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Kazania

Tema 22: Evangelio de Lucas

[Capítulo 8-3] ¿A quién le da Dios la gracia de Su poder? (Lucas 8, 40-56)

(Lucas 8, 40-56)(Lucas 8, 40-56)
«Cuando volvió Jesús, le recibió la multitud con gozo; porque todos le esperaban. Entonces vino un varón llamado Jairo, que era principal de la sinagoga, y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa; porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud le oprimía. Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre. Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado? Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí. Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz. Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del principal de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro. Oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y será salva. Entrando en la casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan, y al padre y a la madre de la niña. Y lloraban todos y hacían lamentación por ella. Pero él dijo: No lloréis; no está muerta, sino que duerme. Y se burlaban de él, sabiendo que estaba muerta. Mas él, tomándola de la mano, clamó diciendo: Muchacha, levántate. Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó que se le diese de comer. Y sus padres estaban atónitos; pero Jesús les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido».
 
 

Jesús sanó a la hija de Jairo

 
El pasaje de Lucas 8, 40-52 nos dice que Jesús sanó a la hija de Jairo, un gobernante de la sinagoga, y voy a compartir con ustedes la gracia de Dios mostrada en las Escrituras. Jairo cayó a los pies de Jesús y le rogó que entrase en su casa porque tenía una hija única de doce años y se estaba muriendo. Sus ruegos hicieron que Jesús se apiadase y sanase a la niña enseguida. Esta es la misericordia del Señor que salvó a los muertos y sanó a los enfermos para que pudiesen vivir bien en este mundo.
Debemos dar gracias a Dios por Su misericordia y amor. Éramos pecadores desesperados que podrían haber muerto de la enfermedad del pecado. Sin embargo, el Señor del amor infinito nos ha salvado completamente de todos los pecados y enfermedades. Si no hubiésemos encontrado la justicia de Cristo, estaríamos esperando a morir como la hija de Jairo. Me pregunto qué estaríamos haciendo y cómo culparíamos a otras personas en nuestras últimas horas de vida si no tuviésemos la gracia de salvación de Dios. Probablemente moriríamos lamentándonos. Estaríamos solos y vacíos antes de morir como la última hoja de un árbol en otoño.
Pero, ¿qué tipo de misericordia nos mostró nuestro Señor? Jesucristo, que es Dios mismo y el Hijo de Dios al mismo tiempo, curó nuestras enfermedades del pecado y nos salvó de la muerte espiritual. El pasaje de hoy incluye la historia de cómo Jesús curó a la hija de doce años de Jairo; ¿por qué la sanó el Señor? En ese momento, la hija de Jairo solo tenía doce años. Hoy en día iría al sexto o séptimo curso y esta niña estaba muriendo de una enfermedad física. ¿Cómo de triste cree que estaría Jairo cuando pensaba en su hija? Para su hija, que era tan pequeña, su muerte era lenta. Así que le pidió a Jesús con todas sus fuerzas que sanase a su hija.
Nuestro Señor contestó su plegaria. Fue al cuerpo fallecido que no sentía y devolvió a su hija a la vida con Su poder. Miremos o que la Biblia dice sobre este milagro: «Muchacha, levántate. Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó que se le diese de comer» (Lucas 8, 54-55).
Hermanos y hermanas, la hija de Jairo del pasaje de las Escrituras de hoy nos representa a todos los estábamos destinado a sufrir y morir por nuestros pecados. Todo el mundo nace para morir como la hija de Jairo. La gente puede morir de enfermedades espirituales o físicas. Estábamos a punto de morir por nuestros pecados ante Dios. Los seres humanos no podían librarse de la enfermedad del pecado. Por mucho dinero que tengan, por muy buena que sea la medicación que tomen, no podrán curar la enfermedad del pecado completamente. Las enfermedades físicas pueden curarse, pero ¿cómo puede una persona curarse de una enfermedad espiritual como la de los pecados? Los pecados y la enfermedad del corazón no pueden curarse con medicina, sino que solo pueden curarse con el Evangelio del agua y el Espíritu.
Piensen en él. ¿Cuántos médicos creen que vieron a la hija de Jairo? A pesar de toda la medicina que probó, no pudo sanarse y a los doce años se estaba muriendo. ¿Qué significa esto para nosotros? Que es imposible sanar nuestras enfermedades espirituales por mucho que ofrezcamos oraciones de penitencia o por muchas obras que hagamos. Estamos todos destinados a morir de nuestras enfermedades de los pecados de la misma manera. Estábamos destinados a morir lentamente como la hija de Jairo por nuestros pecados.
Sin embargo, ¿qué más dice la Biblia? Dice que la niña muerta se levantó como si no hubiese pasado nada cuando Jesús dijo: «Levántate, muchacha». Es cierto. Jesucristo nos salvó de la enfermedad de la muerte al tomar todos los pecados que cometemos en nuestras vidas a través de Su bautismo a manos de Juan el Bautista. Resolvió completamente todo el problema de nuestros pecados mediante Su bautismo, Su sangre y la Cruz, y Su muerte y resurrección.
 
 

A veces nos sentimos defraudados aunque vivamos por fe en la justicia de Jesucristo

 
Nuestros corazones son esclavos de nuestras debilidades. Sin embargo, debemos recordar siempre que nuestro Señor nos permitió vivir con poder, con justicia porque tomó todos nuestros pecados para siempre. Tenemos que saber qué poder tenemos ante Dios. Jesucristo, que es Dios, vino al mundo, erradicó los pecados de nuestras vidas y nos salvó de la muerte. Debemos estar agradecidos a Dios cuando pensamos en Su gracia poderosa.
Los que somos insuficientes y débiles tendemos a ver solo lo que hay cerca de nosotros, pero no vemos lo que está lejos. Sin embargo, tenemos un corazón agradecido por la gracia de salvación de Dios. Le damos gracias a Dios desde lo más profundo de nuestro corazón cuando recordamos que Jesucristo cargó con todos nuestros pecados y los eliminó a través de Su bautismo para siempre. Debemos recordar esto y seguir siendo fieles a Dios. Somos las personas benditas a quien Dios ha dado Su gracia.
Al confiar en la justicia del Señor y seguirla, tenemos momentos en que no podemos confiar en Su justicia porque somos insuficientes. Sin embargo, debemos recordar esto. De la misma manera en que Jesús sanó a la niña al decirle: «Levántate, muchacha», nos dio la misma gracia de salvación. Nosotros debemos creer en la gracia de salvación y darle gracias a Dios.
La hija de Jairo no hizo ninguna obra para ser salvada. Su padre fue a Jesús para rogarle por su vida, y Jesús contestó su plegaria. No hizo nada por Jesús, pero Jesús fue a ella y le salvó de su enfermedad y muerte. Hermanos y hermanas, lo que debemos saber es que Jesucristo la visitó en persona. Nuestro Señor Jesucristo fue a ver a la hija de Jairo en persona, la sanó de su enfermedad y de la muerte.
¿Qué significa esto para nosotros? Nuestro Señor vino en persona para salvarnos de nuestros pecados. Piensen en esto. ¿Cuándo hemos buscado la justicia de Jesús? Los que sufríamos una enfermedad espiritual que nos llevó a la muerte espiritual no hicimos otra cosa que preguntarnos: «¿Cómo puedo curarme de esta enfermedad?». Sin embargo, el Señor vino a nosotros y nos dio la comida espiritual de la justicia. No podemos darles gracias suficientes por la gracia que nos ha dado física y espiritualmente.
 
 

¿Nos mostró Dios la gran gracia de Su salvación?

 
Hermanos y hermanas, ¿tienen un corazón agradecido por la gracia de la salvación que Dios les ha dado? En realidad todos tenemos ojos que solo ven lo que está cerca de nosotros y tienen la tendencia de ver la gracia de Dios. Pero Dios aún así nos visitó y nos dio está gracia de salvación y nos enseñó esto. Esta gracia de Dios nos da esperanza cuando no tenemos nada, coraje cuando nos sentimos derrotados y fuerzas cuando nos sentimos débiles. Nos encontramos muchos problemas y dificultades cuando vivimos en este mundo pecador. Sin embargo, cada vez que tenemos problemas, nuestro Señor los resuelve. Estamos benditos con esta gracia de la salvación de Dios. ¡Qué afortunados somos y qué agradecidos debemos estar! Aunque nuestros corazones cambien tanto y se sientan derrotados, nuestro Señor nos dio la gracia de la salvación para siempre. Esto nos resulta gratificante y no da valor.
¿Cómo nos dio Dios esta perfecta gracia de salvación? Cuando pensamos en esta gracia nos acordamos de lo siguiente: «Estoy vivo hoy y viviré mañana gracias a la gracia eterna de Dios». ¿Cómo de impaciente e irritados nos sentiríamos si Dios no nos hubiese dado Su gracia poco a poco o de una vez? Pero Dios no lo hizo así. Dios nos da una cantidad ilimitada de gracia para que utilicemos como una gran suma de dinero depositada en un banco y la saquemos cuando la necesitemos. Por eso podemos nuestras vidas disfrutando de la gracia de Dios día a día. Esto es muy gratificante.
En el pasaje de las Escrituras de hoy, la hija de 12 años de Jairo murió por enfermedad. La gente decía que estaba muerta, pero Jesús dijo que estaba durmiendo. La gente se rió de lo que dijo Jesús. Pero, ¿qué ocurrió después? Cuando Jesús dijo: «Muchacha, levántate», la niña volvió a la vida y se levantó. Entonces Jesús les dijo que le dieran algo de comer.
Queridos hermanos santos, debemos preguntarnos cuánta gracia nos ha dado Dios como hizo con esta niña. ¿De dónde hemos sacado las fuerzas para confiar en el Señor y seguirle? Recibimos fuerzas de Jesús porque Él cargó con todos nuestros pecados, incluso los pecados que cometemos en el futuro. ¿Qué nos habría pasado si Jesucristo no nos hubiese dado las bendiciones eternas? ¿Podríamos ir a la Iglesia de Dios y escuchar Su Palabra, compartir, alabar y orar? Todos tenemos dificultades propias en este mundo, pero ¿cómo podemos reunirnos aquí con un corazón contento y cantar alabanzas? Es imposible sin la gracia de Dios de la salvación eterna.
No hay religión en este mundo que pueda hacer esto. Las religiones del mundo son lo que la gente del mundo utiliza cuando sus corazones están pesados, pero que descarta cuando siente paz. Por otro lado, la gente como nosotros, que esta bendita con la fe verdadera por Dios, va a Dios y recibe la gracia eterna de Dios sean cuales sean las circunstancias; en tiempos difíciles o buenos tiempos; en la enfermedad; y en la agonía. La gente que está a manos de Dios puede ir a Él, alabarle, disfrutar de Su gracia y darle las gracias cuando tiene problemas y cuando está feliz. Así es. La única razón por la que siempre podemos alabarle, adorarle y orarle es que hemos recibido todas las bendiciones de Dios en nuestras vidas.
 
 

Podemos darle las gracias a Dios todos los días por la gracia que nuestro Señor nos ha dado

 
¿Cómo de agradecida cree que se sintió la hija de Jairo cuando Jesús la sanó? No es extraño pensar que estaba muy agradecida a Jesús por resucitarla. Hermanos y hermanas, estamos en la misma situación. Nuestras almas resucitaron de la muerte espiritual gracias a nuestro Señor. ¡Qué agradecidos estamos! La hija de Jairo probablemente no olvidó en su vida que el Señor la resucitó. Seguramente tendría momentos en que desearía haber muerto cuando las cosas se pusieron difíciles, pero no podría evitar recordar a Jesús y darle las gracias por lo que hizo. De la misma manera en que libró a la hija de Jairo de la muerte, Jesucristo nos ha librado de la muerte espiritual y física. Por tanto, no podemos olvidar a Jesucristo. No cambiará estemos donde estemos. Estoy diciendo que la gracia que Jesucristo nos dio es inolvidable.
Hermanos y hermanas, somos diferentes que la gente del mundo. ¿Cuál es la diferencia? La diferencia es que el Señor nos ha dado la gracia eterna. Es cierto. Los que recibieron la gracia de Dios son diferentes de la gente del mundo. Nuestra apariencia física puede ser parecida a la de la gente del mundo, pero nuestras almas son completamente diferentes. Cuando probamos la gracia del Dios Todopoderoso, nos convertimos en personas diferentes. Somos personas benditas que pueden superar tribulaciones, dificultades, persecuciones o chismes. Estamos bendecidos por Dios.
Miren a la gente de este mundo. Los que no reciben la gracia del Señor se regocijan, sufren por las cosas visibles y temporales y al final mueren por sus pecados. Pero, ¿qué pasa con la gente de fe que tiene la gracia eterna del Señor? Siempre está agradecida por el hecho de que está viva porque Jesucristo le ha dado la gracia eterna como a la hija de Jairo. Son diferentes porque han probado la gracia de Jesucristo, quien resucitó sus almas y les dio esperanza en sus corazones. Dios nos ha dado esta gracia. ¿Estamos bendecidos por esta gracia o no? Como estamos bendecidos con esta gracia, somos diferentes a la gente del mundo. Gracias a la gracia que está llena de bendiciones de Dios, podemos darle gracias siempre a Dios y alabarme mientras vivimos.
Queridos santos, ¿creen que Dios nos ha dado la gracia de salvación? Espero que nunca olviden Su gracia de salvación estén donde estén. Entonces, ¿cuándo nos dio el Señor esta gracia de salvación? Cuando Jesucristo nos visitó y eliminó todos nuestros pecados mediante Su bautismo, recibimos la gracia eterna. Sin embargo, a menudo nos olvidamos de la gracia aunque hayamos sido bendecidos con ella.
Hermanos y hermanas, recuerden esto. Como personas bendecidas con la gracia eterna de Dios, debemos darle gracias a Dios todos los días. Sean cuales sean las circunstancias, no debemos estar defraudados: pero debemos recordar que hemos recibido la gracia de la salvación de Dios, y debemos darle gracias a Dios por esta gracia. Debemos reconocer al Señor y seguirle en nuestras vidas diarias. Tenemos fuerzas para vivir así gracias a Jesucristo, quien vino y nos ayudó. Estamos siguiendo a Jesucristo, no porque queramos que nos ayude en el futuro, sino porque nos ha dado la gracia que durará toda nuestra vida.
Es cierto. No seguimos al Señor con condiciones. Le seguimos por la gracia que nos ha dado, no por algo que hará en el futuro. ¿Por qué razón no podemos negar al Señor ni olvidarle? Porque nos ha dado toda la gracia que necesitamos para nuestras vidas. ¿Están de acuerdo conmigo?
Hermanos y hermanas, la gracia de Dios es así de grande. Tenemos diferentes cambios de humor, pero el Dios Creador nos dio toda la gracia que necesitamos en nuestras vidas. Nunca cambia. Por eso los que han probado la gracia enorme de Dios siguen y sirven al Señor con admiración y confianza a pesar de sus insuficiencias. El Señor nos ha dado una gracia abundancia. Nos ha dado la gracia que necesitamos para seguir al Señor durante nuestras vidas; para vivir por Él y superar nuestras dificultades. La gracia de Dios es tan grande que nosotros podemos seguir al Señor sin negarle. Podemos seguirle hoy, mañana, pasado mañana y para siempre. Podemos hacer esto porque el Señor que nos ama nos ha dado toda la gracia para siempre.
Si no lo hubiese hecho, tendríamos que haber abandonado este ministerio Pero, ¿qué es la verdad? Jesucristo nos llenó de la gracia que necesitamos para nuestra vida. Si no fuese verdad, no tendríamos más remedio que depender de nuestras fuerzas pensando: «Voy a vivir con mis propias fuerzas». Pero, para nosotros la situación no es así. Nosotros podemos seguir al Señor y confiar en Él porque nos ha dado a Sus seguidores la gracia necesaria para la vida.
Hay muchas cosas que no van tan bien como pensábamos. Aún así podemos confiar en Jesús y seguirle porque nos ha dado esta gracia suficiente para la vida. Así que podemos seguir al Señor en cualquier momento, y en todas las situaciones. La gracia del Señor es tan abundante para los que vivimos en este mundo pecador.
Hermanos y hermanas, por favor, recuerden esto. Aunque todo cambie, podemos seguir al Señor gracias a la gracia que nos ha dado, no por nuestras fuerzas físicas. Seguimos al Señor con lealtad porque nos ha dado esta gran gracia de salvación. No le estamos siguiendo por una razón específica, pero podemos seguirle porque es maravilloso y bueno con nosotros. Cuando vemos a Pedro y a Santiago, podemos asumir lo grande que Dios era. Tanto Pedro como Santiago tenían un carácter fuerte.
Estos dos hombres le dijeron al Señor: «Señor, envía fuego del cielo y quema a estas personas. ¿Acaso no vale con una palabra Tuya? Deshazte de esta basura». Pero, ¿qué pasó con estos dos hombres más adelante? Pedro y Santiago, que no tenían misericordia, predicaron el Evangelio a estas personas. Como tenían un carácter fuerte, podrían haber ignorado a estas personas. De hecho, estos seguidores leales de Cristo le abandonaron después de que ascendiese al Cielo.
Pero en el mar de Tiberias se dieron cuenta de que Jesús no les había abandonado. Habían seguido al Señor hasta el día en que murió. ¿Por qué? Porque Dios les había dado toda la gracia que necesitaban para vivir, y por eso hombres con un carácter fuerte como ellos pudieron seguir al Señor hasta la muerte. Por la misma razón, los once discípulos, incluyendo al incrédulo Tomás, siguieron a Jesús sin falta.
 
 

¿Podemos seguir a Dios sin Su gran gracia?

 
La gracia de Dios nos permite seguir al Señor. ¿Están de acuerdo? Esta es la razón por la que la gente no cambia ante Dios aunque cambiemos ante otras personas. Hacer la obra de Dios me hace feliz. ¿Cuánta obra de Dios puedo hacer? Estoy siempre agradecido aunque las cosas no me vayan bien porque estoy haciendo la obra de Dios con Su gracia, agradecido por el Evangelio y por El Señor.
Mi corazón está agradecido pase lo que pase cuando imagino que Dios está contento con mi trabajo. Ya hayan hecho su trabajo bien o mal, se sentirán orgullosos y agradecidos siempre que recuerden que están haciendo la obra de la Iglesia, la congregación y el Reino de Dios y sus almas. Piensen en esto. De entre todas las cosas que hacemos en la Iglesia, alabar y orar al Señor es lo más importante; nuestros corazones están contentos y agradecidos aunque hagamos una obra pequeña, porque el señor nos ama y nos aprecia. El Señor nos reconoce hagamos lo que hagamos por el Señor.
Es cierto. Incluso si cometemos errores por culpa de nuestras insuficiencias, nuestro Señor siempre se complace con nosotros. No le importa si nuestra obra por Él fue bien o mal, sino que se regocija por nosotros. La gente que trabaja sirve al Señor en su trabajo, y los estudiantes van a la escuela para servir al Señor en la escuela. Algunos de nosotros servimos al Señor con cosas materiales u oraciones; el Señor nos mira y nos da Su favor cuando le servimos. Aunque nuestra obra sea pequeña, nuestro Señor está siempre complacido con nosotros. Le damos gracias a Dios por este amor cuando nuestros corazones están atormentados.
La gracia del Señor sanó a la hija de Jairo, y la gracia que nos ha dado es esta gracia de amor. En el pasaje de las Escrituras de hoy el Señor resucitó a la hija de Jairo, lo que significa que ella recibió toda la gracia que necesitaba para su vida. Seguramente no tuvo nada más que pedirle a Jesús, ya que le devolvió la vida. Esta jovencita recibió la salvación de su enfermedad que la llevó a la muerte.
¿Qué hay de ustedes? Estamos destinados a morir por la enfermedad de los pecados con dolor, pero el Señor nos ha salvado como salvó a la hija de Jairo. Gracias a esto, hemos recibido toda la gracia del Señor y toda la gracia que necesitamos para nuestras vidas. No nos falta nada ante Dios porque hemos recibido esta gracia. Pero solo hay una cosa que debemos hacer. Debemos recordar la gracia eterna de Dios, y vivir con gratitud hacia el Señor. Podemos hacer todo esto porque Dios nos ha dado las fuerzas para amarle y seguirle durante el resto de nuestras vidas.
Le doy gracias a Dios por amor. Le doy gracias por darnos esta gracia. «Sigo al Señor porque me da esto y lo otro». Los que piensan así no conocen la gracia del Señor ni creen en Él. Hermanos y hermanas, nosotros no somos así, ¿no?
Seguimos al Señor porque nos ha salvado. Como el Señor nos ha llenado abundantemente con la gracia de la salvación podemos seguirle y darle gracias y gloria a pesar de nuestras debilidades. Gracias, Señor.