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Tema 15: Gálatas

[Capítulo 5-2] Los efectos de la fe que obra por el amor (Gálatas 5, 1-6)

Los efectos de la fe que obra por el amor (Gálatas 5, 1-6)
«Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley. De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído. Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia; porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor».
 

¿Qué nos está diciendo Pablo?

En Gálatas 5, 1 está escrito: «Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud». Este pasaje nos dice que no debemos circuncidarnos y volver a ser pecadores porque Jesús vino a librarnos de nuestros pecados. Nuestro Señor nos ha hecho hijos de Dios al salvarnos de los pecados de este mundo mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. En realidad nos ha dado la salvación y la libertad verdaderas a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu.
El Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado es suficiente para hacernos hijos de Dios porque evita que recibamos la maldición del pecado, nos convirtamos en siervos del pecado y esclavos suyos. Dios nos ha dado fe para creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y para que vivamos en sus bendiciones. Por eso nos hemos convertido en hijos de Dios al creer en su precioso Evangelio. Por eso Pablo nos dijo que nos mantuviésemos firmes en la fe creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu y sin estar bajo el yugo de la Ley. Dicho de otra manera, se nos dice que no debemos estar sujetos a obras o costumbres porque hemos sido liberados al tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
La Ley de Dios es la Ley sagrada que Dios nos ha dado para que nos demos cuenta de nuestra verdadera naturaleza. ¿Alguno de ustedes puede cumplir la Ley a rajatabla? ¡No! Por eso no somos libres del pecado completamente cumpliendo la Ley de Dios, sino que es el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios el que nos ha hecho libres.
 


La fe correcta empieza creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu


Gálatas 5, 2: «He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo». Pablo nos está diciendo: «Si os circuncidáis, no recibiréis ningún beneficio espiritual».
Si pudiéramos convertirnos en el pueblo de Dios al recibir la circuncisión de la carne, entonces lo deberíamos hacer. Pero nos hemos librado del pecado y nos hemos convertido en hijos de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Jesucristo nos ha salvado de nuestros pecados al venir al mundo, ser bautizado, derramar Su sangre y morir en la Cruz. Hemos sido aceptados como el pueblo de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si pudiéramos ser hijos de Abraham al recibir la circuncisión de la carne, ¿de qué nos serviría la obra de Jesús que le hizo venir al mundo, cargar con nuestros pecados en Su bautismo, ser clavado en la Cruz, morir derramando toda Su sangre y salvarnos de todos nuestros pecados al resucitar de entre los muertos?
Para entender la Epístola del Apóstol Pablo a los gálatas debemos conocer la situación en tiempos de Pablo cuando los seguidores de la circuncisión perturbaban la paz en la Iglesia. Durante los comienzos de la Iglesia ¿cuál era la costumbre entre los judíos-cristianos? La circuncisión. Lo hacían porque creían que podían ser aceptados como el pueblo de Dios si recibían la circuncisión según la Ley y la tradición del judaísmo. Incluso hoy en día, los judíos reconocen que si tienen la marca de la circuncisión son considerados «hijos de Abraham». Aunque entraron en la Iglesia de Dios, escucharon y entendieron el verdadero Evangelio, siguieron aferrándose a su fe en la circuncisión. Además los judíos-cristianos de la Iglesia Primitiva ignoraban a los que no habían sido circuncidados.
Por eso el Apóstol Pablo dijo: «Si los fieles de las iglesias de Galacia se pudieran convertir en el pueblo de Dios mediante la circuncisión, entonces ¿de qué sirve que Jesús viniera al mundo, se bautizara, muriera en la Cruz y nos diera la salvación al resucitar de entre los muertos?». Nos está diciendo que la circuncisión física no vale para nada y además es un precepto malvado que lleva a las almas a la destrucción.
Por supuesto, entre los cristianos de hoy en día, no hay nadie que quiera circuncidarse y no hay nadie que se haya circuncidado. Pero el problema reside en que hay doctrinas que se parecen a la falacia de los defensores de la circuncisión. Me refiero a la doctrina del arrepentimiento, cuya gravedad es enorme. Por tanto debemos examinar la falacia de las oraciones de penitencia en la que creen los cristianos de hoy en día.
En principio fuimos gentiles, pero nos convertimos en el pueblo de Dios cuando creímos en Jesucristo como el Salvador y cuando recibimos la remisión de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto decir que «la remisión de los pecados se recibe con la circuncisión o mediante oraciones de penitencia en la Iglesia de Dios» es una creencia equivocada. Del mismo modo en que en las iglesias de Galacia había quienes decían que «hay que circuncidarse para poder ser parte del pueblo de Dios», hay gente hoy en día que proclama que «hay que ofrecer oraciones de penitencia para limpiar los pecados». Esta gente es malvada y no conoce el poder del Evangelio del agua y el Espíritu y van en contra de la voluntad de Dios.
Hoy en día muchos cristianos creen que después de pecar, si ofrecen oraciones de penitencia, sus pecados se van. Esta doctrina es incorrecta. La razón es que es inadecuada y convierte el Evangelio del agua y el Espíritu en algo inútil. Decir que los pecados se pueden borrar si se ofrecen oraciones de penitencia quiere decir que la Verdad de Jesucristo que nos salvó al venir al mundo, bautizarse, morir en la Cruz y resucitar de entre los muertos, fue en vano. El Señor nos dio la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Si tuviéramos que borrar nuestros pecados confiando en las oraciones de penitencia y no creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos dio, entonces no tendríamos ningún beneficio espiritual.
 

¿Puede una persona borrar sus pecados mediante oraciones de penitencia ofrecidas a Dios?

No es verdad que nuestros pecados se borren cuando ofrecemos oraciones de penitencia a Dios. Entonces ¿cómo desaparecen nuestros pecados? Los pecados de todo el mundo se borran cuando creemos en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Entonces se puede pensar que después de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu se puede pecar de nuevo, y entonces ¿cómo se puede borrar los pecados? Entonces los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu también pueden verse tentados a ofrecer oraciones de penitencia cuando pecan. Sin embargo, la gente que ha recibido la remisión de los pecados de una vez por todas al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu no debe ofrecer oraciones de penitencia. Les pido que crean de corazón en este Evangelio de Verdad que ha borrado todos esos pecados.
Para ello debemos reconocer los pecados que hemos cometido y el hecho de que estamos llenos de pecados y no podemos evitar pecar. Para comunicarnos espiritualmente con el Señor debemos tener fe. Los que hemos nacidos de nuevo debemos hacer la siguiente confesión porque hemos pecado por culpa de la debilidad de la carne: «Señor, he cometido estos pecados y por eso debo ir al infierno. Pero me has salvado tomando mis pecados y los de todo el mundo al ser bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán, al morir en la Cruz y resucitar de entre los muertos. He seguido pecando y debo ser condenado por estos pecados, pero Señor, me has salvado de estos pecados también de una vez al ser bautizado por Juan el Bautista, morir en nuestro lugar en la Cruz y resucitar de entre los muertos. Señor, creo que el Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad. Señor, creo en el bautismo que has recibido y en la sangre en la Cruz. Por eso te ofrezco mi gratitud por salvarme de todos mis pecados».
Al tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu debemos confesar nuestros pecados, pensar en nuestra fe y seguir firmes creyendo en la Verdad. Así podemos seguir al Señor siempre con fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu pudimos librarnos de todos los pecados y convertirnos en los obreros de Dios que salvan almas. El Señor nos ha dado el verdadero Evangelio y nuestro corazón es justo por la fe que cree en esta Verdad que nos hace alabar a Dios siempre. Somos siempre justos porque creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, y por ninguna otra razón. Nuestros pecados no desaparecen ofreciendo oraciones de penitencia.
Jesucristo tomó nuestros pecados de una vez por todas en el bautismo que recibió de Juan el Bautista, murió en nuestro lugar en la Cruz derramando Su sangre, nos salvó a los que creemos en esta Verdad de todos los pecados al resucitar de entre los muertos, y nos dio en Espíritu Santo. Si Jesucristo no hubiese muerto en nuestro lugar después de tomar nuestros pecados en Su bautismo, nuestros pecados nunca hubieran sido borrados. Jesucristo ha salvado a todo el mundo de sus pecados, y quien cree en el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor ha completado de todo corazón, está sin pecado. Pero si decimos que nuestros pecados se borran ofreciendo oraciones de penitencia, es como decir que Jesucristo no ha hecho nada por nosotros. Por eso deben saber que quien crea en la doctrina de las oraciones de penitencia y la defienda, está cometiendo un gran pecado, ignorando y profanando la obra del Señor.
El Evangelio del agua y el Espíritu, la Verdad de la salvación, es la Verdad y por eso si creemos en él de corazón, podemos recibir la salvación de nuestros pecados. El Evangelio del agua y el Espíritu es la nueva alianza que Dios ha hecho con nosotros. La promesa de una nueva alianza que sustituiría a la antigua alianza del Antiguo Testamento porque era inútil, se cumplió con el Evangelio del agua y el Espíritu (Jeremías 31, 31, Hebreos 8, 8-13). Según esta promesa, si creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu de corazón recibiremos la salvación verdadera de Dios. El que nos da la verdadera salvación de los pecados es Jesucristo.
Por tanto quien afirme que hay que ofrecer oraciones de penitencia para borrar los pecados tiene una fe falsa. Deben saber que quien intente borrar sus pecados a través de las oraciones de penitencia se ha alejado de Jesucristo y ha sido atrapado por un falso precepto de Satanás.
 

Existen varias versiones modernas de los defensores de la circuncisión en el cristianismo de hoy en día

Estoy bastante seguro de que en el cristianismo de hoy en día no hay nadie que diga que se debe recibir la circuncisión de la carne para convertirse en el pueblo de Dios. Pero hay mucha gente que cree que para borrar sus pecados diarios debe ofrecer oraciones de penitencia. La doctrina del arrepentimiento consiste en que si alguien comete pecados después de creer en Jesucristo, esa persona debe ofrecer oraciones de penitencia para borrarlos. Es cierto que la doctrina del arrepentimiento prevalece en el cristianismo de todo el mundo. Esto significa que la doctrina del arrepentimiento es aceptada como legítima en el cristianismo de hoy en día.
Sin embargo, esta doctrina es falsa. La fe que cree que uno puede borrar sus pecados personales es como la fe de los que insistían en la circuncisión como condición para convertirse en el pueblo de Dios que circulaba en la época de la Iglesia Primitiva. Creer en esta doctrina es cometer el pecado de burlarse del amor de Dios y de Su Verdad de salvación. En realidad esto demuestra que una doctrina tremendamente errónea prevalece en este mundo. Todos los cristianos deben conocer la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y creer en ella para que sus pecados sean borrados. Pero si tuviéramos que recibir la remisión de los pecados haciendo algo de nuestra parte, entonces negaríamos el amor de Dios y Su salvación directamente. Esto se debe a que nuestra salvación no requiere ningún tipo de actuación por nuestra parte.
Si comparásemos las teorías de los defensores de la circuncisión de la época de la Iglesia Primitiva a la fe de los cristianos de hoy en día, estudiando el Libro de Gálatas, averiguaríamos que la base Bíblica de la doctrina del arrepentimiento está equivocada. Hay mucha gente que cree en esta falsa doctrina de las oraciones de penitencia en el cristianismo de todo el mundo. Incluso se dan cuenta de que sus pecados no se borran ofreciendo oraciones de penitencia. Es deplorable ver que ni siquiera se plantean que la doctrina de las oraciones de penitencia sea incorrecta bíblicamente. Queridos hermanos, deben darse cuenta de que esta fe es incorrecta y de que sus pecados no pueden borrarse ofreciendo oraciones de penitencia una vez han creído en Jesús.
Ofrecer oraciones de penitencia y arrepentirnos son dos cosas diferentes. Según la Palabra del Señor, arrepentirse es darse cuenta de que se ha obrado mal cuando se va por el mal camino y después volver al buen camino. Sin embargo, ofrecer oraciones de penitencia es orar para obtener el perdón y recibir la remisión de los pecados personales. «Señor, he pecado. Por favor, perdóname». Intentar recibir la remisión de los pecados diciendo estas palabras es seguir la doctrina de las oraciones de penitencia. Por tanto creer que una persona puede recibir la remisión de los pecados ofreciendo oraciones de penitencia por los pecados es muy grave y es un gran pecado contra Dios. Esto es como ignorar y profanar el amor de Dios y el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso, a través del Evangelio del agua y el Espíritu, debemos darnos cuenta de la falacia de la doctrina del arrepentimiento y rechazarla.
Leamos Gálatas 5, 3: «Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley». El Apóstol Pablo intenta enseñar a los que dicen haberse convertido en el pueblo de Dios al ser circuncidados las obligaciones que tienen por la fe. Dijo que los que defendían la circuncisión tenían la obligación de cumplir toda la ley. En otras palabras, los que recibieron la circuncisión debían cumplir los 613 estatutos de la Ley. De hecho, esta gente no conocía los 613 estatutos, pero aún así se les pide que cumplan algo que no conocen para recibir la salvación de sus pecados. Por eso están muy confusos.
La Biblia dice que si alguien cumpliera toda la Ley perfectamente, recibiría la salvación. Sin embargo en este mundo no hay ni una sola persona que cumpla toda la Ley. Por eso el Señor dijo: «No hay justo, ni aun uno» (Romanos 3, 10). Por eso Jesucristo tuvo que cargar con nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y así nos salvó muriendo en nuestros lugar en la Cruz y resucitando de entre los muertos. El Señor prometió que daría el poder de convertirse en hijos de Dios a los que creyeran en el Evangelio del agua y el Espíritu, y según esta promesa nos ha dado la remisión de los pecados y el don de la salvación, así como el derecho a convertirse en hijos de Dios a los que creen en este precioso Evangelio.
La mayoría de los cristianos de hoy en día intentan ser justos a los ojos de Dios volviendo al pasado y cumpliendo la Ley, sin tener en cuenta el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesucristo nos dio. Los que intentan recibir la remisión de los pecados mediante oraciones de penitencia son iguales que los defensores de la circuncisión que existían en tiempos del Apóstol Pablo. Los cristianos de hoy en día se preocupan como si los pecados no se borrarán si no ofrecen oraciones de penitencia, pero esta doctrina no es correcta.
El Apóstol Pablo dijo a los que tenían fe legalista: «De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído» (Gálatas 5, 4). Pablo dice que los que intentan ser el pueblo de Dios mediante ceremonias, festividades y circuncisiones según la Ley, son como los que se desligan de Jesucristo. Creamos o no en el Evangelio del agua y el Espíritu, si intentamos recibir la salvación siguiendo la Ley de Dios, estaremos desligados de las bendiciones de Dios. Incluso ahora, la gente que intenta recibir la circuncisión de la carne u ofrecer oraciones de penitencia están devolviendo el don de la salvación del Señor después de haberlo recibido. Además esto es como intentar reemplazar la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu con la doctrina de las oraciones de penitencia, y por eso es una fe falsa.
En el cristianismo de hoy en día, los que creen que una persona recibe la salvación de los pecados ofreciendo oraciones de penitencia son legalistas. Los que no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu viven sus vidas de fe bajo la Ley. Pero a pesar de ello, la Ley no es incorrecta. La Ley de Dios es algo bueno. Pero una persona recibe la salvación de sus pecados cuando nace de nuevo y cree en el Evangelio del agua y el Espíritu y no cumpliendo todos los estatutos de la Ley de Dios.
Dios Padre envió a Jesucristo a este mundo, sabiendo que somos tan débiles que no podemos cumplir la Ley, y Jesucristo borró todos los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el Bautista y al morir en la Cruz. Ahora Jesucristo ha completado nuestra salvación para que quien crea en el Evangelio del agua y el Espíritu reciba la remisión de los pecados y sea una persona justa. Pero es penoso que haya gente que intente cumplir la Ley para recibir la salvación de los pecados y ser el pueblo de Dios. Son como los defensores de la circuncisión en la iglesias de Galacia, y como ellos muchos cristianos intentan recibir la salvación de sus pecados ofreciendo oraciones de penitencia o viviendo según la Ley y no conocen el don de la salvación de Dios. Esta gente ha sido desligada de Jesucristo.
Actualmente hay una gran diferencia entre la fe de los nacidos de nuevo que creen en el verdadero Evangelio del agua y el Espíritu y la de los demás cristianos que sólo creen en la sangre de Cristo. Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu han recibido la remisión de los pecados y son justos gracias a su fe. Pueden llevar vidas justas sirviendo al Evangelio por la fe como pueblo de Dios y miembros de Su Iglesia. Los justos que han recibido la remisión de los pecados se unen para servir al Evangelio, rezar por las obras de Dios y dedicarse a las obras que se les han confiado aunque nadie las aprecie. Esto se debe a que el Espíritu Santo está en los corazones de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. El Señor se complace con los que han nacido de nuevo (Sofonías 3, 17). El Señor se complace con ellos porque se han convertido en hijos de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Los pecadores cristianos creen en falso que una persona debe ofrecer oraciones de penitencia por los pecados que comete después de recibir la remisión de los pecados creyendo sólo en la sangre de Cristo. Dicen que eran pecadores antes de creer en Jesús e incluso después de recibir la remisión de los pecados porque el pecado no se va aunque ofrezcan oraciones de penitencia. Por tanto dicen que son pecadores de corazón porque los pecados que cometen después de creer en Jesús siguen intactos. Como tienen pecados en sus corazones, se sienten asfixiados si no ofrecen oraciones de penitencia porque sus corazones son esclavos del pecado. En realidad eran pecadores antes de creer en Jesús y lo siguen siendo después de creer en Él. Viven como cristianos pecadores para toda la eternidad.
Por eso cualquier cristiano que no tenga fe en el Evangelio del agua y el Espíritu sigue viviendo como pecador que no puede recibir la salvación en toda su vida. Por eso los que sólo creen en la sangre de Cristo siguen siendo pecadores hasta el fin de sus días. ¿Ven lo diferentes que son los que han nacido de nuevo mediante el Evangelio del agua y el Espíritu? Por eso debemos conocer el Evangelio del agua y el Espíritu y creer en él.
 


La fe de una persona que cree en el verdadero Evangelio


Ahora se habrán dado cuenta de que la diferencia entre la fe de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y la de los que sólo creen en la sangre de Cristo es demasiado grande como para coexistir. Su fe puede parecer similar pero hay una gran diferencia entre las dos.
Esto es similar a la diferencia entre el trigo y las taras de la que se habla en la Biblia. Cuando las taras crecen en un campo de trigo no se distinguen cuando aún son jóvenes. Aparentemente las taras son más grandes y florecen más, pero al final no llevan buena semilla. Por eso se arrancan y se echan al fuego.
De manera similar, la gente que tiene fe legalista puede tener mejor aspecto en el exterior. La fe de los pecadores que sólo creen en la sangre en la Cruz, es decir los pecadores que creen que los pecados se borran ofreciendo oraciones de penitencia, es aceptada en el mundo. Sin embargo esta gente está desligada de Cristo y de la gracia del Evangelio del agua y el Espíritu. Esta gente debe volver a construir la base de su fe. Deben dejar de lado la fe errónea que han tenido hasta ahora, escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu y creer en él. Esto es lo que nos dice el Apóstol Pablo ahora. Nos dice que la gente que insistía en la circuncisión y a los que sólo creen en la sangre de Cristo que deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Cuando decimos: «Creo en Jesucristo como mi Salvador», si toda la sustancia de nuestra fe es la sangre de la Cruz, sólo tenemos una pequeña fracción de la verdadera fe en Jesús. Si la muerte de Jesús no hubiera sido un elemento imprescindible en la obra de Dios según la cual Jesucristo tomó todos nuestros pecados a través de Su bautismo, la muerte del Señor no significaría nada para nosotros. La perfecta salvación se nos da cuando creemos en que Jesús murió en la Cruz tras haber sido bautizado por Juan el Bautista.
En Lucas 10 hay una parábola de cierto samaritano que cura con vino y aceite las heridas de un hombre que había caído en manos de unos ladrones y que después lo lleva a una posada. Esto se refiere al Evangelio del agua y el Espíritu que dice que Jesús, que es Dios, nos ha salvado de nuestros pecados al venir al mundo, tomando nuestros pecados sobre Sí mismo a través del bautismo, derramando Su sangre, muriendo en la Cruz y resucitando de entre los muertos. Por eso se nos dice que los que han sido salvados ahora están bajo los cuidados de Su Iglesia y Sus siervos.
El Apóstol Pablo dijo: «Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado» (1 Corintios 2, 2). En este pasaje algunos insisten en que Jesús nos ha salvado sólo con Su sangre. Pero este pasaje no sólo habla de la sangre de la Cruz, sino también del verdadero Evangelio del agua y el Espíritu, que incluye toda la obra del Señor: el Señor ha borrado nuestros pecados mediante Su bautismo, muriendo en la Cruz en nuestro lugar, recibiendo el bautismo de la mano de Juan el Bautista, muriendo en la Cruz en nuestro lugar, y siendo resucitado de entre los muertos. Este pasaje se escribió haciendo hincapié en la parte en la que el Señor ha sido juzgado en nuestro lugar para salvarnos de nuestros pecados, pero para ser más precisos Jesús nos ha salvado con Su encarnación, Su bautismo, Su muerte en la Cruz y Su resurrección.
Jesús tomó nuestros pecados para que muriésemos y resucitásemos y para ello fue bautizado por Juan el Bautista y derramó Su sangre en la Cruz en nuestro lugar. El derramamiento de sangre de Jesucristo tuvo lugar en lugar de nuestra muerte, que es la pena por el pecado. Desde que nacimos somos siervos del pecado, pero como Jesús tomó nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, murió en la Cruz derramando Su sangre por nosotros. La Biblia no habla sólo de la muerte en la Cruz. En todas las ocasiones en las que se menciona la muerte de Jesús en la Cruz en la Biblia, también aparece el bautismo como condición. Queremos entender lo que el Apóstol Pablo nos dice y creer en ello.
En Gálatas 5, 5-6 el Apóstol Pablo dijo: «Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia; porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor».
El Señor nos ama de verdad y por eso ha completado la obra de la salvación recibiendo el bautismo que borró nuestros pecados, muriendo en la Cruz en lugar nuestro y resucitando de entre los muertos. Por tanto lo único que importa es la fe en él que nos permite recibir la salvación a través del amor que viene por el Evangelio del agua y el Espíritu. Ni la circuncisión ni la incircuncisión son importantes. Ya ofrezcamos oraciones de penitencia o no a Dios, ¿qué conseguimos con ello?
 

La salvación que el Señor nos ha dado

El Apóstol Pablo dijo: «En Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor» (Gálatas 5, 6). Dios amó tanto al mundo que envió a Jesús al mundo, hizo que lo bautizara Juan el Bautista, muriera en la Cruz en nuestro lugar y nos salvara de los pecados del mundo al ser resucitado de entre los muertos. Ese es el amor de Dios por nosotros. Dios nos amó tanto que nos dio el don de la salvación. Para darnos este don de la salvación, Dios vino a este mundo y sufrió durante 33 años. Por eso el Apóstol Pablo dijo que ni la circuncisión ni la incircuncisión valen para nada. Ya hayamos sido circuncidados o no ante Dios, no tiene nada que ver con nuestra salvación, ya que Dios nos ha salvado a través del amor.
La fe que cree en Su amor (la fe que cree que Dios nos ama y que nos ha hecho hijos Suyos a los que no tienen pecados) es la que nos ha convertido en hijos de Dios y siervos de la justicia de Dios. Por eso el Apóstol Pablo dijo: «Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia» (Gálatas 5, 5). Se dice que la gente que ha recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu puede aguardar la esperanza de la justicia por fe porque tiene el Espíritu Santo en sus corazones. Esto significa que sólo esta gente tiene la esperanza de vivir en el Reino de la justicia.
Muchos cristianos dicen que una persona puede librarse de sus pecados mediante oraciones de penitencia tras creer en Jesús, pero debemos darnos cuenta de que esta afirmación es malvada. Creen que ofrecer oraciones de penitencia es correcto, pero en verdad es una doctrina malvada. Aunque les enseñemos el Evangelio del agua y el Espíritu, sienten antipatía por nosotros y dicen: «Si no tenéis pecados, ¿entonces no necesitáis ofrecer oraciones de penitencia?». Decir que una persona recibe la remisión de los pecados ofreciendo oraciones de penitencia anula la gracia de Dios. Los cristianos de hoy en día no entienden correctamente las oraciones de penitencia y por eso no pueden volver al Señor a través del Evangelio del agua y el Espíritu aunque quieran.
Los justos que han nacido de nuevo por el Evangelio del agua y el Espíritu no ofrecen oraciones de penitencia, sino de confesión. ¿No necesitamos ofrecer oraciones de confesión? Sí. Si hemos hecho algo malo a los ojos de Dios, debemos admitirlo.
Aunque Dios ha borrado nuestros pecados de una vez por todas desde la perspectiva de la eternidad vivimos cometiendo pecados todos los días. ¿Sí o no? Sí. Somos seres insuficientes que están llenos de fallos. También es verdad que el Señor ha borrado nuestros pecados por el amor del Evangelio del agua y el Espíritu. En realidad, según esta fe, debemos ofrecer oraciones de confesión ante Dios cuando hagamos algo malo:
«Querido Dios, he cometido este fallo. Por culpa de este pecado debo ser juzgado e ir al infierno, pero el Señor me ha limpiado de todo pecado, llevándose todos mis pecados en Su bautismo y muriendo en la Cruz en mi lugar. Como el Señor se ha llevado todos mis pecados, éstos se han pasado a Jesús. Como mis pecados se pasaron al Señor en el momento en que recibió el bautismo de Juan el Bautista, pude recibir el perdón de mis pecados. Por eso estoy sin pecado. Me he convertido en una persona justa gracias al Señor. Gracias al Señor, formo parte del pueblo de Dios. Gracias al Señor soy una persona sin pecado».
Con gratitud podemos ofrecer a Dios esta confesión de fe verdadera. Podemos alabar al Señor diciendo que hemos recibido la salvación gracias a Él, que somos del pueblo de Dios gracias a Su amor, que somos justos por Su gracia, que podemos llevar a cabo la obra de Dios porque ha borrado nuestros pecados, y que todo ha ido bien gracias a Él. Además podemos dar gracias y alabar a Dios.
Queridos hermanos, esta es la verdadera salvación. Dios nos ha salvado perfectamente porque nos ha amado, porque ha cargado con nuestros pecados perfectamente y completamente a través del bautismo recibido de Juan el Bautista, y porque fue clavado en la Cruz. Hemos podido recibir la remisión de los pecados cuando creemos en esto. Si no hubiéramos sido salvados perfectamente, nunca hubiéramos recibido la remisión de nuestros pecados. Sólo el Señor es nuestro perfecto Salvador, ninguno de nosotros somos necesarios para completar su ministerio de redención. Él es quien nos ayuda y nos da poder y verdadera salvación. ¿Es verdad o no? Hemos vivido porque Él nos ha ayudado, porque nos ama y porque ha borrado nuestros pecados.
Por eso pudimos convertirnos en el pueblo de Dios y seguir viviendo siguiéndole con nuestra fe en Su amor. Pudimos seguir viviendo con Su protección y Sus bendiciones bajo las alas de Su amor. Él nos ama y por eso nos ha dado el poder para vivir como justos. Recibimos la herencia del Cielo y vivimos una vida bendita porque ha borrado nuestros pecados.
Romanos 11, 36 dice: «Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén». Incluso nosotros somos del Señor y para el Señor. Nos convertimos en hijos de Dios al nacer de nuevo a través de Jesucristo que ha hecho milagros con su amor inmensurable e iremos al Señor en el futuro. No hay nadie que pueda medir este secreto del Evangelio del agua y el Espíritu sin la ayuda de Dios.
Queridos hermanos, ¿podemos ayudar a Dios porque somos grandes? Dios es quien nos ayuda y nos da Su gracia. Debemos entender esto perfectamente. El Apóstol Pablo dijo: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4, 13). Trabajamos porque el Señor nos ha dado esa habilidad. ¿Qué haríamos si Dios no nos hubiera dado la habilidad de trabajar? La verdad es que recibimos la salvación por fe porque Dios nos ha dado la salvación, así que si Dios no nos la hubiera dado, ¿cómo habríamos recibido la salvación? ¿Ofreciendo oraciones de penitencia o circuncidándonos? ¿Podemos recibir la salvación viviendo según la Ley? Es una estupidez.
 


Sólo el Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad


El Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad de salvación. No hay otro Evangelio aparte el Evangelio del agua y el Espíritu. Está escrito: «Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día» (2 Pedro 3, 8). Para Dios un día puede ser mil millones de años porque vive en la eternidad y porque Él ordena el tiempo. Como la obra de Dios es tan inmensa, no podemos percibirla con nuestros sentidos. Es imprudente que la gente, que no ha oído la Tierra girar, intente entender la complicada obra de Dios a través de su capacidad mental.
Por tanto debemos creer en Él y si está escrito que Dios creó el universo en 6 días, entonces debemos decir: «Dios lo hizo así». Algunos niegan Su palabra: «¿Cómo pudo Dios crear este mundo en 6 días, si nosotros no podemos ni hacer una silla en un día?». Por mucha habilidad que tenga un carpintero, es imposible que termine un púlpito en un día. Pero aún así no debemos oponernos Dios, el Creador, con nuestros pensamientos, ideas y teorías que inventamos con nuestras mentes.
Este Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad. Pero hay gente que cree sólo en la sangre de la Cruz aunque crean en Jesús. Ignoran la verdad y siguen diciendo que sus pecados desaparecen mediante oraciones de penitencia. ¿Desaparecen los pecados mediante oraciones de penitencia? No. Como no conocen el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado, intentan calmar su conciencia con doctrinas humanas.
Cuando la gente peca, ¿no quiere deshacerse de sus pecados? Por eso intentan enseñar esta doctrina, aceptada en los corazones de los que no conocen la Verdad. Así tienen la idea fija de que no hay otra manera de solucionar el problema del pecado aparte de ofrecer oraciones de penitencia sentados en una iglesia. Por eso viven con una fe legalista. Cuando la gente que peca se reúne para adorar a Dios, se pasa la cesta para la colecta y se les dice que colaboren con dinero. Entonces los que han pecado más dan más dinero para intentar compensar.
Sin embargo los que hemos nacido de nuevo por el Evangelio del agua y el Espíritu servimos al Señor porque le estamos agradecidos por salvarnos y no porque queramos recibir la remisión de los pecados. Somos siervos porque queremos que los demás sepan la Verdad de que Dios les ha salvado mediante este Evangelio verdadero. Hay una gran diferencia.
«Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor» (Gálatas 5, 6). Dios nos ama y por eso nos dio la salvación al venir al mundo, ser bautizado por Juan el Bautista, morir en la Cruz en lugar nuestro y resucitar de entre los muertos. Por fe hemos recibido la salvación. Por favor no acepten esta Verdad sólo en la teoría. Queridos hermanos, por favor no intenten actuar como si lo supieran todo y escuchen estas palabras y crean en la Verdad.
Si no creen en la Verdad hasta el final y son orgullosos, serán enviados al infierno. Cuando el mensajero del infierno venga y diga: «¡Vamos, vamos al infierno», ustedes dirán: «No, tengo un sitio en el Cielo. Soy del pueblo de Dios. Apártate de mí, Satanás». Pero el mensajero del infierno dirá: «¿Qué dices? Eres un siervo de Satanás. Los que tienen pecados en sus corazones van al infierno conmigo». Por mucho que se insista en ser parte del pueblo de Dios, una persona con pecado no puede estar en el pueblo de Dios.
Ya se haya nacido de nuevo o no, la persona que dice creer en Jesucristo como su Salvador no debe decepcionarse a sí mismo. Por lo menos se debe admitir ante Dios que se tienen pecados en el corazón. Debemos ser sinceros con nuestra conciencia y ante Dios. Los que tienen pecados no han recibido la salvación. Pero no se preocupen. Se pueden convertir en justos al recibir la remisión de los pecados de una vez por todas si admiten que son pecadores destinados al infierno y creen en el Evangelio del agua y el Espíritu.
El corazón del Apóstol Pablo parecía roto cuando escribió a los santos de las iglesias de Galacia. Aunque Pablo les advirtió acerca de los defensores de la circuncisión varias veces, muchos siguieron insistiendo en la circuncisión y como había mucha gente que creía y recibía la circuncisión, el Apóstol sufría. Esta gente afirmaba que sólo los que estaban circuncidados podían ser el pueblo de Dios y de ahí que el Apóstol Pablo dijera: «Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor» (Gálatas 5, 6). Aún así no le escucharon y cuando el Apóstol Pablo murió, al cabo del tiempo las iglesias de Galacia desaparecieron sin dejar rastro.
Creo que la Iglesia de Dios hoy en día podría ser igual. La razón por la que predico el Evangelio del agua y el Espíritu todos los días es que si no lo hago, la Iglesia de Dios desaparecerá como las iglesias de Galacia.
La gente a veces es amable para que los demás se pongan de su lado: «Ya lo sé. Es suficiente. Me estoy cansando. Cada vez que abres la boca, dices lo mismo. Ya lo sabemos y creemos. Ya he escuchado bastante». Entonces mucha gente les sigue y persiguen los deseos de su carne, dejando de lado la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Y al final los siervos de Dios desaparecerían y el Evangelio difundido por la Iglesia de Dios no se propagaría. Sé que no quieren llegar a esta situación.
La Iglesia de Dios debe difundir el Evangelio del agua y el Espíritu hasta el fin del mundo. El día del Señor está cerca. Este mundo acabará si no hay iglesia de Dios y por eso debemos vivir de este modo. Si el Evangelio del agua y el Espíritu se difunde correctamente mucha gente lo aceptará. No hay otra verdad más acertada que la del Evangelio del agua y el Espíritu. Esta Verdad es necesaria para la salvación de toda la gente del mundo.
Puede que muchos de ustedes no supieran que las oraciones de penitencia no son correctas. Si creyéramos que nuestros pecados se borran con oraciones de penitencia después de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, se anularía nuestra salvación y el amor de Dios que Jesucristo nos dio a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Por esta razón debemos darnos cuenta de que intentar recibir la remisión de los pecados al ofrecer oraciones de penitencia tienen una fe falsa, por eso debemos creer: «Sólo el Evangelio del agua y el Espíritu nos da la verdadera salvación y el amor de Dios». Debemos vivir con gratitud y dedicar nuestras vidas a salvar almas.
Creo que todos ustedes creerán en el Evangelio del agua y el Espíritu y defenderan su perfecta salvación por la fe. ¡Aleluya!