombre, escupir y tocar su lengua, mirar al Cielo, suspirar y decirle Efata? La Biblia dice que «Al momento fueron abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien» (Marcos 7, 35). 
 
 

Aquí podemos ver el deseo del Señor por todos nosotros

 
¿Cuál es el deseo del Señor para todos nosotros? Podemos ver que quiere darnos su gracia a todos los que reconocemos que estamos destinados a ser malditos y ser arrojados al infierno con el Diablo, a los que pedimos humildemente que nos dé su gracia de salvación sin importar cómo nos trate, y a los que anhelamos que nos cure. 
Nuestro Señor nos ha redimido de todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu y ha resuelto todos nuestros problemas, pero antes de esto nos hizo separarnos de los falsos profetas. El Señor no obró en las vidas de los que no creen en la gracia de Dios. Dios quiere darnos su gracia a los que nos separamos de los falsos profetas. Aunque no seamos sinceros acerca de nuestro estado de pecadores, el Señor quiere que primero nos separemos de ellos. Esto significa que debemos reconocer nuestras debilidades, pero también la falacia de la fe de los falsos profetas. Nuestro Señor nos da su salvación a los que reconocen sus pecados y reconocen que el Señor está ofreciéndoles la gracia de salvación del agua y el Espíritu. Todos nosotros debemos entender este deseo del Señor. Él dijo claramente que solo da su gracia a las personas que son así de humildes. 
En el pasaje de las Escrituras, aunque el Señor escupió en el hombre sordo y trató a la mujer sirofenicia como un perro, ambas personas encontraron la gracia del Señor porque ambas deseaban recibirla de todo corazón. Debemos entender aquí que Dios mira el centro del corazón de las personas y les da su gracia cuando son humildes. Debemos darnos cuenta de que Dios les da su gracia a los que reconocen la Palabra del Señor completamente diga lo que diga. Y debemos darnos cuenta de que Dios da su gracia a los que se distancian de los falsos profetas. Esto es absolutamente necesario para nacer de nuevo. 
Dios le da su gracia a los que aceptan humildemente toda la Palabra de Dios, aunque les llame perros, y a los que reconocen que solo Dios es verdadero y que todo lo que dice es cierto. Los que tienen este corazón sincero encuentran la gracia de Dios. Debemos entender esta Verdad y creer en ella. Todo el mundo que tiene la gracia del Señor tiene un corazón humilde. Nadie puede encontrarla si no tiene un corazón humilde. Después de todo, ¿cómo puede una persona tener la gracia del Señor si no está preparada para recibirla? 
Antes que escuchásemos y creyésemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, no admitíamos que éramos perros. Pero, para ser salvados, primero debemos admitir nuestros pecados diciendo: «Soy como un animal. No soy más que un perro maldito por Dios para ser arrojado al infierno». Si no admiten sus pecados no pueden ser salvados. Cuando miramos a los que han sido salvados por el Señor, la característica común es que todos admiten sus pecados y reconocen toda la Palabra de Dios con obediencia diciendo: «Sí, Señor, tienes razón; soy quien dices que soy». Dios les da su gracia a estas personas. 
¿Por qué hay tantas personas que siguen sin ser salvadas de sus pecados? Porque no han admitido que son como perros, que están malditas por Dios y que van a ser arrojadas al infierno, y que son seres sin ningún valor que merecen que les escupan. Todas estas personas siguen sin ser salvadas porque no admiten la Palabra de Dios. 
Por tanto, cuando predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos arar los campos de nuestros corazones bien. Antes de predicar este Evangelio verdadero por fe, debemos despertarles de su estado pecador y enseñarles que necesitan la salvación diciéndoles que son como perros, pero que aún así el Señor les está ofreciendo la salvación a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Este es un requisito completamente necesario para predicar el Evangelio. Antes de predicarlo primero debemos enseñar a las personas que son pecadores ante Dios y exponer su estado de pecadores. Esto es lo que significa arar los corazones. 
Cuando un agricultor planta una semilla en un campo, primero prepara el terreno arándolo y mezclando fertilizantes. Después planta la semilla en este campo cultivado y cubre la semilla con tierra; y entonces riega la tierra para que la semilla dé fruto. Cuando se trata de guiar a los pecadores a la salvación, es absolutamente indispensable arar los campos de sus corazones bien. Debemos enseñarles que son pecadores sucios que no son más que perros a los ojos de Dios, destinados a ser malditos y arrojados al infierno con odio. 
Mis queridos hermanos, nuestro Señor es perfecto en todos los sentidos, incluso en su integridad como Hombre. ¿Cómo pudo hablarle así a la mujer sirofenicia cuando le pidió su gracia? Esta mujer estaba pidiéndole la gracia de Dios para su hija y no para ella misma. ¿Cómo pudo entonces Jesús insultar el carácter de esta mujer y decirle: «Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos» (Marcos 7, 27)?
Debemos darnos cuenta de lo que motivó al Señor a decir estas cosas. No era su intención insultar el carácter de la mujer y ridiculizarla. ¿Por qué dijo esto el Señor entonces? Para salvar a la mujer y exponer su estado de pecadora, y después darle su gracia y bendiciones y así resolver todos sus pecados. 
Mis queridos santos, Jesús no siempre decía cosas amables. Así que es muy importante entender las intenciones de Dios escondidas en su Palabra. Cuanto más entendamos el deseo de Dios, más fácil es vivir con fe. Entonces debemos seguir toda su Palabra por fe. 
Sin embargo, si no entendemos el deseo de Dios, es muy difícil vivir con fe. Por tanto, es imperativo entender la voluntad de Jesucristo en la Biblia y creer en ella. Así que todos debemos creer en toda la Palabra que Jesucristo nos ha dado y seguirle por fe.