(Mateo 16, 21-27)«Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca. Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras».
En mi sermón anterior, expliqué cómo los nacidos de nuevo deben negarse a sí mismos, cargar con sus respectivas cruces, y seguir al Señor. A través del ejemplo de Pedro, debemos pensar en esto.
Jesús les dijo a Sus discípulos, que se iría a Jerusalén, sufriría a manos de los ancianos, jefes sacerdotes y escribas, y le matarían, para más tarde levantarse al tercer día. Entonces Pedro habló con el Señor a solas e intentó convencerle de que no hiciera lo que había dicho: «Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca». Mis queridos hermanos, ¿pueden entender lo que había en el corazón de Pedro? Había seguido a Jesús como su maestro. Aunque Pedro había seguido al Señor y le había entregado su vida, de repente Jesús dijo un día: «Debo ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día». Pedro estaba desconsolado al escuchar a su maestro decir que estaba a punto de morir. Así que Pedro le dijo a Jesús: «¡No lo hagas! ¡No vayas a Jerusalén! No necesitas sufrir a manos de esa gente ni morir. ¡No lo permitas!».
Probablemente podamos entender lo que se le pasó a Pedro por su mente. Después de todo, ¿a quién le gusta escuchar que alguien a quien respeta morirá y será despreciado? Yo aprecio el amor de Pedro por el Señor.
Sin embargo, Jesús reprendió el amor de Pedro
Sin embargo, Jesús reprendió a Pedro duramente, diciendo: «¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres». Por supuesto, Pedro no era Satanás. Era claramente un discípulo de Jesús. ¿Por qué le dijo Jesús a Pedro: «¡Quítate de delante de mí, Satanás!»? Porque Satanás había entrado en el corazón de Pedro y estaba obrando en él.
Cuando consideramos las palabras de Pedro desde nuestra perspectiva humana, podemos entender este sentimiento porque refleja la naturaleza humana. ¿No es nuestra naturaleza básica buscar la comodidad y la prosperidad carnales? Muchas personas solo quieren su bienestar. Si prestamos atención a los nombres de las iglesias, en solo una ciudad, veremos muchas iglesias denominadas Iglesia de la Paz o algo parecido. ¿Cuánto desea la gente estar en paz? Como la gente desea la paz, les pone esos nombres a las iglesias. Por eso Pedro se quedó decepcionado cuando su maestro, a quien le había entregado toda su vida y a quien respetaba tanto, dijo que iba a ser perseguido, y por eso intentó evitarlo. ¿No estarían ustedes tristes si su maestro tuviera que sufrir y morir? Como discípulos, es normal que esto ocurra.
Por tanto, podemos apreciar lo que había en el corazón de Pedro. Podemos entender por qué Pedro dijo todas esas cosas a Jesús. También podemos entender cómo pueden surgir estos pensamientos de los corazones de nuestros hermanos y hermanas y de los siervos de Dios. Como todo el mundo, Pedro odiaba el dolor físico y ponía la mira en sus propias cosas, en vez de en las cosas de Dios. Por eso dijo estas cosas.
Cuando pensamos en esto, vemos cómo la gente se obsesiona con sus propios problemas, como Pedro. A cada momento, la gente solo piensa en sus problemas. Como es un instinto básico, vivir por instinto es vivir para uno mismo. La gente piensa que es normal vivir para sí mismos. ¿Piensan alguna vez en la obra de Dios? No, muchas personas viven sin ningún interés en la obra de Dios. Pero nosotros no debemos vivir instintivamente, sino que debemos parar y pensar en la diferencia entre las cosas del hombre y las cosas de Dios.
Jesucristo nos está preguntando si pensamos en Su obra
Jesús le dijo a Pedro: «Porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres». Desde el punto de vista de Pedro, él estaba preocupado por el bienestar de su maestro, pero fue reprendido por eso. Después de todo, Pedro era humano, y no podía quedarse contento con la persecución y tortura de su maestro. Si hubiese algún discípulo que aceptase la muerte de Jesús y no fuese perturbado por ella, entonces ese discípulo sería un mal discípulo. En otras palabras, el corazón de Pedro era como el de una persona normal. Esta es la naturaleza humana. Del mismo modo, ustedes y yo debemos tener ese tipo de corazón. Aunque digamos que amamos a Dios y le adoramos, si pensamos más a fondo, veremos que en muchos casos ponemos la mira en nuestros propios asuntos, en vez de en la obra de Dios. Como resultado, algunas personas piensan cosas diferentes desde su punto de vista y viven su fe por su propio bienestar. ¿Cuál es la razón? La razón es que ponen la mira en las cosas del hombre, en vez de en las cosas de Dios. Como no ponen la mira en las cosas de Dios, acaban pensando en sus propios asuntos.
A veces nuestros hermanos y hermanas, y yo mismo, vamos de un lado para otro, entre la obra de Dios y las cosas de los hombres. Cuando hablo de la obra de Dios a alguien que tiene la mira puesta en las cosas de los hombres, esa persona se enfada. ¿Por qué? Porque a esa persona no le gusta la obra de Dios. Esta gente piensa así: «Ahora que creo en Jesús, ¿no debería vivir una vida cómoda? Está bien eso de ir al Cielo, pero yo creo en Jesús para vivir con comodidad en este mundo y para prosperar. ¿Para qué, si no, me he hecho cristiano? ¿Para qué creer en Jesús si tengo que negarme a mí mismo y mi situación no mejora? Yo voy a la escuela por mi bien, gano dinero y creo en Jesús por mi bien. Así que, ¿qué tontería es esta de que tengo que vivir por la obra de Dios? ¿No me están pidiendo dinero?».
Los que solo piensan en su carne, y no se dan cuenta de lo valiosa que es la obra de Dios, no pueden negarse a sí mismos, después de recibir la remisión de los pecados. Sus corazones están en el dinero primero. Así que debemos contemplar qué es la obra de Dios y qué son las cosas de los hombres. La gente joven actúa sin madurez. Solo piensa en sí misma. Pero, ¿qué ocurre cuando crecen los jóvenes? Que se hacen más reflexivos. Ahora nosotros también debemos reflexionar.
¿Cuál es la obra de Dios? La obra de Dios es la obra de Dios, simple y claro. Para ser más concreto, la obra de Dios en este mundo consiste en salvar a las personas del pecado. Estamos pensando en hacer más reuniones de renacimiento espiritual para la primera mitad de este año. Estas reuniones son la obra de Dios. También es la obra de Dios reunirnos en la iglesia para adorar a Dios, escuchar Su Palabra, ofrecer nuestro tiempo, nuestras posesiones materiales, y todo lo que tenemos para servir al Señor. Plantar iglesias también es la obra de Dios. Predicar el Evangelio por todo el mundo también es la obra de Dios. Por eso estamos predicando el Evangelio a través de nuestros libros y nuestros labios. Todas estas cosas son la obra de Dios. Todas estas cosas son instrumentos de Dios para Su obra. Si solo buscásemos nuestro bienestar, no tendríamos que predicar el Evangelio por todo el mundo. Si parásemos nuestra misión mundial, no tendríamos que realizar ofrendas en este ministerio. ¿No estarían mejor así? Su carne estaría en paz. Pero entonces no tendríamos nada que ver con Dios.
La obra de los hombres se levanta contra la obra de Dios
Hace poco compré una fotocopiadora para mi iglesia. ¿Creen que la compré porque me apeteció? No. Antes de comprarla no me podía decidir. La razón por la que la quise comprar era que deseaba crear un periódico con el Evangelio en formato de tabloide sensacionalista, para que la Verdad fuera extendida hasta los que son demasiado insensatos para creer en el Evangelio del agua y el Espíritu por mucho que se les predique. Sin embargo, incluso la mejor fotocopiadora es inútil si no se emplea de la manera adecuada. Del mismo modo, sin un técnico que la mantenga y que haga al periódico, no vale para nada. Así que me sentí confuso, y no me podía decidir. Me dijeron que costaría unos 1200 dólares, así que pensé en qué podría aprovechar esa inversión. Cuando le dije al vendedor que queríamos hacer 48000copias a la semana, se quedó sorprendido y me dijo que ese modelo no podía hacer tantas copias y que por tanto tendría que comprar una que costase entre 3000 y 3650 dólares.
Tenía que comprar esa fotocopiadora. Teníamos que copiar los libros de himnos de nuestra iglesia y los periódicos del Evangelio. Así que no podía dejar la compra para más tarde. Aunque en nuestro ministerio utilizamos ordenadores, hay un límite de copias por cada impresora. Por eso queríamos tener una fotocopiadora. Nuestras mentes estaban turbadas por esta obra, ¿por qué hacer algo que nos preocupa cuando podemos estar tan cómodos? Si no hacíamos los libros de himnos y los periódicos, no teníamos que comprar la fotocopiadora. Pero aunque esto hubiera sido lo ideal para nuestra carne, nuestros corazones habrían estado turbados.
Sin embargo, cuando compré la fotocopiadora por 3000 dólares, sentí un agujero en mi bolsillo y pensé: «¿Qué hago ahora?». En aquel entonces, nuestras finanzas eran tan frágiles que no podíamos pagarla en un solo plazo. Entonces tuve todo tipo de pensamientos: «¿Por qué la compré? No debería haberla comprado». Pero, ¿qué ocurriría si abandonásemos todo lo que tenemos y dejásemos de trabajar? Que nos convertiríamos en indigentes. Si no hacemos la obra del Evangelio, no hay ninguna dificultad para nosotros, pero nuestros corazones estarán en deuda con el Evangelio aún más, porque no estaremos haciendo lo que debemos hacer. Si no hacemos la obra del Evangelio, seguramente viviremos en paz, y seremos amables los unos con los otros.
Hay muchas cosas a las que debemos prestar atención al servir al Evangelio: debemos preparar nuestros recursos financieros con ofrendas; debemos invitar a los siervos de Dios a reuniones de resurgimiento espiritual; debemos invitar a las almas perdidas para que reciban la remisión de los pecados; y debemos orar a Dios y pedirle: «Señor, necesitamos dinero», porque queremos ir a Yanbian, una región del noreste de China a la que queremos predicar el Evangelio. Así, hay muchas cosas de las que nos debemos ocupar.
¿Debemos dejar la obra de servir al Evangelio porque estamos sufriendo mucho? No, a no ser que los justos hagan la obra de Dios, caerán en la carne. No hagan la obra de la carne, de acuerdo con sus propios pensamientos, como Pedro cuando dijo: «Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca. ¿Por qué tienes que morir? No has hecho nada malo. ¿Por qué te persiguen? Eso nunca ocurrirá», porque su corazón no podía aceptar que su maestro tuviera que sufrir. Mis queridos hermanos, ustedes y yo tenemos un corazón como el de Pedro. Yo también deseo vivir cómodamente, diciendo: «Hagan la obra de Dios, pero también cuídense un poco». En estos momentos, tenemos que pensar qué se gana al hacer la obra de Dios y qué se pierde. Por supuesto, es cierto que hacer la obra de Dios tiene su carga económica y requiere que seamos diligentes y estemos ocupados, e incluso que suframos. Por eso nuestros cuerpos se cansan cuando hacemos la obra de Dios. Sin embargo, también recibimos mucho de esta obra.
Solemos pensar en las cosas de los hombres en vez de las cosas de Dios. Mis queridos hermanos, sus mentes son así. Ustedes y yo tenemos la mente de Pedro, que piensa: «Pastor, ¿por qué estás haciendo tal cosa? No lo hagas. No sería beneficioso para ninguno de nosotros. Estaríamos más cómodos si no hicieses eso, ¿pero por qué lo haces?». Pero, ¿creen que prosperarán si no hacen la obra de Dios? No, en vez de prosperar, acabarán muriendo. A no ser que el líder de la Iglesia de Dios empuje al rebaño a servir al Señor, todos caerán en sus propias ideas y morirán espiritualmente.
¿Les gusta lo que les es cómodo? Por supuesto que sí. A todos nos gusta lo cómodo después de ser salvados al creer en Jesús. Pero, ¿qué podemos conseguir al vivir con comodidad? Si un hombre de negocios hace su trabajo, ¿qué puede conseguir? Sea cual sea su negocio, hay muchos problemas complicados que requieren su atención. Por otro lado, si el hombre de negocios no atiende a su trabajo, su vida será más cómoda. Pero ¿puede dejar de hacer su trabajo si esta es su forma de vida? Aunque su trabajo sea duro, consigue mucho de él.
El agua vieja se corrompe
Estoy diciendo estas cosas porque no hay nadie aquí que acabe de recibir la remisión de los pecados. Si los que la han recibido hace poco me escuchasen ahora, pensarían: «¿Qué tiene de bueno recibir la remisión de los pecados? El futuro está tan negro». Si los que han sido redimidos hace poco, vienen a la iglesia y no se van durante un año, esto es una buena señal. Así que, los que vienen a las reuniones de la iglesia gracias a sus familiares, están bendecidos. Si salen al mundo, su corazón se irá hacia el mundo, perderán su fe y serán aplastados por Satanás. Esto es lo que ocurre si no hacemos la obra de Dios.
¿Cuál es la obra de Dios y cuáles son las cosas de los hombres? Las cosas de los hombres son el bienestar carnal. La obra de Dios, por otro lado, es lo que salva a las almas. Muy a menudo pensamos en las cosas de los hombres en vez de la obra de Dios. En nuestra familia y en nuestros corazones, siempre pensamos en los asuntos del hombre. Nuestra fe debe comenzar con la obra de Dios. Del mismo modo en que Dios dividió la luz de las tinieblas, y las aguas de encima del firmamento de las de abajo, al principio de la creación (Génesis 1, 4-7), ustedes deben ser separados del mundo para ser salvados. ¿Qué ocurriría si no se separasen del mundo? Que, aunque han sido salvados, solo buscarían el bienestar de su carne. Al final su fe se corrompería y se mezclaría con el mundo, y serían destruidos. Esto es lo que ocurriría.
Jesús le dijo a Pedro: «¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres». Por tanto, quien haya sido salvado debe separar claramente la obra de Dios de las cosas del hombre. Debemos conocer cuál es la obra de Dios y cuál es la obra del hombre, y debemos decidirnos por hacer la obra de Dios o la del hombre. Debemos preguntarnos: «¿Voy a hacer las obra de Dios o las cosas de los hombres?» y nuestros corazones deben poder contestar claramente. Los que viven sus vidas de fe sin hacer la obra de Dios, aunque puedan tener fe cuando las circunstancias son favorables, cuando algo malo ocurre, sus espíritus acaban muriendo y renuncian a sus vidas de fe.
Mis queridos hermanos, ¿qué debemos hacer después de recibir la remisión de los pecados? Piensen en qué tipo de obra deben hacer. ¿Cómo debemos vivir el resto de nuestras vidas ahora que hemos nacido de nuevo por Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Qué debemos hacer en nuestras vidas? Deben decidir si van a vivir haciendo la obra de Dios o las cosas de los hombres.
¿Qué es lo que quieren hacer? ¿Quieren hacer la obra de Dios o la del hombre? Estoy seguro de que quieren hacer la obra de Dios. Si esto es cierto, deben poner sus mentes en la obra de Dios. Deben cambiar su forma de pensar. Si solo piensan en las cosas de los hombres, caerán en las cosas de los hombres y se convertirán en hipócritas ante Dios. Si, por el contrario, piensan en las cosas de Dios, llevarán a cabo la obra de Dios, porque sus corazones estarán inmersos en Su obra. Por tanto, es muy importante dónde tenemos nuestra mente ya que todo lo que hacemos tiene que ver con esta mentalidad. Si pensamos en la obra de Dios y nos preguntamos: «¿Qué debo hacer para cumplir la obra de Dios?», al final cumpliremos la obra de Dios y recogeremos frutos abundantes ante el Señor. Debemos decirle: «Señor, me has dado dos talentos; mira, he ganado dos más» (Mateo 25, 22).
Por el contrario, si pensamos en las cosas de los hombres, diremos: «¿Qué me ha dado Dios? Todo lo que me ha dado es esta salvación, y aún así me pide tanto». Entonces esconderemos los talentos de Su salvación en el suelo, es decir, en nuestros corazones, y buscaremos nuestro bienestar, para acabar muriendo al final. Esta gente vive en el mundo a lo loco, y piensa para sí mismo: «Vivo bien. Hacer la obra de Dios solo me da dolores de cabeza, ya que tengo que servirle mucho. No lo voy a hacer. Por lo menos estoy salvado, no voy a ir al infierno». Si esto ocurre, serán arrojados a las tinieblas, como el siervo que solo tenía un talento. Incluso después de recibir la remisión de los pecados, algunas personas pueden pensar que es importante mantener sus relaciones personales a toda costa. Esta gente no lucha la batalla del Evangelio ni muestra ningún interés en la obra de Dios porque piensa que ofenderán a sus conocidos si dicen: «Serás arrojado al infierno si tienes pecados. Así que debes recibir la remisión de tus pecados». Si ustedes viven así, morirán.
Debemos tener en cuenta la obra espiritual en nuestro trabajo
Debemos tener una mentalidad adecuada. En particular, es necesario que los nacidos de nuevo tengan la mentalidad adecuada. El Espíritu Santo, que vive dentro de nuestros corazones, quiere hacer la obra de Dios. Si es así, debemos poner nuestra mente en la obra de Dios, y los líderes de la Iglesia de Dios deben darle a la congregación la oportunidad de hacer la obra de Dios. Por mucho que deseen hacer la obra de Dios, no pueden hacerla si no les dirigen los líderes de la Iglesia. Si esto ocurre, cuando el Señor les pida que sometan todo lo que han hecho por Él en el futuro, no tendrán nada que mostrarle.
Nadie puede llevar a cabo la obra de Dios por sí mismo. Solo pueden hacerlo cuando los líderes de su iglesia les guían y les dan trabajo. Los líderes deben poner la mente en la obra de Dios, dar ánimos a la congregación para que haga la obra de Dios, y permitir que los santos participen en esta obra. Cuando los santos comparten la mentalidad de sus líderes, pueden hacer la obra de Dios. Incluso para los justos, la obra de Dios no puede hacerse sola. ¿Entienden lo que les quiero decir?
Pedro le habló a Jesús preocupado solo por las cosas de los hombres, y el Señor le reprendió: «No pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres». Pedro cometió un grave error. Esto se debe a que estaba motivado por su deseo humano. Más tarde, Pedro se dio cuenta de que estaba equivocado. Nosotros también debemos darnos cuenta de lo que le ocurrió a Pedro, y debemos poner la mira en las cosas de Dios, en vez de en las de los hombres. Inicialmente, cuando Pedro comenzó a seguir al Señor, estaba muy preocupado por las cosas de los hombres. Pero al final, se dio cuenta de qué era la obra de Dios y cambió.
Está escrito: «Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará». Los que solo buscan la obra de Dios, deben negarse a sí mismos. Quien quiera seguir a Dios debe hacer esto. El Señor dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame».
Ustedes y yo debemos negarnos a nosotros mismos. Pueden cargar con su cruz y seguir al Señor, solo si se niegan a sí mismos. Si hacemos la obra de Dios, es absolutamente indispensable negarnos a nosotros mismos. Debemos negarnos y seguir a Dios. Quien no pueda negarse a sí mismo no puede seguir a Dios. ¿Entienden esto, mis queridos hermanos? ¿Por qué debemos negarnos a nosotros mismos? Debemos hacerlo para hacer la obra de Dios y seguirle. No estamos trabajando para negarnos a nosotros mismos, sino para llevar a cabo la obra de Dios.
Cuando quieren comprar algo en una tienda, deben pagar el precio. Para hacer la obra de Dios, deben abandonar sus propios asuntos y soportar la dureza de sus vidas. ¿Cómo pueden entonces negarse a sí mismos los nacidos de nuevo? Como tenemos en mente la obra de Dios podemos negarnos a nosotros mismos. ¿Cómo pueden controlar su personalidad salvaje? ¿Cómo pueden vencer su terquedad? Nosotros no somos los que nos cambiamos a nosotros mismos, sino que es el Señor quien nos ha transformado. Por tanto, si ustedes y yo deseamos hacer la obra de Dios, debemos superar nuestras barreras y dejar de lado nuestros pensamientos. Como tenemos la mente puesta en la obra de Dios, podemos hacerlo todo. Si no pensásemos en la obra de Dios, ¿para qué molestarse? Si fuese así, no tendríamos que trabajar, negarnos a nosotros mismos, o hacer nada que no quisiésemos hacer. ¿No es cierto? Por supuesto que sí.
Sí, es así. Ustedes y yo debemos pensar sobre la obra de Dios. Este año también, debemos seguir pensando en la obra de Dios. Este año y el que viene, todos nuestros hermanos y hermanas, y siervos de Dios, de todas las iglesias en Corea, deben poner su mente en la obra de Dios, en vez de pensar en si mismos o en las cosas de los hombres. Lo correcto es que pensemos en la obra de Dios primero. Cuando llevamos a cabo la obra de Dios, nuestras mentes le dan prioridad. Sea lo que sea, debemos hacerlo si es la obra de Dios.
Si la iglesia no les hace llevar a cabo la obra del Evangelio, estarían aletargados. Lo mismo ocurre con los siervos de Dios; quien no lleva a cabo la obra de Dios se convierte en una persona inútil. Esto se debe a que la gente se preocupa más por los asuntos humanos que por la obra de Dios, y por eso se preocupa y se pregunta: «Mi futuro es tan incierto. Necesito algo. ¿Cómo me voy a ganar la vida? ¿Qué voy a comer? ¿Qué voy a beber?».
Sin embargo, si pensamos en la obra de Dios, podemos superar cualquier reto por fe. Los que ponen la mira en la obra de Dios puede crecer en la fe y vivir por fe. Pueden hacerlo todo por fe. Esta fe no solo es necesaria para servir al Señor, sino que también es necesaria para vivir en sociedad. Podemos ganar mucho por la fe. Sin embargo, los que no tienen fe, no pueden ganar nada.
Mis queridos hermanos, debemos poner la mira en la obra de Dios este año. ¿Lo entienden? Debemos pensar en la obra de Dios. Les pido que les enseñen a los que acaban de ser salvados a poner la mira en la obra de Dios. ¿Qué cumplirán este año aunque trabajen duro por su cuenta? ¿Qué cumplirán en sus vidas enteras? ¿Acaso no se las arreglarán para salir adelante? Nosotros no solo salimos adelante, sino que hacemos la obra de Dios en nuestras vidas y después nos encontramos con el Señor. ¿Qué prefieren? ¿Preferirían vivir como nosotros o vivir el resto de sus vidas cometiendo pecados? ¿Solo les importa la prosperidad de la carne? Deben decirles estas cosas a los que acaban de nacer de nuevo. Ellos también desean hacer lo que está bien en sus vidas, pero como no saben cómo hacerlo, deben enseñarles a vivir como nacidos de nuevo correctamente y darles la oportunidad de seguir al Señor. En muchos casos la gente acaba viviendo vidas sin sentido porque no saben lo que es correcto. Mis hermanos y hermanas, ¿se dan cuenta de que todos nosotros debemos poner la mira en la obra de Dios?
Cuando pongo la mira en la obra de Dios, oro. Cuando mi mente está en la obra de Dios, mi mente se abre, sale la fe y recibo más fuerzas. Aunque nuestra carne estuviese más cómoda si no estuviésemos haciendo la obra de Dios, no progresaríamos en la fe. Todo lo que estamos haciendo en la Iglesia de Dios es Su obra bendita. Si hacen la obra de Dios, saldrá fe de sus corazones, recibirán fuerzas y muchas almas serán salvadas.
Este campamento de formación para discípulos es también la obra de Dios. Así que cuando participamos en este campamente, estamos haciendo la obra de Dios, por lo que recibimos grandes bendiciones en nuestros corazones. Venir a la reunión de la iglesia también es la obra de Dios. Difundir el Evangelio hace que la fe crezca, así que si van a todas las reuniones sabiendo que es la obra de Dios, su corazón estará bendecido. Hagamos lo que hagamos, si trabajamos sabiendo que es la obra de Dios, todo puede ser una bendición. Si participamos en las reuniones de resurgimiento espiritual, la Palabra quedará grabada en nuestros corazones, desearemos servir al Evangelio, tendremos fuerzas, y seremos bendecidos por Dios. Sin embargo, si ponemos la mira en las cosas de la humanidad, pensaremos: «¿Por qué tenemos que realizar reuniones de resurgimiento? Ya hay muchas almas que han recibido la remisión de los pecados sin este tipo de reuniones». Pero en realidad, estos pensamientos vienen a nuestros corazones cuando pensamos que ahorraríamos dinero si no realizásemos estas reuniones, y que no seríamos perseguidos.
Sin embargo, cuando realizamos reuniones de resurgimiento, Satanás lo odia, pero entonces sale fe de los corazones de nuestros hermanos y hermanas. En otras palabras, a través de la Palabra predicada en estas reuniones, desaparece la paja de las mentes de los santos y sus corazones se llenan de fuerzas. Con la obra de Dios en mente, las reuniones de resurgimiento son indispensables, pero si solo pensamos en las cosas de los hombres, no necesitamos estas reuniones, ni los campamentos de discípulos, ni reuniones de culto, y mucho menos ir a Yanbian (China) para predicar el Evangelio. Pensaríamos que no necesitamos ir a un país extranjero para trabajar duro, pero debemos darnos cuenta de que estos son pensamientos carnales, y debemos escapar de ellos. Si tenemos una mente carnal, no querremos hacer nada. ¿Estamos completamente libres de pensamientos carnales? Por el contrario, estos deseos prevalecen. Debemos admitir que nosotros no estamos completamente libres de los pensamientos carnales y debemos reconocer que nos preocupan tanto las cosas de los hombres como las cosas de Dios. Debemos darnos cuenta de que solo podemos vivir si hacemos la obra de Dios. Si no servimos a Dios, aunque estemos cómodos en la carne, nuestros espíritus morirán.
Cuando pensamos en la obra de Dios, estamos obligados a hacer Su obra y a empezar a servir a Dios, por lo que nuestra carne gana mucho gracias a Sus bendiciones. Podemos ganar tanto de escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu. He experimentado en muchas ocasiones cómo las cosas de Dios se completaban fácilmente cuando no les prestaba mucha atención. Si Dios lo quiere, todo es posible. Cuando ponemos la mira en la obra de Dios y nos unimos con la iglesia por el bien del Evangelio, Dios nos bendecirá. Cuando ponemos la mente en las cosas de Dios y las llevamos a cabo por fe, tantos las cosas pequeñas como las grande, serán completadas porque Dios nos ayudará y obrará en nosotros. Mientras llevamos a cabo nuestra vida de fe, verán esto por sí mismos.
¿Saben por qué Corea es un país tan próspero? Corea ha crecido tan rápidamente para llegar a la estatura de los otros países desarrollados, que la gente de alrededor la llama «el milagro del río Han». En cuanto a los rasgos nacionales del pueblo coreano, la lucha y la falta de unidad lo caracteriza. Si nos centramos en los recursos naturales y en la gente, no hay ninguna causa para el desarrollo de Corea. ¿Creen que Corea tiene recursos naturales o que tiene tecnología? ¿Qué tiene? Nada. Pero a pesar de esto, Corea es bastante próspera. ¿Cuál es la razón? Mucha gente está predicando el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso Dios ha bendecido a Corea y le ha permitido ser una nación próspera.
Han pasado unos 40 años desde que Corea ideó e implementó planes de desarrollo económico. ¿Por qué está prosperando este país? En algunos respectos, Corea es un lugar mejor para vivir que Japón u otras naciones prósperas en Europa. Esto se debe a que los costos de vida son mucho menores. Mientras en PIB de Corea es más bajo que el de estos países, la calidad de vida no es peor. Muchos japoneses visitan Corea porque es un gran país para visitar con poco dinero.
Tanto las naciones, como los estados, familias, y negocios, pueden prosperar si Dios los bendice. Si ponen su mente en la obra de Dios y le sirven, podrán prosperar en todo lo que hagan, porque Dios les ayudará en todas las cosas. Corea no tiene recursos naturales. Pero los coreanos son bastante prósperos a pesar de esto, y la razón es que hay muchos siervos de Dios y gente que predica el Evangelio en nuestro país. Debemos recordar que gracias a estos justos, que ponen la mira en la obra de Dios, Él bendice a este país.
Debemos poner la mira en la obra de Dios. Asegúrense de tener en mente la obra de Dios y tenerla en sus corazones, reflexionar sobre ella y juzgar si están pensando en la obra de Dios. Algunas personas no consideran la obra de Dios y sus mentes están puestas en los asuntos humanos. Los que no han recibido la remisión de los pecados solo quieren pensar en las cosas humanas. Por el contrario, los nacidos de nuevo deben poner sus mentes en la obra de Dios. Cuando pensamos en la obra de Dios recibimos gozo y alegría, un sentido de realización en todo lo que hacemos, y producimos frutos.
Si no pensásemos en la obra de Dios, ¿qué tipo de obra estaríamos haciendo? A no ser que nuestras mentes estén puestas en la obra de Dios, no podremos evitar ser como cerdos, obsesionados con la comida y la bebida. Un cerdo es feliz revolcándose en la pocilga, bebiendo agua sucia y durmiendo en la suciedad. Si nuestras mentes no están puestas en la obra de Dios, viviremos como cerdos. Este es el resultado inevitable de pensar solo en las cosas de los hombres.
No ganamos nada si pensamos solo en las cosas de los hombres. Cuando pensamos en la obra de Dios, aunque sea difícil para nosotros, nuestras mentes recibirán fuerzas. Aunque tendemos a poner la mente en las cosas de los hombres, la obra de Dios vale la pena. Algunas personas cometen muchos pecados y gastan el dinero para sí mismas, pero cuando sirven al Señor, son tacañas. Cuando los justos nacidos de nuevo se preocupan de los asuntos humanos, no ganan nada, no hay esperanza, solo oscuridad. Intenten poner la mira en la obra de Dios y verán qué pasa. Si llevan a cabo la obra de Dios, encontrarán esperanza.
Pongamos la mira en la obra de Dios. La humanidad se hace bella si piensa en la obra de Dios. Para los hombres en particular, si viven por el Evangelio de Dios, incluso un borracho puede salir de su vicio y hacer lo correcto sirviendo al Señor. Pero es imposible hacer esto si solo se pone la mira en las cosas de los hombres, y por eso debemos poner la mira en las cosas de Dios. Todos debemos poner la mira en la obra de Dios.
El mismo requisito se aplica a los pastores también. Ellos deben examinarse a sí mismos con cuidado. Deben preguntarse si tienen la mira puesta en la obra de Dios o en las cosas de los hombres. Pero los que no han nacido de nuevo no pueden poner la mira en la obra de Dios. Aunque entregasen sus vidas al Señor, no están calificados para llevar a cabo la obra de Dios, porque no cumplen ese requisito. Así que, cuando la Biblia dice: «Deben poner la mira en las cosas de Dios», se dirige a los nacidos de nuevo que son siervos de Dios.
El Señor nos dice a menudo: «¿Vais a seguir a Dios o a las cosas de los hombres?». Nuestro Señor les pregunta a nuestros hermanos y hermanas: «¿Vais a pensar en la obra de Dios o en vuestra propia obra?». El Señor dice de nuevo: «Debeis hacer la obra de Dios. Si alguien hace la obra de Dios, debe negarse. Debe tomar su cruz y seguirme en la dificultad. Solo entonces podréis seguirme». Nuestro Señor nos está diciendo esto a todos.
No debemos permitirnos tener miedo de la persecución cuando predicamos el Evangelio, callarnos y no unirnos con la Iglesia. Cualquier persona nacida de nuevo debe cosechar almas con el Señor. Dios nos está diciendo: «Si no pueden luchar la batalla del Evangelio por sí mismos, únanse a la Iglesia y hagan lo que les pida, siempre siendo fieles a la obra que se les ha confiado. Esta es Mi obra. No os levantéis contra mi obra, y pedirme ayuda y orar cuando seáis insuficientes. Pensad en lo que podríais hacer por Mí y empezad por una obra pequeña con una buena mentalidad y un buen corazón. No calculéis las cosas de los hombres. Pensad en Mi obra. ¿Estáis sufriendo por servir al Evangelio? Eso no es ningún problema mientras seáis perseguidos por mi nombre. Yo os recompensaré por vuestro sufrimiento». Dios nos dijo que pensásemos en Su obra, que le sirviésemos, nos negásemos y nunca negásemos al Señor en la dificultad, sino que cargásemos con nuestra cruz y le siguiésemos. Entonces nos convertiremos en discípulos del Señor. Los que se niegan a sí mismos por el bien del Señor y le siguen cargando con su Cruz, son los obreros de Dios de los que Él cuida.
¿Significa esto que solo los ministros como los pastores o evangelistas pueden servir al Señor? No, todos nosotros los que hemos recibido la remisión de los pecados, debemos llevar a cabo la obra de Dios ante Su presencia, y tenemos el privilegio de negarnos a nosotros mismos, de cargar con la cruz y seguir al Señor. No abandonen este privilegio. No lo entierren. No vendan su privilegio por un plato de lentejas como Esaú. Si lo hacen, lo sentirán después. Tenemos que pensar en la obra de Dios y vivir el resto de nuestras vidas haciendo esta obra de Dios. Debemos dedicar nuestros corazones a la obra de Dios. Debemos preguntarnos: «¿Cuál es la obra de Dios? ¿Qué hay en mi mente? ¿Pienso en las cosas de Dios o en las cosas de los hombres? ¿Qué tipo de personas somos?».
Llevar a cabo la obra de Dios no significa que vivamos siendo pobres en este mundo. Podemos vivir bien mientras hacemos la obra de Dios. Yo, por ejemplo, no tengo nada de lo que avergonzarme en mi vida, aunque lleve a cabo la obra de Dios. Por el contrario, estoy lleno de confianza. A menudo me pregunto: «¿Pienso demasiado en mí mismo?». Aunque hay muchos pastores que tienen la misma educación que yo, les hacen la pelota a los ancianos y diáconos. Yo no me siento intimidado por mi ministerio. Puedo decirles a los miembros de mi congregación: «Nuestro Maestro es Jesús. Ustedes y yo no somos más que Sus siervos. Aunque sean presidentes de la nación, esto no significa nada en la Iglesia de Dios». ¿No es cierto? ¿Creen que está bien que un pastor, que se supone que tiene que ministrar a la congregación, se someta a los ancianos o diáconos? A estos pastores les digo: «¿Por qué no dejan su trabajo? En vez de ministrar así, deberían estar limpiando fosas sépticas. Si a una persona se le nombra general, debe actuar como tal. ¿Cómo puede un general ser un general si les tiene miedo a sus soldados?».
En la Iglesia de Dios debemos convertirnos en tontos por las cosas de Dios. Está escrito en la Biblia: «Nadie se engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios; pues escrito está: El prende a los sabios en la astucia de ellos» (1 Corintios 3, 18-19).
Hace mucho tiempo, había un reino de estúpidos y otro de sabios, y ocurrió que estos dos países se declararon la guerra. La gente del reino sabio era sabia, y la gente del reino estúpido era estúpida. El reino sabio atacó primero. Sin embargo, como toda la gente de este reino era sabia, todos pensaron: «Si voy a primera línea de batalla, moriré antes. Entonces, en vez de ir a la primera línea, me esconderé en algún agujero y saldré después de los otros soldados. Esta es la única manera de sobrevivir». Como los soldados de este reino eran todos listos, se metieron en el agujero sin salir a luchar.
Pero cuando se les ordenó a los soldados del reino estúpido que atacasen, todos atacaron. Cuando se les dijo: «Cojan sus lanzas y ataquen pase lo que pase», ellos avanzaron. Mientras los soldados del reino sabio intentaban averiguar qué hacer para salvar el pellejo, los soldados del reino estúpido siguieron atacando sin descanso y los mataron, por lo que ganaron la guerra.
Todos nosotros somos siervos de Dios que hacen Su obra. Solo cuando servimos a Dios todo nos va bien. Si los líderes de la Iglesia de Dios dicen: «¡Ataquen!», ustedes deben atacar con valentía, como el ejército del reino estúpido. Cuando dan sus ofrendas y sirven en esta iglesia, ¿a quién están sirviendo? ¿A mí? No. Si me sirven con el deseo de servir al Evangelio, entonces su servicio es para el Señor, y si yo les sirvo a ustedes por el deseo de servirles, mi servicio también es para el Señor. Si servimos a otro hombre, no tendremos inspiración para hacerlo. Como somos el pueblo de Dios, oramos por los demás, nos preocupamos por los demás, e intervenimos por los demás. Como pertenecen al pueblo de Dios, debe convertirse en personas de honor en la tierra, y por eso los líderes de su iglesia intervienen cuando hacen algo malo; si fuesen personas del mundo, ¿de qué serviría que los líderes interfirieran en sus vidas? Embarquémonos en el mismo barco y hagamos la obra de Dios juntos hasta llegar a nuestro destino. Esta es la base de mi mensaje.
Pongamos la mira en las cosas de Dios. Hagamos Su obra. ¿Cuántos pensamientos carnales hemos tenido este año? Si no ponemos la mente en la obra de Dios, nos preocuparemos por las cosas de los hombres todo el tiempo. Ahora, no son solo los pastores o los evangelistas los que deben hacer la obra de Dios. Nosotros también debemos poner la mente en la obra de Dios. Debemos reflexionar sobre lo que podemos hacer para llevar a cabo la obra de Dios, participar en ello, y hacer esta obra. Esto es lo que nos ha dicho el Señor.
Este año hemos establecido varias metas para la obra de Dios. La primera meta es la predicación del Evangelio en Yanbian, China. Me emociono de pensarlo. Aunque me pondría nervioso de pensar en ello si fuera una obra humana, y no querría ir allí si fuera mi voluntad, como es la obra de Dios, estoy emocionado. Un invitado de Yanbian me dijo una vez que hace tanto frío allí que cuando se orina se congela inmediatamente. Cuando escuché esto, pensé: «No puedo ir allí. Ni siquiera puedo soportar -10º, ¿cómo voy a aguantar temperaturas de -40ª? No puedo ir». Si fuera mi propia obra, no iría, pero como es la obra de Dios, tengo que ir si Dios me lo pide. Y si es la obra de Dios, quiero ser el primero en ir allí. Ustedes también quieren ir, ¿verdad? Yo iré antes y haré camino para que cualquiera pueda ir allí a hacer la obra de Dios.
Del mismo modo en que hacemos reuniones de resurgimiento espiritual porque es la obra de Dios, predicamos también el Evangelio a los universitarios y a la gente de todo el mundo porque esta es la obra de Dios. Cuando damos ofrendas, testimonio del Evangelio y dirigimos la Mission School, estamos haciendo estas cosas porque son la obra de Dios. Además servimos al Señor porque es la obra de Dios. ¿No es cierto? Es cierto. Sea lo que sea, si es indispensable para la obra de Dios, debemos hacerlo. Si es la obra de Dios, debemos hacerlo enseguida.
Hagamos lo que hagamos, debemos basar nuestra decisión en si es la obra de Dios o no. Después de todo, tenemos la mente puesta en la obra de Dios, y somos personas salvadas que le sirven. Aunque los nacidos de nuevo son pocos en número, debemos seguir llevando a cabo la obra de Dios. Espero sinceramente que sigamos haciendo la obra de Dios en nuestras mentes este próximo año y el resto de nuestras vidas, y que llevemos a cabo Su obra antes de estar en Su presencia.
Hagamos la obra de Dios antes de ver al Señor cara a cara. Oremos juntos a Dios. Oremos a Dios para que nos haga pensar en Su obra y para que podamos llevarla a cabo este año. Mis queridos hermanos, oremos: «Señor, por favor, ayúdanos y obra en nosotros para que podamos hacer Tu obra».