Search

Проповеди

Tema 13: Evangelio de Mateo

[Capítulo 16-1] Debemos tener en mente la obra de Dios primero (Mateo 16, 21-25)

Debemos tener en mente la obra de Dios primero(Mateo 16, 21-25)
«Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca. Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará».
 

En el año 2000 pasé por muchas dificultades. Supongo que ustedes también pasarían por lo mismo, ¿verdad? Si Jesús no nos hubiese protegido, estaríamos muertos, pero sabemos que el Señor nos ha mantenido con vida, porque es muy poderoso. Aún cuando sumamos a todos nuestros ministros y santos, el número no supera unos cientos de ellos, y puede parecer absurdo que un grupo tan pequeño intente trabajar con todo el mundo. Sin embargo, a pesar de esto, nos damos cuenta del poder de Dios. Aunque seamos insuficientes, el Señor nunca es insuficiente. Por eso creo que si es la voluntad del Señor, se cumplirá sin falta. Aunque seamos pocos, y prediquemos el Evangelio a todo el mundo, es duro trabajar tanto. Cuando pienso en ello, veo que estamos haciendo una obra grandiosa. 
Trabajamos tanto que casi morimos. Cuando pensamos en esto en términos carnales, el trabajo es duro y temblamos al pensar en el trabajo que nos espera, pero si pensamos espiritualmente, estamos agradecidos por esto. Aunque yo también debo trabajar duro, sé que nuestros trabajadores y todos ustedes están apoyando la predicación del Evangelio con mucho trabajo. Pero, a pesar de la dureza del trabajo, no han muerto y han seguido al Señor hasta este punto. Estoy muy agradecido.
Hoy hemos leído un pasaje de Mateo 16. En el pasaje Jesús les dijo a Sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén, sufrir muchas cosas a manos de los ancianos, sacerdotes y escribas, ser asesinado y levantarse de entre los muertos al tercer día. Entonces Pedro, para demostrar su lealtad a Jesús, le dijo: «Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca». Pedro dijo esto por el bien del Señor, pero no se dio cuenta de que era un pensamiento carnal. Así que en vez de ser alabado por su lealtad, las palabras de Pedro enfadaron a Jesús, y fue reprendido. 
El Señor le dijo a Pedro, y a nosotros también, que podíamos vivir espiritualmente: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará» (Mateo 16, 24-25). 
El Señor dice que quien quiera seguirle debe negarse a sí mismo, cargar con su cruz y seguirle. Ahora, puede que piensen: «Ya estamos otra vez, ya conocemos este pasaje». Puede que sepamos todo sobre la Palabra, pero muy a menudo, no ponemos este conocimiento en práctica. Hay algunos pasajes que solo llegamos a entender después de unos años y de varios sermones. Así que hablar sobre todos los pasajes en los 66 libros de la Biblia, no es demasiado. Por eso debemos escuchar la Palabra una y otra vez. 
Lo que Jesús le dijo a Pedro en el pasaje de Dios también nos beneficia a nosotros. «No pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres». El Señor reprendió a Pedro por esto. ¿Cuál es la diferencia entre las cosas de los hombres y las cosas de Dios? ¿Cómo son diferentes? Debemos poner la mira en las cosas de Dios. Cuando queramos hacer algo, primero tenemos que pensar en la obra de Dios. Debemos mirar hacia las cosas más grandes, y hacia el esquema general de las cosas, en vez de al esquema parcial. Sobre todo, debemos poner la mira en la causa importante. Si no tenemos cuidado, estaremos obsesionados con las cosas sin importancia y por eso llegaremos a pensar que nuestro juicio es correcto. Sin embargo, si nos importa la voluntad de Dios, nos daremos cuenta de que está mal centrarnos en las cosas sin importancia.
 


Debemos seguir los pensamientos del Espíritu, no en los de la carne

 
Del mismo modo en que Jesús reprendió a Pedro en el pasaje de las Escrituras de hoy, debemos recordar esto en nuestras vidas de fe. En otras palabras, debemos pensar en las cosas grandes y no en las pequeñas, y en la causa mayor en vez de la voluntad de la carne. Si este principio no está arraigado en el corazón, Jesús nos reprenderá como reprendió a Pedro. Nos dirá lo mismo que le dijo a él. Debemos tener la mira puesta en el lugar adecuado. Esto significa que debemos pensar primero en la obra de Dios. Por supuesto, estoy seguro de que tienen la mira puesta en la obra de Dios, pero debo recordarles que deben saber que la obra de Dios es diferente a la obra de la humanidad y esto tiene que estar claro.
Mientras hacemos cosas en este mundo, pensamos más en las cosas de los hombres, como Pedro. «Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca». Esto es lo que dijo Pedro cuando el Señor les había dicho a los discípulos: «Iré a Jerusalén, seré perseguido por los ancianos y escribas y seré crucificado. Debe morir para poder resucitar». Entonces Pedro intentó convencerle: «¡Eso no ocurrirá!». Muchos cristianos en este mundo, y a veces nosotros también, quienes decimos servir al Señor, pensamos y hablamos como Pedro demasiado a menudo. Pero no debemos hacerlo. No solo fue Pedro quien se interesó por su propia prosperidad, sino que todo el mundo lo hace. 
Mientras servimos al Señor, a veces nos comparamos con otros, para ver quién es mejor; sin embargo, no hay ninguna diferencia entre nosotros. Sabemos que, desde un punto de vista espiritual, las diferencias son mínimas. ¿Cuánto más alto puede ser uno aunque sea muy algo, y más sabio aunque tenga mucho conocimiento secular? La diferencia es insignificante. Los que tienen una mente carnal, los que piensan desde una perspectiva humana, es decir, los que solo piensan en su bienestar y honor, y la prosperidad de la carne, piensan como Pedro.
He estado viendo un drama histórico en la televisión, y en él veo gente que conspira contra sus enemigos políticos y los asesina para subir al poder. La gente malvada e injusta siempre prevalece en el mundo. No es exagerado decir que la historia de la humanidad está marcada con derramamientos de sangre, instigados por los que tienen sed de poder. En otras palabras, la historia de la humanidad es el resultado de las actividades de los que quieren poder. En muchos aspectos, por algunos seres humanos, la historia de la humanidad se ha desarrollado como un campo de lucha para determinar quién vence, quien está más alto, quién es más grande y quién prevalece, en vez de buscar una causa mayor a esta.
Pedro amaba tanto a Jesús, que cuando Él dijo: «Debo morir», intentó convencerle de que no lo hiciese diciendo: «Eso nunca pasará». Pedro dijo eso porque amaba a Jesús, no porque le odiase. Sin embargo, mientras servimos al Señor, debemos poner la mira en la voluntad del Señor. Debemos centrarnos en cosas mayores. En otras palabras, en vez de discutir por méritos humanos, debemos buscar la causa mayor. «Esto es lo que dice el Señor y esto es lo que quiere. ¿Cómo debemos servirle con Su mismo corazón y objetivo?». Debemos vivir con estos pensamientos. 
Sin embargo, entre los ministros que sirven al Señor y nuestros hermanos y hermanas, muchos de ellos solo se quedan contentos si son buenos en algo y si su trabajo va bien, pero cuando desmayan y están decepcionados, caen en la desesperación espiritual y mueren espiritualmente. Por supuesto, muchos en nuestro ministerio no son así. Hay creyentes que se regocijan cuando la voluntad de Dios se cumple y se entristecen cuando la voluntad de Dios no se cumple. En otras palabras, hay gente que pone su mira en la obra del Señor y que une su corazón con esta obra, ya les vaya bien o mal. Sus corazones están condicionados por la obra del Señor, y se entristecen o alegran con Él, según lo que ocurra con Su obra. 
Hay dos tipos de personas de fe: los que buscan la causa mayor, y los que buscan sus propios intereses. En las iglesias de Corintio, había santos que habían formado diferentes ramas, algunos decían ser de Apolo, otros de Pedro y otros de Pablo. Del mismo modo, en el cristianismo actual, hay gente que solo pone su mira en las cosas de los hombres, y no en la voluntad del Señor. Esta gente piensa como Pedro. Pero Dios no puede obrar a través de estos cristianos. Por eso los santos de estas iglesias fueron los primeros en corromperse cuando Roma declaró la libertad religiosa para los cristianos. Quedaron intoxicados por el mundo, y abandonaron la verdad de la salvación y la obra de Dios. Como resultado, estas regiones fueron las primeras en las que la obra del Evangelio desapareció.
Durante el campamento de entrenamiento para discípulos del invierno de 2001, me gustaría hacerles una pregunta a todos, incluido yo, y todos los colaboradores, santos e incluso los que no creen en este Evangelio: «¿Ponen su mira en las cosas de Dios o de los hombres?». Me gustaría compartir la Palabra sobre este asunto. Si ponemos la mira en las cosas del hombre, queremos satisfacer nuestros deseos. Todo lo que hagamos con esta mentalidad nos satisface si nuestros deseos se cumplen.
Pero, ¿qué ocurre cuando ponemos la mira en las cosas de Dios? Si Dios dice: «Os he salvado así», entonces nos guste o no, lo que tenemos que decir es «Amén. Si lo has hecho así, que sea así». Si tenemos una mente carnal y sucumbimos a las ideas humanistas, fracasaremos, si tenemos una mente espiritual, venceremos. Cuando Jesús dijo que tenía que morir, Pedro intentó convencerle de que no lo hiciera: «Eso nunca pasará». Pero Jesús le reprendió y le dijo: «Atrás, Satanás». Esto significa que los que ponen la mira en las cosas del hombre, son del Diablo. 
Como vivimos en la carne, es muy difícil negarla. Sin embargo, para vivir una vida de fe, es imperativo negarnos a nosotros mismos. Como Jesús dijo en este pasaje, quien quiera seguirle, debe negarse a sí mismo, cargar con su Cruz y seguirle. Por eso, es muy difícil para los nacidos de nuevo tener fe. Aunque es difícil, debemos examinarnos para ver si ponemos la mira en la vida de fe. Debemos preguntarnos si tenemos la mira puesta en las cosas carnales o en la voluntad del Señor, ya tengamos pensamientos humanos o del Espíritu, o ya sirvamos al Señor según Su deseo o el nuestro. Los que quieren que la obra de Dios tenga éxito, y se dedican a cumplirla, son los obreros de Dios y Sus siervos.
Aunque la voluntad de Dios no se cumpla enseguida, la gente debe tener como objetivo esta voluntad, y debe trabajar y sacrificarse por ella. Si es la voluntad de Dios, esta gente debe correr hacia la meta, ya tenga éxito o no, y cuando la obra se lleva a cabo, se regocija. De hecho hay pocas cosas que les den gozo, si no es la obra de Dios. Claramente, estas personas deben ser Sus siervos y obreros. Pero si a alguien no le importa lo que le ocurra a la voluntad de Dios y a Su obra, y solo le interesa su bienestar y felicidad, esa persona no es un obrero de Dios. Los que sirven al Señor deben examinarse a sí mismos para ver si están sirviendo a Dios o a sí mismos, y deben dedicar todo su corazón a vivir por el Señor.
Ahora estamos predicando el Evangelio del agua y el Espíritu. De alguna manera, proclamar el Evangelio por todo el mundo puede parecer un desafío importante, pero si lo miramos con fe, es un desafío que podemos lograr. Como el Señor nos ha dicho que prediquemos el Evangelio a toda tribu del mundo, como esta es la voluntad del Señor, Su placer y Su mandamiento, y como somos instrumentos para esa obra, todo lo que hacemos es obedecer Su mandamiento. No hay otra razón.
Francamente, creo que a lo largo de toda la historia del cristianismo, no ha habido ninguna misión u organización o denominación en todo el mundo que haya trabajado tan duro como nosotros. ¿Hay algún grupo misionero que esté predicando el Evangelio a más de 200 naciones del mundo? No hay ninguna denominación en este mundo, por muy grande que sea, que esté trabajando con todo el mundo en mente como nosotros. Pero, ¿qué ocurre cuando Dios nos ve desde Su punto de vista? Que estamos haciendo lo que Dios nos ha pedido como Sus siervos, ni más, ni menos.
Cuando los nacidos de nuevo llevamos a cabo la obra de Dios, ¿cómo están nuestros corazones? Debemos poner la mira en la obra de Dios, hagamos lo que hagamos. Si nuestros corazones están tristes con nuestra fe, se debe a que pensamos solo en la carne. La obra de Dios no es la causa de nuestros problemas o tristezas. Por supuesto, en algunos casos, sentimos como si nuestra tristeza y nuestros problemas viniesen de servir al Señor. Sin embargo, si consideramos esto de nuevo, veremos que en realidad se debe a que nuestros corazones buscan las cosas de los hombres y por eso sufren. Cuando pensamos en términos carnales, nos sentimos tristes y muy cansados. Si pensamos desde la perspectiva de Dios, es decir desde la voluntad de Dios, es cuestión de tiempo que paguemos el precio. Si pensamos cómo se cumple la obra de Dios a través de nuestro sacrificio, nuestros corazones se llenan de gozo y alegría.
No estoy diciendo esto para reprenderles, como si hubiesen dicho o hecho algo malo. Sino que se lo digo porque, en estos días en los que la venida del Señor está cercana, refinemos nuestra fe correctamente y vivamos con una fe libre de fallos o de resentimiento. 
Somos el pueblo de Dios que sigue al Señor. Sé que ustedes han trabajado duro y han sacrificado mucho mientras siguen al Señor, y asimismo han perdido y ganado mucho. Así es cómo los justos hemos vivido nuestras vidas. En este momento, no nos quedan muchos días para vivir, y por eso pienso en lo que debemos hacer. Debemos convertirnos en el tipo de gente que siempre está alegre cuando la obra de Dios va bien, y que está triste cuando la obra de Dios va despacio. Debemos pensar en la obra de Dios siempre. Nunca debemos pensar en las cosas de los hombres, ni entristecernos o alegrarnos solo por ellas. Nuestras creencias, pensamientos, y nuestra fe deben estar libres de la esclavitud de los deseos humanos, y deben estar puestos en las cosas de Dios.
Debemos tener esta fe y pensamientos. Solo entonces podremos seguir al Señor en estos tiempos, porque el fin no está lejos. Sean cuales sean nuestros méritos, debemos convertirnos en la gente que sigue al Señor, que está agradecida, y que puede estar de pie en el último día sin vergüenza, cuando vuelva el Señor. Esto solo es posible si nuestra fe pone la obra de Dios primero. Sin este tipo de fe, no se puede conseguir nada. 
Ustedes y yo nunca debemos sucumbir a los pensamientos de la carne como Pedro, que en el pasaje de hoy habló de lado del Diablo. Aunque a los ojos de Pedro parecía correcto evitar que Jesús cumpliese la voluntad de Dios, a los ojos de Dios, estaba hablando de parte de Satanás. Por eso, debemos dejar nuestros méritos de lado, y aprender qué tipo de fe debemos tener, según el pasaje de las Escrituras de hoy. Debemos tener en cuenta la obra de Dios. 
 


Nieguen sus pensamientos carnales

 
El Señor dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame». Puede ser duro obedecer Su Palabra. Sin embargo, sé muy bien que han seguido al Señor hasta ahora porque se han negado a sí mismos. ¿No es así? Estoy seguro de que sí. Sin embargo, el Señor nos lo pide de nuevo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame». Esta palabra no se nos dio solo una vez, sino continuamente. Tanto hoy como mañana, y hasta el día en que vuelva el Señor, esta Palabra es el mandamiento de Dios para nosotros.
Seguir al Señor y negarnos a nosotros mismos no es suficiente. El Señor dijo: «Cargad con vuestra Cruz y seguidme». La Cruz aquí denota sufrimiento. No hay nadie entre ustedes que no tenga una cruz. Por eso todo el mundo sufre. Hay una canción gospel excelente en nuestro libro de himnos que dice: «♪Aunque estoy cansado y solo, sé que Dios me está dando fuerzas♪». Sin embargo, lo que es importante es que no debemos caer en la autocompasión, aunque cantemos canciones como esta. No debemos pensar: «¡Qué duro es esto! ¡Soy tan miserable!».
Cuando servimos al Señor, todos llevamos nuestra cruz. La gente se da cuenta de esto cuando conoce al Señor, en cuanto recibe la salvación. Puede parecer que ser salvado, conocer al Señor y recibir su salvación y la vida eterna, es una cruz con la que hay que cargar. Todo el que quiera ser bendecido por el Señor se encuentra con esta Palabra primero. 
Este es el mandamiento del Señor. «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame». A veces es más duro negarse a uno mismo y cargar con la cruz que morir. Si la cruz estuviese muy lejos, podrían evitarla, pero ¿están sus cruces lejos? No, sus cruces están tan cerca de ustedes que no hay manera de evitarlas. Todo constituye una cruz: ustedes pueden ser su propia cruz, o su familia, sus amigos más cercanos, e incluso sus padres. Todas estas cosas pueden hacer que sea difícil seguir al Señor. 
¿Es una maldición para nosotros sufrir tanto para seguir al Señor después de nacer de nuevo? No, no es así. Todo el mundo tiene su propia cruz, aunque muchas personas no lo demuestren. ¿Y ustedes? ¿No tienen una cruz con la que cargar? Por supuesto que sí. Estoy seguro de que todos ustedes están de acuerdo. Como todo el mundo tiene una cruz con la que cargar, no hay nadie que no sufra mientras sirve al Señor. Debemos reconocer que todos nosotros tenemos una cruz con la que cargar, si no es la misma que la mía, tendrán una diferente; y si no se ve con los ojos, puede que tengan una cruz espiritual incluso mayor. Servir al Evangelio va acompañado de sufrimiento. Como el Señor dijo esto, es raro encontrarse con alguien que no sufra. 
Pero, incluso entre tantas pruebas, el Señor nos manda que le sigamos. Por tanto, debemos aceptar nuestra cruz y estar más agradecidos por ella. Si no tuviésemos una cruz con la que cargar, ¿no seríamos muy orgullosos? Hay muchos de nosotros que, sin tener una cruz con la que cargar, nos volveríamos orgullosos. Así, estaríamos convencidos de que por nosotros mismos valemos la pena, y no amaríamos a nuestros hermanos y hermanas de fe, con lo que seríamos un trampolín hacia su muerte espiritual, porque diríamos: «¿Es eso todo lo que saben hacer? Su fe no es correcta. La mía es correcta». Entonces no habría nadie aquí. Acabaríamos solos en la Iglesia y viviríamos como si fuéramos mejores que Jesús. La gente así no puede soportar a nadie que sea débil.
Sin embargo, esto no puede ocurrirnos a nosotros, porque ustedes y yo tenemos una cruz con la que cargar. Si nuestra cruz fuese de madera, nos la podríamos quitar, pero esto no es posible porque nuestra cruz nos acompaña allá donde vayamos. Es inevitable que los que han sufrido tengan compasión de otras almas que pasan por lo mismo, porque ellos han tenido los mismos problemas. Como nosotros somos así, como tenemos compasión por los demás, estamos aquí reunidos para adorar y servir al Evangelio.
Todo el que sirve al Evangelio tiene una cruz con la que cargar. Por eso el Señor nos ordena que nos neguemos a nosotros mismos y le sigamos. La fe consiste en seguir al Señor pase lo que pase. En otras palabras, consiste en negarnos y seguirle. Esta Palabra de la Verdad merece ser considerada y escuchada miles de veces. Sean cuales sean nuestras circunstancias y situaciones, debemos aplicar esta Palabra a nuestra fe, nuestros pensamientos y circunstancias. Si hay algo que requiera que nos neguemos a nosotros mismos, debemos negarnos. Los que se consideran demasiado débiles deben negar esos pensamientos y decirse a sí mismos que son fuertes en Cristo, porque creen en el Señor. Por otro lado, los que piensan que son fuertes y perfectos, deben mirar hacia el Señor y decirse que no son nada. Debemos negarnos a nosotros mismos y cargar con nuestra cruz, y si el Señor permite que pasemos por períodos de prueba, debemos seguirle. 
El Señor nos dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame». No tenemos otra cosa que hacer que seguir al Señor y aceptar Su Palabra. ¿Por qué? Porque sus predecesores de la fe han seguido al Señor incluso en la adversidad. Si piensan así: «Parece que mis predecesores de la fe no han sufrido. Parece que todo les va bien y siempre están contentos», entonces están muy equivocados. Los predecesores de la fe en la Iglesia de Dios se han negado a sí mismos durante mucho tiempo para servir al Evangelio del agua y el Espíritu y seguir la voluntad de Dios. Como es tan duro y difícil, sus predecesores de fe se reúnen de vez en cuando para jugar al fútbol. El Rev. Kim, que ahora está solo en los Estados Unidos, me confió una vez que no tenía a nadie con quién jugar al fútbol. Se acuerda de cuando se lo pasaba tan bien jugando al fútbol solo con nosotros con una pelota hecha con trozos de esponja o con calcetines, cuando estaba en Corea. También me dijo que cuando conduce, va cantando canciones coreanas. Le entiendo. Como ven es duro para el Rev. Kim seguir al Señor mientras se niega a sí mismo para hacer las cosas de Dios. 
¿Saben lo útiles que son las groserías de vez en cuando? ¿Acaso no son parte del lenguaje? Sí, lo son. ¿Pueden vivir sin el lenguaje? Algunas personas, cuando me escuchan predicar, dicen: «Ese pastor tiene una lengua muy sucia». Pero yo no digo palabras feas muy a menudo. Sin embargo, cuando estoy muy enfadado, sí que digo palabras feas. No lo puedo evitar. Si no lo hiciera, mi presión sanguínea estaría tan alta, que me moriría. Cuando estoy estresado, la presión sanguínea se me sube por las nubes, de manera que no veo nada, ni siquiera a la gente de mi alrededor. Así que cuando no hay gente alrededor, digo las peores obscenidades; si hay algo por el suelo, le doy una patada; o entro en el baño, abro el grifo para que nadie me oiga, y digo más palabrotas que un pirata. 
¿Qué ocurre después de decir tantas palabrotas? Que me pregunto: «¿No me he pasado? ¿Acaso no soy como los demás? Entonces, ¿por qué me quejo de los demás si soy igual que ellos?». Entonces me contesto a mí mismo: «Es verdad. No soy mejor que nadie, pero todo es difícil. Me siento avergonzado».
¿Qué hubiera ocurrido si el Señor no hubiese vivido en el mundo durante 33 años? Él experimentó lo duro que es vivir con la carne. Así que esta escrito: «Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado» (Hebreos 4, 15). Si Jesús no hubiese experimentado cómo la vida es una cruz, no podría contestar nuestras oraciones. Como el Señor experimentó todo lo que nosotros vivimos, conoce nuestras oraciones y quiere ayudarnos a los que somos débiles. Por eso estamos orando al Señor. 
Hoy me gustaría pedirles que pongan su mira en las cosas de Dios, en vez de en las cosas de los hombres. Debemos dejar de aferrarnos a las cosas de los hombres. Debemos tener una mente abierta, porque si es estrecha, nos convertiremos en pícaros mundanos. Si olvidamos nuestra causa y solo pensamos en nosotros mismos, al final lo haremos todo por nosotros y por nuestros propios medios. Debemos vivir por el Señor, entonces, ¿no es ridículo preocuparnos solo de nosotros mismos en vez de pensar en el Señor? Para que un país prospere, debe haber muchos patriotas que se sacrifiquen por su país. Si hay más gente que solo se preocupa de sí misma, que patriotas que se sacrifican por su país, esa nación caerá. 
A veces, cuando estamos trabajando en un proyecto grande, vemos que la gente se preocupa por cosas sin importancia, y nos preguntamos: «¿Qué les ocurre?». Pero si nos ponemos en su lugar, podremos entender sus preocupaciones. Lo importante es no ponen la mira en las cosas de los hombres, como Pedro hizo. Cuando ponemos la mira en las cosas de Dios, podemos resolver los problemas que se nos presentan y podemos resolver las dificultades. En otras palabras, pensar en la obra de Dios es la respuesta a todos nuestros problemas. Cuando creemos en Dios y llevamos a cabo Su obra, podemos superar nuestras insuficiencias y cargar con nuestra cruz. Mientras servimos al Señor, ¿se preguntan alguna vez: «Si sigo así, moriré de cansancio»? En momentos como este debemos tener fe y estar unidos, diciéndonos: «Vamos a acabar todo lo que tengamos que hacer antes de morir. Si fallamos, estaremos pecando ante Dios. Debemos completar todo lo que tenemos que hacer. Debemos predicar el Evangelio al mundo ahora con todas nuestras fuerzas».
¿Se preguntan qué puede conseguir un grupo de personas que no es más que un puñado pequeño de gente? Dios cumple Su obra a través de quien sea. Si Dios bendice nuestro ministerio, si Sus siervos trabajan, y si ustedes trabajan con ellos, incluso un número reducido de personas pueden predicar este Evangelio a todo el mundo más de mil veces. ¿Es esto más que posible? Por supuesto que sí.
El número total de miembros de nuestra misión, incluyendo niños, es de 300 personas. Si cada uno de nosotros toma un país, solo nos quedarían 50, ya que hay 250 países en el mundo. Si ustedes pueden más, serán responsables de 10 países, o de incluso 20. Pero, si no pueden, solo se ocupan de medio país, y si son menos capaces todavía, entonces entre cinco toman un país. Cuando los justos nos reunimos, no hay nada que no podamos conseguir, porque Dios está con nosotros. Aunque hay más de 5000 tribus en el mundo, nuestros 300 miembros deben tomar cada uno 17 tribus. ¿Podemos hacer esto solo con nuestras fuerzas? No. Es Él quien nos da fuerzas par hacer todas las cosas. Todo lo que tenemos que hacer es orar a Dios para que Su obra tenga éxito y el resto lo hará Él. Como Dios nos ha ordenado que hagamos esta obra, ¿no creen que nos dará fuerzas para ello?
A partir de este año y hasta el que viene, quiere difundir el Evangelio a la mayoría de los países del mundo en dos años. Si trabajamos duro, podremos conseguirlo. Si el Señor nos da fuerzas, podremos conseguir este objetivo; si no nos da fuerzas, no lo conseguiremos. Como el Señor nos ha dicho que llevemos a cabo esta obra, debemos hacerlo confiando en el Señor. Sin embargo, solo en Corea, son muy pocos los que han aceptado este Evangelio, a pesar de haberlo predicado muchas veces. Y muchas personas lo han rechazado. Ocurre lo mismo en otros países.
Sin embargo, los que buscan a Dios en cualquier parte del mundo, ahora pueden acceder a nuestros libros fácilmente. Estamos distribuyendo nuestros libros gratuitamente, tanto de forma impresa como electrónica, para que todo el que busque al Señor, lo pueda encontrar. Los que no buscan a Dios y no ponen su mira en Su obra, no lo encuentran, aunque vivan aquí en Corea, cerca de nosotros. Si la gente no encuentra al Señor, no puede alcanzar su salvación. Esto no se debe a que no tengamos poder, sino a que el Señor tiene el poder y a que Su voluntad es que el Evangelio se predique por todo el mundo, por lo que esto se cumplirá. Todo lo que nosotros hacemos es llevar a cabo su obra por fe.
¿Puede fracasar la obra de servir al Señor? ¿Acabará Su obra de predicar el Evangelio por todo el mundo sin cumplir su objetivo? Esta empresa de Dios no puede fallar. Las empresas de Dios nunca fracasan. La razón por la que tenemos tanta seguridad es que es la voluntad de Dios. Estamos sirviendo al Señor en estas circunstancias. Hemos hecho mucho trabajo este año pasado. Y este año también, los santos y siervos de Dios están haciendo la obra del Evangelio, pero debemos aumentar la velocidad. Si toman su cruz y siguen al Señor, si piensan en la obra de Dios y dedican su cuerpo y su menta a ella, y si sirven al Evangelio por fe, el Evangelio será predicado por todo el mundo, así que puedo decir con toda confianza que ya se ha predicado completamente.
 


Los que deseen morir por el Señor, vivirán Pero los que quieran vivir por sí mismos, morirán

 
Quien quiera preservan su vida de los problemas, morirá, pero quien esté dispuesto a perder su vida por el Señor, será salvado. Esta es la Palabra de la Verdad. Puede parecer que moriremos si ponemos la mira en el Señor y Su obra y creemos en Él, pero en realidad estamos viviendo. Si, por el contrario, intentamos salvarnos a nosotros mismos, moriremos. Precisamente por esta razón, como queremos vivir, que cargamos con nuestra cruz, nos negamos a nosotros mismos y seguimos al Señor. En otras palabras, seguimos al Señor porque queremos que nuestras almas vivan, pase lo que pase con nuestros cuerpos. Si nuestras almas murieran después de vivir así, ¿quién seguiría al Señor? Si este camino de seguir al Señor, fuese el camino hacia la destrucción, ¿quién querría seguirle? Sería imposible seguir al Señor si eso nos llevara a la destrucción. El único camino de la vida que nos salva, es poner la mira en la obra de Dios y dedicarnos a esta obra de servir al Evangelio, incluso hasta la muerte, y por eso nos hemos negado a nosotros mismos por fe, hemos tomado nuestra cruz, y ahora seguimos al Señor. Aunque lo que veamos ahora parezca fracaso e imposibilidad, debemos vivir así porque al final es el único camino hacia la salvación, la vida eterna y las bendiciones.
¿Alguno de ustedes se pregunta por qué hay tan poca gente en Corea que tenga este Evangelio? ¿Saben cuánta gente tenía el Apóstol Pablo cuando predicaba el Evangelio? Solo unas doce personas en Efeso, diez en Roma, unas pocas en Tesalónica y otras diez en Colosas. En cada iglesia que plantaba, tenía que predicar a una congregación de menos de 50 personas. 
Comparado con esto, nuestra iglesia tiene muchos miembros. Antes del culto de adoración de hoy, me he pasado por la escuela dominical, y allí he visto 3 profesores y 30 estudiantes. Si comparamos este número con el de una mega iglesia del mundo, nuestra escuela dominical es muy pequeña, aunque reunamos a todos los niños de nuestras iglesias de todo el mundo. Sin embargo, a los ojos de Dios, nuestra escuela dominical es grandiosa. En ella se encuentra la vida y la Palabra, los profesores son verdaderos maestros que predican el Evangelio del agua y el Espíritu, y los estudiantes que escuchan a estos maestros son nacidos de nuevo. Cuando los estudiantes de nuestra escuela dominical en la Iglesia de Dios, escuchan la Palabra, creen en ella inmediatamente y la ponen en práctica.
Al conseguir nuestra salvación, estamos aquí reunidos en Corea, adorando y sirviendo a Dios. Aunque los hermanos y hermanas de Corea no son muchos, si contamos a todos los santos nacidos de nuevo de todo el mundo, el número de miembros de nuestra iglesia es bastante elevado. Si hay alguna denominación más grande que la nuestra en el mundo, que se levante. ¿Debemos reunir a todos nuestros santos y siervos de Dios de todo el mundo y luchar una batalla espiritual contra los cristianos pecadores del mundo? Aunque nos atacasen por miles, no nos vencerían, sino que les ganaríamos, aunque solo tuviésemos a doce de nuestro lado. Como los justos tenemos la Palabra, la espada de la Verdad, si abrimos la Biblia y les mostramos algunos pasajes, tendrán que admitir que su fe es falsa.
Hace mucho tiempo, Elías, un profeta de Dios, se escondió en una cueva. Dios le llamó entonces. Así que Elías contestó: «Señor, todo el que te teme está muerto, y todos Tus siervos han sido asesinados. Soy el único que queda». ¿Qué dijo entonces nuestro Señor? Dijo: «Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal y cuyas bocas no lo besaron» (1 Reyes 19, 18). Hay gente de Dios en todos los rincones de la tierra. Aunque no los veamos con nuestros propios ojos, a los ojos de Dios Su gente está por todas partes.
El siervo de Dios que ha presidido la adoración antes de que yo empezara a predicar, dijo que hay unos 100 trabajadores de nuestro ministerio en Corea, pero en realidad hay muchos más por todo el mundo. Están compartiendo nuestros libros y predicando el Evangelio con sus labios. Así muchas personas han recibido la remisión de los pecados a través de ellos, y por eso al final de los tiempos nuestra denominación será la más grande del mundo. Incluso en el presente, todos los miembros de nuestra iglesia son muchos, pero les pido que lo vean con los ojos de la fe, y que sepan que al final de los tiempos habrá muchos más.
Está escrito en el Libro del Apocalipsis, que una multitud incontable vestida de blanco, incontable por el hombre, se presentará ante el Señor el último día (Apocalipsis 7, 9). Así que el Apóstol Juan le preguntó al Señor: «Señor. ¿Quién es esta gente?». Entonces el Señor dijo que eran los que habían salido de la gran tribulación (Apocalipsis 7, 14). ¿Quién es esta gente de la que habla el Libro del Apocalipsis? Los que han nacido de nuevo del agua y el Evangelio. En otras palabras, los que han triunfado al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu en medio de la gran tribulación y los que han recibido la salvación de Dios, saldrán al mismo tiempo. Creo en esto con mis ojos de la fe. Hoy en día, los obreros y santos de nuestra Misión son solo 300, pero si contamos 300 en cada uno de los países en los que estamos, una gran cantidad de personas será salvada antes de que vuelva el Señor. Al final de los tiempos las multitudes recibirán la remisión de los pecados. Mis queridos hermanos, ¿creen en la Palabra de la Biblia?
Todo esto lo conseguirá Dios. Él mismo hace que todo ocurra según Su voluntad. Nosotros somos Sus instrumentos, pero como tales debemos poner nuestros esfuerzos en su obra. Esto es lo que estamos haciendo. Trabajamos así en el 2000, 2001, y 2002, y hasta el día en que el Señor vuelva, seguiremos haciendo Su obra. No nos queda mucho tiempo para trabajar en el extranjero. Algunos hermanos dicen: «Si pasa el 2002 y Jesús no ha vuelto todavía, dejaremos de servirle», pero Jesús no va a volver entonces. Un granjero debe sembrar una semilla en la estación adecuada. Solo cuando la siembra en el momento adecuado, podrá germinar y dar fruto. Entonces el granjero podrá recoger la cosecha a su debido tiempo. Nosotros estamos trabajando para sembrar la semilla. Aunque este trabajo parezca poca cosa por ahora, será maravilloso. De hecho ya es maravilloso y ha dado muchos frutos. Pero todavía será mejor. Cuando una sola semilla plantada germina, ¿cuántos frutos da? Muchos. Es el mismo principio.
Ahora estamos plantando la semilla del Evangelio por todo el mundo, y si una persona lo acepta, entonces dará muchos frutos. Imaginen lo que ocurriría si 30 personas de todo el mundo reciben la remisión de los pecados y dan 60 o 100 veces más frutos. Si toda esta gente saliera para predicar el Evangelio, el fruto de su labor aumentaría exponencialmente. Si hemos predicado el Evangelio a una persona, esto significa que no es el fin; sino que de esta persona, es posible que millones de personas reciban la remisión de los pecados. En otras palabras, gracias a esta persona predicará el Evangelio por todo el mundo.
Mientras vivimos con fe en esta era, debemos dejar de lado nuestros pensamientos humanistas, y poner la mente en la obra de Dios y en Su Palabra de Verdad. Debemos pensar en la obra de Dios, negarnos a nosotros mismos, cargar con nuestra Cruz y seguir al Señor. Aunque en nuestros problemas no podamos negarlo todo por completo, aún así debemos negarnos a nosotros mismos cuanto podamos y seguir al Señor. Tenemos que negarnos a nosotros mismos todos los días ya que siempre hay algo que negar hoy y mañana. No hay nadie completo. Hasta el día en que nos presentemos ante el Señor, pasaremos por dificultades y habrá muchas cosas que negar. Nuestro destino es vivir así hasta el día en que vayamos al Señor. 
Por casualidad, ¿creen que son los únicos que están pasando por dificultades? En realidad, sin embargo, todos nosotros estamos pasando por muchas dificultades. Por eso debemos cargar con nuestra cruz y negarnos todos los días para vivir por el Señor. Incluso en nuestras dificultades, vivimos todos los días por la fuerza y la gracia que el Señor nos ha dado. Estamos haciendo Su obra porque confiamos en la gracia de Dios, y por esta gracia tenemos fuerzas. Seguir al Señor por Su gracia es vivir con la fe correcta.
Aunque es fácil hablar de vivir una vida de fe con palabras, es difícil practicarla. Ha sido muy difícil para todos nosotros llevar a cabo nuestras tareas mientras nos negamos a nosotros mismos todos los días. Estoy muy contento de verles así y muy agradecido a Dios de que no hayan muertos espiritualmente, sino que hayan vivido por fe mientras servían al Evangelio por separado en los últimos meses. Mis queridos hermanos, no muramos y vivamos con fe hasta el último día. Vivamos con fe y pongámonos la corona cuando venga el Señor. Vivamos con fe hasta el último día para ser el tipo de siervos al que Dios felicita. 
En la parábola de los talentos, un señor les dejó a sus siervos cinco, dos y un talento respectivamente. Mientras el señor felicitó a los que habían recibido cinco y dos talentos de las rentas, reprendió al que no había recibido ningún talento y fue despedido, ya que había enterrado el talento y no lo había usado. Es mejor pasar por dificultades y seguir al Señor confiando en Él, para que no nos reprenda y nos arroje a la oscuridad el último día. Para vivir y prosperar más, les pido que se nieguen a sí mismos y sigan al Señor con fe.
Espero y oro por que sigan al Señor en los momentos difíciles hasta que lo vean cara a cara.