(Juan 6:16-29)
“Al anochecer, descendieron sus discípulos al mar, y entrando en una barca, iban cruzando el mar hacia Capernaum. Estaba ya oscuro, y Jesús no había venido a ellos. Y se levantaba el mar con un gran viento que soplaba. Cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y tuvieron miedo. Mas él les dijo: Yo soy; no temáis. Ellos entonces con gusto le recibieron en la barca, la cual llegó en seguida a la tierra adonde iban. El día siguiente, la gente que estaba al otro lado del mar vio que no había habido allí más que una sola barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que éstos se habían ido solos. Pero otras barcas habían arribado de Tiberias junto al lugar donde habían comido el pan después de haber dado gracias el Señor. Cuando vio, pues, la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron en las barcas y fueron a Capernaum, buscando a Jesús. Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá? Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.”
Acabamos de leer Juan 6:16-29 como pasaje de las Escrituras de hoy. Está escrito en Juan 6:28-29: “Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado”. El corazón de Dios está contento cuando creemos en Aquel que Dios envió. Esto es lo que Dios desea de nosotros, y esto es lo que nos está enseñando el pasaje de las Escrituras de hoy. Por tanto, creer en el que Dios envió es hacer Su obra.
Con anterioridad, Jesús había alimentado a más de 5,000 personas hambrientas con tan solo cinco panes y dos peces. Después de esto, nuestro Señor fue a Capernaúm, al otro lado del Mar de Galilea con Sus discípulos, pero el pueblo de Israel que había sido alimentado por Él antes le siguió hasta allí. Está escrito que los discípulos subieron a la barca solos y fueron a Capernaúm, a la otra orilla del Mar de Galilea. Jesús les debería haber dicho que fueran sin Él, y que Él les seguiría después, ya que aquí dice que los discípulos fueron solos en la barca. Cuando los discípulos estaban lejos de la orilla, a unas tres o cuatro millas, quedaron atrapados en una gran tormenta y su barca empezó a llenarse de agua.
Mientras los discípulos intentaban frenéticamente sacar el agua temblando de miedo, vieron que el Señor aparecía caminando hacia ellos sobre el agua, entre las olas. Los discípulos estaban tan asombrados que pensaron que estaban viendo un fantasma. Sin embargo, cuando Jesús se acercó, les dijo: “Soy Yo; no temáis”. Al darse cuenta de que era Jesús, los discípulos le dejaron entrar en la barca, y cuando Jesús subió abordo, las olas cesaron inmediatamente.
A la mañana siguiente, cuando las multitudes que habían sido alimentadas vieron que Jesús y Sus discípulos habían cruzado a Capernaúm, muchos de ellos cruzaron el mar y le siguieron. Las Escrituras no dicen exactamente cuánta gente había. Podrían haber sido miles o decenas de miles de personas. Pero está claro que había una gran multitud siguiendo a Jesús.
Cuando Jesús vio a las multitudes que le habían seguido a Capernaúm, les dijo: “¿Me habéis seguido todo este camino porque comisteis pan o porque visteis el milagro que hice? Si habéis venido por este milagro y habéis creído en Mí, entonces estáis en el sitio adecuado. Pero, si me habéis seguido para que os dé más pan, estáis equivocados. El pan que buscáis no puede quitaros el hambre por mucho tiempo. No trabajéis por la comida que perece, sino por la comida que dura hasta la vida eterna”.
Esta multitud de gente le dijo a Jesús: “¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?”. Jesús contestó: “Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado”. Nuestro Señor dejó bien claro que creer en el que fue enviado por Dios es hacer la obra de Dios. Después de alcanzar nuestra salvación, a veces nos preguntamos que debemos hacer para llevar a cabo la obra de Dios. Esta pregunta nos resulta difícil porque no sabemos qué hacer para llevar a cabo la obra de Dios ni cómo hacerla.
La obra de Dios consiste en creer en Aquel que Dios envió
Muchos cristianos van de un lado para otro sin saber qué necesitan para hacer la obra de Dios. Así que a veces siguen al Señor por sus necesidades carnales, como la gente que solo quería pan. Sin embargo, nuestro Señor nos dijo que no trabajásemos por la comida que no dura. Nos dijo que si queremos hacer la obra de Dios, debemos creer en el Aquel que Dios nos envió. ¿Quién es el enviado por Dios? No es otro que Jesucristo. Nuestro Señor Dios amó tanto al mundo que envió a Su único Hijo. Creer en este Hijo de Dios enviado por el Padre es hacer la obra de Dios.
Dios Padre, nuestro Señor, fue quien envió a Jesucristo a este mundo. El que el sello de Dios Padre esté en el Hijo del Hombre significa que Dios Padre envió a Su Hijo Jesucristo como el único Salvador del mundo para que, a través de Él, todos los seres humanos recibiesen la remisión de los pecados y se convirtiesen en hijos Suyos. Esto significa que no hay otro Salvador de la humanidad más que Jesucristo, de la misma manera en que la Biblia dice que no hay otro nombre bajo el Cielo por el que podamos ser salvados.
Es Dios Padre quien creó los cielos y la tierra, el universo y todas las cosas que hay en él. Dios Padre es también quien nos ha salvado y bendecido para entrar en el Cielo al enviar a Su Hijo Jesucristo. Por eso las Escrituras dicen que creamos en el que fue enviado por Dios para hacer la obra de Dios. En otras palabras, creer en Jesucristo como su Salvador es la verdadera obra de Dios. Creer en el que fue enviado por Dios es hacer la obra de Dios.
Creer en Jesús, el Salvador enviado por Dios Padre, es hacer la obra de Dios
Deseamos de todo corazón hacer la obra de Dios y pensar constantemente sobre qué debemos hacer para llevar a cabo Su obra. Pero no es tan complicado como pensamos que es; la Biblia dice que creer en el enviado por Dios es Su obra. Es Jesucristo quien fue enviado a este mundo. Es Jesús quien nació en este mundo encarnado en un hombre, y es Jesús quien cargó con todos nuestros pecados al ser bautizado en el río Jordán.
Todos éramos débiles y carnales, porque todavía vivimos en la carne, y esta carne nuestra comete pecados hasta el día en que morimos. Pero Jesucristo cargó con todos esos pecados. Tomó todos nuestros pecados sobre Su cuerpo al ser bautizado y acabó con ellos y nos salvó al ser crucificado y derramar Su sangre en nuestro lugar. Al levantarse de entre los muertos al tercer día, ahora está sentado a la derecha del trono de Dios Padre y se ha convertido en el Salvador de la humanidad. Por tanto, hacer la obra de Dios es en primer lugar creer en el que fue enviado por Dios, Jesucristo, nuestro Salvador. Creer de todo corazón que Jesús nos ha salvado es hacer la obra de Dios. Esta es la voluntad de Dios. Y este es el deseo de Dios.
¿Qué debemos hacer para llevar a cabo la obra de Dios? Debemos creer en Jesucristo como nuestro Salvador en primer lugar. Por casualidad, ¿no han estado intentando hacer algo por su cuenta por Dios, intentando creer en Él de corazón? Solo porque hagan algo por Dios no quiere decir que estén haciendo Su obra. En realidad, hacer la obra de Dios significa creer en el milagro maravilloso y la salvación que Dios cumplió por nosotros al eliminar nuestros pecados.
Así que, nosotros, los creyentes, que hemos recibido la remisión de los pecados al creer en Jesucristo, estamos haciendo la obra de Dios. He estado trabajando en muchas cosas por el Señor. En el pasado, yo solía pensar que necesitaba mucho dinero para hacer la obra de Dios. Tenía una idea errónea de construir una iglesia enorme con decenas de edificios como un campus universitario, con cada edificio destinado a diferentes funciones, desde culto a educación y entretenimiento. Soñaba con esto cuando todavía tenía pecados. Sin embargo, la Biblia dice que creer en el que fue enviado por Dios es hacer la obra de Dios. ¿Quién es el enviado por Dios? ¿No es Jesucristo, el único Salvador de la humanidad? Creer en el que Salvador Dios es hacer Su obra.
¿En qué debemos creer para llevar a cabo la obra de Dios?
Debemos creer que Dios Padre envió a Juan el Bautista a este mundo para pasar los pecados del mundo a Jesucristo. Cuando pasamos al capítulo 1 de Juan, vemos que la Biblia dice: “Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él” (Juan 1:6-7). El hombre en este pasaje se refiere a Juan el Bautista, quien es aún más importante que los doce discípulos de Jesús. La figura más importante de las Escrituras es Jesús, por supuesto. Juan el Bautista es el siguiente, seguido por los doce discípulos, y entonces todos los siervos de Dios y Su pueblo en el Antiguo Testamento.
La Biblia dice que creer en el que Dios envió es hacer Su obra. Pasemos a Juan 1 y veamos si Juan el Bautista fue enviado por Dios verdaderamente. Está escrito en Hebreos 1, 5-12: “Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, Y él me será a mí hijo? Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios. Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego. Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino. Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros. Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permaneces; Y todos ellos se envejecerán como una vestidura, Y como un vestido los envolverás, y serán mudados; Pero tú eres el mismo, Y tus años no acabarán”.
Este pasaje aquí habla de Jesucristo y Juan el Bautista. Está escrito en los versículos 6 y 7: “Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él”. Entonces, creer en el que fue enviado por Dios es hacer Su obra. Y el hombre enviado por Dios aquí es Juan el Bautista y es el segundo al que Dios envió especialmente.
Cualquiera de nosotros puede ir de un lado para otro, ocupado intentando hacer algo por Dios. Pero esto no es lo que Dios quiere de nosotros. Dios quiere que creamos en el que nos envió. Esto es hacer la obra de Dios y es lo que Dios quiere. Debemos darnos cuenta de este deseo de Dios y creer en el que envió, en vez de hacer algo por nuestra cuenta sin entender la voluntad de Dios o Su deseo.
El Segundo enviado por Dios es Juan el Bautista, como dice la Biblia: “Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él” (Juan 1:6-7). ¿Quién es el enviado por Dios? Es Juan el Bautista.
¿Creen ahora que hubo un hombre enviado por Dios y que este hombre fue Juan el Bautista? Juan el Bautista dio testimonio de la Luz y vino como el representante de la humanidad y el último profeta. Era el mayor de todos los nacidos de mujer. Bautizó a Jesús en el río Jordán donde le pasó todos nuestros pecados a Jesús. Y dio testimonio de Jesús como nuestro Salvador, diciendo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.
Juan el Bautista dio testimonio de esta manera para que, a través de su testimonio del bautismo que le dio a Jesucristo, muchos creyesen en Él. La Biblia dice que creer en el que Dios envió es hacer Su obra. Además de Jesús, Juan el Bautista también fue enviado por Dios Padre. Esto implica que creer en lo que Jesús y Juan el Bautista hicieron es hacer la obra de Dios.
En otras palabras, creer en lo que Juan el Bautista hizo es hacer la obra de Dios. Muchos cristianos hoy en día creen a ciegas solamente en la sangre de Jesús derramada en la Cruz y excluyen la obra de Juan el Bautista. Pero esta no es una fe bíblica. Esto no es hacer la obra de Dios. Cuando predicamos el Evangelio, no estamos haciendo la obra de Dios si no predicamos lo que Juan el Bautista hizo, cómo fue enviado por Dios y cómo pasó los pecados de la humanidad a Jesús a través de él. Cualquiera puede decir que está predicando el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero, solo cuando predicamos acerca de lo que Jesús y Juan el Bautista hicieron, podemos decir de verdad que estamos predicando el Evangelio del agua y el Espíritu.
Si no predicamos lo que Jesús y Juan hicieron, es decir, la obra de la redención que Jesús cumplió al aceptar todos los pecados del mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, no estamos haciendo la obra de Dios, por mucho que creamos en Jesús y prediquemos acerca de Él. Por eso, cuando predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos predicar la obra hecha por Jesucristo y Juan el Bautista, ambos enviados por Dios, a través de los que el Señor nos ha salvado de nuestros pecados.
El tercer requisito para hacer la obra de Dios
Recordamos que hacer la obra de Dios es creer en el que Dios envió. Los siervos de Dios también son enviados por Dios. Esto implica creer que creer en los siervos de Dios es hacer la obra de Dios.
Dios envió a muchos siervos en el Antiguo Testamento, desde Moisés a Abraham, Jacob, Daniel, Malaquías, Hababuc, Nehemías, Jeremías, etc. En el Nuevo Testamento había doce discípulos de Jesús, y bajo su liderazgo apostólico se levantaron muchos más siervos de Dios. Creer en los que Jesucristo envió, quien fue enviado por Dios, es hacer la obra de Dios. Esto no implica creer a ciegas en todo lo que digan, sino creer que son los siervos de Dios y confiar en ellos. La Biblia dice que creer en el que fue enviado por Dios es hacer la obra de Dios.
Si no reconocen a los siervos levantados por Dios, entonces no están haciendo la obra de Dios. Y no creen en Dios tampoco. Estoy muy agradecido porque confían en mí como siervo de Dios. Personalmente, no puedo ni soñar en pedirles que crean en mí. Pero hay muchos falsos profetas que hacen afirmaciones indignantes, e incluso algunos dicen que son Jesús.
No les puedo pedir que crean en mí. En realidad, yo soy tan imperfecto y egoísta como cualquiera, así que no puedo pedirles con una conciencia limpia que confíen en mí. No puedo decir esto porque hay poco en lo que puedan confiar en mí. Sin embargo, si hay una cosa que les puedo pedir que crean acerca de mí es que soy un siervo de Dios. En otras palabras, aunque soy un hombre imperfecto con muchos fallos, una cosa está clara, y es que creo en la Verdad y la predico como persona enviada por Dios. Y no hay duda de que, si creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y en la Palabra de Dios predicada por mí, no solo recibirán la vida eterna y la remisión de los pecados, sino que también prosperarán en su cuerpo.
Estoy absolutamente convencido de esto. Aunque sea yo el que esté hablando, la Palabra de Dios que predico no es mía. Como creo en la justicia de Jesucristo, Su sabiduría, Su conocimiento, y Su deseo, les pido que crean en los siervos que Dios ha enviado. Creer en los siervos de Dios es hacer la obra de Dios. Confiar en los siervos de Dios es hacer Su obra.
Una vida de fe solo puede vivirse cuando confían en los siervos de Dios
Solo cuando confían en los siervos de Dios pueden creer en la Palabra predicada por ellos, recibir la remisión de los pecados, vivir a diario guiados por ellos y vivir su fe correctamente.
Cuando confiamos en los siervos de Dios, podemos vivir y creer de esta manera. Y podemos recibir multitud de bendiciones. ¿Qué ocurrirá si no confiamos en los siervos enviados por Dios y creemos que nuestros pastores y ministros son los siervos de Dios? La consecuencia es que no podremos creer en Dios.
¿Por qué? Aunque Dios es la Palabra, no obra si no es a través de Sus siervos cuando quiere hacer algo, de la misma manera en que Dios le dio la Verdad al profeta Amos. En otras palabras, Dios se lo enseña todo primero a Sus siervos, desde el misterio de la salvación hasta vivir por fe, sabiduría, vida eterna y la manera en que la gente recibe todas las bendiciones; y a través de estos siervos Dios habla a todos los creyentes.
Por eso debemos confiar en los siervos de Dios. ¿Y ustedes? ¿Confían en los siervos de Dios? Creer en los siervos de Dios es creer en los enviados por Dios y esta es la obra de Dios. Incluso después de ser salvados, algunas personas no confían en los siervos de Dios. Dicen que pueden vivir sus vidas de fe sin problemas aunque no tengan a los siervos de Dios. Sin embargo, esto no es así.
Si no van a la Iglesia de Dios, no confían en los siervos elegidos por Dios y no les escuchan, no pueden vivir con fe correctamente. No importa que hayan sido salvados, si se quedan sentados en el sofá viendo la televisión todos los días, hacen cosas sin valor y se preocupan solamente de los asuntos carnales, no tendrán más que problemas. Solo cuando escuchan la Palabra a través de los siervos de Dios pueden creer en Dios y por esta fe en la Palabra de Dios pueden hacer Su obra.
Esto también es cierto para mí. Si fuera laico, también necesitaría que alguien me predicase la Palabra. Sin alguien que me predicase la Palabra, no podría vivir mi vida de fe. He hecho todo tipo de cosas en mi vida. Antes era laico, e incluso después de ser salvado, tuvo todo tipo de trabajos. No hay nada que no haya hecho; lo he hecho casi todo. Así que sé muy bien cómo se sienten. También sé muy bien qué necesitan para servir al Señor.
Confiar en los siervos de Dios significa creer que han sido enviados y elegidos por Dios. ¿Para quién ha enviado Dios estos siervos? Los ha enviado para nosotros, para todos, y creer en esto es hacer la obra de Dios.
¿Cómo podríamos vivir nuestra fe si no reconocemos a los siervos de Dios? Si no reconocemos a estos siervos de Dios, entonces no reconocemos a Jesucristo y Juan el Bautista enviado por Dios Padre. Aunque hemos sido salvados, ¿cómo podemos encontrar fe y recibir las bendiciones en nuestras vidas si no reconocemos a los siervos de Dios? ¿Cómo podemos encontrar a alguien que nos guíe? Debemos confiar en los siervos elegidos por Dios.
Pero, algunas personas no confían en los siervos elegidos por Dios. Si hacen esto su fe se acabará. Se acabará. Pero, todavía existen estas personas. No solo se oponen a los siervos de Dios, sino que también insisten en que los siervos de Dios deben escucharlos a ellos y no al revés. Pero ¿los escucharán los siervos de Dios? Es como si un estudiante le dijese a su maestro que ambos deberían ser maestros. Entonces no se necesitarían escuelas. ¿Para qué sirven las escuelas si no hay estudiantes? si todo el mundo en la Iglesia fuera un maestro y un siervo elegido por Dios, entonces no habría congregación. No habría necesidad de tener la Iglesia. Nos iríamos a casa. Pero, por desgracia, mucha gente piensa en esto.
Así que, se niegan a venir a la Iglesia, se levantan contra los siervos de Dios diciendo: “No eres el único siervo de Dios, yo también soy siervo de Dios”. Esto, mis queridos hermanos, solo puede decirlo alguien que sea completamente imprudente. Como está escrito en las Escrituras, cuando a Jesús le preguntaron qué había que hacer para hacer la obra de Dios, dijo claramente que creer en el que había sido enviado por Dios es hacer Su obra. Negarse a reconocer y confiar en los siervos enviados por Dios es contrario a esta enseñanza de las Escrituras, y esta es una manera segura de ir por el camino de la perdición.
Las acciones genuinas de la fe vienen de creer en la Palabra de la Verdad
Cuando la gente es salvada, escucha la Palabra y guarda el pan del espíritu primero. Así tiene fuerzas y es sanada de multitud de enfermedades. Cuando reciben la remisión de los pecados, no es el fin de la historia. Cuando la gente recibe la remisión de los pecados en sus corazones, es sanada de todo tipo de enfermedades. Esto es lo que ocurre. Los que tiene mala salud, se vuelven sanos. Cuando su fe es restaurada, algunas personas pueden empezar a pensar: “Ahora que tengo buena salud no tengo que ir a la iglesia. Iré al mundo e intentaré hacerme rico”. Esto está completamente mal, queridos hermanos.
Nadie podría ser más imprudente que estas personas. Pero todavía hay personas que se niegan a escuchar a los siervos de Dios. Su fe se acabará. Por muy buena que sea su fe y cuánto talento tengan, Dios ha levantado a Sus siervos para que sean alimentados y guiados por ellos con la Palabra. Si ignoran a los siervos de Dios e intentan hacer la obra de Dios por su cuenta, no producirán nada más que su propia obra. Su propia pasión y devoción no son la obra de Dios. Podrían donar millones de dólares a la Iglesia, pero aun así no estarían haciendo la obra de Dios. En realidad, estarían atrapados en su propia obra.
Dicho de otra manera, volverán a caer en la Ley después de ser salvados. La Biblia dice que la fe sin obras está muerta. Pero la correcta interpretación de este pasaje es la siguiente: Creer en el que fue enviado por Dios es hacer la obra de Dios, y, por tanto, cuando creemos en el enviado por Dios, somos salvados, guiados por Él y bendecidos por Él. Por cuenta de nuestra fe somos bendecidos; por cuenta de la fe somos guiados; y por cuenta de nuestra fe nuestras obras emergen. En otras palabras, como creemos en la Palabra de Dios y confiamos en Sus siervos seguimos la Palabra. De ahí emergen nuestras obras.
Esto es lo que quiere decir la Biblia cuando dice que la fe sin obras está muerta. Pero, los que no confían en los siervos de Dios no los escuchan y los ignoran digan lo que digan, pensando: “Sí, seguro. No me puedes engañar; puedo ver tus intenciones”. Esto está mal. La Biblia dice que creer en el que Dios envió es hacer Su obra. La obra de Dios no es nada más. Es creer en el que fue enviado por Dios. Si quieren ser guiados por Dios y recibir multitud de bendiciones durante el resto de sus vidas como Abraham, deben creer en el que fue enviado por Dios. Hay otro grupo que ha sido enviado por Dios. Dios ha enviado a Su pueblo a los pecadores. Ha enviado a los testigos de Jesucristo, Sus discípulos.
La verdadera Palabra de Dios es la comida que no perece
Estos pecadores deben creer al pueblo de Dios. Debemos creer a los justos. Creer en lo que los justos están diciendo es hacer la obra de Dios. Cuando los pecadores escuchan al pueblo de Dios y escuchan el Evangelio predicado por ellos, reciben la vida eterna, como dijo Jesús: “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre” (Juan 6:27). Recibirán la vida eterna que nunca perece.
Siento que el sermón de hoy está siendo demasiado ligero. Miro constantemente el reloj y no estoy seguro de si voy a alargarlo o no; temo ocupar demasiado tiempo una vez empiece a alargarlo. Pero quiero pedirles a todos que empiecen a crecer. Cuando fuimos salvados por primera vez, fuimos salvados claramente al creer en la obra de Jesucristo de salvación y el ministerio de Juan el Bautista enviado por Dios. El siguiente paso es creer en los siervos de Dios. El que estos siervos tropiecen o se levanten depende completamente de Dios.
En los días del Rey David, Dios golpeó a un hombre llamado Uzza por tocar el Arca de la Alianza cuando iba de camino de vuelta a Jerusalén desde la tierra de los filisteos. Uzza estaba conduciendo el carro donde iba el Arca, y cuando los bueyes tropezaron, tocó el Arca con la mano para que no se cayese. Por este motivo Dios lo mató.
En nuestros pensamientos humanos podemos preguntarnos por qué fue tan ofensivo tocar el Arca para sujetarla cuando se iba a caer. Uzza debería haber sido encomendado por sujetar el Arca; ¿cómo iba a quedarse sin hacer nada y dejar que se cayese? Sin embargo, no es así como Dios piensa. La obra de Dios no puede ser tocada por nadie. Dios Padre nos creó y para convertirnos en Su propio pueblo envió a Su Hijo Jesucristo. También envió a Juan el Bautista. Trabajaron juntos y uno de ellos le pasó los pecados del mundo al otro, quien cargó con estos pecados y fue condenado por ellos. Así es como Dios nos ha salvado perfectamente.
Los siervos de Dios están bajo Su mando
Los santos no pueden meter las narices en lo que Dios ha planeado y está haciendo, ni pueden meterse con los siervos a los que Dios ha elegido. Para ser completamente sincero con ustedes, no soy diferente de cualquier otra persona cuando se trata de querer hacer las cosas a mi manera. Hago muchas cosas por mi cuenta. Me gusta hacerlas a mi manera y también cambio de opinión todo el tiempo. Sin embargo, hay un límite para esto. Incluso los siervos de Dios no pueden hacer lo que quieren. Esto se debe a que están sujetos al mando de Dios. Cuando hacemos cualquier cosa que sea contraria a los deseos de Dios, el Espíritu Santo en sus corazones les habla y les convence para que se arrepientan. Les hace saber claramente que no está cómodo con lo que están haciendo.
Cuando el Espíritu Santo condena los corazones de los siervos de Dios, no pueden hacer lo que quieren. Incluso los siervos de Dios no pueden hacer todo según sus propios deseos. Siempre que sepan que los siervos de Dios también están sujetos a Él, pueden confiar en ellos. Es un gran error pensar que los siervos de Dios están libres de Su mando y pueden hacer lo que quieren. No pueden ejercer poder como si fueran tiranos. Como el centurión cuyo siervo Jesús sanó, se someten a la Palabra. Como la Palabra está en ellos y el Espíritu Santo vive en ellos, el Espíritu Santo les habla a sus corazones. Dios es el Absoluto. Cuando Dios habla, todo se hace como Él dice. Incluso Sus siervos no pueden hacer nada que no les permita Dios. Es muy importante entender esto.
Esto es algo de lo que me di cuenta completamente solo después de convertirme en un siervo de Dios. No puedo hacer todo lo que se me antoje. Ustedes tampoco pueden hacer todo lo que quieran. Es absolutamente imposible. Lo sé bien. Ahora que han recibido la remisión de los pecados, tienen al Espíritu Santo dentro de ustedes. Como tienen al Espíritu Santo, pueden decir que no tienen pecados. Y de hecho no tienen pecados. El Espíritu Santo da testimonio en su corazón. Así que, cuando escuchan la Palabra de Dios, están contentos de escucharla, creen en ella de todo corazón y desean seguirla. La fe nace. Esto se debe a que tienen el Espíritu Santo dentro. Puede que todavía piensen que pueden hacer todo lo que quieran, pero sigan intentándolo y verás si pueden. El Espíritu Santo condenará sus corazones y les hará sentir incómodos, inquietos, angustiados y doloridos. Sentirán que el sufrimiento de su corazón no puede aguantarse. Si no creen en la Palabra de Dios y no la siguen, su corazón estará atormentado tanto que la vida será intolerable.
Así que no tienen otro remedio que seguir la Palabra. Esta es la razón precisa por la que Dios les ha puesto en la Iglesia, para que sigan la Palabra. Les hace escuchar la Palabra a través de Sus siervos. ¿De verdad quieren vivir una vida digna? ¿Quieren hacer la obra de Dios? Entonces crean en los que han sido enviados por Dios. Esto es hacer la obra de Dios. La obra de Dios no es algo que hagan simplemente confiando en su propia pasión y esfuerzos sin creer en los que han sido enviados por Dios.
Creer en la Palabra de Dios es Su obra
Creer en la justicia de Dios es Su obra. Aunque pensemos que conocemos la justicia de Dios muy bien, todavía es crucial para nosotros entender completamente el pasaje de las Escrituras de hoy, es decir, debemos darnos cuenta de que creer en los enviados por Dios es hacer Su obra. Sé que Dios ha elegido a los que creen en Su Palabra como Sus siervos en este mundo. También creo que quien crea en esta Palabra recibirá la comida que dura eternamente.
Cuando los cristianos hablan de Jesús, muchos de ellos solo hablan de Su encarnación y muerte en la Cruz. Piensan que cuando Jesús vino a este mundo nos salvó solo muriendo en la Cruz. Hay muchas personas que están predicando el Evangelio de esta manera. También hay muchas personas que creen así. Pero, con este tipo de fe, no pueden recibir la vida eterna. Pueden creer de esta manera todo lo que quieran; por mucho que crean, siguen siendo pecadores y siguen atrapados por la Ley. Dios no nos dio la Ley para que la cumpliésemos. Nos dio la Ley para que nos diésemos cuenta de nuestros pecados a través de ella, creyésemos en Jesucristo, el Salvador de la humanidad enviado por Dios, y así recibiésemos la remisión de los pecados. Creer en otra cosa es caer en la ley de nuevo.
Los cristianos confusos que no creen en los enviados por Dios dicen que, incluso después de escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu la salvación puede alcanzarse creyendo solo en la sangre derramada en la Cruz. Y entonces van y sirven en las iglesias que propagan estas falsas enseñanzas. Ofrecen dinero a estas casas de enseñanzas falsas y trabajar hasta morir allí. Esto, mis queridos hermanos, no es hacer la obra de Dios. Aunque estemos jugando, descansando o sentados sin hacer nada, siempre que creamos en la Palabra de Dios de corazón, estamos haciendo la obra de Dios. Esto es lo que significa la obra de Dios. Creer en los que han sido enviados por Dios, en los siervos de Dios, en el papel de Juan el Bautista, y en Jesucristo, es hacer la obra de Dios.
Entonces obramos por fe, no por nuestras propias acciones. El que todavía tengamos necesidades después de alcanzar nuestra salvación está claro. Hacemos nuestro trabajo porque creemos. Como creemos en esto nuestras acciones salen de nosotros. Como creemos venimos a la Iglesia. Y como creemos servimos al Señor por el bien del Evangelio.
Creer en la Palabra es hacer la obra de Dios
En cuarto lugar, hacemos la obra de Dios cuando creemos en toda la Palabra de Dios escrita. Dios nos ha dado Su Palabra en este mundo. Creer en la Palabra es hacer la obra de Dios. Cuando creemos en la Palabra de Dios Su obra se cumpla. Dios está lleno de gozo entonces. Creer en la Palabra es hacer la obra de Dios. ¿Piensan que la obra de Dios consiste en algo más, algo especial, como si vivir una vida santa y piadosa sin pecados significase hacer la obra de Dios? No, no es así.
Este es un problema que está plagando a muchos cristianos hoy en día. Por ejemplo, en Corea es muy común ver a cristianos fanáticos, normalmente mujeres de mediana edad, en las estaciones de metro o autobús gritando como locas en un micrófono para que la gente crea en Jesús. No tienen un mensaje claro. Simplemente repiten lo mismo una y otra vez, gritando a los que pasan para que crean en Jesús. Esto no es dar testimonio de Jesús. Esto empuja aún más a los que no son cristianos y simplemente confirma lo que muchos de ellos piensan acerca de los cristianos: que son unos lunáticos. Tuve la oportunidad de escuchar a uno de ellos. Incluso le pedí un folleto. Lo leí, pero el folleto tenía los típicos pasajes de la Biblia que hablan de lo mucho que Dios nos habla y cómo seremos salvados si creemos en Jesús. No tenía ninguna sustancia.
Estos cristianos confusos piensan que están haciendo la obra de Dios, cuando en realidad están haciendo daño a la causa del Evangelio. Esto no es hacer la obra de Dios. La obra de Dios consiste en creer en los que son enviados por Dios. Los que son enviados por Dios son Jesucristo, Juan el Bautista, los siervos elegidos por Dios y Su Palabra. Creer en esto es hacer la obra de Dios. Por tanto, cuando leemos la Palabra de Dios y creemos en ella, hacemos la obra de Dios, y estamos haciendo la obra de Dios en este mismo momento.
Cuando confiamos en las palabras de los siervos de Dios, hacemos la obra de Dios. Cuando creemos en los que han sido enviados por Dios, en el papel de Juan el Bautista y en el hecho de que Jesucristo se ha convertido en nuestro verdadero Salvador al cargar con todos nuestros pecados y ser condenado por ellos, estamos haciendo la obra de Dios. Por tanto, es absolutamente indispensable que leamos las Escrituras. Debemos leer la Palabra y es la Palabra en lo que debemos creer. La Biblia dice: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17), cuando escuchamos la palabra nace la fe, y cuando creemos en esta Palabra de Dios podemos hacer Su obra.
Tener fe en Dios es hacer Su obra. ¿Y ustedes? ¿Han sido salvados por fe? Si han sido salvados por fe, entonces les pido que confíen en la Iglesia de Dios y se unan a ella. Para unirse a esta Iglesia, deben unirse a los siervos que han sido elegidos por Dios. Deben creer en lo que están diciendo los siervos. Deben unirse a ellos. Deben ser alimentados con la Palabra a través de los siervos de Dios. Deben tener comunión con los santos. Deben obedecer la Palabra de Dios. Deben seguirla. De esto se trata la obra de Dios.
Por tanto, mis queridos hermanos, debemos estar muy contentos por hacer la obra de Dios. Si de verdad creemos en la obra de Dios, debemos creer en los que han sido enviados por Dios. En vez de intentar hacer la obra de Dios por su cuenta, debemos creer en los que han sido enviados por Dios. Así es como podemos recibir la vida eterna, como podemos seguir a Dios y cómo podemos recibir Sus bendiciones abundantes.
Dios nos ha dicho que creer en Él y Su Palabra es hacer Su obra. Estoy muy agradecido a Dios por esta lección maravillosa. Dios nos ha enseñado que regocijarse y creer en los enviados por Dios es hacer Su obra. Creemos en Dios. Creemos en los que han sido enviados por Dios. Creemos en la Palabra. Creemos en los santos. Creemos que Dios ha elegido a Sus siervos por nosotros. Creemos que los santos son justos. Y creemos que todos nosotros somos el pueblo de Dios.
En resumen, estamos haciendo la obra de Dios. Como creemos, podemos vivir en Dios, vivir una vida bella y recibir Sus bendiciones. ¿Qué hace esto posible? Nuestra fe. Al creer en toda la Palabra de Dios, Sus siervos, Jesucristo y el papel de Juan el Bautista, estamos haciendo la obra de Dios. Si creen serán sanados de sus enfermedades. Si creen, recibirán la remisión de los pecados. Si creen, se convertirán en siervos de Dios como Abraham. Si creen en la Palabra de Dios, Su Iglesia y Sus siervos, prosperarán en todas las cosas. ¡Aleluya!
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