(Génesis 14:17-24)
«Cuando volvía de la derrota de Quedorlaomer y de los reyes que con él estaban, salió el rey de Sodoma a recibirlo al valle de Save, que es el Valle del Rey. Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos de todo. Entonces el rey de Sodoma dijo a Abram: Dame las personas, y toma para ti los bienes. Y respondió Abram al rey de Sodoma: He alzado mi mano a Jehová Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra, que desde un hilo hasta una correa de calzado, nada tomaré de todo lo que es tuyo, para que no digas: Yo enriquecí a Abram; excepto solamente lo que comieron los jóvenes, y la parte de los varones que fueron conmigo, Aner, Escol y Mamre, los cuales tomarán su parte».
(Génesis 15:1)
«Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande».
El rey de Sodoma y el rey de Salem
Después de ir a la guerra con 318 siervos formados en su casa, Abraham venció a sus enemigos y regresó triunfante. Después de la batalla, cuando Abraham volvía como un general victorioso con mucha gente y el botín de la guerra, dos hombres salieron a recibirle. Eran el rey de Sodoma y el rey de Salem. Aunque ambos reyes salieron a dar la bienvenida a Abraham, sus actitudes eran muy diferentes.
Veamos primero lo que dijo Melquisedec, el rey de Salem, que fue nombrado sacerdote eterno por Dios. Cuando Melquisedec salió al encuentro de Abraham, tomó pan y vino y se lo ofreció a Abraham y entonces lo bendijo así:
«Bendito sea Abram del Dios Altísimo,
creador de los cielos y de la tierra;
y bendito sea el Dios Altísimo,
que entregó tus enemigos en tu mano» (Génesis 14:19). Al decir estas cosas, Melquisedec cumplió su función de sacerdote. Abraham entonces le ofreció al rey de Salem una décima parte de todo el botín de la guerra que se había llevado.
Incluso antes del establecimiento del Tabernáculo, la tribu de sacerdotes de Leví, y el sistema de sacrificios, que eran una sombra del nacimiento de Jesucristo, Dios levantó al rey de Salem aquí en el Libro de Génesis y le llamó el rey de la paz y sacerdote exaltado. En otras palabras, Dios levantó a un rey celestial llamado el rey de Salem en este mundo incluso antes del sistema de sacrificios, y al hacerlo profetizó el nacimiento de Jesucristo. De esta manera Dios ya había preparado la obra de salvación de Jesucristo perfectamente hacía mucho tiempo.
Cuando lo contemplamos desde el punto de vista de la fe
La Biblia dice que Melquisedec, el rey de Salem, era el sacerdote del Dios Altísimo (Hebreos 7:1). Este de de Salem, a quien Dios había nombrado personalmente rey celestial, incluso antes de establecer el sistema de sacrificios, se refiere a Jesucristo, quien estaba por venir. Cuando miramos el pasaje de las Escrituras de hoy basándonos en este conocimiento, podemos darnos cuenta de la Verdad revelada en este pasaje de las Escrituras. El rey de Salem, que simbolizó a Jesucristo, bendijo a Abraham al darle pan y vino, y Abraham, al recibir esta bendición, ofreció una décima parte de su botín al rey de Salem, quien era un predecesor de Jesús.
¿Qué significa este pasaje? Que el rey de Salem, es decir Jesucristo, bendijo a Abraham con pan y vino y esto manifiesta que Jesucristo nos ha salvado a través del pan y el vino que representan Su carne y Su sangre. Cuando pasamos a Juan 6:55, vemos que Jesús dice: «Mi carne es verdadera comida y Mi sangre es verdadera bebida». Como he explicado detalladamente aquí, la carne de Jesús denota Su bautismo y Su sangre la condena en la Cruz.
Melquisedec, rey de Salem, y el sacerdote del Cielo, ofreció pan y vino a Abraham y le bendijo mientras alababa a Dios. Como Melquisedec, también podemos ir a la presencia de Dios para alabarle y poner nuestra fe en Él porque creemos en el pan y el vino de Jesús. En otras palabras, como creemos que Jesucristo nos ha salvado a través de Su bautismo y sangre podemos alabar a Dios y confiar en Él por esta fe.
Lo mismo ocurre con Abraham, nuestro padre de la fe. Cuando pensamos en Abraham, solemos pensar en él como alguien que se convirtió en un hombre justo gracias a las bendiciones incondicionales de Dios, pero Abraham también se convirtió en un hombre de fe bendito al creer en la salvación del agua y la sangre ofrecida por el Señor. Como vemos en el pasaje de las Escrituras de hoy, el rey de Salem bendijo a Abraham con pan y vino. Y como Abraham creyó de todo corazón en el sacrificio del agua y la sangre ofrecido por el Señor, se convirtió en un hombre justo gracias a Jesucristo. Esto implica que Abraham, el padre de la fe, también creyó en el mismo Evangelio del agua y el Espíritu en el que creen ahora.
Solo el sacerdote del Cielo pudo bendecir a Abraham de esta manera. Incluso el rey de Israel no disfrutaba del mismo privilegio que el sacerdote. Solo el sacerdote podía bendecir al pueblo de Israel, rogando a Dios que lo bendijera y manifestase Su gloria. A cambio de recibir el pan y el vino del rey de Salem, el sacerdote celestial, Abraham ofreció una décima parte de lo que tenía. Este rey de Salem era una profecía de Jesucristo, y a través de Él Abraham fue bendecido y alabó a Dios. Quiero repetir una vez más que el rey de Salem que aparece en el pasaje de las Escrituras de hoy representa nada menos que a Jesucristo.
Abraham rechazó la tentación del Rey de Sodoma con ganancias materiales
Otra persona recibió a Abraham de una manera muy diferente a la del rey de Salem, y este hombre era nada más que el rey de Sodoma, quien puede ser descrito como el rey de la carne. Pasemos al pasaje de las Escrituras de nuevo. El rey de Sodoma le dijo a Abraham: «Dame las personas, y toma para ti los bienes» (Génesis 14:21). El rey de Sodoma le dijo a Abraham que le diese todas las personas que había rescatado y se quedase con los bienes. Esto puede tener sentido en términos carnales, pero Abraham rechazó lo que el rey de Sodoma le ofrecía y juró por el nombre del Señor que no tomaría nada suyo. Así que Abraham no tomó nada del rey de Sodoma, excepto que dejó de lado el botín para los hombres que habían ido a la guerra con él y le devolvió el resto al rey de Sodoma para que no pudiese decir que Abraham se había hecho rico con ese botín.
¿Qué significa este pasaje? Aunque el rey de Sodoma le había dicho a Abraham que le diese le gente y tomase los bienes, Abraham tomó solo la porción para los hombres que habían ido a la guerra como sus aliados. Esto nos enseña que los predicadores del Evangelio y los justos, es decir, nosotros, los fieles, debemos dejar de lado la codicia por las riquezas y centrarnos solo en el alma. Cuando dejamos de lado nuestra codicia material y nos centramos en el alma Dios se convierte en nuestro escudo y Pastor que nos da fe y cubre todas nuestras necesidades, de la misma manera en que Dios se le apareció a Abraham y le dijo: «No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande» (Génesis 15:1).
Después de vencer a cuatro reyes, Abraham volvió con un gran botín, pero no cayó en la codicia ante todas estas riquezas. Rechazó la propuesta del rey de Sodoma de unirse a él. E inmediatamente Dios se le apareció a Abraham y le dio las bendiciones del Cielo diciendo: «No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande» (Génesis 15:1). Si los seguidores del Señor se vuelven avariciosos por las posesiones materiales, no pueden ganar a ningún alma. Por el contrario, si dejan de lado su avaricia por las riquezas del mundo sabiendo que un alma es más valiosa que las riquezas, Dios irá a ellos, los bendecirá y los recompensará.
Antes de la guerra, cuando surgieron conflictos entre Abraham y Lot, Abraham le dijo a su sobrino: “Ve a donde tú quieras y yo iré en la dirección contraria”. Entonces Dios se apareció a Abraham y le dijo: «Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre» (Génesis 13:14-15). Según esta Palabra, Abraham tenía la oportunidad de ganar muchas riquezas y muchas personas de esa guerra. Y cuando volvió de la guerra, el rey de la carne le dijo: «Dame las personas, y toma para ti los bienes». ¿Qué le habría pasado a Abraham si hubiese hecho lo que el rey de Sodoma le sugirió? Que habría sido vulnerable. Si el rey de Sodoma hubiese tomado a los hombres y los hubiese usado para atacar a Abraham de regreso a casa, Abraham habría sido derrotado, ya que sus hombres habrían estado demasiado ocupados con el botín como para defenderse. Las posesiones materiales no valen para nada. Pero Abraham, el padre de la fe, no tomó los bienes. Por el contrario, le dijo al rey de Sodoma con palabras muy sabias que tomase todos los bienes. Le dijo esto para que el rey de Sodoma no fuese por ahí diciendo que había hecho rico a Abraham. Aunque había mucha riqueza, Abraham no demostró su avaricia.
Mis queridos hermanos, a través del suceso de hoy, el Señor nos está hablando de lo valioso que es el Evangelio y que debemos cuidar del alma. El dinero viene y va, un día tenemos dinero y el día siguiente no está, y entonces el día siguiente somos ricos de nuevo. Las tentaciones de las posesiones materiales nos visitan constantemente, de la misma manera en que Abraham continuó enfrentándose a muchas tentaciones que le prometían riquezas y ganancias materiales. Pero Abraham venció todas estas tentaciones poniendo su fe en Dios. Y debemos recordar que, cuando Abraham venció estas tentaciones de ganancias materiales, Dios se le apareció y le bendijo.
¿En qué están más interesados: el dinero o las almas?
Debemos pensar con cuidado para ver dónde está nuestro interés, si estamos más interesados en el dinero o las almas. Lo que Abraham hizo en el pasaje de las Escrituras de hoy es digno de alabanza. Fue a la guerra contra cuatro reinos, los venció a todos, tomó sus posesiones y rescató a los prisioneros. Si cualquier otro hombre hubiera recibido la misma proposición del rey de Sodoma, habría aceptado las riquezas para vivir bien. Pero, ¿qué habría pasado al final? Como esta persona solo tendría riquezas y estaría sin causas justas, se habría hecho esclavo del injusto mamón. Cuando uno es llevado por el océano de la avaricia material, esa persona no podrá luchar y la matarán. Para los que solo están interesados en la riqueza material y solo confían en el dinero, su fin es tan claro como este.
¿Qué es más importante? ¿Las riquezas del mundo? ¿O las almas humanas? Debemos tomar esta oportunidad para pensar en qué haríamos si estuviésemos en el lugar de Abraham y examinarnos para ver cuál es nuestro interés. Dios nos está diciendo a todos nosotros en este momento que, quien tenga interés en el dinero no puede hacer la obra de Dios.
Hemos estado publicando muchos libros para predicar el Evangelio a través de nuestro ministerio literario, y aunque no hemos hecho ningún cálculo exacto, sabemos que hemos invertido una cantidad enorme de dinero en este ministerio. La diacona Jeongsoon Lee ofreció $200.000 para este ministerio, y entre todos hemos hecho una ofrenda incluso mayor. Pero no hay nadie entre nosotros que haya mostrado codicia por este dinero. Esto se debe a que todos estamos interesados en el alma y no el dinero. Si un ama puede ser salvada con $100.000, entonces esta cantidad no es nada. Por supuesto que si nuestros ministros fueran avariciosos y no estuviesen interesados en salvar almas, como suele pasar con muchos líderes cristianos, tomarían este dinero para sí mismos y construirían iglesias extravagantes. ¿Y qué hay de ustedes? ¿Están más interesados en el dinero o en el alma? Tienen que pensarlo y contestar con sinceridad ante Dios. Dicho de otra manera, deben considerar su fe para ver si es correcta o incorrecta. Y si no es correcta, entonces deberán dejar de lado lo que tengan que dejar de lado y tomar lo que deba ser tomado. En otras palabras, su corazón debe estar en el lugar adecuado.
No es tan fácil ser tan decidido como Abraham. Si estuviesen delante de semejante botín de guerra, ¿podrían dejar todas esas riquezas y decir: “Yo tomaré ni un hilo ni una correa de una sandalia” (Génesis 14:23)? ¿Podrían dejar todas las riquezas materiales de este mundo si esto les permitiese predicar el Evangelio a muchas almas y salvarlas? Recuerden que Dios solo se les aparece a los que contestan esta preguntan con un sí firme y se convierte en su Pastor y les recompensa.
Aunque sea difícil, ningún siervo de Dios debe buscar las ganancias materiales
Mis queridos hermanos, ningún creyente puede seguir las riquezas materiales. Esto se deba a que las posesiones materiales no son importantes, simplemente son algo necesario para predicar el Evangelio. Las posesiones materiales de las que hablo no implican solo dinero. Seguir los valores carnales es lo mismo que seguir las riquezas materiales. Por casualidad, ¿se aman a sí mismos más que al Evangelio que el Señor les dio, o más que Dios mismo? Esto también implica seguir las ganancias materiales. Nadie que se ame a sí mismo más que a Dios puede servir a Su Evangelio con completa devoción. Si son así, les pido que dejen de lado sus deseos egoístas.
Cuando nos comparamos con Abraham vemos que es un hombre honrado digno de respeto. Después de todo, rechazó todo el botín de guerra y no tomó nada para sí mismo aunque se le ofreció mucha riqueza. Entonces imaginen que alguien les enseña $100 millones y les hace la siguiente pregunta: “Te daré todo este dinero si dejas de servir al Evangelio. ¿Vas a rechazar estos cien millones y seguir sirviendo al Evangelio, o vas a tomar este dinero y vivir el resto de tu vida cómodamente porque has nacido de nuevo ya al creer en Jesús?”. ¿Qué harían entonces? Quizás serían listos y dirían: “Tomaré los 100 millones y seguiré sirviendo al Evangelio”.
Sin embargo, mis queridos hermanos, no hay nada en medio ante el Dios justo. No pueden servir a dos maestros. Entre el dinero y el Evangelio, si quieren poseer algo completamente, tienen que dejar lo otro sin falta. ¿Qué dejarían entonces? ¿Dejarían el Evangelio o los 100 millones? Cien millones de dólares no parecen una cantidad grande en palabras, pero en realidad es una cantidad enorme que está por encima de lo que podamos imaginar. Si juntásemos 100 millones de dólares con billetes de $10, llenaríamos toda esta sala. Pero debemos dejar estos $100 millones, no solo en nuestras mentes, sino también en realidad.
Abraham rechazó muchas más riquezas que $100 millones como dice el pasaje de las Escrituras de hoy. Y después de esto Dios se apareció a Abraham y le bendijo. Este Dios Todopoderoso es también nuestro Dios que nos recompensa a todos.
No subestimen a Abraham, ya que fue un verdadero hombre de gran fe. Oro para que Dios nos convierta en gente de fe como Abraham. Tengo toda confianza en que Dios nos hará gente de fe y le doy gracias por esto.