(Lucas 1, 57-80)
«Cuando a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, dio a luz un hijo. Y cuando oyeron los vecinos y los parientes que Dios había engrandecido para con ella su misericordia, se regocijaron con ella. Aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías; pero respondiendo su madre, dijo: No; se llamará Juan. Le dijeron: ¿Por qué? No hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre. Entonces preguntaron por señas a su padre, cómo le quería llamar. Y pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron. Al momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios. Y se llenaron de temor todos sus vecinos; y en todas las montañas de Judea se divulgaron todas estas cosas. Y todos los que las oían las guardaban en su corazón, diciendo: ¿Quién, pues, será este niño? Y la mano del Señor estaba con él. Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo: Bendito el Señor Dios de Israel, Que ha visitado y redimido a su pueblo, Y nos levantó un poderoso Salvador En la casa de David su siervo, Como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio; Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron; Para hacer misericordia con nuestros padres, Y acordarse de su santo pacto; Del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, Que nos había de conceder Que, librados de nuestros enemigos, Sin temor le serviríamos En santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días. Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; Porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos; Para dar conocimiento de salvación a su pueblo, Para perdón de sus pecados, Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, Con que nos visitó desde lo alto la aurora, Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; Para encaminar nuestros pies por camino de paz. Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel».
Mis queridos hermanos, ni siquiera podemos reconocer el cambio de estación porque nuestros corazones están ocupados haciendo la obra de Dios. Sin embargo, las hojas ya se han caído, la estación ha cambiado y la Navidad está cerca. Esto me hace pensar en la letra de un villancico titulado: «Ocurrió en una noche clara».
Este villancico dice: «Paz en la Tierra, hombres de buena voluntad. Desde los cielos llegó el Rey de la misericordia. El mundo estaba en silencio para escuchar a los ángeles cantar».
Hemos dedicado el 25 de diciembre de cada año como el día en el que el Señor vino al mundo y conmemoramos este día, lo observamos, lo celebramos y le damos gloria a Dios. El mundo entero está ocupado poniendo los árboles de Navidad para celebrar el nacimiento del Señor. Nuestra Iglesia ha preparado ramos de flores para la Navidad. Por tanto, mi corazón se siente lleno de alegría y de paz. En esta Navidad nuestros corazones se llenan de paz y tranquilidad. Parece que todo el mundo está en silencio en estos días de fiesta, el día en que el Señor vino al mundo como Rey de reyes para salvarnos de los pecados del mundo
Hemos tenido mucho trabajo este año, pero debemos estar agradecidos a Dios por muchas cosas. De la misma manera, recuerdo muchos momentos en los que hemos sido insuficientes ante Dios. Le doy gracias al Señor por hacer la obra justa de venir a salvarnos de todos los pecados del mundo.
Todos los que trabajan en nuestro ministerio y nuestros hermanos y hermanas han trabajado mucho este año. Hemos trabajado todo el año. Hemos trabajado para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Mientras hacíamos diferentes servicios, a veces vimos cómo las flores de ese trabajo florecieron, y otras veces preparamos las flores del Evangelio para que florezcan en el futuro. Espero ver más fruto del Evangelio el año que viene.
La Iglesias del mundo suelen realizar un servicio de cierre del calendario eclesiástico en la Navidad, pero nosotros, los obreros de la Iglesia de Dios, no lo hacemos porque tenemos que hacer la obra de Dios sin cesar en cada estación. Este año ya casi se ha terminado. En una semana el año se habrá terminado y el año nuevo comenzará. Después de hablar de cómo predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo, decidimos predicarlo mediante libros impresos y libros electrónicos por Internet. Tomamos esta decisión a principios de año y parece que fuese ayer cuando empezamos a trabajar para este fin. Pero con la ayuda de Dios hemos predicado el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Así que hemos estado muy ocupados predicándolo. Hemos predicado el Evangelio a través de nuestro ministerio literario y de la misión por Internet en circunstancias difíciles hasta ahora. Nos hemos apresurado para cumplir nuestras metas sin parar ni un momento y sin pensar en nosotros mismos.
Pero con la excusa de estar tan ocupados, me preocupa haber vivido demasiado deprisa. Los hermanos, hermanas y los obreros del ministerio en la Iglesia por todo el país han vivido muy apresurados. Siento como si el tiempo volase tan rápido como una flecha. Todo pasa muy rápido. Pero aún así le doy gracias al Señor por permitirme servir Su justicia de esta manera. De la misma manera en que el ángel Gabriel recibió la misión de Dios, se le pareció a María, y le dijo que era una mujer bendita, la gente que recibe la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y va al Reino del Señor está bendita. Somos personas benditas como los personajes justos de la Biblia, incluyendo María, Zacarías e Isabel. Le doy gracias a Dios una vez más.
Dios planeó nuestra salvación
He leído Lucas 1, 57-80. La mujer de Zacarías era una mujer anciana llamada Isabel, y está escrito que Dios hizo que concibiese. Cuando Zacarías estaba en el santuario del Templo en la hora del incienso, el ángel Gabriel se le apareció y le comunicó la voluntad de Dios. Le dijo: «Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan».
Desde entonces, la mujer de esta mujer anciana, Isabel, empezó a hincharse y dio a luz a un hijo. Isabel era descendiente de Aarón y tuvo un hijo a una edad avanzada. En otras palabras, tuvo un hijo que continuaría el linaje de los Sumos Sacerdotes. Por tanto, sus parientes y vecinos se reunieron y dieron gracias porque Dios le había mostrado misericordia a Isabel. Ella también se regocijó porque Dios le había dado un hijo.
Pero por otro lado, si pensamos en este suceso desde un punto de vista carnal, habría sido muy embarazoso para Isabel tener un hijo a su edad. Pero como Zacarías e Isabel no tenían hijos, se regocijaron. Toda la comunidad se regocijó al escuchar las noticias. Así que este suceso se convirtió en una gran fiesta para toda la comunidad. Dios había respondido sus plegarias. Así que todos se regocijaron juntos.
Los israelitas circuncidaban a los varones al octavo día después de nacer. Desde un punto de vista carnal moderno, parece un tanto cruel. Seguramente era muy doloroso. Los bebés no pueden hablar y por tanto expresan sus sentimientos llorando. ¿No creen que la circuncisión sería dolorosa? Aún así los israelitas tenían que circuncidarse porque Dios había hecho un pacto con los antecesores de la fe. Por tanto, esta pareja también circuncidó a su hijo y todos los parientes se reunieron para darle un nombre. Los israelitas solían nombrar a los hijos con nombre que eran tradición en la familia. Así que parecía obvio llamar al niño Zacarías, como su padre. Pero cuando los parientes sugirieron el nombre de Zacarías, la madre contestó: «Se llamará Juan» (Lucas 1, 60).
Entonces los parientes dijeron: «¿Qué? No hay nadie en la familia que se llame así. ¿Por qué quieres llamarle Juan?» (Lucas 1, 61).
Entonces le preguntaron a Zacarías, el cabeza de familia, cómo quería llamar al niño y le llevaron una tabla para que escribiese en ella. Entonces Zacarías estaba mudo como señal de no haber creído en el mensaje del ángel cuando le dio la Palabra de Dios en el santuario. Entonces, Zacarías escribió el nombre de Juan en la tabla y su lengua se soltó y volvió a hablar. Su lengua había estado atada en su boca y cuando se soltó empezó a alabar la obra que Dios había hecho.
Su lengua se pudo soltar porque había creído por primera vez en la Palabra de Dios comunicada por el ángel Gabriel: «Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento; porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto» (Lucas 1, 13-17). En cuanto se soltó la lengua de Zacarías, le dio gracias a Dios y empezó a profetizar. Se llenó del Espíritu Santo y empezó a profetizar a través de alabanzas a Dios y a Su siervo.
La gente escuchó a Zacarías profetizar la Palabra de Dios y se sorprendió. Por un lado, tuvieron miedo, ya que los israelitas no habían escuchado a ningún siervo de Dios profetizar durante 400 años. Para que los israelitas pudiesen sobrevivir necesitaban a los siervos de Dios. Pero durante 400 años no hubo ningún siervo de Dios en Israel. En este contexto, Zacarías, lleno del Espíritu Santo, profetizó sobre lo que Juan el Bautista haría, y que Jesucristo nacería en este mundo. Su profecía se encuentra en Lucas 1, 67-71. Así que estas personas escucharon la profecía y se sorprendieron, y la profecía fue pasando de boca en boca por todo Israel.
Mis queridos hermanos, la primera cosa sobre la que Zacarías profetizó después de estar lleno del Espíritu Santo, era que Jesucristo vendría al mundo para salvarnos de los pecados del mundo. Zacarías sabía todas estas cosas porque estaba inspirado por el Espíritu Santo. Profetizó que el nacimiento de su hijo, Juan el Bautista, tenía el objetivo de transferir todos los pecados del mundo a Jesús, y que Jesús nacería en este mundo como el Salvador que tomaría todos los pecados del mundo. Todas estas Palabras profetizaron que Jesús nacería en este mundo como el Salvador, tal y como se había profetizado en el Antiguo Testamento.
Cuando leemos Lucas 1, 67-76, vemos lo siguiente: «Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo: Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo, y nos levantó un poderoso Salvador en la casa de David su siervo, como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio; salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron; Para hacer misericordia con nuestros padres y acordarse de su santo pacto; del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, que nos había de conceder que, librados de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos en santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días. Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; Porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos».
Así se cumplió lo que Dios había prometido de la boca de los profetas del Antiguo Testamento. Según las profecías del Antiguo Testamento, Jesucristo tenía que venir a este mundo como el Salvador; y los israelitas estaban esperando al Salvador. ¿De qué vino a salvarnos? La Biblia dice que tenía que venir a salvar a los israelitas de sus enemigos y de las manos de los que les odiaban.
Zacarías profetizó que el Señor vendría para hacernos servirle sin miedo, en santidad y justicia todos los días de nuestras vidas. Esto significa que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores. Hasta ahora, éramos personas avergonzadas y temerosas que no podían presentarse ante Dios porque tenían pecados. Pero Zacarías profetizó que el Señor vino al mundo, salvó a todos los creyentes de sus pecados para siempre mediante el Evangelio del agua y el Espíritu, para permitirnos servir a Dios sin miedo y en santidad.
En aquel entonces, Zacarías profetizó el papel que su hijo, Juan el Bautista, cumpliría antes de que llegase el Señor. Lucas 1, 76-80 habla de la profecía sobre Juan el Bautista: «Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos; para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de sus pecados, por la entrañable misericordia de nuestro Dios, Con que nos visitó desde lo alto la aurora, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz. Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel».
Profecía acerca de Juan el Bautista
Aquí Zacarías estaba hablando de su hijo, Juan el Bautista diciendo: «Y tú, niño». Zacarías estaba lleno del Espíritu Santo y profetizó acerca de Juan el Bautista, su hijo. Aunque el ángel Gabriel le habló del nacimiento de Juan, le pareció imposible al principio. Pero Dios le prometió que se cumpliría y Juan el Bautista nació 10 meses después.
La profecía dice:
«Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
Con que nos visitó desde lo alto la aurora, Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte;
Para encaminar nuestros pies por camino de paz» (Lucas 1, 78-79).
Este pasaje de las Escrituras significa que Juan el Bautista haría todas estas cosas. El nombre del niño era originalmente Juan, pero cuando transfirió los pecados de la humanidad a Jesucristo a través del bautismo, Jesucristo le llamó Juan el Bautista. En Mateo 11, 12-13, Jesús dio testimonio de Juan el Bautista diciendo: «Es Elías, quien está por venir». Juan el Bautista era Elías, quien tenía que venir según el Antiguo Testamento. Juan el Bautista, que sería llamado «el profeta del Altísimo» (Lucas 1, 76) era Elías, quien estaba por venir.
En el Antiguo Testamento había muchos profetas. Pero Jesús dijo: «De cierto os digo que entre los nacidos de mujer no ha habido nadie tan grande como Juan el Bautista» (Mateo 11, 11). Entonces, Juan el Bautista se convirtió en el representante de la humanidad y es mayor que cualquier otro profeta, incluyendo Isaías, Moisés y Ezequiel. Es el último Sumo Sacerdote que tenía la tarea de pasarle los pecados del mundo a Jesucristo en este mundo. ¿Por qué creen que tuvo que hacerlo? El padre de Juan el Bautista, Zacarías, y su madre Isabel eran descendientes de Aarón, el primer Sumo Sacerdote. Juan el Bautista tenía que realizar la función de Sumo Sacerdote ante Dios porque era hijo de Zacarías e Isabel.
Juan el Bautista era el siervo de Dios enviado por Dios a este mundo seis meses antes del nacimiento de Jesucristo. La Biblia dice que Juan el Bautista iría antes de la cara del Señor para preparar el camino. Dios hizo que un niño naciese en la casa de Zacarías, descendiente de Aarón, y este niño era Juan el Bautista. Dios preparó a Juan el Bautista para que Jesús pudiese salvar a todos los que creen en Él de todos los pecados, y para ello Juan pasó todos los pecados a Jesucristo para siempre.
Así que la Biblia dice espiritualmente: «Con que nos visitó desde lo alto la aurora, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte» (Lucas 1, 78-79). ¿Qué significa el pasaje “la aurora de lo alto nos ha visitado”?
Durante mucho tiempo viví en la costa. La gente de hoy en día va a la costa para ver salir el sol, pero yo lo veía todos los días. El mundo entero está a oscuras y las horas de la mañana pasan desapercibidas mientras el cielo del Este empieza a brillar con la salida del sol. Esto se llama amanecer, y un poco después el sol se levanta por encima del horizonte. Se levanta como un cohete. El sol se pone de color rojo cuando se levanta. Entonces, en el cielo resplandeciente, se puede ver el sol. Nadie puede pararlo. Esto nos muestra la gracia irresistible gracia de Dios que nos dice: «Con que nos visitó desde lo alto la aurora, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz» (Lucas 1, 78-79).
El advenimiento de Juan el Bautista y Jesús en este mundo es como el Sol naciente que ilumina todo el mundo
Juan el Bautista hizo su ministerio diciendo a la gente que Jesucristo es el Salvador y el verdadero Mesías. A través de su papel transfiriendo los pecados del mundo a Jesús, Juan el Bautista le dijo a la gente que todos los que creen en la justicia de Jesucristo podrían ser salvados de sus pecados. Zacarías profetizó este maravilloso suceso.
Sinceramente, no podríamos saber que nuestros pecados fueron pasados a Jesús si no hubiese sido por el ministerio de Juan el Bautista. ¿Cómo pudo revelarse la remisión de los pecados como el sol naciente? ¿Cómo pudieron nuestras almas conocer la justicia de Dios y llenarse de fe? A través del papel del papel de Juan el Bautista hemos podido saber que Jesucristo tomó los pecados del mundo a través de Su bautismo. En Mateo 3, 15, Jesús le dijo a Juan el Bautista: «Permíteme hacer ahora, pues conviene así que cumplamos toda justicia». Juan el Bautista dio testimonio de Jesús diciendo: «He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Juan 1, 29). Juan el Bautista proclamó la justicia de Jesucristo para que la conociésemos. Proclamó el Evangelio del agua y el Espíritu para que todos los israelitas y los gentiles la conociesen.
La Biblia dice que Juan el Bautista creció en el desierto. No se mezcló con la gente del mundo y fue un hombre de Dios puro que no se contaminó con el mundo. Entonces, Juan el Bautista apareció vestido con pelo de camello gritando a los que se habían alejado de la justicia de Dios: «Arrepentíos, generación de serpientes». Los israelitas no tuvieron siervos de Dios durante 400 años y ahora un siervo de Dios apareció en el desierto de repente. Su primer ministerio era pedir a la gente que se arrepintiese de sus pecados. El papel de Juan el Bautista era dar luz a los que estaban en la oscuridad y en la sombra de la muerte (Lucas 1, 79). ¿Qué es esta luz mencionada aquí? Es el bautismo que Jesús recibió y Su sangre derramada en la Cruz.
Está escrito: «Permíteme hacer ahora, pues conviene así que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15). Dicho de otra manera, Jesús le ordenó a Juan el Bautista: «Bautízame para poder cumplir toda justicia». Jesús dijo que necesitaba ser bautizado para cumplir toda justicia y salvar a la humanidad recibiendo todos los pecados del mundo para siempre a través del bautismo que Juan el Bautista le dio.
Juan el Bautista bautizó a Jesucristo en el río Jordán. El significado espiritual del bautismo es lavar, enterrar o transferir algo. Así que Jesús tomó los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Jesús fue bautizado y cumplió la justicia de Dios para limpiar nuestros pecados. La justicia de Dios se cumplió con los actos justos de Jesús cuando vino al mundo, fue bautizado por Juan el Bautista, fue clavado en la Cruz, derramó Su sangre y fue resucitado de entre los muertos. Jesucristo nos ha salvado de esta manera. La razón por la que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista fue para limpiar todos los pecados de los creyentes. Nos ha salvado al morir en la Cruz y resucitar de entre los muertos. Pudo morir para nuestra salvación porque cargó con los pecados del mundo al recibirlos en Su cuerpo a través de Su bautismo. La manera de cumplir toda la justicia era hacer que Jesús fuese bautizado por Juan el Bautista.
¿Por qué fe pudieron borrarse sus pecados sucios?
¿Pudieron borrarse todos sus pecados a través del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista y de Su sangre derramada en la Cruz? Entonces, ¿qué tipo de bautismo era el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista? La cuestión es: «¿Qué significa el bautismo que recibió el Hijo de Dios?». ¿Qué dice la Palabra de Dios? Dios dice que enviaría a Su Hijo al mundo para que tomase todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Por tanto, el bautismo que Jesús recibió es lo mismo que la imposición de manos de la que habla en Antiguo Testamento en Levítico.
En Isaías 53, está escrito: «Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido» (Isaías 53, 4). La profecía se cumplió con Jesucristo, cuando nació en este mundo, tomó los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el Bautista cuando tenía 30 años, derramó Su sangre en la Cruz y resucitó de entre los muertos.
Los pecados de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu han sido eliminados. El significado del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista es limpiar, enterrar o transferir algo. Como Jesús recibió los pecados de este mundo para siempre a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, pudo derramar Su sangre en la Cruz y morir en nuestro lugar. Jesús pudo derramar Su sangre y sufrir una muerte terrible en la Cruz porque había recibido los pecados del mundo para siempre a través del bautismo de Juan el Bautista. Por tanto, el verdadero significado del bautismo fue tomar los pecados de la humanidad para siempre. Por tanto, bautizamos a la gente que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu en el nombre del Padre, del Hijo y el Espíritu Santo.
Jesús fue bautizado por Juan el Bautista al principio del Nuevo Testamento. El bautismo es el mismo proceso que pasar los pecados de los israelitas a un chivo expiatorio en el Antiguo Testamento cuando el Sumo Sacerdote le ponía las manos sobre la cabeza como representante de Israel. El bautismo se realizaba mediante la imposición de manos en el Antiguo Testamento. Por tanto, nosotros también somos bautizados mediante la imposición de manos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Entonces, ¿por qué somos bautizados en el nombre de la Santa Trinidad? Porque el bautismo es la prueba de que creemos en la Verdad del Evangelio que fue cumplida por la Santa Trinidad. La Verdad es que Dios Padre planeó nuestra salvación en Jesucristo, y Jesús derramó Su sangre y nos salvó porque tomó todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Somos bautizados con corazones que creen en la justicia de Jesucristo como nuestra salvación. Somos bautizados como confesión de la fe que cree que Jesús nos ha salvado de todos los pecados del mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista. Somos bautizados como prueba de que hemos sido salvados de todos los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que es la justicia del Señor. Por tanto, debemos saber que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista para recibir los pecados del mundo para siempre y que Juan el Bautista bautizó a Jesucristo para transferirle los pecados de la humanidad. Tenemos que confirmar el significado espiritual de la palabra bautismo. Significa lavar, enterrar o transferir algo. Debemos recordarlo.
Dios Padre hizo que todo el mundo supiese que había eliminado todos los pecados del mundo a través del bautismo que Su Hijo recibió de Juan el Bautista y Su sangre. Dejó constancia de esta providencia en el Antiguo Testamento mediante la imposición de manos. En el Nuevo Testamento, Jesucristo y Juan el Bautista cumplieron las profecías del Antiguo Testamento. Esta Verdad está revelada en el pasaje: «Con que nos visitó desde lo alto la aurora, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte» (Lucas 1, 78-79). ¿Quién dio testimonio de esta Verdad? Fue Juan el Bautista. Dio testimonio de que Jesucristo había cargado con los pecados del mundo al ser bautizado y que así pudo derramar Su sangre en la Cruz y convertirse en el Salvador. Juan el Bautista transfirió todos los pecados de este mundo a Jesucristo a través del bautismo y le dijo a todo el mundo que esos pecados habían sido pasados a Jesucristo. A través de este papel de bautizar a Jesús, Juan el Bautista le dijo todo el mundo que los pecados habían sido pasados a Jesucristo. Juan el Bautista nos hizo creer en esta Verdad al dar testimonio de Jesucristo y Su ministerio. Esto es lo que Juan el Bautista predicó en este mundo durante su ministerio.
De la misma manera en que el sol brilla sobre todo el mundo, Juan el Bautista transfirió los pecados del mundo, nuestras acciones y pensamientos, a Jesucristo mediante el bautismo. Nosotros lo sabemos. ¿Cómo se pasaron nuestros pecados a Jesucristo? Se pasaron de una vez por todas a Jesús cuando Juan el Bautista bautizó a Jesucristo a los 30 años.
Jesús tuvo que recibir los pecados de esta manera
Leamos Mateo 3, empezando en el versículo 13: «Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3, 13-17).
Si leemos Mateo 3, 13 de nuevo, dice: «Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él». Este Juan del que habla este pasaje no es el Apóstol Juan que escribió el Evangelio de Juan, sino que es Juan el Bautista. Entonces, en cuanto Jesús fue a ser bautizado por Juan el Bautista, Juan se negó a bautizarle diciendo: «Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?». Juan el Bautista sabía quién era Jesús. La palabra entonces se refiere al momento en que Jesús tenía treinta años. Esta era la edad en la que un Sumo Sacerdote podía comenzar su oficio.
Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio en el Antiguo Testamento forman el Pentateuco, o los cinco libros de Moisés, ya que fueron escritos por Moisés. Si leen estos libros, verán que los descendientes de Aarón empezaban a ser sacerdotes a los 30 años (Números 4, 3). Sin embargo, los descendientes de Leví solían empezar su oficio de sacerdotes a los 25 años y se retiraban a los 50 (Números 8, 24). La tarea de servir a Dios en el santuario solo podía ser ejercida por los descendientes de Aarón entre los levitas; el resto de los levitas tenían que servir en el Tabernáculo de otra manera: «Sino que pondrás a los levitas en el tabernáculo del testimonio, y sobre todos sus utensilios, y sobre todas las cosas que le pertenecen; ellos llevarán el tabernáculo y todos sus enseres, y ellos servirán en él, y acamparán alrededor del tabernáculo» (Números 1, 50).
Pero para ser Sumo Sacerdote se tenía que ser descendiente de Aarón sin excepción. La Biblia determina que para ser Sumo Sacerdote se tenía que ser un varón descendiente de Aarón y tener 30 años.
La Biblia dice: «Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él» (Mateo 3, 13). La palabra entonces se refiere al momento en que Juan el Bautista y Jesús tenían treinta años. Jesús empezó Su vida pública cuando tenía treinta años y tomó los pecados de la humanidad sobre Su cabeza al ser bautizado para salvar a la humanidad de sus pecados. Esto se debe a que en el Antiguo Testamento prometió que los pecados pasarían a un animal mediante la imposición de manos. Por tanto, Jesús fue bautizado por Juan el Bautista cuando cumplió los treinta años para cumplir esta promesa.
«Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?» (Mateo 3, 13-14). El representante de la humanidad y el representante del Cielo se conocieron. Muchas personas se preguntan por qué Juan el Bautista es el representante de la humanidad, pero si leen Mateo 11, 11 podrían ver que Jesús dio testimonio de que no hay mayor hombre nacido de mujer que Juan el Bautista. El representante de la humanidad y el representante del Cielo se encontraron en el río Jordán.
Entonces Jesús le dijo a Juan el Bautista: «Permíteme hacer ahora, pues conviene así que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15). Aquí, las palabras toda justicia se refieren al estado en que todos los pecados del mundo han sido eliminados. ¿Por qué le dijo esto Jesús a Juan el Bautista? Jesús le dijo esto para salvar a todas las personas del mundo de sus pecados, porque habían pecado al ser descendientes de Adán. Por eso Jesús fue bautizado por Juan el Bautista para tomar todos los pecados del mundo. Así que dijo: «Permíteme hacer ahora, pues conviene así que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15). Así que Juan el Bautista bautizó a Jesús. Este es el verdadero bautismo realizado mediante la imposición de manos.
Hay dos tipos de bautismo: el bautismo por inmersión y el bautismo por efusión. El bautismo por inmersión es el original y formal. La persona que bautiza y la que es bautizada entran en el agua hasta que les llega por el pecho. Pero el primer requisito para la persona que bautiza es que debe tener fe en que Jesucristo recibió todos los pecados del mundo, incluyendo los suyos, fue clavado en la Cruz, murió y fue resucitado para salvar a la humanidad. En concreto, estoy hablando de los que están en la Iglesia y los que quieren ser bautizados deben aceptar la misma fe. Por tanto, solo los nacidos de nuevo pueden bautizar y ser bautizados. No se puede bautizar a cualquier persona.
Los nacidos de nuevo bautizamos y somos bautizados por estas razones. Pero, ¿por qué fue bautizado Jesús? Jesús fue bautizado por Juan el Bautista para cumplir toda justicia. Jesucristo, el Cordero de Dios del sacrificio, fue bautizado por Juan el Bautista para recibir los pecados de la humanidad. Jesús salvó, a los que creen en esta Verdad, de todos estos pecados al ser crucificado después de cargar con los pecados del mundo, y al morir en la Cruz y resucitar. Mis queridos hermanos, Jesucristo fue bautizado por Juan el Bautista para cumplir toda la justicia.
Debemos examinar las palabras de Mateo 3, 15 en el texto original. Toda justicia en griego es ‘πάσαν δικαιοσύνην’ (pasan dikaiosunen), lo que significa el estado más perfecto sin defectos. La palabra así es ‘οϋτως γάρ (hutos gar)’, que significa de esta manera, de la manera más adecuada o de ninguna otra manera. Estas palabras demuestran que Jesús tomó todos los pecados de la humanidad sobre Sí mismo de la manera más adecuada a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista.
Jesús no vino al mundo como el Salvador para salvar a la humanidad por Sí mismo, sino que Dios envió a Juan el Bautista (que nació seis meses antes que Jesús) cuando cumplió los treinta años e hizo que dijese a los israelitas: «Arrepentíos, víboras» y les pidiese que recibiesen la remisión de sus pecados. Entonces Jesús, como quería ser bautizado, fue a Juan el Bautista que estaba avisando a los israelitas y le dijo: «Bautízame, pues conviene así que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15). ¿Por qué dijo esto? Porque era la manera más adecuada de salvar a los seres humanos de todos sus pecados.
Jesús es el Salvador de la humanidad, pero tenía que recibir los pecados de la humanidad a través de su representante. Necesitaba hacerlo de esta manera porque quería salvarnos de una manera justa y clara. De la misma manera en que la deuda se extingue cuando se paga por completo, tenía que haber una manera de cargar con la deuda del pecado y pagarla completamente.
«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3, 16). Dios Padre envió a Su Hijo a este mundo. El papel de Juan el Bautista era necesario para que Su Hijo recibiese los pecados del mundo y por tanto, Dios Padre envió a Juan el Bautista, nacido de la familia de Zacarías y descendiente de Aarón, el Sumo Sacerdote. Por tanto, Jesús dijo que Juan el Bautista era el mayor hombre nacido de mujer. Zacarías también profetizó inspirado por el Espíritu Santo: «Con que nos visitó desde lo alto la aurora, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte» (Lucas 1, 78-79). Juan el Bautista cumplió esta función.
Jesús recibió los pecados del mundo cuando Juan el Bautista le bautizó. Por tanto, es el Cordero de Dios que salva al mundo del pecado; y Juan el Bautista, como representante de la humanidad, era el Sumo Sacerdote que le pasó los pecados a Jesucristo. Juan el Bautista era el último Sumo Sacerdote y profeta del Antiguo Testamento. Por tanto, la Biblia habla de la venida de Juan el Bautista al final del Antiguo Testamento diciendo: «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan» (Mateo 11, 12). Esto significa que la era del Antiguo Testamento acabó cuando Juan el Bautista bautizó a Jesucristo.
Jesús recibió los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Después, sin contar con Juan el Bautista, predicó la Palabra, enseñó a Sus discípulos, habló del Reino de los Cielos y predicó el Evangelio de la remisión de los pecados a las personas humildes que tenían pecados. Entonces, el Señor le pudo decir a la mujer sorprendida en adulterio: «Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ni yo te condeno; vete, y no peques más» (Juan 8, 10-11). El Señor pudo decir esto porque había tomado todos los pecados del mundo a través de Juan el Bautista.
¿Cómo podemos saber que Jesucristo es nuestro Salvador? ¿Cómo podemos creer que es nuestro Salvador? La pregunta es: «¿Cómo podemos tener testimonio en nuestros corazones de que hemos sido salvados?». Como Juan el Bautista bautizó a Jesús y Jesús nos salvó al recibir los pecados del mundo del bautismo de Juan el Bautista y tomar todos los pecados del mundo y llevarlos a la Cruz, recibir el dolor de ser clavado en la Cruz, y resucitar de entre los muertos, y como nosotros creemos en este testimonio, podemos tener la prueba en nuestros corazones y mentes de que hemos sido salvados. El papel de Juan el Bautista permitió que todo el mundo fuese salvado a través de Jesucristo, como el sol naciente brilla por todo el mundo. Por tanto, el papel de Juan el Batista es importante. Mis queridos hermanos, ¿es cierto o no?
Deben conocer el papel de Jesucristo y de Juan el Bautista. Si quieren creer en Jesús como su Salvador, deben conocer a Jesús, pero también deben conocer el papel de Juan el Bautista. Los israelitas del Antiguo Testamento le entregaban un animal para ser sacrificado por los sacerdotes del Templo y así recibir la remisión de los pecados. Tenían que poner las manos en la cabeza del animal para pasarle sus pecados todos los días, y después matarlo, entregárselo al sacerdote y después volver a casa. Pero no podían recibir la remisión de los pecados completamente a través de estos sacrificios animales diarios.
Si leemos Levítico 16, encontramos el estatuto del Día de la Expiación. El décimo día del séptimo mes, el Sumo Sacerdote, que representaba a los israelitas, tomaba dos machos cabríos para ofrecerlos como sacrificio por los pecados que los israelitas habían cometido ese año. Entonces escogía uno de los animales y lo ofrecía como sacrificio por el Tabernáculo por sus pecados primero. Entonces ofrecía el otro macho cabrío para redimir los pecados que los israelitas habían cometido en un año. Vamos a leer Levítico 16, 20-22.
«Cuando hubiere acabado de expiar el santuario y el tabernáculo de reunión y el altar, hará traer el macho cabrío vivo; y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto. Y aquel macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejará ir el macho cabrío por el desierto».
Aquí tenemos que prestar atención al pasaje que dice: «Y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío». Todos los pecados anuales de los israelitas se pasaban por las manos de Aarón, el Sumo Sacerdote y representante de los israelitas. Cuando el Sumo Sacerdote ofrecía el sacrificio como representante de su pueblo el décimo día del séptimo mes, los pecados de los israelitas que los hacían imperfectos eran borrados completamente. Los israelitas podían seguir viviendo juntos en el Tabernáculo a través del Sumo Sacerdote que ofrecía un sacrificio por ellos para eliminar sus pecados. Recibían la ayuda de Dios y eran reconocidos como Su pueblo.
De la misma manera en que había un Sumo Sacerdote en el Antiguo Testamento llamado Aarón, el hijo de Zacarías, Juan el Bautista, fue el representante de la humanidad en el Nuevo Testamento que pasó los pecados de la humanidad a Jesucristo. Así que Juan el Bautista era muy importante. Mis queridos hermanos, ¿quién guía nuestros corazones y almas por el camino de la paz? Esa Persona es Jesucristo. ¿Quién nos hace saber que Jesucristo es nuestro verdadero Salvador? Esa persona es Juan el Bautista.
Muchas personas en el mundo leen la Biblia. Y en ella se encuentra el hecho de que Jesucristo es el Salvador de la humanidad y el Hijo de Dios, y de que vino al mundo como Cordero de Dios. Esta es la Palabra de la Verdad. Pero si no hubiese siervos de Dios hoy en día que conociesen la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, ¿quién predicaría esta Palabra de Verdad para que pudiesen recibir la remisión de los pecados? Una persona no puede recibir la remisión de los pecados completamente aunque lea la Biblia miles de veces por sí mismo.
Hace mucho tiempo mi vida era muy difícil por culpa de mis pecados. Yo he creído en la Palabra de Dios. He estudiado teología. He estudiado el calvinismo, una teología ortodoxa. Pero no podía recibir la remisión de mis pecados aunque hubiese estudiado teología y hubiese leído la Biblia muchas veces. En otras palabras, no podía librarme de los pecados de mi corazón para siempre. Los pecados de mi corazón no se eliminaban aunque ofreciese oraciones de penitencia constantemente. Parecía que se habían eliminado por un momento, pero después me daba cuenta de que aún tenía pecados en mi corazón, así que esto me torturaba a diario.
No sabía por qué Jesús había sido bautizado. Conocía el significado literal del bautismo, lo había memorizado, e incluso podía escribirlo en el idioma original, pero no conocía su significado espiritual. Así que pregunté miles de veces y leí muchos libros, pero ninguno me doy respuestas. Me arrodillé ante Dios y oré: «Señor, Dios. Por favor, enséñame. No sé nada. Soy más ignorante que un niño. ¿Cómo puede una persona como yo guiar a otras personas a Ti? Tengo pecados en mi corazón; ¿cómo puede un pecador guiar a otros?».
Por supuesto, conocía la respuesta doctrinal a esta pregunta. Sabía que la gente podía ser de Dios aunque tuviese pecados si creía en Jesús. Conocía los cinco puntos del calvinismo, pero ninguna de estas cosas era la Verdad. No podían eliminar los pecados de mi corazón.
Pero Dios me enseñó la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu a través de Su Palabra. Conocía el significado espiritual de la Palabra de Mateo 3:13-15, pero no podía entender el significado espiritual. Dios me enseñó ese significado. Me dijo que todos los pecados de la humanidad fueron pasados a Jesús cuando fue bautizado por Juan el Bautista de la misma manera en que los pecados anuales de los israelitas eran pasados al chivo expiatorio cuando el Sumo Sacerdote en Antiguo Testamento le ponía las manos sobre la cabeza.
«Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó» (Mateo 3, 15). «Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3, 17). Estas Palabras empezaron a obrar en mi alma. Jesucristo, el Hijo de Dios Padre, cumplió la voluntad del Padre y tomó todos los pecados del mundo a través de Su bautismo. Se convirtió en la propiciación de nuestros pecados al someterse a la voluntad de Dios Padre. Por tanto, Dios Padre dijo que estaba muy complacido. Por muy amado que sea un hijo o hija, si no escucha a los padres no puede complacer a los padres. En estos casos los hijos son como un dolor de cabeza. Pero Jesucristo, el Hijo de Dios, obedeció a Su Padre, incluso entregando Su vida y fue completamente leal. Y así nos salvó.
Juan el Bautista dio testimonio a todo el mundo de que Jesucristo es el Salvador que recibió los pecados del mundo. A través del testimonio de Juan el Bautista que transfirió todos los pecados del mundo a Jesucristo, nosotros podemos creer en Jesucristo como el Salvador.
Mis queridos hermanos, tenemos que saber por qué Dios Padre envió a Juan el Bautista al mundo primero y por qué el Señor Jesús fue bautizado por él. También tenemos que creer en esto. Debemos creer que Jesús recibió los pecados de toda la humanidad a través de Juan el Bautista. Debemos estar agradecidos por fe porque Jesús se convirtió en el Salvador que nos ha salvado al recibir la transferencia de nuestros pecados a través de Juan el Bautista, al cargar con estos pecados hasta la Cruz, ser clavado en ella, morir allí y resucitar de entre los muertos. Para salvarnos, el Señor envió a Juan el Bautista primero, después tomó los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, recibió el juicio de los pecados en la Cruz y resucitó de entre los muertos.
El papel de Juan el Bautista era muy importante en el ministerio de Jesús. Su testimonio era como el sol naciente. Pero si una persona no cree en el ministerio de Jesús o en el papel de Juan el Bautista, los pecados de su corazón no puede borrarse por mucho que crea en Jesús como su Salvador. Mis queridos hermanos, todos nuestros pecados se revelan cuando encontramos el Evangelio de la Verdad por el que Jesús vino al mundo para tomar nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y por el que Juan el Bautista le transfirió los pecados del mundo. Por tanto, también podemos creer que Jesús recibió los pecados y pagó la condena por ellos en la Cruz y por tanto estamos completamente libres del pecado. Ustedes también pueden ser salvados por la fe completa y convertirse en hijos de Dios. Por tanto, pueden ir al Reino de los Cielos solo si se presentan ante el Señor con fe en esta Verdad. El papel y el testimonio de Juan el Bautista son importantes.
Nuestras funciones y testimonios son muy importantes también. Esto se debe a que tenemos el papel de Juan el Bautista hoy en día. No les estoy diciendo que hayamos pasado los pecados del mundo a Jesús como Juan el Bautista; sino que somos los siervos de Dios que cumplimos la función de Juan el Bautista. Como el papel de Juan el Bautista, nosotros hacemos que lo torcido sea recto, exaltamos las montañas bajas y hacemos que las altas se rebajen, y que la gente sea igual en la gracia de Dios.
Mis queridos hermanos, ¿quién da testimonio a la gente de que Jesús tomó todos los pecados del mundo por la mano de Juan el Bautista, murió en la Cruz y resucitó para salvarnos? Nosotros. Mis queridos hermanos, ¿creen en esto? Si decimos que Jesucristo es el Sol o la Luz, entonces Juan el Bautista es la persona que presentó al Sol en su esplendor. El Señor nos avisa de que tenemos el mismo papel que Juan el Bautista hoy en día. Esta es la Verdad. Mis queridos hermanos, ¿creen en esto?
Algunas personas me preguntan: «¿Por qué es tan importante Juan el Bautista?». Algunas personas nos preguntan: «¿Sois de la denominación de Juan el Bautista?». Este tipo de personas son ignorantes. Aunque Jesucristo es nuestro único Salvador, Juan el Bautista y su ministerio son indispensables para nuestra salvación. Dios nos enseñó esto, se nos apareció y nos salvó a través del ministerio y el testimonio de Juan el Bautista. Le doy gracias al Señor que nos enseñó esta verdad.