(Hebreos 10:19-39)
“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca. Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo! Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos; por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por otra, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante. Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos. No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma.
Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma”.
Hoy quiero hablarles sobre el sacerdote espiritual manifestado en el Libro de Hebreos
En primer lugar, quiero que lean Hebreos 10:19-20: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne”. Al darnos el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios Padre nos ha dado el papel de sacerdotes en el Reino de los Cielos. Jesús entregó Su cuerpo por nosotros. Ha abierto la puerta del Reino de los Cielos. Ha abierto la puerta del Reino de los Cielos por el bautismo que recibió con Su cuerpo y la sangre que derramó en la Cruz. Sabemos que Jesús es el Sumo Sacerdote del Reino de los Cielos. Jesús eliminó todos los pecados para siempre mediante el bautismo que recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz. En realidad, una persona que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu de corazón ha sido salvado de sus pecados.
Nuestro Salvador, que es el Creador, vino al mundo como un ser humano, fue bautizado por Juan el Bautista y fue juzgado por todos los pecados al ser crucificado para salvarnos a todos los pecadores. El Señor ha librado a los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu de todos sus pecados. Está escrito: “Purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” (Hebreos 10:22) al escuchar y obedecer la Palabra. Esto significa que Jesús eliminó todos los pecados para siempre mediante el bautismo que recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz. Somos personas benditas. Por tanto, el autor del Libro de Hebreos dice: “Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe”.
Los justos tienen esperanza en el Reino de los Cielos
Hermanos y hermanas, escuchen esto, si solo recibiésemos la remisión de los pecados y fuésemos salvados de nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y no entrásemos en el Reino de los Cielos, no habríamos entendido nada. Entonces, ¿cuál es la diferencia entre una persona que tiene pecados y una persona que no tiene pecados si la persona que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu no entrase en el Reino de los Cielos? Pero, aun así, si una persona que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu no entrase en el Reino de los Cielos, esta persona tendría paz en su corazón comparada con una persona que no cree.
Sin embargo, Dios nos ha concedido la remisión de los pecados y el Reino de los Cielos al mismo tiempo que los que creen de verdad en el Evangelio del agua y el Espíritu de corazón. Por tanto, la ciudad del Cielo manifestada en el Libro del Apocalipsis es tan inmensa. En el Libro del Apocalipsis 22, Dios dijo: “Os daré un cielo y una tierra nuevos y no hará falta tener luces en estos nuevos cielos y nueva tierra porque Dios será su Luz”. Dios nos ha dado los nuevos cielos y la nueva tierra a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu y nos ha dado la bendición para nunca sufrir de nuevo y no llorar a los que creemos de verdad y entramos en el Reino de los Cielos. Y Dios dijo que en el Reino de Dios habrá una ciudad hecha de doce piedras preciosas, árboles que dan frutos todos los meses y el río de la vida que es tan transparente como el cristal. Dios dijo que nos daría unos cielos nuevos y una tierra nueva a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Todos hemos recibido la promesa de la remisión de los pecados y el Reino de los Cielos por la fe que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si alguien ha recibido la remisión de los pecados y no tiene la esperanza de ir al Cielo, esta persona vive una vida miserable. Sin embargo, muchas personas justas viven sin saber esto y no saben exactamente por qué Dios les ha dado la remisión de los pecados. Dios eliminó nuestros pecados para darnos el Reino de los Cielos. Solo los que hemos recibido la remisión de los pecados y cuyos nombres han sido grabados en el Libro de la Vida pueden entrar en el Reino de los Cielos porque obedecen a Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero los cobardes, incrédulos, abominables, asesinos, sexualmente inmorales, exorcistas, idólatras y mentirosos no pueden y nunca podrá entrar en el Reino de los Cielos.
Por tanto, el autor del Libro de Hebreos dice: “Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos; por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por otra, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante. Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos. No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Hebreos 10:32-39).
El Señor se les aparecerá a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu
El Señor volverá pronto. Los justos encontrarán al Señor después de haber vivido sus vidas creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu, que es la justicia de Dios. La Palabra de Dios dice: “Los justos vivirán por fe”. Por eso, los que vivimos por fe, poseemos el Reino de los Cielos, mientras creemos en el Evangelio de Cristo. Como hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu podemos tener el Reino de los Cielos por fe. Así, para poseer el Reino de los Cielos, debemos tener fe en la Palabra de Dios. El Señor nos ha dado a los que creemos el Reino de Dios y debemos vivir el resto de nuestras vidas con esta fe y esperanza.
Por tanto, debemos vivir por fe mientras creemos en la justicia de Dios y no debemos poner nuestra esperanza en este mundo. Con esta actitud espiritual podemos vivir en este mundo con confianza y con felicidad sin vergüenza porque tenemos esta esperanza. Todos debemos saber que vamos a ir al Reino de los Cielos pronto después de haber predicado el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso damos gracias a Dios y vivimos nuestras vidas así, dándole gloria porque esta verdad vive en nosotros.
Ahora, lo único que nos queda hacer es entrar en el Reino de los Cielos al creer en la Palabra de Dios, en que ha eliminado nuestros pecados con agua pura y ha abierto la puerta del Reino de los Cielos para nosotros. El siervo de Dios que escribió el Libro de los Hebreos nos está pidiendo que tuviésemos cuidado para que la Palabra de Dios no se vaya de nuestros corazones. Nos está diciendo que, por mucho que la Palabra de Dios nos diga que el Señor nos ha dado el Reino de los Cielos y que nos ha dado la remisión de los pecados por el Evangelio del agua y el Espíritu, no podremos tener el ministerio de Dios si no nos aferramos a toda la Palabra de Dios. Sea cual sea el ministerio que hacemos, debemos tener la fe que cree en todas las promesas de Dios. Debemos orar: “Señor, estamos viviendo por fe mientras creemos en Tu Palabra. Señor, cumple todas estas cosas que nos has dado. Creemos que cumplirás todas las cosas que nos has prometido”. De esta manera podemos cumplir la obra de Dios con lealtad cuando vivimos por fe, mientras creemos en la Palabra de Dios. Dios obra en los corazones que creen en Él. Los Apóstoles y los santos de la Iglesia Primitiva vivieron por fe al saber que los nuevos cielos y la nueva tierra les pertenecían. Por tanto, no les importaba perder las cosas de este mundo y vivieron sus vidas de fe con confianza.
Dios nos da unos cielos nuevos y una nueva tierra porque nos ha salvado de todos nuestros pecados. Como los santos de la iglesia primitiva no abandonaron su confianza o fe, Dios les dará el Reino de los Cielos. No tenían miedo de perder las cosas del mundo, sino que estaban agradecidos porque iban a recibir el Reino de los Cielos. Esto se debe a que vivieron sus vidas de fe creyendo que el Señor les daría unos cielos nuevos y una tierra nueva en el Reino de los Cielos.
Fueron al Señor por fe después de esperar la venida del Señor
Todos los santos que han vivido antes han muerto y su carne ahora está dormida. Sin embargo, se levantarán de donde estén cuando vuelva el Señor. Los justos de hoy en día son las personas que poseen el Reino de los Cielos por fe. Nosotros poseeremos unos cielos nuevos y una tierra nueva. Dios nos ha dado unos cielos nuevos y una tierra nueva a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando miramos hacia arriba vemos el cielo, y cuando miramos hacia abajo vemos la tierra. Pero el Señor dijo que llegará el momento en que destruirá los cielos y la tierra que vemos con nuestros ojos carnales.
Es interesante escuchar a los defensores del medio ambiente decir que el mundo será destruido por calamidades naturales. Dicen que todo este progreso científico es en vano. Algunos científicos del medio ambiente han afirmado que el fin del mundo llegará entre el año 2050 y 2100. Los defensores del medio ambiente odian a la gente con ideas progresiva. ¿Por qué? Porque estas personas quieren salvar al mundo, pero ven que está siendo destruido poco a poco. Pero, por otro lado, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu somos afortunados porque tenemos un lugar donde escapar, aunque este mundo sea destruido.
El pueblo de Dios debe aferrarse a la justicia del Señor por fe, creyendo en la verdad de que nos dará unos cielos nuevos y una tierra nueva. Si hacemos esto podremos vivir en medio de todas estas calamidades por fe. Hermanos y hermanas, podemos vivir una vida espiritual solo si tenemos una fe así de clara. Sería aburrido y frustrante no tener esperanza en el Reino de los Cielos después de haber recibido la remisión de los pecados. ¿Podríamos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu correctamente si no tuviésemos esta fe y esperanza? Pienso en estas cosas todo el tiempo. Pienso en que la ciudad del Reino de los Cielos no es un lugar pequeño.
Hace un momento les he dicho que la muralla de la casa del Reino de los Cielos es 2/3 de la superficie de China, pero no estaba hablando de toda la tierra. Estaba hablando de la muralla. Los justos vivirán en una ciudad construida con todo tipo de piedras preciosas. Cuando leemos sobre esto en la Palabra, debemos darnos cuenta de que el tamaño de la ciudad es solo el tamaño de la casa donde vivirán los justos. Esta casa es grande y no creo que el número de personas que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu no es pequeño tampoco. Dios aumentará el número de los justos según Su voluntad. Dios aumentará este número con Su obra especial. Está escrito en las Escrituras que el número de personas que recibe la salvación aumentará bastante cuando llegue la destrucción de la Tierra.
Así, todo el mundo debe aferrarse a esta verdad que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu que estamos predicando por fe. Cuando la tribulación empiece en este mundo, muchos tendrán que pagar el precio para creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. En esos momentos sus vidas correrán peligro por creer en el Evangelio del agua y el Espíritu como la verdad de salvación. Estas cosas ocurrirán cuando el anticristo sea revelado en este mundo. Esto se debe a que el fin del mundo, el período de Satanás, está mucho más cerca. Sin embargo, creo que Dios salvará a muchos pecadores hasta el último momento. Esto se debe a que Dios quiere cumplir la promesa que nos ha hecho.
El mundo que Dios les dé a los justos será los nuevos cielos y la nueva tierra y la casa en la que vivirán estará hecha de 12 piedras preciosas, como jade y rubí. Como Dios ha construido una casa tan hermosa, habrá justos para vivir allí. No tendría sentido si no hubiera personas para vivir en una casa tan hermosa y grande. Por eso Dios le dijo a Su pueblo que “construyese el Reino de los Cielos”.
Y por eso predico el Evangelio del Reino de los Cielos y creo que esto es construir el Reino de Dios. Debemos creer que Jesús ha eliminado todos nuestros pecados y nos ha hecho entrar en el Reino de los Cielos mediante el agua clara del Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos vivir con la fe que cree en la obra justa de Jesús. Y debemos vivir con la esperanza del Reino de los Cielos. Hermanos y hermanas, las Escrituras nos enseña que el señor volverá pronto. El día no está lejos.
Si Dios no me lleva cuando tenga 50 años, seguramente iré a Él mientras estoy vivo. Dios dijo que destruiría este mundo y nos daría unos cielos nuevos y una tierra nueva. Este mundo no puede mantenerse en esta situación actual. Dios ha prometido claramente a los justos que les daría el Reino Milenario. Dios dijo que nos daría el Reino durante mil años. Dios, el Maestro de todas las cosas, nos dará unos cielos nuevos y una tierra nueva y nos hará reyes en ese reino. No podemos vivir en esta tierra para siempre. Esta tierra en la que vivimos debe ser destruida. Dios dijo que nos dará unos cielos nuevos y una ciudad nueva en el Cielo para que vivamos allí.
Debemos vivir esta vida espiritual con los nuevos cielo y tierra en nuestros corazones
Después de recibir la remisión de los pecados no debemos pensar solo que “no tenemos pecados”, sino que debemos tener la esperanza de los nuevos cielos y la nueva tierra a los que vamos. Como nuestros pecados han sido expurgados de nuestros corazones, esto significa que hemos recibido el Reino de los Cielos como un don gratuito. Y como creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu por fe, esta es la prueba de que poseemos el Reino de los Cielos. Los santos de la iglesia primitiva deben vivir sus vidas de fe creyendo que Dios les ha dado el Reino de los Cielos. Y sus cuerpos físicos también entraron en este sábado de descanso. Ahora estamos viviendo en el fin de los tiempos. Por tanto, si no ponemos nuestra esperanza en el Reino de los Cielos que está por venir, acabaremos en el mundo perdidos y empezaremos a vivir según sus leyes.
Además del Reino Milenario, tenemos unos cielos y una tierra nueva, la Nueva Jerusalén. Nosotros, los que hemos recibido la remisión de los pecados poseemos el Reino de los Cielos. Por tanto, los nuevos cielos y la nueva tierra del Reino de los Cielos pertenecen a los justos. La muralla construida con doce piedras preciosas es nuestra. Los que hemos recibido la remisión de los pecados estamos sentados a la orilla del Río de la Vida por fe. Por tanto, la obra que Dios nos ha dado es predicar este verdadero Evangelio a todo el mundo para que puedan ser salvados. Y debemos vivir con esta esperanza en nuestros corazones de que Dios nos ha dado el Reino de los Cielos. Debemos disfrutar de esta esperanza en nuestros corazones que dice por fe: “Viviré en el futuro y entraré en el Reino de los Cielos en el futuro y disfrutaré de esta gloria”. El Apóstol Pablo dijo: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18). Mientras vivimos en este mundo, debemos vivir con la fe en que entraremos en el Reino de los Cielos en el futuro. Este es el tipo de fe que hemos recibido al final de los tiempos.
El Reino de los Cielos llegará a nosotros pronto. Nuestro Señor volverá y nos llevará con Él. Las Escrituras dicen que nuestro Señor nos dará unos cielos y una tierra nueva. Y el Señor nos hará reyes y reinas en el futuro. ¿Conocen el lugar donde irán los justos? A los nuevos cielos y la nueva tierra. La Nueva Jerusalén. Creo firmemente en Jesús. Sé que Dios extenderá el Reino de los Cielos pronto. Y para cumplir Su voluntad, este Evangelio extenderá el Reino de los Cielos cuando los justos lo prediquen por todo el mundo. Y los nuevos cielos y la nueva tierra pertenecen a los justos por fe. Sé que, si alguien ha nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, esa persona será incluida en el grupo de los justos. Nosotros, es decir, los que creemos de verdad en el Evangelio del agua y el Espíritu, somos las personas que entrarán en el Reino de los Cielos.
Apocalipsis 21:1-8 dice: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”. Nuestro Dios ha dicho aquí que nos dará unos cielos y una tierra nuevos.
Hermanos y hermanas, debemos vivir nuestras vidas de fe creyendo en esta Palabra. Debemos aferrarnos a esta Palabra de Dios. Por desgracia, muchas personas no recibirán este don de salvación porque se niegan a tener fe en este don gratuito que Dios nos da. Hermanos y hermanas, el Reino de los Cielos es así. El Reino de los Cielos solo es posible si Dios les da fe y creemos. El Reino de los Cielos es de los que han creído. Debemos recibir esta verdad en nuestros corazones y poseerla por fe mientras vivimos en este mundo. No podemos entrar en el Reino de los Cielos si no tenemos esta fe verdadera que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Hermanos y hermanas, la meta es tener paciencia y esperanza para llegar al Reino de los Cielos. No podemos mantener nuestra fe si no tenemos el Reino de los Cielos como meta. Si no existiese el Reino de los Cielos, cuando la tribulación y la persecución venga a los justos, abandonarán su fe. Pero, como el Reino de los Cielos es una realidad, podemos superar todas las dificultades con esperanza. Y con la verdad de la fe en nuestros corazones, creemos en un cielo y una tierra nueva como dicen las Escrituras. Así, con la Palabra de Dios en nuestros corazones, podemos superar todas las dificultades y vivir una vida espiritual hasta el final. También podemos convertirnos en cristianos vencedores que llevan a muchas almas al Reino de los Cielos hasta el final. Por tanto, debemos tener este tipo de fe para creer que el Reino de los Cielos es nuestro. Hermanos y hermanas, ¿lo entienden?
¿A quién le ha dado Dios el Reino de los Cielos?
Dios les ha dado el Reino de los Cielos a los que luchan y vencen por fe. El Libro del Apocalipsis dice que Dios nos dará el maná secreto a los vencedores. Dios dice que nos dará el Libro de la Vida a los que seamos vencedores. Encontramos estas promesas en el Libro del Apocalipsis 21:7: “El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo”. Dios ha preparado y nos ha dado el Reino de los Cielos. Dios les ha dado el Reino de los Cielos a los que creen de verdad. Dios nos ha dado la salvación. Dios ha eliminado todos nuestros pecados mediante el bautismo de Jesús. Dios ha eliminado todos los pecados del mundo para siempre. El Señor eliminó nuestros pecados para siempre. El Señor eliminó todos los pecados para siempre mediante el bautismo que recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz.
Por eso debemos luchar y vencer por la fe mientras creemos en la Palabra de Dios. Alguien que cree de verdad en la Palabra de Dios y que lucha contra Satanás y sus diablos y vence posee el Reino de los Cielos. Sin embargo, si una persona pierde su batalla de fe no poseerá el Reino de los Cielos. Debemos escuchar, entender y creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y así recibiremos la remisión de los pecados. Algunas personas nos dicen que el Evangelio del agua y el Espíritu en el que creemos y que predicamos es un evangelio incorrecto. Lo cuestionan diciendo: “¿Dónde dice en las Escrituras que Juan el Bautista es un sumo sacerdote y dónde dice literalmente que los pecados del mundo fueron pasados a Jesús cuando recibió el bautismo de Juan el Bautista?”. Cuando los siervos de Satanás y sus demonios atacan a los justos así, empezarán a perder la batalla si dudan diciendo: “¿Es esto correcto o incorrecto?”. Aunque la gente acepte el Evangelio del agua y el Espíritu en sus corazones, empezará a perder su fe si pierde la batalla contra estos defraudadores.
Debemos ser personas victoriosas de fe al creer de corazón que este Reino de los Cielos nos lo ha concedido Jesús. La promesa del Reino de los Cielos se convierte en una realidad cuando una persona hace este Evangelio suyo. El Reino de los Cielos lo recibe una persona que vence al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, incluso cuando Satanás y sus demonios atacan. El árbol de la vida en el Reino de los Cielos lo recibe una persona que es vencedora, y la tierra de Canaán, en el Antiguo Testamento, también la reciben los vencedores. En el Libro del Apocalipsis el Señor habla continuamente acerca de los vencedores. Y les da el árbol de la vida a los que vencen. Aunque la gente haya escuchado el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios les dará el Reino de los Cielos solo a los que hayan recibido la remisión de los pecados por fe.
Los defraudadores, sean quien sean, atacarán continuamente a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Durante esos días deberán aferrarse a la Palabra de Dios creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu y vencer por fe diciendo: “¡Apártate de aquí, Satanás!”. Si son pasivos y no luchan, aunque ataque el enemigo, el enemigo les atacará aún más e intentará llevarse su fe. En el Libro de Efesios el Señor nos dijo que luchásemos contra Satanás con Su Palabra y venciésemos por fe.
El Señor nos prometió que, si tenemos fe en Él y Su Palabra, nos dará el Reino de los Cielos. Hermanos y hermanas, no se puede entrar en el Reino de los Cielos, así como así. Y no todo el mundo puede recibir la salvación de sus pecados solo por haber escuchado el Evangelio del agua y el Espíritu. Una persona no puede unirse a la Iglesia de Dios solo por haber escuchado el Evangelio del agua y el Espíritu. La guerra espiritual tiene lugar en el alma de una persona que escucha el Evangelio. Cuando esto ocurre, los que escuchan y entienden deben luchar por fe creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu y vencen.
Después de conocer la justicia del Señor, me di cuenta de que el mundo entero tiene un falso Evangelio que no puede salvar a nadie de sus pecados. Por eso, todos los pecadores cristianos del mundo entero se han convertido en enemigos míos, aunque nadie se lo haya dicho. Niego su fe sin tener compasión. Cuando reto su fe y digo que es falsa, me preguntan si soy Lutero y yo les contesto: “No soy Lutero, pero no hay ninguna ley que me prohíba decir que soy mayor que Lutero”. Entonces les digo: “Lutero es Lutero y yo soy yo. La fe correcta es creer en el Evangelio del agua y el Espíritu como dicen las Escrituras. Un Evangelio falso es falso por mucha historia y tradición que tenga; y el Verdadero Evangelio es el Evangelio del agua y el Espíritu”.
Muchos pecadores cristianos me atacan. Incluso cuando estas personas me retan y atacan mi fe, les gano al creer en la Palabra de Dios. A menudo los estudiantes del seminario venían a mi habitación y me atacaban y otras veces me atacaban los pastores. Además, me han atacado muchas denominaciones, pero yo les he dicho: “Todos ustedes, vengan a atacarme. Venceré por fe mientras creo en el Evangelio del agua y el Espíritu. Pueden decir que el evangelio en el que creen y que predican es el Evangelio verdadero. Proclamen si quieren ese evangelio al invocar la fe de sus antecesores”.
Por mucho que me ataquen, la pelea se acaba cuando gano con la Palabra de Dios y les enseño que cómo el Evangelio del agua y el Espíritu está escrito en las Escrituras. Su fe falsa es destruida con un solo golpe de la Palabra de Dios. Por muy grande o fuerte que fuese Goliat, cayó con las cuatro piedras de David. Esta fe que cree en la Palabra de Dios puede ganar contra cualquier ataque del diablo. El Señor dijo: “El que vence heredará todas las cosas”. Dios dice que nos daría el Reino de los Cielos a los que luchásemos contra los defraudadores y venciésemos por Su Palabra.
Está escrito: “Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio. Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 21:21-27).
Los Reyes de la Tierra mencionados aquí somos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu
Hay muchas personas que creen en los falsos Evangelios y muchos mentirosos. Entre estas personas hay quien dice que no tienen pecados, aunque digan creer en la sangre de la Cruz mientras rechazan el agua y el Espíritu. Cuando les pido repetidamente si tienen pecados en sus corazones o no con esta fe al final me dicen la verdad y confiesan que tienen pecados todavía. Hay personas que dicen no tener pecados, aunque la Palabra de Dios diga que el pecado no puede ser eliminado con una fe así. Cuando les pregunto si han pecado o no confiesan que tienen pecados, respondiendo de manera muy diferente a la primera vez. Pero cuando les pregunté por primera vez si habían pecado o no dijeron que no tenían pecados. En la conversación les pregunté si tenían miedo o no y me contestaron que tenían un poco de miedo. Y ahora, cuando le pregunté que, si tenían pecados o no, dieron testimonio de que tienen un poco de pecados. Si les preguntase diez veces esto repetidamente, admitirían que todavía tienen pecados.
Jesús tomó todos los pecados de los cobardes, incrédulos, abominables, asesinos, pervertidos, exorcistas, idólatras y todos los mentirosos con el agua y el Espíritu. Jesús vino a este mundo y tomó todos nuestros pecados sobre Sí mismo al ser bautizado con agua clara. Jesús recibió el Juicio completo en la Cruz en nuestro lugar al bajar al Jordán al principio de Su ministerio terrenal y fue bautizado por nuestros pecados. Por tanto, debemos creer que el Señor ha eliminado nuestros pecados con el agua y el bautismo que recibió de Juan el Bautista y que ha sido juzgado por nuestros pecados al ser crucificados. Nadie puede decir con absoluta convicción: “No tengo pecado. Soy una persona justa. Soy un hijo de Dios” si no tiene esta verdadera fe. Sin esta fe nadie puede hacer esta afirmación.
En el Reino de Dios nadie puede ser justo por muchas habilidades que tenga con las palabras ni por mucho que diga que no tiene pecados. Una persona no debe tener pecados para convertirse en una persona justa. Dios nos da el Reino de los Cielos eterno a los que no tienen pecados. Repito, Dios le da el Reino de los Cielos a este tipo de personas. Dios les da el Reino de los Cielos como herencia a los que vencen y los que pierden su fe serán juzgados. Incluso después de recibir la remisión de los pecados una persona no puede entrar en el Reino de los Cielos si se une con los defraudadores.
Por desgracia, algunos de los siervos de Dios han perdido la batalla espiritual. Son personas insensatas. No son diferentes de los que, como Esaú, vendieron su derecho como primogénitos por un plato de sopa. Esaú podría haber recibido todas las bendiciones como suyas si hubiese esperado pacientemente por fe, pero no lo hizo. Solo tenía que recordar que era el primogénito de su padre, pero tampoco pudo esperar. Por mucho que su hermano menor mintiese o planease, todo lo que tenía que hacer era mantener la bendición que Dios le había dado por fe, pero no lo hizo. Esaú despreció esta bendición y entregó su derecho de primogénito por un trozo de pan y unas lentejas, pasando todos sus derechos y bendiciones a Jacob, solo para calmar su hambre.
Hasta ahora, entre los ministros que han encontrado al Señor y han predicado el Evangelio del agua y el Espíritu he visto a algunos cuyas vidas espirituales acabaron mal. Una persona que haya recibido la salvación de todos sus pecados puede ver el Reino de los Cielos por fe. Nosotros también debemos vivir esta vida espiritual, teniendo fe en que el Reino de los Cielos es nuestro. Si no lo hacemos seremos destruidos si no tenemos esta fe. Por eso debemos vivir con esperanza y fe en que no tenemos pecados y en que el Reino de los Cielos es nuestro. Vestidos con esta verdad, podremos soportar las dificultades del mundo mientras vivimos en esta tierra.
Creo en la Palabra de Dios. Creo que los nuevos cielos y la nueva tierra son míos y que los nuevos cielos y la nueva tierra son suyos también. Muchas almas recibirán la salvación más adelante, aunque no reciban la salvación ahora. Aunque solo hay unas pocas personas que reciben a salvación de sus pecados cuando predican el Evangelio del agua y el Espíritu hoy en día, la gente buscará este verdadero Evangelio del Señor al final de los tiempos, durante la tribulación. Como no tendrán adónde ir, pensarán en el Evangelio del agua y el Espíritu que han escuchado de sus maridos, esposas, mujeres, miembros de la familia, amigos y extraños en el pasado. Por tanto, sé que el Evangelio de la salvación será comunicado de manera que les lleve al arrepentimiento y aceptación.
En ese momento su fe será más fuerte que la nuestra. También predicarán el Evangelio arriesgando sus vidas porque fueron salvados en circunstancias extremadamente difíciles. El tiempo de la tribulación llegará y las autoridades matarán a la gente y harán que reciban la marca de la bestia, como dicen las Escrituras, pero los que se hayan convertido en justos durante esos tiempos se negarán diciendo: “No recibiremos la marca. Matadme si queréis, pero no recibiremos esta marca”. Las autoridades dirán: “Entonces, no podréis comprar” y los justos contestarán: “Está bien si no podemos comprar nada y moriremos de hambre”.
Dios dijo aquí que habrá muchos mártires en aquel entonces. Será mejor estar muerto entonces que vivir en esos tiempos horribles. No habrá sitio donde vivir. Estos tiempos vendrán pronto. Las autoridades podrán saber dónde están o adónde van cuando se intenten esconder. Todo se acabará cuando inserten chips en los cuerpos de la gente. E irán a un cielo nuevo y una tierra nueva cuando venga el fin del mundo.
Vivirán por fe. Hermanos y hermanas, el Señor dice que los justos vivirán por fe. Nosotros vivimos con la fe que cree en la justicia de Dios. Aunque no veamos con nuestros ojos, por fe hemos recibido la salvación de nuestros pecados, al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y también recibiremos ayuda orando a Dios. Resolvemos todos los problemas con nuestra fe. Por tanto, los justos vivirán por fe. Dios les ha dado el Reino de los Cielos a los que han nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Sin embargo, si alguien no ha nacido de nuevo por no creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, no podrá entrar en el Reino de los Cielos. Solo la gente santa puede entrar allí. Es decir, solo los que no tienen pecados pueden entrar allí. Los que han recibido la remisión de los pecados con agua clara, es decir, con el agua y la sangre, pueden entrar en el Reino de los Cielos. Solo los que creen en la justicia de Jesús pueden entrar en el Reino de los Cielos de manera nueva y viva consagrada por Jesús por nosotros a través del velo, es decir, Su carne. Cualquiera que no tenga la fe que cree en el agua y la sangre no puede entrar en el Reino de los Cielos. Hermanos y hermanas, sin el agua del Señor nuestros pecados no pueden eliminarse.
Queridos hermanos y hermanas, nos hemos reunido aquí hoy en un ambiente familiar. Los que creemos de verdad en el Evangelio del agua y el Espíritu somos las personas que entrarán en el Reino de los Cielos. Debemos vivir con esperanza, mezclada con fe en que los nuevos cielos y tierra son nuestros. Aunque vivamos en un mundo difícil lleno de pecados, debemos creer que un día entraremos allí en el futuro. Cuando creemos que el nuevo cielo y nueva tierra se manifestarán personalmente a nosotros estamos viviendo una vida espiritual de fe. Hermanos y hermanas, ¿tienen fe en que el Reino de los Cielos es nuestro? ¿Creen de verdad?
Hermanos y hermanas, no vamos a tener miedo de nuestra destrucción, sino que seguimos por fe para preservar el alma. Somos las personas que tienen fe espiritual para salvar a otras personas de la condena. Somos las personas que han recibido la salvación de los pecados y tienen fe para salvar a otras almas de sus pecados. Somos las personas que tienen esta valiosa fe que es más valiosa que el oro.
Hermanos y hermanas, crean que no quedan muchos años para vivir en este mundo. A pesar de esto, los que hemos nacido de nuevo debemos tener fe en el Reino de los Cielos, aunque el día de la destrucción no estuviese cerca. Debemos tener fe en que el nuevo cielo y la nueva tierra son nuestros si somos verdaderos creyentes cristianos que creen en el agua y la sangre. Debemos vivir por fe. Hermanos y hermanas, no queda mucho tiempo. Díganselo a sus familiares. Díganselo y oren por ellos sin cesar, aunque no escuchen sus palabras ahora. Y sean pacientes y esperen. Dios los salvará definitivamente.
Sin embargo, la cosa más importante para los nacidos de nuevo es tener la fe que cree que los nuevos cielos y la nueva tierra son suyos. No solo debemos tener fe para recibir la salvación de los pecados, sino que debemos tener fe en que el nuevo cielo y la nueva tierra son nuestros. Si es así, entonces el nuevo cielo y la nueva tierra son nuestros. ¿Cuánto más tiempo creen que queda en nuestro mundo? ¿Creen que a este mundo le queda mucho tiempo? Me gustaría que le quedase mucho tiempo. Entonces podríamos cubrir el mundo entero con el Evangelio del agua y el Espíritu. Nadie sabe cuál será el último día, pero Dios dijo que informaría a los justos. Los justos pueden sentir por fe el sonido del Señor cuando viene. Pueden sentir, percibir en su espíritu que la batalla se acerca. Pueden sentir que se está preparando todo. Estos tiempos son los del fin del mundo, de la misma manera en que una comida se acaba completamente cuando hemos terminado de lavar los platos. El final llega cuando hemos lavado los platos después de haber comido todo lo que se ha preparado en la mesa llamada mundo. Por tanto, ¿qué esperanza hay en este mundo? No hay esperanza y lo único que podemos hacer es vivir lo mejor que podamos y recaudar tantos intereses como podamos con las cosas que tenemos.
Esta es la misma situación que encontramos por todo el mundo. No estoy diciendo estas cosas para asustarles o amenazarles. Hermanos y hermanas, deben vivir lo mejor que puedan y seguir trabajando diligentemente, aunque el Señor venga mañana. Los justos no deben dudar, aunque el Señor venga mañana. Debemos vivir predicando el Evangelio en casa, en nuestros trabajos y en nuestros negocios.
La gente que no ha nacido de nuevo intentará ser justa en aquel entonces. Pero la gente que ha nacido de nuevo debe seguir trabajando y predicar el Evangelio, aunque el fin del mundo llegue mañana. Por eso el Apóstol Pablo dijo en 2 Tesalonicenses 2:1-2: “Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca”. El Apóstol Pablo nos está diciendo que no nos asustemos por el fin del mundo y por que la segunda venida del Señor esté cerca.
En Corea, hemos tenido defraudadores como el Grupo de Dami Ministry, una denominación escatológica muy apasionada que fue muy famosa hace veinte años. Era una secta que causó mucha conmoción. Una vez conocía a uno de sus ministros y le preguntó: “¿Vas a ser raptado por Jesús pronto?”. Me contestó que muy pronto. Dijo que su pastor Jangrim Lee iría con el Señor definitivamente, aunque él no fuera. Le dije claramente: “Te digo ahora que el Pastor Jangrim Lee ni siquiera subirá 10 mm por encima del suelo”. Me contestó enojado: “¿Qué harás si es raptado?”. Le contesté: “No sería un siervo de Dios si el Pastor Jangrim Lee fuese raptado y no habría salvación para mí. Pongo mi vida en ello. El Pastor Jangrim no será llevado al Reino de los Cielos”. Entonces este ministro me preguntó cómo podía faltarle el respeto de esa manera.
Después de la fecha en la que esperaban que ocurriese el rapto, el 28 de octubre, fui a visitar a este ministro de las misiones de Dami. Al verle le pregunté: “¿Ha ocurrido el rapto ya?”. Me contestó: “No me llevó el Señor”. Entonces le respondí: “¿Fue tomado tu líder?”. Me contestó: “No”. Entonces seguí hablando con él: “¿Es correcto o incorrecto lo que te dije”? Me dijo: “Tenías razón”. Entonces le contesté: “Haz la maleta y vete a casa. ¿Dónde está tu casa?”. Me respondió: “Está en Jinju, en el sur de Corea”.
Le contesté con urgencia: “Vete ahora mismo. Si te quedas aquí te matarán. ¿Piensas que no te pasará nada cuando tu rebaño de creyentes lo ha vendido todo, incluyendo sus casas, y os ha dado el dinero a ti y a tus líderes? Ahora todavía estás a salvo porque no saben lo que está pasando, pero te matarán cuando se den cuenta de que los habéis engañado. Haz la maleta ahora mismo y vete a casa. Vete ahora si no quieres morir. Intentaré pararlos por ahora, pero no creo que dure mucho”.
Hermanos y hermanas, los siervos de Dios saben cuándo llegará el fin. También saben cuándo llegarán los últimos días. Además, los que creemos de verdad en el Evangelio del agua y el Espíritu sabemos cuándo entraremos en el Reino de los Cielos. Los siervos de Dios saben todas las cosas del mundo también. Los que creemos de verdad en el Evangelio del agua y el Espíritu entraremos en el Reino de los Cielos. Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu entramos en el Cielo y poseemos el nuevo cielo y tierra. No se sientan desalentados cuando ven que no hay muchos creyentes en nuestra Iglesia. No se sientan desalentados porque no tengan muchas ganancias materiales después de haber recibido la remisión de los pecados. No nos desalentemos por las cosas carnales. El Señor volverá y no tardará.
Hermanos y hermanas, caminarán, correrán y bailarán donde estén las doce piedras preciosas cuando vuelva el Señor. Nuestro Señor nos dará unos cielos y una tierra nueva. Cuando vengan el cielo y la tierra nueva, Dios no nos dará nada menos. Viviremos con Dios y Sus ángeles en una casa hecha de joyas, agua viva, el río de la vida, árboles frutales de todo tipo y un océano precioso. Serán reyes. Serán los dueños. Serán propietarios del Reino de los Cielos, así que no desesperen por no vivir una vida lujosa en este mundo. Estarán contentos porque la promesa del Reino de los Cielos está enterrada en sus corazones, aunque no tengan ninguna bendición en este mundo.
No tendrán envidia de nada de lo que hay en este mundo si creen en esta Palabra con la fe que dice: “El nuevo cielo y la nueva tierra son míos”. Los que han recibido la remisión de los pecados poseerán el cielo nuevo y la tierra nueva. Vivimos en este mundo solo durante poco tiempo. Así que está bien no vivir en una casa espléndida con muchas riquezas materiales. Nosotros, los que creemos de verdad, podemos aguantar y ser pacientes porque tenemos la vista puesta en nuestra meta, porque la recompensa será enorme. Por tanto, es necesario que los santos perseveren. Hermanos y hermanas, deben ser pacientes y perseverar. Creo en la Palabra de Dios. ¿Creen en la Palabra de Dios?
Hermanos y hermanas, les digo que antes de nacer de nuevo pensaba que el Reino de los Cielos era un sueño. Cuando intentaba predicar acerca de la resurrección el Domingo de Pascua antes de nacer de nuevo, dudaba diciendo: “¿Seré resucitado? ¿Viviré después de morir?”. Sin embargo, hermanos y hermanas, mi carne volverá a vivir, de la misma manera en que nuestro Señor fue resucitado. Y entraremos en el Reino de los Cielos definitivamente. Debemos creer que el Reino de los Cielos es nuestro y vivir con esta fe en la Palabra de Dios. Solo entonces podremos llamarnos verdaderos cristianos y el pueblo de fe y los verdaderos creyentes de Cristo.
¿Cuánta gente hay en nuestra Iglesia ahora? No es una cantidad pequeña. Esto es maravilloso. Tenemos un ambiente familiar. El pastor de esta Iglesia parece tener un buen corazón. ¿Cómo de bendecidos están de tener la Iglesia de Dios, un líder en la Iglesia de Dios, un siervo de Dios, una mujer del pastor, un cuerpo de Cristo, hermanos y hermanas aquí? No hay muchas personas que estén tan bendecidas como ustedes en este mundo. Sin embargo, el problema es que están viviendo sin saber que han sido así de bendecidos. El problema es que están viviendo sin saber lo bendecidos que están por vivir una vida espiritual en la Iglesia.
Dios nos ha dado unos cielos nuevos y una tierra nueva a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. En poco tiempo recibiremos este Reino. Hermanos y hermanas, crean de corazón. ¿Será mejor o peor este mundo? Les pido que crean que este mundo será peor. Será cada vez más difícil vivir y trabajar aquí. Entonces, ¿vendrá el Señor? La puerta del Tabernáculo estaba orientada hacia el Este. Sin embargo, el Arca estaba en el Oeste. Esto significa que nuestro Señor vendrá a este mundo cuando el sol se ponga en este mundo.
Hermanos y hermanas, ¿cómo han recibido su salvación? ¿Qué ha ocurrido? Creo que todas estas cosas se deben a la gracia de Dios. Crean y vivan con la fe que cree en la Palabra de Dios. Entonces, cuando hayan terminado su carrera, entren en el Reino de los Cielos cuando vuelva nuestro Señor. Nos encontraremos en el Reino. Disfrutaremos de los esplendores de ese Reino. Le doy gracias a Dios, al Padre y a nuestro Señor, quien nos ha hecho celebrar esta reunión de resurgimiento espiritual y servir Su Palabra. También le doy gracias al ministro y a nuestros hermanos y hermanas y todos los que están aquí. Estoy muy agradecido. Le doy gracias a Dios y a la gente que hay aquí por poder pasar un tiempo tan estupendo juntos este mes.