(Lucas 2, 1-21)
«Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado. Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían. Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho. Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido».
¿Es Jesucristo el Maestro de la historia de la humanidad?
Los historiadores determinaron el calendario occidental basándose en el año en que el Señor vino al mundo y lo llamaron AD (Anno Domini, que en latín significa el año del Señor) y a los años antes de la llegada de Jesús a este mundo los llamaron antes de Cristo. Casi todos los países del mundo utilizan este estándar. Así que alguien dijo que la historia es su historia. Esto significa que el Señor es el Maestro de este mundo, que fue creado por Jesucristo, el Creador y que está siendo gobernado por Él mismo.
Durante el reinado de César Augusto como emperador del Imperio Romano, se emitió un decreto por todas las naciones bajo el poder colonial de Roma que requería que todos los súbditos, hombres y mujeres, volviesen a sus ciudades natales y se registrasen en el censo. Este decreto se emitió porque era necesario realizar un censo para apoyar al Imperio Romano a través de impuestos. En términos de la historia del mundo, cuando César Augusto era emperador de Roma, un joven llamado José estaba prometido a una muchacha virgen llamada María. Nuestro Señor les había dicho a José y a María que tendrían un hijo llamado Jesús y le dijo a Isabel que tendría a Juan el Bautista. Entonces fueron a su aldea natal para registrarse en el censo según el decreto del Emperador Romano. José y María fueron a Belén, la ciudad natal de José, para registrarse. Entonces Jesús nació en Belén como se había profetizado en el Libro de Miqueas:
«Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad» (Miqueas 5, 2).
Cuando María y José llegaron a Belén para registrarse el niño Jesús ya había sido concebido en el vientre de María y estaba a punto de nacer. Así que José y María buscaron un sitio donde poder dar a luz, pero no había sitio en ninguna posada, ya que todas estaban llenas con la gente que había viajado a Belén para registrarse en el censo. Así que no tuvieron más remedio que buscar cobijo en un establo donde María dio a luz a Jesús.
Cuando el niño Jesús nació en este mundo, había algunos pastores cuidando de las ovejas en el campo. Como está escrito en el pasaje de las Escrituras de hoy: «Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!». Entonces los pastores fueron a Belén y encontraron al niño Jesús acostado en un pesebre como el ángel les había dicho, y volvieron dando gloria a Dios.
La Navidad está cerca y por eso debemos averiguar la razón por la que Jesús nació en Belén y por la que durmió en un pesebre envuelto en pañales. Y entonces debemos darle gracias a Dios. Cuando nuestro Señor nació en este mundo, no había sitio para Él en la posada y nació en un establo. Esto implica que nuestro Señor vino al mundo a salvar a personas humildes como nosotros que estábamos destinados a morir por nuestros pecados, y por eso Jesús nació en un establo. Debemos entender esto y tener fe.
Nuestro Señor es el Rey de reyes. Es el Dios santo. Aunque nuestro Señor vino a este mundo como un hombre, en su esencia es el Dios santo que no tiene nada que ver con el pecado. Nuestro Señor no es un ser bajo como nosotros, sino que es el Dios santo, omnipotente y perfecto de la creación. El Señor es el Hijo de Dios Padre y nuestro Salvador que vino al mundo para salvarnos. En su esencia es el Dios santo.
Aquí se dice que el niño Jesús durmió en un pesebre envuelto en pañales, y estos pañales eran de lino blanco. Después de dar a luz a Jesús en un establo, María cortó el cordón umbilical, lo envolvió en pañales, y como no encontró otro sitio donde acostarlo, lo puso en el pesebre donde comían los animales. Un establo es un lugar lleno de suciedad animal. Por mucho que se limpie, sigue oliendo a animales. Mis queridos hermanos, es importante que nos demos cuenta del significado de que Jesús durmiese en un pesebre envuelto en pañales porque no había otro sitio para Él.
Nuestro Señor vino a salvarnos a los pecadores
Mis queridos hermanos, aunque nuestro Señor vino al mundo como un hombre, no es una criatura como nosotros, sino que es Dios. Es el Dios que dijo: «Que haya luz» e hizo la luz con su Palabra poderosa. Pero a pesar de esto, nuestro Señor vino al mundo como un hombre y durmió en un pesebre para obedecer la voluntad del Padre. Nuestro Señor experimentó todo lo humano, desde nuestras debilidades hasta nuestras insuficiencias. Sabía lo débiles e insuficientes que éramos, cómo éramos incapaces de cumplir la Ley. Durante sus 33 años de vida en la tierra, el Señor experimentó todo lo que experimentan los seres humanos. Por eso, conociendo nuestras insuficiencias, cargó con nuestros pecados a través de su bautismo y se ofreció como propiciación de nuestros pecados en nuestro lugar. A través del pasaje de las Escrituras de hoy, debemos entender claramente por qué el Señor vino al mundo.
Jesucristo es quien mueve la historia de la humanidad
Este Dios, el Maestro de la historia, vino al mundo a salvar a los seres humanos y durmió en un pesebre. Debemos entender que vino a este mundo para convertirse en el pan de vida y que por eso durmió en un pesebre, que era un lugar utilizado para dar de comer a los animales. El Señor durmió en este pesebre, un comedero para animales, para enseñarnos que vino como el pan de vida a este mundo. En otras palabras, el Señor nació en este mundo para entregarse por nosotros, para que tuviésemos una vida nueva. Por eso, la razón por la que nuestro Señor vino al mundo era darnos una vida nueva. No vino solamente para manifestar que Dios está lleno de misericordia. Vino para salvarnos de todos nuestros pecados a los que estábamos hechos a imagen de Dios, y para hacer que nuestras almas muertas naciesen de nuevo, para que viviésemos con Dios para siempre con una vida nueva. Todos debemos recordar que la única razón por la que nuestro Señor vino a este mundo era darnos una vida nueva. Por eso el Señor durmió en un pesebre. El Señor durmió en un pesebre para darnos el pan de la nueva vida, para darnos su carne y sangre.
Jesús fue bautizado por Juan el Bautista y así recibió los pecados del mundo en su cuerpo. Al ser bautizado por Juan el Bautista, el representante de la humanidad, el Señor aceptó los pecados de la humanidad sobre su cuerpo para siempre, y al entregar su cuerpo para ser crucificado derramó su sangre por nosotros y murió en nuestro lugar. Entonces se levantó de entre los muertos y se convirtió en el pan de vida para los que creen en Él como su Salvador.
El capítulo 6 de Juan explica la razón por la que el Señor vino a este mundo. Leamos Juan 6, 35: «Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás». Los versículo 47-58 dicen: «De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente». Por esta razón, para darnos el pan de vida, nuestro Señor durmió en un pesebre cuando nació en este mundo.
Quizás los que viven en la ciudad no saben lo que es un pesebre. Un pesebre es un comedero hecho de un tronco de árbol para alimentar al ganado. Pero cuando nuestro Señor nació en este mundo durmió en uno de estos comederos envuelto en pañales. Esta escena nos explica lo que el Señor quiere darnos al haber nacido en este mundo. La razón por la que nuestro Señor vino al mundo fue para darnos una nueva vida. Tuvo que venir a este mundo para darnos su sangre y su carne para que todos los que comamos y bebamos de Él recibamos una vida nueva.
Nuestro Señor dijo: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él».
Entonces, ¿podemos comer la carne de Jesús y beber su sangre? Después de vivir en la tierra durante 33 años, y antes de ir a la Cruz, nuestro Señor reunió a todos sus discípulos para la Última Cena en el día de la Pascua y realizó el rito de la comunión. En aquel entonces el Señor partió el pan y se lo dio a sus discípulos, les dijo que comiesen ese pan porque era su cuerpo. De la misma manera, cuando les dio el vino, dijo: «Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados» (Mateo 26, 27-28).
¿Cómo podemos comer la carne de Jesús y beber su sangre?
¿Significa esto que debemos comer la carne de Jesús literalmente? No. Por gracia Jesús nos ha dado su sangre y carne y nos permitió comer y beber de Él, el alimento más valioso. El Señor dijo claramente que los que comen su carne y beben su sangre tienen vida eterna. Esto significa que debemos comer la carne de Jesús y beber su sangre. Quien crea en Jesús debe comer su carne y beber su sangre.
¿Cómo debemos comer la carne de Jesús y beber su sangre? Cuando el Señor vino al mundo por primera vez, nació en Belén, que significa panadería. Es decir, que el Señor nació en una aldea llamada panadería y durmió en un pesebre. Nos dio una vida nueva. Vino a este mundo para darnos su sangre y carne, para que recibamos una vida nueva. El Señor, el Creador y el Salvador, vino a este mundo para darnos su carne y sangre, y nosotros debemos comer y beber de Él. La Biblia dice claramente que debemos comer la carne de Jesús y beber su sangre. A través de sus 33 años de vida en este mundo, el Señor nos dio su carne y sangre.
El Señor nos dio su sangre y su carne, es decir, el pan de vida. El que nos diera su carne significa que nos dio su cuerpo, pero ¿qué significa exactamente? Jesús dijo que nos dio su carne a los que creen en Él. ¿Pero cómo nos dio su carne? El Señor vino al mundo para salvar del pecado a los que estaban oprimidos por la Ley. Cuando cumplió los 30 años fue bautizado por Juan el Bautista.
La Biblia dice en Mateo 3, 13-15: «Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó». Este pasaje significa que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista y así cumplió la justicia de Dios. Cuando Jesús salió del agua después de ser bautizado, cumplió la justicia de Dios después de haber sido bautizado por Juan y los cielos se abrieron. Entonces Dios dijo: «Este es Mi Hijo amado en quien tengo mi complacencia».
Antes de ser bautizado por Juan, nuestro Señor dijo: «Permíteme hacer ahora, pues conviene así que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15). Aquí la palabra así es «οϋτως» (hutos), que en griego significa de esta manera, de la manera más adecuada y la única manera. Esta palabra demuestra que Jesús tomó los pecados de la humanidad sobre Sí mismo de manera irreversible y adecuada a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista. Toda justicia es «πάσαν δικαιοσύνην» (pasan dikaiosunen) en griego y significa el estado perfecto, sin defecto alguno. Con esto Jesús quiso decir que Él debía cargar con todos los pecados del mundo y borrarlos de la manera más adecuada al recibir el bautismo de Juan. En otras palabras, nuestro Señor cargó con todos nuestros pecados en su cuerpo al aceptarlos a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista. Deben entender el significado de este suceso a través del texto original de las Escrituras.
En la última cena, antes de ser crucificado, el Señor partió el pan y se lo dio a sus discípulos diciendo: «Tomad y comed, este es Mi cuerpo» (Mateo 26, 26). Cuando Jesús nació en este mundo, el Señor durmió en un pesebre, lo que implica que tuvo que venir a este mundo para darnos una vida nueva. ¿Cómo nos dio Jesús su carne? No dijo que le cortásemos y comiésemos su carne como si estuviésemos comiendo pollo, sino que nos dijo que comiésemos su carne al creer que tomó todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista. En otras palabras, Jesús está diciendo que aceptó todos los pecados del mundo en su cuerpo al ser bautizado por Juan el Bautista, el último profeta del Antiguo Testamento y el representante de la humanidad.
El hecho de que el Señor nos diese su carne significa que cargó con nuestros pecados para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista, y que fue condenado por ellos en la Cruz. Cuando nos damos cuenta de esto, podemos comer la carne del Señor por fe. Para salvarnos de los pecados, el Señor aceptó los pecados del mundo para siempre al ser bautizado. Solo entonces podemos aceptar en nuestros corazones que podemos comer la carne del Señor por fe. Solo cuando comemos la verdadera Palabra de Dios por fe podemos comer la carne de Jesús.
¿Han comido la carne de Jesús por fe? ¿Creen que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán para borrar todos nuestros pecados? En el capítulo 6 nuestro Señor dijo: «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo».
Nuestro Señor nació en este mundo en la imagen de un hombre para borrar todos nuestros pecados. La Biblia dice que la Palabra se hizo carne y vivió entre nosotros. A los 30 años fue bautizado por Juan el Bautista y borró todos los pecados. Mis queridos hermanos, deben entender lo que significa este bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista y creer en él. No deben interpretarlo según sus propios pensamientos, pensando que Jesús fue bautizado para mostrar Su humildad.
Para cumplir toda la justicia, el Señor fue bautizado por Juan el Bautista, el mayor hombre nacido de mujer, y así aceptó los pecados del mundo para siempre. Al bautizar a Jesús, Juan el Bautista pasó todos los pecados de la humanidad a Jesús, y al ser bautizado por Juan, Jesús cargó con estos pecados y dejó a todo el mundo sin pecados. Esta es la prueba de que el Señor tomó todos nuestros pecados para siempre a través de su bautismo.
Hasta ahora he estado predicando el Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo, incluyendo a todos los cristianos por todo el mundo. Cuando algunas personas escuchan o leen mis sermones se preguntan por qué he publicado tantos libros con tan poco contenido, pensando que un libro hubiera sido suficiente. En realidad, todos estos libros son necesarios ya que todos debemos comer el pan espiritual del Señor siempre. Nunca he dejado el bautismo de Jesús fuera de mis sermones. La razón es simple: Jesús aceptó todos nuestros pecados cuando fue bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán. Yo siempre estoy predicando el bautismo de Jesús por fe porque es mi deber predicar esta Verdad de que todos los pecados del mundo fueron pasados a Jesús. A través de su bautismo, Jesús cargó con todos los pecados del mundo que cometemos por nuestras insuficiencias y por eso estoy predicando esta Palabra a todas horas por fe.
La salvación que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu
Mis queridos hermanos, no debemos interpretar la Biblia por nuestra cuenta propia. Todas las Escrituras fueron escritas por gente de fe inspirada por el Espíritu Santo. Por eso, deben escuchar a los que han sido redimidos de sus pecados y han recibido el Espíritu Santo en sus corazones. La Biblia debe ser interpretada tal y como fue escrita. Deben conectar el Antiguo y el Nuevo Testamento. Es un error interpretar la Biblia basándose en un solo pasaje. Deben leer la Biblia bajo la dirección del Espíritu Santo.
Dios le dio la Ley al pueblo de Israel. Como sabía que no podrían cumplirla, les dio el sistema de sacrificios del Tabernáculo para que pudiesen recibir la remisión de los pecados. En este sistema de sacrificios, los israelitas tenían que pasar sus pecados a los animales mediante la imposición de manos sobre la cabeza de esos animales, y los sacerdotes tenían que sacrificarlos, sacarles la sangre, ponerla en los cuernos del altar de los holocaustos, cortar la carne y ofrecérsela a Dios en el altar de los holocaustos. Había dos tipos de sacrificios, uno era anual y el otro diario.
Como Cordero de Dios, Jesús era el sacrificio ofrecido para salvar a todo el mundo de los pecados. Se convirtió en el Salvador enviado por Dios Padre para darnos una vida nueva. Jesús es el Cristo, el único Hijo de Dios Padre enviado para salvarnos, aunque estábamos destinados a morir por nuestros pecados. Vino a este mundo como nuestra propiciación. En vez de ser condenados a muerte por nuestros pecados, Dios pasó todos nuestros pecados a su Hijo a través del bautismo, y dejó que su Hijo derramase su sangre en la Cruz y después lo resucitó para darnos la vida eterna. Hemos recibido la remisión de los pecados con el amor de Dios, quien nos dio a su Hijo como la propiciación de nuestros pecados. En otras palabras, como el Señor se convirtió en la propiciación de nuestros pecados, cargó con ellos, y fue crucificado para pagar la condena de los pecados por nosotros, y así eliminó nuestros pecados para siempre.
Por tanto, quien quiera creer en Jesucristo debe creer en el bautismo que recibió de Juan el Bautista, y solo entonces puede recibir la remisión de los pecados. Cuando Jesús dijo en la Biblia: «Pues conviene así que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15), Jesús cargó con todos nuestros pecados en su cuerpo al ser bautizado por Juan el Bautista. Jesús solo fue bautizado una vez. Al ser bautizado mediante la imposición de manos, aceptó todos los pecados de la humanidad y fue sumergido en el agua. La palabra bautismo es “βάφτισμα” (baptisma) en griego, que significa ser sumergido. El significado espiritual del bautismo es lavar, ser enterrado y pasar. Dicho de otra manera, la razón por la que Jesús fue bautizado fue para cargar con todos nuestros pecados y eliminarlos.
Al aceptar todos nuestros pecados a través de su bautismo de la mano de Juan el Bautista, Jesús derramó su sangre en la Cruz en nuestro lugar y pagó el precio de los pecados con su vida. Para salvarnos de los pecados Jesús fue bautizado por Juan el Bautista y nuestros pecados fueron pasados a Jesús para siempre. Este bautismo que Jesús recibió es equivalente a la imposición de manos en el Antiguo Testamento, mediante la que un pecador llevaba un animal puro al Tabernáculo y le pasaba los pecados mediante la imposición de manos en la cabeza. Esta imposición de manos en el Antiguo Testamento era el método mediante el que los pecados se pasaban a un animal.
No estoy de acuerdo con la doctrina baptista ni estoy diciendo que hay que bautizar a los creyentes mediante la inmersión. Hay muchas denominaciones cristianas en este mundo, pero todas ellas son invenciones humanas. Hay dos tipos de personas, ya crean en Jesús o no: las personas que han nacido de nuevo y las que no. Les pido a todos ustedes que se den cuenta de que nuestro Señor fue bautizado para aceptar todos nuestros pecados.
¿Por qué tuvo que morir Jesús en la Cruz?
Juan, que bautizó a Jesús, es el mayor hombre nacido de mujer. Mateo 11, 11 dice que el Reino de los Cielos sufre violencia desde los días de Juan el Bautista, y que los violentos lo toman por la fuerza. Como el Señor aceptó los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el Bautista, tuvo que morir en la Cruz. La valiosa sangre de Jesús, que se convirtió en la propiciación a los ojos de Dios Padre, nos dio vida nueva. Jesús fue castigado por nuestros pecados porque nuestra salvación solo podía cumplirse mediante esta redención.
Por tanto, si creemos en Jesucristo, quien vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, seremos salvados de todos nuestros pecados. El Señor nos ha dado su carne. Esto significa que fue bautizado por Juan el Bautista en este mundo. Jesús tuvo que morir en la Cruz porque había aceptado todos nuestros pecados a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, y por esos pecados tuvo que ser crucificado y morir en nuestro lugar. Gracias a la sangre que derramó en la Cruz, nuestros pecados fueron cubiertos.
Algunas personas se bautizan como señal de haberse unido a la iglesia, pero este no debe ser el motivo por el que nos debemos bautizar. Cuando se bautizan, están dando testimonio de que Jesús cargó con todos sus pecados cuando fue bautizado; cuando se sumergen en el agua están dando testimonio de que Jesús derramó su sangre en la Cruz; y cuando salen del agua, están dando testimonio de que Jesús se levantó de entre los muertos para convertirse en nuestro Salvador. En resumen, con su bautismo están dando testimonio de que el Señor es su Salvador.
Cuando somos bautizados, confesamos nuestra fe de la siguiente manera: «Jesús cargó con mis pecados y los pecados de la humanidad cuando fue bautizado por Juan el Bautista. Espiritualmente, el que fuera sumergido en el agua implica su muerte redentora por los pecadores. Esto significa que el Señor se convirtió en la propiciación de nuestros pecados y que murió en nuestro lugar. El que Jesús saliese del agua implica su resurrección. Para darme una vida nueva, Jesús cargó con mis pecados, murió y se levantó de entre los muertos. Así es como creo en el Hijo enviado por Dios Padre. Creo en Evangelio del agua y el Espíritu. Creo que el Hijo de Dios, a quien envió el Padre, es mi Salvador». Nos bautizamos como señal de nuestra fe para demostrar que creemos que Jesús es nuestro Salvador y creemos en su carne y su sangre. Por esta fe somos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y el Espíritu Santo.
Asimismo declaramos nuestra fe ante Satanás diciendo: «Diablo, como ves creo en el Evangelio del agua y el Espíritu y en el Espíritu que Jesús me ha dado. Cuando Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, aceptó todos mis pecados, fue castigado en la Cruz por esos pecados y se levantó de entre los muertos. Así es como creo y sé que tú te levantaste contra la justicia de Dios. Así que no tengo pecados. Pertenezco a Dios». Esta es la fe que declaramos ante Satanás.
Asimismo, al ser bautizados declaramos nuestra fe ante los santos que tienen la misma fe: «Queridos hermanos, yo también creo que el Evangelio del agua y el Espíritu es mi salvación. Creo que Jesús cargó con todos mis pecados cuando fue bautizado. También creo que el Señor murió en la Cruz por mis pecados». Así damos testimonio de nuestra fe ante los demás santos.
El Apóstol Pablo dijo: «Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos» (Gálatas 3, 27). 1 Juan 5, 6-8 dice: «Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan». El Espíritu es el Dios santo, el agua de la que habla Dios es el bautismo que Jesús recibió cuando vino al mundo encarnado en un hombre, y la sangre se refiere a la sangre que Cristo derramó en la Cruz. Estos pasajes implican que todos los discípulos y los Apóstoles de Jesús creían en que Jesús había borrado todos los pecados del mundo con Su bautismo y sangre para siempre.
En el Antiguo Testamento, está escrito que el General Naamán fue curado de la lepra al sumergir su cuerpo en el río Jordán siete veces. En el Libro de Josué, el pueblo de Israel tuvo que cruzar el Jordán para entrar en la tierra de Canaán. Está escrito que para que el pueblo de Israel pudiera cruzar el Jordán, los sacerdotes entraron en el río antes con el Arca del Alianza y así el río se paró para que los israelitas pudieran cruzarlo caminando. Todos estos sucesos bíblicos ocurrieron en el río Jordán e implican que el Jordán es el lugar donde Jesús sería bautizado por Juan el Bautista.
Esto indica que Jesús es el Hijo de Dios que cumpliría toda justicia al cargar con nuestros pecados en su cuerpo. Nuestro Señor se ha convertido en verdadero pan para los que creen sinceramente en su bautismo de todo corazón. La sangre que Jesús derramó en la Cruz se ha convertido en verdadera bebida para nuestras almas. Por eso, como Jesús fue condenado por nuestros pecados, tenemos paz y descanso en nuestros corazones. Como Jesús cargó con todos nuestros pecados a través de su bautismo, tuvo que ser condenado por ellos, y cargó con esta condena de los pecados en nuestro lugar. ¡Qué maravilloso! La carne de Jesús nos ha dado vida nueva. Esto se debe a que Jesús tomó todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Por eso hemos recibido la vida verdadera al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Y ustedes? ¿Creen en la sangre de Jesús? ¿Han tomado la sangre y la carne de Jesús por fe? ¿Aceptan la voluntad del Señor de nacer en este mundo y convertirse en nuestro pan de vida? Nuestro Señor vino a este mundo para darnos la remisión de los pecados. Tuvo que dormir en un pesebre para convertirse en el verdadero pan de vida por nosotros. Jesús vivió 33 años en este mundo, y al ser bautizado en su cuerpo, cargó con todos los pecados que los humanos cometemos por nuestras insuficiencias y faltas.
Juan el Bautista, un siervo de Jesús
Seis meses antes de venir al mundo, el Señor envió a Juan el Bautista al mundo como representante de la humanidad, y Él vino seis meses después. El Señor vino al mundo para salvarnos de las maldiciones de la Ley, la persecución de Satanás y el castigo del pecado. Nos ha salvado de nuestros pecados. El Señor vino para salvarnos de nuestros pecados. Sin la carne y la sangre de Jesús no podemos ser personas sin pecados. ¿Cómo podemos convertirnos en personas sin pecados cuando tenemos tantos fallos y no podemos evitar pecar todos los días? Sin embargo, Jesús, el Señor de la vida, vino al mundo encarnado en la carne de un hombre, aceptó todos nuestros pecados en Su cuerpo al ser bautizado, y cargó con el castigo de todos nuestros pecados en nuestro lugar. El Señor tomó todos nuestros pecados, los eliminó para siempre, cargó con la condena y nos salvó. Al tomar todos nuestros pecados mediante su bautismo, el Señor cumplió la justicia de Dios. Así Dios ha cumplido toda la justicia que borra nuestros pecados y nos ha hecho personas sin pecados a los que creemos en la justicia de Dios cumplida por Jesús.
Durante tres años después de haber sido bautizado y después morir en la Cruz, Jesús viajó predicando el Evangelio de los Cielos. En otras palabras, Jesús no empezó a predicar el Evangelio de los Cielos después de ser bautizado. Después de haber sido bautizado por Juan, Jesucristo predicó en la tierra durante tres años: llevó las buenas noticias de la remisión de los pecados a muchas personas, desde la mujer que fue sorprendida en adulterio hasta los leprosos, y la mujer que tenía una hemorragia. Declaró que era el Camino y la Luz diciendo: «Soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie puede llegar al Padre excepto por Mí. Creed en Mí porque soy el camino al Cielo. Soy la Verdad. Soy Dios. Soy el Salvador que os da vida».
El Señor nos dio la vida eterna. Nos ha dado la vida eterna. Ha borrado todos nuestros pecados. Al ser bautizado Jesús cumplió toda la justicia y nos dejó sin pecados. En Juan 1, 29, cuando Juan el Bautista vio a Jesús el día después de haberle bautizado, dio testimonio de Él diciendo: «He aquí el Cordero de Dios que quite el pecado del mundo». Como Jesús aceptó todos los pecados del mundo de la mano de Juan el Bautista cuando fue bautizado, todos los pecados del mundo fueron pasados a Jesús. Por eso Jesús fue a la Cruz con todos los pecados en Su cuerpo. Por eso Juan el Bautista dio testimonio de Jesús diciendo: «He aquí el Cordero de Dios que quite el pecado del mundo» (Juan 1, 29).
Lo que necesitan para convertirse en verdaderos discípulos de Jesús
Según el Libro de Hechos de los Apóstoles, después de que Judas se suicidase, los once Apóstoles y los demás discípulos escogieron a Matías como el Apóstol que sustituiría a Judas Iscariote. El Apóstol Pedro dijo acerca de cómo convertirse en Apóstol: «Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección» (Hechos de los Apóstoles 1, 21-22).
¿Qué calificaciones debe tener un discípulo de Jesús? Dos candidatos fueron seleccionados entre los que habían sido testigos del ministerio de Jesús desde su bautismo hasta su muerte en la Cruz, su resurrección y su ascensión. En otras palabras, solo los que creen que Jesús cargó con todos los pecados del mundo al ser bautizado, morir en la Cruz, levantarse de entre los muertos al tercer día y ascender al Reino de los Cielos pueden ser Apóstoles. Para convertirse en un verdadero discípulo de Jesús, hay que creer en su bautismo, su muerte en la Cruz, su resurrección al tercer día, y su estado como Hijo de Dios y Dios mismo. Solo estas personas pueden ser verdaderos discípulos de Jesús. Solo los que saben esto pueden convertirse en discípulos de Jesús. Los que creen así pueden convertirse en testigos que predican la justicia de Dios. Los que creen así pueden recibir al Espíritu Santo por su gracia.
La Biblia dice: «Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hechos de los Apóstoles 2, 38). Mis queridos hermanos, el bautismo de Jesús borra nuestros pecados. Si no nos damos cuenta de esto, nuestros pecados no son eliminados solo por ser bautizados en el nombre de Jesucristo; sino que solo pueden borrarse cuando sabemos por qué Jesús fue bautizado por Juan el Bautista y por qué murió en la Cruz. Esto se debe a que Dios aprueba esta fe y borra los pecados de las personas que tienen esta fe. En resumen, como Jesús es el Salvador de los que creen que eliminó los pecados del mundo al venir a la tierra, ha borrado todos sus pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, ser castigado a morir en nuestro lugar, y levantarse de entre los muertos. Los que creen en esto tienen a Jesús como su Salvador y Él les ha dado una vida nueva.
Por eso llamamos al Señor nuestro Salvador. Nuestro Señor es el Cristo Señor. La palabra Cristo significa el Ungido. ¿Quién es el Ungido? Los reyes, sacerdotes y profetas eran ungidos en el Antiguo Testamento. El Señor es el Rey de reyes, el Sacerdote de los Cielos, y el Profeta que está por venir. Como Sumo Sacerdote, tomó los pecados de la humanidad y fue condenado en nuestro lugar. Los que creen en el bautismo de Jesús y su sangre derramada en la Cruz pueden convertirse en sus verdaderos discípulos.
Para convertirse en un discípulo de Jesús, deben pasarle todos sus pecados
Jesús dijo en Juan 6, 53: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros». Pero muchos cristianos de la actualidad dicen que solo creen en la sangre de Jesús. ¿Pueden tener fe con tan solo beber de la sangre de Jesús con fe? No. No tienen vida. Por mucho que crean en la sangre de Jesús derramada en la Cruz, sus corazones siguen teniendo pecados. Aunque confiesen creer en Jesús y le den gracias al Señor, sus corazones siguen teniendo pecados. El Señor dijo: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (Juan 6, 53). Si una persona bebe la sangre de Jesús y no come su carne, el Espíritu Santo no está en su corazón. No puede recibir una vida nueva. Por tanto deben creer en estas dos cosas.
Al venir al mundo como el Salvador, Jesús aceptó todos nuestros pecados a través de su bautismo. Los aceptó sobre su propio cuerpo a través de su bautismo. Por tanto, debemos creer en el bautismo de Jesús. Debemos creer en estos elementos de la salvación, en que Jesús aceptó todos los pecados del mundo personalmente a través de su bautismo y que fue condenado por ellos en la Cruz para siempre. Si no creemos en estos elementos, no tendremos vida aunque creamos en Jesús. En otras palabras, el Espíritu Santo no está en los corazones aunque crean fervientemente en Jesús como su Salvador.
La Biblia dice: «Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?» (2 Corintios 13, 5). También está escrito: «Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él» (Romanos 8, 9). Jesús vino al mundo para darnos nueva vida, y fue bautizado al venir al mundo y convertirse en nuestro verdadero Salvador. Para convertirse en nuestro verdadero Salvador, Jesús fue castigado en la Cruz en nuestro lugar. Así eliminó todos nuestros pecados y nos permitió escapar de la condena de los pecados.
Nosotros debemos creer en el bautismo de Jesucristo y su sangre sin falta. Por esta fe recibimos la vida eterna. Solo entonces podemos ir al Cielo al creer en Jesús. Pueden convertirse en hijos de Dios solo cuando creen en la carne y la sangre de Jesús, en su bautismo y su sangre derramada en la Cruz. La vida de Jesús entrará en ustedes si creen en su bautismo y su Cruz; en su agua y su sangre. Solo cuando creen en estos elementos, Jesucristo se ocupará de ustedes. Nuestro Señor eliminó todos los pecados del mundo y cargó con ellos al ser bautizado.
Sin embargo, hay muchos cristianos que han sido engañados por el Diablo y que creen que cuando la Biblia dice: «He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» quiere decir que Jesús es el Cordero de Dios que quitó su pecado original. Interpretan la Biblia por su cuenta y piensan: «Cometo pecados todos los días, hoy y ayer. ¿Cómo puede Jesús haberse llevado esos pecados? Es imposible. Jesús solo eliminó mi pecado original. Todos los pecados que cometo todos los días se redimen mediante oraciones de penitencia. Así seré santificado al final y entraré en el Cielo».
Sin embargo, estas personas han sido engañadas por el Diablo. No se nace de nuevo del agua y el Espíritu a través de pasos diferentes, sino de una sola vez. Nuestro Señor fue bautizado, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos, y ahora está sentado en el trono de Dios Padre, y a través de sus 33 años en este mundo se ha convertido en el Salvador de todos los que creen en esta salvación. Sin embargo, muchos cristianos intentan cambiar lo que dice la Biblia porque han aprendido la teología errónea de otros cristianos, y por eso interpretan este pasaje de la siguiente manera: «He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado original».
Mis queridos hermanos, ¿quieren corromper la Palabra de Dios con doctrinas de sus diferentes denominaciones? ¿Quieren volver a escribirla? Debemos creer en la Palabra de Dios tal y como está escrita. Si la Biblia dice que Jesús eliminó los pecados del mundo, entonces es verdad. ¿Queda algún pecado en este mundo? No, no queda ninguno. Como Jesús eliminó los pecados del mundo y los tomó sobre Sí mismo, ya no hay más pecados. Jesús fue bautizado en el río Jordán por los pecadores y fue castigado en la Cruz en nuestro lugar. Esto significa que Jesús ha borrado todos los pecados que cometemos en nuestras vidas.
La Biblia dice que Jesús es el Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo. ¿Qué está incluido en los pecados del mundo? Todos los pecados cometidos desde el principio de la historia de la humanidad hasta el final. Nadie sabe cuándo este mundo desaparecerá. No sabemos cuándo llegarán los nuevos cielos y la nueva tierra. En otras palabras, no sabemos exactamente cuando volverá nuestro Señor. Sin embargo, está claro que Jesús es el Alfa y el Omega, el principio y el fin, el Creador de este mundo, de la humanidad que eliminó los pecados del mundo. Hebreos 9 dice que cuando vuelva el Señor, se llevará a todos los que no tienen nada que ver con el pecado (Hebreos 9, 28). El Señor vendrá por segunda vez para llevarnos a los que no tenemos nada que ver con los pecados, porque creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. La Biblia dice claramente que Jesús tomó todos los pecados del mundo.
Sin embargo, en sus mentes carnales, muchas personas interpretan esto como si solo se aplicase a los pecados pasados, pero no los pecados del futuro, y se preguntan: «¿Cómo pudo Jesús haber tomado todos los pecados del mundo si cometo tantos pecados todos los días?». Pero esta es una interpretación carnal. La Biblia debe interpretarse espiritualmente desde la perspectiva de Dios.
Dios mismo vino a este mundo para eliminar nuestros pecados. ¿Creen que Jesús tiene que tomar nuestros pecados y morir en la Cruz cada vez que cometemos pecados? Morir una sola vez fue tan horrible que Jesús le pidió al Padre que alejara esa copa de Él si era posible. ¿Tiene que morir una y otra vez? La Biblia dice que el precio del pecado es la muerte y que sin derramar sangre no hay remisión. A través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, Jesús cargó con todos los pecados del mundo para siempre, incluyendo los pecados futuros que cometeremos hasta que muramos. Fue condenado una vez, y nos ha salvado para siempre. No espera hasta que pequemos para luego decirnos: «Habéis pecado. No os preocupéis, borraré vuestros pecados de nuevo». Si fuera así, Jesús tendría que morir por nosotros todos los días. Así que los que creen en Jesús pero no creen en su bautismo y su sangre derramada en la Cruz, los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, le piden al Señor que borre sus pecados todos los días. Pero esto es lo mismo que crucificar a Jesús todos los días.
Digamos que un hijo suyo se sacrificó por otra persona. ¿Cómo se sentirían si esa persona a la que salvó no valorase el sacrificio de su hijo y les pidiese que su hijo siguiera muriendo una y otra vez? Mis queridos hermanos, deben apreciar la justicia de Dios, quien les ha salvado, su amor, y la salvación justa de su agua y sangre. No lo desprecien. Pedirle a Dios que les perdone todos los días es como pedirle a Jesús que baje a este mundo cruel de nuevo por sus pecados, que vuelva a ser bautizado en el río Jordán, muera en la Cruz de nuevo, se levante de entre los muertos, ascienda a los Cielos y vuelva a hacer todo esto de nuevo cada vez que pequen. Mis queridos hermanos, el Señor dice que les ha hecho perfectos para siempre. La verdadera fe es indispensable para escuchar cualquier sermón, entender la Biblia y estudiar teología. Un conocimiento a medias no es aceptable. Los que saben de qué trata la teología no hablan mucho de ella porque saben que no sirve para nada a la hora de buscar la verdad.
La Biblia dice que el Antiguo y el Nuevo Testamento tienen cosas en común: «Inquirid en el libro de Jehová, y leed si faltó alguno de ellos; ninguno faltó con su compañera; porque su boca mandó, y los reunió su mismo Espíritu» (Isaías 34, 16). Como saben, Dios le dio el sistema de sacrificios a Israel a través de Moisés. Los pecadores tenían que poner las manos sobre los animales del sacrificio para que sus pecados fueran redimidos en el Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento, Jesús cargó con nuestros pecados al ser bautizado. En otras palabras, Jesús nos ha salvado a través del sistema de sacrificios establecido por Dios. En el Antiguo Testamento, los pecados se pasaban a los animales mediante la imposición de manos sobre la cabeza. Entonces se le cortaba el cuello al animal, se le sacaba la sangre y se esparcía en los cuernos del altar, su carne se cortaba y se quemaba para ofrecérsela a Dios. En el Nuevo Testamento, Jesús aceptó nuestros pecados al ser bautizado, y fue condenado en la Cruz en nuestro lugar. Jesús vino a darnos una vida nueva a través de su bautismo y derramar su sangre en la Cruz. ¿No creen que estos dos tipos de sacrificios son iguales?
Jesús es el Salvador que ha librado a su pueblo de sus pecados. Vino a este mundo para eliminar nuestros pecados al ser bautizado y derramar su sangre. De esta manera erradicó nuestros pecados. Como Jesús fue bautizado en el río Jordán, cargó con el castigo del pecado en la Cruz, murió y resucitó de entre los muertos, se ha convertido en el Dios de la salvación para todos los que creen en Él. No hay ningún pasaje en la Biblia que pueda leerse sin el contexto del resto de las Escrituras. Toda la Biblia habla de nuestra salvación. El Nuevo Testamento y el Antiguo Testamento están conectados.
¿Creen que el Evangelio de Juan es la Palabra de Dios? En el capítulo 6, Jesús dice que quien coma su carne recibirá la vida eterna. Dice que quien come su carne y beba su sangre recibirá la vida eterna, pero los que no lo hagan, no tendrán vida. Cuando una persona cree en Jesús, solo puede ser salvada si cree en su carne y por eso deben creer que Jesús cargó con todos sus pecados al ser bautizado. Los que no creen en el bautismo de Jesús ni su sangre no pueden ser salvados por mucho que crean en Jesús. Jesús se levantó de entre los muertos al tercer día y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios Padre. Si alguien cree en Jesús dejando de lado su carne o sangre, su fe es falsa. Es una fe falsa.
El Señor nació en este mundo y durmió en un pesebre. ¿Por qué tuvo que dormir en un pesebre donde comían los animales? El Señor nació como el niño Jesús en un pesebre para convertirse en el pan de vida por sus creyentes. Jesús enseñó a los sacerdotes de Israel y a los expertos de la Ley cuando solo tenía 12 años. En una ocasión, cuando José y María, sus padres biológicos, fueron a Jerusalén para la Pascua, volvieron a casa sin Jesús pensando que les estaba siguiendo con el resto del grupo. Cuando se dieron cuenta de que no estaba en el grupo, volvieron a Jerusalén para buscarle y se lo encontraron sentado con los sacerdotes hablando sobre la Ley de Dios. Los sacerdotes se quedaron maravillados con las enseñanzas de Jesús. Esto significa que Jesús es el Salvador de los que creen en la voluntad de Dios Padre en obediencia. Se ha convertido en la salvación eterna y en la vida eterna por nosotros. Al venir a este mundo encarnado en un hombre, y al ser bautizado, Jesús aceptó todos nuestros pecados y los eliminó. Al entregar su cuerpo en la Cruz para ser castigado en nuestro lugar, y al levantarse de entre los muertos al tercer día, se ha convertido en nuestro verdadero Salvador para todos los que creemos en Él.
¿Creen que Jesús cargó con todos los pecados del mundo cuando fue bautizado?
Mis queridos hermanos, ¿creen en la salvación de Jesús que vino por el agua y el Espíritu? Hay muchos expertos bíblicos y teólogos en este mundo, y esta Navidad, el Señor les está preguntando que si creen en Él y si han comido su carne y bebido su sangre. Cuando Jesús vino al mundo, los sacerdotes, los escribas y el rey Herodes sabían que había nacido en Belén. Pero ninguno de ellos creyó que el Señor había nacido en un establo.
¿Quién creyó en esto entonces? Los pastores y los reyes magos de Oriente. ¿Qué ofrendas le entregaron los reyes magos de Oriente a Jesús? Incienso, mirra y oro. El oro simboliza que Jesús es el Salvador y que tomó todos nuestros pecados a través de su bautismo, y el incienso implica que oramos a Jesús, Dios mismo, porque sabemos que es nuestro Salvador. La mirra simboliza la Verdad inmutable que ha venido con el agua y el Espíritu. Jesús es el Dios de la Verdad. Con esta fe los reyes magos, que eran gentiles, creyeron que Jesús era su Salvador.
Sin embargo, entre el pueblo de Israel, ni los sacerdotes, los fariseos ni los maestros de la Ley creyeron en Jesús. Lo mismo pasa en el presente. Hoy en día los pastores, ministros y teólogos no creen en el bautismo ni la sangre de Jesús. Se niegan a creer en el bautismo y la sangre de Jesús. Se niegan a creer que Jesús cargó con los pecados del mundo al ser bautizado. Los teólogos no creen que todos los pecados del mundo fueron pasados sobre la cabeza de Jesús cuando fue bautizado. Interpretan el bautismo de Jesús por su cuenta, diciendo que fue bautizado por ser humilde, y así niegan el bautismo de la remisión de los pecados que Jesús recibió.
La Biblia es la Palabra de Dios escrita. Jesús cumplió toda la justicia a través del bautismo que recibió en el río Jordán. ¿Qué otras interpretaciones necesitamos? La Biblia no dice que Jesús fuese bautizado para mostrar su humildad. ¿Qué significa toda justicia? Significa todo lo que es bueno y correcto. Deben darse cuenta de que aunque Jesús es nuestro Señor, que se ha convertido en el pan de vida por nosotros, hoy en día los pastores, oficiales de la iglesia y los teólogos que dicen creer en Jesús están rechazando su bautismo, el agua que permite que todos nazcamos de nuevo. Aunque este Evangelio se está predicando por todas partes, son los ignorantes, en vez de los teólogos, los que están aceptando la Palabra de Verdad que proclama que Jesús cargó con los pecados de la humanidad al ser bautizado.
Sin embargo, los que se creen buenos cristianos por haber creído en Jesús durante mucho tiempo no creen en su bautismo ni en el Evangelio que les permite nacer de nuevo. Así están rechazando a Jesús. Pero los que conocen la Biblia bien y creen en la Palabra tal y como es pueden ser salvados. Sin embargo, los que han aprendido la Palabra de Dios incorrectamente, a través de doctrinas humanas, y los que tienen la levadura del hombre, no saben lo que Jesús ha hecho por ellos, aunque hablen de Él en términos de doctrinas. Así que no pueden creer en Él. La Biblia es la Verdad. El bautismo de Jesús es la Verdad de la salvación. No hay verdad a parte de esta Palabra. Solo porque hayan creído en Jesús durante mucho tiempo, no deben creer que lo saben todo acerca de su bautismo.
La Biblia dice que cuando Pedro predicó la Palabra de las Escrituras a la gente de su alrededor, el Espíritu descendió sobre esas personas. De la misma manera, si la gente de hoy en día escucha el Evangelio y cree en esta Palabra, el Espíritu Santo descenderá sobre estas personas y sus caras se iluminarán de gozo. Estas personas confesarán con sus lenguas que ya no tienen pecados en sus corazones. Cuando se les pregunte dentro de un tiempo si aún tienen el Evangelio, dirán que han guardado este precioso tesoro. Dirán que no pueden recordar ninguna otra doctrina aprendida a parte de este precioso Evangelio. Aunque Jesús vino al mundo como el Salvador de la gente, muy pocas personas aceptan el bautismo de Jesús que le permite a todo el mundo nacer de nuevo. Los expertos, los poderosos y los arrogantes han rechazado a Jesús. Sin embargo, los humildes que conocen sus deficiencias aceptan la Palabra del Señor y alcanzan su salvación.
A los ojos de Dios todo el mundo es igual por muchos méritos o defectos que tengan. Cuando Jesús vino a este mundo, los pastores humildes fueron a visitarle. El Señor les está diciendo: «¿Creen que les he salvado al encarnarme en un hombre, ser bautizado, morir en la Cruz y levantarme de entre los muertos?». Si creen en el Evangelio del bautismo de Jesús y su sangre, el Evangelio para nacer de nuevo, el Señor se complacerá. Dios Padre será glorificado.
Está escrito: «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres». La paz les llega a los que han recibido la remisión de los pecados en sus corazones. Esto significa que serán hijos de Dios sin pecados al creer en Jesús. El Espíritu Santo entrará en sus corazones. Nuestro Señor durmió en un pesebre. Nos ha dado una vida nueva a todos los que creemos en Él. Le doy gracias. Como el Señor nos amó tanto vino al mundo en un cuerpo humano humilde para salvarnos a todos, darnos una vida nueva y evitar que fuésemos al infierno. ¿Cómo podemos darle gracias a Dios por su gracia? A pesar de su santidad, el Señor fue arropado en pañales y durmió en un pesebre. El Dios santo vino personalmente a este mundo en la imagen de un hombre para salvarnos. ¿Cómo podemos pagarle por esta gracia? Le doy gracias al Señor.