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Tema 18: Génesis

[Capítulo 4-8] Debemos unir nuestros corazones con la justicia de Dios (Génesis 4, 1-7)

Debemos unir nuestros corazones con la justicia de Dios(Génesis 4, 1-7)
«Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón. Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra. Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él».
 
 
Adán y Eva, los primero antecesores de la humanidad, tuvieron un hijo carnal, y le llamaron Caín. Después del nacimiento del primer hijo, Adán mostró su fe diciendo: «He recibido un varón del Señor» y llamando a su hijo Caín. Vemos que Adán reconoció al Señor y creyó que Dios le había dado un hijo.
Entonces tuvieron otro hijo y le llamaron Abel. Después de un largo período de tiempo, tuvieron trabajos diferentes: Abel cuidó de las ovejas, y Caín fue labrador. Entonces le ofrecieron sacrificios a Dios. Caín ofreció el fruto de la tierra al Señor, pero Abel ofreció al primogénito de su rebaño y su grasa. Estas dos personas ofrecieron un sacrificio a Dios, y ahora vamos a observar cuál de los dos sacrificios era el correcto.
La diferencia entre los sacrificios de estas dos personas, nos demuestra la diferencia entre la fe de cada uno. La fe de Abel era la misma que la de sus padres, pero la fe de Caín era diferente de la de sus padres. Cuando crecieron, sus padres, Adán y Eva, les dijeron quién era Dios, por qué fueron arrojados del Jardín del Edén, y por qué y cómo ofrecer sacrificios. Así que Abel ofreció un sacrificio a Dios porque heredó la fe de sus padres. Pero, el hijo mayor, Caín, rechazó la fe de sus padres.
Esto significa que Caín no siguió el ejemplo de la fe de sus padres. Sin embargo, Abel siguió el ejemplo de la fe de sus padres. Por tanto, el pastor sacrificó un cordero y se lo ofreció a Dios; pero el labrador ofreció el producto de la tierra. Pero Dios no aceptó a Caín ni su sacrificio. Por eso Caín se enfadó con Dios, quien le dijo a este: «Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta» (Génesis 4, 7).
Aquí aparece la expresión «hacer bien». Si hubiese querido hacer el bien, tendría que haber ofrecido a Dios el sacrificio que Él pedía. Pero, como Caín no lo hizo, Dios le rechazó. Dios estaba diciendo: «Si me hubieses ofrecido el sacrificio que Yo quería, ¿no crees que lo habría aceptado? Pero, me has ofrecido lo que Tú has querido, ¿por qué te enfadas por que no he aceptado ese sacrificio? ¿No crees que lo habría aceptado si hubieses sabido qué tipo de sacrificio quería al unir tu corazón con Mi corazón y con el corazón de tus padres? Aunque no he aceptado tu sacrificio porque no me es agradable, ¿es justo que te enfades conmigo, con Dios Todopoderoso? Si hacen bien, ¿no crees que serás aceptado?».
Como pueden ver, Caín era un hombre que no había unido su corazón con Dios. Si el centro de su corazón hubiese estado en la condición correcta, no habría estado tan enfadado, aunque Dios le hubiese regañado por no ofrecer el sacrificio correcto. Lo que estoy diciendo es que si Caín hubiese pensando: «He hecho algo mal. Creo que Dios tenía otras intenciones», no se habría enfadado tanto. Aunque se habría sentido algo mal, habría intentado averiguar la voluntad de Dios, pensando: «Debe haber algún significado oculto en este evento».
Pero Dios indicó que su ira no procedía. «Si hacen bien, ¿eres aceptado? ¿Hiciste bien? ¿Ofreciste el sacrificio correcto? ¿Ofreciste el sacrificio que Yo quería o el que tú quisiste?». Dios conoce los corazones de la gente y por eso sabía lo que pasaba en el corazón de Caín: «Caín, tu corazón no está bien. ¿Por qué Me ofreciste el fruto de la tierra como sacrificio? ¿Acaso no salvé a tus padres del pecado? Aunque tus padres estaban destinados a morir, yo les dejé vivir al sacrificar a un animal, quitarle la piel, y después vestirlos con túnicas de la piel de ese animal. ¿No te contaron tus padres esta historia?». Cuando Caín y Abel eran pequeños, Adán y Eva les hablaron de la justicia de Dios. Sin embargo, Caín no pudo unir su corazón con la justicia de la salvación de Dios. Esto significa que el corazón de Caín no se unió con Dios.
 
 

Los seres humanos nos merecemos y necesitamos que Dios nos reprenda

 
Dios reprende a la gente que no une sus corazones con el de Dios. La imperfección de la carne humana no importa si confiamos en la justicia de Dios. Pero no unir nuestro corazón con el de Dios es el pecado más grave. Satanás, el diablo, tiene miedo de que la gente una sus corazones con la justicia de Dios. Si no nos unimos al corazón de Dios, no somos nadie. Por tanto, Satanás no teme a este tipo de personas que no se unen a Dios. Satanás es amigo de los que no se unen a la justicia de Dios, Por tanto, si no nos unimos al corazón de Dios, seremos siervos del Diablo.
El hecho de que Caín no uniese su corazón con sus padres, es un gran pecado. Caín no unió su corazón con el de sus padres por fe. Dios le dijo a Caín: «Si haces bien, ¿no serás aceptado?». Incluso si hubiera ofrecido su sacrificio porque no sabía cómo hacerlo, podría haber dicho: «Un momento, ¿no era este el sacrificio que querías? Si no, te tengo que ofrecer un sacrificio que Tú quieras, ¿no?». Entonces podría haber cambiado su sacrificio, pero no lo hizo.
Cuando una persona hace algo mal, se avergüenza. Aunque no seamos perfectos, podemos recibir la remisión de los pecados, pero es difícil para los que tienen corazones arrogantes ante Dios. Deben recordar que si la gente quiere recibir la remisión de los pecados, debe tener una fe sincera que se una a la justicia de Dios. Quien no tenga el corazón que se une con la justicia de Dios, no puede recibir la remisión de los pecados.
 
 

Los que se han unido con la justicia de Dios, ofrecen un sacrificio de fe según Su voluntad

 
Hay dos tipos de sacrificios: uno es el primogénito del rebaño y su grasa, y el otro es el fruto de la tierra. Abel ofreció un sacrificio a Dios matando al primogénito de su rebaño, sacándole la grasa de los órganos internos, y poniéndola sobre la carne para después quemarla. El sacrificio correcto para Dios es el sacrificio de Abel. Él ofreció un cordero y su grasa. Este sacrificio demuestra que reconoció sus pecados y tuvo la fe que reconoce la ley de la muerte de Dios y la ley de la vida. «He pecado ante Dios. Por tanto, merezco morir si Dios me juzga justamente según la Ley». La gente debe sacrificar al primogénito del rebaño y ofrecer su grasa a Dios, si han reconocido ante Dios que están destinados a ser destruidos y si han aceptado la salvación de la justicia de Dios.
El hecho de que Abel sacrificase un cordero es una confesión de fe que dice: «He desobedecido a Dios y por eso debo morir por mis pecados. Creo que Dios me ha salvado al tomar mis pecados y morir en mi lugar, del mismo modo en que este cordero ha muerto en mi lugar». Entonces, en el sacrificio que se lleva a cabo con el primogénito del rebaño y su grasa, encontramos la siguiente confesión de fe: «Todo el mundo ha heredado pecados de sus antecesores, y yo reconozco ante Dios que soy un ser humano destinado a morir por mis pecados. Hay muchas cosas imperfectas en mi corazón, y por eso mis acciones tampoco son perfectas. Por tanto estoy destinado a ser juzgado e ir al infierno. Pero, como el Señor me amó, sé que Tú creaste una manera para que yo recibiera la remisión de los pecados. Por favor, acepta este sacrificio, y del mismo modo en que salvaste a mis padres del pecado, sálvame a mí también». Si Caín hubiese unido su corazón con Dios, tendría que haber ofrecido un cordero. Si hubiese ofrecido un cordero y su grasa a Dios, podría haber recibido la remisión de los pecados como Adán y Eva.
Si miramos el pasaje de las Escrituras de hoy, algunas personas pensarán: «¿Acaso no se puede recibir la remisión de los pecados si se cree solo en la sangre de Jesús, ya que Él ha muerto por mis pecados?». Sin embargo, Dios no deja que digamos tal cosa: «Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda» (Génesis 4, 4). ¿A qué se refiere lo gordo aquí? Al Espíritu Santo. Dios, que es el Espíritu Santo, entró en el cuerpo de María y quedó en cinta. Así que nació como Jesucristo. Dios, que es santo, se tuvo que convertir en un hombre para tomar todos los pecados de la humanidad porque no tenía pecados.
Además, para que el Salvador, Jesucristo, tomase todos los pecados del mundo, tenía que nombrar a un representante de la humanidad, y tenía que ser bautizado por él mediante la imposición de manos. Jesús tenía que tomar los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el Bautista, y tenía que morir correctamente para ser ofrecido a Dios como el sacrificio perfecto. Al hacer esto, los pecados del mundo fueron erradicados. Las palabras: «Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas», quieren decir eso.
Hay que ofrecer sacrificios según el sistema de sacrificios de Dios para poder complacerle. Solo entonces se convierte en un sacrificio que Dios acepta con placer. Cuando se hace esto, la persona que ofrece el sacrificio recibe la remisión de los pecados de Dios por fe. Sin embargo, hay muchas personas que dicen a ciegas: «Creo que Jesús es mi Salvador», sin conocer la obra que Dios ha hecho por la humanidad. Muchas personas dicen creer en Dios a ciegas; insisten en su salvación aunque no tienen fe en la justicia de Dios. Hay muy poca gente que cree en Jesucristo al unir su corazón con el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios.
Debemos confiar en la justicia de Dios. Dios nos dijo: «Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 6, 23). El precio del pecado es la muerte. Este pasaje nos está diciendo que, si una persona tiene pecado ante Dios, irá al infierno. Una persona honesta, que ha aceptado la Palabra de Dios como la verdad, admitirá: «Tengo pecado en mi corazón, así que tengo que ir al infierno. No he encontrado al Señor». Y entonces dirá: «Querido Dios, soy un pecador. Por favor, ten piedad de mí», y ofrecerá un sacrificio como el de Abel, que busca la compasión de Dios.
Abel, unido a la justicia de Dios, ofreció un sacrificio. Por eso Dios quedó complacido con él. Sin embargo, como Caín no unió su corazón con la justicia de Dios y no puedo ofrecer la fe que Dios quería, no recibió la salvación de sus pecados. La gente que no se acerca a Dios con la fe correcta, sufrirá la destrucción, como Caín, por sus pecados. Aunque Caín era labrador, si hubiese sabido que Dios quería un sacrificio de sangre, Caín habría ofrecido este sacrificio por fe, y habría confesado: «Querido Dios, debo morir por mis pecados. Pero, como querías un sacrificio de redención en mi lugar, por favor, acepta este sacrificio y elimina mis pecados para salvarme. Por favor, dame una vida nueva». Esta fe es la fe que se une a la justicia de Dios. Una ofrenda que busca la misericordia de Dios, un corazón que quiere la compasión de Dios, es la fe en la justicia de Dios, y en Su amor.
Sin embargo, Caín no lo hizo así. Ofreció sacrificios a Dios arbitrariamente. Esto significa que se inclinó ante Dios y dijo: «Por favor, acéptame», al haber reunido el fruto de la tierra, como patatas, maíz, arroz, manzanas, melocotones, melones, etc. Esto es lo mismo que ofrecer sacrificios e inclinarse ante fantasmas.
El sacrificio que Dios quiere es un sacrificio que tiene sangre. Hay que ofrecer un sacrificio ante Dios con la fe que confiesa: «Como Dios es justo, aunque tenga que morir, estoy ofreciendo un sacrificio de redención según el sistema de sacrificios de Dios. Al pasar mis pecados al animal poniendo las manos sobre su cabeza, y al matarlo en mi lugar, no tengo pecados en mi corazón. Por favor, acéptame». Pero Caín no ofreció este tipo de sacrificio. Esto es malvado a los ojos de Dios. Aunque Dios cumplió toda la justicia para salvarnos, los que se resisten y adoran a su manera, deben morir espiritualmente.
Queridos hermanos, deben pensar si están siguiendo al Señor al unir nuestros corazones con la justicia de Dios. Si no se han unido a Él todavía, por favor, háganlo ahora. Pero nunca he querido decir que debemos servir a los antecesores de la fe pase lo que pase. No quise decir que deben seguir a alguien porque haya sido siervo antes que ustedes. Los predecesores de la fe son valiosos porque están siguiendo la voluntad de la justicia de Dios al unir sus corazones con Él. Como está escrito: «Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo Jehová» (Levíticos 19, 32), los que han servido al Evangelio durante mucho tiempo tiene más experiencia y sabiduría. Esto significa que los predecesores de la fe siguieron al Señor durante mucho tiempo y nunca se separaron de Él, siempre uniendo sus corazones con Él y la Iglesia. Las Escrituras nos están diciendo que los respetemos y sigamos por fe.
¿Qué tipo de fe quiere Dios que tengamos? Dios quiere que tengamos una fe que se una a la justicia de Dios. Lo que a Él le complace que conozcamos Su justicia correctamente y creamos en ella, no que hagamos bien Su obra o que tengamos méritos. Por tanto, antes de hacer la obra de Dios, debemos ver si nuestros corazones están unidos con la justicia de Dios, y si no es así, debemos unirnos a ella. Espero que tengan esta fe que se une a la justicia de Dios. Quiero que oren por esta fe, y quiero que deseen tener este tipo de corazón. Aunque ustedes y yo seamos imperfectos, creo que si tenemos esta fe y este corazón, Dios nos aceptará, y nos dejará vivir unidos a Él durante el resto de nuestras vidas. Por favor, tengan esta fe. Creo que el Señor, que ve nuestros corazones, les dará bendiciones si tienen esta fe.
Sin embargo, casi todos los cristianos están ofreciendo el tipo de adoración de Caín a Dios. La gente que adora como Abel, aunque es poca, adora a Dios «en Espíritu y verdad» (Juan 4, 24), porque ha recibir la remisión de los pecados y el Espíritu Santo como un regalo por creer en Jesús, que vino por el agua y el Espíritu. La gente que tiene una fe religiosa, adora como Caín. La gente que adora según su propia opinión, sin unir su corazón con Dios, es la gente malvada que se levanta contra Dios. Por eso Dios maldice a esta gente. Aún así, Dios salva a algunas de estas personas con Su misericordia.
Diez años después de empezar a creer en Jesús, reconocí que era un pecador destinado a ir al infierno por la Palabra de Dios. Está escrito: «El precio del pecado es la muerte». Aunque habían pasado diez años desde que empecé a creer en Jesús, mi corazón tenía pecados según la Palabra de Dios. Entonces admití que era un pecador y confesé: «Señor, estoy condenado al infierno». Cuando hice esto, el Señor me encontró con el Evangelio del agua y el Espíritu.
Algunas personas dicen: «He creído en Jesús durante 20 años, y he trabajado mucho para Él y he sacrificado mucho. He hablado en lenguas y he tenido visiones. El Señor se me ha aparecido muchas veces y me ha hablado. Así que, está claro que Dios me está ayudando. ¿Dices que voy a ir al infierno? Puede que sea imperfecto, pero voy a ir al Cielo». Pero esto es lo que ellos piensan, porque en realidad la Palabra de Dios dice que el precio del pecado es la muerte. La verdad es que, si las personas tienen pecados, van al infierno. Esta gente debe abandonar la fe de Caín y recibir la remisión de los pecados al ofrecer el sacrificio de Abel.
Los sacrificios de Caín y Abel, tal y como aparecen en el libro del Génesis, capítulo 4, nos muestran los dos tipos de fe. Si nos damos cuenta de lo que dice, podremos saber qué tipo de fe debemos tener. Aunque seamos imperfectos como Abel, recibiremos las bendiciones de Dios, cuando servimos al Señor y hacemos la obra que el quiere por fe. Sin embargo, debemos recordar el hecho de que seremos malditos si tenemos una fe que no está unida a Dios, como la de Caín. Hablando espiritualmente, solo hay dos tipos de personas en este mundo: Caín y Abel. La mayoría son descendientes de Caín, pero también hay descendientes de Abel, aunque son pocos.
Si de verdad quieren creer en la Palabra tal y como es, y si todavía tienen pecados en su corazón, deben recibir la remisión de los pecados ahora mismo. Debemos unirnos con la justicia de Dios. Debemos seguir al Señor uniéndonos a Él, a la Palabra de Dios, a la Iglesia, a la obra que hace la Iglesia, a los siervos y a los otros santos. Debemos llevar una vida justa al unirnos con la justicia de Dios.