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Tema 22: Evangelio de Lucas

[Capítulo 1-8] El amor de Dios y la gracia de salvación otorgados a los humildes (Lucas 1, 26-38, 45-55)

(Lucas 1, 26-38)
«Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; porque nada hay imposible para Dios. Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia».
 
(Lucas 1, 45-55)
«Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor. Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor; Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre, Y su misericordia es de generación en generación A los que le temen. Hizo proezas con su brazo; Esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones. Quitó de los tronos a los poderosos, Y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes, Y a los ricos envió vacíos. Socorrió a Israel su siervo, Acordándose de la misericordia De la cual habló a nuestros padres, Para con Abraham y su descendencia para siempre».
 


El Señor quiere nacer en nuestros corazones

 
Al celebrar el nacimiento de Jesucristo estas Navidades, debemos recordar que el Espíritu de Cristo, el Espíritu Santo, entra en los corazones de los que han recibido a Jesús como su Salvador y han recibido la remisión de los pecados al creer en lo que Dios dijo y lo que Jesús hizo a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Nuestra salvación de los pecados es similar a la concepción de Jesús en María gracias a su obediencia. Por eso, estas Navidades debemos recibir la Palabra de Dios en nuestros corazones como María. 
María no se quedó embarazada a la fuerza. Se quedó embarazada al aceptar el mensaje del ángel de Dios y obedecerlo. Al aceptar la Palabra de Dios, María pudo concebir y dar a luz al Hijo de Dios, el Salvador de todas las razas humanas. Esto demuestra que solo su fe en la Palabra de Dios, y no su poder físico hizo posible lo imposible. María se llamó la sierva del Señor y su corazón estaba dispuesto a obedecer lo que Dios le pidió. 
María le dijo al ángel: «He aquí la esclava del Señor». María obedeció la Palabra de Dios porque creyó que se cumpliría. Aceptó la Palabra de Dios en su corazón por fe. Así es como concibió a Jesús y le dio a luz. Lo mismo ocurre cuando recibimos la remisión de los pecados al creer en la justicia de Jesús. Creímos cuando nuestro Señor dijo que eliminaría todos nuestros pecados con la palabra del Evangelio del agua y el Espíritu para siempre. En el Antiguo Testamento, los ángeles solían comunicar los mensajes de Dios, pero ahora los justos que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu entregan los mensajes de Dios. Los justos tienen una condición más alta que los ángeles. Los justos les dicen a las personas: «Jesús ha tomado todos los pecados al ser bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán, y fue castigado por nuestros pecados en la Cruz. Por eso no tienen pecados». A través de los justos, Dios envía Su mensaje de que había preparado a Juan el Bautista y Jesucristo para salvarnos de los pecados para siempre. 
Nuestro Señor quiere nacer en nuestros corazones. Para ello quiere venir por el Evangelio del agua y el Espíritu con nuestra fe en la Palabra de Dios. Nuestro Señor quiere entrar en nuestros corazones y comer y beber con nosotros. Quiere vivir con los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu para siempre. Dijo que estaría con Sus discípulos hasta el fin del mundo. Podremos convertirnos en el pueblo de Dios al confesar nuestra fe en Su Palabra como María. Ella dijo que era la esclava del Señor y que quería que se hiciese Su voluntad según Su Palabra. Cuando creemos en la Palabra de Dios podemos concebir al niño Jesús en nuestros corazones. Podemos tener a Jesús en nuestros corazones si tenemos fe en Jesucristo, quien vino por el agua y el Espíritu. ¿Me entienden? El Señor está con nosotros sean cuales sean las circunstancias. 
 


Dios utilizó a María para cumplir Su justicia

 
María era solamente una sierva humilde antes de concebir al Señor. Hoy en día hay personas que oran a María. La adoran como si fuese Dios. Oran: «Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores». Insisten en que María es la madre de Dios porque es la madre de Jesucristo, el verdadero Hijo de Dios. Sin embargo, solamente era una sierva humilde antes de escuchar el mensaje de Dios. Cuando aceptó la Palabra de Dios y la obedeció por fe, recibió la gracia de salvación de Dios. La gracia de Dios descendió sobre ella. El ángel la saludó diciendo: «¡Salve, muy favorecida!». Hemos encontrado favor con Dios al ser salvados. Dios envió a Jesús y redimió los pecados de los que creyeron en la justicia de Jesús. En otras palabras, Dios nos ha vestido con Su justicia. La gracia de salvación también descendió sobre María. María era humana como nosotros y encontró favor con Dios al creer en la Palabra de Dios. 
Pero algunas personas la llaman madre de Dios como si Dios Padre tuviese una esposa. Desde una perspectiva humana las personas tienen maridos y mujeres; pero Dios es santo y no es así. No es una criatura. Dios no tiene sexo como los humanos, así que María no es la mujer de Dios. Lucas 1, 35 dice: «Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti». Este versículo sigue diciendo: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios». 
Debemos saber que este versículo cumple las promesas de Dios del Antiguo Testamento por la que quitaría todos los pecados. Esto se refiere al hecho de que Jesús nacería en la carne de un hombre a través del cuerpo de María, pasaría por las mismas experiencias humanas como estar en el vientre de una mujer durante diez meses, y sería bautizado a los treinta años por Juan el Bautista, descendiente del Sumo Sacerdote Aarón. Dios dijo que vendría a este mundo en un cuerpo humano para cargar con todos los pecados como prometió en el Antiguo Testamento. Dios utilizó el cuerpo de María temporalmente para salvarnos de los pecados del mundo como Sumo Sacerdote del Cielo. En otras palabras, era un instrumento para la salvación. El Señor tomó prestado el cuerpo de María para salvarnos de los pecados del mundo, de la misma manera en que se necesita un arado para arar la tierra. De la misma manera en que la fe de los justos se necesita para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios nos utiliza como instrumento de la justicia para dar testimonio. Dios vino a este mundo encarnado en un hombre a través del cuerpo de María. 
Entonces, ¿por qué tuvo que nacer Jesús de una virgen? Si hubiese nacido de la misma manera que los seres humanos, habría nacido para ser un pecador, así que tuvo que nacer de una virgen. Dios utilizó Su poder y nació de una virgen para no formar parte de este mundo pecador. Si hubiese nacido como un pecador desde el principio, no podría haber cargado con los pecados del mundo como el Cordero de Dios. Así que tomó prestado el cuerpo de una virgen para ser el Cordero de Dios sin pecado. Isaías profetizó esto setecientos años antes de que Jesús viniese al mundo. Isaías 7, 14 dijo: «He aquí que la virgen concebirá un Hijo». La llegada de Jesús al mundo a través de una virgen fue profetizada 700 años antes de la llegada del Señor. Mateo 1, 23 dice lo mismo: «He aquí que la virgen concebirá un Hijo y le llamarán Enmanuel, que significa Dios con nosotros». Jesucristo, que es Dios, nació de una virgen para estar con nosotros y tomar todos nuestros pecados en Su cuerpo mediante Su bautismo. Nuestro Dios utilizó el cuerpo de una virgen durante un tiempo para cumplir la obra de salvación y salvar a los seres humanos del pecado. El Señor nos está diciendo la Verdad. 
Dios no escogió a María porque fuera mejor que otras mujeres desde una perspectiva física. La escogió para cumplir la Palabra dada a Isaías. El Rey de reyes decidió nacer de una mujer humilde como María, y nos salvó de los pecados del mundo. Dios tomó prestado el cuerpo de una virgen para venir al mundo y salvarnos de los pecados. Para hacer Su obra, Dios no utilizó ningún método natural, sino supernatural. 
María se describe como una mujer normal como nosotros en el pasaje de las Escrituras de hoy. Por supuesto, Dios le dio un favor especial. ¿Por qué? Porque aceptó el mensaje del ángel de Dios y lo obedeció. Esto es lo mismo que recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. María también recibió la remisión de los pecados. Llevó a Jesús en su vientre durante diez meses y le dio a luz. Cuando Jesús tenía doce años, María lo perdió de vista cuando volvía de Jerusalén, pero lo encontró tres días después en el Templo exponiendo la Ley de Dios con los maestros de la Ley. Entonces Jesús le dijo: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?» (Lucas 2, 49), y ella retuvo todas estas cosas en su corazón. Seguramente recordaría que Jesús había nacido de ella pero que en realidad era el Hijo de Dios y el Salvador, así que no era suyo, sino de Dios. 
María creyó en la Palabra de Dios y visitó a Isabel cuando estaba embarazada de Jesús. Isabel estaba embarazada de Juan el Bautista y se movió de gozo en el vientre de Isabel. Así es como María e Isabel se vieron. 
Isabel recibió a María con gran gozo, como está escrito: «Exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?» (Lucas 1, 42-43). Era Jesús quien estaba en el vientre de María. Dios, el Salvador, que estaba en el vientre de María por su fe, diciendo: «Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor» (Lucas 1, 45). 
Entonces María, llena del Espíritu Santo, profetizó: 
«Engrandece mi alma al Señor; Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones» (Lucas 1, 46-48). 
Hermanos y hermanas, es cierto que María estaba bendita. Dios le dio este favor porque dio a luz a Dios. De la misma manera, si hacemos la obra del Evangelio, estamos benditos ante Dios. Esta es una gran bendición. María dijo que Dios la consideraba una sierva. 
 


María alabó la justicia, el amor y la misericordia de Dios

 
María se consideró una persona humilde. ¿Pero qué piensan de ella algunos cristianos? La Biblia dice claramente que se llamó a sí misma una sierva humilde. Se humilló. Pensó que era una gran bendición que el Señor la hubiese utilizado. De hecho, era una de las muchas personas que Dios utilizó para Su obra. María dijo: «Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre, y su misericordia es de generación en generación» (Lucas 1, 49). En este pasaje, el Poderoso se refiere a Dios. El Dios de toda la creación se convirtió en un feto en su cuerpo por Su Palabra. Jesucristo nació del cuerpo de María. 
«Y su misericordia es de generación en generación 
A los que le temen» (Lucas 1, 50). 
Los que pueden concebir al niño Jesús y darle a luz en sus corazones están benditos y obedecen la Palabra de Dios. Dios favorece a los que obedecen Su Palabra. Dios obra y permanece en los que le temen. Los que no temen a Dios no pueden tener a Dios en ellos. Los que temen a Dios y le aman verán la misericordia de Dios de generación a generación. La gracia de salvación de Dios desciende sobre los que le temen. 
«Hizo proezas con su brazo; 
Esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones» (Lucas 1, 51). 
Nuestro Señor vino al mundo y salvó a los que le temen, pero esparció a los orgullosos e insolentes ante Dios. Dios destruye a los que le desafían con pensamientos arrogantes. Según una leyenda, se dice que Poncio Pilato se volvió loco después de entregar a Jesús para ser crucificado, y murió de locura. Dios también castiga a los que persiguen al pueblo de Dios. Aunque Jesús nació como el Salvador, juzga a los orgullosos como el Juez. 
El niño Jesús que estaba en el vientre de María es el Dios que tiene todo el poder y autoridad. Dios esparció a los orgullosos en las imaginaciones de sus corazones como está escrito: «Ha bajado a los poderosos de sus tronos» (Lucas 1, 52). Dios ha rebajado a los que abusan de su poder, autoridad y fama. Si Dios no hubiese venido a este mundo, los poderosos habrían seguido teniendo poder. Las autoridades del mundo pasan su poder a sus hijos y nietos porque cuando toman el poder no quieren que otras personas se lo quiten. 
Sin embargo, Dios rebaja a las autoridades que son demasiado orgullosas. La Biblia dice que Jesús rebaja a los poderosos y orgullosos. Jesús los ha rebajado de sus posiciones. El bebé que María llevó en el vientre es este Jesús.
«A los hambrientos colmó de bienes, Y a los ricos envió vacíos» (Lucas 1, 53). 
El Señor ha llenado a los hambrientos con cosas buenas. Esto significa que viene a llenar a los hambrientos, vestir a los desnudos y dar fuerzas a los débiles. Pero rebaja a los ricos y poderosos y esparce a los orgullosos. Jesús, quien vino como un niño, ha hecho todas estas cosas. 
El Señor ha exaltado a los humildes (Lucas 1, 52). No saben cuánto exalta Dios a los humildes. Me gustaría contarles mi historia como ejemplo. No tengo que mencionar a nadie más. Mi vida era muy humilde y no tenía nada. ¿Cómo pude sobrevivir? No tenía dinero. Cuando intentaba encontrar trabajo, me ponía enfermo. Mi infancia fue muy humilde. Sería un hombre desesperado si no hubiera sido por el Señor y Su justicia. 
A los veinte y tantos empecé a creer en Jesús. Fui salvado de mis pecados mediante el Evangelio del agua y el Espíritu diez años después de aceptar a Jesús como mi Señor. Durante los primeros diez años después de creer en Jesús, no conocía el Evangelio del agua y el Espíritu y mi vida de fe no daba frutos. Todo lo que tuve que hacer en el seminario fue acabar mis semestres y escribir una tesis para obtener mi Master de Teología. Sin embargo, me sentía miserable y frustrado porque no conocía la Biblia lo suficiente como para enseñar. No estaba seguro de qué hacer como pastor aunque tenía todas las calificaciones desde el punto de vista del mundo. 
Entonces, Dios me dijo con Su Palabra en mi corazón: «Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican» (Salmos 127, 1). Pensé: «Si Dios no me hubiese ordenado como pastor, ¿qué tipo de pastor sería aunque mi denominación me hubiese ordenado?». Me sentía muy mal. En ese momento estaba empezando mi último semestre. Fingí que me iba a cambiar de colegio mayor, pero me fui a casa con mi equipaje sin saber qué hacer. Entonces pensé: «¿De qué me sirve seguir estudiando en el seminario? ¿Por qué debería estudiar este último semestre si no me sirve de nada?». En ese momento era muy humilde ante Dios. Pero Dios me ayudó con la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Dios me visitó con Su Palabra escrita y me levantó. Les estoy diciendo que Dios nos ha levantado a los que hemos recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Si no hubiésemos sido humildes, Dios no podría habernos levantado. Hermanos y hermanas, recuerden que Dios levanta a los humildes. Nos ha levantado. No sé si les ha levantado a ustedes, pero a mí me ha levantado. Era una persona miserable en todos los sentidos. Sin embargo, el Señor me levantó. Le doy gracias a Dios por esto. 
«A los hambrientos colmó de bienes, Y a los ricos envió vacíos» (Lucas 1, 53). 
Es cierto. ¿Puede un hombre rico llevarse su dinero con él cuando muere? Entramos en la vida desnudos y salimos de ella desnudos. Alejandro Magno dijo: «Como no traje nada conmigo cuando nací, haced un agujero en mi ataúd cuando muera para enseñar que no me llevo nada». Él sabía la verdad. Sabía que había nacido desnudo y que iba a morir desnudo sin nada aunque fuese muy rico. Así que dijo la verdad. 
Dios ha enviado a los ricos con las manos vacías. Por otro lado ha llenado a los hambrientos con cosas buenas. Hermanos y hermanas, escuchar la Palabra de Dios y compartirla es bueno. Es como llenar nuestros estómagos. 
Hermanos y hermanas, quiero que escuchen los sermones de los que no entienden el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuanto más los escuchen, más hambre tendrán. Sus sermones nunca llenan, aunque se alimenten de ellos durante diez años. La primera vez que los escuchan como cristianos nuevos, parecen buenos. Pero, a medida que pasa el tiempo, tendrán cada vez más hambre por mucho que se alimenten de ellos. Si los escuchan durante 50 años morirán de hambre. 
Ahora nos hemos convertido en fuente de bendiciones al recibir la bendición de la justicia del Señor primero. Somos los benditos que comparten las bendiciones con los demás. Nos hemos convertido en hijos de Dios que tienen a Jesucristo en sus corazones para hacer la obra espiritual. 
Ahora el mundo está a punto de acabarse. Los israelitas actuales siguen esperando al Mesías del Antiguo Testamento. Cuando no puedan encontrar al Mesías y se den cuenta de que ya vino, creerán que Jesucristo es el Dios que vino al mundo hace 2,000 años como su Salvador. 
Se darán cuenta de que Jesús, a quien entregaron a los soldados romanos hace dos mil años, era el Hijo de Dios y el Mesías que se levantó de entre los muertos al tercer día, y ahora está sentado a la derecha del trono en el Cielo. Aceptarán el hecho de que Jesús tuvo muchos testigos de Su resurrección. Esta prueba histórica muestra que es el Salvador. Cuando los israelitas crean en el Evangelio del agua y el Espíritu, el mundo acabará. No habrá nada que conseguir. 
Dios deja a los israelitas sufrir para que vuelvan a Él. En el fin de los tiempos habrá un político como rey de todo el mundo que será el siervo de Satanás. Unirá al mundo y creará un solo gobierno. Para tener control sobre todo el mundo, pondrá una marca en la frente o la mano derecha de sus seguidores (Apocalipsis 13, 16-18). Entonces todo el mundo hará lo que les pida. Bajo este gobierno habrá muchos tipos de personas: un tipo estará compuesto por las personas que creen en Dios pero que recibirán la marca para sobrevivir; otro tipo será el de las personas que no creen en Dios pero creerán en este gobernante como su salvador. Entonces los justos serán separados de los pecadores. 
Habrá muchos mártires. El Libro del Apocalipsis dice que habrá muchas personas que creen en la justicia de Dios. Esta es la última cosecha. Cuando llegue el momento, muchos de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu volverán al Señor. Serán perseguidos hasta la muerte para mantener su fe. Serán testigos de la justicia de Dios a través de su muerte. La Biblia dice que habrá muchos mártires que jurarán creer en Dios y entonces el mundo se acabará. Habrá enfermedades dolorosas pero no mortales por todo el mundo. Y los desastres naturales ocurrirán en todos los rincones de la tierra. La Biblia dice que estas cosas ocurrirán algún día. 
Dios acabará este mundo después de salvar a Su pueblo. Hermanos y hermanas, esto no es ciencia ficción, sino realidad. La era de las ideologías como el comunismo ha pasado. ¿Qué mueve el mundo hoy en día? El poder económico. No las ideologías ni las doctrinas, sino el poder económico. Surgirá un líder en el campo de la economía y se convertirá en el líder de la economía mundial. Ha habido una gran competición entre los poderes y organizaciones económicos como la UE, NAFTA y APEC. La APEC se fundó para ayudar a los países de Asia en el Pacífico y la UE trabaja por el avance económico de Europa. La UE quiere restaurar a Europa como potencia económica mundial. La NAFTA se creó con la intención de velar por los intereses de los países de Norteamérica. Pero cuando surja un problema económico, empezarán a luchar entre ellos y sus organizaciones se disolverán. Si uno de ellos se aísla, la unidad y el contrato se romperán. 
Así que cuando todo se venga abajo y el mundo cambie, aparecerá una persona extraordinaria que parecerá arreglar todos los problemas mediante negociaciones. Así el mundo enteró le escuchará y dependerá de él y todos se someterán a su poder. Entonces las industrias tecnológicas habrán avanzado mucho. Cuando llegue el momento, este gobierno mundial podrá tatuar a la gente con códigos de barras. A través de estos códigos de barras podrá controlar a todo el mundo. Y este gobierno será posible gracias al código de barras unificado. 
Es muy posible que los creyentes y los no creyentes se dividan y los nacidos de nuevo sean ejecutados por los incrédulos. Algunos creyentes que recibirán protección especial de Dios vivirán hasta el final. Una cosa es cierta: que los creyentes, vivos y muertos, ascenderán al Cielo cuando el Señor vuelva. Las tumbas de los creyentes muertos se abrirán y resucitarán. El Señor los levantará. Los vivos serán transformados antes de ser levantados por el Señor. ¿Les suena esto a ficción? Si piensan en esto desde una perspectiva humana, parece una película. Sin embargo, esto ocurrirá en el futuro cercano. 
 


La tierra se acabará y esto no es una historia de ciencia ficción, sino la verdad

 
Les estoy diciendo que esto no es una historia de ciencia ficción, sino la verdad. La gente no ha pensado en esto demasiado. Si la gente pensase en esto, se volvería loca, y por eso se inventan otras historias para ocupar sus mentes. 
En tiempos de Noé también había una nueva generación. Esta nueva generación disfrutaba comiendo, bebiendo y viviendo el momento como si fuera el último día. Como en tiempos de Noé hoy en día hay una nueva generación. Por eso no hay futuro para la humanidad. El aire, el agua, la economía y todos los demás aspectos de la vida no están mejorando. En realidad todo está empeorando. Están viviendo en una era pacífica y próspera. Quien no crea esto tendrá problemas. Pero los que creen en esta Palabra superarán las dificultades por fe; sufrirán menos cuando lleguen las tribulaciones porque sus corazones estarán preparados para las tribulaciones. 
Por otro lado, los incrédulos sufrirán mucho más porque no saben nada. Los científicos dicen que los recursos naturales del mundo se habrán extinguido en el 2020 o 2030. Muchas personas no creen en esto, pero pasará crean o no crean. Deben saber la diferencia entre creer y no creer. No quiero amenazarles. Les estoy avisando para que estén alerta y sepan cuándo llegará el fin del mundo ya que llegará sin falta. Dios arrojará a los incrédulos al fuego de la tribulación y los freirá vivos. Dios puede hacer esto y lo hará si así lo decide. La Biblia nos habla de esto. En los últimos días, debemos vivir por fe para recibir la protección de Dios. Dios protegió la Iglesia de Filadelfia (Apocalipsis 3, 10) y habrá iglesias que serán protegidas por Dios en el futuro. Pero también hay personas que traicionarán a Dios y sufrirán tribulaciones en el fin de los tiempos. 
Estoy seguro de que los cristianos que afirman estar sin pecados sin el testigo de la Palabra de Dios en sus corazones traicionarán a Dios al final. Cuando se les presione para recibir la marca de la Bestia, la aceptarán, pensando que si no la aceptan sus hijos no podrán ir al hospital cuando estén enfermos y que no podrán comprar comida. Además creerán que Dios les ha dado la remisión de los pecados y no les enviará al infierno solo por tener la marca aunque sabrán muy bien que no deben recibirla. Estas personas les dirán a los que trabajen para el Anticristo: «Ponedme la marca mientras duermo». Y ellos les dirán: «No, esto es personal. Si no aceptas este sistema, no te damos el código de barras. Pero si lo aceptas te lo daremos». Así que al final deciden aceptar este código de barras. 
Hermanos y hermanas, deben creer en que hay otras cosas aparte del Evangelio del agua y el Espíritu en la providencia de Dios. Este mundo acabará pronto y después vendrá el juicio, y así viviremos como reyes para siempre en el nuevo mundo durante mil años. Dios acabará con este mundo y nos dará una nueva tierra y un nuevo cielo para vivir con Él para siempre. También quiero que crean que los que no nacen de nuevo acaban en el infierno eterno. Es absurdo intentar entender a Dios con nuestros cerebros pequeños, más pequeños que una calabaza. Son ridículos. ¿Cómo podemos estudiar y entender a Dios con nuestros pequeños cerebros? Creer en la Iglesia de Dios de todo corazón es la única manera de acercarse a Dios. ¿Cómo podemos confiar en Dios si le juzgamos? Todo lo que tenemos que hacer es confiar en la Palabra de Dios y esperar. 
Así que deben creer en esta verdad. Recuerden que no les estoy amenazando, sino que estoy intentando prepararles para las tribulaciones. Pero no les estoy diciendo que hagan las maletas y se vayan de este mundo. No les estoy diciendo que se libren de sus posesiones. Yo quiero intentar vivir una vida más justa a medida que se acerca el fin. ¿Por qué? Porque es lo sensato en el fin de los tiempos. 
Pero si tenemos suficiente tiempo antes del fin del mundo, quiero publicar tantos libros cristianos como sea posible. Si el mundo no acaba pronto y el Señor va a venir, debemos hacer que el Evangelio florezca por toda la tierra. Como los crisantemos que florecen en el otoño, debemos tener fe en el verdadero Evangelio que florecerá por todo el mundo. Pero esto es solamente lo que me gustaría que pasara, porque en realidad la Palabra de Dios y los sucesos actuales indican que el fin está cerca. Así que un terremoto puede convertir este mundo en un infierno aunque ahora estemos cómodos. Dicho de otra manera, ese podría ser el fin de todo. 
Como ya saben, habrá muchos desastres naturales en el futuro. Cada vez habrá más. Así que quiero que estén preparados. Los que creemos en el Señor debemos guardar la Palabra en nuestros corazones y vivir con fe. ¿Me entienden?
 
 

Jesús tomó todos nuestros pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu para siempre

 
Los que creen en la justicia de Dios no tienen pecados. Los creyentes no tienen pecados. Como Jesucristo fue bautizado por Juan el Bautista, tomó nuestros pecados y ahora no tenemos pecados. Jesús fue juzgado en la Cruz y se levantó de nuevo, y ahora está sentado a la derecha de Dios Padre y volverá. Esto es lo que debemos saber y creer. Quien no crea en esto de todo corazón traicionará al Señor. Solo si la Palabra de Dios está en el centro de nuestros corazones, podrá darnos el poder de hacer la voluntad de Dios y no le traicionaremos. 
Hermanos y hermanas, a medida en que se acerca el fin del mundo, debemos orar más y estar alerta. Espero que sigan siendo fieles a Dios con fe en la Verdad. El Señor prometió que salvaría a los que mantienen su fe en tiempo de tribulaciones. 
En el pasaje de las Escritura de hoy, el ángel Gabriel se le apareció a María y le dijo: «¡Salve, muy favorecida!». Hermanos y hermanas, imaginen que un ángel se les aparece. ¿Cómo de sorprendida creen que estaría María? Lean este pasaje: «Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin» (Lucas 1, 28-33). 
El ángel le dijo a María: «María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS» (Lucas 1, 30-31). María no conoció a ningún hombre, pero Dios dijo que tendría un hijo. Le dijo que haría lo que le había prometido. La Biblia dice que Isabel, familiar de María, también se quedó embarazada. Isabel, quien dio a luz a Juan el Bautista, era descendiente de Aarón, el Sumo Sacerdote. Isabel no podía tener hijos cuando era joven, pero tuvo un hijo cuando era mayor. Esto ocurrió por su fe cuando aceptó el mensaje del ángel. 
María también se quedó embarazada al aceptar el mensaje del ángel. María confesó que era una sierva humilde del Señor y oró por que se cumpliera la voluntad de Dios. Como era muy obediente, pudo concebir un niño que creció en su vientre y después nació en este mundo. Al aceptar la Palabra de Dios María pudo concebir a Jesús y darle a luz. 
Lo que María hizo para concebir a Jesús es lo mismo que recibirle en nuestros corazones. Dios no nos envía ángeles como hizo con María, sino que nos habla a través de Sus siervos: «He borrado todos vuestros pecados. Sois los hijos de Dios y Mi pueblo». Dios nos muestra Sus planes a través de Su Palabra y es concebido en nosotros. Cuando aceptamos la Palabra de Dios para la salvación, Él nos adopta como hijos Suyos. Al celebrar estas Navidades, debemos pensar en esta verdad. 
María era una virgen que nunca había tenido relaciones sexuales con un hombre. ¿Cómo pudo tener hijos entonces? ¿Cómo pudo dar a luz a Jesús, el Hijo de Dios, el Mesías y el Salvador? Por favor, tengan en cuenta que María creyó lo que el ángel le dijo. Pudo concebir a Jesús y darle a luz por su fe en la Palabra. 
Pueden convertirse en hijos de Dios y compartir el Evangelio del agua y el Espíritu al aceptar la Palabra de Dios en sus corazones. La verdadera salvación empieza aceptando la Palabra de Dios, el Evangelio del agua y el Espíritu, por fe. Es la expresión del amor de Dios y el don de la salvación.