Search

Sermões

Tema 18: Génesis

[Capítulo 4-4] El sufrimiento espiritual y el sufrimiento carnal (Génesis 4, 1-5)

El sufrimiento espiritual y el sufrimiento carnal(Génesis 4, 1-5)
«Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón. Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra. Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante».
 
 
A través de los sacrificios de Caín y Abel, el pasaje de las Escrituras de hoy nos habla sobre la fe espiritual y la fe carnal. En otras palabras, Dios nos está explicando quién tiene la verdadera fe espiritual ante Dios en el cristianismo de hoy en día, y quién tiene la fe carnal.
Mientras que Caín adoró a Dios con el sacrificio del fruto de la tierra, Abel ofreció al primogénito de su rebaño junto con su grasa. El que Abel ofreciese al primogénito de su rebaño y su grasa significa que Abel adoró a Dios mediante su fe en la Palabra de Dios y Su justicia. El sacrificio que Dios quiere de nosotros es el que se ofrece con fe en el bautismo de Jesucristo, que es el primogénito del rebaño, y en Su sangre entregada por nosotros. En el Antiguo Testamento, descubrimos el sacrificio de redención que consistía en un cordero.
Esto no solo habla de la verdad de que la remisión de los pecados no se recibe sin el sacrificio de la redención, sino que también nos habla del tipo de fe que debemos tener para acercarnos a Dios. De hecho, cuando nos acercamos a Dios, debemos hacerlo creyendo en la justicia de Jesucristo y en la verdad del sacrificio eterno de redención que Cristo cumplió. Básicamente, el pasaje de las Escrituras de hoy nos pregunta: «¿Han nacido de nuevo los cristianos de hoy en día? ¿Tienen al Espíritu Santo dentro de sus corazones? ¿Están acercándose a Dios con fe en Su Palabra?». ¿Están acercándose a Dios con fe en Su justicia, que es la fe que le complace? ¿Están en la presencia de Dios mediante Su justicia habiéndose unido a la fe que Dios les exige? La respuesta es un no rotundo.
Mis queridos hermanos, ¿por qué menciona la Biblia específicamente el primogénito del rebaño de Abel? ¿Acaso no podría haber dicho «su rebaño» sin mencionar nada sobre el primogénito? Después de todo, la Biblia dice que Caín ofreció el fruto de la tierra. Entonces tendría sentido que la Biblia hubiese dicho que Abel ofreció su rebaño en vez de mencionar al primogénito, pero no es así. Esto implica que Jesucristo es el Hijo de Dios Padre. Por eso la Biblia dice: «Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas». El que Abel ofreciese al primogénito de su rebaño y su grasa, significa que Dios sacrificó a Su propio Hijo como propiciación por nuestros pecados.
Como está descrito en Levítico, cuando se ofrecía un sacrificio en el altar de los holocaustos, el que quería ser redimido de sus pecados tenía que poner las manos sobre el animal que iba a ser sacrificado. Entonces el animal era sacrificado, su carne se troceaba, y la grasa que cubría los órganos internos se sacaba y se quemaba junto con la carne que se ofrecía a Dios. Entonces Dios Jehová acepaba el sacrificio con gran placer. Por eso, Abel ofreció la grasa del primogénito de su rebaño. Esto significa que Abel entregó su sacrificio según la voluntad de Dios, porque sabía lo que Dios deseaba, y por eso Dios aceptó este sacrificio con gran placer. En otras palabras, Abel no ofreció su sacrificio según sus propios pensamientos, sino según la Palabra de Dios. El sacrificio de Abel se ofreció por fe, según la voluntad de Dios.
La Biblia habla de dos tipos de personas: las espirituales y las carnales. Dios había creado túnicas de piel para los padres de Abel, quien heredó su fe en la justicia de Dios y se acercó a Él con fe en esta justicia. En otras palabras, se presentó ante Dios creyendo que Dios le había salvado del pecado a través del sacrificio. Pero por otro lado, Caín se acercó a Dios con el fruto de la tierra, es decir, con sus propios méritos. Esto implica que los que creen en Jesús serán divididos en dos grupos: la gente con una fe espiritual y la gente con la fe carnal.
Adán y Eva tuvieron a Caín y Abel, y estos dos hijos ofrecieron sacrificios a Dios: uno de ellos ofreció el fruto de la tierra, y el otro ofreció corderos de su rebaño. La fe de la gente se divide en dos grupos. Debemos negar nuestros pensamientos instintivos de la carne e imitar la fe de los que creen en Dios según la Palabra de Dios. Él destruirá a todos los que no niegan sus propios pensamientos, y viven sus vidas de fe según los deseos instintivos de la carne.
Podemos dividir a los cristianos en dos grupos: los que corren hacia Dios con su fe espiritual, y los que solo quieren satisfacer sus deseos carnales con su fe completamente carnal. Esta gente pide a Dios por su bienestar carnal, y le pide por Sus negocios y el éxito de sus hijos. ¿Qué pasa cuando prosperan como resultado de suplicar a Dios? Dicen que Dios está vivo y que han sido bendecidos por este Dios vivo. Esta fe es completamente carnal. En otras palabras, creen en Dios por las cosas que perecen, y su fe es egoísta. Sirven a Dios por su cuenta diciendo: «Creo en Dios». Lo que están diciendo básicamente es: «Dios, creeré en Ti si haces esto por mí». Así que su fe tiene una condición y es egoísta. Esta fe es la fe que Caín ofreció a Dios con el fruto de la tierra. La gente como Caín vive solo por la prosperidad terrenal.
¿Pero para qué sirve la prosperidad terrenal? Los seres humanos, después de todo, solo viven de 70 a 80 años como mucho. Este mundo desaparecerá en su momento. Los que viven sin borrar sus pecados no pueden ser bendecidos por Dios. Mis queridos hermanos, sus espíritus deben prosperar, no su carne. Sus espíritus deben florecer más que su carne; deben estar más interesados en lo que dura para siempre, y sobre todo deben conseguir la vida eterna. Debemos pedirle a Dios lo que dura para siempre. El Señor nos está diciendo: «Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6, 33). Ante Dios, debemos vivir por lo que es eterno, para salvar nuestra almas del pecado. Asimismo debemos preparar lo que es necesario para esta obra.
Dios nos ha dado al primogénito de su rebaño junto con Su grasa. Cuando creemos como Dios quiere que creamos en Su Palabra, y cuando nos acercamos a Dios por fe, recibimos la remisión de nuestros pecados y la vida eterna. Todo el mundo tiene que desear estas cosas. Si alguien se acercase a Dios simplemente por la prosperidad terrenal de la carne, esta persona arruinaría su cuerpo y su espíritu. La Biblia llama a este tipo de vida «descendientes de Caín».
¿Quién heredó la fe de Abel cuando este murió? Set. Dios trajo a Set al mundo después de Abel. Los descendientes de Caín no confiaron en el nombre del Señor. Sin embargo, Set y sus descendientes vivieron por fe en Dios, tal y como la Biblia dice: «Y a Set también le nació un hijo, y llamó su nombre Enós. Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová» (Génesis 4, 26).
Adán y Eva tuvieron a Caín y Abel, y de estos dos nacieron dos tipos de fe. Estos dos tipos de fe han llegado hasta nuestros días, y por eso existen dos tipos de fe en todo el mundo: los cristianos carnales que desean las cosas terrenales y los cristianos espirituales que desean las cosas celestiales. Estos últimos, que desean obtener las cosas del Cielo, creen en la justicia de Dios según la Palabra escrita, y así es como reciben lo que desean. Pero los cristianos carnales, que solo quieren las cosas carnales, no pueden conseguir lo que quieren, y al final, sus almas son destruidas en el infierno.
 
 
Los cristianos de este mundo están divididos en dos grupos: los miembros de la Iglesia visible y los de la Iglesia invisible
 
El Libro de Éxodo en el Antiguo Testamento habla de una serie de eventos en los que Dios llamó a los descendientes de Jacob para que saliesen de Egipto y los llevó a la tierra de Canaán. El pueblo de Israel, al que Dios llamó para que saliese de Egipto, es el modelo de la Iglesia. La palabra latina para iglesia es ekklesia, y significa «los que han sido llamados para salir del mundo». ¿Significa esto que solo el pueblo de Israel constituye la Iglesia de Dios? Como nosotros, que somos gentiles, nos acercamos a Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, que es la justicia de Dios, y al ofrecer el sacrificio de fe, ¿acaso no constituimos la Iglesia de Dios? La verdadera Iglesia de Dios en este mundo está constituida por los que han sido salvados de sus pecados a través de Jesucristo.
Abel adoró a Dios con el primogénito de su rebaño y su grasa. Como Abel, debemos tener la fe perfecta en el Evangelio del agua y el Espíritu, que constituye la justicia de Dios; debemos unir nuestros corazones con Dios; y debemos vivir por esta fe que cree en la vida eterna. Somos miembros de la Iglesia de Dios, somos santos. Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu constituyen la Iglesia de Dios.
En general, la Iglesia se divide en la iglesia visible y la invisible. La iglesia visible es la iglesia física, que se puede ver, mientras que la iglesia invisible es la reunión espiritual de los que han recibido la remisión de los pecados mediante la Palabra de Verdad. Aunque la iglesia visible está reconocida por el mundo y se comporta como si fuera aprobada por Dios, en realidad es un grupo religioso que no tiene nada que ver con la fe que Dios quiere que tengamos. Sin embargo, la iglesia invisible es el conjunto de personas que, como Abel, ofrece a Dios su fe en Su justicia, y por eso, es la reunión de los justos que adoran a Dios. Esta es la iglesia invisible en la Iglesia de Dios. Incluso si una iglesia no es reconocida por la gente del mundo, si la gente tiene la fe correcta ante Dios, entonces pertenece a la Iglesia de Dios. Pero si la iglesia no está constituida según la voluntad de dios, no pertenece a la Iglesia de Dios, aunque la gente del mundo la reconozca como tal.
Dicho de otra manera, una iglesia que Dios aprueba como un conjunto de creyentes que son hijos Suyos, es la Iglesia de Dios, aunque la gente de este mundo no lo apruebe. Sin embargo, una iglesia que tiene el tipo de fe que adora a Dios con el fruto de la tierra, como el sacrificio de Caín, no es la Iglesia de Dios, aunque sus seguidores digan lo contrario, pues este tipo de iglesia no se centra en Dios, sino en el humanismo. ¿Cómo llama la Biblia a las iglesias que no son la Iglesia de Dios? Las llama «sinagogas de Satanás» (Apocalipsis 2, 9; 3, 9). Los miembros de este tipo de iglesia no se niegan a sí mismos, ni creen en Dios según la Palabra de Dios, e intentan acercarse a Dios sin vestirse de Su justicia, tal y como hizo Caín.
¿Qué tipo de lugar es la Iglesia verdadera de Dios? La Iglesia de Dios es el lugar donde la fe de los que se reúnen en ella es aprobada por Dios. Los que tienen la fe de Abel como en el pasaje de las Escrituras de hoy, forman la Iglesia de Dios. Abel negó sus propios pensamientos, y al creer en la Palabra Dios, le ofreció el primogénito de su rebaño junto con la grasa. La fe de Abel es el prototipo de fe de la Iglesia de Dios, en la que se reúnen los que se niegan a sí mismos, reconocen la Palabra y reciben la remisión de los pecados y el Espíritu Santo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu del que habla la Biblia. Los que pertenecen a la Iglesia de Dios son personas que, cuando reconocen sus pecados por medio del Espíritu Santo y la Palabra, aceptan esta Palabra, unen sus corazones con Dios y siguen Su voluntad. La Iglesia de Dios es el conjunto de estas personas.
Caín no negó sus propios pensamientos y percibió a Dios según estos pensamientos, por lo que le ofreció lo que quiso. Pero ¿acaso sus padres no le enseñaron cuál es el sacrificio adecuado? Como los padres de Caín llevaron túnicas de piel, ¿acaso no les preguntó cuál era el significado de estas túnicas? ¿Y acaso sus padres no le explicaron el significado de las mismas? Adán y Eva seguro que le explicaron estas cosas a sus hijos: «Estas son las túnicas de piel que Dios nos ha dado. Escuchadnos y os explicaremos qué significan. Hace mucho tiempo, mamá y papá fueron engañados por Satanás y pecaron contra Dios, por lo que iban a morir. Pero Dios mató un animal y nos vistió con su piel. En aquel entonces, Dios pasó todos nuestros pecados a ese animal y lo condenó en nuestro lugar. Así es como Dios nos salvó. Tuvo que matar a un animal para salvarnos de nuestros pecados. Pasó nuestros pecados al animal y los eliminó. Así que creemos en Dios como nuestro Salvador. Dios es el Dios del amor. Fuimos salvados de esta manera, a pesar de nuestras debilidades».
Si Adán y Eva no le explicaron esto a sus hijos, ¿cómo pudo saber Abel que tenía que ofrecer el primogénito de su rebaño a Dios? Las túnicas de piel que Dios les dio fueron regalos extraordinarios. Si ganan una medalla al honor, ¿acaso no la ponen en un lugar prominente para que todo el mundo la vea? ¿No es probable que Adán y Eva hubieran exhibido las túnicas de piel que Dios les hizo? ¿Y acaso no habrían alardeado de estas vestiduras delante de sus hijos?
El Apóstol Pablo dijo: «Hermanos, sed imitadores de mí» (Filipenses 3, 17). La fe se hereda de arriba. La fe del Apóstol Pablo, que tenía como objeto el Evangelio del agua y el Espíritu, se nos pasó a nosotros. Pablo intentó pasar su fe a sus discípulos. No podría haber sido pasada de otra manera. ¿Por qué no les hablamos a nuestros hijos sobre el Evangelio del agua y el Espíritu, la Palabra de la Verdad?
«Papá era tan débil que no podía vivir según la Palabra de Dios, pero el Hijo de Dios vino al mundo, tomó todos mis pecados al ser bautizado en el río Jordán, y derramó Su sangre en la Cruz en mi lugar. Al tercer día se levantó de entre los muertos. ¿Tengo pecados o no? No tengo pecados, ¿verdad? No, no tengo pecados, porque el Cordero de Dios ama a papá tanto, que tomó mis pecados y murió por mí».
Adán y Eva le contaron la historia de la salvación a sus hijos, pero cuando pasó el tiempo, los hijos ofrecieron diferentes sacrificios a Dios. La historia de la fe de la humanidad es la historia de estos dos tipos de gente, es la historia de los que son espirituales y los que son carnales. En otras palabras, la fe de la gente se dividió y se pasó a otras generaciones. Incluso ahora mismo, toda la raza humana puede dividirse en estos dos grupos. Mientras que uno de ellos irá al infierno, el otro irá al Cielo.
Como Irving Jensen muestra en su gráfico de estudio de la Biblia, el cristianismo apareció en este mundo por Jesucristo. Entonces muchas personas creyeron en él. Así que hay una línea divisoria bastante gruesa en el gráfico. Pero debajo de esta línea hay otra paralela, tan pequeña que es casi invisible. La línea gruesa cae en picado en el gráfico e indica que su destino final es el infierno. Pero la línea delgada, representa a los justos y sube, lo que indica que los justos serán llevados al Cielo por Jesús. Este gráfico es muy revelador. Así, muchas personas en las iglesias del mundo caerán por ese precipicio al infierno aunque hayan creído en Jesús.
Jesús dijo: «Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan» (Mateo 7, 13-14). El camino de Caín era muy espacioso. Este es el camino de la destrucción que no solo sigue la Iglesia de Dios, sino todas las iglesias terrenales. Como los que pertenecen a las iglesias terrenales adoran a Dios según sus propios deseos, piensan que esto es lo correcto. No les importa si Dios acepta sus sacrificios o no, y le entregan cualquier producto de la tierra, ya sean patatas o maíz, diciendo a Dios: «Por favor Señor, acepta nuestros sacrificios. ¿No son maravillosos? Acéptalos, Señor». Le traen sacrificios a Dios con la siguiente actitud: «Hemos trabajado muy duro para preparar estas ofrendas y son maravillosas. Si no las aceptas, no eres Dios». Piensan que al hacer esto les están haciendo un favor a Dios.
Como el corazón de Caín era así, se quedó sorprendido cuando Dios no aceptó su sacrificio. Aunque Caín pensaba que había ofrecido un gran sacrificio, Dios no lo aceptó y por eso se quedó muy decepcionado. Esta es la fe de la gente carnal. Ellos piensan: «He trabajado mucho para Ti, ¿por qué no me aceptas?». Lo que están diciendo en realidad es: «Me he dedicado a Ti, así que si dices que no me conoces, no eres Dios». Entre los líderes cristianos de hoy en día, algunos dicen: «He estudiado Teología durante 20 años, he levantado cinco iglesias, he ido al extranjero a estudiar Teología, he luchado mucho para poder pagar mi educación y mi doctorado, y he trabajado duro para alimentar a Tu rebaño. Así que si no reconoces mi labor, no eres Dios de verdad».
Hoy en día muchas personas viven su fe como Caín. Las cosas del mundo no se consiguen sin trabajar. La tierra produce espinas y cardos. Estos productos no se consiguen si no se trabaja la tierra. El que Caín ofreciese el producto de la tierra a Dios significa que se acercó a Dios con sus obras hipócritas, y pensó que Dios estaría contento con las obras de su carne.
Sin embargo, Dios no aceptó el sacrificio de Caín. Aunque él trabajó por Dios, Él no le aceptó. Caín no se acercó a Dios con fe en Su justicia. La Biblia deja claro aquí que Dios no puede aceptar el producto del trabajo del hombre, si no es el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero el hecho de que Abel ofreciese al primogénito de su rebaño junto con su grasa significa que creyó en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Dios sabía que Adán y Eva pecarían y se apartarían de Su gracia, por eso Dios decidió, antes de la fundación del mundo, que iba a salvarles del pecado y hacerles hijos Suyos. Dios decidió esto mediante Su providencia. Según esta providencia, Dios acepta a los que creen en Su justicia, los que se acercan a Él con esta fe. Dios los acepta porque están en Su presencia al creer en la ley de salvación que no necesita el trabajo humano. En otras palabras, Dios no acepta nada que provenga del trabajo del hombre. Pero la fe de los que no han nacido de nuevo requiere mucho trabajo. Aún así no pueden dejar de trabajar porque sería malgastar el tiempo, y por eso dediquen ofrecer a Dios sus propias obras.
La fe de esta gente no es más que el producto de la tierra. Sus vidas de fe están marcadas por su propia devoción, desde el principio hasta el fin. Están llenas de su propio trabajo. Esta gente piensa: «Empecé a creer en Jesús para vivir con rectitud, y después de creer en Él, he dado testimonio muchas veces, he orado mucho, he trabajado como voluntario y he ofrecido mucho dinero». Todo tiene que ver con sus propios esfuerzos y su devoción. Todos los cristianos que no han nacido de nuevo se acercan a Dios con la fe de su propia devoción. Su prioridad es la devoción, lo segundo más importante es la devoción, y lo tercero es también la devoción, hasta el día en que mueren. ¿No es así?
Los que no han nacido de nuevo no tienen nada más que la fe de su propia devoción. ¿Tienen fe? ¿Tienen la Verdad? ¿Tienen a Jesucristo? ¿Tienen al Espíritu Santo? ¿Se están acercando a Dios conociendo Su corazón y creyendo en Él? No, se están acercando a Dios sin conocer Su justicia ni creer en ella. En otras palabras Abel ofreció su sacrificio con su propio trabajo. Los cristianos de hoy en día, que siguen los pasos de Caín, no pueden nacer de nuevo porque no han encontrado el Evangelio del agua y el Espíritu. Empezaron a creer en Jesús simplemente porque estaban agradecidos por Su muerte en la Cruz. Como empezaron a ir a la iglesia, conocieron la justicia de la Ley de Dios. Entonces empezaron a creer en el cristianismo como una cuestión de doctrina: «¿Así que Jesús tomó mis pecados? Seré salvado si creo en Él con fervor». Durante todos esos años de esta fe falsa, nunca fueron salvados de sus pecados ni nacieron de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
Aunque nunca han conocido a Jesucristo mediante la verdadera fe, han servido al Señor desde el principio con completa devoción, para solo darse cuenta de que los pecados continúan amontonándose en sus corazones. Sin embargo, las iglesias mundanas todavía piden más devoción, incluso hasta la muerte. Así que doblan sus esfuerzos para ser piadosos. No pueden poner fin a esta devoción. Así que, cuando les llega la hora a los que no han nacido de nuevo y tienen la fe de Caín, piensan: «¡Oh no! Es tan difícil que no puedo vivir con fe. Creo que debería dejar la fe. Si hubiera sabido que la vida de fe iba a ser tan dura no habría empezado a creer tan temprano. Debería haber esperado hasta que hubiera estado a punto de morir. Fue un error creer tan pronto. Soy un estúpido. Si alguien me hubiera enseñado esto antes, no tendría que haber trabajado tan duro toda mi vida».
Sin embargo, cuando ven a los nuevos creyentes piensan: «No tenéis ni idea, como yo cuando empecé a creer, y por eso vais a empezar a sufrir como yo. He sufrido mucho al creer en Jesús, ahora os toca a vosotros. Yo os he convertido. Gracias a vosotros, recibiré mi recompensa». Por eso, entran en el cristianismo y matan a muchas almas que no deberían morir. En otras palabras, no predican el cristianismo por Dios, sino por ellos mismos, y dicen: «Creed en Jesús como vuestro Salvador pase lo que pase, aunque os desilusionéis o no creáis de verdad. Yo sufro como vosotros, así que debéis creer en Dios como yo». Hacen esto esperando que Dios les recompense y para cumplir sus deberes, pero esta no es la manera correcta de creer.
Este tipo de gente vive por su prosperidad carnal, para ganarse una buena reputación, para hacerse ricos y para asegurarse un buen estatus social. Los que no han nacido de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu, ofrecen el sacrificio de Caín. Cuando se les pregunta: «¿Cómo y cuándo nacieron de nuevo?» algunos de ellos dicen que nacieron de nuevo en un sueño. Dicen que mientras oraban en un sueño, Jesús se les apareció y les dijo: «Hermano, te quiero. Te he salvado» y ellos contestaron: «¿Es eso cierto? Entonces creo». Dicen que nacieron de nuevo de esta manera. Creer de esta manera es ofrecer el fruto de la tierra.
Otros dicen que mientras oraban, tuvieron una visión en la que el Cielo se abrió ante ellos. Hace mucho tiempo, yo también vi otro mundo mientras oraba, aunque mis ojos estaban abiertos. Cuando el cielo se abrió estaba muy lejano y de un color azul intenso. Entonces vi unas nubes negras que se agrupaban, pero vi una luz que provenía de un pequeño agujero, y entonces empezó a caer agua de arriba. Esta visión la tuve cuando tenía los ojos abiertos. Fue una visión espectacular.
Imaginen a Jesús apareciendo ante ustedes y diciendo: «Hermano, te amo. Eres mi siervo». Si tuvieran esta visión aunque fuera una sola vez, ¿qué podrían decir? Se quedarían completamente convencidos. Caín estaba convencido por completo de que Dios estaría satisfecho con su sacrificio. Si alguien tiene esta visión quizás diga: «Dios, creo. Creo que me has salvado». Esta gente está completamente convencida. ¿Por qué? Porque, aunque solo fue una visión, piensan que han escuchad a Jesucristo decirles que les ama y que les ha salvado, y por eso creen.
Esto se debe a que están convencidos de su propia experiencia mística. Pero la convicción de que el Señor les ha salvado no es verdadera. Todo lo que procede de la voluntad humana no es más que el fruto de la tierra, y por eso estas creencias llevan al infierno. Debemos afirmar nuestra salvación con la Palabra de Dios. Si alguien no ha confirmado su salvación con la Palabra, no ha recibido la remisión de los pecados.
Algunas personas dicen que han nacido de nuevo aunque sus corazones tienen pecados. Pero si han nacido de nuevo de verdad, ¿cómo pueden ser pecadores? Cuando le pregunto a estas personas: «¿En qué pasaje se basan para decir que han nacido de nuevo?», citan Juan 3, 16, que dice: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna». Entonces añaden: «Creo en esta Palabra. Así que creo que Dios me amó tanto que envió a Jesús al mundo, y Jesús murió por mí, para redimir mis pecados».
Entonces les pregunto: «Nacer de nuevo significa no tener pecados y nacer por segunda vez. ¿Han nacido por segunda vez? ¿Tienen el Espíritu Santo en sus corazones sin pecados? ¿Son una persona nueva?». Entonces se sienten perdidos y no entienden lo que digo. Así que se van enfadados diciendo: «Solo Dios sabe si alguien ha nacido de nuevo o no. ¿Es usted Dios? ¿De qué me está acusando exactamente? Está diciendo tonterías. Si sigue hablando asó aquí, van a decir que es un hereje de la secta coreana denominada «Guwonpa». Así que tenga cuidado y arrepiéntase».
Los que son espirituales de verdad serán separados de los que son carnales. Quien viva sin creer en la Palabra de Dios de corazón, es una persona que no se ha negado a sí misma. Si la Palabra de Dios dice que Él ha salvado a la humanidad a través del Evangelio del agua y el Espíritu, hay que renunciar a nuestros pensamientos y obedecer la voluntad del Señor. Los cristianos que hacen esto son los cristianos espirituales. Por otro lado, los que niegan lo que dice la Palabra de Dios son los cristianos carnales. Esta gente se acerca a Dios con los frutos de la tierra. Su noción de lo que es correcto excede a la Palabra de Dios o a lo que Dios ha hecho por ellos. Son personas arrogantes que se exaltan a sí mismas por encima de Dios. Esta gente estará maldita al final.
Dios dibujó la línea de salvación para los descendientes de Adán y Eva. Él nos ha dado Su Palabra para que podamos distinguir qué tipo de fe es la fe correcta, qué tipo de creencias son las creencias espirituales y las carnales, y qué tipo de fe acepta Dios con gran placer o disgusto. Debemos distinguir la fe verdadera de la falsa.
¿Y nosotros qué? ¿Seguimos lo que es espiritual para Dios desde el fondo de nuestros corazones? ¿O acaso seguimos algo visible para que nuestra carne prospere? Tanto los elementos carnales como los espirituales coexisten en nosotros. Sin embargo, debemos seguir lo que es espiritual. Aunque ambos elementos coexisten, debemos dejar de lado la mente carnal para seguir lo espiritual. El sacrificio que el Señor acepta es el sacrificio que se realiza con el primogénito del rebaño y su grasa. Dios no acepta ningún sacrificio que no sea espiritual. Solo acepta los sacrificios espirituales; no puede aceptar lo que proviene de nuestra carne.
Caminar por la voluntad de Dios es ser espiritual. Aunque este plano no se pueda ver con nuestros ojos de la carne, creer en la Palabra de Dios tal y como es y vivir por la salvación de las almas, es buscar las cosas del Espíritu. Sin embargo, buscar la prosperidad de la carne y la exaltación de nuestro propio nombre, es seguir a la carne. En otras palabras, Dios no acepta la fe que la gente le entrega para recibir cosas terrenales. Aunque tanto los elementos carnales como los espirituales están presentes en nuestras vidas de fe, debemos deshacernos de los carnales, pero debemos mantener los espirituales. Debemos buscar las cosas espirituales. Ustedes tienen el Espíritu Santo y la carne en ustedes, y por tanto pueden hacer lo que le complace a Dios y lo que no le complace. Por tanto debemos dejar lo que no le complace. Debemos hacer lo que Dios quiere que hagamos, y debemos deshacernos de todo lo que no le complace. Pero los que viven una vida carnal, no complacen a Dios, sino a su propia carne.
 
 
La Palabra de Dios dice que debemos distinguir las cosas espirituales de las cosas carnales
 
Génesis no solo divide las obras en el capítulo 1 del Génesis, sino que sigue dividiendo en los capítulos 2, 3 y 4. De hecho la Biblia siempre separa las cosas espirituales de las cosas de la carne, la Verdad de lo falso. Cuando pasamos a Génesis 11, vemos cómo Dios derribó la torre de Babel, y buscó a la gente espiritual. Dios está buscando a los que creen en Su Verdad y viven por la salvación de otras almas; los que viven por la voluntad de Dios, se ponen de lado de Dios y dedican sus vidas a salvar almas, se niegan a sí mismos, y caminan creyendo en Dios de todo corazón. El pasaje sobre los sacrificios de Caín y Abel contiene esta verdad.
Mis queridos hermanos, ¿cuál es la fe que nos salva del pecado ante Dios? La fe que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu completado por Jesucristo, el Hijo de Dios. La gente espiritual debe aceptar todo lo que Jesucristo ha hecho por ellos cuando vino al mundo, tal y como lo prometió. Debemos aceptar todo lo que ha hecho por completo y debemos creer en ello. Entonces podemos ser salvados y unir nuestros corazones con Dios. Quien crea en la obra de salvación de Jesucristo por completo, es decir, quien crea por completo en lo que Él ha hecho por nosotros aunque no lo entienda, recibirá la remisión de los pecados para siempre.
Jesús es Dios, pero tuvo que nacer de la Virgen María encarnado en un cuerpo humano. Los que aceptan la verdad de que Dios tomó prestado el cuerpo de una mujer durante un tiempo para salvarnos, pueden ser salvados. Por otro lado, los que no creen en esto porque sus mentes no lo pueden entender, son personas carnales. Son personas que no creen, como Caín. Hace un tiempo conocí a un líder cristiano cuyo nombre es bastante conocido en Corea. No voy a mencionar su nombre, porque puede parecer un ataque personal, pero de todos modos, es un pastor y miembro de una universidad misionera muy famosa. Este hombre me dijo: «No puedo creer que Jesucristo naciera de la Virgen María. Si me lo explicas lógicamente para que lo entienda, entonces creeré en Jesucristo como el Salvador». Yo le contesté sorprendido: «¿Cómo puede usted, un pastor famoso, no saber estas cosas? Para salvar a los humanos del pecado, Dios tuvo que nacer en este mundo como nosotros, para quitar todos nuestros pecados, nacer en la imagen de un hombre a través del cuerpo de una mujer tal y como estaba profetizado en la Biblia». El pastor entonces me preguntó cómo una virgen puede dar a luz a un niño. Me retó a que se lo explicara. Así que le dije que si Dios dijo que esto es lo que hizo, entonces es así como pasó. Pero el pastor me dijo que no podía creer en esto.
Puede parecer increíble pero el pastor me dijo esto, a pesar del hecho de que había otros cristianos a nuestro alrededor. Yo le dije a este pastor que debería dejar su ministerio, y que no merecía ser un pastor. Entonces le dije: «¿Cómo puede llamarse a sí mismo pastor, si ni siquiera cree en una verdad bíblica tan simple como que Jesús nació de una virgen? No es un pastor. Debería abandonar la dirección de su misión. No debería estar enseñando a sus estudiante este tipo de fe».
Si la Palabra de Dios tuviera que ser comprendida con nuestro conocimiento limitado, y luego creyésemos, no sería la Palabra de Dios. Lo que Dios dice es la verdad absoluta. Dios nos habla en una terminología que no podemos entender. Ya se profetizó que Dios nacería como el bebé Jesús para salvar a la humanidad del pecado, y para librar a los descendientes de Adán. Como está escrito: «He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros» (Mateo 1, 23). Dios prometió que vendría al mundo en el cuerpo de un hombre para estar con nosotros. Cuando llegó ese momento, cumplió exactamente lo que había prometido. Jesucristo vino al mundo nacido de una virgen llamada María. Se había profetizado que Jesucristo nacería de la tribu de Judá (Génesis 49, 10). Por eso Dios escogió a José, que era descendiente de David, de la tribu de Judá, y María también pertenecía a esta tribu.
José y María estaban prometidos y entonces, un ángel se le apareció a María antes de que estuviera casada. «Regocíjate, pues has recibido gran favor. Bendita tú eres entre todas las mujeres. Darás a luz a un Hijo y le llamarás Jesús». «¿Cómo puede ser esto, si no conozco hombre?». «Tu parienta Isabel era estéril, pero ahora va a tener un hijo también. Mujer, el Todopoderoso va a nacer de Ti». «¿Cómo es posible?». «No hay nada imposible para la Todopoderosa Palabra de Dios». Al escuchar la voluntad de Dios de boca del ángel, María se sometió a la Palabra de Dios diciendo: «Soy tu sierva. Hágase de mí según la Palabra del Señor». La fe consiste en decir sí a la voluntad de Dios con sumisión. Cuando María se sometió a la voluntad de Dios, Jesucristo fue concebido en ella y nació nueve meses después.
Lo que la Biblia dice que es la voluntad de Dios, es de hecho Su voluntad. No tenemos otra opción que creer en la Palabra de Verdad que dice todo lo que Dios ha hecho por nosotros es completamente increíble. Dios nos hizo una promesa e hizo todo para cumplir esta promesa. Como Dios tuvo que venir al mundo en el cuerpo de un hombre para salvarnos de los pecados, el Mesías vino al mundo en el cuerpo de un hombre. Como las almas de todos los seres humanos, que tienen la misma carne que Él, solo podían ser salvadas del pecado y entrar en Su Reino si Él borraba esos pecados, tuvo que ser bautizado por Juan el Bautista para hacer que esos pecados desapareciesen. Quien se presenta ante Dios creyendo en el bautismo de Jesucristo y Su derramamiento de sangre, recibirá la remisión de sus pecados. Todos los que crean que Jesús tomó todos los pecados del mundo al ser bautizado en el río Jordán, serán redimidos de sus pecados, por muy graves que sean. Este es el sacrificio de Abel.
Nadie debe ofrecerle a Dios el tipo de sacrificio que ofreció Caín. La gente como Caín dice que puede entender algunas partes de la Palabra y otras no. El pastor que he mencionado antes me dijo: «Puede que la Palabra de Dios diga eso, pero ¿por qué hay tanta gente que duda del misterio del nacimiento de Jesús?». Entonces dijo: «No importa lo que diga la Palabra de Dios. Los que no creen, seguirán sin creer». Cualquier persona que no niega sus propios pensamientos como este pastor, está ofreciendo el sacrificio de Caín. Entonces el pastor siguió protestando: «Puede que la Palabra diga esto, pero durante 2000 años los cristianos han creído que irían al Reino de los Cielos aunque no conocieran el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Significa esto que todos van a ir al infierno?». Yo le contesté: «Incluso si la gente cree en Jesús, si no ha nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, irá al infierno sin falta».
Los que creen según sus propios pensamientos son personas que ofrecen el sacrificio de Caín. Dicho de otra manera, el sacrificio de Caín se refiere a la fe de los que no niegan sus propios pensamientos y no creen según la Palabra. El Señor está diciendo que este tipo de personas que intentan ser salvadas a través de sus esfuerzos humanos, están ofreciendo el sacrificio de Caín. La Biblia dice lo siguiente respecto al sacrificio de Caín: «Caín trajo una ofrenda del fruto de la tierra». La fe verdadera es la que acepta la Palabra de Dios tal y como es, y consiste en creer en lo que Él dijo exactamente.
Hoy en día hay mucha gente en este planeta que no ofrece el sacrificio de fe como Abel. En la actualidad, la gente como Caín cree y enseña las doctrinas de sus iglesias en vez de la Biblia. Como resultado, muchos cristianos acaban creyendo en la doctrina de la santificación incremental o en las oraciones de penitencia. ¿Pero cuál es el resultado? ¿Tienen pecados sus corazones o no? La Palabra de Dios declara lo siguiente: «Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado» (Hebreos 10, 18). Aunque la Palabra de Dios de Verdad dice que el Señor ha borrado todos los pecados de la humanidad para siempre con la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, y que nos ha santificado, muchos presbiterianos se niegan a creer en esto, y dicen que no tiene sentido a la luz de estas doctrinas. Los que creen en el credo presbiteriano están ofreciendo el sacrificio de Caín, y la Biblia dice que esta gente no puede recibir la remisión eterna de los pecados de Dios, y por tanto, acaban dejando a Dios como Caín.
Sin embargo, Dios dio Su Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu incluso a esta gente. Como está escrito: «Ciertamente cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado. Entonces Jehová puso señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara» (Génesis 4, 15). El que Dios marcase a Caín significa que le garantizó su salvación. Con el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios ha garantizado a los pecadores que recibirán la remisión de los pecados. «Si cambiáis vuestros corazones ahora y venís a Mí con el primogénito del rebaño y su grasa, nunca os condenaré y nadie os matará». Dios había garantizado la salvación de Caín.
Sin embargo, incluso cuando Dios no ha dado esta garantía, Caín no negó sus pensamientos. La gente como Caín siempre está convencida de sus propios pensamientos. «He puesto tanta devoción y esfuerzo en mis ofrendas, pero el estúpido de mi hermano trajo al primogénito de su rebaño y lo puso sobre la roca como su sacrificio. Pero aún así has aceptado su sacrificio y has rechazado el mío, que preparé con el sudor de mi frente labrando el campo durante un año. Dios, eres injusto. Creo que no estás haciendo lo correcto. Sería mejor no creer en un Dios como Tú. Debería abandonarte». Así que Caín abandonó a Dios.
La Biblia dice: «No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas» (1 Juan 3, 12). Esto significa que todo el que es como Caín está destinado a ir al infierno. La Biblia dice que Abraham nació de un descendiente de Set, a quien Dios estableció como sustituto de Abel. Los que reconocen la justicia de Dios y dedican sus vidas a Dios; los que creen en la Palabra de Dios de todo corazón; los que se niegan a sí mismos, niegan sus pensamientos, y se someten a la voluntad de Dios; y los que aceptan todo lo que Dios ha hecho por nosotros, son como Abel y por eso irán al Reino de los Cielos. Aunque Abel fue un mártir, la Biblia dice que Dios aprobó su fe, y que fue al Reino de los Cielos. La Biblia habla de los que son carnales y los que son espirituales. La gente está dividida en dos grupos: los que están destinados a ir al infierno y los que están destinados al Cielo.
A través del pasaje de las Escrituras de hoy, deberían examinarse a sí mismos para ver qué tipo de sacrificio están ofreciendo a Dios, ya sea el sacrificio de Caín o el de Abel. ¿Siguen viviendo solamente en la carne y pensando que sus esfuerzos y su devoción indican su fe en Jesús? Si un pecador estuviese dedicado a Dios completamente, ¿aceptaría Dios el sacrificio de esta persona incondicionalmente? No, Dios diría: «Esto es patético. No quiero aceptarlo; nunca acepto nada que esté sucio». Dios está diciendo que no aceptará ningún sacrificio de pecadores. Pero, a pesar de esto, muchas personas están ofreciendo este sacrificio de Caín a Dios. Cualquier persona que ofrezca el sacrificio de Abel irá al Reino de los Cielos. Dios le aceptará. Esta es la verdadera fe espiritual que ustedes y yo debemos aceptar.
Hay muchos cristianos en este mundo que ofrecen el sacrificio de Caín. El sacrificio que se ofrece con fe, es decir el Evangelio del agua y el Espíritu que permite recibir la remisión de los pecados, es un sacrificio que Dios acepta. Mis queridos hermanos, aunque los cristianos crean en Jesús, son aceptan el Evangelio del agua y el Espíritu, serán destruidos porque seguirán siendo pecadores. Los que creen solo en la sangre derramada en la Cruz, en la que casi todo el mundo cree, y que quiere escapar de la persecución, entra dentro de la categoría de Caín. Si de verdad creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, ¿no creen que Satanás les perseguirá? Si no están siendo perseguidos aunque crean en Jesús, deben examinar su fe para ver si es como la de Caín.
¿Cuántos cristianos tienen todavía pecados en sus corazones aunque digan creer en Jesús? ¿No es fácil llevar este tipo de vida de fe? Si van a la iglesia a menudo, pronto les permitirán ser diáconos; si ofrecen grandes cantidades de dinero, les nombrarán ancianos; y si van a un seminario, se convertirán en pastores. ¿No es fácil creer en Jesús de esta manera? ¿No es cómodo y fácil el trabajo de estos pastores? Cuando alguien se gradúa en un seminario y trabaja duro para ser un pastor, puede ganar 3000 dólares al mes. Si el número de miembros de la congregación aumenta a miles de personas, su salario puede ser de 10.000 dólares al mes. Si construye una iglesia gigante y llega a un número total de miembros de 10.000, su salario anual, junto con las pagas extras, será de cientos de miles de dólares. Todo el mundo respeta a estos pastores y les sirve como siervos de Dios. Pero ninguno de estos pastores se niega a sí mismo. Todo es muy fácil para ellos, siempre que tengan una buena relación con la gente. Pero todos ellos irán al infierno por esta fe que cree en Jesús según sus propios pensamientos.
Mis queridos hermanos, ¿han negado alguna vez sus pensamientos y sus mentes? Si quieren ofrecer el sacrificio de Abel, deben negar sus propios pensamientos. Piensen en esto. Digamos que hay dos sacrificios: uno es un cordero que ha sido sacrificado y partido por la mitad; y el otro es un montón de los mejores frutos de la tierra. ¿Qué sacrificio sería más apetecible para los seres humanos? El sacrificio de Caín contiene diferentes tipos de frutos, y todos son apetecibles, atractivos y maduros, hasta el punto en que se pueden comer en ese mismo momento. El sacrificio de Abel es el primogénito del rebaño. ¿Tiene mucha carne? No, no tiene casi carne, y tiene sangre por todas partes. ¿Creen que las ovejas son animales limpios? No. Sino se bañan, su capa de grasa natural está muy sucia. Así que el producto de la tierra es más atractivo desde el punto de vista humano.
Sin embargo, por muy apetitoso que parezca este sacrificio, Dios no lo aprueba y prefiere al primogénito del rebaño. Por eso debemos dejar de pensar de la siguiente manera: «Dios será glorificado si hago esto», y debemos negarnos a nosotros mismos diciendo: «Dios, te ofreceré esto si Tú lo aceptas». Quien no niegue sus pensamientos, será arrojado al infierno.
Todos conocen a Judas, uno de los doce discípulos. Judas fue al infierno porque no negó sus propios pensamientos. Cuando Jesús vino a este mundo, tuvo doce discípulos. Jesús habló acerca de Judas en muchas ocasiones. «Uno de vosotros me traicionará. Quien coma del mismo plato que yo me traicionará». Pero aún así Judas no creyó en Jesús como el Salvador, sino que solo lo percibió. Incluso este hombre podría haber ido al Cielo si hubiese negado sus pensamientos y hubiese confesado: «Estaba equivocado. Pensé que solo era un maestro, un hombre excelente, pero Él es el Mesías del que el Antiguo Testamento habla. Señor, creo en Ti ahora».
Aunque cometiéremos el pecado de traicionar a Jesús, aún así iríamos al Cielo si creyésemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si Judas hubiese negado sus pensamientos por una vez diciendo: «Jesucristo es el Mesías que vino a salvarnos», y hubiese creído en Él como su Salvador, habría ido al Cielo. Pero ¿qué hizo? Se negó a negar sus pensamientos malvados hasta el final. Solo dijo: «He pecado al traicionar sangre inocente» (Mateo 27, 4). Esto significa que Judas no creyó en Jesucristo como su Salvador hasta el final. Sabía que Jesús tenía razón y que él estaba equivocado, pero eso fue todo. Tendría que haber ido más lejos, negarse a sí mismo y creer en Jesucristo. Tendría que haber dicho: «Jesús, eres mi Salvador. Creo en todo lo que hiciste por mí cuando viniste a este mundo. Tomaste mis pecados al ser bautizado y eliminaste todos mis pecados al derramar Tu sangre en la Cruz». Si Judas hubiese aceptado lo que el Hijo de Dios hizo por él, habría sido salvado de todos sus pecados.
 
 
Si hacen que la gente se levante contra la Verdad, no podrán evitar ir al infierno
 
La gente estúpida reta a la justicia de Dios hasta el punto en que es arrojada al infierno. Como Judas, desafían la autoridad de Dios y acaban en el infierno. Las peores personas son las que dicen que su justicia es mayor que la de Dios. Aunque Judas llegó a lamentar lo que hizo, diciendo: «He pecado traicionando a gente inocente», no creyó en Jesús como el Hijo de Dios hasta el final. No creyó que el Hijo de Dios hubiese tomado todos sus pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Judas no recibió a Jesús como el Cristo. Así que su arrepentimiento se basaba solo en una dimensión ética, y por ello fue arrojado al infierno. Judas dijo: «He pecado traicionando sangre inocente» mientras arrojaba las 30 monedas de plata que le habían pagado a los pies de los sacerdotes y los ancianos, y después se ahorcó.
¿Por qué se ahorcó Judas? Porque quería establecer su propia justicia hasta el final. Debería haber dejado de lado su propia justicia, y debería haber sido salvado al creer en la justicia de Dios. Judas debería haber aceptado a Jesús como el Hijo de Dios, y debería haber creído que este Hijo de Dios le había salvado del pecado a través del agua y el Espíritu.
Dios creó el fuego eterno del infierno para los que son demasiado tercos como para creer en Su justicia. Judas debería haber aceptado el sacrificio de Jesucristo por los seres humanos tan corruptos como él, pero se negó a aceptar el Evangelio del agua y el Espíritu hasta el final. En otras palabras, sus pensamientos solo reconocieron a Jesús como una persona un poco más recta que él.
Mis queridos hermanos, pueden negar sus pensamientos solo si tienen suficiente fe para decir: «Dios, estoy 100% equivocado, pero Tú sabes la verdad por completo ». Solo cando admitimos esto, Jesucristo puede venir a nuestros corazones, y podemos ser librados de todos nuestros pecados. La Biblia dice: «Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal» (Génesis 6,5). Solo cuando admitimos de todo corazón que nuestras mentes y pensamientos son malvados y erróneos, podemos reconocer que solo la Palabra de Dios es verdadera y buena. Entonces podemos recibir la remisión de los pecados al creer que Jesús es el Hijo de Dios y el Cristo que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Piensan que solo Judas desafió a Dios? Muchas otras personas se negaron a aceptar el Evangelio del agua y el Espíritu en sus corazones y desafiaron a Dios. Incluso hoy en día, muchos teólogos, pastores famosos y líderes de iglesias de la mayoría del cristianismo, están desafiando la justicia de Dios con su propia justicia, para acabar en el infierno como Judas. Caín ofreció su sacrificio de la manera en que le pareció oportuna. Podría haber dicho: «Dios, acepta mi sacrificio. ¿Qué? ¿No lo vas a aceptar? ¡Acéptalo!». Ofreció su sacrificio como quiso y no según los estatutos de Dios.
Como está escrito en el libro de Levítico, la gente debe conocer la ley de redención de Dios, donde el pecado se pasa a un cordero cuando el pecador pone las manos sobre la cabeza del animal. Muchas personas no aceptan el hecho de que todos los pecados del mundo se pasaron a Jesucristo cuando fue bautizado por Juan el Bautista mediante la imposición de manos. «¿Cómo pudo Jesús eliminar mis pecados cuando fue bautizado hace 2000 años?». El cristianismo de hoy en día desafía la justicia de Dios con los pensamientos de la carne, aunque Dios les está avisando: «Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales» (Judas 1, 10). Por eso el cristianismo se ha convertido en una religión mundana. En otras palabras, alardea de los logros humanos y de su devoción. Por ejemplos: «Nuestra denominación ha producido muchos mártires, miles de siervos de Dios y cientos de misioneros, y ha creado 500 iglesias al año. Por favor, Dios, acepta nuestra devoción». Así incluso los cristianos ofrecen muchos sacrificios como el de Caín.
Sin embargo, la Biblia nos dice claramente: «Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya». Como Dios respetó la ofrenda de Abel, esto significa que Dios la aceptó con agrado. En otras palabras, Dios aprobó el corazón de Abel y la ofrenda que le entregó. La ofrenda de Abel fue aprobada por el corazón de Dios.
Pero Dios «no respetó a Caín ni a su ofrenda». Aunque Caín había preparado su ofrenda con mucho esfuerzo, Dios no la aceptó. ¿Para qué sirve ofrecer sacrificios a Dios si Él no los acepta? No vale para nada, ¿no? Si Dios no acepta una ofrenda, aunque alguien le ofrezca muchas ofrendas, ¿significa esto que el Cielo y el infierno dependen de la cantidad de sacrificios que se ofrezcan? ¿Piensan que Dios acepta nuestras ofrendas si le traemos muchas, aunque Él no acepte este tipo de ofrendas? Deben darse cuenta de que cuanto más cosas ofrezcan que Dios odie, más se enfada. Si ofrecen sacrificios que no le son agradables a Dios, despertarán Su ira.
Cierto pastor que conozco desde hace tiempo dedicó toda su vida a predicar el legalismo con gran dureza. Este pastor se retiró a los 70 años. Sin embargo, seguía atormentado porque tenía pecados en su corazón, y por eso vino una vez al retiro de oración de mi madre. Allí oró de la siguiente manera: «Dios, estoy a punto de retirarme, y mi hora ya está cerca, pero tengo demasiados pecados en mi corazón. Sin embargo, he vivido por Ti durante los últimos 70 años y por eso me vas a aceptar. Dios, creo en Ti. Si no me hubieses dado Tu gracia, y si no hubiese sido salvado, ¿cómo podría haber llegado a ser pastor hasta los 70 años? Confío en Ti».
Mis queridos hermanos, como este pastor trajo sus 40 años de servicio como pastor y oró a Dios para que le aceptase, ¿creen que podrá entrar en el Cielo o no? Lamentablemente no podrá ser bienvenido en el Cielo. Quien tiene un corazón lleno de pecados, no puede entrar en el Cielo. Por desgracia para este pastor, no se puede negar que tuviese pecados en su corazón, y esto se debe a que iba visitando todas las casas de oración para resolver su problema. Todavía tenía su ego, y por eso alardeaba de no haber pisado ninguna iglesia o casa de oración que fuese tratada como una herejía. Siempre decía orgulloso: «Nunca iré a ningún sitio que se considere una herejía, aunque tenga que ir al infierno por mis pecados».
Mis queridos hermanos, ¿quieren enfrentarse a Dios con su propio orgullo? ¿Enviaría Dios al Cielo a alguien que no renuncia a su orgullo, o que se atreve a enfrentarse a Él? Por supuesto que no. ¿A quién se refiere el pasaje de las Escrituras de hoy? A través de las ofrendas de Abel, nos está diciendo: «Esta es la fe de la gente justa que ha nacido de nuevo», mientras que la ofrenda de Caín nos está diciendo que muchos cristianos se aferran a su orgullo y su justicia y acaban siendo malditos por Dios y arrojados al infierno. Nos está hablando de los dos tipos de personas con dos tipos de fe diferentes. Debemos escuchar lo que la Palabra de Dios nos está diciendo sobre nosotros, pero también debemos escuchar lo que dice sobre los demás.
La gente como Caín trabaja toda su vida para preparar las ofrendas del fruto de la tierra hasta el día en que mueren. Dicen: «Hoy no he podido ir a la reunión de oración, pero seguro que iré mañana. Este año he sido algo deshonesto al ofrecer la décima parte de mi suelo, pero el año que viene seré honesto. Iré a programas de evangelización para predicar el Evangelio. Daré testimonio de Jesús a cien personas al año. No causaré ningún problema a mi pastor. Intentaré no perderme ninguna reunión». Pero, ¿de verdad pueden cumplir todas estas resoluciones? Sus corazones lo desean, pero su carne es demasiado débil, y por eso nunca cumplen sus objetivos.
Al final llega el momento en que la vida llega a su fin. Dios llama a estas personas: «Se os ha acabado el tiempo». Entonces dicen: «Por favor, Señor, acéptame. Acepta a este pecador. Voy a ir a casa contigo. Soy un pecador. Soy el peor pecador del mundo. Pero, Señor, todavía creo en Ti, así que acéptame tal y como soy». Asimismo dejan sus testamentos a sus hijos diciendo: «Hijos míos, creed en Jesús. Yo me voy antes. Me voy al Reino de los Cielos antes que vosotros para prepararos el camino, así que tendréis que nos volveremos a ver allí. Estoy seguro de que si creéis en Jesús de cualquier manera, nos volveremos a encontrar en el Reino de los Cielo. Este abuelo se va. Este padre se va. Hasta pronto, mis queridos hijos».
Sin embargo, sus corazones siguen teniendo miedo por sus pecados. Así que dicen: «Señor, tengo miedo. Por favor, acéptame. Acepta a este pecador. Señor, creo en Ti. Acéptame. Creo que me aceptarás tal y como soy. ¡Amén! ¡Creo en Ti!». Como no están seguros de su salvación, les piden a sus conocidos que canten el siguiente himno cuando mueran: «♪No me pases, Oh dulce Salvador, escucha mi voz humilde; ♪mientras llamas a otros, no me pases ♪». Entonces mueren.
Esta gente sigue engañada por el falso evangelio hasta que muere. Ellos han desafiado a Dios y se han engañado a sí mismos, y seguirán así hasta el día de su muerte. Pero Dios les ha hablado a sus conciencias: «No podéis entrar en el Cielo. No sois mis hijos. Tenéis que ser redimidos de vuestros pecados antes». Por eso Dios les habla a sus conciencias hasta el día en que muere. Dios no se lo ha dicho una o dos veces, sino que se lo ha dicho muchas veces, desde que eran jóvenes hasta que mueran. «♪No me pases, Oh dulce Salvador, escucha mi voz humilde; ♪ mientras llamas a otros, no me pases♪». Pero solo cantan: «♪No me pases, Oh dulce Salvador, escucha mi voz humilde; ♪ mientras llamas a otros, no me pases♪», y oran: «Señor, creo que iré al Cielo. Por favor, acéptame».
El Señor les dice a las conciencias de estas personas: «No podéis venir al Cielo. No está permitido que entréis aquí. Después de todo, ¿no tenéis pecados en los corazones? Deberíais saber que si tenéis pecados, no podréis entrar en el Cielo». El Señor ha visitado sus corazones sin falta y se lo ha explicado claramente. Pero aunque sus corazones están llenos de preocupación, no se someten a la voz de Dios, sino que se preocupan por lo que dirán los demás, y fingen ser pacíficos diciendo: «Creo que el Señor me aceptará tal y como soy». Desafían a Dios y se engañan a sí mismos hasta el final, y toman Su nombre en vano. ¿Dónde irá la gente que se engaña a sí misma hasta el final? Como hay muchas personas que se engañan a sí mismas, acaban todas en el infierno. No irán al infierno si no se engañan a sí mismas.
«Vuestra salvación es problemática. ¿No tenéis pecados?», Dios entra en la conciencia de la gente y dice este tipo de cosas. Pero, a pesar de esto, la gente sigue preocupándose por lo que los demás dicen, y por eso no se muestran tal y como son, y se engañan a sí mismos. Este tipo de gente no puede encontrar la gracia de Dios. ¿Saben cuánta gente en este mundo es así? El 99 % de las personas de este mundo son descendientes de Caín. Los descendientes de Abel son menos de 1 de cada 1000, o quizás ni siquiera 1 de cada 10.000. Cuando consideramos la población del mundo en este contexto, los que son como Caín constituyen la gran mayoría. Los que dicen que irán al Cielo solo por creer en Jesús, aunque tengan pecados en sus corazones, están ofreciendo el sacrificio de Caín.
Está escrito: «El Señor respetó a Abel y a su ofrenda». Dios aprobó a Abel. Mis queridos hermanos, deben darse cuenta de lo diferentes que son las ofrendas de Caín y Abel, y lo importante que es la lección contenida en este pasaje, así como el número de personas que están ofreciendo la ofrenda de Caín y que, por lo tanto, hacen enfadar a Dios.
 
 

¿Qué es el Evangelio del agua y el Espíritu del que habla la Biblia?

 
En Mateo 3, 13-17 hemos leído cómo Jesús tomó los pecados de todos los pecadores cuando vino al mundo. Primero debemos darnos cuenta de que Jesús no fue bautizado por Juan el Bautista porque quisiese demostrar Su humildad. Este bautismo era el ministerio mediante el cual Jesús recibió todos los pecados del mundo para siempre.
Primero tenemos que saber que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista para cargar con todos nuestros pecados. Esto es necesario para poder entender el Evangelio del agua y el Espíritu. La Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu consiste en saber que es indispensable ser salvados de los pecados, y además es el poder de Dios. «El bautismo a través del cual Jesús tomó todos los pecados del mundo para siempre» no es un suceso irrelevante que se pueda ignorar, sino que es muy importante y absolutamente indispensable para nuestra salvación.
Hace mucho tiempo, todos los Apóstoles recibieron la remisión de los pecados al creer en el bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz, y todos ellos predicaron esta fe. El Apóstol Pedro también dio testimonio de esta verdad en 1 Pedro 3, 21. Sin embargo, la gente de hoy en día se toma a la ligera el bautismo de Jesús. Mientras que creen en la Cruz de Jesús como la salvación, no le dan importancia a Su bautismo y algunos incluso renuncian a él. Sin embargo, ahora se darán cuenta de que el bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz constituyen la única Verdad que nos salva.
Los cristianos de hoy en día creen fácilmente en la sangre que Jesús derramó en la Cruz, y la predican. Por tanto no le dan importancia al bautismo que Jesús recibió, ni tampoco se interesan por conocerlo. Piensan: «Todo lo que tengo que hacer es creer en la sangre de Jesús como los demás. ¿Qué importa si no sé nada sobre el bautismo de Jesús?». Así ignoran el poder del bautismo de Jesús que recibió de Juan el Bautista, y ni siquiera se molestan en conocerlo. Esto se debe a que no saben que el bautismo y la sangre de Jesús constituyen el perfecto Evangelio. Satanás no quiere que la gente reciba la remisión de los pecados y por eso intenta cubrir la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu a través del cristianismo, y en su lugar les hace creer en un evangelio extraño, que ni siquiera es un evangelio.
¿Puede la gente ser salvada de sus pecados si cree solo en la sangre derramada en la Cruz? No, así nunca se alcanza la salvación. Sin embargo, como la gente ha creído todo este tiempo que «uno se salvad del pecado si cree en la sangre de Jesús en la Cruz», no se ha dado cuenta de la importancia del bautismo de Jesús y lo ha ignorado. Satanás sabe muy bien que por mucho que la gente crea en Jesús, si no conoce la importancia del bautismo de Jesús y su poder, su fe es en vano. Por eso, incluso hoy en día, Satanás está sometiendo a las personas a través de las iglesias mundanas, para que gente siga siendo ciega espiritualmente y no crea en el Evangelio del agua y el Espíritu. El objetivo de Satanás es esconder el Evangelio del agua y el Espíritu mediante un evangelio falso, para que los cristianos no puedan conocer el bautismo de Jesús.
 
 

Hay pruebas en la Biblia que proclaman que Jesús tomó todos los pecados de los pecadores de este mundo para siempre a través de Su bautismo

 
La primera prueba la encontramos en Mateo 3, 15, que nos habla de los pecados del mundo que fueron pasados a Jesús para siempre cuando Juan el Bautista lo bautizó. «Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó». El bautismo de Jesús sirvió para que Él tomase todos los pecados de todo el mundo.
En griego, la palabra así es οϋτως γάρ (hoo’-tos gar). Esta palabra griega significa «de esta manera», «lo más adecuado» o «no hay otra manera». Cumplir «toda justicia» es πάσαν δικαιοσύνην (pasan dikaiosunen) en griego, que significa «el estado más perfecto, que no tiene defecto alguno».
Por tanto, este pasaje nos demuestra claramente que Jesús tomó los pecados de la humanidad sobre Sí mismo de la manera más adecuada, a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista. Jesús hizo esto porque entonces se cumpliría «toda la justicia» de Dios. «Toda la justicia» de Dios se refiere al hecho de que Dios tomó todos los pecados de este mundo a través del bautismo de Jesús. Esta es la justicia de Dios. Al ser bautizado y derramar Su sangre en la Cruz, Jesús borró los pecados del mundo y nos salvó de la condena. Pero quien se niega a creer en esta Verdad será condenado por estos pecados, pues está escrito: «El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios» (Juan 3, 18). Esta es la salvación justa y la condena de Dios. La justicia de Dios se cumplió con Su salvación justa.
Cuando Jesús vino al mundo, fue bautizado por Juan el Bautista, y quien crea en esto no tiene pecados en su corazón. En cuanto al método mediante el que Jesús borró los pecados del mundo, hay que admitir que la única manera de cumplir la salvación justa de Dios consistía en que Jesús fuese bautizado por Juan el Bautista y después muriese en la Cruz. A través de Su bautismo y de Su sangre, Jesús ha borrado todos los pecados del mundo para siempre con la justicia de Dios de la manera más justa. A través del bautismo de Jesús, que recibió de Juan el Bautista, tomó todos los pecados de la humanidad, después fue crucificado y así nos ha salvado perfectamente. De esta manera el Señor ha cumplido toda la justicia de Dios para siempre. Así el amor de Dios se ha manifestado a través de Jesucristo. Jesús fue bautizado por Juan el Bautista y murió en la Cruz para completar nuestra salvación.
El objetivo del bautismo de Jesús, que recibió en el río Jordán de la mano de Juan el Bautista, era hacer que Jesús cargara con todos los pecados del mundo para siempre. ¿Adónde han ido todos nuestros pecados? Los cristianos de hoy en día creen que sus pecados siguen en sus corazones. Si Jesús fue bautizado por Juan el Bautista para cargar con todos los pecados del mundo, ¿cómo puede haber pecados todavía? Si creen en esto, ¿cómo pueden eliminarse sus pecados? Los que creen en el bautismo de Jesús, saben que sus pecados fueron pasados al cuerpo de Jesús. Sin embargo, los que no creen en el bautismo de Jesús con sus corazones, nunca dicen: «No hay pecados en mi corazón».
Debemos creer que Jesús tomó todos nuestros pecados personales cuando fue bautizado. Si creen en esta Verdad, ¿cómo pueden tener pecados todavía? Si de verdad conocen el significado del bautismo de Jesús y Su derramamiento de sangre en la Cruz, y si de verdad creen en esto, no puede haber ningún pecado en sus corazones. Como los pecados del mundo fueron pasados, de manera justa, a Jesús a través de Su bautismo, y si creemos que Él cumplió la obra justa de eliminar nuestros pecados, podemos ser salvados de estos pecados. Todo el mundo debería creer en esta Verdad y ser salvado de sus pecados personales.
 
 

La implicación del bautismo de Jesús

 
Bautismo en griego es βάφτισμα (baptisma), que literalmente significa «ser sumergido». Bautizar es baptizo en griego, y significa sumergir, enterrar o limpiar. El bautismo de Jesús tiene el poder de eliminar las iniquidades de este mundo y limpiarlas. Jesús sumergió Su cuerpo en el agua del Jordán y fue bautizado por Juan el Bautista mediante la imposición de manos. Este es el concepto de imposición de manos del Antiguo Testamento, donde se ponían las manos sobre la cabeza del animal que iba a ser sacrificado en el altar de los holocaustos. Así, cuando Juan el Bautista bautizó a Jesús, puso las manos sobre la cabeza de Jesús.
Mateo 3, 16 dice: «Una vez fue bautizado, Jesús salió del agua inmediatamente». Esto significa que, cuando Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, se sumergió en el agua por completo. Esto implica que Jesús tomó los pecados de la humanidad sobre Sí mismo, y que moriría en la Cruz y se levantaría de entre los muertos. El que Juan el Bautista pusiera las manos sobre la cabeza de Jesús significa que los pecados del mundo fueron pasados a Jesús. El que Jesús fuera sumergido en el agua simboliza Su muerte. El que Jesús saliese del agua, implica Su resurrección. Por tanto, pasar nuestros pecados, nuestra muerte y nuestra resurrección está contenido en la Verdad del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista.
El que Jesús fuese bautizado por Juan el Bautista es el cumplimiento de la promesa de salvación contenida en los estatutos del Antiguo Testamento, donde el animal sacrificado aceptaba todos los pecados de Israel para siempre, durante el Día de la Expiación, y mediante la imposición de manos del Sumo Sacerdote. Por eso en el capítulo 10 del libro del Hebreos se habla del sacrificio del Día de la Expiación y se explica con todo detalle la propiciación eterna de Jesús. De esta manera, Dios completó la Verdad que borra todos los pecados del mundo para siempre. Jesús cumplió esta voluntad del Padre través de Su bautismo, Su muerte en la Cruz en lugar de los pecadores, y mediante Su resurrección que devuelve a la vida a todos Sus seguidores. En la actualidad, el bautismo con agua, que los que creen en el bautismo de Jesús reciben, es la afirmación de nuestra salvación de todos los pecados, y es la marca de fe que indica que creemos en el bautismo de Jesús, en Su muerte en la Cruz y en Su resurrección como nuestra salvación. El bautismo del agua no tiene nada que ver con Su bautismo.
En Mateos 3, 15 Jesús dijo a Juan el Bautista: «Déjame hacer ahora porque conviene así que cumplamos toda justicia». Este verso expresa claramente que Jesús fue bautizado para cumplir toda la justicia de Dios. «Toda la justicia» de Dios significa que Dios siempre tiene razón. El libro de Romanos declara que estamos sin pecado si creemos de esta manera. Esto es posible ahora porque Jesús ha aceptado todos los pecados del mundo a través de Su bautismo, y así nos ha salvado de todos los pecados. Debemos creer en la Verdad que nos hace nacer de nuevo. Mateo 3, 15 proclama lo más importante de este bautismo: «Lo adecuado es que Yo sea bautizado por ti, y que tú me bautices, y así borraremos los pecados de todos los pecadores del mundo». Esta es la justicia de Dios. Esta es la razón por la que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista y por la que fue crucificado más adelante. Jesús fue «así» bautizado por Juan el bautista mediante la imposición de manos, para aceptar los pecados del mundo y eliminarlos. Por tanto, para hacer que los pecadores fueran justos, Jesús fue bautizado por Juan el Bautista como primer acto público, y Dios Padre se complació con esto.
La palabra justicia se refiere a la justicia sin defecto desde cualquier punto de vista. El que Jesús y Juan el Bautista cumpliesen todas las obras justas de Dios significa que Jesús borró los pecados de todo el mundo al ser bautizado por Juan el Bautista en este mundo. Al ser bautizado, derramar Su sangre y levantarse de entre los muertos al tercer día, Jesús cumplió la obra más justa de todas, es decir la justicia de Dios. Todo esto es la Verdad que ha cumplido la justicia de Dios, que libra a todo el mundo del pecado. Por tanto para borrar todos los pecados del mundo, Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, derramó Su sangre en la Cruz mientras cargaba con los pecados del mundo, y así ha salvado a todos los pecadores.
Lo que todo pecador desea es librarse de sus pecados y entrar en el Cielo. Por eso Jesús vino al mundo y fue bautizado por Juan el Bautista, para borrar para siempre los pecados de todo pecador. Como Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, los pecados del mundo fueron eliminados de este mundo y se pasaron al cuerpo de Jesús. Entonces Jesús tenía que cumplir las obras justas de Dios al ser bautizado de esta manera.
Mateo 3, 15 dice: «Déjame hacer ahora porque conviene así que cumplamos toda justicia». Con esto Jesús quiso decir: «Juan, es adecuado que ahora reciba el bautismo que cumple la justicia de Dios, y así aceptar los pecados de todos los pecadores del mundo, y cumplir la justicia de Dios». Jesús nos está diciendo: «El Señor Dios ha salvado por completo a todos los pecadores. Por eso vine al mundo. Para cumplir la justicia de Dios, era necesario que yo fuese bautizado por Juan el Bautista, y por eso fui crucificado y me levanté de entre los muertos. Esta es la obra justa que he completado por vuestra salvación. Así que ahora debéis creer en la justicia de Dios».
El método que Jesús escogió para salvarnos de nuestros pecados era ser bautizado, derramar Su sangre en la Cruz y levantarse de entre los muertos. Al hacer estas obras justas, completó la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu por nosotros. Todos los que creen en este Evangelio de Verdad, reciben la verdadera salvación, la vida eterna y las bendiciones de convertirse en hijos de Dios. Debemos darnos cuenta de que la fe más adecuada y valiosa es la salva por creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, que ha cumplido la justicia de Dios.
Mis queridos hermanos, si Jesús dice que vino al mundo para borrar todos nuestros pecados, ¿hay alguien que se pueda oponer a esta Verdad? Sé que ninguno de ustedes se opone. ¿Quién puede rechazar lo que Jesús hizo cuando vino al mundo para borrar las iniquidades de los pecadores? Nadie. ¿Hay alguien que pueda protestar de la Verdad de que Jesús fue bautizado, crucificado y levantado de entre los muertos, para salvarnos de los pecados del mundo? Si alguien se opone a esta Verdad, se está levantando contra la justicia de Dios.
El que un pecador pueda librarse de sus pecados o no, se determina dependiendo de si cree en el bautismo de Jesús y Su sangre en la Cruz. La salvación depende de la presencia o ausencia de esta fe en la justicia de Dios. Los que creen que la justicia de Dios son justos, pero los que no creen en la justicia de Dios siguen viviendo como pecadores que acaban en el infierno. Todos nosotros iremos al Cielo o al infierno según el tipo de fe que hayamos tenido, dependiendo de si hemos creído en la Verdad o no. Para que un pecador sea salvado tiene que creer sin falta en el bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz.
Pero a pesar de todo esto, los cristianos creen: «La sangre de Jesús es la única salvación», y algunos dicen: «Todo el mundo puede ser salvado con tan solo creer en el nombre de Jesús». Otros cristianos dicen: «Para ser salvados, debemos creer en Jesús y vivir con rectitud». Sin embargo, como Jesús dijo: «He sido bautizado por Juan para borrar todas las iniquidades de todos los pecadores», el único método de borrar los pecados de todo el mundo es el bautismo y derramamiento de sangre de Jesús, y por tanto, debemos creer en él. Jesús testificó: «Pues conviene que cumplamos toda justicia». Para que todos los pecadores pudieran recibir la remisión de sus pecados, la fe en el bautismo de Jesús, Su muerte en la Cruz y Su resurrección son el método más adecuado.
Jesús fue bautizado por Juan, fue crucificado y se levantó de entre los muertos, para salvar a los pecadores de sus pecados, tanto el pecado original como los pecados personales. Jesús recibió el bautismo voluntariamente, cargó voluntariamente con la condena de la crucifixión, reservado para los peores criminales, y se manifestó a Sus discípulos después de haber resucitado. Hizo todo esto para borrar las iniquidades de todos los pecados y convertirse en el Salvador de todos los pecadores. Por tanto, al creer en el bautismo de Jesús, los pecadores se convierten en justos, y al creer en el derramamiento de sangre en la Cruz, se convierten en hijos de Dios y nunca son condenados por el pecado de nuevo.
Sin embargo, muchos cristianos todavía no saben por qué Juan el Bautista bautizó a Jesús. Aún así todavía dicen que creen en Jesús como su Salvador. Además hay muchos cristianos que se oponen al hecho de que Dios crease el universo y todo lo que hay en él. Ellos aceptan la teoría de la evolución y dicen con arrogancia: «Dios no creó el universo y todo lo que hay en él. El universo existe gracias a la evolución». Estas personas son ignorantes.
Si esto es cierto, ¿se convierten los dientes de león en rosas después de algunos siglos? Según los argumentos necios de los evolucionistas, los simios evolucionaron hasta convertirse en humanos. Pero los dientes de león existieron porque el Creador dijo: «Que haya dientes de león». Así que no se pueden convertir en rosas con el paso del tiempo. Una especie puede adoptar diferentes formas con el paso del tiempo para adaptarse a los cambios en su hábitat, pero la especie en sí, creada por Dios en el principio, no puede cambiar en su esencia.
 
 

Todos debemos negar nuestros pensamientos y seguir los pensamientos y el plan del Señor

 
Quien quiera recibir la remisión de los pecados, debe negarse a sí mismo. El Señor dijo: «Quien quiera seguirme, debe negarse a sí mismo y cargar con su cruz». Para alcanzar nuestra salvación, debemos creer en el bautismo de Jesús y en Su sangre derramada en la Cruz como nuestra verdadera salvación.
Al ser bautizado por Juan el Bautista, derramar Su sangre en la Cruz y levantarse de entre los muertos, el Señor ha salvado a los que creen en Él para siempre Si nuestro Dios de la Verdad nos dice que ha hecho todo esto, debemos creer en la Palabra escrita tal y como es. Si el Señor nos dice que nos ha salvado de nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu, debemos creer en esto, en vez de decir: «¿Es esta la única manera de recibir la remisión de los pecados?». El Señor nos ha salvado de esta manera de acuerdo con Su derecho soberano, y no podemos negarnos. ¿Quiénes somos nosotros para desafiar a Dios? De la misma manera en la que un alfarero hace lo que quiere con los recipientes que crea, Dios hace lo que quiere también.
Dios Padre también dice que, para salvar a los pecadores del pecado, hizo que Jesús fuese bautizado por Juan el Bautista, y que fuese crucificado para derramar Su sangre. Así que ningún pecador puede negarse a creer en esto y rechazar el amor de Dios porque así les apetezca y digan: «¿Por qué tomó Jesús mis pecados en Su bautismo?». Por supuesto, cada uno es libre para rechazar Su amor. Pero también somos libres para creer. Si alguien rechaza o ignora esta Verdad de salvación que ha venido por el Evangelio del agua y el Espíritu, no puede convertirse en un hijo de Dios y además erguirá siendo un pecador por no creer. Este es el pecado de no creer en el amor de Dios y en Su justicia. Por tanto, quien tenga pecados en su corazón, debe creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Qué pasa si un pecador no cree en el Evangelio de la justicia de Dios? Si un pecador rechaza el bautismo y la sangre de Jesús, que ha remitido todos nuestros pecados, porque no está satisfecho con él, será condenado por este pecado al final. ¿De quién sería la culpa? ¿De la persona que se negó a creer en el amor de Dios y Su justicia? Jesús no nos ha hecho nada malo. Él aceptó todos nuestros pecados a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista. ¿Qué prefieren: creer en la justicia de Dios o rechazarla hasta el final, aunque sigan teniendo pecados? ¿Van a rechazar el Evangelio del agua y el Espíritu con sus corazones? Les pido que acepten esta Verdad en sus corazones, que sean librados de sus pecados y se conviertan en instrumentos de la justicia de Dios, en Sus siervos fieles.
¡Crean en el Evangelio del agua y el Espíritu! La salvación de Dios vendrá a ustedes y el Cielo se cumplirá en sus corazones. Busquen el Evangelio del agua y el Espíritu. Entonces encontrarán la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu tal y como es. ¡Llamen a la puerta! Descubrirán la justicia de Dios que está escondida en el Evangelio del agua y el Espíritu, y se abrirán ante ustedes las puertas del Cielo. Si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, a través del cual Jesús ha librado a los pecadores, recibirán la remisión de los pecados y el don del Espíritu Santo. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, se convierten en personas justas. Al creer en la justicia de Dios, se convierten en hijos de Dios y entran en el Cielo. Depende de ustedes que su fe sea aprobada no.
Aquellos de ustedes que sigan dudando del Evangelio del agua y el Espíritu, deben escucharme reiterar la importancia del bautismo de Jesús. El bautismo que Jesús recibió simboliza que los pecados del mundo fueron pasados a Su cuerpo. Cuando Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, todos nuestros pecados fueron pasados al Cordero, como los pecados de los israelitas en el Antiguo Testamento, que eran pasados a un animal mediante la imposición de manos. Sin embargo, en el Antiguo Testamento había que pasar los pecados al animal una vez al día o al año, pero Jesús tomó todos los pecados del mundo de una vez mediante Su bautismo. A través del bautismo que recibió de Juan el Bautismo, el Señor eliminó todas las iniquidades de los pecadores de la manera más adecuada. Por tanto, ustedes deben imponer sus manos sobre Jesús para pasar todos los pecados a Su cabeza mediante la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Los sacerdotes del Antiguo Testamento ofrecían sacrificios todos los días. El Sumo Sacerdote también ofrecía un sacrificio anual, pero por muchos sacrificios que ofrecía, nunca se acababa el pecado en los corazones de la gente. Cuando el Sumo Sacerdote moría, su hijo se sucedía en el puesto. Ahora Jesús se ha convertido en el Sumo Sacerdote del Reino de Dios y ha ofrecido el sacrificio eterno de Su cuerpo: tomó todos los pecados del mundo sobre Su propio cuerpo sin pecado a través de Su bautismo, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos, y así ha dado la vida eterna a Sus seguidores. El Señor ha limpiado a Sus seguidores, no mediante la sangre de una cabra o un toro, sino a través de Su propio cuerpo, que tuvo que ser bautizado y sangrar. Esta es la salvación eterna.
Si tuviésemos que recibir la remisión de los pecados todos los días, como en el Antiguo Testamento, Jesús tendría que vivir en este mundo ahora. Sin embargo, para librar a los pecadores de los pecados del mundo, el Señor entregó Su cuerpo a Juan el Bautista para que le bautizase, y así aceptó todos los pecados del mundo, después derramó Su sangre en la Cruz, y así nos ha hecho personas completas. En otras palabras, a través del Evangelio de Su bautismo y Su sangre en la Cruz, el Señor ha salvado a los pecadores de sus pecados para siempre.
 
 

El Evangelio testificado por Juan el Bautista es el Evangelio del agua y el Espíritu

 
El que tuvo que testificar: «Jesús tomó todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista» fue Juan el Bautista. Esta persona bautizó a Jesús para pasarle los pecados del mundo, y así es como Jesús cargó con los pecados del mundo, Así que Juan dijo en Juan 1, 29: «He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo». Antes de que Jesús fuese bautizado por Juan el Bautista, no había tomado los pecados del mundo. Pero cuando Jesús los aceptó al ser bautizado por Juan el Bautista, se convirtió en el Cordero de Dios. Como Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, Juan pudo dar testimonio en voz alta: «He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo».
Como está escrito: «El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1, 29), Juan declaró que Jesús es el Cordero de Dios. Esto significa que la propiciación por las iniquidades de todos los pecadores es Jesús. Así es como Jesús tomó todos los pecados del mundo para siempre al ser bautizado y por eso se convirtió en la propiciación de todos los pecadores.
 
 

El Evangelio del que dieron testimonio los 12 discípulos

 
Está escrito en Hechos de los Apóstoles 1, 21-22: «Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección». Este pasaje no enseña las cualidades de apóstol que Pedro propuso cuando los discípulos se disponían a elegir a un nuevo apóstol que sustituyese a Judas. En resumen, un apóstol solo podía ser escogido por los discípulos que testificaran que Jesús se había convertido en el Salvador de los pecadores al ser bautizado. Debemos prestar especial atención a la frase: «comenzando desde el bautismo de Juan». En otras palabras, el nuevo apóstol tenía que ser alguien que hubiese caminado con Jesús desde que Él fue bautizado. Tenía que ser un hombre justo que supiera porqué Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, y porqué Jesús murió en la Cruz. Solo un hombre con estas cualidades podía convertirse en un apóstol. Los apóstoles eran escogidos por los discípulos que sabían perfectamente cómo Jesús había traído la remisión de los pecados, al tomar todas las iniquidades de los pecadores a través de Su bautismo y al borrarlas con la sangre que derramó en la Cruz.
Los Apóstoles, que eran los discípulos de Jesús, predicaron el mensaje sobre el bautismo de Jesús y Su Cruz. Todos los Apóstoles predicaron el bautismo de Jesús y Su Cruz. Todos los Apóstoles predicaron el Evangelio del agua y el Espíritu, que empezó con el bautismo de Juan. En otras palabras, la razón por la que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista fue que Él debía convertirse en el Salvador de los pecadores. Los Apóstoles de Jesús sabían todo esto y dieron testimonio. Creyeron que la obra más justa era predicar el bautismo de Jesús, Su muerte y Su resurrección, y así librar a los pecadores de este mundo de sus iniquidades.
 
 

El Evangelio del agua y el Espíritu que declaró el Apóstol Pablo

 
Pasemos a Romanos 6, 3-5: «¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección».
Cuando leemos estas palabras: «Todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte», entendemos que Jesús pudo borrar todos nuestros pecados porque había cargado con ellos mediante Su bautismo. En otras palabras, cuando creemos en Jesús como nuestro Salvador, podemos estar unidos con Cristo al creer en la Verdad escondida en el bautismo que Jesús recibió.
En todas las epístolas paulinas nos encontramos con el bautismo y la sangre de Jesús. El libro de Gálatas menciona el bautismo de Jesús y el libro de Romanos menciona tanto Su bautismo como Su sangre. El libro de Efesios también habla del bautismo de Jesús en el capítulo 4: «Un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo» (Efesios 4, 4-5). Por eso, la creencia en que Jesús tomó todos los pecados de los pecadores cuando fue bautizado, y que pagó el precio del pecado con Su muerte en la Cruz, es la verdadera fe que nos une con Cristo.
¿Podemos estar unidos con Jesús? Al creer en el bautismo de Jesús y en Su Cruz, podemos estar unidos. La fe que convierte a un pecador en una persona justa, es la fe que está unida a Cristo. Para que un pecador se convierta en un trabajador de la justicia de Dios, su fe debe estar unida al bautismo de Cristo y Su muerte. De la misma manera, la fe que abre las Puertas del Cielo es la misma fe que cree en que Jesús tomó todas las iniquidades de los pecadores al ser bautizado y al pagar la condena de los pecados en la Cruz. Solo cuando creemos en esto podemos estar unidos a Jesús y entrar en el Cielo. Jesús ahora está sentado a la derecha del trono de Dios Padre, después de levantarse de entre los muertos para resucitar, tanto en cuerpo como en espíritu, a todos los que creen en esta Verdad. Si un pecador cree de corazón en el bautismo de Jesús, en que cargó con los pecados del mundo, y en Su sangre en la Cruz, entonces puede unirse a Él por fe.
La Biblia dice que los pecados del mundo son los pecados que todos los seres humanos han cometido y cometerán desde el día en que nacen hasta el día en que mueren. Según la ley de Dios, que declara que el precio del pecado es la muerte, todos merecemos morir, pero podemos librarnos de los pecados de la muerte si creemos que Jesús tomó todos nuestros pecados con Su bautismo y que fue castigado en la Cruz en lugar de los pecadores. Esta Verdad es el Evangelio del agua y el Espíritu, según el cual Jesús entregó Su vida, fue bautizado y derramó Sangre en la Cruz en nuestro lugar, aunque nosotros éramos los que tenían que morir. Al sacrificar Su cuerpo, Jesús cargó con todos nuestros pecados y pagó su precio al derramar Su sangre.
Pasemos a Gálatas 2, 20: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí».
Dios nos está diciendo aquí que, si creemos en el bautismo de Cristo y nos unimos a Él, a través de esta fe que cree que nuestros pecados fueron pasados a Jesús, podemos ser crucificados con Jesús. Por tanto, los que se han unido a Cristo por fe también han vuelto a la vida con Cristo. El Apóstol Pablo dijo que los que son bautizados en Jesucristo, son crucificados con Jesús, y resucitados por la fe. Como hemos tomado parte en el bautismo de Jesús, Su muerte en la Cruz, y Su resurrección por fe, nuestras almas han vuelto a la vida por esa misma fe. Cualquier alma que no crea en la justicia de Jesucristo, está muerta. Pero los que creen en el Señor y se unen a Su bautismo, han vuelto a la vida por fe.
¿Qué hace que las almas de los justos vuelvan a la vida? Creer en el bautismo del Hijo de Dios, Su Cruz y Su resurrección, que les une a Cristo y elimina de sus pecados para siempre. Para salvar a los pecadores, Jesús tomó todos sus pecados y los borró al ser bautizado, y por eso, al creer en esto nos unimos a Cristo. Todos los justos en este mundo fueron pecadores que cometieron muchas transgresiones, pero al creer en el bautismo y la sangre de Jesús, el Hijo de Dios, nacieron de nuevo y recibieron una vida nueva como justos. Entonces, ¿tienen algo de lo que alardear los justos? No, se hicieron justos al creer en el bautismo y la sangre de Jesús. ¿Podemos atribuirnos el mérito de haber sido librados de nuestros pecados? Por supuesto que no. Esta gente como nosotros, que cometen pecados personales todos los días, se libró de sus pecados, pero no por sus propios méritos. El mérito es de la obra del bautismo y la Cruz de Jesús.
El Señor está vivo en los corazones de todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Esto se debe a que hay fe en nuestros corazones y esta fe cree n la Palabra del bautismo de Jesús, en Su muerte y Su resurrección. ¿Creen por completo en la Verdad de la salvación, en que Jesús ha borrado todos sus pecados? Para creer en Jesús y seguirle correctamente, debemos negarnos a nosotros mismos y recibir la remisión de los pecados. Solo entonces podemos seguir a Jesús. Quien quiera seguir al Señor debe negarse a sí mismo; dejar su antigua personalidad, su antigua fe, su antiguo conocimiento, pensamientos, sistema de valores, y su antigua justicia. Hay muchos pecadores que, al no poder negar sus pensamientos, no pueden ser redimidos de sus pecados personales, y van derechos al infierno.
El general Naamán, comandante del ejército de Aram, fue a ver a un siervo de Dios para que le curase de la lepra. En aquel entonces, Eliseo, el siervo de Dios, le dijo a Naamán que fuese al río Jordán a lavarse siete veces. Pero el general Naaman se negó a seguir las instrucciones de Eliseo diciendo: «¿Creen que el Abana y el Farfar, los ríos de mi país, son peores que el río Jordán? ¿Crees que he venido hasta aquí para bañarme? He venido para que me cures la lepra». Sin embargo, pronto escuchó a su siervo que le pidió que escuchase a Eliseo. Negó sus propios pensamientos, se metió en el Jordán siete veces, y se curó. Si Naamán no hubiese negado sus pensamientos, no podría haberse curado. Del mismo modo, si no negamos nuestros pensamientos y vivimos nuestras vidas de fe como queremos, no podremos recibir la remisión de los pecados. Quien no niegue sus pensamientos y no crea en el Evangelio del agua y el Espíritu, no podrá eliminar sus pecados. Mis queridos hermanos, por muchos pensamientos que tengan en sus mentes, deben negarlos todos. Este es el camino hacia la vida.
Mis queridos hermanos, ¿por qué la gente es tan sensible con este asunto, cuando no son más que pecadores? Si Dios dice que Jesús tomó todos nuestros pecados a través de Su bautismo y los borró en la Cruz con Su propia sangre, todo lo que tenemos que hacer es creer en esto y aceptarlo en nuestros corazones con gratitud. ¿Por qué escribió Dios cómo nos ha salvado de nuestros pecados? Lo escribió para que las generaciones siguientes, que tenían que ser salvadas, negasen sus pensamientos, aceptasen lo que Dios ha hecho por ellas, y fueran salvadas de sus pecados.
¡Crean en el Evangelio del agua y el Espíritu! Solo entonces podrán orar correctamente según la voluntad del Señor. Solo entonces podrán ofrecerle el sacrificio espiritual a Dios.