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Kazania

Tema 26: Levítico

[26-16] Guardad mis estatutos y ponedlos en obra (Levítico 20:8)

Guardad mis estatutos y ponedlos en obra(Levítico 20:8)
“Y guardad mis estatutos, y ponedlos por obra. Yo Jehová que os santifico”.
 

Estoy agradecido por estar aquí hoy compartiendo la Palabra de Dios con ustedes. Sé que no es cómodo estar sentados en el suelo escuchando mi sermón que seguramente ya han escuchado en parte. Así que estoy agradecido por su paciencia. Después del culto de hoy solo quedará un culto mañana y la reunión de resurgimiento se acabará. Pasado mañana hay una boda. Y el día después nos reuniremos en la Iglesia de nuevo para tener comunión con el pueblo de Dios, alabarle y adorarle. El lunes oraremos por las almas perdidas, saldremos a buscarlas y haremos otras cosas por ellas. Y debemos predicar el Evangelio a Corea del Norte también. 
El Reverendo Kim y yo no tenemos mucha idea de lo que pasa en las noticias internacionales, pero por lo que hemos estado escuchando últimamente, pensamos que ha llegado el momento de predicar el Evangelio a Corea del Norte. Muchas personas piensan que Corea del Norte está a punto de colapsarse. Esta semana, mientras comparto la Palabra con ustedes acerca de los estatutos de Dios, que son las leyes establecidas por Dios, estoy pensando que se está acercando el momento de predicar el Evangelio a Corea del Norte, ya que su cruel régimen dictatorial está a punto de colapsarse y desencadenar profundos cambios sociales. 
Reverendo Kim, vámonos a Corea del Norte en cuanto se abra. Cada uno llevaremos una mochila con una tienda de campaña y 50 Biblias. Uniremos nuestras fuerzas. Cuando llegue ese momento, no solo irán nuestros pastores, evangelistas y sus mujeres, sino también todos los hermanos y hermanas que hayan recibido la remisión de los pecados. Debemos ir con confianza, predicando a la gente de Corea del Norte que Jesucristo ha eliminado sus pecados, es decir, que Dios, no Kim Jong-un, es quien les da todo lo que necesitan. Los habitantes de Corea del Norte tienen muchas posibilidades de recibir la remisión de los pecados cuando les prediquemos el Evangelio, ya que sus corazones no han sido tocados por las falsas doctrinas del cristianismo moderno. 
Cuando se pinta, lo que se dibuja con la primera pincelada en el lienzo blanco es muy importante. No tengo duda de que, cuando prediquemos el Evangelio claramente a los habitantes de Corea del Norte, recibirán la remisión de los pecados sin falta. Hay muchas enseñanzas religiosas falsas hoy en día, tantas como ropa de imitación y bolsos. Es inevitable que haya más productos falsos que originales, e incluso son más atractivos que los originales. Esta mañana he comido arroz con aceite de sésamo para desayunar, y la mujer del Reverendo Kim me ha dicho que el aceite de sésamo era original. Me ha sorprendido averiguar que algunas personas sin escrúpulos también falsifican el aceite de sésamo. En la antigüedad los vendedores no podían engañar a sus clientes, ya que esto podía arruinar su reputación. Enseguida se propagaban las noticias. Sin embargo, cuando comenzó la urbanización, algunos negocios empezaron a alterar el proceso de producción. Por ejemplo, el aceite de sésamo solía hacerse en tiendas pequeñas a mano. Pero la maquinaria moderna cambió todo para poder producir el aceite de sésamo en masa. Al parecer, hoy en día se puede hacer aceite de sésamo falso mezclando un tipo de aceite de calidad inferior y aditivos químicos. Es difícil creer que las personas vayan tan lejos para ganar dinero, con todo tipo de conspiraciones, para conseguir sus fines. ¿De qué sirve ganar dinero de manera deshonesta? 
Quería hablar de los falsos evangelios, pero me he desviado del tema un poco. De todas formas, pronto llegará el día en que podamos ir a Corea del Norte a predicar el verdadero Evangelio. Así que debemos tomar fuerzas, apretarnos el cinturón y ponernos las botas. Debemos prepararnos bien para que, cuando llegue el momento, podamos aprovechar la primera oportunidad de ir a Corea del Norte para predicar el Evangelio allí. Si vamos allí y predicamos la Palabra muchas personas recibirán la remisión de los pecados. De la misma manera en que el pueblo de Israel entró en la tierra de Canaán y se asentó allí, aunque la tierra ya estuviese habitada por otras tribus, si levantamos una bandera y hacemos una línea en el suelo esa tierra será nuestra. Por supuesto no estoy hablando de tomar posesión de la tierra en Corea del Norte, sino de predicar el Evangelio a la gente de Corea del Norte. Dios nos la entregará para que podamos predicarle el Evangelio. 
 


Debemos vivir con una clara visión de fe

 
Debemos tener un plan para el futuro, planeando qué haremos en los años siguientes, como plantar una iglesia la primavera siguiente y cuándo predicar el Evangelio a Corea del Norte. No es fácil. De hecho, es extremadamente difícil. Necesitamos aún más obreros de Dios en momentos como este. Así que debemos planear el futuro. Debemos planear ir a Corea del Norte y predicar el Evangelio allí, de la misma manera en que tenemos un plan para Corea del Sur. Hay muchos, muchos lugares en Corea del Sur donde nuestra Iglesia no está presente. Nuestros colaboradores del Evangelio han estado buscando sin parar las posibles ubicaciones para plantar iglesias. Debemos cavar un pozo allá donde vayamos para que la Palabra pueda salir por todas partes. 
En la Biblia vemos que Isaac y Jacob cavaron pozos allá donde fueron. Lo hicieron en el desierto. Algunos de los pozos que cavó Jacob aún existen hoy. Cavar un pozo espiritual es vivir la vida de cristianos santos. No es fácil cavar un pozo espiritual. Es incluso más difícil si hay que cavarlo profundamente. Sin embargo, cuando se ha cavado, muchas personas sedientas podrán calmar su sed de este pozo durante miles de años. Beberán del agua de vida de la Verdad de los pozos cavados por nosotros y recibirán vida nueva. La obra de la vida tendrá lugar. Por tanto, debemos plantar iglesias y predicar esta Palabra bendita que tenemos en nuestros corazones a más gente. 
Debemos plantar iglesias en todas partes. No estoy diciendo que debamos satisfacer nuestras ambiciones. Al plantar iglesias debemos llevar el agua viva a las muchas personas que tienen sed. Multitud de personas están muriendo al beber agua contaminada, mezclada con todo tipo de materiales de desecho. Están llorando de dolor. ¿No ven a estas almas? Están por todas partes. Nosotros somos los únicos que pueden llevarles el agua de la vida. Aunque tengamos muchos fallos, todavía podemos salvarles, porque el Señor está con nosotros. 
Todo lo que debemos hacer es predicar el Evangelio allá donde vayamos. Los ancianos pueden enseñar a otros ancianos de camino al Cielo; nuestros hermanos y hermanas trabajadores pueden predicar el Evangelio de la vida en sus lugares de trabajo; y nuestros jóvenes pueden predicar a los universitarios y otros jóvenes. De esta manera, desde cada una de nuestras posiciones, debemos llevar a tantas personas como sea posible al camino de la remisión de los pecados. ¿Qué se supone que debemos hacer? Las Escrituras dicen que, hagamos lo que hagamos, ya bebamos o comamos, debemos hacer todas las cosas por la gloria de Dios. Debemos vivir por este Evangelio. Aunque seamos inadecuados y seamos inútiles en este mundo, en el Reino de Dios todos podemos ser utilizados para un propósito urgente y noble. 
Así que no tenemos tiempo de quedarnos de brazos cruzados. No tengo palabras suficientes para expresar lo ocupados que estamos. ¿No está de acuerdo conmigo, Rev. Kim? He estado tan ocupado que no tengo tiempo de ir al baño. Allá donde vaya y haga lo que haga, estoy tan ocupado que parece que nunca vaya a parar. Incluso en casa no tengo mucho tiempo para descansar y por supuesto en la iglesia estoy muy ocupado con mi ministerio. Sin embargo, a pesar de este horario tan lleno, sigo tranquilo y en paz. Seúl es una ciudad muy moderna y ajetreada por naturaleza. Es un constante ir y venir. 
Pronto la Iglesia de Seúl tendrá que buscarse otro lugar, pero hemos estado tan ocupados que no sabemos cuándo lo haremos. Por ahora la congregación se tiene que sentar en el suelo durante el culto de adoración. Aunque es bueno que nuestros hermanos y hermanas tengan comunión más cerca, al final les duele la espalda. He oído que cuesta unos $2,000 alquilar una capilla de bodas comercial. Con ese dinero se podría celebrar la ceremonia aquí e incluso pagar a un fotógrafo profesional. Con el dinero que cuesta alquilar una capilla se puede comprar equipo electrónico. Se podrían comprar un smartphone o una cámara de vídeo y hacerlo ustedes mismos. 
Mis queridos hermanos, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Si creemos en Dios y Su Palabra todo se cumplirá. Sin embargo, alguien que no tenga una visión es una persona muerta. Estas personas están muertas. Así que debemos prepararnos para predicar el Evangelio a Corea del Norte y predicar el Evangelio y plantar la Iglesia de Dios aquí en Corea. Debemos hacer todo lo que podamos para que nuestras esperanzas y deseos se cumplan. Quiero que todas las iglesias de Corea oren por esto y que todos unamos nuestras fuerzas. Unamos todo el poder de la oración y la suplicación. Este poder de la oración es extremadamente importante. Es más importante juntar el poder de la oración que los recursos económicos. 
Sé que muchos de ustedes están cansados. Algunos de ustedes pueden estar sacudiendo la cabeza, pero he escuchado su voz. Durante el servicio de alabanza de esta mañana me he dado cuenta de que tenían la voz áspera. Eso significa que están cansados. Tuvimos una comunión tan maravillosa la noche pasada que muchos de nosotros nos quedamos despiertos hasta las 2 de la madrugada. Incluso comimos fideos. Y ahora están aquí otra vez esta tarde para otro culto, así que sé que están cansados. Yo estaba muy feliz de habernos podido reunir así y hablar y reír durante horas hasta la madrugada. No sabía que los fideos estuviesen tan buenos de madrugada. No suelo comer fideos instantáneos, pero desde que vine a Seúl los he comido bastantes veces en la reunión de resurgimiento. Todo el mundo iba a comerlos y yo me sentía raro si pedía otra cosa. Además, sé que debemos hacerlo juntos, seo lo que sea. He estado muy contento de compartir la Palabra con ustedes en esta reunión de resurgimiento y estoy lleno de gozo en cuerpo y espíritu, y mi corazón tiene la plenitud del Espíritu Santo. Es cierto que estoy un poco cansado cuando me levanto por la mañana, pero aun así estoy muy contento porque estoy lleno del Espíritu Santo. 
Hagamos lo que hagamos, debemos compartirlo todo los unos con los otros. Debemos hacer todas las cosas en unidad. Intenten comer fideos instantáneos solos. No tendrán sabor. Estarán llenos sin haber obtenido ningún valor nutritivo. De la misma manera, si están solos, solo tendrán justicia propia en su corazón y se quejarán sin motivo. Por el contrario, cuando compartimos cosas buenas los unos con los otros, todo tiene buen sabor y todo es divertido y nos hace felices. Hagamos lo que hagamos, debemos hacer todas las cosas juntos. Debemos orar juntos y hacer la obra de Dios, debemos hacerlo unidos. Les pido que abran sus corazones. Todos podemos caminar juntos. 
Parece que el Hermano Dochun tiene algún problema en los ojos, porque se los está frotando. Quizás no durmió lo suficiente la noche pasada. Aun así, necesito que encuentre fuerzas para pasar esta hora porque se va a predicar la Palabra de Dios. He dicho hace poco que debemos tener una visión en todo lo que hagamos. Hoy, vamos a ver los estatutos de Dios, el tema de esta semana. 
 


Los estatutos establecidos por Dios.

 
Levítico 20:8, que acabamos de leer hoy, dice: “Y guardad mis estatutos, y ponedlos por obra. Yo Jehová que os santifico”. Los que tienen la ley de Dios son los que están felices. Los que tienen un líder para guiarles son felices. Los que tienen a Dios a su lado son las personas felices. Los que tienen un pastor son felices. Y los que tienen hermanos y hermanas son felices y los que viven en el Reino de Dios. Dios nos dijo claramente: “Y guardad mis estatutos, y ponedlos por obra. Yo soy Jehová que os santifico”. ¿Qué dicen las Escrituras de Dios? Es el Señor que nos santifica. ¿Qué nos dijo el Señor? Nos dijo que guardásemos y cumpliésemos Sus estatutos. Estos estatutos son los decretos y reglas establecidos por Dios. No hay nada malo en las reglas de Dios. Aunque estos estatutos sean 613 leyes diferentes, no son malos, sino que son lo que debemos recordar y son indispensables para nosotros. Dios nos ha dado Sus estatutos y todo lo demás. Dentro de los confines de estos estatutos de la Ley, Dios nos ha dado el sistema de sacrificios y nos ha santificado. Como dijo nuestro Dios: “Yo soy Jehová que os santifico”, nos ha santificado a través del sistema de sacrificios que estableció y al enviarnos a Su Hijo. No tengo palabras suficientes para expresar lo agradecidos que estamos por esto. 
Pudimos ser santificados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y hacer nuestra ofrenda espiritual según los estatutos de Dios y los requisitos de Su sistema de sacrificios. Debemos reflexionar acerca de los estatutos de Dios. Pasemos a Éxodo 30:11-16: “Habló también Jehová a Moisés, diciendo: Cuando tomes el número de los hijos de Israel conforme a la cuenta de ellos, cada uno dará a Jehová el rescate de su persona, cuando los cuentes, para que no haya en ellos mortandad cuando los hayas contado. Esto dará todo aquel que sea contado; medio siclo, conforme al siclo del santuario. El siclo es de veinte geras. La mitad de un siclo será la ofrenda a Jehová. Todo el que sea contado, de veinte años arriba, dará la ofrenda a Jehová. Ni el rico aumentará, ni el pobre disminuirá del medio siclo, cuando dieren la ofrenda a Jehová para hacer expiación por vuestras personas. Y tomarás de los hijos de Israel el dinero de las expiaciones, y lo darás para el servicio del tabernáculo de reunión; y será por memorial a los hijos de Israel delante de Jehová, para hacer expiación por vuestras personas”. 
Dios le dijo al pueblo de Israel que ofreciese un rescate para sí mismo cuando se contase su número, para que no hubiese plagas entre ellos. Esto significa que todos los israelitas tenían asignados cierta cantidad de dinero como dinero de rescate para ofrecer a Dios por el servicio del Tabernáculo. Por eso, Dios nos está diciendo que, en vez de morir por nuestros pecados, debemos ofrecerle algo equivalente para redimirnos. ¿Cuáles son los estatutos establecidos por Dios? ¿Qué ha determinado Dios por la humanidad? Que todo ser humano está bajo el juicio de Dios. A los ojos de Dios, ningún ser humano puede evitar estar bajo su juicio. Es muy importante que nos demos de cuenta de esto y apreciemos por qué Dios debe juzgar a todo el mundo. Este es un estatuto establecido por Dios. No es algo que podamos cambiar cuando queramos, porque a los ojos de Dios, quien no haya recibido la remisión de los pecados y no haya nacido de nuevo debe ser juzgado por Él. Este es un estatuto establecido por Dios mismo. 
 


A los ojos de Dios deberíamos morir por nuestros pecados

 
Por eso Dios nos dijo que entregásemos un rescate por nosotros, es decir, que pagásemos el precio del pecado. Dios nos pide que paguemos el precio de nuestros pecados. Ningún pecador puede escapar de esto y todo pecador debe pagar por sus pecados. El rescate exigido por Dios es la vida y podemos evitar morir solo si encontramos algo que pueda redimir nuestros pecados. Solo entonces podremos evitar ser condenados por Dios por nuestros pecados. Es absolutamente indispensable que nos demos cuenta de que debemos pagar un rescate por nuestros pecados. Debemos reconocer que no podemos evitar morir por nuestros pecados. Todos los pecadores deben darse cuenta de que están destinados a ir al infierno sin falta para pagar el precio de sus pecados. Como nuestros antecesores pecaron ante Dios, nacimos como pecadores. Como resultado, si no se paga este rescate por la vida, debemos pagar la condena de los pecados sin falta. Por eso todo el mundo debe entender completamente el Evangelio del agua y el Espíritu. Para ser salvados de nuestros pecados, debemos pagar el precio del pecado. 
Los que conocen esta verdad están verdaderamente bendecidos. Si no pagan el precio de sus pecados a Dios, todos morirán. Por tanto, si queremos salvarnos, debemos pagar el rescate por la vida a Dios. Al darnos cuenta de que estamos destinados a morir por nuestros pecados, debemos pagar el precio de la vida y recibir la redención en nuestras vidas. 
Hoy debemos examinarnos y ver si Dios está con nosotros o no, y si hemos pensado y hecho todo por nuestra cuenta. En vez de pensar y hacer las cosas sin Dios, debemos reflexionar sobre nosotros mismos ante Él. Debemos darnos cuenta de que, si no pagamos el precio de nuestros pecados ante Dios, no podemos evitar morir. Hay muchas cosas que son visibles para nuestros ojos en este mundo y por eso no podemos ver a Dios por fe y nuestros corazones están sin Él. Por eso debemos recordar los estatutos de Dios. Debemos aceptar por fe lo que Dios ha establecido. Lo que Dios ha establecido ha ocurrido porque nuestros antecesores, Adán y Eva, pecaron contra Él y todos nacimos como pecadores destinados a morir. Para ser librados de esta destrucción por nuestros pecados, debemos pagar su precio. Esto significa que primero debemos conocernos a nosotros mismos, dándonos cuenta de qué tipo de seres somos. En otras palabras, debemos entender quiénes somos por naturaleza antes de considerar nuestros pensamientos y acciones. 
Quien viva sin Dios será arruinado en cuerpo y espíritu. Está escrito en Salmos 49:20: “El hombre que está en honra y no entiende, Semejante es a las bestias que perecen”. Como dicen las Escrituras aquí, quien no reconozca a Dios es como las bestias que mueren. No sé ustedes, pero yo guardo los estatutos de Dios dentro de mi corazón. Si Dios hubiese establecido el camino de la salvación de manera injusta, no tendríamos que seguirlo. Nunca estaríamos seguros y no sabríamos cuándo Dios se ofendería y nos arrojaría al infierno. Pero esto no es lo que Dios ha hecho. Al establecer Sus estatutos, Dios lo cumple todo y nos salva exactamente según Su Palabra de promesa. Esta ley de salvación no cambia nunca. Y esta ley es la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Es la ley de la salvación que Dios ha establecido de manera justa. 
¡Qué maravilloso es tener un estatuto tan claro y exacto! Pertenecemos a esta salvación justa de Dios. Pertenecemos a la Palabra justa de Dios. Dios nos dice que paguemos el precio de nuestros pecados. Nos dijo que diésemos un siclo como nuestro rescate. Mientras que no sabemos exactamente qué era el siclo del Santuario, sabemos que había un siclo o medio siclo como unidades de medida. De estas dos unidades, Dios dijo que pagásemos medio siclo. También dijo que los ricos no tenían que pagar más y los pobres no debían pagar menos. Esto se debe a que tanto los ricos como los pobres son igual de valiosos a los ojos de Dios. En otras palabras, nuestras vidas son igual de valiosas y para recibir la redención debemos pagar el mismo rescate. Ninguna vida es más importante o menos valiosa que otra. Todas nuestras vidas tienen el mismo valor. 
Cuando leo este pasaje no puedo evitar darle gracias a nuestro Señor Jesucristo. Todos tenemos que pagar medio siclo por nuestros pecados, pero para eliminar nuestros pecados completamente, Jesús entregó Su vida por nosotros. Mis queridos hermanos, este es el estatuto establecido por Dios. En nuestros pensamientos humanos, podríamos preguntarnos cómo los pobres pueden pagar el mismo precio a Dios. ¿No tendría más sentido que los pobres pagasen menos y los ricos más? Pero Dios estableció el mismo precio para los ricos y pobres, pidiéndoles que pagasen el mismo rescate. Este es un estatuto establecido por Dios, así que no deberíamos creer según nuestros propios deseos. En otras palabras, cuando se trata de recibir la remisión de los pecados, no deberíamos esperar que Dios los ignorase pensando: “Creo en Jesús como mi Salvador y estoy viviendo una vida recta. También he ofrecido muchas donaciones a mi iglesia, he santificado el día del Señor y he sido diligente y piadoso por el Señor. Estoy seguro de que Dios hará una excepción e ignorará algunos de mis errores. Como he hecho todas estas cosas, estoy seguro de que no tengo que conocer la Palabra de Dios ni creer en ella tal y como es. Aunque crea a ciegas, si creo, Dios ignorará algunas cosas por mi devoción”. 
Sin embargo, esto no es así. Nadie puede ser salvado al añadir sus obras o esfuerzos, ni con su piedad o riqueza, sino solo porque Jesús nos ha salvado. La salvación solo se alcanza si creemos que Dios nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso estoy contento de que Dios haya establecido Sus estatutos, porque no nos está pidiendo mucho a cambio de nuestra salvación. Nuestro Dios es fiel y justo. Cuando Dios nos hace una promesa, lo hace sin falta. Aunque seamos débiles, Dios no lo es. Nuestro Dios es maravilloso. Estoy muy contento porque nuestra salvación es la misma hoy y mañana, día tras día, por mucho que pensamos en ella. Cuando recibimos la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, todo lo que tenemos que hacer es pensar en este Evangelio. 
No tengo suficientes palabras para describir lo agradecido que estoy a Dios por darnos estas bendiciones maravillosas sobre personas que no lo merecen como nosotros. ¡Qué maravilloso es que nuestro Dios no cambie nunca! ¿Les gustaría que Dios fuese débil? ¡Por supuesto que no! ¿Qué le pasaría a este mundo si Dios fuese débil? ¿Qué le pasaría si la ley de salvación cambiase todos los días? Sería imposible alcanzar la salvación. De esta manera, Dios ha establecido el Evangelio del agua y el Espíritu como la ley de salvación. Pero muchos cristianos piensan que han recibido la remisión de los pecados al pedirle a Dios que les perdone con sus labios. En realidad, ninguno de ellos ha recibido la remisión de los pecados. Estas personas lo hacen todo por su cuenta, tanto que piensan que han recibido la remisión de los pecados. Esto no es más que una creencia propia que no tiene en cuenta lo que Dios ha hecho por ellas. Por eso Dios ha establecido Sus estatutos claramente sabiendo perfectamente que los seres humanos, Sus criaturas, seguirían sus propios deseos en lo que concierne a su salvación. 
Como testigo de Dios les puedo decir y dar testimonio de que Dios nos ha salvado a todos, porque las Escrituras son la Palabra de Dios que todo el mundo puede leer y creer. Lo único que nunca cambia y en lo que podemos creer es la Palabra de Dios. Todo lo que tenemos que hacer es creer y vivir según los estatutos establecidos por Dios. Y por esta oportunidad le doy toda mi gratitud a nuestro Señor. El Señor dijo aquí que usemos el dinero del rescate al servicio del Tabernáculo de la Reunión. Esto significa que, cuando los israelitas pagaban el rescate, es decir cuando daban medio siclo a Dios, este dinero era utilizado para el Tabernáculo de la Reunión. Este estatuto también es aplicable a nosotros. Dicho de otra manera, Dios nos está diciendo que tomemos el dinero del rescate y lo utilicemos para Su obra. 
Nuestro Señor ha pagado todo el rescate de nuestras vidas, incluso el medio siclo que teníamos que pagar. Gracias a este precio nuestras vidas han sido perdonadas. Estamos en deuda con el Señor por nuestras vidas. Por eso el Señor nos dijo que nos dedicásemos a ayudar a los demás a recibir la remisión de los pecados. Por tanto, todos los que han sido salvados deben dedicar sus vidas a la buena obra de Dios. Es solo cuestión de tiempo que, los que hayan recibido la remisión de los pecados a través del precio pagado por Jesucristo, ofrezcan sus vidas a Dios y las dediquen a Su obra y Su Iglesia. ¿Qué otra cosa podemos hacer cuando Dios nos ha salvado al pagar el precio de la vida en nuestro lugar? Debemos ofrecernos a la obra del Señor. Esto se debe a que, como nuestras vidas son tan valiosas, Dios nos ha salvado al pagar el precio de la vida en nuestro lugar. No podemos malgastar una vida tan valiosa en cualquier causa. Por eso Dios nos dijo que nos ofreciésemos al servicio del Tabernáculo. Esto significa que Dios nos usará como Sus valiosos instrumentos. 
 
 

Nuestro Dios nos utiliza como valiosos instrumentos

 
Cuando el Señor envió a Sus discípulos a soltar a un burro y un potro que estaban atados, les dijo a Sus discípulos que se lo trajeran y que le dijeran al dueño: “El Señor lo necesita”. El potro, cuando hubiese crecido del todo, no habría hecho nada más que llevar cargas pesadas a sus espaldas durante el resto de su vida. Pero nuestro Señor liberó al potro de su yugo y lo utilizó para montar a sus espaldas y entrar en Jerusalén. De la misma manera, el Señor nos está utilizando para causas nobles. Nuestro Señor nos ha salvado de todos nuestros pecados al pagar el precio de nuestros pecados con Su propia vida. Al hacer esto, no nos hace cargar con las cargas pesadas del mundo, sino que nos utiliza para el servicio del Tabernáculo de Dios, todo para salvar a las almas perdidas. ¡Qué bendición tan maravillosa! ¿Están verdaderamente agradecidos a nuestro Señor por esta bendición? ¿Qué somos nosotros para que el Señor nos ame tanto? Podría habernos dejado solos una vez hubiésemos nacido de nuevo, pero ha hecho posible que vivamos una vida digna en este mundo. 
Dios también dijo: “Y tomarás de los hijos de Israel el dinero de las expiaciones, y lo darás para el servicio del tabernáculo de reunión; y será por memorial a los hijos de Israel delante de Jehová, para hacer expiación por vuestras personas” (Éxodo 30:16). Dios nos dijo que nos redimiésemos al pagar un rescate. Esto significa que debemos ser salvados de nuestros pecados al pagar un rescate específico, es decir, el precio de la vida. Sin pagar el precio de la vida no puede haber salvación. No pueden ser salvados de sus pecados si no pagan el precio de la vida. Deben dar medio siclo. Esto se debe a que Dios nos dijo que pagásemos este rescate sin falta como redención. Esto me recuerda al testimonio que uno de nuestros hermanos dio hace poco tiempo. Este hermano dijo que había ido al seminario durante un semestre y que tenía algo que ver con el ministerio de deportes, si recuerdo bien. Pero no podía encontrar ninguna satisfacción en esto. No me sorprende nada. Esto se debe a que no hay vida en ese seminario. Donde debemos ofrecernos es dentro de la Iglesia. Donde nuestros hermanos y hermanas pueden ser usados por Dios es cuando se deben ofrecerse dentro de la Iglesia de Dios y dedicarse a la causa más digna. ¿Están de acuerdo? Jesucristo nos ha salvado para siempre al entregar su vida en nuestro lugar y convertirse en nuestra redención. 
 

Los estatutos de Dios que se encuentran en el Nuevo Testamento
 
Los estatutos de Dios se encuentran en el Nuevo Testamento también. ¿Qué tipos de estatutos ha establecido Dios en el Nuevo Testamento? Para encontrar la respuesta a esta pregunta, leamos el Evangelio de Mateo para examinar estos estatutos de Dios. Leamos juntos Mateo 7:7-12: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas”. Amén.
¿Qué estatutos de Dios se encuentran en el Nuevo Testamento? ¿Qué ha establecido Dios para nosotros en el Nuevo Testamento? Es absolutamente importante que primero sepamos qué ha establecido Dios por nosotros. No deberíamos simplemente vivir nuestras vidas de fe a ciegas sin saber lo que Dios ha preparado para nosotros. Antes de hacer otra cosa debemos saber lo que Dios ha establecido por nosotros. Y aquí en el Nuevo Testamento Dios dijo que nos daría lo que pidiésemos. A los que piden, Dios les da; a los que buscan, Dios les permite encontrar; y a los que llaman, Dios les abre la puerta. Jesús también dijo: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas”. Este es el estatuto que Dios ha establecido por nosotros en esta era del Nuevo Testamento. 
Jesús se refirió a Sí mismo como el Profeta. Esto significa que Jesús es el Profeta para toda la humanidad. Con Sus estatutos Dios nos muestra el modelo de cómo creer. Si de verdad queremos recibir la remisión de los pecados, entonces Dios nos da el Evangelio del agua y el Espíritu. Con el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios hace justos a los que de verdad quieran serlo. Así es como Dios ha establecido la ley de la salvación. Dios nos le da la bendición de recibir la remisión de los pecados o de ser justo a cualquiera que diga: “No quiero tener nada que ver con esto. No me importa. No necesito la justicia de Dios”. Aunque Dios ayuda a los que tienen el deseo, pero no la habilidad, no ayuda a los que no tienen este deseo. ¿Queremos ser justos y estar sin pecados ante Dios? ¿Queremos ir al Cielo? Esto es lo que queríamos, ¿no? ¿Entonces qué nos ha pasado? Como anhelábamos recibir la remisión de los pecados e ir al Cielo, Dios eliminó nuestros pecados y nos hizo justos para que pudiésemos ir al Cielo. Como queríamos ser justos Dios nos hizo justos a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Esto depende de los estatutos de Dios. 
De esta manera, la salvación puede alcanzarse solamente si la gente conoce las reglas establecidas por Dios, cree en la Verdad de la salvación, anhela recibir una vida nueva, busca a Dios, pide, busca más y llama. Si alguien quiere recibir la remisión de los pecados, ser justo e ir al Cielo, entonces Dios salvará a todas las personas sin falta. Así que, ¿por qué no pedir, buscar y llamar a Dios? Esto es según los estatutos establecidos por Dios. Deben darse cuenta de que no pueden ignorar esta salvación pensando: “Estoy seguro de que Dios se encargará de todo, aunque no se lo pida”. Esto no es lo que dicen los estatutos de Dios. Según los estatutos de Dios, Dios da a los que piden, se revela a Sí mismo a los que le buscan y abre la puerta a los que llaman. Así es como Dios ha decidido tratar con nosotros. No pueden decir simplemente: “La salvación me llegará de alguna manera. Dios se encargará de ella”. Dios se revela sin falta a los que le buscan. La puerta está abierta sin falta a los que llaman. Dios da sin falta a los que piden. El Señor también dijo: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros”. 
Si desean sinceramente recibir la remisión de los pecados de Dios, si de verdad quieren que todos sus pecados sean redimidos, deben orar. Deben buscar a Dios. ¿Por qué oramos? Oramos porque Dios nos da lo que le pedimos. Esto se debe a que nos deja encontrar lo que buscamos. Y a que abre la puerta cuando llamamos. Si no pedimos ni buscamos la remisión de los pecados, seremos como cerdos gordos diciendo: “No quiero recibir la remisión de los pecados ni veo la necesidad. Estoy bien. No me importa”. Con esta gente en mente Jesús nos dijo que no arrojásemos nuestras perlas a los cerdos (Mateo 7:6). 
Si alguien tiene el deseo de recibir la remisión de los pecados a pesar de que su corazón tiene pecados, aunque Dios le dé Su preciosa Palabra, no podrá darse cuenta de su valor. Estas personas son como cerdos. ¿Pueden estar personas darse cuenta del valor de una perla? No, por supuesto que no; simplemente la pisarán. La Palabra de Dios nos dice que salvemos a los que se están ahogando en sus pecados. Al vivir nuestras vidas de fe ante Dios debemos pedirle ayuda siempre. Dios nos da si pedimos, abre la puerta si llamamos y nos deja encontrar si buscamos. Dios no nos contesta si no oramos. Por tanto, debemos darnos cuenta de las reglas que Dios ha establecido por nosotros. Dios lo hace todo según Sus reglas. No actúa según lo que pensemos de Él. Dios no cambia nunca. Es inamovible. Este es el estatuto de Dios y Su justicia. Pero si oramos, Dios nos contestará sin falta. 
Querían recibir la remisión de los pecados, ¿verdad? ¿Entonces qué hicieron? Como sus corazones anhelaron esto, oraron. Y al escuchar esta oración Dios eliminó todos nuestros pecados a través del sistema de sacrificios, a través de Jesucristo. Cuando tenemos el deseo sincero de convertirnos en personas justas y le oramos a Dios, nuestro Dios nos hace justos. Debemos recordar que Dios nos hace justos solo cuando lo deseamos. Adorar a Dios y vivir por fe con el conocimiento de los estatutos de Dios es diferente a intentar vivir una vida de fe sin este conocimiento. Dios nos está diciendo: “Pedirme lo que queráis. Tengo muchas cosas para vosotros. Tengo mucho que dar. Os daré todo lo que queráis. Pero tenéis que pedirlo. Solo entonces os lo daré”. Por tanto, debemos pedir. 
 

La regla de la oración es simple
 
Todo lo que tienen que hacer es preguntar, buscar y pedir, como dijo Jesús: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7). Es todo muy simple, ¿verdad? Dios nos dará si le pedimos, pero no nos dará si no le pedimos. Nos dará todo lo que queramos si se lo pedimos. Por eso debemos orar a Dios. Esta es la razón por la que oramos. Debemos orar a Dios porque así lo ha establecido. Si tienen algún deseo en su corazón, simplemente oren a Dios. Estamos muy bendecidos por tener un estatuto tan maravilloso. Una nación sin ley es una nación maldita. Debe haber leyes. Como somos el pueblo de Dios debemos conocer la ley de Dios y seguirla. 
Es absolutamente indispensable que tengamos leyes. Los que tienen la ley tienen confianza y son sabios a los ojos de Dios. Por el contrario, los que no tienen la ley no saben qué hacer ni cómo comportarse. Debemos tener la ley de Dios, es decir, Sus estatutos, para guiarnos. Nadie puede vivir una vida de fe correcta sin estos estatutos. Cuando los pecadores le pedimos a Dios que nos haga justos, Dios escucha las oraciones de estos pecadores y los hace justos. Podemos confirmar, con la Palabra, que el Señor nos hizo justos cuando todavía éramos pecadores, solo si se lo pedimos. 
Por esta razón es muy importante conocer la Ley en primer lugar. Como somos el pueblo de Dios, debemos estar bajo Su ley. Si el pueblo de Dios no está bajo Su ley, entonces no será diferente. Debemos tener la ley. Debemos tener los estatutos que nos guíen. Debemos vivir bajo los estatutos de Dios. Solo entonces estamos seguros y podemos vivir una vida bendita. No debemos intentar vivir nuestras vidas de fe sin la ley. La ley se encuentra también en la Iglesia de Dios. Por ejemplo, debemos estar unidos a los líderes de la Iglesia, siendo siervos de Dios. La ley de Dios dice que debemos unir nuestros corazones con los de los siervos de Su justicia. Este es un estatuto establecido por Dios mismo. Incluso los siervos de Dios no son perfectos. Pero, solo porque tengan algunos pequeños fallos, no deberíamos hablar a sus espaldas o criticarles, porque Dios ha dicho que no nos bendeciría. 
Es maravilloso que estemos teniendo comunión los unos con los otros, como está escrito en Salmos 133:1: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!”. Aunque tengamos nuestras debilidades, si seguimos en unidad con nuestros hermanos y hermanas, Dios nos guiará por el camino de la justicia a través de Sus siervos redimidos. Dios nos guía por el camino de la justicia por el bien de Su nombre. Como Su nombre está con nosotros, nos guía por el camino de la justicia. Debemos tener una fe. Debemos unir nuestros corazones. Pase lo que pase, ya vivamos o muramos, debemos estar unidos. No debemos ser arrogantes, intentando exaltarnos a nosotros mismos y rebajando a los demás. Las iglesias del mundo están llenas de personas que son demasiado arrogantes. No debemos dejar que pase esto en la Iglesia de Dios. Ninguna obra en la Iglesia se consigue solo con una persona. Todo lo que hacemos, debemos hacerlo juntos. 
La Iglesia de Dios en todo el país debe ir hacia delante en unidad. Lo mismo ocurre con la predicación del Evangelio a Corea del Norte. No es algo que el Pastor Kim pueda hacer solo, sino algo que todos los obreros de Dios debemos hacer. Somos guerreros de la verdadera fe. Cuando el pastor Kim construya los cimientos, todos debemos ir allí y trabajar. Todo bajo el cielo y la tierra es de Dios y nuestro si trabajamos. 
No puedo dejar de hacer hincapié en lo importante que es estar unidos con Dios. Pase lo que pase debemos buscar la voluntad de Dios en unidad y buscar y llamar. Solo entonces seremos bendecidos. Este es un estatuto que Dios ha establecido por nosotros. Sea lo que sea lo que Dios ha establecido por nosotros, debemos seguirlo al pie de la letra o seremos maldecidos. Intentar hacer el bien por nuestros propios esfuerzos no vale de nada. Cuando hacen un recado para otra persona, deben hacer lo que les piden. No pueden hacer algo completamente diferente. Quiero ilustrar esto con un ejemplo. Digamos que hay un niño llamado Obediencia, llamado así porque es muy obediente con sus padres. Obediencia está tan dispuesto a obedecer a sus padres que, después de cualquier sugerencia de hacer un recado, va corriendo a hacerlo. Pero, no siempre escucha bien lo que sus padres le piden que haga. Un día, sus padres le pidieron que fuera a otra ciudad a comprar queso. Dispuesto a obedecer a sus padres, Obediencia salió corriendo en cuanto escuchó el recado. Pero a mitad de camino a la ciudad se dio cuenta de que no sabía qué tipo de queso tenía que comprar y por eso volvió con las manos vacías. ¿Creen que sus padres estaban contentos? No, por supuesto que no. De la misma manera, no podemos complacer a Dios solamente si le obedecemos a ciegas. Debemos saber qué quiere Dios de nosotros y después obedecerle. 
De hecho, podemos unirnos a la Iglesia de Dios correctamente solo si escuchamos detenidamente a los líderes de la Iglesia, unir nuestros corazones con los suyos y conocer sus intenciones. No pueden ser uno con la Iglesia a ciegas sin conocer su voluntad. Hay bastantes personas en la Iglesia de Dios que están derrotadas espiritualmente. ¿Quién es esta gente? La que camina por su cuenta en vez de seguir los estatutos. Dios nos ha dado Sus estatutos para nuestras vidas diarias. Nos dijo claramente que, hagamos lo que hagamos, ya bebamos o comamos, debemos hacer todas las cosas por la gloria de Dios. Por tanto, debemos caminar unidos en todos los aspectos por la gloria de Dios. 
Debemos dejar nuestros pensamientos si es por la gloria de Dios. Pero hay muchas personas que todavía están atrapadas por sus propios pensamientos e ignoran los estatutos de Dios. No deberíamos insistir sin saber lo que Dios ha preparado para nosotros. Debemos dejar de lado esta actitud. Debemos caminar según los estatutos. Nuestras vidas de fe deben vivirse según los estatutos, de la misma manera en que debemos obedecer a Dios según los estatutos. Debemos pedirle a Dios todo, sabiendo completamente que Dios nos da solo cuando pedimos. Y cuando superamos los retos con los que nos encontramos, debemos buscar y llamar. De esta manera debemos hacerlo todo según los estatutos. No debemos dejarnos llevar por las mareas de nuestros sentimientos, riendo un día y llorando al día siguiente. ¿Hay cosas de Dios que nos gusten y cosas que no nos gusten? Debemos hacerlo todo según los estatutos de Dios. 
Como siervos de Dios, debemos hacer Sus recados según Su voluntad. Debemos creer cómo Dios ha establecido Sus estatutos. Creer según estas reglas es lo mejor que podemos hacer. Vivir nuestras vidas según estas reglas de Dios es también lo correcto. Si Dios ha establecido cierto camino para nuestras vidas, este camino es el camino de la verdad. Hay demasiados cristianos que dicen vivir una vida de fe, pero no conocen estos estatutos. Por eso estas personas no tienen ni idea de qué hacer. Creen según sus propios deseos precisamente porque no tienen la ley establecida de Dios en sus corazones. 
Todo el mundo debe seguir la voluntad de Dios, incluyendo nuestros ministros. Hagan lo que hagan, ya celebren una reunión de resurgimiento como esta, una reunión de oración o cualquier otra decisión, deben obedecer la voluntad de Dios. Primero deberían preguntar qué complace a Dios y entonces ir por el camino que más le complazca. Cuando toman la decisión adecuada según los estatutos, deberían orar por ella y llevarla a cabo. Entonces seremos absolutamente bendecidos por Dios. Muchos de nuestros ministros están aquí hoy y les pido que se apliquen esta lección. Este no es un pensamiento creado por los humanos. Nuestro ministerio no es algo que se pueda hacer con nuestros propios deseos. Debemos orar por él, decidir juntos y llevarlo a cabo en unidad. No es algo que podamos hacer según nuestros pensamientos humanos. 
En muchos aspectos todavía estamos viviendo según nuestros propios deseos. Por eso es más importante aprender acerca de nuestros estatutos de Dios esta semana. Estos estatutos de Dios nos dan mucho consuelo, fuerzas y coraje. Iluminan claramente el camino que debemos seguir. Solo cuando tenemos los estatutos de Dios en nuestros corazones podemos ser valientes y ver con claridad. Sin conocer estos estatutos no podemos caminar. Cuando los estatutos de Dios se establecen para nosotros de esta manera, la obediencia es mejor que cualquier sacrificio. Así que les pido que obedezcan a Dios. Les pido que obedezcan a Dios sabiendo cuál es Su voluntad. 
 

La verdad de la Expiación
 
Leamos ahora lo que nuestro Señor dijo en Éxodo 34:18-20: “La fiesta de los panes sin levadura guardarás; siete días comerás pan sin levadura, según te he mandado, en el tiempo señalado del mes de Abib; porque en el mes de Abib saliste de Egipto. Todo primer nacido, mío es; y de tu ganado todo primogénito de vaca o de oveja, que sea macho. Pero redimirás con cordero el primogénito del asno; y si no lo redimieres, quebrarás su cerviz. Redimirás todo primogénito de tus hijos; y ninguno se presentará delante de mí con las manos vacías” (Éxodo 34:18-20). Este es el estatuto de Dios. 
Dios dijo aquí que el primogénito de los hijos de los israelitas y un burro debía ser redimido con un cordero sin falta. ¿Qué estatuto estableció Dios aquí? Que, si el pueblo de Israel quería salvar al primogénito de un burro y de sus hijos, tenían que ofrecer un cordero como un sacrificio de redención y ofrecérselo a Dios como el precio de la vida. Este es el camino de la salvación establecido por Dios. No deberíamos creer solo según nuestros deseos. ¿Entonces cuál es el significado espiritual del primogénito de un burro y de los hijos de los israelitas? Significa que si un ser humano quiere ser salvado y vivir ante Dios debe pagar el precio completo de la vida. En otras palabras, como todos nacimos como pecadores a los ojos de Dios, para ser salvados de nuestros pecados, debemos pagar un rescate a Dios por nuestras vidas. Solo entonces podemos salvar nuestras vidas. 
Ninguno de nosotros puede vivir si no recibe la remisión de los pecados y no se redime con un cordero. Por mucho mérito y virtud que tengan, deben recibir la remisión de los pecados. Es absolutamente indispensable que todos recibamos la remisión de los pecados. ¿Qué ocurrirá si la remisión de los pecados no se recibe? Dios dijo aquí que mataría al primogénito de un burro. Este es el estatuto por el cual el primogénito es redimido con un cordero de sacrificio. Por tradición, si el primogénito moría, la genealogía de la familia se consideraba terminada. Si queremos salvar nuestras vidas ante Dios debemos abandonar nuestra obstinación y ofrecer un cordero como nuestro sacrificio según Sus estatutos. Dicho de otra manera, podemos ser salvados solo a través de nuestra fe en Jesucristo, al creer de todo corazón en la remisión de los pecados que Jesucristo ha cumplido. 
Dios dijo aquí que se rompiese al primogénito de un burro si no era redimido. ¿Por qué dijo esto Dios? ¿Por qué menciona específicamente al primogénito de un burro? El burro es el más fuerte de los animales domésticos. Cuando Dios habló de los burros y el pueblo de Israel estaba hablando de nosotros, los seres humanos tercos. A los ojos de Dios los seres humanos somos como animales sucios. De hecho, somos sucios incluso para nosotros mismos. Los seres humanos son tan malvados que, cuando Adán y Eva pecaron contra Dios y fueron malditos, se escondieron de Dios y pusieron todo tipo de excusas para evitar las consecuencias de sus pecados. Así de sinvergüenzas son los seres humanos ante Dios. No tienen honor y son tercos que no son diferentes a los burros. Este es el aspecto más vergonzoso ante Dios. 
Pensemos en los estatutos de Dios aquí. Dios ha establecido la ley de la redención de tal manera que podamos recibir la remisión de los pecados abandonando nuestros pensamientos y voluntades, cumpliendo los estatutos de Dios y creyendo en Su Palabra. Según este camino de la salvación se recibe la remisión de los pecados. Debemos obedecer a Dios de todo corazón siguiendo Sus estatutos. Tenemos que confesarle a Dios: “Señor, Tu camino es correcto”.
El Señor escogió esta manera de salvarnos de todos nuestros pecados y solo podemos ser salvados si creemos en estos estatutos. Los que se deshacen de sus propios pensamientos reciben la remisión de los pecados de Dios. Dios dijo claramente que le rompiésemos el cuello al primogénito de un burro, ¿no es así? ¿Se han roto el cuello? Muchos de ustedes están asintiendo, pero hay muchas personas que no han roto sus cuellos. Y hay muchos que no han roto sus cuellos completamente. Hay personas que tienen demasiada justicia propia. Estas personas son tan tercas que les resulta casi imposible romper sus cuellos. 
Esto significa que, aunque han nacido de nuevo, no están agradecidos y tienen demasiada justicia propia. Hacen lo que quieren. Puede que tengan una excusa por su ignorancia, pero si están caminando según sus propios deseos, aunque conozcan los estatutos de Dios, entonces Dios romperá sus cuellos sin falta. Esto es lo que Dios quiso decir con romperle el cuello al burro. ¿Saben que nos produce más ansiedad mientras vivimos nuestras vidas de fe ante Dios? Es nuestro odio propio que viene de pensar que no tenemos razón y que hemos ido por el mal camino. Pensamos para nosotros mismos: “Dios es verdadero y todo lo que ha hecho por mí es bueno. ¿Pero y yo?”. Por culpa de estos pensamientos nos resulta difícil admitir que no somos buenos y que somos pecadores. Sin embargo, Dios romperá a todos los que intenten establecer su propia justicia, de la misma manera en que se le rompe el cuello a un burro. Es absolutamente importante que todos nos demos cuenta de esto. 
La verdad clara es que hemos sido salvados porque el único Hijo de Dios se ofreció a Sí mismo como nuestro Cordero, y todos debemos creer en esta verdad exactamente como es. Debemos deshacernos de todo lo que tenemos. No debemos tener nada propio. No debemos tener pensamientos propios, ni voluntad propia, ni obstinación, ni juicios propios. ¿Qué nos queda entonces? Solo nos queda la sangre del Cordero que se ofreció a Sí mismo en nuestro lugar, la vida de este Cordero. Y lo único que nos queda es obedecer y seguir a este Cordero dondequiera que nos lleve. No nos queda nada más. Pero todavía hay muchas personas que se aferran a sus propios pensamientos. 
La niebla viene del suelo y los pantanos tienden a tener más niebla por las mañanas por las diferencias de temperatura mayores. No está bien que la gente se exponga demasiado a la niebla, ya que puede dañar su sistema respiratorio. También es nocivo para muchas plantas. La mayoría de las plantas no pueden crecer ni dar frutos en una zona con mucha niebla, ya que no reciben suficiente luz del sol. De esta manera, cuando todos estamos llenos de la niebla de nuestros pensamientos, debemos recordar que son nuestros pensamientos equivocados que son contrarios a los estatutos de Dios. De la misma manera en que la niebla se levanta cuando sopla el viento, debemos soplar nuestros pensamientos con los estatutos claros de Dios. Debemos admitir que estábamos destinados a morir, que tenemos que rompernos completamente como el cuello de un burro, que Jesucristo murió por nosotros en nuestro lugar, y que morimos con Jesucristo cuando Él murió. Y con esta fe debemos vivir en unidad dejando que el Espíritu Santo y la Iglesia nos guíen. Esto es lo que piden los estatutos de Dios. Así es como debemos vivir todos y cada uno de nosotros. 
Aunque parezca que hemos sido entrenados suficientemente para vivir este tipo de vida, todavía tenemos muchos fallos. A menudo, sentimos que nuestro orgullo está herido y estamos enojados con Dios. Para los que tienen muchas dificultades en sus vidas de fe, sus corazones sufren porque Dios los está derrumbando de la misma manera en que se le rompía el cuello al primogénito de un burro. Dios los está rompiendo. Todo esto no es necesario y es triste, porque si reconocen a Dios y le obedecen simplemente les esperarán días felices y podrán seguir al Señor con una sonrisa de oreja a oreja. A pesar de esto, algunos de ustedes todavía piensan: “Sé que Dios es divino, pero, aun así, ¿cómo puede ignorarme tanto? Creo en Dios de todo corazón, ¿cómo puede ignorarme si soy parte de Su pueblo? Yo también tengo mi orgullo y mi ego”. 
¿De qué ego están hablando? ¿Cómo podemos tener ego cuando hemos muerto en la Cruz? ¿Queda algo de ego? ¿Todavía existe el “yo”? Si todavía existe el “yo”, entonces no han muerto con Cristo. A pesar de que su ego ya murió, todavía se aferran a su ego engañándose a sí mismos. Por eso se enojan. Dicho claramente, todos nos enojamos y atacamos como perros rabiosos. Algunos de nosotros nos quedamos sumidos en nuestra miseria y depresión durante meses. Pensamos que es tan injusto e insultante y sentimos que estamos siendo ignorados. Esto ocurre porque todavía estamos atados a nuestro orgullo y ego. Todo esto es parte del proceso de romper nuestro ego. 
Nuestro ego debe ser derrumbado o no podremos ser utilizados por Dios. Cualquiera que todavía tenga ego no ha recibido la redención de Dios. Si alguien busca recibir nueva vida del Señor y salvar su vida, tendrá que ser roto de la misma manera en que se le rompía el cuello a un burro. A los que hemos recibido esta nueva vida del Señor, nuestros cuellos se han roto. Nuestro ego ha desaparecido. ¿Dónde está nuestro ego? ¿Dónde está el ego de nuestras vidas antiguas? ¿Dónde están nuestros pensamientos? Éramos seres tan malvados que si Jesucristo no hubiese muerto por nosotros tendríamos que haber sido arrojados al infierno sin falta. Pero, Jesucristo cargó con los pecados de personas tan malvadas como nosotros y murió por nosotros, y cuando murió, nosotros también morimos con Él. La fe consiste en creer en Jesús según las reglas de Dios y esa es la verdadera fe. 
La fe consiste en aceptar lo que Dios ha hecho por nosotros exactamente como es y reconociendo y obedeciendo esta obra de salvación. Es una bendición que Dios reine sobre nosotros. Por tanto, obedezcan a Dios en vez de decidir por sí mismos. Así es como podrán ser uno con Dios y la Iglesia nacida de nuevo. Sin embargo, para que la Iglesia sea establecida correctamente, primero debemos romper nuestros cuellos. Nuestros cuellos se han roto. Nos ha salvado. Ha matado todo lo nuestro. A pesar de esto algunos de nosotros todavía insistimos en nuestro propio orgullo, siendo engañados por Satanás pensando que no hemos muerto todavía. ¿Piensan que están sufriendo solos? Todo esto es una ilusión. No somos los que éramos. 
Cuando admiten todas estas cosas pueden obedecer al Señor y guiar a sus hermanos y hermanas correctamente. Cuando los hermanos y hermanas que siguen sus pasos sufren por no poder romperse a sí mismos y sufren como resultado, pueden decirles: “Todo está en vuestra mente. Vuestro ego no existe. Es vuestra conciencia y su tozudez”. ¿Qué dice la Palabra de Dios? Dice que ya no somos los mismos. Aunque nos enojemos e insistamos en hacer las cosas a nuestra manera con tozudez cuando nuestras personalidades antiguas son ignoradas, en realidad ya no existen. Primero deben romperse a sí mismos. Quien se rompe una sola vez puede hacerlo de nuevo fácilmente. Como todo lo demás, necesitan entrenamiento. No es diferente a enseñar a sus hijos a saludar a los mayores con educación. Si sus hijos no saludan a los mayores en el vecindario, les corrigen y les obligan a saludar correctamente. Entonces aprenderán a saludar a los ancianos correctamente. De la misma manera, si les resulta difícil romperse a sí mismos, deben aprender, aunque tengan que obligarse a sí mismos. 
El mismo principio se aplica a sus vidas de fe. El primer paso es siempre el más difícil, pero cuando dan ese paso y se acostumbran, desde entonces pueden seguir los estatutos de Dios fácilmente. El primer paso es siempre el más difícil. Deben entrenarse para esto. Por supuesto, sería más fácil si hubiese alguien que les entrenase, en vez de hacerlo solos. Si pueden aprender de los líderes justos de la Iglesia, será más fácil romperse a sí mismos y seguir los estatutos de Dios. Si pueden decir “sí” solo una vez a los líderes de la Iglesia cuando les pidan que hagan hacer una cosa que no les gusta nada, entonces no tendrán ningún problema en vivir por los estatutos de Dios. No puedo dejar de hacer hincapié en lo importante que es estar unidos con Dios. ¿Van a seguir insistiendo en hacer las cosas a su manera? Deben caminar según los estatutos de Dios. Deben darse cuenta de lo importantes que son estos estatutos. Alguien que conozca los estatutos tiene conocimiento espiritual. Pero, alguien que no conozca los estatutos, está destinado a caer en la confusión e ir por el mal camino sin darse cuenta. Esta persona puede incluso convertirse en enemigo del Señor y de los justos. 
Hemos sido redimidos según los estatutos de Dios. Por tanto, debemos predicar el Evangelio según los estatutos. Si no conocen los estatutos e insisten en hacer las cosas a su manera, es imposible que prediquen según los estatutos. Acabarán predicando según sus propios deseos o no predicarán. Hoy en día hay muchas personas que dicen estar predicando el Evangelio. Si no contamos a los que no tienen ni idea, incluso entre los que son conocidos por servir a Dios bien, hay muchos que no tienen los estatutos de Dios. Digan lo que digan las Escrituras, todo el mundo tiene que seguirlas. Diga lo que diga Dios que tenemos que guardar y practicar, debemos hacerlo según Sus estatutos, como Dios dijo en el pasaje de las Escrituras de hoy: “Y guardad mis estatutos, y ponedlos por obra. Yo Jehová que os santifico” (Levítico 20:8). 
 Debemos caminar como Dios nos dijo que lo hiciésemos, dejando de lado nuestros pensamientos y deseos. No importa que no alcancen su meta. Si hacen exactamente lo que dicen las reglas de Dios y caminan según Sus estatutos, eso es todo lo que importa. Entonces se puede hacer la obra de Dios y entonces su fin puede ser mayor que su comienzo. A los ojos de Dios es mejor que sigan Su voluntad en obediencia, aunque sea un poco, en vez de conseguir algo grande con su tozudez. No deben permitir convertirse en alguien que lo hace todo por su cuenta, alguien que sigue sus propios impulsos, alguien que vive su vida de fe como quiere. No es cierto que puedan hacer todo lo que quieran cuando reciban la remisión de los pecados. Si lo hacen, serán arruinados sin falta. Morirán sin falta. 
Todo el mundo conoce la parábola del hijo pródigo, ¿verdad? En esa parábola el hijo menor se fue de casa y tuvo todo tipo de problemas. Esto ocurrió porque no vivió según los estatutos de Dios. Todo el mundo puede convertirse en el pueblo de Dios. Jesús ha borrado todos nuestros pecados para siempre con el Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo, si no creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu como Dios ha determinado, no podemos convertirnos en Su pueblo ni ser salvados; y si no obedecemos a Dios según Sus estatutos, no podemos vivir con las bendiciones que Dios ha preparado para nosotros tampoco. Si todas estas bendiciones están fuera de su alcance se debe a que no han vivido en obediencia a Dios según los estatutos que ha establecido. 
Pasemos a Éxodo 15:22-26: “E hizo Moisés que partiese Israel del Mar Rojo, y salieron al desierto de Shur; y anduvieron tres días por el desierto sin hallar agua. Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara, porque eran amargas; por eso le pusieron el nombre de Mara. Entonces el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber? Y Moisés clamó a Jehová, y Jehová le mostró un árbol; y lo echó en las aguas, y las aguas se endulzaron. Allí les dio estatutos y ordenanzas, y allí los probó; y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador”. Amén.
Dios está diciendo: “Soy el Señor que os sana”. Dios es nuestro Sanador. No suelo nombrar este pasaje ya que muchos mentirosos sin escrúpulos han abusado de él y lo han interpretado incorrectamente para afirmar que tienen algún poder sobrenatural para sanar. Esto no es lo que dice el pasaje. Sino que nos enseña que el Señor nos ha dado Sus estatutos para nuestras vidas diarias como cristianos. Nuestro Señor dijo aquí: “E hizo Moisés que partiese Israel del Mar Rojo, y salieron al desierto de Shur; y anduvieron tres días por el desierto sin hallar agua. Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara, porque eran amargas”. El pueblo de Israel culpó a Dios por esto. Dios les dijo claramente que guardasen Sus estatutos. Los estatutos están para ser cumplidos. Aunque estos estatutos puedan ser amargos, deben ser cumplidos sin falta. Mientras vivimos nuestras vidas de fe, a veces escuchamos algunas palabras que nos duelen al escucharlas. Sin embargo, el Señor nos dijo claramente que observásemos los rituales del Día de la Pascua y que comiésemos hierbas amargas con la carne de un cordero. 
No voy a hablar de un tema que puede ser demasiado complejo para ustedes ahora mismo. Pero hay ciertas cosas que todos debemos conocer sin falta a los ojos de nuestro Señor. En primer lugar, el primer estatuto para nuestras vidas diarias es servir a Dios. En segundo lugar, debemos negar nuestros pensamientos y juicios y seguir los estatutos de Dios. No importa que pensemos que tenemos razón o no, de todas maneras, tenemos que negar nuestros pensamientos, saber cuáles son los estatutos de Dios y obedecerlos exactamente como son. En tercer lugar, debemos vivir según estos estatutos de Dios. El Señor nos está diciendo claramente que debemos conocer los estatutos que nos ha dado y vivir siguiéndolos. 
¿Qué nos está diciendo el Señor aquí? Nos está diciendo: “Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador”. Es absolutamente indispensable para los cristianos santos recordar que las enfermedades y otras maldiciones vienen de violar los estatutos de Dios y Sus mandamientos. Quiero recordarles una vez más lo que el Señor dijo: “Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador”. De la misma manera en que Dios ha permitido que crezcan cardos y espinos en este mundo, nos ha permitido sufrir, tener enfermedades y tribulaciones. La regla general establecida por Dios es que todas estas cosas deben experimentarlas todo el mundo. 
Dicho de otra manera, Dios permite que las enfermedades y tribulaciones les lleguen a todos, ya hayan nacido de nuevo o no. Sin embargo, nuestro Dios prometió que, si observamos y practicamos Sus mandamientos y estatutos a Sus ojos, nos quitará todas las enfermedades que les envió a los egipcios, se revelará a Sí mismo a nosotros como el Dios de la sanación y nos sanará. ¿Creen en esta maravillosa gracia de Dios? Amén.
Esta es la razón por la que debemos observar los estatutos y mandamientos de Dios. Es para recibir las bendiciones de Dios. Si ignoramos los estatutos de Dios y Sus mandamientos, la seguridad desaparecerá de nuestros corazones. Como dice 1 Juan 5:14: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye”. Dios hará todo lo que ha prometido. Por eso es tan importante pedirle a Dios correctamente según Su voluntad y vivir según Sus estatutos. Esto se debe a que Dios dijo que bendecirá a estas personas. 
La cuestión que nos concierne es si, ahora que hemos recibido la remisión de los pecados, ¿vamos a vivir con sufrimiento y maldiciones o vamos a vivir vestidos en las bendiciones de Dios cumpliendo Sus estatutos y llevando a cabo la obra del Señor? La respuesta dependerá completamente de si observamos los estatutos de Dios o no. Si observamos los estatutos de Dios, todos podemos recibir las bendiciones de Dios en nuestras vidas e ir ante Su presencia. Esto es lo que dicen los estatutos y mandamientos. La razón por la que he pasado tanto tiempo esta semana hablando de los estatutos y mandamientos de Dios, y por la que les he dado tanta importancia es que, lo que Dios ha establecido para nosotros es para iluminar el camino de las bendiciones por ustedes. Esta es la Ley. La Ley es la Palabra de Dios y Dios le ha dado esta Ley a Su pueblo porque es absolutamente indispensable para nosotros. 
Dios nos ha dado estos estatutos de la Ley para que nos demos cuenta de nuestros pecados y distingamos el bien del mal. Por eso hemos estado compartiendo la Palabra de Dios sobre Sus estatutos durante mucho tiempo. Esto se debe a que nuestro conocimiento de Dios es demasiado débil y superficial y por eso debemos examinarlo con más detalle. Cuando pensamos en esto nos damos cuenta de que estamos benditos porque Dios nos ha dado estos estatutos. Si Dios no nos hubiese dado Sus estatutos, si no hubiese establecido la Ley por nosotros, y si no nos hubiese enseñado cómo vivir para ser salvados, nuestras vidas serán arruinadas. No hay suficientes palabras para expresar lo benditos que son nuestros estatutos. 
Debemos darle gracias al Señor siempre por darnos Sus estatutos y enseñarnos el camino adecuado para vivir nuestras vidas. Si nos hubiésemos inventado nuestras propias reglas, no habríamos conseguido nada. Pero, afortunadamente, el Señor ha establecido las reglas personalmente. Dios ha establecido Sus estatutos por Su gracia, para gobernarnos, enseñarnos cómo vivir, cómo creer y cómo recibir la remisión de los pecados. Y por esta gracia Dios nos ha salvado según estos estatutos. Así que les pido que cumplan los estatutos de Dios y los practiquen como Dios nos ordenó. Aunque tengamos muchas debilidades, Jesucristo cargó con todos nuestros pecados. Por tanto, a pesar de nuestras debilidades, si seguimos los estatutos establecidos por Dios y hacemos todo con un corazón unidos a la Iglesia, el Cuerpo de Dios, Dios se revelará a Sí mismo, nos bendecirá y nos guiará. Precisamente porque somos el pueblo de Dios debemos cumplir Sus estatutos en nuestras vidas.