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Kazania

Tema 23: Hebreos

[Capítulo 6-4] Sabiendo lo que el Señor ha hecho por nosotros, debemos servir al (Hebreos 6, 9-12)

(Hebreos 6, 9-12)
«Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así. Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas».
 
 
A través del pasaje de las Escrituras de hoy podemos ver al siervo de Dios que nos pide que heredemos las promesas de Dios con paciencia. Creemos en la justicia de Jesucristo y Él nos ama y nos está sirviendo. Cuando confesamos creer en Jesucristo como nuestro Salvador, estamos confesando creer que el Señor nació en este mundo para salvarnos; Que es nuestro Sumo Sacerdote; que cargó con todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista; que murió en la Cruz en nuestro lugar; que se levantó de entre los muertos; que ascendió a los Cielos; y que todas estas cosas las hizo Cristo por amor para servirnos.
Por tanto, cuando creemos en Jesucristo como nuestro Salvador y en la justicia de Dios, creemos que nos está sirviendo. También creemos que nuestro Señor vino al mundo para salvar a Su pueblo de sus pecados. Más concretamente, creemos que cuando Jesucristo cumplió 30 años fue bautizado por Juan el Bautista para cargar con nuestros pecados. Y de la misma manera en que es absolutamente importante creer que Jesús cargó con todos nuestros pecados para siempre a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, es absolutamente indispensable que creamos en la sangre que derramó Cristo en la Cruz. Asimismo, no solo creemos que nuestro Señor cargó con nuestros pecados al ser bautizado y que fue condenado por ellos para siempre al derramar Su sangre en la Cruz, sino que también creemos que se levantó de entre los muertos para convertirse en nuestro Salvador, ascender al Cielo y regresará. Estas son verdades que todos debemos creer cuando confesamos creer en Jesucristo, dándonos cuenta de que nos está sirviendo porque nos ama.
 
 

Cuando confesamos creer en Jesucristo como nuestro Salvador, debemos conocer y predicar el Evangelio del agua y el Espíritu

 
Cuando confesamos creer en Jesús como nuestro Salvador, debemos saber qué es el Evangelio del agua y el Espíritu y creemos en este Evangelio, porque solo entonces podemos predicar el verdadero Evangelio correctamente. Es absolutamente indispensable que todos entendamos claramente cómo Jesucristo cargó con todos nuestros pecados y nos salvó, por qué fue bautizado por Juan el Bautista, y por qué tuvo que morir en la Cruz. Quien quiera creer en la justicia de Dios debe creer en esta Verdad de salvación desde el principio. A través del Evangelio del agua y el Espíritu, en otras palabras, debemos entender por qué Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, por qué fue crucificado hasta morir, por qué se levantó de entre los muertos, por qué ascendió al Cielo, por qué volverá de nuevo y por qué nos dará el Reino de los Cielos. En resumen, cuando decimos creer en Jesús como nuestro Salvador, debemos construir primero unos cimientos firmes de la fe. Desde el principio, Dios nos dijo que aprendiésemos claramente la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, lo entendiésemos claramente y creyésemos en él claramente. Por tanto, deben darse cuenta de que quien no crea en este Evangelio del agua y el Espíritu, incluso después de haberlo escuchado, será maldito, y quien traicione la Verdad incluso después de creer en ella no podrá arrepentirse de nuevo.
Cuando Jesucristo vino a este mundo, fue bautizado por Juan el Bautista a los 30 años, y a los 33 fue crucificado hasta morir y resucitó de entre los muertos al tercer día. En aquel entonces, Israel era un estado tributario del Imperio Romano. Al haber sido dominado por el Imperio Romano, Israel fue completamente destruido por el General Tito alrededor del año 70 d.C. en una expedición punitiva. El Imperio Romano entonces esparció a los judíos como castigo por su continua rebelión contra su poder. El Templo de Herodes en Israel fue completamente arrasado y demolido en el año 70 d.C. como resultado. Los romanos dejaron el Templo en ruinas, quitando las piedras que estaban enterradas debajo de la tierra y entonces vendieron a los israelitas como esclavos, esparciéndolos por todo el mundo conocido en aquel entonces. Así, desde el año 70 d.C. hasta la fundación del estado moderno de Israel, el pueblo judío no tuvo una nación propia. Solo después de que los judíos se uniesen y lanzasen una campaña concertada para establecer su propio estado pudieron recuperar su tierra fundando Israel en 1948. Así que han pasado unas seis décadas desde que el estado de Israel fuese restaurado, pero incluso ahora, los israelitas están luchando con los palestinos por esta tierra.
¿Cómo se sentiría el autor de Hebreos si viese a sus hermanos judíos ahora? Aunque el Evangelio del agua y el Espíritu empezó en Israel, y en Israel es donde los doce Apóstoles predicaron este Evangelio desde el principio, no hay casi ningún judío que crea en este Evangelio del agua y el Espíritu. Al ser esparcidos por el mundo desde el año 70 d.C., el pueblo judío ha estado tan perdido que ya no tiene fe en el verdadero Evangelio de la salvación. Como siervo de Dios, el autor de Hebreos vio esta tragedia venir y por eso pueden imaginarse lo triste que debió estar. Por eso el autor de Hebreos habló una vez más del Evangelio del agua y el Espíritu en esta Epístola de Hebreos, dando testimonio repetidamente de los atributos divinos de Jesucristo y Su grandeza.
 
 

Todos los siervos de Dios en los días del Antiguo y Nuevo Testamento siempre creyeron en la salvación que se alcanza a través de las ofrendas de sacrificios

 
Todos los siervos de Dios en el Nuevo Testamento creyeron en el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista, Su muerte en la Cruz, Su resurrección, Su ascensión y Su retorno. Creyeron que Jesús había venido a este mundo como su Salvador encarnado en un hombre, que era Dios mismo y que Su bautismo y sangre eran la sombra definitiva de la salvación. Así que el autor de la Epístola a los Hebreos recordó a los santos de sus días que debían sufrir con paciencia y practicar la justicia, porque Jesús es el Juez que volverá a este mundo.
Está escrito en Hebreos 6, 10: «Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún». Podemos servir a nuestros hermanos santos y a las almas perdidas gracias al amor y servicio del Señor hacia nosotros. Dicho de otra manera, podemos servir a la justicia de Dios porque nos sirvió primero al sacrificarse a Sí mismo sin dudar. Todo lo que el Señor ha hecho por nosotros, desde venir a este mundo para salvarnos de todos los pecados hasta cargar con estos pecados para siempre a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos, fue para servirnos.
No debemos olvidar la obra de la salvación que Jesús ha hecho por nosotros para salvarnos a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Cada uno de nosotros debe meditar acerca de esta salvación justa que Jesús ha hecho por nosotros a través del Evangelio del agua y el Espíritu y creer en él.
Piensen en como Jesús cumplió la justicia de Dios. ¿De quién recibió Jesús Su bautismo? Lo recibió de Juan el Bautista. ¿Por qué fue Jesús bautizado por Juan el Bautista cuando estaba completamente sin pecados? Para eliminar nuestros pecados. Por el amor que Dios tuvo por nosotros, Jesús había venido a este mundo para eliminar nuestros pecados. En otras palabras, Jesús tuvo que ser bautizado una vez por Juan el Bautista porque era el Cordero del sacrificio que había venido para cargar con todos los pecados de este mundo para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista y eliminarlos todos. Por eso, cuando Jesús le dijo a Juan el Bautista que le bautizase, dijo: «Permíteme hacer ahora pues conviene así que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15). El bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista fue para tomar todos nuestros pecados para siempre. Sin embargo, el problema es que hay demasiados cristianos que no conocen este hecho maravilloso y piensan erróneamente que Jesús fue bautizado para mostrarse humilde.
Si la verdad del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista fuese simplemente una doctrina de una denominación cristiana, entonces esta verdad acerca del bautismo de Jesús no tendría ningún poder. Pero esta Palabra es el elemento indispensable que constituye la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu planeado por Dios Padre, y por tanto todos los que creen en este Evangelio pueden presenciar con sus propios ojos cómo sus pecados son eliminados. Y los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, cada vez que predicamos este Evangelio, podemos renovar nuestras fuerzas en nuestras vidas diarias gracias al Espíritu Santo. Si el Evangelio del agua y el Espíritu no fuese verdadero, sería imposible que nuestros labios dijesen que estamos sin pecados. Y si no experimentásemos este poder del Evangelio del agua y el Espíritu, no podríamos predicarlo.
 
 

¿Cómo puede alguien decir que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista en vano?

 
Jesús fue bautizado por Juan el Bautista para tomar todos nuestros pecados porque todos nosotros siempre luchamos contra nuestras muchas debilidades carnales mientras vivimos en este mundo. En otras palabras, dejamos un rastro de pecados en cada paso que damos en la vida. Por eso nuestro Señor cargó con todos nuestros pecados, y si no fuese por el bautismo de Jesús, no podríamos librarnos de la maldición eterna del infierno. Así que, ¿cómo vamos a olvidar el bautismo que Jesucristo recibió por nosotros? ¿Qué podría librarnos de todos los pecados que cometemos a todas horas todos los días? ¿Acaso no fue la gracia de Jesucristo manifestada a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y la sangre derramada en la Cruz por nosotros? Como el Señor nos ha salvado de todos nuestros pecados de esta manera y los ha eliminado para siempre, ¿cómo no vamos a predicar esta maravillosa gracia? De hecho, por eso no podemos evitar predicar la gracia de Dios y estamos dando testimonio del Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo. Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu no podemos evitar pensar en este Evangelio y predicarlo todo el tiempo.
Cuanto más meditamos en la Palabra de Dios del Evangelio del agua y el Espíritu, más agradecidos estamos al Señor y mayor es la gracia de salvación. Cuanto más meditamos acerca del Evangelio del agua y el Espíritu por fe, más sumergidos estamos en el amor de Dios. En el Antiguo Testamento los animales se clasificaban en animales sucios y animales limpios, y el ganado, como los toros, corderos y cabras eran clasificados como limpios por Dios. Dios los considera limpios porque tienen pezuñas hendidas y rumian. Como las vacas tienen cuatro estómagos, cuando come, rumia. En otras palabras, los animales limpios regurgitan lo que han tragado en el primer estómago y después lo vuelven a masticar. Las vacas y las ovejas se consideraban animales limpios porque rumian.
De manera similar podemos meditar sobre el Evangelio del agua y el Espíritu una y otra vez porque creemos en la justicia de Dios y por tanto debemos meditar sobre este Evangelio y predicarlo tanto como podamos. Debemos meditar sobre la Palabra de Dios siempre que podamos.
Con el Evangelio del agua y el Espíritu, nuestro Señor ha eliminado todos nuestros pecados para siempre y nos ha bendecido para siempre. Y la Biblia dice que el Señor nunca deja de servirnos por Su amor. Incluso ahora, nos responde cuando oramos en el nombre de Jesucristo. Nuestro Dios siempre contesta nuestras oraciones y nos ayuda todo el tiempo. Incluso ahora mismo Jesucristo nos está sirviendo, protegiendo y guiando. ¿Cómo de maravilloso es esto? El Señor nos está sirviendo incluso ahora. Aunque parezca que estamos sirviendo la justicia del Señor, en realidad es nuestro Señor quien nos está sirviendo a nosotros. El Señor está cuidando de nosotros con la Palabra de Dios y nos está guardando para que nuestra fe no vaya por el mal camino. No está alimentando con el Evangelio del agua y el Espíritu que constituye el pan de vida para nuestros espíritus y nos está dando poder para hacer Su obra. Cuando le oramos por nuestras necesidades, el Señor contesta nuestras oraciones y nos protege. Nos guarda para que el Diablo malvado no se apodere de nosotros. Por tanto, no debemos olvidar la gracia del Señor.
Por Su amor por nosotros el Señor ha eliminado todos nuestros pecados con el agua y el Espíritu, nos ha salvado de todos los pecados del mundo y nos ha bendecido para vivir por fe. El Señor siempre está con nosotros, guiándonos a pastos verdes para que pastemos y descansemos en la Iglesia de Dios y no debemos olvidar todo esto hasta el día en que vuelva el Señor. Hay algunas personas que se olvidan de la gracia de Señor y estas personas acaban apartándose de la gracia de Dios y dejando u Iglesia. Estas personas salen al mundo e intentan vivir por su cuenta porque no saben que el Señor les está sirviendo, ayudando y cuidando. Si se convierten en personas así, serán arruinadas en cuerpo y espíritu. Vivirán una vida maldita sin casi poder ganarse la vida y malgastando la vida embriagados. Como estamos en la Iglesia de Dios somos diligentes por una causa justa, si no vivimos en la Iglesia de Dios solo podemos hacer cosas carnales hasta que morimos. Cada hora y cada minuto ser malgastaría en cosas inútiles y malvadas. Así que no debemos nunca olvidar el hecho de que el Señor nos está sirviendo y que no somos nosotros los que servimos al Señor.
 
 
Debemos esperar el Reino de los Cielos en nuestras vidas
 
Está escrito en Hebreos 6, 11-12: «Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas».
Todos los siervos de Dios y nuestros predecesores de la fe ponen su esperanza primero en el Reino de los Cielos como ejemplo. Cuando la gente piensa en el paraíso suele pensar en una playa bonita en una isla tropical, como Hawai o el Caribe. Cuando la gente ve anuncios en la TV mostrando un par de hamacas debajo de una palmera, desea estar allí relajándose. Y muchas personas van de vacaciones a estos sitios. Cuando nuestros cuerpos están tan cómodos que estamos completamente satisfechos y no nos falta de nada, decimos que estamos en un paraíso terrenal. Nuestro Señor prometió darnos este paraíso cuando el Reino Milenario de Dios sea establecido. Este paraíso es el Reino de Cristo. Es un Reino que Dios les concederá solo a los que hayan vivido y trabajado por el Señor. El Reino de los Cielos se les da solamente a los que creen en la justicia del Señor y la sirven.
Por tanto, es absolutamente importante que todos nos demos cuenta claramente de que nuestros predecesores de la fe nunca fueron perezosos a la hora de servir al Señor en este mundo, sino que estaban llenos de esperanza por el Reino Milenario y dedicaron todas sus vidas a servir al Evangelio del agua y el Espíritu. Estos antecesores de la fe vivieron una vida ejemplar a ser emulada por todos nosotros, mostrándonos que debemos vivir como descendientes de la fe. ¿En qué creyeron los predecesores de la fe? Creyeron en el Reino Milenario. También creen que cuando el Señor vuelva a este mundo sus cuerpos serán transformados de repente en cuerpos nuevos. Y tuvieron esta fe inamovible de que, después de reinar durante mil años en el Reino Milenario, entrarán en el Reino de Dios eterno y vivirán con Él para siempre disfrutando de sus mismos privilegios. Es extremadamente importante que nos demos cuenta de esto claramente. Los predecesores de la fe son diligentes en su devoción a la obra del Evangelio. Trabajan sin descanso por el Evangelio del agua y el Espíritu. Han dedicado todas sus vidas a la predicación del Evangelio y están sirviendo a este verdadero Evangelio con lealtad.
Aunque los líderes de nuestras iglesias y los predecesores de nuestra fe parezcan que no están trabajando tan duro, no están abandonando la obra de Dios. Por ejemplo, antes de venir aquí a darles esta charla sobre la Biblia yo tenía muchas cosas que hacer. Desde el momento en que me levanté esta mañana, he estado muy ocupado con todo tipo de tareas, desde revisar el informe diario de la misión hasta tomar decisiones urgentes. Pero cuando nuestros santos miran a los líderes de su iglesia, puede parecer que todo lo que hacen es hablar, pero en realidad, están más ocupados sirviendo al Evangelio. Todos nuestros ministros están trabajando muy duro. ¿Para quién trabajan tan duro? Trabajan para los que no han recibido la remisión de los pecados. Están trabajando por el Evangelio, para construir el Reino de Dios.
No debemos olvidar que Dios nos ha dado el Evangelio del agua y el Espíritu. Y cuando confesamos creer en este Evangelio, debemos creer en este Evangelio sin dudar, con un conocimiento claro. Debemos saber qué es la voluntad de Dios, aceptarla en nuestros corazones e intentar conseguir nuestra meta por fe sin descanso.
 
 
Aunque es muy difícil construir una casa sobre una roca, cuando está construida es muy firme
 
Nuestra fe debe ser como una casa que se ha construido en la roca. En vez de creer simplemente en Jesús a ciegas sin ningún conocimiento, debemos saber por qué debemos creer en Jesús y cómo nuestro Señor se ha convertido en nuestro Salvador, y predicar esto paso a paso. Cuando extendemos nuestro conocimiento correctamente acumulamos el conocimiento del verdadero Evangelio y cuando creemos de esta manera podemos tener la fe correcta. Solo entonces tenemos los cimientos correctos de la fe. Algunas personas no creen en la Verdad de la salvación aunque hayan oído hablar de ella, y todas estas personas serán destruidas. Por el contrario, los que conocen y creen en el Evangelio del agua y el Espíritu están llenos de esperanza por el Reino de los Cielos y disfrutarán de mucha gloria.
La hora del regreso del Señor es inminente. El Señor volverá muy pronto. Los cambios climáticos por todo el mundo son claros. Aunque nuestro país, Corea del Sur, ha disfrutado de un clima relativamente bueno, esto está cambiando rápidamente. Por ejemplo, las inundaciones ahora son más comunes aquí en Corea. Las precipitaciones ya no siguen el mismo patrón predecible y las lluvias torrenciales se han convertido en algo normal. Estos cambios inusuales son evidentes en todo el mundo. Aún es más preocupante el hecho de que el hielo de los polos se esté derritiendo por culpa del calentamiento global. Las capas de hielo masivo que cubrían el Polo Norte y la Antártica durante milenios se están derritiendo. Se dice que el nivel del mar en algunos países ha aumentado 60 centímetros como consecuencia y muchas líneas de costa se quedarán sumergidas. Los científicos han avisado que si no se hace nada por evitar el calentamiento global y que se derritan las capas de hielo polares, el nivel del mal incrementará drásticamente e inundará gran parte de la masa de tierra. Y esto está ocurriendo ahora mismo. La única diferencia es que, mientras que el calentamiento global era una noción hipotética en el pasado, ahora es una realidad.
Piensen qué pasaría si los niveles del mal subiesen 60 centímetros. Todas las cosas que tengan una elevación de menos de 60 centímetros quedarían sumergidas bajo el agua del mar. La erosión de la tierra sería tan grande que alteraría los mapas, cambiaría la forma de las cosas e incluso llevaría a la desaparición de muchas playas que ahora se disfrutan como ocio. Esto podría ser desastroso para muchas personas. Imaginen que construyen una casa al lado del mar pero el nivel del mar de repente sube un metro e inunda su casa. ¿No estarían devastados? No es broma cuando digo que el fin del mundo está cerca, porque lo estamos viendo con nuestros propios ojos.
El Evangelio del agua y el Espíritu está siendo predicado por todo el mundo con éxito, y esto se está acelerando. Ahora debemos anhelar el Reino Milenario. Sin esta esperanza, no podemos servir al Señor diligentemente. Si no tuviésemos esperanza por el Reino Milenario, o si Dios no nos lo diese, ¿cómo mantendríamos nuestras vidas de fe? Si esto fuese verdad, nada nos separaría de los que no creen, a parte del hecho de que no tenemos pecados. Todos tenemos carne, tanto los creyentes como los que no, y todos tenemos que comer para sobrevivir. En nuestra carne no somos diferentes a nadie.
Sin embargo, como tenemos las promesas de Dios, hay dos cosas que nos separan de todo el mundo. Una es que no tenemos pecados en nuestros corazones, y la otra es que Dios nos dará el Reino Milenario para que entremos en él y vivamos allí. Por contraste, nadie que no crea puede entrar en este Reino. Todos los que no creen irán al infierno. La diferencia entre los que creemos y los que no es así de grande. Si la única cosa que nos diferencia es que hemos recibido la remisión de los pecados pero no tenemos el Reino Milenario esperándonos, no tendríamos ninguna esperanza.
Todos los Apóstoles y siervos de Dios en la Biblia esperaron el Reino Milenario. Como estos predecesores de la fe, todos debemos esperar el Reino Milenario y poner su fe en él. Lo que nos espera es tan maravilloso que es mejor que cualquier lugar maravilloso en el que hayan estado nunca. Todos debemos darnos cuenta de que Dios nos ha preparado un Reino que es mejor de lo que podamos imaginar, y nos está esperando. Y debemos creer en esto sin un rastro de duda. Es absolutamente imperativo tener esta esperanza y esta fe.
Cuando los cristianos confusos hablan de la Epístola de Hebreos en realidad hablan simplemente de la sangre derramada en la Cruz, pero los nacidos de nuevo pueden ver que el autor de la Epístola de Hebreos sigue hablando del Evangelio del agua y el Espíritu. Todos los pasajes de la Biblia están escritos por la inspiración del Espíritu Santo y por eso precisamente creemos en la Biblia. Y los que fueron inspirados por el Espíritu Santo así son los que creyeron en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Creemos en el bautismo de Jesús, Su muerte en la Cruz y Su resurrección y aunque esto constituye la Verdad de salvación obviamente, en el presente sigue siendo un misterio para la mayoría. La mayoría de los cristianos de hoy en día solo creen en la sangre derramada en la Cruz porque esto es lo que han escuchado, predicado y aprendido en el cristianismo actual. Así que, aunque todos los cristianos tienen fe, la mayoría de los cristianos tienen una fe confusa, porque creen en Jesús mientras dejan fuera Su bautismo. Por supuesto, prácticamente todos los cristianos confiesan creen en la encarnación del Señor, Su muerte en la Cruz, Su resurrección y Su retorno, pero la mayoría no tiene ni idea de que el Señor tomó todos sus pecados al ser bautizado, y por eso no puede entrar en el Reino Milenario preparado por el Señor.
No debemos dejar que esto nos pase a nosotros. Todos debemos creer que el Señor es Dios mismo y que nos ha salvado a través del agua, la sangre y el Espíritu y que nos dará el Reino Milenario. Les pido a todos ustedes que crean en esta Verdad.