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Sermões

Tema 22: Evangelio de Lucas

[Capítulo 16-5] Siervos de corazón para Dios (Lucas 16, 8-13)

Siervos de corazón para Dios(Lucas 16, 8-13)
«Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz. Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro? Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas».
 
 

¿Quiénes son los siervos de Dios?

 
El pasaje de las Escrituras de hoy habla de un siervo malo. A través de esta parábola, el Señor nos está preguntando si debemos vivir como siervos de la justicia o como siervos del hombre. El Señor dijo que los hijos de este mundo son más malvados en su generación que los hijos de la luz. Está diciendo que hay muchas personas que se comportan como si fueran más inteligentes que la gente de Dios.
Podemos aplicar Sus enseñanzas a nuestra vida de la siguiente manera: supongamos que hay un hombre que va a ser despedido de su trabajo porque no trabaja nada. Pensó mucho qué iba a hacer antes de perder su trabajo y rellenó todos los papeles necesarios para perdonar las deudas que se le debían a su compañía. Dicho de otra manera, falsificó los documentos. Ayudó a los deudores de la compañía de esa manera. Precisamente incumplió sus responsabilidades y cometió fraude, pero vamos a centrarnos en su motivo. ¿Por qué lo hizo? Porque quería mostrar compasión a los deudores cuando perdió su trabajo. En otras palabras, era escrupuloso preparándose para el futuro. El Señor consideró esto una acción malvada. Con el siervo de la parábola en mente el Señor dijo: «Porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz». Aunque este comportamiento de la gente de este mundo da pena, el Señor todavía considera este comportamiento malvado. A través del pasaje de las Escrituras de hoy, los justos tenemos que pensar a quién vamos a servir en nuestras vidas.
El Señor nos dijo que hiciésemos amigos con el injusto mamón. También dijo: «El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto». Preguntó retóricamente que si no se ha sido fiel con la propiedad de otro hombre, quién le dará lo que le pertenece; y también nos dijo que no sirvamos a dos maestros. Concluyó diciendo que debemos decidir si vamos a vivir por nosotros o por el Señor.
 
 

No podemos servir a dos maestros

 
En otras palabras, este mundo no puede ser nuestro maestro al tiempo en que servimos a Dios como nuestro Maestro. Debemos escoger a uno de los dos. Debemos decidir si vamos a servir al Señor como nuestro Maestro o al mundo.
Sin embargo, antes de tomar nuestra decisión, hay una cosa que debemos considerar. ¿Cómo puede un hombre justo vivir una vida sabia y bien calculada? Debemos ser escrupulosos en todo lo que hacemos. Necesitamos ojos críticos. Esto es válido tanto para nosotros como para el mundo. Debemos mirar atrás y ver el camino por el que hemos caminado y decidir qué debemos hacer para cambiar y poder vivir con más sabiduría. Si no pensamos en estas cosas primero, no será fácil juzgar ni tomar buenas decisiones. Me gustaría decir que no es la voluntad del Señor el que vivamos felices y contentos sin examinarnos a nosotros mismos.
Hermanos y hermanas, tenemos un Maestro totalmente diferente que nuestro antiguo maestro. Lo que nuestro Maestro quiere de nosotros es diferente de lo que nuestro antiguo maestro nos pedía, así que si vivimos nuestra vida antigua como de costumbre no podremos complacer a nuestro Maestro nuevo. Perderemos mucho. Por eso, debemos pensar en cómo recibir la gracia del Señor y juzgar correctamente.
Hermanos y hermanas, trabajar duro por vivir por el Señor es la vida justa. Debemos cambiar nuestras vidas egoístas y vivir por la justicia del Señor. El Señor contó una vez la parábola que nos enseña a calcular si vamos a ganar una guerra contra veinte mil hombres con tan solo diez mil, y a enviar una delegación para firmar la paz si no vamos a ganarla. Nos contó esta parábola para significar que debemos calcular lo que es más provechoso con nuestras decisiones. Por tanto, debemos recordar la Palabra de Dios y tomar la decisión correcta. Esto nos ayudará a vivir sin arrepentirnos de nuestras buenas decisiones.
Los que viven por la justicia del Señor buscan Su Reino y Su justicia primero. ¿Quién vive una vida prudente recordando la Palabra de Dios y tomando buenas decisiones? Los que viven por la justicia del Señor. Siempre lo calculan todo con cuidado y viven una vida mejor que la nuestra ahora. Siempre escogen lo que es más beneficioso para ellos y no se echan atrás. Las personas de negocios piensan en sacar beneficios. Por eso ustedes son como personas de negocios. Y también necesitamos considerar el precio y el resultado de nuestros planes cuando pensemos en por quién vivir e intentemos vivir una vida justa.
El procedimiento de nuestra vida es tan importante como el resultado. La mayoría de las personas se arrepienten de sus vidas pasadas cuando son viejas. La mayoría de las personas mayores dicen que han vivido en vano cuando se les pregunta si piensan que han tenido éxito en la vida. Al final añaden que vivirían de manera distinta si se les diera otra oportunidad. No hemos llegado al final de nuestras vidas todavía, pero deberíamos vivirlas sin nada de lo que arrepentirnos. Nuestro Señor sabe adónde vamos. Si no calculamos el precio y el resultado de nuestras vidas y vivimos sin planear las cosas, acabaremos arrepintiéndonos cuando nos presentemos ante el Señor.
Por tanto, debemos ser más calculadores en nuestras vidas como si tuviésemos un negocio. Servir la justicia del Señor es como llevar un negocio. Hay una parábola en la Biblia sobre un hombre que les dio talentos a sus siervos cuando se fue a un país lejano. Cuando volvió, recompensó al siervo que había ganado cinco talentos con los cinco talentos que recibió de su maestro. También recompensó al siervo que había ganado dos talentos con los dos talentos recibidos. Pero el siervo que tenía un talento y lo enterró fue reprendido y castigado por su infidelidad. Ese hombre era muy insensato.
Ayer nevó un poco. Esta mañana he oído en las noticias que un hombre que tenía una granja de pollos acababa de perder su negocio porque la tormenta de nieve mató a todos sus pollos. Durante la entrevista con un reportero, dijo que tendría que buscar otro trabajo. Pero cuando pienso en este hombre, veo que debería haberse preparado para la tormenta de nieve. Podría haber evitado la tragedia si se hubiese preparado para un peligro así. Por desgracia, la mayoría de la gente no vive preparada y echa la culpa de sus fracasos al destino. De hecho, muchas personas piensan que lo que les pasa es obra del destino. Pero Jesús no nos dijo qué trabajo debíamos tener o cómo prepararnos para el futuro. Como tenemos sentido común, los que no se preparan para este tipo de desastres son insensatos. Estas personas son insensatas y no se ajustan al destino que el Señor les ha dado. Aunque hemos nacido de nuevo a través del agua y el Espíritu, debemos calcular con prudencia. Si no seremos tan insensatos como el hombre que se arruinó por la tormenta de nieve.
Hermanos y hermanas, debemos dedicar nuestras vidas a Dios y vivir por el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos ver claramente que debemos vivir calculando el coste y el resultado. ¿Qué vida escogerían? Hay una gran diferencia entre el hombre que calcula el coste y el resultado y el hombre que no lo hace. La medida de la felicidad e infelicidad varía si se calcula el coste.
Todos somos nacidos de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Creen que Dios engaña a sus hijos? No. Creo que nos bendice. También creo que está preparado para darnos más bendiciones a los que vivimos por Su Reino y su justicia. Pero los que no calculan el coste y el resultado solo se encontrarán con dificultades.
Por tanto, debemos calcular el coste y el resultado mientras vivimos. Debemos pensar en cómo vivir. Para los que hemos nacido de nuevo, vivir por el Señor es fundamental. Pero si contemplamos cómo dar más gloria a Dios, nos dará sabiduría para encontrar respuestas a nuestras preguntas. Si le comentan sus problemas a su pastor, encontrarán más soluciones.
Yo siempre he visto que Dios nos da las cosas materiales necesarias para el ministerio del evangelismo. Sin embargo, debemos pensar en Sus bendiciones y orar mucho para recibir estas bendiciones. Debemos calcular cuántas almas podemos salvar con el dinero que Dios nos da para el Evangelio del agua y el Espíritu. Los siervos de Dios deberían cargar el coste y el resultado de las misiones del mundo y orar para hacer bien esta obra.
Algunos ministros viven mal, mientras que otros viven con afluencias. La diferencia es si se ha calculado el coste y el resultado o no. Los que están preocupados por su condición presente viven con poco, pero los que viven para predicar el Evangelio siempre viven vidas abundantes porque el Señor bendice sus vidas. Por tanto, debemos pensar de nuevo en qué es beneficioso para nosotros. Quiero que recuerden que hay un gran abismo entre la vida planeada con cuidado, con oraciones y con retos, y la vida sin estas cosas. Debemos calcular el coste y el resultado de nuestros planes y tener una meta firme en nuestras vidas. Y entonces debemos aceptar los retos por fe.
 
 

Incluso en un período de depresión podemos vivir por la justicia de Dios

 
Incluso en esta depresión económica hay muchos negocios que pueden proliferar si se planea y se ora. ¿Acaso no han oído que esta crisis puede ser una oportunidad? Algunas personas se hacen ricas con sus negocios y otras fracasan; la diferencia es si se ha empezado el negocio después de haber indagado y planeado. Es cierto para los que no han nacido de nuevo y los que sí. Por eso siempre tenemos que orar. Debemos orar por dinero para nuestra Iglesia. Si intentamos predicar el Evangelio sin oraciones ni retos por fe, ¿cómo puede Dios darnos bendiciones? El Señor es el Dios Creador. Debemos utilizar nuestro cerebro para predicar el Evangelio. Como somos prudentes por Dios y pensamos en Él, veremos buenos resultados.
Si le pedimos dinero a Dios para predicar el Evangelio, Dios nos dará más. Sé que Dios nos dará dinero cuando oremos y lo busquemos por fe. Hoy en día hay muchas personas que se tienen que jubilar prematuramente; les pasa porque no supieron como calcular los costes y los resultados. Los que van a trabajar, hacen su trabajo a media y se van a la cama sin ningún reto, acabarán retirándose prematuramente. En otras palabras, son personas que no piensan en sus vidas con creatividad. Si tuviesen más pasión y pensasen más progresivamente para poder ser apreciados en sus trabajos, esto no les pasaría. Si tienen fe, obtendrán buenos resultados a través de la Iglesia de Dios. Quiero que crean que pueden ser los mejores en lo que hagan cuando aprendan la fe y que sean guiados por los siervos de Dios.
Necesitamos mucho dinero para predicar el Evangelio a la gente de todo el mundo. En este momento, debemos aceptar retos por fe y preparar un gran recipiente para guardar todas las bendiciones de Dios. Espero y oro por que Dios nos ayude a encontrar negocios que necesiten poca inversión y den muchos beneficios. Recibir mucho con poco esfuerzo es el principio lógico de la economía.
En el mensaje de hoy el Señor dice que el hombre no puede servir a dos maestros. Así que es fácil calcular qué es más bendito: servir al Evangelio con Dios y compartir la gloria de Dios cuando vuelva, o ser amigos con el mundo y morir con el mundo. Sin embargo, hay algunos santos que no calculan las inversiones y los resultados de sus vidas. Hermanos y hermanas, nuestra vida no vuelve cuando se ha ido. Solo vivimos una vez así que debemos vivir sin arrepentirnos. No lo olviden. El tiempo pasado no volverá. Es lo mismo que no poder lavarse las manos con la misma agua de un riachuelo que acaba de pasar.
Me voy a desviar del sermón, pero quiero decir que hay un bar llamado Lee Chung Dol cerca de la Iglesia de Chuncheon. No tenía ni idea de lo qué significaba el nombre del bar al principio. Dos meses después me di cuenta de que es un acrónimo en coreano que significa «devuélveme mi juventud». Parece que el dueño del bar echa de menos ser joven. Pero como todos saben, la juventud no vuelve. Es completamente imposible. El tiempo fluye como una corriente de agua y tenemos remordimientos, buenos y malos recuerdos del pasado. El tiempo pasado no vuelve. Por tanto, si una persona se dice a sí misma: «Si hubiese tenido la oportunidad, habría hecho esto» seguramente habrá vivido una vida buena. Cualquier persona siente remordimientos por cosas que podría haber hecho mejor. El tiempo no pasa sin dejar sentimientos de satisfacción o de arrepentimiento.
De todas formas calcularé las inversiones y los resultados de mi estilo de vida aunque Jesús venga en cien años. Les recomiendo lo mismo. El tiempo vuela mientras nos quedamos sentados sin poder hacer nada. Así que tenemos que calcular el coste en todo momento. Los que lo hacen no tienen remordimientos del pasado. Puede que tengan pequeños remordimiento pero no se lamentan de todo lo que les pasó.
Sin embargo, los que viven sin calcular con planes detallados acaban teniendo remordimientos. Deben saber que no hay nada que ganar con una vida que no calcula las inversiones y los resultados y que no tiene una meta de plantar la semilla de la cosecha futura. Los que no viven por fe en la justicia de Dios acabarán teniendo remordimientos. Cuando sean viejos dirán: «Podría haber aprendido y ganado más si hubiese caminado con el Señor por fe».
La fe es la cosa más importante para que los justos vivan una vida satisfactoria. Entonces, ¿qué debemos hacer para tener una fe tan importante? En primer lugar, debemos aprender esta fe de nuestros predecesores de la fe que han tenido la verdadera fe. En otras palabras, debemos seguir sus pasos al dejarnos guiar por estas personas de fe. En un sentido no es fácil vivir por fe. Aunque hemos sido salvados del pecado y hemos sido renovados, la fe no crece sin aprender. Es imposible encontrar a alguien con fe que no pertenezca a ninguna iglesia. La gente que ha dejado la Iglesia de Dios suelen levantarse contra Su Iglesia. No puede evitar vivir una vida con remordimientos cuando dejan la Iglesia. Por tanto, debemos aprender la fe en la justicia de Dios de la gente de fe. Así es como podemos vivir por fe. Debemos intentar vivir por fe orando y aprendiendo.
En la historia del mundo hay muchas personas que intentaron conquistar el mundo y fracasaron. Estos intentos son egoístas e imprudentes. La única cosa que complace a Dios es conquistar el mundo con el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando planeamos algo y llevamos a cabo ese plan, debemos tener la intención de predicar el Evangelio por el mundo por el Señor; de lo contrario no recibiremos ayuda del Señor. Como el Señor nos dijo que buscásemos Su Reino y Su justicia primero, debemos vivir una vida obediente a la obligación de predicar el Evangelio por la justicia de Dios, por la expansión de la Iglesia de Dios, por salvar a las almas y por la paz de todos los hombres. Para predicar al Evangelio, no debemos hacer nada sin planes. Debemos tener planes antes de hacer cualquier tarea.
También tienen que averiguar cuánto más van a vivir y qué deben hace el resto de sus vidas. De lo contrario caerán presa del pesimismo y abandonarán sus vidas. Sin embargo, Dios nunca ha puesto estos límites en nuestras vidas. Dios es el Dios justo que nos da la misma oportunidad para disfrutar Su paz y bendiciones a cualquier persona que tome la decisión correcta.
 
 

Predicaremos el Evangelio este año tanto como lo hemos hecho hasta ahora

 
Hasta ahora, hemos predicado el Evangelio del agua y el Espíritu a 110 países del mundo. No debemos estar satisfechos con esto, sino que debemos intentar, orar y buscar más para predicar el Evangelio a países a los que no ha llegado todavía. Para ellos necesitamos más ministros y más dinero. Así que debemos seguir aceptando la fe en que Dios siempre nos da lo que necesitamos en Su momento. El dinero no crece en los árboles. Solo Dios puede llenar nuestros cuencos vacíos cuando oramos por fe. 2 Reyes 4 describe el milagro del aceite de la viuda. Cuando la viuda y sus dos hijos tomaron prestados cuencos vacíos de sus vecinos obedeciendo las palabras de Eliseo, esos cuencos se llenaron de aceite que salía de la tinaja. Desde ese momento la viuda y sus hijos vivieron bien.
Nosotros también debemos preparar nuestros cuencos antes de pedirle a Dios cosas materiales. Debemos hacer la obra bien en nuestras respectivas posiciones. Dios llenará nuestros cuencos entonces y cuando hagamos juicios justos por el bien del Reino de Dios, y cuando hagamos nuestros planes prudentes. Esto significa que debemos orar siempre y buscar las bendiciones de Dios con nuestras mentes para poder seguir predicando el Evangelio. Sin nuestro conocimiento Dios llenará nuestros cuencos vacíos de repente. El Señor dijo: «Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?» (Mateo 7, 11). Cuando miramos este mundo con los ojos de la fe, podemos decir que multitudes de personas vendrán al Señor cuando vuelva a este mundo.
Ahora es el momento de plantar las semillas del Evangelio. Cuando más semillas plantemos, más cosecha recibiremos. En otras palabras, cuando más predicamos el Evangelio, más bendiciones recibiremos en el futuro. Recibiremos frutos abundantes durante la cosecha. Entonces algunas personas serán las más ricas del mundo, mientras que otras se convertirán en héroes respetados y que brillarán como el sol en el cielo, beneficiando a muchas personas en este mundo.
Hermanos y hermanas, ¿saben quién hace las mayores contribuciones a la raza humana? Los que han nacido de nuevo. Nosotros somos los que estamos haciendo más obras para el beneficio de la raza humana desde que los seres humanos fueron creados. Vivimos por otras personas orando por ellas, mientras que otras personas viven una vida egoísta. No les estoy diciendo que vayan alardeando por ahí, pero en realidad somos las mejores personas y más útiles para Dios. Deberían sentirse orgullosos de haber sido escogidos por Dios con un espíritu humanitario.
Hablemos de qué tipos de contribuciones hemos aportado a la humanidad. Somos ciudadanos modelo que siempre cumplen las leyes de tráfico y pagan sus impuestos. Además ayudamos a las personas que pasan por dificultades. Hay muchas personas que no cumplen las normas básicas de la sociedad, pero somos diferentes. No tenemos ningún plan malvado, sino que oramos por la gente del mundo. Estamos trabajando por la reconciliación entre Dios y seres humanos con la Verdad del Evangelio que da paz a todo el mundo. Vayamos donde vayamos es difícil encontrar a personas que trabajen por el bien de los demás. Recibiremos premios más grandes que el Nobel. El Señor dijo: «Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mateo 5, 10) y los pacificadores recibirán paz.
Somos personas benditas. Creo que Dios nos dará Sus bendiciones por lo que hacemos al Señor. Estaremos bendecidos cuando creamos en Su fidelidad y tengamos fe. Debemos averiguar nuestras metas, métodos y posiciones que nos dé el Señor con todo nuestro corazón y fuerzas hasta que muramos. Entonces Dios añadirá más bendiciones para que podamos ayudar a otras personas.
Estamos con el Señor: debemos decidir servir a Jesucristo como nuestro Señor y ayudar a expandir Su Reino. No debemos esperar recibir bendiciones sin este compromiso ante Dios. Aunque seamos insuficientes, debemos entregar nuestras vidas al Reino de Dios sabiendo que nuestros cuerpos ya no son nuestros, sino que son un instrumento valioso para Su justicia. Cuando servimos de corazón al Señor, Dios estará con nosotros y nos bendecirá.
Por tanto, debemos decidir. Hay una diferencia enorme entre los que han entregado sus corazones a Dios y los que no. Los que sirven al Señor sin estar entregados completamente traicionarán al Señor. Por otro lado, los que se entregan al Señor para servirle solo a Él vivirán para siempre por el Señor en buenas o malas condiciones; ya llueva o nieve. Dios está de su lado. La fe de nuestros corazones es lo más importante. Quiero hacer hincapié en esto. Cuando se decidan y busquen Su ayuda con esta confesión: «Solo tengo un Maestro. Soy siervo de Dios. Viviré por el Señor, mi Maestro» podrán vivir como siervos fieles del Señor. Cuando vivimos así, nuestro Maestro nos glorificará y nos bendecirá.
 
 

Sin embargo, el Señor no reconoce a los que intentan servir al Señor sin decidirse a vivir por Él

 
La gente que vive por otra cosa, le da la espalda a Dios algún día. Por tanto, necesitamos que Dios confíe en nosotros. Podemos hacer la obra del Señor cuando estemos decididos a hacerlo y saltemos todos los obstáculos por el Señor. El Señor nos da más trabajo a los que trabajamos duro. Los que tenemos esta actitud serán amados y bendecidos más por el Señor y debemos recordarlo.
Sin embargo, el Señor está preocupado por los que viven sin entregarse al Señor. Aunque parezcan estar bien de momento, el Señor sabe que al final le abandonarán y estarán en una situación aún peor. Dios puede asegurar a los que están completamente entregados: «Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús» (1 Tesalonicenses 5, 16-18). También les promete: «Te ayudaré y estaré contigo, porque eres Mi siervo aunque seas insuficiente», pero a los que no están entregados, no les dice estas cosas. El Señor también se decide a estar de lado de los que se han decidido a trabajar por Él.
Hermanos y hermanas, estamos sirviendo al Señor. Así que somos sus siervos. Algunas personas piensan que la palabra siervo conlleva algún tipo de privilegio, pero un siervo de Dios es simplemente el que hace lo que el Señor le dice. Si el Maestro celebra una fiesta, el siervo tiene que ir a la fiesta y disfrutar de la comida; cuando hay algo que le molesta al Maestro, tiene que ayudar a resolver el problema. Esto es lo que deben hacer los siervos. Desde el momento en que nos decidimos y nos decimos: «El Señor es mi Maestro y por tanto viviré solo para Él de ahora en adelante», la obra del Señor se convierte en nuestra tarea. Como siervos suyos debemos trabajar para el Maestro y cuidar de Sus posesiones.
 
 

Los siervos de Dios no se cansan cuando hacen la obra de Dios

 
Nuestro cuerpo se cansa, pero nuestros corazones siempre estarán contentos y en paz cuando hagamos la obra de Dios. Hacer la obra de nuestro Maestro es hacer nuestra propia obra. Esto se debe a que somos uno aunque seamos siervos.
En la película Ben-Hur el protagonista vuelve a su casa después de su exilio. Cuando vuelve su casa está completamente en ruinas. En ese momento aparece alguien. Es la hija de su antiguo siervo. Ella lo lleva a un lugar donde se encuentra con el siervo con una pierna cortada. Se entera de que el siervo fue torturado por él y lo lleva a espaldas a su casa. Se enamora de la hija del siervo que se había quedado en la casa.
El siervo de la película nunca culpó a su maestro aunque tuviese que sufrir el dolor de una amputación. Tampoco se lamentó de su destino, ni se quejó de la indiferencia de su maestro. Esta actitud del siervo me movió mucho cuando vi Ben-Hur. Los siervos sufren mucho por los maestros, ya que su vida está atada a la de los maestros; los siervos fieles deben tener la misma actitud del siervo de la película que se entristeció por no haber podido servir a su maestro y que nunca echó en cara su fidelidad cuando volvió. No hace falta decir que los siervos deben compartir el gozo de sus maestros.
De la misma manera en que un siervo cuida de una casa como su trabajo, el siervo de Dios debe vivir por Dios y morir por Dios. Es natural que los siervos sean glorificados y humillados por el maestro. De la misma manera, debemos ser siervos fieles del Señor. Debemos recordar siempre que los asuntos del Señor son nuestros asuntos, que Su gloria es nuestra, y que nuestro Maestro es Jesucristo. Con esta actitud en nuestros corazones podemos hacerlo todo con gozo. Al recordar que todo viene de Dios, debemos regocijarnos siempre, orar sin cesar y darle gracias a Dios. Esta es la mente de un siervo fiel.
Si nos consideramos maestros de nuestras vidas e intentamos hacer las cosas con nuestras propias ideas, no podremos hacer la obra del Señor. Debemos decir siempre lo que tenemos en mente y unirnos con otros santos para no estar aislados. Para dividir la obra de Dios con más eficacia debemos consultar con los siervos de Dios y nuestros compañeros para tomar decisiones basadas en las conversaciones que hemos tenido con ellos.
Los que trabajan con un corazón gozoso por el Señor, hagan lo que hagan, están dedicados al Señor completamente. Estas personas pueden hacerlo todo con un corazón gozoso. Puede parecer costoso trabajar, pero hay que trabajar más por el Señor. Por otro lado, los que se consideran sus propios maestros, toman decisiones por su propio bien. Sin embargo, los siervos del Señor no escogen lo que van a hacer por el Señor, porque lo hacen todo por Él. Sabe que será bendecido para esto en el futuro.
Hay dos tipos de creyentes: los que se convierten en sus propios reyes y los que sirven al Señor como el Rey. Cuando comparamos los corazones de estos dos grupos, vemos que los últimos tienen un corazón con más paz que los primeros. Los que sirven al Señor como su Maestro lo hacen todo por la gloria de Dios, ya coman o beban. Lo hacen todo por la voluntad del Señor, su Maestro. Los siervos fieles de Dios tienen el valor de hacer lo que parece una locura a los ojos de la gente, pero es provechoso para el Señor, el valor de rechazar lo que les parece bien a ellos pero no al Señor.
Hermanos y hermanas, ¿acaso no hemos estado sirviendo al Señor de esta manera? Hemos estado trabajando por el Señor sin cesar. ¿Hemos predicado el Evangelio a 110 países por nosotros mismos? Si hubiésemos trabajado por nosotros, no habríamos predicado el Evangelio en tantos países. Si lo hacemos por nosotros, nos satisface un pequeño logro. Cuando hacemos las cosas por el Señor, nuestro Maestro, queremos hacer cosas más grandes. No tenemos tiempo de disfrutar estos pequeños logros porque tenemos muchas otras cosas que hace. El corazón de un siervo fiel es diferente del corazón de los que quieren ser sus propios maestros. La gente que vive por otras personas y la gente que vive por Dios es diferente.
El ministerio de la Palabra es igual. Los que hacen el ministerio de Dios y los que llevan a cabo sus tareas pastorales están en situaciones diferentes. Como sus metas son diferentes, los resultados son diferentes. Los comienzos parecen similares, pero cuando surge un problema, cada grupo tiene diferentes maneras de llevar la situación. Los que sirven a Dios como su Maestro pueden reconocer cuando están equivocados, arrepentirse y volver al lado de Dios. En el momento de tomar decisiones, siempre están al lado de Dios. Pero los que no están entregados pueden traicionar al Señor y buscar su propio bien. Por eso estar comprometido de corazón es tan importante cuando se sirve al Señor.
Los que ponen sus corazones en Dios pueden decir: «Entregaré mi vida y viviré por Dios. Vale la pena porque el Evangelio es tan precioso y ayuda a la gente. Así que trabajaré por el Señor y viviré por Él de todo corazón». Dios ama a los que tienen esta fe. ¿Va a cuidar Dios de estos siervos fieles? Por tanto, debemos ser siervos fieles. De hecho, todo el mundo debe convertirse en un siervo fiel del Señor.
Pero no hay muchos siervos fieles de Dios. Necesitamos verdaderos siervos y no meros siervos. Cuando entregamos nuestros corazones a Jesucristo y vivimos por Él, Dios hace cosas maravillosas a través de nosotros. Por mucha gente que siga al Señor, si no está comprometida, es inútil para el Señor. No le sirve de nada a Dios. Se irán cuando vean venir problemas. Sin embargo, un siervo fiel de Dios no tiene miedo de nada en este mundo. Podemos hacer lo mismo; podemos arrojar la Verdad al mundo.
No debemos servir a dos maestros, sino al único Maestro. Debemos dedicar nuestros corazones al Señor. Debemos dedicarlos por muy difícil que sea. Sé que Dios arreglará las cosas cuando le dediquemos nuestro corazón.
Hermanos y hermanas, debemos vivir por fe. Y debemos vivir como siervos de la fe. Somos los siervos del Reino de Dios. Los siervos de Dios son muy felices. No son siervos corrientes que trabajan para la gente del mundo, sino que son siervos de Cristo. Como saben todos, hay personas que son esclavas de otras personas. Debemos reírnos de estas personas. A quién servimos como nuestro maestro nos pone en una situación diferente. Servimos al Maestro, que merece nuestra dedicación. Y merece mucho más que eso. Es una gran bendición tener un Maestro tan grande. Somos personas benditas.
Benditos los que no se arrepienten de sacrificarlo todo para servir al Señor. Vale la pena ser un siervo del Señor. Por el contrario, los que sirven a maestros inútiles son patéticos. Nuestro Maestro es el único Señor. Yo sé que Dios nos ayudará y obrará a través de nosotros cuando dediquemos nuestros corazones a predicar el Evangelio diligentemente y a hace la obra del Señor. Él nos ayudará. Todo lo que tenemos que hacer es buscar, pedir y llamar por fe y preparar nuestros cuencos. Y debemos continuar por fe. Dios nos ayudará y lo cumplirá todo a través de nosotros con Su poder mientras buscamos Su ayuda. Sé que esto es verdad. Creo que todos ustedes seguirán en la fe.
Hermanos y hermanas, debemos vivir por fe. Debemos entregar todas nuestras preocupaciones al Señor y vivir como Sus siervos. En otras palabras, podemos servir al Señor como nuestro único Maestro. Sé que nos dará vida, paz y bendiciones cuando le sirvamos como nuestro Maestro de todo corazón. Quiero terminar este sermón con acción de gracias al Señor.