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Tema 27: Cartas de Dios para nosotros en la era del Coronavirus

[27-7] Jesucristo nos ha vestido en gloria (Marcos 2:1-12)

(Marcos 2:1-12)
«Entró Jesús otra vez en Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba en casa. E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra. Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones: ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios? Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa».
 


La poderosa palabra que no puede ser pronunciada por nadie más que Dios


Acabamos de leer el capítulo 2 de Marcos como el pasaje de las Escrituras de hoy y aquí podemos ver que las personas estaban maravilladas por lo que Jesús le hizo al paralítico. Jesús estaba hospedado en una casa en Capernaúm, y cuando las noticias se propagaron de que estaba allí, una gran multitud se reunió allí y la casa estaba rebosando de gente. Y allí también estaba pasando algo más. Ocurrieron sucesos extraños e incomprensibles en el tejado de la casa donde estaba hospedado Jesús: cuatro hombres estaban trabajando para quitar el tejado de la casa y poder bajar al paralítico en su cama dentro de la casa. Para la gente que contemplaba esta escena, quitar el tejado de la casa de una persona y bajar al paralítico hasta Jesús no tenía ningún sentido, pero seguramente lo encontraron muy interesante. A medida que la gente empezó a sentir curiosidad, la atención de todos se centró en Jesús. 
El paralítico fue llevado hasta Jesús en su cama por el tejado, y el versículo 5 dice: «Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados» (Marcos 2:5). Cuando el paralítico fue descendido por el tejado, Jesús vio la fe de los cuatro hombres que lo habían traído y dijo: “Su fe es grande”. Jesús elogió a los cuatro hombres que bajaron al paralítico del tejado porque vio su fe. Y al paralítico le dio la poderosa Palabra de la remisión de los pecados, diciendo: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Al escuchar lo que Jesús estaba diciendo muchas personas se reunieron allí y empezaron a pensar que era bastante arrogante. Se centraron en averiguar si Jesús podría sanar al paralítico, pero Jesús dijo inesperadamente: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Así que en su corazón surgieron pensamientos malvados y quisieron discutir con Él. 
Se quedaron completamente sorprendidos al escuchar a Jesús decir al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Pensaron para sí mismos: “¿Qué? ¿Acabas de decir que sus pecados han sido perdonados? Solo Dios puede perdonar los pecados de las personas, ¿cómo puede un mero hombre atreverse a perdonar los pecados de alguien? De esta manera, sus corazones se levantaron contra Jesús. Esto se debe a que no creyeron que Jesús fuera Dios y por tanto, en el momento que le escucharon decir esto, en sus corazones surgió un deseo malvado de levantarse contra Él. 
Aunque los judíos en la antigüedad creyeron todos en Yavé Dios, había diferentes sectas. Una secta creía en la Palabra de Dios de manera literal, mientras que otra secta, aunque creía en Dios, aceptaba y rechazaba Su Palabra dependiendo de si se podía entender con la razón. Los que pertenecían a esta última secta estaban presentes y cuando escucharon lo que Jesús le dijo al paralítico, pensaron para sí mismos: “¡Vaya! ¡Está diciendo tonterías!”. Esto se debe a que habían entendido y creído todo este tiempo que solo había un Yavé Dios, pero ahora estaban en esta escena en la que se les presentaba la opción de reconocer a otro Dios. 
De esta manera, hoy en día hay muchas personas que solo están de acuerdo parcialmente con el hecho de que Jesús es Dios o que lo rechazan por completo. Incluso los teólogos de hoy en día creen en la Palabra de Dios solo si pueden entenderla con su mente, o de lo contrario la rechazan. Por todo este mundo los teólogos y pastores que dicen creer en Jesús como su Salvador están divididos por esta cuestión de la divinidad de Jesús. Esto se debe a que las personas de estos días no entienden que Jesús es el mismo Dios que Su Padre. 
Fundamentalmente, Jesucristo es el Creador Dios mismo que vino a este mundo encarnado en un hombre para salvar a todos los pecadores de sus pecados. Es el mismo Dios Todopoderoso que Su Padre y es el Dios que vino a este mundo según la voluntad de Su padre y eliminó adecuadamente todos los pecados de los pecadores. Debemos entender esto correctamente. 
Rodeado por una multitud, Jesús recibió ataques espirituales de Sus enemigos que no podían creer que fuese Dios mismo que había venido a la tierra a buscarlos. Al ver que estaban razonando así en su corazón, Jesús les dijo en el versículo 8: «¿Por qué caviláis así en vuestros corazones?». Sorprendidos por lo que estaban viendo, los escribas inventaron razones en su mente, preguntándose: “¿Es esto posible?”. Pensaron: “¡Lo que dicen no tiene ningún sentido! ¿Cómo puede un hombre decir que puede perdonar los pecados? ¿No es solo Dios quien puede perdonar los pecados?”. 
En su corazón estaban en contra de Jesús pensando que Jesús era arrogante. En su mente y corazón se oponían ferozmente a Jesús. Intentaban encontrar su propia respuesta a la pregunta que se estaban haciendo en su mente y corazón. Cuando se trata de la cuestión de la fe, algunas personas intentan razonar acerca de ello y negarse a creer si no tiene sentido: “¡Vaya! Esto no tiene sentido”. Pero hay otros que creen, diciendo: “¡Vaya! Esto tiene sentido”. De esta manera, la mayoría de las personas tienen una conversación consigo mismas en su corazón y sus pensamientos. De cualquier manera, Jesús les dijo a los escribas sabiendo lo que había en sus corazones: «¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa» (Marcos 2:3-12). 
 


«Hijo, tus pecados te son perdonados»


Jesús le dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». No solo dijo esto Jesús, sino que también le dijo al hombre que había estado paralizado durante muchos años: «Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa». Este pasaje demuestra muy bien el poder de Jesucristo a todos los que creemos en Dios en la actualidad. Jesucristo es el Hijo de Dios que vino a este mundo. El pasaje revela claramente que Jesucristo vino a este mundo como el Mensajero de la justicia para tratar los pecados de la humanidad y sus maldiciones. Jesucristo vino a este mundo como el Mensajero de la justicia para expulsar el poder de Satanás y salvarnos a los seres humanos que habían sido atacados por el Diablo; y ahora estamos en el momento en el que debemos recibir las bendiciones de la salvación al creer en esta obra de Jesucristo. Aunque Jesús es el Hijo de Dios, debemos darnos cuenta ahora que Él es fundamentalmente Dios para nosotros. La Palabra de poder que Jesús le dio al paralítico y nos está diciendo a nosotros ahora («Hijo, tus pecados te son perdonados») demuestra la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu con la que Jesucristo nos ha bendecido a todos los seres humanos. 
La Palabra bendita que Dios nos ha dado en este mundo es la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Sean quién sean y sin importar los pecados que hayan cometido, deben creer que Jesucristo, Dios mismo, les ha salvado al cargar con sus pecados a través de Su bautismo y al ser crucificado. Deben creer en la Palabra de Dios Todopoderoso que dice: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Las bendiciones de Dios de la remisión del pecado entrarán entonces en sus corazones. Dios Padre nos ha dado estas bendiciones a los que creemos en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu a través de Su Hijo. Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu creemos que lo que el Hijo de Dios hizo cuando vino a este mundo para salvar a la humanidad de todos sus pecados y maldiciones para siempre es la obra de Dios. 
Si un paralítico se nos acercase y nos pidiese que le curásemos, sería casi imposible que le sanásemos físicamente. Sin embargo, si la gente de este mundo manchado por los pecados se nos acercase, podríamos salvarla de la prisión de sus pecados al predicarle la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu porque creemos en la poderosa Palabra de la salvación. Al predicarles la poderosa Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu podemos compartir la fe que trae las bendiciones de Dios. Claramente, los justos podemos salvar a todos los pecadores de este mundo a través de la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado y somos los mensajeros que pueden predicar la Palabra bendita de la remisión de los pecados con autoridad. 
 


La gente nace con un deseo rebelde de levantarse contra Dios


La bendición poderosa que Dios le dio al paralítico en el capítulo 2 de Marcos es la Palabra bendita de la salvación que Dios nos ha dado hoy. Como Adán, nuestro antepasado, cayó en el engaño de Satanás y se convirtió en enemigo de Dios con el Diablo, todos los seres humanos se convirtieron en pecadores. Por tanto, empezando con Adán, todos sus descendientes nacieron con un corazón pecador y con maldiciones. Nacimos de nuestros padres de la carne y somos todos descendientes de Adán. Todos los seres humanos que viven en este mundo ahora ya fueron infectados con la enfermedad del pecado desde el día que nacieron. Por tanto, todo el mundo comete todo tipo de pecados mientras vive en este mundo. Aunque la gente no quiere pecar, es incapaz de no pecar aunque no quieran. Esto se debe a que el día en que nacieron como seres humanos, todos nacieron como esclavos del pecado. 
Por tanto, todos los seres humanos están más cerca de Satanás, el enemigo de Dios. No es una exageración decir que la gente que nació en este mundo está en comunión con Satanás, el enemigo de Dios, en su corazón. Esto se debe a que la gente nace con un corazón pecador en este mundo y este desea rebelarse contra la voluntad de Dios. Nosotros somos estas personas ante Dios y somos los seres humanos los que cometemos todo tipo de pecados en nuestra vida como esclavos de Satanás. Todos los seres humanos, es decir, todos los descendientes de Adán, viven con su corazón en unión con el enemigo de Dios. Por tanto, los seres humanos están cercanos a Satanás, no solo en su corazón, sino también en sus pensamientos e incluso acciones. Todos los seres humanos están destinados a tener comunión con Satanás, cometer multitud de pecados desde el día en que nacen hasta que mueren y a ser arrojados al infierno al final para pagar la condena de sus pecados. Así que les pido que unan su corazón y crean en el Evangelio del agua y el Espíritu, que es el amor de Jesucristo y Su obra de salvación. La Palabra de Dios poderosa y bendecida descenderá sobre ustedes como bendición. 
Desde que dejaron que sus corazones se uniesen con el ángel caído, los seres humanos han estado más cerca del enemigo de Dios y no de Dios, sus padres, cónyuges, hijos o seres queridos. Esto define la condición humana. Incluso sin quererlo, el corazón, los pensamientos y las acciones de los seres humanos son influidos por el enemigo de Dios, Satanás. Precisamente porque todos los seres humanos están viviendo bajo la influencia del enemigo de Dios, están viviendo con remordimientos. Como toda la raza humana nació en este mundo en este estado, la vida de las personas está gobernada por Satanás y viven con este miedo. No debemos olvidar que todos nacimos destinados a tener comunión con el enemigo de Dios con el corazón y los pensamientos. La única manera de escapar de este destino es mediante la “fe”. Esta fe trata de volver a Dios, el Salvador, y creer en la obra justa de Jesucristo como nuestra salvación. No hay otra manera. Sin esta fe todas las vidas acabarán arrepentidas por no haber creído y haberse arrepentido. Muchas personas intentan vivir una vida recta, diciéndose a sí mismas cuando pecan: “No debería pecar. No debería vivir así. Debería vivir con justicia”. Sin embargo, como ya estaban destinados a nacer bajo el dominio del enemigo de Dios, no pueden vivir sus vidas como quieren. 
Las víctimas de infartos cerebrales sufren de parálisis porque su cerebro no funciona bien. Los brazos, piernas o caras se quedan paralizados y no pueden mover el cuerpo cuando quieren. Por ejemplo, algunos pacientes que han sufrido infartos cerebrales pierden la coordinación mano-ojo porque no pueden controlar los movimientos de las manos y llevarse la cuchara a la boca. Este es un solo ejemplo de los muchos retos a los que se enfrentan los paralíticos. Los que son paralíticos espirituales se encuentran con problemas parecidos ya que piensan por su cuenta que deben comportarse correctamente, pero en realidad acaban comportándose de manera muy diferente de lo que piensan. 
Hace poco mencioné que el día en que nacimos en este mundo nacimos con un deseo de levantarnos contra Dios. Esto explica por qué hacen lo que hacen. Aunque deseen vivir una vida inocente bajo el cielo, en realidad todo el mundo vive una vida sin sentido que está lejos de lo que Dios quiere de nosotros. 
Se dice a menudo que los ingleses son caballeros. Pero ¿quién es en realidad un caballero a los ojos de Dios? Un verdadero caballero es alguien que tiene modales y sentido común incluso cuando nadie está mirando. Cada hombre quiere ser un caballero delante de los demás, pero nadie vive esta vida en realidad. La Biblia dice que todos los seres humanos nacieron como víboras desde que nacieron en este mundo, y por tanto no pueden evitar cometer todo tipo de pecados en sus vidas. Debemos descubrirnos a nosotros mismos por la Palabra de Dios y regresar a Él. Cuando creemos en la obra de la salvación que Jesucristo ha hecho por nosotros y regresamos a Dios, la salvación está a nuestro alcance. 
Todos los seres humanos nacen en este mundo con los siguientes pecados. Nacen con el pecado de deshonrar a sus padres. Nacen con un deseo arraigado de odiar a sus hermanos y hermanas y engañar a los demás. Por eso acaban cometiendo pecados. Cuando estas personas se unen a alguna religión mundana, intentan por todos medios aparentar que están viviendo una vida muy recta ante los demás. Tienen muy buenos modales y son amables. Sin embargo, cuando están solos, podemos ver cómo sus pecados rebosan, y esta es su verdadera naturaleza. 
 


Debemos escuchar la poderosa palabra del Salvador


Cuando el paralítico se acercó a Jesús, gracias a la ayuda de sus amigos, Jesús le dijo: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Esto es lo que Jesucristo, nuestro Dios, nos está diciendo a todos nosotros en la actualidad. El Señor vino a este mundo para tomar nuestros pecados, es decir, los pecados del mundo, a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, cargó con la condena de los pecados al ser crucificado y así eliminó todos nuestros pecados para siempre. Como Jesús aceptó los pecados de la humanidad para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista, fue crucificado mientras cargaba con los pecados de este mundo, derramó Su sangre hasta morir, se levantó de entre los muertos de nuevo y ahora está sentado a la derecha de Dios Padre. Y ahora Jesús quiere convertirse en el Señor de la salvación para todos los que creen en Su bautismo justo y Su sangre en la Cruz. Así que, incluso en este mismo instante, Jesús es el Dios de la salvación para los que creen en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y está ofreciendo Su gracia de salvación a todos estos creyentes. 
Las personas son pecadoras porque nacieron en este mundo con doce tipos fundamentales de pecados. Para la humanidad, Jesucristo es el Dios que llevó a cabo la obra de la salvación para salvarla de sus pecados. Jesucristo es fundamentalmente el Dios Creador para nosotros. Jesucristo es el Creador del universo, y es el Salvador que nos ha salvado a todos los pecadores de todos los pecados del mundo para siempre. Jesucristo es el Sumo Sacerdote del Reino de los Cielos y es el verdadero Dios y verdadero Salvador para todos los que vivimos en este mundo y creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. 
Jesucristo es Dios mismo para todas las criaturas y es el Rey de todos. Y este Dios es el verdadero Pastor para todas Sus criaturas. Jesucristo es también el Rey de todas las cosas. Es el Salvador que nos ha librado de todos los pecados del mundo para siempre. En este mundo solo hay un Salvador, Jesucristo, que nos ha salvado de nuestros pecados. Como Jesucristo nos ha dado Su misericordia de salvación a todos los seres humanos, todo el mundo puede ser liberado de todos los pecados del mundo. Es Jesucristo quien nos ha salvado de los pecados del mundo y solo Jesucristo pudo lograrlo. Jesucristo nos ha dado esta gloriosa salvación por nuestra fe. Jesucristo ha completado la salvación de la humanidad personalmente con la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. 
¿Puede alguien en este mundo limpiar sus propios pecados? No, nadie puede lograrlo. ¿Quién puede eliminar sus propios pecados? ¿Quién podría limpiar sus propios pecados? Los que siguen las religiones de este mundo intentan eliminar sus pecados por su cuenta, pero no podemos eliminar ni una pizca de nuestros pecados si no creemos en la obra de la salvación que Jesucristo ha hecho por nosotros. Solo al creer en la Verdad de la salvación que Jesucristo completó cuando vino a este mundo podemos eliminar nuestros pecados para siempre. Como los seres humanos no pueden comprender la Verdad que elimina sus pecados por su cuenta, es decir la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, solo pueden ser salvados si conocen a los que ya han sido salvados de sus pecados al encontrar la justicia de Jesucristo. La salvación está solamente a su alcance cuando escuchan la verdadera fe de los que ya han encontrado el Evangelio del agua y el Espíritu y creer en él. 
Cuando leemos 2 Reyes 5 vemos que el General Naamán, comandante del ejército de Siria, quien tenía lepra, visitó a Eliseo, el siervo de Dios en Israel para ser sanado de su enfermedad. Para conocer a Eliseo, Naamán primero tuvo que conocer al rey de Israel y le pidió que le sanase de su lepra. El rey de Israel se quedó estupefacto. Antes de buscar a Eliseo, el siervo de Dios, el General Naamán seguramente vio a multitud de médicos en Siria para sanar su lepra. Pero su enfermedad no mejoró para nada. Lo que debemos entender aquí es que la enfermedad del pecado que plaga a la humanidad se debe al hecho de que han unido sus corazones con el enemigo de Dios. Las enfermedades y la muerte son el resultado de levantarse contra Dios con Su enemigo. 
 
 

Todas las maldiciones empiezan al unirse con el enemigo de Dios


Cuando el primer hombre vivía con Dios en el Jardín del Edén, Dios le ordenó con Su Palabra: “No comas del árbol del conocimiento del bien y del mal que está en medio del jardín. Si comes de él, morirás seguro”. Pero Adán, el primer hombre, fue tentado por la serpiente y acabó convirtiéndose en enemigo de Dios al comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal contra la prohibición estricta de Dios. Como resultado fue expulsado del Jardín del Edén que Dios hizo. Así que los seres humanos pueden eliminar sus pecados solo si regresan a Dios, su Creador. Sin regresar a este Dios, el Creador de la humanidad, nadie puede eliminar sus pecados. Cuando los pecadores intentan eliminar sus pecados al confiar en las religiones del mundo, pueden decir que sus pecados se han eliminado temporalmente. 
Sin embargo, para eliminar completamente todos sus pecados para siempre, deben regresar al Evangelio del agua y el Espíritu que constituye la justicia de Jesucristo y limpiar sus pecados con fe. De lo contrario, intentar eliminar los pecados sin la justicia de Jesucristo es todo en vano por mucho que lo intenten. ¿A quién debe ir la gente para eliminar sus pecados? Por supuesto, deben ir al Salvador de la humanidad, Jesucristo, y creer en Su justicia. Sean quiénes sean, todos deben eliminar sus pecados al creer en la justicia de Jesucristo. Cuando el paralítico de este pasaje fue llevado ante Jesús, sus pecados fueron eliminados por la poderosa Palabra de Jesús que perdonó sus pecados. De la misma manera, todos nosotros en la actualidad debemos eliminar nuestros pecados al creer en la Palabra de la remisión de los pecados que Jesucristo nos ha dado. 
Después de decirle al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados», Jesús le dijo: «Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa». De la misma manera en que habló Su Palabra de la remisión de los pecados al paralítico en el pasaje de las Escrituras de hoy, nos está dando la gracia de la remisión de los pecados a todos los que creemos en Su Palabra de la remisión de los pecados. Dios es quien hizo que los seres humanos naciésemos en este mundo. Aunque nuestro antepasado pecó debido a sus debilidades, al final Dios hizo que fuésemos salvados de todos los pecados del mundo, nos convirtiésemos en Su propio pueblo y nos bendijo para entrar en el Reino de los Cielos. Al haber salvado a los pecadores de esta manera de todos sus pecados, el propósito para nosotros es predicar la justicia de Dios y entrar en Su Reino al final. En otras palabras, el propósito de Dios para nosotros es convertirnos en Sus propios hijos y bendecirnos para vivir en Su Reino como sus propietarios. 
El paralítico tomó su cama y regresó a su casa, pero nuestro deber, como personas que han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, es difundir la justicia de Dios hasta que entremos finalmente en Su Reino. ¿No es esta una bendición gloriosa que Dios tiene guardada para nosotros? Esta bendición gloriosa fue planeada y cumplida por Jesucristo, Dios Padre y el Espíritu Santo. Esta obra maravillosa y bendita de gloria no es algo que ningún ser humano puede lograr. El plan glorioso de Dios para nosotros se encuentra en la salvación del Evangelio del agua y el Espíritu que Jesucristo cumplió cuando vino a este mundo. El propósito de Dios es bendecirnos para disfrutar la vida gloriosa que ha preparado para nosotros. Para librar a la humanidad de Satanás y darle la vida eterna, Cristo, Dios mismo, vino a este mundo. 
 


Nuestro Señor nos está diciendo que vivamos por fe en la gloria de Dios


El Señor nos ha dado un mandamiento para nuestras vidas en este mundo: cumplir meticulosamente con la meta de difundir el glorioso Evangelio de Dios por todo el mundo. Al habernos salvado de los pecados de este mundo para siempre, Jesucristo ha hecho que los salvos vivan por la gloria de Dios mediante la fe. Y la providencia del Señor es llevarnos a Su Reino cuando llegue el momento de vivir felices para siempre. El propósito de Dios es llevarnos a los creyentes en el Evangelio del agua y el Espíritu a Su Reino y dejarnos disfrutar la gloria y vivir con Él para la eternidad. Cuando llegue ese momento, los ángeles de Dios nos servirán. Esto, queridos hermanos, es el amor y el propósito de Dios para nosotros. Creo que el propósito de Dios para mí y para ustedes es una gloriosa bendición para nosotros. Dios ha hecho todas estas cosas solo para nosotros. 
Crecí siendo un niño curioso que se preguntaba muchas cosas en la vida. Un día me pregunté: “¿Para qué nací? ¿Cuál es el propósito de la vida?”. Entonces empecé la escuela primara y había un anciano en el vecindario que me adoraba. Solía malcriarme, pero un día murió. Vi la procesión de su funeral, con los portadores llevando a sus hombros el ataúd y lamentando su muerte. Yo estaba muy apegado a él y seguí la procesión hasta el cementerio preguntándome dónde iba. Allí se había cavado la tumba donde se metió el ataúd. Al día siguiente fui a visitar su tumba de nuevo. La tumba se hizo siguiendo la práctica tradicional de entierro en Corea, con un montón de tierra cubierto de hierba. Subí a la tumba y pensé: “Solía malcriarme, pero ahora está enterrado aquí. Hace unos días estaba jugando conmigo. ¿Por qué lo han enterrado aquí?”. Como era demasiado pequeño para entender la muerte, a través de esta experiencia la asocié con el entierro. Pensé: “¿Qué significa esto? ¿Qué me pasará cuando termine la escuela y sea viejo? ¿Dónde iré? ¿No acabaré también en una tumba? Supongo que yo también acabaré en una tumba. Solo es cuestión de tiempo. Todo el mundo muere y la única diferencia es el tiempo”. Al final, todo pecador acaba de la misma forma: muerto. A través de la muerte y entierro de mi vecino, quien me adoraba, me di cuenta de que yo también moriría al final. 
Cuando era pequeño tenía una aspiración para mi vida en este mundo. Quería vivir una vida sin culpa para que, cuando mirase al cielo, no tuviera absolutamente nada de lo que estar avergonzado bajo el cielo. Sin embargo, a medida que crecía y me hice un adolescente, me vi cambiando poco a poco. A medida que mi naturaleza verdadera se revelaba, me di cuenta de que era un desastre. Cuando era pequeño, durante un tiempo pensaba que las chicas ni siquiera iban al baño. No sé por qué pensaba esto. Sabía que todo el mundo era más o menos igual, pero había cosas que no entendía. Parecía que las chicas eran tan educadas y no hacían nada malo, pero yo era un pillo y hacía muchas cosas malas. Así que pensé: “Soy el único niño malo”. A medida que pasó el tiempo y crecí, empecé a ver que cometía más pecados. 
Es natural que nadie pueda ver su naturaleza pecadora. Para darnos cuenta de nuestra naturaleza pecadora, debemos entrar en la Palabra de Dios escrita, y solo entonces podremos ver quién somos de verdad. Dios está diciendo a todos los seres humanos y pecadores: “Como el paralítico, aunque quieras hacer el bien, sois pecadores incapaces de hacer el bien. Por eso os he dado la salvación de la remisión de todos los pecados”. Jesucristo, Dios mismo, quien vino a este mundo encarnado en un hombre, le dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». De esta manera, para llevar la remisión de los pecados a mucha gente, debemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Incluso ahora, Jesucristo está haciendo todos los preparativos para llevar a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu al Reino de Dios. Al haber preparado Su Reino, ahora Dios quiere que vivamos con los creyentes del Evangelio del agua y el Espíritu. Pero, como todavía hay muchas personas en este planeta tierra que no han recibido la remisión de los pecados, Dios quiere que difundamos este Evangelio a todos los que todavía no creen en él antes de ir al Reino de los Cielos. Dios ya ha preparado un lugar para nosotros, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. 
Dios es un Dios glorioso para nosotros. Jesucristo nos ha dado bendiciones maravillosas de salvación a todos nosotros. Nosotros pensábamos que, una vez nacimos en este mundo, todos vivimos una vida sin sentido y todo se acaba cuando el cuerpo muerte. Aunque todos sabíamos lo que era correcto, éramos incapaces de practicarlo porque teníamos muchas debilidades. No podíamos evitar cometer multitud de pecados el resto de nuestra vida. Los pecados que ya habíamos cometido eran más que suficientes para merecer el infierno, y los pecados que cometeríamos en el futuro eran también más que suficientes para llevarnos al infierno. 
Por tanto, era imposible que recibiésemos la remisión de los pecados al creer en cualquier religión del mundo y nos dimos cuenta de que solo podíamos eliminar nuestros pecados al creer en el amor justo de Dios. Por tanto, era imposible recibir la remisión de nuestros pecados en nuestro corazón. Sin embargo, nuestro Dios vino a este mundo encarnado en un hombre, aceptó todos los pecados del mundo para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista, murió en la Cruz mientras cargaba con estos pecados, se levantó de entre los muertos de nuevo y así nos ha salvado a los creyentes. Incluso en este mismo instante, el Señor nos está diciendo a través del Evangelio del agua y el Espíritu: “Hijo, tus pecados te son perdonados”, y nos ha dado la convicción de la verdadera salvación. El objetivo del Señor es llevarnos a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu a Su Reino y esto es para la gloria de Dios. 
De esta manera, Jesucristo es el Dios que ha hecho la maravillosa obra de la salvación para nosotros. No hay nadie en este mundo que nos haya bendecido tanto como Jesucristo, quien vino a la humanidad por la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Quién nos ha librado a los pecadores de todos los pecados del mundo y nos ha hecho hijos de Dios? El que nos ha salvado así, nos ha bendecido así y nos ha dado tanta gracia así no es otro que Jesucristo. Fundamentalmente, todos nacimos con un destino maldito de ser arrojados al infierno por nuestros pecados. A pesar de esto, mucho antes de que Dios nos hiciera Sus criaturas, mucho antes de pecar, y mucho antes de que nuestras vidas en este mundo fueran tristes y estuvieran atormentadas por nuestros pecados, Dios ya lo sabía todo sobre el destino al que nos enfrentaría. Así que, como Dios nos amó tanto, vino a buscarnos a través del Evangelio del agua y el Espíritu, nos encontró y nos dijo: “Hijo, tus pecados te son perdonados. He eliminado todos tus pecados para siempre con la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu”. Y nos está bendiciendo a Sus creyentes, diciendo: “Te llevaré a Mi casa. A medida en que vives tu vida en este mundo, si vives por fe en Mí y Mi Palabra, cumpliré todas tus esperanzas y sueños”. 
Mientras vivimos en este mundo debemos pensar solamente en la justicia de Dios. Dios solo nos ha salvado de los pecados del mundo. ¿Qué tipo de Dios es nuestro Dios? Debemos recordar que es el Dios que nos ha dado maravillosas bendiciones. Debemos creer en Su amor justo. Debemos darnos cuenta de que nuestro Dios es el Dios que nos ha dado las maravillosas bendiciones del Cielo. Jesús dijo: «Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (Juan 8:32). Mis queridos hermanos, Dios ha resuelto todos los problemas de nuestra vida, incluyendo el problema de nuestros pecados. Este Dios nos ha dicho: «Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa». Si creemos en la Palabra justa de Jesucristo, todos los sueños de nuestro corazón se cumplirán. Para que esto ocurra, debemos creer que Jesucristo es Dios mismo para toda la humanidad. ¿No están de acuerdo con esto? ¡Por supuesto que sí!
 

Si han sido salvados de sus pecados, vivan con su corazón unido a Dios

Hemos sido salvados de todos nuestros pecados al creer de corazón en el Evangelio del agua y el Espíritu predicado por la Iglesia de Dios. Aunque estamos esparcidos por todo el mundo, si apoyamos el ministerio del Evangelio y predicamos el Evangelio con lealtad en nuestra vida, recibiremos las bendiciones de Dios. El Evangelio del agua y el Espíritu es la vestimenta de la salvación que Jesucristo ha hecho para nosotros. Sean quién sean, si la gente cree de corazón, será salvada de sus pecados y recibirá las bendiciones de Dios para convertirse en hijos y trabajadores Suyos. Dios no discrimina como si amase a ciertas personas y odiase a otras. Si reconocemos a Dios, nos aseguramos de que nuestros corazones están de Su lado y nos unimos con Su Iglesia por fe, Dios cumplirá todas las esperanzas y sueños de nuestro corazón paso a paso. Jesucristo, nuestro Dios, desenredará y resolverá todos los problemas a los que nos enfrentamos uno a uno y nos bendecirá en todo momento. Nuestro Dios bendice a los que trabajan a Su lado. 
Ahora que creemos en la justicia de Dios, debemos hacer lo que complace a Dios. Puede que se pregunten: “Fue fácil creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, ¿por qué dices ahora que necesito vivir una vida de fe?”. Esto es lo que digo. Es precisamente porque la vida en este mundo es tan dura que debemos vivir por fe. Dios dijo: «Los justos vivirán por fe» (Romanos 1:17). Los justos deben vivir por fe solamente. ¿Qué es lo que quieren? ¿Están contentos con aceptar el Evangelio del agua y el Espíritu por fe y lograr su salvación solamente o también quieren vivir el resto de sus vidas por fe en la Palabra de Dios ahora que han sido salvados de sus pecados? Ya sea recibir las bendiciones de Dios o llevar a cabo Su obra mientras viven en este mundo, es posible solo al creer en la Palabra de Dios. 
Todo no se acaba solo porque hayamos sido salvados de los pecados del mundo por fe y vayamos a entrar en el Cielo por fe. Los que se han convertido en justos deben también servir a la obra de Dios en este mundo antes de entrar en el Reino de los Cielos. Los justos tienen el deber y el llamado de predicar el Evangelio. Si los justos no se someten a esta voluntad de Dios, entonces no habrá bendiciones terrenales para ellos. Por el contrario, su desobediencia vendrá seguida de las maldiciones de Dios. Los justos deben obedecer la voluntad de Dios con gozo. Solo entonces podrán ser ungidos con bendiciones por su fe y obediencia. ¿Deberían buscar la felicidad terrenal por su cuenta ahora que han sido salvados de sus pecados? ¡No, por supuesto que no! Nuestra felicidad también se encuentra en la fe y se logra cuando creemos en Dios y Su Palabra. Todas las bendiciones que Dios está concediendo a los justos solo se reciben cuando viven por fe y obedecen Su Evangelio y voluntad. 
Mírenme a mí. Además de la hora del sermón estoy ahí con ustedes trabajando duro para predicar el Evangelio y apoyar su ministerio. Llevo a cabo la voluntad de Dios por fe en mi vida diaria, preparando el recipiente de Sus bendiciones por fe. Preparo mi recipiente de bendiciones, diciéndole a Dios: “Señor, dame bendiciones abundantes para llenar este recipiente”. Cuando preparo el recipiente bendito de la fe, me gusta preparar uno grande. No me gusta preparar uno pequeño. Como estoy trabajando de todas maneras, lo hago por todo lo alto para que Dios nos dé bendiciones abundantes. Preparo un recipiente de fe grande en mi corazón para que podamos ayudar a los que no tienen nada que ver con nosotros. Cuando preparo un recipiente de fe, Dios se asegura de llenarlo con bendiciones sin falta. Entonces comparto las bendiciones de Dios con muchas personas junto con la Palabra de Dios. Esto es lo que significa tener fe en Dios y obedecer Su voluntad. Las bendiciones de Dios vendrán sin falta. 
Sin embargo, antes de llegar a ese momento, debemos sufrir mucha persecución y sufrimiento y debemos vencer por fe en Dios. Cuesta mucho dolor y sufrimiento recibir las bendiciones de Dios. Si queremos vivir creyendo en Dios y Su Palabra, debemos preparar un recipiente limpio de fe. Esto se debe a que Dios mismo obra en nosotros. Dios es un Dios maravilloso. Si estamos contentos con tan solo ser salvados de nuestros pecados y vivimos por nuestra cuenta y a nuestra manera en vez de vivir por fe, estaremos alejando las bendiciones de Dios. Dios está pidiendo a todos los que han sido salvados de los pecados de este mundo que vivan por fe. Está pidiendo que tengamos una vida de fe porque quiere bendecir nuestras vidas y ayudarnos a dar aún más fruto de la fe. 
Me fui de mi ciudad natal solo. Y he dedicado toda mi vida a predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Mi Dios ha preparado un lugar para mí en este mundo, me ha guiado y me ha hecho vivir mi vida en obediencia a Su voluntad. Sé muy bien que mi Dios, quien me ha salvado de mis pecados, siempre está conmigo. Mi meta no es asegurarme de que yo solo viva una buena de fe en este mundo. En realidad, pienso que mi familia espiritual debe prosperar también. También creo que es correcto vivir en la Iglesia de Dios por fe, que nuestros santos vivan por fe también y que todos nosotros vivamos una vida que merezca la gloria de Dios. Mi Dios me ha dado las bendiciones de la fe y también quiere darle estas bendiciones a toda nuestra familia espiritual en el mundo a través de mí. Por eso les confío varias tareas, para que preparen recipientes de fe grandes que complazcan a Dios. Sé que, si quieren llevar a cabo sus tareas por fe, hacer que su fe crezca y orar a Dios por Sus bendiciones, Dios lo hará por ustedes. Al haber confiado Su obra a todos nosotros, Dios está más que complacido en todo aspecto de nuestras vidas y a todo el mundo a nuestro alrededor. 
Dios está obrando en nuestras vidas continuamente en el presente. Solo porque hayamos sido salvados, ¿significa que no hay nada más que hacer? No, multitud de personas por todo el mundo recibirán abundantes bendiciones a través de nosotros como Abraham. Quiero predicar acerca de la vida de fe a nuestros colaboradores por todo el mundo. Abraham siguió a Dios al confiar en Él y en Su Palabra. Esto significa que Abraham negó sus propios pensamientos. Fue donde Dios le dijo que fuera y paró cuando Dios le dijo que parase. A través de la fe de Abraham, Dios bendijo a toda la raza humana y a toda nación. Y como Abraham tuvo fe en Dios, Él se aseguró de que la vida de Abraham fuese una bendición a sus muchos seguidores. 
Nunca es una pérdida para nosotros vivir según la voluntad de Dios. Algunas personas piensan de manera egoísta: “¿Por qué tengo que hacer estas cosas? ¿No salgo perdiendo?”. Pero si creen en Dios y su corazón está habitado por el Espíritu Santo, pueden fácilmente dejar de lado estos pensamientos carnales. Y pueden vivir una vida que complace a Dios por el beneficio de su fe en Él en vez de su carne. Para apoyar el ministerio del Evangelio algunos de nosotros estamos trabajando en el tejado. El riesgo de una caída accidental siempre está presente y es posible que pensemos que no es justo asumir este riesgo. Así que debemos tener mucho cuidado y asegurarnos de llevar un arnés de seguridad cuando trabajemos en alturas. Sin embargo, si creemos que la obra que estamos haciendo es la obra de Dios, entonces debemos pedirle ayuda a Dios por fe y llevar a cabo nuestras tareas confiadas. Entonces Dios se encarga de todo lo que hacemos y nos bendice. Y Dios se complace cuando compartimos con otros las bendiciones que hemos recibido. Dios se complace con vernos vivir una vida así. Todos estamos viviendo en este mundo, pero tarde o temprano, dejaremos este mundo para entrar en el Reino de Dios y vivir en él. 
Jesús le dijo al paralítico: «Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa». Fue bastante maravilloso que el paralítico se pudiese levantar, ¿cómo podría haber llevado su cama a su casa? ¿Le habría quedado suficiente músculo en el cuerpo? No, como había estado tumbado tanto tiempo su cuerpo seguramente no podría haber movido ni un músculo. A pesar de esto, el paralítico pudo llevarse la cama a su casa, todo gracias al poder de la Palabra de Dios. De esta manera, Dios está dándonos Su amor a través de Su Palabra. Les pido que se den cuenta ahora que Dios está haciendo cosas maravillosas por nosotros con Su Palabra y que vivan por fe en Dios. Por nuestra fe en la Palabra de Dios, estamos llevando a cabo la obra que Dios nos encomendó y recibiendo las bendiciones de fe en nuestras vidas. ¿Qué hay de ustedes? ¿Han recibido las bendiciones de Dios por fe? Yo también he recibido las bendiciones de Dios por fe. He sido bendecido para siempre. Nuestro Dios ha bendecido a los justos por toda la eternidad. Le doy todas mis gracias a Dios. ¡Aleluya!