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Tema 26: Levítico

[26-12] ¿Cómo es nuestro verdadero reflejo? (Levítico 13:1-23)

¿Cómo es nuestro verdadero reflejo?(Levítico 13:1-23)
“Habló Jehová a Moisés y a Aarón, diciendo: Cuando el hombre tuviere en la piel de su cuerpo hinchazón, o erupción, o mancha blanca, y hubiere en la piel de su cuerpo como llaga de lepra, será traído a Aarón el sacerdote o a uno de sus hijos los sacerdotes. Y el sacerdote mirará la llaga en la piel del cuerpo; si el pelo en la llaga se ha vuelto blanco, y pareciere la llaga más profunda que la piel de la carne, llaga de lepra es; y el sacerdote le reconocerá, y le declarará inmundo. Y si en la piel de su cuerpo hubiere mancha blanca, pero que no pareciere más profunda que la piel, ni el pelo se hubiere vuelto blanco, entonces el sacerdote encerrará al llagado por siete días. Y al séptimo día el sacerdote lo mirará; y si la llaga conserva el mismo aspecto, no habiéndose extendido en la piel, entonces el sacerdote le volverá a encerrar por otros siete días. Y al séptimo día el sacerdote le reconocerá de nuevo; y si parece haberse oscurecido la llaga, y que no ha cundido en la piel, entonces el sacerdote lo declarará limpio: era erupción; y lavará sus vestidos, y será limpio. Pero si se extendiere la erupción en la piel después que él se mostró al sacerdote para ser limpio, deberá mostrarse otra vez al sacerdote. Y si reconociéndolo el sacerdote ve que la erupción se ha extendido en la piel, lo declarará inmundo: es lepra. Cuando hubiere llaga de lepra en el hombre, será traído al sacerdote. Y éste lo mirará, y si apareciere tumor blanco en la piel, el cual haya mudado el color del pelo, y se descubre asimismo la carne viva, es lepra crónica en la piel de su cuerpo; y le declarará inmundo el sacerdote, y no le encerrará, porque es inmundo. Mas si brotare la lepra cundiendo por la piel, de modo que cubriere toda la piel del llagado desde la cabeza hasta sus pies, hasta donde pueda ver el sacerdote, entonces éste le reconocerá; y si la lepra hubiere cubierto todo su cuerpo, declarará limpio al llagado; toda ella se ha vuelto blanca, y él es limpio. Mas el día que apareciere en él la carne viva, será inmundo. Y el sacerdote mirará la carne viva, y lo declarará inmundo. Es inmunda la carne viva; es lepra. Mas cuando la carne viva cambiare y se volviere blanca, entonces vendrá al sacerdote, y el sacerdote mirará; y si la llaga se hubiere vuelto blanca, el sacerdote declarará limpio al que tenía la llaga, y será limpio. Y cuando en la piel de la carne hubiere divieso, y se sanare, y en el lugar del divieso hubiere una hinchazón, o una mancha blanca rojiza, será mostrado al sacerdote. Y el sacerdote mirará; y si pareciere estar más profunda que la piel, y su pelo se hubiere vuelto blanco, el sacerdote lo declarará inmundo; es llaga de lepra que se originó en el divieso. Y si el sacerdote la considerare, y no apareciere en ella pelo blanco, ni fuere más profunda que la piel, sino oscura, entonces el sacerdote le encerrará por siete días; y si se fuere extendiendo por la piel, entonces el sacerdote lo declarará inmundo; es llaga. Pero si la mancha blanca se estuviere en su lugar, y no se hubiere extendido, es la cicatriz del divieso, y el sacerdote lo declarará limpio”.
 

Espero que todos hayan disfrutado la cena. La Iglesia de Seúl me ha ofrecido unas comidas exquisitas y si me quedo aquí demasiado tiempo, acabaré engordando. El pastor, su mujer y la congregación han sido muy amables conmigo, y gracias a ellos he podido celebrar esta reunión de resurgimiento con toda comodidad. 
Cuando leemos el Libro de Levítico vemos algo peculiar acerca de cómo los sacerdotes examinaban a los leprosos. Los sacerdotes del Antiguo Testamento y los sacerdotes del Nuevo Testamento son médicos espirituales que cuidan de la salud de los hijos de Dios. En particular, los sacerdotes espirituales en el Nuevo Testamento son los que predican el Evangelio del agua y el Espíritu. 
 

Cómo se examinaba la lepra
 
El pasaje de las Escrituras de hoy describe cómo los sacerdotes del Antiguo Testamento diagnosticaban la enfermedad del pecado de la gente. Está escrito: “Habló Jehová a Moisés y a Aarón, diciendo: Cuando el hombre tuviere en la piel de su cuerpo hinchazón, o erupción, o mancha blanca, y hubiere en la piel de su cuerpo como llaga de lepra, será traído a Aarón el sacerdote o a uno de sus hijos los sacerdotes. Y el sacerdote mirará la llaga en la piel del cuerpo; si el pelo en la llaga se ha vuelto blanco, y pareciere la llaga más profunda que la piel de la carne, llaga de lepra es; y el sacerdote le reconocerá, y le declarará inmundo” (Levítico 13:1-3). Como está escrito, cuando un israelita tenía una herida que parecía lepra, primero tenía que enseñársela a un sacerdote. El sacerdote examinaba la herida del hombre y hacía un diagnóstico, como está escrito: “Y el sacerdote mirará la llaga en la piel del cuerpo; si el pelo en la llaga se ha vuelto blanco, y pareciere la llaga más profunda que la piel de la carne, llaga de lepra es; y el sacerdote le reconocerá, y le declarará inmundo” (Levítico 13:3). Si se declaraba a un hombre leproso, entonces era llevado a una colonia de leprosos a las afueras de la ciudad. 
En Corea hay una pequeña isla llamada Sorokdo, que es famosa por ser una leprosería. El gobierno estableció una colonia de leprosos en esa isla y envió a pacientes allí para ponerlos en cuarentena del resto de la población para evitar que se propagase esta enfermedad contagiosa. De la misma manera, si un israelita parecía tener lepra y era diagnosticado por el sacerdote como leproso, tenía que ser separado de todo el mundo, incluyendo su propia familia. Así que el pueblo de Israel se tomaba esta enfermedad muy en serio. Como el pueblo de Israel servía al Dios santo nadie que tuviese lepra podía vivir entre ellos. La razón era que los israelitas tenían que estar separados de toda impureza. Por tanto, la lepra se consideraba la enfermedad más grave en Israel. Así que, cuando el pueblo de Israel se daba cuenta de algún tipo de problema en la piel, era común que se preguntase si era un síntoma de la lepra. 
Si una herida en la piel no se curaba fácilmente y persistía, normalmente indicaba un problema grave. La piel de un paciente de lepra es diferente a la de una persona sana. A modo de comparación, la piel leprosa es como la piel de un caqui que se cayó de un árbol y se ablandó en el suelo. Cuando un caqui verde se cae del árbol su piel empieza a ablandarse y empieza a crecerle moho dentro y se pudre. Ocurre algo similar cuando alguien está infectado de lepra y sus síntomas empiezan a aparecer en la piel. Aparecen heridas y costras y la piel se comienza a podrir. 
En Corea también hubo un tiempo en el que había mucha lepra y la enfermedad era considerada algo serio. Los pacientes solían estar en cuarentena, separados del resto de la sociedad, incluso de sus familias. Sin duda los pacientes estaban completamente traumatizados por esto, preguntándose por qué nacieron y sintiéndose completamente desolados por su situación. La lepra era muy común en la antigüedad. Hoy en día la lepra tiene tratamiento si se descubre a tiempo. Pero en el pasado no era así. No había tratamiento, ni había ninguna manera de esconderla porque sus síntomas eran visibles para los demás. Quien tuviese lepra tenía que ser separado de la familia y no podía tener una vida social. Esta separación del resto de la sociedad, separación de cualquier interacción social normal, era uno de los peores sufrimientos que pasaban los pacientes de lepra. 
Hablando espiritualmente, los leprosos se refieren a los pecadores que están siendo condenados por sus pecados. Quien tenga pecados a los ojos de Dios debe ser limpiado, y si la persona no hace esto durante su vida, debe ser arrojada al infierno. Esto también es aplicable a su familia. Aunque iremos al Cielo porque hemos recibido la remisión de los pecados al creer en la justicia de Jesucristo, los miembros de nuestra familia que no hayan sido redimidos de sus pecados irán al infierno. Con el Evangelio del agua y el Espíritu Dios ha eliminado todos los pecados que cometemos mientras vivimos en este mundo. Quien crea en este Evangelio recibirá la remisión de los pecados e irá al Cielo, pero los pecadores que no crean en este Evangelio serán castigados en el infierno para siempre. Por eso los leprosos tenían que mostrar su enfermedad al sacerdote y recibir tratamiento. 
 


Veamos quién es diagnosticado como leproso

 
Está escrito en Levítico 13:8-13: “Y si reconociéndolo el sacerdote ve que la erupción se ha extendido en la piel, lo declarará inmundo: es lepra. Cuando hubiere llaga de lepra en el hombre, será traído al sacerdote. Y éste lo mirará, y si apareciere tumor blanco en la piel, el cual haya mudado el color del pelo, y se descubre asimismo la carne viva, es lepra crónica en la piel de su cuerpo; y le declarará inmundo el sacerdote, y no le encerrará, porque es inmundo. Mas si brotare la lepra cundiendo por la piel, de modo que cubriere toda la piel del llagado desde la cabeza hasta sus pies, hasta donde pueda ver el sacerdote, entonces éste le reconocerá; y si la lepra hubiere cubierto todo su cuerpo, declarará limpio al llagado; toda ella se ha vuelto blanca, y él es limpio”. La lepra es una enfermedad que se propaga lentamente por todo el cuerpo. Cuando uno se infecta con la lepra, los síntomas externos aparecen como lesiones en la piel que no pueden curarse con tratamientos tópicos, ya que el patógeno de la lepra es resistente a esos tratamientos. Si se deja sin tratar con un medicamento específico, las lesiones se propagan por todo el cuerpo y causan deformaciones graves en la piel. 
Hablando espiritualmente, alguien cuyo corazón tenga pecados es como alguien infectado de lepra. A través de estos pecadores el pecado se ha propagado por todos los rincones de la tierra. Los que están infectados por esta enfermedad del pecado no pueden evitar pecar aunque lo intenten. Esto se debe a que los seres humanos, nacidos en iniquidad, están destinados a cometer pecados habitualmente y sin cesar durante toda su vida. Hablando espiritualmente, están infectados con la enfermedad del pecado. De la misma manera en que el patógeno de la lepra se propaga y devora la piel del paciente, para los que tienen pecados en sus corazones, la enfermedad del pecado se propaga y los devora espiritualmente. 
Dios dice que todo el mundo nació con iniquidades del vientre materno. ¿Entonces qué es esta lepra espiritual que tiene todo el mundo? Esta lepra es el pecado que se encuentra en todos los corazones humanos. Dios dice que, como raza de pecadores por naturaleza, somos leprosos espirituales. Dios nos está preguntando: “¿En qué consisten vuestras vidas? ¿Qué es el Cielo? ¿Quiénes son pecadores? ¿Cuál es la consecuencia para los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu?”. 
 

La naturaleza fundamental de los seres humanos
 
Pasemos a Salmos 51:5-6 en el Antiguo Testamento: 
“He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre. He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría”.
¿Cómo explica la Biblia nuestra naturaleza básica a los ojos de Dios? Como está escrito en la Palabra de Dios, todos los seres humanos son un montón de pecados. Los seres humanos no son más que montones de pecados desde que nacen de sus madres. Así que, si se nos pregunta acerca de la naturaleza fundamental de los seres humanos, nuestra respuesta será que nacen como montones de pecados del vientre de sus madres. David está diciendo aquí que todo el mundo fue concebido en pecado y nace en iniquidad. El que todo el mundo haya sido concebido en pecado significa que, por naturaleza, todo el mundo nació con deseos malvados como asesinatos, robos, celos e insensatez, heredados de su padre y madre. 
En otras palabras, los seres humanos nos convertimos en pecadores porque hemos heredado los pecados de Adán y Eva, nuestros antecesores. Todos nacimos como una raza de obradores de iniquidad. Somos una raza de obradores de iniquidad. No solo hemos heredado nuestra carne de nuestros padres, sino también nuestro corazón pecador. Por eso la Biblia dice: “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos” (Romanos 5:19). Como Adán y Eva pecaron contra Dios, todos tenemos pecados en nuestros corazones. Dicho de otra manera, a causa de la caída del primer hombre, todos nos convertimos en raza de pecadores. 
 


Los pecados del corazón humano

 
Pasemos a la Palabra de Dios de nuevo para ver qué tipos de pecados tiene el ser humano. Está escrito en Marcos 7:20-23: “Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre”.
Como somos humanos, de nuestros corazones salen pensamientos malvados sin cesar por mucho que decidamos no hacer nada malo. Por ejemplo, no podemos evitar tener curiosidad por sucesos trágicos. Cuando hay un incendio en una casa, nos gusta ver cómo se quema. Cuando escuchamos en las noticias acerca de algún accidente catastrófico en el mar que causó 300 muertes, nos sentimos mal por las víctimas al principio, pero enseguida empezamos a preguntarnos si ha habido algún accidente peor alguna vez. Los pensamientos de todo el mundo son malvados. Somos atraídos por el sensacionalismo, aunque hayan muerto 300 personas trágicamente. En resumen, todo el mundo ha nacido con el deseo malvado de pecar. Precisamente por esto los seres humanos tenemos pensamientos y deseos inmorales en nuestros corazones que nos hacen cometer acciones malvadas e inmorales allá dónde vamos. 
Por supuesto, el problema es que todo pecado es seguido por la ira de Dios. Esta es la justicia de Dios. Sin embargo, la salvación que ha venido por la justicia de Dios ha erradicado todos los pecados. Esto se debe a que el Señor vino a este mundo encarnado en un ser humano, cargó con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, fue crucificado hasta morir mientras cargaba con estos pecados, y se levantó de entre los muertos de nuevo. Si creemos en esta Verdad, somos salvados de todos nuestros pecados para siempre. Los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu ya no somos pecadores como lo éramos en el pasado. Esto se debe a que nuestros corazones están habitados por la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, los redimidos ya no sienten placer al cometer pecados en este mundo. La mayoría de las personas se complacen en vivir según sus corazones inmorales, pero los justos no. 
Pero no era así en el pasado. No sabíamos que éramos pecadores que no hacían más que pecar contra Dios. Solíamos pensar que éramos buenos y preguntarnos qué pecados cometemos. Pensando que lo que hacíamos era por nuestros instintos básicos, no sabíamos que aquello constituía un pecado grave a los ojos de Dios. Sin embargo, cuando pensábamos en los Diez Mandamientos, nos dábamos cuenta de que éramos pecadores. Al darnos los Diez Mandamientos, Dios nos dijo que no matásemos, no cometiésemos adulterio y no robásemos. Pero, aún cuando cometíamos estos pecados, no sabíamos que éramos pecadores. Después, cuando nos dábamos cuenta de que Dios iba a arrojar Su ira sobre los pecadores, nos dábamos cuenta de que éramos pecadores. 
Por su naturaleza los seres humanos son una raza de pecadores y de egoístas. Los pensamientos de la gente son tan malvados que prefieren que los demás fracasen a que tengan éxito, excepto cuando se trata de sus propios familiares y seres queridos. No pueden soportar que los demás sean prósperos. Si se quema la casa de otra persona, desean que se queme hasta los cimientos. Así de malvados son los seres humanos. ¿Creen que estoy exagerando? Miremos dentro de nosotros mismos. ¿No es cierto que nos sentiríamos decepcionados si el fuego se apagase demasiado pronto? No podemos evitar querer más porque esa es nuestra naturaleza. Mientras que nos preocupamos de que el fuego se propague a nuestras propias casas, nos alegramos cuando vemos la casa del vecino quemarse. 
De esta manera, lo que sale del corazón de un ser humano no son más que pensamientos malvados, y si Dios no hubiese señalado nuestros pecados, no nos habríamos dado cuenta de que somos montones de pecados. Yo también tenía estos pecados, y solo después de encontrar la justicia de Jesús, pude darme cuenta de mi verdadera naturaleza. Pensé que debía vivir mi vida sin vergüenza y creí que había vivido así, pero todo ese tiempo no sabía que era un montón de pecados a los ojos de Dios. 
 
 

Los pensamientos malvados engendran pecados

 
De la misma manera en que la lepra se propaga por todo el cuerpo, los pecados de una persona acaban devorando su alma entera. De la misma manera en que los seres vivos crecen, los pensamientos malvados del ser humano crecen también. De la misma manera en que la iniquidad se propaga así, allá donde van los seres humanos, acaban dando el fruto del pecado. No pueden evitar cometer todo tipo de pecados en todo momento. Durante una vida entera, entre 70 y 80 años, los seres humanos no hacen más que cometer pecado tras pecado. Por eso la Biblia dice que los seres humanos son una raza de obradores de iniquidad. En resumen, los seres humanos son tan malvados que se merecen ir al infierno, a menos que crean en la justicia de Jesús. Este es el problema más grave que tiene todo el que vive con pecados. 
Sin embargo, Dios ha dado Su misericordia a personas como nosotros y está esperando pacientemente a que seamos salvados. Al contrario que los seres humanos, que son incapaces de perdonar a cualquiera que los ofenda repetidamente, Dios es misericordioso, e incluso ahora está diciendo: “Volved al Evangelio del agua y el Espíritu. Sois leprosos espirituales. Volved a Mí y Yo os sanaré de vuestra enfermedad”. El Señor ha preparado nuestra salvación con la justicia de Dios. 
El Señor dijo: “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (Marcos 7:21-23). Dios mira directamente las almas de la gente en vez de su apariencia externa. Lo mismo ocurre con los sacerdotes. Durante los días del Antiguo Testamento, los sacerdotes eran los que examinaban a los leprosos y si la herida se había propagado, eran considerados leprosos. También se consideraba que una persona tenía lepra si la herida era más profunda que la piel o si el pelo en la herida se volvía blanco. Esto significaba que, aunque los síntomas no se hubiesen propagado por todo el cuerpo, la lepra era pronunciada como lepra. De esta manera, aunque alguien no haya pecado con sus acciones todavía, si su corazón está lleno de pecados y no ha recibido la remisión de los pecados de Dios, esta persona es pecadora. Los patógenos de la lepra pueden seguir latentes en el cuerpo sin mostrar síntomas, pero al final los síntomas empiezan a aparecer. De la misma manera, una persona que tiene un corazón pecador es siempre pecadora. 
La gente de este mundo no llama a alguien pecador por los pecados que tenga en su corazón. Llaman a una persona pecadora solo cuando los pecados de sus corazones se manifiestan por fuera, es decir, cuando alguien comete un pecado definitivo y concreto. A través de la Ley, Dios nos ha pedido que no cometamos adulterio y no matemos. Sin embargo, desde la perspectiva de los seres humanos, no hay nadie que pueda cumplir todos los mandamientos de Dios. Como la niña de los zapatos rojos del cuento, no hacemos nada más que lo que no debemos hacer. Dios nos dijo que no adorásemos a otros dioses ante Él, ¿pero qué hemos hecho los seres humanos? Hemos creado todo tipo de dioses falsos. Algunas personas incluso dicen que todo el mundo y todo es divino. La misma desobediencia ocurre con las normas que se supone que debemos seguir en nuestras relaciones con los demás. Aunque Dios nos dijo claramente que honrásemos a nuestros padres, no lo hacemos. Muchas personas piensan que sus padres son algo que pueden utilizar para conseguir lo que quieren y consideran a sus padres ancianos una carga molesta. Hay demasiadas personas hoy en día que toman de sus padres en vez de darles, y en vez de honrar a sus padres, se aprovechan de ellos incluso cuando son ancianos. 
El Señor nos dijo que no robásemos, pero tendemos a hacer lo que el Señor nos dijo que no hiciésemos. Como los seres humanos nacieron como una raza de pecadores, no pueden hacer nada virtuoso aunque quieran. Como sus corazones están llenos de pecados solamente, no pueden evitar pecar. Esta es su naturaleza. Pecan allá donde van. Por supuesto que hay multitud de personas que quieren hacer el bien, pensando: “Debería hacer el bien”, pero nadie puede hacerlo. Algunas personas incluso lloran por este fracaso, preguntándose: “He leído acerca de estas personas grandes que vivieron vidas perfectas. Quiero ser una persona buena y decente como ellas. ¿Por qué soy tan miserable?”. Aunque los seres humanos tienen un corazón malvado, también tienen el deseo de hacer el bien. Sin embargo, son incapaces de hacer el bien que desean hacer, mientras que no pueden evitar hacer el mal que no quieren. Esto se debe a que los seres humanos son una raza de pecadores por su naturaleza fundamental. La semilla de los seres humanos es tal que nacimos como pecadores. Esto es lo que dice la Palabra de Dios en las Escrituras, así que esta es la verdad aunque no nos guste escucharla. 
 
 

Debemos prestar atención a lo que nos dice el Libro de Isaías acerca de los pecados de la humanidad

 
Pasemos a Isaías 1:2-4: “Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla Jehová: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí. El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento. ¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás”.
Esto es lo que Dios dijo a través del Profeta Isaías. Cuando Dios se lamentó acerca de una nación pecadora, un pueblo lleno de iniquidades, una raza de obradores de iniquidad, hijos que corrompen, estaba hablando de nosotros también y no solo del pueblo de Israel. Nuestros antecesores se convirtieron en pecadores porque no creyeron en la Palabra de Dios, y como nos pasaron sus pecados, nosotros también nacimos en pecado. Por tanto, somos una raza de obradores de iniquidad a los ojos de Dios. Y somos personas plagadas de iniquidad. Cuando examinamos nuestras acciones, ¿cuántas virtudes tenemos en realidad? Aunque sea noble que los seres humanos intenten hacer el bien, en realidad esto es hipocresía a los ojos de Dios. En otras palabras, la gente intenta hacer el bien porque es fundamentalmente malvada y quiere esconder esta maldad. Algunas personas hacen cosas buenas esperando algún tipo de compensación a cambio, pensando: “¿Qué cosas debo hacer para ser recompensado? Si hago algo bueno, como darle dinero a un mendigo, estoy seguro de que Dios lo verá y me recompensará”. 
¿Qué es la hipocresía? El carácter chino que significa hipocresía es una combinación de dos caracteres: uno que denota “falso” y otro que denota “bondad”. Así que, en este caso, la hipocresía significa “falsa bondad”. Se aplica a alguien que no es bueno, pero que actúa como si fuese bueno. Por ejemplo, hacer una donación a un orfanato es una buena obra en sí, pero si el donante lo hace con el motivo real de esconder su maldad o ganarse una buena reputación, está practicando la falsa bondad. Lo mismo ocurre cuando se ofrece una donación a un fondo de becas para estudiantes pobres. Aunque sea en sí una buena obra, si se hace esperando algo a cambio de Dios, es hipocresía. Muchísimas personas practican la hipocresía para esconder su propia maldad. 
Digamos que alguien comete un fraude y estafa 3 millones de dólares. Digamos que esta persona ha donado $500.000 de este dinero a un fondo de becas. ¿Qué pasó con los otros $2,5 millones? Que se fueron al bolsillo del estafador. Pero los periódicos solo hablaron de esta donación de medio millón de dólares y no dijeron nada de cómo consiguió el dinero. Así que el hombre parece una buena persona por donar medio millón de dólares de su dinero conseguido mediante una estafa. Esto es lo que significa la hipocresía. ¿Qué hizo el hombre? Estafó millones de dólares. Era un criminal que robó el dinero de otras personas sin trabajar por él. Pero, estas personas son muy respetadas en la sociedad. De esta manera, los seres humanos son hipócritas hasta la médula. 
Los que practican el bien de verdad son los que han recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y viven por este Evangelio. Una vida que sirve al Evangelio de la justicia ante Dios, una vida que obedece los mandamientos de Dios sin buscar su propio beneficio, es la vida que practica la verdadera bondad. 
Cuando el corazón de todo el mundo está lleno de deseos malvados como este, ¿cómo podemos decir los seres humanos que somos buenos? Cuando Dios examina los corazones de la gente de hoy en día, puede ver que están llenos de iniquidad. Estos pecados en el corazón al final se salen y se propagan. Algunas veces, la gente peca solo de corazón, pero otras veces pecan con su carne. La gente nace con iniquidades y practica esta iniquidad en este mundo, y aunque al principio cometa pecados pequeños solamente, al final todo el mundo acaba cometiendo pecados graves. Por eso Dios dijo que todo el mundo es un pecador, una raza de obradores de pecados. 
Antes de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, primero debemos darnos cuenta de que somos pecadores destinados a ir al infierno a los ojos de Dios. Para ello debemos tener la Ley de Dios en nuestros corazones. Dios nos ha dado Su Ley a todos y está compuesta de 613 mandamientos, incluyendo los Diez Mandamientos: “No tendréis otros dioses ante Mí. No os haréis ninguna imagen grabada para postraros ante ella. No tomaréis el nombre de Dios en vano. Santificaréis las fiestas. Honraréis a vuestros padres. No mataréis. No cometeréis adulterio. No robaréis. No daréis falso testimonio ni mentiréis. No codiciaréis la casa del prójimo, ni su mujer o pertenencias”. Cuando aceptamos esta Ley de Dios en nuestros corazones, podemos darnos cuenta de lo malvados que somos ante la Ley de Dios y que somos una raza de obradores de iniquidad. 
Sin la Ley, no podemos darnos cuenta de que somos pecadores solos. En otras palabras, solo cuando pensamos en la Ley de Dios podemos ser expuestos como pecadores. Según nuestra propia opinión, todo el mundo tiene una excusa para justificar su comportamiento y por tanto nadie podrá admitir que es pecador destinado al infierno. Los que dicen a Dios que solo tienen pecados diminutos también piensan que tienen mucha bondad. Así que piensan que, aunque hayan cometido pequeños pecados, han hecho muchas más cosas buenas. Pero estos pensamientos son incorrectos. 
Ningún pecado de la humanidad, por muy pequeño que sea, puede escapar del juicio justo de Dios. Pero, las personas se inventan todo tipo de excusas, intentando cubrir sus pecados con sus buenas acciones hipócritas. Esto es precisamente lo que significa la justicia de la humanidad. Pero deben darse cuenta de que la justicia de la humanidad es como un trapo sucio a los ojos de Dios. Aferrarse a la justicia humana ante Dios es como jugar al escondite. Es como si un montón de excrementos le dijese a Dios que no huele y está limpio. Dios es santo, justo y completamente sin pecado. Su corazón es justo, de la misma manera en que sus acciones son justas y santas. Por eso, ¿cómo pueden los seres humanos, que no son más que montones de pecados, buscar la aprobación de Dios escondiendo sus pecados y limpiando solo su fachada? Aunque protesten ante Dios diciendo: “Pero, Señor, he hecho muchas cosas buenas”, ¿cambia su naturaleza fundamental? No, por supuesto que no. Dios solo dirá a estas personas: “¿Qué hay de santo en vosotros cuando estáis llenos de suciedad? Sois pecadores. No habéis obedecido Mi Palabra”. 
Por tanto, cuando los seres humanos se presentan ante la Ley de Dios, están completamente expuestos como pecadores. Y nos damos cuenta de lo inútiles que somos, sin mérito alguno. De esta manera, cuando los seres humanos van a Dios, es inevitable que su justicia humana se derrumbe por completo. Incluso los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, cuando se comparan con Dios, no valen para nada, excepto para servir la justicia de Dios. Si solo conocemos los estatutos que nos ha dado Dios y la Ley, si solo conocemos los mandamientos de Dios, y si solo sabemos que Dios es el Justo y el Juez Justo, nos daremos cuenta de que no somos nada y reconoceremos la gracia maravillosa por la que Dios ha salvado a estos pecadores de todos sus pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu. La única razón por la que la gente dice tener algo de justicia propia es que todavía no han visto su verdadera naturaleza desde el punto de vista de Dios. 
 

La falacia de los que tienen justicia propia 
 
Si se creen justos y creen que son alguien, esta es la prueba de que todavía no se han acercado al Dios santo con sinceridad. Intenten acercarse a Dios con sinceridad y ver si es posible todavía tener justicia propia ante Dios. Alguien que esté lleno de su justicia propia primero debe darse cuenta de lo sucia que es su propia justicia. Dios permite que la gente sufra mucho para que se dé cuenta de esto. Hay muchas personas en el mundo que cometen todo tipo de pecados. ¿Por qué las tolera Dios? ¿Por qué les perdona la vida? En otras palabras, ¿por qué no las castiga? Dios lo hace para que todo el mundo conozca Su justicia y nos da la verdadera salvación. 
Sin embargo, muchas personas todavía sufren mientras viven en este mundo porque no conocen ni creen en el Evangelio del agua y el Espíritu que constituye la justicia de Dios. Es muy importante que reconozcamos aquí que no somos diferentes. Tampoco hemos hecho nada bueno ante Dios. Es justo que Dios permita que esta gente tenga dificultades para poder enseñarles el hecho de que deben reconocer la justicia de Dios y recibir la remisión de los pecados. 
Quien tenga justicia propia no puede evitar sufrir aún más. Y si estas personas insisten en su propia justicia hasta el final, no pueden evitar enfrentarse al juicio de Dios. Los que son extremadamente justos no pueden ser salvados por Dios, y son las personas que intentan ir al Cielo sacrificándose. Incluso Dios no puede hacer nada por estas personas. Hay personas que dicen: “He sido redimido de mis pecados originales al recibir a Jesús. De ahora en adelante recibiré la remisión de mis pecados personales mediante ofrendas de arrepentimiento todos los días y así iré al Reino de los Cielos”. 
Siguiendo la doctrina abominable de la santificación incremental, dicen que, siempre que sigan santificándose en sus vidas, estarán completamente libres de sus pecados cuando mueran. Los que viven una vida de fe errónea no pueden recibir ayuda de Dios. Pero, los que conocen sus debilidades creen que solo por su fe en la justicia de Dios pueden ir al Reino de los Cielos. Sin embargo, los insensatos piensan que irán al Cielo con sus propios méritos. 
Los que tienen justicia propia no pueden evitar ir al infierno. Entonces, ¿tienen algún mérito ante Dios? Den un paso hacia adelante si tienen algún mérito. Si todavía piensan que tienen algo de méritos, pasemos a la Palabra de Dios enseguida para ver si tienen razón. Antes de leer cualquier otra cosa, recuerden lo que la Biblia dice acerca del pecado: “El precio del pecado es la muerte”. Pasemos a Éxodo 20:3: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Puede que protesten y digan que de verdad creen solamente en Dios. ¿Pero de verdad creen solamente en Dios? ¿Han servido a Dios solamente? 
Veamos. Necesitan dinero para vivir. Digamos que les ha contratado otra empresa y les ha ofrecido un salario más alto. Pero al dueño de la empresa no le gusta que sean cristianos. Así que el dueño de la empresa les pide que no vayan a la iglesia un par de veces y les pagará $3,000 más al mes. ¿Acaso no estarían tentados por esta oferta? Seguramente estarán tentados. Hoy en día estamos viviendo en un mundo donde el dinero se ha convertido en un dios y la gente también. Las cosas de este mundo se han convertido en dioses. ¿Hay alguien a quien no le guste el dinero? Incluso a los cristianos no les gusta si Dios es una obstrucción que interfiere con sus planes para ganar dinero. ¿Hay alguien que no adore a otros dioses? No, los cristianos de la actualidad dicen adorar solo a Dios con palabras, mientras que en realidad adoran al dinero. ¿Cómo pueden decir con confianza que solo han adorado a Dios a pesar de esto? ¿Están seguros de que no han adorado a ningún ídolo?
Si alguien adora al dinero más que a Dios, ¿es culpable esta persona de haber pecado o no? Por supuesto que es culpable. Dios dijo que, quien tenga el más mínimo pecado, será arrojado al infierno. Dijo en Romanos 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. Esto significa que, si tienen cualquier pecado, por muy pequeño que sea, serán arrojados al infierno. Esta es la ley de Dios. Al creer de verdad hemos recibido la remisión de los pecados. Si no creen de verdad, serán arrojados al infierno. Para recibir la remisión de los pecados al creer correctamente, debemos creer en dos cosas. En primer lugar debemos creer en la Ley, y en segundo lugar, debemos creer en la ley de la gracia. Si conocen estas dos leyes y creen en ellas, podrán alcanzar la salvación. 
 

La destrucción que les espera a los que tienen justicia propia
 
Quiero repetir que, quien tenga justicia propia, será destruido. Algunas personas en este mundo dicen que son tan decentes que no necesitan la ley, pero no tienen razón. ¿Cómo se comporta la gente que dice que no necesita la Ley de Dios? Aunque fingimos ser rectos, pero estamos en desventaja, o cuando vemos que podemos conseguir algo, pecamos cuando no mira nadie. ¿Hay alguien aquí que nunca haya tomado algo sin permiso, ni una sola vez? Estoy seguro de que todos han tomado algo sin permiso alguna vez, aunque fuese una galleta o una rosquilla. 
Los que dicen que pueden vivir sin la Ley de Dios son los peores pecadores, ya que piensan que son tan buenos que no creen que necesiten la remisión de los pecados. Imaginen que error tan desastroso sería pensar como estas personas. No habríamos creído en el Evangelio del agua y el Espíritu, ni podríamos haber recibido la remisión de los pecados. Pero Dios nos está mirando siempre. Dios puede ver todos los pecados que cometemos y los ha escrito todos en el Libro de los Hechos. Dios dice en Salmos 139:2, “Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; Has entendido desde lejos mis pensamientos”.
Si vivimos sin confiar en la justicia de Dios, caeremos en la trampa del pecado y acabaremos en el infierno. Seremos como un pez que nada feliz sin saber que está a punto de ser atrapado en una red. El pez no entra en la red pensando que es una trampa. Simplemente nada como siempre, pero cuando es atrapado no puede escapar. De esta manera, los seres humanos también se quedan atrapados en el pecado y van al infierno. Como caen en el pecado son arrojados al infierno. ¿Puede un ser humano nacido en el mundo no cometer pecado ni una sola vez? No, por supuesto que no. Es absolutamente imposible. Pero muchas personas tienen tanta justicia propia que piensan que son buenas. Estas personas con justicia propia no pueden evitar oponerse a la justicia de Dios, y por eso no pueden evitar la muerte. Si son personas con justicia propia, les pido que admitan ante Dios enseguida que son pecadores, crean en el Evangelio del agua y el Espíritu y así sean salvados de sus pecados. Solo pueden encontrar la luz si confiesan primero que son pecadores. 
Veo que algunos de ustedes están mirando al suelo porque tienen miedo de que les pregunte sobre sus pecados de nuevo. No les voy a preguntar acerca de sus pecados de nuevo. Pero, les pido que confiesen su corazón a Dios. Si Dios les pregunta si tienen pecados o no, confiesen. Entonces podrán ser salvados de todos sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo, si dicen que no están seguros de si son pecadores o no, o si insisten en aferrarse a su propia justicia en vez de confiar en la justicia de Dios, provocarán la ira de Dios. Dios permite que estas personas tercas con su justicia propia se conviertan en obradores de maldad. Permite que caigan en el pecado de levantarse contra Dios. 
Dios controla la vida y la muerte de todos los seres humanos. Deben entender esto. Todo el mundo tiene algún tipo de debilidad u otro que es suyo solo. Algunas personas son débiles cuando se trata del sexo opuesto, mientras que otras son débiles en cuestiones de dinero. Así que es imposible que los seres humanos no caigan en el pecado. Dios conoce nuestra condición humana. Por muy fuertes que seamos, si no confiamos en la justicia de Dios, no tendremos otro remedio que ir al infierno, pero entonces, no valdrá de nada tener remordimientos. Si no confían en la justicia de Dios, los pecados que han cometido no desaparecerán. 
Dios escribe nuestros pecados en Su Libro del Juicio y en las tablas de nuestros corazones. Está escrito en Jeremías 17:1: “El pecado de Judá está escrito con una pluma de hierro, con la punta de un diamante, en las tablas de los corazones y en los cuernos del altar”. Esto significa que Dios escribe todos los pecados que cometemos en las tablas de nuestros corazones. Así que, cuando nuestros pecados están escritos en nuestros corazones, los recordamos constantemente. Y seguimos inventando excusas. Ya estemos tumbados en la cama o sentados para cenar, nuestras conciencias culpables nos recuerdan nuestros pecados constantemente, y para borrar nuestras conciencias, culpamos a los demás, diciendo que no habríamos pecado si no fuese por la otra persona. Aunque digamos ser inocentes, en lo más profundo nuestras conciencias nos dicen que somos culpables. Esto ocurre porque nuestra propia justicia está luchando con la Ley de Dios dentro de nosotros. 
 


La enfermedad más grave de todas es la enfermedad del pecado

 
De la misma manera en que la enfermedad física más grave y repulsiva es la lepra, la enfermedad espiritual más grave y repulsiva es la del pecado en el corazón humano. El pecado del corazón humano es lo que causa la enfermedad más repulsiva. Estos pecados en el corazón nos envuelven de un olor repulsivo, evitan que podamos cumplir nuestra función adecuada como seres humanos y nos separa de los demás. Este pecado es el que hace que los seres humanos pierdan su humanidad. 
Los seres humanos fueron creados originalmente a imagen de Dios, y por tanto son las criaturas más hermosas de la creación de Dios. Sin embargo, aunque los seres humanos fueron creados como seres maravillosos originalmente, si tienen pecados, pueden degenerar y convertirse en seres horribles y llenos de vergüenza. Los pecados de la humanidad es lo que hace que los seres humanos sean tan miserables. El pecado hace que sean inútiles y los convierte en basura humana. Los pecados que están en el corazón humano y sus actos pecadores los convierten en basura. Sin embargo, incluso estas personas pueden ser salvadas de todas estas condiciones malvadas si solo reciben la remisión de los pecados. Por tanto, el mayor don para la humanidad es el hecho de que Jesucristo ha eliminado todos nuestros pecados. Con este conocimiento debemos creer en Jesús. 
Pasemos a Levítico 13:12-13: “Mas si brotare la lepra cundiendo por la piel, de modo que cubriere toda la piel del llagado desde la cabeza hasta sus pies, hasta donde pueda ver el sacerdote, entonces éste le reconocerá; y si la lepra hubiere cubierto todo su cuerpo, declarará limpio al llagado; toda ella se ha vuelto blanca, y él es limpio”.
Quien no haya recibido la remisión de los pecados está en pecado. Nacidos como pecadores, todos seguimos siendo pecadores si no recibimos la remisión de los pecados. ¿Cómo puede ser salvado un pecador entonces? El camino hacia la salvación está descrito en los versículos 13-14: “Entonces éste le reconocerá; y si la lepra hubiere cubierto todo su cuerpo, declarará limpio al llagado; toda ella se ha vuelto blanca, y él es limpio. Mas el día que apareciere en él la carne viva, será inmundo”.
Puede que se pregunten cómo es posible decir que una persona está limpia cuando la lepra se ha propagado por todo el cuerpo. Como una pequeña herida en una parte del cuerpo difícil de ver puede considerarse un indicio de lepra, ¿cómo es posible decir que alguien con el cuerpo cubierto de síntomas de lepra está limpio? El estándar bíblico es diferente al humano. En las Escrituras podemos ver que Dios habla de cómo se recibe la remisión de los pecados. Lo que este pasaje nos enseña es que los seres humanos son salvados por Dios si reconocen que no tienen justicia ante Él, admiten que no han hecho nada bueno cuando se comparan con la Palabra de la Ley, y reconocen que no pueden evitar morir, confesando: “Señor, merezco ir al infierno. No he hecho nada bueno”. 
Un pecador que admite solo parte de su naturaleza pecadora no puede ser salvado. De la misma manera, Dios dijo que si la lepra cubría toda la piel de una persona y se volvía blanca, de la cabeza a los pies, entonces esta persona estaba limpia. Esto significa que Dios salva a estas personas y las hace perfectas al eliminar todos los pecados de sus vidas, de la misma manera en que la lepra se curaba. Esta es la Palabra de Dios. Dios salva a una persona que admite completamente que es un pecador completo, no a quien admite sus pecados parcialmente. Un pecador completo es una persona que admite a Dios que no ha obedecido ni ha seguido Sus Palabras, que se ha levantado contra Dios, y que está destinado a ir al infierno, y que le pide a Dios que salve a tal pecador. Cuando una persona se reconoce como pecadora, entonces esa persona puede ser salvada por Dios. 
Algunos de los que hemos recibido la remisión de los pecados podemos pensar: “He pecado, pero no pasa nada, no pecaré de nuevo. Gracias, Señor, por eliminar todos mis pecados”. Los que piensan así no están verdaderamente agradecidos a Dios. Esto implica que ahora que Jesús los ha salvado y ha redimido sus pecados, piensan que no le necesitan más. En otras palabras, piensan que, como han recibido la remisión de los pecados, no hay necesidad de caminar con Jesús, ni de vivir en la Iglesia. Aunque estas personas han recibido la remisión de los pecados, piensan que están limitadas por Jesús y esto no les gusta. Como saben que Jesús ha borrado todos sus pecados, piensan que no le necesitan más, así que van por su camino y piensan que verán a Jesús más adelante, en el Cielo. Si esto no es ser desagradecido, ¿qué lo es? En vez de entrar en el Cielo, estas personas acabarán en el fuego del infierno, porque traicionarán la justicia de Jesucristo sin falta. 
Pasemos a Hebreos 6:1-8: “Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite. Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada”. 
He visto cómo algunas personas no entran en la Iglesia de Dios, incluso después de recibir la remisión de los pecados pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando veo a esta gente, me pregunto qué ocurrirá al final. ¿Podré ver a esta gente en el Cielo? No creo que esta sea una pregunta que yo pueda contestar con certidumbre. ¿Por qué contienen las Escrituras una advertencia tan severa? ¿Qué les ocurriría si dejasen la Iglesia, dejasen de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu y viviesen entre la gente del mundo? Si dejan que esto ocurra, caerán en el mayor pecado de todos. También acabarán odiando a los siervos de Dios, porque, aunque estos siervos de Dios son justos, estarán viviendo en pecado. 
Los que pertenecen a la oscuridad no quieren ver la luz, los dos están opuestos. Como no les gusta la luz, sus corazones se convierten en malvados. Y entonces odiarán a los siervos de la justicia y se levantarán contra ellos. Esto ocurre, no porque hayan decidido que es lo que van a hacer, sino porque están agarrados por la oscuridad y por eso no les gusta la luz. A los que pertenecen a la oscuridad no les gustan los justos. Como resultado, aunque estas personas recibiesen la remisión de los pecados en algún momento, al final no pueden dar el fruto de la justicia que Dios desea. 
Por tanto, los justos nacidos de nuevo no deben salir de la Iglesia de Dios para caminar solos. Para hacer la obra justa de Dios necesitamos a los guerreros de la oración que oran a Dios por esta obra primero, y necesitamos a los que se unen con la justicia de Dios. Solo entonces podemos juntar nuestras fuerzas para hacer la obra justa de Dios de esta manera. El Señor dice que el Espíritu Santo seguirá viviendo en los justos que nunca abandonan Su Iglesia y caminará entre ellos (2 Corintios 6:16). 
Está escrito en el pasaje que acabamos de leer de Hebreos 6:1-2: “Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno”. Aquí, las Escrituras están hablando de nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Como Dios nos dijo que caminásemos en perfección, todo lo que debemos hacer es creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y caminar siguiéndolo. Está escrito aquí: “Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite. Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo”. Este pasaje nos dice que los salvados tienen dentro al Espíritu Santo. Por eso nuestros corazones están siempre en paz y alegres. 
Sin embargo, la Biblia sigue diciendo: “Y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada”. ¿Qué quiere Dios decir con esto?
¿Qué les pasará a los que no se unan con la Iglesia de Dios incluso después de haber nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu? Estas personas han participado en la obra del Espíritu de Dios en algún momento. Y han probado el don celestial. En otras palabras, han recibido la remisión de los pecados. Pero su fe se ha corrompido. Estas personas son más como la gente del mundo que como la familia santa en la Iglesia de Dios. El Señor está diciendo aquí que no pueden ser renovadas al arrepentimiento. Incluso después de creer en la justicia de Jesús, a estas personas aún les gusta lo que escuchan de los que no han nacido de nuevo. Se sienten atraídas por la afirmación de que la remisión de los pecados se puede recibir al ofrecer oraciones de penitencia todos los días. ¿Qué explica esto? Que sus acciones están sucias. 
Para que estas personas se limpien, deben volver al Evangelio del agua y el Espíritu y sanar sus cabezas. Incluso los nacidos de nuevo que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu todavía tenemos pecados mientras vivimos en este mundo. Sin embargo, cuando escuchamos la Palabra de Dios en Su Iglesia, le alabamos y tenemos comunión los unos con los otros, podemos ver, por nuestras propias experiencias, cómo nuestros corazones son sanados. Por otro lado, si no sanamos nuestros corazones heridos causados por vivir nuestras vidas en este mundo, y permitimos que se pudran, no podemos decirle a Dios con una conciencia limpia que somos justos. Aunque hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, si salimos al mundo y vivimos como los esclavos de Satanás, nuestros corazones estarán endurecidos. Esto puede ocurrirles a los que han recibido la remisión de los pecados y se dan cuenta de la justicia de Dios cuando han escuchado el Evangelio del agua y el Espíritu con sus oídos, a no ser que vivan separados de los siervos de la justicia. Esto es lo que Dios les está diciendo a los que traicionan Su justicia. 
De hecho, las Escrituras dicen: “Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada” (Hebreos 6:7-8). Esto significa que Dios separará a los malvados de los justos y arrojará a los malvados al fuego que lo consume todo. Si Dios no nos hubiese dado esta Palabra de advertencia, no conoceríamos cuál es el final de los que traicionan la justicia de Dios. 
Estoy completamente seguro de que, si alguien ha nacido de nuevo completamente al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, puede vivir en la Iglesia de Dios. Si esta persona vive en el mundo y sigue a Satanás, su corazón, que había sido justo, estará manchado una vez más. Algunos de ustedes pueden haberse sentido así. Si alguien deja que su corazón caiga en el mundo y se deja arrastrar por él, su corazón se volverá malvado; y si alguien se une con el mundo y sus religiones, acabará convirtiéndose en enemigo de Dios y se levantará contra la justicia del Señor. Y los que no creen en la justicia de Dios después de haberla escuchado, serán quemados al final. 
Está escrito en Éxodo 30:10: “Y sobre sus cuernos hará Aarón expiación una vez en el año con la sangre del sacrificio por el pecado para expiación; una vez en el año hará expiación sobre él por vuestras generaciones; será muy santo a Jehová”. Debemos darle gracias al Señor con nuestras oraciones por cargar con nuestros pecados, y debemos ir ante Dios con esta fe y convicción. Entonces, ¿cómo podríamos pedirle a Dios que eliminase nuestros pecados todos los días?
En el momento en que se escribió la Epístola de Hebreos, que acabamos de leer hace un momento, Roma había instaurado una política para esparcir a los judíos por el mundo. Por tanto, los judíos fueron esparcidos por el extranjero en muchos países extranjeros. Fueron perseguidos allá donde iban, y sobretodo, los que creían en Jesús fueron perseguidos violentamente, y muchos de ellos murieron. Sufrieron una persecución voraz y tuvieron que esconderse en las montañas y en las cuevas, pero muchos de ellos traicionaron a Jesús. Esto es lo que le preocupaba al escritor de la Epístola de Hebreos. 
De la misma manera en que había muchos creyentes que cayeron en el mundo y acabaron traicionando a Jesús, a pesar de haber recibido la remisión de los pecados, hoy en día hay muchos que acaban traicionando a Jesús. Estas personas abandonarán a Jesús y adorarán a un dios falso para conseguir la prosperidad de la carne. Y empezarán a perseguir a los que creen en Jesús. Emperazán diciendo: “¿Cómo puede ser Jesús el Hijo de Dios?”. Cuando los redimidos caigan de la gracia, se harán aún más malvados que los que no creen en Jesús. Por eso el Señor dijo: “Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará? Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga” (Lucas 14:34-35). El Señor nos comparó con la sal para enseñarnos que, si caemos de Su gracia, seremos seres inútiles que no valdrán para nada en el Reino de Dios y en este mundo. Me tomo muy en serio cada paso. Pienso que el Apóstol Pablo estaba hablándome a mí cuando dijo que tenía miedo de que, mientras servimos predicando el Evangelio, fuésemos descalificados. 
Mis queridos hermanos, aunque nuestra salvación ha venido por la gracia de Dios, recibir la salvación no es el final. Es aún más importante mantener esta salvación mientras vivimos nuestras vidas. Ahora que hemos recibido el corazón más valioso de Dios, es absolutamente indispensable que lo mantengamos. Si lo pierden, no les quedará nada. 
Si leen 2 Reyes, capítulo 6, verán que habla de dos mujeres que se comieron a sus propios hijos en un acto de canibalismo. Hubo una guerra entra Siria e Israel y, mientras Siria había sitiado Samaria, hubo una gran hambruna en la tierra y dos mujeres, desesperadas por comer, decidieron comerse a sus hijos. Un día decidieron comerse al hijo de una de las mujeres, y el otro al día siguiente. Pero entonces las dos mujeres discutieron sobre uno de los hijos que una de ellas había escondido. El rey de Israel se encontró a estas dos mujeres discutiendo, y una de ellas le confesó: “Estábamos tan hambrientas que decidimos que nos comeríamos a nuestros hijos. Ayer nos comimos al mío y hoy teníamos que comernos al hijo de la otra mujer. Pero lo ha escondido y se niega a entregarlo”. ¿Cómo creen que se sintió el rey cuando escuchó esto? Necesitaba comida para ayudar a su pueblo, pero aunque era el rey, no podía hacer nada. Así que, desesperado, el rey se rasgó las vestiduras y se lamentó. 
Esta historia nos demuestra lo malvados que somos los seres humanos cuando estamos desesperados. Los seres humanos somos seres tan malvados que hay padres que devoran a sus propios hijos e hijos que devoran a sus padres. Es normal escuchar en las noticias cómo cierta persona malvada ha matado a sus padres por dinero, o ha dejado que sus padres enfermos y ancianos mueran solo porque los consideraba una carga. Estas historias atroces son tan comunes hoy en día que no nos sorprenden. ¿Todavía piensan que los seres humanos son buenos? No, la maldad de la humanidad no conoce límites. Al final somos personas malvadas. Somos capaces de devorar a nuestros propios hijos si estamos desesperados. 
¿Y ustedes? ¿Tienen sus corazones fe en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu? Si no tienen esta fe, son pecadores. Entonces, deben recibir la remisión de los pecados a través de la fe. Un pecador es una persona que, después de recibir la Palabra de Dios, no puede vivir según esta Palabra. Pero, la remisión de los pecados se recibe para siempre y se disfruta eternamente. No es algo que se reciba varias veces o gradualmente. De la misma manera en que alguien que tiene el cuerpo cubierto de lepra es declarado limpio, si admiten completamente a Dios que son pecadores completos, serán salvados por Dios. Así les pido que sean salvados de todos sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y vivan una vida que glorifica a Dios.