(1 Juan 1:8-10)
“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.”
¿Te resulta difícil entender el pasaje de la Escritura de hoy?
Si es así, se debe a que no entiendes la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu.
Toda la Palabra de Dios es vida y es verdad para aquellos que creen. Pero para aquellos que no han nacido de nuevo, puede que en vez de eso les traiga confusión, ya que no entienden e interpretan mal la Palabra de Dios. El pasaje de 1 Juan 1:8-10 que acabamos de leer puede convertirse en la Palabra de la sorprendente verdad para aquellos que creen en Jesús como su Salvador y así enriquecer sus almas, pero al mismo tiempo, si se aplica incorrectamente, puede traer confusión a la fe y a los pensamientos de la gente.
Esto se debe a que el pasaje nos conduce a preguntarnos si es aplicable al pueblo de Dios que ha recibido la remisión de sus pecados, o aquellos que están por recibir la remisión del pecado. Si usted ha recibido la remisión de sus pecados creyendo en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu, el entender mal este pasaje puede llevarlo a preguntarse como es posible que usted tenga pecado en su corazón una vez más. Así que para ambos, los justos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu al igual que para los pecadores, este pasaje potencialmente puede traer duda y confusión.
Aplicando Este Pasaje a los Pecadores
Primero que nada, necesitamos aplicar este pasaje a aquellos que aún tienen pecado en sus corazones al no creer en el evangelio del agua y el Espíritu. La pregunta aquí es si es posible para aquellos que no creen en el evangelio del agua y el Espíritu lavar sus pecados que han cometido solo ofreciendo sus oraciones de confesión. Alguna gente dice que ya sea que ofrezcan sus oraciones de confesión, o sus oraciones de arrepentimiento, Dios Padre perdona sus pecados.
Pero la realidad es que aunque dan sus oraciones de confesión y de arrepentimiento, todos los pecados que han cometido aún continúan sin ser lavados e intactos en sus corazones (Jeremías 2:22). Han inventado tales doctrinas completamente sin bases y las creen solo para consolarse a sí mismos, solo porque ellos mismos, en sus propios pensamientos, desean creer que Dios Padre de alguna manera los perdonara, al igual que los padres normalmente perdonan a sus hijos cuando tan solo confiesan sus malas acciones.
Sin embargo, el punto del asunto, es que para aquellos que ofrecen tales oraciones de confesión, sus pecados aún permanecen en las tablas de sus corazones, dando testimonio que ellos mismos aún permanecen bajo la condenación de Dios. Escrito está en Jeremías 17:1, “El pecado de Judá escrito está con cincel de hierro y con punta de diamante; esculpido está en la tabla de su corazón, y en los cuernos de sus altares.” Puede que sepas que el principio representativo prevalece en toda la Escritura. Por lo tanto, este pasaje también debe ser aplicado a toda la humanidad, queriendo decir que el pecado de todos está escrito en la tabla de su corazón con una pluma de hierro. Vemos que para aquellos que no creen en el evangelio del agua y el Espíritu, los pecados que han cometido están grabados en las tablas de sus corazones.
Por lo tanto, no es el caso el que uno pueda lavar todos sus pecados de la tabla de su corazón solo por confesarlos. Sin embargo, desafortunadamente, la mayoría de la gente de la actualidad, al referirse al pasaje de hoy de 1 Juan, piensan que aún aquellos que no creen en el evangelio del agua y el Espíritu aún pueden lavar sus pecados solo confesándolos. Sin embargo, cuando la gente llega a conocer y a creer en el evangelio del agua y el Espíritu, pueden encontrar la respuesta a su pregunta en relación con las oraciones de confesión de su pecado.
En la actualidad, mucha gente afirma creer en Jesús. Pero la mayoría de ellos aún tiene pecado en su corazón, y por lo tanto no están calificados para llamar Padre a Dios. Esto hace que rindan su fe en algún punto del camino. Debido a que aún no conocen el evangelio de la Verdad del agua y el Espíritu, han caído en confusión espiritual y creen en Jesús de igual manera que los religiosos de este mundo, y es por ello que finalmente terminan renunciando a su fe. Ya que no saben que el bautismo de Jesús quitó los pecados del mundo, simplemente no pueden escapar del confuso fango sin importar que tanto lo intenten. Por lo tanto, para escapar de su confusión, primero deben darse cuenta de que Jesús cargó los pecados del mundo a través del bautismo que Él recibió de Juan.
Todos deben admitir todas sus debilidades de la carne y llegar a tener, a través de la Palabra de la Verdad, la experiencia de la fe que les permite a sus almas ser libres de todos sus pecados. Desde la Era de la Primera Iglesia, quienquiera que creía en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu podía recibir la salvación de Dios, y es así como los santos llegaban a alabar a Dios. Vemos que aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu, como el Apóstol Juan, pueden tener abundante gozo ante Dios.
Sin nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu, no podemos tener verdadera comunión con Dios. Así que es solo en el evangelio del agua y el Espíritu que una verdadera confesión ante Dios es factible, y es solo a través del sorprendente evangelio de la Verdad del agua y el Espíritu que esta verdadera confesión puede ser realizada. Todos debemos dar gracias a nuestro Señor por permitirnos hacer tal confesión verdadera a través de nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu.
A partir de ahora, no debemos despreciar la fe que cree en el bautismo de Jesús. La gente debe ser libre de las doctrinas Cristianas vanas que afirman que es posible ser salvo del pecado tan solo creyendo en la sangre de la Cruz. Y deben regresar a la fe que cree en ambos, el bautismo de Jesús y en la sangre de la Cruz como el camino de la salvación. A partir de ahora, debes llegar a ser la clase de Cristiano que anhela aprender y creer en la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu. Todos nosotros debemos entender como sé sintió Jesús cuando Él tuvo que tomar los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Debemos entender y creer en la sorprendente Verdad de la salvación, que sé debió a que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista por lo que Él tuvo que derramar Su preciosa sangre sobre la Cruz.
Debes darte cuenta que es cuando conoces y crees en la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu por lo que puedes llegar a ser Cristiano correctamente (1 Juan 5:3-7) y también pueden confesar a Dios apropiadamente a partir de entonces (Mateo 3:15, 1 Pedro 3:21, Romanos 6:2-5). Yo alabo al Señor por liberarnos de todos los pecados del mundo a través del evangelio del agua y el Espíritu, y por trasladarnos al eterno Reino del Cielo. Creyendo en este evangelio verdadero, todos nosotros debemos caminar por siempre con Jesucristo.
¿Cual es la conclusión valida que sacamos cuando examinamos 1 Juan 1:8-9 desde la perspectiva de aquellos que creen en el evangelio del agua Y el Espíritu?
Es revelado que el evangelio del agua y el Espíritu es el evangelio definitivo y la Verdad clara.
Explicare el pasaje de la Escritura de hoy de 1 Juan 1:8-10 desde dos perspectivas diferentes: una que es aplicable a aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu, y una que es aplicable a aquellos que no creen en este evangelio. Tomo esta aproximación debido a que la Biblia misma está hablando a dos clases diferentes de personas.
Una de ellas son aquellos que aún tienen pecado en su corazón por su falla al no conocer la Palabra del evangelio verdadero del agua y el Espíritu, y la otra son aquellos cuyos corazones han llegado a estar sin pecado creyendo en este evangelio del agua y el Espíritu. El Señor está hablando a cada una de estas dos clases de gente acerca de la necesidad de oraciones de confesión. Todos nosotros tenemos la obligación de predicar la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu y la verdad de la confesión real a todos, a los Cristianos y a los no Cristianos por igual. Es por eso que el Señor menciono este pasaje de 1 Juan 1:8-10 a cada una de estas dos clases de gente.
¿Cuál es el resultado cuando aplicamos 1 Juan 1:8-10 a los pecadores que aún tienen sus pecados intactos en su corazón?
Nos damos cuenta que su fe es defectuosa.
Primero que nada, cuando aplicamos el pasaje de la Escritura de hoy de 1 Juan 1:8-10 a aquellos que ignoran el evangelio del agua y el Espíritu, descubrimos un hecho sorprendente. La mayoría de los Cristianos creen que ellos mismos han sido salvados de sus pecados meramente profesando a Jesús como su Salvador, aunque sus pecados aún permanecen en sus corazones. Pero debido a que aún permanece pecado en sus corazones, no hay forma de que ellos escapen del juicio de Dios. De hecho, no tienen otra opción que la de vivir bajo la ira de Dios, ya que no han sido salvos de sus pecados.
No pueden atrevidamente afirmar ante el Señor que están sin pecado ya que no tienen la Verdad que les da convicción. Sin embargo, los nacidos de nuevo pueden atrevidamente profesar que no tienen pecado en sus corazones, debido a que el evangelio verdadero no llego a ellos solamente en palabra, sino también en poder, y en el Espíritu Santo y esto con mucha seguridad (1 Tesalonicenses 1:5). Así que el Apóstol Juan ahora está advirtiendo a aquellos que aún tienen pecado en su corazón aún cuando creen en Jesús. Él está diciendo, en otras palabras, que nadie pude decir que ha recibido la remisión del pecado en su corazón, a menos que primero haya llegado a estar sin pecado creyendo en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu.
El Apóstol Juan declaró, “Dios es Luz” (1 Juan 1:5). Con este pasaje, él quería revelar que Dios ha limpiado a todos los pecadores de sus pecados con el evangelio del agua y el espíritu y los convirtió en Su pueblo santo. Así que primero necesitas examinar tú corazón muy de cerca y ver si realmente tienes el conocimiento del evangelio del agua y el Espíritu. Si nunca tuviste la oportunidad de aprender acerca de la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu dado por Dios, y es por ello que ignoras este evangelio, todo lo que debes hacer es leer el primer volumen de mi serie de libros Cristianos, titulada “¿Realmente Has Nacido de Nuevo por el Agua y el Espíritu?” (Casa Editorial Hephzibah, 1998).
Por otro lado, si no creen en el evangelio del agua y el Espíritu aún cuando lo escuchaste y lo entendiste, en vez de que no lo conocieses, les pido que examinen sus corazones para ver si son rectos o no, y creer en la Verdad de este evangelio del agua y el Espíritu, verdaderamente podrás decir que sus corazones están sin pecado. Pero si no crees en este evangelio aún cuando lo conoces, y si dices, aún cuando permaneces en pecado, “Yo estoy sin pecado ya que creo en Jesús y en la doctrina de la predestinación,” eventualmente llegaras a darte cuenta que en realidad terminaras como mentiroso ante Dios.
El Apóstol Juan buscó fervientemente predicar la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu a un cierto grupo de gente que profesa creer en Jesús. Podemos ver esto claramente del pasaje en el que Juan declaró que Dios es luz. En esta declaración él implicó que en la Iglesia Primitiva, había gente que no había recibido la remisión del pecado ya que habían rehusado creer en el evangelio del agua y el Espíritu, y que como resultado, llegaron a ser mentirosos que se engañaban a sí mismos y a Dios.
El Apóstol Juan era alguien que verdaderamente creía en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu (1 Juan 5:5-7). También él sabía y creía que Jesús, al ser bautizado por Juan el Bautista, completó toda la justicia de Dios, y al hacer eso Jesús tomó todos los pecados del mundo y lavó, de una vez por todas, las iniquidades de aquellos que creen. Es por ello que el Apóstol Juan describió a Jesucristo en 1 Juan 5:6 como Él que vino “no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre.” Esto significa que Juan creía en ambos como esenciales para nuestra salvación, el bautismo de Jesús y en la sangre de la Cruz.
Desde este punto de vista, aquellos que profesan creer en Jesús sin conocer el evangelio del agua y el Espíritu sin quererlo terminaran como mentirosos ante Dios. En otras palabras, aquellos que creen solamente en el derramamiento de sangre sobre la Cruz de Jesús sin darse cuenta se están convirtiendo en mentirosos. Aunque con sus labios dicen que creen en Jesús como su Salvador, debido a que sus pecados permanecen en sus corazones, son incapaces de asirse del verdadero poder de las oraciones de confesión. Todas sus oraciones de confesión son en vano. Para que ellos verdaderamente ofrezcan sus oraciones de confesión, primeramente deben creer en el evangelio del agua y el Espíritu. Al igual que el Apóstol Juan creía en el evangelio del agua y el Espíritu, él proporciona una reinterpretación de verdadera confesión de la Palabra de Verdad que sé encuentra en 1 Juan 1:8-10 para aquellos que ni conocen ni creen en el evangelio del agua y el Espíritu.
Les está diciendo, en otras palabras, que si ahora ellos afirman no tener pecado ante Jesucristo sin siquiera tener nada de fe en el evangelio del agua y el Espíritu, realmente están pecando contra Él. Por lo tanto, primero deben conocer el evangelio del agua y el Espíritu en el que el Apóstol Juan creía, y luego entonces también aprender como ofrecer las verdaderas oraciones de confesión creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu.
Muchos Cristianos en este mundo aún piensan que creen en Jesús aún cuando permanecen ignorantes de la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu. Sin intención se están engañando a sí mismos y tratan de engañar aún a Dios, debido a que están bajo un auto hipnosis. Tal gente solo cree en la sangre de la Cruz, y no puede evitar vivir su vida de fe bajo engaño.
Por lo tanto, todos aquellos que tienen pecado en su corazón, sin importar si confiesan a Jesús como su Salvador o no, primero deben creer en la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu. Solo entonces podrán dar gracias a Dios. Como tal, para ofrecer las oraciones de confesión a Dios correctamente, primero debes creer en el evangelio de la Verdad del agua y el Espíritu.
¿Que debes de creer? ¿Debes creer solamente en el sacrificio de la Cruz el cuál ya has creído y conocido? ¿O deberías de creer en ambos, el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista y en la sangre de la Cruz? ¿Cuál evangelio, en otras palabras, piensas que es el correcto?
En Juan 3:1-10, Jesús dijo que para entrar al Cielo, uno debe nacer de nuevo por el agua y el Espíritu. Todos nosotros por lo tanto debemos recibir la remisión de nuestros pecados creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu. Aquellos que no han recibido la remisión del pecado primero deben confesar, “Dios, aunque creó en Jesús como mi Salvador, mi corazón aún tiene pecado. Yo admito que no puedo evitar el ser condenado por Ti por mis pecados. Por favor libérame de todos mis pecados y de todo el castigo por el pecado.” Es así como deben orar. Dios entonces les dará la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu, la Verdad de la salvación que Él ha preparado para tal gente, y para salvarlos. Tú debes orar al Señor. Los pecadores primero deben orar al Señor para que los salve de todos sus pecados, para que ellos puedan llegar a ser los que realizan la verdadera confesión de los nacidos de nuevo ante Dios.
Primero debes tener el conocimiento del evangelio del agua y el Espíritu, así lavan todos sus pecados por fe y llegan a ser los que habitan a la luz de Dios. Si usted tiene este verdadero evangelio y cree en esto con todo su corazón, usted puede ser lavado de todos los pecados que han estado en su corazón hasta ahora. En este evangelio del agua y el Espíritu se encuentra la Verdad que les permite a todos ser lavados de todos sus pecados. Es cuando verdaderamente creemos en el evangelio del agua y el Espíritu que nuestro corazón puede verdaderamente llegar a estar sin pecado.
De lo que debemos darnos cuenta aquí es que cualquiera que la dice a Dios que él no tiene pecado sin siquiera tener esta fe en el evangelio del agua y el Espíritu simplemente es mentir a su propia conciencia. Tal gente no es más que mentirosa, y son la clase de gente que, hablando francamente, ni siquiera intenta creer en Él.
¿Todos los seres humanos son la clase de ser que no puede evitar pecar?
Sí. Es por eso que todos necesitamos el evangelio del agua y el Espíritu con el cual nuestro Señor ha lavado
nuestros pecados.
El que básicamente todos nacieron en este mundo con muchos pecados es un hecho y una verdad que no se puede negar. No existe nadie que haya nacido sin pecado. Es por eso que todos han pecado contra Dios mientras viven sus vidas, y es por ello que todos deben confesar que son graves pecadores.
Por lo tanto, todos aquellos que afirman que no tienen pecado mientras que sí tienen pecado en sus corazones, así como aquellos que afirman no haber pecado, son arrogantes e insolentes ante Dios. Debes estar consciente del Dios Omnisciente. Con Su Ley, Dios claramente está señalando que hemos cometido todos nuestros pecados, así nos está diciendo que todos son pecadores que pecaron contra Dios en todo tiempo. Si, a pesar de esto, aún existen aquellos que dicen a Dios que nunca han pecado (1 Juan 1:10), ¿acaso no se dan cuenta que esto por sí mismo los convierte en mentirosos ante Dios?
Cualquiera que diga que no ha pecado es alguien que rechaza el amor de Dios y se burla de Él. Dios nos dijo a todos nosotros que somos de aquellos que siempre cometen pecado (Marcos 7:21-23). Por lo tanto Él nos está diciendo que nacimos con todos los ingredientes del pecado. Aún así, si aún alguien le dice a Dios que no peca, es alguien que no toma a Dios seriamente, que rechaza Su Verdad, y que por lo tanto es alguien que está pidiendo caer en el foso de la destrucción. Nadie debe hacer esto.
Por lo tanto, cuando aplicamos el pasaje de 1 Juan 1:8-10 a los corazones de los Cristianos de la actualidad que aún permanece como pecadores, podemos ver que toda su fe corre en contra de la Palabra de Dios, y le están mintiendo a Él y cometiendo un gran pecado en contra de Él. El punto clave de este pasaje nos demuestra que si alguien no ha recibido la remisión de sus pecados afirma que no tiene pecado en su corazón, él se está engañando no solo a sí mismo sino también a Dios, y tal gente no puede evitar revelar que está mintiendo, ya que la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu aún no se encuentra en sus corazones.
Una cosa que claramente debemos de darnos cuenta ante Dios es que aún si confesamos nuestros pecados, a menos que tengamos el conocimiento y la fe en el evangelio del agua y el Espíritu, nuestros pecados no desaparecen. Puesto de otra manera, la única forma en que puedes darte cuenta de todos tus pecados y ser limpiado de ellos ante Dios es teniendo el conocimiento de la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha permitido a ti y a mí, y el tener fe en esta Verdad. Es cuando tienes este conocimiento y guardas esta Verdad en tu corazón por fe por lo que puede lavar todos tus pecados y llegar a ser hijo de Dios.
Todos nosotros debemos recordar lo que el Señor dijo en Juan 8:32, “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” Necesitamos darnos cuenta que aunque todos nosotros hemos pecado ante Dios, debido a que creemos en Jesús como nuestro verdadero Salvador y tenemos el conocimiento del agua y el Espíritu, hemos sido salvados de todos nuestros pecados. Dios nunca considera a aquellos que tienen pecado en sus corazones como sin pecado. Por lo tanto, todos debemos guardar en nuestros corazones el conocimiento del evangelio del agua y el Espíritu dado por el Señor, y todos debemos creer en el. Y entonces, todos nosotros debemos darnos cuenta del significado de las verdaderas oraciones de confesión de los nacidos de nuevo.
¿Es Dios verdaderamente fiel?
Sí. El Señor es tan fiel que Él ha borrado todos nuestros pecados cometidos a través de toda nuestra vida con el evangelio del agua y el Espíritu.
Aplicando Este Pasaje a los Justos
Vamos entonces ahora a aplicar 1 Juan 1:9 a los justos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu. Escrito está en 1 Juan 1:9-10, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.”
Aquellos que creen en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu saben que el Señor ha lavado de una vez por todas todos los pecados que cometerán por sus insuficiencias mientras viven en este mundo, y por consiguiente de esta manera Él los ha salvado. Debido a que creen firmemente en esta Verdad, sus corazones pueden ser guardados por la poderosa Palabra del evangelio del agua y el Espíritu, cuando confiesan todos sus pecados por su fe en el verdadero evangelio. Aunque pecamos todos los días, siempre que confesamos nuestros pecados por la fe en el evangelio del agua y el Espíritu, Jesucristo, nuestro Abogado, nos declara que Él ya ha borrado aún estos pecados hace mas de 2,000 años con Su bautismo y el derramamiento de la sangre sobre la Cruz. Como tal, aquellos que han nacido de nuevo por el agua y el Espíritu pueden tomar el evangelio de la Verdad, por fe, como la evidencia del hecho que sus corazones han sido remitidos de sus pecados, tan blancos como la nieve.
Al aplicar 1 Juan 1:9 a sí mismos, los justos pueden confirmar la gracia de la salvación de que todos estos pecados ya fueron lavados por el Señor, siempre que confiesan sus pecados diarios sobre la base del evangelio del agua y el Espíritu. La frase en el versículo 9, “él es fiel y justo,” significa que el Señor ya ha borrado todas las transgresiones futuras de los justos con el poder del evangelio del agua y el Espíritu que Él nos ha dado. Esta frase también implica que el Señor nos ha salvado, a quienes no podíamos dejar de pecar debido a sus insuficiencias, de todos nuestros pecados, a través del evangelio del agua y el Espíritu.
Los justos también pecan todos los días, pero ellos no pueden volver a ser pecadores nuevamente siendo barridos por sus pecados personales, debido a que pueden edificar su conocimiento de la Verdad concretamente confesando sus pecados dentro del poder del evangelio del agua y el Espíritu. De esta manera, el pasaje de 1 Juan 1:9 provee el poder del evangelio del agua y el Espíritu a los nacidos de nuevo siempre que confiesan sus pecados en la Verdad.
Dios prometió en el Antiguo Testamento que Él nos salvaría de todos los pecados del mundo, y cuando el tiempo llegó, Él deseó cumplir esta promesa de salvación a través de Jesucristo. Por lo tanto, el Señor vino a esta tierra, tomó todos los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, derramó Su sangre sobre la Cruz mientras cargaba todas las iniquidades de los pecadores, sé levantó de entre los muertos, y así ha lavado todos nuestros pecados de una vez por todas-así dio cumplimiento a Su promesa una sola vez por todas
¿Que nos revela 1 Juan 1:9 a nosotros?
Revela que con el evangelio del agua y el Espíritu, el Señor ha remitido hasta nuestros pecados personales.
1 Juan 1:9 manifiesta la Verdad de que el Señor ha borrado todos nuestros pecados personales con el poder del evangelio del agua y el Espíritu. Nuestro Señor ya ha borrado todos los pecados de este mundo con el poder de este verdadero evangelio. Esto, por lo tanto, significa que todos los pecados cometidos por aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu ya han sido lavados por el poder de la Palabra. Ya que los justos también pecan todo el tiempo mientras que viven en este mundo, siempre deben mirar hacia el evangelio de poder del agua y el Espíritu, y confiar en la Verdad de la Palabra que ha lavado todos estos pecados al confesar honestamente todos los pecados que cometen.
Aunque somos justos, ante Dios, no somos más que seres débiles que no pueden evitar pecar ante Él cada día. Es por eso que al poner nuestra fe en el poder del agua y el Espíritu, debemos mirar hacia el Señor que nos ha santificado. Si no hacemos eso nos convertiremos en religiosos necios. Aunque somos justos, también necesitamos confesar nuestros pecados dentro de la fe basada sobre la Palabra. Al hacer eso, podemos guardar nuestros corazones limpios consistentemente.
Escrito está, “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque.” (Eclesiastés 7:20). Esto significa que aún los justos pecan contra Dios todo el tiempo. Por lo tanto, también para todos nosotros, lo correcto es hacer la apropiada confesión de nuestros pecados siempre que los cometemos colocando nuestra fe en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu. De lo que todos debemos darnos cuenta ante Dios es que nadie puede borrar sus pecados solamente confesándolos, sino que es solamente cuando la confesión esta basada en su fe puesta en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu por lo que sus pecados son lavados.
Ya que nosotros los justos tenemos el evangelio del agua y el Espíritu dado por Dios, debemos resolver nuestros pecados diarios por nuestra fe en este evangelio. Los justos de los cuales estoy hablando aquí se refieren a aquellos que tienen fe en el evangelio del agua y el Espíritu. Nuestra fe es una que cree en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu, y esta fe es como depositar una gran cantidad de dinero en un banco, para ser sacado para uso personal de vez en vez. Cuando tú y yo tenemos fe en el evangelio del agua y el Espíritu ante Dios, y cuando mostramos esta fe a Él y venimos ante Él por esta fe, podemos tener verdadera comunión con este Santo Dios sin importar nuestras insuficiencias.
Aún si somos Cristianos nacidos de nuevo, a menos que confesemos nuestros pecados diarios y confirmemos una vez más que el Señor ha borrado todos nuestros pecados con la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu, no puede haber verdadera comunión con Dios. Debido a que pecamos todo el tiempo, para que nosotros tengamos verdadera comunión con Dios, es absolutamente necesario hacer confesiones diariamente de nuestros pecados.
Entonces Vamos Una vez más a Aplicar esta Palabra de Verdad a Aquellos Que Aún Permanecen como Pecadores
Para aquellos que aún no han venido a la luz de Dios por su ignorancia del evangelio del agua y el Espíritu, ¿conque disposición de fe deben confesar sus pecados a Dios? Tienen pecado en su corazón debido a que no creen en el evangelio del agua y el Espíritu. La gente como ellos, que no tienen la verdadera Palabra de la salvación en sus corazones, tratan de lavar sus pecados diarios ofreciendo a Dios sus oraciones de arrepentimiento, pero esta es un fe defectuosa. Para todos los pecadores, sin fe en el evangelio del agua y el Espíritu, es totalmente vano confesar sus pecados cada día, ya que no pueden ser lavados de sus pecados haciendo eso. Todos debemos darnos cuenta de esta verdad.
En el tiempo del Antiguo Testamento, el pueblo de Israel no podía ser integro a través de los sacrificios ofrecidos en el Tabernáculo (Hebreos 10:1-3). Pero para cumplir Su promesa fielmente, Jesús tomó los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, derramó Su sangre sobre la Cruz, y por consiguiente salvó a Sus creyentes, volviéndolos a todos perfectos y sin pecado. Así que los pecadores no pueden ser lavados de sus pecados simplemente a través de sus oraciones de confesión, a menos que primero tengan fe en el verdadero evangelio. Pero desgraciadamente, la mayoría de los Cristianos de hoy están tratando de lavar sus pecados ofreciendo el equivalente contemporáneo a sacrificios imperfectos, esto es, sus oraciones diarias de arrepentimiento. En la actualidad, aquellos que profesan creer en Jesús sin conocer la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu equívocamente piensan que solo porque creen en Jesucristo, sus pecados de algún modo son lavados cuando los confiesas al Señor, pero ningún pecado es lavado solo confesándolo.
Lo que te estoy tratando de decir es esto: La creencia de que uno puede lavar sus pecados a través de oraciones de confesión sin tener fe en el evangelio del agua y el Espíritu no es una verdadera fe, sino que es solo una fe vacía. Sin embargo a pesar de esto, mucha gente, habiendo entendido mal el mensaje de 1 Juan 1:9 sobre la confesión, aún esta tratando de recibir la remisión de sus pecados a través de tales oraciones de arrepentimiento.
El Señor no lava tus pecados solo porque los confiesas. Es solo cuando crees en la Verdad del evangelio del agua y el Espíritu por lo que puedes lavar aún hasta tus pecados diarios. Esto se debe a que nuestro Señor, al tomar los pecados del mundo a través de Su bautismo y al derramar Su sangre, ya los ha lavado. Por lo tanto, el lavado de tus pecados solo es posible cuando conoces esta Palabra y crees esta Verdad.
Como tal, a menos que creas en la Palabra verdadera del agua y el Espíritu con tú corazón, no podrás lavar todos los pecados que estas cometiendo. Como tu sabes ahora, al colocar tu fe solamente en la sangre de la Cruz, todos tus pecados no pueden ser limpiados. Puede que pienses que tus pecados fueron lavados creyendo solamente en la sangre, pero de hecho no puedes negar que todos tus pecados aún permanecen en tu corazón. Esto va más allá de cualquier duda.
Uno puede, entonces, preguntarse si el evangelio del agua y el Espíritu es un evangelio nuevo que ha surgido exclusivamente para esta época. Pero esto no es cierto. Ahora yo les demostraré a través de las Escrituras que el evangelio del agua y el Espíritu que estoy predicando ha existido desde la era Apostólica, y este era el mismo evangelio en el que creían los Apóstoles desde el principio.
Primero que nada, el Apóstol Juan recibió la remisión de sus pecados creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu y también predicó este mismo evangelio (1 Juan 5:3-10). Segundo, el Apóstol Pedro también creía en el bautismo que Jesucristo recibió y en Su sangre como la remisión del lavado del pecado (1 Pedro 3:21). Tercero, Pablo también creía en el bautismo de Jesucristo y en Su sangre como la remisión del lavado del pecado (Romanos 6:2-5). No existe tiempo suficiente para mencionar toda la evidencia escritural de ambos, el Antiguo y el Nuevo Testamento que prueba esta Verdad, que Jesús ha lavado nuestros pecados con el evangelio del agua y el Espíritu.
¿Conoces y crees en el poderoso evangelio del agua y el Espíritu? Si crees en tú corazón, entonces te habrás dado cuenta que todos tus pecados fueron limpiados de una vez por todas por el poder de este evangelio verdadero. Con el evangelio del agua y el Espíritu, el Señor ha lavado aún los pecados personales de cada día. Así que, tú también, debes creer en el evangelio del agua y el Espíritu con tú corazón.
Pero, ¿qué hay con aquellos que aún tienen pecado en su corazón? ¿Cómo y conque clase de fe debe confesar sus pecados? Deben dejar de ofrecer tal confesión sin bases. Deben confesar sus pecados colocando su fe en el evangelio del agua y el Espíritu. Primero que nada deben confesar que son pecadores destinados a continuar cometiendo pecado hasta el mismo día en que mueran, y deben creer y admitir que con el evangelio del agua y el Espíritu, el Señor ha salvado aún hasta a pecadores como ellos.
Desde luego, nosotros que creemos en el evangelio del agua y el Espíritu también debemos confesar nuestros pecados diarios a través de nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu: Si no confesamos nuestros pecados cotidianos a Dios, terminaremos desviándonos de nuestra comunión con Dios.
Es por ello que los justos necesitan confesar sus pecados con mayor detalle, para que puedan tener una comunión más cercana con el Señor. Tal comunión en la luz de la Verdad permanecerá por siempre, mientras que estamos confesando honestamente nuestros pecados en nuestra fe en la Verdad. Pero, si somos negligentes al confesar nuestros pecados diarios al Señor, nuestra comunión con Él no puede durar para siempre. Aquellos que no se molestan en reconocer y confesar sus pecados gradualmente serán separados de Dios.
Entonces, ¿qué clase de fe debemos tener nosotros los justos al confesar nuestros pecados? Debemos recordar que nuestro Señor, quién es fiel y justo (1 Juan 1:9), ya ha borrado todos nuestros pecados aceptándolos a través de Su bautismo y fue condenado en la Cruz por estos pecados, y nosotros debemos confesar nuestros pecados colocando nuestra fe en esta Verdad. Así confesando nuestros pecados con nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu, debemos escapar de todas las tinieblas.
Nosotros, los nacidos de Nuevo, debemos confesar a Dios que estamos destinados a pecar hasta el día en que muramos. Y debemos creer en el evangelio del agua y el Espíritu, y habitar en el poder de este evangelio. La verdadera confesión de fe es más que suficiente para permitirnos habitar en la fe que cree en el poder del evangelio del agua y el Espíritu, y de limpiar nuestro corazón. Es así como hemos llegado a predicar también a otros el evangelio del agua y el Espíritu, y es así como se nos a permitido correr hacia Dios en limpieza y con una buena conciencia. Esto nos convirtió en soldados de Dios que pueden clamar a Dios, y ganar batallas espirituales por fe. Se debe a que los justos creen en el evangelio del agua y el Espíritu que ellos llegan para hacer la obra de Dios, a alabar a este Dios que ha borrado todos sus pecados, a habitar y vivir en Su luz por siempre. Cree en esta verdad y guárdala en tú corazón.
Nosotros quienes creemos en el evangelio del agua y el Espíritu también pecamos cada día, ya que somos insuficientes en nuestra carne. Entonces, ¿cómo debemos confesar estos pecados? ¿Es suficiente confesar en detalle de la siguiente manera, “Señor, he cometido este pecado y este otro pecado?” No. La confesión correcta para nosotros los justos es admitir nuestra verdadera naturaleza a Dios -esto es, confesar a Dios que estamos destinados a pecar hasta el día en que muramos- y habitar en la fe que cree en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu.
Podemos hacer la confesión más apropiada al Señor admitiendo la naturaleza de nuestra débil carne. Ya sean los justos o los pecadores, cuando se trata de confesar los pecados, todos deben confesar que la naturaleza fundamental de su carne es tal que no pueden evitar pecar, y deben reconocer que cometen pecado todo el tiempo no solamente con su carne, sino además con sus pensamientos. De esta manera, deben confesar apropiadamente ante Dios. Y después deben tener la fe que siempre se sostiene y cree en el evangelio del agua y el Espíritu -esto es, nunca debemos olvidar que el Señor ha borrado nuestros pecados de una vez por todas a través de Su bautismo y derramamiento de sangre, y que Él nos ha mostrado el verdadero poder de la salvación.
Aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu ante el Señor llegan a darse cuenta cuan efectivo es el poder de este evangelio de la salvación cuando es aplicado al corazón del creyente para lavar sus pecados. Es creyendo en el poderoso evangelio del agua y el Espíritu con nuestro corazón por lo que podemos lavar todos nuestros pecados de nuestras conciencias, y se debe a esto que podemos dar gracias al Señor. Mas aún, debido a que esta fe en el verdadero evangelio ha limpiado nuestras conciencias también, nos permite ir ante Dios con buena conciencia (1 Pedro 3:21).
Cuando creemos en el evangelio del agua y el Espíritu, nuestras buenas conciencias de fe nos dirigen a alabar la justicia de Dios por siempre. También nos permite habitar en la luz, y realizar por siempre la obra de Dios en esta luz. Así, la fe en el evangelio del agua y el Espíritu es absolutamente necesaria para los justos y para los pecadores por igual.
¿Cómo confesaba David cuando pecaba?
Confesaba toda su naturaleza básica ante Dios.
La fe de David que refleja la correcta confesión de fe ante Dios está revelada en el Salmo 51:5-7:
“He aquí, en maldad he sido formado,
Y en pecado me concibió mi madre.
He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo,
Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
Purifícame con hisopo, y seré limpio;
Lávame, y seré más blanco que la nieve.”
Debido a que el Señor desea verdad en lo intimo, David confesó ante Dios, “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.” “Señor, este es quién realmente soy. Estoy destinado a pecar hasta el día de mi muerte, tal es mi naturaleza fundamental.” En otras palabras, David confesó ante Dios de esta manera. A través del sacrificio del Día de la Expiación ofrecido en el Tabernáculo, David ya había sido limpiado de todos sus pecados creyendo en el Salvador que habría de venir, quién podría recibir el bautismo y derramar Su sangre por los pecados de David.
Cuando David confesaba sus pecados, él confesaba su naturaleza fundamental pecaminosa a Dios y miraba hacia la misericordia de Dios. Fundamentalmente él confesaba ante el Señor que no podía evitar pecar, y qué cuando él fue formado en la matriz de su madre, fue en pecado que él fue formado. Su confesión admite, “Señor, soy un gran pecador desde mi nacimiento. Señor, debido a que soy un montón de pecado, me acosté con Betsabé, y asesine a tu fiel soldado. Le mentí a mi pueblo y aún te mentí a Ti. Así que blasfeme, y rompí los Diez Mandamientos.” Es así como él confesó. En otras palabras, David confesó al Señor que esta era su semilla fundamental.
Cuando tú y yo confesamos nuestros pecados a Dios, debemos confesar creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu. Y cuando confesamos nuestros pecados, no es suficiente confesar únicamente nuestros pecados uno a uno; mas bien, debemos confesar que fundamentalmente las semillas del pecado no pueden evitar pecar hasta el día de la muerte. Es por eso que debemos creer en el evangelio del agua y el Espíritu. Es creyendo que el Señor nos ha liberado de nuestros pecados a través del evangelio del agua y el Espíritu que podemos limpiar nuestros corazones perfectamente.
Cuando hacemos las confesiones apropiadamente ante Dios, y tenemos una fe concreta en el evangelio del agua y el Espíritu podemos darle gracias a Él por esta salvación de gracia y realizar la obra de Dios consistentemente sin estar atados por nuestras debilidades. Solo cuando admites tu debilidad fundamental puedes llegar a agradecer al Señor por este evangelio de la remisión del pecado que Él te ha dado. Y solo cuando habites en la luz del Señor creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu pueden llegar a ser los obreros que esparcen la luz de la salvación a todos aquellos que aún permanecen en la ignorancia del evangelio original.
En el Salmo 51, David oró a Dios para que restaurare este gozo de la salvación. Y él oró para que Dios le permitiera predicar el camino de Su justicia a aquellos que no conocían este camino. Nosotros, también, somos como David. También hemos sido salvados de todos nuestros pecados creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu. Jesús fielmente nos ha hecho, a los que creemos en este evangelio perfecto, justos ante Dios.
Con el evangelio del agua y el Espíritu, el Señor nos ha dado la salvación de la remisión del pecado que es más que suficiente para convertirnos en los propios hijos de Dios.
Básicamente nuestro Señor conocía nuestras debilidades. Debido a que básicamente somos criaturas y seres humanos, pecamos todo el tiempo mientras vivimos nuestras vidas. Así que estamos listos para ver nuestras propias debilidades, y siempre estamos atados por nuestros pecados y debilidades. Mientras tanto, nos lamentamos por nosotros mismos, preguntándonos porque somos tan insuficientes, y no teniendo forma de remediar tales debilidades, nos resignamos nosotros mismos a vivir en pecado. Pero confiando y creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu que nuestro Señor nos ha dado podemos lavar todos nuestros pecados. Es por eso que Él borró nuestros pecados de una vez por todas con el evangelio del agua y el Espíritu.
Por lo tanto, si alguien claramente ha recibido la remisión de sus pecados de parte de Dios por la fe, y sin embargo a pesar de esto tiene poco gozo al recibir esta salvación en su corazón, entonces es alguien que no ha confesado sus pecados a Dios colocando su confianza en el evangelio del agua y el Espíritu. La confesión apropiada que está basada sobre la fe correcta que fortalece nuestros débiles espíritus.
Ahora debemos darnos cuenta lo que es la verdadera confesión de fe, y debemos conocer el poder de esta confesión apropiada. Nuestro Señor ha hablado a todos nosotros acerca del poder del evangelio del agua y el Espíritu. Cuando confesamos ante Dios como lo hizo David, que estamos fundamentalmente destinados a pecar hasta el día de nuestra muerte, entonces Jesús llena nuestros corazones con Su gracia de la remisión del pecado que ha lavado nuestros pecados a través del evangelio del agua y el Espíritu. Y este maravilloso evangelio nos estimula para predicarlo con poder a cada pecador refrescando nuestro corazón. Nos hace alabar al Señor todo el tiempo. En concreto, el poder de este evangelio nos permite no estar atados por nuestras propias debilidades, declarar la justicia de Dios a este mundo, y tener corazones agradecidos que dan gracias a Dios.
Doy gracias a Dios por restaurarnos por fe. ¡Aleluya! Yo doy gracias y alabo a Dios, quién nos ha salvado de todos nuestros pecados.
¿Qué es lo que Dios desea de todos nosotros, los nacidos de nuevo?
Es que nosotros no estemos atados por nuestras propias debilidades, sino que vigorosamente trabajemos para el evangelio de Dios por la fe.
Una vez que recibimos la remisión de nuestros pecados, Dios desea que no estemos atados por nuestras propias debilidades, sino que realicemos Su obra confiando en el evangelio del agua y el Espíritu. Aunque podamos tener limitaciones, Dios desea que tengamos la fe correcta, el confesar nuestros defectos, el dar gracias a Él por salvar a tal gente como nosotros, alabar al Señor, y el vivir nuestras vidas para esparcir el evangelio del agua y el Espíritu a todos los pecadores. Dios desea que Sus creyentes prediquen el camino de Su justicia, aún en medio de sus debilidades, el evangelio del agua y el Espíritu.
Dios desea que seamos libres de nosotros mismos por causa de nuestras debilidades confesando nuestra verdadera naturaleza a Él, y Él se agrada cuando ofrecemos el verdadero sacrificio de alabanza por fe. Mis queridos compañeros creyentes, cuando se trata de confesar nuestros pecados, deben darse cuenta que afirmar ante Dios que no has pecado es convertirlo a Él en un mentiroso. No existe nadie entre nosotros que no haya pecado contra Dios. Todos pecan. Pero aún así, el evangelio del agua y el Espíritu puede lavar todos nuestros pecados completamente.
Como tal, al colocar nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu, debemos movernos aún más cerca de Dios y glorificarlo a Él. Aunque creamos en el evangelio del agua y el Espíritu, también debemos admitir que somos demasiado humanos, que estamos destinados a pecar hasta el día de la muerte. Ahora, debemos admitir nuestras insuficiencias, y siempre debemos confesar nuestras limitaciones y nuestra fe a Él en el evangelio dado por Dios del agua y el Espíritu. Solo entonces podemos ser revestidos en el poder que nos libera de todos nuestros pecados creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu.
Ciertamente debemos ser libres de todos nuestros pecados que nos tienen atados creyendo en el poder de este evangelio del agua y el Espíritu, así como Sansón rompió las cuerdas que lo ataban (Jueces 15:14), nosotros, también, debemos romper nuestras debilidades creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu. Por nuestra fe en este poderoso evangelio, debemos cortar todas nuestras debilidades, pararnos sobre nuestro piso, y vivir la clase de vida que glorifica a Dios.
Todos nosotros estamos destinados a pecar hasta el día de nuestra muerte. Pero confesando que ciertamente estamos destinados a pecar hasta nuestro ultimo aliento, creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu, y habitando en esta fe, debemos exaltar la justicia de Dios. Dios nos ha restaurado como espíritus sin pecado, y Él nos ha bendecido para llegar a ser la clase de gente que lo alaban a Él y esparcir el evangelio a los pecadores. Fue para vestirnos con tales bendiciones por lo que Él usó aquí la palabra “confesión” en el pasaje de la Escritura de hoy. ¿Ahora te das cuenta de lo que la verdadera confesión es?
El Apóstol Juan exhortó, a ambos, a pecadores y a justos por igual. Por lo tanto, si existe cualquier pecador sentado en la Iglesia de Dios que no conoce el evangelio del agua y el Espíritu, primero debemos predicarle este verdadero evangelio, para que primeramente crea en este hermoso evangelio y reciba la remisión del pecado en su corazón. Solo entonces puede primeramente recibir la remisión de sus pecados por el poder del evangelio y tiene una verdadera, y una comunión de corazón con los justos.
¿Cómo Confiesan los Pecadores?
Son muy aptos para orar y confesar sus pecados diarios, pero no creen en el evangelio de poder del agua y el Espíritu. Al contrario, siguen diciéndose a sí mismos que de alguna manera pueden dejar de pecar. Pero debido a que no han recibido la remisión de sus pecados al fallar en creer en el evangelio del agua y el Espíritu, aún están bajo pecado. Así que aunque profesan creer en Jesús, sus vidas de fe terminan confundidos en contradicciones, ya que hay pecado en su corazón. En otras palabras, aunque creen en Jesús, siempre son insuficientes, y ya que están atados por tales insuficiencias, se convierten en hipócritas ante ambos, Dios y la gente.
Algunos pastores dicen que, también, tienen pecado y enseñan a sus congregaciones a confesar sus pecados diariamente. Para ellos, ‘confesión’ es simplemente un sinónimo para las ‘oraciones de arrepentimiento.’ Ellos ofrecen sus oraciones de arrepentimiento públicamente en cada reunión. Pero aún si alguien hiciera tales confesiones diariamente, ¿no le faltaría siempre fe? La razón para esto es que a menos que uno tenga fe en el evangelio del agua y el Espíritu dado por el Señor, sus pecados no pueden ser lavados sin importar la franqueza con que los confiese. ¿Realmente crees que puedes ser lavado de todos tus pecados solo por ofrecer tus oraciones de confesión? Nadie puede recibir el verdadero lavado de sus pecados a menos a que tenga fe en el evangelio del agua y el Espíritu.
En el Antiguo Testamento, el pueblo de Israel daba ofrendas por sus pecados diarios. Pero, ¿existía alguien que ofrecía esta clase de sacrificios a la perfección? ¡No, no había nadie! En cualquier día, un Israelita pecaba en la mañana y daba su ofrenda por el pecado; pecaba nuevamente en la tarde y daba otro sacrificio; todavía pecaba nuevamente en la noche y daba otra ofrenda; y antes de ir a la cama, se encontraba pecando de nuevo, y una vez más, se requería otra ofrenda -no había, en otras palabras, fin para tales ofrendas. Así, que los sacerdotes siempre estaban ocupados. Pero, ¿podrías ofrecer el sacrificio por el pecado a la perfección? Ninguno de ustedes sería capaz de lograr esto. Estoy seguro que aún la persona más piadosa difícilmente podría ofrecer 30% de su ofrenda por el pecado para expiarlos.
En una ocasión, escuche un testimonio muy raro de un pastor que fundó una organización misionera en Corea. Él daba testimonio de cómo había nacido de nuevo de la siguiente manera: “Cuando yo era líder de un circulo Cristiano en mi universidad, se arreglo con un pastor para que hablara personalmente con el Presidente Jeong-hee Park, este era su amigo. Mientras estaba esperando al pastor frente a su oficina para que me acompañara a la residencia Presidencial, decidí reprender al Presidente por ser un dictador. Entonces, mi corazón estaba lleno como de una inspiración profética. El secretario del pastor me dijo que tenía que esperar durante horas ya que él se encontraba orando en ese momento. Dos horas pasaron, y finalmente salió. Entonces él señaló diciendo, “Hermano Kim, entonces ¿usted no tiene pecado?” Yo quedé impactado y sin hablar durante un momento debido a su comentario. Fue como un relámpago salido de un cielo azul. Caí en ese mismo lugar, y comencé a confesar todos mis pecados mientras lloraba. Todos los pecados que había cometido pasaron por mi mente. Confesé y confesé con llanto. Y cuando me levante tras dos horas de confesión, no pude encontrar ningún pecado en mi corazón. Realmente yo nací de nuevo de esta manera. ¡Aleluya!”
¿Puede alguien recibir la remisión del pecado solo confesando sus pecados honestamente? Ningún pecador jamás podrá recibir la remisión de sus pecados aún si confesase todos sus pecados de su vida. Aunque Dios ha borrado fiel y justamente los pecados de todos, el problema es que la gente no cree en el evangelio del agua y el Espíritu como el evangelio de la Verdad que los ha salvado de todos sus pecados.
Los pecadores primero deberán tener un corazón como el de David, y confesar, “Yo nací en iniquidad y fui concebido en pecado. Fundamentalmente soy un montón de pecado. Estoy destinado a pecar hasta que muera de viejo. Estoy destinado al infierno. Dios, por favor sálvame.” Solo aquellos que así admiten sus verdaderas identidades pueden recibir la remisión de sus pecados aceptando el evangelio del agua y la sangre. Es imposible para un pecador recibir la remisión del pecado a menos que admita por sí mismo que es un pecador grave destinado al infierno.
Debemos creer en la Palabra que declara, “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23). Este pasaje significa que si alguien tiene cualquier pecado, no importa cuan pequeño, entonces la muerte es inevitable para él. Como tal, debemos reconocer aún nuestros más pequeños pecados ante Dios. Más aún, también debemos admitir que aún por tales pecados, no podemos evitar estar sujetos a la condenación del pecado.
Si hemos admitido nuestras personalidades fundamentales ante Dios, entonces ahora vamos a tener comunión en el evangelio del agua y el Espíritu. Aunque básicamente hemos sido pecadores, el Señor vino a esta tierra para salvarnos, y cumplió toda la justicia de Dios cuando Él fue bautizado por Juan el Bautista.
Nuestro Señor aceptó todos nuestros pecados a través de Su bautismo. Y Él los cargó a la Cruz. Él derramo Su sangre y murió sobre la Cruz para pagar por todos nuestros pecados. Él sé levantó de entre los muertos en tres días, y ahora Sé sienta a la diestra del trono de Dios. Así Él nos ha salvado a la perfección. Él ha cumplido toda Su justicia a través de Su bautismo y derramamiento de sangre. Aunque no podíamos evitar estar destinados a ir al infierno por nuestros pecados, por nuestra fe en esta salvación del pecado que Jesús nos ha dado, hemos sido liberados de todos nuestros pecados.
Por lo tanto, ahora, todo lo que nos queda a nosotros es la pregunta de sí creemos o no que el Señor ciertamente ha borrado todos nuestros pecados de esta manera. Puesto de otra manera, la pregunta es si creemos que todos nuestros pecados fueron pasados a Jesús a través de Su bautismo, y que por lo tanto no existe ningún pecado en nuestro corazón. Ahora entonces, eres de los que cree en el evangelio del agua y el Espíritu, justo, ¿o aún continuas como pecador? Ahora eres justo.
La Biblia nos dice que Dios es “fiel y justo.” Él es tan fiel y justo que ha borrado todos nuestros pecados de una vez por todas con Su bautismo y derramamiento de sangre. Al creer en este evangelio del agua y el Espíritu, hemos recibido la remisión de todos nuestros pecados de una vez por todas. Ahora, con esta fe debemos, nosotros los justos, ¿confesar los pecados que cometemos cada día? Lo más importante aquí es que debemos confesar nuestros pecados colocando nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu.
Después de recibir la remisión de nuestros pecados, ¿cómo debemos confesar? Debemos confesar, “Dios, una vez más cometí tal y tal pecado,” y también debemos creer en el evangelio del agua y el Espíritu.
Debemos confesar de la siguiente manera: “Señor Dios, estoy destinado a cometer tales pecados hasta el día en que muera. Pero Tú has borrado todos mis pecados por el poder del evangelio del agua y el Espíritu.” Entonces nos convertimos en aquellos cuyos corazones están siempre limpios, así agradecemos a Dios y le servimos a Él.
Esta es la oración de confesión correcta que los justos ofrecen por fe. Tal es la confesión apropiada de aquellos que creen en el evangelio del agua y el Espíritu. Debemos hacer esta confesión real no solamente confesando nuestros pecados como son revelados ahora, sino además admitiendo que fundamentalmente somos seres tan débiles que no podemos evitar pecar hasta el día de la muerte. Entonces debemos dar gracias y alabar a Dios por borrar todos estos pecados confirmando nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu una vez más. Por lo tanto, es creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu que podemos alabar la justicia de Dios.
Siempre debemos vivir por nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu. Creyendo en este evangelio de la Verdad, debemos confesar nuestros pecados cada día. Al hacer eso, debemos habitar en la justicia de Dios, y también morar en la brillante luz de la Verdad. También, debemos esparcir la luz de la salvación a todos aquellos que aún permanecen en la oscuridad. Todos nosotros debemos claramente creer en el hecho que ciertamente estamos habitando en la luz, y por nuestra fe en la justicia de Dios, debemos seguir la Palabra de vida y hacer Su obra.
Esta es la verdadera confesión de nosotros los justos. Mientras vivimos, pecaremos de nuevo. Pero cuando confesamos a Dios no solo nuestros propios pecados, sino que somos seres débiles que no pueden evitar cometer tales pecados hasta el día en que morimos, y cuando creemos en el evangelio del agua y el Espíritu, entonces podemos ser libres de todos nuestros pecados. Debemos tener esta clase de fe.
Está escrito en Hebreos 9:27-28, “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.” El Señor nos ha hecho limpios. Ahora nosotros estamos apartados del pecado. Por lo tanto, cuando nosotros los justos miramos al Señor, lo podemos servirlo a Él, podemos llegar a ser los obreros de justicia, podemos habitar en la justicia de Dios, y podemos recibir Sus bendiciones, todo apartados del pecado.
Así que la confesión que los justos hacen claramente es distinta a la de los pecadores.
Cuando nosotros los justos confesamos a Dios los pecados que hemos cometido, debemos confesarlos colocando nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu. De la misma manera, al colocar nuestra fe en este mismo evangelio, debemos admitir que no podemos evitar pecar tampoco en el futuro. Entonces todos podemos alcanzar la santidad de Dios y venir ante Dios con una buena conciencia, ya que creemos en el evangelio del agua y el Espíritu. Al creer en este evangelio verdadero, nuestra buena conciencia puede responder a Dios, y podemos hacer Su obra. Esta es la bendición de la confesión que Dios ha permitido a los justos. ¿Crees en el evangelio del agua y el Espíritu?
Debes haber confesado los pecados que has cometido ante Dios. Es cuando primeramente reconocemos nuestras insuficiencias que es posible para nosotros confesar nuestros pecados. Al colocar nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu, debemos confesar al Señor que somos semillas de maldad. En esta fe que cree el bautismo y en la sangre de Jesús, tú puedes ser libre de tus pecados. Aunque eres insuficiente, solo creyendo en el evangelio que el Señor te ha dado, aún puedes ser liberado de tus pecados y venir a morar en la justicia de Dios. Es así como los justos pueden iluminar a los pecadores con la luz.
Debemos habitar en la luz de la Verdad por nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu. Aquellos que no conocen el evangelio del agua y el Espíritu no pueden entender apropiadamente y asir el verdadero significado de este pasaje en 1 Juan 1:9 que habla acerca de la confesión, el cuál dice, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”
Aún los justos continúan pecando, así que sus conciencias también pueden llegar a ensuciarse. Entonces, ¿qué debemos hacer para ser limpiados de toda nuestra inmundicia y tener nuestra fe aprobada por Dios? Debemos confesar nuestros pecados a Él colocando nuestra fe en el evangelio del agua y el Espíritu.
¿Podríamos confesar todos nuestros pecados aun si lo intentamos? Sabemos muy bien que esto simplemente va más allá de nuestra habilidad. Pero debido a que creemos en el evangelio del agua y el Espíritu, el Señor nos ha liberado de todos nuestros pecados. Nuestro Señor nos ha limpiado, a quienes creemos en este verdadero evangelio, de toda injusticia. Este evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado nos ha permitido realizar una confesión verdadera.
Doy toda mi gratitud a Dios. ¡Aleluya!