(Lucas 19, 1-10)
«Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad. Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico, procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura. Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido».
¿Qué deben reconocer ante Dios?
Dios visitó este mundo porque amaba a los seres humanos. El Dios de la Verdad dejó Su trono glorioso del Cielo, nos visitó, nos salvó de los pecados, nos hizo hijos Suyos, nos dio vida eterna y nos dio las bendiciones espirituales del Cielo así como riquezas del mundo. El Señor ha tomado todas las enfermedades de nuestra carne, nuestras debilidades y pecados. Esto es precisamente porque nos ama.
Queridos hermanos, hoy es el primer día de la reunión de resurgimiento. Mientras miro a mi alrededor veo muchas caras nuevas. Ahora tenemos que estar despiertos. Ahora debemos nacer de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Así, por toda Corea y el resto del mundo, muchas almas van a escuchar la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Como Dios ama a los seres humanos, permite que se celebre esta reunión de resurgimiento y nos permite predicar el Evangelio por todo el mundo. Así siento que Dios todavía ama a la humanidad.
Ahora mismo, el mundo entero está en un momento de caos, en el que prevalecen las enfermedades y el hambre. Además el mundo está pasando por una crisis económica y de energía. No solo Corea, sino casi todos los países del mundo están pasando por una crisis económica y otros problemas graves. Parece que el planeta tierra esté pasando por un invierno, después de haber pasado el otoño. Sin embargo, estoy seguro de que Dios nos está permitiendo celebrar esta reunión de resurgimiento porque quiere que haya almas que nazcan de nuevo mediante el Evangelio del agua y el Espíritu hasta el día de Su venida.
Entre esas bendiciones que nos da Dios, la mayor bendición es la de limpiar los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando celebremos otra reunión de resurgimiento el mes que viene, le pondremos el mismo título que a esta, y cuando imprimamos nuestros periódicos utilizaremos el título como encabezamiento. También imprimiremos panfletos con este título y los distribuiremos. Para los ciudadanos de esta ciudad, para toda la gente de esta nación y toda la gente del mundo, quiero predicar la Palabra bajo el título: «La bendición de nacer de nuevo del agua y el Espíritu». Y al hacer esto, muchas personas podrán recibir la remisión de los pecados mediante el Evangelio de Jesús del agua y el Espíritu, serán justas y recibirán la vida eterna ante Dios. Para que reciban muchas bendiciones de Dios, predicaré el Evangelio aún más. Hasta el día en que vuelva nuestro Señor, predicaremos el Evangelio. Hasta el día en que vuelva el Señor predicaremos este Evangelio del agua y el Espíritu sin cesar.
Estoy muy agradecido porque Dios nos concede reunirnos aquí para salvar a muchos de los pecadores. Esta noche quiero buscar en la Palabra con ustedes y ver qué nos está diciendo, y ver cómo podemos nacer de nuevo. En otras palabras, quiero utilizar este tiempo del que disponemos para pensar qué condiciones son esenciales para poder nacer de nuevo y qué Palabra nos permite nacer de nuevo. Esta noche, mañana y pasado predicaré esta Palabra. Mientras seguimos escuchando los sermones tanto como podamos, se darán cuenta de la Verdad diciendo: «Esto es lo que Jesús quiso decir cuando le dijo a Nicodemo que naciese de nuevo del agua y el Espíritu». Si sus almas pueden nacer de nuevo después de haber escuchado el Evangelio del agua y el Espíritu, creo que a través de esta reunión habrán cumplido el objetivo por el que han creído en Jesús durante todas nuestras vidas de fe. Les doy gracias por venir a pesar de estar ocupados, y espero que escuchen la Palabra de Dios y reciban mucha gracia.
Un hombre llamado Zaqueo
Un hombre llamado Zaqueo aparece en el pasaje de las Escrituras de hoy. Este hombre era muy bajo de estatura. Era más bajo que la gente normal. Así que, aunque se subiese a un ladrillo de puntillas, no podía ver a Jesús bien. Zaqueo escuchó las noticias de que Jesús iba a pasar por su ciudad, así que se subió a un árbol. El árbol no se rompió así que no debía pesar mucho. Debió ser una persona muy pequeña. Pero de todas formas este Zaqueo es la figura central del sermón de hoy.
Jesús entró en la región de Jericó donde Zaqueo vivía. Este Jericó era la ciudad con cuyas murallas se habían encontrado los israelitas cuando entraron en la tierra de Canaán por primera vez. Esta ciudad tenía murallas dobles muy grandes y fuertes por las que podía pasar un camión de ocho toneladas. Cuando atacó estas murallas de Jericó, Josué, el pueblo de Dios y los sacerdotes caminaron alrededor de la ciudad una vez cada día hasta el sexto día. Pero el séptimo día caminaron alrededor siete veces haciendo sonar trompetas y las murallas se cayeron, tanto la muralla exterior como la interior. Podrán encontrar esta historia en la Biblia.
Además esta palabra Jericó significa aroma. Y el aroma se refiere al mundo. El mundo es un lugar donde hay aromas. Este mundo es un lugar maravilloso. Este mundo es un lugar muy bendito. Y si la gente de este mundo no lo hubiera ensuciado con polución, este mundo estaría lleno de aromas. En el pasaje de las Escrituras de hoy en día, se dice que nuestro Señor entró en Jericó. Nos dice que el Señor bajó al mundo desde el Reino del Cielo para salvarnos a los que estábamos perdidos.
En esta ciudad llamada Jericó, vivía un hombre llamado Zaqueo. Era un publicano y tenía mucho dinero. Quería ver qué tipo de persona era Jesús. Por cierto, por su corta estatura no podía hacer otra cosa que subirse a un sicómoro para ver a Jesús. Al escuchar las noticias de que Jesús iba a venir a su ciudad, una gran multitud se reunió a ambos lados de la calle. Por eso Zaqueo, que era bajo de estatura, tuvo que subirse a un sicómoro para ver a Jesús. ¿Por qué vino Jesús a este mundo? Vino para salvar a las personas perdidas como Zaqueo y a las almas perdidas. Jesús vino para encontrar a los perdidos, y aunque ser bajito era una de las razones por las que se subió al árbol, también lo hizo porque tenía mucho afecto por Jesús y quería verle tanto.
Este hombre llamado Zaqueo era un alma perdida ante Dios
Ante Dios somos almas perdidas. Hace mucho tiempo nuestros ancestros solían vivir en el Jardín del Edén que Dios había plantado. Pero Satanás, el Diablo, es decir la serpiente, tentó a Eva primero y después le dio a Adán de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Entonces fueron expulsados del Jardín del Edén por haber caído en la tentación de Satanás. Entonces, los seres humanos que eran originalmente habitantes del Reino de Dios fueron expulsados. Eran personas que el Señor perdió. Jesús vino a buscar a la gente por esta razón.
Y este Zaqueo era una de estas personas; estaba esperando a Jesús subido a un árbol. Podemos ver que Zaqueo tenía un corazón especial que anhelaba conocer a Jesús. Así, podemos ver que Zaqueo había subido a un sicómoro no solo porque fuera bajito, sino porque quería conocer a Jesús más que nadie. Y puedo ver que ustedes también quieren conocer a Dios. La gente normal dice creer en Jesús y ofrece culto de una manera normal. En vez de ser ceremonioso como ellos, estoy diciendo que son almas que tienen el deseo infinito de conocer a nuestro Señor, es decir personas que quieren conocer a Dios mientras van a la Iglesia, recibiendo la bendición de nacer de nuevo por el agua y el Espíritu, en personas justas que reciben la remisión de los pecados y el Espíritu Santo ante Dios, y que encuentran al Señor venga cuando venga.
Zaqueo era una de las almas perdidas que estaba desesperado por encontrar a Dios y quería conocerle. Deben entender que ustedes también tienen que desear conocer a Jesucristo. Deben tener un corazón decidido a conocer a Jesucristo mientras vienen a la Iglesia. Nuestro Señor le dijo a Nicodemo: «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios» (Juan 3, 5). Por tanto, pueden conocer a Dios de verdad solo cuando tienen esta esperanza. Todos estábamos perdidos ante el Señor, pero entre las almas perdidas solo los que quieren conocer a Dios pueden encontrarse con el Señor de la justicia.
De la misma manera en que Zaqueo quiso ver a Jesús, Jesús le dijo desde debajo del árbol: «Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa» (Lucas 19, 5). Zaqueo bajó enseguida. Entonces, lleno de gozo, recibió a Jesús. Y así Jesús entró en casa de Zaqueo y se alojó allí. Entonces Zaqueo le dijo a Jesús: «He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado» (Lucas 19, 8).
Zaqueo había sido un pecador. Pero invitó a Jesús a su casa. Invitó a Jesús a su casa porque sabía que Jesús era el Hijo de Dios y el Salvador y que es Dios mismo y no cualquier ser humano. Entonces dijo: «Daré la mitad de mis posesiones a los pobres». Estas palabras quieren decir: «Soy un pecador. Soy una masa de pecados. He obtenido mucho dinero a través de falsas acusaciones. He pagado poco a mis superiores y me he quedado el dinero. No solo soy un ladrón privado, sino además público». Esto es lo que quiso decir. Dijo que iba a dar la mitad de sus bienes a los pobres. Y dijo que iba a restaurar cuatro veces lo que había tomado mediante falsa acusación. En breve, al recibir al Señor como su Salvador, Zaqueo se convirtió en un mendigo. Pero nuestro Señor le dijo: «Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19, 9-10).
Zaqueo quiso conocer a Jesús. Además dijo que iba a dar la mitad de sus posesiones a los pobres y devolver cuatro veces lo que había obtenido por falsa acusación. Las únicas personas que pueden nacer de nuevo por el agua y el Espíritu ante el Señor son los que saben que son pecadores. La gente así puede dar la bienvenida correctamente a Jesús como el Salvador e invitarle en sus corazones. Nuestro Dios da las bendiciones de nacer de nuevo del agua y el Espíritu a estas personas. Debemos darnos cuenta de que si creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios nos dará las cosas eternas del Cielo y nos bendecirá con las bendiciones de este mundo abundantemente.
En cuanto a los que creen en la justicia de Dios, no hay una sola persona que sea pobre aún desde una perspectiva carnal. Abraham, Isaac y Jacob vivieron con riquezas. Por tanto, ¿en qué debemos centrarnos? Debemos centrarnos en predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Ser pobres a pesar de tener fe en la justicia de Jesús nunca es la voluntad de Dios. En nuestra Iglesia no hay una sola persona que se haya arruinado al tener fe en Jesús. Incluso desde una perspectiva carnal ninguno de los santos van a ser pobres, sino que serán ricos. Dios nos da bendiciones espirituales y también físicas. Entonces, ¿en qué debemos centrarnos? En los asuntos espirituales como Zaqueo y debemos tener un corazón como el suyo.
Leamos Lucas 18, 9-14, justo antes del pasaje de hoy: «A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido».
Entre un fariseo y un publicano, ¿a quién justificó el Señor más? El Señor dijo que había mostrado misericordia al publicano que había confesado que era un pecador en vez de al fariseo que estaba lleno de su propia justicia. Esto es lo que el Señor quiere que veamos. Por eso Jesús dijo: «Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento» (Lucas 5, 31-32).
Jesús entró y pasó a través de Jericó. Y en Jericó se alojó en casa de un hombre. Se dice que bendijo al hombre diciendo: «Eres hijo de Abraham». Esta Palabra significa que Zaqueo era la única persona, entre la multitud reunida allí, que pudo recibir la bendición de nacer de nuevo por el agua y el Espíritu. Los demás habitantes de Jericó no eran más que observadores pasivos. Eran simplemente observadores como las damas de honor, cuya función es iluminar a la novia, la figura central de la boda. Los judíos tienen la tradición de utilizar una tela envuelta en el cuerpo como ropa. Seguramente algunas personas entre la multitud saldrían vestidas bien, con ropas buenas, y otras llevarían sus mejores mudas. Pero entre estas personas solo Zaqueo pudo conocer a Jesús.
Entonces, debemos pensar cómo Zaqueo pudo conocer a Jesús y recibir esta bendición después de haberle conocido. Nuestra fe debe centrarse en esto. Y debemos tener el conocimiento correcto de cómo una persona puede nacer de nuevo del agua y el Espíritu. Nacer de nuevo del agua y el Espíritu significa convertirse en una persona justa al creer en lo que Jesús ha hecho por nuestra salvación. Eso es. No tiene sentido que una personas pueda nacer de nuevo al creer en Jesús a ciegas. Cuando una persona cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, lo correcto es que no tenga pecados. Estoy diciendo que debemos centrarnos en esto.
¿Cómo podemos creer que podemos nacer de nuevo después de ser pecadores? ¿Qué tipo de personas nacen de nuevo? ¿Qué tipo de personas quiere conocer al Señor? ¿En qué tipo de casas se aloja? ¿A qué tipo de personas les dice que son hijos de Abraham? ¿A alguien como Zaqueo o como a los observadores pasivos? Deben saber si son como Zaqueo o como los observadores. Deben pensar si quieren ser como Zaqueo o como los observadores. En vez de decir que no quieren ser como Zaqueo, pensando que era bajito, aunque era rico, deben querer ser como Zaqueo espiritualmente. Solo entonces nuestro Señor les encontrará con la justicia de Dios. No deben vivir como observadores pasivos.
Algunos cristianos pueden decir: “La hora del culto suele durar una hora como mucho. Mientras esta hora pase bien, no pasa nada. Todo lo que hay que hacer es gritar el nombre del Espíritu Santo, dar palmadas e irse a casa. ¡Ya está!”. Queridos hermanos, eso está mal. Deben deshacerse de este tipo de corazón. Deben deshacerse del corazón de un observador pasivo y tener fe como la de Zaqueo.
¿Qué tipo de corazón tiene Zaqueo? En primer lugar, Zaqueo sabía que era un pecador. Cuando Jesús entró en su casa, dijo: «Le daré la mitad de mis bienes a los pobres». En otras palabras, tenía remordimientos en su corazón. Entonces, por eso, ¿se convirtió en un mendigo? No es así.
Hay muchos tipos de personas entre los cristianos
Primero están los ascéticos que piensan que la gente que cree en Jesús debe vivir una vida pobre y ascética. Creen que vivir bien es un pecado y para creer en Jesús hay que vivir en pobreza. La gente así tiene miedo de hacerse rica después de creer en Jesús, como si fuera un gran pecado. Esta gente nunca se hace rica. La gente así tiene que ayunar cada tres días y aunque dicen compartir comida con los demás, no lo hacen. Se dicen a sí mismos: «¿Cómo puede un hombre así creer en Jesús? Un verdadero creyente como yo debe compartir lo que tiene y abstenerse de comer para parecer espiritual estando delgado y orando en alto. Hoy en día las cosas son diferentes, si los pastores parecían bien alimentados en el pasado no eran populares. Una generación atrás los pastores que estaban muy delgados eran populares».
Pero, incluso en Corea las cosas empezaron a cambiar: «Si creen en Jesús, tendrán comida y combustible». Este movimiento Pentecostal empezó a tener popularidad. Después de esta oleada, los cristianos empezaron a estar gordos. Y hay otro tipo de cristianos: los conservadores que están llenos de justicia propia. Son la versión moderna de los fariseos que desprecian a los demás.
En el pasaje de Lucas 18, 9-14 que hemos leído antes podemos encontrar dos tipos de mentalidades: el corazón roto del publicano y el corazón orgulloso de un fariseo. El fariseo se levantó y oró: «Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano» (Lucas 18, 9-12). Dijo que ayunaba dos veces ante Dios. ¿Pueden ayunar? Cuando nos saltamos una comida estamos débiles. La gente que descansa en casa y predica un par de veces a la semana sin gastar energías puede hacerlo. La gente como nosotros moriríamos de malnutrición si ayunásemos dos veces a la semana. De todas formas ese fariseo era un hombre grande. Dijo: «Ayuno dos veces a la semana. No cometo adulterio y no soy como este publicano». Señaló al hombre que había a su lado y con su cabeza bien alta dijo: «No soy como este hombre malvado que roba, es injusto y adúltero».
Pero el publicano no era así. Seguramente cometió muchos pecados, ¿no? Era un hombre cuyos pecados habían quedado expuestos. Nuestro Señor dijo: «Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia» (Romanos 5, 20), «Otro es el que da testimonio acerca de mí, y sé que el testimonio que da de mí es verdadero» (Lucas 5, 32). Entonces, solo los que reconocen todos los pecados que tienen pueden conocer al Señor. Quiero que se den cuenta de cuántos pecados tienen ahora. Las cosas que han hecho hasta ahora no son importantes. Estoy diciendo que si quieren recibir la bendición de nacer de nuevo del agua y el Espíritu, deben darse cuenta de lo numerosos que son los pecados ahora.
El publicano no podía ni mirar al cielo. Se daba con la frente en el suelo. El publicano oraba con su cara tapada porque no podía levantar la cabeza por vergüenza. Se daba golpes en el pecho diciendo: «Dios, sé misericordioso con un pecador» (Lucas 18, 13). No confesó sus pecados detalladamente, simplemente se identificó como un pecador.
Nuestro Señor nos explicó lo que es una mentalidad correcta mediante estas dos personas. Dijo: «Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido» (Lucas 18, 14). En realidad, debemos darnos cuenta de que nuestro Señor mira en nuestros corazones para ver si una persona tiene pecados en su corazón. Cuando una persona mira a las demás, la persona tiende a mirar la apariencia exterior, pero el Señor mira en el fondo del corazón. La gente piensa que una persona debe cometer adulterio para ser acusado de adulterio, pero Dios dice que quien mira a una mujer con lascivia ya ha cometido adulterio en su corazón. Dios mira dentro del corazón de las personas y después dice qué tipo de personas son.
Por tanto, debemos pensar por lo menos una vez si somos o no como Zaqueo. El publicano Zaqueo dijo: «Doy la mitad de mis bienes a los pobres» y lo que esto significa es que vendería la mitad de sus bienes a los pobres porque se había arrepentido y porque su modo de vida era obvio para el Señor. Ha confesado ante Dios: «Soy un pecador. Voy a ir al infierno. Te necesito. Has venido a buscarme a mi casa. Por eso estoy confesando. Soy un pecador destinado a ir al infierno».
Nosotros creemos en Jesús. Cuando Dios mira en nuestros corazones, es decir, nuestras vidas, ¿seremos observadores pasivos ante Dios o seremos protagonistas brillantes ante Dios por ser justos? A los ojos de Dios, ¿somos completos pecadores destinados a ir al infierno, o somos Su pueblo que ha recibido la remisión de los pecados? Cuando Dios nos mira y no hemos nacido de nuevo por el agua y el Espíritu, debemos darnos cuenta de que somos pecadores antes Dios. Si no hemos nacido de nuevo del agua y el Espíritu y Dios mira nuestros corazones, nuestras almas, nuestros pensamientos y nuestras acciones, y también nuestras vidas, seremos pecadores ante Él. Seremos personas que no necesitan otra palabra para ser descritas. La gente que puede reconocer que es pecadora ante Dios, recibirá la bendición de nacer de nuevo del agua y el Espíritu y conocerá a nuestro Señor.
¿Han experimentado lo siguiente: «Cuando estoy con los santos parece que tengo fe en Jesús, pero cuando no hay nadie mi corazón está vacío, no está Jesús, no está la Palabra de Jesús y me doy cuenta de que ni tengo fe en la Palabra»? ¿Hay veces que te sientes así? Cuando están dando palmadas y gritando que descienda el fuego del Espíritu Santo sienten tener verdadera fe en Jesús. Pero cuando miran fuera de la ventana y ven la lluvia y después miran dentro de su corazón preguntándose cosas como: «¿De verdad tengo fe en mi corazón aunque parezca que no hay fe? ¿Tengo la Palabra de Dios dentro de mi corazón? ¿En qué Palabra creo? ¿Qué Palabra retengo en mi corazón? ¿Qué Palabra me viene a la mente?» sienten como si su corazón estuviese en el caos, vacío, y su mente no puede pensar en ninguna Palabra de Dios. ¿Se sienten así ustedes?
Cuando se miran a sí mismos, si ven que son pecadores tienen que pedirle a Dios que primero borre todos los pecados. Deben avergonzarse ante Dios y las personas. Se han escondido para que nadie vea sus pecados. Tenían miedo de encontrarse con alguien que les conociese después de mudarse. Se han mudado de un barrio a otro pero han cometido pecados. Así que se han sentido avergonzados de mirar a la gente. Deben conocer su naturaleza. Primero debemos saber qué tipo de seres humanos son y qué tipo de naturaleza tienen y después deben pedirle al Señor que nos dé las bendiciones de nacer de nuevo del agua y el Espíritu.
Espiritualmente, ¿qué tipo de personas son ante Dios?
Ahora veremos qué tipo de personas somos a través del Evangelio de Marcos, capítulo 7. Leamos los versículos 20-23: «Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre». Nuestro Señor dijo que lo que sale de un hombre ensucia al hombre. Y nos dice con todo detalle las cosas que salen del corazón de los hombres.
Entonces debemos ver qué tipos de pecados salen del corazón del hombre. En primer lugar, los pensamientos malvados salen de los corazones de la gente. Cuando los pensamientos son malvados, las acciones también son malvadas. Hay un debate sobre qué fue primero, el huevo o la gallina, pero según la Palabra de Dios, como tuvo que crear a los animales, el pollo fue creado primero por Dios.
Entonces, ¿qué ocurre primero: el pensamiento o la acción? El pensamiento en el corazón del hombre ocurre primero. Si el corazón está sucio y es malvado, entonces las acciones del hombre son malvadas. Pero aunque la gente es malvada intenta no pecar. Y aunque peca, intenta tener un buen corazón de cualquier manera posible. La gente que hace esto peca pocas veces y suele esconder esos pecados, pero la gente que peca abiertamente peca profesionalmente.
Pero Jesús nos dice que lo que sale primero de un hombre son los pensamientos malvados. Somos seres humanos. Entre los seres humanos decimos que algunas personas crueles son peores que animales. Incluso las bestias salvajes quieren a sus crías, pero hay personas que son peores que animales. Por otro lado, los animales van corriendo donde hay comida, pero la gente no es así. Un ser humano comparte su comida si se lo pide su padre o su madre. Puede ser diferente en una cuestión de vida o muerte, pero los seres humanos no son como animales.
Los pensamientos malvados dentro del corazón de los hombres son pecados. Cometer fornicación es tener un corazón de fornicación. No significa que una persona haya cometido fornicación, pero si alguien imagina tener adulterio, lo ha cometido a los ojos del Señor. El Señor dijo: «Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón» (Mateo 5, 28). Además, la gente tiene el deseo de robar y asesinar. Tiene envidia. Tiene maldad, engaño, lascivia, un ojo malvado, blasfemia, orgullo e insensatez. Los seres humanos tenemos todo esto. ¿Lo entienden claramente ahora?
¿Tenemos o no estos pecados dentro de nuestros corazones? Sí. ¿Están dentro del corazón de todo ser humano o no? Sí. Jesús dijo que estos pecados están dentro del corazón de los hombres. La gente tiene estos doce tipos de pecados dentro de su corazón. Nace con este corazón pecador y comete pecados con el tiempo. Peca hoy y peca mañana. Sigue pecando, día a día, mes a mes. La gente es así.
El problema para la gente es que comete pecados sin saber que los está cometiendo. Este es el problema precisamente. En otras palabras, no saben que son pecadores. El pensar que no son pecadores mientras no cometan esos actos pecadores es la prueba que demuestra que se están convirtiendo en personas ciegas espiritualmente y de que no han nacido de nuevo. Por tanto, aunque no hayan puesto esos pensamientos en acción, deben saber qué tipos de pecados hay dentro de sus corazones y qué tipo de personas son. Sócrates dijo: «Conócete a ti mismo». El Señor les dijo lo mismo a los fariseos.
En Lucas 10 nuestro Señor contó la parábola del buen samaritano a un abogado de la Ley. Antes de contar esta parábola, el fariseo le preguntó a Jesús: «Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?». Así que Jesús le contestó: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cuál es tu interpretación?». El fariseo le respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo».
Así que Jesús dijo: «Has contestado correctamente. ¿Haces estas cosas?».
«Sí. Amo a mi prójimo como a mi propio cuerpo, y amo a Dios sobre todo».
«¿Vives así?».
«Sí, vivo así».
«¿Puedes actuar así?».
«Sí. Puedo hacerlo. Dime quién es mi prójimo y amaré a esa persona como a mí mismo». Y al final de este diálogo el Señor pensó que este fariseo era absurdo. Así que le contó la parábola para que se conociese a sí mismo.
Estos doce tipos de pecados están dentro del corazón del fariseo
Pensamientos malvados, adulterio, fornicación, asesinato, robo, codicia, maldad, engaño, lascivia, ojo malvado, blasfemia, orgullo e insensatez, todos estos pecados estaban dentro del corazón del fariseo. Estos deseos pecadores estaban dentro de su corazón pero este fariseo no se dio cuenta de su naturaleza y pensó que había vivido según la voluntad de Dios. Así que preguntó con orgullo: «¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?».
Entonces Jesús le dio una parábola: «Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto» (Lucas 10, 30). Les he dicho que la palabra Jericó significa aroma, es decir el mundo. Y como Jerusalén es una ciudad religiosa, es un lugar lleno de todo tipo de hombres religiosos. La parábola continúa: cierto hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó a manos de ladrones, que le hirieron, le quitaron las vestiduras y le dejaron medio muerto. Entonces cierto sacerdote vio al hombre moribundo en la carretera, pero se pasó al otro lado, de la misma manera un levita hizo lo mismo. Pero un samaritano vio a este hombre mientras pasaba por esa carretera. Tuvo compasión de la víctima, le puso aceite y vino, le vendó las heridas, lo llevó a una posada y cuidó de él. Además le pagó todos los gastos al posadero, incluyendo el precio del alojamiento y otros cargos y se fue diciendo: «Si necesitas más dinero antes de que vuelva, te lo pagaré. Cuida bien de él».
Jesús le preguntó al fariseo: «¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?». «El samaritano» dice Jesús. «Haz lo mismo que éste y heredarás la vida eterna». ¿Con quién identificó Jesús al fariseo que había hecho la pregunta? Con los hipócritas como el sacerdote y el levita. «Eres todo apariencias, porque te sientes por encima de los demás, diciendo a la gente que haga esto y lo otro sin mover un dedo. Atormentas a las personas y hablas como si fueras un buen maestro pero cuando te encuentras con alguien que se está muriendo, sales corriendo». Aunque Jesús no dijo todo esto, seguramente lo pensó.
Los levitas son personas que parecen ser fieles a Dios. Pero uno de los levitas también se apartó de aquella persona moribunda. Jesús identificó a este abogado de la ley con una persona hipócrita diciendo: «Eres como ese hombre».
A los ojos del Señor, ¿podemos hacer algo bien? ¿Somos seres que viven según la Palabra de Dios? No. Cuando van a las iglesias del mundo hay ciertos pastores y diáconos y puede que crean que son buenos y rectos. Sin embargo, a los ojos de Dios no hay nadie que no tenga estos doce tipos de pecados.
Entonces, ¿qué está pasando aquí? Jesús reprendió a los fariseos por ser hipócritas. Así que Jesús les dijo: «Hipócritas, sois como tumbas lavadas con cal». Los judíos solían enterrar a los muertos bajo tierra, cubrirlos con tierra, poner un polvo de piedra caliza mezclado con agua encima y restregarlo con sus manos. ¿Por qué se hacían así las tumbas? Encima de las tumbas no crecía hierba. Y aunque por fuera estaban muy bien acabadas, por dentro los cuerpos se podrían. En otras palabras, Jesús estaba diciendo que aunque las acciones del abogado parecían rectas, el corazón era hipócrita, lleno de cosas feas y sucias. Está diciendo a la gente así: «Pecas en secreto. Engañas a Dios, a ti mismo, a otras personas y a los que van a las iglesias».
Hace diez años, un famoso sacerdote budista llamado Sungcheal Lee murió. Los budistas de Corea y de todo el mundo veneraban al monje como un Buda vivo. El monje Sungcheol Lee practicó la meditación espiritual mirando a la pared durante diez años. Vivió en una cabaña pero recibía comida a través de una ventana pequeña, se la comía y devolvía los platos. Iba al baño en un cubo y lo pasaba por un agujero pequeño cuando terminaba. Meditó durante diez años de esta manera, mirando hacia la pared, y durmiendo sentado. Y por eso la gente lo llamó Buda.
Muchas personas admiraban y respetaban a este monje Sungcheol Lee. Algunos budistas decían: «El Gran Monje Sungcheol Lee era un Buda en vida. Posiblemente incluso más grande que Buda». Sin embargo, compuso un poema antes de morir. En este poema escribió: «Durante toda mi vida he engañado a muchos hombres y mujeres; mis pecados se han acumulado más altos que el Monte Sumi». El Monte Sumi es una montaña legendaria que se dice ser la más alta. Con esto quiso decir. «La gente me dice que si no fuera por mis heces sería un Buda. Pero aunque me veneren tanto, no saben cuántas veces he tenido deseos lascivos en mi corazón cuando he mirado a mujeres».
Desde el punto de vista de las otras personas, la imagen de este monje Sungcheol Lee era sublime. Pero incluso dentro del corazón de este hombre, también había deseos de lascivias y su corazón iba por todos lados, arriba en las montañas y en los campos, para volver a sentarse. Por eso murió diciendo que había engañado a muchos hombres y mujeres. También dijo en este último poema: «Caeré en el abismo del infierno y mi lamento será infinito». Esto significa que estaba preocupado de caer en el infierno infinito.
Se conoció a sí mismo porque meditaba mucho. La diferencia entre el monje Sungcheol Lee y los demás es que él sabía que tenía pecados en su corazón y que iría al infierno cuando muriese. He dicho que tienen lascivia en sus corazones. Esto es cierto.
Dios es el Creador que nos ha creado. «En el principio Dios creó los cielos y la tierra. Entonces Dios dijo: ‘Que haya luz, y hubo luz’». ¿Saben quién es Dios? Jesucristo, que vino encarnado en un hombre para salvarnos es este Dios. Jesús es quien creó este universo y todo lo que hay en él y Él es el Dios que nos ha creado. Así que la Biblia dice: «La Palabra se convirtió en carne y descendió entre nosotros y el mundo fue creado por Él. Pero cuando vino al mundo, lo suyos no le recibieron. Pero a cuantos le recibieron, les dio el derecho de convertirse en hijos de Dios, a los que creen en Su nombre».
Dios nos creó y nos puso en el Jardín del Edén, pero después fuimos expulsados porque Satanás nos engañó para que cometiésemos pecados. Y por eso, a los ojos de Dios, somos los que estamos perdidos. Al principio, los seres humanos fueron creados a imagen de Dios y eran el pueblo de Dios. Nos convertimos en seres perdidos desde el punto de vista de Dios. Y por eso Dios bajó al mundo encarnado en un hombre para rescatarnos.
Dios bajó para darnos Su Reino, pero había muchas personas que no sabían si estaban perdidas o eran pecadoras. Y por esta razón Jesús bajó al mundo y dijo: «Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre» (Marcos 7, 20-23). ¿Creen en esta Palabra? ¿Creen que somos como estas personas? Somos pecadores, aunque otros nos hayan dicho que somos buenos y rectos como el bambú. Dentro de sus corazones hay maldad y pecados y no podemos evitar cometer pecados durante todas nuestras vidas en nuestras acciones y pensamientos. La gente que admite esto es como Zaqueo. Nuestro Señor encontrará a las personas así. Estoy diciendo que debemos darnos cuenta de esto y aceptarlo.
«He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado» (Lucas 19, 8). Estas palabras ponen de manifiesto la mentalidad de Zaqueo: «Soy una persona que va directa al infierno. Tengo muchos pecados. ¿Cómo es que vienes a mi casa? Soy un pecador que no puede invitarte». Nuestro Señor les dice a los pecadores que confiesan así: «Los que están sanos no necesitan un médico, sino solo los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores al arrepentimiento. Quiero llamar a los pecadores y lavarles para que nazcan de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Al hacer eso quiero que vivan como pueblo de Dios. Les bendeciré para hacerles hijos de Dios y justos antes Dios». Por tanto, debemos creer en esta Palabra.
Y además, debemos reconocer nuestra naturaleza fundamental ante Dios. Ya hayan creído en Jesús durante un año, cinco, veinte o cien, si reconocen que no pueden evitar cometer pecados hasta que mueren, y que deben pagar el precio del pecado yendo al infierno, nuestro Señor les encontrará sin falta. Encontrará a personas así.
«El precio del pecado es la muerte, pero el don de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor»
El Señor dijo que el precio del pecado es la muerte. Esto significa que si una persona tiene pecados, esa persona irá al infierno. Hay doce tipos de pecados dentro del corazón como seres humanos, y si los sacamos fuera el fruto del pecado empezará a crecer, como los frutos de un árbol crecen en poco tiempo. Este es el mismo principio que siguen las flores cuando florecen en la primavera, cuando dan fruto en verano y cuando se recoge la cosecha en otoño. Nuestro Señor habló de esto al comparar a las personas con los árboles diciendo: «Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos» (Mateo 7, 17).
Si se nos compara con árboles, debemos saber si somos árboles buenos o malos. Tenemos que estar seguros antes de continuar. Queridos hermanos, ¿somos árboles buenos o malos? Ser un árbol malo cuando se es joven puede pasar, pero después habrá problemas. Surgirán problemas porque saldrá una cantidad enorme de pecados de nuestros corazones como pensamientos malvados, deseos de matar, de robar, lascivia, lujuria, blasfemia y orgullo. Estos deseos malvados dan frutos como actos malvados, engaños, envidia, violencia, conflictos, orgullo e insensatez.
Ayer vi a una mujer que iba al mercado, pero cuando su hijo se negaba a seguirla y lloraba, le decía: «Niño estúpido, ahí te quedas, muérete si quieres». He visto a veces como le dice a su hijo que no llore y como le pega mientras el niño sigue llorando, y también le dice que se muera. Como hay tanta insensatez dentro del corazón de los seres humanos, la cara bonita de esa mujer se transformaba en cara de bruja y empezaba a maldecir. Entonces, ¿creen que los seres humanos no son así? Vemos como hay barrios en los que hay mucho jaleo aunque en circunstancias normales los hombres tengan dignidad y caballerosidad. Cuando se hiere el ego de una persona y ve que las cosas no le van como quiere, o cuando bebe alcohol y tiene problemas, las cosas cambian y grita: «¡Venid aquí! Voy a matar al primero que venga».Y entonces este tipo de hombre pega a sus mujeres diciendo: «¿Quién eres tu para intervenir?» cuando llega la policía. Estas acciones son los frutos de la insensatez y la locura que hay dentro del corazón humano.
Queridos hermanos, todos los seres humanos son una masa de pecados, todos somos iguales. Solo los que han nacido de nuevo por el agua y el Espíritu son los que han recibido la remisión de los pecados. La gente que no ha nacido de nuevo del agua y el Espíritu no ha recibido la remisión de los pecados. Según la Biblia, ¿acaso no había muchos fariseos y personas que decían creer en Dios? No eran nada más que observadores pasivos porque no habían podido nacer de nuevo del agua y el Espíritu. Entre estas personas, solo unas pocas habían recibido la remisión de los pecados. Deben darse cuenta de que hay muchas personas que no han nacido de nuevo del agua y el Espíritu y que solo pueden actuar como observadores pasivos. Esto es importante aunque ustedes no estén de acuerdo.
Si quieren convertirse en personas justas ante Dios, su corazón primero debe recibir la remisión de los pecados en vez de dejarse llevar por sus acciones. Se dice que Dios mira en el centro de su corazón primero. Por tanto, debemos arreglar nuestros corazones. Nuestro Señor dijo: «¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio» (Mateo 23, 26). Nos está diciendo que recibamos la remisión de los pecados primero. Él nos está diciendo que debemos nacer de nuevo del agua y el Espíritu. Nos está diciendo que recibamos la bendición de nacer de nuevo del agua y el Espíritu que nos está dando. Para recibir esta bendición, primero debemos convertirnos en pecadores al reconocer que somos graves pecadores. Y solo cuando nos damos cuenta de quiénes somos, podemos subir a un árbol y esperar a que pase el Señor. Quiero decir que deben dejarse llevar por los predecesores de la fe para conocer a Jesús. Solo entonces, mientras los observadores pasivos quieren ver a Jesús, ustedes podrán conocer a Jesús cara a cara con la convicción de que irán al infierno si no le conocen. Verle es diferente que conocerle. Debemos conocer a Jesús para recibir paz. Si no le conocemos nuestros corazones estarán en agonía y no podremos vivir en paz.
«Debo conocer a Jesús para resolver el problema de los pecados. Debo recibir la bendición de nacer de nuevo por el agua y el Espíritu de Jesús. Si no la recibo iré al infierno. A pesar de tener fe en Jesús, iré al infiero. Soy una persona que no puede evitar ir al infierno si Jesús vuelve en este momento». A los que tengan un corazón así, nuestro Señor les dará la bendición de nacer de nuevo del agua y el Espíritu.
Así, si quieren recibir la bendición de nacer de nuevo por el agua y el Espíritu, primero deben aceptar lo siguiente: «Querido Señor, tengo estos pensamientos malvados dentro de mi corazón. Además he vivido cometiendo estos pecados. Y seguiré haciéndolo en el futuro. Soy un pecador que hace todo tipo de cosas sucias cuando me enfado aunque no quiera hacerlas». Queridos hermanos, si quieren nacer de nuevo por el agua y el Espíritu, deben dedicarse a Dios. Deben admitir que son pecadores y que están destinados a ir al infierno. Y deben esperar nacer de nuevo del agua y el Espíritu. Con este corazón deberán escuchar la Palabra.
Me gustaría resumir el sermón y concluirlo. Estoy diciendo que para recibir la remisión de los pecados, el campo de sus corazones debe estar arado primero. Un labrador no siembra la tierra que está llena de malas hierbas después del invierno. Si quiere sembrar esta tierra primero tiene que ararlo. Tiene que arrancar las raíces primero. Tiene que sacarlas completamente y después tendrá que cavar, plantar y cubrir las semillas. Solo entonces las semillas recibirán lluvia y sol, crecerán y se convertirán en lechugas, coles, rábanos y tomates. Ustedes también tendrán que arrancar sus ideas fijas. No deben pensar solamente con su cabeza si son así de pecadores, sino que mientras piensan deben darse cuenta de que son pecadores y deben pedirle a Dios que les salve.
Quizás haya personas que piensen: «Señor Dios, hasta hoy he vivido bien pero no sé quién soy. Deben pensar en esto». Si son así, piensen detenidamente: «¿He vivido con justicia ante Dios? ¿Tengo suficiente confianza para vivir con justicia en el futuro? ¿Puedo entrar en el Reino de los Cielos sin nacer de nuevo del agua y el Espíritu?». Jesús dijo: «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios» (Juan 3, 5). Dijo que tenemos que nacer de nuevo del agua y el Espíritu para entrar en el Reino de Dios y ver al Padre. Por tanto, debemos nacer de nuevo del agua y el Espíritu. Para ello primero debemos arar el campo de nuestros corazones.
Siempre hay pecados en el corazón de los que no han nacido de nuevo del agua y el Espíritu. Así que deben intentar arar sus corazones primero. ¿Hay pecados escondidos en su corazón? ¿Está su corazón lleno de pecados? Admitirlo es tener la misma mentalidad que Zaqueo.
Zaqueo dijo: «Le daré la mitad de mis bienes a los pobres». Esto significa: «Ahora, todos mis bienes no son míos». Deben recordar que los que admiten honestamente y confiesan que son graves pecadores reciben las bendiciones de ser nacidos de nuevo del agua y el Espíritu ante Dios.
Solo porque un hombre tenga una apariencia física buena, ¿significa que es un caballero? Un hombre tiene que estar libre de pecados en su corazón para ser un caballero. Si hay pecados en el corazón de un hombre, estonces ese hombre ni siquiera es un ser humano. ¿Es un hombre que tiene el corazón lleno de deseos malvados, lascivia, asesinato y robos un ser humano? No, ese hombre ni siquiera es una bestia. Es un pecador destinado al infierno.
Pero si morimos de repente esta noche, ¿iremos al Cielo o al infierno? Si no nacen de nuevo del agua y el Espíritu, irán al infierno. Oran para poder ir al siguiente culto para escuchar otro sermón. Debemos pasar la noche bien y vernos mañana por la mañana. Hasta que nos veamos mañana, deben cuidarse. El sermón será por la noche. Cuando escuchen el Evangelio sus corazones estarán iluminados y limpios. El Espíritu Santo entrará en sus corazones y se llenará de la Palabra de Dios. Como tienen fe en Jesús, será la primera vez que se sientan completos.
Ahora les estoy haciendo esta pregunta a nuestros santos. ¿Son justos o pecadores? Sí, son justos. Si una persona no ha nacido de nuevo del agua y el Espíritu, ¿es esta persona justa o pecadora? Es una persona pecadora destinada a ir al infierno. En otras palabras, la gente como Zaqueo recibe bendiciones de Dios.