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Tema 23: Hebreos

[Capítulo 3-1] Piensen en que han sido salvados gracias a la lealtad del Señor (Hebreos 3, 1-4)

Piensen en que han sido salvados gracias a la lealtad del Señor(Hebreos 3, 1-4)
«Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús; el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios. Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo. Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios.»
 
 
Nuestro Dios dijo en Hebreo 3: «Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús». Si se estuviesen ahogando y nadie les pudiese ayudar, y alguien viniese y les salvase justo en el último momento, estarían extremadamente agradecidos a esa persona por salvarles la vida. De la misma manera, no se olvidarían de los que les ayudan en tiempos difíciles, sino que siempre los recuerdan y están agradecidos. De manera similar, todos debemos pensar en Jesús, que es nuestro Apóstol y nuestro Sumo Sacerdote. Como bien sabemos el Señor nos ha salvado de la destrucción que teníamos que sufrir por nuestros pecados, y no podemos dejar de pensar en esta gracia del Señor. Cuando pensamos en la gracia de nuestro Señor, podemos ver lo fielmente que nuestro Señor ha cumplido Su obra de salvación en completa obediencia a la voluntad de Dios Padre. Cuando consideramos cómo el Señor nos ha salvado de todos nuestros pecados, se nos recuerda una vez más lo agradecidos que estamos.
Hebreos 3, 2 dice que nuestro Señor «es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios». Este pasaje nos enseña que Jesucristo fue fiel a la voluntad de Dios Padre. Al haber nombrado a Su Hijo como Sumo Sacerdote del Reino de los Cielos, Dios Padre le pidió a Su Hijo que fuese fiel a Su tarea. Jesús cumplió Su ministerio como Sumo Sacerdote para salvarnos a los pecadores de todos nuestros pecados y permitirnos entrar en el Reino de los Cielos, y la Biblia dice en el pasaje de las Escrituras de hoy que el Señor fue fiel a esta tarea como Moisés fue fiel en toda la Casa de Dios. Como todos sabemos, Moisés fue un siervo de Dios completamente fiel. Sirvió a Dios con devoción excepcional. De la misma manera, aunque Jesús es el Hijo de Dios, también fue fiel a la voluntad de Dios Padre como lo fue Moisés. Por eso la Biblia nos pide que consideremos a Jesucristo con cuidado aquí.
 
 

Jesús trabajó para eliminar todos nuestros pecados como Maestro del Universo entero

 
La clave del pasaje de las Escrituras que hemos leído hoy está en Hebreos 3, 3-4. Aunque Jesucristo es el Creador del universo entero y todo lo que hay en él, cumplió Sus tareas fielmente en obediencia a la voluntad de Dios Padre. Fue tan obediente a la voluntad de Dios Padre que incluso entregó Su vida para librarnos de todos los pecados del mundo y convertirse en nuestro Salvador. Cuando vemos lo que el Señor ha hecho por nosotros, podemos ver que obedeció la voluntad de Dios Padre tan completamente que no solo vino encarnado en un hombre, sino que también cargó con todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, e incluso entregó Su vida. Esto no es algo que una criatura débil como nosotros pudiera hacer. Todos sabemos lo difícil que es arriesgar nuestras vidas para cumplir nuestro ministerio. Pero, aunque el Señor es mucho más grande que cualquier cosa que hay en todo el universo, como Creador de este mundo, obedeció la voluntad de Dios Padre, y a través de esta obediencia, nos ha salvado de todos nuestros pecados. Por esta razón la Biblia nos pide a los que hemos sido salvados que pensemos en Jesucristo, quien nos ha salvado.
El Señor vivió en este mundo durante 33 años y nos ha salvado de todos nuestros pecados al entregar Su vida. Esto nos muestra lo grande que era el ministerio que cumplió. Si se nos confiase ese ministerio del Señor, ¿podríamos hacerlo? No, nunca podríamos hacer este ministerio porque no somos Dios. Como meras criaturas es imposible salvarnos a nosotros mismos. Solo el Señor pudo salvar a toda la humanidad para siempre. Como nuestro Maestro y Salvador, el Señor entregó Su vida para salvar a todas Sus criaturas de todos los pecados. Al obedecer la voluntad de Su Padre el Señor nos ha salvado. y como hemos cumplido esta obra de salvación fielmente estamos muy agradecidos.
Está escrito en Hebreos 3, 3-4: «Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo. Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios». Como dice este pasaje, Jesucristo es el Creador de todas las cosas y Dios mismo. Como Jesús es Dios mismo, que es mucho más honorable que cualquier cosa en este universo, ¿cómo pudo este Dios ser tan obediente a la voluntad de Su Padre como para salvarnos de los pecados del mundo? ¿Cómo pudo ser tan fiel a Su Padre que entregó Su propia vida para salvarnos de todos los pecados del mundo? Hay algunas preguntas que nos vienen a la cabeza cuando leemos este pasaje.
Todo esto nos vino por la gracia de Dios, pero nuestra primera reacción fue la de sorpresa y completo agradecimiento porque es tan maravilloso que Jesús fuese fiel a la voluntad del Padre incluso hasta entregar Su propia vida. Así que no podemos evitar darle gracias al Señor. En este mundo es casi imposible ver a hijos o hijas ser tan fieles a sus padres que entreguen sus vidas por ellos. Es mucho más común cuando los padres se sacrifican incondicionalmente por sus hijos. Hoy en día son tan malvados que incluso oímos hablar de hijos que pegan o incluso matan a sus propios padres que los quieren tanto. Así que podemos ver lo difícil que es para un hijo serle fiel a sus padres incluso hasta entregar su vida como hizo el Señor. Es algo excepcional.
Es cierto que en el mundo de la fe algunos mártires entregan sus vidas en obediencia a la voluntad de Dios. Incluso estos mártires lo hacen solo porque Dios les ha dado fuerzas. Por el contrario, Jesucristo es Dios mismo, quien creó el universo y todo lo que hay en él y a pesar de esto se sacrificó en obediencia a la voluntad de Dios Padre para salvarnos a todos. Esto es tan impresionante que no podemos evitar darle gracias al Señor de todo corazón, porque Jesús fue tan fiel a Dios Padre que incluso entregó Su propia vida para salvarnos.
 
 

Debemos pensar en la gracia de Dios hasta el día en que vayamos al Reino del Señor

 
¿Qué hay de nosotros? ¿Están ustedes, santos y colaboradores, haciendo la obra de Dios con lealtad hasta la muerte? No estoy sugiriendo que entreguen sus vidas literalmente, sino que les estoy preguntando si de verdad tienen un corazón obediente ante Dios. Por supuesto, si Dios les da fuerzas podrán obedecerle hasta la muerte, pero hay muchos de ustedes que no pueden hacerlo. Algunas personas han dejado la Iglesia de Dios para seguir al mundo, mientras que otras han dejado de servir al Evangelio del agua y el Espíritu diciendo: “No me importa nadie más ahora que he sido salvado”. Así que para evitar este resultado negativo es importante que todos nosotros tengamos en cuenta lo fiel que fue Jesús a Su Padre.
Debemos pensar aún más profundamente en cómo Jesús vino a este mundo como el Apóstol enviado por Dios Padre y nos salvó a través de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Cuánto trabajó el Señor para cumplir nuestra salvación? ¿Cuánto tuvo que sufrir? ¿Cómo de fiel fue para cumplir Sus tareas? A pesar de ser Dios mismo, merecedor de toda gloria, Jesús obedeció fielmente la voluntad de Su Padre para salvarnos de todos nuestros pecados y destrucción. Estas son las cuestiones que debemos considerar detenidamente antes de empezar a seguir al Señor.
Como nuestro Señor es nuestro Dios y Salvador, es todavía más importante pensar en lo que ha hecho por nosotros. Está escrito en el pasaje de las Escrituras de hoy que toda casa es construida por alguien, pero el que construyó todas las cosas es Dios, es decir, Jesucristo. Jesucristo es el Creador de todas las cosas y es el Salvador que nos ha librado de todos nuestros pecados. Jesucristo es Dios mismo, pero este Dios tuvo que venir a este mundo encarnado en un hombre para salvarnos de todos nuestros pecados. Asimismo, Dios no solo vino a salvar a unos cuantos, sino que vino a librar a toda la raza humana de todos sus pecados. Cuando pensamos en esta gracia de Dios, todos podemos apreciar lo grande que es Su amor y lo agradecidos que debemos estar por él.
 
 
¿Cómo pudo el Señor abandonar Su honor exaltado y humillarse para salvar a Su pueblo?
 
El Señor entregó Su vida e hizo Su obra de salvación por todo el mundo, incluyendo todos los pecadores que se levantan contra Él. Dejando Su estado y honor divino, se rebajó como un ser humano para salvarnos de todos los pecados del mundo. ¿Por qué nos salvó nuestro Creador incluso sufriendo más y siendo insultado más que cualquiera de Sus criaturas? Consideremos esto detenidamente.
Hay muchas cosas en la esfera de realidad de Dios que no podemos expresar con palabras. En el mundo humano no es común ver a alguien que tenga el coraje de dejar su estado social alto y rebajarse a un estado más humilde por otros. Pero Jesús hizo por nosotros lo que es imposible para cualquier ser humano, y cuando pensamos en cómo nos ha salvado de todos los pecados del mundo nos sentimos agradecidos enormemente. Todos debemos considerar esto.
No debemos ser superficiales. ¿Qué sacrificio hizo el Señor para salvarnos de todos los pecados del mundo? ¿Quién es Jesús, quien abandonó todo por nosotros? Muy a menudo pensamos que Jesús tenía un estado muy humilde. A veces pensamos en Él simplemente como el Hijo de Dios. Hay tres Personas en Dios: Dios Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y Jesucristo es el verdadero Dios que creó el universo entero y todo lo que hay en él. Dios es quien ha venido a este mundo como el Salvador de la humanidad. Y nos ha salvado de todos los pecados del mundo. Entonces, ¿cómo de fiel fue Jesucristo? Fue tan fiel que cuando vino a este mundo cargó con los pecados del mundo, sufrió de manera indescriptible y se sacrificó por nosotros; y por esto la Biblia dice que Dios Padre lo exaltó por encima de todas las cosas.
 
 

¿Y qué hay de ustedes entonces? ¿Quieren vivir una vida de fe tibia?

 
Hay muchos hermanos y hermanas que han dejado de servir al Señor por cualquier razón diciendo: “Como he sido salvado, viviré como un laico”. A estas personas Jesús les dijo en Hebreos 3, 1: «Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús». La palabra Apóstol aquí significa alguien enviado por Dios. Esto significa, en otras palabras, que el Hijo de Dios fue enviado por Dios Padre y cumplió Su ministerio como nuestro Salvador.
En otras palabras, la Biblia dice que también somos los apóstoles de Cristo. Un apóstol de Cristo es una persona que predica: “Como el Señor fue enviado por Dios Padre, cumplió Su obra de salvación y nos salvó a través del Evangelio del agua y el Espíritu”. Deben recordar que todo apóstol tiene la tarea de predicar este verdadero Evangelio diciendo: “Como Jesús nos ha salvado al entregar Su vida podemos ser liberados de todos nuestros pecados”. Nosotros también hemos recibido la remisión de los pecados en este mundo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y al mismo tiempo, estamos predicando este Evangelio. Dicho de otra manera, somos los apóstoles de Dios enviados por Él. Nosotros somos los que han sido enviados por Dios para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a todos los que no lo conocen.
Abandonar este ministerio es algo malvado. No es solo una pequeña ofensa a los ojos de Dios. Como hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios nos ha dado fe y poder. Pero a pesar esto, si alguno de nosotros vive solo por su carne en vez de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, esta persona es malvada. Sería mejor que esta persona no hubiese nacido en este mundo en primer lugar.
Como hemos sido salvados de todos nuestros pecados y ahora estamos viviendo con fe, estamos obligados a servir al Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando vemos a los predecesores de la fe que trabajan por el Evangelio para hacer lo que complace al Señor, nosotros también nos sentimos obligados a trabajar con ellos.
Sin embargo, mientras corremos nuestra carrera espiritual, solemos tener pensamientos carnales en nuestras mentes, que nos hacen dudar y preguntarnos: “¿Por qué estoy viviendo así?”. Como resultado, algunos de nosotros acabamos convirtiéndonos en personas escépticas que se comprometen con cualquier persona. Los que están viviendo una vida así rechazan al Dios que les ha salvado de los pecados del mundo y les ha nombrado testigos del Evangelio. Están desobedeciendo la voluntad de Dios, quien les dijo que viviesen por el Evangelio del agua y el Espíritu y la justicia de Dios hasta que se presenten ante Él. Lo que está claro es que ahora hemos sido salvados de todos nuestros pecados y debemos servir a la justicia del Señor por muy grande o pequeña que sea nuestra fe, y esta es la fe verdadera que todos debemos tener. Y esta fe es la que Dios quiere de nosotros.
 
 
Jesucristo fue enviado a este mundo como el Apóstol con el Ministerio del Sumo Sacerdote del Reino de Dios
 
Jesús nació en este mundo para salvarnos de todos los pecados del mundo; cargó con todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista; entregó Su vida en la Cruz; se levantó de entre los muertos y así ha completado Su obra de salvación para salvarnos a todos.
Entonces, si Jesucristo no hubiese obrado de manera fiel, ¿podríamos haber sido salvados? Satanás tentó a Jesús con todo tipo de tentaciones, diciendo: “Si te postras para adorarme te daré toda la gloria de este mundo. Convierte estas piedras en pan y cómetelas. Si de verdad eres el Hijo de Dios, tírate desde el Templo. Los ángeles te cogerán”. Pero Jesús le dijo al Diablo. “No solo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios. No tentarás a Dios. ¿Quién no sabe que los ángeles me cogerían si Me tirase del Templo? ¿Por qué me dices que salte? ¿Estás tentando a Dios?”. Con esta respuesta, Jesús venció a Satanás.
Jesús vino a este mundo como nuestro Salvador, encarnado en un hombre. Como Sumo Sacerdote del Cielo y el Apóstol enviado por Dios Padre, cumplió con todas Sus tareas. Fue completamente fiel a Su ministerio. Así es como el Señor nos ha librado de nuestra condena, de las debilidades y de la desesperación en la que nuestras almas no podían evitar estar esclavizadas por el Diablo bajo la opresión del pecado. Y por eso deben pensar en la justicia de Dios profundamente. Debemos pensar en nuestro Salvador porque eso es lo correcto.
Nosotros somos seres deficientes llenos de muchos fallos. Sin embargo, por muy insuficientes que seamos, como creemos en la justicia de Jesucristo, debemos pensar en profundidad en el Señor que nos ha salvado de todos los pecados del mundo, confiar en Él, glorificarle y llevar a cabo todas las obras que nos ha confiado, de la misma manera en que Jesucristo nos ha salvado al venir a este mundo, entregando Su propia vida en obediencia a la voluntad de Su Padre y cumpliendo Su ministerio con lealtad. Aunque ninguno de nosotros es remotamente tan fiel como Jesucristo, por lo menos nuestros corazones están de parte de Dios. De la misma manera en que nuestro Señor obedeció completamente la voluntad de Dios Padre, debemos obedecer la voluntad del Señor completamente.
 
 
Debemos seguir a nuestros predecesores de la fe
 
Cuando miramos a nuestros predecesores de la fe vemos que sufrieron mucho por la predicación del Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando vemos cómo nuestros predecesores de la fe, como el Apóstol Pablo, y los santos de la Iglesia Primitiva, sirvieron al Señor en obediencia a pesar del sufrimiento, estamos obligados a agradecer al Señor por su ejemplo. Por tanto, en vez de estar preocupados por nuestros deseos, debemos cuidar de nuestros hermanos y hermanas, servir al Evangelio con ellos y darnos fuerzas los unos a los otros en tiempos difíciles. Si examinamos la fe de nuestros corazones para asegurarnos de que es la correcta, todos debemos correr la carrera de la fe sin cesar ante el Señor. Si no corremos esta carrera de la fe, nosotros también acabaremos cayendo en el mundo. Si vivimos solo por nosotros mismos, moriremos en cuerpo y espíritu. En vez de salvar a los demás, seremos destruidos.
¿Significa esto que si no servimos al Evangelio, su salvación será anulada? Sí, esto es posible. Calvino afirmó que una vez somos salvados, estamos salvados para siempre. Algunos cristianos pueden preguntarse: “¿Quieres decir que Calvino no tenía razón?”. Sí, estaba equivocado. Incluso los nacidos de nuevo pueden acabar yendo al infierno al final. Ahora pueden preguntarse cómo puede pasar eso. Pero no hay razón por la que no pueda pasar. Hay muchas posibilidades. Así que muchos pasajes de la Biblia nos muestran que esto les pasará a los santos que no sean fieles. Incluso entre los justos que han nacido de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu y que no apoyan el ministerio del Evangelio de Dios, y no unen sus corazones con la Iglesia de Dios y sus predecesores de fe habrá algunos que reciban lo mismo que los hipócritas (Mateo 24, 51). Estas personas serán abandonadas por el Señor, en otras palabras. Jesús dijo en una de Sus parábolas que cuando un pescador echa la red, solo se queda con los buenos peces y se deshace de los malos. De esta manera, al final de los tiempos, el Señor separará a los malvados de los justos y los arrojará al infierno (Mateo 13, 49-50). ¿Quiénes son los malvados entre los justos? Son los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu pero no lo sirven voluntariamente mientras se ahogan en sus deseos carnales. Estos santos recibirán el merecido de los hipócritas y serán abandonados por Dios si se levantan contra la Iglesia de Dios y dejan de servir al Evangelio.
Algunos de ustedes pueden conocer al General Naamán, que aparece en 2 Reyes 5. El General Naamán fue sanado de su lepra cuando conoció a Eliseo y metió su cuerpo en el Río Jordán siete veces como le dijo el siervo de Dios. Este es el poder del Evangelio del agua y el Espíritu. El hecho de que Naamán fuese curado completamente de la lepra al meterse siete veces en el Río Jordán nos demuestra el poder del Evangelio del agua y el Espíritu en el que creemos ahora. La Biblia dice que cuando Naamán creyó en lo que el siervo de Dios había dijo e hizo lo que le pidió, su lepra fue sanada. Pero, ¿qué hizo después? Aunque tomó un carro lleno de tierra de Israel a su país de origen, acabó adorando a los dioses que su rey estaba adorando. Y con este acto de idolatría Naamán se separó del Señor enseguida.
Como otro ejemplo piensen en el eunuco etiope a cargo del tesoro que se encontró con el diácono Felipe en Hechos 8. Esto hombre había ido a Israel a adorar a Dios y de camino a casa se encontró con Felipe, y gracias a él encontró la Verdad de la salvación. Este eunuco estaba tan agradecido por su salvación que pidió ser bautizado de inmediato mientras viajaba por el camino, diciéndole a Felipe: «Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?» (Hechos de los Apóstoles 8, 36). Fue bautizado como señal de su fe, para indicar que ahora creía en el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando somos bautizados en nombre del Dios de la Trinidad, estamos confesando y dando testimonio de nuestra fe para dar saber a todos que de verdad creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero, ¿qué hizo el eunuco después? No obedeció a Dios aunque tendría que haber servido la voluntad del Señor en unidad con la Iglesia de Dios. Simplemente desapareció del relato bíblico cuando regresó a casa. No aparece más en las Escrituras. ¿Qué implica esto? Que el eunuco murió a pesar de probar la gracia de Dios.
Hemos sido enviados a este mundo como los apóstoles. Dios nos dijo que considerásemos a Jesús detenidamente. Si de verdad creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, por lo menos deben vivir el resto de sus vidas predicando el Evangelio. Aunque seamos débiles en la carne, mientras vivamos en este verdadero Evangelio, lo más adecuado es que seamos fieles al Señor. Precisamente por esta razón hoy estamos compartiendo la Palabra de Dios que nos pide que pensemos en Jesús, Apóstol de Dios y nuestro Sumo Sacerdote eterno.
Jesús es el Sumo Sacerdote del Reino de los Cielos. Ha salvado a todos los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu de todos los pecados del mundo, no ofreciendo la sangre de animales terrenales, sino al cargar personalmente con todos nuestros pecados sobre Su cuerpo y entregando Su vida en la Cruz en nuestro lugar. Esto es algo maravilloso. Gracias a esta obra de salvación que ha cumplido, quien crea ahora en la justicia de Jesús puede entrar en el Reino de los Cielos y recibir la vida eterna.
Está escrito en Salmos 19, 1-2:
«Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, Y una noche a otra noche declara sabiduría».
¿Qué nos está diciendo Dios aquí? Nos está diciendo que debemos cumplir nuestras tareas en la vida como justos. Todo en la naturaleza, desde las estrellas a los vientos y los ríos, revela lo que Dios nos está diciendo. Los desastres naturales nos recuerdan lo terrible que es el juicio de Dios y nos demuestra que todo puede ser destruido de repente en cualquier momento. Por otro lado, la belleza inmensa de la naturaleza revela lo bello y maravilloso que es el dominio de Dios. Cuando vemos la muerte, la muerte misma nos enseña lo maravilloso que es tener vida eterna, mientras que cuando vemos la belleza natural que nos rodea podemos ver lo bello que es el mundo de Dios. En resumen, todo lo que hay en la naturaleza nos revela el conocimiento de Dios, como dice la Biblia:
«Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, Y una noche a otra noche declara sabiduría» (Salmos 19, 1-2).
 
 
Debemos cumplir nuestras tareas por fe
 
No hay nadie en este mundo que no esté sufriendo en la vida. No estoy diciendo que no trabajen por la obra de Dios. Lo que intento decir es que por muchos problemas que tengan, una vez confíen en la obra del Señor, tendrán la tarea de llevarla a cabo con lealtad como Jesucristo y Moisés. Los esclavos trabajan porque no tienen otro remedio, e incluso los hijos del maestro no pueden trabajar con lealtad en obediencia a la voluntad de su padre. Pero Jesús obró con lealtad. Y como Jesús nos ha puesto en este mundo por una buena causa, debemos serle fieles en nuestras vidas. De hecho, cuando hacemos la obra de Dios, debemos unir nuestros corazones para llevarla a cabo sin errores.
Podemos seguir al Señor solo si obedecemos la voluntad de Dios Padre sirviendo al Evangelio del agua y el Espíritu. De lo contrario no podemos seguir al Señor. Si estamos con un pie en el mundo y el otro en la obra de Dios no podremos ser fieles al Reino de los Cielos. Al contrario, seremos odiados por el mundo y por Dios. Necesitamos ser aprobados por lo menos por una parte para poder ser felices en nuestras vidas. Por supuesto, no estoy sugiriendo aquí que busquen la aprobación del mundo. Por el contrario, Dios dijo claramente que los que sean alabados por todo el mundo serán malditos. Es un pecado grave que nuestros santos sean aprobados por la gente del mundo y alabados por ser tan simpáticos. ¿Por qué? Porque solo puede significar que estos santos están intentando complacer a la gente del mundo. Los que son aprobados por Dios, por otro lado, son odiados por el mundo, pero son alabados por la Iglesia y el Señor.
Los líderes cristianos de hoy en día dicen que deben ser la sal del mundo y esto significa que tienen que ser indispensables para el mundo. Estos líderes les dicen a sus seguidores que hagan caridad para los necesitados para que la gente del mundo alabe sus obras buenas y se conviertan en creyentes. ¿Dice eso este pasaje de la Biblia? No dice que debamos buscar la aprobación del mundo. Lo que el mundo necesita tan desesperadamente no es caridad, sino a alguien que sirva y predique el Evangelio del agua y el Espíritu. Cualquiera puede donar dinero a la caridad, incluso grandes cantidades de dinero. Pero esto no es lo importante porque cualquiera puede hacerlo, pero lo que es absolutamente indispensable en este mundo es que haya alguien que sirva al Evangelio del agua y el Espíritu con lealtad. De la misma manera en que la comida que no se conserva con sal no puede durar mucho, si los justos no predican el Evangelio del agua y el Espíritu, este mundo se pudrirá.
Debemos escuchar atentamente la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos está hablando, creer en ella de todo corazón y practicarla por fe. Debemos hacer que nuestros corazones confíen en el Señor y debemos vivir nuestra fe ante Dios. Si solo hacemos cosas mundanas, es normal que no hagamos la obra de Dios. Pero es muy difícil, después de caer en el mundo, poder hacer la obra de Dios así. Para los justos es aún más difícil dedicarse a los asuntos del mundo que hacer la obra del Señor. Algunos de nuestros santos también están trabajando en este mundo para ganarse la vida y todos sabemos lo difícil que es. De esta manera, intentar ganarse la vida en este mundo es tan difícil que casi no podemos ni sobrevivir. Lo estoy diciendo porque nuestros corazones se ven agitados muy a menudo mientras vivimos en la Iglesia de Dios.
Incluso en el mundo una persona tiene que trabajar muy duro y diligentemente para ser aprobada, y esto también es cierto en la Iglesia de Dios, donde uno debe servir al Evangelio diligente para que se cumpla la voluntad de Dios. Por eso, obviamente es mucho mejor estar del lado correcto. Si están en el lado correcto no solo serán bendecidos, sino que su futuro también será garantizado y prosperarán en todas las cosas.
Si, sin embargo, están en la cola equivocada, todo irá mal. Como tienen que escoger entre una de las dos colas, deben estar en la de las bendiciones. La Biblia dice que todo el que nace en este mundo está destinado a morir una vez y después ser juzgado. Ustedes ya han nacido en este mundo, por tanto deben estar en la cola correcta. Incluso después de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, deben asegurarse de que están en la cola correcta. Deben decidir si van a estar en la cola equivocada contra el Evangelio del agua y el Espíritu y van a seguir al mundo, o en la línea correcta para poner su corazón en el Evangelio del agua y el Espíritu solamente para dedicar todo su tiempo y esfuerzo a él a pesar de sus fallos. Estoy seguro de que están en una de estas dos colas, aunque no sea al cien por cien. Es absolutamente imperativo que estemos en la cola correcta. Si estamos en la cola equivocada nos arruinaremos sin darnos cuenta. La decisión correcta es entonces muy obvia: debemos estar en la cola espiritual para unir nuestros corazones con la Iglesia de Dios y dedicarnos a Su obra.
También debemos examinarnos para ver si están de lado de Dios y han hecho la obra que Jesucristo les ha confiado bien. Todos los cristianos deben pensar en la vida justa de Jesús. Además de simplemente pensar en Jesús como nuestro Salvador de manera abstracta, debemos apreciar de manera concreta cuánto Jesucristo sufrió para salvarnos de nuestros pecados. Debemos pensar en cómo Jesús obedeció fielmente la voluntad de Su Padre y cómo cumplió Sus responsabilidades como Apóstol. Como discípulos de este Salvador, y como los santos que creen en el Señor como Sus obreros, ¿cómo de fieles somos llevando a cabo las tareas que se nos han confiado? ¿Estamos en la cola correcta? ¿Qué cola debemos escoger para llevar una vida recta? Estas son algunas preguntas fundamentales que debemos considerar detenidamente. Y esto es lo que nos está enseñando el pasaje de las Escrituras de hoy.
La Biblia dice que toda casa tiene un constructor, y que el que construyó la casa tiene más honor que la casa misma. Jesucristo es quien construyó todas las cosas y es nuestro Salvador glorioso. El pasaje de las Escrituras de hoy nos pide que pensemos en Jesús detenidamente porque es el Maestro y Creador de todas las cosas. Y es nuestro Salvador. A pesar de Su honor infinito como Dios e Hijo de Dios, Jesús obedeció la voluntad de Su Padre y trabajó duro para eliminar los pecados de todo el mundo. Así nos ha salvado perfectamente. Es verdaderamente glorioso.
Aunque somos fieles a la obra de Dios hasta este día, de vez en cuando pasamos por situaciones adversas en las que nuestros corazones son agitados por los deseos del mundo, o debilitados como consecuencia de ellos. En momentos como este, debemos pensar bien en Jesucristo, recordar Su lealtad, renovar nuestras fuerzas recordando esto y fortalecer nuestros corazones para vivir por fe.
No podemos mantener nuestros corazones rectos por nuestra cuenta. Si vivimos en la Iglesia de Dios con lealtad, la Iglesia sostendrá nuestros corazones para poder vivir una vida recta. Todos podemos gobernar nuestros corazones si vivimos para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu y servir la justicia del Señor en unidad con la Iglesia de Dios. Aunque estemos llenos de fallos, mientras nos unamos con la Iglesia de Dios podremos vivir por fe y vivir una vida justa. Pero si no estamos unidos con la Iglesia de Dios, no podemos vivir con justicia ante el Señor ni podremos serle fieles en nuestras vidas. Así que les pido a todos ustedes que se unan con la Iglesia y vivan confiando en el Señor.
¡Que el Señor nos bendiga siempre!