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Kazania

Tema 21: Evangelio de Marcos

[Capítulo 10-1] ¿Qué les ocurrirá a los que son ricos de corazón? (Marcos 10, 17-27)

¿Qué les ocurrirá a los que son ricos de corazón?(Marcos 10, 17-27)
«Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios. Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. Él entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas! Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible, más para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios». 
 
 

¿Qué les ocurrirá a los que son ricos de corazón?

 
Saludos cordiales a todos. Hoy, a través del pasaje de Marcos 10, me gustaría examinar a los que tienen una relación cercana con Dios. 
Cuando Jesús caminaba por la calle, cierto joven se le acercó, se arrodilló ante Él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios. Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre». El joven dijo: «Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud». Entonces Jesús le dijo que le faltaba una cosa: «Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo». El hombre se entristeció y se fue preocupado porque era rico. Al verle irse, Jesús les dijo a sus discípulos que es muy difícil que un hombre rico entre en el Reino de Dios, y que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja. Los discípulos le preguntaron: «Quién, pues, podrá ser salvo?». Jesús contestó: «Aunque con el hombre es imposible, todo es posible con Dios». 
Tengan cuidado de no malinterpretar este pasaje como si dijese que no pueden entrar en el Cielo si son ricos materialmente, porque aquí estas riquezas no se refieren a la riqueza de la carne, sino a la riqueza del corazón. Y a través del pasaje de las Escrituras deben entender por qué a Dios no le gusta la gente que tiene un corazón rico. Deben darse cuenta de que Jesús dijo que es más difícil para los ricos entrar en el Reino de Dios que para un camello pasar por el ojo de una aguja, y por eso deben ser personas pobres de espíritu para entrar en el Reino de los Cielos. 
Jesús dice que los que son ricos de corazón no pueden entrar en el Reino de Dios. Si una persona tiene un corazón rico, esto significa que está lleno de sus pensamientos. Estas personas están llenas de sus ideas y méritos y no tienen sitio para la Palabra de Dios. Como la Palabra de Dios no puede entrar en ellas, por eso rechazan el Evangelio y no pueden entrar en el Cielo. 
Si el corazón de una persona está lleno de las riquezas carnales, es imposible entrar en el Reino de Dios. Los que son ricos en su corazón tienen demasiados méritos propios y es imposible que entren en el Reino de Dios. Todos saben lo que es un camello, ¿verdad? Tiene una cabeza bastante pequeña, un cuerpo grande, y dos jorobas en la espalda, ideal para transportar cosas y personas. Los camellos son un medio de transporte indispensable en el desierto. 
El ojo de una aguja es muy pequeño. ¿Puede un camello pasar por el ojo de una aguja? No, por supuesto que no. Ningún camello puede pasar por el ojo de una aguja, por muy pequeño y delgado que sea. Pueden intentar apretarlo todo lo que quieran, pero es completamente imposible que pase por el ojo de una aguja. Ya es bastante difícil pasar un hilo por el ojo de una aguja, por lo que pasar un animal es imposible. Por eso, los que eran demasiado arrogantes y ricos en sus corazones no pueden aceptar la justicia de Dios con acción de gracias, y por tanto no pueden entrar en su Reino. 
 
 

¿Por qué dijo Jesús desde el principio que es difícil que los ricos entren en el Reino de Dios?

 
Jesús le dijo al hombre joven que cumpliese la Ley si quería heredar la vida eterna. Dijo esto porque primero hay que darse cuenta de que se es un pecador si se quiere creer en el Señor como Salvador, y la Ley de Dios enseña acerca del pecado. Dicho de otra manera, Jesús quería ver si este hombre que quería la vida eterna sabía que era un pecador. Sin embargo, este hombre se consideraba justo pensando: «Nunca he matado a nadie, no he robado, ni he cometido adulterio. Mis obras son rectas». Su corazón estaba lleno de su propia justicia. 
Como este hombre joven, cuando se le dice a la gente de hoy en día que escuchen la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu y borren sus pecados, muchas personas dicen que son decentes y no han violado las normas éticas ni morales. Y por eso se niegan a escuchar la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Estas personas son ricas en sus corazones. Es difícil para ellas entrar en el Cielo porque hablando espiritualmente son demasiado orgullosas para librarse de sus pecados. 
Nuestro Señor le dijo al joven rico que se consideraba justo: «Anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz». Sin embargo, este pasaje no quiere decir que se pueda recibir la vida eterna si se vende todo lo que se tiene y se da a los pobres. Lo que quiere decir es que la codicia por las cosas materiales evita que nuestros corazones estén centrados en Dios. En otras palabras, esto significa que deben dejar de lado las riquezas de sus corazones para que entre la Palabra de Dios. Sin embargo, cuando este hombre joven dijo que quería obtener la vida eterna, escuchó esta Palabra y se fue triste porque su corazón amaba demasiado sus posesiones. Estuvo muy cerca de vaciar su corazón y recibir la vida eterna, pero dejó escapar esa oportunidad. 
Incluso hoy en día hay muchas personas en este mundo que son ricas de corazón como este hombre. Sus corazones están llenos de su arrogancia y codicia. Algunas personas alardean de lo que beben: «Ayer me bebí doce cervezas. No podía ni llevarla en los brazos, pero si me cabía en el estómago». La gente alardea de estas cosas. 
Y otras personas alardean de su sabiduría diciendo: «Fui a Julliard para aprender música» o «Me gradué en una universidad prestigiosa con una licenciatura difícil». Hay muchas personas que alardean de su conocimiento secular. Todas estas personas tienen un corazón carnal rico. ¿Pueden entrar en el Reino de los Cielos sin creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? No, no solo es imposible, sino que ni siquiera ponen el Reino de Dios en sus prioridades. Esto se debe a que están satisfechos consigo mismos y no esperan el Reino de Dios ni están interesados en librarse de sus pecados. Después de todo son tan ricos en sus corazones que no les falta nada de Dios, ¿qué más van a necesitar? Una persona mira hacia el Reino de Dios y sueña con él porque le falta algo, pero estas personas no necesitan el Reino de Dios. ¿Creen que pensarán en el Reino de Dios si son tan ricos y están satisfechos con este mundo? No, nunca pensarán en el Reino de Dios. 
Lo que está diciendo el Señor en el pasaje de las Escrituras de hoy no es solo para el joven que se le acercó, sino para todo el mundo, incluyendo ustedes que están sentados aquí hoy. ¿Creen que una persona rica en este mundo, cuyo corazón es rico, pensará en el Reino de Dios? Los que tienen méritos carnales no piensan en el Reino de Dios. Por el contrario, están preocupados por acumular más posesiones materiales. Los que tienen su mente en ir a la universidad quieren obtener un master y un doctorado. Para algunos de ellos, tener un doctorado no es suficiente, sino que quieren más licenciaturas y van al extranjero para seguir con sus estudios sin pensar mucho en ello. 
Lo mismo ocurre con el dinero. Muchos seguramente recordarán el escándalo de la bancarrota de Hanbo, un conglomerado de Corea, en 1997. El propietario de Hanbo, Taesoo Chung ya había sido condenado por soborno en 1991 y recibió una condena suspendida de 5 años en otro caso de especulación inmobiliaria. En 1997, fue condenado a una sentencia de 15 años por su papel en el caso Hanbogate. Se apropió de 10 millones de dólares por codicia y llevó a la empresa a la ruina porque no la administró correctamente. Sin embargo, en vez de arrepentirse de esto, a principios de año se apropió de fondos de una escuela privada en la que era presidente de la junta directiva, y una vez más fue condenado a 3 años de cárcel por este crimen. Este año cumplió 83 años, pero aún siendo tan viejo, no pudo resistir su avaricia y en su afán por acumular más riquezas, acabó en la cárcel una vez más. 
Sin embargo, no podemos condenar a este hombre más, porque nosotros también tenemos avaricia. ¿Y ustedes? ¿Es su corazón rico también y piensan que son buenos, dotados, ricos y mejores que los demás? Si tienen este tipo de mentalidad no podrán entrar en el Reino de Dios. ¿Para qué les sirve ser tan ricos de corazón cuando no pueden entrar en el Reino de Dios? Las riquezas de corazón no son nada de lo que alardear. 
 
 

El joven que dijo haber cumplido la Ley era extremadamente rico en su corazón

 
Jesús le preguntó al hombre joven: «¿Has cumplido todos los mandamientos que dicen que no debes matar, cometer adulterio, robar, dar falso testimonio y honrar a tus padres?». Lleno de confianza en sí mismo dijo: «Sí, he cumplido estos mandamientos desde mi juventud». ¡Qué corazón tan arrogante tenía!
¿Somos capaces de obedecer la Palabra de Dios con fidelidad? ¿De verdad obedecemos la Palabra escrita de Dios? Santiago 2, 10 dice: «Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos». Esto significa que si no se cumple un solo estatuto de la Ley, es lo mismo que no cumplir toda la Ley. Así que, aunque nunca hayan matado, si han mentido, el pecado del asesinato se añade al pecado de mentir. Dios lo ve así. Es así de difícil cumplir la Ley perfectamente. 
¿Puede alguna persona decir con confianza que ha cumplido la Ley perfectamente? Si de verdad entienden la Palabra de Dios, no podrán tener seguridad para decir que han cumplido toda la Ley desde su juventud. Si intentamos cumplir toda la Ley, se hace más difícil obedecerla. Esto se debe a que todavía estamos en la carne. Y somos insuficientes, pobres y pecadores. 
¿Qué méritos tenemos? Si nos examinamos detenidamente, cualquier mérito que tengamos es nuestro y cuando nos comparamos con los méritos de los demás, no hay mucho de lo que estar orgulloso. ¿Cómo puede una persona decir que tiene méritos ante Dios? Todo el mundo es igual. No hay personas particularmente dotadas o no dotadas; todo el mundo es igual. Si hay alguna diferencia, es que algunas personas son ricas de corazón y otras pobres. No hay nadie con más talento o menos talento. Todos cometemos los mismos errores y tenemos las mismas debilidades. Nadie puede decir que tiene más méritos que los demás. Además, ante Dios, todos los seres humanos tienen fallos. 
Hay un dicho en Corea que dice que una persona está tan llena de si misma que no tiene un cuerno de perro. ¿Para qué necesita un cuerno un perro? Por supuesto los perros no tienen cuernos, pero si los tuvieran, serían completamente inútiles, al contrario que los cuernos de un ciervo, que sirven para hacer medicinas en algunas partes del mundo. Pero a pesar de no tener cosas inútiles, es decir, a pesar de no tener nada, muchas personas no quieren dejar su orgullo. Los necios tercos insisten en sus propios méritos. 
Siddhartha, el fundador del budismo, se consideraba el único hombre virtuoso en el cielo y la tierra, y por eso se llamó a sí mismo dios. Era un hombre rico cuyo corazón estaba lleno de egoísmo. Si Siddhartha hubiese ido a Jesús y le hubiese dicho: «¿Qué debo hacer para obtener la vida eterna? Como he mostrado misericordia y he hecho muchas buenas obras, ¿voy a recibir la vida eterna?». Jesús le hubiera dicho: «Primero deshazte de tu egoísmo que está llenando tu corazón». ¿Puede una persona alcanzar la vida eterna con sus propias obras? ¿Están seguros de que pueden hacer esto? ¿Tienen algún mérito? 
Cuando se dan cuenta de que no tienen ningún mérito, pueden esperar entrar en el Reino de Dios. Solo entonces sus ojos espirituales se abren. Cuando se abren los ojos espirituales pueden mirar hacia el Reino de Dios en vez de mirar a este mundo. No tenemos nada de que alardear ante Dios. No tenemos ninguna virtud ante los hombres. No tenemos ningún mérito alguno. Pero a pesar de esto muchas personas siguen siendo egoístas y orgullosas. A Dios no le agradan estas personas. Desprecia a los que no son ricos de corazón. El Señor dijo que los pobres de espíritu están bendecidos. Aunque una persona sea rica materialmente, si es pobre de corazón, no pasa nada. Pero si una persona es rica en su corazón, está destinada a ir al infierno aunque sea pobre materialmente. 
 
 

La Biblia dice que el Cielo pertenece a los que son pobres de Espíritu

 
Los corazones de todo el mundo deben ser pobres ante Dios. Los que son pobres de corazón pueden ver sus almas y su verdadera naturaleza correctamente. Saben examinarse y darse cuenta de sus insuficiencias y sus pecados, y saben lo valioso que es el Reino de Dios. Saber estas cosas significa que el corazón está preparado para escuchar la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso Jesús dijo que el Cielo pertenece a los que son pobres en sus corazones. 
El Señor nos dijo a personas como nosotros: «Aunque con el hombre es imposible, todo es posible con Dios». Para salvar a personas sin valor, es decir, a personas depravadas como nosotros, nuestro Señor vino a este mundo. Como no podemos salvarnos a nosotros mismos, Dios vino a una pequeña aldea de Israel, llamada Belén, hace 2000 años. Creció en esta aldea y cuando cumplió los 30 años fue bautizado en el río Jordán. A través de Juan el Bautista, el representante de la humanidad, fue bautizado de la misma manera que los rituales del Antiguo Testamento, es decir la imposición de manos. 
Cuando Jesús estaba a punto de ser bautizado por Juan el Bautista, le dijo: «Me vas a bautizar porque conviene así cumplir toda la justicia. Esto es necesario para salvar a los pobres, los que no tienen justicia propia, los que son insuficientes, y los que están destinados a ir al infierno. Es mi deber ser bautizado por ti para cargar con todos los pecados de los pecadores para siempre, dejarles sin pecados y llevarlos al Cielo. Esto es lo que debo hacer. Así que debes bautizarme sin ninguna objeción». 
El bautismo que Jesús recibió tiene este significado. Al ser bautizado en el río Jordán por el siervo de Dios llamado Juan el Bautista, el último Sumo Sacerdote del Antiguo Testamento y el representante de la humanidad, Jesús tomó todos los pecados de la humanidad. Para todos los que no tienen ni satisfacción ni riqueza en sus corazones, los que están destinados al infierno, personas como ustedes y yo, Jesús cargó con todos sus pecados, murió en la Cruz en su lugar y se levantó de entre los muertos. Esto era imposible con los hombres, pero Jesús, que es Dios, consiguió estas cosas. Pero al entregar su vida, Jesús salvó a todos los que eran pobres e insuficientes de corazón, e hizo posible que entrasen en el Reino de Dios, recibiesen la vida eterna y se convirtiesen en hijos de Dios. Gracias a Él somos justos. Y hemos podido ser salvados de nuestra propia arrogancia. Aunque es imposible hacer esto para el hombre, Dios lo ha conseguido y lo ha hecho perfectamente. 
¿Cuándo pensamos en el Reino de Dios? ¿Pensamos por un momento en la vida eterna? Solo pensamos en nuestras necesidades y gratificación inmediatas. ¿Teníamos algún interés en saber quién es Dios, qué tipo de Reino es su Reino y qué debemos hacer para entrar en ese Reino? Seguramente pensamos en viajar o emigrar a otro país, pero no pensamos en ir al Reino de Dios y vivir allí para siempre. Sin embargo, cuando reconocemos que no tenemos nada, encontramos gracia en Dios y tenemos la esperanza de su Reino. 
Nuestro Señor tomó todos nuestros pecados al ser bautizado. ¿Cómo cargó con nuestros pecados? Cargó con ellos a través del bautismo que Juan el Bautista le dio. Cargó con todos esos pecados de la manera más adecuada y bíblica, de la misma manera en que el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento pasó todos sus pecados a los corderos del sacrificio mediante la imposición de manos. Vino a este mundo para salvarnos de esta manera y lo ha hecho. Gracias a esta gracia podemos entrar en el Reino de Dios y recibir la vida eterna. Además, nos hemos convertido en personas justas y hemos sido salvados de la destrucción. Ya no somos hijos del mundo y de las tinieblas, pero nos hemos convertido en hijos de Dios. Como dice la Biblia: «Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados» (Efesios 2, 1), Jesús nos ha librado de la opresión del poder de las tinieblas. 
Como somos pobres y conocemos nuestras insuficiencias, podemos ver lo que Dios ha hecho por nosotros. No teníamos ningún valor y estábamos destinados a la destrucción. Pero el Señor vino por nosotros y resolvió nuestro problema completamente. Aunque esto es imposible con el hombre, con Dios es todo posible. Dios nos ha salvado perfectamente. Lo ha hecho todo por nosotros. ¿Creen en esto, queridos hermanos? Deben creer. 
Si Jesús no hubiese sido bautizado y crucificado cuando vino a este mundo, ¿podríamos haber entrado en el Reino de Dios? Nuestro Señor nos ha salvado al venir a este mundo, ser bautizado y derramar su sangre en la Cruz. Como creemos en esto hemos recibido la vida eterna. Al creer en lo que Jesús ha hecho por nuestra salvación, y en que hemos recibido la vida eterna y nos hemos convertido en hijos de Dios, como dice la Biblia: «El que cree en el Hijo tiene vida eterna» (Juan 3, 36), y «Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios» (Juan 1, 12). No alcanzamos la salvación por nuestra justicia ni nuestros méritos. 
 
 

¿Por qué debemos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que nos dio el Señor? 

 
Si fuésemos ricos, ¿necesitaríamos creer en el Señor? No. Por el contrario, como no somos ricos tenemos que creer en el Señor. Aunque somos insuficientes, buscamos a Jesucristo y confiamos en Él porque nos ha hecho perfectos. Como somos pobres, creemos en Jesús para conseguir la justicia de Dios. Si tuviésemos suficientes méritos para resolver el problema de nuestros pecados por nuestra cuenta, Jesús no tendría que haber venido a este mundo ni haber sufrido para salvarnos. El Señor vino a este mundo precisamente porque ninguno de nosotros tenía ningún mérito, y porque no podíamos resolver el problema de nuestros pecados. Y al creer en este hecho de que Dios nos ha salvado, ahora podemos entrar en el Reino de Dios. 
El Señor vino a este mundo precisamente porque ninguno de nosotros tenía ningún mérito, y porque no podíamos resolver el problema de nuestros pecados. Al creer en esto Dios nos ha salvado y ahora podemos entrar en el Reino de Dios. Si estamos demasiado orgullosos de nosotros mismos, no podemos creer en Jesús. Hemos llegado a creer en Jesús porque somos personas sin valor y pobres. Esta es la razón por la que debemos creer en Jesús. Como no tenemos méritos, sabemos lo valioso que es el Reino de Dios, y creemos en Jesús porque queremos ir a este Reino en vez de ir al infierno y queremos recibir la vida eterna y heredar este Reino. 
Sin embargo, los que tienen méritos propios no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu de Jesús. Como están satisfechos consigo mismos, ¿pueden ver el sacrificio que Jesús hizo por ellos? Pero los que no tienen sabiduría propia y tienen corazones pobres, le dan gracias al Señor en primer lugar. Es igual que un vagabundo hambriento que da gracias por sobras de comida frías. Si el vagabundo acepta las sobras que le ofrecemos, querremos darle aún más comida, incluso comida caliente. 
Pero imaginen a este vagabundo tirando la comida que le ofrecemos y dándosela a un perro. ¿Le querrían dar más comida? No, no querrían darle más comida y ni siquiera querrían verle de nuevo. Nuestros corazones deben ser humildes como los de un vagabundo. Como vagabundos sucios debemos reconocer que no nos merecemos comida caliente y debemos rogarle a Dios que nos dé cualquier cosa para comer, aunque sean sobras frías. Y si nos da su misericordia, debemos aceptarla con gratitud. ¿Dónde iríamos si la Ley de Dios se nos aplicase? Iríamos al infierno inevitablemente. Pero a pesar de esto, Jesús nos salvó al venir a este mundo, y ser bautizado y morir en la Cruz. ¿Estamos en la posición de ser escrupulosos con lo que se nos ofrece y quejarnos de que la comida está fría o poco sabrosa? Como Jesús ha eliminado nuestros pecados, ¿podemos decir que solo tomó nuestro pecado original o nuestros pecados pasados solamente? Si a pesar de haber dicho que hemos recibido la remisión de los pecados, dicen que Jesús no tomó sus pecados futuros y que no han sido redimidos por ellos, por lo que ofrecen oraciones de penitencia, esto les llevará al infierno. Irán al infierno porque, aunque Jesús dijo claramente que ha cumplido nuestra salvación y ha borrado nuestros pecados, no creen en su Palabra e intentan añadir su propia justicia a esta Palabra. 
Si Jesús hubiese tomado solamente nuestro pecado original y no nuestros pecados personales o futuros, tendría que haber vuelto a este mundo una y otra vez para aceptar nuestros pecados a través de su bautismo y morir en la Cruz una y otra vez, tal y como dice Hebreos 9, 26: «De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo». El Señor creó los cielos y la tierra y todo los que hay en ellos en seis días y descansó el séptimo día. Por eso el Cielo es un lugar de descanso. Es el lugar más maravilloso lleno de poesía, música, ángeles y todo lo que es bueno; un lugar donde podemos descansar en paz. Nuestro Señor creó este universo y todo lo que hay en él en seis días, y descansó el séptimo día. Pero, ¿podría Jesús haber descansado si le ofrecemos nuestras oraciones de penitencia cada vez que cometemos pecados? 
Cuando Jesús vino a este mundo encarnado en la carne de un hombre, tomó todos los pecados del mundo al ser bautizado en el río Jordán. Y para pagar el precio de los pecados murió en la Cruz, y al levantarse de entre los muertos al tercer día se convirtió en nuestro verdadero Salvador. Después de Su resurrección, mientras seguía en este mundo, dio testimonio del Reino de Dios, les dio paz a los discípulos y ascendió a la derecha de Dios Padre, y ahora está descansando en el Cielo porque lo ha cumplido todo. 
Los que son pobres en sus corazones creen en lo que Jesucristo ha hecho por ellos y en toda su Palabra. Pero los que son ricos de corazón no creen. Por eso la Biblia dice que es más difícil que los ricos de corazón entren en el Cielo que un camello pase por el ojo de una aguja. Los ricos no pueden ir al Cielo. ¿Qué Reino está fuera del alcance de los ricos? El Reino de Dios. ¿Qué Reino está reservado para los pobres? El Reino de Dios. 
Uno de los himnos que cantan los niños de la escuela dominical dice: «No puedes entrar al Reino con dinero; no puedes entrar al Reino con poder. Sólo puedes entrar si naces de nuevo. Al Reino de Dios se entra por fe». Nuestros santos en Corea conocen bien este himno. ¿Es este himno solo para los niños de la escuela dominical, para que bailen y canten? No, es una confesión de fe. Una confesión que nos ha dado Dios. Como dice la letra de esta canción, no se puede entrar al Cielo con dinero o poder. A este Reino solo se puede entrar al nacer de nuevo del agua, la sangre y el Espíritu.
 
 

Como somos pobres de corazón, hemos sido salvados de todos nuestros pecados

 
Hay muchas personas en este mundo que dicen creer en Jesús, ¿pero cuántas personas creen en Jesús como su Salvador? ¿Cuántas personas han recibido la perfecta remisión de los pecados? Hay muchos cristianos que creen que han sido redimidos de su pecado original, y que sus pecados personales se redimen ofreciendo oraciones de penitencia diarias. Dicen que Jesús no podría haber tomado todos los pecados que no han cometido todavía, y dicen: «Jesús perdonó todos mis pecados pasados, pero en cuanto a mis pecados presentes y futuros, tengo que ofrecer oraciones de penitencia cada vez que peco. Así que mi salvación es un proceso continuo. He sido salvado, estoy siendo salvado y seré salvado». ¿Tiene sentido? Solo los dementes dicen estas cosas. Los que están confundidos dicen estas cosas. Es como decir: «He venido a la iglesia, estoy yendo a la iglesia e iré a la iglesia». También pueden decir: «He desayunado, estoy desayunando y desayunaré». ¿Tiene algún sentido esto? Algunas personas sufren de amnesia; después de 3 segundos de haber comido y limpiado la mesa se preguntan dónde está la comida. 
Todos los cristianos dicen creer en Jesús. Nosotros creemos en Jesús, pero la diferencia es que muchos cristianos son ricos de corazón. Intentan conseguir la vida eterna a través de sus acciones. Pero todo esto es inútil. ¿Nos da Dios la vida eterna si hacemos algo por nuestra cuenta?
No, nuestra propia justicia no le sirve de nada a Dios, como dice Job 35, 7-8: «Si fueres justo, ¿qué le darás a él? ¿O qué recibirá de tu mano?
Al hombre como tú, dañará tu impiedad, Y al hijo de hombre, aprovechará tu justicia».
Esto significa que aunque hagan buenas obras, esto solo beneficia a otras personas, pero no a Dios. ¿Están intentando obtener la vida eterna al cumplir la Ley? ¿Dirán con arrogancia que nunca han matado o cometido adulterio? ¿Han tenido odio en su corazón o sentido lujuria por el sexo opuesto? Dios dice que mira nuestros corazones y no nuestras acciones. Pero a pesar de esto, si dicen cumplir la Ley con orgullo, esto significa que su corazón todavía es rico. Nuestro Señor desprecia a los que son ricos de corazón. No hay nadie en el Cielo que sea rico de corazón, sino que solo hay pobres de corazón y que por tanto creen completamente en el agua y la sangre de Jesucristo. 
Dios ha hecho posible que entremos en el Cielo. No podríamos haberlo hecho solos, pero nuestro Señor lo hizo por nosotros. Aunque somos pecadores sucios, vino por nosotros, nos salvó y nos dio la Palabra de salvación para que pudiésemos recibir la remisión de nuestros pecados por fe. 
No somos mejores que nadie. Si hay una diferencia es que hemos reconocido a Dios como nuestro Señor y hemos admitido que somos pecadores ante Su Palabra. No tenemos ningún mérito, justicia, nobleza o riqueza. Todo lo que hemos hecho es reconocer la Palabra de Dios, aceptarla en nuestros corazones y creer en lo que el Señor hizo en este mundo por nuestra salvación. No hemos hecho otra cosa que creer. 
Pero a pesar de esto, a pesar de nuestra falta de mérito y nuestras insuficiencias, el Señor nos ha salvado a todos. Nos ha salvado por su gracia completamente sin esperar nada, porque nuestros corazones son pobres y no tienen ningún mérito. Les pido que mediten sobre esto y le den gracias a Dios por esta bendición maravillosa.