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Tema 23: Hebreos

[Capítulo 6-3] ¿Qué nos dijo Dios? (Hebreos 6, 1-20)

(Hebreos 6, 1-20)
«Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite. Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada. Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así. Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas. Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa. Porque los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para confirmación. Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec».
 
 

¿Por qué debemos reforzar los cimientos de nuestra fe?

 
Podemos encontrar la respuesta a esta pregunta en el pasaje de las Escrituras de hoy de Hebreos 6, 1-20. Los versículos 1-8 en el pasaje de las Escrituras de hoy nos enseña que mientras vivimos nuestras vidas de fe, todos debemos establecer los cimientos perfectos de la fe en cuanto al bautismo, la resurrección de los muertos y el juicio eterno por muy madura o joven que sea nuestra fe. En otras palabras, todos los que creemos en Jesús como nuestro Señor debemos tener unos cimientos firmes de la fe.
¿Quién es Jesucristo? Es nuestro Salvador y Dios, que creó el universo. Es absolutamente imperativo tener un conocimiento básico del Evangelio del agua y el Espíritu para vivir nuestra fe. Si creemos en Jesús sin entender este verdadero Evangelio, tendremos problemas y acabaremos arruinados. Aunque creyésemos en Jesucristo durante una década, sin el conocimiento del Evangelio del agua y el Espíritu nuestra fe se vendrá abajo.
¿Quién es Jesucristo? Es el único Hijo de Dios Padre y nuestro Salvador. Es Dios mismo, quien creó el universo, nos hizo a nosotros y nos salvó de todos nuestros pecados. Por eso decimos que Jesucristo es nuestro Salvador y nuestro Pastor. Es su Salvador y su Pastor. Esto es absolutamente importante. ¿Cómo nos salvó Jesús cuando vino a este mundo? Nació en este mundo a través del cuerpo de la Virgen María para salvarnos a los seres humanos, y este Jesucristo se convirtió en nuestro Salvador al ser bautizado por Juan el Bautista para cargar con nuestros pecados, morir en la Cruz para ser condenado en nuestro lugar y levantarse de entre los muertos de nuevo.
Jesús es nuestro Salvador y para salvarnos de todos nuestros pecados, tuvo que aceptar todos los pecados del mundo a través de Su bautismo, de la misma manera en que los chivos expiatorios del Antiguo Testamento tenían que cargar con los pecados de los israelitas a través de la imposición de manos del Sumo Sacerdotes. Así que, como los animales del sacrificio del Antiguo Testamento, que aceptaban los pecados del pueblo de Israel a través de la imposición de manos, tenían que morir en su lugar por sus pecados, Jesús aceptó todos nuestros pecados a través de Su bautismo, murió en la Cruz en nuestro lugar, y se levantó de entre los muertos de nuevo. Así es como Jesús nos ha salvado completamente y debemos entender esta salvación por nuestros pecados claramente. Es muy importante darnos cuenta claramente de que nos espera la resurrección y que hemos sido salvados completamente, pero si traicionamos la justicia de Dios a pesar de haber recibido la remisión de los pecados, seremos condenados por nuestros pecados.
De la misma manera, los cimientos de nuestra fe deben ser construidos perfectamente con el Evangelio del agua y el Espíritu. Pasemos a los versículos 1 y 2 en el pasaje de las Escrituras de hoy: «Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno» (Hebreos 6, 1-2). Este pasaje no significa que no debemos hablar nunca más de cómo hemos sido salvados de nuestros pecados, sino que significa que debemos poner los cimientos sólidos de la fe y vivir nuestra fe. Dicho de otra manera, el autor de la Epístola de Hebreos nos está diciendo que pongamos los cimientos de la fe y vayamos con más confianza a la presencia de Dios por la fe perfecta.
¿Qué pasaría si construyésemos nuestra casa en unos cimientos débiles y dañados? La casa se iría hacia un lado y quizás se vendría abajo. En el pasaje de las Escrituras de hoy el autor de Hebreos está hablando a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, cuyos cimientos de la fe son todavía débiles, diciéndoles: “¿Quién es Jesucristo? Es nuestro Dios, nuestro Pastor y nuestro Salvador que ha borrado todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu, Y nuestro Señor es nuestro Pastor. Es el Sumo Sacerdote del Reino de los Cielos que nos ha salvado al cargar con nuestros pecados sobre Su cuerpo a través de Su bautismo, muerte en la Cruz en nuestro lugar y levantarse de entre los muertos”.
El escritor de Hebreos nos está diciendo esta misma cosa a los cristianos actuales: “¿Cuál es la verdadera salvación de los pecados? ¿Cómo podemos ser salvados de todos nuestros pecados? Somos salvados de todos nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Qué es este Evangelio del agua y el Espíritu entonces? Es el Evangelio de la salvación que proclama que el Hijo de Dios nos ha salvado al venir a este mundo, tomar todos nuestros pecados para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista, morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos. Así, el Señor ha cumplido nuestra salvación perfectamente. Por tanto, el Señor ha cumplido nuestra salvación perfectamente. Por tanto, todo lo que debemos entender es esta Verdad de salvación, creer en ella y vivir nuestra fe así”.
No deben decir creer en Jesús como su Salvador sin primero construir los cimientos perfectos para su salvación. Desde el momento en que creyeron en primer lugar en Jesús, deben creer que Jesús eliminó todos los pecados para siempre cuando fue bautizado por Juan el Bautista. Si creen en Jesús según su propio entendimiento acabarán traicionando a Jesús. Estas personas cuyos cimientos de la fe están mal puestos se corromperán en algún momento porque no conocen la justicia de Dios. De hecho, acabarán levantándose contra la justicia de Jesús. Estas personas crucifican al Hijo de Dios y lo dejan en mal lugar y acaban quemándose en el fuego del infierno. Este es el destino que les espera porque quien no construye unos cimientos perfectos de salvación traicionará al Señor más adelante.
Algunos de ustedes seguramente hayan visto la película de Los Diez Mandamientos, que está basada en la vida de Moisés y el Éxodo, aunque con ciertas concesiones artísticas. Al principio de la película el Faraón ordena que todos los niños hebreos sean ejecutados. Este decreto es emitido porque Faraón tenía miedo de que hubiese demasiados hebreos y se aliasen con las fuerzas enemigas y atacasen a Egipto desde dentro. Moisés nació en estos tiempos así de difíciles, pero para salvar su vida sus padres lo pusieron en una cesta y lo mandaron río abajo. Moisés fue rescatado por una de las hijas del Faraón, quien lo adoptó como hijo suyo. Así que, por la providencia de Dios, Moisés creció en el palacio egipcio, pero al final descubrió que era hebreo y cuando vio a uno de sus compatriotas siendo azotado por un egipcio, mató al egipcio para salvarlo.
Entonces el Farón llamó a Moisés y le dijo: “No me importa lo que hayas hecho, te perdonaré si me jurar que nunca incitarás a los hebreos a atacar a Egipto. Si me lo juras, te perdonaré por lo que hayas hecho, sin importar las acusaciones contra ti. Simplemente júrame que nunca incitarás a los esclavos hebreos a rebelarse y atacar a Egipto. Entonces te perdonaré”.
Pero Moisés le dijo a Faraón: “Liberaré a mis hermanos hebreos de esta esclavitud”. Como Moisés era el nieto adoptivo del Faraón, puedes imaginar lo traicionado que se sintió al escuchar esto. Así que el Faraón enojado exilió a Moisés y ordenó que su nombre se borrase de todos los registros.
Mis queridos hermanos, si no tienen un conocimiento claro del Evangelio del agua y el Espíritu aunque digan confiar en la justicia de Dios y creer en Su Hijo como su Salvador, entonces estarán traicionando a Jesucristo. El conocimiento del Evangelio del agua y el Espíritu es absolutamente indispensable para tener fe en la justicia de Dios. Aunque los principios elementales no parezcan tan importantes, un conocimiento débil de los principios básicos no pueden mantener su vida de fe hasta el final. Para tener la fe correcta, entender la justicia de Dios es absolutamente importante. De la misma manera en que es críticamente importante poner los cimientos firmes cuando se construye una casa, es absolutamente crucial poner unos cimientos firmes de la fe.
En primer lugar, todos debemos tener fe en Dios. Quiero reiterar lo importante que es para todos decir: “Aunque no he visto a Dios con mis propios ojos, está vivo y creo en este Dios de verdad. Aunque haya muchos dioses y religiones en este mundo, y algunas personas dicen que son dioses, creo en este Dios que creó los cielos y la tierra, el universo entero y todo lo que hay en él”.
 
 

Si tenemos fe en Dios debemos adorar y confiar en la justicia de este Dios

 
Nadie debe creerse un dios. Nosotros no hemos creado a Dios, sino que Dios nos ha creado a nosotros. Además, para salvarnos de todos nuestros pecados, la muerte eterna y la destrucción, Dios nació en este mundo con el nombre de Jesús encarnado en un hombre, aceptó todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, murió en la Cruz en nuestro lugar mientras cargaba con esos pecados, se levantó de entre los muertos y así nos ha salvado a todos. Esta es la Verdad de salvación que todos debemos entender y creer.
Aquí, en el pasaje de las Escrituras de hoy, está escrito: «De la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno» (Hebreos 6, 2). ¿Qué significa la palabra bautismos aquí? La palabra bautismo significa pasar los pecados o limpiar los pecados, pero al mismo tiempo también implica la muerte, como está escrito en Romanos 6, 3-4: «¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva». Por tanto, el bautismo implica la muerte. Jesús no solo aceptó y eliminó nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, pero también murió en la Cruz. El Señor cargó con todos nuestros pecados y murió en nuestro lugar. Por eso el Libro de Hebreos está hablando de los bautismos.
Por la caída de los primeros seres humanos, Adán y Eva, todos debemos morir. Si no mueren una vez por sus pecados con Jesucristo y son devueltos a la vida con este Señor, no podrán nacer de nuevo. Por esta razón la Biblia dice que debemos nacer dos veces. En otras palabras, cuando nacen en la carne, también pueden nacer de nuevo espiritualmente. Y para nacer de nuevo deben darse cuenta de que todos sus pecados fueron pasados a Jesús; que fue crucificado hasta morir en su lugar mientras cargaba con sus pecados, se levantó de entre los muertos y les ha devuelto a la vida; y así ha eliminado todos sus pecados, les ha dejado sin pecados y les ha convertido en hijos de Dios. Por eso el autor de Hebreos habló de bautismos.
La palabra bautismo significa ser pasado o transferido, y esta palabra tiene el mismo significado que la imposición de manos a través de la cual los israelitas pasaron sus pecados a los animales del sacrificio. Es absolutamente importante que entiendan claramente que, de la misma manera en que los animales del sacrificio del Antiguo Testamento aceptaban los pecados del pueblo de Israel a través de la imposición de manos y morir en su lugar, el Señor aceptó todos sus pecados a través de Su bautismo y murió en la Cruz en su lugar.
Al aceptar todos sus pecados y los míos a través de Su bautismo y muerte en la Cruz en nuestro lugar, Jesús cargó con todas nuestras maldiciones. Pero todavía queda la resurrección de los muertos, es decir, cuando todos volverán a la vida. Sin embargo, mientras que todo el mundo será resucitado, algunos serán resucitados para ser condenados por sus pecados, mientras que otros serán resucitados para recibir la vida eterna y disfrutar del esplendor de la gloria del Cielo.
Algunas personas no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu y llaman a esto la reencarnación. Esto es lo que dicen los budistas, diciendo que los que viven una vida virtuosa son reencarnados como seres más altos, mientras que los que practican el mal en sus vidas son reencarnados como seres bajos. Así que, de alguna manera incluso los budistas saben que todo el mundo vuelve a la vida. Sin embargo, el problema es que piensan erróneamente de esta manera porque su conocimiento es incompleto y falso.
Incluso los que no creen en la justicia de Dios serán devueltos a la vida para ser condenados a su muerte eterna el Día del Juicio Final. Dios resucitará a todas estas personas, pero solo para arrojarlas al fuego del infierno. Por el contrario, los que han recibido la remisión de los pecados volverán a la vida para participar en la buena resurrección, es decir, para obtener la vida eterna. Es muy importante entender que al resucitar todo el mundo recibirá la salvación eterna o la condena eterna. Los que pertenecen a Dios recibirán la vida eterna y la salvación eterna, mientras que los que no pertenecen a Dios recibirán las maldiciones eternas y la condena eterna.
Si los cimientos de su fe en Jesús son débiles todavía, deben estudiar la Palabra de Dios de nuevo.
¿Están viviendo una vida de fe correcta para pasar a la perfección, habiendo construido unos cimientos firmes de la salvación para poner su confianza en Dios, en los bautismos, en la imposición de manos, en la resurrección de los muertos y el juicio eterno? ¿Creen en la justicia de Dios con estos cimientos de la fe construidos perfectamente? Si han puesto los cimientos perfectos de la fe y están viviendo una vida de fe conociendo la justicia de Dios, entonces su fe es digna de ser emulada.
Es una pena que haya todavía muchos cristianos que no hayan alcanzado este estado. Los cristianos de hoy también tienen mucho que aprender. Tienen mucho que aprender acerca del Evangelio del agua y el Espíritu a través de Su Palabra. La mayoría de los pastores solo enseñan a sus congregaciones a vivir con virtud y hacer cosas buenas, pero esto no es lo que debe enseñar la Iglesia de Dios. Estas enseñanzas éticas van siempre con toda religión, desde el budismo al confucianismo e incluso las religiones animísticas. Las escuelas seculares también enseñan a sus estudiantes a vivir con principios morales. Pero esta no es la razón por la que la gente va a la Iglesia de Dios. La gente viene a la Iglesia de Dios debe eliminar sus pecados y recibir la vida eterna al creer en la justicia de Jesús para convertirse en los hijos redimidos de Dios.
Es muy importante que sepan claramente por qué van a la Iglesia de Dios. Deben saber también por qué creen en la justicia de Jesús, entender la razón por la que confían en Jesús y creer en esta razón. Por supuesto no estoy diciendo que la Iglesia de Dios nunca les enseña a sus congregaciones a vivir según principios morales. La Iglesia sí que les pide a sus santos hacer lo mejor que puedan parar vivir una vida virtuosa, tener paciencia los unos con los otros, ser amables los unos con los otros, y vivir por el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero estas son las normas básicas que todo santo debe seguir. Además de estos principios básicos todos nosotros los que hemos recibido la remisión de los pecados debemos pasar por un proceso espiritual continuo de crecimiento y al pasar por este proceso debemos acercarnos a Dios con unos cimientos firmes de salvación establecidos por la fe, recordando que el autor de Hebreos nos dice en el pasaje de las Escrituras de hoy: «Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno» (Hebreos 6, 1-2). Dios entonces nos dirá que el día se acerca en que nuestros cuerpos serán liberados completamente. Y por eso los santos redimidos están sirviendo al Evangelio del agua y el Espíritu con completa seguridad de su esperanza.
El autor de la Epístola de Hebreos y Dios nos está hablando a nosotros. Mientras vivimos nuestras vidas de fe en este mundo, debemos esperar el Reino de los Cielos de Dios y la vida eterna. En vez de ser vagos, debemos esperar estas bendiciones maravillosas aún más, pasar por pruebas y tribulaciones en este mundo con paciencia. ¿Nos habló Dios de esta vida solo a nosotros? No, también a los santos de la antigüedad cuando menciona la vida de Abraham.
Está escrito en Hebreos 6, 13-15: «Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, diciendo: ‘De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente.’ Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa». Cuando Dios pidió a Abraham que saliese de Ur de los Caldeos y le pidió que dejase su tierra para ir a la tierra de Canaán, Dios le prometió a Abraham que le bendeciría abundantemente. En aquel entonces, Abraham tenía 75 años y pasó por muchas dificultades cuando dejó su país. Pero Dios le había prometido que le daría un hijo. Y Dios le había prometido que le daría una tierra mucho mejor. Así que Abraham sufrió con paciencia y obtuvo la promesa. Abraham fue llamado por Dios a los 75 años y unos pocos años después Dios le prometió que le daría un hijo. Como Abraham tuvo a su hijo a los 100 años, esto significa que esperó veinte años para que se cumpliese la promesa de Dios. Dios le había prometido a Abraham: «De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente» (Hebreos 6, 14), pero Abraham tuvo que esperar pacientemente mucho tiempo para que sus descendientes se multiplicasen en la nación de Israel. Abraham tuvo que tener mucha paciencia para obtener la promesa.
Aún más, poco después de darle un hijo a Abraham, Dios le dijo que sacrificase a su hijo como holocausto. Así que a la mañana siguiente, Abraham empezó su viaje con su hijo Isaac para obedecer la orden de Dios. Pero, cuando Abraham estuvo a punto de sacrificar a su hijo como holocausto en obediencia, Dios intervino y dijo: “No mates a tu hijo. He visto tu obediencia, y por eso te doy Mi promesa de que te bendeciré y multiplicaré”.
La nación de Israel salió de un hombre llamado Abraham. La promesa de Abraham se cumplió como Dios lo había prometido. Los palestinos de hoy en día también son los descendientes de Abraham como los judíos. El nombre de Israel deriva de Jacob. La palabra de Israel significa “el que ha luchado con Dios y ha vencido”. Se le dio este nombre porque había luchado con un ángel (que era Dios mismo) hasta el amanecer, aunque era un hombre débil. El ángel le dijo: “Déjame ir. Tu nombre ya no será Jacob, sino Israel. Has luchado con Dios y has ganado. No puedo resistir bendecirte y cuidarte. De ahora en adelante ya no te llamarás Jacob, sino Israel”. Así que, cuando hablamos del pueblo de Israel hoy, estamos hablando de los descendientes de Jacob. Los descendientes de Abraham vienen de un linaje especial distinto al de los gentiles. De la misma manera, somos especiales.
Está escrito en Hebreos 6, 11-12: «Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas».
Dios nos ha llamado y nos ha salvado para que vivamos el mismo tipo de vida santa descrita en este pasaje y nos ha dicho que seamos pacientes porque lo cumplirá todo según Su promesa. Cuando hacemos un voto, juran sobre algo que es mayor que ellos. Pero Dios juró sobre Su propio nombre porque no hay nadie más grande que Él, diciéndole a Abraham: «De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente» (Hebreos 6, 14). Así que Dios no puede mentir y siempre tiene que cumplir todas Sus promesas.
Mentir es algo que Dios no puede hacer y otra cosa que Dios no puede hacer es no cumplir Su promesa. Estos dos principios son verdades inmutables. Entonces, ¿qué debemos evitar para poder tener la esperanza que se nos ha puesto delante? Debemos evitar al mundo. Mientras que no tenemos ningún problema en aceptar cualquier reto, evitamos al mundo porque no debemos seguir las corrientes de este mundo. Dios dijo en el pasaje de las Escrituras de hoy que quiere que huyamos del mundo y busquemos refugio para poder tener una consolidación fuerte,
La Biblia también dice: «La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec» (Hebreos 6, 19-20). Si sufrimos un poco más, iremos al Reino de los Cielos, disfrutaremos de la vida eterna y recibiremos gloria y esplendor. Está escrito aquí que tenemos esta esperanza como ancla del alma, segura y firme, que nos permitirá entrar en la presencia de Dios detrás del velo.
Nuestro Dios nos ha prometido que si creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu nos dará la remisión de los pecados, nos otorgará el Reino de los Cielos, nos hará hijos Suyos, nos concederá la vida eterna y nos bendecirá con la resurrección y felicidad eternas. Esta es una verdad inamovible porque es la promesa que Dios nos ha hecho a todos los que creen en el Evangelio de la remisión de los pecados. Por eso decimos que entraremos en el Reino de Dios gracias a nuestro Señor.
Hebreos 6, 20: «Donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec». Este pasaje significa que, como nuestro Señor vino a este mundo, cargó con todos nuestros pecados al ser bautizado, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos de nuevo y ascendió al Reino de Dios, todos los que creemos en Jesucristo también entrarán en el Reino de Dios como el Señor lo ha hecho.
Esta es una verdad inmutable. Es un hecho inamovible. Siempre y cuando creamos en el Evangelio del agua y el Espíritu, es imposible no entrar en el Reino de los Cielos aunque no lo queramos; y al revés, si no creemos en este verdadero Evangelio, es imposible entrar en el Reino de los Cielos por mucho que queramos. Por eso es tan importante poner los cimientos perfectos de la salvación para entrar en el Cielo. Jesucristo no solamente nos ha salvado perfectamente, sino que también lo ha preparado todo a la perfección para que podamos entrar en el Reino de los Cielos. A través del Evangelio del agua y el Espíritu el Señor nos ha salvado y quiero reiterar lo importante que es que todos creamos de todo corazón en este perfecto Evangelio, en la perfecta salvación de Dios y la vida eterna, Sus bendiciones perfectas y perfecta resurrección; y que todos tengamos paciencia por fe esperando hasta el día que entremos en el Reino del Señor.
Solo hay una cosa que debemos evitar cuando vivimos en este mundo, y es el mundo. Si no escapamos del mundo, acabaremos contaminados por él, y cuando estemos contaminados por este mundo, será el fin para nosotros. Un ejemplo típico de esto es Lot, el sobrino de Abraham. Aunque Lot había sido salvado, fue al mundo y su fe se arruinó como resultado. Sus descendientes, los moabitas y los amonitas (Génesis 19, 30-38), se levantaron contra Dios. Pero la gente de fe como Abraham se separó del mundo secular, pero no porque fueran cobardes, sino porque no debían dejarse manchar por el mundo.
Somos hijos de Dios. Creemos en la justicia de Jesucristo. Algunas personas han abandonado su fe por la justicia del Señor por varios motivos, pero ¿piensan también ustedes que la salvación que hemos recibido no vale para nada? ¿Es esta salvación que Dios nos ha dado a través de Su justicia tan barata? ¿No tiene sentido?
No, la salvación que el Señor nos ha dado es tan valiosa que no podemos cambiarla por nada en este mundo, aunque se nos ofreciese el mundo entero. ¿Acaso no vale para nada servir a la justicia de Dios? Servir a la justicia de Dios es mejor que cualquier otra cosa que los humanos hayan hecho en la historia de la humanidad, incluso mucho más importante que ir a la luna. Aunque este ministerio de servir a Dios pueda parecer trivial al principio, es tremendamente importante. ¿Hay alguien que esté viviendo una vida de fe que sea más importante que esta vida que se vive para servir a los demás? No, no hay nadie que viva una vida que valga más la pena.
Estamos sirviendo al Evangelio del agua y el Espíritu de todo corazón, pero la gente no nos lo reconoce. Por el contrario, muchos de ellos no hacen nada más que hablar mal de los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero, ¿acaso es tan inútil servir al Evangelio del agua y el Espíritu? No, por supuesto que no. No tengo ningún respeto por las personas que no reconocen lo importante que es servir al Señor. Estas personas son insensatas y aunque les advierta varias veces, al final me canso y las dejo en paz. No vale la pena malgastar el tiempo con estas personas.
¿Y ustedes? ¿Qué piensan que vale más la pena: servirse a sí mismos o al Evangelio del agua y el Espíritu? Por supuesto que vale la pena mucho más servir a Dios, porque Su Evangelio y Su justicia son más valiosos que nada en este mundo. Pero, a pesar de esto, en el pasado hubo varias personas en nuestra Iglesia que abandonaron su fe y fueron al mundo para vivir por su carne, diciendo que no eran tontos. Y lo hicieron a pesar de que les habíamos predicado el Evangelio del agua y el Espíritu y habían tenido la oportunidad de servir este Evangelio y conocían la manera de vivir una vida que valiese la pena. Pero, por desgracia estas personas acabaron cometiendo el mayor error de sus vidas.
Mis queridos hermanos, ahora estamos haciendo algo mucho mejor que cualquier héroe. Estamos salvando a las almas perdidas del mundo. Incluso el mayor héroe de todos los tiempos no puedo hacer nada más que cosas carnales, mientras que nosotros estamos trabajando para salvar a todas las almas perdidas del mundo. Y sabemos que lo que estamos haciendo es tan valioso que no podemos cambiar nuestra obra por otra cosa. Estoy extremadamente orgulloso de nuestro trabajo y estoy seguro de que ustedes también están orgullosos de lo que están haciendo. Por supuesto que puede haber algunas personas que no estén orgullosas de nuestro trabajo, pero si supiesen lo importante que es, sí que estarían orgullosas.
Si les gusta el mundo y quieren dejar la Iglesia, no les voy a parar. Quien quiera ir al mundo, irá haga lo que yo haga. Después de todo, no se van a quedar en la Iglesia porque yo lo diga. Por el contrario, intentar evitar que se vayan de la Iglesia solo hará que quieran ir al mundo aún más. Algunos de ustedes pueden pensar que van a volver a la Iglesia si las cosas no les van bien después de irse.
Pero, ¿puede alguien que se ha ido de la Iglesia de Dios volver a él fácilmente? Cuando se van de la Iglesia, no es fácil volver. Aunque hayan estado viviendo una vida justa, cuando ponen su corazón en la maldad y vuelven a su vida pasada pecadora, no podrán volver. Estaría bien poder arrepentirse en el último momento y confesar antes de morir: “Dios es mi Dios y creo en esta justicia de Dios”, pero esto es casi imposible, porque cuando caen en su maldad, odiarán a todo el mundo que esté haciendo la obra de Dios. Se convertirán en enemigos de Dios. Algo malvado saldrá de sus corazones para hacer que odien a los santos sin motivo, se opongan a ellos sin motivo y los consideren enemigos suyos sin motivo. Y esto ocurrirá porque habrán sido poseídos por el Diablo y se habrán convertido en esclavos suyos.
Estos deseos malvados saldrán de estas personas si no quieren unirse a la Iglesia. Su naturaleza humana será movida por estos pensamientos. Por tanto, es absolutamente crucial que se crean con gratitud que Dios ha hecho toda la obra de la salvación perfectamente para que los que están malditos sean salvados y los desesperados hagan Su obra valiosa.
Pero si no quieren hacer la obra de Dios en Su Iglesia, entonces márchense. Por casualidad ¿no están contentos en la Iglesia de Dios por cualquier razón? ¿Piensan que es intolerable tratar con sus hermanos santos? ¿Ya no quieren trabajar en la Iglesia de Dios? ¿Quieren ir a otro sitio y encontrar otro trabajo? Si eso es lo que quieren, siéntanse libres de dejar la Iglesia e irse donde quieran. Pero antes de que tomen la decisión final, piensen y pregúntense lo siguiente: ¿Es verdaderamente beneficioso para sus propias vidas irse de la Iglesia?
En vez de pensar en estos problemas triviales como quién es más alto que otro, todos debemos contemplar la salvación que Dios nos ha dado, meditar acerca de la salvación que Dios nos ha dado, meditar sobre la justicia de Jesús, poner unos cimientos perfectos de salvación por fe y conseguir la perfección. Aunque nuestros corazones se sientan mal durante un poco, nuestras vidas seguirán arraigadas en la Palabra de Dios y por tanto es absolutamente importante confirmar nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, nos agarremos a esta salvación, calmemos nuestros corazones agitados y buscar solamente al Señor. El Señor nos dará más fuerzas. Día tras día nuestro Señor nos dará fuerzas cuando estemos débiles; nos dará sabiduría cuando la necesitemos; nos dará energía cuando no la tengamos; y nos bendecirá cuando no tengamos Sus bendiciones. Nuestro Señor nos guiará a todos como nuestro Pastor.
Le doy gracias a Dios. ¡Aleluya!