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Tema 15: Gálatas

[Capítulo 2-2] La esencia de la fe de Pablo (Gálatas 2, 20)

La esencia de la fe de Pablo(Gálatas 2, 20)
«Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.».
 

En el pasaje de las Escrituras de hoy, podemos encontrar la esencia de la fe del Apóstol Pablo: su fe creía en Jesucristo como Hijo de Dios, que vino a la tierra y tomó todos los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan, que cargó con estos pecados a la Cruz y derramó Su sangre hasta morir, que se levantó de entre los muertos y que así ha completado nuestra salvación.
Por eso Pablo dijo: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí.» (Gálatas 2, 20). Pablo dijo que su pasado había muerto con Cristo, y que ahora era Cristo quien vivía en él. Continuó diciendo: «La vida que vivo ahora en la carne, no la vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí».
Esta fe no es sólo la confesión de Pablo, sino también la nuestra. El Apóstol Pablo creyó que sus pecados se habían pasado a Jesucristo mediante el bautismo que recibió de Juan, y así por esta fe, Pablo murió con Jesús y resucitó con Jesús. Del mismo modo en que Pablo lo hizo por fe, nosotros podemos morir con Jesucristo y vivir con Él mientras tengamos fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
A través del Evangelio del agua y el Espíritu, Dios nos ha salvado de todos nuestros pecados de una vez por todas. Como Jesucristo nos ha salvado de los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu, ahora vivimos por fe en Jesucristo como nuestro Salvador. Por tanto, no importa la condición de nuestra carne ahora, sino que es en Jesucristo que nos hemos convertido en los que han muerto con Él y han sido devueltos a la vida con Él. Ahora vivimos una nueva vida por nuestra fe en el Señor, que vive por siempre.
El Apóstol Pablo pudo vivir esta vida de fe gracias a que Jesucristo había sido bautizado y derramado Su sangre por sus pecados. Dijo que la razón por la que vivía de nuevo no era que hubiera hecho algo bueno él mismo, sino que la razón era su fe en el Hijo de Dios. En otras palabras, gracias a que el Apóstol Pablo vivió creyendo en que al ser Jesucristo crucificado, le salvó de los pecados del mundo y le devolvió a la vida, pudo, de verdad, morir con Jesucristo y fue devuelto a la vida. Así es como pudo vivir su vida con fe en el Hijo de Dios y en la salvación que Él llevó a acabo al perdonarle sus pecados. No sólo es Pablo quien tiene esta fe, sino que todos los que han recibido la remisión de sus pecados en Jesucristo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu también tienen esta fe.
 


La fe de Pablo consistía en creer que había muerto con Jesucristo y resucitado con Él


La razón por la que el Apóstol Pablo hizo esta confesión de fe es que en su corazón tenía fe en el verdadero Evangelio que afirmaba que había muerto con Jesucristo y vivía con Él: «Por culpa de nuestros pecados, no podíamos evitar ser malditos para siempre y enfrentarnos a la muerte eterna; sin embargo, cuando Jesucristo vino al mundo y tomó los pecados de la humanidad de una vez por todas al ser bautizado por Juan, todos nuestros pecados fueron pasados a Jesús en ese momento, y al ser crucificado para derramar Su sangre y al levantarse de entre los muertos, Jesús nos ha salvado. Por tanto los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu pueden vivir para siempre, precisamente por fe».
El hecho de que nuestras almas vivan, sin importar que seamos buenos o malos carnalmente, se lo debemos al Evangelio del agua y el Espíritu. Al creer en el Hijo de Dios como nuestro Salvador que nos ha librado de todos nuestros pecados, podemos ser salvados por fe. Aún más, como el Hijo de Dios nos ha librado de nuestros pecados de una vez por todas aun cuando éramos esclavos de los mismos, ahora podemos vivir una vida justa poniendo nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Esto se debe a que el Señor ha borrado todos nuestros pecados de una vez por todas mediante el Evangelio del agua y el Espíritu, y nos ha permitido ser los creyentes que viven como obreros de Dios, haciendo así posible que vivamos eternamente una vida bendecida. Quien cree en el Evangelio del agua y el Espíritu puede confesar la verdadera fe de salvación de ahora en adelante.
Como aún vivimos en nuestra carne, cometemos errores. A veces somos tentados a comportarnos como lo hacíamos en el pasado. Si no confiamos en nuestra fe en el verdadero Evangelio, podemos morir de nuevo por el peso de nuestros errores acumulados. El Apóstol Pablo no era diferente, él también podría haber vuelto a ser como antes y por eso no tuvo más remedio que confiar en que su pasado había sido crucificado con Jesucristo, y por tanto pudo vivir una vida nueva en Jesucristo por fe. El Apóstol estaba haciendo su confesión de fe que creía en que Jesucristo le había devuelto a la vida a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Al igual que Pablo, nosotros podemos vivir para siempre a través de nuestra fe en morir con Jesucristo y ser devueltos a la vida de nuevo con Él.
Esta es una fe tremenda que se basa en el Evangelio del agua y el Espíritu. Los que han sido perdonados por sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu son los que tienen esta misma fe por la que viven vidas nuevas con Jesucristo. Pero entre tanta gente viviendo en este mundo, sólo un puñado de cristianos tienen el conocimiento del Evangelio del agua y el Espíritu y creen en él. Cuando pienso en esto, debo dar gracias una vez más a Dios por mi salvación. Aunque seamos insuficientes, ahora podemos seguir al Señor gracia a nuestra fe en el Hijo de Dios.
Mientras hemos vivido nuestras vidas de fe, hemos hecho algunas cosas buenas, pero también hemos cometido algunos errores. Pero aún así veo que es inevitable que en el futuro, aunque vivamos nuestras vidas de fe, cometer errores. ¿Creen que son capaces de ser perfectos en todo lo que hagan?
Algunos se preocupan de cómo servir al Señor hasta el final cuando piensan en su maldad y sus debilidades, aunque sean nacidos de nuevo al creer en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo servir al Señor no es algo que se haga con nuestra propia fuerza, sino que sólo podemos servirle a través de nuestra fe en el poder que nos da el Señor. Debemos darnos cuenta de que es el Señor quien nos da fuerzas.
Cuando pensamos en nosotros mismos, nos preocupamos del futuro porque no tenemos fe, no creemos en que hemos muerto y resucitado con Jesucristo. Además, la razón por la que nos preocupamos de cómo vivir en este mundo es que nos fijamos en nuestras insuficiencias. A veces pensamos: «No debería ser así», y conscientes de nuestras debilidades, nos preocupamos de cómo seguir con nuestras vidas de fe. Así que incluso consideramos que es un milagro haber llegado tan lejos con nuestras vidas de fe. Pero estas preocupaciones pueden desaparecer con nuestra fe en que morimos con Jesucristo y vivimos con Él.
Este tipo de fe nos permite seguir al Señor todos los días por fe. Antes de conocer a nuestro Señor, hicimos algunas cosas buenas por fe, pero también cometimos errores. Aún así, por nuestra fe en el Señor, vivimos con confianza. Por supuesto, nos esforzaremos para hacer las cosas bien, pero cuando consideramos nuestro pasado, vemos que cometimos algunos errores y que tuvimos momentos de debilidad. En tiempos como este, necesitan fe más que nunca, del mismo modo en que el Apóstol Pablo vivió por fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
« Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.» (Gálatas 2, 20).
Pablo confesó que gracias a Cristo tenía una vida nueva y que viviría por fe en el Hijo de Dios. Dijo esto porque el Hijo de Dios tomó los pecados del mundo de una vez por todas a través del bautismo que recibió por nosotros, y al ser crucificado y morir en la Cruz, podemos vivir por fe. Para todos nosotros, los que creemos en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, el Señor nos ha dado la perfecta remisión del pecado y una nueva vida. Como Dios nos ha salvado de una vez por todas, podemos convertirnos en los que viven para siempre creyendo en el bautismo que el Hijo de Dios recibió y en Su derramamiento de sangre. Mediante esta fe en que el Hijo de Dios les ha salvado de todos sus pecados a través de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, ustedes pueden vivir para siempre.
Cuando nuestras debilidades se revelan, debemos recordar la esencia de la fe del Apóstol Pablo. Ustedes y yo no podemos vivir por los dictados de la carne solamente. Si sólo nos preocupamos de nuestra carne en la vida, sólo nos esperará la muerte. Podemos triunfar y recibir la vida eterna por nuestra fe en el Hijo de Dios que nos ha salvado perfectamente. Por tanto es indispensable que nos demos cuenta de que nuestro pasado ha muerto con Jesucristo, pero al mismo tiempo, somos nuevas criaturas que vivirán para siempre, porque el Hijo de Dios nos ha salvado a los que habíamos sido pecadores, y por eso creemos en Él como nuestro Salvador. Por nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu que nos ha dado el Hijo de Dios, hemos sido devueltos a la vida. Por esta fe en la Verdad de que el Hijo de Dios nos ha salvado, podemos vivir para siempre.
Ahora mismo, en nuestros corazones, debe existir la creencia en que el Hijo de Dios nos ha salvado de todos nuestros pecados y nos ha dado la vida eterna. ¿Tienen esta fe? ¿Creen que a través del Evangelio del agua y el Espíritu, Jesucristo nos ha salvado de todos nuestros pecados, ha cargado con la condena de todos los pecados y se ha levantado de entre los muertos? Es mi más sincero deseo que todos crean en el Evangelio del agua y el Espíritu y tengan rápidamente la misma fe que Pablo. A nuestro Señor no le faltaba nada para sus pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, para hacerles el pueblo de Dios, y convertirles en los obreros de Su justicia. Al creer que Dios nos ha hecho Sus hijos que viven para siempre, viviremos por fe para siempre. Creemos que nuestro Señor Jesucristo es el Hijo de Dios, y que nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto viviremos para siempre con Dios.
¿Creen en el Hijo de Dios que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu como su Salvador? Deben creer que, por ustedes, Jesucristo, el Hijo de Dios, fue bautizado por Juan, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos, y nos ha salvado de nuestros pecados.
Ahora hemos llegado a reconocer que somos seres muertos en la fe. Y en realidad nos hemos convertido en nuevas criaturas vivientes al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y por tanto estamos corriendo hacia la meta, poniendo nuestra fe en el Señor. A veces, si miramos nuestras debilidades en la carne, acabamos cayendo en un pozo sin fondo y vagando por el valle de la muerte. Pero en vez de mirar nuestra propia carne, podemos mantenernos firmes de nuevo, mirándonos a través de nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. De hecho, habíamos muerto con Jesucristo en el Evangelio del agua y el Espíritu, y ahora hemos sido devueltos a la vida con Jesucristo.
Nuestras almas, que creen ahora en el Evangelio del agua y el Espíritu como la fe de Pablo, se han convertido en espíritus vivos. Aunque vivamos en nuestra carne débil ahora, hemos podido vivir una vida justa mediante la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Esto se debe a que hay poder en el Evangelio del agua y el Espíritu. Como creemos de todo corazón en el Señor que vino por el agua y la sangre, podemos vivir para siempre. En otras palabras, aunque nuestra carne sea insuficiente, todavía tenemos vida eterna que nunca muere.
Al igual que el Apóstol Pablo vivió por fe con Jesucristo, ustedes y yo también debemos vivir por fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Al examinarse a ustedes mismos, si piensan: «¿Por qué soy así? ¡No tengo remedio!» y se desesperan, están destinados a morir. Pero si creen que el Hijo de Dios ha borrado para siempre nuestros pecados, y que les ha sacado de la muerte, pueden vivir con Jesucristo. Como Jesucristo nos ha salvado con la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, si tienen fe en este Evangelio, pueden morir y vivir con Él.
El Señor nos ha salvado a ustedes y a mí de la muerte definitivamente. Al salvarles de todos sus pecados y de la condena de los mismos, el Señor les ha hecho Su propio pueblo. Él les ha salvado a ustedes y a mí y nos ha dado nueva vida. Esta es la base de cómo podemos resucitar de la muerte y vivir de nuevo, y de cómo hemos recibido la bendición de la vida eterna de Dios.
Debemos vivir siempre en el Evangelio del agua y el Espíritu, creyendo en que hemos muerto con Jesucristo y resucitado con Él. Y debemos vivir por la fe que cree en el Hijo de Dios. Para ello, no debemos mirarnos con desprecio por lo que vemos, sino que debemos mirar hacia el Señor. De hecho hemos podido vivir todo este tiempo por la gracia y la ayuda del Señor. Cuando miramos hacia el Señor por fe, podemos hacer lo correcto y nunca morir. Cuando no mirábamos hacia el Señor y hacíamos nuestra propia voluntad, no podíamos evitar hacer lo que el Señor no quería que hiciéramos. Cualquier cosa buena que hayan hecho, la hicieron por nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, y cualquier cosa mala que hayan hecho mal, la hicieron porque sus pensamientos carnales les llevaron a ello.
La fe del Apóstol Pablo se revela en Gálatas 3, 27, donde dijo: « porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.». Esta confesión significa que podemos tener la fe que nos permite morir con Jesucristo y vivir con Él cuando creemos que el Señor nos ha librado con el Evangelio del agua y el Espíritu. Para convertirnos en una sola persona con Jesucristo y morir y vivir con Él, debemos tener antes la fe que conoce la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y cree en él. Nos permite a los creyentes morir con Cristo y vivir con Él a través de este Evangelio del agua y el Espíritu.
Por eso el Apóstol Pablo dijo en Gálatas 1, 11-12: « Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre;
pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.». A través de la revelación de Jesucristo pudimos ser salvados de todos nuestros pecados y vivir como siervos de Dios.
 


¿Qué nos ha enseñado nuestro Señor a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu?


«La revelación de Jesucristo» de la que se habla en el pasaje anterior, significa que el dominio de Dios se abre y se nos muestra. A través de Su revelación, pudimos entender cómo Dios nos ha salvado de nuestros pecados. El Señor lo reveló a través de la Palabra de Dios. En el Antiguo Testamento, los animales para ser sacrificados aceptaban los pecados de los israelitas cuando imponían sus manos sobre la cabeza de los animales. Los animales sangraban hasta morir ante el altar de los holocaustos y se quemaban para pagar los pecados de los israelitas. En el Antiguo Testamento, un cordero, una cabra o un toro puro eran la ofrenda ante Dios y borraban las iniquidades de un pecador.
En el Nuevo Testamento, Jesucristo, como la imposición de manos en el Antiguo Testamento y el sacrificio del Antiguo Testamento, aceptó los pecados de la humanidad de una sola vez al ser bautizado por Juan el Bautista, cargó con los pecados del mundo de una vez por todas, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos, y así se ha convertido en el perfecto Salvador de los creyentes. Al convertirse en la ofrenda del Antiguo Testamento, Jesús nos reveló su verdadera salvación, y se convirtió en el Salvador que nos salvó de todos nuestros pecados y de la destrucción. Para borrar nuestros pecados, el Hijo de Dios fue bautizado y crucificado, y se convirtió en el Salvador que erradicó todos los pecados y la condena del pecado.
El Apóstol Pablo se pudo convertir en un siervo de Dios por su fe en el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor le reveló. Él creyó que Jesucristo vino al mundo para salvarnos de los pecados del mundo, y que cuando cumplió los 30 años, tomó los pecados del mundo de una vez por todas al recibir el bautismo de Juan el Bautista. Pablo también creyó que como Jesús había tomado todos los pecados del mundo, pagó la condena del pecado y murió en la Cruz, y se levantó de entre los muertos para ser nuestro perfecto Salvador. Esta era la fe del Apóstol Pablo, y esta es nuestra fe. La de del Apóstol Pablo murió con Jesucristo y volvió a la vida con Él. Así que confesó su fe diciendo: « porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.» (Gálatas 3, 27).
La revelación que Jesucristo nos ha enseñado como Su salvación no es otra que el Evangelio del agua y el Espíritu. La Biblia dice que Jesús vino al mundo como el Hijo de Dios como nuestra ofrenda, y que fue bautizado y derramó Su sangre para salvarnos perfectamente en el Evangelio del agua y el Espíritu. El Apóstol Pablo creyó en el bautismo que Jesucristo recibió y en la sangre que derramó en la Cruz como la esencia de su salvación. Su fe conllevaba la creencia de que cuando Jesucristo fue bautizado, sus pecados se pasaron a Él. Pablo era un hombre de fe que creía que cuando Jesucristo, habiendo recibido el bautismo de Juan el Bautista y aceptado los pecados del mundo, fue a la Cruz y fue crucificado, sus pecados fueron crucificados con Jesús. Y creyó que cuando Jesucristo se levantó de entre los muertos, él también resucitó con Jesucristo por fe. Esta es la esencia de la fe de Pablo.
En resumen, el Apóstol Pablo creyó en Jesucristo como su perfecto Salvador. Él dio testimonio de su verdadera salvación al poner su fe en Jesucristo, nuestro Salvador. Creyó que había muerto con Jesucristo, y que había vuelto a la vida con Él. Como Jesucristo cargó con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, fue crucificado, y se levantó de entre los muertos, es por fe en la Verdad que podemos vivir con Cristo. La muerte y resurrección de Jesucristo son nuestra propia muerte y resurrección. En otras palabras, la resurrección de Jesucristo es la resurrección de Pablo y al mismo tiempo es nuestra resurrección.
Pablo confesó que se había vuelto a la vida al creer en la Verdad de que el Hijo de Dios le había redimido, y que podía vivir para siempre por la misma fe. Su fe le permitió morir con Jesucristo y resucitar con Él. Con esta fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, pudo recibir la remisión de todos sus pecados, convertirse en un siervo de Dios y formar parte del pueblo de Dios, pudiendo vivir en Su Reino para siempre.
Ahora debemos tener la fe que nos hace ser bautizados en Jesucristo. Debemos tener la fe que nos permite morir con Jesucristo y ser devueltos a la vida con Jesucristo. Cuando tenemos la fe que nos permite unirnos con Jesucristo, podemos ser los que viviremos por siempre con Jesucristo para no morir nunca. El Hijo de Dios nos ha librado del pecado y de la muerte porque nos ha dado la fe para vivir para siempre a través de Su bautismo y Su derramamiento de sangre en la Cruz. Nuestro Señor cargó con nuestras insuficiencias y nos ha hecho vivir para siempre.
El Apóstol Pablo creyó en el Evangelio del agua y el Espíritu y predicó la Verdad de la salvación a los santos de las iglesias de Galacia, pero su fe se deterioró pronto. Así que les escribió: « Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente.
No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo.» (Gálatas 1, 6-7).
En tiempos de Pablo, había gente que turbaba a los santos en la Iglesia de Dios al insistir en la circuncisión de la carne, en vez de predicar el Evangelio que Pablo predicaba. Estos defensores de la circuncisión hacían hincapié en que los santos debían cumplir los estatutos de la Ley en el Antiguo Testamento, tales como la circuncisión y el Sabbath.
En la época presente, los legalistas viven sus vidas de fe de la manera siguiente: ofrecen oraciones de penitencia al Señor, intentando borrar sus pecados por su propia cuenta. Gritan: «!Señor, perdóname¡» y así intentan purgar sus pecados a través de las oraciones de penitencia. Hasta este día, muchos mentirosos han intentado perfeccionar su fe a través de estas prácticas cristianas y doctrinas, como las oraciones de penitencia y la doctrina de la santificación incremental, pero ninguna ha sido capaz de llevarles a su meta y han hecho que estas personas dejen de intentar alcanzar esa meta. Como han intentado borrar sus pecados, no a través del Evangelio del agua y el Espíritu, sino de las oraciones de penitencia, se les ha catalogado como practicantes de iniquidad.
Durante la Iglesia Primitiva, los defensores de la circuncisión se levantaron e intentaron dejar en mal lugar al Evangelio del agua y el Espíritu que Jesús le había dado a Su Iglesia. Pero la Iglesia de Dios puso punto y final a este intento, y cumplió la tarea de difundir el Evangelio del agua y el Espíritu.
Jesucristo vino para ocupar sus tres cargos: Jesucristo es el Rey de reyes, el Profeta, y el Sumo Sacerdote eterno del Reino de los cielos. Jesucristo es el Salvador que vino a este mundo con estos tres cargos y es quien nos ha librado a todos los pecadores de todos los pecados de una vez por todas. Para salvar a Su pueblo de sus pecados, Jesucristo vino a este mundo en la imagen de Su pueblo, y a través del Evangelio del agua y el Espíritu, nos enseñó cuáles son nuestros pecados y cómo se consigue la salvación. Nos enseñó todas estas verdades de una sola vez. Jesucristo ofreció Su propio cuerpo a Dios Padre, y para salvarnos de los pecados del mundo, fue bautizado por Juan el Bautista, aceptando así todos los pecados de la humanidad, sus pecados y los míos, y murió en la Cruz y se levantó e entre los muertos de nuevo. Este es el Evangelio del agua y el Espíritu, el mismo Evangelio en el que creyó el Apóstol Pablo, que poseía la verdadera fe que le permitía morir y vivir con Jesucristo.
 

¿Qué consecuencias conllevaría que pervirtiéramos el Evangelio del agua y el Espíritu que nuestro Señor nos ha dado?

Jesucristo, el Rey de reyes y Dios mismo, vino a la tierra encarnado en un hombre para salvar a la humanidad de los pecados. Tomó todos sus pecados al ser bautizado por Juan el Bautista cuando tenía 30 años, fue crucificado hasta morir, se levantó de entre los muertos y así nos ha dado la salvación de una vez por todas. Pero había gente que intentaba pervertir lo que Jesús hizo para salvarnos de nuestros pecados. El primer ejemplo de esta gente era un grupo de defensores de la circuncisión de la Iglesia Primitiva.
Pablo, cuando reprendía a los que querían pervertir el Evangelio del agua y el Espíritu, dijo que cualquiera que intente difundir otro evangelio que no sea el Evangelio del agua y el Espíritu estará maldito. Cuando creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, a través de nuestra fe, nos convertimos en el pueblo de Dios de una vez por todas y recibimos nueva vida. Pero los defensores de la circuncisión afirmaban que los creyentes debían ser circuncidados para ser salvados totalmente. Esta fe era falsa.
Incluso ahora mismo, hay ciertos grupos que consideran el cristianismo como una religión de autodisciplina, y afirman que debemos tener disciplina en nuestras mentes y cuerpos. A través de la doctrina del arrepentimiento, intentan pervertir el Evangelio del agua y el Espíritu, el Evangelio a través del cual el Hijo de Dios ha borrado todos nuestros pecados de una vez por todas. Al ser bautizado, nuestro Señor tomó todos los pecados de la humanidad, y al ser crucificado y derramar Su sangre, fue condenado por todos nuestros pecados de una sola vez. Así es como nos devolvió a la vida a nosotros, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Al creer en este verdadero Evangelio del agua y el Espíritu hemos recibido la remisión de nuestros pecados de una vez por todas, nos hemos convertido en el pueblo de Dios que vive para siempre por fe. Si a pesar de esto, hay alguien que no cree en lo que Jesucristo, el Hijo de Dios, ha hecho para salvarnos perfectamente, y en cambio intenta borrar sus pecados a través de sus propias oraciones de penitencia, entonces debe ser reprendido duramente como un hereje. La doctrina que afirma que la gente puede ser santificada ofreciendo oraciones de penitencia es una de las doctrinas cristianas más erróneas de hoy en día.
En las iglesias de Galacia, había gente que intentaba hacerse parte del pueblo de Dios mediante la circuncisión. Esta gente le daba la misma importancia a la obediencia a los estatutos de la Ley, tales como la circuncisión de la carne, el Sabbath y otras festividades judías, que a su fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Al igual que esta gente de Galacia predicaba al circuncisión en vez del Evangelio del agua y el Espíritu predicado por Pablo, en esta era y en todo el mundo, infinidad de cristianos intentan borrar sus pecados a través de oraciones de penitencia, en vez de hacerlo mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. El Apóstol Pablo dijo a continuación: « Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema» (Gálatas 1, 8). Pero la mayoría de cristianos todavía creen en las oraciones de penitencia o en la doctrina de la santificación incremental, y todavía creen en otro evangelio que no es el Evangelio del agua y el Espíritu.
Nos podemos preguntar: «Entonces, ¿cuál es la diferencia entre creer en el Evangelio del agua y el Espíritu e intentar borrar los pecados creyendo sólo en la sangre de la Cruz y ofreciendo oraciones de penitencia?». La fe de Pablo creía en el bautismo que Jesús recibió de Juan y su derramamiento de sangre en la Cruz como su salvación. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, morimos con Jesucristo, y ahora vivimos una nueva vida con Él (Romanos 6, 4). Esta fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, y la creencia de que uno puede borrar sus pecados mediante sus oraciones de penitencia, son diferentes. Así que el último se llama «el otro evangelio».
El Apóstol Pablo dijo: « Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.» (Gálatas 1, 9). Para los cristianos, el peor insulto en el mundo que se les puede decir es: «Maldito seas». ¿Qué otro insulto podría ser peor que el de ser maldito por Dios e ir al infierno? Cuando Pablo dijo este mensaje, se lo dijo a los que afirmaban que la gente sólo se convertía en el pueblo de Dios si era circuncidada. Este pasaje puede aplicarse a los que ahora afirman que pueden borrar sus pecados a través de las oraciones de penitencia. Ante Dios, en otras palabras, no hay otro Evangelio que el Evangelio del agua y el Espíritu. El verdadero Evangelio del que habla la Biblia es el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Cuál es, entonces, el otro evangelio? Hoy en día, es la falsa enseñanza que enseña que uno puede librarse de sus pecados ofreciendo oraciones de penitencia. En tiempos de la Iglesia Primitiva, era la fe que insistía en la circuncisión de la carne. Sin embargo, el único verdadero Evangelio consiste en que, para salvarnos de los pecados de este mundo, Jesucristo cargó con estos pecados de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista, fue a la Cruz, derramó Su sangre y murió, y por lo tanto ha completado nuestra salvación.
Aún así muchos cristianos de todo el mundo están poniendo su fe en sus propias oraciones de penitencia, lo que es diferente del Evangelio del agua y el Espíritu. Así que cuando predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu a esta gente, puede parecer que han sido salvados inmediatamente, pero no es cierto. Ellos han sido llevados por el mal camino por culpa de una falsa doctrina hasta el punto en que sus corazones han sido endurecidos y no están acostumbrados al verdadero Evangelio. Vemos que se levantan contra el Evangelio del agua y el Espíritu irracionalmente.
Sin embargo, como está escrito en la Biblia, los pobres de espíritu están muy bendecidos a través de este verdadero Evangelio. Tras conocer el Evangelio del agua y el Espíritu, mucha gente de todo el mundo, incluso los pastores, nos han enviado confesiones de fe como esta: «He creído en Jesucristo durante docenas de años, pero acabo de nacer de nuevo y de resolver todos mis problemas espirituales gracias a este libro». Nos envían sus testimonios, diciendo que han intentado borrar sus pecados a través de sus oraciones de penitencia, pero no han conseguido nada, pero ahora, al creer en el Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, se han hecho nuevas criaturas.
¿Qué ocurre cuando uno sólo cree en las oraciones de penitencia? Esta fe le llevará a ahogarse en un mar de pecados. Esta gente es como los que creaban dioses y adoraban a sus ídolos que ellos mismos se habían inventado. Creen que pueden ser salvados de sus pecados y creen que se han convertido en el pueblo de Dios. Piensan: «Jesús, eres mi Dios», pero creen sin darse cuenta de la Verdad. Sin embargo, su fe es completamente inútil, como construir castillos en el aire, porque su fe se construye sobre sus propias ideas y no en la Palabra de Dios. No confían en la Verdad que dice que el bautismo de Jesús y Su sangre en la Cruz nos han hecho completos, y por eso confían en sus oraciones de penitencia. Aunque profesan creer en el ministerio de Jesús, que derramó Su sangre en la Cruz, excluyen Su bautismo, que fue esencial para completar la justicia de Dios.
¿Podría Jesús haber cargado con los pecados del mundo sin el bautismo que recibió de Juan? ¿Borró nuestros pecados sólo al morir en la Cruz? Jesús tomó nuestros pecados de una sola vez al ser bautizado por Juan el Bautista, fue a la Cruz y fue crucificado, borró todos los pecados de la humanidad de una vez por todas, y así se ha salvado a todos los creyentes. ¿Sería posible que hubiera tomado los pecados en la Cruz? Fue al ser bautizado por Juan el Bautista cuando Jesús tomó los pecados del mundo. Creer que uno puede borrar sus pecados a través de oraciones de penitencia es una creencia inútil inventada por uno mismo.
Hoy en día, todavía vemos a los que creen en sus oraciones de penitencia, en vez de en el Evangelio del agua y el Espíritu, que todavía alaban a Dios y le rezan. Sin embargo esta gente que cree sólo en sus oraciones de penitencia se caracteriza por el hecho de que sus vidas de fe son clamorosas, porque todavía hay pecado en sus corazones, y están demasiado ocupados con su propia justicia. Tengan o no pecado en sus corazones, alaban a Dios, abrumados por sus bonitas voces a causa de sus propias emociones. No les importa si Dios quiere escucharles o no.
Sin embargo debemos darnos cuenta de que es Jesucristo quien nos ha librado perfectamente de los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. No hay pecado en nuestro corazón gracias a Sus obras justas. Sólo cuando alabamos a Dios con conociendo bien el Evangelio del agua y el Espíritu, nuestra alabanza es auténtica a los ojos de Dios. Como creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, estamos agradecidos por la salvación del Señor, y como esta inspiración nos llena, glorificamos a Dios. Pero los que creen que sus pecados se han borrado a través de las oraciones de penitencia, tienen que ajustar sus emociones, diciéndose a sí mismos: «Soy parte del pueblo de Dios. Dios me ha elegido».
Sin embargo, la alabanza del justo se hace por fe. Saltarse una nota no es importante para nosotros, cuando alabamos a Dios. Para cualquiera que crea de todo corazón en el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado, el Evangelio de la remisión de los pecados, alaba a Dios con su corazón. Los justos se alegran de alabar a Dios con sus corazones de fe. Por tanto, deben reconocer que si un cristiano cree en otro evangelio aparte del Evangelio del agua y el Espíritu, su fe es superstición. Creer en la Verdad, que el Señor nos ha salvado, borrando todos nuestros pecados mediante el Evangelio del agua y el Espíritu, es la verdadera fe.
Voy a extenderme en este punto haciendo una analogía con las religiones del mundo. El budismo es una religión del mundo. Los budistas adoran estatuas de piedra de Buda pidiéndole que les bendiga. Otros, gravan imágenes en árboles y después las adoran y piden bendiciones. Cuando los budistas hacen esto, abren sus palmas y las ponen hacia arriba, como si estuvieran pidiendo algo.
Pero estas estatuas de piedra de Buda están hechas a imagen de un hombre esculpido. La gente las toma como su dios y las adora. Y les rezan y las bendicen. Los que no tienen hijos les piden un hijo. La gente piensa que si rezan sinceramente a lo que ellos mismos han esculpido en piedra, las estatuas les ayudarán de alguna forma. Esto es una superstición. Creer en las religiones del mundo no es nada más que creer en las ideas humanas.
En contraste, el Apóstol Pablo dijo claramente que el Evangelio en el que creía venía de la revelación de Jesucristo. Pablo estaba despierto espiritualmente por la Palabra del Antiguo Testamento, y llegó a creer en este Evangelio de Verdad. Conocer y creer en lo que Dios dijo en el Antiguo Testamento sobre la remisión del pecado, y sobre cómo en el Nuevo Testamento, Jesucristo tomó nuestros pecados a través de Su bautismo, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos, y nos ha salvado de todos nuestros pecados, es la verdadera fe. Los ministerios de salvación que Jesucristo llevó a cabo cuando vino al mundo son los ministerios del Evangelio del agua y el Espíritu. Pudimos ser salvados de todos nuestros pecados, recibir la vida eterna y convertirnos en el pueblo de Dios al creer en este Evangelio del agua y el Espíritu, manifestado en la Palabra de Dios.
Pablo dijo que al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, se convirtió en un hombre vivo, no muerto, y predicó este verdadero Evangelio. Por eso el Apóstol Pablo reprendió a los defensores de la circuncisión, diciendo: « Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema» (Gálatas 1, 8). Por tanto debemos averiguar cuáles son estos evangelios distintos al Evangelio.
Para conocer los demás evangelios, primero debemos identificar bíblicamente el Evangelio en el que creía Pablo y que predicaba. El Apóstol Pablo creía en que el Hijo de Dios había borrado los pecados del mundo al venir a este mundo y ser bautizado, morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos. Así es como Jesús nos ha salvado de todos nuestros pecados, de toda la condena del pecado. Esta es la fe de Pablo. La fe de Pablo estaba puesta en el bautismo de Jesús y en Su derramamiento de sangre en la Cruz.
Entonces, ¿Cuál es el otro evangelio, diferente al verdadero en el que Pablo creía? Es el evangelio que proclama sólo la sangre. La gente que tiene fe en este evangelio también cree en las oraciones de penitencia para poder borrar sus pecados. Nosotros, los nacido de nuevo, creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, pero muchos cristianos de hoy en día creen sólo en la sangre derramada en la Cruz, mientras creen también en las oraciones de penitencia. Estas dos fes son muy diferentes. El Evangelio del agua y el Espíritu, en el que creemos, es el mismo Evangelio que predicaba el Apóstol Pablo, por tanto Dios aprueba nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por el contrario, los que intentan borrar sus pecados a través de las oraciones de penitencia tienen una fe distinta al Evangelio del agua y el Espíritu, y por eso puedo decir con toda confianza que Dios no los aprobará, sino que los maldecirá.
No digo que no deban creer que Jesús derramó Su preciosa sangre en la Cruz. Les estoy señalando que creer sólo en la sangre en la Cruz, dejando el bautismo que recibió de Juan de lado, es creer en otro evangelio. Mientras se aferren a este evangelio diferente, no podrán evitar poner su fe en las oraciones de penitencia al final, porque sus pecados seguirán intactos en su corazón, por muy ardientemente que crean en un evangelio diferente. 
¿Pueden recibir la verdadera remisión de los pecados sólo creyendo en el derramamiento de sangre en la Cruz y ofreciendo oraciones de penitencia? Estas creencias son supersticiones. Este tipo de fe sólo significa que accedemos a creer en Jesús como nuestro Salvado, y no es poner nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado. Es creer en Jesús por nuestros propios pensamientos por simple gratitud, ya que derramó Su preciosa sangre en la Cruz por nosotros, y creer que los pecados que cometemos después pueden ser borrados mediante nuestras propias oraciones de penitencia. Estas creencias son, en otras palabras, completamente inventadas. «Jesús, he decidido considerarte mi Salvador». Como la gente tiene esta creencia, sus pecados no han sido borrados perfectamente de sus corazones. ¿Cómo pueden borrar sus pecados simplemente por profesar fe en Jesús, sin saber cómo se pasan sus pecados a Jesús a través de Su bautismo?
La fe del Apóstol Pablo se describe en Romanos 6. En Romanos 6, 3-4 está escrito: « ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva».
El Apóstol Pablo preguntó aquí: «¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?». Dijo que fuimos enterrados con Jesucristo, a través de Su bautismo, en Su muerte. Jesucristo vino al mundo, tomó nuestros pecados al ser bautizado por Juan, y fue crucificado hasta morir por nosotros. Y entonces se levantó de entre los muertos. Pablo tenía fe en que Jesús nos ha salvado a ustedes y a mí de todos nuestros pecados.
Jesucristo, el Cordero de Dios, vino al mundo como la propiciación de toda la humanidad, según el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento. Nos ha salvado a los pecadores de sus iniquidades al tomar todos los pecados de Su pueblo a través del bautismo recibido de Juan y al derramar su sangre en la Cruz. Todas estas obras justas coinciden exactamente con la ofrenda del pecado del Antiguo Testamento. Como el Cordero de Dios, nuestro Señor cargó con los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Cuando miramos Mateo 3, 13 en adelante, vemos cómo Jesús fue bautizado por Juan el Bautista y por tanto tomó los pecados de la humanidad de una sola vez. En otras palabras, después de que Jesús fuera bautizado por Juan, derramó Su sangre en la Cruz y se levantó de entre los muertos, y así nos ha salvado de una vez por todas de todos nuestros pecados (Mateo 3, 13-17; Juan 1, 29; Juan 19, 30).
Ahora estamos predicando el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo y Pablo en sus días también predicaba este Evangelio. Este Evangelio del agua y el Espíritu predicado por Pablo es el mismo Evangelio que estamos predicando ahora. Por tanto si alguien no cree en el Evangelio del agua y el Espíritu y no lo predica, será maldito por Dios.
Las iglesias de todo el mundo están a punto de cerrar sus puertas, porque sus congregaciones no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Como los cristianos de hoy en día sólo creen en la sangre de la Cruz e intentan borrar sus pecados a través de sus oraciones de penitencia, sus pecados no desaparecen, y como sus pecados no son borrados, ¿quién seguirá creyendo en Dios? Por eso las iglesias no tienen más remedio que cerrar las puertas a la salvación.
Prácticamente todos los cristianos del mundo entero creen que han recibido la remisión de los pecados aunque sólo creen en la sangre valiosa de la Cruz. Pero están muriendo espiritualmente, porque no pueden evitar confiar en sus oraciones de penitencia en vano. Echen un vistazo a los cristianos que tienen a su alrededor que cantan alabanzas llevados por sus propias emociones. No pueden hacer otra cosa que alabar así porque en realidad no saben cómo Jesucristo les ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu ni creen en ello. En contraste, para los nacidos de nuevo que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, las alabanzas vienen naturalmente sin forzarlas con las emociones, porque están agradecidos de corazón por la gracias de la salvación que el Señor les ha concedido.
El Apóstol Pablo dijo que cualquiera que predique otro evangelio que no sea el verdadero Evangelio que él predicó, sería maldito (Gálatas 1, 8). Pablo preguntó: «Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Y continuo: «Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.» (Gálatas 1, 10). Como Jesucristo vino a este mundo, fue bautizado, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos, y nos ha salvado de todos nuestros pecados, el Apóstol Pablo no pudo evitar creer en la Verdad y predicarla. Si Pablo hubiera buscado el favor de los hombres, hubiera predicado sólo la sangre de la Cruz, pero como era un siervo de Cristo, predicó el Evangelio del agua y el Espíritu. El Apóstol Pablo no fue nunca un siervo de los hombres.
Pablo prosiguió en Gálatas 1, 11-12: «Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.».
¿Qué tipo de evangelio era el Evangelio en el que creyó el Apóstol Pablo y que predicó a la gente? Aquí, «el evangelio por mí predicado (Pablo)» se refiere al Evangelio del agua y el Espíritu. Dijo que su Evangelio no había sido aprendido por los hombres, ni recibido de los hombres, sino que vino por la revelación de Jesucristo. Dijo que Dios Padre le enseñó la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu a través de Jesucristo. Pablo creyó en su corazón que Jesucristo le salvó de todos sus pecados a través del agua y el Espíritu.
Nosotros también creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso estamos predicando este Evangelio del agua y el Espíritu a los cristianos que buscan la verdad, repartidos por todo el mundo. Me frustra realmente ver la fe de la mayoría de los cristianos en el mundo. No se dan ni cuenta de que son ciegos espirituales, porque han creído erróneamente durante mucho tiempo.
En la Iglesia Primitiva, los Apóstoles habían predicado el Evangelio del agua y el Espíritu. Pedro dijo: «El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo» (1 Pedro 3, 21). Todos nosotros tenemos la misma fe que el Apóstol Pedro. Como Jesús tomó todos los pecados de la humanidad, murió en la Cruz, y se levantó de entre los muertos, podemos ser salvados de nuestros pecados si lo creemos.
¿Pero en qué creen la mayoría de cristianos del mundo? Sólo creen en la preciosa sangre del Jesús en la Cruz. Por supuesto, la sangre que derramó en la Cruz es enormemente preciosa por nuestra salvación. Pero no sirve de nada si no creemos en el bautismo que recibió de Juan el Bautista. Como Jesús fue bautizado por Juan y derramó Su sangre en la Cruz, nuestros pecados se pasaron a Jesús y fueron borrados, y aún así los cristianos de hoy en día no conocen este bautismo de Jesús, y por tanto no pueden borrar sus pecados.
Para la expiación justa de los pecados, los animales para el sacrificio debían recibir la imposición de manos de los pecadores y aceptar sus pecados. Todos los animales debían morir después de haberles pasado los pecados mediante la imposición de manos. Así Jesucristo aceptó los pecados de todo el mundo al ser bautizado por Juan y derramar Su Sangre en la Cruz y morir de una sola vez, pero la mayoría de los cristianos no conocen esta verdad ni creen en ella. Incluso ahora deben darse cuenta de que los cristianos de la Iglesia Primitiva creían y predicaban el verdadero Evangelio del agua y el Espíritu, y deben creer en esto.
Cuando Roma era la potencia que dominaba el mundo occidental, Constantino, el emperador romano proclamó el Edicto de Milán para establecer el cristianismo como religión oficial del Estado. A partir de entonces el Evangelio del agua y el Espíritu se pervirtió. La verdadera salvación es el Evangelio del agua y la sangre, pero la gente de esa época dejo fuera una de las bases del verdadero Evangelio. Dicho de otra manera, dejaron de lado el bautismo de Jesús de su evangelio, y por tanto llegaron a creer en el otro evangelio. Al final, el cristianismo, que una vez ejerció tanta autoridad como religión oficial de Roma, no tiene poder hoy en día.
Creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu y lo predicamos, el mismo Evangelio en el que creían los cristianos de la era apostólica. Gracias a nuestro ministerio de literatura, mucha gente de todo el mundo, incluidos teólogos y pastores, están volviendo al Evangelio del agua y el Espíritu. Los que estudian Teología en profundidad y con una perspectiva objetiva, pueden admitir que el Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad.
Pero los que sólo conocen su propia denominación son tan tercos que no quieren conocer la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Se aferran a la sangre en la Cruz solamente, como si la doctrina de su denominación fuera lo mismo que la Palabra de Dios. Algunas denominaciones afirman que se puede recibir al Espíritu Santo si se reza fanáticamente, gritando el nombre del Señor. ¿No es estúpido? Están atrapados en sus propios pensamientos y en su terquedad, y por eso han acabado con una fe irracional y supersticiosa. Esta es la fe de una rana grande en un estanque pequeño.
El Evangelio en el que el Apóstol Pablo creía y que predicó era el Evangelio del agua y el Espíritu. Este Evangelio del agua y el Espíritu no lo recibió del hombre, ni lo aprendió del hombre. Aprendió este verdadero Evangelio de Dios a través de Su revelación. La fe del Apóstol Pablo no era dogmática como la de los cristianos de hoy en día. ¿De qué denominación aprendieron su evangelio? Cualquier evangelio que sea diferente al Evangelio del agua y el Espíritu es un evangelio falso. El Apóstol Pablo era un experto en el Antiguo Testamento. Incluso antes de conocer a Jesús, sabía acerca de la Verdad por el Antiguo Testamento, como que el Mesías cargaría con los pecados del mundo a través de la imposición de manos y los borraría. El error de Pablo fue que no se dio cuenta de que Jesús era el Hijo de Dios. Por eso persiguió a los discípulos de Jesús al principio. Una vez Pablo fue a Damasco con sus subordinados para matar a los discípulos de Jesús. En aquel momento, Pablo se llamaba Saúl. Cuando iba hacia la ciudad, se encontró con Jesucristo vivo.
Jesús se la apareció a Pablo en un relámpago, más brillante que el sol, diciendo: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón.».
Así que Pablo dijo: «¿Quién eres, Señor?».
Y el Señor dijo: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti,».
Jesucristo irradió una luz brillante y dejó que se escuchara Su voz, y aunque los hombres que iban con Pablo no vieron a nadie, Jesucristo se le apareció ante sus ojos y oídos. Cuando Jesucristo se le apareció a Pablo, la luz era tan deslumbrante que le dejó ciego durante un rato, y de inmediato Pablo reconoció: «He cometido un error». «Jesús, en el que esta gente cree, es el verdadero Mesías que fue profetizado en el Antiguo Testamento». Entonces Pablo se dio cuenta de que Jesús era de verdad el Hijo de Dios y el Salvador, que tomó los pecados de la humanidad al ser bautizado y al borrar los pecados al morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos. «El Mesías ha llegado. Me ha salvado a través de Su bautismo y Su sangre en la Cruz». Pablo se dio cuenta de esto y por eso se convirtió en un discípulo de Jesucristo y en uno de Sus apóstoles.
El Evangelio predicado por el Apóstol Pablo es el Evangelio del agua y el Espíritu, que nos permite morir y vivir con Cristo. Tenemos la fe que nos permite ser bautizados en Jesucristo, morir con Él y resucitar con Él. Deben darse cuenta de que el Evangelio que nos ha dado nueva vida es el Evangelio del agua y el Espíritu, y es el Evangelio que el Apóstol Pablo predicó en la era apostólica.
El Evangelio del agua y el Espíritu puede parecerles nuevo, pero es el mismo Evangelio que está escrito en la Biblia. La Biblia sólo aprueba el Evangelio del agua y el Espíritu como el verdadero Evangelio. Este verdadero Evangelio está siendo testificado de boca en boca por todo el mundo. Por otro lado, el evangelio que consiste sólo de la sangre en la Cruz sólo incluye la mitad de la salvación de la Biblia. Por mucho que busquemos en la Biblia, no hay ninguna prueba de que Jesús cargara con nuestros pecados en la Cruz; al contrario, la Biblia testifica que nuestros pecados fueron pasados a Jesucristo cuando fue bautizado por Juan el Bautista (Mateo 3, 13-17).
¿Creerían en Jesucristo como si estuvieran practicando una de las religiones del mundo? ¿O se salvarían de sus pecados creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesucristo nos ha dado y vivirían sus vidas de fe confiando en este Evangelio? Todo el mundo debe creer en este Evangelio del agua y el Espíritu ahora. Deben darse cuenta de que el Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad, y deben creer en él tal y como es.
Recientemente hemos traducido y publicado un libro titulado La fe del credo de los apóstoles. Para que todo el mundo sepa como pensamos y creemos en Jesucristo, estamos publicando libros como éste y enviándolos por todo el mundo. Estoy seguro de que este libro hará muchas obras de Dios por todo el mundo porque nuestra fe en el verdadero Evangelio está contenida en el libro. En este libro, damos testimonio de nuestra fe tal y como es, de cómo creemos en el Hijo de Dios, quién creemos que es, y cómo ha borrado nuestros pecados. Si la gente leyera un solo libro de nuestras series, se darían cuenta de cómo creemos y en qué creemos.
Hoy en día, la mayoría de cristianos que hacen confesión de fe afirmando haber recibido la remisión de los pecados al creer sólo en la sangre de la Cruz, todavía viven como pecadores todos los días. Pero los nacidos de nuevo que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu no tienen pecado. Son justos todos los días. Aunque seamos insuficiente, todos los días vivimos no como muertos, sino como nacidos de nuevo en Cristo. Como Jesucristo nos ha dado una vida nueva, como inmortales que tienen la fe de la vida eterna, podemos seguir al Señor, y podemos disfrutar del esplendor y la gloria, no sólo de este mundo, sino del siguiente. Dios nos ha dado a ustedes y a mí esta fe.
Doy gracias a Dios por darme el Evangelio del agua y el Espíritu.