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Sermões

Tema 13: Evangelio de Mateo

[Capítulo 25-9] Es nuestro deber predicar el Evangelio (Mateo 25, 31-46)

Es nuestro deber predicar el Evangelio(Mateo 25, 31-46)
«Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartarálos unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»
 

El Señor vendrá algún día sin falta. Este mundo será destruido en el momento en que Dios lo haya decidido y vendrá un nuevo mundo. Aunque crean que esto lo puede decir cualquiera, lo vuelvo a decir. Está claro que el Señor vendrá a Su tiempo. Cuando venga, nos dirá a los justos lo mismo que les dijo a los del pasaje de las Escrituras. 
El presidente de los Estados Unidos, George Bush, anunció: «En el futuro, traeré a casa a las tropas que están estacionadas en el extranjero, por el beneficio de la nación.» Esto significa que no se involucrará en los asuntos que no tengan ningún interés para los EE.UU. Esta nación es la mayor superpotencia que controla el mundo. Las circunstancias actuales son que ningún país puede ser mal considerado por los EE.UU. porque sus palabras están cargadas de poder. Cuando el presidente dice que traerá a casa a muchos soldados, quiere decir que América no se meterá en los asuntos que no sean beneficiosos para su nación y su gente. Dicho de otra manera, los Estados Unidos se involucrará en los países que se opongan a esta nación, pero a parte de esto, no se involucrará en problemas que no le toquen de cerca. ¿Acaso no hay problemas y guerras internas, así como conflictos regionales en pequeñas naciones? Esto significa que los Estados Unidos no participarán en las guerras que surjan en aquellos países, sino que dedicará todas sus fuerzas a las relaciones internacionales que toquen de cerca su interés nacional. 
Si esto ocurre, ¿qué pasará en el mundo? ¿Habrá muchas guerras o no? Por supuesto que habrá muchas guerras. Los ciudadanos americanos quieren lo mismo. El que el presidente de los EE.UU. haya tomado esta decisión significa que Dios está empezando a mostrar las señales que aparecerán en los últimos días según está escrito en la Biblia. Este es el comienzo de las guerras que tendrán lugar, en las cuales las naciones se levantarán contra las naciones, y los reinos contra los reinos. Si los Estados Unidos se retiran sus tropas de algunas naciones, «las naciones se levantarán contra las naciones y los reinos contra los reinos», y habrá muchas guerras, sobre todo por las fronteras, así como conflictos religiosos. 
Como los EE.UU. todavía están involucrados en las relaciones internacionales en el Noreste asiático (incluido nuestro país), no habrá guerras en esta zona y se mantendrá la paz. Los EE.UU. tienen un papel muy importante. Sin embargo, la Biblia dice que habrá guerras en varios lugares, y que las naciones se levantarán contra las naciones y los reinos contra los reinos. Si América tiene esta postura firme contra cualquier tema conflictivo, creo que habrá bastantes guerras. Pase lo que pase, ha llegado el momento en que en los últimos días habrá guerras y confusión en todo el mundo, y por eso las circunstancias serán terribles. Como estamos asumiendo que el final está cerca, debemos predicar el Evangelio. 
En Mateo 25 el Señor habló de muchas cosas. Habló sobre todo: de los signos de Su venida, del estado del mundo antes de Su venida, del estado del universo, de cómo debemos afrontar la situación con la fe correcta, y de cómo todos los siervos de Dios y los santos deben obrar con fe y con los talentos que Dios les ha dado. Si leemos Mateo 25, sabremos que Dios va a poner fin a la tierra según Su plan.
 
 
Nuestro Señor separará a la gente cuando venga a la tierra en el final de los tiempos
 
Si leemos el pasaje de hoy, Mateo 25, 31-36, vemos que el Señor está hablando de los sucesos que tendrán lugar cuando venga al mundo con Sus ángeles. Cuando este mundo esté en ruinas y haya una tribulación extrema, y además tenga lugar el éxtasis, el Señor vendrá. Dijo que cuando venga se sentará en el trono de Su gloria. Está escrito: «Se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartarálos unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.»
En aquel entonces el Señor les dirá a los que estén sentados a Su derecha: «Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.» Esto significa que el Señor separa y juzga a los que reciben bendiciones y los que reciben maldiciones. Les dice a los de Su derecha: «Heredad el Reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.» ¿Está este Reino preparado en el Cielo? También hay un sitio preparado para los malvados: el infierno. Este es un lugar diferente al Reino preparado para el pueblo de Dios, y nadie quiere ir allí. Es obvio que hay un Reino bendito y uno maldito cuando leemos el versículo 41: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.»
Del mismo modo en que los pastores separan a las ovejas de los cabritos, el Señor también dijo que separaría a la gente cuando viniese al mundo. El Señor les dijo a los de la derecha que heredasen el Reino preparado para ellos. Por tanto, el pueblo de Dios, o en otras palabras los que han recibido la remisión de los pecados, son los que recibirán las bendiciones y heredarán el Reino que Dios ha preparado para ellos. 
El Señor les dijo a los de Su derecha: «Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.» Sin embargo, los que recibirán las bendiciones (los justos o las ovejas) dudaron. En el versículo 37, los que estarán bendecidos le preguntaron al Señor: «Señor, ¿cuándo Te vimos hambriento y Te dimos de comer, o sediento y Te dimos de beber?» Entonces el Señor dijo: «De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.» Cuando aquí se menciona a las ovejas, se refiere a los justos que no tienen pecados por haber recibido la remisión de sus pecados, y cuando se menciona a los cabritos, se refiere a los pecadores. El Señor dijo: «Cuando estuve hambriento, Me disteis de comer, y cuando estuve sediento, Me disteis de beber», y otras muchas cosas, pero ¿cuándo hicimos esto y de qué está hablando? El Señor está aprobando nuestra labor espiritual y la está describiendo en términos físicos. 
Entonces, ¿qué quiere decir el Señor con que le dimos de comer cuando no tenía nada que comer? Hay muchas personas que buscan a Dios en este mundo, y muchas almas que quieren escuchar la Palabra de Dios y recibir la remisión de los pecados. Cuando estas personas estaban muriendo de hambre porque no tenían el alimento espiritual de la Palabra de Dios, los justos les dieron de comer predicando el Evangelio, que es la Palabra de Dios, y los salvaron del pecado, por lo que pudieron recibir la salvación al escuchar la Palabra de Dios y estar llenos de ella. El Señor dijo estas cosas. Si quieren saber lo que los justos deben cumplir en este mundo, deben saber que es alimentar a la gente. Aquí el alimento es espiritual. Predicar la Palabra de la Biblia que Dios nos ha dado es alimento para la gente. Estas palabras en la Biblia han sido recogidas en formato de texto escrito, pero son esenciales para las almas de la gente. En otras palabras, la Palabra de Dios es el alimento que la gente debe tomar a diario. Por tanto, los que no han recibido la remisión de los pecados, pueden ser salvados, llenos y además sus almas pueden estar a rebosar gracias a los justos que han recibido la remisión de los pecados y les alimentan con el pan espiritual. Esto es lo que significa. 
 


Los justos llenan a los hambrientos y sedientos espiritualmente al darles el pan de vida

 
«Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.» Como los justos obran bien en este mundo, están proporcionando el alimento espiritual a los que tienen sed y hambre espirituales, y los están saciando. En otras palabras, los justos alimentan a la gente que sufre por el pecado para que no tengan hambre o sed nunca más, y lo hacen predicando el Evangelio del agua y el Espíritu y limpiando sus corazones por fe. Esto es lo que hace el pueblo de Dios. Los justos debemos hacer la obra de ayudar predicando el Evangelio de la salvación de Jesucristo a los que se han desviado del buen camino, se han perdido y van a la deriva. Cuando están desnudos espiritualmente, o cuando su justicia está por los suelos y no tienen nada de lo que estar orgullosos, debemos vestirles con la justicia de Dios. 
Por tanto el Señor habló de la obra que hacemos a las almas mientras vivimos en el mundo. Al predicar el hecho de que el Señor ha eliminado todos los pecados del mundo, las almas pueden llevar las vestiduras de la salvación y de la justicia y pueden estar firmes ante Dios y vivir sin vergüenza. Cuando las almas de la gente están enfermas, nosotros las curamos con la Palabra de Dios. Cuando la gente está en la cárcel, vamos a visitarla; cuidamos de las almas, las alimentamos y curamos sus enfermedades porque esto es lo que los justos deben hacer. 
Dios les dijo a los que hacen estas cosas que hereden Su Reino. A veces la gente toma estas palabras y piensan que van a recibir algún tipo de recompensa o remuneración por cuidar de las necesidades físicas de la gente. Pero el versículo 40 del pasaje de las Escrituras de hoy dice: «Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.» La expresión «a uno de estos mis hermanos más pequeños», no se refiere a los hermanos de sangre; sino a los hermanos espirituales. Los que hemos recibido la remisión de los pecados a través del agua y el Espíritu estamos predicando el Evangelio de salvación a muchas personas del mundo y les estamos dando el pan espiritual para que reciban la remisión de los pecados y se curen las heridas de sus corazones. Estamos haciendo estas cosas por la gente del mundo que busca a Dios y quiere recibir la remisión de los pecados al aceptar la Palabra con gran ilusión. Todas las personas del mundo son como ovejas perdidas y nosotros les estamos predicando la Palabra de Verdad y de vida. Por tanto ayudamos a estas personas a tomar el alimento de vida y a estar llenas, a recibir la remisión de los pecados, llevar las vestiduras de la salvación del pecado, las vestiduras de la justicia, a entrar en la Iglesia, recibir la protección de Dios, y a través de la intervención especial de la Iglesia, a estar firmes en este mundo. 
El Señor dijo: «El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida» (Juan 6, 63). La Palabra de Dios no está relacionada con la carne. Si el pasaje de las Escrituras de hoy hablase de cuidar de las necesidades carnales de la gente, los justos no podríamos hacer esta labor tan bien como los pecadores. La gente que no ha nacido de nuevo envía arroz y ropa a nuestros hermanos en Corea del Norte, y trabaja como voluntaria en diferentes tipos de servicio para la sociedad. ¿Hay gente así entre los justos? ¿Alguno de ustedes ha enviado ropa y arroz a Corea del Norte? No. Pero enviaremos nuestros libros cuando sea posible. Si quieren verlo desde una perspectiva física, es imposible recibir el Reino de Dios como recompensa. Esto es ridículo. 
Entonces, ¿por qué esta gente satisface las necesidades físicas de los demás? La razón es que así podrán ser ayudados cuando ellos lo necesiten. Además piensan que estas actividades serán méritos ante Dios. La Iglesia Católica ayuda a los que no tienen hogar y a los enfermos físicos. La Iglesia Católica proporciona la mayor parte de este tipo de ayuda. Si lo vemos desde esta perspectiva, ¿cuándo han ayudado, alimentado, vestido y dado cobijo a estas personas los justos? Hermanos y hermanas, ¿hemos hecho estas cosas? Si lo miramos desde una perspectiva carnal, Dios diría a los que hubieran hecho este tipo de trabajo: «Vosotros recibiréis las recompensas.»
Pero la gente que heredará el Reino de Dios y recibirá las bendiciones no es ese tipo de gente. Por el contrario, será la gente que, después de escuchar al Señor regañarle, dirá: «¿Cuándo no hicimos estas cosas?» No debemos interpretar versículos aislados de la Biblia. Si queremos entender la Palabra de Dios correctamente, debemos entender que la voluntad de Dios está en toda la Biblia, y por tanto debemos examinar el Antiguo y Nuevo Testamento, considerar el contexto antes y después, y saber qué quería decir Jesucristo cuando dijo tal cosa. Si lo consideramos en su contexto, el pasaje de las Escrituras de hoy no habla de cosas carnales. Por supuesto, no está diciendo que no cuidemos de las necesidades físicas de la gente. Cuando dice: «Estuve en prisión y vinisteis a Mí» también puede significar que los santos se cuidaron los unos de los otros cuando pasaban por dificultades. 
¿Qué hacen los justos hasta que el Señor venga al mundo? Hacen la obra de vestir a los desnudos y de alimentar a los hambrientos. Esta es la obra que estamos haciendo ahora mismo. En otras palabras, predicamos el Evangelio, alimentamos a la gente espiritualmente, oramos por ella, compartimos con ella y la guiamos. El Señor nos dijo que hiciésemos esta obra. Las ovejas del pasaje de las Escrituras de hoy somos nosotros, los nacidos de nuevo. 
 


En el pasado también fuimos espíritus hambrientos

 
Nosotros también fuimos ese tipo de personas en el pasado. ¿No estaban hambrientos en espíritu? Es verdad que nuestros espíritus estaban hambrientos. No sabíamos dónde teníamos que ir y caminábamos sin rumbo por el borde de un precipicio. Todos nosotros habíamos entrado en el bosque de la religión y estábamos perdidos. Somos las personas que nacimos en este mundo, que no sabían dónde ir, y vivían sin cuidado, y por eso no podíamos alimentarnos espiritualmente, estábamos siempre sedientos, vacíos de corazón y hambrientos. 
Éramos personas que no tenían nada. Hay una galleta de arroz coreana que está vacía por dentro, y nosotros éramos como estas galletas. No había nada en nuestras almas. No teníamos a Jesucristo, las palabras que Él habló, la Verdad, o nada de eso. Éramos personas que vivían siguiendo a ciegas donde la carne nos llevaba, y hacíamos lo que la carne quería. Solo había locura en nuestros corazones. Éramos personas destinadas a morir. Éramos personas que estaban muriendo porque no tenían nada que comer para sus espíritus, y que iban a sufrir la destrucción después de haber vivido como extraños en este mundo. Además no llevábamos las vestiduras de la justicia y el pecado nos atormentaba a todas horas. Nosotros vivíamos con estas dificultades. 
Pero Jesucristo vino al mundo, fue bautizado, se encargó de todos los pecados del mundo y murió en la Cruz para pagar nuestra deuda. Él se encargó de todos nuestros pecados. Así nos salvó a nosotros de todos los pecados del mundo. Por lo que nos convertimos en el pueblo de Dios por fe en esa Verdad. La gente que ha recibido la remisión de sus pecados alimenta a los hambrientos continuamente, da de beber a los sedientos, recibe a los forasteros, viste a los desnudos, cuida de los enfermos, y visita a los que están en la cárcel hasta que vuelva el Señor. Los justos hacemos esta obra. Dios continúa esta obra a través de los justos. 
Cuando el Señor venga el último día, devolverá a la vida a los que hayan vivido en el mundo. Asimismo reunirá a todas las naciones y las separará en dos partes como un pastor separa a las ovejas de los cabritos. Pondrá a algunos a Su derecha y a otros a Su izquierda y los juzgará imparcialmente. A los de la derecha les dice que hereden el Reino de Dios. Decirles que hereden el Reino preparado para ellos es darles el Cielo. ¿Por qué? Como hemos recibido la salvación y hemos hecho estas obras en la tierra, Dios nos entrega Su Reino. Solo puede recompensar a los que están a Su derecha. 
 
 

Vivimos la vida justa que da alimento espiritual a los hambrientos hasta el final

 
Los justos deben hacer este tipo de obra mientras vivan en el mundo. El deber de los justos es predicar el Evangelio y alimentar a los que están muriendo de hambre y sed espiritual, sufriendo la destrucción y yendo al infierno. Es la voluntad de Dios que los justos, al haber hecho esta obra, hereden el Reino de Dios, y por eso hará que lo hereden. Este mundo acabará algún día y todo el mundo tendrá que pasar cuentas ante Dios. Los justos se presentarán ante Dios habiendo hecho esta obra, y recibirán la recompensa por haber hecho esta obra. Esto es lo que significan estas palabras. 
Nos gustaría más que el Señor volviese pronto. Pero si pensamos en esto de nuevo, no nos importa cuando venga. Como todo llegará a su fin, no importa la fecha de Su llegada. Solo debemos saber cuál es nuestra tarea y hacerla. Creo que esta es el deber de los justos. Además, ¿qué tipo de esperanza hay para un mundo que se está viniendo abajo? Lo único que debemos hacer es hacer lo mejor que podamos en nuestras tareas asignadas. Basta con calcular por adelantado las recompensas que el Señor nos dará, pensar en lo que tenemos que hacer, y hacerlo con sabiduría. Creo que basta con hacer lo que tenemos que hacer con diligencia, pensar en lo que deberíamos hacer, y encontrarnos con el Señor después de hacer lo que debemos. 
Hermanos y hermanas, estamos predicando el Evangelio por todo el mundo. Esta es la obra que tenemos que hacer. Dar de beber a los sedientos y de comer a los hambrientos es predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Según la información proporcionada por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, hay 271 naciones, áreas dependientes y otras entidades. En todas ellas, ¿cuántas personas hambrientas creen que habrá? Ahora estamos enviando nuestros libros a la mayoría de las naciones y entidades independientes. A través de las palabras del Evangelio que predicamos, se llenan y reciben la salvación. Nos piden que les enviemos otros libros a parte de los que ya les hemos enviados. 
¿Qué estamos haciendo? ¿Qué hacen los justos hasta que venga el Señor? El Señor nos dirá: «De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.» Hay muchas personas en el mundo que todavía siguen buscando a Dios. Estamos haciendo la obra de predicarles el Evangelio. ¿Hay algo que debamos hacer los justos además de alimentarles con el pan de vida predicando la Palabra de Dios? No hay nada más que hacer. Estamos aquí para esto, y si lo hacemos diligentemente, cuando el Señor venga, nos felicitará por ser siervos leales, nos permitirá recibir recompensas y bendiciones. Dios nos da bendiciones y a nosotros nos basta con heredar el Reino preparado para nosotros cuando nos lo diga. 
La obra que hacemos los justos es la obra de alimentar con el pan de vida (el Evangelio de Verdad) y salvar a la gente que está hambrienta y desnuda espiritualmente y que no puede evitar ir al infierno y que no puede ser justa aunque lo quiera. Esta es la obra que Dios ha determinado y que hace por todo el mundo a través de nosotros, que hemos recibido la remisión de los pecados primero. Estamos haciendo esta obra al poner nuestros corazones en la obra que Dios hace. Todo el mundo necesita que hagamos esta obra. La gente justa está haciendo esta obra de compartir este alimente. Los ministros y trabajadores de nuestra Misión ganan dinero haciendo negocios y sirven al Evangelio con ese dinero. ¿Acaso esta no es la obra de alimentar, vestir y engordar al pueblo de Dios en última instancia? Nosotros vivimos por esto. 
 


La vida que el Espíritu Santo en nosotros nos pide que vivamos

 
¿Qué nos pide que hagamos el Espíritu Santo que hay en nuestros corazones? ¿Nos dice que vivamos y comamos bien? Si vivimos así, el Espíritu Santo está incómodo y hace sonar la alarma de nuestros corazones diciendo que somos como cerdos que se contentan con comer. Pero, ¿cómo se sentiría si predicamos la Palabra a las almas, servimos al Evangelio con el dinero que ganamos con el sudor de nuestra frente, cuidamos de las almas, oramos por ellas y les ayudamos a nacer de nuevo del agua y el Espíritu Santo, así como a vivir bien? Como el Espíritu Santo nos felicitará, nosotros estaremos contentos y seguiremos haciéndolo. Aunque sea difícil físicamente, no es difícil espiritualmente. ¿Son ustedes así? Esto es lo que hace el Espíritu. Nosotros no somos los que lo hacemos, sino que es el Espíritu Santo el que lo hace. Como tenemos al Espíritu Santo, podemos hacer esta obra contentos. 
Como creímos en el Evangelio del agua y el Espíritu, nos hemos convertido en hijos de Dios, y como somos hijos de Dios y justos, estamos haciendo la obra justa. Estamos ayudando a todo el mundo a vestirse con las vestiduras de la salvación al predicar el Evangelio de salvación, el pan de vida. Estamos cuidando de las lamas y guiándolas en los tiempos difíciles. Todo esto lo hacemos nosotros. Dios nos ha permitido hacerlo y lo estamos haciendo. Algunas personas hacen esta obra sin saber que es la obra de los justos; si conocen este hecho, podrán trabajar mucho mejor. Así son las cosas. El Señor dijo: «Más bienaventurado es dar que recibir» (Hechos 20, 35). Los justos estamos ansiosos por compartir lo que es bueno. Casi parece una locura. 
Vamos a aplicar el pasaje de las Escrituras de hoy desde una perspectiva física. Entonces es correcto compartir comida y ropa con los necesitados. Los católicos cuidan físicamente de los pobres, pero en realidad hacen esas cosas por ellos mismos. «Si cuido de estas personas, Dios me dará una recompensa y me salvará aunque sea insuficiente. Además me dejará ir al Cielo.» Piensan así y hacen esta obra para obtener la salvación. Pero, ¿cómo somos nosotros? Nosotros hemos recibido la salvación. Aunque ya hemos recibido la salvación, estamos haciendo el bien por los demás. No estamos haciendo esta obra para recibir la salvación. ¿Estamos haciendo esto por nosotros? No. ¿Para quién lo hacemos? Por los demás. Todas estas obras las hacemos por los demás. ¿Son ustedes iguales? Sí, nosotros somos iguales. Aunque la gente antes merezca ir al infierno un millón de veces, la obra que hacemos por esas almas la hacemos porque el Espíritu Santo en nuestros corazones nos ha dado ese deseo. Esto es lo que yo creo. Así es. 
Ahora estamos haciendo esta obra gracias al Espíritu. Como hemos recibido la remisión de los pecados y estamos haciendo esta obra, en el futuro podremos recibir el Reino de Dios preparado para nosotros. Ya hemos hecho una buena parte de esta obra. También hay veces en que desfallecemos porque estamos cansados mientras hacemos estas obras. Asimismo hay veces que decimos: «No solo no puedo compartirlo con otras personas, sino que además voy a morirme ahora.»
Pero Dios nos ha dicho: «¿Cuál es el trabajo de los justos? Cuidar de los demás espiritualmente.» Así que los justos estamos haciendo la obra espiritual de alimentar a las almas espiritualmente y cuidarlas. Los justos heredarán el Reino preparado para ellos. Los justos, incluidos nosotros, harán esta obra hasta que hereden el Reino preparado para ellos. Pero si hay algún justo que no haga la obra de alimentar y vestir a las almas, que abandone la recompensa de la justicia y viva solo por su egoísmo, será excluido. 
La parábola de los talentos aparece antes del pasaje de las Escrituras de hoy, y debemos recordar las palabras sobre la persona que recibió el talento. La persona que recibió un talento y se lo devolvió a Dios sin intereses, no tenía nada que hacer con Dios. Como vivió e hizo todo por sí mismo, escondió el Evangelio en el suelo. Enterró el Evangelio solo en su corazón y nunca lo mostró o predicó a los demás. ¿Qué le ocurrirá a este tipo de personas? Que Dios le quitará todo lo que tenga y la enviará a un lugar maldito con los hipócritas. 
Este talento se refiere a las habilidades individuales de cada persona. Tenemos habilidades que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros individualmente. En cuanto a utilizar los talentos que Dios nos ha dado en la obra de alimentar a otras almas, no importa que hayamos trabajado en un segundo plano, en primero o en medio, siempre y cuando unamos nuestros corazones con la Iglesia y hagamos esta obra, ya que así recibiremos la misma recompensa. Pero la persona que recibió un talento no hizo esto. ¿Qué hizo? Escondió el Evangelio en su corazón después de haberlo recibido y lo dejó ahí. No hizo nada más con él. Esta persona no hizo nada por el Evangelio o la obra de la justicia. Dedicó todas sus energías a su propia obra, vivió por si mismo y murió. Fue una persona que había aceptado el Evangelio pero que cometió un gran error: vivir por sí mismo. El Señor dijo que este tipo de persona recibiría su castigo con los hipócritas. 
Por otra parte, la gente que está unida con la Iglesia y vive por otras almas, está entre los que recibirán las bendiciones. Estas personas han hecho la obra de compartir el alimento de vida con la gente que no dejó la vida eterna, y la vistieron con la salvación, la guiaron con la Palabra cuando era imperfecta aún después de haber recibido las vestiduras de la salvación, la ayudaron a recibir fuerzas en las dificultades y a vivir con justicia. Por tanto, Dios les dijo a estas personas que heredaran el Reino preparado para ellas. Una persona que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu y ha nacido de nuevo solo puede vivir por sí misma si no tiene su conciencia sellada por Dios. Si han creído de verdad en este Evangelio y han nacido de nuevo, son justos, y la gente que no puede evitar vivir por los demás es una persona justa. 
Nosotros no tenemos los mismos eslóganes que los movimientos morales o de reforma social que dicen: «Vivamos por los demás» o «Trabajemos así. Es lo correcto.» La obra espiritual no progresa si se lanza este tipo de campañas. Como el Espíritu Santo está en nuestros corazones y como hemos recibido cosas nobles de Dios, nos basta con vivir deseando ayudar a la gente que no ha podido recibir la remisión de los pecados. Dios lo ha cumplido todo para que esa gente reciba la salvación, ya que Él ama a todas las almas. Dios nos dio una mente que piensa: «Dios ya ha salvado a esas almas para que puedan recibir la salvación si creen cuando les predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu. Basta con que les prediquemos la Verdad para que crean.» Por tanto, hacemos esto. No estamos obligados a hacerlo porque alguien nos haya dicho: «Vamos a hacer esto.» En realidad estamos haciendo buenas obras. Esto es lo correcto. 
Así que la persona de la parábola de los talentos que recibió un talento era bastante extraña. Este tipo de persona es bastante extraña, y solo debe haber una de cada 100 entre las personas que han recibido la remisión de los pecados. Este tipo de persona recibe un trato diferente de Dios. Él dice que tiene un registro aparte para ellas y se ocupa de ellas de una forma especial. «Escondiste el talento que te di en el suelo. Cuando llegue el momento, pasaremos cuentas.» Cuando llegue el momento y el Señor se siente en Su trono y pase cuentas, esta gente será arrojada al infierno. No creo que haya muchas personas así entre los nacidos de nuevo del agua y el Espíritu. 
No es correcto que una persona justa viva solo por sí misma, se deshaga del Evangelio después de ser engañada por Satanás, o no tenga como objetivo en su vida proclamar el Evangelio. Es correcto unirse a la Iglesia aunque se sea imperfecto. Sin embargo, hay muchas personas que tienen malas intenciones y se vuelven contra la Iglesia. Es obvio que estas personas serán juzgadas en el último día. Es raro encontrar una persona así entre cien dentro del grupo de las que han recibido la remisión de los pecados, pero creo que sería mejor que no hubiera ninguna persona así. 
 


Todo lo que se hace por el Evangelio y las almas se le hace al Señor en última instancia

 
Las personas que heredan el Reino preparado para ellas en el pasaje de las Escrituras de hoy, no son personas que hayan vivido por su propio beneficio. Cuidaron de otras personas cuando estaban desnudas y no tenían nada que comer. ¿Cuándo hemos cuidado nosotros por todo el mundo? ¿Cuándo le dimos de comer a los que no tenían nada? Así que los justos le preguntaron al Señor: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?» 
El Señor les dijo entonces: «En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.» Nosotros estamos predicando el Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo. Hay muchas personas en este mundo que están deprimidas y desesperadas y que no tienen esperanza ni poder. Entre estas personas, las que aceptan el Evangelio del agua y el Espíritu revelado en la Palabra de Dios que nosotros predicamos, pueden recibir la salvación. Entonces se convierten en el pueblo de Dios y en sus hermanos y hermanas. Además también heredan el Reino de Dios que Él ha preparado y se convierten en el pueblo de Dios que vivirá allí con nosotros. 
Así que, ¿cómo es? Hemos hecho la obra de alimentar a las personas de todo el mundo. Esta obra la hacemos por la gente, pero nuestro Señor dijo que la obra que se hacía por la gente, se hacía por Él. ¿Por qué? Porque Dios tenía un objetivo claro para la humanidad y creó al universo y a todos los seres humanos. Como este objetivo era hacernos Sus hijos en Jesucristo y darnos las bendiciones de la vida eterna en el Cielo, hemos recibido estas bendiciones y vivimos vidas que siguen este objetivo de Dios para nosotros. Por tanto, nos estamos convirtiendo en personas benditas que heredan el Reino que Dios ha preparado para nosotros desde la fundación del mundo. 
Cuando predicamos el Evangelio a toda la gente del mundo que es humilde, llana y está desesperada, lo estamos haciendo por el Señor. Lo que yo he hecho por ustedes, se lo he hecho al Señor, y lo que ustedes están haciendo por la Iglesia, se lo están haciendo a Él. En última instancia, lo que se hace por el Evangelio y las otras almas, ¿por quién se hace? Por el Señor. Del mismo modo que la lealtad por una compañía es la lealtad por el presidente de esa compañía, las cosas que se hacen por la Iglesia y los santos, son cosas que se hacen por Dios. ¿Es así o no? Sí. Ir a una compañía, hacer un plan y trabajar por ella, ¿por quién se hace? ¿Acaso no se hace por el dueño de la compañía? De la misma manera, todo lo que hacemos, lo hacemos por el Señor. 
Así que nosotros heredamos ese Reino. El Señor nos da ese Reino preparado para los que han hecho esta obra. Él lo llamó el Reino preparado para nosotros. Si preparamos un regalo, lo llamamos un regalo preparado para alguien. De la misma manera en que un millonario puede comprar una isla, desarrollarla y embellecerla para su amada, y dársela a ella, el Señor hizo el Reino de los Cielos por Sus hijos y se lo entregará cuando llegue el momento. El Señor dijo que nos daría el Reino preparado para nosotros. Así que el Reino preparado para nosotros se refiere al Reino donde toda ha sido preparado. 
 


Los nacidos de nuevo y los no nacidos de nuevo no recibirán la misma recompensa

 
¿Dónde iremos cuando este mundo sea destruido? No hay otro lugar habitable en el universo a parte de la tierra. Algunas personas creen que existen los extraterrestres. También hay muchos predicadores que creen en la existencia de los extraterrestres. Esto significa que creen que en otro planeta del universo, hay alguna forma de vida inteligente a parte de la humanidad. Aunque nunca he viajado por el universo, sé que esa fe no es correcta. Jesucristo nació en esta tierra. Por tanto, a parte de la vida en la tierra, no hay nada. Dios hizo este plan por la tierra y después la creó. Eso es lo que creo.
Cuando esta tierra se acabe, Dios establecerá un Reino nuevo, pero ese Reino de Dios es un concepto diferente a las naciones de esta tierra. El Reino del Señor está en el Cielo. En otras palabras, el Señor escoge una estrella especial y deja que Su pueblo viva allí. Dijo que cuando este mundo esté destruido, la tierra y todo lo que hay en ella se hará nuevo y nos dejará a los justos vivir allí durante 1000 años. Este será el Reino Milenario. También dijo que, después de esos mil años, el primer cielo y la primera tierra, serán destruidos y nos dará una nueva tierra preparada para nosotros (Apocalipsis 21, 1). Hará un mundo nuevo; Dios les dará a Sus hijos este Reino preparado para que ellos vivan allí. Heredaremos el Reino preparado para nosotros. Somos la gente que heredará el Reino preparado para nosotros aunque este mundo sea destruido. Ustedes y yo somos así y estamos benditos porque heredaremos el Reino preparado para nosotros porque hemos nacido de nuevo a través del agua y el Espíritu. 
Pero hay gente que no es así. En Mateo 25, 41, está escrito: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis.» Entonces le preguntaron al Señor: «Señor, ¿cuándo Te vimos hambriento o sediento, desnudo o enfermo, o en la cárcel, y no te asistimos?» Entonces el Señor dijo: «De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.» 
La gente que no ha recibido la salvación no sabe nada. Está ciega espiritualmente. Tápense los ojos durante un momento. Si se tapan los ojos, no podrán ver nada. Si se tapan los ojos con un trozo de papel, no pueden ver nada. Si se tapan los ojos con una tirita, no pueden ver nada. 
Parece que la diferencia entre la fe que hace que las almas nazcan de nuevo y la fe que hace que la gente sea ciega, sea pequeña, pero los resultados son muy diferentes. Como la gente no conoce el Evangelio del agua y el Espíritu, no puede recibir la salvación, sufre por el pecado y por tanto no puede servir al Señor. Nosotros tenemos los ojos abiertos porque sabemos lo que es el Evangelio del agua y el Espíritu y creemos en él. Como ya hemos recibido las bendiciones de la vida eterna gratuitamente del Señor, las compartimos gratuitamente con los demás; y como el Señor nos ha hecho sus trabajadores, hacemos la obra de plantar la semilla del Evangelio aunque sea difícil. Pensamos que cosecharemos muchos y por eso debemos sembrar muchas semillas del Evangelio. Este tipo de vida está de acuerdo con el objetivo de Dios, y por eso recibimos bendiciones del Señor. 
El lugar donde la gente va después de la muerte es diferente según su fe. El Señor dijo a los que no han nacido de nuevo: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.» Incluso en el cristianismo hay muchos hijos del Diablo. Entre los que afirman ser siervos de Dios, la mayoría no lo son, sino que son siervos del Diablo. En otras palabras, no es exagerado decir que incluso el cristianismo está lleno de siervos del Diablo y de gente que sigue sus palabras. Estas personas no están orgullosas de la justicia de Dios, sino que están orgullosas de su propia justicia y han escogido el cristianismo entre las muchas otras religiones que podrían haber escogido. Estas personas entrarán en el fuego eterno preparado para ellas. 
Hay gente que dice: «No hay infierno.» Los testigos de Jehová dicen: «No hay infierno. La palabra infierno en hebreo es sheol y en griego hades, pero estas dos palabras significan solamente tumba. También se utiliza gehenna, pero es una palabra que denota el Valle de Hinnom, un lugar donde se enterraba a animales y personas muertas y se quemaban.» ¿Viene esta teoría de la Palabra de Dios? ¿Hay alguna línea en la que Dios mienta en la Biblia? Para ponerlo más claro, sí que hay infierno. El Señor dijo en Marco 9 que el infierno es un lugar donde el gusano no muere y donde el fuego no se apaga (Marcos 9, 48). Dijo que «recogería el trigo en Su granero, pero quemaría la paja con un fuego que no se consume.» Hay un lugar llamado Cielo y otro llamado infierno.
Así que los que viven por el Señor de verdad en esta tierra heredarán al Reino preparado para ellos, y los que no viven por el Señor recibirán la maldición del fuego eterno preparado para ellos. Los humanos recibiremos todas las recompensas de Dios cuando muramos, pero los nacidos de nuevo y los que no han nacido de nuevo no recibirán las mismas recompensas. Además, la recompensa de los que han nacido de nuevo y viven por el Señor unidos a la Iglesia, aunque sean imperfectos, y la recompensa de los que no se han unido con la Iglesia, no es la misma. Quien obstaculiza la obra del Evangelio recibe una recompensa, pero es la recompensa del fuego eterno. Por otro lado, la persona que cree en el verdadero Evangelio y vive por fe, recibe el Reino de Dios como recompensa. El Señor dijo: «E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»
Hermanos y hermanas, ¿saben lo que es la vida eterna? Es no morir nunca. En la vida eterna no nos pondremos enfermos, no marchitaremos, no nos debilitaremos, sino que seremos mejores, y además nunca moriremos. La vida eterna se refiere a disfrutar de las riquezas y de la felicidad mientras vivimos eternamente como Dios, quien nos hizo. El castigo eterno se refiere al infierno. El lugar donde se recibe el castigo eterno es el infierno. 
No nos importa que nos ocurra algo en este mundo. La tarea de los justos es alimentar a las almas, vestirlas y cuidarlas. ¿Dónde hacemos esto? Hacemos esta obra por todo el mundo. Esta es la tarea que los justos deben hacer. ¿Lo entienden? Los justos no alimentan a la gente con alimento físico únicamente. Aunque es verdad que los justos deben cuidar también físicamente de los justos. Pero lo que el Señor quiere de verdad es que trabajemos por el Evangelio y nos unamos para predicarlo. Dios nos dio a los justos el Reino preparado para nosotros como un regalo. ¿Creen en esto? Sí. Ustedes y yo recibiremos el Reino preparado para nosotros. 
Hermanos y hermanas, es difícil, ¿no es así? Yo también sé que es difícil y que están trabajando duro. Pero todas las cosas que están haciendo son la obra de Dios. Deben saber que Dios reconoce que están haciendo Su obra y les entrega el Reino que ha preparado para ustedes como un regalo, y por eso deben vivir con esa esperanza. En el futuro, la condición del mundo será todavía más extrema y la gente que no haya nacido de nuevo se preocupará sobre cómo vivir, pero hay gente feliz que vive vidas benditas con la gracia de Dios. Ustedes, los santos en la Iglesia de Dios de todo el país, y todo el pueblo de Dios repartido por todo el mundo, somos personas felices. 
Hay algunos santos que acaban de nacer de nuevo en la Iglesia. Mientras vivan en la Iglesia, experimentarán la gran diferencia que hay entre la vida de una persona que ha recibido la salvación y la vida de una persona que no ha sido salvada. Ustedes experimentarán las cosas de las que solo habían oído hablar. La gente que ha recibido la verdadera salvación está contenta por que llegue el final. Pero una persona que no ha recibido la salvación tiene miedo del final. Esto se debe a que, cuanto más se acerca el final, más cerca está el día en el que irán al castigo eterno, es decir, al fuego eterno. El día en que los pecadores irán al fuego está cada vez más cerca. 
 
 

Unámonos para trabajar por el Evangelio y recibir la misma recompensa

 
Hermanos y hermanas, tengamos esperanza y trabajemos. Un ejecutivo de nuestro país dijo: «El mundo es grande y hay mucho que hacer.» Este famoso ejecutivo que hizo este comentario sabio, se quedó en la ruina por incumplimiento de pagos, pero nosotros no somos así. Ustedes y yo hacemos la obra de Dios con Sus cosas. Trabajamos como siervos del Tabernáculo. 
Hermanos y hermanas, creo que muchas personas recibirán la salvación en el futuro. Si una persona recibe la salvación entre todas las almas del mundo, esa persona recibe 200 ó 300 copias de nuestros libros y los comparte con los demás. Así que una persona nacida de nuevo, al leer nuestros libros, da 200 ó 300 veces más frutos. De esta manera el Señor difunde el Evangelio a todo el mundo. Al darle a todo el mundo la oportunidad de nacer de nuevo, devuelve a la gente a Dios, y permite que todo el mundo escuchar el Evangelio para salvar a las almas. Dios hace esta obra a través de nosotros, y es duro para nosotros hacerlo, pero si aguantamos un poco más, heredaremos el Reino de Dios. 
Hermanos y hermanas, unámonos para trabajar por el Evangelio y recibir la misma recompensa. Concentremos nuestros esfuerzos en esto y trabajemos un poco más. Cuantos más libros publiquemos en el futuro, más gente se alimentará de ellos. Hay muchas personas a su alrededor también que deben ser alimentadas. 
Si todo el mundo trabaja con todo su poder con lo que Dios les ha dado y sirve al Señor, el Espíritu en nuestros corazones estará contento. No debemos quejarnos simplemente de que sea duro, sino que debemos compartir los unos con los otros, y cuidar los unos de los otros cuando hay dificultades. Entonces trabajamos por el Evangelio hasta el día en que venga el Señor, le seguimos y estamos en las filas de los que reciben las bendiciones. 
Vivamos de esa manera. ¡Aleluya!