Search

Проповеди

Tema 22: Evangelio de Lucas

[Capítulo 19-2] Servir al Evangelio del agua y el Espíritu es lo más justo (Lucas 19, 1-10)

Servir al Evangelio del agua y el Espíritu es lo más justo(Lucas 19, 1-10)
«Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad. Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico, procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura. Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido».
 
 

Dios busca a los que quieren vivir con justicia y los quiere conocer personalmente

 
Dios sabe muy bien quién le está buscando. Entiende a los corazones de los que quieren vivir con justicia. En el pasaje de las Escrituras de hoy aparece un publicano llamado Zaqueo. Cuando este hombre escuchó que Jesús iba a venir a esta ciudad, salió corriendo a verle. Sin embargo, como era un hombre de poca estatura, no podía ver a Jesús entre la multitud, así que se subió a un árbol para poder verle.
Mientras Zaqueo estaba subido al sicómoro, Jesús pasó por debajo del árbol, miró a Zaqueo y le dijo: «Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa». Entonces Zaqueo bajó del árbol gozoso y celebró un banquete para Jesús diciéndole: «He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado». Estas palabras de Zaqueo fueron su confesión, admitiendo que aunque no podía vivir con justicia a pesar de querer hacerlo, ahora el Señor había venido a una persona tan insuficiente con Zaqueo y él había podido conocerle, y por eso quería vivir con justicia. Podemos ver como Zaqueo cambió.
Zaqueo era un publicano. En aquel entonces, Israel era un estado tributario del Imperio Romano. Así que cuando la gente de Israel pagaba impuestos, una parte de estos impuestos se mandaba a Roma. Sin embargo, esto no significa que todos los impuestos que debían ir a Roma llegaran a Roma. Alguna parte de ese dinero se la quedaban los publicanos. Por ejemplo, si se recolectaban $100 en impuestos, solo $50 o $70 llegaban a Roma y el resto se lo quedaban los publicanos. De esta manera, los publicanos se enriquecieron apropiándose de este dinero.
Como alto cargo de los publicanos, Zaqueo también vivía una vida injusta. Así que cuando Jesús fue a la casa de Zaqueo, la gente se quejó a Jesús por visitar la casa de un pecador. Sin embargo, Zaqueo se había subido a un árbol para ver a Jesucristo y ver quién era, y desde allí lo vio pasar por la ciudad. Y cuando vio a Jesús cara a cara se dio cuenta de quién era Jesús, y el deseo de vivir con justicia salió de su corazón.
Mis queridos hermanos, todos los seres humanos quieren vivir con justicia. Aunque en nuestros corazones todo lo que queremos es vivir una vida justa, también es verdad que, antes de conocer a Jesús, nuestras vidas eran injustas. Éramos como Zaqueo. Habíamos vivido con injusticia, queriendo vivir una vida cómoda y justificándonos constantemente. Pero, ¿cómo cambió Zaqueo después de conocer a Jesús? Le dijo a Jesús: «Le doy la mitad de mis bienes a los pobres». Esto significa que estaba prometiendo vivir una vida recta desde entonces. Al decir que daría la mitad de sus bienes a los pobres, Zaqueo estaba confesando que su corazón deseaba vivir con justicia y por una causa justa. Su corazón se transformó. Dijo: «Y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado». Esta es la prueba que demuestra la gran transformación que ocurrió en el corazón de Zaqueo, un hombre que había vivido en injusticia hasta entonces. Un ladrón que estaba declarando que iba a cambiar y a vivir bien. Cuando Zaqueo conoció al Señor, su corazón cambió.
Mis queridos hermanos, cuando conocemos al Señor nuestros corazones desean vivir por la justicia de Dios. Además, solo después de conoce al Señor podemos llevar una vida recta. Antes de conocer al Señor, ninguno de nosotros podía vivir con justicia. Sin embargo, ahora que hemos conocido al Señor, todos queremos vivir una vida recta. Gracias al Señor ahora tenemos el deseo de vivir una vida justa y recta. Al borrar todos nuestros pecados, el Señor vive en nuestros corazones como el Espíritu Santo y vive en nosotros. De la misma manera en que nuestro Señor hizo que el injusto Zaqueo quisiera vivir una vida recta, también ha venido a nuestros corazones y ha provocado el deseo de vivir una vida recta después de conocerle. ¿No es cierto esto, mis queridos hermanos? Dios nos ha dado este deseo en nuestros corazones. Ha creado este deseo en nosotros. Ahora queremos vivir una vida justa. Queremos vivir por lo que es bueno. No importa como hayamos vivido en el pasado, porque Dios nos ha dado el deseo de vivir una vida nueva con un nuevo principio y de dedicar nuestras vidas a Su obra justa.
Al habernos dado el deseo de vivir con justicia en nuestros corazones, el Señor nos está guiando para que vivamos una vida justa. Nuestro Señor obra dentro de nosotros. Nos da el deseo de hacer lo correcto y nos ayuda a conseguirlo. De esta manera Dios nos está apoyando desde atrás. Dios nos ha dado el deseo de vivir por lo que es justo, pero debemos preguntarnos si hemos aceptado esta voluntad del Señor. Como el Señor nos ha dado la voluntad para vivir así, no podemos ignorar esta voluntad del Señor. No debemos hacer como si no le oyésemos. El Señor nos ha dado el deseo de vivir con justicia y nos está recordando este deseo. Es nuestro deber poder responder sinceramente a la Palabra del Señor y Su llamado, y debemos vivir el resto de nuestras vidas con este deseo de Dios.
Antes de encontrar al Señor solía pensar que estaba viviendo una vida virtuosa por una causa justa. Cuando miren atrás en sus vidas, probablemente pensarán lo mismo. Sin embargo, ¿qué pasó después de conocer al Señor? Ya no pensamos en nuestra propia justicia, ni en nuestras virtudes, sino en el verdadero deseo que el Señor Dios nos ha dado para vivir por lo que es correcto a pesar de nuestra falta de fuerzas. Nuestro Señor nos ha dado este deseo por vivir por lo que es correcto, y nos ha llevado a hacer Su obra justa en la Iglesia, predicar el Evangelio y vivir el resto de nuestras vidas por el Señor y Su obra justa. Nos ha hecho vivir con justicia.
No vivimos en la Iglesia por nuestros propios méritos. No estamos en la Iglesia por ser buenos y justos. Como Dios nos ha dado la justicia y nos ha dado un buen deseo en nuestros corazones podemos ir a la iglesia y servir al Señor, vivir con fe y hacer Su buena obra en nuestras vidas. Todas estas cosas ocurren gracias a Dios. El Señor sabe muy bien quién quiere vivir con justicia. Y va a buscar a estas personas. Zaqueo sabía que era malvado muy bien. Y Jesús también lo sabía. Aunque en un rincón de su corazón Zaqueo quería vivir con justicia, hasta entonces no tenía a nadie que le llevase por el buen camino. Sin embargo, cuando Zaqueo escuchó que Jesús iba a ir a su ciudad, quiso verle, se preguntó quién era Jesús y por eso pudo verle.
Y cuando conoció a Jesús su corazón cambió completamente. Ocurrió una gran transformación en el corazón de Zaqueo. Ahora quería vivir por lo que era justo. Mis queridos hermanos, hay personas en este mundo que quieren vivir por la justicia. Por supuesto, estos deseos sublimes no son solo de unas pocas personas especiales, sino de todo el mundo, incluyendo nosotros. Mientras que nuestra conciencia no esté sellada todos tenemos algún deseo de hacer el bien.
Sin embargo, el problema es que aunque queramos hacer lo correcto, no podemos hacerlo si no conocemos al Rey de la justicia. Si una persona no conoce a Jesús y se deja llevar por Él, no puede hacer lo correcto. Recientemente hemos decidido hacer donaciones para financiar una iglesia nueva. Esta devoción es muy buena para nuestras vidas espirituales. Esta tarea se consigue cuando tenemos a Jesús en nuestras mentes para hacer lo correcto, en vez de hacerlo por los ministros y santos solamente. Es maravilloso dedicarse a la justicia de Dios. Se nos ha dado la oportunidad de servir al Señor ante Dios. Es una oportunidad excelente para hacer lo correcto, para servir a Dios con un corazón sincero, y para alejar nuestro interés en el mundo. Si los santos están exentos de hacer la obra justa, al final caerán en las redes del mundo. Los deseos del mundo nunca acaban; cuando se satisface un deseo, otro deseo aparece y nos lleva más y más dentro de las redes del mundo.
Mis queridos hermanos, sabrán lo que quiero decir cuando empiecen a servir al Señor. Entonces se darán cuenta de lo gratificante que es servir al Señor. Hasta este mismo día hemos servido al Señor con lealtad a pesar de nuestras debilidades. Como resultado, nuestra Iglesia se ha extendido por toda Corea. Por muchos pequeños sacrificios que hayan hecho para servir al Señor, el resultado de esta tarea ha superado nuestras expectativas y ahora somos más fuertes y estamos preparados para afrontar nuevos retos y realizar nuevas tareas. Si hubiésemos dedicado nuestras energías a las posesiones del mundo y a los asuntos del mundo, no habría fin, y no estaríamos satisfechos. Sin embargo, esta obra de servir al Señor vale la pena. No hay nada que valga más la pena que esta obra. Como sabrán todos por su propia experiencia, servir al mundo no vale para nada. El mundo no puede satisfacernos.
Sin embargo, si sirven al Señor, su corazón se llenará de satisfacción aunque su servicio sea pequeño. Todas las iglesias que tenemos en Corea han hecho contribuciones económicas para el evangelismo incluso en circunstancias difíciles y con pocos recursos, y gracias a esta devoción muchas almas están siendo salvadas en Corea y más allá. Dios nos ha bendecido para que vivamos con justicia. Aunque nuestras ofrendas a Dios sean pequeñas, nos ha bendecido y nos ha guiado para poder vivir con justicia. Dios nos ha permitido plantar iglesias en el extranjero, y nos ha dado el deseo para hacer obras de justicia.
 
 

Al haber conocido al Señor, Zaqueo dijo: «y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado»

 
Ahora, a partir de este pasaje podemos concluir que Zaqueo había perdido todas sus posesiones porque la mayoría de su riqueza había sido adquirida injustamente como publicano. De hecho, no es que solamente sus riquezas se hubiesen acumulado robando, sino que literalmente sus riquezas habían sido fruto de la extorsión, y tendría que haberse gastado todo su dinero en devolvérselo a sus víctimas. Así podemos ver que el corazón de Zaqueo había cambiado profundamente. Cuando conoció a Jesús su corazón cambió completamente.
Cuando Dios nos salvó, nuestros corazones también cambiaron completamente gracias a la justicia de Dios que se nos ha dado. Mis queridos hermanos, no deben olvidarlo. Nuestro Señor nos ha dado un nuevo corazón. Nos ha hecho hacer nuevas obras. Pero a pesar de esto, ¿acaso no estamos atados a la carne e ignoramos el deseo de hacer la obra del Señor? Cuando el Señor pone Su justicia en nuestros corazones y nos lleva a hacer Su obra justa, debemos obedecerle. Dios ha provocado un deseo en nuestros corazones para hacer muchas obras justas y nos permite hacer cosas buenas. Así es como Dios obra en nosotros.
No sigan solamente los deseos de su carne. Si lo hacen vivirán una vida de complacencia y acabarán pensando que no necesitan escuchar la Palabra ahora que han recibido la remisión de los pecados. Incluso después de haber recibido la remisión de los pecados, si su corazón está atado al mundo podrán caer en el abismo. Y cuando sus corazones caigan en el mundo de esta forma, no podrán tener paz en sus corazones. Su corazón estará atormentado. Sufrirán. Esto será incluso peor que servir al Señor. No habrá satisfacción si su corazón cae en el mundo. Si no guardan sus corazones el sufrimiento les visitará pronto. Puede parecer que todo irá bien al principio, pero nada irá bien. Al final caerán en una trampa.
Sin embargo, si vivimos según el deseo justo que el Señor nos ha dado, hacemos Su obra justa y seguimos al Señor para servirle, entonces a pesar de nuestras dificultades, el Señor nos guiará y nos llevará por el bendito camino de la paz. Deben entender que Dios ha inspirado este deseo en sus corazones. Todos nosotros debemos darnos cuenta de que tenemos este deseo, no por ser justos, sino porque Jesús ha plantado Su justicia en sus corazones y en el mío.
Aunque hayan recibido la remisión de los pecados, todavía están atados por el mundo, y están siempre preocupados por cómo vivir, qué comer y qué beber, ¿no es así? ¿O acaso hay alguno entre los redimidos que lo apuesto todo por sí mismo? Mis queridos hermanos, no podrán vivir con prosperidad confiando en lo que tienen. ¿Creen que vivirían con lujo si tuviesen un millón de dólares? Los que solo piensan en el dinero pueden creer que no tienen nada de lo que preocuparse si tienen un millón de dólares. Pero todo depende de cómo se gasten el dinero. Si piensan: «Tenga lo que tenga, lo voy a administrar bien y asegurarme de que vivo bien», entonces no podrán hacer las obras justas en su vida y acabarán gastándose todo su dinero en sí mismos.
Sin embargo, mis hermanos, si viven por el Señor podrán vivir con prosperidad aunque tengan pocas posesiones. Incluso cuando ayudan a su prójimo, viven por la justicia de Dios, y hacen la obra justa, vivirán el resto de sus vidas como personas ricas. Deben entender esto. Debemos darnos cuenta de lo que es la obra justa, y cuál es la vida correcta que debemos vivir. El dinero no vale para nada a no ser que se utilice para hacer la justicia. Si una persona se convierte en esclava del dinero, será una persona despreciable. Todos los seres humanos deberían hacer la obra justa antes de morir.
En el corazón de Zaqueo estaba el deseo de practicar la justicia durante el resto de su vida. La Biblia dice: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados» (Mateo 5, 6). Mis queridos hermanos, ¿quieren practicar la justicia en su vida? Si eso es lo que de verdad quieren sus corazones, entonces Dios les dejará hacerlo. Sé que si queremos vivir por la justicia de Dios, Dios nos confiará Su obra justa para que vivamos por Su justicia y hagamos Su obra justa, mientras abundamos en prosperidad. Las bendiciones de nuestro Dios son abundantes. Si solo deseamos vivir por la justicia, el Señor nos bendecirá en abundancia.
Si miramos atrás en los 30 años de mi vida que viví antes de conocer al Señor, y las dos últimas décadas que he vivido después de conocerle, me pregunto qué vida merece la pena vivir. Aunque es una bendición maravillosa haber recibido la vida eterna del Señor, estoy aún más contento por el hecho de haber conocido al Señor, y porque gracias a esto he podido vivir una vida más justa. Aunque una persona viva solo un mes en esta vida conociendo al Señor, ese mes es más valioso y justo que toda la vida que vivió antes de conocerle.
A veces sentimos que es difícil hacer lo correcto. Sin embargo, cuando pensamos mejor y llegamos a la conclusión de que debemos hacer lo correcto, tenemos que hacer Su obra. Debemos saber si lo que estamos haciendo está bien o está mal y hacerlo. Dios pone el deseo correcto en nuestros corazones.
Sin embargo, el problema es que sucumbimos al miedo con demasiada facilidad sin pensarlo detenidamente, y por eso los deseos justos desaparecen de nosotros y al final no podemos practicar la justicia ni cumplir nuestra voluntad, y acabamos viviendo desesperados durante el resto de nuestras vidas. No debemos dejarnos engañar por Satanás. El Diablo sigue intentando atraernos hacia los deseos del mundo como hizo con Adán y Eva. Por tanto, debemos pensar qué es correcto, hacer nuestra meta y correr por la justicia.
 
 

Debemos darnos cuenta de lo que es correcto a los ojos de Dios

 
Hay dos cosas en el mundo que el Señor nos ha dicho que conmemoremos sin falta hasta el fin del mundo. Una de ellas es cómo el Señor nos ha salvado de todos los pecados al venir al mundo y darnos Su cuerpo y Su sangre. Para esto el Señor nos dio el sacramento de la Sagrada Comunión.
Otra cosa que el Señor nos dijo que recordásemos es cómo una mujer llamada María, que había estado poseída por demonios, rompió un jarro de aceite aromático y se lo puso en la cabeza a Jesús. Su dedicación era para preparar a Jesús para su entierro, y su fe declaraba: «El Señor Jesús ha borrado todos mis pecados con Su bautismo y Su sangre derramada en la Cruz. Nos ha ofrecido un sacrificio maravilloso con Su cuerpo, y nada es tan valioso como esta salvación». El Señor estaba complacido con la fe de María y dijo: «De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella» (Marcos 14, 9).
¿Cuál es la obra más justa del mundo? Servir al Evangelio. Servir al Evangelio es la obra más justa. ¿Creen en esto? Servir al Evangelio es lo que complace al Señor más. A los ojos del Señor, esta es la obra más valiosa. Lo que hagan para servir al Evangelio se guarda como recompensa ante el Señor y es lo que da el fruto más virtuoso. Plantar iglesias, predicar el Evangelio a las almas y servirlo como se pueda, ya sea con nuestras posesiones, oraciones, cuerpos, servicio o tiempo, es la obra justa que podemos hacer por el Evangelio y es lo que complace al Señor más que nada.
Al predicar el Evangelio conmemoramos lo que hizo María Magdalena, a quien el Señor nos dijo que recordásemos. Esta mujer que había estado poseída por un demonio, después de conocer al Señor rompió su frasco de alabastro con aceite aromático para preparar al Señor para su entierro. Y le puso todo el frasco en la cabeza a Jesús. En ese momento los que estaban cerca pensaron para sí mismos: «Esa mujer se ha vuelto loca. ¿Por qué ha roto el frasco de alabastro con aceite aromático y se lo ha puesto en la cabeza a Jesús? Hubiera sido mejor que lo hubiese vendido y le hubiese dado el dinero a los pobres». Criticaron a María y le regañaron. Y le criticaron diciendo: «¿Cómo puedes ver a esta mujer derrochando tanto y no hacer nada? ¿Por qué no le dices algo?».
Jesús les dijo: «Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis». También dijo: «De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella». Esto significa que María hizo lo correcto. A través de su acto justo el Señor nos dice cómo debemos servir al Señor. Y nos está animando a servirle correctamente. Queridos hermanos, todos tenemos que aprender del ejemplo de María y darnos cuenta de que lo que hizo fue lo correcto.
La pobreza es un problema intratable que no puede resolverse por mucho que intentemos ayudar a los pobres. Aunque los países ricos han estado proporcionando ayuda económica a los países pobres durante muchos años, el problema de la pobreza no ha sido resuelto todavía. Miren lo que está pasando en países como Etiopía y Somalia. A pesar de que el mundo enteró acudió a ayudar a estos países que pasan hambre, muchas personas siguen muriéndose de hambre. Estos países recibieron una gran cantidad de comida y ayuda de países de todo el mundo. ¿Entonces por qué todavía hay gente que se muere de hambre? Aunque muchos países y organizaciones hayan trabajado duro para aliviar la pobreza, estos esfuerzos no han producido ningún cambio y poco fruto. Esto ha sido un fracaso absoluto. En Corea se dice que ni siquiera los reyes pueden erradicar la pobreza.
Sin embargo, aunque los esfuerzos para solucionar el problema de la pobreza perpetua no ha dado buenos resultados, con muchas personas que siguen viviendo en la completa miseria, servir al Evangelio de Jesucristo no es en vano. La predicación del Evangelio da fruto. Si sirven al Evangelio, muchas personas recibirán la remisión de los pecados. Servir al Evangelio dará muchos frutos. Esto es lo correcto. Aunque la gente no sea rescatada de la pobreza por el Evangelio, podrá recibir la salvación espiritual. ¿Cómo de valioso es este fruto? Gracias a los servicios y sacrificios de los predecesores de la fe, por sus obras justas, muchas personas que nos siguen están siendo salvadas.
El Señor felicitó a los santos de la Iglesia de Filadelfia por su fidelidad. Dijo: «Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre» (Apocalipsis 3, 8). La Iglesia de Filadelfia tenía pocas fuerzas, pero los santos de esa iglesia habían cumplido la Palabra de Dios. El Señor se complace cuando mantenemos nuestra fe hasta el final. Si está fe se corrompe, sufriremos mucho.
De esta manera, el Señor está interesado en la fe que estamos defendiendo y en el Evangelio que estamos sirviendo. En otras palabras, el Señor está interesado en los que están haciendo lo correcto después de conocerle, los que se han convertido en Su pueblo. La razón por la que estamos siguiendo a Dios y haciendo lo correcto es que Dios dijo que lo recordaría todo, y que no perderíamos nuestra recompensa por las cosas más pequeñas que hayamos hecho, incluso por dar un vaso de agua a los pequeños.
Nos hemos dado cuenta de cuánto Dios nos aprueba cuando servimos al Evangelio. Se complace con nosotros. Cuando el Señor vio a una pobre viuda poniendo dos moneditas en el plato de la ofrenda, alabó a esta pobre viuda diciendo: «A pesar de su pobreza puso todo lo que tenía». Tengamos lo que tengamos, debemos darnos cuenta de que lo importante es el deseo de nuestros corazones de hacer lo correcto y seguir la obra justa, el tener un corazón que tiene hambre y sed de justicia y el deseo de practicar la justicia.
Mis queridos hermanos, les pido a todos que participen en la obra justa aunque sea en una medida pequeña. Y les pido que participen en las obras grandes también. Regocíjense cuando sirvan al Señor. Estoy seguro que su deseo de servir a Dios no tiene fin. Siempre hay más cosas que pueden hacer para servir al Señor, y sé que Dios les dará todo lo que necesiten para servirle. Si sirven al Señor de todo corazón, Dios les dará todo lo que necesiten. No solo les dará lo que necesiten para servir al Señor, sino que además nos dará todo lo que necesitamos para ganarnos la vida.
Una vida justa es una que se vive hacienda lo que es correcto. Dios nos ha dado esta disposición. De la misma manera en la que provocó que el corazón de Zaqueo quisiera hacer la justicia de Dios, el Señor ha provocado que los corazones de los santos quieran la justicia de Dios también. No debemos negarlo. Debemos vivir por la justicia de Dios en obediencia. Esto es lo que debemos hacer. Si se aferran a unas pocas cosas que tienen ahora y confían en ellas, no tendrán otro remedio que vivir el resto de sus vidas confinados por los límites de sus posesiones sin dar frutos. Sin embargo, si sirven al Señor, oran y viven por fe, tendrán una vida próspera incluso después de ofrecer todas sus posesiones al Señor. Mis queridos hermanos, deben aprender este secreto del servicio.
Si se preocupan por sus posesiones el Señor les dirá: «Vivid el resto de vuestras vidas con lo que tenéis ahora». Sin embargo, aunque no tengan posesiones, si sirven al Señor de todo corazón, les llenará más aún aunque sea solo para ser servido por ustedes y cumplir Su voluntad. Este es el secreto del servicio. No es mentira, es la Palabra de Dios que nos promete que si servimos al Señor, el Señor cuidará de nosotros. Si sirven al Señor, el Señor les servirá. Este es el secreto de una vida con éxito. Es la verdad escondida. Es la verdad apreciada solamente por los que han servido al Señor.
Los que viven según la Palabra de Dios pueden reconocer la piedra blanca que Dios nos ha dado. El Señor dijo en el Apocalipsis: «El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe» (Apocalipsis 2, 17). Solo los que han servido al Señor podrán experimentar cómo el Señor les ayuda en sus vidas diarias. Esta es la vida que todos nosotros debemos vivir como cristianos. Si no servimos al Señor permaneceremos en el nivel en que nos encontramos ahora. Pero si servimos al Señor, entonces podremos vivir con prosperidad abundante. ¿Lo entienden? Debemos darle gracias de todo corazón a Dios. Esta manera de hacer servicio es un misterio. La remisión de los pecados no es la única cosa que es misteriosa, sino que esto también es un misterio bendito.
¿Qué harían si tuvieran un millón de dólares? Si tuviese un millón de dólares lo utilizaría por una buena causa. Empezaría un negocio nuevo para hacer la obra del Señor. Pero para algunas personas un millón no significa nada. No es suficiente para ellos a parte de vivir bien. Pero si yo tuviese un millón de dólares, los invertiría bien para poder ganar más dinero, incluso cien veces más. Maximizaría los intereses para servir al Señor. Basándome en esta inversión de un millón de dólares, produciría más millones aún.
Así es como la gente de fe es diferente a la gente normal. Han recibido la remisión de los pecados. ¿Entonces cómo deben vivir de ahora en adelante? Si se aferran a sus posesiones como Scrooge, sus riquezas no aumentarán, sino que vivirán con un penique hasta morir. Sin embargo, si viven para servir al Señor, sus vidas se harán más ricas después de entregar todas sus posesiones. Esto es lo que el Señor nos está diciendo en el pasaje de las Escrituras de hoy.
No sabemos cuánto dinero había acumulado Zaqueo. Pero como era un publicano, seguramente habría acumulado muchas riquezas. Sin embargo, aunque Zaqueo se enriqueció por medio fraudulentos con avaricia, conoció al Seño y confesó: «Doy la mitad de mis posesiones a los pobres». ¿Qué vida tan rica es esta? Antes de que Zaqueo conociese al Señor, era un mísero tacaño que no daba ni un centavo a los pobres a pesar de ser rico. Sin embargo, después de conocer al Señor, dijo que podría entregar la mitad de sus posesiones a los pobres. Y también dijo: «Y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado». Al haber conocido al Señor, el corazón de Zaqueo descubrió la justicia de Dios y su vida fue transformada por completo en una vida rica.
Cuando miran la vida que Zaqueo estaba viviendo antes de conocer al Señor y la vida que vivió después, ¿cuál es más rica? ¿Qué Zaqueo era más rico: el antiguo Zaqueo tacaño o el nuevo y transformado Zaqueo? El nuevo Zaqueo que vivió una vida rica después de conocer al Señor. Esto es lo que significa ser rico.
Zaqueo era tan bajo que tuvo que subirse a un árbol para ver a Jesús. Un sicómoro no es un árbol muy alto. Entonces, ¿cómo de bajo debía haber sido Zaqueo? No solo era un poco bajo, sino uno de los hombres más bajos. No podía ver a Jesús entre la multitud y por eso se subió a un árbol. ¿Qué hizo Jesús entonces? Vio a Zaqueo a pesar de su corta estatura. Llamó a Zaqueo que estaba subido al árbol y le dijo: «Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa». ¿Cómo conocía Jesús a Zaqueo? Le conocía porque había ido a esa ciudad para conocerle personalmente. Después de conocer al Señor, Zaqueo vivió con prosperidad. Vivió una vida justa y recta.
Cuando recibimos la remisión de los pecados, por lo menos debemos servir al Señor en nuestras vidas. De esto se trata la vida de todo cristiano. Deben entender aquí que esta es la vida que los justos que han recibido la remisión de los pecados deben vivir, y que es la vida normal que todos los justos deben llevar. Si no servimos al Señor aunque hayamos recibido la remisión de los pecados, el Señor no nos servirá. El Señor sirve a los que le sirven. Dijo: «Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas» (Mateo 7, 12). Si quieren ser amados por la gente del mundo, sirvan al mundo y a su gente. Si por el contrario quieren ser bendecidos por Dios, sirvan a Dios. Cosecharán lo que siembren. Aunque la remisión de los pecados se recibe como un don por fe, nuestras recompensas se cosechan según lo que hayamos sembrado. Los que son perseguidos por la justicia serán llamados hijos e hijas de Dios y serán recompensados por su sufrimiento. El Señor servirá a los que le han servido. Por el contrario, los que sirvan al mundo sufrirán por causa del mundo.
Todos debemos entender esta verdad elemental. Cómo vivan en esta vida no depende de mí, pero tengo que enseñarles los principios básicos que deben conocer como cristianos. El que practiquen lo que han aprendido o no después de escuchar la Palabra depende de ustedes. Depende de su relación personal con Dios. Intenten servir al Señor por una vez. Entonces el Señor no les dejará solos. Les recompensará de una manera u otra con gracia abundante por servirle. El Señor les servirá aún más de lo que le han servido ustedes. Los que han servido al Señor lo saben. Intenten no ser tacaños cuando sirvan al Señor. Entonces el Señor no será tacaño con Sus bendiciones.
En vez de trabajar directamente por Su cuenta, el Señor hace todo lo que quiere a través de nosotros, con los corazones de los santos redimidos, tomando prestadas nuestras manos, labios, piernas, ojos y oídos. Dios bendice a los que son utilizados por Él aún más para poder dar más fruto y ser utilizado aún más. ¿Creen en esto, mis queridos hermanos? Este es el principio de Dios.
Mis queridos hermanos, les pido que todos vivan por lo que es justo. El Señor ha provocado deseos justos en nosotros. Les pido que vivan según estos deseos justos. Les pido que vivan el resto de sus vidas con justicia y rectitud. No malgasten el resto de sus vidas en vano. ¿Quieren ser felices? Entonces sigan al Señor y serán bendecidos. Dios ha plantado deseos justos en nuestros corazones para que hagamos la justicia. Incluso en este momento Dios nos está dando deseos justos.
Cuando se provocan estos deseos queremos servir al Señor como podemos, de manera que nuestros corazones están atormentados si no hacemos la obra justa del Señor y no le servimos aunque sea un día. ¿Es esto verdad? Dios ha provocado estos deseos en nosotros. Nos ha dado el deseo de vivir con rectitud.
Todos debemos alabar y dar gracias a nuestro Señor Dios.