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Sermões

Tema 16: Evangelio de Juan

[Capítulo 15-4] Si aman al Señor y guardan Sus mandamientos, estarán llenos de gozo (Juan 15, 1-17)

Si aman al Señor y guardan Sus mandamientos, estarán llenos de gozo(Juan 15, 1-17)
«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. Esto os mando: Que os améis unos a otros».
 
 
Les doy mi más sincera bienvenida a todos los santos reunidos aquí. Esta reunión de resurgimiento ha sido excelente. Desde el lunes he estado en comunión con ustedes, he partido el pan con ustedes, y he podido observar cómo cambian los colores en el otoño en el Monte Seorak. He disfrutado mucho estos últimos tres días. Las hojas que cambian de color, con el mar azul de fondo, proporcionan unas vistas naturales espectaculares que hacen que nuestra reunión sea aún más especial. Le doy gracias a Dios. Dios siempre bendice a los santos cuando se reúnen. A través de Su plan maravilloso nos ha ayudado a tomar algunas decisiones importantes. Le estoy muy agradecido a Dios. Aunque me gustaría estar aquí más tiempo, cuando acabe el sermón de la tarde, todos debemos volver a nuestros hogares y volver al trabajo. 
 
 

El Señor es la verdadera viña y la cabeza de la Iglesia

 
Esta tarde hemos leído Juan 15, 1-17 como nuestro pasaje principal de las Escrituras. Jesús dijo en el versículo 1: «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador». El Señor hizo una analogía con una viña y explicó lo que significa vivir con fe en el Señor y tener gozo. El Señor se llamó a Sí mismo la “verdadera viña”. El Señor está con nosotros, que somos las ramas que dan uvas, y es la cabeza de la Iglesia de Dios que nos ha salvado del pecado. Nosotros somos miembros de la Iglesia de Dios. 
El Señor dijo que Su Padre es el labrador de la viña. El labrador cultiva la viña y recoge las uvas. El labrador cuida de la viña como quiere. Así, de la misma manera en que el labrador cosecha la viña, Jesucristo cumple la voluntad de Dios Padre a través de nosotros, las ramas. Dios Padre, el labrador ha decidido salvarnos a los pecadores de nuestras iniquidades a través de Su Hijo. Lo que debemos entender es que Jesucristo vino al mundo para destruir las obras del Diablo. La Biblia dice: «Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo» (1 Juan 3, 8). Cuando nuestro Señor vino al mundo destruyó todas las obras del Diablo con el Evangelio del agua y el Espíritu, es decir, que eliminó todos los pecados de la humanidad. 
Sin embargo, incluso ahora mismo Satanás sigue engañando a los cristianos. El Diablo engaña a los cristianos constantemente para que no puedan apreciar completamente el amor de Dios. Con esta decepción Satanás está engañando a la gente para que no entienda la Verdad y crea en Jesús como en cualquier otra religión. Por eso ha hecho que los cristianos hablen en lenguas falsas y vivan una vida religiosa falsa. Todas las religiones del mundo son falsas e inventadas por la humanidad. La gente se arrodilla ante los mismos objetos de la creación y los siguen a ciegas. Confían en los dioses que ellos mismos han inventado y les oran para que les bendigan. Dicho de otra manera, están adorando a ídolos. Así son las religiones del mundo. 
 
 

El Señor vino a este mundo para eliminar las artimañas de Satanás y salvarnos del pecado

 
Esta tarde hemos ido a caminar por las montañas y hemos llegado a un templo budista. Normalmente los templos budistas tienen un templo interior dedicado a Buda y otro dedicado a los dioses de la montaña. Las creencias en el chamanismo en Corea dicen que hay un dios en todas partes; todas las montañas tienen un dios, el mar tiene un dios, e incluso la luna tiene un dios. Básicamente, las creencias tradicionales en Corea eran panteístas y creían que todos los objetos tenían un espíritu. Algunas personas incluso pensaban que las escobas para barrer el suelo estaban poseídas por un espíritu. 
Los dioses de las montañas son conocidos entre todas las deidades de Corea. En la antigüedad los coreanos solían construir templos a los dioses de las montañas y se arrodillaban ante ellos, les oraban para que les bendijesen con prosperidad. Por ejemplo, cuando una mujer era estéril, tenía que orar en el templo y pedirle a su dios que le hiciese fértil. Cuando el animismo estaba en pleno apogeo en Corea, todas las montañas tenían un templo dedicado a su dios. Sin embargo, cuando se introdujo el budismo en Corea, estos templos se construyeron dentro de templos budistas junto al templo interior, y los visitantes adoraban tanto al dios de la montaña como a la estatua de Buda y les pedían prosperidad. 
La religión consiste en pedirle a objetos creados por uno mismo que nos bendigan. Las religiones son invenciones humanas. Aunque parezca que las personas religiosas vivan una vida de fe, en realidad, están practicando una religión. La vida de fe es diferente a la vida religiosa. La fe cristiana consiste en adorar a Dios y creer en lo que ha hecho por nosotros. Por el contrario, la vida religiosa consiste en crear ídolos propios y someterse a esos objetos y orarles para obtener bendiciones. 
¿Estamos viviendo una vida de fe correcta? El Señor dijo que vino al mundo para destruir las obras del Diablo. ¿Cómo son los cristianos de hoy en día? Hoy en día, incluso entre los cristianos que dicen tener fe en Jesús, hay muchas personas que no saben que Jesús las ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. No tienen ni idea de que Jesús les ha salvado de todos sus pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu y que Dios les ha hecho Su pueblo. Y como no saben cómo recibir el don del Espíritu Santo en sus corazones, insisten a ciegas que creen en el Señor como su Salvador de cualquier manera. Así, hay muchas personas que dicen creer en Jesús como su Salvador pero no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu, y esto es vivir una vida religiosa. 
Ahora mismo hay muchos cristianos que viven una vida religiosa y no una vida de fe. Las personas oran a Dios para que las bendiga sin entender la Verdad de salvación y esto me parte el corazón. No están interesadas en la Verdad de la remisión de los pecados, en lo que Jesús hizo por ellas a través del Evangelio del agua y el Espíritu, pero le piden a Dios que acepte su devoción. Cuando la Biblia dice que el Señor vino al mundo para destruir las obras del Diablo significa que Jesús vino a destruir las obras del Diablo que llevan a la gente a vivir una vida religiosa tan inútil, y para librarnos de estas artimañas del Diablo. 
En realidad Jesucristo, el Hijo de Dios, vino al mundo encarnado en un hombre, y cuando cumplió los 30 años, aceptó todos los pecados de la humanidad para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista. Como precio por estos pecados fue crucificado para derramar Su sangre, y después se levantó de entre los muertos para salvarnos. Por tanto, Jesús es el Dios Todopoderoso y nuestro Salvador, que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios, el Padre de Jesucristo, ha destruido todas las artimañas del Diablo para que nos salvase de todos los pecados a través de Su Hijo y nos hiciera Su pueblo. Antes de la llegada de Jesucristo, Adán y Eva habían caído en la tentación de Satanás en el Jardín del Edén y habían pecado al comer del árbol del conocimiento del bien y del mal; y como resultado, toda la raza humana se separó temporalmente de Dios. 
Sin embargo, Jesucristo vino al mundo después. Al ser bautizado tomó todos nuestros pecados, y para pagar por estos pecados fue crucificado hasta morir. Y al levantarse de entre los muertos se ha convertido en nuestro verdadero Dios de la salvación. Por tanto, pudimos encontrar a Dios de nuevo, después de haber estado separados de Él desde el día en que Adán y Eva cayeron en la tentación y pecaron. Pudimos convertirnos en el pueblo de Dios. Así el Señor nos ha salvado de todos los pecados perfecta y completamente. 
El Señor está diciendo: «Yo soy la vid verdadera» y está escrito que es «la cabeza del cuerpo, la iglesia» (Colosenses 1, 18). Jesucristo se refirió a Su Padre como el labrador de la viña. Incluso antes de la creación del mundo, el Padre de Jesucristo había planeado salvarnos del pecado y hacernos Su pueblo en Jesucristo, y a través de Su Hijo, cumplió Su voluntad. Cuando Jesucristo dijo aquí: «Yo soy la vid verdadera, y vosotros sois las ramas», quiso decir que es la Cabeza de la Iglesia. 
 
 

El Señor quiere que juntemos nuestras fuerzas y demos fruto

 
El pasaje de las Escrituras de hoy habla de nuestras vidas de fe en la Iglesia después de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. El Señor quiere borrar todos sus pecados perfectamente con el Evangelio del agua y el Espíritu para que crean en la justicia del Señor aún más y den más frutos. El Señor también dijo que se libraría de los que no dan fruto. Por tanto, para dar fruto, debemos vivir en nuestro Señor con fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu son los miembros de la Iglesia de Dios, y como miembros de esta Iglesia debemos vivir nuestras vidas de fe confiando en el Señor. Ahora que el Señor nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu, quiere que demos aún más frutos espirituales. 
Debemos vivir por fe siguiendo el Evangelio del agua y el Espíritu del Señor. Debemos darnos cuenta de nuestras insuficiencias y seguir por fe el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado. Debemos amar al Señor sobre todas las cosas y recordar Su mandamiento de no tener otros dioses ante Él. Debemos estar siempre agradecidos y servir al Señor de Verdad en nuestras vidas, pensando siempre cómo nos ha salvado el Señor. Y para vivir de esta manera debemos dedicar nuestras vidas a salvar almas según la voluntad del Señor. 
 
 

La manera de llenar sus vidas de fe con gozo

 
¿Cuándo están más contentos nuestros corazones? Cuando amamos al Señor ante todas las cosas. Cuando nuestros corazones aman al Señor sobre todas las cosas, y cuando recordamos Su amor y le seguimos de todo corazón a pesar de nuestras insuficiencias, el Señor planta nuestros corazones con mucho gozo. Cuando el Señor nos llena de gozo, nuestros corazones se regocijan y podemos tener comunión con el Señor. Cuando no tenemos otros dioses ante Dios, aunque no haya muchas razones por las que regocijarse en este mundo, tenemos gozo en nuestros corazones y nos sentimos felices y rectos. Esto es lo que dijo el Señor: «Si vivís en la vid, daréis fruto en abundancia». También dijo: «Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido».
Mis queridos hermanos, ¿qué debemos hacer para que nuestras vidas de fe estén llenas de gozo? Todo lo que tenemos que hacer es amar al Señor ante todas las cosas. El gozo debe llenar nuestros corazones. Es así de simple. El que tengan gozo o no, no tiene nada que ver con nuestras acciones. Para que nuestros corazones estén llenos de gozo, todo lo que necesitamos es no tener ningún dios ante el Señor, amar al Señor con todo nuestro corazón aunque seamos insuficientes, honrarle y darle gracias. Entonces estaremos llenos de gozo, ya que el gozo del Señor llenará nuestros corazones. Por eso el Señor dijo: «Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido».
¿Cuándo se regocija más el Señor? Cuando le amamos más que a nada. El Señor se regocija cuando le amamos más que a nada en el mundo y cuando no tenemos ídolos ante Él. Además así el gozo del Señor permanece en nuestros corazones. Esto es lo que nuestro Señor nos está enseñando aquí. 
 
 
Nosotros también nos hemos convertido en esclavos del amor
 
Después de salvarnos del pecado a través del Evangelio del agua y el Espíritu, Jesús nos dijo: «Os amo de verdad. Os he salvado de todos los pecados». Para ver esto veamos el diálogo que el Señor tuvo con Pedro. 
«¿Me amas, Pedro?».
«Sí, Señor, Tú sabes que te amo».
«Apacienta mis ovejas».
Entonces Jesús le volvió a preguntar a Pedro: «¿Me quieres más que estos?».
«Sí, Señor, Tú sabes que te amo».
«Apacienta mis ovejas». 
Por tercera vez Jesús le preguntó: «¿Me amas más que estos?». 
Y por tercera vez Pedro le dio la misma respuesta: «Señor, sabes que te amo».
¿Por qué le preguntó Jesús tres veces a Pedro si le amaba si sabía la respuesta? Cuando Jesús fue llevado ante la corte de Pilatos, una sierva vio a Pedro y le acusó de ser un seguidor de Jesús. Para salvar su propia vida, Pedro negó a Jesús tres veces. Hubiera sido mejor que Pedro no hubiera negado a Jesús tres veces y hubiese seguido al Señor hasta el final, pero cuando la sierva expuso a Pedro, este negó a Jesús y le maldijo diciendo: «No conozco a ese hombre».
Entonces el gallo empezó a cantar. Cuando Pedro escuchó al gallo cantar, se acordó de lo que Jesús le había dicho. Pedro le dijo al Señor que le seguiría hasta la muerte, pero Jesús le contestó: «De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces». Al escuchar lo que Jesús dijo, que Pedro le negaría, él le contestó: «Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré». Sin embargo, cuando Pedro estaba fuera de la corte de Pilatos negó a Jesús tres veces antes de que el gallo cantase. Así que, cuando Pedro escuchó cantar al gallo, lloró desde lo más profundo de su corazón. 
Pedro era un hombre leal. Cuando los soldados romanos y los siervos de los líderes judíos fueron a arrestar a Jesús, Pedro le cortó la oreja derecha a uno de los siervos del Sumo Sacerdote (Juan 18, 10). Pedro era así de leal a Jesús, y estaba dispuesto a dedicarse completamente a Dios. 
Al ver lo leal que Pedro había sido, no podía aguantar la vergüenza de negar a Jesús tres veces e incluso maldecirle. Así que, incluso después de haber resucitado Jesús, volvió a la vida que tenía antes de conocer a Jesús, porque no se podía presentar ante Cristo. Aunque otros discípulos querían seguir al Señor cuando lo vieron resucitado, por culpa de la vergüenza, Pedro no podía presentarse al Señor como antes. Aunque había ido a la tumba del Señor y la había visto vacía, Pedro no le buscó, sino que volvió a su ocupación anterior, la pesca. 
Cuando Pedro y seis discípulos más salieron a pescar, alrededor del amanecer Jesús apareció en la orilla, cerca de donde estaban pescando. Entonces les dijo: «Amigos, ¿habéis pescado algo?». Pedro contestó: «No». «Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis» les dijo Jesús. Cuando Pedro echó la red en la parte derecha de la barca como le dijo Jesús, pescó muchos peces. Entonces Pedro fue a la orilla y vio una hoguera con peces en ella y algo de pan. Entonces Jesús le dijo que trajera algunos pescados y juntos desayunaron. 
Después de terminar el desayuno, Jesús le preguntó a Pedro: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?». Hasta ese momento Pedro estaba demasiado perplejo para contestar a Jesús, porque no sabía si lo que estaba sucediendo era real o un sueño. Aunque estaba feliz porque Jesús había resucitado de entre los muertos de nuevo y había ido a verle, tenía vergüenza en su corazón. Cuando Pedro escuchó la pregunta de Jesús, sintió todavía más vergüenza y no pudo soportarlo. Antes de que Jesús fuese crucificado, el Señor le había preguntado a Pedro: «¿Me amas más que todos estos?». En ese momento Pedro le había contestado: «Señor, antes moriría que huir de Ti. Nunca huiré, aunque tenga que morir».
Sin embargo, el Señor ya sabía lo que iba a suceder, y todo ocurrió tal y como Él lo había dicho. Pero a pesar de esto, el Señor fue a buscar a Pedro, quien le había negado, y al principio Pedro no podía decir nada. Sin embargo, Pedro se dio cuenta del verdadero amor del Señor a través de la misma pregunta, así que cuando Jesús le preguntó: «¿Me amas más que todos estos?», Pedro contestó: «Señor, sabes que te amo». Ahora la fuente del amor de Pedro por el Señor no era él mismo, sino el mismo Señor. 
«Señor, ahora me doy cuenta de que me amas así. Aunque soy insuficiente, has venido a buscarme. Hablaste sobre mí en el pasado y Tu Palabra se ha cumplido. Eres el Hijo de Dios, eres mi Salvador, y eres el Dios Todopoderoso. Aunque te negué, viniste a buscarme después de Tu resurrección. No tengo palabras suficientes. Sabes que te amo».
Cuando Pedro contestó así, el Señor dijo: «Apacienta Mis ovejas». Entonces el Señor le preguntó de nuevo: «¿Me amas más que todos estos?». Pedro simplemente repitió lo mismo que antes: «Señor, sabes que te amo». Y el Señor le volvió a decir: «Apacienta Mis ovejas». Con estas palabras el Señor le dijo a Pedro que apacentase Sus ovejas y las guiase y amase. 
Pedro sabía que Jesús era el Dios vivo, y también sabía cuánto le amaba. Pero, a pesar de esto, había negado y traicionado a Jesús, y por eso Pedro no podía presentarse ante el Señor con la conciencia limpia. Sin embargo, el Señor le había salvado por Su amor y había ido a buscarle. Por fin Pedro pudo descubrir la razón por la que no podía evitar amar al Señor. 
Al igual que Pedro, nos hemos convertido en esclavos del amor. Un músico coreano famoso dice que el amor es la semilla de las lágrimas. El amor es la semilla del gozo. Nosotros nos hemos convertido en esclavos del amor, la semilla del gozo. Al ver que el Señor no abandonó a Pedro, sino que le amó para siempre, ¿cómo iba Pedro a abandonar al Señor? «Antes era yo quien te amaba, Señor, pero ahora Tu amor reina en mí. Ahora no puede dejarte otra vez. Sabes que te amo». Pedro confesó esto varias veces. Jesús se había sacado esta confesión con Su amor. Pedro confesó todos sus errores a Jesús y una vez más recordó que todos estos pecados se le habían pasado a Jesús cuando fue bautizado. 
 
 
No tener otros dioses ante el Señor es el secreto para guardar los mandamientos del señor y vivir una vida de fe gozosa
 
Jesús dijo: «Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido» (Juan 15, 11). ¿Qué debemos hacer para estar llenos del gozo del Señor? Debemos vivir en el Señor por fe, caminar en Sus mandamientos y amarle ante todo. También debemos quitar de nuestros corazones cualquier ídolo que hayamos puesto por delante de Dios. Y si sabemos que somos insuficientes y seguimos al Señor por fe, el gozo del Señor vendrá a nosotros. El Señor nos dará gozo y nuestros corazones estarán llenos de Su gozo. 
La manera de vivir una vida de fe gozosa es no tener ídolos ante el Señor. Así es como amamos al Señor ante todo. Y así es como cumplimos los mandamientos del Señor. De la misma manera en que el Padre amó al Señor, y el Señor cumplió los mandamientos del Padre en este mundo, nosotros debemos amar al Señor y cumplir los mandamientos del Padre. Los mandamientos de Dios son amar a Dios ante todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Nuestro Señor amó al Padre ante todas las cosas. Por eso nosotros debemos amar al Señor ante todo. Como dijo el Señor, nuestros corazones estarán llenos del gozo de Dios. 
Por eso, si queremos vivir una vida de fe con gozo, primero debemos quitar los ídolos de nuestros corazones, guardar los mandamientos del Señor y amar al Señor ante todas las cosas en nuestras vidas. Entonces siempre sonreiremos con gozo. Nuestros corazones se regocijarán todo el tiempo. Mientras trabajemos, incluso cuando veamos lo insuficientes y débiles que somos, si amamos al Señor de todo corazón, nuestros corazones tendrán gozo. Cuando amamos al Señor ante todo, Su gozo entra en nuestros corazones. 
Mis queridos hermanos, les pido que se den cuenta de que no podemos complacer al Señor haciendo cosas por nuestra cuenta. Solos no podemos hacer nada que valga la pena. El ser martirizados por el Señor, dar fruto abundante y seguir al Señor es posible si cumplimos los mandamientos del Señor en nuestros corazones y quitamos todos los ídolos. 
Aunque soy insuficiente amo al Señor ante todas las cosas. El Señor es mi amor. Es mi Maestro. No tengo nada más que al Señor. Por supuesto, a veces mis pensamientos, emociones y debilidades se ponen por delante del Señor y me impiden acercarme a Él. Pero aún así no tengo a nadie más que al Señor. Solo el Señor es lo más querido y honorable para mí, y Él solo es mi verdadero Dios. 
Una vez escuché a un predicador famoso en Corea que respetaba al Almirante Yi Sunshin más que a nadie cuando se le preguntó a quién respetaba más en el mundo. Entonces, otro predicador famoso dijo que respetaba al gran monje Wonhyo, que vivió hace 1,400 años. Estas respuestas sonaban tan graciosas que me reí mucho. Por supuesto, el Almirante Yi merece nuestro respeto porque es el almirante más grande de la historia de Corea. Durante la invasión japonesa de Corea en 1950, el Almirante Yi venció a la gran flota japonesa una y otra vez. Y el gran monje Wonhyo también es una figura respetable por sus enseñanzas y sus virtudes. Todo el mundo tiene alguien a quien respeta. Algunas personas respetan a ciertos científicos, otras a filósofos, y otras a ciertas figuras de otro calibre. ¿Y nosotros? ¿Se merecen nuestro respeto estas personas importantes? Como creyentes en el Evangelio del agua y el Espíritu, nosotros respetamos al Señor ante todas las cosas. No hay nadie que merezca más nuestro respeto que el Señor. 
¿Se aman a sí mismo más que a nadie? Es natural amarse a uno mismo. Los seres humanos se aman demasiado. Pero, ¿merece alguien nuestro amor tanto como el Señor? No, nadie merece ser amado tanto como el Señor. ¿Podemos comparar al Señor con las cosas del mundo, como las riquezas, los placeres o el poder? No, no se puede comparar. Aunque las comparásemos con el Señor, ¿sería alguna mejor que el Señor? Por supuesto que no. 
El Señor nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu, y con esta Palabra de Verdad ha eliminado todos nuestros pecados. Ahora somos justos. ¿Hay algo que se pueda compara con esta bendición de amor y gracia que nos ha hecho hijos del Señor a través del Evangelio del agua y el Espíritu? No. Jesús nos amó incondicionalmente y por eso, cuando caímos en el pecado y fuimos destinados a la destrucción, nos salvó gratuitamente, sin pedir nada a cambio. El Señor tuvo compasión por nosotros, sin importar nuestros méritos y errores, porque nos amó, y por eso nos recibió en Sus brazos y nos salvó. 
Por tanto, ante este amor y esta salvación, no podemos poner ninguna condición, sino que debemos aceptarlos con gratitud. En otras palabras, no amar otras cosas más que el amor y la salvación del Señor. Aunque de vez en cuando alguien intenta pisotear el amor del Señor no hay nada que pueda rebajarle de Su lugar de honor. De hecho, las cosas de este mundo no pueden compararse con el Señor aunque a veces nos parezcan apetecibles. Pero ninguna puede ocupar todo nuestro corazón. 
Nosotros deseamos vivir nuestras vidas de fe en la Iglesia de Dios y seguir al Señor con lealtad. Y aunque seamos insuficientes, queremos servir al Señor juntos y aunque tengamos defectos queremos seguirle. ¿Qué es lo que nos pide el Señor únicamente? Que defendamos Su Evangelio del agua y el Espíritu con fe. En otras palabras, debemos guardar el mandamiento del Señor de no tener otros dioses ante Él. Debemos obedecer este mandamiento y darnos cuenta de que nada en este mundo puede compararse con el Señor, que es lo más preciado en el mundo y que Su belleza no tiene comparación. 
Aunque somos insuficientes y débiles amamos al Señor ante todo. Nuestros corazones tienen comunión con el Señor precisamente porque hemos quitado todos los ídolos de nuestros corazones, porque guardamos los mandamientos del Señor y le amamos a pesar de nuestras insuficiencias. Por eso nuestros corazones se regocijan y tienen felicidad, paz y fuerza. Cuando la Palabra que el Señor nos dio entra en nuestros corazones, tenemos tanta paz que no podemos evitar amar a nuestros hermanos y hermanas, a toda la gente de Dios que el Señor ama. Amamos tanto al Señor que no hay nada que nos dé tanto gozo. 
Esto es lo que el Señor dijo en el pasaje de las Escrituras de Juan 15. Por eso el Señor quiere que le dediquemos nuestras vidas: «Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando» (Juan 15, 14) y «Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos» (Juan 15, 13). El Señor entregó Su vida por nosotros. Si obedecemos los mandamientos del Señor y le amamos ante todas las cosas, no hay nada mejor que morir por el Señor. No hay mayor amor que entregar la vida por los amigos. El Señor nos amó y se sacrificó por nosotros. Por tanto, si no tenemos otros dioses ante el Señor, le amamos y le seguimos con este amor y fe, dispuestos a entregar nuestras vidas por Él, estamos haciendo lo mejor. Entonces seremos verdaderos amigos del Señor. Por eso el Señor nos llamó amigos y dijo que nos daría a conocer todo. 
El Señor nos llamó amigos de Dios y nos hizo obreros de Dios en este mundo. No somos nosotros los que escogemos a Dios, sino que Dios nos escoge. Jesús dijo que ha hecho posible que lo recibamos todo de Dios Padre en Su nombre, para que podamos dar más frutos. Así que cuando necesitamos algo oramos al Señor. Ahora es posible conseguirlo todo del Padre si oramos en nombre de Jesucristo, en el nombre de Dios Todopoderoso. Jesucristo es el Dios Todopoderoso que puede contestar todas nuestras peticiones cuando le oramos directamente. Esto se debe a que el Señor nos ha permitido todos y podemos confiar en Él y seguirle. Por este poder que el Señor nos ha dado, y por Su amor, amamos al Señor ante todas las cosas. 
El Señor nos dijo: «Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado». Si de verdad obedecemos el mandamiento del Señor de no tener otros dioses ante Él y amarle ante todas las cosas y seguirle, podemos amarnos los unos a los otros y tener compasión por otras almas. El Señor ha hecho que vivamos una vida de fe amándonos los unos a los otros como Él nos ama. Jesucristo, que es la Cabeza de la Iglesia, nos ha puesto en la Iglesia como trabajadores, y nos ha hecho amar al Señor unidos en esta Iglesia. Además de pedirnos que nos amemos, el Señor también nos dijo que diésemos fruto abundante en nuestras vidas. El Señor es la Cabeza de la Iglesia, nuestro Salvador y Dios. 
Aunque somos insuficientes, por lo menos nuestros corazones siempre viven en el Señor. No podemos amar nada más que al Señor. Esto significa que nuestros corazones deben estar completamente dedicados a guardar los mandamientos del Señor. Debemos obedecer la Palabra del Señor que nos dice que no podemos tener otros dioses ante Dios. Aunque seamos insuficientes, debemos intentar guardar los mandamientos del Señor en este mundo, y debemos obedecerle por fe. Y si alguna vez cometemos errores, debemos recordar lo que el Señor nos dijo y volver a nuestro lugar de fe para amar al Señor ante todas las cosas. A pesar de nuestras insuficiencias, debemos amarnos los unos a los otros. Y unidos debemos predicar la Verdad, el Evangelio del agua y el Espíritu, a todos los que todavía no conocen al Señor. Así nuestras vidas deben dedicarse a servir al Señor, amar a las almas y amarnos los unos a los otros. Debemos amar a Dios ante todas las cosas y vivir según Su voluntad. Estoy absolutamente convencido de que esta es la manera correcta de vivir. ¿Lo creen ustedes? 
Aunque a menudo tropezamos por culpa de nuestras debilidades, como Pedro, el amor profundo de Dios ha sido plantado en nuestros corazones. No podemos olvidar que el Señor vino al mundo a través de la Verdad, el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso amamos al Señor ante todas las cosas. Aunque somos insuficientes, amamos al Señor. ¿Aman ustedes al Señor? 
Todos somos inadecuados. Aunque somos tan insuficientes, amamos al Señor mucho. Como el Señor nos amó primero y nos sigue amando siempre, no podemos evitar amarle. Amamos al Señor de verdad. ¿De verdad aman al Señor? ¿Seguirán amando al Señor? ¿Les es imposible no amar al Señor? Le doy gracias a Dios. 
Estos últimos tres días han sido como un sueño para mí. Estoy muy contento de haber estado con ustedes aquí. También estoy muy agradecido por la comida tan deliciosa que se ha servido en esta reunión, y por las vistas tan maravillosas de las montañas en otoño que Dios ha creado. Y sobre todo estoy muy contento de que los trabajadores de nuestro ministerio hayan tenido la oportunidad de reunirse y hablar de la obra de Dios. Hemos conseguido muchas obras espirituales. Lo único que siento es no haber tenido la oportunidad de tener comunión con nuestros hermanos y hermanas del extranjero. Oro cada día por que un día el Señor nos dé la oportunidad de conocer y tener comunión con todos los santos de todos los rincones del mundo. ¡Amén!