(Efesios 4, 1-6)
«Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos».
En el pasaje de las Escrituras de hoy, el Apóstol Pablo dice que quiere que estemos unidos en la fe. Como Pablo nos dice, todos debemos estar unidos en una fe común como pueblo de Dios. Esta fe común de unidad es también indispensable para que podamos vivir con una fe correcta. Dicho de otra manera, podemos vivir con una fe que complace a Dios solo si estamos unidos en nuestro objetivo común de servir al Señor y obedecer Su voluntad en nuestras vidas. De hecho, precisamente porque Dios quiere que tengamos esta fe de unidad, nos ha dado el pasaje de las Escrituras de hoy a través del Apóstol Pablo.
El Apóstol Pablo dijo en Efesios 4, 1-3: «Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz».
El adverbio «por tanto» siempre se utiliza para introducir una afirmación que resulta de una razón o causa anterior. En el capítulo anterior, Pablo había explicado que Dios Padre nos había escogido, salvado, y nos había hecho hijos Suyos y glorificado en Jesucristo. Ahora en el capítulo 4 Pablo esta utilizando el adverbio «por tanto» para enseñarnos que por esta razón todos los que creemos en la Palabra de Dios debemos tener una fe común que sea congruente con la llamada de Dios, debemos creer en Su Palabra y seguirla con obediencia tal y como es, así como unirnos juntos para edificar la Iglesia para complacer al Señor. Así Dios nos ha dicho que edifiquemos un Reino en el Señor y vivamos en él hasta que le veamos cara a cara.
Nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu es una
Como Dios Padre nos ha salvado a través de Su Hijo Jesucristo, ¿es posible que tengamos diferentes creencias, objetivos y esperanzas? No, no es posible. Como hemos recibido la misma salvación del mismo Señor, es imposible tener diferentes objetivos o servir a diferentes señores. La única diferencia que podemos tener, a pesar de haber recibido la misa salvación, tiene que ver con los dones y talentos que hemos recibido del Señor. Asimismo, como cada uno tenemos diferentes talentos para servir a Dios de diferentes maneras, es imperativo estar unidos y servir a Dios con un solo objetivo. Si Dios ha hecho que sirvan a otros, deben servirles sinceramente; si Dios ha hecho que enseñen, deben enseñar diligentemente; y si Dios les ha hecho entregar su tiempo voluntariamente de cualquier otra manera, deben hacer lo que Dios les ha pedido.
Hay varias posiciones desde las que se puede servir al Evangelio en la Iglesia. Aunque nuestras tareas asignadas varían así, todos tenemos un objetivo común, y todos estamos haciendo nuestras tareas según los talentos que Dios nos ha dado a todos. Esto es lo que significa estar unidos juntos. Ahora estamos leyendo la misma Palabra de Dios, compartimos la misma fe en el bautismo de Jesús, y estamos sirviendo a Dios con el mismo objetivo. Vivir con fe en el mismo objetivo bajo un mismo Dios es la vida de unidad que el Apóstol Pablo nos pidió que tuviésemos. Esta fe de unidad es absolutamente indispensable para todos nosotros.
La Iglesia Católica afirma que es la única iglesia verdadera y universal. La palabra católica deriva de la palabra griega «katholiokos», lo que significa completo o universal. Pero la palabra católica no es adecuada para la Iglesia Católica. La única Iglesia universal de Dios está constituida por los que han recibido la remisión de los pecados y se han convertido en un cuerpo con Dios. En otras palabras, cuando los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu se unen bajo una fe común, un Señor, un bautismo y un objetivo, constituyen la Iglesia de Dios.
¿Podemos tener diferentes objetivos aunque todos hayamos recibido la misma remisión de los pecados? No, la Biblia dice que esto es imposible. Lo que Dios nos está diciendo a través del pasaje de las Escrituras es lo siguiente: «Ahora que habéis sido salvados, predicad el Evangelio por todo el mundo. Haced de vuestro objetivo el predicar el verdadero Evangelio por todo el mundo y vivir vuestra fe en unidad».
El cristianismo actual está dividido en muchas denominaciones y sectas. La Iglesia Presbiteriana tiene sus propias características, como la Iglesia Baptista, la Metodista y la Iglesia del Evangelio Completo. Nuestra Iglesia no puede dividirse así esté donde esté. Como Dios Padre, Su Hijo Jesucristo, y el Espíritu Santo son el mismo y único Dios para nosotros, nuestra fe es una y nuestro objetivo es uno. En nuestras vidas de fe, todos tenemos un objetivo, una fe, un Señor, un bautismo y una esperanza.
Todos nosotros, los que hemos recibido la remisión de los pecados, constituimos el cuerpo de Jesucristo como sus miembros, tal y como el Apóstol Pablo dijo: «un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación» (Efesios 4, 4). Algunas de las partes más importantes del cuero son la cabeza, el cuello, el torso, los brazos, las piernas y varios órganos internos; cada parte está unida al torso para formar un solo cuerpo. El cuerpo no puede funcionar correctamente si se le quita una parte. Del mismo modo, la Iglesia de Dios puede ejercer Su poder solo cuando todos sus miembros están unidos en una fe y un objetivo. Por eso el Apóstol Pablo hizo tanto hincapié en la unidad de la Iglesia.
¿Y ustedes? ¿Creen que hay un solo Señor, un bautismo, y un Dios? Esta fe es absolutamente indispensable para todos los que viven en esta era presente. ¿Acaso solamente Dios Padre es divino mientras que el Hijo no lo es? ¿Es el Espíritu Santo el Hijo de Dios en vez de Jesús? No, por supuesto que no. Dios Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no deben confundirse, pero son el mismo Dios. Del mismo modo en que Dios Padre es divino para nosotros, también Jesucristo y el Espíritu Santo son divinos. Estas tres Personas de Dios se diferencian las unas de las otras en sus funciones y posiciones, y son Dios. Es decir, no pueden decir que solamente el Espíritu Santo es divino y que Jesús no lo es.
¿Qué pasa con el bautismo de Jesús? ¿Hay más de un bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista para aceptar todos nuestros pecados? No, solo hay un bautismo. ¿Cómo hicimos nuestra primera confesión de fe cuando recibimos la remisión de los pecados? Todos confesamos al Señor: «Has borrado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu». Así cuando entendemos este verdadero Evangelio con la cabeza y creemos con el corazón, podemos estar bautizados.
Mis queridos hermanos, como el Señor cargó con todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y los llevó en Su propio cuerpo hasta derramar Su sangre den la Cruz, y levantarse de entre los muertos, hemos sido salvados. Por tanto, solo hay un bautismo del Señor, del mismo modo en que solo hay un Dios. Por eso estamos bautizados como señal de nuestra salvación, para indicar que hemos sido salvados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. En otras palabras, recibimos el bautismo para confesar nuestra fe en que el Señor nos ha salvado al cargar con todos nuestros pecados a través de Su bautismo, Su muerte en la Cruz y Su resurrección.
En nuestra Iglesia, los santos que acaban de ser redimidos de toda Corea son bautizados en el campamento de discípulos de verano. Nuestros pastores ponen sus manos sobre la cabeza de estos santos, los sumergen en el agua y después los sacan del agua. ¿Por qué se bautiza a los santos recién redimidos? Son bautizados por inmersión como señal de su fe, para indicar que creen que el Señor cargó con todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Cuando Juan el Bautista puso las manos sobre la cabeza de Jesús en el río Jordán, Jesús cargó con todos los pecados del mundo, del mismo modo en que Aarón, el Sumo Sacerdote pasaba los pecados anuales de los israelitas al animal del sacrificio durante el Día de la Expiación (Levítico 16, 20-22). El que Jesús fuese sumergido en el agua implica Su crucifixión porque ya había cargado con todos los pecados del mundo cuando fue bautizado, y el que saliese del agua implica Su resurrección. Por tanto, somos bautizados para confesar nuestra fe en que el Señor se ha convertido en nuestro Salvador al venir al mundo para borrar nuestros pecados, ser bautizado, morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos; en que el Señor es nuestro Salvador; y en que Jesucristo es nuestro Dios de salvación.
El Apóstol Pablo dijo en Efesios 4, 5-6: «Un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos». No hay ningún lugar donde Dios no esté; no hay nada que Dios no sepa o no pueda hacer, porque Dios es omnipresente, omnisciente y omnipotente. Dios está en todas partes en el universo, desde las galaxias más lejanas hasta lo más profundo del océano, en el cielo y en la tierra, y en los dominios visibles e invisibles. ¿Hay algún sitio donde no esté Dios? Por supuesto que no. Él está también en nuestros corazones. Como nosotros creemos que el Señor ha borrado nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios ha puesto a Jesucristo en nuestros corazones. Cuando nos aferramos a la Palabra de salvación y creímos en ella, Jesucristo entró en nuestros corazones como el Espíritu Santo, y Jesucristo estará con nosotros para siempre porque ha entrado en nuestros corazones como el Espíritu Santo. Además, cuando nos perdemos, el Espíritu Santo, que vive en nuestros corazones, nos regaña con Sus gemidos, nos da la verdad y nos guía por el camino correcto.
El Señor quiere que todos vivamos unidos. Por tanto debemos vivir por nuestra perfecta fe de unidad, hacer la misma confesión de fe, y marchar hacia delante con la misma fe. Del mismo modo en que Cristo nos ha llamado y nos ha ordenado que prediquemos el Evangelio por todo el mundo, debemos vivir por fe siendo perecederos de esta llamada del Señor hasta que le veamos cara a cara. Esto es lo que el Apóstol Pablo está diciendo a la Iglesia y a sus santos en el pasaje de las Escrituras de hoy. Esto significa que las palabras de Pablo también van dirigidas a nosotros.
Quizás haya algunas personas entre nosotros que piensen que si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, tendrán una vida más próspera materialmente y más cómoda carnalmente. Pero no podemos sucumbir a estos pensamientos. El Señor dijo en Efesios 4, 1: «Os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados». Al habernos llamado a través del Evangelio del agua y el Espíritu y haber borrado nuestros pecados, Jesucristo nos ha confiado la obra de Dios. ¿Qué es esta obra que el Señor nos ha entregado? La obra de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo, porque Jesucristo nos ha ordenado que prediquemos Su Evangelio por todos los rincones de la tierra.
Hay algunas personas que no obedecen la voluntad de Cristo incluso después de haber recibido la remisión de los pecados
Esta gente quiere vivir solo por sí misma incluso después de haber recibido la remisión de los pecados. Algunas personas incluso quieren que sus hermanos y hermanas en Cristo les sirvan a ellas en vez de a Dios. Esto es lo que me preocupa más. Si hay alguien entre nosotros que rechace la voluntad del Señor y se niegue a hacer lo que Dios le pide que haga en Su Iglesia, y viva según los deseos de su carne en vez de obedecer la voluntad del Señor, esta persona recibirá solo maldiciones. Estas personas son malvadas aunque estén entre los santos fieles que han recibido la remisión de los pecados. Ningún santo redimido debería vivir una vida así de malvada. Por eso Dios ha levantado líderes espirituales en la Iglesia y les ha confiado Su obra a todos los siervos según el orden establecido dentro de la Iglesia.
Aunque todos hemos recibido la remisión de los pecados de igual manera, todos somos diferentes. Sin embargo, sin tener en cuenta nuestra apariencia y nuestra personalidad, Dios mira si nos hemos sometido a Su Palabra en obediencia, y escoge a los que tienen un corazón recto y lleva a cabo Su obra a través de estas personas.
Había cierto pastor en una de nuestras iglesias hermanas que odiaba ver a la congregación dar las ofrendas abiertamente en la caja de las ofrendas. Estaba mucho más contento cuando los santos daban sus ofrendas en privado, o cuando le daban regalos. También trataba de manera especial a los miembros que eran amables con él personalmente. Cualquiera que hiciese una contribución monetaria a la Iglesia era despreciado por este pastor.
¿Qué explica este comportamiento? Aunque este pastor estaba entre los santos redimidos, no creía en el Evangelio del agua y el Espíritu, y por tanto solo intentaba satisfacer su codicia. Incluso entre los santos que han recibido la remisión de los pecados en sus corazones al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, pueden querer satisfacer su propia codicia y racionalizar sus pensamientos carnales como si fueran espirituales.
Sé muy bien que tengo muchos fallos. Por tanto estoy aún más agradecido porque Dios ha llamado a un hombre como yo, y por eso estoy tan agradecido que vivo en obediencia al Evangelio del Señor pase lo que pase. El Señor no solo nos ha redimido de todos nuestros pecados sino que también nos ha llamado a entrar en la Iglesia de Dios y nos ha confiado Su obra de predicar el Evangelio por todo el mundo, y por eso seguimos llevando a cabo nuestras tareas de sacerdotes en obediencia al Señor. Al darnos la remisión de los pecados para que sirviésemos al Evangelio, Dios nos ha confiado Su obra para edificar Su Iglesia y predicar Su Evangelio. Tengo fe en que, mientras sigamos haciendo esta obra, Dios nos dará todo lo que necesitemos abundantemente.
Cuando pasan la primera hoja de nuestro boletín, ven tres declaraciones de fe de nuestra Iglesia. La primera dice: «Crezcamos juntos con la herencia del Señor»; la segunda dice: «Predicad el Evangelio a todas las naciones», y la tercera dice: «Tened paciencia y esperanza en tiempos difíciles». Estas declaraciones de fe son las que nuestra Iglesia ha tenido desde el principio.
Tenemos algunos negocios para poder conseguir recursos para predicar el ministerio del Evangelio. ¿Qué ocurriría si no tuviésemos estos negocios? ¿Podríamos seguir sirviendo al Evangelio? No, no sería posible. Los días en que se predicaba el Evangelio con los labios han acabado. En esta era, es mucho más efectivo predicar el Evangelio a través del ministerio literario, lo que requiere bastante dinero. Por tanto se necesitan recursos económicos para este ministerio. ¿Qué ocurriría si cogiesen una gran cruz y salieran a la calle gritando: «Quien crea en Jesús irá al Cielo, pero quien no, irá al infierno»? No solo harían que todo el mundo se enfadara, sino que también podrían llegar a ser arrestados por alteración del orden público. Aunque alguien llegue a creer en Jesús a través de un método tan chocante de evangelización, es obvio que esa persona no será salvada de verdad. Esto se debe a que una persona solo puede ser salvada si cree en Jesús correctamente, y no si cree en Jesús como una religión más.
El Señor dijo: «Ganad amigos por medio de las riquezas injustas» (Lucas 16, 9). Por tanto tenemos que crecer con la herencia del Señor. Esto significa que, en vez de crecer por nuestra cuenta, todos debemos apoyar el ministerio del Evangelio en unidad, haciendo nuestros negocios con diligencia y predicando el bello Evangelio fielmente en nuestras vidas. Estamos predicando nuestros libros sobre el Evangelio con la esperanza de predicar este verdadero Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo, y para imprimir más libros y compartirlos con todo el mundo debemos seguir haciendo amigos por las riquezas injustas. Por eso estamos llevando nuestros negocios diligentemente. Por tanto debemos crecer con la herencia del Señor en la Iglesia de Dios.
La Iglesia de Dios pertenece al Señor. Por eso la prosperidad de la Iglesia de Dios es nuestra propia prosperidad, y el fracaso de la Iglesia es nuestro propio fracaso. El éxito y fracaso de la Iglesia no depende de las personas, sino que depende de todos nosotros. Mientras la Iglesia vaya por el buen camino, todos nosotros floreceremos. Todos podemos llevar una vida llena en la Iglesia de Dios, recibiendo las bendiciones abundantes y predicando el Evangelio a todas las naciones.
En nuestras mentes podemos estar intimidados por la tarea que tenemos que hacer, y nos podemos preguntar cómo podemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a tanta gente por todo el mundo. Después de todo, hay mucha gente a nuestro alrededor que todavía no ha recibido la remisión de los pecados. Podemos pensar que aunque prediquemos el Evangelio del agua y el Espíritu a solo la gente de nuestro país, no podremos terminar esta tarea en nuestra vida. Puede parecer todavía más difícil predicar el Evangelio por todo el mundo. Pero el Señor no nos dijo que predicásemos el Evangelio solo a los de nuestro alrededor, sino que dijo: «Id, y haced discípulos a todas las naciones» (Mateo 28, 19). Todos nosotros debemos aceptar este mandamiento del Señor y seguirle por fe.
Por supuesto, el problema es que es muy tentador para nosotros limitar el alcance del ministerio literario a nuestro alrededor y racionalizarlo, ya que predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo es un gran sacrificio y nuestra naturaleza humana quiere que vivamos una vida cómoda materialmente, compremos una casa más grande, conduzcamos un coche más bonito, y disfrutemos de todas las cosas buenas que nos trae la prosperidad material. También está en nuestra naturaleza humana desear la aprobación de la sociedad en que vivimos, y por eso a veces queremos hacer una obra de caridad en vez de predicar el Evangelio.
Pero estos son nuestros pensamientos carnales, ya que el Señor nos dijo claramente y sin lugar a equivocación que predicásemos el Evangelio por todo el mundo. Por tanto es absolutamente imprescindible que nunca nos comprometamos con nuestros pensamientos carnales, sino que vivamos en el Señor y suframos con paciencia y esperanza para servir al Evangelio. Es decir, debemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a todas las naciones y perseverar hasta el día en que vuelva el Señor.
¿No sería maravilloso que el Señor volviese hoy? Este mundo presente se está volviendo cada vez más oscuro y esto solo puede significar que el día del Señor está cerca. El fin del mundo es inminente.
¿Todavía piensan que el mundo nunca va a terminar? Hace diez años prediqué en mis sermones que este mundo se volvería peor. Puede que se hayan olvidado de este aviso desde entonces, pero no pueden olvidarlo tan fácilmente. Este mundo es demasiado precario como para no tomarnos este aviso en serio. Como dijo Dios, este mundo está a punto de venirse abajo. Ha llegado el momento en que todo se cumplirá tal y como está profetizado en la Biblia.
Por tanto debemos tener paciencia y perseverar con esperanza. Debemos pasar por todos los problemas con paciencia y esperanza para servir al Evangelio. Así que debemos aferrarnos a la esperanza de que el Señor volverá a llevarnos, y de que viviremos una vida gloriosa en el Reino de los Cielos como el Señor nos prometió. Esperemos ansiosos estos sucesos futuros que tendrán lugar ante nuestros ojos y vivamos por fe.
Desde su fundación hasta este momento, nuestra Iglesia siempre ha tenido las declaraciones de fe anteriormente mencionadas, y seguirán guiando a la Iglesia en el futuro. Cuando va a empezar un año nuevo, mis compañeros de ministerio me piden que lleve a la Iglesia hacia una nueva dirección, diciendo: «Ahora que el año nuevo está al llegar, nos gustaría que nos dieras una nueva dirección. La pondremos en nuestro boletín». Pero los objetivos por los que debemos luchar hasta el día en que vuelva el Señor no deben cambiar. Como nuestro objetivo no cambia cada minuto, siempre vamos en la misma dirección que hemos demarcado en nuestra declaración de fe escrita en nuestro boletín: «Crezcamos juntos con la herencia del Señor. Predicad el Evangelio a todas las naciones. Tened paciencia y esperanza en tiempos difíciles».
Dios nos ha dado el corazón y la fe para vivir así. No debemos subestimar la fe de unidad que nos ha dado Dios. Él nos ha hecho uno, nos ha aceptado como Su pueblo y nos ha convertido en una Iglesia y un cuerpo, y por tanto ninguno de nosotros debe traer discordia a la unidad que Dios nos ha dado. Dios nos ha dicho claramente en el pasaje de las Escrituras de hoy que mantengamos esta unidad del Espíritu.
Los mismos principios se aplican a los negocios que estamos llevando para financiar el ministerio del Evangelio. En vez de sucumbir a nuestros deseos e intentar racionalizarlo con nuestros pensamientos carnales, debemos aspirar a la causa justa por fe. Si no tendríamos que cerrar estos negocios que están financiando el ministerio del Evangelio. Pero si decidimos seguir la misma dirección en unidad, todos los problemas con que nos encontremos se resolverán, sean cuales sean.
Debemos ser fieles a los ojos de Dios. Si utilizamos medidas precipitadas para solucionar los problemas urgentes que tengamos, acabaremos teniendo aún más problemas y no conseguiremos los objetivos importantes. Por tanto debemos dedicarnos completamente a la obra del Señor y prestar atención. El Señor bendice a los justos y les da la fe y la sabiduría para florecer. Cuando vivimos fielmente por el Evangelio Dios nos ayuda a superar todos los obstáculos sabiamente, porque quiere que prediquemos el Evangelio por todo el mundo.
Dios nos ha confiado la tarea de predicar el Evangelio por todo el mundo. Por eso estamos viviendo por el único objetivo de predicar el Evangelio por todo el mundo. Por eso Dios nos ha bendecido tanto para prosperar en todas las cosas, porque le complace que estemos decididos a vivir por Su Evangelio. Al hacernos prepararlo todo, Dios nos ha bendecido para que florezcamos.
Ninguna parte de la Palabra de Dios en la Biblia está dirigida solamente a la gente de los tiempos en que fue escrita, sino que toda Palabra está dirigida a nosotros también. Así que sabemos que debemos mantener la unidad del Espíritu y caminar correctamente para merecer la llamada del Señor. Por tanto debemos tratarnos con humildad y entendernos, soportarnos con amor y paciencia, e intentar mantener la unidad del Espíritu en paz hasta que el Señor vuelva.
Todas nuestras iglesias hermanas en Corea están sirviendo al Evangelio del agua y el Espíritu en unidad, y nuestros colaboradores de todo el mundo también sirven al Evangelio en unidad. Es absolutamente importante hacer las cosas de manera que sean beneficiosas para la predicación del Evangelio del agua y el Espíritu. Nosotros debemos hacer que el objetivo de nuestras vidas sea la predicación del Evangelio y debemos decidirnos a servir al Evangelio en nuestras vidas.
Cualquier persona que solo busque el interés de su propia carne es una persona detestable. Pero quien se preocupe de su nación, sus compatriotas, y toda la gente del mundo es una persona con miras. Nosotros hemos aceptado nuestra llamada para ser personas así de visionarias. Predicar el Evangelio por todo el mundo es lo que todo verdadero visionario debe hacer en la vida. Por tanto debemos hacer esta obra hasta el día en que muramos. Estoy seguro de que saben esto mejor que nadie.
Si seguimos la voluntad de Dios y Su visión en obediencia, Dios no dudará en complacerse con nosotros y bendecirnos. Hasta este día me he encontrado con muchas dificultades en mi vida, y sé por mi propia experiencia, que las he superado por fe. También sé que debo seguir viviendo con esta fe en el futuro. Al mismo tiempo, estoy seguro de que nuestro camino no será siempre difícil porque el Señor nos está ayudando y bendiciendo para que podamos vivir con una fe, con un corazón, y con un objetivo.
Cuando predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu completamente por todo el mundo, el Reino Milenario se cumplirá en esta tierra tal y como prometió el Señor, y todos nosotros reinaremos en este Reino durante mil años. La esperanza prevalece sobre el miedo en nuestros corazones porque creemos que el Señor hará que nuestro sueño se cumpla. Cuando llegue el momento de la destrucción del mundo y de la raza humana, el Reino del Señor descenderá sobre la tierra y nosotros entraremos en este Reino y viviremos allí durante mil años con el Señor Jesús.
Algunas personas pueden pensar que esto suena a cuento de hadas, pero no es así. La Palabra de nuestro Señor Dios omnisciente y omnipotente lo ha prometido. No hay ni una jota ni una tilde de la Palabra de Dios que sea falsa. Por eso damos gracias a Dios una y otra vez, porque creemos que todo lo que prometió se cumplirá algún día.